ÍNDICE MEDITACIONES AÑO 2000
I.- MEDITACIONES ENERO DEL 2000
II.- MEDITACIONES FEBRERO DEL 2000
III.- MEDITACIONES MARZO DEL 2000
IV.- MEDITACIONES ABRIL DEL 2000
V.- MEDITACIONES MAYO DEL 2000
VI.- MEDITACIONES JUNIO DEL 2000
VII.- MEDITACIONES JULIO DEL 2000
VIII.- MEDITACIONES AGOSTO DEL 2000
IX.- MEDITACIONES SEPTIEMBRE DEL 2000
X.- MEDITACIONES DEL MES DE OCTUBRE DEL 2000
XI.- MEDITACIONES DEL MES DE NOVIEMBRE DEL 2000
XII.- MEDITACIONES DEL MES DE DICIEMBRE DEL 2000
NOTA: San Ignacio de Loyola nos recomienda preparar por la noche los puntos de meditación de la mañana siguiente. Desde hace muchos años practico esta costumbre. En este año comienzo a escribir en el ordenador los puntos más desarrollados. Os la ofrezco por si os pueden ser útiles en cualquier sentido. Siempre me sirvo de distintos libros de espiritualidad para obtener ideas.
NOTA 2.- Puede reproducirse total o parcialmente. Únicamente pido que se indique el nombre del autor: José María Lorenzo Amelibia. Todo libro es como hijo de su autor.
Correo electrónico: mistica@jet.es
I.- MEDITACIONES ENERO DEL 2000
1-1- 00 Sábado
Bendito sea el nombre del Señor. Santificado sea tu nombre. Venid, adoremos a Cristo Rey, que, a sus comensales da en alimento su propia sustancia espiritual. Bendita sea la adorable Trinidad, Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar, sea por siempre bendito y alabado.
A ti, Señor, te alabamos; a ti, Señor, te confesamos; a ti
eterno Padre, toda la tierra te venera. A ti todos los Angeles, a ti el cielo y todo el poder el universo. A ti los Querubines y los Serafines, proclaman con voz constante: Santo, Santo, Santo, Señor Dios de los ejércitos.
¡Llenos están los cielos y la tierra de la majestad de tu gloria! A ti denomina el Glorioso el coro de los Apóstoles, y el número laudable de los Profetas. A ti te alaba el ejército cándido de los mártires. A ti, en todo el orbe de la tierra, te confiesa la Iglesia Santa. ¡Padre de inmensa Majestad! Digno de veneración tu verdadero y único Hijo. Santo también el Espíritu Paráclito.
Tú, Rey de la gloria, Cristo. Tú el Hijo sempiterno del Padre. Tú, para librar al hombre, no te horrorizaste de entrar en el seno de la Virgen. Tú, vencido el sepulcro de la muerte, abriste para los creyentes el Reino de los Cielos. Tú estás sentado en la gloria de Dios Padre. Estamos seguros de que has de venir como juez.
2-1
Al contemplarte, Verbo de Dios, la Palabra Divina, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, me deslumbra tu luz, porque Tú eres la luz de los hombres. Te adoro, confío plenamente en ti. Dios de Dios, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho. Que por nosotros los hombres y por nuestra salvación, bajaste del cielo y te encarnaste en el seno de una Madre Virgen.
Me uno a los Angeles, a todos los santos para ofrecerte el homenaje de adoración. Me entrego a ti; deseo siempre vivir en tu amor, en tu servicio y en tu adoración. Confío plenamente; jamás quedaré confundido. Me uno a quien ha sido durante varios años mi compañero y estímulo hacia la santidad, que acabas de llamarlo a tu gloria, porque confío que esté ya gozando de Dios en el cielo, pero si tuviera algo que purgar, espero que pronto lo llevarás a tu gloria, y desde allí haga algo por la santidad de los sacerdotes y almas consagradas.
En el año 2000, adorado seas, alabado seas; santísima Eucaristía seas el alimento y la fuerza de santificación de los hombres.
3-1
Santísima Trinidad, te adoro por los que no te adoran, te amo por los que no te aman, os reconozco por cuantos no os reconocen. Deseo servirte por cuantos no os sirven. Ven, a nuestras almas. Santifica, Espíritu Santo, los corazones de tus siervos. Sé nuestra salud, nuestra salvación, el dulce Huésped de nuestras almas.
Os adoro también en mi propio nombre; sé de mi pobre ser, pero también me siento hijo tuyo y contigo espero estar siempre en vela para la santificación del mundo.
Bendito y alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar. Que en este día esté siempre a tu servicio; que influya mi oración en todos los actos. Concédeme en esta jornada un intenso amor a ti y a mis hermanos los hombres, que sepa quererlos sin reticencias que sepa relacionarme sin crispaciones, que al final de la jornada te quiera algo más que ayer.
4-1
Bendito sea Dios; bendito sea su santo nombre; bendito sea Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre; bendito sea el nombre de Jesús; bendito sea su sacratísimo Corazón. Así, Señor, quiero estar repitiendo hoy durante el día esta serie de alabanzas en tu honor. Pero ayúdame, tengo que pedírtelo, a que sepa limar asperezas de la vida en el trato con la gente. Que no me aísle cada vez más, porque noto que cada vez me interesan menos las noticias, las lecturas distractivas, el trato distractivo con la gente. Quisiera que mi trato con todos fuera "al grano", para tu alabanza y gloria. Pero he de tratar también en cosas que no tengan tanta importancia; que no soy un ermitaño; que mi vida está dentro del mundo.
Eso sí, mi corazón que esté en ti; en tu adoración; en tu amor; pero sin ser huraño con nadie. Perdona mis pecados, mira que no te he sido fiel y necesito mucho de tu misericordia. Manténme en tu amistad.
Dadme el don de oración, el don de abnegación, la perseverancia final y celo por la salvación de las almas.
Concédeme, Virgen María, la gracia de estar hoy unido al amor de Dios. Dame fervor, más fervor. Pídelo al Padre, por tu Hijo. Que hoy viva del todo una vida digna de un hijo de Dios.
5-1
Deseo, Señor, ser una epifanía de ti. Ser tu manifestación. Pero antes he de llenarme de tu amor. Que la oración no es nada fácil; prueba de ello que no son muchos los que la practican con asiduidad. Yo pido tu ayuda para enamorarme de ti; para llenarme de ti, y después para permanecer en tu amor. Y que en mí siempre esté el deseo de hacer el bien, de extender tu Reino.
Reina en nuestros corazones, reina en todos los hombres. Mira
que ahora nos toca convivir entre gente sin fe, y necesitamos tu ayuda en todo momento.
Que siempre estemos contigo. Reina en nosotros. Mira Señor este mundo, este tu pueblo que se aleja de la verdad y del amor. Ten compasión de nosotros. Envíanos tu luz y gracia para salir de esta crisis. Y dadnos sacerdotes santos y obispos santos; danos almas consagradas más santas. Que salgan líderes religiosos de gran santidad y fuerza de apostolado.
6-1
Epifanía. El día de los Reyes Magos. ¡Cuántos recuerdos hoy! Un día agridulce era siempre; con connotaciones de vuelta al colegio, menos ahora que ya estoy exento de todo trabajo remunerado.
Hoy mi petición es clara: concede a nuestro mundo la Epifanía
más completa. Que no se obcequen las personas con las cosas materiales, que sean capaces de ver los signos de tu manifestación y de tu realeza. Permanece con nosotros para siempre.
Yo nunca pensaba que podía llegar a la Epifanía del 2000; lo vi siempre tan lejano... Ahora te adoro, Niño - Dios con toda mi alma. Te venero con el corazón. Deseo siempre permanecer junto a ti. Ven, Señor, no tardes más. Sé nuestro amparo y guía; permanece para siempre con nosotros. Oh buen Jesús, óyeme y dentro de tus llagas, escóndeme. No permitas que me aparte de ti; del maligno enemigo, defiéndeme.
Lo mismo que los Reyes Magos fueron ejemplo para el mundo de fe, entrega, fortaleza, contra todo viento y marea, contra comentarios de burla tal vez, también deseo ser testimonio. Lo malo es que soy muy mediocre y poco puedo influir, como no sea en aquellos que no me conocen de verdad. Perdona mis pecados; perdóname, Señor, y ayúdame
para que sea útil en tu Reino. Perdona mis pecados, mira que no te he sido fiel y necesito mucho de tu misericordia. Manténme en tu amistad.
Dadme el don de oración, el don de abnegación, la perseverancia final y celo por la salvación de las almas.
Concédeme, Virgen María, la gracia de estar hoy unido al amor de Dios. Dame fervor, más fervor. Pídelo al Padre, por tu Hijo. Que hoy viva del todo una vida digna de un hijo de Dios.
Te contemplo, Niño, cuando recibes el obsequio de los Reyes Magos. Recibe mis pobres obsequios en este día y no permitas que me aparte de ti. Manténme en tu amistad también en todo tiempo después de esta fiestas natales.
7-1
Pasó la Navidad. Dame, Señor, el fruto de la Navidad. Concédeme el gozo, fruto del Espíritu Santo; que no lo mire como mero recreo del alma, sino como estímulo para mejor servirte, para influir más en el Cuerpo Místico. Alma de Cristo, santifícame, Cuerpo de Cristo, sálvame. Ayúdame a ir siempre contigo, siempre en tu compañía. Quiero vivir y morir en vuestra santa fe.
Dame el gozo de tu nacimiento, el gozo de una Navidad prolongada siempre sin apetencias absurdas. Dadme el don de oración, el don de abnegación, la perseverancia final y celo por la salvación de las almas.
Ven siempre conmigo; que jamás me aparte de ti. Llamaste al cielo a tu siervo Félix Beltrán; el hombre que durante siete años me ha acompañado en viaje espiritual por los caminos tuyos. Él decía de sí mismo que tenía la fe del carbonero; jamás le vinieron dudas. Juntos fuimos animando a los obispos a la campaña por la santidad de los sacerdotes. ¡Dadnos sacerdotes santos y obispos santos; danos almas consagradas más santas, de gran santidad y fuerza de apostolado.
Perdona mis pecados, mira que no te he sido fiel y necesito mucho de tu misericordia. Manténme en tu amistad. Dame siempre compunción de corazón.
Te amo, Jesús.
8-1
Contemplo a Jesús con María y José. Han pasado quince días de la Navidad. No estarían ya en el Portal de Belén; tendrían alguna casita en el pueblo, una vez transcurrido el tiempo fuerte del padrón romano. Ver a María con el Niño en brazos. Decirle con ella: "No sé Niño hermoso qué he visto yo en ti; que no sé qué tengo desde que te vi". Procuro penetrar en mí mismo; veo mis vivencias religiosas de contemplación a Jesús en los belenes; sobre todo lo veo en el momento de mi entrega a Él; en aquel Sagrario de mis amores, cuando atardecía una tarde de agosto. Me entrego a ti, Hijo de Dios, con la misma ilusión de entonces; con la misma ilusión de tantas visitas como te he hecho; como en el día de las órdenes menores, subdiaconado, diaconado; te miro con el cariño con que abrí por primera vez el Sagrario, en aquella capilla del convento de monjas. Aquí estoy contigo ahora. Me veo en aquella entrega sincera en el sacerdocio... Cada vez me da, Señor, menos miedo la muerte porque confío en tu amor hacia mí y en que me conservarás el mío hacia ti. Perdona mis pecados, mira que soy tu amigo; ábreme ya la puerta; quiero morar contigo. Perdona mis pecados mira que no te he sido fiel y necesito mucho de tu misericordia. Manténme en tu amistad y cuando pase el tiempo de la prueba de esta vida, llévame contigo, Señor.
Dadme el don de oración, el don de abnegación, la perseverancia final y celo por la salvación de las almas. Sobre todo dame celo por la salvación de las almas. Ayúdame a ayudar a otros a salvarse.
9-1
"Este es mi Hijo muy amado en quien tengo puestas mis complacencias"; es tu voz, Padre Eterno, tu voz en el mismo bautismo de Jesús. Te complaces en el Hijo, porque es tu misma esencia divina. Poco entiendo del misterio, pero me subyuga; me gustaría estar contemplando durante todo el tiempo y sin cansancio este sublime misterio trinitario. Cuando me llames, Señor, tengo total esperanza de que estaré por siempre contigo en esta contemplación. Ahora deseo entrar en esta intimidad divina. Complacerme contigo, Padre Celestial, en el Hijo.
Llamaste hace pocos días a mi amigo D. Félix Beltrán. Te pido por él, por si tiene algo que purgar para que esté pronto contigo. Te pido por intercesión suya que me des vivir aquello que tanto decía: "Hijo en el Hijo". Que yo viva la filiación divina.
Concédeme, Virgen María, la gracia de vivir inmerso en la Santísima Trinidad, ser hijo en el Hijo; estar hoy unido al amor de Dios. Dame fervor, más fervor. Pídelo al Padre, por tu Hijo. Que hoy viva del todo una vida digna de un hijo de Dios.
10-1
Cuando Tú, Jesús, estás dentro de mí, "El Señor me dijo: Tú eres mi Hijo; hoy te he engendrado". Me siento en adoración ante el misterio. Señor, me envuelve en el mundo un halo de indiferencia.
Es difícil perseverar en la fe en un ambiente hostil. Es preciso animarnos mucho los que creemos. Por otra parte, da la impresión de que cada uno desea vivir su fe en su propia intimidad. Dadme, Señor, una santa audacia para influir en tu Reino. Te pido de una manera especial por los obispos. Ellos, pobre, se ven precisados a tirar del carro, y de ellos ¿quién tira? Lo mismo te pido por los sacerdotes. Tú eres, Jesús, el mismo ayer, hoy y siempre.
11-1
Estoy en Canarias disfrutando de un hermoso paisaje, de una agradable temperatura. ¡Gracias, Señor! Había tenido ilusión en este viaje desde niño. Hoy te ofrezco mis obras con un deseo que es petición: vivir como hombre nuevo, "pan ácimo de sinceridad y de verdad". Dadme una fe total y ardiente; soy miembro de Jesús que nació y resucitó; deseo sentirme así. Pero sufro al no poder influir como me gustaría. ¡Oh Buen Jesús, óyeme! ¡Ayúdame a vivir con sinceridad plena mi fe! Que no me olvide de que toda mi vida ha de ser una Navidad. Hijo de David, ayúdame.
12-1
Espíritu, Santo, dame el fruto del gozo interior. No merezco nada, incluso prefiero que se lo des a tantos sacerdotes que están en la lucha, mucho antes que a mí, porque ellos pueden conseguir mas fruto en tu Reino. Pero dame también algo para que sea más efectivo por medio de la Comunión de los santos., y por las cartas que escribo para animar en el camino hacia ti. Ten misericordia de mí, Señor. Gozar con Cristo nacido por nosotros; con Jesús triunfante en la resurrección. Dadme hoy estar unido a ti.
13-1
Corazón de Jesús, abierto por una lanza, ten misericordia de nosotros. Miro con fervor a Jesús. ¡Herida luminosa! Abierto bien el pecho, y abierto el Corazón; venid y encontraremos en Él la salvación. No sé; pero me parece que haya un exceso de esperanza en los hombres religiosos. Me refugio en ti, pero enséñame a cumplir tu voluntad. Da fervor a tu Iglesia, Señor. Me siento a veces pesimista.
Dadnos almas consagradas más santas. Que salgan líderes religiosos de gran santidad y fuerza de apostolado.
14-1
Virgen María, dame alegría porque tu Hijo Jesús nació y resucitó y es para siempre feliz en su divinidad y humanidad. Me gozo contigo, María, me alegro con el Padre. Tú, Padre, glorificaste a Jesús, "Cristo fue hecho obediente hasta la muerte y muerte de cruz; por lo cual le dio un nombre sobre todo nombre; para que en el nombre de Jesús se doble toda la rodilla, en los cielos, en la tierra y en los mismos infiernos". Adoro a Jesucristo, Dios y hombre verdadero; me alegro en su triunfo. Pero necesito, Señor, que triunfes por el amor en este mundo que está lejos de ti, y muchos se apartan de todo. vuelve a reinar en todos los pueblos. Dadnos líderes santos.
15-1
María goza en Belén porque se ha conseguido la salvación del
mundo. Misterio de fe y de esperanza de primer orden. Creo, Señor, espero. Dadme firmeza en mi fe, alegría en la esperanza, fuego en mi caridad. El mundo progresista la tiene, pero parece que descuida
un tanto el amor a Dios. Dadme, Virgen María, este gozo de amor, esta esperanza cierta; amor al trabajo; celo apostólico; convicción de que llegaremos y llevaremos a otros muchos a la salvación; equilibrio en la esperanza. ¡Dadnos sacerdotes santos! Hazme a mí un santo.
16-1
Seguir a Jesús con Andrés. Contemplo en el Evangelio el momento en que Cristo elige a sus discípulos. Andrés marcha con Jesús y pasa con Él toda la tarde. Luego va a casa y se lo comunica a su hermano Pedro y le dice: "Hemos visto al Señor". Lo presentó y también fue un nuevo discípulo. Si seguimos a Jesús ha de ser al estilo de Andrés que lo comunicó a su hermano Pedro. La Providencia premió aquel acto de Andrés y Pedro fue más tarde la roca y fundamento de la Iglesia. Cuando comunicamos de una manera sencilla algún tipo de experiencia de fe, siempre produce su efecto.
Confío en la Providencia de Dios que se sirve de nosotros para extender su Reino. Y le digo: Señor, que tenga siempre el valor necesario para manifestar de una manera sencilla mi fe. Te agradezco las veces en que puedo hacer algo, y te pido hacer más. Ten compasión, Señor, de este tu pueblo que se aleja de la verdad y del amor. Envíanos tu luz y gracia para que se vaya creando un ambiente de fe y religiosidad. Y dadnos sacerdotes santos y obispos santos; danos almas consagradas más santas. Que salgan líderes religiosos de gran santidad y fuerza de apostolado.
17-1
Me alegro, Señor, en tu nacimiento: dos mil años de tu venida a este mundo. Que perdure por siempre nuestra alegría en ti, Señor. Que mi gozo me ayude a llevar a todas partes tu mensaje; ayúdame a quitar miedos y temores. Que lleve la esperanza a quienes desesperan; que lleve el amor a quienes más lo necesitan. Que sienta en todo momento esta inquietud, pero dame además el acertar con el modo de influir en mis semejantes.
Cuántos van por el camino del error y de la mentira; cuántos se olvidan de ti. Ayúdame a ayudarles. Dadme esa alegría y esa paz contagiosa que invite a otros a seguirte. Que solo quiero esto. Que con mis solas fuerzas me encuentro impotente. Pero todo lo puedo en ti. Dadme fortaleza para perseverar, para insistir, para amar. Ven
en nuestra ayuda, Señor.
18-1
Quédate, Buen Jesús, con nosotros y no permitas que nos apartemos de ti. Ha pasado la Navidad, pero todos los días han de ser una prolongación de la Navidad y de la Pascua; con alegría, con tu paz, con tu amor; con el deseo de ser útil e influir en el Cuerpo Místico. Quédate con nosotros. Mira que el mundo se aparta de ti; mira la ignorancia de muchas personas buenas. Quédate con nosotros. Alienta a tus sacerdotes; infunde deseos del bien a tantos que no te conocen o no te aman. Deseo vivir siempre unido a ti; darme a las almas siempre y en todo momento.
Te pido lo mismo que los dos de Emaús: quédate, Señor, que las tinieblas avanzan y el mundo está muy oscuro. Danos una fe ardiente, eficiente, total. Te lo pido, Padre, por me dio de tu Hijo Jesús. Pongo también como intercesores a estas personas que un día estuvieron con nosotros y gozan de tu amor eterno. Dadme el don de oración, el don de abnegación, la perseverancia final y celo por la salvación de las almas.
Concédeme, Virgen María, la gracia de estar hoy unido al amor de Dios. Dame fervor, más fervor. Pídelo al Padre, por tu Hijo. Que hoy viva del todo una vida digna de un hijo de Dios.
Te adoro, Padre, Hijo y Espíritu Santo y me entrego a tu bondad. Guárdame en tu gracia, Señor.
Te pido por mi familia, por mis amigos. Mira cada uno de ellos con cariño y derrama sobre ellos tu gracia y bendición para que sigan por el camino del bien.
19-1
Corazón de Jesús, símbolo de muerte y vida, has venido para salvarnos. Sálvanos, Señor. Me refugio en ti. Pongo en tu corazón de una manera especial hoy a quien ha sido, durante la mayor parte de los años de mi vida, un padre en la fe: Don Miguel Sola. Lo he visto siempre como modelo. Me ha inspirado siempre el amor a ti, la humildad, el celo sacerdotal. Ha sido para mí una gracia actual continuada. Él decía que necesitaba al P. Nieto como modelo y aliento. Pero no se daba cuenta de que él mismo era un modelo para los demás. Tenlo en la eternidad junto a tu Corazón. Me encomiendo a él. Te pido, Padre, por su intercesión que me des amor a la oración, el don de la perseverancia, te lo pido también y sobre todo en nombre de tu Hijo, de este Corazón de Jesús que tanto nos ama.
Permanecer hoy en ti; vivir siempre con la gran ilusión de hacer el bien. Por favor, Señor, que jamás me aparte de ti. No lo permitas. Que siempre esté dispuesto a amarte y a ayudar a otros a que te amen. Ten misericordia de todos estos por los cuales te pido con constancia. Y ten misericordia de tantos otros por quienes nadie te pide. Dame siempre tu amor y tu misericordia.
20-1
Centro mi corazón, mi mente y voluntad en Aquel que me robó el corazón, Jesús. ¿Cómo no amarle? Rezuma en mi alma la Navidad; viene de continuo a mi mente la frase del credo de la Misa: "Por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó del Cielo". Se hizo hombre por nosotros, por salvarnos, pero no nos salvará sin nuestra colaboración. Así es nuestra fe; así ha sido siempre y no nos la pueden cambiar.
Contemplo, Señor, tu grandeza divina bajo las formas humanas de un niño o de un hombre joven. Ven, Señor, no tardes; ven a nosotros; derrama tu gracia sobre nuestras almas. Ten compasión, Señor, de este tu pueblo que se aleja de la verdad y del amor. Envíanos tu luz y
gracia para que se vaya creando un ambiente de fe y religiosidad. Y dadnos sacerdotes santos y obispos santos; danos almas consagradas más santas. Que salgan líderes religiosos de gran santidad y fuerza de apostolado.
Dame celo, posibilidad de influir, voluntad de hacerlo. Mirad que soy muy pobre, dulcísimo Jesús, y necesito de vos como el mendigo de la limosna que el rico le ha de dar. Mirad que soy muy débil y caigo a cada paso y necesito apoyarme en vos para no desfallecer.
21-1
Te miro una vez más, Jesús Niño recién nacido, te contemplo en el regazo de tu Madre, María. Eres pequeño en figura, pero con toda la plenitud de la divinidad. Misterio sagrado. Todos lo creemos, pero si no profundizamos se convierte en una verdad abstracta. Creo, contemplo, adoro, admiro: la plenitud de la divinidad; la segunda Persona de la Santísima Trinidad que viene a nosotros, que viene a mí. Deseo con tu ayuda, Jesús, tenerlo presente a través de todas las horas del día. Deseo vivir en consecuencia, con el anhelo de ser eficaz. Deseo ir por todas las partes anunciando este misterio y
el de la Eucaristía. Pero soy consciente de mi nada. Dame fuerza para que "todo lo pueda en Aquel que me conforta".
Dame fe, esperanza, amor para actuar; que lo haga sin complejos, que lo haga desde el fondo de mi alma. Concédeme, Virgen María, la gracia de estar hoy unido al amor de Dios; a Jesús que es la plenitud de la divinidad. Dame fervor, más fervor. Pídelo al Padre, por tu Hijo. Que hoy viva del todo una vida digna de un hijo de Dios.
Mirad que soy muy pobre, dulcísimo Jesús, y necesito de vos como el mendigo de la limosna que el rico le ha de dar. Mirad que soy muy débil y caigo a cada paso y necesito apoyarme en vos para no desfallecer.
Derrama sobre tu Iglesia los dones de tu gracia en abundancia. Mira que parece que ha caído como una nube de plomo.
Te adoro, Padre, Hijo y Espíritu Santo y me entrego a tu bondad. Guárdame en tu gracia, Señor.
22-1
Contemplo a Jesús y a María con José en Nazaret; poco después de los días de la Navidad. Allí están; comentan la Nueva; se llenan de admiración. Me encuentro en presencia de ellos. Guardo silencio con ellos a ratos. Oigo al Niño-Dios en sus balbuceos; todo limpio y sonrosado. ¿Qué pensaría? Porque era Dios y su inteligencia es infinita. ¡Oh misterio de amor y vida! María es la causa humana que da la posibilidad.
María, Madre querida; tus fieles hijos somos; dirígenos amante tu mirada de amor y vida. Recibo la vida divina desde Belén y desde Nazaret; la recibo a través de la pasión de Jesús. ¡Cuánto te he costado, Señor! Me lleno de agradecimiento y confusión; me lleno de respeto y amor.
Yo quiero ser, Señor, también un poco transmisor de esta vida. Así lo has dispuesto. Ante todo te pido por todos aquellos que durante mi existencia han recibido de mí el mensaje. Tú ves, Señor, cómo muchos han desoído la voz. ¡Somos humanos! El otro día mismo hablaba con un chico a quien impartí mi catequesis, pero "piensa ya distinto, porque los tiempos han cambiado, y obra en consecuencia". Cuando uno ha perdido, Señor, el camino y lo ha dejado, no queda más que orar y tratarlo con cariño. Ten compasión de ellos.
Te pido por mi familia, por mis amigos. Mira a cada uno de ellos con cariño y derrama sobre ellos tu gracia y bendición para que sigan por el camino del bien.
Que en este día esté siempre a tu servicio; que influya mi oración en todos los actos. Concédeme en esta jornada un intenso amor
a ti y a mis hermanos los hombres, que sepa quererlos sin reticencias que sepa relacionarme sin crispaciones, que al final de la jornada te quiera algo más que ayer.
Te adoro, Padre, Hijo y Espíritu Santo y me entrego a tu bondad. Guárdame en tu gracia, Señor.
23-1
Me invitaste, Señor, y seguí tu llamada a pesar de las dificultades del camino; cuando llegué aguanté durante un tiempo las inclemencias, pero después ya no pude más y aquí me tienes. Yo no he querido abandonar la empresa; me han exigido dejarla a cambio de un permiso. De verdad, la conciencia no me remuerde en mi caso, pero me hubiera gustado haber podido ser capaz de seguirte como los santos. A veces dudo de si es que no quise o no pude. Tú lo sabes todo. Yo sé que te quiero amar; que me preocupa tu Reino mucho; que rezo y hago dentro de mis limitaciones lo que puedo: rezar y animar a todos cuantos puedo a seguirte; a la vez con su testimonio quedo yo animado.
Sé de tu bondad, Señor. A pesar de mis limitaciones y abandonos, a pesar de mis faltas y pecados, mantienes tu palabra, aunque los hombres no mantengan su coherencia. Acato la normativa y vivo mi sacerdocio en relación contigo.
Hoy te pido de una manera especial por todos mis amigos y
conocidos sacerdotes para que les des la gracia y fuerza que necesitan en su ministerio. Dales el fervor de tu amor.
24-1
"Yo soy la vida, venid a mí. Jesús nos llama, vamos allí". Resuena en mi corazón esta melodía antigua tan en consonancia con el Evangelio y con la Eucaristía. Tú eres, Señor, el pan de vida. Contigo lo puedo todo; sin ti, nada. Te pido todos los días fuerza, y cuando pasa la noche observo que me quedo lejos de mi ideal. Espero recibir de tu vida, la vida de mi alma, espero y te pido, Padre, el don de la perseverancia final. Esta es la mayor gracia. Porque "al fin de la jornada, aquel que se salva sabe, y el que no, no sabe nada".
Te adoro, Padre, Hijo y Espíritu Santo y me entrego a tu bondad. Guárdame en tu gracia, Señor.
Te pido por mi familia, por mis amigos. Mira cada uno de ellos con cariño y derrama sobre ellos tu gracia y bendición para que sigan por el camino del bien. Y ahora, como de costumbre, voy nombrando a cada uno de ellos.
25-1
Hoy es el día de la conversión de San Pablo, el hombre que se
entregó a Jesús sin reservas a partir de su conversión. Hoy estoy meditando sobre una pasaje de las apariciones de Jesús: cuando reprendió a sus Apóstoles, porque se resistían a creer en el testimonio de quienes le habían visto resucitar. Señor, dadme una fe fuerte, total, como la de Pablo, como aquella de mi primera conversión. Que no tengas que reprenderme por mi poca fe. Yo te digo, Señor, creo, pero aumenta mi fe.
"Si tuvierais fe como un grano de mostaza, moveríais las montañas". Fe aún queda, decía Nieto, pero amor de Dios... qué poco. Te pido las dos cosas, las dos cosas son ejes por donde ha de discurrir mi vida interior. Mirad, Señor, que me elegiste para tu Reino y hay cosas que nadie puede dispensar. Por lo menos te ofrezco desde lo más hondo de mi corazón, reparación por tantos pecados. Perdona a tu pueblo. Derrama sobre tu Iglesia los dones de tu gracia
en abundancia. Mira que parece que ha caído como una nube de plomo. Ten misericordia de nosotros. Señor, Tú sabes cómo, pero necesitamos de nuevo conversión en la gente. Mira cuánta indiferencia, mira cómo se han relajado las costumbres. Pienso que nunca en la Historia de la Iglesia ha pasado otro tanto. Ten misericordia, Señor.
26-1
Pasó la Navidad, Señor, porque todo pasa en este mundo hasta que llegue la eternidad. No me da espanto el morir, porque voy a tus brazos y espero en tu misericordia, pero temo el dolor, y confío en que me darás fuerzas. Me siento hijo tuyo. Me encuentro tranquilo en mi interior, porque confío y espero. Que me dé cuenta en todo momento de que mi vida es una pascua, un paso. Repito ante ti con emoción aquella canción: Nuestra Pascua Inmolada, aleluya, es Cristo el Señor, aleluya. Aquello que tantas veces he repetido en la Vigilia Pascual. Tú, Señor, eres nuestra Pascua Inmolada.
Ayúdame a vivir en tu fe y amor.
27-1
Dadme, Señor, esa fuerza y seguridad en la fe. Ayúdame a difundirla, a animar en la fe. Ayúdame, Señor. Tengo dificultad para hablar, pero tengo gran facilidad para escribir. Por eso mi vida de relación la llevo principalmente por medio del escrito. Ayúdame a relacionarme de esta manera. Quiero animar a todos. Si un monje de clausura puede ayudar además de con la oración y testimonio, también de otras maneras, lo mismo yo. Que no es el único modo de relacionarse la palabra. Quiero ser bueno, Señor, y pasa mi vida y cada vez me queda menos. Dame tu fuerza. Te lo pido sin angustia, pero sí con gran deseo, porque tengo una sola oportunidad. Confío en tu misericordia. Acuérdate de tus siervos Miguel y Félix, estos dos santos sacerdotes que tanto han influido en mí, el primero durante casi toda mi vida, el segundo con mucha intensidad estos siete años. Concédeme, Virgen María, la gracia de estar hoy unido al amor de Dios. Dame fervor, más fervor. Pídelo al Padre, por tu Hijo. Que hoy viva del todo una vida digna de un hijo de Dios.
Derrama sobre tu Iglesia los dones de tu gracia en abundancia. Que en este día esté siempre a tu servicio; que influya mi
oración en todos los actos. Concédeme en esta jornada un intenso amor a ti y a mis hermanos los hombres, que sepa quererlos sin reticencias que sepa relacionarme sin crispaciones, que al final de la jornada te quiera algo más que ayer.
28-1
Jesús prometió a sus discípulos que serían revestidos con el poder de lo Alto. Me siento yo también revestido de Cristo. Desde el día de mi bautismo soy suyo y tengo parte de ese poder de lo Alto; más aún desde el día de mi sacerdocio. Nadie me lo podrá quitar. Dios me lo dio, pero no para presumir, menos aún para dominar, sí para su Reino. Me siento Señor de tu posesión. Hombre de Cristo, que profesé en el Bautismo y estoy ofrecido a tu santo servicio. Todos mis pensamientos, mis palabras, mis acciones, sean para ti, Señor. Todas mis respiraciones, mis sentimientos, todo para ti, Señor. Pero, eso sí, necesito en todo momento del auxilio de tu gracia para que sean buenas. Yo quiero ser siempre tuyo, ayúdame a serlo de verdad.
También Pedro fue tuyo a pesar de sus infidelidades. Dame ahora
tu gracia para perseverar. Dadme el don de oración, el don de abnegación, la perseverancia final y celo por la salvación de las almas.
Concédeme, Virgen María, la gracia de estar hoy unido al amor de Dios. Dame fervor, más fervor. Pídelo al Padre, por tu Hijo. Que hoy
viva del todo una vida digna de un hijo de Dios.
Mirad que soy muy pobre, dulcísimo Jesús, y necesito de vos como el mendigo de la limosna que el rico le ha de dar. Mirad que soy muy débil y caigo a cada paso y necesito apoyarme en vos para no desfallecer.
29-1
Señor Jesús, estás en el Cielo y en el S. Sacramento del Altar. ¿Qué más puedo pedir? Te siento con los ojos de la fe, te amo. Sé que has ido al Cielo para prepararme el lugar. Sé que tu afán es de salvar a los hombres, pero mira cómo muchos prescinden de ti. Llévalos por el camino de la vida eterna. Cierran los ojos, no quieren saber nada. Ten compasión.
Mírame a mí también con compasión que tengo que ayudar a otros y ayudo muy poco. Dame tu fuerza, tu auxilio para ayudar más. Con paz, pero con insistencia constante. Confío en tu bondad que has ido al Cielo para prepararnos la morada.
Estás también allí y aquí en la Eucaristía para ser nuestro intercesor con el Padre. Aquí en el Evangelio nos diste a entender en todo momento tu relación íntima total con el Padre. ¡Jesús, dentro de la Trinidad, intercede por el mundo, intercede por mí! Ten compasión de este mundo.
Envíanos tus dones desde el Sagrario, desde el Cielo. Sobre todo el don de una fe cada vez más viva; el don de tu amor, de sentir más tu amor y de saber corresponder. Esto es lo principal. Y envíalo a este mundo; que se apee de su materialismo. Ten misericordia de nosotros, Señor.
Concédeme, Virgen María, la gracia de estar hoy unido al amor de Dios. Dame fervor, más fervor. Pídelo al Padre, por tu Hijo. Que hoy viva del todo una vida digna de un hijo de Dios.
30-1
Te contemplo, Jesús, después de curar a un endemoniado. Estás
rodeado de gente. Todos te respetan porque enseñabas con autoridad. Además demostraste con milagros que tu doctrina era verdadera. Jesús, eres el mismo Hijo de Dios, Dios hecho hombre.
Tú, Jesús instituiste la jerarquía de la Iglesia, con Pedro a la cabeza, y dijiste: "El que a vosotros escucha, a mí me escucha".
Te pido ahora al Señor espíritu de fe y de obediencia para seguir tu doctrina, y saber confiar en ti que nos diste tus enseñanzas y nombraste a tus sucesores para guiar su Iglesia. Enséñame a ser hijo dócil, sin pretender crear mi propia religión.
Ten compasión, Señor, de este tu pueblo que se aleja de la verdad y del amor. Envíanos tu luz y gracia para que se vaya creando un ambiente de fe y religiosidad. Y dadnos sacerdotes santos y obispos santos; danos almas consagradas más santas. Que salgan líderes religiosos de gran santidad y fuerza de apostolado.
Perdona mis pecados, mira que no te he sido fiel y necesito
mucho de tu misericordia. Manténme en tu amistad.
31-1
Al considerar el amor que me has tenido, Jesús, en tu nacimiento y en toda tu vida, Pascua de Amor, me lleno de agradecimiento a ti, Amor de los amores. ¡Gracias! Pero no solo te agradezco, quiero ser como Tú en generosidad y amor a mis semejantes; a todos. Que a veces sufro por las limitaciones o infidelidades de mi prójimo y siento ganas de aislarme. Me doy cuenta de que es difícil amar a tu estilo; por pura generosidad; con amor divino. Pero Tú nos dijiste: "Amaos los unos a los otros, como yo os he amado". Así debo amar; así debo
servirte. Ayúdame. Perdona mis pecados, mira que no te he sido fiel y necesito mucho de tu misericordia. Manténme en tu amistad.
Dadme el don de oración, el don de abnegación, la perseverancia final y celo por la salvación de las almas.
Mirad que soy muy pobre, dulcísimo Jesús, y necesito de vos como el mendigo de la limosna que el rico le ha de dar. Mirad que soy muy débil y caigo a cada paso y necesito apoyarme en vos para no desfallecer.
Te pido por mi familia, por mis amigos. Mira cada uno de ellos con cariño y derrama sobre ellos tu gracia y bendición para que sigan por el camino del bien. Concédeme en este día y siempre un gran amor a ti y a mis hermanos los hombres, que sepa quererlos sin reticencias que sepa relacionarme sin crispaciones, que al final de la jornada te quiera algo más que ayer.
II.- MEDITACIONES FEBRERO DEL 2000
1-2 Martes
Todo es vuestro, Señor; disponed de todo lo "mío" a vuestra voluntad, pero dadme vuestro amor y vuestra gracia. Esto me basta. Así lo siento ahora un poco en abstracto; sé que cuando vengan las dificultades o el dolor, querrá mi naturaleza salir de ellos. Acepto todo ahora, pero dame, siempre tu fuerza. Quiero vivir y morir en vuestra santa fe. Y enséñame a entregarme a tu Reino. No he sabido ser fiel; he querido ser bueno, pero no he podido; o mejor, ha podido más mi afán de comodidad, de rehuir el dolor o buscar el placer. Señor, dame tu gracia, que es lo que necesito en todo momento. Dadme el don de oración, el don de abnegación, la perseverancia final y celo por la salvación de las almas.
Virgen María te saludo con amor; muestra que eres mi madre;
dame la gracia de estar hoy unido al amor de Dios. Dame fervor, más fervor. Pídelo al Padre, por tu Hijo. Dame más generosidad y más fe vivida con autenticidad.
2-2
Ven Señor Jesús, Tú que eres la luz para la revelación de las naciones y la gloria de tu pueblo, Israel. Ilumíname a mí para que camine seguro por los senderos de este mundo, para que no tropiece en las piedras de la incredulidad ni de la inmoralidad.
Sedlo todo para mí, Sagrado Corazón; socorro de mi miseria; lumbre de mis ojos; báculo de mis pasos; auxilio en toda necesidad. Mirad que soy muy débil y caigo a cada paso y necesito apoyarme en vos para no desfallecer.
Derrama sobre tu Iglesia los dones de tu gracia en abundancia. Mira que parece que ha caído como una nube de plomo. Ilumina de una manera especial a quienes rigen los destinos de tu Iglesia. Dales humildad, caridad y tacto para que en todo momento sepan con amor iluminar, corregir, animar hacia las alturas. Dadnos sacerdotes santos, obispos santos.
3-2
Jesús, mi deseo es que seas Tú, sacramentado, el centro de mi vida; y este deseo lo pongo en tu "conocimiento" para que me ayudes a conseguirlo. Recuerdo con frecuencia aquello que de niño oía en los Jueves Eucarísticos: "Sagrario bendito, en donde habita la plenitud de nuestro amor, a ti volarán los encendidos afectos de nuestro corazón. Desde el retiro de nuestras casas, volverán hacia ti nuestras miradas..." Así deseo que sea el día de hoy. Intimidad contigo; miradas y deseos amorosos. Estar siempre enamorado del Amor de los amores.
Seas, Señor Sacramentado, la experiencia de mi corazón. Sé Tú mi experiencia amorosa. Contigo he de vivir y he de morir. Dame el fervor constante. Seas Tú, Señor, la clave del éxito de mi vida, la clave de mi felicidad y de mi vida espiritual. Que en todo momento me acuerde de ti, Señor. Y Tú seas mi mensaje íntimo para mí y para entregarlo a todas las personas que pueda.
Seas, Señor, la salvación del mundo.
4-2
Señor, me ha impresionado la frase del Evangelio: "Vino a los suyos, y los suyos no le recibieron". Y me impresiona más ahora que entonces, porque ahora estamos llenos de teólogos, llenos de personas que proclamamos nuestra fe, pero ¿quién se acerca a ti con reverencia, con amor, con fervor, con una fe profunda? ¿Por qué se cierran las iglesias? Estás con nosotros en la comunión, pero ¿con qué deseo y fervor te recibimos? Aumenta, Señor, nuestra fe. Ayúdame a creer de verdad en ti, Señor. Tengo deseo de repararte ante todo por mi infidelidad en no quererte como debo, y por la increencia de tantos que se llaman cristianos. ¡Qué poco lógicos somos en la fe! Dadnos sacerdotes santos, obispos santos, almas consagradas santas, seglares cualificados santos! Mira, Señor, a tantas personas que se alejan de la verdad y del amor. Ten compasión de nosotros. Envíanos tu luz y gracia para salir de esta crisis. Que salgan líderes cristianos de gran santidad y fuerza de apostolado.
Te adoro, Padre, Hijo y Espíritu Santo y me entrego a tu bondad. Guárdame en tu gracia, Señor.
5-2
Me ha llegado, Señor, al alma lo que he leído de D. Manuel González, pronto beato. Él quería ir a un pueblo donde se amara poco al Señor, para amarle por todos que no le aman. Yo también quiero amarte por todos los que no te aman. Pero va pasando mi vida y ¿qué he hecho? Ni siquiera tuve fuerza para seguirte en soledad. Aumenta, Señor, mi fe. Aumenta mi amor. Ahora mismo estoy leyendo la biografía de Ana Catalina Enmerich; ella desde muy niña cuánto te amaba. Y Tú la elegiste para darle muchas comunicaciones tuyas, pero supo corresponder. Has puesto, Señor, en mí el deseo de amarte; ayúdame a que sepa corresponder.
Recuerdo aquellos años de mi formación; entonces vivía con fervor verdadero. Dame aquel fervor de entonces, porque Tú, Señor, el mismo de entonces eres ahora. Recuerdo aquella poesía que escribí junto a una postal de un pueblo en que aparecía una era y unos trillando. Y escribía yo así: Es mi pueblo, mi pueblo, Señor;
- rodeado entre altas montañas. - Arriba la iglesia - y abajo los hombres trabajan. - Y yo sacerdote, - Junto a Cristo de la iglesia sola. - Que estén alejados, - ya me quema el alma. - ¡A todos traerte, Señor.
Siento lo mismo, pero me encuentro sin fuerzas. Tal vez mi error o pecado de entonces fue, Jesús, el creer que yo solo era capaz. Tal vez mi falta de hoy es creerme en total impotencia. Y mi postura tiene que ser: "Nada soy, pero todo lo puedo en Aquel que me conforta". Sé que la oración lo puede todo. Por eso te pido con todo el fervor de que soy capaz por los alejados y te pido con el corazón de todos ellos.
Virgen María te saludo con amor; muestra que eres mi madre; dame la gracia de estar hoy unido al amor de Dios. Dame fervor, más fervor. Pídelo al Padre, por tu Hijo. Dame más generosidad y más fe vivida con autenticidad.
6-2
Señor, te contemplaba hoy en el Evangelio de San Marcos, cuando pasabas la madrugada en la oración. En tus tiempos de vida activa de predicación, apareces orando en la soledad, en un lugar solitario Mc. 1,29-39. Curas Jesús a la suegra de San Pedro y al anochecer te llevaron cantidad de enfermos y endemoniados, y la gente se agolpa para presenciar los milagros tuyos. Después del necesario descanso fuiste a la oración. ¡La oración de Jesucristo! En distintas ocasiones te presenta el Evangelio en momentos de oración.
Señor, No entiendo cómo existen cristianos que no le dan
importancia a la oración, siendo así que Tú orabas. Y nosotros necesitamos la oración más que Tú, que aunque hombre, eres Dios y estás en comunión total con el Padre y el Espíritu Santo. Dentro de mi programa de vida he de contar con la oración. Todos los días. Unos días pedirte varias cosas, Señor. Otros días, rezar despacio el Padre Nuestro, Avemaría y otras oraciones; en otra ocasión adorarte como Dios, y darte gracias.
¡Dadme el don de oración, el don de abnegación, la perseverancia
final y celo por la salvación de las almas!
Te adoro, Padre, Hijo y Espíritu Santo y me entrego a tu bondad. Guárdame en tu gracia, Señor.
Derrama sobre tu Iglesia los dones de tu gracia en abundancia.
Y que mi corazón se encuentre todo el día en tu amor y en el de todos mis semejantes.
7-2
Deseo que mantengas abierta para mí la puerta de tu gracia. Sin ti, Dios mío, no puedo ni principiar ni continuar ni concluir cosa conducente para la vida eterna. Y mantén también la puerta de mi alma siempre abierta a tu acción divina. Sé que en todo momento influyes en mi existencia; si algunas veces no lo advierto, es cuestión de que me encuentro con la mente lejos de ti, entretenido en tantas cosas que no son Tú. Me gusta, Dios mío, la canción: "Abierto tiene el pecho y abierto el corazón: venid y encontraremos en Él la salvación". Permanecer siempre en ti, Señor. En esta vida y luego en el cielo.
Permanecer en adoración, en viva contemplación de tu Ser divino:
¡Llenos están los cielos y la tierra de la majestad de tu gloria! A ti te alaba el Glorioso el coro de los Apóstoles, y el número laudable de los Profetas. A ti te alaba el ejército cándido de los mártires. A ti, en todo el orbe de la tierra, te confiesa la Iglesia Santa. ¡Padre de inmensa Majestad! Digno de veneración tu verdadero y único Hijo. Santo también el Espíritu Paráclito.
Que hoy permanezca en tu regazo, con santa unción de espíritu, y desde allí influir en tu Reino de un modo positivo. ¡A todos he de traerte, Señor!
8-2
Bendito seas, Señor, en la Eucaristía. Sufro de que muchos de tus dirigentes no tengan una sensibilidad exquisita en torno al Sacramento del Amor. Sufro de que haya catedrales de exposición de arte y que se quite de allí al Santísimo. Me parece un desamor. ¡Cuánto mejor, Señor, como en tiempo de los Autos Sacramentales: que todo vaya confluyendo a la reverencia, agradecimiento y adoración al Sacramento. Bendito seas por siempre, Señor. Dame fuerza para ser un poco prolongación de lo que fue Don Manuel González. Que se afiance en mí de tal manera tu amor que te pueda servir de instrumento para tu Reino. Sé de mi indignidad, pero como hasta de las piedras sabes sacar hijos de los hombres, así verán que eres Tú y no un hombre quien hace la vida.
Que se grabe en mí el "nada soy", pero que con la misma fuerza se grabe el "todo lo puedo en Aquél que me conforta".
Mira, Señor, a tantas personas que se alejan de la verdad y del amor. Ten compasión de nosotros. Envíanos tu luz y gracia para salir de esta crisis. Y dadnos sacerdotes santos y obispos santos; danos almas consagradas más santas. Que salgan líderes cristianos de gran santidad y fuerza de apostolado.
9-2
Me acojo a tu bondad y a tu misericordia, Señor, pero no al estilo de un sector creyente de hoy que no cree en la maldad del pecado ni en la necesidad del dolor de las propias faltas. Me arrepiento de mis pecados. Perdona mis pecados, mira que soy tu amigo, aunque con muchas infidelidades; dame tu misericordia. Manténme en tu amistad.
Mi intención es vivir siempre en amistad contigo en el Sagrario, amarte por los que no te aman, llorar los pecados del mundo. ¡Cuánta ofensa, Señor! Y cuánta soberbia hoy en día en tantos que se inventan la propia religión. Todo para permanecer libre de culpa en el aspecto sicológico. Para tener campo libre en el tercer mandamiento, en el sexto, en el séptimo, en todos. Perdona a tu pueblo, Señor, y devuélvenos la conciencia de pecado. Envía la luz de tu verdad y de tu gracia a este sector numeroso de sacerdotes, y tal vez de obispos, que ya no cree en la verdad revelada que recibieron; utilizan la ambigüedad. Tú Señor tienes la solución mejor que nosotros. Danos tu gracia. Y que no seamos capaces de arremeter con furia contra los pecadores, pero sí de manifestar la fe verdadera, la que recibimos. Ten misericordia de nosotros, Señor.
Dadme el don de oración, el don de abnegación, la perseverancia final y celo por la salvación de las almas.
Virgen María te saludo con amor; muestra que eres mi madre;
dame la gracia de estar hoy unido al amor de Dios. Dame fervor, más fervor. Pídelo al Padre, por tu Hijo. Dame más generosidad y más fe vivida con autenticidad.
10-2
Leía ayer, Señor, que en los Ejercicios Espirituales se produce una crisis, es decir un cambio. Y, por supuesto, que esa crisis ha de tender hacia la mejoría; como el enfermo cuya dolencia entra en crisis. Tengo intención de practicar pronto los ejercicios espirituales. Entraré en esa crisis. Ves, Jesús, que en mi vida aspiro a la perfección; ves en mí algún interés. Por tu misericordia no me han infectado las ideas progresistas de cierto desprecio a la oración; pero se me hace duro el orar; como poco entretenido, porque soy el eterno principiante. Sin embargo, por nada la dejaría. Dadme el don de oración, el don de abnegación, la perseverancia final y celo por la salvación de las almas.
Ayúdame a cambiar sin desanimarme. Que acabe de entregarme de
verdad. Pero que nunca me desanime.
Virgen María te saludo con amor; muestra que eres mi madre;
dame la gracia de estar hoy unido al amor de Dios. Ayúdame en la tarea de la vida interior que es lo más importante de mi vida. Dame fervor, más fervor. Pídelo al Padre, por tu Hijo. Dame más generosidad y más fe vivida con autenticidad.
Sedlo todo para mí, Sagrado Corazón; socorro de mi miseria; lumbre de mis ojos; báculo de mis pasos; auxilio en toda necesidad. Mirad que soy muy débil y caigo a cada paso y necesito apoyarme en vos para no desfallecer.
Y que hoy sea del todo tuyo.
11-2
Ponerme de acuerdo contigo, Señor; y así seré hombre santo. Ponerme de acuerdo. Estar siempre contigo, Señor; en todos los momentos. Enséñame a cumplir tu voluntad. Mira, que soy persona demasiado inclinada a sus caprichos; que ya me lo decían desde pequeño, y necesito ser cada vez más tuyo, más santo, como D. Félix Beltrán que ya está contigo, como Don Miguel Sola mi padre en la fe. Dadnos, Señor, sacerdotes santos, dadnos obispos santos; y enséñame a seguir los pasos de estas personas.
Que influya más en mí el rato de oración. Que sea un poco más hombre interior. Mira, Jesús, hace unos años pensaba que lo había conseguido; pensaba que sabía hacer oración cuando leía los libros de Nicolás Caballero, pero pasa el tiempo y veo cada vez más mi limitación. Gracias a tu ayuda no me desanimo. Me encuentro ignorante en todo cuanto atañe a la vida interior.
Sedlo todo para mí, Sagrado Corazón; socorro de mi miseria; lumbre de mis ojos; báculo de mis pasos; auxilio en toda necesidad. Mirad que soy muy débil y caigo a cada paso y necesito apoyarme en vos para no desfallecer.
A ti, Señor, te alabamos; a ti, Señor, te confesamos; a ti eterno Padre, toda la tierra te venera. A ti todos los Angeles, a ti el cielo y todo el poder el universo.
12-2
Virgen María, he pensado hoy en la santa indiferencia ignaciana. Me he dado cuenta cómo la practicaste sobre todo en los momentos del nacimiento de Jesús. Obedeciste el mandato del Emperador, obedeciste el mandadlos de el Angel para huir a Egipto. Ayúdame a practicar esta santa indiferencia; ayúdame a desearla; ayúdame a gozar con ella.
Me veo débil y con gran dificultad para practicar la oración,
pero no importa. Me siento en esto indiferente, porque así me vas guiando. ¿Qué sería de mí con una oración elevada? Me lo iba a creer demasiado. Así que confío en ti, Dios mío. Así practico también un poco esta indiferencia. Tu gracia grande está en mí al darme fuerza para seguir adelante en medio de una oración árida. Tú vas transformando así poco a poco mi vida. Me vas purificando.
En una palabra, acepto tu voluntad de beneplácito. Dame fuerza para ello. Me entrego a ti Dios, Padre, me entrego a ti, Dios Hijo; me entrego a ti, Dios Espíritu Santo.
Ayer me escribía Teodoro sobre la adoración. ¡Qué maravilla! Así debe ser mi vida, en adoración a ti, porque me siento pequeño, porque Tú solo eres Santo, Tú solo Señor, Tú solo Altísimo, Jesucristo. Tú, Rey de la gloria, Cristo. Tú el Hijo sempiterno del Padre. Tú, para librar al hombre, no te horrorizaste de entrar en el seno de la Virgen. Tú, vencido el sepulcro de la muerte, abriste para los creyentes el Reino de los Cielos. Tú estás sentado en la gloria de Dios Padre. Estamos seguros de que has de venir como juez.
13-2 Domingo
Señor, el Evangelio del leproso curado por ti, y luego enviado a presentarse a los sacerdotes tuvo que ser una hermosa escena. Se acerca a ti un leproso y te pide: "Si quieres, puedes limpiarme". Sentiste lástima y le dijiste: "Quiero; queda limpio".
Yo me acerco a ti con mucha fe, como el leproso. Ahora y a la hora de ir a comulgar, te digo: "Si quieres, puedes limpiarme". Me doy cuenta de que el pecado es una realidad en mi vida. Tú me conoces, Señor. Conoces mis deseos de ser bueno, y a la vez mi fragilidad. Si quieres, puedes limpiarme, como a aquel leproso. Y en todo caso, ayúdame a no caer en el pecado. Líbranos, Señor, de todo mal.
tú dijiste al leproso, recién curado: "No se lo digas a nadie, pero para que conste, preséntate al sacerdote..." Tú me das a entender aquí de alguna manera, cómo nuestra práctica de religión, de relación con Dios, no puede ser individualista. "Preséntate al Sacerdote". Parece que de alguna manera se insinúa aquí como la necesidad de la confesión para el perdón de los pecados.
Es importante el final del Evangelio. Señor, le mandaste que no
divulgara aquello, pero el leproso recién curado, no tuvo fuerza para guardar aquel secreto y lo divulgó. Y yo te digo con amor: Ojalá, Señor, que sepamos ser también nosotros agradecidos como aquel leproso que no pudo aguantar y por todas las partes decía quién le había curado. Te pido con gran confianza esto para mí, para toda mi familia, para todos mis amigos, para tus sacerdotes, para todos los líderes cristianos. Aumenta, Jesús la vocación al apostolado.
14-2
Hoy, Señor, me fijo en tu grandeza; miro tu Eternidad y tu Sabiduría. Aunque no llego a comprenderla, me doy cuenta de que eres grande, Señor. Ayúdame; ten misericordia de éste a quien creaste. Y ten misericordia del mundo que se aleja de ti. Mira, Señor, a tantas personas que se alejan de la verdad y del amor. Ten compasión de nosotros. Envíanos tu luz y gracia para salir de esta crisis. Y dadnos sacerdotes santos y obispos santos; danos almas consagradas más santas. Que salgan líderes cristianos de gran santidad y fuerza de apostolado. Perdona mis pecados, mira que soy tu amigo, aunque con muchas infidelidades; dame tu misericordia. Manténme en tu amistad.
15-2
Señor, estoy en la capilla de la casa de Espiritualidad de Nuestra Señor de Regla en Chipiona, Cádiz. Te veo en un sagrario original, en forma de cubo, con cristales traslúcidos; se entrevé la sombra del copón; te amo aquí, Señor. Ahí estás; me miras, no te veo, creo, Señor con toda la firmeza de mi fe. Eres el mismo que naciste en Belén, el que predicaba en Palestina, el que permanece en todos los sagrarios de mis amores.
He venido sobre todo a darte gracias, Señor. A veces se me hace dura la vida. El amor y la amistad palian un poco la soledad, pero se me hace duro. Gracias a que me has dado la vida soy un ser, una realidad. Un ser inteligente. Aprecio tus obras y te alabo. Gloria a Dios en el Cielo. Bendito sea el nombre del Señor. Santificado sea tu nombre. Venid, adoremos a Cristo Rey, que, a sus comensales da en alimento su propia sustancia espiritual. Bendita sea la adorable Trinidad, Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar, sea por siempre bendito y alabado.
A ti, Señor, te alabamos; a ti, Señor, te confesamos; a ti
eterno Padre, toda la tierra te venera. A ti todos los Angeles, a ti el cielo y todo el poder el universo. A ti los Querubines y los Serafines, proclaman con voz constante: Santo, Santo, Santo, Señor Dios de los ejércitos.
Gracias por haberme elevado al orden sobrenatural; la vida divina en mí. Aunque por un imposible no hubiera cielo, te amaría Señor, porque me has elevado al orden sobrenatural.
16-2
Te miro a ti, mi Dios ofendido. Miro ante todo mis propios pecados. Me arrepiento. Miro los pecados del mundo. quiero, Señor, reparar en algo las ofensas que se cometen contra ti.
Estás aquí, Dios mío, en este sagrario de la casa de Nuestra
Señora de Regla. Hoy te pido perdón por todos los pecados de la humanidad. Quiero reparar. Pero me encuentro pobre, como sin fuerzas para nada. Aquí estoy; aquí me tienes lleno de mi pobreza y timidez. Jesús, que en el Sagrario te encuentras prisionero, mi corazón te ofrezco, lleno de amor sincero. Perdona mis pecados, mira que soy tu amigo; ábreme ya la puerta; quiero morar contigo.
17-2
Señor, veo mi necesidad de felicidad y de subsistir. Trabajo para ello. aunque este mundo sea un valle de lágrimas, me agarro a él. Necesito de tu amor de Padre para ser un poco feliz.
Hoy, Señor, gracias a ti, miro la muerte sin espanto. Le he perdido aquel miedo que me hacía temblar, pero todavía no la deseo como lo hacían los santos para juntarse contigo. Dame, Señor, la gracia de un amor sereno al encuentro definitivo contigo. Allí viviremos para siempre juntos sin temor a envejecer. Te pido por mi familia, por mis amigos. Mira cada uno de ellos con cariño y derrama sobre ellos tu gracia y bendición para que sigan por el camino del bien.
18-2
Dependo de ti, Señor, como criatura, como hijo, como bautizado, como sacerdote. Dependencia amorosa de Dios. Soy tu hijo, y esto no es pura imaginación, sino verdad de fe. Como hijo tuyo guárdame; ayúdame; quiéreme. Como a bautizado, ayúdame a ser útil en tu Reino, a vivir aquí en la tierra haciendo el bien, a dar buen ejemplo, a rescatar almas del poder del infierno. Soy tu sacerdote, Señor, y participo de esta cualidad tuya. Ayúdame a ser tu mediador, tu ministro, aunque me hayan dejado "sin cartera", el servidor oculto de tu pueblo, el que vela para que el demonio no llegue a hacer daño.
Y como no puedo ejercer un ministerio directo en las almas, a
ayúdame a hacer una oración reparadora. a interceder por mis hermanos los hombres. Derrama sobre tu Iglesia los dones de tu gracia en abundancia. Mira que parece que ha caído como una nube de plomo.
19-2
Que toda mi vida esté orientada a la santa Iglesia. que transforme la cáscara de ella tan "legal y distante" en acogida cordial, en amor verdadero, en amor de sentimiento. Que a través de los cristianos santos, vean los tibios e indiferentes la verdad de nuestra fe revelada; experimenten que la Iglesia es Madre, aunque aparezcan distantes muchos que la rigen. Dadnos vocaciones a la santidad, como este general del acuartelamiento de Tablada. Me dice mi amigo que es generoso, que es rico, pero comparte con generosidad su riqueza. Dadnos cristianos santos. Ayúdame a serlo. Que, aunque no tenga poder, sea mi testimonio generoso. Ayúdame a penetrar y degustar el amor tuyo, para que sepa llevarlo también a otros. Dadme el don de oración, el don de abnegación, la perseverancia final y celo por la salvación de las almas.
Virgen María te saludo con amor; muestra que eres mi madre;
dame la gracia de estar hoy unido al amor de Dios. Dame fervor, más fervor. Pídelo al Padre, por tu Hijo. Dame más generosidad y más fe vivida con autenticidad.
20-2
Leía en el Evangelio de hoy algo que me puede aclarar cómo Jesús tiene poder de perdonar los pecados. Estaba en una casa. La gente se agolpaba para escucharle y llegaba hasta la puerta. En esto vienen con un paralítico para que lo cure, pero no pueden entrar. Suben a al tejadillo, y abren un agujero para dejar paso a la camilla. Jesús, le dice al verlo bajar: - Hijo, tus pecados quedan perdonados. Los letrados que estaban por allí pensaban: - Este blasfema. Solo Dios puede perdonar los pecados. Entonces dice Jesús: - Pues para que veáis que el Hijo del Hombre tiene poder para perdonar los pecados: Levántate; coge tu camilla y vete a tu casa.
Señor, me convence la realidad del Sacramento de la Penitencia; porque queda claro que, Jesús, tienes poder de perdonar los pecados. Después de la resurrección confieres este poder a tus Apóstoles diciéndoles: - Aquellos a quienes perdonéis los pecados, les serán perdonados, y a quienes se los retengáis, les serán retenidos. Por consiguiente, los Apóstoles tuvieron el poder de perdonar los pecados.
Los Apóstoles habían de morir, y ellos eligieron a sus sucesores a quienes transfirieron esta facultad, concedida por ti mismo,
Jesús. Damos gracias a Dios por tener la posibilidad del perdón de nuestros pecados.
Voy a ir preparando mi confesión con fervor, con deseo de
obtener el perdón y la fuerza para seguir adelante.
21-2
Corazón de Jesús por amor nuestro abrasado, haz que nuestro corazón sea en tu amor inflamado. He de pedirte esto con fervor. Mira cómo muchos de tus sacerdotes no arden en tu amor. Mírame a mí, indigno siervo tuyo, tampoco ardo en tu amor, me encuentro frío y seco, porque no he correspondido a tu gracia. Suscita, Señor en ti Iglesia la santidad. Da tus obispos celo para predicar desde la hondura de tu fe. Suscita hombres santos en ti Iglesia para que este mundo comience a dar la vuelta hacia ti. Mira que ha evolucionado en
estos últimos años hacia lo fácil, hacia lo inmoral. Ten misericordia de tu Pueblo, Señor. Suscita vocaciones hacia la santidad y danos tu fuerza y tu gracia para ser de verdad apóstoles tuyos.
Dadme el don de oración, el don de abnegación, la perseverancia final y celo por la salvación de las almas.
22-2
Yo confieso ante Dios todo poderoso y ante vosotros hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión, por mi culpa, por mi culpa, por mi gravísima culpa. Por tanto ruego a María siempre Virgen, a los ángeles y a los santos que intercedáis por mí ante Dios nuestro Señor.
Sí, Jesús, he pecado mucho. Yo cristiano, bautizado que he recibido tantas gracias, he vivido con tibieza, con cobardía, con poco esfuerzo por mi parte. Yo, sacerdote, que recibí un día la inundación de tu gracia sacerdotal, el carácter que me asemeja más a ti, he pecado, me he separado de ti. Perdona mis pecados; mira que soy tu amigo, ábreme ya la puerta, quiero morar contigo. Sedlo todo para mí, Sagrado Corazón; socorro de mi miseria; lumbre de mis ojos; báculo de mis pasos; auxilio en toda necesidad. Mirad que soy muy débil y caigo a cada paso y necesito apoyarme en vos para no desfallecer.
Ofrézcoos mi vida, obras y trabajos en satisfacción de todos mis pecados. Y propongo firmemente la enmienda de nunca más pecar. Confesarme y cumplir la penitencia que sea impuesta.
Sí, ayúdame a saber aceptar los sufrimientos; dadme la alegría de haber recibido el perdón, y que sepa abrazarme a las humillaciones que dispongas sobre mí.
23-2
Líbrame, Señor, de la muerte eterna. Que el temor santo de tu justicia, me libre de las penas del infierno. Y que tu amor, me ayude a ser salvador contigo. Fac me tuis semper inaherere mandatis et a te numquam separari permitas. Haz que siempre me adhiera a tus mandatos, y no permitas que jamás me aparte de ti.
Repetiría esto una y mil veces, sin terror nocivo, con amor y temor reverentes; porque Tú solo eres justo, Tú solo Señor, Tú solo Altísimo, Jesucristo. ¿Quién puede exigir amor, sino quien ha dado la vida por salvarnos? Mirad, Señor, que los humanos pasamos por muchas vicisitudes; que el olvido o el hastío hace presa en nosotros. Ten misericordia de mí; ten compasión de tantos que se apartan de ti, Señor, porque es grande el riesgo que corren. Sé de tu bondad, y también de tu justicia. Ten misericordia de tantos hombres que te desconocen. Y envía a nuestro pueblo sacerdotes santos; que insistan con fervor; que no sean meros funcionarios.
Virgen María te saludo con amor; muestra que eres mi madre;
dame la gracia de estar hoy unido al amor de Dios; aléjame de los peligros del alma y del cuerpo. Dame fervor, más fervor. Pídelo al Padre, por tu Hijo. Dame más generosidad y más fe vivida con autenticidad.
Te adoro, Padre, Hijo y Espíritu Santo y me entrego a tu bondad. Guárdame en tu gracia, Señor.
Te pido por mi familia, por mis amigos. Mira cada uno de ellos
con cariño y derrama sobre ellos tu gracia y bendición para que sigan por el camino del bien.
24-2
Vivir contigo todo el día. Vivir la Eucaristía matinal. Oh Divino Corazón, llagado por mi amor: ¡Cuándo será que yo viva solamente para Vos! Pasan los días; estoy en paz y contento; parece que no me falta nada. Solo el problema de que tengo dolores de huesos, la artrosis soportable, como un cilicio continuo, pero soportable. Te ofrezco mi vida, obras y trabajos. Me encuentro sin ganas de oración, pero con total necesidad. Es como quien respira y necesita respirar, pero que ha perdido la sensibilidad. Ten misericordia de mí.
Recuerdo la oración del ciego y sordo leproso que me decían: "Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí". Te lo digo con él. Ten misericordia de mí. Perdona mis pecados; mira que soy tu amigo; ábreme ya la puerta; quiero morar contigo.
Sedlo todo para mí, Sagrado Corazón; socorro de mi miseria;
lumbre de mis ojos; báculo de mis pasos; remedio de mis males; auxilio en toda necesidad. Mirad que soy muy débil y caigo a cada paso y necesito apoyarme en vos para no desfallecer.
25-2
Enséñame, Señor, a cumplir tu voluntad. Que mis delicias sean cumplir tu voluntad. Mira, Señor, que soy caprichoso, que me cuesta lo bueno y tengo inclinación por lo placentero; que sepa cumplir tu voluntad de beneplácito.
Me encuentro muy a gusto. Después de lo que me tocó sufrir el año pasado cuando tuve que soportar tres operaciones, me parece ahora una delicia la vida. Tú vas disponiendo nuestra vida con bondad; Tú nos proteges y cuidas como a las niñas de tus ojos, pero de una forma distinta a como nos gustaría. Vas disponiendo a lo largo de la vida del hombre en combinación misteriosa el placer o bienestar con el dolor. Eso es seguir tu voluntad de beneplácito. Ayúdame a ir aceptando la vida como algo venido de ti, Padre de amor y misericordia.
Enséñame también a seguir tus caminos trazados por los mandamientos de la Ley de Dios. Que sepa aceptarlos todos: los que pertenecen al honor divino y los que se refieren al provecho del prójimo; todos; con fidelidad y delicadeza.
Os ofrezco mi vida, obras y trabajos en reparación de todos mis pecados. Y propongo firmemente la enmienda de nunca jamás pecar; confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta.
Ayúdame a preparar una buena confesión.
26-2
Oh María, Madre mía, oh consuelo del mortal: amparadme y guiadme a la Patria celestial. En este día me entrego, Virgen María, a tu amparo maternal. Me gustaría tener esta devoción sensible a ti, pero solo es devoción de convicción y de siempre haberme educado junto a tu regazo. Pero es que ahora apenas tengo devoción sensible, y sin embargo siento gran paz; es un sentir distinto.
Consérvame y auméntame la fe. Mi misión consiste, Señora y Madre, en animar a otros en su camino. Ayuda a cuantas personas están en contacto conmigo. Virgen María te saludo con amor; muestra que eres mi madre; dame la gracia de estar hoy unido al amor de Dios. Dame fervor, más fervor. Pídelo al Padre, por tu Hijo. Dame más generosidad y más fe vivida con autenticidad.
Y ampárame en la hora de la muerte. Es verdad que se me ha
quitado el espanto que antes tenía por la muerte. Confío en ti, Virgen María. Ayúdame.
27-2
Miro el evangelio, Jesús y veo que los seguidores de Juan el Bautista estaban en ayuno, pero los de tuyos, no. Vinieron unas personas y te preguntaron a ver por qué no practicaban el ayuno sus discípulos. Y esta es tu respuesta: "¿Es que pueden ayunar los amigos del novio, mientras el novio está con ellos? Mientras tienen al novio con ellos, no pueden ayunar. Llegará un día en que se lleven al novio; aquel día ayunarán"
Me doy cuenta, Señor, de que nuestra vida cristiana no puede ser siempre de sacrificio. También tengo que saber disfrutar de tantas cosas honestas que existen. No es racional y ni siquiera cristiano el no concederse placeres honestos, aunque comprendo aquel tercer grado de humildad de los santos que eligen siempre lo desagradable. Pero la realidad cristiana es que Tú, Jesús, nos has enseñado esto e incluso nos diste ejemplo asistiendo en algunas veces a banquetes. Pero es preciso fijarme también en la segunda parte: "Llegará un día en que se lleven al novio; aquel día ayunarán". Hay momentos en la vida también de ayuno, de sacrificio y penitencia. Y sé por otra parte que el sacrificio voluntario nos da fuerza, y ayuda a "completar lo que falta a la pasión de Cristo", porque Tú nos redimiste con el sufrimiento.
Que sea para mí el placer, Señor, como la gota de aceite en las bisagras; es necesario. Pero no hay que anegar de aceite las bisagras. Sería perjudicial. Señor, ayúdanos a saber llevar una vida recta; a estar siempre unidos a ti; a seguirte por los caminos del Evangelio. Que nuestro ideal no sea el placer, que seas Tú, Señor nuestro ideal y vida.
Y Tú, Virgen María, concédenos aprecio al bendito dolor, y la
humildad infunde en nuestro corazón.
28-2
Dios mío, necesitas personas para tu Reino, para tu obra. También me necesitas a mí. El bien que yo puedo hacer, sólo yo lo puedo hacer y nadie más; porque si otro lo hiciera no sería el bien que yo hacía. Dadme vuestra luz; dadme vuestra fuerza.
Corazón de Jesús, que venga a nosotros tu Reino: Reino de verdad y de vida; Reino de santidad y de gracia; Reino de justicia, de amor y de paz. Suscita en tu Iglesia la santidad.
Leía hace tiempo que ahora no cabe santidad individual; no caben apóstoles al estilo de Diego de Cádiz o de Francisco Javier. Yo creo que puedes suscitar en cualquier momento personas carismáticas que renueven la faz de la tierra. Hoy las necesitamos más que nunca. Hoy, cuando todo sale al exterior, a la calle, parece que se recluye la religión a las sacristías.
Dadnos sacerdotes santos, obispos santos, almas consagradas santas, seglares cualificados santos. Mira cómo parece que el demonio ha sembrado maldad e indiferencia.
En Ti, Señor, confío. Jamás quedaré confundido.
29-2
Señor, en este último día del bisiesto febrero, te adoro, te doy gracias, te alabo. A ti, Señor, te alabamos; a ti, Señor, te confesamos; a ti Eterno Padre, toda la tierra te venera. A ti todos los Angeles, a ti el cielo y todo el poder el universo. A ti los Querubines y los Serafines, proclaman con voz constante: Santo, Santo, Santo, Señor Dios de los ejércitos.
¡Llenos están los cielos y la tierra de la majestad de tu gloria! A ti denomina el Glorioso el coro de los Apóstoles, y el número laudable de los Profetas. A ti te alaba el ejército cándido de los mártires. A ti, en todo el orbe de la tierra, te confiesa la Iglesia Santa. ¡Padre de inmensa Majestad! Digno de veneración tu verdadero y único Hijo. Santo también el Espíritu Paráclito.
Y te pido, oh Padre, en este día que transformes mi corazón. Deseo practicar los Ejercicios Espirituales de mes en pleno retiro. Ve que a mis años la conversión es más difícil. Soy como un árbol que ha crecido más o menos alto, pero los nudos, las torceduras a mi edad es imposible quitar si no es serrando o por milagro. Pero las cosas del alma, Señor, no se rigen por leyes físicas. Tú me puedes ayudar a tener una santa indiferencia de tantas cosas que no son necesarias para la vida Eterna. Dadme fuerza de voluntad para desprenderme de tantos apegos. Ten misericordia de mí, Señor. Y ayúdame a ser útil en tu Reino.
Haz que siempre me adhiera a tus mandatos y no permitas que jamás me aparte de ti.
III.- MEDITACIONES MARZO DEL 2000
1-3 Miércoles
He sido creado por Dios; Señor, Tú me creaste. Y he sido creado por amor, de lo contrario, Dios mi Padre, no me hubiera creado. Adoro tu poder, adoro, Señor tu bondad. En la creación, Señor, derrochas amor. El ser es más perfecto cuanto más amor recibe de Dios. Tu voluntad de amar, Señor, perfecciona el ser. Es hora de que me dé cuenta de esto. Quisiera que hoy resuene en mi corazón esta melodía: eres creado por Dios, eres amado de Dios... La Eucaristía es esa expresión de amor; la permanencia en mi alma del Espíritu Santo, es una expresión de amor. Gozo con tu amor, Señor. Me sumerjo en tu amor, como el ave en el aire, como el pez en el agua. Me entrego a tu amor lleno de misericordia, lleno de perdón. Te pido por todas las personas a quienes trato en mi vida. Ayúdalas. Te pido por aquellos a los que ni conozco. Que te amen más, que se den cuenta de tu amor. Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
2-3
"Atraxit me miserans... in dilectione perpetua dilexit me" del profeta Jeremías. "Me atrajo con ternura (enterneciéndose literalmente)... con amor perpetuo me amó", Señor esta frase contiene toneladas de amor; toneladas de creación. Gozo y gratitud por mi conservación. Gozo y gratitud por mi conservación. "Atraxit", me atrajo... Es como cogerme de entre todos los seres posibles; me eligió, me escogió, me atrajo a mí... Me quedo unos minutos contemplando esta realidad desde la eternidad...adoro la bondad de Dios; agradezco desde el fondo de mi ser esta elección.
"Miserans", con ternura. Indica todo el amor por mí de Dios. Sí, Dios a la fuerza lo tiene que hacer por sí mismo, al no poder supeditarse a nadie, pero su gozo es darse, crearme, con amor, "miserans". ¿Quid retribuam Domino...?
"In dilectione perpetua, dilexit me". Con amor perpetuo me amó. Es la conservación. Me sigue amando, me conserva en el ser, me conserva en el amor. De aquí mi gozo, mi consuelo, el despreciar los rencores, los egoísmos, los placeres. Solo Dios basta.
3-3
Señor, soy tu criatura, me has dado la vida. Pero además por gracia soy hijo tuyo. "Grande es la bondad de Dios que ha querido que nos llamemos hijos suyos y lo seamos en realidad". Soy en realidad, aunque me vea con dificultades para vivirlo, lo soy. Aun dentro de la oscuridad de la fe, lo soy. Algún día se desvelará todo y podré contemplarte cara a cara en el Cielo. Ten misericordia de tu hijo; ayúdame a vivir como hijo tuyo.
Deseo seguir trabajando en tu heredad; lo hago de una manera pobre, según soy, pero dame fuerza para seguir en la brecha. Ven en mi ayuda y dame sentir tu presencia de Padre no solo en los momentos de meditación sino todo el día. Dadme el don de oración, el don de abnegación, la perseverancia final y celo por la salvación de las almas.
Mirad que soy muy débil, oh poderoso amparo de los flacos, y caigo a cada paso, y necesito apoyarme en Vos para no desfallecer. Derrama sobre tu Iglesia tu misericordia. Que desaparezca la tibieza, el decaimiento en la oración. Que veo que todo ha bajado mucho desde mi juventud.
4-3
Me encuentro en la presencia de Jesús Sacramentado; lo veo dentro de mí después de comulgar, aunque haga ya mucho rato que lo recibí. Me entrego a Ti, Jesús. Me entrego con fe y confianza; sé que eres mi gran amigo, y a la vez mi Dios, que, aunque las especies sacramentales se consuman, permaneces en mí como Dios Uno y Trino. Te adoro devotamente.
Pronto deseo hacer los Ejercicios de mes; me estoy preparando. Ayúdame en ellos. Deseo que sea en este mes mi quehacer único. Ven, Señor, en mi ayuda.
Concédeme, Virgen María, la gracia de perseverar hasta el fin en la fe; ayúdame al cambio que necesito. Y dame fervor, más fervor. Tú, que tienes tanta influencia en el Cielo, por ser Madre de Dios. Pídele a tu Hijo.
Mirad que soy muy débil, oh poderoso amparo de los flacos, y caigo a cada paso, y necesito apoyarme en Vos para no desfallecer.
5-3
Jesús, hijo de David, ten misericordia de mi. Ayúdame a amar a mis semejantes, a juzgarlos bien, a buscar para ellos siempre lo mejor, a ser comprensivo con sus debilidades e incluso a sufrir con
paciencia sus debilidades.
Ayúdame a aprender la lección que hoy nos das Jesús en el Evangelio es sobre el día de fiesta. Mc. 2,23--3,6. Los judíos eran muy estrictos, y guardaban de tal manera el descanso del séptimo día que no permitían ni el más mínimo trabajo. Te acusaron a ti porque curaste en sábado a un paralítico; y acusaron también tus discípulos de que arrancaban unas espigas en día de fiesta para saciar un poco el hambre que tenían. Tu respuesta, Señor, fue bien clara: "El sábado se hizo para el hombre, y no el hombre para el sábado". Jesús eres comprensivo con las necesidades de las personas; aquí en concreto con el hambre y la enfermedad. No dudas en que se interprete la ley de la manera más favorable en estos casos. Aquí, Jesús, positivamente te pones a favor del débil e interpretas la ley de una manera benigna. No te conformas con ser tolerante.
Una consecuencia para mi vida: Ser caritativo con las necesidades del prójimo. Saber apoyarles; interpretar la ley de una manera benigna cuando se trata de una necesidad para los demás. Y ayúdame a saber guardar el equilibrio. Te pido la gracia de asimilar este equilibrio que Tú tenías para interpretar la ley. Ayúdame a saber amar de verdad a mis semejantes.
6-3
Yo soy de Dios, todo de Dios, totalmente de Dios, siempre de Dios. Esta idea ha de calar dentro de mi alma hasta el fondo. hasta formar una convicción íntima que nadie me pueda arrebatar. Soy todo de Dios, de Él vengo; en Él estoy.
Soy hijo de Dios por la gracia. Esto me ha de llenar de consuelo y de gozo. La gracia de Dios me ha elevado al orden sobrenatural. Desde mi más tierna infancia he vivido estas ideas, las he creído, Señor. Mi vida ha avanzado mucho, dentro de lo corta que es la vida del hombre sobre la tierra. Cuando me llames, Señor, ayúdame a ir hacia ti; porque si de ti vengo, a Ti he de volver. Seas para mí todo. Y que mi vida se consuma en tu servicio y amor.
Como hijo fiel, Señor, me ocupo de tu Reino. Mira, Señor, este mundo, este tu pueblo que se aleja de la verdad y del amor. Ten compasión de nosotros. Envíanos tu luz y gracia para salir de esta crisis. Y dadnos sacerdotes santos y obispos santos; danos almas consagradas más santas. Que salgan líderes religiosos de gran santidad y fuerza de apostolado.
Dadme el don de oración, el don de abnegación, la perseverancia final y celo por la salvación de las almas.
Derrama sobre tu Iglesia tu misericordia. Que desaparezca la tibieza, el decaimiento en la oración. Que veo que todo ha bajado mucho desde mi juventud.
Te adoro, Padre, Hijo y Espíritu Santo y me entrego a tu bondad. Guárdame en tu gracia, Señor.
7-3
Desde la eternidad, Señor, me viste y me amaste. Por toda la eternidad me llevaste en tu mente, y con un beso de Padre, estampaste en mi rostro tu imagen. Señor, eres la plenitud y la fuente última de todo mi ser. Eres mi Creador, y yo vengo absolutamente de Vos. Concédeme que yo me sienta como colgado de Vos, como el rayo luminoso que cuelga del sol. Te pido que al mirarme a mí mismo, al sentirme a mí mismo, al escucharme, me sienta del todo dependiente de Ti con gran afecto, con gran sentimiento, de manera que trascienda algo con naturalidad, con espontaneidad.
Además has creado, Padre, en mí esta relación amorosa, y me has elevado para que participe de tu naturaleza divina por la gracia. Por eso eres mi Padre y yo tu hijo. Deseo verte siempre como Padre; deseo ir de tu mano, que me lleves en tus brazos, que no me aparte de ti. Señor Jesús, que me sienta siempre hechura de Dios; que viva a tope esta realidad; hoy y todos los días. Como Tú estás unido al Padre, haz que yo lo viva también a mi modo humano. Soy de Dios, todo de Dios, siempre de Dios.
8-3
Yo soy, Señor, hechura tuya. Tú mandas en mí. Yo soy todo hechura de ti, Señor. Por eso, mandas en todo mi ser. Yo soy totalmente hechura de ti, Dios mío. Por consiguiente mandas absolutamente en mí.
Este principio que seguiré meditando en mis Ejercicios Espirituales, ha de hacer cada vez más criterio de mi alma. Ayúdame, Señor. Yo soy de Dios, oh dulce pensamiento, que anega el alma en celestial amor.
Eres mi Señor, porque me creaste; por eso serás mi Señor toda la vida, toda la eternidad. Eres mi Señor, porque me conservas por una acción constante en mí. Eres Señor de todo el mundo, de todo el universo, porque lo has creado. Y te adoro desde esta pequeña porción de la Tierra. Has creado la ley de la Naturaleza, y por eso te obedecen todos los mundos. Solo el hombre libre se aparte mucho de tu ley. ¡Qué misterio! Señor... ten compasión del mundo. Danos tu gracia abundante. Danos sacerdotes santos que nos impulsen al bien. Concédeme, Padre, sumisión a tu voluntad. Haced mi corazón semejante al vuestro, Jesús. Y esto os pido para todos los compañeros sacerdotes, y de una manera especial para los que están en el ministerio, en la misión. Danos sacerdotes santos, Señor.
9-3
Sálvame, Virgen María, sálvame, Madre de Dios; que tan solo en ti confía este pobre pecador, que tan solo en ti confía este pobre pecador. ¡Cuánto tiempo que no he cantado esta canción mariana! Es verdad que las costumbres cambian, incluso las religiosas... Pero qué flojedad ahora en el amor a Dios y en el santo temor. A veces, Señor, me parece mentira cómo se ha podido cambiar tanto en las costumbres. Me parece que han ido demasiado lejos. Da la impresión de que todo el mundo tiene seguro el problema de la salvación propia y el de los demás. Pero hay cosas ciertas. Eres, Señor, Padre, pero el hombre se puede empeñar en vivir lejos de ti.
La seguridad absoluta de salvación nadie la puede tener. Por eso confiamos, Virgen María, gimiendo y llorando, con paz, con gran esperanza, pero temiendo de nuestra propia soberbia. Sálvanos, Virgen María. Perdona, Señor, mis pecados, mira que no te he sido fiel y necesito mucho de tu misericordia. Manténme en tu amistad.
Dadme el don de oración, el don de abnegación, la perseverancia final y celo por la salvación de las almas.
Concédeme, Virgen María, la gracia de perseverar hasta el fin en la fe. Y dame fervor, más fervor. Tú, que tienes tanta influencia en el Cielo, por ser Madre de Dios. Pídele a tu Hijo.
Derrama sobre tu Iglesia tu misericordia. Que desaparezca la tibieza, el decaimiento en la oración. Que veo que todo ha bajado mucho desde mi juventud.
Te pido Señor, por mi familia, por mis amigos. Mira a cada uno de ellos con cariño y derrama sobre ellos tu gracia y bendición para que sigan por el camino del bien. Concédeles la gracia de la perseverancia final.
10-3
"No he nacido para el suelo que es morada de dolor. Yo he nacido para el Cielo, yo he nacido para Dios, yo he nacido para Dios". Resuena en mi mente, Señor, esta canción de mis años jóvenes. ¡Qué devoción tan entrañable aquélla y a la vez tan llena de santo temor de Dios! Hoy va desapareciendo en la Sociedad la conciencia de pecado, fuera de los grandes en el terreno humano: asesinato, violación y tal vez el robo, algunas clases de robo, claro. Señor, a veces me armo un lío: por una parte veo tu voluntad salvífica universal, por otra la realidad del pecado, la realidad de los mandamientos, la pérdida de la conciencia de pecado. Veo tu Misericordia y veo tu Justicia. No entiendo el conjugar todo esto, pero creo. Y es cierto que existe el infierno y que existe el Cielo. Sálvame, Virgen María, sálvame, Madre de amor; que tan solo en ti confía este pobre pecador.
Sedlo todo para mí, ayúdame a ser fiel.
Te pido ahora por mis difuntos: Padre, Madre, Paco, Concha, P. A. J. A. T. P. B. L. M. M. M. S. P. M. T.
Te pido por mi familia que vive: E. P. A. S. P. Por mis amigos, antiguos feligreses, antiguos compañeros, todos aquellos a quienes escribo y más aún por quienes contestan. Por quienes entran en mi revista "Mística". Dales a todos el don de la perseverancia final.
Te pido por los obispos; y de una manera especial por aquellos
que me contestan; por A. Por los antiguos superiores, por los compañeros de curso; por D. Dales celo, amor, enamoramiento de ti. Por los agonizantes, almas del Purgatorio, misiones y misioneros, ateos, alejados, indiferentes, apóstatas.
Y protege, mete dentro de tu corazón a estas personas que viven: Esposa e Hija, E. D. M. B. F. P. U. E. 5: L. S. L. M. B. C. 2 C. B. 4 B. L. R. S. De internet: V. R. R. L. A. E. F. G...
A mí dame, por favor, el don de oración, el don de abnegación, la perseverancia final, celo por la salvación de las almas.
11-3
Enséñame, Señor, a cumplir tu santa voluntad, porque Tú eres mi fin, eres mi principio y Señor. Mira que soy persona tal vez demasiado independiente y rehuyo someterme. Que sepa al menos someterme a tu santa voluntad. Deseo ser fiel a ti, Jesús. Deseo serte fiel siempre. Durante mi vida no tengo conciencia de haber estado de mala voluntad, pero sí buscar subterfugios para hacer mi capricho sin que remuerda la conciencia. Tú me conoces mejor que yo mismo, Tu sabes si de verdad me separé de ti o no. Ten misericordia de mí. "A Ti mi corazón del todo se somete, porque al contemplarte, todo lo demás desfallece". Y te pido lo que el Buen Ladrón te pidió desde la cruz: "Acuérdate de mí, cuando estés en tu Reino." Conserva y aumenta mi fe; dame el don de la perseverancia final. Concédeme, Virgen María, la gracia de perseverar hasta el fin en la fe. Y dame fervor, más fervor. Tú, que tienes tanta influencia en el Cielo, por ser Madre de Dios. Pídele a tu Hijo.
12-3
Desde hoy hasta dentro de veintiocho días practico los Ejercicios Espirituales de mes. Transcribo aquí el resumen de una de las meditaciones de cada día.
Dadme, Señor, el don de una total y sincera conversión.
En estos días he de examinar mi conciencia; meditar; contemplar; orar mental y vocalmente. Me daré cuenta, Señor, de que no el mucho saber harta y satisface el ánimo, sino el sentir y el gustar interiormente de las cosas de Dios.
Alma de Cristo, santifícame en estos días. Dame que sepa entender y gustar de tus coas, Dios mío, y que sepa atender, sin dormirme en las rutinas. Amarte y servirte. Sálvame, Cuerpo de Cristo, de mi esclavitud del pecado. ¡Embriágame, Sangre de Cristo! Que me falta entusiasmo en la obra de santidad. ¡Lávame, agua del costado de Cristo! Que me encuentro sucio del ambiente mundano. Confórtame, pasión de Cristo. Mira con cuánta frecuencia me canso y me desanimo. No permitas que en estos días, ni nunca, me aparte de ti. Defiéndeme del maligno enemigo, y mándame ir a ti...
Deseo en estos días prepararme más para servirte. Ven en mi ayuda, Señor. Ayúdame, Virgen María. Que deseo repensar mi vida espiritual para que sea sólida de verdad. Que siga el llamamiento de la gracia. Que acierte a dar a mi vida un total enfoque apostólico. Que viva todo el día unido a Dios y logre dominar mis pasiones. Sacaré, Señor, la fuerza de ti. ¡Reconquista mi alma del todo! Quiero, Señor, remover impedimentos y quitar todas mis afecciones desordenadas. ¡Ven en mi ayuda!
13-3
Señor, me has engrandecido tanto que no has querido para mí otro fin que Vos mismo. ¿Cómo he vivido hasta el presente? Todo esto ya lo sabía, Señor, desde mis años más jóvenes. Pero se me olvidaba, no lo había hecho criterio y sustancia de mi vida. Algunas veces me acordaba, pero era un recuerdo como lejano, como sin apremio. Hoy deseo vivirlo con ilusión y con apremio, Señor. Virgen María, ayúdame.
Pienso en que mi vida está mal enfocada. Basta mirar mis preocupaciones, mis aficiones, mis temores... comer, entretenerme, ser apreciado, descansar, evitar la soledad... Y todas estas cosas serán necesarias, pero mi ilusión sea, Señor, buscar el Reino de Dios y su justicia. Que no viva sino para amarte, servirte, glorificarte, hacer el bien. Al menos quiero pedírtelo con ahínco, porque de verdad, me siento muy pobre, muy al revés de lo que debo ser.
Siento aborrecimiento de mis faltas. Siento dolor. Dadme el don de temor de Dios. Virgen María, sálvame. Sí confío en la misericordia del Señor, pero quiero de verdad ser fiel a tus mandatos, Padre. Ayúdame.
Lloro mi ceguera del tiempo pasado. Llévame, Señor, ahora por los caminos de la verdadera prudencia.
14-3
1.- Me siento alegre por ser criatura de Dios. Además soy llamado a la gracia, al bautismo, al sacerdocio. Todo esto me llena de gozo. Gracias, Señor. No he sabido ser fiel a tus llamadas, pero Tú no me las quitas. Una vez que me las diste, no me las quitas. Gracias.
2.- Alegría por ser llamado a alabar a Dios. Te alabo, Señor desde el fondo de mi corazón. Eres Bueno; me has dado la oportunidad de conocerte, de amarte y de alabarte. Gracias. Y te digo con la liturgia: "Haz que siempre tengamos el temor santo y el amor hacia ti". Saber compaginar en paz estos dos sentimientos.
3.- Leo, Señor, en el directorio de Iparraguirre y de González que es motivo de alegría el haber sido llamado a tu servicio. Y comprendo que sí, pero es que ¿te he hecho algún servicio del todo bueno? Me siento siervo inútil. Aunque sí comprendo que el tener la posibilidad de hacer algo en tu Reino es motivo de alegría. Dame fuerza, luz, facultades y mueve mi voluntad para que sea capaz de ser algo útil en tu Reino.
15-3
Hago delante del Señor las consideraciones sobre el pecado. Su gravedad... malicia... He preferido mi interés antes que tu Ley. Me duelen los pecados conscientes y me duelen los de excusa. Aquello que decíamos de estudiantes de moral: "Que no caiga tu cartera en manos de un moralista". Cómo busco subterfugios en para librarme del pecado, sobre todo de aquellos estudiados como graves... de esos que a veces ando por los límites haciendo filigranas para no pecar. Nunca, creo, he querido pecar, ¿quién lo desea? Pero, Señor, pero Tú sabes hasta dónde he pecado; Jesús, Tú sabes si ha habido o no pecado moral.. Ni yo ni nadie, creo, puede juzgarlo. Tú sabes mejor que yo cómo es mi conciencia. Así lo expondré al confesor. Yo quiero, Señor, ser todo tuyo. Arrepentirme con tu gracia. Humillarme con tu ayuda. Hacer un propósito firme. Perdona, Señor, mis pecados. He faltado contra el derecho que Tú tienes, Señor, de ser amado. Contra tu Santidad. Yo quiero ser santo. Ayúdame. Y mi coloquio va a ser:
¿Qué he hecho por Cristo? ¿Qué hago por Cristo? ¿Qué debo hacer yo por Cristo?
16-3
Ciertamente moriré, Señor,. No me interesan las glorias de este mundo. No las he tenido, no voy tras ellas, pero tampoco lo lamento ni lo envidio. En este sentido estoy como si hubiera de morir. ¿Qué diferencia hay ahora entre estos dos seres que vivieron hace ciento cincuenta años? Un ministro o cardenal y un mendigo. Los primeros pueden ser objeto de la tesis de algún estudioso y luego el olvido más profundo. El mendigo prácticamente igual: sin ningún estudioso que le busque. Acaba de morir hace un par de meses D. Miguel Sola; era un santo sacerdote lleno de prestigio hace treinta años. Llegó a ser Vicario General de Pamplona. Nadie se ha ocupado de él. Únicamente yo he escrito un artículo, y una página en internet. Muchos le rodearon en tiempos y parecía imprescindible: ahora, nada.
17-3
Considero el pecado de ingratitud y de asco hacia la familia donde vivía, hacia el padre que le había cuidado. ¡Hijo pródigo... en egoísmo! Aquello fue para el padre una puñalada traidora. ¡Tantos años queriendo y mimando a aquel hijo! Lo tenía en casa todo y quería marchar lejos. ¡Incluso exige al padre el dinero de la herencia! (Lc. 15, 11...)
Jesús me indica en esto que aunque yo haya gastado el dinero de mi herencia, no me desanime, confíe. Hay para mí perdón completo. He de tener que sea cual fuere mi actitud anterior he de tener perdón completo.
Aquel muchacho se convirtió, pero el móvil no fue amoroso, fue egoísta. En casa del padre sobra comida, y yo aquí no tengo qué llevarme a la boca... ¡Poco generosos fueron los motivos de su conversión! No pensó que su padre estaría triste, sino la propia angustia y necesidad. ¡Sí, me levantaré, volveré hacia mi Padre!
El padre, mientras tanto, ¡qué buen padre!, no lanzaba denuestos contra su hijo, no andaba criticándolo con los vecinos, lo esperaba en silencio, ¡la gran añoranza de su ancianidad! Y lo vio. Y no exclamó: ahora viene aquel mal hijo a comer lo que su padre ha producido. No. Lo colmó de besos y caricias. Lloraba de emoción. Hasta el hermano mayor se quejaba de que lo trataba mejor que a él que llevaba toda su vida trabajando en la casa paterna. Es verdad que el chico se humilló: "Padre, he pecado contra el Cielo y contra ti; no merezco llamarme hijo tuyo". Y el padre bueno lo recibe y acoge par siempre.
18-3
Siempre me ha gustado, Señor, esta parábola del Fariseo y del Publicano. Lo malo es que, de forma instintiva, miro y pongo al Fariseo en otras personas; no en mí.
Recuerdo la parábola: Un Fariseo y un Publicano subieron al templo a orar. El Fariseo se puso en medio del templo, y con voz clara daba gracias a Dios por no ser como lo demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros, ni como ese Publicano. En cambio el Publicano, a distancia, no se atrevía a levantar los ojos al Cielo, sino que se golpeaba el pecho y decía: Dios mío, ten compasión de mí que soy pecador.
Yo, Señor, quiero ser humilde como el Publicano. Me pongo ahora a tus pies lleno de compunción, porque he pecado contra Ti. No he sido bueno, y además me gusta que todos me tengan por bueno. No me pongo en lugares preferentes en el templo, pero me gusta suponer. Sé que soy pecador e indigno, pero no me gusta que me lo digan. Me pongo muy contento por dentro y me animo, cuando me alaban con discreción; me sabe muy malo y me desaliento, cuando me humillan directa o indirectamente.
19-3
San José. Me gusta, Señor, la sencillez de San José. Me gusta la sencillez el Publicano de la parábola que medito. Dadme esta sencillez y humildad.
Me gusta, sí, ser como el Publicano, porque deseo ser humilde, pero me molesta mucho ir al templo y aparecer allí como uno más; es decir, desaparecer. Todavía no me acostumbro a dejar el presbiterio, a pesar de que han pasado ya casi treinta años. Me gusta el templo solitario, Tú y yo, junto al Sagrario, en la intimidad. Y esto está bien. Pero lo otro, no. Denota poca humildad.
Ayúdame a ser como el Publicano. Virgen María, Tú que fuiste siempre sencilla, ayúdame. Ayúdame, San José, tú estuviste siempre en el penumbra. Que busque de forma espontánea y normal los últimos puestos; que busque el no llamar la atención. Quiero limpiar mi corazón de estas escorias tontas de soberbia, pero no acierto el modo. Ayúdame. A veces me parece que soy como esas mujeres que, por llamar la atención y que se fijen en ellas, proclaman a voces un defecto suyo. Ayúdame, Señor, y dame la discreción de saber pedirte perdón sin llamar la atención y sin levantar mi voz; que nadie lo note. Quiero huir del protagonismo; hasta de ese protagonismo pueril.
Perdóname, sí. Perdona mi fariseísmo un tanto camuflado; ayúdame a permanecer oculto como el Publicano para todos; incluso para pedirte perdón. Y te pido, San José, que en el momento supremo me concedas una buena muerte.
20-3
Jesús, me llamas a tu Reino; deseo responderte con generosidad.
"Los que viven según la carne, piensan según la carne; y los que viven según el Espíritu, en las cosas espirituales". Me da alegría esta frase de S. Pablo porque llevo años pensando en las cosas del Espíritu. Es verdad que no descarto muchas cosas materiales, y ahí ha de estar mi lucha mientras Tú, Señor, me des vida, ir poco a poco purificando más mi alma para estar cada vez más cerca de Ti, y ser más útil a tu Reino. Pensar cada día más en las cosas de arriba; suspirar por ellas; e influir en las personas para que ellas también vayan por este camino. Señor, que hace falta que cada día sean más los preocupados por estos asuntos. Danos sacerdotes santos, obispos santos, almas consagradas santas, seglares santos, para llevarte el mundo entero a tu Reino. Dame a mí fuerza para influir más y más en estas cosas.
Además, "los que viven según la carne, no pueden agradar a Dios". Esto nos lo afirma S. Pablo con claridad. Esto deseo, Virgen María, guardar más y más en mi alma. Que mi espíritu esté vivo por la justicia, por el amor a ti, por la bondad. Guarda estas ideas en la memoria de mi alma que es ya un poco flaca, Señor. Y que el Espíritu Santo vivifique nuestros cuerpos mortales. Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles e infunde en ellos el fuego de tu amor.
"Los que se dejan guiar por el espíritu de Dios esos son hijos de Dios". He de vivir, Virgen María, con tu ayuda cada día más esta verdad de fe. Dejarme guiar por el Espíritu Santo y vivir de verdad la filiación del Padre. Con unción; un día y otro día; sin que lo olvide por estar metido en las cosas necesarias del mundo. "Que no hemos recibido espíritu de esclavitud para reincidir en el temor, sino el espíritu de adopción, en le cual podemos exclamar a Dios, Padre."
21-3
Miro al mundo lleno de gente. Viendo la Santísima Trinidad que descendía al infierno, se determina en su eternidad que la Segunda Persona se haga hombre para salvar al género humano.
Ahora miro a la Santísima Trinidad. En la soledad de su trono divino mira la redondez de la Tierra. Ve a todos los hombres en total ceguera y toma la decisión de enviar al Hijo para salvar a este mundo que muere lejos de Dios. Parece que escucho aquella decisión: "Hagamos la redención del género humano; enviemos a nuestra Segunda Persona, al Hijo, para que se haga hombre y los salve. Y así queda decidido...
Contemplo con amor la decisión Trinitaria. Adoro con veneración a la Trinidad. Amo. Agradezco.
22-3
¡Un Niño nos ha nacido! Oh pobreza, pobreza, exclamaría la Virgen María iluminada por una luz del Cielo. Lo entiende; y esto es lo que viene buscando el Niño que va a nacer. Y en medio de un éxtasis, como nunca se había podido contemplar, la Virgen María da a luz al Niño - Dios. Y nació para nosotros de Madre Virgen el Hijo de Dios.
Jesús, en pobreza, como abandonado, pero muy amado por la Virgen María y San José, viniste al mundo. Tú, el Dios de la grandeza, del poder, de la gloria, de la sabiduría infinita, de la omnipotencia. ¿Y yo me puedo quejar de achaques y limitaciones; de olvidos y pretericiones; de descuidos y marginaciones? ¡Qué bueno ser como Tú, Jesús! Bendito seas, Señor, que has venido a enseñarme esta lección de humildad, de pobreza, de sacrificio, dame fuerza para saber aguantar con paz y serena alegría las inclemencias no solo del tiempo, sino también de mis achaques y limitaciones.
Yo te abro mi corazón. Naces en un establo. El que viene a salvar a todos, no encuentra una casa normal para nacer. Ninguno de aquellos se puede preciar de haberle abierto las puertas. YO, Jesús, quiero abrirte, pero me encuentro ahora como sin fuerzas para nada, como sin ganas de nada. Y te pido - ¡qué cara tengo! - te pido fuerza, porque sin ti no puedo ni principiar, ni continuar, ni concluir cosa conducente para la vida eterna.
23-3
Dame tu luz ahora, Señor, y cuando salga de estos Ejercicios vea los engaños del mal caudillo, porque ahora voy a aprender dónde está ese engaño. Y dame tu ayuda para guardarme de estos enemigos, vestidos con pieles de inocencia. Dame luz para conocer la vida verdadera, el verdadero camino; tu vida divina y humana; y dame gracia para imitarte. Enséñame a apreciar al verdad de la pobreza y de la humildad de Jesucristo. He sido pobre gran parte de mi vida; ahora no soy rico pero puedo vivir sin agobios. Ayúdame y dame generosidad para compartir cada vez más lo poco que tengo en mi no pobreza.
Imagino primero al caudillo de todos los males, el demonio, en su campo de grandeza y soberbia; está sentado como en una gran cátedra dominándolo todo; todo en él es agitación, lujuria, ira, soberbia, envidia y vilezas. Maldito de Dios por haberse apartado de Él, hace esfuerzos por disimular y mostrar felicidad que no tiene.
¿Qué haré yo ante tal enemigo? Descubrir al tentador. Ayúdame, Jesús, a descubrirlo en la vida práctica de cada día; que no me deje engañar de sus vanidades y grandezas. Quiero odiar solamente al pecado: soberbia, avaricia, ira, lujuria, gula, envidia, pereza, y tantos y tantos pecados que me pueden dominar. De manera muchas veces camufladas, el tentador me los ha de ir sugiriendo. ¡Y pensar que la soberbia puede llegar hasta el odio a Dios!
24-3
Dadme, Señor, aprecio por los bienes del Cielo. Señor, dijiste: "Bienaventurados los pobre de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Ayúdame a que no quiera agarrarme a los bienes de la tierra, como a algo definitivo, que sea desprendido; que me sirvan estos bienes de escalera para ir a Ti. Nunca llegue a quebrantar tu ley ni en pecado venial por adherirme a estos bienes. Quiero compartir con mayor generosidad lo que tengo; no dejarme llevar del capricho para poseer cosas no útiles o necesarias. Dame mayor generosidad; mucho mayor. Renunciar del todo a lo superfluo, que ahí es donde más se pega el corazón. Despega, Señor, mi alma de toda vanidad; que tampoco se adhiera a ella mi voluntad,. Incluso dame fuerza para ir poco a poco desprendiéndome de mi propio querer. Ayúdame a ir vaciándome de mí mismo, de mi amor propio.
25-3
En el día de la Encarnación deseo contemplarte, oh Señor, y Virgen María, limpios de corazón, llenos de intención pura. Te escucho, Señor, predicando esta bienaventuranza. Te veo en el monte sentado junto a la multitud compartiendo fraternalmente. Parece que ahora se abre mi entendimiento como con luz nueva al meditar en esto. Limpieza de corazón. Sí; corazón puro. Lo interpretan como aplicándolo a la pureza virginal, a aquellos que la consagran a Dios o son niños. Pero creo que puede ser más fecunda aún la interpretación. Fijarnos también en ese corazón sencillo, sin doblez, del estilo del de mi amigo Félix Beltrán a quien hace poco llamaste a tu Reino eterno. "Si no os hiciereis como niños, no entréis en el Reino de los Cielos", dijiste. Sí; dame, Señor, esa fe de los niños, esa confianza, esa esperanza sin trastienda. Dame, Señor, tu gracia para que lave mi corazón con lágrimas de contrición, y lo purifique de toda mancha. Dame, Señor, un corazón nuevo.
26-3
Me ocurre muchas veces lo del primer binario; tengo algún deseo de quitar un afecto o inclinación a mi comodidad, pero luego me cuesta y me olvido. Mi voluntad no ha sido real y positiva, lo que de verdad no quiero es el esfuerzo. Siempre busco excusas para todo: la cultura, la salud, el realizarme, el no caer en depresión por negarme tantas cosas. Una por una, no sufrir. Esta ha sido tantas veces mi realidad. Trato de virtud, pero estoy muy aficionado a mis pequeños placeres y rutinas. Y esto sí que me cuesta remover. Necesito, sí una decisión, pero necesito también después continuar.
Ante todo tengo que abominar la disposición de este primer binario, Señor, porque mientras haya en mí un apego a algo, sea pequeño o grande, estaré destinado al fracaso, a permanecer como eterno principiante. Si quiero paz conmigo mismo, lo mejor que puedo hacer es renunciar a mis apegos, con desprendimiento total, de manera que si no me llega aquel "gozo" de costumbre me quede tranquilo y feliz. Mientras no esté en esta disposición de ánimo seré un siervo perezoso, blando, indolente. Seré como el que entierra su talento debajo de la piedra. Por eso aquí quiero empezar por hacerte una súplica, Señor, que mi "quisiera" se transforme en "quiero". He de animarme y urgirme a mí mismo: el querer de la perfección a la que Dios me llama está siempre en mi mano, pues la ayuda de Dios no me ha de faltar. Que me dé cuenta de esto, Señor. He de darme cuenta de que mis Ejercicios pueden ser inútiles si no me decido a quitar todas las afecciones.
27-3
El segundo binario quiere poner algunos medios para conseguir el fin. Ejemplo, tiene diez mil ducados. Desea quitar el afecto a esa posesión y pondrá algunos medios como rezar para quitarle el afecto, dar limosnas, etc. Pero tocante a desprenderse de la fortuna, ni pensarlo. Otro caso: el enfermo que de verdad desea sanar y toma algunas medicinas, pero solo las que le apetecen. Resultado, ninguno de estos tiene una voluntad firme y decida para conseguir su fin.
Señor, algo de esto me pasa: tengo, sí, intención de conseguir la humildad, pero eso de humillaciones, ni pensarlo. Ya habrá otras formas más sencillas. Quiero vivir recogido, pero no del todo; quiero la unión con Dios y la mortificación, pero luego hago poco caso de la mortificación, aunque algo, sí. Quiero quitar pecados veniales, pero no me impongo castigo cuando fallo. Estoy, por consiguiente, en el segundo binario. Y quizás todavía no haya pasado del todo del primero. Señor, si todavía no he dado el quiero definitivo, ayúdame al menos a que quiera querer.
He de seguir este examen sincero. He de animarme con las palabras del Evangelio. No quiero ser como los invitados al banquete y luego ponen excusas para no tener que acudir. "Nadie puede servir a dos señores, dice Jesús, Cualquiera de vosotros que no renuncie a todos sus bienes, no puede ser mi discípulo". Señor, que no sea tibio; ayúdame. Que no ande de un lado para otro dando tumbos; siempre contigo; fortalece mi voluntad.
28-3
¡La tercera manera de humildad!
"Es cuando siendo igual alabanza y gloria de la Divina Majestad, por imitar y parecerme más actualmente a Cristo Nuestro Señor, quiero y elijo más pobreza con Cristo pobre que riqueza; oprobios, con Cristo lleno de ellos, que honores; y deseo más ser estimado por vano y loco por Cristo, que primero fue tenido por tal, que por sabio ni prudente en este mundo, siendo igual alabanza y gloria de la Divina Majestad".
Leo esto y lo repito; y en la primera lectura me parece no haber leído bien, aunque lo he leído bien. En la segunda, me lleno de admiración. ¡Señor qué es esto! ¡Qué dimensión de amor cabe en el corazón humano con relación a Cristo! Porque el motivo de esta elección o preferencia es la Persona de Cristo Nuestro Señor, pues Él, siendo Dios, se hizo pobre; vivió humillado, y murió infamado en una cruz. Entonces, al corazón amante, al cristiano que se enamoró de Jesús - Dios y hombre verdadero, no le sufre el alma pasar la vida en honras y riquezas, estando Él por mi amor en humillación y pobreza. Comprendo a los santos que dicen: pobreza y humillación con Cristo pobre y humillado. Por puro amor, porque me lo pide el corazón, porque Él lo hizo antes por mí, me someto al ejemplo de Cristo pobre y humillado, sin que haya en ello ninguna obligación, ni mayor gloria de Dios, ni mayor aprovechamiento personal. Por el único motivo de amor y reverencia a Jesús. No cabe en este mundo amor a Dios mayor. He llegado al santuario escondido del amor a Dios.
Señor, al mirarlo, al ver eta perspectiva, se me pone como un nudo en la garganta. ¡Hasta donde puede llegar el amor a Dios del hombre! Esto es propio de personas enamoradas. Pero, Señor, si está aquí el meollo de la vida cristiana, de la santidad sacerdotal, de la perfección evangélica... ¡Quién pudiera amarte así, Jesús! ¡Quién pudiera amarte así! Me gustaría, Jesús, aunque lo veo solamente como una meta reservada a los santos; ¡me gusta! Es el desinterés completo en mí , el amor más completo que puede darse a Jesús aquí. Me siento con ardiente deseo, pero a la vez veo la imposibilidad; sería como alcanzar el Cielo con la mano.
29-3
Me encuentro en la sala del Cenáculo. Junto a Jesús, como ayer. Imagino todo; veo al Señor que me mira con amor; estoy allí en espíritu. (Jn, 15,10) "Yo soy la verdadera vid y i Padre el viñador. Él corta todos los sarmientos que no dan fruto en mí... Seguid unidos a mí yo lo seguiré estando con vosotros." Te pido, Señor, dolor contigo dolorosos, quebranto contigo quebrantado; lágrimas y pena interna de tanto como Vos habéis padecido por mí. Perdóname, Señor, que soy pecador. Sí, escucho tus palabras: seguir unidos a Ti. Eso quiero; así es mi deseo, Jesús, unido a ti. De esta forma lo decía en la cinta con que ataron mis manos sacerdotales: "Señor, unido a Ti, darme a las almas." Han pasado los años, ha habido por mi parte muchos altibajos. Pero mi decisión ahora es como en aquellos días lejanos y cargados de emoción. Acoge mi deseo y no permitas que me aparte de Ti. Mira que quiero ser tu amigo fiel; ayúdame.
30-3
Me siento junto a Jesús, como tocándole, muy cerca de Él. Veo la plaza con la balaustrada de mármol donde colocaron a Jesús y a Barrabás, el asesino. Jesús se encuentra extenuado, humillado, afligido... "¿A quién queréis que os suelte a Jesús, llamado el Cristo o a Barrabas?", dice Pilatos. Y a una voz se oye el pueblo: "Suelta a Barrabás".
¿Son, Señor, los mismos que gritaban el domingo anterior, "Hosanna al Hijo de David, bendito el que viene en el nombre del Señor?" No; ya sé que en las ciudades hay gente para todo. Pero ¿por qué no acudieron allí, para ahogar las voces insolentes de la plaza, tantos sanados por Jesús, tantos familiares de éstos? No me pregunto más, prefiero, Jesús, dolerme contigo. Prefiero dolor con Cristo doloroso, quebranto con Cristo quebrantado, lágrimas y pena interna de tanta pena que Cristo pasó por mí. Concédeme esta gracia, Señor.
31-3
Recordar en qué consiste la tercera manera o tercer grado de humildad:
"Es cuando siendo igual alabanza y gloria de la Divina Majestad, por imitar y parecerme más actualmente a Cristo Nuestro Señor, quiero y elijo más pobreza con Cristo pobre que riqueza; oprobios, con Cristo lleno de ellos, que honores; y deseo más ser estimado por vano y loco por Cristo, que primero fue tenido por tal, que por sabio ni prudente en este mundo, siendo igual alabanza y gloria de la Divina Majestad".
En una palabra, seguir los caminos de Cristo en este mundo. El Verbo de Dios descendió del Cielo y se hizo hombre; nació de una madre virgen en un establo; pasó su vida trabajando en un rudo taller de carpintero; los últimos tres años de vida predicando la Buena Nueva con amor, entrega, sanando enfermos. Murió en una cruz después de sufrir una pasión cruel. Lo miro así a Jesús y le digo por el gran amor que le tengo y me inspira: ¿Cómo puedo vivir yo en honras y placeres, viéndoos a Vos tan deshonrado? Sufres con amor el perder hasta la vida por mí, y ¿voy a estar yo a la caza de placeres? Infúndeme, Jesús, tu gracia para que sepa sufrir muy unido a Ti. No es que vaya a buscar directamente el sufrimiento, pero lo elegiré a menudo como entrenamiento por tu amor, con tu gracia. Ir a lo más costoso y no a lo más placentero. Ese es mi deseo, pero en cada caso necesito de tu ayuda, Jesús.
IV.- MEDITACIONES ABRIL DEL 2000
1-4-2000 Sábado
Son los últimos momentos de Jesús en este mundo. Va entregar su alma al Padre, y lo hace con la total confianza del Hijo: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu". Pone en las manos del Padre todo su espíritu, después de haber cumplido del todo su misión.
Poner algo en manos de otro es encomendarle con el mayor calor algo que mucho se aprecia. Confiar en él plenamente; quitar una preocupación que uno mismo ve que no puede resolver. Termina Jesús su vida dándome un gran ejemplo.
Asumo este ejemplo, Señor, porque siempre he necesitado en mi vida interior una gran confianza en Ti. Tal vez al ser cualidad mía el sentirme responsable, cuando no llego, cuando no está en mis manos conseguir algo, me viene la preocupación, que no es buena en esas circunstancias y no hace más que inquietarme inútilmente. Gracias por la lección que me enseñas. Ante todo pongo en tus manos esto que ahora me preocupa: el desarrollo práctico en mi vida de estos Ejercicios Espirituales. Muchas ganas tenía de hacerlos, pero no es nada fácil, casi iba a decir que es imposible el desarrollo práctico. Por eso he de confiar en Ti, Padre, en Ti, Hijo, en Ti, Espíritu Santo. Ven, Espíritu Santo, y lleva la obra de santificación de mi alma. Nutre mi alma con el fuego de tu amor. Haz que aproveche de verdad la Comunión, la Misa, el tiempo dedicado a la oración.
2-4
1.- Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único, para que no perezcan ninguno de los que creen en Él, sino que tengan vida eterna. Dios mandó a su Hijo al mundo, no para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él. Así leemos en el Evangelio de este Domingo.
2.- En esta cuaresma debemos afianzarnos en estas dos cosas: Ante todo la voluntad sincera de Dios que quiere que todos se salven y a todos nos ha de dar las gracias suficientes para ello. En segundo lugar la importancia que tiene la fe para la salvación. Envió Dios al mundo a su Hijo para que no perezca ninguno de los que creen en Él.
3.- Hemos de cuidar nuestra fe como la niña de nuestros ojos. Vigilar para que no nos dejemos engañar por tantos que desprecian nuestra fe católica o la ridiculizan. Pedirle en la oración todos los días: "Señor, yo creo, pero aumenta mi fe".
4.- Pedirle con celo por tantos que no creen. Que no estemos indiferentes ante la falta de fe de nuestros compañeros. Pedir por ellos, y cuando salga la ocasión estar cerca de ellos para ayudarles a creer.
3-4
No puedo separar, Señor, la cruz de la Resurrección; la cruz es el preámbulo de la Resurrección. He de menos - preciar las cosas del mundo y apreciar de verdad las cosas eternas. Voy a entrar de lleno en la vida Pascual. Buscar la unión más perfecta con Jesús. Vivir con ilusión. Me alegro yo; ya no yo; se alegra en mí Cristo. No solo resucitó Él, ha iniciado nuestra propia Resurrección. Que tu amor purísimo, Señor, domine mi alma durante esta semana. Es la mía una vida nueva. Esta alegría es fruto de la presencia del Espíritu Santo en mi alma. Morir a mis pasiones y vivir con Cristo resucitado. Encendido en amor divino, gozar de los goces eternos. Mi esperanza, Jesús, que me llene de alegría.
¡Deseo de eternidad, Jesús, como lo han vivido los santos. Que viva con gozo la Resurrección de Jesús y mi Resurrección espiritual. ¡Contemplar despacio tus llagas gloriosas! Oír con gozo tu frase de resucitado: "No temáis, soy yo". "Palpad, ved que el Espíritu no tiene carne ni huesos". Envía, Señor, sobre mí en esta semana una nueva efusión del Espíritu Santo.
4-4
Señor, conocerte más a fondo en tu intimidad de ser divino - humano, para amarte más y para seguirte mejor. Jesús, conocimiento interno tuyo, resucitado de la muerte que sufriste por nuestros pecados, a la gran gloria tuya de la Resurrección, para que más te ame y con amor gozoso. ¡Y mejor te siga, Jesús. Todo esto es decisión mía, determinación de enamorado, pero todo esto es a la vez petición, porque sin tu ayuda, Jesús, no podemos principiar, ni continuar ni concluir cosa conducente para la vida eterna. Tú, Cristo mío, que has vencido a la muerte, ¿vas a consentir que este seguidor tuyo siga revestido del hombre viejo, que se detiene en estos placeres corporales y espirituales que nos ha puesto tu amor como peldaños para elevarnos a Ti? Concédeme tu gracia. Quiero ser seguidor tuyo, buscar las cosas de arriba; gustar de las cosas de arriba.
5-4
La Virgen María dentro de la pasión tuvo que vislumbrar la Resurrección de Jesús. Ella sabía que era el Hijo de Dios y que no podía quedar todo así. Seguro que algo intuía. ¿Cuándo se le apreció ella? ¿Antes que a María Magdalena? Parece lógico afirmarlo; era su Madre. Pero el Evangelio nada nos dice.
Contemplo la escena mientras la intento describir: se le presenta en su misma casa, mientras ella estaba aguantando en oración el recuerdo de la pasión, y quedaba muy perpleja por no haber encontrado a Cristo en el sepulcro. Por otra parten el ángel les había dicho que había resucitado Jesús. Por consiguiente ella tenía gran esperanza de verlo vivo. Y enseguida se resolvió todo. Se le presenta Jesús en su estancia. Una luz suave llena el recinto, sin deslumbrarla. Ve a su Hijo lleno de gozo. La Virgen María no tiene duda: es Él. Ve las llagas de los clavos luminosas; entrevé la llaga del costado y abraza a su Hijo, y le adora como Dios. Y la dicha del Hijo pasa a la madre y permanecen juntos, abrazados, envueltos en la felicidad del Cielo que "ni ojo vio, ni oído oyó, ni cabe en entendimiento humano comprender".
Y le digo yo ahora con fervor a María: concédeme un amor purísimo a tu Hijo, de suerte que, olvidado de mí mismo, me sienta feliz porque es Él feliz y lo eres Tú también. Que me alegre más que por mis mayores éxitos y mis mayores alegrías de esta vida, porque Jesús es mi salvador, mi Dios y mi único bien. Y tú eres su madre y mía.
Miro cómo Cristo consuela a su madre con gratitud, con estima, con la piedad más grande del mejor hijo.
5-4
Recuerdo y contemplo ahora el momento en que Tomás no creyó (Jn. 20,19-31) "Hemos visto al Señor", le dicen su compañeros. Y él respondió: no creeré mientras no meta y mi dedo en los agujeros de los clavos, mientras no meta mi mano en la llaga de su costado. Ocho días más tarde, Jesús se presenta delante de ellos y les saluda: "La paz sea con vosotros". De inmediato se dirige a Tomás y le dice: "Trae tu dedo aquí, y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo, sino fiel". Y Tomás contestó: "Señor mío y Dios mío".
Veo cómo Tomás se apartó de la compañía de los buenos. Por eso falló. Después volvió a aquel Cenáculo; por eso recibió la visita y aparición de Cristo y creyó. Nunca, Señor, apartarme de la compañía de los buenos. Te pido, Señor, esta gracia y Tú aceptas mi compromiso.
6-4
Señor, yo sí quiero creer. Acepta mi fe, pero aumenta mi fe. Ayúdame a ser más consecuente con mi fe. ¡Señor mío y Dios mío! No quiero ser presumido ni soberbio; no quiero ser ingrato. Tomás lo fue; además no acudió al lugar donde había recibido la Eucaristía. Y menos mal que al fin se reunieron todos. Durante ocho día no se apeaba del burro. ¡Señor Jesús, ten compasión de mí y haz que jamás me aparte de Ti. Y ten compasión de todos aquellos compañeros que se han apartado y siguen con su amor propio racionalista sin retractarse. Ateos, agnósticos, indiferentes, apóstatas, infieles, alejados.
Cuánta paciencia tuviste, Jesús, con Tomás. Extremaste tu amor hasta el milagro. No aguardaste a que él te abriera la puerta del corazón, Tú Mismo entraste estando ya las puertas cerradas. Y él por fin, se abrió. "Trae tu dedo aquí, y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado" ¡Qué bueno eres, Señor, además intuyo que estas palabras fueron dichas de modo festivo; no recriminando. Adoro, Señor, tu bondad, aprecio tu alegría. También deseo tu misericordia; ven a mi encuentro. Ábreme las puertas, Señor, ábrelas con la misma alegría de tu Resurrección.
7-4
Contemplo la escena de la aparición de Jesús a los once Apóstoles que fueron a Galilea Mt. 28,16-20. Veo a los once escuchando con suma reverencia al Señor. Le pido a Jesús que yo también le escuche; que madure en mi corazón sus enseñanzas, mandatos y consejos.
Señor, cumpliste tu promesa cuando les mandaste ir a Galilea por medio de las santas mujeres el día de tu Resurrección. Creo que de aquellos que les dijiste, también me toca algo a mí, como cristiano y como sacerdote. Te adoro, oh Cristo, como lo hicieron los Apóstoles.
Algunos habían dudado hasta entonces. Nos viene bien a nosotros esa duda porque aún nos confirma más en la fe. Ellos, que estaban en su total derecho, exigían la plena certeza de todo; no les bastaba con el testimonio de las mujeres. Es cierto que a casi todos les fue muy eficaz, pero siempre quedan resquicio de duda. Al fin triunfó la verdad. Todos te vieron, Señor. Todos al fin también te adoraron, Dios y hombre verdadero. ¡Resucitaste; bendito seas por siempre, Señor!
Escucho tus palabras: "Se me ha dado toda potestad en el Cielo y en la Tierra. Id por todo el mundo; enseñad a todas las gentes y predicad el Evangelio a toda criatura!. En cuanto hombre alcanzaste toda potestad en el Cielo y en la Tierra, por derecho de redención en tu pasión y muerte. Potestad de predicar el Evangelio; de perdonar los pecados; de permanecer hasta el fin del mundo con nosotros en le Eucaristía. Adoro, Jesús, a Ti que tienes todo poder; de él me diste una parte como cristiano y como sacerdote, a la cual nunca he renunciado, y la seguiré ejerciendo respetando, eso sí, las leyes de la Iglesia. En la otra vida, también por tu gracia y misericordia, nos ofreces la dicha eterna, la visión beatífica que espero obtener. Gracias. ¡Qué bueno eres, Jesús! ¡Sufro que se esté perdiendo tanto! Dadnos, Señor, sacerdotes santos, obispos santos, almas consagradas santas, cristianos comprometidos santos. Envía obreros santos a tu mies. Mira que la crisis de la Iglesia es muy grande. Ya lo decía el santo padre Nieto, pero tenía una gran esperanza. ¡Qué bueno has sido ofreciendo a los hombres tu gran poder!
8-4
Mi mirada se dirige el corazón de Dios y a mi propio corazón. Dios - yo - relación amorosa. Estos dos amores van a ser objeto de esta larga contemplación que prácticamente va a llegar hasta el fina de los Ejercicios.
Señor, concédeme conocimiento interno de tanto bien que he recibido; que pretende hondo en la multitud de cuanto he recibido y en su valor. Tus beneficios me animan a considerar la grandeza de tu amor. Quiero ser agradecido. Quiero corresponder; y amarte con caridad perfecta; no solo con el sentimiento, también y sobre todo con obras de apostolado, de difusión del Evangelio.
9-4
Dios mío, cuánto has hecho por mí: crearme, conservarme, elevarme al orden sobrenatural, hacerte hombre por mí para salvarme, darte en alimento en la Eucaristía... has creado el Universo con innumerables astros; la materia con células y átomos cuasi infinitos. Has creado la gracia para que yo viva una relación íntima contigo, Dios mío. Son dones de primerísimo amor y que han de despertar en mí el amor a ti. Es lo que me ofreces un verdadero desposorio de amor. ¡Cuántas gracias te doy y te seguiré dando por las perfecciones con que adornas mi naturaleza, y por los infinitos medios que me ofreces para conservarla y desarrollarla! Pues me has dado tanto, concédeme una cosa más: que te ame con todo mi corazón, con toda mi mente; con todas mis fuerzas; con toda mi alma. Que cuanto me has dado para mi bien, te lo devuelva centuplicado, como el siervo bueno y fiel; que no me contente con enterrar mi tesoro sin hacerle producir.
10-4
Señor, te miro de una manera especial en la Eucaristía; irradias amor. Deseo hoy mirar cómo el Padre, la Trinidad plena, trabajáis - oh mi Dios único - en preparar todo para servicio del hombre; para mí. Miro el Universo; el sol que me calienta; los planetas del sistema solar; todas las estrellas que son millones y millones de sistemas solares. Detrás de todo estás Tú, mi Dios, dándole fuerza; conservando las leyes que creaste. ¿Y qué diré de las leyes que rigen el mundo animal y vegetal, de los frutos de las plantas y de los animales? Todo se rige con sabiduría y amor, aunque no comprenda cómo puede suceder.
Señor, y trabajas en mí desde el primer momento de mi existencia. Las leyes de tu naturaleza, mis padres que las aplicaron, tu bondad que creó de la nada un alma para mí, han desembocado en fabricar mi persona individual, que jamás se repetirá ni dejará de existir. Y en el orden sobrenatural, todo lo fuiste preparando para mí: mis primeros padres pecaron; prometiste un Redentor y preparaste su venida con los patriarcas y los profetas; hasta que nació en Belén, vivió, sufrió pasión y resucitó. Y todo para tus hombres que se apartaron de ti en su origen. Todo para mí
11-4
Me represento a Jesús en el momento de despertar, cuando iba dormido en la barca y fue requerido por sus discípulos. Y le pido que calme la tempestad de mi corazón, cuando impide la paz del alma para avanzar hacia Dios.
"Aunque duermo, vela mi corazón". Así sucedía en el descanso de Jesucristo, unido como estaba a la divinidad. ¡Qué bueno, Señor, cuando el sueño es una vela suave de amor! ¿Llegaré alguna vez a eso? Bueno es aspirar.
También, Señor, muchas veces a lo largo de mi vida me ha parecido que dormías en momentos de gran borrasca para mí. Otras veces, el dormido era yo mismo, y sin que mi corazón velase. Lo cierto es que en muchas ocasiones me has sacado a flote. Ahora te pido que en la última fase de mi vida terrena, que la tempestad no sea muy recia, que estés muy cerca de mí, que despiertes y me des tu ayuda, Señor. Que las olas de mis pasiones sean dominadas por tu gran virtud. Me visitas en la Comunión. En la edad madura las pasiones suelen ser la indignación, la ira, la pereza, la gula, la tristeza, la soberbia. También la pereza quiere a veces pasar factura. Ayúdame, despierta, Señor, porque también la pereza y el cansancio me pueden dominar. Es mucha tarea reformar la propia vida, cuando va la vida avanzando mucho. Yo te diré como los Apóstoles: "Sálvanos, Señor, que perecemos. Jesucristo ayer hoy y siempre; ayúdame en esos momentos en que parece que todo es aburrido y tristón, en que no apetece nada, ni el menor esfuerzo, cuando las motivaciones parece que se han caído por tierra. Despierta y ayúdame
13-4
Dadme, Señor, el don de oración. Pienso delante de ti en los medios de perseverancia. He terminado los Ejercicios Espirituales. Sé que el demonio me ha de perseguir de una manera especial la primera temporada después de hacerlos. Me ha de agobiar. Como tengo muchas cosas entre manos atrasadas de este mes en que me he dedicado solamente a orar, quiere aturrullarme. Por eso te pido hoy de un manera especial el don de oración. Como sea; discursiva, contemplativa, afectiva, cualquier modo de orar. Estar en contacto contigo, porque de lo contrario, todo se vendrá abajo. Dame el don de oración, esa necesidad de Ti. Tú eres mi amos y más ahora que te has dado del todo en estos días. Ayúdame a perseverar. Junto al don de oración, dame el don de abnegación. Te lo pido también de una manera especial para estos días. La mortificación es una de las cosas que más necesito. Dame, Señor, este don. Que no se me olvide a lo largo del día. Dame también celo por la salvación de las alma que esto es consecuencia de tu amor. Y el don de la perseverancia final. Como paso previo la perseverancia día a día en esto que me propongo. Quiere el demonio hoy agobiarme con las cosas atrasadas, pero las iré haciendo poco a poco. Lo primero es amarte, orar, sacrificarme y ocuparme más de tu Reino, pero con gran paz. Virgen María, ayúdame.
14-4
Te adoro, Jesús. Te veo presente en el sagrario de mi alma. La comunión ha de dejar huella durante todo el día. La acción de gracias, toda la mañana. La preparación de la comunión siguiente, toda la tarde. El levantarse ha de ser con deseo de comulgar. ¡Alma de Cristo, presente en mí: santifícame! Te contemplo dentro de mí, Corazón de Jesús, lleno de bondad y de amor, lleno de ternura. Permanece hoy en mí durante todo el día. Voy a estar consciente de tu presencia amorosa. Deseo mantener durante todo el día tu presencia. Quisiera oír tu voz que me aconseja en todo momento por el camino del sacrificio, de elegir no lo fácil, sino lo difícil; no lo más agradable, sino lo más desagradable, pero por pasos, no por sistema porque me puedo aburrir. A la vez que me inspires, dame fuerza. Deseo aquel tercer grado de humildad que hace pocos días meditaba en Ejercicios. Una vez a la semana, una meditación de Ejercicios. Permaneces Vos en mí y yo en Vos. Sé que estando en gracia ocurre así, pero he de procurar que sea de una manera consciente. Ayúdame. Para acordarme hoy voy a poner a la vista una anotación. ¡Muy unidos todo el día!
15-4
¿Qué haces; Jesús, en el Sagrario? ¿Qué haces, Jesús, cuando vienes a mí en la Comunión? Parece que escucho tu voz que me dice: " Estoy". Jesús, estás en mí después de comulgar, como la madre se encuentra a la cabecera del niño; como el amigo incondicional que siempre está preparado a la llegada del amigo. Yo he de corresponder a tu estancia. Hoy quiero pensar durante el día en esto: Jesús está aguardándome, Jesús me quiere, por eso está. Y mi corazón va a estar también contigo. Porque yo deseo actualizar esta presencia tuya en todo momento. Te digo aquella canción que aprendí en mi juventud: Jesús que en el Sagrario te encuentras prisionero; mi corazón te ofrezco lleno de amor sincero. Perdona mis pecados, mira que soy tu amigo. Ábreme ya la puerta; quiero morar contigo. Ábreme ya la puerta; quiero morar contigo.
16-4
Domingo de Ramos. Imagino la escena de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén. Me uno al coro de cuantos alaban al Señor. Bendito el que viene en el nombre del Señor, hosanna en el Cielo. Cristo, Tú eres el Rey de la gloria. Te alabamos, te bendecimos, te glorificamos, te damos gracias, Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre. Tú que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros. Te bendecimos te adoramos, te alabamos, te glorificamos. Te damos gracias por tu gran gloria. En la portada de la Semana Santa te pido, Señor, vivirla con mayor intensidad cada día; ser tuyo de verdad y en todo momento. Lo que decía en Ejercicios: dolor con Cristo doloroso; quebranto con Cristo quebrantado. Pero sé que todo desemboca en la gloria de la Resurrección.
17-4
Estabas, Jesús, en Betania, junto a Marta, María y Lázaro. Había pasado el domingo de Ramos y te dirigías a Jerusalén. En el camino sentiste necesidad de comer y fuiste a una higuera. Aparentaba que tenía frutos, y solo eran hojas; apariencias. La maldijiste de manera que jamás volvería a dar fruto. Siempre, Señor, han aplicado esto de la higuera a los frutos cristianos. Acabo de hacer los Ejercicios Espirituales. Mis propósitos eran claros, pero a la hora de la verdad lo que más he de hacer es examinarme la conciencia, repasar estos propósitos; así me estimulará más. Pero estoy convencido de que lo de verdad necesario es un ánimo decidido a seguir con ilusión el camino de perfección. Me vas a ayudar, Señor. Me he repito en estos días mucho: "Todo lo puedo en Aquel que me conforta". Por eso estoy seguro de tu ayuda, Señor. Ayúdame. Quiero dar fruto en mi dominio, fruto de amor a Dios, fruto de amor al prójimo, Ven, Señor Jesús. Mi pensamiento y petición de hoy va a ser: Ayúdame, Señor, a dar frutos de buenas obras.
18-4
Jesús coronado de espinas. Me impresionó, Señor, la meditación de la Coronación de espinas en Ejercicios. Ante todo deseo hoy durante todo el día estar contigo, Señor, en el sentimiento de dolor con Cristo doloroso, quebranto con Cristo quebrantado, lágrimas y pena interna de tanta pena que Cristo padeció por mí. Contemplo tu rostro desfigurado, cómo colocaron sobre tu cabeza unas espinas a modo de gorro. ¡Cuánto tuviste que sufrir! Penetraban hasta tocar con e hueso, se deslizaba la sangre por tu rostro hasta cegar tus ojos. Ayúdame a no andar a la caza de placeres. Un seguidor tuyo, hermano tuyo, hijo de Dios, no puede andar a la caza de placeres, aunque sean honestos. Señor, ayúdame a que aquello del tercer grado de humildad lo tenga en cuenta en mi vida, porque, si te amo, viéndote sufrir, no puedo coger la corona de rosas, sino la de espinas. Por eso te agradezco de veras cuanto me envías de sufrimiento; ayúdame a amar el sufrimiento. Y te lo ofrezco para la redención del mundo. Miradme oh mi amado y buen Jesús, postrado ante vuestra santísima presencia...
19-4
Jesús, me quieras a mí y a cada uno con un amor tan grande como tu poder; y tu poder no tiene límites. Me doy cuenta de esto, aunque no siempre, porque cuando me salen las cosas mal me cuesta más el creer en tu Providencia; y tan Padre eres cuando me sale bien todo, como cuando llegan los problemas. Tú sabes, Señor, que antiguamente la gente cuando tenía dolores, enfermedades y pruebas acudía a Ti llena de confianza y esperanza; ahora, en cambio, muchos se apartan de Ti, cuando les llega el dolor. Ten misericordia de e te mundo que está perdiendo el sentido de lo divino. Ten misericordia de mí, Jesús, para que nunca pierda este sentido de la fe y de la esperanza. Me quieres a mí y a cada uno, con un amor tan grande como tu poder. Pongo en tus manos mi alma, mi vida, mi amor y mi esperanza. ¡Sagrado Corazón de Jesús en Vos confío!
20-4
Jueves Santo por la mañana. Jesús está en la casa de Betania, próxima a Jerusalén. Deseo, Señor, acompañarte en este día durante todas las horas, siguiendo el reloj de la pasión. Ya habrías mandado a varios de tus discípulos a buscar el sitio de la Cena. ¡Qué suerte el que prestó la casa para el momento más importante para la humanidad cristiana: gracias a tu última Cena disfrutamos de la Eucaristía y del Sacerdocio. Yo te agradezco mucho el que te hayas quedado con nosotros. Y te pido estar cada día más entusiasmado con tu presencia real. ¿Cómo te agradeceré? Pienso que la mejor manera es saber reposar junto a tu Sagrario, mi Betania. Ahí quiero morar, en la casa del Señor todos los días de mi vida. ¡Sagrado Corazón de Jesús en Vos confío!
21-4
Viernes Santo. A estas horas de la mañana, Señor, estabas en casa de Pilatos. Después de tanto sufrir durante la noche y madrugada, estaban riéndose de ti como de persona demente. Tú, en silencio. Deseo sufrir contigo: dolor con Cristo doloroso, quebranto con Cristo quebrantado, lágrimas y pena interna de tanta pena que Cristo padeció por mí. Quiero, Jesús, reparar tanta ofensa que se te hace continuamente, reparar de alguna forma tanta indiferencia. Mira cómo está la gente; cuánta indiferencia hay. No me queda ante la propia impotencia más que elevar los ojos al Cielo; llorar por dentro; suplicarte que derrames sobre este siglo corrompido un nuevo fervor. Yo nada soy, pero todo lo puedo contigo; confío en Ti que me vas a dar la virtualidad de convencer a otros; por escrito me la has dado, pero ayúdame también en lo oral, porque el mundo lo necesita. Ya nos parece algo quienes representan escenas de la pasión y quienes las ven con curiosidad o indiferencia. Señor, danos sacerdotes santos, obispos santos, almas consagradas santas, seglares comprometidos santos. Santifica a mi familia; ayúdame a ser de verdad guía, que sufro mucho de no haber conseguido una familia de Betania o de Nazaret. Estos sentimientos tengo en el viernes santo. Pero quiero durante toda la mañana estar unido a tu pasión. Ven, Señor, en mi ayuda. Perdona a tu pueblo, Señor, perdona a tu pueblo, perdónale, Señor.
22-4
Sábado Santo. La madre piadosa estaba junto a la cruz y lloraba mientras el Hijo pendía; cuya alma triste y llorosa traspasada y dolorosa, fiero cuchillo tenía. Oh qué triste y afligida se vio la Madre bendita de tantos tormentos llena, cuando triste contemplaba y dolorosa miraba del Hijo amado la pena. Y ¿qué hombre no llorara, si a la Madre contemplara de Cristo en tanto dolor? Y ¿quién no se entristeciera, piadosa madre si os viera sujeta a tanto rigor? Por los pecados del mundo vio a Jesús en tan profundo tormento la dulce Madre, y muriendo al Hijo amado, que rindió desamparado el Espíritu a su Padre. Oh Madre, fuente de amor, hazme sentir el dolor para que llore contigo. Y que por mi Cristo amado, mi corazón abrasado más viva en Él que conmigo. Y porque a amarle me anime, en mi corazón imprime las llagas que tuvo en sí. Y de tu Hijo, Señora, divide conmigo ahora las que padeció por mí. Hazme contigo llorar y de veras lastimar de tus penas mientras vivo; porque acompañar deseo en la cruz, donde le veo, tu corazón compasivo. Virgen de vírgenes santas, llore yo con ansias tantas que el llanto dulce me sea; porque su pasión y muerte tenga mi alma la suerte que siempre sus penas vea.
Haz que su cruz me enamore y que en ella viva y more de mi fe y amor indicio; porque me inflame y encienda y contigo me defienda en el día del juicio. Haz que me ampare la muerte de Cristo cuando en tan fuerte trance vida y alma estén;, porque cuando quede en calma el cuerpo, vaya mi alma a su eterna gloria. Amén
23-4
Pascua de Resurrección. El Señor ha resucitado; mi fe es verdadera. Deseo, Señor, expresarte hoy desde el fondo de mi alma los sentimientos que llevo dentro. Mi conversión se reafirmó en relación con la Pascua. Aquellas palabras del Evangelio que me decía Don Alberto Mas: "Ha resucitado; no está aquí", las aplicaba a mi alma. También mi alma ha resucitado a la vida de la gracia; no me busquéis en el lugar de los muertos. Deseo siempre vivir con la emoción de la primera conversión. Deseo que mi pascua me recuerde los momentos primeros de mi entrega al Señor, porque esta es mi gran resurrección. Dadme, Señor, firmeza en mi fe; alegría de Resurrección, gozo en el alma de vivir siempre en tu entrega. Hoy no ronde por nada la tristeza. Que el demonio se aleje del todo, porque Tú has vencido el pecado y la muerte.
24-4
Contemplo hoy la aparición a los dos de Emaús. Veo cómo te vas acercando, Jesús, a aquella pareja de fugitivos; huían del grupo; estaban tristes. A mí, Señor, me vienen muchas veces ganas de abandonar todo; o por lo menos siento un tedio inexplicable. No me he de arredrar. Acércate a mí en esos momentos, como a los de Emaús. Aliéntame con la Eucaristía. Y que yo no me permita alejarme; que en cualquier momento me acerque. Te tengo muy cerca, porque grande es mi suerte, poder "disponer" de un Sagrario tan próximo... Allí voy a recibir tu aliento. Y sobre todo, si estoy triste, no me voy a dejar llevar de mi tristeza. Jesús, ten compasión de mi alma siempre fugitiva. Acércate a mí. Todos que escriben de vida espiritual me dicen que eres Tú quien primero empieza y se acerca a las personas. Ten compasión de mi alma, Jesús. Y ten compasión de cuantos están alejados de ti.
25-4
Resucitaste, Jesús. Me lleno de alegría y gozo en tu Resurrección. Imagino un campo inmenso con millones y millones de personas salvadas que te aclaman y me uno a esta voz unánime. Deseo, Señor, estar contigo en el Cielo. Has puesto, oh Cristo, con tu Resurrección el sello a tu misión divina y me alegro contigo y en Ti. Aumenta mi fervor de la Resurrección. Me quedo unos minutos contemplando a Cristo resucitado, redentor del mundo. Te adoro; por tu santa Resurrección nos has salvado; en ella se revela tu santa caridad. Me incorporo ahora a Ti y quedo lleno de tu gracia, adentrado en Dios. Gloria a Dios en el Cielo y en la tierra paz a los hombres. Te alabamos, te adoramos, te damos gracias, Señor Rey celestial, Dios Padre todopoderoso. Ayúdame a vivir hoy unido del todo a ti resucitado gozando santamente de tu triunfo eterno.
26-4
Jesús Resucitado. Imagino aquella mañana pascual, envuelta en la paz del amanecer. Se junta al cuerpo de Cristo el alma y vuelve a la vida. La muerte ya no tiene jamás poder sobre Él. Señor, has vencido a la muerte para ti y para nosotros. Ya no habrá más juicios ni sentencias. Me siento junto a ti resucitado. Ayúdame a buscar las cosas de arriba, no las de la tierra. Ven, Señor, junto a mí. Me alegro contigo que eres mi todo, mi amor y mi salvación. Confío en ti, que has vencido al mundo y permanece siempre conmigo. Ayúdame a vivir esta alegría pascual. Te has quedado resucitado con nosotros para siempre en el sagrario. Dame el saber reposar en tu amor, resucitado. Maná escondido de nuestros sagrarios, maná resucitado, enséñame a saborear este alimento de ángeles. Confío en ti ahora y por siempre, porque aunque nada soy, todo lo puedo en Aquel que me conforta. Todo lo puedo en ti, porque he resucitado contigo a una vida nueva.
27-4
Necesito, Señor resucitado, ojos nuevos para contemplarte. Tú me los darás, porque todo lo puedo en Aquel que me conforta. Los tuyos no te reconocían después de la Resurrección, pero por los signos cayeron después den la cuenta. Me adentro en tu Ser divino. Deseo vivir unido a Ti. Algo irradia de ti que lo llena todo. Necesito, para gozar en tu Resurrección un corazón nuevo, más capaz para gozar plenamente en tu amor y en tu gozo. Ven en mi ayuda, Señor. Comprender mejor tu felicidad. Amor purísimo a Ti, como lo han tenido los santos. Y desde ese amor dame celo, carencia del absurdo respeto humano para influir en las almas. Vivir hoy centrada mi atención en Ti, y desde ese refugio influir más y más en todas las personas que pueda. ¡Alma Dios Cristo santifícame! Contemplar tu vida como un canto de alabanza al Padre. Ayúdame a este amor total y purísimo. Eres Dios, te has resucitado a Ti mismo. Creo, espero, te amo.
28-4
Jesús se le apareció a la Virgen María después de la Resurrección. Tuvo que ser así. ¿Cómo iba a dejar en su soledad a la persona más amada en este mundo? Me adentro en esta situación de gozo. Contemplo al Señor mostrándole a su madre las llagas de las manos, la abertura gloriosa del costado, con gran ternura y gozo. Se acabó el sufrir, el dolor y la muerte. Me gozo en esta escena llena de alegría. Me alegro en una satisfacción purísima, porque mi Dios y Señor ha consumando la redención. Ayúdame, Virgen María, a alegrarme en esta gran dicha que os inunda, porque os quiero. De tal manera que siempre mi gozo grande sea que mi Dios y Señor ha triunfado sobre el pecado, sobre la muerte, sobre el demonio y sus fuerzas infernales. Gloria a Dios en el Cielo y en la tierra paz a los hombres. Por tu inmensa gloria te bendecimos, te alabamos, te adoramos, te damos gracias. Manténme en el día de hoy en esta alegría gozosa.
29-4
Contemplo la escena de la aparición junto al lago de Tiberíades. Estaban desanimados los discípulos; toda la noche habían estado pescando y nada había cogido. Pero en obediencia a Jesús echaron las redes a la derecha y las sacaban llenas de peces. ¡Echar las redes a la derecha! Con tu ayuda he de ser constante, Señor. Un día y otro día acudir a la oración. Luego durante el día ayúdame a permanecer en unión contigo. Purifica mi alma de tanta imperfección y pecado. Necesito, Jesús, estar más limpio para presentarme ante ti. Y haz que aparezca esa pesca milagrosa de buenas obras, de fervor sentido, de celo por la salvación de las almas. Dadme, Señor, el don de oración, el don de abnegación, la perseverancia final, celo para la salvación de las almas. No permitas que me aparte de ti. Siempre unido a ti. Que no me canse de aspirar a la perfección, de permanecer en tu amor.
30-4
Señor, Tú lo sabes todo; Tú sabes que te amo. Te lo digo al contemplar el momento en que te apareces a los tuyos a la orilla del lago de Tiberíades. Con Pedro no tuviste reticencias; solo querías saber si te amaba de verdad, y a pesar de su negación le entregaste las llaves de tu Iglesia. No hacen lo mismo los hombres de hoy, pero Tú eres el mismo ayer, hoy y siempre. Sé que nada merezco; pero sé que Tú eres amor y confío del todo en ti. Ayúdame a que escriba la página más bella de mi historia; tan bella como cuando me entregué por primera vez. Confío en ti, Señor, y todo lo puedo en ti que me confortas. Dadme, Señor, el don de oración, el don de abnegación, la perseverancia final, celo para la salvación de las almas. Y permanecer unido hoy a ti en todo; amén.
V.- MEDITACIONES MAYO DEL 2000
1-5-2000 Lunes
Comienzo el mes de mayor; el mes de la Virgen María. el mes de las flores, en pleno tiempo pascual. Contemplo hoy a Jesús cuando se presenta en la tarde del día de Pascua de Resurrección a los Apóstoles. Les saluda, les envía el Espíritu Santo y les da el poder de perdonar los pecados. Me da gran alegría verlo gozoso, consolando a los suyos tan llenos de miedo a los judíos. Tiene la delicadeza de no reprocharles nada de su dispersión en la noche del jueves y todo el día del viernes. Señor, ayúdame a no reprochar nunca nada a nadie. Nunca reprochar faltas de consideración, abandono, olvidos. Tú, Jesús, eres Dios y podías con pleno derecho hacerlo, pues a ti debemos todo, y no lo haces. Dame esta virtud de la magnanimidad; la de no andar con dimes y diretes en estos temas. Ya sabes que todo puedo, si Tú me ayudas y tu ayuda no me ha de faltar. Ayúdame a ser siempre generoso. Señor, Tú eres bueno con todos. Me ratifico en tu seguimiento. Aunque no merezco seguirte, lo hago con todo mi corazón. Quiero poner hoy todos los medios para santificarme; quiero vivir en tu presencia.
2-5
Me introduzco con la imaginación en el momento en que Jesús se apareció a sus Apóstoles, estando presente Tomás. Fue grande su falta. Se había separado de la compañía de los buenos y no creyó en la Resurrección. He de tener fuerza, con tu ayuda, para no separarme de la compañía de los buenos y quedarme en excesiva soledad. Menos aún unirme a la compañía de los sin fe. Señor mío y Dios mío, te digo como Tomás, yo creo, pero aumenta mi fe. Deseo permanecer en tu fe y tu amor. Durante el día de hoy mi jaculatoria ha de ser: Señor mío y Dios mío. Yo creo, pero aumenta mi fe. Creo e ti, espero en ti, te amo con todo mi corazón. Y ten compasión, Jesús, de los que no creen. Tú sabes cómo, pero envía tu gracia. Intuyo que ha de renacer una nueva primavera de gracia tuya. Confío. Mira, Señor, este mundo, este tu pueblo que se aleja de la verdad y del amor. Ten compasión de nosotros. Envíanos tu luz y gracia para salir de esta crisis. Y dadnos sacerdotes santos y obispos santos; danos almas consagradas más santas. Que salgan líderes religiosos de gran santidad y fuerza de apostolado. Perdona mis pecados, mira que no te he sido fiel y necesito mucho de tu misericordia. Manténme en tu amistad. Perdona la curiosidad que he tenido leyendo y queriéndome enterar de todo. ¡Sagrado Corazón de Jesús en Vos confío!
3-5.-
"Salí tras ti clamando y eras ido". Como María Magdalena que buscaba al Señor y no lo encontraba ni lo distinguía cuando lo tenía delante. Señor, el amor que te tenía Magdalena le hizo correr al sepulcro, te quería en la vida y en la muerte, en todas las circunstancias. Te buscaba con paz y con inquietud, de todas las formas. Yo quiero amarte así, Dios mío. Buscarte con paz y a la vez con ansia, buscarte de todas las formas posibles. Buscarte como ella, con lágrimas, con ilusión, a pesar de los fracasos parciales. Buscarte con amor constante y fiel, venciendo todos los obstáculos. Vivir siempre contigo el gozo pascual y desde este gozo sentir dentro como una quemazón, una fuerza total para, en todos los ambientes, llevarte con ilusión, Señor. Te busco como Magdalena y no te hallo; cuando me parece que estoy contigo a fondo, no te siento. Así es la fe, pero dame esa carencia de respeto humano para influir en todos los ambientes en que me encuentre. Hazme santo, Señor. Mirad que soy muy débil, oh poderoso amparo de los flacos, y caigo a cada paso, y necesito apoyarme en Vos para no desfallecer. Derrama sobre tu Iglesia tu misericordia. Que desaparezca la tibieza, el decaimiento en la oración. Que veo que todo ha bajado mucho desde mi juventud. Señor, danos sacerdotes santos, obispos santos, almas consagradas santas, seglares comprometidos santos. Dadme, Señor, el don de oración, el don de abnegación, la perseverancia final, celo para la salvación de las almas.
4-5
Jesús se aparece a las santas mujeres. Mt., 28, 8-10. Ellas se alejaron a toda prisa del sepulcro, y con miedo y gran alegría corrieron a llevar la noticia a los discípulos. De pronto Jesús salió a su encuentro y les dijo: "Dios os guarde". Ellas se acercaron, se agarraron a sus pies y lo adoraron. Jesús les dijo: "No tengáis miedo; id y decid a mis hermanos que vayan a Galilea, que allí me verán". Señor, me llena de devoción este pasaje. Sé que no me he distinguido ni en el fervor ni en el amor, ni en el celo por la salvación de las almas. Es verdad que siempre te he buscado, aunque más en los últimos años. No merezco nada. Pero dame algún estímulo, algún consuelo, algo para servirte un poco mejor; que a veces me entra mucho tedio y no tengo ganas de nada. Ten compasión de éste a quien has puesto en el buen camino. Ayúdame a desligarme del apego a las cosas agradables y muéstrame tu rostro. Tengo, Señor, movimientos encontrados de temor y confianza. Me arrojo a tus pies como las santas mujeres a quienes te apareciste y te pido fervor y entrega generosa, que el tiempo es breve para compensar mis infidelidades. Dame un fervor lleno de paz, dame un poco del fervor de los santos, el fervor que proviene de un amor afectivo y efectivo. Que mire con los mismos ojos lo que la gente llama "males" en el mundo que lo que llama "bienes", porque Tú solo eres, Señor mi herencia y mi salvación. Y que con este fervor sepa correr por mis ambientes de tal manera que siembre la "Buena Nueva".
5-5
La aparición de Jesús a San Pedro consta solo en la 1ª Cor. 15, 3-5. Parece ser que se después de haber visto Pedro el sepulcro vacío se dirigió a su casa y allí sería el lugar, porque sucedió a él solo, antes que a los doce. Pedro se hizo digno por su solicitud, por su fe, por su entrega y arrepentimiento a la aparición de Jesús. Son, sí, circunstancias muy de primer orden para que Cristo se aparezca a Pedro; iba a ser el primer jefe de la Iglesia. Y contemplando esta escena me miro a mí mismo; miro, Señor, todo cuanto me has concedido a lo largo de mi vida. ¿Qué tengo yo que mi amistad procuras? Me doy cuenta de que es un gran misterio este don de Dios hacia mí. Me entrego, Señor, a tu bondad. Y solo te pido que sepa corresponderte. Que todo cuanto te das a mí dándome inclinación a la oración y gusto por la lectura espiritual, que todo sirva para que tu Reino crezca, para que Tú seas conocido y honrado por todo el mundo. Dadme, Señor, el don de oración, el don de abnegación, la perseverancia final, celo para la salvación de las almas. Señor, danos sacerdotes santos, obispos santos, almas consagradas santas, seglares comprometidos santos. Que tu Reino se extienda, dadnos fervor a los que un día nos elegiste. Sufro, Dios mío, de no poder influir más para que todos te conozcan y amen. Te pido por mi familia, por mis amigos. Mira cada uno de ellos con cariño y derrama sobre ellos tu gracia y bendición para que sigan por el camino del bien. Y ayúdame a vivir hoy muy unido a ti, Señor.
6-5
Cristo cumple su promesa y se aparece a los once en Galilea. Yo te adoro, Señor, como lo hicieron los Apóstoles, reconociendo tu divinidad. Resucitaste. A ellos les costó creerlo, y te doy gracias por ello, porque para mí me ayuda a la fe; no se dejaron llevar por las primeras impresiones; no fue alucinación colectiva; lo comprobaron en distintas ocasiones. Señor, yo creo y te doy gracias por poder creer. Te pido por aquellos que no creen. Deseo ayudarles, y no sé cómo porque me da la impresión de que lo único que desean es discutir. Ayúdame a ayudarles, que me da pena y deseo que lleguen al conocimiento de la verdad. ¡Qué bueno eres, Jesús! Y nos diste entonces el bautismo; la puerta de entrada en la Nueva Ley de la gracia. Tú, Señor, nos tomas por amigos, hijos, hermanos. La Santísima Trinidad habita en nosotros. Me entrego a Ti, Dios Padre; me entrego a Ti, Dios Hijo; me entrego a Ti, Dios Espíritu Santo. Mandaste a tus Apóstoles que nos enseñaran a guardar todo. Dame vivir hoy en tu presencia todo el día; alegrándome de tu Resurrección.
7-5.
Lc. 24,35-48.
1.- Habían llegado a la reunión de los Apóstoles en el Cenáculo los dos de Emaús y contaron a sus compañeros que Jesús se les había aparecido y que lo reconocieron al partir el pan. Mientras estaban hablando, se aparece el mismo Jesús en medio de todos y les dice: Paz a vosotros. Ellos se quedaron llenos de miedo y de sorpresa y creían ver a un fantasma. Para que lo reconocieran les enseñó las señales de las manos y de los pies. E incluso les pidió algo de comer para que no lo confundieran con un fantasma. Después les recordó: "Así estaba escrito: el Mesías padecerá y resucitará de entre los muertos al tercer día, y en su nombre se predicará la conversión de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén."
2.- Observo cómo los Apóstoles creyeron en la Resurrección pero no todos a la vez. Fueron convenciéndose poco a poco; incluso al principio llegaban a decir que eran fantasías de mujeres; y aquí lo confundían con un fantasma. Esto me viene bien a mí y a todos los creyentes como prueba de que no se trataba de una alucinación colectiva. Se fueron convenciendo. Esto es garantía de verdad para nuestra fe.
3.- Y me fijo en el final del Evangelio de hoy: Domingo III de Pascua "El Mesías padecerá y resucitará de entre los muertos al tercer día, y en su nombre se predicará la conversión de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén." Con cuánta frecuencia, Señor, nos recuerdas esto de la conversión y el perdón de los pecados. Dadnos el don de nuestra total conversión; y perdona nuestros pecados. Mira de una manera especial a... ante ti voy recordando nombres de personas por las que te pido para que lleguen al conocimiento de la verdad plena. Mira, Señor, cómo ahora mucha gente (iba a decir la mayoría) forma la religión a su manera y no admiten sugerencias de nadie: no van a Misa, creen en Dios y rezan algunas veces, se consideran católicos, van a comulgar cuando les parece bien por razón de un funeral u otra circunstancia, nunca se confiesan, Señor, Señor... Lloro por dentro. ¿Qué puedo hacer yo? Y estas personas no son seres alejados. Viven cerca de nosotros... Y por una parte no he de anatematizarlas porque más se alejarán. Y han perdido la conciencia de pecado. Acudo a Ti, Señor, dueño de la verdadera conversión. Dame la audacia necesaria y a la vez el tino que necesito para ser eficaz. Dame discreción, pero a la vez decisión en el momento oportuno. Tú sabes, Señor, que esto me preocupa más que nada. Señor, danos sacerdotes santos, obispos santos, almas consagradas santas, seglares comprometidos santos que sepamos influir en este caos del mundo. Que se nos grabe bien aquello de "Nada soy, pero todo lo puedo en Aquél que me conforta". Danos el fervor necesario para la conversión de este mundo que se aleja de ti, Señor.
8-5
Poco antes de subir Jesús a los cielos se les apareció y les dio recomendaciones. Deseo, Señor, contemplar esta escena y unirme a este espíritu. Era necesario que para recibir al Espíritu Santo, Jesús subiera a los Cielos. Habían de desprenderse de la presencia sensible del Señor. Ya no vemos nosotros tampoco con nuestros ojos a Jesucristo; lo tengo, eso sí, sacramentado y sé de seguro que está allí, aunque mis ojos no lo vean. Me refugio junto a tu Sagrario y deseo permanecer recogido en tu presencia todo el día. Consérvame en quietud interior, Señor, para gustar de tu paz y poder influir en tu Reino. Consérvame en la alegría pascual; por el hecho de no tenerte sensiblemente presente no he de estar triste. Dame esa fe, esperanza y amor de tus santos. Y crea muchos apóstoles seglares sacerdotes y obispos santos. Mira, Señor, este mundo, este tu pueblo que se aleja de la verdad y del amor. Ten compasión de nosotros. Envíanos tu luz y gracia para salir de esta crisis. ¡Sagrado Corazón de Jesús en Vos confío!
9-5
Dentro de tus llagas, escóndeme. Contemplo a Jesús en el Cielo después de la Resurrección. Miro sus cinco llagas resplandecientes, gloriosas, y le pido me deje alojarme en ellas, verdadero refugio de amor y de salvación. Tus llagas gloriosas, Señor, me dan motivo de segura confianza. ¡Sagrado Corazón de Jesús en Vos confío! Tus llagas interceden ante el Padre por nosotros pecadores. Ten compasión de este mundo alejado de Ti, Dios mío. por medio de tus llagas pide al Padre para los hombres, intercede, Señor, por este mundo pecador, intercede por mí para que solo viva para Ti. Me refugio junto a tu pecho, en tu costado abierto. Abierto tiene el pecho y abierto el corazón: venid y encontraremos en Él la salvación. Por las llagas de tus santas manos, concédeme obrar hoy bien; buenas acciones, buenas obras y trabajos. Por las llagas de tus pies benditos, dirige, Señor, en tu presencia mis pasos. Por las llagas de tu costado abierto, déjame permanecer hoy todo el día en tu amor. Bendito seas por siempre, Señor. Dentro de tus llagas, escóndeme y no permitas que jamás me aparte de Ti.
10-5
Llagas gloriosas de Jesús, incentivo y centro de mi amor. Quiero hoy durante el día estar con mi atención serena en estas cinco llagas gloriosas, fuentes de amor total hacia mí. Son la memoria eterna de lo muchos que nos has amado. En el Cielo las contemplaré extasiado; aquí las contemplo con fe, esperanza y amor. ¡Dentro de tus llagas, escóndeme! Desde la llaga de tu costado traspasa mi corazón con tu amor, para que esté siempre centrado en Ti. Mira, Jesús, que quiero ser santo, pero no puedo. Inunda mi corazón en ese amor tuyo. La vista de tus llagas divinas me provocan al agradecimiento y al amor. Te doy gracias, Jesús, por tu Resurrección, por tu redención. Se sumerge mi alma con fervor en estas cinco fuentes de tu amor hacia nosotros. Llagas de Jesús, puertas de amor. Quiero morar contigo; permanecer contigo. Y dame que de ese refugio salga lleno de fervor siempre para animar y alentar a otros en la fe. Reina en nosotros, Jesús. Quiero volar " con vuelo apresurado a los agujeros de la piedra".
11-5
Llagas luminosas del Resucitado, iluminad los senderos de mi vida, para que marche bien en mi paso hacia la eternidad. Llagas misericordiosas, Jesús que derramas a través de ellas misericordia en el mundo, ten compasión de este tu pueblo que se aparta de Ti. Envíanos tu luz y gracia para salir de esta crisis. Y dadnos sacerdotes santos y obispos santos; danos almas consagradas más santas. Que salgan líderes religiosos de gran santidad y fuerza de apostolado. Perdona mis pecados, mira que no te he sido fiel y necesito mucho de tu misericordia. Manténme en tu amistad. Contemplo tus llagas gloriosas; aquellas heridas que tanto te hicieron padecer, las miro con devoción y con amor. Beso tus manos puras que bendicen, y te pido más amor al sacrificio, porque el ansia de pasarlo bien me hace retenerme en el camino, sin mirar tu eternidad. Ayúdame hoy a estar unido a Ti; que tus gloriosas heridas me recuerden que estoy en esta vida de paso y he de aceptar con gozo todos los sacrificios que me impongan la circunstancias. Me refugio dentro de tus llagas, escóndeme. Ilumina con el resplandor de tu corazón y da fuerza al mío para amar, tener simpatía, no encerrarme en mí mismo. ¡Sagrado Corazón de Jesús en Vos confío!
12-5
Quisiste conservar, Señor, en tu vida gloriosa, las señales de los clavos y la abertura de la lanza en tu costado. Mostraban luminosidad, belleza en tu cuerpo glorioso. Imagino tus manos y tu corazón despidiendo como un rayo de luz que atrae con misericordia a los pecadores y descreídos. Y contemplo hoy en estos signos a mi Jesús que sufrió cruel pasión. Es como una enseñanza que me das: el sufrimiento me va a acompañar durante toda mi vida, pero se convertirá en gozo y gloria después de la muerte. No me desanimaré; me ayudarás con tu gracia y misericordia. El dolor. El dolor siempre existe; también sufren mucho quienes van detrás del pecado; les cuesta mucho trabajo conseguir sus propósitos. Señor, dame generosidad para abrazarme a tus mandamientos. Dadme el don de oración, el don de abnegación, la perseverancia final y celo por la salvación de las almas.
Concédeme, Virgen María, la gracia de perseverar hasta el fin en la fe. Y dame fervor, más fervor. Tú, que tienes tanta influencia en el Cielo, por ser Madre de Dios. Pídele a tu Hijo.
Mirad que soy muy débil, oh poderoso amparo de los flacos, y caigo a cada paso, y necesito apoyarme en Vos para no desfallecer.
13-5
Me encuentro con Cristo resucitado, lleno de paz y alegría serena; disfruto porque Él ha resucitado. Contemplo sus llagas gloriosas. Señor, tus llagas son una prenda segura de que Tú jamás nos abandonas, de que eres rico en misericordia. Heridas luminosas de Jesús, concededme estar siempre en el interior de vuestro amor. Tus llagas, Señor, son un vínculo fuerte entre Ti y nosotros. Cuando sufra he de tenerlo en cuenta. Tus santos estigmatizados se han dado mejor cuenta que nadie de esta realidad. Llevaban en sus manos y en su costado tus sagradas llagas no como una condecoración, sino para sufrir contigo. ¡Dentro de tus llagas, escóndeme! Confío siempre en el Amigo que sufrió por mí y cuando me venga cualquier sufrimiento, ayúdame a sufrir contigo. Corazón Resucitado de Jesús, quiero estar siempre contigo. Estás ligado a nosotros, Señor, por el vínculo del dolor y del amor. Conforta a los tuyos que sufrimos, alívianos, danos fuerza, danos paz, acércanos a Ti. Tú sufriste por mí, por todos nosotros. Nos has dado ejemplo, enséñanos a seguir tus pisadas. Danos la paz del resucitado. Que nos demos cuenta de que siempre estás con nosotros hasta la consumación de los siglos.
14-5
"Yo soy el Buen Pastor. El Buen Pastor da la vida por sus ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo hace estrago y las dispersa". Jesús es el Buen Pastor. Cristo existe; lo tenemos en el Sagrario con presencia real. Lo recibimos en la Comunión; asistimos todos los domingos a la Misa donde se hace presente en cuerpo y alma. Jesucristo nos quiere. Él es el Buen Pastor de cada uno de nosotros. Por eso hemos de tener confianza en Él. Poner todos nuestros problemas bajo su cayado de Pastor. Confiar cuando nos vienen las preocupaciones. Y darnos cuenta de que Él nos guía hacia nuestra patria definitiva que es el Cielo. No mirar definitivo lo de este mundo, porque es transitorio. --- Y nos avisa de los falsos pastores o asalariados; gente que nos quiere guiar no para nuestro bien, sino para sus intereses. Tener prudencia. ---- La preocupación de nuestro Buen Pastor: "Tengo otras ovejas que no de este redil; también a esas las tengo que atraer, y escucharán mi voz; y habrá un solo rebaño y un solo Pastor." A nosotros nos toca como creyentes y amigos de este Buen Pastor ayudarle de todas las formas posibles a esto. Como resumen podíamos decirle a Jesús: "Señor, cuida Tú de mí y de mis cosas, que yo he de cuidar de las tuyas. Ayúdame a ser buena oveja y a la vez un buen zagal tuyo".
15-5
Te adoro, Señor Sacramentado, en las catedrales, santuarios en los que algunas veces recibes el trato de Rey celestial. Me entrego a Ti en alma y Cuerpo. Te adoro en las devotas capillas de los conventos de clausura, en la que eres tratado como el esposo más amante. ¡Te adoro, Señor! Te adoro en el Sagrario del pueblo más insignificante, o en la parroquia más fría, donde te encuentras olvidado incluso tal vez por el sacerdote. Te adoro, Señor, en lo más profundo de mi alma donde habitas después de la comunión y permaneces todo el día en la presencia trinitaria, porque te amo. "Si alguno me ama, guardará mi palabra y mi Padre le amará, y vendremos a él y haremos morada en él". Te adoro, Sagrada Hostia. Te adoro, Sagrada Hostia, pan vivo y alimento de los ángeles. Permaneced, Señor, conmigo durante el día; todos los días de mi vida.
Señor, deseo ser tu sacerdote oculto, según me ha colocado en el mundo tu Providencia; como olvidado de todos y marginado. Así lo soy de hecho. Pero deseo amarte como el que más a Ti, mi Dios hecho Eucaristía. Deseo ser amante adorador perpetuo. Deseo que mis pasos se dirijan siempre a tus sagrarios. Y cuando encuentre las iglesias cerradas - casi siempre suelen estarlo - enviarte desde allí fervientes actos de amor. Bendice, Señor, a tu pueblo. Dadnos sacerdotes santos.
16-5
El Señor es mi Pastor, nada me falta. Te doy gracias, Señor, porque eres mi Buen Pastor. Te doy gracias porque alimentas mi alma. Necesito una fe viva, porque, sí, lo creo, pero a la hora de vivirlo, me cuesta mucho. Dame ese convencimiento total y profundo que tuvieron los santos para darse cuenta de que Tú estás siempre junto a mí para alimentarme con tu palabra. Gracias. Tu estás como Buen Pastor junto a mí, y me alimentas con tu gracia. Dame siempre tu amor, dame tu gracia, mira que soy voluble e inconstante y necesito de Vos. ¡Sagrado Corazón de Jesús en Vos confío! Tú eres el Buen pastor que me alimenta con su cuerpo y su sangre. ¡Bendita Eucaristía! Sé siempre nuestro alimento. Que quiero vivir siempre de tu amor eucarístico. Derrama desde el Sagrario a todo el mundo tu gracia. Da abundante gracia a todos para que vivan más y más la fe católica. Danos fuerza, Señor.
17-5
Das, Señor, la vida por tus ovejas. Eres el Buen Pastor y diste la vida por mí. Me repito esto varias veces ahora, despacio, dándome cuenta. Diste; has dado, das la vida por mí. Y te pido que penetre este pensamiento en mi alma; que aumentes mi fe; que lo viva y saque la consecuencias de generosidad y entrega a mis hermanos en todos los aspectos que estén de mi parte. Y te entregas a mí en alimento. Habitas como sustancia mía en mi alma. Al comulgar me haces templo tuyo; durante el día vivo esta realidad. Te has entregado por mí. Ayúdame a hacerlo por ti. Ayúdame a que sea generoso con mis hermanos en todo. Que no viva para mí, sino para tu Reino. Solo quiero alimentar mi alma de tus pastos. Quiero ser del todo tuyo. Aumenta mi fe, mi fervor, mis ganas de entrega. Dadme, Señor, el don de oración, el don de abnegación, la perseverancia final, celo para la salvación de las almas. Que permanezca mi alma en Ti. Tu palabra, tu gracia, tus sacramentos. Huir de los placeres del mundo, de sus lisonjas y vanidades.
18-5
Jesús mi Buen Pastor; que te conozca, que busque, que te encuentre, porque sin conocerte no podría ser de tu rebaño; que sobre todo, te ame, Jesús. Sálvame de las acometidas del lobo que son las tentaciones, los malos deseos, las malas acciones. Que te conozca; eres igual al Padre en cuanto Dios; menor que el Padre en cuanto hombre. Adoro y reverencio tu divinidad, tu persona divina. Sé que me quieres para la eternidad, que has venido al mundo para salvarme; llévame por tus senderos de salvación; no permitas que jamás me aparte de Ti. Quiero que mis afectos sean de amor a Ti, y desde este amor, amar también a mis semejantes; a todos. Quiero referirlo todo a Ti, alabarte siempre. ¡Que te conozca, divino Pastor de las almas; que te ame y te sirve! Manténme en tu amistad. ¡Sagrado Corazón de Jesús en Vos confío!
19-5
Conocerte a Ti, Buen Pastor de mi alma. Conocerte por tu humildad. Me ves y me dices: "Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón". Dame esta humildad en todo lo de mi vida. Ayúdame a vivir siempre en humildad contigo. Conocerte en tu amor. Que sepa siempre seguirte también en tu amor. En tu interés por todo lo humano, por toda persona. Conocerte y tratarte cada día más, mi Buen Pastor. Entrar en tu interior, en el sagrario de tu divino corazón. ¡Abierto tiene el pecho y abierto el corazón; venid y encontraremos en Él la salvación! Conocerte en el celo que tienes por la salvación de las almas. Dadme, Señor, el don de oración, el don de abnegación, la perseverancia final, celo para la salvación de las almas. Buen Pastor, ten compasión de este mundo. Mira, Señor, este mundo, este tu pueblo que se aleja de la verdad y del amor. Envíanos tu luz y gracia para salir de esta crisis. Y dadnos sacerdotes santos y obispos santos; danos almas consagradas más santas. Que salgan líderes religiosos de gran santidad y fuerza de apostolado. Perdona mis pecados, mira que no te he sido fiel y necesito mucho de tu misericordia. Manténme en tu amistad.
20-5
Virgen María, estamos en mayo; los pensamientos de Pascua parece que todo lo absorben, pero tú, Virgen María, estás siempre en mi consideración y amor; además, siempre me ayudas. Condúceme al Buen Pastor, Tú que eres la Divina Pastora de las almas. Ayúdame a seguir los senderos del Buen Pastor. Deseo ser dócil a sus llamadas e inspiraciones; ayúdame, Virgen María, pídele al Padre por medio de tu Hijo. Deseo seguirle con mansedumbre, sin alterarme por las dificultades; todo lo contrario, las dificultades y sufrimientos que sean un estímulo. He de darme cuenta de que la oveja no discute; sigue al pastor por dondequiera que la lleva. Ayúdame, Virgen María, a seguir al Buen Pastor con gran silencio interior, de tal manera que durante el día esté atento a sus silbidos amorosos. Que no me deje subyugar por los gritos de sirena que rodean todo el trayecto del camino; que pase por este mundo no como un propietario de él, sino como viajante que forzosamente necesita el hotel para pernoctar. Sobre todo, enséñame, Virgen María, a desconfiar de mí mismo, de mis criterios falibles, que sepa beber siempre en las aguas limpias de la revelación, guiado por el Vicario de Cristo en la tierra. Jesús, quiero seguir tus pasos, quiero imitarte. Concédemelo. Me das gran paz en el alma durante estos últimos años. Dame también fuerza, celo, más amor a Ti y a las almas. ¡Sagrado Corazón de Jesús en Vos confío!
21-5
Dice el Señor: "Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto, lo poda para que dé más fruto. A veces Dios nos prueba con el dolor, la enfermedad, que nos salgan las cosas de manera menos agradable; no para fastidiarnos, sino como ocurre con la poda, para que saquemos más frutos. Jesús, ayúdame a mirar el sufrimiento como algo providencial. No desesperarme ante el dolor; aceptarlo e incluso abrazarlo con fervor. Y sigues, Señor: "Permaneced en mí y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros si no permanecéis en mí". Hemos de estar unidos a Jesús durante nuestra vida. Acordarme de Ti, Jesús. Para nada sirve un sarmiento si no está unido a la cepa; no da fruto. Sirve para tirarlo y quemarlo. Nosotros tampoco damos frutos de santidad, si no estamos unidos a Jesús. Acordarme siempre de Ti, durante el día; ayúdame. --- "Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pediréis lo que deseéis y se realizará". Por consiguiente; si queremos que Dios escuche nuestra oración, permanecer unidos a Jesús y confiando en su palabra. Solo me queda decirte ahora desde el fondo de mi corazón: Señor, que se graben hasta el fondo en mi alma estas enseñanzas tuyas para que estés siempre en mí y yo en Ti; que yo sea contigo como el sarmiento con la cepa; siempre unidos, Señor.
22-5
Las ovejas aman al Buen Pastor. Yo también he de amarle. Él dio su vida por mí. Y en Jesús amar a todos: a los amigos, a los que me hacen faenas, a los enemigos, a todos. Reflexionar: el que ama a Jesús solo debe odiar el pecado. La mansedumbre y la caridad son características de las buenas ovejas de este Pastor divino. Él amó no solo a quienes le amaban, sino también a quienes le maltrataron; por todos dio su vida. Señor, me doy cuenta de que el amor al enemigo es más fuerte, más puro, más divino y meritorio que todos los demás amores; triunfa del enemigo; triunfa de la naturaleza humana que tiende a la venganza. Solo Dios puede hacer amar a los que nada tienen de amable. Quiero con tu ayuda, Señor, amar a los que me hacen mal, a los que me aborrecen, a los que se portan mal conmigo. Dame generosidad y mansedumbre con quienes se olvidan de mí, con quienes no me aprecian, con los egoístas que solo piensan en sí mismos. Dame tu fuerza, Señor, para ser oveja fiel de tu rebaño.
23-5
Mi Buen Pastor resucitado; hay cosas que debiera estar siempre pidiéndote. Quiero ante todo, como en Ejercicios, que todas mis intenciones, acciones y operaciones de este rato de oración, vayan dirigidas solamente a mayor honra y gloria de tu divina majestad. Ayúdame a cumplir siempre tu voluntad; enséñame a hacerlo, de tal manera que sea en mí un hábito consciente y nada rutinario. Otra cosa que tenía muy presente en Ejercicios es ser útil a tu Reino. Tu Reino es vida, tu Reino es verdad, tu Reino es gracia, tu Reino es amor; venga a nosotros tu Reino, Señor. Y que sea yo útil. Por eso te pido que todas las cosas que llevo entre mano, tengan éxito apostólico; que todos cuantos nos animamos seamos cada día más efectivos. Te pido por... Y ayúdame a ordenar mi vida en todo; deseo aprovechar el tiempo de tal manera que todo sea para tu gloria, todo para tu Reino. Siempre he de fijarme como lo más importante el amor: amarte a Ti, Jesús, cada día más y se notará mi amor a Ti si amo de verdad a mis semejantes. Tú sabes que me cuesta hacerlo, pero que deseo hacerlo. Ten misericordia de mí. Siento, Jesús, gran compunción de corazón; siento el tiempo perdido y el tiempo en que he estado alejado de Ti por el olvido, por la rutina, por la tibieza. Ven en mi ayuda hoy y siempre, Buen Pastor de mi alma.
24-5
Contemplo otra vez en este tiempo de Resurrección a Jesús con los de Emaús. Iban ellos tristes, pero Él se acercó para consolarles; iban hablando de cosas de Jesús y a Él le agradó y los consoló. Ellos escuchaban con docilidad todo cuanto les decía el "caminante". Iban a fracasar porque se alejaban del grupo; ayúdame, Señor, a no aislarme. Aunque a veces me da como reparo acercarme a todo grupo humano. Perdóname, pero es que cuando estoy con los hombres, me siento yo mismo peor, y encuentro también muy frágiles y débiles a aquellos con quienes converso. Ven, Jesús, en medio de nosotros para que seamos siempre fieles a Ti, para que hablemos de Ti, para que nos resulte enojoso hablar de otras cosas que las de tu gloria, alabanza y amor. Ten compasión, Señor, de nuestra ansiedad o tristeza. Consuela nuestra aflicción o desconsuelo y haznos dóciles a Ti. Y has que como los discípulos de Emaús hablemos cosas buenas, cosas edificantes, cosas de tu amor.
25-5
Con tu gracia, Señor, deseo responder a tu amor con amor de privilegio. Enséñame a organizar mi vida como a los santos; con amor, con fervor, con buenos deseos de agradarte y estar siempre en servicio de mis hermanos. Ayúdame a que la mortificación sea un aliciente de mi vida, como en los primeros años de mi conversión; que la mayor dificultad que tengo para servirte consiste en que rehuyo el dolor y aspiro al placer. Dame tu gracia para que siempre vaya buscando las tareas desagradables de la casa; luchar contra el desorden en mi vida. Con tu ayuda he de buscar el orden en mis cosas y en mi persona, la paz en mi manera de obrar. Tú sabes, Señor, el tiempo que me queda en esta vida. Puedes ayudarme a perseverar; dadme el don de la perseverancia. Dadme, Señor, el don de oración, el don de abnegación, la perseverancia final, celo para la salvación de las almas. Luchar contra la comodidad, contra el desorden de los sentidos, contra la gula. No quejarme sin ton ni son. He de asumir el sufrimiento con tu ayuda como instrumento de redención. ¡Sagrado Corazón de Jesús en Vos confío! Virgen del Puy, en tu día ayúdame.
26-5
Emaús. Contemplo a los dos que van caminando con Jesús; Él reprocha su tardanza de corazón para entender las Escrituras. Pero se compadece y les explica todo. Yo también deseo que me las expliques y sobre todo, Jesús, que muevas mi voluntad. Toma mi pobre ser; cambia mi corazón; dale la vuelta, Jesús, mira que Tú me amas mucho y yo no sé corresponder. Leo en los sermones del Cura de Ars las cosas que dice sobre la oración. Cómo les exigía a unos sencillos aldeanos y cómo los transformó con el ejemplo y con la palabra. Hice los Ejercicios espirituales y los tengo en cuenta. Pero no sé si avanzo; me da la impresión de que estoy como parado. Me decía uno que pida: Señor, sé santo en mí. Dame la ciencia que diste a los dos de Emaús: darme cuenta de que era necesario que Tú padecieras; darme cuenta del significado del dolor para mi alma. Señor, ven en mi ayuda. Y ayúdame a que sea útil para tu Reino. ¡Sagrado Corazón de Jesús en Vos confío!
27-5
Virgen María, en este mes de mayo deseo estar más y más en contacto con Jesús por medio de ti que eres su madre y mía. Hoy deseo le digas a Jesús que quiero permanecer con Él siempre, que se quede en mi casa y nunca salga de ella. Él es Dios y puede hacerlo. Él se quedó con los discípulos de Emaús, cuando los vio tan llenos de ganas de salir de su estado de postración interior. Díselo tú, Virgen María, y permíteme tener trato con Él de tal manera que todo lo pueda. Se me ha grabado mucho el "nada soy"; haz que se me grabe también el "Todo lo puedo en Aquél que me conforta". Quédate Buen Jesús con nosotros, porque se atardece. Estoy en el otoño de mi vida; me encuentro sereno y con esa felicidad relativa; ansío vivir unido en el Señor; deseo que permanezca conmigo. Y le digo a Él directamente: Enséñame, Jesús, desde esta sala que ocupas en mi casa el misterio del dolor; enséñame a vivir en cristiano; mira que me cuesta mucho y necesito de Vos. Ven en mi ayuda. Deseo ser fiel discípulo suyo. Virgen María, díselo también de mi parte. Mira que "salí tras ti corriendo y eras ido". ¡Sagrado Corazón de Jesús en Vos confío! Dadme, Señor, el don de oración, el don de abnegación, la perseverancia final, celo para la salvación de las almas.
28-5
Jn. 15, 9-17 Dice Jesús: "Como el Padre me ha amado así, así os he amado yo; permaneced en mi amor" Dices, Jesús, que permanezcamos en tu amor. Que para ello hemos de guardar los mandamientos. Pues ayúdame a guardarlos bien y siempre, porque a veces no es cosa fácil. Yo quiero permanecer en tu amor; hacer lo que Tú quieres de mí; porque me has traído a este mundo para que cumpla tu voluntad y así permanecer siempre en tu amor.
2.- Nos has hablado todo esto para que nuestra alegría llegue a su plenitud. Así nos lo afirmas hoy en tu Evangelio. Lo que quiere todo el mundo; estar alegre, Pero resulta que muchos buscan la alegría donde no está. Tú quieres que la busquemos en tu amor. En sentirnos amados de Ti y, como consecuencia buscar a la vez nosotros el amor a nuestros hermanos. Y nos recuerdas: "Este es mi mandamiento, que os améis unos a otros como yo os he amado". Hoy todo el Evangelio, Señor, nos habla del amor y de la alegría. Yo muchas veces me propongo amar al prójimo; luego se me hace muy difícil. Pero fijándome en tu ejemplo y sintiéndome amado de Ti, me va a resultar más fácil. Ayúdame, Señor.
3.- Y me emociona de una manera especial esto que nos dices: "No os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace el Señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os he dado a conocer". Gracias, muchas gracias. Y desde ahora cada vez más voy a hacer más caso a tus mensajes del Evangelio, a nuestra doctrina cristiana. Ahora, ten compasión de tu Pueblo, de tantos que han abandonado la práctica religiosa. Dales a entender tu amistad; que vivan en tu amor. ¡Sagrado Corazón de Jesús en Vos confío!
29-5
Los discípulos de Emaús, Señor, no te conocían y estabas junto a ellos. Yo te no te distingo tampoco, Jesús, y estás junto a mí. Me cuesta mucho encontrarte, te busco y me parece que no me escuchas, pero nunca me separaré de tu camino con tu gracia. Admiro y me estimula la fe de los santos, el estar siempre contigo con gran espíritu y espero que me des este don, Jesús. Dadme, Señor, el don de oración, el don de abnegación, la perseverancia final, celo para la salvación de las almas. Quédate buen Jesús con nosotros, qué date junto a mí. Que arda mi corazón como el de los de Emaús cuando vienes junto a mí en el camino. Yo no te veo pero sé de seguro que estás conmigo físicamente después de la comunión y permaneces durante el día junto a mí. Ellos creían que estabas muy lejos, muerto, y te tenían junto a sí, vivo. Al fin te revelaste a ellos. Hazlo a mí de alguna manera. No lo merezco pero lo espero. Que tu amor permanezca siempre junto a mí, que sea consciente de tu presencia con los ojos de la fe, con los oídos que afina el amor. A veces se oscurece la fe, pero no desaparezcas. Mira que soy muy pobre y necesito de Vos como el mendigo de la limosna. Permanece junto a mí y no permitas que me aparte de Ti.
30-5
Quédate, Jesús, con nosotros porque cae la noche. Y de noche es difícil caminar. He comenzado, Señor, el otoño e mi vida. Y con sinceridad te he de decir que es cuando más feliz me encuentro de toda mi existencia. Pero a la vez es cuando más necesito de Ti, porque se acerca la noche. No te apartes nunca de mí. Siempre he necesitado de Ti. En la adolescencia saliste a mi encuentro. Tal vez nunca te he sentido tan cerca. Aquello fue sublime, Señor, y desde entonces nunca te abandoné por tu misericordia. Te escogí, como opción fundamenta. Tú me escogiste y desde entonces fuimos amigos. Pero de mí no puedo fiarme, porque con facilidad me alejo. Caminas junto a mí como con los de Emaús y no me doy cuenta. Que no suceda que tengas que pasar de largo porque no te invite. Que esta Pascua de Resurrección sea llena de tu presencia. Te invito: quédate, buen Jesús con nosotros. Y ahora te invoco por tantos... No quiero poner nombres ex profeso; te digo estos nombres en el más estricto secreto de los dos. Quédate también con ellos. Con... mueve su voluntad, que son hijo tuyos. Me acuerdo a menudo de ellos junto a Ti, y hoy lo hago con gran emoción. Porque pueden perderse si no te invitan. Tú, Señor, que eres rico en misericordia, que has venido a salvarnos y no quieres que nadie perezca, ten misericordia. Mira, Señor, este mundo, este tu pueblo que se aleja de la verdad y del amor. Ten compasión de nosotros. Envíanos tu luz y gracia para salir de esta crisis. Y dadnos sacerdotes santos y obispos santos; danos almas consagradas más santas. Que salgan líderes religiosos de gran santidad y fuerza de apostolado. Perdona mis pecados, mira que no te he sido fiel y necesito mucho de tu misericordia. Manténme en tu amistad. ¡Sagrado Corazón de Jesús en Vos confío!
31-5
Virgen María, termina el mes consagrado a ti; el tema de mis meditaciones ha sido especialmente sobre la Resurrección, pero sabes que en la realidad has estado en mi mente y en mi corazón durante todo el mes. Sobre todo me he acordado de visitarte en distintos santuarios. Permanece, Tú, con Jesús junto a mí en toda mi vida. Hoy es la fiesta de tu caminar para visitar a Isabel; tu espíritu de servicio y cariño te acompañaron en la vida hoy yo quiero afianzarme en mis determinaciones en tiempo de Ejercicios. Todas las semanas deseo recordar algo con el fin de perseverar en aquellas santas determinaciones. Ayúdame, madre mía a luchar contra mi pasión dominante. Tú me ves a mi edad que avanzo poco y el tiempo es breve, ayúdame. Dame tu fuerza para que en casa sea exquisito en mi trato; ellas son las personas a quienes más debo amor y agradecimiento. Amar a Jesús de todo corazón, como Tú le amaste; saber ir sacrificando mis aficiones para más estar contigo, para dedicarme más a la oración. Aquí estoy, ten misericordia de mí, pecador. Dadme, Virgen María , el don de oración, el don de abnegación, la perseverancia final, celo para la salvación de las almas. Oh María, madre mía, oh consuelo del mortal, amparadme y guiadme a la patria celestial.
VI.- MEDITACIONES JUNIO DEL 2000
1-6 del 2000 Jueves
Comienza el mes de junio; el mes del Corazón de Jesús. Arriba los corazones. Siempre hacia arriba, Jesús, porque mi naturaleza me tienta hacia abajo. Desasiere de la tierra. Me lo recuerda tu ascensión a los Cielos. Arriba los corazones. Espíritu Santo, Tú que eres fuente de vida y de gracia, haz que sacie mi sed de felicidad en las cosas de Dios. Tú que eres unción de caridad, derrama tu don divino sobre nuestras almas para que seamos cada día más tuyos. Ayúdanos a vencer contra el poder de las tinieblas. Deseo de verdad ser apóstol de Jesús, que el Reino de Dios habite en nuestros corazones. Espíritu Santo, consume con tu fuego mi debilidad y hazme fuerte para tu Reino. Inflama mi corazón en el amor a Jesucristo. Arriba los corazones. Eleva, Señor, hoy durante todo el día mí corazón hacia Ti. Mira que por mi naturaleza tiendo al egoísmo y al pecado. Ten misericordia de mí. Tú me ayudarás, Jesús, con tu gracia. Tú eres para mí ala de ángel que me eleva sobre las cosas terrenas hacia las celestiales. Ven, ven, Señor, no tardes más. Corazón de Jesús, que en este mes aumente mi amor, se eleve más mi alma hacia Ti. Dame oportunidad y realidad para trabajar en tu Reino.
2-6
Arriba los corazones. Tú, Señor, nos has colocado en este mundo y no acabamos de entender tu lenguaje. Hace unos momentos quería adentrarme en la oración y de pronto he sentido, Señor, como cuando me doy un golpecito en la frente. Me ha parecido entender algo el misterio del dolor. Nos envías el dolor para que nos acordemos del Cielo. Me parece que los antiguos lo entendieron mejor que nosotros. Jesús, nos arrastras con cierta violencia hacia Ti. ¡Cuántas veces me encuentro descuidado de mi fin; me entretengo y me ilusiono con asuntos buenos, regulares e incluso malos! Me domina el deseo del dinero, el deseo de ser apreciado, el deseo de placer. Pero me doy cuenta de que a veces me salen las cosas bien y siento hastío. Otras veces me encuentro enfermo, sin ganas de nada y con malestar. En otras ocasiones si me salen bien mis trabajos y proyectos, pero alguien me amarga el día con sus impertinencias.
3-6
Hoy hace cincuenta y siete años que recibí por vez primera a Jesús en la Eucaristía. Gracias, Señor. Hoy era el día de la Ascensión. Y sigo pensando en la Ascensión del Señor a lo cielos. Me duele alma de al ver cómo los hombres descuidan su labor principal, aspirar al Reino de los Cielos. Todos se preocupan de tener una casa en la tierra; pocos de preparar su morada en el Cielo. Señor, se van mezclando en mi alma hoy estos sentimientos, y junto a ellos mi negligencia en todo: yo con fe, con amor, con tanta comunión a lo largo de mi vida, y cuánta frialdad. Transforma mi corazón. Mira que soy pobre y hay mucha labor en tu Reino. Dadme fuerza para ello. Que aspire siempre ayudar a todos en este verdadero bien: nuestra casa en el Cielo. ¡Arriba nuestros corazones! Dadnos fuerza para seguir adelante. Dadme, Señor, el don de oración, el don de abnegación, la perseverancia final, celo para la salvación de las almas. Dadme un amor tan grande a la Eucaristía que logre contigo hacer mucho más en tu Reino. Nuestra patria es el Cielo, dadnos fuerza y consciencia para vivir con esta ilusión. Atráeme y atráenos hacia tu Casa. Te pido de una manera especial por todos éstos que Tú sabes; viven muy descuidados y sin fe unos, con una fe muy rara otros. Señor, danos sacerdotes santos, obispos santos, almas consagradas santas, seglares comprometidos santos. Transforma nuestro entorno. ¡Sagrado Corazón de Jesús en Vos confío!
4-6
Ascensión. "Subiendo Cristo a lo alto, llevó consigo cautiva a la cautividad". Contemplo a mi Cristo, Dios y hombre verdadero subiendo a los cielos. Todas mis intenciones, acciones y operaciones vayan dirigidas solamente a mayo honra y gloria de vuestra divina Majestad. Miro con los Apóstoles y con la Virgen María a Jesús que asciende. ¡Atráeme, Señor! Dame tu gracia para subir a contemplarte al cielo. Seguirte con la multitud de almas redimidas por ti. Espero con toda certeza encontrarme para siempre contigo en el Cielo. Señor, danos sacerdotes santos, obispos santos, que nos estimulen más y más en nuestro destino eterno. Mira, Señor, este mundo, este tu pueblo que se aleja de la verdad y del amor. Ten compasión de nosotros. Envíanos tu luz y gracia para salir de esta crisis y danos líderes religiosos de gran santidad y fuerza de apostolado.
Gozo con el triunfo tuyo, disfruto con tu ascensión al Cielo. ¡"Qué amables son tus moradas, Señor Dios, de las virtudes. Mi alma codicia y desfallece, mirando los palacios del Señor.
Contemplo tu ascensión, acompañado de los ángeles y de tantos millares de almas que contigo subieron, rescatas en el día de la Resurrección. "¡Abrid, príncipes, vuestras puertas y entrará el Rey de la gloria. ¿Quién es este Rey de la Gloria? El Señor de las virtudes es el Rey de la gloria". "Digno es el Cordero divino que fue muerto, de recibir la virtud, la divinidad, la sabiduría, la honra, gloria y fortaleza, y la bendición y alabanza por todos los siglos." (Apoc. 5,12)
5-6
Jesús está sentado a la derecha del Padre. Subiste, Señor, al Cielo. Llevaste contigo cautiva a la cautividad. Me gozo contigo en la entrada junto al Padre. Él te colocó. Estás sentado a la derecha del Padre. Esto me ha de llenar de gozo porque te amo. Este amor a Ti, Señor, que sea cada vez mayor: dolor con Cristo doloroso; gozo con Jesús que goza ya para siempre si necesidad de padecer más. Por el trono de la cruz te dio el Padre el de la luz gozosa y te dio un nombre sobre todo nombre; para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla. Te adoro, Señor y Dios mío con todo mi corazón. Dame fuerza para saber humillarme en todas las cosas. Jesús hijo de David ten misericordia de mí. Acuérdate de mí ahora que estás en tu Reino. Acuérdate de todas tus criaturas; mira cómo se alejan de Ti.
6-6
Con los Apóstoles y con María en el cenáculo, esperando la venida del Espíritu Santo. Recordaban ellos las divinas promesas; esperaban al Paráclito, al Consolador, al Dulce Huésped del alma. Entre ellos tenían conformidad de voluntades y practicaban una comunicación muy fecunda. Perseverar yo en el ejercicio de piedad, te lo pido Padre; que me prepare hoy para la venida del Espíritu Santo. Que sepa orar sin desfallecer. Estar con María; ella que sabía mucho del recogimiento interior. Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor. Dadme el don de oración, el don de abnegación, la perseverancia final y celo por la salvación de las almas.
Concédeme, Virgen María, la gracia de perseverar hasta el fin en la fe. Y dame fervor, más fervor. Tú, que tienes tanta influencia en el Cielo, por ser Madre de Dios. Pídele a tu Hijo.
Mirad que soy muy débil, oh poderoso amparo de los flacos, y caigo a cada paso, y necesito apoyarme en Vos para no desfallecer. Derrama sobre tu Iglesia tu misericordia. Que desaparezca la tibieza, el decaimiento en la oración. Que veo que todo ha bajado mucho desde mi juventud.
7-6
Me preparo para Pentecostés. Hacerme uno contigo, Señor, de manera que yo no viva, sin que seas Tú quien vive en mí. Me afianzo en el deseo del Espíritu Santo. Más empeño pacífico en la oración; todo lo puedo en Aquél que me conforta. Que mi amor a ti me arrastre al amor al prójimo. Dame más pureza de intención. Dame la perseverancia final. Ayúdame, Padre, para recibir al Espíritu Santo. Ven, Señor, ven, Espíritu Santo.
8-6
Cristo les mandó a sus discípulos que estuvieran quietos en la ciudad. Ellos se recogieron para orar juntos, animarse, meditar. Conocen su flaqueza privados del Maestro que les encendía el alma. Y se animan en fervoroso deseo del Espíritu Santo. Orar, Señor, enséñame a orar. Prepara Tú mi corazón para la venida del Espíritu Santo. Gemir con el mismo Espíritu Santo con gemidos inenarrables. Santifica mi alma. Dame fortaleza para vivir y morir en el servicio de Dios. Llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor. Me uno a María; me enciendo en santos deseos.
Mirad que soy muy débil, oh poderoso amparo de los flacos, y caigo a cada paso, y necesito apoyarme en Vos para no desfallecer. Derrama sobre tu Iglesia tu misericordia. Que desaparezca la tibieza, el decaimiento en la oración. Que veo que todo ha bajado mucho desde mi juventud.
Te adoro, Padre, Hijo y Espíritu Santo y me entrego a tu bondad. Guárdame en tu gracia, Señor.
9-6
Diez días esperan al Espíritu Santo. Deseo Señor, que me concedas la longanimidad; que sepa esperar con paciencia tu venida. Santa Teresa de Jesús estuvo durante casi veinte años practicando oración y en total sequedad. Yo llevo más, aunque con intervalos. Dadme, Señor, el don de la perseverancia en la oración, con los Apóstoles en el Cenáculo. Veo al Espíritu Santo con gemidos inenarrables, escucho tus suspiros, Señor. Enciende en mí esos grandes deseos. Cambia mi corazón. Perseverar.
Dadme, sí, el don de perseverancia.
10-9
Con María, esperando al Espíritu Santo. Todos juntos esperaban, se preparaban. Todos alababan al Padre. Yo también te alabo, Padre. Y te pido con ellos que envíes al Espíritu Santo. Consérvame en la fe y en la Iglesia de Cristo. Te doy gracias porque me has hecho cristiano. Imprime mañana de una manera especial en mi corazón los siete dones del Espíritu Santo. Derrama, Padre, tu gracia en mi alma para que reciba en abundancia los dones. Y danos a todo el pueblo cristiano tu ayuda, que se renueve la faz de la tierra. Bendito sea el nombre del Señor. Santificado sea tu nombre. Venid, adoremos a Cristo Rey, que, a sus comensales da en alimento su propia sustancia espiritual. Bendita sea la adorable Trinidad, Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar, sea por siempre bendito y alabado. A ti, Señor, te alabamos; a ti, Señor, te confesamos; a ti eterno Padre, toda la tierra te venera. A ti todos los Angeles, a ti el cielo y todo el poder el universo. A ti los Querubines y los Serafines, proclaman con voz constante: Santo, Santo, Santo, Señor Dios de los ejércitos.
11-6
Ha llegado tu fiesta, Espíritu Santo, Pentecostés. Entro en el cenáculo con los Apóstoles; contemplo en aquel momento cómo se posa sobre cada uno de ellos el Espíritu Santo en forma de lenguas de fuego. Quiero ahora, Señor, penetrar en todo el significado del fuego. Te pido que hagas en mí realidad toda esta simbología: purifica mi alma de todo pecado; alumbra mi mente para que crea con viva fe todos los misterios de nuestra religión verdadera. Enciende en mi alma el fuego de tu amor. El fuego también Señor comunicativo de sí mismo. Espíritu Santo, comunícame como fuego divino a mí ese calor... El espíritu Santo es la tercera persona de la Santísima Trinidad, procede del Padre y del Hijo, es un solo Dios verdadero. El Espíritu Santo obra en nuestra alma la santificación. Escuchamos lo que nos dice hoy el Evangelio: "Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Yo le diré al Padre que os dé otro Defensor, que esté siempre con vosotros, el Espíritu de verdad." Así que para amar al Señor es preciso guardar los mandamientos. Cuanto mejor los guardemos, más le amaremos. Esto te pedimos hoy, Espíritu Santo, puesto que obras en nosotros la santidad, ayúdanos a guardar bien los mandamientos. Insiste el Evangelio: " El que me ama, guardará mi palabra y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él". Lo primero al amar, es cumplir con la persona amada. Si amamos a Dios, cumpliremos sus mandatos. Y el premio es grande; seremos morada de Dios. Dios habita en nuestro corazón. Te pedimos, oh Dios, que siempre habites en nosotros, que seamos conscientes de tu presencia, que nunca nos desanimemos cuando nos salgan las cosas mal, porque Tú estás con nosotros. Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles e infunde en ellos el fuego de tu amor.
12-6
Celebro y contemplo la venida del Espíritu Santo sobre los Apóstoles y la Virgen María. Lunes de Pentecostés. Alumbra Espíritu Divino con tu luz mi alma para que pueda siempre ver los caminos de tu voluntad, para que pueda contemplar siempre el rostro del Señor, para que mi alma siempre vaya por los senderos del bien. Llama encendida de Dios: enciende mi corazón frío y distraído para que siempre vibre y aliente a todos cuantos entren en contacto conmigo, para que incendie el mundo entero.
13-6
Todos fueron llenos del Espíritu Santo. Qué bueno eres, Señor y Dios mío, a todos llenaste de tus dones. Y cómo salieron. Pero todos estuvieron fielmente en profundo recogimiento aguardando la venida del Espíritu Santo. Mande sobre tus fieles esos siete dones. Mira que ha caído sobre el mundo católico en muchas partes como una nube de plomo y no levantamos cabeza. Ten compasión del mundo que Tú, Hijo de Dios, redimiste. Que no sea inútil tu sangre por la maldad y mal uso de la libertad de los hombres. Dame a mí también esa plenitud de tus dones. El don de fortaleza para no volver sobre terrenos movedizos. Ten compasión de mí. Dame luz para la inteligencia, que mi fe quede iluminada por tu gracia y amor a fin de que te sirve y sea útil en tu Reino. Dame, Espíritu Santo, también la luz de la caridad. Dame la suavidad y el gusto en el obrar con perfección. ¡Lo necesito tanto! Y a la vez miro el mundo que me rodea, miro a las personas con las que me relaciono... cuánto necesitan y Tú eres el Rey del poder, el Dios que nos ama. Nos diste incluso a tu madre, la Virgen María para que nos ayudara. Padre, Espíritu Santo, os lo pido por medio de Jesús; y a É deseo llegar por medio de María. Aquellos hombres cambiaron en unos segundos más que en los tres años de permanencia contigo. Ayúdame a cambiar. Ayuda al mundo que Tú redimiste. Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor.
14-6
El Espíritu Santo habita en mí. Soy templo vivo y por eso "Todo lo puedo en Aquél que me conforta". Terminé los Ejercicios hace dos meses y he de recordar mi reforma de vida todas las semanas. En ésta después de la fiesta de Pentecostés, pido tu ayuda, divino Espíritu, a fin de que me enseñes a luchar contra la soberbia y a amar la humillación, algo que todo el mundo aborrece, incluso muchas personas que aspiran a la perfección. Ven, oh Dios, en mi ayuda.
15-6
Jesucristo sumo y eterno Sacerdote; ayúdame a comprender mi deber más sagrado de formarme una idea exacta de mi dignidad sacerdotal. Espíritu Santo. Aquellos hombres después de Pentecostés comenzaron a hablar lenguas distintas; merced a esto se extendió por todo el mundo el Reino de Dios. Te agradezco, Padre, esta gracia. Por ella he llegado al sacerdocio, he aprendido a vivir mi fe; gracias. Te alabo, oh Dios, por este carisma que diste a los tuyos. Sus palabras eran de cosas sanas; de Jesucristo muerto y resucitad; todo por pura intención de la gloria de Dios y bien del prójimo. ¡Sean así las mías, Señor! Haz, Espíritu Santo, inflamar mi alma con afectos de devoción, de amor, alabanza y agradecimiento! Envíanos tu luz y gracia para salir de esta crisis. Y dadnos sacerdotes santos y obispos santos; danos almas consagradas más santas. Que salgan líderes religiosos de gran santidad y fuerza de apostolado.
16-6
Imagino la morada de la Santísima Trinidad, rodeada de Ángeles. Abrasados de amor, contemplan al tres veces santo. Allí esta Dios uno en esencia y trino en personas. Me uno a la adoración de todo ser creado. Eres un solo Creador que todo lo has hecho de la nada. Eres un solo Señor, un solo Dios verdadero. Te adoro devotamente, reconozco tu soberanía. Me uno a tu divinidad con el respeto y amor de los ángeles. Eres el bien sumo e infinito. En ti, mi Dios, están encerrados todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia. Por eso nos mandas que te amemos con único amor, que amemos a tu creación, que amemos sobre todo a los seres racionales que de ti provienen. Tú eres mi legislador a quien obedezco con sumisión plena y con amor. Tú eres mi juez que un día me juzgará. Porque eres Sabio, Poderoso, principio y fin de todas las cosas, me someto a tu señorío, a tu gobierno. Me someto a tu bondad, me acojo a tu misericordia. Te pido con toda mi alma que tengas compasión de todos cuantos adoran a falsos dioses, al dinero, a su egoísmo, al poder. Ten compasión de todos y envíales la luz y humildad para que logren entrar en tu Reino cuanto antes. Señor, ten compasión de esta humanidad que te ignora después de tantos siglos de cristianismo.
17-6
Dios es uno en esencia y trino en personas. Un misterio que cautiva el entendimiento, aunque nunca podré comprenderlo. Es el misterio más profundo del cristianismo. Dios es uno e indivisible, pero no tiene para nada lo "malo" de ser "solo"; Dios es trino, tres personas distintas, pero no tiene lo malo de lo "diverso". Es uno en esencia, su ser divino, pero a la vez, sin que haya contradicción, es uno en persona. Mi entendimiento nunca llegará a comprender este misterio, pero lo admiro. Te adoro, Señor, en tu Unidad y en tu Trinidad.
18-6
Santísima Trinidad. El Padre conociéndose, comprendiéndose a sí mismo y a su divina esencia con infinita claridad forma un concepto de sí mismo que es el Hijo. Señor, os contemplo con devoción, os contemplo con amor, os contemplo con ilusión, porque me has elevado a la condición de hijo, junto al Hijo, en tu hijo. Te adoro con devoción. Y miro en Heb., 1,3 "Resplandor de la gloria de su Padre, figura de su sustancia, imagen invisible". Esto es el Hijo. Palabra totalmente espiritual: Verbo. El Padre ama al Hijo, engendra al Hijo, se agrada en Él porque es la misma bondad, y los dos producen, de ellos procede, un ímpetu o un impulso de amor espiritual, el Espíritu Santo. Adoro este misterio insondable, este misterio de amor, esta comunidad de amor. Y pido a esta augusta Trinidad el don de formar siempre comunidad de amor en la familia, en la relación con todos mis semejantes. Ven en mi ayuda, Padre, Hijo, Espíritu Santo. He de parecerme a Dios en el amor, en formar grupos de amor, en relacionarme con todos con amor. Un solo Dios y tres personas. Eternas... iguales... inmensas... increadas... omnipotentes... buenas... sapietísimas... adorables... felices... Me gozo en el gozo de mi Señor, me gozo en su felicidad, me gozo en su infinitud. Me entrego a Ti, Dios Padre, me entrego a Ti, Dios Hijo, me entrego a Ti, Dios Espíritu Santo.
19-6
Eucaristía y Trinidad. Santísimo Sacramento, memorial de las grandezas de la Trinidad. Me siento ante tanta inmensidad, ante tanto amor, ante tanto derroche de bondad, anonadado, confuso, agradecido, con adoración. Gracias, Señor. Soy pobre ignorante ante tanta grandeza, admiro vuestros designios hacia el hombre que vive en muchas ocasiones soberbio, que se ríe de la fe. Yo creo; depongo todo acto de soberbia; sé que no puedes engañarnos; creo en tu bondad. Eres, Señor, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Estás en el Cielo. Tú, segunda persona se hizo hombre y habitó entre nosotros. Ahora está en la Eucaristía; desde allí nos bendice; pero se encuentra unida al Espíritu Santo y al Padre. Oh Dios uno y trino, presente en le Eucaristía por la circuminsesión: yo os adoro; acepto lleno de agradecimiento y fe y veneración y adoración la presencia del Hijo junto al Padre y al Espíritu Santo. Padre, sé nuestro Gobernador, Creador. Hijo, danos tu gracia y tu salvación. Espíritu Santo, completa en nosotros la obra de la santificación. Seas por siempre bendito, Señor.
20-6
¿Por qué soy sacerdote? Jesucristo es el único sacerdote. El hombre depende totalmente de Dios. Esa dependencia le obliga a tributar la gloria a la divinidad. A Él la gloria por siempre. Amén. Dios se tributa a sí mismo una alabanza perfecta, y no necesita nada de nadie. Es del todo feliz. Nada le puede añadir todo el prestigio de los ángeles y de los hombres, y con todo exige de su criatura que se asocie a esta glorificación propia de su vida íntima. Esta gloria que el hombre debe a Dios trasciende los límites de la religión natural y se remonta hasta la divinidad, hasta la augusta Trinidad. Y esa es la prerrogativa del sacerdocio de Cristo y de sus sacerdotes: ofrecer a la Trinidad en nombre de la humanidad un homenaje de alabanza agradable a Dios. Señor, deseo ofrecerte de continuo este homenaje de alabanza, unido a Cristo, sumo y eterno Sacerdote. Acepta, Padre, este homenaje; me uno con él a la santísima Trinidad. Me entrego y ofrezco el homenaje de la humanidad. Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Perdona, Señor, los pecados del mundo y acéptanos. Amén.
21-6
Soy sacerdote de segundo orden, y participo del Sacerdocio de Jesús. Estoy hecho a semejanza de Cristo y he de reproducir en mí mismo la santidad del Padre. Si queremos que el Padre al mirarnos pueda decir de nosotros, como dijo de Jesús: "Este es mi hijo muy amado", es preciso tener nuestras aspiraciones y todos nuestros esfuerzos de manera que tiendan a establecer en nosotros el reinado de la caridad. Mi santidad ha de reproducir, Dios mío, tu santidad. Tengo el deber de asemejarme a Ti. Soy tu hijo adoptivo. Y además me dijo Jesús: "Sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto". "A Dios nadie le vio jamás" también nos dice Jesús, pero no desespero de conocerte. Habitas, oh Dios, en una luz inaccesible, pero dijiste en la creación: "Brille la luz del seno de las tinieblas"; también harás brillar la luz en nuestros corazones. Que conozca tu ciencia en el rostro de mi amado Jesús. Lo hemos conocido a Jesús en forma visible, pues que seamos atraídos por Él al amor de lo invisible.
22-6
Mira, Señor, este mundo, este tu pueblo que se aleja de la verdad y del amor. Ten compasión de nosotros. Envíanos tu luz y gracia para salir de esta crisis. Y dadnos sacerdotes santos y obispos santos; danos almas consagradas más santas. Que salgan líderes religiosos de gran santidad y fuerza de apostolado. Perdona mis pecados, mira que no te he sido fiel y necesito mucho de tu misericordia. Manténme en tu amistad.
23-6
Dadme el don de oración, el don de abnegación, la perseverancia final y celo por la salvación de las almas.
Concédeme, Virgen María, la gracia de perseverar hasta el fin en la fe. Y dame fervor, más fervor. Tú, que tienes tanta influencia en el Cielo, por ser Madre de Dios. Pídele a tu Hijo.
Mirad que soy muy débil, oh poderoso amparo de los flacos, y caigo a cada paso, y necesito apoyarme en Vos para no desfallecer. Derrama sobre tu Iglesia tu misericordia. Que desaparezca la tibieza, el decaimiento en la oración. Que veo que todo ha bajado mucho desde mi juventud.
Te adoro, Padre, Hijo y Espíritu Santo y me entrego a tu bondad. Guárdame en tu gracia, Señor.
Te pido por mi familia, por mis amigos. Mira cada uno de ellos con cariño y derrama sobre ellos tu gracia y bendición para que sigan por el camino del bien.
24-6
Bendito sea el nombre del Señor. Santificado sea tu nombre. Venid, adoremos a Cristo Rey, que, a sus comensales da en alimento su propia sustancia espiritual. Bendita sea la adorable Trinidad, Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar, sea por siempre bendito y alabado.
A ti, Señor, te alabamos; a ti, Señor, te confesamos; a ti
eterno Padre, toda la tierra te venera. A ti todos los Angeles, a ti el cielo y todo el poder el universo. A ti los Querubines y los Serafines, proclaman con voz constante: Santo, Santo, Santo, Señor Dios de los ejércitos.
25-6
¡Llenos están los cielos y la tierra de la majestad de tu gloria! A ti denomina el Glorioso el coro de los Apóstoles, y el número laudable de los Profetas. A ti te alaba el ejército cándido de los mártires. A ti, en todo el orbe de la tierra, te confiesa la Iglesia Santa. ¡Padre de inmensa Majestad! Digno de veneración tu verdadero y único Hijo. Santo también el Espíritu Paráclito.
Tú, Rey de la gloria, Cristo. Tú el Hijo sempiterno del Padre. Tú, para librar al hombre, no te horrorizaste de entrar en el seno de la Virgen. Tú, vencido el sepulcro de la muerte, abriste para los creyentes el Reino de los Cielos. Tú estás sentado en la gloria de Dios Padre. Estamos seguros de que has de venir como juez.
26-6
Jesús, muéstranos al Padre. "Felipe, el que me ha visto a mí, ha visto al Padre". Jesús, enséñame a penetrar en tus secretos, en tu misericordia. Meditar en tus cosas todos los días, como los santos. Enséñame a orar a contemplar tu rostro, para que Tú vivas en mí. En la Misa y Comunión, en la Biblia, a través del año litúrgico. El amor con que Dios ama su propia esencia y su propia bondad constituye su santidad. Por eso, Señor, quiero plasmar en mi alma este amor, esta contemplación de amor. Dependo de ti, Señor, me someto a Ti, ayúdame a estar siempre contigo. Revélame un poco tu santidad. Jesús, siempre has amado al Padre, ayúdame a vivir en este sentido de amor. Quiero imitarte. "Sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto.
27- 6
También te pido fuerza para luchar contra la crítica, porque mis semejantes son como yo hijos de Dios, hermanos en la fe. Ven en mi ayuda para ello. Cuanto más te ame, mejor cumpliré con este mandamiento de la caridad. Por eso ayúdame a excusar, a perdonar, a olvidar, a volver a la amistad y al amor primitivo incluso después de haber recibido trato nada bueno. Y ayúdame a ser mortificado. Cuando me he mortificado mucho en una cosa, después ya no me cuesta nada y he de buscar otras. Mantén en mi vida el espíritu de mortificación para que me desprenda de los apegos y me enamore más de Ti. Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles e infunde en ellos el fuego de tu amor.
28-6
Las tres divinas Personas; Padre, Hijo y Espíritu Santo, tienen un mismo sentir, un mismo querer, un mismo obrar, sin que entre ellas haya conflicto alguno. El Padre engendra al Hijo por vía de entendimiento, el Padre y el Hijo se aman, y del amor de ambos procede el Espíritu Santo. Miro este misterio de amor y me entrego a Ti, Dios Padre; me entrego a Ti, Dios Hijo. Me entrego a Ti, Dios Espíritu Santo. Gloria a la Santísima Trinidad. En esta comunicación de amor de las tres divinas personas Jesús hay un sumo gozo. Admiro, Señor, reverencio y me uno a vuestro gozo íntimo. Agradezco que en mi alma mores, oh Dios uno y trino. Dijiste: "Si alguno me ama, guardará mi palabra y vendremos a él y haremos morada en él". Yo te amo, Señor, fija en mí tu morada, ayúdame a vivir con esta dignidad cristiana de tal manera que encuentres en mí digna morada.
29-6
¡Quién pudiera ser, Señor, con Javier, como el padre Nieto, como Micaela del Santísimo Sacramento, como Teresa del Niño Jesús! Que el fuego de tu llama, Espíritu Santo, llegue a comunicarse en mí y yo, ardiendo, lo comunique por todas las partes como todos los santos. Que llegue a olvidarme de una vez de mi yo; a no estar pendiente de mí mismo. ¡Transfórmame en Ti; Divino Espíritu. Que pueda transmitir por todas las partes el fuego de tu amor! Hablar con calor de Dios; predicar de todas las formas; cambiar la faz de la tierra. Envía tu Espíritu, oh Padre, a los sacerdotes. Señor, danos sacerdotes santos, obispos santos, almas consagradas santas. Que para eso un día te eligieron y no se han retractado. Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor.
30-6
Me tropiezo con pinchazos de espinas cada dos por tres. Señor, durante muchos años no he llegado a comprender el porqué de tanta contrariedad, el misterio de tanto dolor en nuestra existencia. Pero hace unos momentos me he dado un golpe en la frente; me ha parecido entenderlo; he sentido como una iluminación interior. ¡Arriba los corazones! Es que me acuerdo poco de mi fin que eres Tu, Dios mío. Me acuerdo poco del Cielo y suelo vivir en la tierra como si siempre hubiera de estar aquí. Si no tuviera dolores y contratiempos, nunca me acordaría de mi fin; me encontraría tan a gusto aquí que me olvidaría de Ti, y de mi morada eterna en el Cielo. Gracias, Señor, por el sufrimiento. Pero ayúdame a asumirlo bien. Y que se me grabe en el alma el momento de tu ascensión a los Cielos. Que cuando me vengan las malas rachas de malestar y sufrimiento te vea subir a las alturas, donde me estás sentado a la derecha de Dios Padre y me sienta con fuerza y alegría para continuar viviendo con ilusión. Y que cuando me salgan las cosas bien, también me acuerde del Cielo, de que Tú estás allí aguardándonos. Eso sí, mantenme en tu amor y en tu gracia, para que nunca pierda de vista la Patria celestial.
VII.- MEDITACIONES JULIO DEL 2000
1-7- 2000 Sábado.
Amistad desinteresada del Corazón de Jesús hacia nosotros, hacia mí. Bajó a la tierra; vivió pobremente; corrió siempre en mi auxilio. ¿Quién no te amará, Señor? Me doy cuenta lo que ocurre con los amigos de aquí; aun los que parecen más fieles, con el tiempo te van olvidando. Al cabo de los años ya ni se acuerdan de uno. Tú, Señor, nunca olvidas a los tuyos. Quiero permanecer en tu amor a pesar de eso que tanto asusta, el silencio de Dios. Bajaste a la tierra para aliviar nuestra miseria. Bajaste a nuestros altares para ser nuestro auxilio en todo momento. Solo deseas amor, correspondencia, porque Tú actúas primero. Jamás te cansas de nuestras peticiones. Y las concedes siempre, aunque no precisamente en el mismo sentido de nuestra petición, porque tal vez pudiera ser perjudicial para nuestra salvación. Señor, te pongo hoy todas estas peticiones... Amistad eterna de nuestro Dios. ¿Quién, Señor, al que así ama no volverá a amar? Nunca me abandonas ni me rechazas. Guíame, guíame, Señor...
2-7
1.- La Resurrección de la Hija de Jairo es el tema principal de este Evangelio. Estaba Jesús junto al lago de Genesaret y se le presentó allí un jefe de la Sinagoga que se llamaba Jairo; se echó a los pies del Maestro y le rogaba con insistencia: "Mi niña está en las últimas. Ven, pon las manos sobre ella para que se cure y viva. Y Jesús se fue con él con decisión para obrar el milagro. Pero cuando estaban llegando, sale uno de la casa y les anuncia que es inútil, que acababa de morir la niña. Y Cristo dice: "No temas; basta que tengas fe". Entra el Señor en la habitación y manda callar los llantos diciendo: "la niña no está muerta, está dormida". La gente, nos dice el Evangelio se reía de Jesús, porque la veían bien muerta. Entonces hace salir a todos. Toma a la muchacha por la mano y le dice: "Contigo hablo, niña, levántate". La niña de 12 años echó a andar y les dijo que dieran de comer a la joven.
No temas; basta que tengas fe; escucho de tu voz, Señor, Tú me pides fe para seguirte, pero tengo poca y necesito más. Aumenta mi fe, Jesús. Que yo quiero ser útil en tu Reino. Sé que me darás lo que te pido si de veras me conviene. Por eso, junto a la fe, la confianza. En la intimidad de mi corazón te pido confianza. Todo lo puedo en Aquel que me conforta. Me pongo en tus manos que Tú me has de escuchar. Y sobre todo de te pido lo referente a mi vida espiritual. Ahí sí que me conviene siempre. Por eso ahora mi petición es: Señor, ayúdanos a vivir siempre en tu fe y con tu gracia santificante. Me pongo en tus manos; sé que me has de escuchar. Dame fortaleza en este día. Ayúdame a querer a mis semejantes, a ser bueno con todos y perdona todos mis pecados.
3-7
Me pides correspondencia a tu amistad; acepta mis obsequios de obediencia, amor al prójimo, visitas, reparación y sacrificios. Enséñame a portarme bien contigo, Jesús. Dame fuerza para obedecer a tus mandatos y consejos, porque soy tu amigo. Deseo visitarte todos los días y varias veces al día, porque somos amigos inseparables. Ayúdame y atráeme a tu amistad. Deseo tener fuerza moral para hacer más grande el círculo de tus amigos. Lo haré con tu ayuda, y luego entre todos, podremos extender más y más tu Reino. Venga a nosotros tu Reino. Conserva en mí el sentimiento de temor filial. Gracias porque me has dado tu amistad. Jesús, que en el Sagrario te encuentras prisionero, mi corazón te ofrezco, lleno de amor sincero. Perdona mis pecados, mira que soy tu amigo; ábreme ya la puerta, quiero morar contigo.
4-7
¡Modestia divina de Jesucristo! ¿Qué tendría tu rostros, Señor, que a todos robabas el corazón? Intuyo que todo era majestad, dulzura, acogida, decisión... Contemplo tu rostro, Jesús. Contemplo tu primera salida de casa, con doce años, cuando a tus padres les dejaste tres días de espera. A aquellos hombres maduros les llenabas de admiración y respeto. Admiro tu salida definitiva del hogar a los treinta años, cuando arrastrabas a las masas lo mismo que a los individuos. ¡Dame, Señor, contemplar tu rostro! Tu figura muestra una perfecta modestia junto con dulzura, majestad, amor y acogida. Hoy te seguimos. Aumenta, Jesús, el seguimiento a Ti, Dios y hombre verdadero. Que nos entusiasme tu figura, como a los santos. Danos hoy más almas santas, que lo necesitamos. Enséñanos a contemplarte con gozo; ayúdanos a huir de lo mundano, a gozar en tu presencia. Danos fuerza para mirar en los demás tu imagen, a dominarnos en lo externo; a no dejarnos llevar por las apariencias. ¡Sagrado Corazón de Jesús en Vos confío! Mira, Señor, este mundo, este tu pueblo que se aleja de la verdad y del amor. Ten compasión de nosotros. Envíanos tu luz y gracia para salir de esta crisis. Y dadnos sacerdotes santos y obispos santos; danos almas consagradas más santas. Que salgan líderes religiosos de gran santidad y fuerza de apostolado. Perdona mis pecados, mira que no te he sido fiel y necesito mucho de tu misericordia. Manténme en tu amistad.
5-7
Ayúdame a repensar, mi Dios, mi vida espiritual. Hace ya casi tres meses que terminé mis Ejercicios de mes. Aquellos días era consciente de la dificultad en la perseverancia, era consciente de que me iba a costar mucho limar aristas. Te pido ahora tu ayuda para que dirijas en tu presencia mis pasos. Ayúdame a avanzar seriamente en la oración. Tú sabes que desde ejercicios preparo más mis puntos de oración, y sobre todo últimamente. Sé que sin Ti no puedo nada, pero todo lo puedo en Aquél que me conforta. Enséñame a vivir del todo unido a Ti, durante el día, durante toda mi vida. Deseo sacar la fuerza de Ti, Señor. Reconquista, Señor, mi alma, porque quisiera siempre estar a tu servicio y me veo sin fuerza. Tú eres, Señor, mi fortaleza. ¿Por qué he de estar triste mientras me aflige el enemigo? Enséñame a remover tantos impedimentos que me quieren dominar. Con ilusión te lo suplico, con gran esperanza. ¡Sagrado Corazón de Jesús en Vos confío!
6-7
Que me sirva de ejemplo el trato que tuvo Jesús con sus discípulos. Tú, Señor, conversabas con ellos y poco te separabas de ellos. Enséñame a tratar a mis semejantes con este amor y distinción. Ante todo a mi familia, con la que convivo. Que no me muestre resentido contra nadie. Que sea consciente en todo momento de que Tú, Señor, estás en mí y yo en Ti. Sabías instruir a los tuyos con gran paciencia, delicadeza y amor. Si alguna vez les reprendías, lo hacía lleno de dulzura y cariño. Ayúdame en mi comportamiento que muchas veces aparezco agrio y con cara nada amable. Querías que ellos fueran piadosos y de manera suave lo conseguías. Enséñame a difundir la piedad y el amor. Ser yo paciente, suave, sin recelos, con prudencia, pero a la vez con una sencillez total. Saber soportar con paciencia las contrariedades, ser siempre bondadoso. Esperar y creer; que me sirva de ejemplo el trato de Jesús, ¡tu trato!, con todos. Y ahora que desde el silencio eucarístico me amas, me sigues y atienes, no permitas que jamás me aparte de Ti, y que todos que traten conmigo de cualquier manera, salgan con ganas de ser mejores.
7-7
Contemplar a Jesús predicando la palabra, devorado por el celo de la gloria del Padre. Te pido una chispa de tu celo para el bien espiritual de mis prójimos. Aunque me sienta sin ganas, dadme, Señor, el don de oración, el don de abnegación, la perseverancia final y celo para la salvación de las almas. ¡Dadnos, Señor, sacerdotes santos, obispos santos, almas consagradas santas, cristianos comprometidos santos! Que el celo de tu casa nos devore, Señor. Tú viniste a traer fuego a la tierra; mira la frialdad de tus seguidores, que han puesto su corazón en las cosas de este mundo y por eso tienen menos ganas de todo. Ten compasión de mí, que no pude aguantar y me tiré por la vía más fácil. Dame tu celo, tu gracia y tu amor. "Me amó y se entregó por mí; eres mi amor, mi Dueño y mi vida. No permitas que me aparte de Ti. Con tu ayuda llegaré a todo. Que del fuego que sale de tu corazón prenda en las llamas del corazón de tus fieles. Ten compasión de nosotros. Inflama el corazón de los tuyos, mira que existe poco celo del que conocimos en tiempos pasados. Aquel celo ingenioso tuyo con el que cobijabas con la gallina a los polluelos. Ten mi corazón, mi ser entero refugiado en Ti y que luego salga con ganas de hacer el bien. Haz nuestro celo como el tuyo; universal en el tiempo, universal en el espacio. Ven en nuestra ayuda. ¡Sagrado Corazón de Jesús en Vos confío!
8-7
Hoy con la Virgen María, con Jesús dentro de mí por la gracia, por la comunión. La Virgen María después de la ascensión de Jesús vivía en recogimiento. En pobreza; era obediente a todas las normas. La contemplo haciendo vida común con los discípulos. Ellos le daban el sustento necesario. Señora y madre mía, pídele al Padre que me ayude a vivir con amor a la pobreza. La primera parte de mi vida he sido pobre. Ahora vivo con desahogo económico, pero ayúdame a saber compartir más con los necesitados y a ser generoso con todos. No tengo bienes de fortuna hasta la riqueza. Recuerdo aquello de la Biblia: "Líbrame de la riqueza y líbrame de la miseria". Pues esto es lo que tengo; un buen pasar para estar tranquilo; con tu ayuda seré generoso, según me lo propuse en los Ejercicios. Ayúdame, Señor, a ser también obediente a todas las normas, no solo a las leyes, también a cualquier normativa, para no causar conflicto. Tú, Virgen María, fuiste así. También deseo imitarte en esto. Quiero darme cuenta y tener siempre presente lo que dijo Jesucristo: "Quien hiciere la voluntad de mi Padre, ese es mi verdadero hermano y hermana y mi madre". ¡Contigo siempre, Virgen María, contigo, Jesús.
9-7
Mc. 6, 1-6 Estaba Jesús enseñando y predicando en su tierra. Entró incluso a la sinagoga a dirigir la palabra. Lo hacía como siempre, con cariño y a la vez con autoridad. Pero nadie le prestaba atención. Y los comentarios eran sobre su familia: el hijo del carpintero. Cristo no paró mucho allí. Incluso antes de marchar dijo: "No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa". Solamente curó allí a algunos enfermos.
¿Qué enseñanza podemos sacar? Llevamos desde niños oyendo de Jesucristo. Por eso nos suena mucho todo lo relativo a Él y a veces ni nos impresiona. No caigamos en la misma actitud de los de su pueblo. Señor, ayúdame a creer en Ti, ayúdame a seguirte como si fuera la única vez que he oído hablar de ti, como en el día de más fe de mi vida. Te pido fuerza y gracia para estar siempre a tu lado. Que por mi confianza en Ti practiques el milagro que necesito. Enséñame a ayudar en tu Iglesia.
10-7
Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo. Muchos, Señor, no te conocían cuando andabas por los campos de Palestina. Unos te confundían con Elías o con algunos de los profetas. Señor, que yo te conozca y aprecie y ame. Eres el Hijo de Dios vivo. Yo te amo, te adoro, quiero vivir y morir en tu servicio. Hoy también muchos no te reconocen por el Hijo de Dios. Te interpretan mal como el justiciero o por el contrario como bonachón. Ayúdales, enséñame a dar una imagen de Cristo como tiene que ser. Tenemos los mimados de Ti una gran responsabilidad. Salvador mío, que te conozca mejor, que te ame, que te siga cada vez mejor. Y a los ignorantes, a los soberbios, a los herejes, dales tu luz y tu amor. Para poder ayudar más a tu Reino, dadnos, Señor, sacerdotes santos, obispos santos, almas consagradas santas, cristianos comprometidos santos. Dadme, Señor, el don de oración, el don de abnegación, la perseverancia final y celo para la salvación de las almas. ¡Sagrado Corazón de Jesús en Vos confío!
11-7
Jesús, Tú eres el Hijo de Dios. Dios, uno en esencia y trino en personas. La Segunda Persona de la Santísima Trinidad. Engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho. Sólo Tú, hombre - Dios, podrás satisfacer por los pecados del mundo. El Verbo es Dios antes de hacerse hombre y después también. Te adoro, divinidad del Hijo. Me uno a Ti, que me invitas a participar de tu divinidad, que me introduces en tu santidad. Siento no ser consciente del todo de esta invitación de amor. Ayúdame a que durante el día, todos los días de mi vida, consiga permanecer en contacto tuyo, en tu amor. Decía: "Yo y el Padre somos una misma cosa"; "Quien me ve a mí, ve al Padre". Deseo permanecer en tu presencia, en tu amor. ¡Verdadero Dios y verdad eterna! ¡Dios bendito por todos lo siglos! Te adoro con devoción y deseo permanecer en tu amor. ¡Señor mío y Dios mío!, te digo con Tomás. Creo, Señor, que Tú eres el único salvador del mundo. ¡Sagrado Corazón de Jesús en Vos confío!
12-7
Señor, servirte; ese es mi deseo. Ven en mi ayuda, Señor, que mi vida espiritual siempre sea sólida. Que sepa seguir en todo momento el llamamiento de tu gracia. Terminé los Ejercicios hoy hace tres meses; por tu misericordia los recuerdo, los acojo y sigo con el propósito firme de caminar por aquellos senderos. Pero continúo con paso muy lento; demasiado lento; con pasos de tortuga. Tú, Jesús, puedes ayudarme. Creo en Ti, espero en Ti, te amo. Que acierte a dar a mi vida un enfoque apostólico; el único enfoque que cabe dar, porque, Señor, en Ti vivimos, nos movemos y existimos. Mi enorme drama es no conseguir hacerlo, a pesar de mi gran deseo. Casi lo único que hago es por escrito. Por eso, ayúdame a vencer el respeto humano y a la vez a buscar el momento oportuno que no sea indiscreto. Ayúdame a remover impedimentos para la acción de tu gracia. Dadme, Señor, el don de oración, el don de abnegación, la perseverancia final y celo para la salvación de las almas. fervor, más fervor. Tú, Virgen María, que tienes tanta influencia en el Cielo, por ser Madre de Dios. Pídele a tu Hijo. Derrama sobre tu Iglesia tu misericordia. Que desaparezca la tibieza, el decaimiento en la oración. Que veo que todo ha bajado mucho desde mi juventud.
Te adoro, Padre, Hijo y Espíritu Santo y me entrego a tu bondad. Guárdame en tu gracia, Señor.
13-7
Para amar a Cristo hay que conocerle. Para amarle ardientemente hay que conocer sus dotes singulares. Yo, Señor, quiero conocer tus dotes singulares porque deseo amarte cada día con más ardor. Y deseo amarte ante todo para ser útil a tu Reino; paran que crezca siempre tu Reino. ¡Venga a nosotros tu Reino, Señor. ¿Quién será capaz de profundizar en la inmensidad de las perfecciones que se encierran en Cristo? Ven, Virgen María, en mi ayuda. Tú que eres la madre de Dios. Ayúdame a profundizar en su virtud. Jesús es abismo de sabiduría infinita. Me complazco en tu gran sabiduría. Eres, oh Jesús, abismo de poder. En Ti, divinidad, está todo el poder de lo hecho y de lo posible. Abismo de bondad y de amor. Me gozo en este gran amor que nos tienes. Con tu ayuda quiero estar durante todo el día en tu presencia amorosa. Ayúdame a ser muy bueno con todos, a estar siempre dispuesto a ayudar. Bendito seas, Jesús, poderoso, amable, lleno de sabiduría.
14-7
¿Qué hace un hijo cuando su padre es un dignatario de este mundo? ¿Qué hace una esposa? Jesús es mi padre, esposo, amigo, hermano. Tengo que estar con Él, vivir entusiasmado con su persona. Jesús, ayúdame a ello. Hoy deseo vivir unido a Ti. Ven en mi ayuda. Miro tus ojos divinos y humanos; brillan más que el sol. Miro tu rostro en quien se miran los ángeles. Miro tu frente, más serena que el Cielo. Veo tu corazón divino. ¡Sagrado Corazón de Jesús en Vos confío! Introdúceme en tu corazón. Abierto tiene el pecho y abierto el corazón; venid y encontraremos en Él la salvación. Te contemplo cuando estás con los tuyos en Palestina. Estoy convencido en seguirte, pero ayuda mi falta de arranque, ayuda mi fe frágil. Os ruego con el mayor fervor que imprimáis en mi corazón vivos sentimientos de fe, esperanza y caridad. Verdadero dolor de mis pecados y firme propósito de nunca jamás ofenderos. Que mis pies estén en el suelo y mi corazón en el Cielo. Creo en Ti, espero en Ti, te amo. Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí. Y ten misericordia de tu Iglesia, compuesta por hombres pecadores. Dadnos, Señor, sacerdotes santos, obispos santos, almas consagradas santas, cristianos comprometidos santos. Y a mí, dadme, Señor, el don de oración, el don de abnegación, la perseverancia final y celo para la salvación de las almas.
15-7
Oh santa e inmaculada Virginidad, no sé con qué alabanzas te obsequiaré; porque aquel a quien los cielos no pueden albergar por su grandeza, guardas en tu seno. He comulgado, Virgen María y tengo la suerte de albergar en mí a quien tuviste nueve meses junto a tu corazón. En tu seno se fue elaborando el cuerpo de Dios, del que sin dejar de ser Dios desde toda la eternidad, quedó hecho hombre. Te venero, oh Virgen María, y soy consciente de que alabándote, alabo también a mi Creador. " El que me creó, dirías, descansa ahora en mi seno". Quiero, con tu ayuda, Virgen María, mantenerme durante todo el día en la presencia amorosa de Jesús y en la tuya. Modesta en tu exterior y en el fondo de tu alma, hazme modesto y parco y humilde en mi exterior e interior. Silenciosa en todo tu ser, ayúdame a serlo con recogimiento, para parecerme a Ti. "Yo duermo y mi corazón vela"; así quiero ser con tu ayuda en este día y en todos los de mi vida. Que sepa guardar vigilante mi corazón como Tú lo haces, Reina y Señora mía. Pongo en tus manos mi Iglesia, pídele a Jesús, y él al Padre: Señor, danos sacerdotes santos, obispos santos, almas consagradas santas, seglares comprometidos santos. Ven, Virgen María, en nuestra ayuda.
16-7
Efesios 1, 3-14 Me fijo hoy en la Epístola de San Pablo. Es una alabanza y acción de gracias a Dios. Nuestra oración no ha de ser solo de petición, sino también de adoración o alabanza a Dios y de acción de gracias: "Bendito sea Dios, que nos ha bendecido en la persona de Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales". Ahora hago esta misma oración interiormente. Alabanza y adoración. Repito la frase de San Pablo: Bendito sea... "Él nos ha destinado en la persona de Cristo a ser hijos, para que la gloria y su gracia redunde en alabanza suya". Señor, te alabo y te bendigo y te doy gracias, porque me has elegido como hijo de Dios. Te alabo, Señor. Te doy gracias por ser hijo tuyo. " Por este Hijo, por su sangre, hemos recibo la redención, el perdón de los pecados". Son consciente de que Jesús me perdona los pecados, de que me ha redimido y puedo ir al Cielo. Por eso, oh Padre, te alabo y te bendito. Te doy gracias por siempre. Amén.
17-7
Contemplar a los hijos de Zebedeo con su madre junto a Jesús. Ella intercede por Juan y Santiago para que puedan sentarse uno a su derecha y el otro a su izquierda en el momento de venir Jesús a juzgar al mundo. Veo muy humana la pretensión, pero Cristo no les da este gusto. Me parece que es una tentación constante, Señor, en este mundo querer suponer y escalar puestos no solo en lo político y humano, sino también en lo religioso. Yo no puedo pretender ya nada, por eso mi mérito ha podido ser antes, cuando no me he metido. Ahora solo te pido, Señor, humildad y corregirme de mis pecados y caprichos. Tengo que luchar no contra instintos de poder, sino contra la gula, contra la pereza, contra la ira que no acaba de calmarse. Ven en mi ayuda y te pido lo del Buen Ladrón: "Acuérdate de mí" ahora que ya estás en tu Reino para siempre. No permitas que me aparte de Ti. Eso sí, dame la fe fuerte, firme, segura de la madre de Santiago y Juan. Conserva en mí esta fe firme, fuerte; y que cada vez sea mayor. Alma de Cristo santifícame. ¡Sagrado Corazón de Jesús en Vos confío! Prepara, Virgen María, mi alma para hacer una buena confesión y dame el don de penitencia.
18-7
Señor, me siento grande porque mi fe es adorarte, hacerte reverencia y servirte. Quiero ser siempre tuyo. Ayúdame. Me lo propuse de una manera seria en mis Ejercicios espirituales de mes. Ya sabía entonces que me iba a resultar difícil, pero confío de verdad en tu ayuda, porque "Todo lo puedo en Aquél que me conforta". Padre, por medio de Jesús te pido que me dé cuenta de que la felicidad está en cumplir tu voluntad, en vivir con el sentido de adoración, alabanza, acción de gracias a tu divina Majestad. ¡Cuándo será que yo viva solamente para Vos! Deseo vivir así; solamente para Vos. Que seas el centro de mi existencia, que encuentre en ello la paz y la felicidad. Las monjas de clausura con la oración y trabajo diario están cumpliendo una misión. Que consiga de esta en que estoy ahora cumplir mi misión. Mira, Señor, que noto ya cómo van disminuyendo mis facultades: memoria, movimiento, reflejos. Me canso antes. Pero he de vivir siempre muy unido a Ti en todo momento. ¿Cómo he vivido mi vida hasta ahora? Sí, buena voluntad no me falta, pero miro demasiado mi satisfacción, mi voluntad. Soy voluntarioso. Y no puedo ser de otra manera. Dirige, Señor, en tu presencia mis pasos. Que sepa no andar tanto, Señor, buscando mi satisfacción. Virgen María, pídele todo esto para mí a Jesús. ¡Sagrado Corazón de Jesús en Vos confío! Jesús, vivir no puedo lejos de Ti; Jesús, sin Ti me muero, ¡ay!, ven a mí.
19-7
Tú, Señor, eres la misma riqueza, la total riqueza, pero abandonaste el palacio del Cielo y te hiciste hombre para enseñarnos el uso que hemos de hacer de los bienes de este mundo. A poco que interiorizo en mí me doy cuenta del apego que tengo a todo lo "bueno" de aquí. Y no me refiero precisamente al dinero. No soy rico en bienes materiales, tampoco pobre. Tengo lo suficiente para vivir con desahogo, pero sin lujos. Dame fuerza y generosidad para saber compartir estos bienes que me has dado. Serán pequeñas las cantidades; yo nunca podré dar mucho, pero sí algo. Dame tu fuerza generosa. Que mis verdaderas riquezas sean mi generosidad y mi amor a los semejantes. Este es mi deseo. Santifícame con tu presencia, con tu amor, Jesús. ¡Volar, Señor, por encima de los apegos materiales y espirituales. Ayúdame a estar siempre en tu presencia. Suspirar por Ti en todo momento. Amarte más y más. Que sepa ser para otros verdadera providencia. Ayúdame a no crearme necesidades. Y da esta misma gracia a tus sacerdotes que son humanos y tienen las mismas tendencias. Santifica a tus sacerdotes. Virgen María, guía mis pasos hoy en la presencia del Señor.
20-7
Aniversario de mi consagración sacerdotal. Hoy hace cuarenta y dos años. Doce fueron de ministerio presbiteral. Treinta de sacerdocio oculto, pero vivido día a día, aunque con innumerables imperfecciones. Comienzo mi triduo sacerdotal. Mañana será el 43º del subdiaconado. Pasado mañana, 22 de julio cumplo 66 años; edad provecta. Fiesta de santa María Magdalena y aniversario también de mi primera Misa. Mi pensamiento, Señor, está hoy en mi sacerdocio y en María Magdalena, la pecadora, la convertida. Ella supo llorar y pedir perdón a Jesús, a Ti, mi divino Maestro. Me uno a su amor penitente, deseo vivir el resto de mis días en sincera compunción de corazón. Tú, Virgen María, ayúdame a ello. Santa María Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte. Ayúdame, Dios Padre, a combatir a mis enemigos que son el ansia de placer y el respeto humano. Dame, Señor, el don de penitencia. Dadme, Señor, el don de oración, el don de abnegación, la perseverancia final y celo para la salvación de las almas. Dadme el don de la compunción, como a María Magdalena. Soy tu sacerdote indigno, y debo gozarme y amar más cada día a quienes me desprecian. Porque buena será la autoestima para ser feliz, y la tengo. Pero a la vez sentirme delante de Ti, Señor, como un jumento, como un pecador arrepentido que nunca llega a una mínima parte de su ideal. En la mañana de este aniversario de mi ordenación, en medio del recuerdo de la imposición de las manos del obispo sobre mi cabeza, te pido buscarte siempre, como la santa de mi cumpleaños. Arrojarme a los pies de Jesús, desprenderme de mis aficiones nada sanas. Estar siempre contigo. Te pido, Padre, todo esto por medido de tu Hijo Jesucristo. Me arrojo con paz a tus pies, Señor, y dadme el don de compunción. Y permíteme en este día y siempre colaborar con mayor intensidad en tu Reino. Acuérdate de tu Iglesia. Dadnos, Señor, sacerdotes santos, obispos santos, almas consagradas santas, cristianos comprometidos santos. ¡Sagrado Corazón de Jesús en Vos confío!
21-7
En el aniversario de mi subdiaconado, 43º. Sigo contemplando el amor de María Magdalena. Fue ella modelo de amantes de Jesús. Yo, Señor, con tu gracia deseo también amarte así. Tres suertes hay de amor. Uno que trabaja, otro que sufre, otro que goza. Estos tres tipos de amor hubo en mi patrona María Magdalena. Trabajó por Jesús en su vida: le buscó, le obsequió, le acompañó en su pasión, le anunció... Yo, Señor, deseo que mi amor a Ti y a mis semejantes sea de este tenor: de preocuparme de una manera práctica por todos mis semejantes, por tu honor, por tu gloria, sin descanso, siempre. Este es mi deseo y mi determinación. Y alargo mi mano para que me ayudes, porque todo lo puedo en Ti que me confortas, aunque yo nada soy. Haz resplandecer en mí tu misericordia. Ayúdame a este amor de mi patrona que sufrió por ti en tu pasión, en tu sepultura y en el momento de tu Resurrección hasta que te manifestaste a ella. Jesús ven en mi ayuda, que quiero ser de verdad tu ayuda en el dolor, en el dolor de tu Iglesia, ahora en medio de su tremenda crisis. Ayúdame a ser útil en este dolor del Cuerpo Místico. Y ayúdame también a vivir en este amor de gozo como María Magdalena, que supo disfrutar de tu amor eligiendo la mejor parte. Y no quiero esto precisamente por mero placer, es que cuanto más fervoroso y entusiasmado esté con tu Reino, más puedo influir en él, más personas te alabarán; que de esto se trata. Que te busque y que te encuentre, Dios mío, en el dolor, en el trabajo y en el gozo de tu compañía. Cuarenta y tres años hace que me entregué sin condiciones. Luego no tuve fuerza para seguirte incondicionalmente, y hube de rectificar. Ten compasión de mí y ayúdame en mi miseria. Ten compasión de tu Iglesia, de los hijos de tu Iglesia, de tus dirigentes que son hombres como yo. Gracias, Señor, por tantas gracias que me has dado en estos años, a pesar de que no he sabido serte fiel. Perdona mi debilidad y mi maldad.
22-7
Cumplo hoy 66 años. Muchos años. Que el resto de mi vida, Señor, sea en tu servicio. Me fijo hoy de nuevo, Señor, en santa María Magdalena. Obtuvo grandes recompensas porque había amado mucho. Lo demostró con sus lágrimas de conversión. Yo también, Señor, recibí hace muchos años la conversión por tu gran misericordia. Y he recibido multitud de gracias extraordinarias después: el sacerdocio es la mayor y lo tengo que ejercer necesariamente desde unas perspectivas bien concretas, y limitadas. Yo no puedo ir por las parroquias, no puedo ir a predicar en nombre de la Iglesia. Tengo que hacerlo por medio de mis escritos. Porque esto nadie me puede prohibir; lo otro lo tengo prohibido. Por eso he de predicar precisamente a mis hermanos los obispos. Me preocupa si no están llenos de Dios como los Apóstoles. Como María Magdalena anunció el mensaje del Señor a los Apóstoles, yo, pecador, lo tengo que hacer a los obispos. Dame, Señor, tu gracia, tu fuerza. Señor, danos sacerdotes santos, obispos santos, almas consagradas santas, seglares comprometidos santos. Ayúdanos en la conversión de España, de Europa que se está alejando de Ti, y lo único que puede conseguir la conversión es la Santidad, el amor a la Eucaristía. Virgen María, en el día de mi santo, de mis 66 años, ayúdame. Mis hermanos están alejados de Dios, cada vez veo menos fe y necesitamos tu ayuda de Madre. Señor, yo quiero ser hospitalario contigo como María Magdalena. Ayúdame.
23-7
Me encuentro junto a Jesús como los Apóstoles (Mc. 6,30-34). Ellos se retiraron a un lugar tranquilo. Contarle las cosas a Jesús. Nos dice hoy San Marcos: "Los Apóstoles volvieron a reunirse con Jesús, y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Él les dijo: - Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco... Y se fueron en una barca a un sitio apartado y tranquilo". Yo también tengo que buscar un sitio tranquilo para contarle las cosas a Jesús. Contarle todo lo que me pasa; contárselo como se cuenta las cosas al padre, a la madre o al amigo íntimo. Y a la vez que le cuento las cosas confiar en que me ayude a solucionarlo; que me dé fuerza para corregirme; que me ayude a ser generoso para hacer partícipes a otros de lo bueno que tengo. Esta forma de oración la voy a tener más en cuenta. Y nos dice el Evangelio que mientras estaban tranquilos en la barca, la gente les seguía por la orilla hasta alcanzarlos. Merece la pena tenerlo esto en cuenta. Cuando hacemos oración, cuando sabemos estar tranquilos a solas con el Señor, es preciso también atender, como atendía Jesucristo las necesidades, las conveniencias de cuantos nos rodean. Y sentir lástima como el Señor sintió: "Porque andaban como ovejas sin pastor". Enséñanos, Jesús, a ayudar a otros, como Tú lo hiciste.
24-7
Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán la tierra. Líbrame, Señor, de los movimientos de ira. Líbrame de la venganza; mira que yo solo no soy capaz y necesito de tu ayuda. Líbrame de la venganza a nivel grande; pero también a pequeño nivel, líbrame de las pequeñas represalias, dame un corazón generoso, de los que parece que ni se dan cuenta de las injurias. Enséñame a ser magnánimo con todos. Que ni siquiera recuerde las injurias. De santa Micaela decían muchos que deseaban estar en el número de los enemigos, pues trataba con mayor bondad aún a quienes le habían hecho daño o injuria. Tú, Señor, en la Eucaristía me enseñas esa mansedumbre. Jesús, manso y humilde de corazón, hacen nuestro corazón semejante al vuestro. Renuncio a las pequeñas venganzas; quiero ser tuyo, manso y humilde. Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a cuantos nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación. Líbranos también, Señor, de los iracundos, de los vengativos y dales a todos tu gracia y tu amor. ¡Sagrado Corazón de Jesús en Vos confío!
25-7
Cuando la madre de Santiago y de Juan, se acercó a Jesús le pidió nada menos que se sentaran estos dos hijos suyos uno a la derecha y el otro a la izquierda. Cristo entonces les preguntó a ver si eran capaces de beber el cáliz que él había de beber. Contestaron que sí, pero no por eso lograron su pretensión. Me parece que estas miras humanas están muy metidas en todas las personas: destacar, encontrar lugares y puestos privilegiados desde donde poder dominar. Pocos son los que se ofrecen para beber el cáliz de la pasión del Señor. Señor, voy a procurar ponerme en las manos de Dios y ofrecerme para lo que Él quiera de mí. Como Jesús no buscar ser servidos, sino servir. Y esto a todos los niveles. No buscar ser los primeros en honores, sino los primeros en servir al Señor y a nuestros prójimos. Esta es la lección del Evangelio de Santiago. Y como es patrón de España, le pido hoy: guárdanos en la fe de Jesucristo, que siempre vivamos con la gran ilusión de nuestra vida cristiana. El tiempo pasa; se acerca para mí el final. Aunque me encuentro relativamente bien, muchos de mi edad ya dieron el salto a la eternidad. Me impresiona, Señor, la frialdad de tanta gente que se engaña pensando que no existe la vida eterna y vive de espaldas a esta realidad. Ten misericordia, Señor, y por medio del Apóstol Santiago te pido: Señor, danos sacerdotes santos, obispos santos, almas consagradas santas, seglares comprometidos santos. Que urge la santificación de tu pueblo alejado del Bien.
26-7
Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Haz, Jesús, que supere el miedo al sufrimiento. Ayúdame a que aprecie el dolor cuando me lo mandas, como el otro día. Te doy gracias, porque, aunque buscaba remedio, no desfallecía mi ánimo. Ayúdame a unirme contigo en la cruz cuando veas que estoy sufriendo. Lloro contigo a verte flagelado y coronado de espinas, llora mi alma al ver el dolor de los que sufren, admiro aprecio por encima de todo a quienes trabajan por quitar el dolor de los que sufren, por quienes no se contentan con llorar, sino que acompañan y ayudan a suprimir su dolor. Te pido que les des fortaleza. Lloro al verte, Jesús, sudando sangre en el Huerto de los Olivos. Deseo acompañarte con mi oración reparadora por todos los pecados del mundo. Lloro por mis pecados; perdona mis pecados, mira que soy tu amigo. Ábreme ya la puerta, quiero morar contigo. Lloro por la situación de la Iglesia; ten compasión de la y dadnos, Señor, sacerdotes santos, obispos santos, almas consagradas santas, cristianos comprometidos santos. Que mis lágrimas, Señor, se conviertan en acción. Yo no entiendo otro trabajo ya durante mi vida que animar, ayudar a todos en la fe, en la santidad, en el amor a Dios, que es la fuente de todo apostolado. No entiendo otro. Dame fuerza para perseverar en éste y, si me haces entrever otro, dame también tu fuerza. Dadme, Señor, el don de oración, el don de abnegación, la perseverancia final y celo para la salvación de las almas. Entre el vestíbulo y el altar llorarán los sacerdotes del Señor y dirán: perdona, Señor, perdona a tu pueblo. No te enojes para siempre con nosotros.
27-7
"Ay de vosotros los que ahora reís, porque después lloraréis", dice Jesús. (Lc. 6,25)
Te pido fuerza, Señor, para aborrecer los vanos placeres del mundo. Que me dé cuenta, Señor, de que son incompatibles los placeres del mundo con tu alegría santa. Ayúdame a hacer lo contrario de lo que hace el mundo. Dadnos, Señor, sacerdotes santos, obispos santos, almas consagradas santas, cristianos comprometidos santos. Y a mí dadme, Señor, el don de oración, el don de abnegación, la perseverancia final y celo para la salvación de las almas. Sobre todo el don de abnegación te pido hoy, porque es el gran complemento que me falta para avanzar en la oración. Que me dé cuenta de esto. Dame fuerza, Señor. Si tengo el espíritu del mundo, ¿cómo va a reinar en mí el espíritu de Cristo? Y si no tengo el espíritu de Cristo, me comporto como un apóstata. Perdóname, Señor, y ayúdame a cambiar. ¡Sagrado Corazón de Jesús en Vos confío!
28-7
Ayúdame, Señor, a hacerme indiferente a aquello que se no sea necesario para tu amor: lo mismo salud que enfermedad, riqueza que pobreza, vida larga o corta. Soy creado por Dios; Tú, Padre, eres mi centro. Quiero ser todo tuyo. Darte gusto en todo. Cumplir siempre tu voluntad. Las demás cosas que me sean indiferentes. Todo esto lo afirmaba desde mi juventud; mi vida va pasando. Ya queda poco; ayúdame a ser del todo tuyo, a cumplir tu voluntad. Soy hecho para alabarte, servirte, reverenciarte y mi alma así gozará contigo por toda la eternidad. Te alabo y bendigo, Santísima Trinidad, y te alabo por quienes nunca te alaban, por quienes no se acuerdan de Dios para nada, por quienes en este mundo están con eterna duda o indiferencia. Ayúdame a no apegarme a lo pasajero, a no adherirme a mi voluntad, sino a la tuya. Todo pasa, Señor, solo Tú permaneces. Y ayúdame a transmitir el fervor y la confianza. Mira que necesito de tu ayuda por encima de todo, Señor.
29-7
Hoy hace 66 años que me bauticé. Virgen María, líbrame de la tibieza; líbrame de este mal que corroe a nuestros cristianos. Dame, pídeselo a tu Hijo, y É al Padre que me ayuden a no caer en este mal terrible. Que el Señor no me arroje de su presencia porque no soy ni frío ni caliente. Creo en Dios, espero en Dios, amo a Dios con todo mi corazón. Haz, Señor, que aumente en mí el fervor día a día. Que deseo ser vivo en tu Cuerpo Místico. Que quiero ser un sacerdote santo, el más escondido, aquél a quien nadie conoce, pero deseo influir en tu Reino, porque cada vez veo menos fervor: las iglesias se cierran a la adoración; se suprimen misas en verano y luego no se recuperan en invierno; cada vez acude menos la gente a la iglesia a orar, y muchos templos solo se abren a la hora de la Misa. Dadme el calor del fervor; que me lance, Virgen María, con ilusión hacia Dios al estilo de San Pablo. Que tenga celo por la gloria de Dios. Que sepa sacrificarme, porque merece la pena todo esfuerzo para llegar al Cielo. Líbrame, Virgen María, de l tibieza. Dile a tu Hijo, que Él se lo pida al Padre. ¡Alma de Cristo, santifícame! Líbrame, Señor, porque estoy sin recursos y soy muy pobre. Líbrame de la soberbia; delante de Dios no me cuesta ser humilde. Dame también el don de la humildad.
30-7
Contemplar la escena de la multiplicación de los panes, tiene siempre un hechizo para los cristianos. Le seguía a Jesús gran cantidad de gente, y el Señor tuvo compasión de ellos porque llevaban varios días y se les habían acabado los alimentos. Preguntó Jesús entonces a Felipe el modo de darles de comer. Andrés sugiere: "Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces, pero ¿qué es eso para tantos? Manda Cristo que se vayan sentando, comienza a repartir de aquellos panes y peces, y no se acababan. Pudieron todos quedar saciados y aún sobraron doce canastas de alimento. Desde niños hemos oído esto muchas veces, pero no me he de acostumbrar. Jesucristo es nuestro Señor, el que nos quiere, la Providencia que nos cuida. Por eso nunca estaré triste, trabajaré, sí, para buscar el sustento y el porvenir, pero confiando en Dios siempre. "A Dios rogando y con el mazo dando". Él nos ayudará.- La multiplicación de los panes es símbolo de la Eucaristía. Tengo a nuestro divino Maestro en todas las Misas, y después en todos los Sagrarios del mundo. Por eso he de estar contento, en Él descargaré mis cuidados, y a la vez a preocuparme un poco más por las cosas suyas. Eso es la amistad: Él irá cuidando de mis cosas, y yo de las suyas. Jesús, quiero contar contigo en todos mis asuntos. Para esto te has multiplicado más que en aquella comida milagrosa.
31-7
En la fiesta de San Ignacio de Loyola. Contemplar a S. Ignacio como enarbolando una bandera en la que se inscribe: " Para mayor gloria de Dios". Pedir fuerza a Dios para trabajar por su gloria. Bendito seas Señor, Dios mío. Deseo con tu gracia buscar siempre tu gloria en todo. Siempre tu mayor gloria. Ayúdame a buscarla por encima de todo, por encima de mi bienestar y de mi comodidad; que nunca estén mis deseos destruyendo tu obra. Que los hombres conozcan "al Dios verdadero y al que enviaste, Jesucristo". Veo a Ignacio penitente en Manresa. Allí comía como los mendigos, allí era penitente como los arrepentidos. Mi vida, Jesús, tenía que ser un Manresa continuo, pues nunca consigo dominar perfectamente mi época más pecadora. Ven, Virgen María, en nuestra ayuda. Contemplo a Ignacio de Loyola crucificado para el mundo, haciendo guardia de honor, delante el altar de la Virgen María, donde velaba sus armas espirituales. Con emoción, Señor, quiero decirte con el santo que es mi determinación todo lo que es para mayor gloria de Dios. Bendito seas, Señor por todo. Deseo reparar lo mismo que el santo todos los agravios que os he hecho a vuestra divina Majestad. Deseo vivir con la humildad del santo. Y sobre todo quiero mirar con los ojos toda la redondez de la tierra; todo el mundo, con el fin de que todo el mundo sea para Dios. Mira, Señor, este mundo, este tu pueblo que se aleja de la verdad y del amor. Ten compasión de nosotros. Envíanos tu luz y gracia para salir de esta crisis. Y dadnos sacerdotes santos y obispos santos; danos almas consagradas más santas. Que salgan líderes religiosos de gran santidad y fuerza de apostolado. Que salgan santos de la talla de Ignacio de Loyola, como en el siglo XVI.
VIII.- MEDITACIONES AGOSTO DEL 2000
1-8-2000. Martes
La caridad cristiana es reflejo de la Providencia de Dios. Enséñame, Señor, amar a mis prójimos. Enséñame a saber dar al que tiene menos. Enséñame a dar más. Enséñame a ser fuerza y apoyo de los más débiles. Enséñame a ser misericordioso. Enséñame a ser paciente y compasivo. Enséñame a ser dulce y benigno y a preocuparme por mis prójimos. Enséñame a vivir en la unidad y abrasarme en la caridad. Enséñame a no separar mi amor a Ti del amor al prójimo. Enséñame a ser de tal manera que no me contente con dar dinero, sino saber dar todo lo que me cuesta algún sacrificio, sobre todo el tiempo; que sepa darme sin deseo ni esperanza de recibir nada fuera de tu amor.
2-8
Pido hoy al Señor de una manera muy especial por mi esposa que cumple los cincuenta y nueve años. --- Ayúdame, Señor, a no adueñarme de las criaturas. Tú eres el único dueño. Nunca podré saciarme de nada; tampoco lo deseo, porque inquieto está nuestro corazón hasta que descanse en Ti. Quiero darme cuenta de que todo lo dispones con sabiduría y amor. Así seré siempre fiel a Ti, sin apoderarme de las cosas creadas. Ayúdame, Jesús, a no tener tanto miedo al dolor ni tanta afición al placer, porque éstas son las causas de que mi espíritu no se eleve hacia Ti. El tiempo pasa y no avanzo. Tú me creaste para alabarte, darte gracias y servirte; para adorarte y cumplir tu voluntad y voy muy lento y con altibajos en mi propósito. Que me dé cuenta, Virgen María, de que las cosas todas me traen noticia de mi Dios, pero si yo no estoy atento y soy fiel a su mandato, después me apodero de ellas y soy un ladrón. Que no sea tan necio, Virgen María. Que tenga la sensación interna de ser nada, porque todo lo he recibido del amor de Dios.
3-8
Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios. ¡Limpieza de corazón, Señor! La deseo y pretendo pero se me hace muy difícil. Tú la aprecias como un tesoro para los humanos junto con la humildad. Ayúdame a mantenerme siempre limpio y humilde. Tú te comunicas a estas personas, y pienso que no son muchas. Hazlo conmigo por tu misericordia, aunque nunca podré merecerlo; por eso te digo por tu misericordia. No me ocultes tu rostro. Dame para ello humildad y limpieza. Los vírgenes te seguirán en el Cielo por dondequiera que vayas. Que al menos te pueda seguir después de este cortejo. Porque yo ,Señor, creo en Ti, espero en Ti, te amo. Habitar en la casa del Señor todos los días de mi vida. Dame desde ahora esa afición, esa total inclinación. Dale esta inclinación a los sacerdotes. Danos sacerdotes santos, obispos santos, almas consagradas santas. Que merezca contemplar tu rostro por tu misericordia y por toda la eternidad, que no sea un fracaso mi vida. Y ten compasión por todas las personas inseguras, que dicen ser creyentes, pero no acaban de fiarse del todo de tu palabra. Creo que este fenómeno se da más en nuestros días que anteriormente. Dadme, Señor, el don de oración, el don de abnegación, la perseverancia final y celo para la salvación de las almas. ¡Sagrado Corazón de Jesús en Vos confío!
4-8
Líbrame, Señor, del defecto de la critica; lo propuse en Ejercicios y no acabo de corregirme. Hazme humilde y pacífico. Ayúdame a ser manso y humilde de corazón y a saber humillarme interior y exteriormente cuando fracase en mi propósito. Que no pierda la caridad de mi alma por estas tontas expresiones, ni por nada. Quiero estar siempre unido a ti y unido a mis hermanos. Perdóname, Señor, y ayúdame. Te lo pido Padre por medio de nuestro Señor Jesucristo. Que no cause mal a mis semejantes con mis críticas y soberbia, como si yo fuera el corregidor del mundo. Que no escandalice a quien me escucha; porque puedo tirar por la borda años de bondad con un acto de crítica o mal genio. Que no me engañe con un celo mal entendido. Nada se consigue con la crítica negativa. Ayúdame a estimular al bien sin acritud, con el buen ejemplo y con el buen consejo en momentos oportunos. Ven, Señor, en mi ayuda. Permanece conmigo hoy durante todo el día.
5-8
Fiesta de la Virgen Blanca, patrona de la ciudad de Vitoria. Asisto al Rosario de la Aurora y a la Misa multitudinaria; tal vez más de veinte mil personas. Procuro unirme al Señor y a la Virgen María con los punto de meditación que ayer preparé: "Bienaventurados los que sufren persecución por la justicia porque de ellos es el Reino de los cielos". Muchos, Señor, padecen para alcanzar riquezas; quiero que mis sufrimientos vayan para conseguir un aumento grande en el Reino, venga a nosotros tu Reino, Señor. La Virgen María sufrió al ser la madre de Dios; con decisión me uno al dolor de María cundo yo sufra, para colaborar con ella a la salvación del mundo. Ayúdame, Señor, a saber sufrir con paciencia. Ayúdame incluso a sufrir con alegría. Y dame fortaleza, celo, ardor, para trabajar por la extensión del Reino de Dios en este mundo. Veo mi vida como con ese único objetivo, pero encuentro dificultad; necesito el don de oración, el don de abnegación, la perseverancia final, celo para la salvación de las almas. Lo pido una y mil veces. Dios me ha creado para que sea santo; Jesucristo me ha redimido para que yo sea santo; el Espíritu Santo habita en mí para que yo sea santo. No moriré sin ser santo con tu ayuda.
6-8
"Trabajar no por el alimento que perece, sino por el que perdura". Nos dices esto, Señor, para que no nos preocupemos tanto de come, de divertirnos, de pasarlo bien. Yo estoy convencido de esto, pero me cuesta más que a otros dominarme en los instintos básicos. Ya procuro me priva la exquisitez en la comida y a veces no sé dominarme. Pongo ahora mi corazón en Ti para que me ayudes. Ayúdame a amarte porque eres bueno, Dios mío. Creo, según me mandas en tu Evangelio en el enviado de Dios, Jesucristo. Dame fuerza para que esta fe me ayude a serte siempre fiel. Consérvame en la fe, en la esperanza, en el amor y ten misericordia de mí. Ten misericordia de tu Iglesia santa. Mira, Señor, este mundo, este tu pueblo que se aleja de la verdad y del amor. Ten compasión de nosotros. Envíanos tu luz y gracia para salir de esta crisis. Y dadnos sacerdotes santos y obispos santos; danos almas consagradas más santas. Que salgan líderes religiosos de gran santidad y fuerza de apostolado. Perdona mis pecados, mira que no te he sido fiel y necesito mucho de tu misericordia. Manténme en tu amistad. Aumenta mi esperanza; que cuando tenga dificultades, piense en el Cielo. Que tu transfiguración me anime y aumente mi fe y esperanza.
7-8
En Ejercicios te pedía con insistencia, Señor, indiferencia hacia todo lo que no era malo u obligatorio; lo malo, rechazarlo; lo obligatorio, acogerlo; lo demás, indiferencia: lo mismo placer que dolor; lo mismo salud que enfermedad; lo mismo, vida larga que corta. Así quisiera siempre vivir, de tal manera que siempre esté contento con todo que tu Providencia permita en mi vida. Por eso te pido, Jesús, que me libres de la afición a mis comodidades; ellas me sirven en la edad madura como rutinas para obrar con mayor facilidad en todo, pero que no me desazone cuando no me funciona el ordenador o se estropea la lavadora. Te lo pido con fervor. Tú, Jesús, por encima de todas las vicisitudes. Me siento feliz por ser criatura de Dios. Virgen María, tú que fuiste elegida para ser madre de Dios, te sentiste la esclava del Señor; ayúdame a sentirme feliz y siervo; ya sé que soy también hijo, pero que no me sirva para vanagloria. "Siervo tuyo, soy, Señor, e hijo de tu sierva", por la cual te pido. Te alabo Padre porque eres la Bondad, porque eres la Grandeza, porque me das la oportunidad de alabarte. Y haz que siempre tenga el temor santo de Dios junto con un gran amor. Amén.
8-8
Virgen María, estoy preparando la fiesta de tu asunción a los cielos. De verdad, deseo celebrarla bien. Para ello quiero meditar estos días alguna de tus virtudes. En concreto, hoy, tu amor de caridad hacia Dios y hacia todos tus hijos, los hombres. Virgen María, fortalece mi alma en la fe, como fortaleciste la de los Apóstoles. Hay diversas tradiciones que nos dicen cómo ayudaste a los primeros discípulos de Jesús. Virgen María, ayúdame a comulgar con fervor. Infunde celo en mi alma para que vibre antes las necesidades de tu Reino. ¡Venga a nosotros tu Reino, Señor! Tú, Virgen María, ayudaste a todos con tu ejemplo y con tu palabra. Deseo yo también imitarte en esto. Ayúdame a prepararme bien para tu fiesta de la Asunción.
9-8
He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra. Infunde, Señora mía, en mi alma el espíritu de humildad. Deseo ser siempre servidor de Dios y servidor de mis prójimos, pero dame fuerza para conseguirlo cada vez mejor. Sobre todo hacerlo siempre con total humildad, convencido de que nada soy. Virgen María, subiste alto en la virtud porque siempre fuiste humilde. A mí me cuesta la humildad, se me hace como imposible cuando se trata de aceptar humillaciones, pero ahora me doy cuenta de que un poco, algunas veces, las acepto. Por ahí se empieza, ayúdame a seguir cada vez acogiendo más y mejor la humillación. encubriste, Reina y Señora mía, los dones que te dio el Señor. Confiaste en la Providencia, y nada le dijiste a San José, luego Dios solucionó todo. Enséñame esa humildad de no andar cacareando tus favores. Ahuyenta de mí la vanagloria que me suele hacer malas faenas; y en mi caso siempre es vana. Eres, Virgen María, huerto cerrado y fuente sellada.
10-8
Virgen María, elegiste los oficios más sencillos, tanto antes de la Anunciación como después. ¡Cuánto puedo aprender de ti la humildad! Enséñame, oh Madre, estos caminos difíciles. No querías ser servida, sino servir; lo que Jesús había predicado en el Evangelio; el mismo ejemplo que Él nos dio. Tú ves, Madre, mi tendencia que no es así precisamente; pero de verdad te admiro y deseo imitarte en eso y en todo. Rehusabas los oficios honrosos; en nada te distinguiste por ser la Madre de Dios, sino en virtud de amor y en sencillez humilde. Eso sí; eso te iba y ahí disfrutaba tu corazón. Incluso después de la Ascensión del Señor a los Cielos no aparecías predicando ni haciendo milagros como los Apóstoles; estaban siempre a la sombra, aunque según vemos en la tradición, les alentabas y confortabas para que no desfallecieran. Ni siquiera podías celebrar la Santa Misa, la Divina Eucaristía. Te imaginamos comulgando todas las mañanas de manos del Apóstol San Juan o de otro distinto que estuviera cerca de Ti. Tú que había llevado en tu seno al mismo Dios, ahora te consolabas con recibirlo en tu corazón. ¡Qué fe y humildad la tuya! Siempre estabas en contacto con tu Hijo, pero como nosotros ahora, a través del signo eucarístico, con profunda fe y humildad y amor hacia Él.
11-8
Contemplo el momento de la adormición de María. Le rodean los Apóstoles con gran veneración. Al parecer fue el día tercero después de su muerte fue elevada al Cielo por los ángeles. La Virgen María, con unos sesenta y seis años, mi edad, deseaba entrar en el Cielo; quería ver a Jesús, pero estaba con paz. Te pido, oh María, deseos de contemplar al Señor. Cuando quieras, Señor, puedes llamarme y mandarme ir a Ti. Confío en que me llevarás al Cielo con María, nuestra Madre. Diría la Virgen: "Has dilatado mucho mi peregrinación. Digo ella: ¡Ay de mí que cada vez me acerco más a la meta, me encuentro con carencia de obras buenas. Ten misericordia de mí, Señor.
"Mi alma tiene sed de ti, como la tierra árida y sedienta sin agua." Ven, Señor, y ayúdame a no tener apego a esta vida. "Hijas de Jerusalén, decid al amado que estoy enferma de amor".
12-8
La Virgen María resucitó, al parecer, al tercer día, como Jesús. Atráenos oh Virgen Inmaculada, corremos detrás de ti, siguiendo el aroma de tus virtudes. Recibiste, María, el Cielo como premio a tu pureza y entrega del corazón a tu Dios. Ayúdame a ser limpio de corazón para que puede algún día ver al Señor. Recibiste, María, el Cielo como premio a tu santidad, a tu íntima unión con Dios en la caridad. Quiero también imitarte en esto. No
podía corromperse en el sepulcro el cuerpo de la Virgen que un día fue materia de la que nació Cristo. Haz, Virgen María, que siempre me adhiera a los mandatos del Señor, y dile que no permita que jamás me aparte de Él. Aspirar al Cielo, a las Alturas, siempre unido a Jesús.
13-8
"Yo soy el pan de vida, dice Jesús, este es el pan vivo bajado del Cielo". Me acerco a la Eucaristía con verdadero fervor porque voy a recibir a Jesucristo, el pan de vida. Él me dará la vida eterna; la caridad verdadera que me inclina a la unión con Dios. Él me ayudará a cumplir el segundo mandamiento, semejante al primero: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Perdona mis pecados, Señor, y ayúdame a acercarte a ti con verdadera devoción y amor. Quiero durante el día acordarme de que he comulgado; que Tú seas, Señor el centro de mi existencia diaria. Te doy gracias, Señor, por la comunión de hoy, por los miles de comuniones de mi vida. Quiero vivir y morir para Ti, por Ti, en Ti. Ayúdame a vivir en unión y en amor con mis semejantes. Aunque tenga quejas, que no me deje llevar de ellas. Te pido por todo lo que Tú sabes, a Ti que moras en mí después de comulgar. "El que come mi carne y bebe mi sangre, vivirá para siempre . Permaneced, Señor, Vos en mí y yo en Vos en esta vida y luego en el Cielo.
14-8
Mañana la fiesta de la Asunción de María Virgen. Deseo vivir con amor a nuestra Madre. El día de hoy será la preparación. Ayúdame, oh Virgen María.
Te venero y alabo y en tu alabanza alabo al Señor. Naciste Inmaculada, sin mancha de pecado original. Y cuando llegó la hora de la muerte, fuiste del todo llena de gracia, en plenitud. Tu muerte fue en el amor y tu muerte fue por amor, según suponemos. Llegó a tan alto grado el amor que tenías al Señor que ya no soportaba tu cuerpo tanta dicha y te llegó tu hora. El dolor de la muerte lo experimentaste al pie de la cruz, pero ya no sufriste cuando entregaste tu alma al Señor, así lo supongo. Virgen María, en la fiesta de tu Asunción concédeme llegar a tan alto amor a Dios que me resulte esta vida dura de tanto aguardar. Y sobre todo que esté tan inundado de amor a Dios y del amor de Dios que irradie amor y sea útil en tu Reino. El que hizo en ti cosas grandes, te llevó a los Cielos. Atráenos detrás de ti, Virgen María. Fuiste coronada como Reina de los ángeles, de los patriarcas y profetas, de los apóstoles, confesores y vírgenes, como Reina de todos los santos. Sé también Reina y Señora mía. Deseo que vaya creciendo más y más mi devoción a ti en esta fiesta, cuya vigilia estoy celebrando.
Y precisamente hoy celebro el 29º aniversario de mi matrimonio; te
agradezco el don de este sacramento, la compañía de una mujer buena y con tanta fe y bondad; consérvanos en el amor y consérvanos en tu amor ahora y en la eternidad. Amén.
15-8
Ha llegado la fiesta de la Asunción de la Virgen María. La Virgen María está en cuerpo y alma en el Cielo. Es una verdad de fe que ahora hace cincuenta años la definió el Papa Pío XII. Siempre se creyó en esta verdad. Se transmitió no por la Biblia, sino por la Tradición. Le pedimos a La Virgen María, que subió al Cielo por los ángeles, que sea nuestra mediadora ante el Señor.
Hoy escribo como oración y meditación breve un párrafo famoso de un sermón de San Bernardo:
"Pecador que fluctúas entre las borrascosas tempestades de este mundo: no apartes jamás los ojos de esta brillante estrella, si no quieres verte sumergido entre las olas.
Si se levanta el huracán de las tentaciones, si tropiezas en los escollos de la tribulación, mira a la estrella, llama a María.
Si la avaricia, la ira o los estímulos de la carne arrastran la navecilla de tu alma, mira sin cesar a María.
Si te turba la gravedad de tus pecados, si te confunde la fealdad de tu conciencia y el rigor del juicio te arrastran al abismo de la tristeza de la desesperación, piensa en María.
En los peligros, en las angustias, en las dudas, invoca a María y fija en ella tu pensamiento. No se aparte este nombre de tu boca, no falte en tu corazón y no dejes de seguir los rayos de su ejemplo. Siguiéndola, no te desvías; rogándola, no desesperas; pensando en ella, no yerras.
Si ella te protege, no temas; si te es propicia, llegarás felizmente al término y experimentarás en ti mismo la razón por qué se dijo :"Y el nombre de la Virgen es María.""
16-8
Necesito, Señor, siempre tu ayuda. Estoy en tu presencia, Jesús. Enséñame a cumplir tus mandamientos, aun los más pequeños. Deseo fuerza, ayúdame sobre todo a orar; deseo estar en tu presencia y deseo orar siempre con fervor. Necesito de ti. Dadme, Señor, el don de oración, el don de abnegación, la perseverancia final, celo para la salvación de las almas. Te lo repito de nuevo: Dadme, Señor, el don de oración, el don de abnegación, la perseverancia final, celo para la salvación de las almas. Se me hace difícil orar, y lo veo de todo punto necesario. Acepta mi oración, límpiala de todo disgusto y de todo hastío. Solo sé humillarme delante de ti, porque soy un inútil. Qué bien han sabido orar los santos, y yo, nada. Pero de nuevo en tu nombre echaré las redes. Enséñame a apreciar tus mandatos y tu voluntad aun en las cosas pequeñas. Mirad que soy muy pobre, dulcísimo Jesús y necesito de Vos como el mendigo de la limosna que el rico le ha de dar. Enséñame a animar a otros a cumplir tu santa voluntad. Quiero con tu gracia ser apóstol; concédeme el don del apostolado y gracia para ser constante en él siempre. Mira, Señor, este mundo, este tu pueblo que se aleja de la verdad y del amor. Ten compasión de nosotros. Envíanos tu luz y gracia para salir de esta crisis. Y dadnos sacerdotes santos y obispos santos; danos almas consagradas más santas. Que salgan líderes religiosos de gran santidad y fuerza de apostolado. Perdona mis pecados, mira que no te he sido fiel y necesito mucho de tu misericordia. Manténme en tu amistad.
Ayúdame a dar buen ejemplo y a no escandalizar a nadie; necesito de Ti, Dios mío, necesito de Ti. Enséñame a ser bueno y perfecto, como Tú eres Bueno y Perfecto. ¡Sagrado Corazón de Jesús en Vos confío!
17-8
Me encuentro junto al Señor lleno de gozo por ser criatura; Tú nos hiciste, Señor, a tu imagen y semejanza y esto me llena de alegría y agradecimiento. Deseo vivir hoy bajo esta impresión y llevarla con gozo al rezo del rosario. Gracias por se llamado a servirte. Deseo hacerlo todos los días de mi vida ahora y por siempre, Señor. Gracias y alegría por llamarme a cooperar en tu Reino. Aunque no sea mucho lo que puedo hacer, he de hacerlo con ilusión. Me has dado mucho poder en todo el mundo en internet. Y aunque mi campo es limitado a personas selectas, las atenderé cada vez mejor, y, juntos animados caminaremos por los senderos de tu santa voluntad. Gracias y alegría, Señor, por ser llamado a tu intimidad en la oración. Deseo siempre estar contigo, servirte y amarte de verdad. No permitas que me distraiga de lo verdaderamente necesario. Y ayúdame de una manera especial a alentar para que vivan en tu intimidad tantas almas consagradas. Ven, Señor, en nuestra ayuda.
18-8
Santificado sea tu nombre, Señor. Que sea tu nombre conocido y honrado por todo el mundo. Tu gloria y tu honra por siempre; sufro, Señor, que tantos blasfemen, y quiero con esta oración reparar tantas blasfemias. Deseo reparar también mi olvido e inconsciencia de no repetir la alabanza a tu nombre. Es cierto que no necesitas de nosotros, pero el hombre te debe este honor. Ayúdame a honrar tu nombre en el servicio de mi prójimo. Santo, santo, santo es el Señor del Universo. Llenos están el Cielo y la Tierra de tu gloria. No a nosotros, Señor, no a nosotros, sino tu nombre sea dada toda la gloria. Al escuchar el nombre del Jesús se doble toda rodilla en el Cielo, en la Tierra y en todo el Universo. Tú, Señor, estás en la gloria de Dios Padre. Que mi vida sea toda un canto a tu divina majestad. Ayúdame a que respete en un profundo amor y veneración tu nombre, ahora y por siempre. Que no tema la muerte, porque ella me abre las puertas del Cielo por toda la eternidad. Allí siempre estaré dando gloria a tu nombre, a tu divinidad. Santo, santo, santo eres Señor.
19-8
Danos hoy, Señor, nuestro pan de cada día. Atiende, Padre, esta cuarta petición que te hago con el mayor fervor posible. Es que solo no tengo fuerza para vivir. Mientras estoy en esta vida dame el sustento del alma, porque "no podemos caminar con hambre bajo el sol"; danos siempre el mismo pan; tu cuerpo y sangre, Señor. Danos siempre el alimento de la Eucaristía. Que no nos falte en el camino. Te pido de una manera especial por mi familia: por la que convive conmigo; por aquellos que la formamos un día, por los parientes, por todas las personas que aparecen en los "dípticos" particulares míos. Da, Padre, al mundo el alimento. Que quienes nos sentimos poseedores de tu santa fe, nos demos cuenta de que el amor se ha de extender a todos y les demos en tu nombre el alimento espiritual. Danos nuestro pan de cada día. Danos de la perseverancia de cada día. Mira que la fe es muy vulnerable y de todas las partes nos vienen asechanzas. Dame también la refección espiritual en la oración, porque mi problema es la atención, y sin atención habrá una oración virtual, pero sin gusto, sin sabor, árida y sin sentido, porque solamente es oración en virtud de la primera intención de ponernos a orar. Por fin, Padre, danos el alimento de cuerpo. Que a veces estoy demasiado seguro, por tener una pensión de que no me faltará nada, y Tú, Padre, has de dar el incremento. ¡Sagrado Corazón de Jesús en Vos confío!
20-8
El pan que yo os daré es mi carne para la salvación del mundo, dice Jesús en Jn. 6. Si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, habita en mí y yo en él. Señor, yo creo de verdad que estás en la Eucaristía; pero quiero prepararme bien siempre para recibirte, que las comuniones tengan en mí más provecho. Comulgar conscientes de que nos visitas, nos transformas y nos amas, Señor. Más diligencia en todo, Jesús. Ayúdame a vivir siempre con unión y amor a Ti. Virgen María, prepara mi corazón para comulgar. Deseo tener más diligencia en este sacramento. Ayúdame a vivir de amor a Ti. A ser humilde y a aceptar las humillaciones.
21-8
Me alegra, Señor, ser libre; amarte porque te elijo. Y te elijo y elegiré con tu gracia mil veces, porque de verdad quiero ser tuyo siempre. Dijiste a tus Apóstoles: "Vosotros no me habéis elegido, os he elegido yo a vosotros". Esta es la gran realidad. Pero me has creado libre, como libre creaste a la Virgen María y aceptó tu invitación con el "fiat". Yo acepto gozoso tu invitación al amor y a la fe. Y me siento muy agradecido a ti, Jesús. Gracias, Señor, Tú te adelantas y me das la posibilidad de amarte; por eso no considero mérito mayor el seguirte, pero sí hay un "algo" que has permitido que colabore para darme la vida eterna. Ayúdame a corresponder a tu amor. Y que esta generosidad tuya me lleve a un total amor al prójimo. Tú ves mis dificultades en este terreno, Tú ves mi tendencia al egoísmo y a creerme un poco el centro, pero a la vez ves mi buena voluntad para el amor al prójimo y mi dificultad. Dame tu gracia y tu amor, Jesús. Tú ves, Señor, que muchas temporadas he estado estancado en tu alabanza. Ayúdame ahora a avanzar en tu adoración. Es verdad que soy débil y necesito la oración de petición, pero estoy seguro de que si me ves con espíritu de adoración y a la vez ves mis necesidades, la misma adoración mía la interpretarás también como petición, porque soy muy limitado y Tú, Señor, eres Inmenso. Que mi alma se vaya disponiendo a mayor amor a Dios y a los hermanos: ayúdame. Que siempre el caballo de batalla suele estar en el amor a los hermanos. Y tú ves ahora por donde van mis dificultades. ¡Sagrado Corazón de Jesús en Vos confío!
22-8
María, eres Reina y Madre de misericordia, vida dulzura, esperanza nuestra. En este día de tu realeza quiero sentirme hijo tuyo, deseo vivir junto a ti, para que me lleves a tu Hijo, Dios y hombre verdadero. Acógeme, acoge también a todas las personas con quienes me relaciono. Eres, Virgen María, sol purísimo que ilumina toda la tierra, alúmbrame. El Verbo se hizo carne en tus purísimas entrañas, vuestros dos corazones son semejantes, haced nuestros corazones semejantes al de Cristo y al tuyo. Que reines en nosotros. Concédeme, Virgen María, la gracia de perseverar hasta el fin en la fe. Y dame fervor, más fervor. Tú, que tienes tanta influencia en el Cielo, por ser Madre de Dios. Pídele a tu Hijo, tú que eres Reina y Madre de misericordia. Eres con un corazón perfecto a semejanza de Jesús. Haced el mío parecido, con capacidad de amor, con capacidad de perdón. Eres, Virgen María, la reina, la aurora del Sol naciente de la Eucaristía, seas mi luz y dame algo de tu fuerza espiritual.
23-8
El Hijo Pródigo disipó la hacienda de su padre; yo he disipado también mucho caudal. Perdóname, Señor. Tengo que aprovechar del todo el tiempo que todavía me estás dando de vida. Sé que solo yo nada puedo, pero todo lo puedo en Aquél que me conforta. Ayúdame sobre todo a no guardar rencor, a saber comprender a aquellos que no son capaces de ser humildes, a quienes son distintos a mi manera de ser, a quienes andan por otros caminos. El Hijo pródigo suspiraba por las fiestas del mundo, eso fue causa de su separación de la casa paterna. Enséñame, Señor, a ser recogido, y perdona mis devaneos. El Hijo pródigo se cansaba de las órdenes, de los trabajos, y se alejó del hogar. Que yo no me canse de tus mandatos, que busque en ellos mi gozo y fuerza. Señor, ven en mi ayuda. El Hijo Pródigo pide a su padre la herencia y el padre se la da. Que yo no disipe la herencia que me diste, Señor. Tú, Señor, eres mi Padre en el orden de la naturaleza y en el de la gracia. Acógeme como a hijo pródigo, a mí que tantas veces me he separado de Ti. Haz que siempre me adhiera a tus mandatos y no permitas que jamas me separe de ti.
24-8
Enséñame, Señor, a responder a tus amor con amor de privilegio. Tú me has dado mucho, Señor. Me diste el bautismo en los primeros días de mi existencia; me diste el gran don del sacerdocio, aunque nunca he sabido corresponder a él. En esta última etapa de mi vida, ayúdame a vivir a tope mi sacerdocio. Dadme, Señor, el don de oración, el don de abnegación, la perseverancia final, celo para la salvación de las almas. Que mi alma vía para ti. Dios Padre me ha creado para que sea santo, el Hijo me redimió para que yo sea santo, el Espíritu Santo habita en mí para que yo sea santo. No moriré sin ser santo, con tu ayuda, Señor. Me has elegido y me has perdonado mil veces, Señor. Ayúdame a corresponder a tu amor. Enséñame a vivir uno contigo, a no recordar las injurias, a aceptarlas del todo para ser santo. Enséñame a vivir uno contigo de manera que no sea yo quien viva sino que Cristo viva en mí. Todo lo puedo en Aquél que me conforta; graba esto en mi alma, Padre, y ayúdame a obrar en consecuencia. Te lo pido por medio de tu Hijo Jesucristo.
25-8
Ven, Espíritu Santo, y hazte presente en nosotros con tus dones. Ven, Espíritu Santo, y hazte presente en nosotros con tu actuación. Ven, Espíritu Santo, y hazte presente en nosotros con luz y con tu calor. Ven, Espíritu Santo, y hazte presente en nosotros con tu pureza y hermosura. Purifica nuestras almas de todas las manchas y de toda maldad; de toda inquina y restos que puede haber de odio o de rencor. Ablanda, Espíritu Santo, nuestra dureza interior. Ayúdanos a ser flexibles y buenos con todas las personas que se cruzan en nuestra vida. Ven, Espíritu Santo, y hazte presente en nosotros con tu amor; enciende en nuestros corazones esa llama que nunca se consume. Que a lo largo del día de hoy mantenga este contacto íntimo con tu amor. Tengo peligro de disipación interior en los días de verano y estás presente, junto a mí, lo mismo cuando estoy en casa que cuando ando por la naturaleza o la ciudad. Ayúdame a mantener el contacto contigo y a evitar todo resentimiento.
26-8
Virgen María, enséñame a imitar tus virtudes. Deseo siempre ser bueno, pero no puedo. No aguanto las impertinencias de compañeros o amigos y me entran ganas de no tratarlos. Pero con tu ayuda podré llevar bien todo. Tú sufriste con paciencia todos los sinsabores de las primeras persecuciones. Dadme fortaleza. Virgen María, alentabas a quienes sufrían por la extensión del Evangelio; ayúdanos hoy también a todos que deseamos una evangelización llena de amor a Dios, llena de celo por la casa del Señor. Virgen María, en las dificultades orabas con mayo fervor. Dadme, Virgen María, el don de oración, el don de abnegación, la perseverancia final, celo para la salvación de las almas; pídeselo para mí al Padre en nombre de Jesús. Virgen María, estáis coronada de estrellas, pero clamáis con dolor por dar a luz a la virtud de vuestros hijos adoptivos. Ayúdanos a cuantos suspiramos por llegar a la perfección. Engéndrame en Cristo Jesús de modo que ya no viva yo, sino que Cristo viva en mí.
27-8
"Yo soy el pan vivo bajado del cielo; el que come de este pan, tendrá vida eterna". Ayúdame, Virgen María, a comer siempre en gracia de Dios y con buena preparación este Pan que da vida eterna. Y te diré, Jesús, como San Pedro: "¿A quién iremos; Tú solo tienes palabras de vida eterna". No me puedo fiar de falsos profetas ni de quienes no creen, no esperan o no aman. Yo me fío de Ti, Jesús, muy consciente de que a nadie puedo acudir, sino fiarme de ti. Ayúdame a saber dar esta seguridad a cuantos a mí se acercan. Ayúdame a ser generoso y saber perdonar, sin dar a entender que se concede perdón, sin humillar a nadie. Nosotros, Señor, sabemos que Tú eres el Santo, consagrado por Dios. Santo, Santo, Santo es el Señor de los Ejércitos; llenos están el Cielo y la tierra de tu gloria. He de seguirte, Jesús, por encima de todo. Y he de ser consecuente con mi fe. Necesito para esto de tu ayuda, Señor. Ven en mi ayuda, apresúrate, Señor, a socorrerme. Me entrego a Ti, Dios Padre, me entrego a Ti, Dios Hijo, me entrego a Ti, Dios Espíritu Santo. Tú eres, Señor, nuestra fortaleza; Tú eres nuestra compañía durante toda nuestra vida. Ven, ven en mi ayuda: apresúrate a socorrerme.
28-8
En la fiesta de San Agustín quiero, Señor, estar contigo recordando las fechas de mi conversión cuando tenía quince años. Que se grabe en mi alma aquello de la Biblia: "Sin la fe es imposible agradar a Dios", y sin la gracia, es imposible tener fe. Dame, pues, Dios mío tu gracia, aumenta mi fe. Te pido todo, oh Padre, por medio de Cristo nuestro Señor. Que la grandeza de los milagros de Cristo, y la pureza de su doctrina, me confirmen más en la fe. Quiero vivir y morir en vuestra santa fe para que sirviéndoos en esta vida, pueda después gozar con Vos en el Cielo. Que tu gracia, Señor, dome mi entendimiento y gana mi corazón. Mirad que soy muy débil, oh poderoso amparo de los flacos, y caigo a cada paso, y necesito apoyarme en Vos para no desfallecer. Derrama sobre tu Iglesia tu misericordia. Que desaparezca en mí y en tus sacerdotes la tibieza, el decaimiento en la oración. Que veo que todo ha bajado mucho desde mi juventud. Me has perseguido amorosamente desde mi juventud, Señor, me has perseguido, y yo siempre he ido a la zaga, no me he dejado seducir de ese tu amor lleno de misericordia. Perdona mis pecados, mira que soy tu amigo. Ábreme ya la puerta, quiero morar contigo. Gustar de tus dulzuras, Señor, gozar de tus placeres puros para entregarme más a Ti y que sea del todo tuyo y útil en tu Reino.
29-8
Pasan los meses, Señor, mis Ejercicios terminé hace ya cuatro y el tiempo avanza. Mis vicios siguen; tú sabes mejor que yo si los he conseguido dominar en parte. Ayúdame a arrancarlos de mí. Yo solo no puedo, pero todo lo puedo en Aquél que me conforta, Señor, ven en mi ayuda; apresúrate, Señor, a socorrerme. Dios Padre me ha creado para que sea santo; el Hijo me ha redimido para que yo sea santo; el Espíritu Santo habita en mí para que yo sea santo; no moriré sin ser santo con tu gracia. Quiero querer corregirme; en Ti, mi Dios, pongo la esperanza. En tus manos estoy; santifica mi alma. Ayúdame a despojarme del hombre viejo y a revestirme del hombre nuevo que creado según Dios en justicia y santidad verdadera. (Ef. 4, 22-24). Llévame hacia la conversión total, aunque sea poco a poco, pero llévame. Que nunca acabo de entregarme del todo. Lávame más y más de mis pecados y purifica mi alma. Mira, Señor, que quiero ser útil en tu Reino, pero me cuesta mucho. Ven en mi ayuda; apresúrate, Señor, a socorrernos.
30-8
Al contemplar la parábola del Fariseo y del Publicano, me pongo, Señor, en tu presencia. Deseo ser humilde, pero me resulta difícil recibir humillaciones. Enseguida protesto, y lo peor es que me causa antipatía el que humilla. Líbrame, Señor, de la insensatez de actitudes farisaicas y dame la humildad del hombre sencillo. Muchas veces en el fondo me tengo por bueno, y solo Tú eres Bueno, Señor. Ayúdame a nunca jactarme de buenas obras, de bien obrar, porque quiero parecerme a Ti que eres manso y humilde de corazón. No tengo porqué anteponerme a nadie, porque son de barro. No tengo porqué sentirme lleno de buenas obras, porque ni son tantas ni tan buenas. ¡Qué difícil la pureza de intención! Ayúdame hoy a mantener el efecto del ofrecimiento de obras durante el día.
Líbrame de la tentación de despreciar a nadie, que me dé cuenta de que el único que podía merecer desprecio soy yo y no me gusta. Tampoco a nadie gusta ser despreciado. Y enséñame a aprovechar la ocasión de aceptar humillaciones. Recuerdo mis Ejercicios en los que admiraba la tercera manera de humildad. Ya que no busco la humillación, que al menos sepa aceptarla. ¡Sagrado Corazón de Jesús en Vos confío!
31-8
Somos colaboradores de Dios; quiero ser consciente de mi indignidad. Me elegiste sacerdote y no me rechazas. Te doy gracias, Jesús, que te fiaste de mí, a pesar de que los hombres no se fiaron de mí; a pesar de que yo mismo no he sabido serte fiel, te sigues fiando y dándome tu gracia. Te pido lo que te pidió el Ladrón Penitente. ¿Cómo vivir, Señor, en gratitud y admiración continua? Así quiero hacerlo. Quisiera decidirme de una vez. Sé que no debo hacer juramento de esto, pero me llega al alma la solemnidad con que hacíamos hace años aquel juramento con las palabras: Así lo prometo, así lo juro, así me ayude Dios y estos santos Evangelios. Mantén, oh Dios, mi alma en el agradecimiento porque me has hecho sacerdote, y dame vivir con celo continuo y constante en esta parroquia virtual. Deseo ayudar más y más a todos. Da Tú, oh Padre, el crecimiento a la obra que he comenzado. Da el incremento a la campaña de santidad de los sacerdotes y almas consagradas. Danos sacerdotes santos, obispos santos, almas consagradas santas. Mira, Señor, este mundo, este tu pueblo que se aleja de la verdad y del amor. Ten compasión de nosotros. Envíanos tu luz y gracia para salir de esta crisis. Y dadnos sacerdotes santos y obispos santos; danos almas consagradas más santas. Que salgan líderes religiosos de gran santidad y fuerza de apostolado. Perdona mis pecados, mira que no te he sido fiel y necesito mucho de tu misericordia. Manténme en tu amistad.
IX.- MEDITACIONES SEPTIEMBRE DEL 2000
1-9 Viernes
Me fijo en el salmo 118. Me consumo, Señor, ansiando tu salvación y espero en tu palabra. Cuando comencé mi vida cristiana, hace ya más de cincuenta años, no pensaba la enorme dificultad de vivir la fe. No pensaba en tantas inconsecuencias por mi parte, en tanta rutina, ¡Qué fácil parecía todo, qué dulce y encantador! Pero cuántas pruebas. Ansío tu salvación, ven en mi ayuda. Espero en tu palabra. ¿A quién iremos, Señor, Tú solo tienes palabras de vida eterna! Mi porción eres Tú, Señor, y he resuelto guardar tus mandamientos, pero ven en mi ayuda, porque yo solo nada puedo. Correré por el camino de tus mandatos, cuando me ensanches el corazón. Ensancha, sí, este corazón mío, porque, aunque mi fe, mi razón iluminada por la fe, se inclina hacia el bien, mi corazón con frecuencia me hace malas jugabas y me lleva por derroteros nada buenos. Te acepto, Señor, y acepto tu palabra; y esto mismo ya es un signo de tu misericordia y de tu atención hacia mí. Yo soy tu siervo, dame tu inteligencia.
2-9
Contemplo la parábola de la casa edificada sobre firme roca y la edificada sobre arena. Miro con mi imaginación las dos casas a la vez y hablo con Dios, Padre, hablo con mi Madre la Virgen María. Enséñame a oír tu doctrina, Señor, y a guardarla; eso será hacer que mi casa esté construida sobre roca firme. Este criterio de seguir y vivir en consecuencia con mi fe, es lo que me dará plena seguridad en mi existencia, porque cimento todo mi edificio espiritual sobre la roca firme de mi. Sé de quién me he fiado y nunca podré temer. Enséñame, Señor, a no contentarme con creer, sino poner en práctica lo que creo. Virgen María, ayúdame a combatir las tentaciones de soberbia, vanidad, genio. Dame la mansedumbre que es humildad y paciencia. Que me dé cuenta de que es malo huir de la virtud. Es difícil perseverar; nunca pensé en esta dificultad, pero ahora en la edad mayor me doy más cuenta. Aumenta mi fe; enséñame a vivir en consecuencia con ella. Prevén, oh Padre, con tu gracia para los combates que me quedan hasta el final.
3-9
Me fijo en Mc. 7, 1-8. Ayúdame, Señor, a que no te honre solamente con los labios, que mi corazón no esté lejos de Ti. Me he propuesto prestar siempre atención a la oración, a la privada y a la colectiva, de una manera especial a la santa Misa, la plegaria más sublime, donde participo en los grandes misterios de nuestra fe. Te alabo, señor, con el corazón y con los labios, con la mente y la expresión externa. Ayúdame a amarte desde el fondo de mi alma, desde lo más profundo de mi corazón, con todo mi ser entero. Te doy gracias por la Misa y la Comunión; permaneces Vos en mí y yo en Vos en esta vida u luego en el Cielo, amén. Ayúdame a cuidar de mi pensamiento y haz que siempre esté cerca de Ti.
4-9
Jesús, que en el Sagrario te encuentras prisionero; mi corazón te ofrezco lleno de amor sincero. Perdona mis pecados; mira que soy tu amigo. Ábreme ya la puerta; quiero morar contigo. Que no se confunda mi vida con la de los pecadores; enséñame, Padre a tratar con los pecadores, a amarles como Tú los ambas, pero no permitas que practique sus obras, sin que sea para ellos buen ejemplo y ayuda de salvación. Acoge con este fin mi oración. Y te pido de una manera especial por aquellos por quienes nadie ora, por aquellos más allegados a mí, pero a quienes no puedo hablar, porque me rechazan. Te amo a Ti, Dios mío, y ayúdame a amar a todos como Tú los amabas. Que no perezcan en su desgracia. Y líbrame también a mí de la condenación eterna. Santa Virgen María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte. Dame paciencia y amor a Ti, si sufro persecución de los enemigos de la fe. Consuela entonces mi alma.
5-9
Todas las semanas, Dios mío, recuerdo el mes de Ejercicios Espirituales. Todos los días he de procurar examinarme sobre algo de mi reforma de vida. Los Ejercicios no son algo que pasa. Como decían antes, la quinta semana dura toda la vida. Dadme luz, Señor, para conocerme. Que te conozca a Ti y que me conozca a mí. Hoy penetro en mi alma y la veo con menos paz que ayer. Me duele lo que me cuesta perdonar hasta olvidar las injurias. Ayúdame a que no tenga en cuenta para nada pasadas injurias y pretericiones. Incluso el desamor que no me duela y que siga amando igual. Es lo que más cuesta. Al menos, Señor, me has dado una persona, mi esposa, para quien soy lo primero del mundo. Ella lo es para mí. Me has dado una hija buena que me quiere a quien tanto amo. Ayúdame a ser generoso, a amar de corazón sobre todo a estos amigos míos que tal vez no tengan nadie para quienes ellos sean lo primero, al menos algunos. Mucho he vivido ya, Señor, y todavía estoy apegado a tantas cosas y placeres de este mundo, nunca acabo de desengañarme. Dadme fuerza para vivir como de prestado. En la vida media del hombre está cerca de mí. Me encuentro con achaques sobre todo en el aparato locomotor. Pero dadme fortaleza. Me siento deudor contigo. ¡Cuánto me has ayudado a lo largo de la vida! Ten misericordia de mí y ayúdame a ser totalmente misericordioso con todos cuantos trato. Que no me deje llevar de la indignación ni del rencor jamás. Dadme un corazón generoso. Ante Ti nada intento ocultar. Tú conoces hasta mis ocultas y disimuladas envidias. Ese vicio feo que siempre he pensado no tener, veo que también me da algunos coletazos, y Tú los ves mejor que yo. Ayúdame a la verdadera caridad: el amor a Ti y el amor al prójimo. Me ofrezco Ti del todo. Sea mi vida para tu gloria. Dadme el fervor.
6-9
Quien es fiel en lo poco, también lo será en lo mucho. Así me dice el Evangelio. Enséñame, Señor, la fidelidad en las cosas pequeñas; dame esa fidelidad en lo menudo; quiero ser fino contigo, pero no de tal manera que vea la paja en el ojo ajeno y en el mío no vea la viga. Dadme saber atajar el mal desde los comienzos; que no sea descuidado en nada, sino fiel en todo. Deseo, con tu gracia, saber guardar mis sentidos, mi imaginación, mis pensamientos, mi corazón, mi alma y mi cuerpo para que Tú reines en mí. Venga a nosotros tu Reino, venga a nosotros. Decías en el Evangelio: "Vigilad y orad, para que no caigáis en la tentación. El espíritu está pronto, pero la carne es flaca". Líbrame, Dios mío, de dar entrada en mi alma al maligno, que se quiere colar con cualquier pretexto. ¡Sagrado Corazón de Jesús en Vos confío!
7-9
Alma de Cristo, santifícame. Siempre he querido ser santo, pero nunca he puesto los medios para santificarme. En cuanto me ha llegado la mortificación, con cuentagotas. Santifícame, Señor, dame más decisión para abrazarme al sacrificio. Que, aunque la santidad no está en el sacrificio, sin él nadie podrá santificarse. Señor, danos sacerdotes santos, obispos santos, almas consagradas santas, seglares comprometidos santos. Que la santidad brille en todos los estados y condiciones humanas. Ten misericordia de nosotros. Mira, Señor, este mundo, este tu pueblo que se aleja de la verdad y del amor. Ten compasión de nosotros. Envíanos tu luz y gracia para salir de esta crisis. Que salgan líderes religiosos de gran santidad y fuerza de apostolado. Perdona mis pecados, mira que no te he sido fiel y necesito mucho de tu misericordia. Manténme en tu amistad. "Sed perfectos, dijiste, como vuestro Padre celestial es perfecto". Dadme fuerza y gracia para aspirar a la perfección. Me has llamado a la fe y a la gracia y a la gloria eterna. Espero en Ti, Señor. Asísteme ahora y en todo momento para ser santo. Ayúdame a vivir en este día en tu gracia. Dame ese alimento de cada día para mantenerme en todo momento en tu amor y en tu amistad. Que se aleje de mí el resentimiento, el resquemor, la ira y el despecho. Y dame espíritu de sacrificio. Dios Padre me ha creado para que sea santo; el Hijo me ha redimido para que yo sea santo; el Espíritu Santo habita en mí para que yo sea santo; no moriré sin ser santo con tu gracia. Por encima de todo estás Tú, Señor, haz que siempre me adhiera a tus mandatos y no permitas que jamás me aparte de Ti.
8-9
Hoy es la fiesta de la Virgen María, hoy es su natividad, hoy es su santo. Te felicito, Madre de Dios y madre nuestra porque has nacido sin pecado original. Eres la digna Madre de Dios. Alabo al Padre por la Virgen María, hija predilecta suya. Alabo al Hijo por tal Madre, alabo al Espíritu Santo por su esposa la Virgen María. Dios te salve, hija de Dios Padre; Dios te salve, madre de Dios Hijo; Dios te salve, esposa del Espíritu Santo. Por siempre yo cantaré tu nombre Señor. Me alegro, Virgen María, y te pido me liberes del pecado, me alcances de tu Hijo la corona de gracia y de gloria. Echad las raíces en mí de una total y profunda devoción para que sea uno de tus escogidos. Creo en el Cielo, creo en la vida eterna, creo en el infierno, creo en el purgatorio. Espero con tu ayuda, Señor, y con el auxilio de la Virgen María salvarme.
9-9
Ayer celebrábamos la Natividad de la Virgen María. Hoy deseo, oh Jesús, insistir en la devoción que he de tener a tu Madre. Que ella habite en mi corazón junto a Ti. Tú, Señor, estás sacramentalmente, ella de una forma espiritual, como toda madre junto a su hijo. Que mi amor a Ti, Señor, sea muy sólido y también a tu madre. "El que me ha creado descansa en mi interior tabernáculo, digo con María, y me dijo: en Jacob habita; y tomará raíces en mis elegidos". Que eche raíces en mí esta devoción a la Virgen María. Deseo y te pido, Señora mía, devoción interior profunda, que brote desde el fondo de mi alma. Que mi corazón esté arraigado en el amor a María. Y que mi devoción a la Virgen María sea fructuosa, según aquello que desde mis años más jóvenes solía decir: la verdadera devoción es imitar aquello a lo que damos culto. Que ni las tempestades, ni las tentaciones la quebranten jamás. Fructuosa en obras de santidad propia y de celo apostólico. Virgen María, preside mi relación con Dios. Llévame al Señor.
10-9
Contemplo el momento en que Jesús cura a un sordo - mudo. Mc. 7, 31 - 37. Le presentaron a un sordo que apenas podía hablar; y le piden que le imponga las manos. Él, apartándolo de la gente, le metió los dedos en los oídos, y le tocó la lengua con saliva, y mirando al Cielo le dijo "Effetá", es decir, ábrete. En ese momento quedó curado y oyó y comenzó a hablar. Contemplo, Señor, con veneración este milagro y alabo tu generosidad para con los necesitados. Y te pido, con toda fe y confianza: haz en mí algo; pronuncia sobre mí esa palabra de autoridad divina, "ábrete", para que de una vez abra los oídos de mi vida a tu doctrina; que escuche tu palabra y la ponga en práctica; que quiero ser tuyo, Señor. Mandaste que a nadie dijeran aquello, pero cuanto más lo mandaban, con más insistencia lo proclamaban. Deseo yo también ser discreto, sí, de todos lo beneficios que me haces, pero si barrunto tu mayor gloria, los proclamaré para que viendo tu misericordia glorifiquen al Padre. Y la gente decía: "Todo lo hace bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos". También quiero imitarte en el bien hacer, ser cada vez más responsable, hacer todos los trabajos de la mejor manera posible. Gracias, Señor, por esta lección de hoy. Que aprenda de tu bondad a ser bueno e interesarme por otros. Y que sea siempre muy agradecido.
11-9
Para salvarme enviaste, Padre, a tu Hijo y sufrió pasión y muerte de cruz. Enséñame a apreciar tu obra salvadora, enséñame a saber sufrir para salvarme y para ayudar a otros muchos en esta tarea, la de verdad importante en la vida. Todo cuanto haces, Padre, en el orden de la naturaleza y de la gracia, es para tiene relación con la salvación. Que los hombres sepamos apreciarlo; envía a tu Iglesia líderes santos que nos enseñen esta verdad. Ayúdame a saber sacrificarme por mi salvación y por la de todos los hombres, redimidos por Ti. ¿De qué le sirve al hombre ganar todo el mundo, si pierde su alma? Ábreme los ojos para que sea consciente de la brevedad de la vida, del valor de las almas. Sostén mi flaqueza, dame fortaleza para caminar. Dame fuerza en mi fe para no dejarme llevar de falsas corrientes ideológicas. Da a mi palabra la fuerza de convicción para que todos sean un poco mejores, y lleguen al conocimiento de la verdad.
12-9
El dulce nombre de María. Dios Padre, Hijo, Espíritu Santo, Santísima Trinidad, os alabo y adoro y agradezco a vuestra Majestad el haber incluido a una persona del género humano en el plan divino, el habernos dado al Hijo hecho hombre, Jesucristo, por medio de la Virgen María. Hoy celebramos el dulce nombre de María, con su gran significado. Alabo en vuestro honor, Santísima Trinidad, a la Virgen María. A ti, oh María, alabo con el Ángel, porque has hallado gracia delante de Dios. Del linaje de María nació Jesús. Y María es también del linaje de Dios. Todo esto me llena de satisfacción. Deseo entrar en esta intimidad divina para sentirme del todo familiar ahí. María, estrella hermosa, estrella del mar, esperanza nuestra; anuncias el día de nuestra felicidad. Deseo sentirme siempre unido, siempre hijo de María, hijo de Dios. Lo pido al Padre por medio de Jesucristo y por medio de María. Venga a nuestras almas, Virgen María, el torrente de gracia. Que empiece ya amar de verdad al Señor. Gloria al Padre, al Hijo, al Espíritu Santo, como era en un principio, ahora y siempre por los siglos de los siglos, amén.
13-9
Dios mío, res grande, eres justo y misericordioso y has mostrado predilección por mí: me has hecho cristiano, me has llamado al sacerdocio. Pero yo te he ofendido. Ten misericordia de mí. Los ángeles te ofendieron y fueron fulminados de tu presencia al infierno. Me das nuevas oportunidades, aléjame del pecado; líbrame de la tentación, porque a Ti amo, a Ti adoro y anhelo, pero soy débil. Ayúdame. Tú ves, Padre, la gravedad y ves también los atenuantes de mis culpas. Ten misericordia. Constriñe con tu temor santo mis carnes; haz que me eleve a Ti, que nunca jamás me aparte de tu presencia. Y dame el don de la penitencia para obtener tu perdón y un propósito eficaz. Perdí la gracia por el pecado, pero me la devolviste por la penitencia. Cantaré tus misericordias por toda la eternidad. Líbrame de la tentación, Señor. Me humillo; siempre me has dado oportunidad de conversión. Gracias. ¡Sagrado Corazón de Jesús en Vos confío!
14-9
Me encuentro en tu presencia y me pongo en tu presencia. Solo deseo profundizar en tu amor, profundizar en el camino que he de llevar hasta el fin de mis días en este mundo. Mi deseo es vivir para el Cielo. Resuena ahora en mis oídos aquella melodía de mis años juveniles: "No he nacido para el suelo que es morada de dolor; yo he nacido para el Cielo; yo he nacido para Dios; yo he nacido para Dios". La melodía, Padre, tenía un tinte de tristeza; tal vez nosotros no advertíamos como los mayores de entonces aquellos años de la postguerra. Todo era pobreza, todo duro, mucha miseria y la única solución de la gente era mirar hacia arriba; pensar que después de las miserias de este mundo nos aguarda el Cielo. Ahora te pido de una manera especial por tantos y tantos que en el mundo están hoy alejados de ti. Nadan en la abundancia y en el trabajo y ponen su Dios en el dinero y su tesoro en viajar y en gastar. ¡Yo he nacido para el Cielo; yo he nacido para Dios. Que se me grabe de una manera especial. Que se meta en el fondo de mi alma para que nunca ponga mi ilusión en las cosas de este mundo. Te lo pido, Padre, por medio de tu Hijo, Jesucristo nuestro Señor.
15-9
Sufriste, Virgen María, con tu Hijo, porque eres madre y porque Él es Dios; os acompaño en el dolor. Dadme mayor amor a Jesús, por quien deseo vivir y morir. El amor a Jesucristo transportaba el corazón de María; que también transporte el mío, porque deseo vivir junto a Él. Que sepa amar al estilo de la Virgen María. Ahora hacer algo para solucionar estas llagas fuertes que tiene el Cuerpo Místico de Cristo. Ante todo pido con fe, con constancia y me uno a la oración de tantas personas. Dadme, Señor, el don de oración, el don de abnegación, la perseverancia final, celo para la salvación de las almas. Señor, danos sacerdotes santos, obispos santos, almas consagradas santas, seglares comprometidos santos. La Virgen María era la madre más perfecta y Jesús el hijo más perfecto. Dadme, oh Padre, amor a este Hijo tuyo tan perfecto. Te lo pido por su mediación que me enamore más y más de Jesús y quiera más a su Mare. Una espada de dolor traspasó el corazón de la Madre al ver a Jesús en la cruz. Te acompaño y amo, Señora. Aumenta mi fe, Tu que fuiste paladina de la fe. Asististe, Señora, a la pasión de tu Hijo. Que mi fe sea inquebrantable como la tuya, pues no dudaste de tu Hijo.
16-9
Tú eres, Señor, el primero en buscar al hombre. Ten misericordia de mí y de todos los pecadores. No podemos caminar sin Ti, Dios mío. Imposible dar un solo paso en el orden de la salvación si Tú no nos previenes antes. Ten misericordia y apiádate del hombre que formaste del barro. Polvo y ceniza soy, Dios mío. Que mi vida sea de compunción por mis pecados, que mi vida sea de penitencia, que mi existencia sea de reparación por los pecados del mundo, Señor. Que quiero estar siempre contigo para "ayudarte" en la tarea de la salvación del mundo. He hecho poco en mi vida; acoge mi oración que lo hago por los méritos de tu Hijo Jesucristo. Decía Pío XII que es un gran misterio el hecho de que la salvación de muchos dependa de la actitud, oración, trabajo de unos pocos. Por eso escucha mi oración para la salvación de los pecadores. Envíales tu gracia eficaz, Señor. Ten misericordia de nosotros pecadores. Tú buscas al pecador como el pastor a la oveja perdida. Busca a tantos que están alejados de Ti. Admíteme como al menor de tus hijos como colaborador a esta salvación y Señor, danos sacerdotes santos, obispos santos, almas consagradas santas, seglares comprometidos santos, con el fin de que venga a nosotros tu Reino. En el cielo se alegran por un pecador que se arrepiente más que por 99 justos que no tienen necesidad de penitencia. Ten misericordia de nosotros. Alégrense los cielos. La mujer del Evangelio se alegró por encontrar la dracma perdida. Alégrate, Virgen María, por haber encontrado la dracma perdida de tantos pecadores. Madre de los pecadores, ten misericordia de nosotros.
17-9
Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo. Hoy gran parte de la gente no se preocupa de saber quién es Jesucristo, les tiene sin cuidado. Otros sí nos preocupamos, pero tal vez lo sabemos de una manera rutinaria. Lo cierto es que él debe influir en nuestras vidas. Eso te pido hoy, Señor, que influyas más en nuestras vidas. Que mi conocimiento no sea meramente científico, sino experiencial, de trato íntimo, que me lleve al amor. Jesucristo les instruía en aquellos momentos a los suyos y les decía: que él tenía que padecer mucho, que sería entregado, que sería condenado y lo ejecutarían, pero que resucitaría al tercer día. Pedro no aguantó que dijera aquello. No admitía esta profecía y le increpaba al Señor. Pero el mismo Jesús le riñó a su discípulo predilecto, y lo trató nada menos que de Satanás, porque pensaba de una manera meramente humana, no como Dios. Y luego añadió Jesucristo: "El que quiera venirse conmigo, que cargue con su cruz y que me siga". Yo, Jesús, quiero cargar con mi cruz no solo con resignación, sino con gallardía, con entusiasmo. La cosa es clara. No puedo querer servir a Dios con dulzuras, como siempre de fiesta. No puede ser así. He de tomar con fortaleza la cruz de cada día, ofrecerle mis obras cada día, y seguirle así hasta el final. Y ser consciente de que el egoísmo ha de estar lejos de mí, porque "el que pierda su vida por el Evangelio, la salvará". Dadme, Jesús, gran generosidad en todo momento. Y dame humildad para que sepa reconocer mis faltas y no desanimarme, sino seguir adelante.
18-9
Hoy, Padre, deseo entrar en contacto contigo porque lo que te voy a pedir está en la misma esencia de la vida cristiana: la caridad. No me cuesta amarte a Ti, me cuesta más amar a mis semejantes. Lo tengo siempre delante de mí este mandamiento, o por lo menos me acuerdo mucho de él, pero no sé amar, no sé querer, meto la pata de una manera lamentable cuando se trata de este mandamiento tan necesario, porque en esto se ha de conocer que somos discípulos del Señor. Ven en mi ayuda, Padre, que te lo pido por medio de tu Hijo. Me doy cuenta de que por ser hombre tiene mi prójimo la misma naturaleza que yo, pero luego me cuesta dominarme, me cuesta estar en amistad, enseguida aparece mi genio, que no es otra cosa que egoísmo. Lleno de confusión me postro ante Ti para suplicarte ayuda. Si nos mandas, ayúdanos, yo te lo pido. Los hombres se odian, se temen y se aborrecen; ayúdame a superar todo círculo vicioso en este tema. Ayúdame a amar con amor del todo desinteresado. Nadie puede ser indiferente para mí, sería no amarte, Dios mío. Ven en mi ayuda. Atiende mis súplicas. Me veo un pigmeo si me comparo con estas personas que lo dan todo por servir y amar a los necesitado. Desde mi posibilidad, deseo amarte, Señor, en tus hijos. ¡Sagrado Corazón de Jesús en Vos confío!
19-2
Como todas las semanas, Señor, dedico un día la meditación a algún tema vivido en Ejercicios. Quiero seguir profundizando en el pecado, para más apartarme de él. Estoy convencido de su maldad y temo la pérdida de conciencia por parte mía, porque en el mundo está ya en muchas personas casi perdida del todo. Dadme destetar el pecado, Padre, te lo pido por medio de tu Hijo, y a Él por medio de la Virgen María. Jesús, por mis pecados sufriste pasión y muerte de cruz, envuelto en terribles dolores. También por los pecados de todos los demás del mundo. Convierte a tus sacerdotes para que hagan algo a fin de que no se pierda la conciencia del pecado. ¡Quién iba a decir, Señor, que nos iba a llegar esta plaga! Virgen María, dadme fervor grande; pídele a Jesús la perseverancia final. Quiero, Señor, vivir y morir en vuestra santa fe, para que sirviéndoos en esta vid, merezca después alcanzar la gloria. Ayer recibía, Jesús, una carta de un señor más joven que yo y se le hacía larga la vida; quería ir a Ti. Dame ese fervor, esos sentimientos de fe y esperanza. Agradezco, Padre celestial, tu misericordia. Te pido por medio de tu Hijo fuerza para huir del pecado. Oh María, Madre mía, oh consuelo del mortal: amparadme y guiadme a la Patria celestial.
20-9
Bondadoso Señor, perdono e corazón a todos que me han ofendido. Perdono y procuraré olvidar; ayúdame. No he de dar vueltas a las injurias o pretericiones de que haya sido objeto. Perdono y amo por tu amor a mis enemigos. Ayúdame, Señor. Tú, Jesús, expiraste en la cruz con el perdón de aquellos que te habían crucificado e incluso los excusabas: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen". Ayúdame a perdonar y excusar. Quiero imitarte, Jesús. No he de contentarme con perdonar, he de tratar a cuantos se porten mal conmigo con mayor cariño que antes. Hacerles el bien, porque el Padre celestial hace salir el sol sobre buenos y malos. ¿Cómo podría esperar tu misericordia si yo no la tengo? Enséñame los caminos del perdón.
21-9
Anoche preparaba la meditación sobre el "Mayordomo infiel"; aquel hombre que se granjeó amistades y deudos para salir del apuro en el momento necesario. Tú, Señor, me has dado a mí una buena herencia; soy millonario de tus misericordias y de tu gracia. Ayúdame a no malgastar tu hacienda, tus dones muchos que me has dado, sino que sepa utilizarlos para tu Reino. Quiero escuchar tu voz que me llama siempre y de mil formas distintas. Ayúdame a ser fiel; mira que soy muy débil, oh Soberano Maestro, y caigo a cada paso, y necesito apoyarme en Vos para no desfallecer. Confío plenamente. Llegará pronto el día en que me pidas cuenta, Señor, de todas mis obras. Quiero granjearme tu amor, y aun para ello te he pedir gracia, fuerza, dada mi inconsistencia y debilidad. Como Tú me has creado, me has redimido, por eso me siento en gran paz cuando llegue ese día; confío en Ti, y, aunque desconfío en mí, sé que me has de ayudar. Espero poder darte cuenta favorable, sé que estás conmigo y me quieres. "Piadoso Jesús, ten misericordia; Tú nos apacientas, Tú nos defiendes, Tú nos darás ver tu faz en la tierra de los que viven". Que pueda "ganar" de tu misericordia la vida eterna. Amén.
22-9
Jesús, siendo rico te hiciste pobre. Esto lo decimos con facilidad. El Verbo de Dios, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad te hiciste hombre para salvar a los hombres. Te hiciste pobre y tus preferencias, dentro de los hombres, eran los pobres. Deseo parecerme a Ti, deseo asemejarme a Ti. El más pobre es el que sufre, y más aún, si no tiene dinero. Me dinero no es mío solo, es también del necesitado, ayúdame a tener generosidad. Que sepa ahorrar y vivir parcamente para poder dar más. Ten misericordia de mí, Señor, y ayúdame a ser misericordioso. Te tengo que pedir todo, pero ayúdame a dar también con generosidad, ayúdame a darme. Ahora con mis cartas y mi correspondencia, que harto poco es y me siento como avergonzado de lo poco que me doy. Dadme fuerza para hacer más con los pobres de Cristo. Me doy cuenta de que a veces gasto de una manera superflua, que no sea así, que sepa retraerme para dar más. Bienaventurados los misericordiosos, porque alcanzarán misericordia. Así quiero ser con tu ayuda, Señor. Que sepa redimir mis pecados con la limosna. ¡Sagrado Corazón de Jesús en Vos confío!
23-9
Señor, Tú no nos hace fuerza, nos dejas obrar según nuestra libertad. Tú nos das tu gracia, tus mandatos y sugerencias para bien obrar. Tú nos diste la heredad de tu Reino. La parábola de los viñadores y de la viña nos da también unas pistas. Has entregado tu viña que llamamos Iglesia. ¿Cómo trabajo yo en ella? Tengo limitaciones por la edad y sobre todo por las prohibiciones que pesan sobre mí. Pero ya ves mi intención que es hacer todo lo que pueda, dentro de estos límites. Ayúdame a cumplir con esta misión de francotirador dentro de la Iglesia. Estoy en muy buenas condiciones y voy entrando en contacto con muchas personas en gran necesidad espiritual y te pido ya por cada una de ellas. No pongo por escrito aquí sus nombres, pero Tú, Señor, las conoces hasta el fondo. Dales tu gracia para seguir por el camino del bien, o para empezarlo, porque de todo hay. Dame a mí el don de sabiduría, para que sepa transmitir mi experiencia religiosa, el don de consejo, para que diga en cada momento algo que les pueda ser útil. Gracias te doy por los bienes que haces en esta viña. Ayúdame a ser generoso, a animar a los viñadores a cumplir su misión. ¡Sagrado Corazón de Jesús en Vos confío!
24-9
Les dice a sus discípulos: "El Hijo de hombre va a ser entregado en manos de los hombres; y lo matarán; y después de muerto, a los tres días, resucitará". Ellos no entendían aquello, y les daba miedo preguntarle. Sin embargo en el camino de después comenzaron a discutir quién de ellos era el más importante. ¡La miseria de los hombres! Siempre querer ser el más importante del grupo. Jesús les preguntó el tema de su discusión. Y Cristo les dijo: Quien quiera ser el primero, que sea el último y el servidor de todos. Ahí está el secreto de la vida cristiana en relación con todos aquellos con quienes tratamos: no querer ser el primero, sino el servidor, el último de todos. Y para esto hemos de pedir fuerza a Dios para ser servidor de todos, para no considerarnos superior a nadie. Este es el secreto de la verdadera humildad, del verdadero amor, de la verdadera práctica de la vida religiosa. Por eso en el Reino de los cielos será mayor el que ha procurado cumplir esta consigna de Jesucristo. El Hijo del hombre fue entregado para redimirnos del pecado y darnos la vida eterna. He de ser consciente de esta verdad de fe. La actualizo ahora en mi vida. Agradezco a Dios tal favor; me siento responsable de vivir y predicar esta verdad. Te agradezco, Señor, que me hayas dado la oportunidad de hacer el bien con mis escritos. Te pido que sea útil en tu Reino. Dijiste: el que quiera ser el primero que sea servidor. Así lo deseo, Jesús. Y te pido fuerza para tener espíritu de servicio. Ayúdame a acoger a todos. Se acercó un niño. Jesús lo puso en medio de ello, lo abrazó y les dijo: "El que acoge a un niño como éste en mi nombre, a mí me acoge..." El acoger a un menor es acoger a Jesús. Así nos lo ha dicho Él. Ayúdame a acoger al débil y al niño.
25-9
Me acerco a Ti, Señor, con el deseo de santificarme. Ven, no tardes. Quiero permanecer contigo todo el día. ¡Alma de Cristo, santifícame! Lucho entre la humildad y el deseo de estar junto a Ti en la Eucaristía. Quiero que venza el deseo, pero que no sea equivalente a una rutina, un deseo de amor. Permaneced Vos en mí y yo en Vos en esta vida y luego en la eterna. Suple en mis comuniones y misas lo que falta, suple lo que falta en mi acción de gracias, pero que esto no me excuse en el esfuerzo sereno de prepararme y de darte gracias. Te agradezco el que por la mañana me hayas visitado. Quiero que mi comunión de hoy sea mejor que la de ayer. Y la de mañana, mejor que la de hoy. ¿Quién soy yo y quién sois Vos? Yo las tinieblas y Tú la luz; ilumíname. Yo la ignorancia y Tú la sabiduría, instrúyeme y dame a gustar tu bondad. Yo la debilidad, y Tú la fortaleza, sé mi fuerza y mi apoyo. ¡Sagrado Corazón de Jesús en Vos confío!
26-9
La comunión. Sagrado convite del Señor. Debe arder mi corazón cuando voy a comulgar y cuando estoy dando gracias. Prepara Tú mi pobre corazón y dame algo de aquel fervor que tenían los santos. El ángel de la Guarda me dice: ya llega tu Dios, sal al encuentro. Yo debo salir con presteza, con ilusión y cariño. Ejercicios de preparación, de acción de gracias. ¿Quién viene? Jesús, Dios y hombre verdadero; poderoso, inmenso, omnipotente. Me lleno de amor y de humildad. ¿A quién viene? A mí, que soy mediocre, que propongo mucho, pero hago poco, que no supe serle fiel. ¿Para qué viene? Para transformarme en Él. Pues vete cambiando mi corazón, Señor. Creo, espero, amo a Ti, Señor, y al prójimo por Ti. Me pesa de haberte ofendido. Confío en Ti, ayúdame. Quiero ser cada día mejor, pero dentro de la humildad, porque todo lo he recibido de Ti. Y escucho tu voz que me dice: Venid a mí todos cuantos trabajáis y estáis cansados, y yo os aliviaré. Permaneced Vos en mí, y yo en Vos, en esta vida y luego en el Cielo. Amén.
27-9
Te doy gracias hoy, Jesús, por la comunión que he recibido. Quisiera estar en acción de gracias toda la mañana. Me gustaría que por la tarde me tengas en tu presencia para preparar mejor la comunión de mañana. Vivir siempre junto a ti, obrar contigo en todo. Has venido esta mañana a mí cargado de dones, gracia, regalos para dármelos, pero lo difícil es saber acogerlos, por eso te pido aumentes mi capacidad, porque es pequeña, como un dedal. Me echo a tus pies y te adoro, reconozco que eres mi Dios y Señor. Y te dignas habitar en mi corazón. Que te bendigan todas las criaturas junto conmigo, que te alaben todos los pueblos: mares y montes, astros y universo, Señor hombres buenos de ahora y todos los santos del Cielo. Me uno a la alabanza de todos. Cúrame, Señor, porque aquel a quien amas está enfermo. Llevo años y años dedicando largos ratos de oración y me parece que soy el eterno principiante. A veces me desanimo, pero nunca lo echaré todo a rodar. ¡Qué difícil es esto de hacer oración! Pero aquí me tiene. Cúrame y hazme hombre de oración. Deseo alabarte y adorarte por toda la eternidad. Confío en Ti que me darás la perseverancia final. Mira que el mundo está muy apartado de Ti. Que muchos no creen. Ten compasión de ellos. Alma de Cristo santifícame. Dadnos, Señor, sacerdotes santos, obispos santos, almas consagradas santas, cristianos comprometidos santos.
28-9
Deseo adentrarme en los Ejercicios Espirituales. Una vez a la semana he de recordar alguna de sus meditaciones y la reforma de vida. Hoy me fijo en el pecado primero. Terrible tuvo que ser al ver las consecuencias: trabajo, dolor y muerte. Señor, Tú me has creado para alabarte y darte gloria, pero yo me inclino hacia el mal, consecuencia del primer pecado. Ten misericordia de mí. Quiero ser feliz, pero me arrastra el deseo del mal y esta lucha no me deja serlo más que en parte. Gracias, Señor, por todo cuanto me das para luchar contra el mal. Deseo que estés siempre junto a mí para ayudarme en las dificultades que son muchas. Porque quiero ser bueno, pero no acierto; lucho contra el pecado, pero me domina; necesito apoyarme en Vos para no desfallecer. Ayer visitaba el cementerio de Santander. Es impresionante ver miles de tumbas, efectos del primer pecado. Pero confío en Ti, que nos has creado no para la muerte, sino para la vida. Ayúdame a vivir esta realidad, aunque sean muchos los que no crean o prescindan de todo. Dame a conocer, Jesús, algo de la hondura de tus sentimientos cuando llegó tu pasión. Ayúdame hacerlo para alejarme más y más del pecado. Y líbranos del infierno, consecuencia también del pecado. Aunque no llegue a comprenderlo, creo en el infierno, y creo en tu bondad de Padre. Sé que quieres librarme de él. La fuerza del desorden fue tan grande que llevó al Hijo de Dios a sufrir terrible pasión y muerte. Perdona a tu Pueblo, Señor, perdona a tu pueblo. Ayúdame a vivir todo el día en contacto contigo.
29-9
Hoy día de San Miguel Arcángel y de los santos ángeles, Rafael y Gabriel. Y repito a Ti, Dios Padre, Hijo, y Espíritu Santo: ¿Quién como Dios? Nadie como Dios. Por eso te adoro, me postro ante Vos, Santísima Trinidad. Deseo vivir siempre junto a Vos, en este día y en todos los días de mi vida. Los ángeles buenos permanecieron en la verdad. Por eso fueron humildes ante Dios. Los malos, se rebelaron y cayeron al infierno. Deseo con tu ayuda, Señor, permanecer en la fe, en la esperanza y en el amor. Deseo vivir y morir como cristiano católico. Confieso y profeso todas las verdades de nuestra religión. Pido perdón por cuantos no creen, por cuantos desfiguran a su capricho la verdad revelada. Eres, Dios mío, la plenitud del ser no recibido de nadie. Existes por tu misma esencia desde la eternidad y por los siglos de los siglos; no puedo comprender la eternidad, pero a la fuerza no tienes principio ni tendrás fin. Creo, espero, amo. Simplemente el pensamiento de la eternidad sin principio ni fin, me anega, como que me quedo sin sentido. Es enorme. Acógeme, pues soy tu hijo; que no desmaye. Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Te amor sobre todas las cosas; te serviré siempre; ese es mi deseo; esa es mi gran aspiración.
30-9
Virgen María, en este día quiero una vez más meditar en tus virtudes, pero tan cerca de Jesús, como Tú estabas cuando lo llevabas en tu seno. Ayúdame ante todo a permanecer en unión con Cristo Eucaristía durante el día entero. Virgen María, tú eras la llena de amor a Dios, la llena de gracia. Enséñame y ven en mi ayuda para que yo ame así a tu Hijo. Quiero vivir y morir en su santa fe. Y quiero servirle al Señor como tú le servías; saber decirle el fiat como tú lo hiciste, de verdad, con seriedad, con amor. Ensanchabas tu corazón cada día para más amar. Cada día tenías más capacidad de amor. Yo no avanzo nada, pero deseo avanzar, ven en mi ayuda. Dile a Jesús que me ayude, porque se lo pido al Padre en nombre de su Hijo Jesucristo y a Jesús por tu medio. Tú, Virgen María, iluminabas con tu ejemplo como el sol. También quiero dar buen ejemplo. Sé que lo mío no puede ser como el sol, pero sí como una cerilla o como una linterna de esas que usamos en emergencias. Pero que mi luz sea buena, como una participación de la tuya. Y te digo esta oración que tantas veces la he repetido en latín: Bajo tu amparo nos refugiamos, santa Madre de Dios. No desprecies nuestras súplicas en nuestras necesidades; sino líbranos siempre de todos los peligros, oh Virgen gloriosa y bendita.
Fin de meditaciones del mes de Septiembre.
X.- MEDITACIONES DEL MES DE OCTUBRE DEL 2000
Día 1-10-Domingo
Habían visto los discípulos de Jesús a uno que arrojaba los demonios en nombre de Jesucristo y quisieron impedírselo. Pero el Señor les dijo: "No se lo impidáis, porque uno que hace milagros en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros, está a favor nuestro"77. -- Yo creo y amo a Jesucristo, tengo mucho en común con todos cuantos trabajan en el Reino. Me siento muy unido a todos//. También dijo Jesús en aquellos momentos: "El que os dé de beber un vaso de agua porque seguís al Mesías, os aseguro que no quedará sin recompensa". Favorecer a cuantos siguen al Mesías; impulsar todo lo que sea el Apostolado cristiano. Ha de ser un honor para mí. Ayúdame//. Nos habla el Señor del escándalo en dos aspectos: a los más pequeños y a cada uno de nosotros. Respecto al escándalo a los menores: más les vale a los escandalosos que los echasen al mar, con una rueda de molino atada al cuello. Y respecto al escándalo propio, es decir, el ponerse en ocasión de pecar voluntariamente, afirma Jesucristo que más vale cortarse un miembro y entrar manco o cojo o ciego en el Reino de los Cielos que condenarse con todos los miembros bien puestos//. Es muy exigente y duro aquí el Evangelio. Ahí queda la doctrina de Jesucristo que hay que acogerla íntegra, no solo la parte que nos interesa. Hoy pido al Señor humildad para acoger toda su doctrina y fuerza de voluntad para evitar los peligros de pecar. Ir ya a Misa con esta intención. Poner fuerza para atender a toda la Misa, para que la Misa sea lo que tiene que ser: oración.
2-10
Medito hoy de nuevo, Señor, sobre el pecado. He de huir de él; líbrame del pecado porque me impide tu amor. ¡Tu amor, Señor, que es lo más grande; lo que de verdad he de hacer! Líbrame, Señor, del pecado//. Dame fuerza contra el instinto de buscar siempre el placer, sobre todo el pecaminoso////. Y de los placeres lícitos, que tampoco vaya buscándolos, sino solamente aceptándolos, para que no se adhiera mi espíritu al placer, sino solo a Ti, Dios mío//. La fuerza de la pasión es grande, ella me lleva al pecado, Señor. He de moderarme; los estímulos vienen siempre a incordiar mi corazón, líbrame de los malos deseos//. Quiero vivir y morir en vuestra santa fe, en vuestro santo servicio y cumpliendo vuestra voluntad, Señor//. Que me dé cuenta de que el mal, el pecado, es lo que puso a Jesús en la cruz//. Líbrame de las tentaciones; y mejor lo digo como el Padre nuestro: No nos dejes caer en la tentación//. Te contemplo en la cruz: veo tu pecho herido por la lanza, tus manos y tus pies traspasados, todo tu cuerpo pendiente del madero//. Señor, Señor, que no vuelva jamás a pecar. Perdona mis pecados, mira que soy tu amigo. Ábreme ya la puerta. Quiero morar contigo. Te pido Padre todo esto por medio de Cristo nuestro Señor. Virgen María, sé nuestra salvación.
3-10
Mi meditación hoy, Señor en la pasión. Quiero adentrarme en Ti. Ayúdame. Miro a Pilatos cuando pronuncia tu sentencia de muerte. Cómo se estremecería del todo tu ser entero, y tu divinidad quedaría oculta para no dar ningún consuelo a tu humanidad. Te ves rechazado por el Pueblo de Israel, al que habías venido a salvar. No quiero buscar la mera compasión, el puro sentimentalismo que a nada conduce. Quiero, Señor, desde la hondura de la fe aquello que decía San Ignacio: "Dolor con Cristo doloroso, quebrando con Cristo quebrantado; lágrimas y pena interna al ver tanto como Jesús sufrió por mí"//. El sufrimiento de Jesús revela el amor de Cristo por los hombres, por toda la humanidad; amor de Redentor, amor sin límites, porque Jesús era Dios y también hombre verdaderos y su amor no tuvo límites. Nadie hay con mayor amor que quien da la vida por sus amigos. Por eso, Señor, reconozco tu amor, reconozco tu redención, y deseo siempre agradecer, corresponder, amar//. Quiero recibir tu eficacia salvadora. Y desde mi condición limitada, pero unido a Ti, deseo y te pido para transmitir por todas las partes tu eficacia salvadora//. Dame luz para antes percibirla yo desde el aspecto sobrenatural. Que quiero ser testigo de tu salvación. Quiero infundir por todas las partes una visión esperanzadora del mundo. Pero me olvido a veces. Ven en mi ayuda, de tal manera que desde mis posibilidades sepa ser cooperador de tu salvación//. Con tu pasión y muerte, Señor, fuiste la manifestación del amor del Padre; fuiste la manifestación de la alianza que se renovó de nuevo en tu Pascua, en tu paso de la muerte a la vida. ¿Qué podré hacer por tanto como me has concedido? Tomaré el cáliz de la salvación e invocaré tu nombre, Señor//. Sí, algo más que compasión debo tener hacia Ti. Por supuesto que también compasión, pero que sea con todo este conocimiento de fe, con toda la práctica de la salvación. Ayúdame a poder aplicarla a mi vida y a la vida de tantas personas, que sin saberlo, es eso lo que van buscando. Señor, ven en nuestra ayuda. Dadnos, Señor, sacerdotes santos, obispos santos, almas consagradas santas, cristianos comprometidos santos. Dadme a mi ser santo.
4-10
Meditando en torno al salmo 118. Te adoro, Padre, en espíritu y en verdad, consciente de que soy polvo, de que soy de barro. Sé de sobra mi debilidad, mi fragilidad, mi pobreza radical//. Tus manos, Señor, me hicieron. Tú me formaste//. Instrúyeme para que aprenda tus mandatos. Y dame después fuerza para cumplirlos en todo momento, porque quiero ser tuyo, quiero ser obediente y fiel cumplidor de tu voluntad santa//. Te adoro, Padre, en espíritu y en verdad. Me reconozco tu criatura, porque me hiciste//. Soy de barro, pero a la vez soy hijo tuyo y sé que me amas. Tengo tu amistad, a pesar de ser obra y a pesar de ser tan poca cosa//. Me haces crecer por la gracia y me elevas a altura divina, pero no para ensoberbecer, sino para vivir en tu amor//. Reconozco y origen y la vocación a la que me llamaste. Aunque débil criatura, soy alma de Dios, por eso me estimo, porque me has hecho semejante a Ti, parecido a ti//. Sé santo en mí, Señor. Que quiero ser obra perfecta, sagrario viviente de tu amor//. Me consumo ansiando la salvación y gozo ya en esta vida, en esperanza, de tu salvación//. Vivir todo el día junto a Ti, consciente de tu amor. Ese es mi deseo e ilusión.
*
5-10
Me pongo delante del Señor para contemplar el Evangelio de la Cananea. Miro la escena y la veo ir detrás de Jesús para pedirle por su hija que está poseída del demonio. Ella no se amilanaba por el hecho de que el Maestro la probase. Tampoco por que los Apóstoles quisieran alejarla. Ella seguía con fe y confianza pidiendo para su hija. Señor, dame esa fe y esa confianza de la Cananea. A fin de cuentas todas las dificultades de la oración provienen de esta falta de fe y de confianza. Ten misericordia de mí, como la tuviste con la Cananea. Ella también tenía gran humildad; no le importaba recibir las pruebas que tú le enviabas. Te pido esa humildad para mi relación contigo. Ten misericordia de mí; te lo digo como ella. Y te lo pido así para todas las intenciones que por otros te dirijo. Ten misericordia de mí... Además Tú ves, Señor, mi corazón tan inclinado hacia el placer: ayúdame a vencer mis pasiones. Dame paciencia, dame templanza, dame caridad. ¡Cuántas veces me propongo amar al prójimo como a mí mismo y luego... Por eso quiero insistir más y más. Y te pido por estas personas que se encomiendan a mí, por la que tienen estas mismas dificultades. ¡Sagrado Corazón de Jesús en Vos confío! Y dadme, Señor, el don de oración, el don de abnegación, la perseverancia final, celo para la salvación de las almas.
6-10
Contemplo al Centurión del Evangelio. Se acerca a Jesucristo. Le expone que su criado está enfermo y le pide su curación. Cuando el Señor se decide a ir, el Centurión le suplica: "Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya y quedará sano mi criado". Yo quiero prepararme como el Centurión para tu visita, Señor. Con obras de amor al prójimo, de solicitud. Ayúdame, porque soy egoísta y siempre pienso en mí. Y dame esa humildad profunda del Centurión. No soy digno de que entres en mi morada, decid una sola palabra y mi alma quedará sana. Fe y confianza grande en Ti, confianza total; en Ti vivimos, nos movemos y existimos. Somos hechura de tus manos, redimidos por Ti. Pongo en tus manos todo mi ser. Acudir a Ti más que con palabras, con afectos. Aquí estoy, aquí estoy... Basta con exponerte mis necesidades. Tú harás todo. Pero a la vez saber estar contigo. Saber escucharte. Aquí estoy para hacer tu voluntad.
7-10
El día del Rosario. Contemplo a la Virgen María en su trono de gloria, rodeada de ángeles, recibiendo las alabanzas del santo Rosario. Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo. Bendita tú entre las mujeres. Y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Alabo al Señor mi Dios digno de toda alabanza, alabo a mi Señora la Virgen María, porque es la madre de Dios. ¿Qué madre puede haber que no conceda a sus hijos cuando le piden correctamente y con sencillez? Pues María nada nos ha de negar. Por eso te pido, Virgen María, todo lo que sabes hago con tanta frecuencia. Todo cuanto llevo en el corazón... En particular te voy a pedir hoy el don de la perseverancia final para mí y de una manera especial para mi familia, este núcleo que formamos, que nos veamos contigo en el Cielo. Consigue para ello una gracia eficaz del Señor. También te pido esta gracia para el resto de mis familiares y amigos. Y danos la salvación al mundo que parece apartarse cada día más de Dios. Señor, danos sacerdotes santos, obispos santos, almas consagradas santas, seglares comprometidos santos para que este mundo se convierta. Virgen María, Reina del Rosario, ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
8 OCTUBRE DEL 2000. Mc. 10, 2-16
1.- Dos cosas muy distintas en el Evangelio de hoy. Primera: la cuestión del divorcio. Dice claramente Jesucristo, cuando le replicaron que en la ley de Moisés estaba permitido el divorcio: "Por vuestra terquedad dejó Moisés este precepto". El segundo asunto de hoy: los niños. Es un privilegio ser niño para Jesús: "Dejad que los niños se acerquen a mí; no se lo impidáis; de los que son como ellos es el Reino de los cielos. Os aseguro que quien no acepte el Reino de Dios como un niño, no entrará en él". Acepto, Señor, el Reino de Dios al igual que los niños. Una vez que he hecho ya el acto de fe, después de haberme formado bien, no a buscaré nuevas pruebas. Creer con total convicción; seguir con decisión la doctrina que hemos creído. Esa es mi decisión. Así lo prometo, así tu me ayudarás, Dios mío, hasta que en la eternidad pueda contemplar tu rostro. Solo me queda decirle al Señor esta sencilla oración: Ayúdanos a apreciar el matrimonio en todo su valor; a apreciarlo como una vida común cristiana, de tal manera que nos guíe a caminar juntos hacia el Reino de los cielos. Ayúdanos también a creer con esa fe confiada del todo como lo hacen los niños. De pequeños nos fiábamos de la fe de nuestros padres y educadores. De mayores nosotros hemos de transmitir esa misma fe. Ayúdanos.
9-10
La fe, el don de la fe, el tesoro mayor que tenemos, como la vista en lo natural. Sin la fe es imposible agradar a Dios nos dice Santiago. Yo te quiero agradar. Tú ves mis dificultades, Señor, pero estoy en tus brazos amorosos y no temeré. Las obras son necesarias, porque la fe sin obras esta muera en sí misma. Dadme junto a la fe celo, fortaleza, decisión, fuerza de voluntad para tener obras. Las obras sin fe tampoco sirven. Es necesaria la fe para agradar a Dios. Consérvame la fe, Señor, como las niñas de mis ojos. Lo primero de todo, la fe; es fundamental para la justificación. Alma de Cristo santifícame, cuerpo de Cristo, sálvame. Señor, yo creo, pero aumenta mi fe. Oh buen Jesús, yo creo firmemente que, por mi bien, estáis en el altar; que das tu cuerpo y sangre juntamente, al alma fiel en celestial manjar. Que me acompañe durante todo el día, Señor, tu presencia, pues esta mañana te he recibido y quiero ser templo vivo tuyo, Jesús, templo de la Santísima Trinidad.
10-10
Hoy me pregunto como en aquella meditación de los pecados propios: ¿Qué he hecho por Cristo? Señor, en resumen te lo puedo decir: poco y con poca pureza de intención. Perdóname. ¿Qué hago por Cristo? Poco, pero con un poco más pureza de intención. Señor, ayúdame a que haga lo que pueda. En Ti confío, porque eso es verdad, me has dado una gracia especial y es sentir las cosas de tu Reino como propias, es que las siento que son propias. Tu Reino es nuestro Reino; venga a nosotros tu Reino, Señor. ¿Qué debo hacer yo por Cristo? Ante todo obrar con una mayor pureza de intención. Unir mucho más mi actividad hacia fuera con la oración y con gran paz. Pedir, pedir mucho por aquellas personas con quienes me relaciono. Santificado sea tu nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la Tierra como en el Cielo. Danos tu amor y tu gracia. Necesito mayor pureza de intención; necesito más fervor en toda mi actuación; mirar a todos como personas que han de amar más a Dios e influir más en ello. Venga a nosotros tu Reino, Señor. Acepto la muerte que me quieras enviar, pero ten misericordia de mí y dame valor y fortaleza para saber resistir. Mirad que soy muy débil, oh poderoso amparo de los flacos y caigo a cada paso y necesito de vos para no desfallecer. No he de quejarme de nada; soy un rescatado del infierno.
11-10
Me has amado, Señor, con amor de privilegio. Toda mi vida está llena de muestras de tu amor: la afición que me has dado a la lectura de libros santos, amistad con personas fervientes, el deseo de tu Reino. Todo esto es una gracia de primera magnitud. Es verdad que tengo tentaciones contra todas las virtudes, pero tengo tu gracia que me ayuda siempre. ¡Dadme, Señor, el don de la perseverancia final, porque lo necesito! Y dadme tu virtud para que pueda influir en la conversión de los pecadores. Tú dijiste que quien es de verdad devoto tuyo tendrá fuerza para convertir a los pecadores más endurecidos. Ten misericordia, Señor. De ellos y dame esa virtud, oportunidad y fuerza para actuar. ¡Sagrado Corazón de Jesús en Vos confío! He de corresponder, ayudado de tu gracia, con el mismo amor que Tú me das. Nada, soy, es verdad. Pero también lo es que "todo lo puedo en Aquél que me conforta". Ayúdame, que me dé cuenta de que todo lo puedo con tu ayuda. Que sea más efectivo, concédeme organizar mi vida en torno al amor a Ti y al prójimo, y en torno a la mortificación. Que sea capaz. Yo solo, nada. Contigo, todo.
12-10
La Virgen del Pilar. Santiago supo confiar en el Señor, a pesar de que no le salían bien las cosas. La gente no entraba en el cristianismo a pesar de su predicación. Que me dé cuenta, Señor, que no solo es el fervor, ni la gracia, que está por medio la libertad del hombre. ¡Cuántos mártires ha habido por rechazo a una fe propuesta con caridad! He de fijarme en esto, no solo en los éxitos. Confío, Señor, a pesar de todo. Me esfuerzo y no tengo consuelo. Pero yo sé bien de quién me he fiado. Tenemos una columna que nos guía de día y de noche, que ilumina al Pueblo. Entra, Señor, dentro de mi corazón de tal manera que mi fe sea con obras. Obras que son amores. Consérvame esta fe hasta el final, hasta que te vea cara a cara. Ya falta menos. La mayor parte de los santos antiguos, para mi edad, ya estaban contemplando el rostro de Dios. Quiero con tu ayuda, Señor, contemplar tu rostro. Consérvame, oh Virgen María, el celestial tesoro de la fe. Virgen María, protege a España. Que España no es lo que ha sido, que se está perdiendo la fe en muchos sectores. Mira cómo estamos, protégenos.
13-10
Siempre unido a Ti, Señor, por la fe, la esperanza y la caridad. Siempre unido a Ti. La fe me hace ve a Dios como presente. Que esté durante todo el día en tu presencia, Señor, que viva la vida de fe. La esperanza me hace obrar con el único deseo de agradar a Dios. Agradarte siempre, Señor, dirige en tu presencia mis pasos. Que todo el día mantenga la pureza de intención de estos momentos y más, que no me deje llevar por lo meramente natural, como si felicidad estuviera en las cosas, siendo así que Tú sólo eres mi total felicidad. Amor, caridad que me hace vivir unido a Ti siempre como sumo bien, y desde Ti, Señor, unido a mis hermanos. ¡Señor, unido a Ti darme a las almas! ¡Salud en Jesucristo Nuestro Señor! Ilumina la estancia de mi corazón, derrama sobre mi alma el perfume de tu amistad. Dios mío, jamás dejaré, con tu ayuda de esperar en Ti, aunque todo me saliera mal, aunque la muerte me amenace, dame tu esperanza, En Ti, Señor, he esperado, jamás quedaré confundido.
14-10
Virgen María, te saludamos en este día, a Ti que eres madre del Amor hermoso, a ti que nos trajiste al mundo a Jesús. Ayúdanos a darle gracias durante todo el día por todos los beneficios que nos ha dado, por todo cuanto nos ama. Virgen María, sé siempre nuestra ayuda; ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Bajo tu amparo nos refugiamos, santa Madre de Dios; no despreciéis nuestras súplicas en nuestras necesidades, sino de todos los peligros líbranos siempre, oh Virgen gloriosa y bendita. Oh María, madre mía, oh consuelo del mortal: amparadme y guiadme, a la Patria celestial. Ayúdame, Virgen María, a propagar tu nombre. Ayúdame a ser apóstol. Pídele a Jesús y Él al Padre que todas las personas que a mi acuden por medio del escrito salgan con ganas de ser mejor, lleguen a convertirse, te sigan buscando con alegría e ilusión. Ser siempre de Jesús, ser siempre hijo bueno tuyo. Ten misericordia de nosotros.
15-10
Mc. 10, 17-30 Un joven quería seguir a Jesús y lleno de emoción le dice: ¿Qué tengo que hacer para alcanzar la vida eterna? - Cumple los mandamientos, le dice Jesús. A este joven le parecía sencillo cumplir los mandamientos porque lo venía haciendo desde niño. Señor: ayúdanos, a cumplir los mandamientos, los diez y con gran delicadeza. No solo en materia grave; también lo que nos obliga bajo pecado venial. Viendo Jesucristo que el joven era bueno, que cumplía bien los mandamientos y que quería muchos más le dijo, mirándole con gran bondad. "Vende todo cuanto tienes, dáselo a los pobres, así tendrás un tesoro en el Cielo, y luego, sígueme". Dios no me pide a mí tanto. Pero según mis posibilidades sí que me pide más generosidad. Ser generoso con Dios. Él me da todo el tiempo y la vida. ¿Le dedico todos los días el tiempo suficiente a la oración? ¿Sé privarme de muchos caprichos para ser más generoso en las limosnas? ¿Sé dar algo de mi tiempo al que lo necesita? Estas preguntas llevan consigo unas peticiones: Ayúdame, Señor, para que me acuerde de hacer bien la oración todos los días. Ayúdame a participar bien en la Misa del domingo. Ayúdame a ser un poco más sacrificado en mis caprichos y a ser más generoso. Aydúdame también a ser generoso en dar de mi tiempo.
16-10
En mis penas y tristezas, Señor, siempre esperaré en Ti. En mis enfermedades y problemas, mi corazón estará en Ti. Cuando vengan dudas y temores, cuando mi corazón esté como seco y sin fuerza, en Ti, Señor, estará mi corazón. ¡Sagrado Corazón de Jesús en Vos confío! Esperar es suspirar por Ti. Por eso, de la misma manera que la cierva suspira por los torrentes de agua, así mi alma suspira por Ti, Señor. Habitar en la casa del Señor todos los días de mi vida, durante toda la eternidad. Aunque una madre se olvidare del fruto de sus entrañas, Tú, Señor, jamás te olvidarás de mi. En Ti, Señor, he esperando, jamás quedaré confundido. Bendito sea el hombre que confía en el Señor. Bendito seas, Señor, pues confío en Ti. Aun en mis problemas humanos, aun en mis cosas de cada día, en Ti pongo, Dios mío, mi corazón, porque eres Padre y guardas de nosotros mejor que de los pajarillos. Venid en mi ayuda; dirige Señor y Dios mío en tu presencia mis pasos.
17-10
Señor, deseo descubrir tu brazo fuerte y poderoso; deseo apoyarme en él. Mirad que soy muy pobre, dulcísimo Jesús, y necesito apoyarme en Vos para no desfallecer. Sedlo todo para mí, Sagrado Corazón, socorro de mi miseria, lumbre de mis ojos, báculo de mis pasos, remedio de mis males, auxilio en toda necesidad. Tu palabra sea linterna que me ilumine y esperanza para mi alma. Tú, Señor, eres la Historia viva de nuestra salvación. Que me deje iluminar por tu palabra; que sepa confiar en Ti. No me diste el ser y luego me abandonaste. Me acompañes todo el día, a todas las horas, en todo momento. Confío en tu providencia. En Ti, Señor, he esperado, jamás quedaré confundido.
18-10
Ayúdame, Señor, a acatar tus designios. Tú, Dios mío, dispones todo con providencia y amor. ¿Quién puedo ser yo para oponerme a tu Sabiduría infinita? Deseo huir del pecado y escalar las cimas de la virtud. Deseo permanecer contigo todos los días de mi vida y a la hora de la muerte. Me has ofrecido, Padre, tu amistad y filiación. Quiero comportarme como hijo tuyo, como persona llena de buenas obras, porque el que de verdad es tu hijo debe comportarse como tal. Me llena de esperanza la promesa de la salvación; y me llena de esperanza no solo en la vida eterna, también en los sucesos diarios de esta vida. Sé que quien confía del todo en Ti, no puede ser confundido. Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia; por eso confío del todo en tu bondad.
19-10
Sea, Jesús mío, mi vida como una prolongación de la encarnación. Deseo sentirme Cristo vivo. Cristo para perdonar, para amar, para hacer el bien. Así deseo pasar por este mundo. Dadme tu ayuda y tu gracia. Que no sea yo quien vive, que seas Tú quien vive en mí. Darte la oportunidad para que mores en mí a gusto. Permaneces Vos en mí y yo en Vos en esta vida, y luego en la eterna. He de purificar mi alma con el sacrificio para que habites en mí en plenitud de gusto, como en el Cielo. Quiero ser consciente de que todo lo puedo en "Aquél que me conforta".
20- 10
Por tu oración del Huerto, arroja de mí los vanos optimismos que me acosan en estos momentos. Sufriste los azotes a la columna, resignado y doloroso; lo hiciste para librarnos del pecado, ¡oh Dios de amor! Ayúdame por tus azotes para que yo también sea salvador contigo. Así deseo que sea mi vida entera, ya forzosamente escasa. Con tu coronación de espinas venciste la soberbia del mundo, y infundes fuerza para amarte con delicadeza y atención. La liberación del pecado es lo primero que hemos de hacer para extender tu Reino; dadnos fuerza para vencer el pecado. Has tomado la iniciativa de mi salvación con tu muerte y pasión. Ayúdame, Jesús, y sálvame. Gracias por tu amor.
21 -10
Dios me llama y me ofrece su ayuda. Me ofrece a la santísima Virgen María por madre y señor mía. Ven también, María, en nuestra ayuda. La llamada de Dios reclama obediencia y entrega. También necesito fortaleza, Señor, para entregarme y obedecer. Abraham no pidió a Dios ninguna aclaración cuando le dijo que saliera de su tierra y marchara en busca de la tierra prometida. La Virgen María sí pidió con humildad al Señor: "¿Cómo puede ser esto si yo no conozco varón?" Con aclaración o sin ella me he de fiar por siempre de Ti. Ser amigo tuyo, Señor, como Abraham; confiar en Ti como nuestro padre en la fe. Aceptar tus planes lo mismo que María; lo mismo que Abraham.
22-10
Me voy a fijar en la epístola a los Hebreos 4, 14-16. Nos dice que mantengamos la confesión de la fe, ya que tenemos un sumo sacerdote grande que ha atravesado el Cielo, Jesús, Hijo de Dios. Él se compadece de nuestras debilidades, y es en todo igual que nosotros, menos en el pecado. ---- Para nosotros como cristianos es de tal hechizo la figura de Jesucristo que esto nos basta para mantenernos en la fe. Y le decimos al Señor: Adonde vayas, yo iré; lo que Tú quieras yo querré y haré. Porque sin ti, Jesús, nada soy. Contigo todo lo puedo, y si estoy junto a Ti, ningún mal temeré. Yo creo, Señor, pero aumenta mi fe. Y continúa esta epístola a los Hebreos: "Por eso, acerquémonos con seguridad al trono de la gracia, para alcanzar misericordia, y encontrar gracia que nos auxilie oportunamente". Sí, nos acercamos con total seguridad al trono de Dios que es gracia y confianza y seguridad para nosotros. Si Tú, Señor, estás conmigo, ningún mal temeré. En Ti encuentro la gracia y total seguridad. Tú me ayudarás en todas las dificultades y peligros. En Vos confío, Señor. Hago el propósito esta semana de acordarme con gran confianza de que estoy en tus manos y que tengo que corresponder con amor a tu ayuda.
23-10
Confiaré en Dios en mis pruebas y dolores. En Ti, Señor, he esperado; jamás quedaré confundido. Tú eres mi esperanza. Recuerdo aquello de los Macabeos: "Hijo mío, hijo mío, mira al cielo". Al cielo he de mirar con esperanza. Jamás quedaré confundido. Esperar siempre en Ti, Señor. La esperanza del Cielo ha de sostener mi vida entera. Esperar siempre y en todo. Es verdad que el camino del Cielo es difícil, pero también es corto, porque las pruebas de esta vida no tienen comparación con la gloria que ha de manifestarse en nosotros. Confío siempre, espero siempre, te amo y amaré siempre, Señor. Nada sucede en este mundo sin la permisión divina, sé que nunca tendré tentaciones superiores a mis fuerzas. ¡Sagrado Corazón de Jesús en Vos confío! Siempre confiaré en Ti, Señor. Confianza en Cristo vivo que resucitó y nos salvó. Nunca jamás me alejaré de Ti, pero dame tu ayuda. Virgen María, sálvame.
24-10
Zaqueo era un prestamista usurero; de estatura pequeña, pero muy suyo. Un día le tocó el Señor el corazón. Lleno de fe, fue al encuentro de Jesús. ¡La fe de Zaqueo era viva, ardiente, intrépida. Te pido hoy, Dios mío, una fe así: llena de ardor, llena de fuerza, decidida e intrépida. Pasaron los años de mi juventud, sí, con fe, pero demasiado tímida. Dame ahora esa fe ardiente que contagie a tantos que la necesitan, a tantos que carecen de ella. Ser en esto como Zaqueo. También este hombre rompió con el respeto humano. Se comportó como un niño; nada le importó su prestigio de hombre rico, y se encaramó en un árbol para ver pasar a Jesús. También deseo, Señor, ser yo así. Vencer el respeto humano. Me lo propuse en Ejercicios, y deseo tenerlo bien en mi mente. Ayúdame, porque soy muy pobre y no tengo por mí mismo fuerza. Jesús, usaste con Zaqueo de misericordia, de profunda caridad y te dirigiste a él, encaramado en un árbol. Le ordenase que bajara, porque querías hospedarte en su casa. Así haces conmigo todos los días. Vienes a mi casa y allí permaneces; quieres santificarme, y muchas veces me ves sin el suficiente interés. Oh Dios mío, santifica ahora mi alma. Habita conmigo todos los días de mi vida. Quiero por siempre estar contigo. Me da felicidad aquí el tenerte. Deseo tenerte siempre junto a mí. --- La gente criticaba que Jesús se hospedara en casa de un pecador. Dame fuerza a mí también para que sepa tratar y ayudar a todos, a los buenos y a los pecadores. Y desde aquí te pido por la conversión de los pecadores, con lágrimas internas. Ten misericordia de ellos, Señor.
25-10
Vuelvo un día más a mis Ejercicios Espirituales. Mis pecados propios; no se trata de revolverme interiormente, sino de dolerme de mis faltas con una compunción sencilla y sentida de corazón. La realidad es que el pecado venial también me encadena, no me deja crecer. Ayúdame, Señor, a luchar contra el pecado venial. Perdona mis pecados, mira que soy tu amigo. Ábreme ya la puerta. Quiero morar contigo. Líbrame, Señor, del pecado que es el mayor mal que existe. Líbrame de él ahora. Me arrepiento y no nos dejes caer en la tentación. Tu, Señor, sabes cómo es mi conciencia. Tú sabes que siempre he procurado tener claridad en la confesión. Pero también sabes los subterfugios humanos que siempre queremos aparecer inocentes. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu. Contigo siempre quiero estar. Ayúdame.
26-10
Contemplo a María Magdalena a los pies de Jesús; pido al Señor una centella de aquel fuego que tenía la mujer que fue pecadora. Dame un poco de ese fuego de fe, de esperanza y amor, dame fuerza para que siempre encienda yo asimismo a otros en ese fuego de fe y de amor. María Magdalena buscó a Cristo y lo encontró. Recibió antes ese deseo de lo Alto y así pudo dejar aquella vida mundana. Yo también, Señor, he recibido mucha fuerza de Ti, pero luego me olvido, me entra la rutina, me viene la pereza. Ven, Señor, en mi ayuda; apresúrate a socorrerme y dame el don de la perseverancia final. Sacaste de la Magdalena siete demonios; las cabezas de los siete vicios capitales. Muchos años he cumplido ya, y todavía quedan en mí bastante metidos esos vicios, aunque no me den tanta guerra como en mi juventud. Ayúdame, Jesús, a liberarme de ellos. Estimó Magdalena la Divinidad, le diste, Dios nuestro, el fuego de tu caridad y comenzó a amarte de verdad. Yo me postro a vuestros pies como ella; ven a mi pobre ser; toma mi corazón; dame seguirte bien en todo momento. Y he de practicar con tu gracia la verdadera humildad; que sepa soportar con agrado la deshonra y desprecio mundanos, para estar siempre conmigo. Nada de respeto humano. Confío en Ti, Señor.
27-10
Contemplo la escena evangélica: junto a la piscina se encuentra un paralítico, esperando que venga una persona a empujarle al agua, cuando el ángel baje y remueva las aguas. Yo también me encuentro, Señor, como paralizado para el camino del bien, sin fuerzas, y la piscina que me ha de curar es el sacramento de la penitencia y el de la Eucaristía; pero necesito que me muevan. Señor, Tú produces en mí la salud, el movimiento, porque sin Ti no puedo principiar, ni continuar, ni proseguir nada conveniente para la vida eterna. Tú has puesto en mí todo buen deseo. Ahora veo tanta gente alejada de Ti... Dales a ellos también esos buenos deseos eficaces. Y a mí sáname de esta ceguera, sáname de esta falta de movimiento; mira que yo solo no puedo. Ten compasión de mi alma, como la tuviste del paralítico a quien nadie empujaba hacia la piscina para ser curado. Mira que el ambiente a nada invita. Antiguamente teníamos un ambiente normal de espiritualidad y culto. Ahora la gente va abandonando todo. Ten misericordia de nosotros, Señor, ten misericordia de este pueblo que se va separando de las fuentes de agua viva. Yo me encuentro sin fuerzas; tu Pueblo está sin fuerzas. Suple, Señor, en mí, suple en tu pueblo esa falta de movimiento. Empújanos por el camino del bien. Dadnos sacerdotes santos, obispos santos, almas consagradas santas que nos lleven hacia el bien.
28-10
Virgen María, llévame a Jesús. Quiero vivir en comunión. Todos los días recibo al Señor en mi corazón. Prepara tú mi pobre corazón, porque yo solo me dejo llevar de la rutina. Parece mentira, pero así suele ser. Vivir en comunión todo el día con Jesús y contigo, Virgen María, que eres su madre y madre mía. Por eso, tomad Virgen pura nuestros corazones, no nos abandones jamás, jamás... Oh María, madre mía, oh consuelo del mortal: amparadme y guiadme a la Patria celestial. Que todos mis pasos vayan dirigidos a mi fin: dar gloria a Dios y trabajar por la salvación de las almas. Salve, madre, en la tierra de mis amores te saludan los cantos que alza el amor. Reina de nuestras almas, flor de las flores; muestra aquí de tu gloria los resplandores, que tan solo en el Cielo te aman mejor. Mientras mi vida alentare todo mi amor para ti, mas si mi amor te olvidare, madre mía, tú no te olvides de mí. Y llévame a Dios; llévame a Jesús, que es el Hijo de Dios. Mi vida deseo que esté siempre orientada al Señor, que es mi futura felicidad.
29-10
Mc. 14, 46-52 Salía Jesús de Jericó con sus discípulos y con un grupo nutrido de gente. En esto un ciego, llamado Bartimeo, que estaba por allí pidiendo limosna, oyó que pasaba el Maestro y comenzó a gritar: "Hijo de David, ten compasión de mí". Muchos comenzaron a regañarle por alborotador, para que así se callara. Pero él gritaba con más fuerza. Entonces Jesucristo se detuvo y dijo: - Llamadlo. Dio el ciego un salto y se acercó a Cristo, quien le dijo: "¿Qué quieres que haga por ti"? - Maestro, quiero ver, le respondió. - Anda, tu fe te ha curado, le dijo el Señor. Y recobró la vista. ---- A Jesucristo no le molestaba que aquel enfermo mendigo alborotase para llamar su atención; más bien le agradaba, porque mandó llamarle. Tampoco le incomoda al Señor que yo le importune con mis peticiones; todo lo contrario. Pues te pido que cuando me salen las cosas mal, ayúdame. Señor, que soy muy poco sacrificado y egoísta, y siempre estoy buscando lo mejor para mí; ayúdame a ser generoso. Señor, que me molestan muchas personas y a veces soy brusco o antipático; ayúdame a tratar bien a todos. Escucho tu voz que me dice: Anda, tu fe te ha salvado. Y quiero fiarme siempre de Ti.
30-10
Cuando voy a Misa he de decirle al Señor, lo mismo que si la celebro, y lo mismo que ahora le digo con todo corazón: "Suplo en mi carne lo que queda a la pasión ce Cristo". Acéptame junto con la oblación que Jesús hace de sí mismo en el santo Sacrificio. ¡Qué bueno vivir así la misa, y vivirla durante todo el día! Estar cada vez más identificado con Cristo según la frase de san Pablo: "Los que viven no vivan ya para sí mismos, sino para Aquél que por ellos murió y resucitó". Al pensar en el sacerdocio eterno de Cristo, me parece verlo como una gran fuente de donde brotan todas las gracias para la humanidad, de ahí brotan los sacramentos y nuestra felicidad eterna. Por eso, como sacerdotes, hemos de continuar en la tierra la obra de Jesús. ¡Ayúdanos, Señor! Atraer a la virtud a todos cuanto podamos. Ser pregoneros de tu Evangelio en todos los momentos que podamos. Ser, Señor, como sacerdote centro de irradiación de tu vida divina, de tu amor, de tu caridad para con todos; comunicar siempre los dones sagrados. ¡Alma de Cristo sacerdote, santifícame hoy durante el día para vivir a tope todo esto que estoy meditando con fervor!
31-10
Desde la perspectiva del sacerdocio, deseo que en todos los corazones resuene el mensaje del Evangelio. Para eso ofrezco hoy mis obras, para eso me ofrezco con el Señor desde la Eucaristía. "Vosotros sois la sal de la tierra", nos dices, Jesús; "Vosotros sois la luz del mundo". Ayuda, Señor, a tus sacerdotes a serlo de verdad; ayúdanos. Conservar en nosotros el sabor, la virtualidad de la sal; que no se corrompa nada, sino que se conserve con nuestro contacto. Ser causa instrumental para la santificación del mundo; verdaderos instrumentos de santificación. Vivir llenos de amor a Dios, sacerdotes de verdad, y rebosando de ese amor a Dios influiremos, aun sin tener ministerio en la santificación del mundo; haremos mucho bien, porque el sol calienta también los lugares en los cuales no incide; calienta el ambiente. Este es nuestro problema, Señor, dadnos sacerdotes santos, obispos santos, almas consagradas santas; cristianos santos. Unidos a ti, darnos a las almas. Y sacaremos agua con gozo, de las fuentes de la salvación de nuestro sumo y eterno sacerdote, Jesucristo.
XI.- MEDITACIONES DEL MES DE NOVIEMBRE DEL 2000
NOTA: Comienzo una nueva modalidad de meditaciones. Hazlas sin ansia de pasar adelante. Normalmente cada punto breve está separado por el signo //. Es una señal discrecional de parada. Cuando piensas que te has agotado en afectos, discursos o contemplación pasa al punto siguiente. Lo mismo haz si no te dice nada la frase leída. Siempre has de comenzar la oración cortando con suavidad los pensamientos ajenos, y centrándote en el Señor. Al finalizar termina siempre con un coloquio con la Virgen María y con Jesús, su Hijo, Dios y hombre verdadero.
1-11 MIÉRCOLES
Hoy día de Todos los Santos quiero, con la ayuda de Dios ser un santo sacerdote//. El sacerdote es continuador en el mundo de la misión salvadora de Jesús, ha de ser un corazón rebosante de ternura y compasión//. Pido al Señor fuerza para ser esto. La pido para mí, para ti, para todos los sacerdotes//. Dadnos, Señor, sacerdotes santos. La bondad y la misericordia de Jesucristo me confortan; también mi bondad ha de confortar a todos//. Dadnos, Señor, un corazón bondadoso y lleno de misericordia, un corazón sacerdotal como el de nuestro Maestro y Salvador//. Atraerá en mí como sacerdote la bondad y la misericordia. De Jesús salía esa bondad de una forma espontánea y atraía a todos//. Dadnos un corazón generoso, Señor, a tus sacerdotes. Y danos un corazón lleno de fe//. Creo en el poder de la gracia que ayuda y convierte//. Sí, me siento muy por debajo de mi ideal, pero no me desanimo//. Sé que es bueno sentir de forma espontánea la humildad, porque todo lo podré en Aquél que me conforta//. Que este convencimiento de mi propia nada sea agradable a ti, Señor, y vaya acompañado de la total confianza en tu fuerza poderosa.
2-11
Me presento, Señor, ante ti, con humildad y confusión. Perdona mis pecados, porque he conculcado en mi vida muchas veces tu derecho a ser honrado, respetado, amado y adorado con todo el corazón, con toda mi vida//. Perdóname. Me he apartado de los caminos de la santidad, por los cuales debiera haber caminado con amor y agradecimiento//. Perdóname, Señor. Me presento cubierto con el manto del pecado, lleno de contrición, vergüenza y arrepentimiento, con humildad, para que Tú, Señor, me limpies//. Sólo sé que me encuentro triste y afligido por ello//. Me hago las preguntas que me hacía repetidas veces ene Ejercicios: ¿Qué he hecho por Cristo? ¿Qué hago por Cristo? ¿Qué debo hacer yo por Cristo?// Muchas veces he dirigido estas preguntas a mi alma, pero siempre he estado lejos de Ti, o por lo menos poco he avanzado hacia Ti//. Perdóname, Señor, y ayúdame. Perdona mis pecados, mira que soy tu amigo. Ábreme ya la puerta; quiero morar contigo//. Dame tu luz y tu fuerza para hacer lo que debo por tu amor. Destruí la obra tuya en mí. Me arrepiento y propongo firmemente la enmienda.
3-11
Hemos recibido, Señor, tu gracia, la gracia sacramental, todos los que somos constituido sacerdotes. Sacerdocio común; sacerdocio ministerial//. Es preciso vivir a tope este misterio, esta realidad invisible, porque está en el plano sobrenatural//. Es preciso acudir al Señor todos los días para que nos aumente la fe. Danos, Señor, tu fe y la fuerza de tu gracia//. La carne y la sangre de Jesús nos alimentan todos los días; nos vivifican//. Recibirlo con fe y con deseo para que cada día estemos más revestidos de Él; seamos más Él//. Nuestro corazón sacerdotal se llena de amor por la virtud de este sacramento: amor ternura y compasión hacia tantos semejantes que sufren o están en el error y lejos de la gracia de Dios//. El sacerdote vive en la fe y vive la fe. Esto ha de ser para nosotros un estímulo, un reto. Rechazar todas las miras meramente humanas, como pueden ser el ansia de poder, de ser el primero, de representar a otros//. ¡Ya es bastante representar a Cristo en los Sagrados Misterios! Vivir, cada día más y mejor nuestra fe!// Alimentar en mí, cada uno en sí mismo, porque el alimento forzosamente es individual. Alimentar el ideal de santidad.!! ¡Todo el día estar unidos al Señor; a poder ser de una manera consciente. Ven, Señor, en nuestra ayuda. Santifica a tus sacerdotes.
4-11
La fe en nuestra existencia sacerdotal es imprescindible, lo más necesario. Todas la mañanas ponerme en la presencia de Dios con espíritu de fe//. Es la atmósfera de la vida del sacerdote. Todo el valor de nuestra vida depende de la fe//. Dios me ha llamado con infinita condescendencia al sacerdocio; lo sé por la fe. Lo hemos de vivir siempre como el gran regalo de Dios con gran fe//. Estamos en contacto continuo con la Eucaristía. ¡Renovar en el corazón con viveza la fe en el Sacramento!//. Alegría grande con todo esto. ¡Alegría de nuestra fe! Satisfacción ahora y hasta el fin de la vida: "¡He terminado mi carrera; he conservado la fe//! Con la mirada siempre fija en la eternidad; ahí está el destino de todos//. Ser muy consciente de esto y renovar mi fe sin cesar, porque sin la fe nada somos; "sin la fe es imposible agradar a Dios//! Que la Virgen María, madre nuestra nos vaya iluminando durante el camino por estos senderos de la fe. Santa María, ruega por nosotros.
5-11
Mc. 12, 28-34 Un letrado preguntó a Jesús a ver cuál era el primero y principal mandamiento de todos. Y Cristo respondió: "El Señor nuestro Dios es el único Señor: amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser"//. El segundo es éste: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo". No hay mandamiento mayor que éstos//. ---- Me doy cuenta de cómo pone Jesucristo el mandamiento del amor a Dios. Le da una importancia suma. Basta mirar los calificativos que añade al modo de amar a Dios: "Con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser"//. Nos da a entender que lo primero, lo primerísimo en nuestra vida es amar a Dios del todo//. Esto he de llevar grabado hasta el fondo de mi alma. No se me debe olvidar. El segundo mandamiento es éste: el amor al prójimo. Ambos constituyen el principal mandamiento. No puede ir el primero sin el segundo. Pero he de poner siempre el acento en el amor a Dios//. --- A veces se me hace muy difícil el amor al prójimo, porque me molesta y exige más trabajo//. A Dios le rendimos nuestro entendimiento, le ofrecemos nuestras obras, le entregamos nuestra oración; aunque nos cuesta, lo hacemos//. Pero cuesta muchísimo más el amor a nuestros semejantes, a aquellos que nos resultan desagradables, a aquellos que nos hacen daño. Te pido, Señor, fuerza para amar también a todos mis semejantes porque tú lo mandas: son hijos tuyos, y es una exigencia del amor a ti.
06-11
Desde la mañana hasta la noche vivir el sacerdocio en atmósfera de fe//. Para ello, Señor, he de estar en contacto íntimo contigo; así ha de ser con tu ayuda, Señor//. Concédeme esta gracia hoy; y que mañana me acuerde de pedírtela//. Concédela a todos mis hermanos en el sacerdocio, en especial a aquellos con quienes más trato//. La misión del sacerdote comunicar a Cristo a las almas. Que nos demos cuenta de que su misión no es tan solo el favorecer en lo humano al débil y al pobre y al necesitado; es más, mucho más//. Comunicar a Cristo en los sacramentos, en la palabra, en el propio ejemplo//. Ayúdanos a esto a los sacerdotes, Señor. Somos de Cristo, somos tuyos, Señor//. Que cada uno tengamos la convicción de que no nos pertenecemos//. Mirar al mundo con ojos de benevolencia, como Jesús lo miraba, desde la fe de ser "otro Cristo"//. La fe es la base de nuestra relación sobrenatural. Vivir en la fe; vivir la fe. Desde esta perspectiva ser verdaderos hijos de Dios y avanzar con gozo y a la vez con el dolor y el acicate de que hay otras ovejas que no son del redil del Señor//. Esto os pido Jesús para mí, y para todos mis compañeros.
7-11
Confieso, Señor, que soy pecador; lo reconozco//. He buscado el mal no directamente, porque sería diabólico, sino prefiriendo mi satisfacción a la gloria de Dios//. Ese es mi problema, por ahí van mis dificultades. Soy hombre; nada de lo humano es ajeno a mí. He demostrado una fe pequeña, una esperanza floja y caridad fría, perdóname, Señor, y dame tu gracia//. ¡Te pido ayuda, gracia eficaz para ser santo de verdad! Mi voluntad ha sido débil. Nada soy, pero todo lo puedo en Aquél que me conforta//. Sé santo en mí, fuerte en mí, amor en mí y así podré de alguna manera reflejar tu santidad, tu amor, tu fortaleza//. Olvidé al Creador y me refugié en las criaturas. Me cuesta ser bueno, pero lo aprecio de verdad//. No he sabido confiar en tus promesas ni en tu gracia. Dadme, sí, el don de la penitencia; prepara mi alma con la caridad que me lleve, a través de la compunción, a tu amor//. Dad fuerza a mi voluntad. ¿Quién soy yo y quién sois Vos//? Te adoro y me reconozco polvo; he construido un edificio de miseria. No te acuerdes de mis pecados, cuando vengas a purificar el mundo por el fuego//. Dirige, Señor, en tu presencia mis pasos//. ¡Sagrado Corazón de Jesús en Vos confío!
8-11
Soy sacerdote. La absoluta dependencia de Dios me obliga a tributarle, ya como persona, todo honor y toda gloria. ¡Gloria a Dios en los Cielos, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad! "Desde Él, en Él y por Él fueron hechas todas las cosas; a él, pues la gloria por los siglos. Amén"//. Dios se tributa a Sí mismo una alabanza perfecta; no tiene necesidad de nuestra adoración y alabanza; no tiene ninguna necesidad; de lo contrario no sería Dios, al no bastarse por Sí mismo. Podía perfectamente existir sin la creación: Universo, Ángeles, Humanidad...// Pero Dios exige, tiene que exigir a sus criaturas que le den gloria; que se asocien a esta glorificación que Él mismo se tributa//. Y me doy cuenta que esto es ya cierto en la religión natural; pero trasciende a la religión natural y se eleva hasta la Trinidad, de nuestra religión verdadera, la revelada//. Y aquí viene lo nuestro, el gran honor del sacerdocio. Soy sacerdote; he de ofrecer a la Santísima Trinidad en nombre de la Humanidad y del Universo entero todo honor y toda gloria, toda alabanza y adoración//. Merece la pena ser sacerdote. Me siento muy orgulloso de serlo. La Misa, la Comunión, el Oficio Divino, sean para alabanza perfecta de la Santísima Trinidad. Y si soy sacerdote por el bautismo, el Sacerdocio común de los fieles, también tiene esto aplicación.
9-11
Mi misión sacerdotal me impulsa y me obliga a tributar alabanza a la Santísima Trinidad; para eso soy principalmente sacerdote: a Ti, Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos//. Dios es grande y digno de toda alabanza. Ha de recibir la gloria que le corresponde//. Como sacerdotes hemos de ofrecerla al Señor con gozo, con gusto y con placer, pues es nuestra misión. Decirle lo de del salmo: "No a nosotros, no a nosotros, sino sea dada la gloria a tu Nombre"//. Pudo Dios no haber creado el Universo; lo hizo libremente; no tenía ninguna necesidad. Aun sin recibir la gloria de sus criaturas, hubiera sido eternamente feliz. Pero quiso comunicar su amor y exige la adoración y alabanza por parte nuestra. Señor, qué felicidad tuviste desde toda la eternidad; fue total//. Déjame unirme a ella: el Padre engendra al Hijo y le comunica todo con excepción de la paternidad, y el Hijo es Dios... un solo Dios como el Padre//. Y del amor del Padre y del Hijo procede el Espíritu Santo; y es Dios como el Padre y como el Hijo. Es un solo Dios en tres Personas distintas. Misterio feliz; misterio de alabanza//. Me uno a vuestro misterio, Santísima Trinidad... El Verbo es esplendor de la gloria del Padre: "Esplendor de la gloria, y figura de su sustancia"//. Me entrego, os adoro, me anonado, me uno a la Creación entera como alabanza total y plena, a Dios Padre, Hijo, Espíritu Santo. Amén. Amén.
10-11
Dice Jesús: "Todo lo mío es tuyo y lo tuyo, mío". El Hijo hace refluir hacia el Padre todo, como recibido de Él//. El Espíritu Santo procede de esta relación amorosa entre el Padre y el Hijo y constituye una persona distinta, igual en su dignidad al Padre y al Hijo//. Contemplo con amor esta relación Trinitaria. Me entrego al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo//. Gozo en mi alma al contemplar estas relaciones divinas que constituyen las Personas//. ¡Qué maravilla tiene que ser el Cielo, contemplando todo esto por toda la eternidad! Tal es la gloria que Dios se tributa a Sí mismo//. Las tres personas tienen una misma esencia; iguales en su dignidad; ninguna es mayor que las otras dos y constituyen la única Divinidad; el único Dios verdadero//. No se tributan culto ni adoración; son iguales en perfección. En Cristo el Sacerdocio no lo lleva consigo el Verbo si no su santa humanidad. "Tú eres sacerdote para siempre". Yo participo de este sacerdocio de Cristo//. El Señor me eligió para comunicar sus bienes, para adorarle, para darle gracias y ser mediador entre el Pueblo y Dios//. Nadie puede quitarme esto, Dios me lo dio. No tengo una misión pastoral, pero soy sacerdote y viviré con la ayuda de Dios como sacerdote: reparar, hacer el bien, tender mis redes para pescar almas, para ayudar al Reino del Señor//. Seré francotirador si es preciso, pero muy unido al sumo Sacerdote Jesús, podré llegar...
11-11
Ayúdame, Señor, a penetrar en la excelencia del sacerdocio, no para llenarme de orgullo necio, sino para, dentro de la humildad, vivir en consecuencia//. Ser mediador entre Dios y los hombres, eh ahí la grandeza//. Desde que recibí el sacerdocio tengo más en el alma esta prerrogativa//. Mi oración, mi celo, mi entrega a los hermanos ha de ser como exigencia de esta mediación//. Jesucristo es el gran mediador; de Él participamos. "Tú eres mi Hijo, hoy te he engendrado", dice el Padre; y nos lo da, y se une a la naturaleza humana//. El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros//. Cristo es nuestro sacerdote eterno. El Verbo tomó posesión de nuestra naturaleza humana en el seno de la Virgen María, y consagró el cuerpo y el alma de Jesús; se apoderó de la humanidad//. Contemplo la venida del ángel a anunciar este gran bien. Es el hecho más importante de la Historia//. Te adoramos oh Hijo del Altísimo//. Agradecemos a la Virgen María, porque con su fiat, hizo posible la salvación de los hombres; nos entregó el sacerdocio//. Dadnos, Señor, sacerdotes santos, obispos santos que lleguen a conquistar la tierra con amor para la gloria de la Santísima Trinidad.
12-11
Mc. 12, 38-44 Censura hoy Jesucristo el comportamiento de los fariseos, a quienes encanta que les reverencien y buscan los primeros puestos en los banquetes, y con pretexto de largos rezos, devoran los bienes de las viudas. Enseñanza para nuestra vida cristiana: Ser sencillos sin buscar ni querer alabanzas; ser también moderados en el pretender riquezas, y sobre todo, no andar buscándolas entre las personas más necesitadas, como son las viudas//. --- Observaba el Señor a la gente mientras depositaban dinero en el cepillo del templo. Muchos ricos echaban en cantidad. Vio entonces a una viuda que se acercaba y depositaba unos pocos céntimos. Alabó Jesús a esta mujer por la gran proporción de lo que echaba//. Ella necesitaba todo, pero supo prescindir de ello. Otros daban de lo que les sobraba. Alaba, Jesucristo el corazón generoso.. He de ser más generoso, y no dejarme contagiar de la enorme avaricia que existe entre las personas//. Y le digo con toda mi alma al Señor: Ayúdame hoy a la generosidad; ayúdame a tener un corazón sensible ante las necesidades de las personas; y enséñame la humildad de estar a gusto en la marginación, sin querer ir a los primeros puestos; que me dé cuenta de que no merece la pena el relumbrón ni humana ni menos espiritualmente.
13-11
He de meditar de vez en cuando en las verdades eternas: el infierno hoy. Señor, líbrame de las penas del infierno//. Me impresiona más la pena de sentido: me represento como un volcán negro, un agujero sin fondo, de allí parece oírse el lamento de los condenados. Ten misericordia, Señor, de este mundo que, al menos en mi consideración de cristiano, lo veo que se va precipitando al abismo//. Ten misericordia también de mí. Quema ahora, corta ahora, no me perdones ahora, para que en la eternidad me perdones y me libres de las penas eternas//. Muchos, Señor, no creen hoy en el infierno, y si creen, piensan que nadie irá a parar allí, siendo Tú, Padre. Yo creo en el infierno y pido tu misericordia para que nos des tu gracia abundante a fin de no precipitarnos en el abismo//. Es grande tu amor al avisarnos del riesgo para que lo evitemos. Necesitamos tu gracia que nos la concedes por medio de la oración. Ten misericordia de nosotros//. Pienso también en la pena de daño: el vernos privados por siempre de tu amor. Haz, Jesús, que nos adhiramos a tus mandatos y no permitas que nos apartemos de Ti. Virgen María, ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte, amén.
14-11
Unirme al sacerdocio de Jesús. Cristo sumo y eterno Sacerdote; en Él se identifica sacerdote y víctima; lo mismo en el Calvario, que ahora sobre nuestros altares//. Jesús, sumo Sacerdote, unido al Padre en total reverencia y adoración. ¡Padre de inmensa majestad! Padre, abismo de todas las perfecciones//. Me uno, yo, sacerdote, al sumo Sacerdote, Cristo//. Me uno a su entrega al Padre y a su adoración, me uno a su reparación, ofrezco la Víctima del altar y me ofrezco yo mismo a Él, para ser también víctima con Él: que todas mis acciones, pensamientos y toda mi vida, esté unida al Hijo, a Jesús sacerdote//. Se abre mi mirada al Padre, como se abría la de su Hijo, nuestro Jesús//. Jesús, víctima, estaba destinado a la cruz para alcanzar la remisión de los pecados; cargado con nuestros pecados, aceptó todo. Sepa yo, Señor, aceptar también todo//. Abrumado por el peso de nuestras iniquidades, triturado por nuestros delitos, hecho obediente hasta la muerte y muerte de cruz//. Me entrego a Ti, Dios Padre, me entrego a Ti, Dios Hijo, me entrego a Ti, Dios Espíritu Santo.
15-11
Cristo sumo y eterno Sacerdote; cada vez me cautiva más tu figura//. Pudo el Padre perdonar a la naturaleza humana sin ninguna reparación; pero su Sabiduría infinita decretó que su Hijo viniera al mundo, viviera una existencia terrena como los demás hombres, sufriera muerte de cruz... ¡misterio de fe! Nunca lo llegaremos a comprender del todo los humanos//. El Hijo de Dios tomó un cuerpo de víctima. Al venir al mundo sabía a qué se comprometía y asumió todo. Nunca conseguiremos entrar en la psicología de Jesús. ¡Quién pudiera comprender, contemplar, amar a Jesús del todo; identificarse!// Que la comunión con Él sea plena, sacerdotal, con todas las consecuencias. Algunos santos lo han vivido así. Padre, "no quisiste holocaustos, sacrificios ni oblaciones... entonces yo dije: aquí vengo para hacer tu voluntad"//. Sin restricción Cristo se ofrece totalmente al Padre. Es como una respuesta de gracia a la unión hipostática//. ¡Adentrarnos en el misterio de fe! Llegando Jesús al mundo, su alma está en contemplación de la divinidad//. No se trata de una contemplación placentera, sí totalmente real. Unirnos a este sacerdocio de Cristo. Nuestro sacerdocio, mi sacerdocio no tiene razón de ser más que desde esta perspectiva//. Me entrego con Cristo al Padre, al Espíritu Santo.
16-11
Jesucristo sumo y eterno Sacerdote; me uno Ti con todo el corazón//. Has visto la injuria inferida por la humanidad por el pecado y te colocas entre Dios y los hombres, como sacerdote y pontífice para aplacar al Padre//. Vuelto al Padre te entregas a su voluntad. Tu humanidad, aunque inmaculada, pertenece a la raza pecadora. Heme aquí, Padre, para hacer tu voluntad//. Me uno a Ti, Señor Jesús, para hacer la voluntad divina, me uno a tu sacerdocio para ser tu compañero//. Tú me elegiste, Señor, aceptas un cuerpo sometido a fatigas, al dolor y a la muerte. Soportas todo por nuestro amor, por nuestra salvación//. Gracias Jesús. Te agradezco por mí, por los que no se acuerdan, te adoro como Dios que eres//. Bendito seas. Jesús abandonado a la voluntad divina, sin reservas, sin otro querer que el de Dios//. Me entrego contigo a la Santísima Trinidad, me entrego a Ti, Hijo de Dios, a Jesucristo unido hipostáticamente a la divinidad//. Quiero ejercer mi bautismo y el sacerdocio común y el sacerdocio especifico en el que fui ordenado.
17-11
Todos estos días estoy meditando en Jesucristo Sacerdote eterno. Ideas abstractas, pero intuyo en ella fuentes inmensas de contemplación. Quiero, Señor, seguirte y ser tu sacerdote//. Participar conscientemente de tu eterno sacerdocio//. "Seré entregado a los gentiles, decías, y escarnecido e insultado y escupido"//. Cristo se manifiesta a sus apóstoles con toda con toda la gloria de su humanidad; se transfiguró ante ellos. De esta manera robustecía la fe que iban a necesitar cuando llegara la pasión. Resplandeció allí tu Divinidad, Señor//. ¡Esperanza en el dolor! Cuando llegó tu muerte, llevabas en Ti mismo la humanidad entera, nos salvaste y santificaste. Quisiera tener siempre presente en mí esta idea, salvados por Ti, gracias a Ti, Dios y hombre verdadero//. Graba, Jesús, en mí todo esto, para que sólo viva para Ti y para extender tu Reino y para ser mediador contigo entre Dios y los hombres//. Salvados y santificados por la oblación de tu cuerpo y de tu sangre. Me quedo unos momentos contemplando esta sublime realidad. -- Será en la Cena cuando mi Salvador realizará el acto sacerdotal por excelencia: allí tu sacrificio al Padre se revela en toda su majestad; por eso me quedo junto Ti en contemplación, y adoro tu grandeza en la más profunda humildad//. Ofreces, Señor, tu cuerpo y tu sangre en aquel rito nuevo, imagen y realidad de lo que iba a ser al día siguiente tu pasión. Me uno a tu sacrifico redentor. Quiero ser tu sacerdote.
18-11
En la última Cena es donde lo vemos como mejor. Las palabras pronunciadas sobre el pan y sobre el vino significan que su cuerpo es entregado por nosotros, su sangre es derramada para la remisión de los pecados//. Esto nos llena de esperanza, de gracia, de seguridad, de confianza. Merece mediarlo, contemplar la escena sublime de aquel momento. Jesucristo el verdadero Pontífice, puente entre Dios y los hombres; yo sacerdote junto a Él, participando de su entidad sacerdotal//. Él instituyó tres maravillas en esa santa Cena: el sacrificio para ofrecerse al Padre en remisión de nuestros pecados; el sacramento, para estar con nosotros en la Eucaristía; el sacerdocio para que acompañemos a los hombrees en su paso por la vida, para ser mediadores//. Esto me tiene que llamar la atención poderosamente. Cristo sigue dándose como alimento en nuestros altares; ahora por ministerio del sacerdote, en la cena Él directamente//. Nuestro sacerdocio, destinado a perpetuar su gesto de misericordia con los hombres. Señor, danos sacerdotes santos, obispos santos, almas consagradas santas.
19-11
Mc. 13, 24-32 Nos muestra el Evangelio el fin del mundo. Jesucristo lo profetiza: nos habla de que habrá gran tribulación, y como algún cataclismo de tipo astronómico. Nos habla también de que vendrá Él mismo desde el Cielo con gran poder. Y profetiza a la vez que el fin del mundo la destrucción de Jerusalén. Esta destrucción se cumplió. Contemplar cómo será el fin del mundo//. A mí me parece que lo que de verdad nos tiene que preocupar es el fin de nuestra vida. Aunque parezca que nos pueden quedar todavía años, nos hemos de dar cuenta que está más próximo, porque el tiempo vuela//. Vivir en esta vida relativizando todo. Todo pasa. Dios solo permanece. Nos conviene estar siempre a bien con Dios//. Vivir junto a Él porque en la hora en que menos pensamos puede llamarnos. Ayúdame, Señor, a estar siempre contigo//. Ayúdame a vivir siempre sin poner todo el corazón en las cosas de aquí. Mi corazón ha de estar siempre en el Cielo, pero mis pies en la tierra. Danos tu gracia, Señor.
20-11
He de tener, Señor, los mismos sentimientos que Tú, que no tuviste por alarde ser igual a Dios, sino que te acomodaste a la naturaleza humana//. No me ha de resultar fácil esto, Señor, porque soy comodón, porque, aunque no me lo parezca soy soberbio, me gusta distinguirme, ser distinto. Ayúdame a ser distinto que los malos, porque quiero ser tuyo y ayudarles a ellos a ser mejores, pero ayúdame a ser como los buenos, parecerme a ellos y ser tuyo//. Al contemplar tu pasión, Señor, que reciba el mismo sentimiento de tu alma y de tu amor. Quiero ser tuyo, habita en mí, sé santo en mi alma, que algo se me irá pegando//. Dame tu gracia y tu paz. Deseo entrar en relación personal con el Padre; en su amor, entregado al mundo//. Contemplar el costado abierto. Entrar en la vida espiritual de ese costado abierto. "Abierto tiene el pecho y abierto el corazón: venid y encontraremos en Él la salvación"//. Mayor intimidad con Jesús. Evangelio contemplativo. Vivir y morir en vuestra santa fe.
21-11
En torno al capítulo 17º De San Juan. Tenemos un Sumo Sacerdote que intercede por nosotros. Él se ofrece a sí mismo en sacrificio. Podemos acercarnos al trono de la gracia//. Unirme a este Sumo Sacerdote, unirme a su misión de la cual participo tanto por el sacerdocio ministerial como por el sacerdocio común procedente del Bautismo//. Vivir, con vuestra ayuda, Señor esta misión sacerdotal//. - ¿Cómo vivir esta misión? Ante todo conociendo al Padre. Este es el deseo de Jesús, que conozcamos al Padre. Conocerle ahora en la intimidad de la oración en su presencia//. Ayúdanos a conocerle. Conocerle también en el trato por la lectura espiritual que nos explica la Palabra del Señor en la Biblia. Dame, Señor, aunque sea un poco, poder conocerte en la contemplación de Ti, mismo, y que nunca, nunca me aparte de ti//. - Habló Jesús, y alzando los ojos al Cielo dijo... ¡Alzar los ojos al Cielo en oración como Jesús. Siempre elevado hacia las alturas. Con los pies en la tierra; con el corazón en el Cielo//. Vivir así. Enamorarme más y más del Señor. Estar vuelto hacia el Padre como Jesús//. Estar referido al Padre. Él es Dios de Dios. Luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero//. El ser de Jesús no se apoya en sí mismo, sino que consiste en estar vuelto a la acción del Padre.
22-11
Medito en el infierno, como rememoración de los Ejercicios Espirituales. Comprendo las razones de quienes no creen en el infierno. Es más cómodo vivir sin esta fe. Yo creo firmemente en todo cuanto está en el dogma católico//. Tú, Dios mío, eres el principio de todo bien; no seas para mí, de forma subjetiva, principio de mal. Confío//. Que mis ojos te vean, mi corazón, te ame; mi voluntad te aprehenda, y no permitas que jamás me aparte de Ti. Pienso en la pena de daño, siempre sin ver a Dios; pienso en la pena de sentido: el horror del sufrimiento físico; pienso en la eternidad: nunca tendrán fin estos tormentos. Ayúdame a no caer en el infierno//. Castígame si quieres, soy pecador, pero dame tu gracia, dame tu amor; y ven, ven en mi ayuda, Señor. No permitas que jamás me aparte de Ti.
23-11
Eucaristía primera de Jesús. Dio gracias al Padre por todos los auxilios que destinaba a la humanidad, por el sacerdocio. Dio gracias al Padre por el gran don de la Eucaristía. Me uno a la acción de gracias de Jesús porque soy su sacerdote, soy su íntimo y se ha desbordado en nuestro amor//. Este Jesús de la Última Cena fue colgado del madero al día siguiente, y es Dios igual al Padre. Es el Cristo de la paciencia, coronado de espinas, hecho obediente hasta la muerte y muerte de cruz//. "Fue crucificado también por nosotros". Te amo Jesús Dios y Hombre verdadero. La divinidad de Jesucristo es la base de nuestra vida espiritual; ahí fijo ahora toda mi vida interior; en Cristo me refugio, porque el que cree en el Hijo tiene la vida eterna//. Este hombre clavado en la cruz es nuestro hermano, nuestro Jesús, Dios y hombre verdadero//. Sus acciones son de hombre y son de Dios, son teándricas; su sangre tiene valor expiatorio de nuestros pecados, compensan los pecados de los hombres//. Dame, Señor, tu fuerza, dame tu gracia para vivir todos los minutos de este día unido a Ti, unido a tu cruz, unido a tu pasión, unido a tu sacerdocio.
24-11
Me entrego a Ti, Señor, porque nos amaste y Tú te entregaste por nosotros en oblación y sacrificio permanente//. Me siento involucrado dentro de tu sacerdocio, Jesús. Ayúdame a ser sacerdote de verdad. Sacrificio propiciatorio el tuyo; no quisiste oblaciones de animales; te ofreciste Tú mismo al Padre, conseguiste la misericordia hacia nosotros; por eso te alabo, te adoro, te agradezco, oh Cristo Dios y hombre verdadero//. El decreto de condenación que la humanidad tenía sobre si, lo detuviste, Señor, y el corazón del Padre volvió hacia el mundo cargado de misericordia//. Perdona a tu Pueblo, perdona a tu Pueblo. Éramos hijos de las tinieblas, y ahora somos hijos de la luz//. Haz que caminemos como hijos de la luz con fruto de verdad, justicia y bondad, como nos exhorta tu Apóstol Pablo//. Me entrego a este amor Trinitario: me entrego a Ti, Dios Padre; me entrego a Ti, Dios Hijo; me entrego a Ti, Dios Espíritu Santo.
25-11
Cristo sumo y eterno Sacerdote; unirme a Él//. Lo contemplo con fervor en su sublimación consiste en la donación de la vida; en su entrega hasta la muerte//. "Nadie tiene mayor amor que quien da la vida por sus amigos"//. Y esto hizo Jesús por nosotros. Sublime bondad del Padre al darnos al Hijo//. Y ha querido revelarnos que se sacrificaba por obediencia al Padre//. Lo manifestaste en, Señor, en el Huerto de los Olivos: "Padre, si es posible, pase de mí este cáliz; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya"//. Y San Pablo nos dirá: se hizo obediente hasta la muerte y muerte de cruz//. No me queda, Señor, sino admirar, venerar e imitar tu entrega. Ven en mi ayuda para vivir hoy durante todo el día este sacerdocio tuyo; para unirme a tu entrega, para, sea en dolor o en gozo, estar siempre unido a tu sacerdocio, porque Tú me has elegido.
26-11
Mc. 18, 33-37 Cuando pensamos en Cristo Rey recordaremos siempre el momento en que Pilatos le preguntó: ¿Luego Tú eres Rey? Y Jesús respondió: "Mi Reino no es de este mundo". Nosotros sí le damos el título de Rey; pero ha de ser en un reinado de verdad y de vida; de santidad y de gracia; de justicia, de amor y de paz. Ahí tiene que reinar Cristo//. Ante todo que reina, Señor, en nuestros corazones: Señor, danos la generosidad del corazón; reina en nosotros por la generosidad. Reina en nosotros por la bondad; reina en nosotros por el amor a la verdad. Reina en nosotros por la alegría//. Procurar en nuestra vida que reine también en cada momento del día: por la mañana hacer siempre el ofrecimiento de obras y algunos minutos de oración. Que Él nos acompañe todo el día//. Que nuestro pensamiento se dirija a Jesús, Dios nuestro, de vez en cuando durante el día//. Cuando caminamos solos, darnos cuenta de que Cristo está con nosotros, de que habita en nuestra alma por la gracia//. Y hacerle actos de amor. Y pedirle que nos enseñe a tratar a todos como verdaderos hijos de Dios. Señor, reina en nuestras almas; reina en todos los corazones. Amén.
27-11
Jesús Rey del Universo. Contemplo tu realeza, Señor//. Llegaste a ella por medio de la muerte y de la Resurrección//. Reconozco tu reinado; me acojo a tu Reino y me someto con amor//. Cristo vence, Cristo reina, Cristo impera. Tu realeza muestra la mesianidad, no es política; es del todo espiritual//. Tu Reino no es de este mundo. Me acojo a tu autoridad espiritual; transmite la verdad absoluta; a Ti siempre acudiré//. Estoy bajo tus banderas. Todo en Ti es trascendente, Señor. Todo es para nosotros gracia inmerecida//. Contigo estoy; hazme estar hoy siempre contigo; a todas las horas//. Pilato tomó postura en aquel juicio nefasto. En el diálogo no tenía salida. Debió optar por la justicia y por el bien, pero optó por el mal y las tinieblas, por lo injusto e inicuo. Todos, Señor, tomamos postura en nuestra vida con relación a Ti. También la he tomado yo repetidas veces; quiero ser hijo de la luz//. Ayúdame a que sea consecuente con la postura que tantas veces he tomado hacia Ti. Ayúdame.
28-11
Tú Jesús eres nuestro Rey. Das testimonio de la verdad. Escucho tu voz//. Das testimonio del Cielo, del Padre, de la vida eterna. Tú solo tienes palabras de vida eterna//. Eres testigo de la realidad divina. A eso viniste a este mundo, a dar testimonio de la verdad; creo, espero, amo//. Sabes y experimentas la verdad, porque estás unido al Padre; tu vida entera es un testimonio de trascendencia, de verdad. Por eso dijiste: "Yo soy el camino, la verdad y la vida"//. Te seguiré siempre; dame tu ayuda porque sin Ti nada soy; sin Ti no podemos principiar, ni continuar, ni concluir cosa conducente para la vida eterna//. Eres el Rey revelador y vives la verdad; te acepto como Rey, como Dios y hombre verdadero. Escucho tu voz. Ven, Señor Jesús.
29-11
Cristo Rey del Universo; mi Rey y Señor. Él nos llama a conocer la verdad; a conocerle a Él que es camino, verdad y vida. Él nos llama a transmitir la verdad y la vida y a propagarla//. Dadnos sacerdotes santos, obispos santos, almas consagradas santas que podamos transmitir la verdad y enseñarla a vivir//. ¡Conocer y transmitir la verdad! Enseñarla con amor a Dios, con amor al prójimo, con cariño y con bondad, sin brusquedades, con firmeza, pero con gran humildad, aprovechar todas las ocasiones//. No amo la virtud si no enseño la verdad y la oración e incluso la contemplación. Enseñar con mi ejemplo y con mi palabra. ¡Ayúdame! Porque, Señor, Tú has de reinar en nuestros corazones//. Seas, Señor, Rey de todos, de todo, en todo lugar y en todo tiempo; también ahora que parece tiempo de increencia//. Seas, oh Jesucristo Rey de todos mis pensamientos y deseos, de todas mis palabras y acciones. ¡Reina en nuestros corazones por la gracia y por una sicología del todo volcada en tu amor!
30-11
En este último día de Noviembre fijo mi vista en la hora de la muerte. Sé que llegará, aunque normalmente no ponga en ella los ojos. Todo llega, porque el tiempo fluye como las aguas del río. Virgen María, ven ahora en mi ayuda y en la hora aquella para que no desfallezca, para que llegue al Señor y me acoja//. Me veo ahora en la agonía, del todo consciente, sabiendo que dentro de unos minutos compareceré ante el Señor. Dios mío, ten misericordia de mi alma, dame tu luz y tu fuerza, manténme en la fe. Veo mis cosas buenas y veo mis días oscuros, grises, sin buenas acciones, y mis días malos. Ten misericordia de mí; Señor, Tú lo sabes todo; Tú sabes que te amo//. Que no me agarre al dinero, a los placeres, a los afectos. Que todo pasa; solo quiero adherirme a Ti, Señor. Dame conocimiento del mundo, para que aparte de mí las cosas mundanas. Que todo pasa, sólo Tú permaneces, en Ti, Señor, he esperado; jamás quedaré confundido//. Tú, Señor, moriste; a Ti me acojo. Cuando quieras, como quieras puedes llamarme que en Ti he puesto mi esperanza y confío en tu palabra. ¡Sagrado Corazón de Jesús en Vos confío!
XII.- MEDITACIONES DEL MES DE DICIEMBRE DEL 2000
01-12 VIERNES
Cristo Rey del Universo. "Todo aquel que pertenece a la verdad escucha mi voz". Yo, Señor, quiero y deseo y es mi firme voluntad pertenecer siempre a la verdad, porque soy cristiano, porque por encima de todo he de servirte y estar contigo, porque soy tu sacerdote y me consagraste por el bautismo y por la unción sacerdotal para estar contigo y para enviarme a predicar//. Ahora lo hago de una forma distinta, Tú, Señor, lo sabes cómo y siempre quiero ser fiel a mis compromisos cristianos. "Venid, nos dices, al Reino que no es de este mundo, llenos de fe y de amor y no llenos de temor"//. Y yo te digo, siempre contando con la fuerza de tu gracia, siempre contando con la fuerza del Espíritu Santo, con el auxilio de María: te seguiré adonde quiera que vayas//. Que la bondad de Cristo esté siempre en nuestros corazones; Él es el Rey del Universo. En Ti, oh Dios, he puesto mi esperanza y confío en tu palabra//. El Reino de Cristo está impuesto en nuestros corazones no por la fuerza, sino por el amor//. Reina, Señor, por amor en todos nosotros, reina por siempre//. Tu Reino vence por amor. Cristo vence, Cristo reina, Cristo impera. Escúchanos, Señor.
02-12
El Reino de Jesús no es de este mundo, pero está en este mundo. Yo quiero pertenecer a tu Reino; deseo ser súbdito de él; admíteme//. Tú sabes, Señor, mejor que yo que no lo merezco; no soy digno de tomar parte en esta empresa la más santa, la más hermosa, la más altruista, la de verdad caritativa//. Tú me invitaste hace años ya a entrar en tu Reino; a ser en todo como Tú, y me ves como siervo inútil renquear en tus filas, y a la vez me ves con muchas ganas de ser santo, pero que se queda en eso, en ganas. Ayúdame, Señor. Con tu ayuda lo conseguiré//. -- Me haces partícipe de tu realeza; puedo cantar aquello de la Misa: "Pueblo de reyes, asamblea santa, pueblo sacerdotal, pueblo de Dios, bendice a tu Señor"//. Ten misericordia también de este tu pueblo sacerdotal; ayúdanos a ayudar//. Danos ese fervor que diste a aquellos hombres de pro que nos precedieron. Cristo vence, Cristo reina. Reina sí en nuestra tierra, reina en el mundo por siempre y en todo lugar//. Corazón sacratísimo de Jesús: venga a nosotros tu Reino: Reino de verdad y de vida; Reino de santidad y de gracia; Reino de justicia, de amor y de paz.
O3-12
El Evangelio de hoy nos narra el fin del mundo. Nos asegura que irá precedido de grandes desastres en la naturaleza; nos previene a que estemos siempre despiertos, preparados, alerta. No hemos de dejarnos engañar por falsos profetas, hemos de seguir en nuestra fe, con nuestra esperanza, con toda nuestra religión profesada durante la vida//. A mí me parece que esto tiene aplicación a la vida real de ahora. Lo más probable es que el fin del mundo no nos sorprenda a nosotros; pero sí nos ha de sorprender el fin de nuestra vida//. - He de estar alerta y preparado: hay accidentes, hay enfermedades rápidas, y a lo mejor, no está tan lejos el final//. De todas las formas en el adviento se repite mucho esta frase: "El Señor está cerca". Yo siempre le he encontrado este doble sentido: está cerca, porque solo faltan pocos días para la Navidad//. Pero está cerca porque no falta mucho para ir a Él. Por eso vamos a estar siempre preparados//. Dadnos, Señor, la gracia de tener siempre preparada el alma para cuando Tú vengas//. Repetir con frecuencia el acto de amor a Dios, el acto de contrición. Lo digo ahora con fervor. Dios mí, te amo. Y porque te amo me arrepiento y me duele el haberte ofendido.
04-12
Jesús se entregó porque quiso. La frase latina me llega más al alma, y la repito interiormente varias veces, de la misma manera que en las siguientes frases paulinas//. Solo me queda postrarme ante Él con veneración, con amor el mayor de mi vida//. "Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia". No importa el número de los pecados del mundo//. Solo importa aplicar esta gracia, aplicar esta salvación, ser sacerdote con Jesús, hecho obediente hasta la muerte//. Él es quien nos merece. Este derecho es estrictamente personal; a causa de su pasión somos salvados//. Somos ricos por Él; sus méritos nos pertenecen. Voy por mi camino con seguridad; nuestro auxilio nos viene del Señor que hizo el Cielo y la tierra//. Nuestras riquezas en Cristo son inmensas, inmensas... no se pueden contar//. Como dice San Pablo: "incalculables riquezas las suyas". Ya ahora, Señor, delante te Ti me lleno de gozo interior, de admiración, de agradecimiento y seguridad. "¡A un amante así, ¿quién no amará?"
05-12
La muerte es una realidad frente a la cual tengo que estar consciente. La vida pasa, Señor. En los Ejercicios Espirituales lo consideraba, y he de planteármelo muy a menudo//. Ven, Señor, en mi ayuda en este rato de oración, porque, sin Ti, no puedo principiar, ni continuar, ni concluir cosa conducente para la vida eterna//. Dadme, Señor, conocimiento del mundo, con una voluntad decidida de no adherirme a sus criterios ni a sus caprichos//. Una frase conozco desde adolescente y he de repetirme con frecuencia cuando obro una acción distinta de las acostumbradas: ¿qué aprovecha esto para la eternidad?// Que sepa elegir solamente aquello que puede ser bueno para la vida eterna//. Dame consciencia y saber discernir para elegir lo bueno y provechoso, y sobre todo ayúdame a ser bueno con la gente, caritativo y amable//. Aprovechar el tiempo presente, Señor. Que sobre todo me dé cuenta de la oración y de la mortificación. Morir a algo inútil todos los días//. Dadme, Señor, el don de oración, el don de abnegación, la perseverancia final, celo para la salvación de las almas//. Esto es lo verdaderamente importante. Jesús, pasaste la vida haciendo el bien; yo no he sabido aprovechar todas las ocasiones. "Enséñame, Señor, tus caminos; instrúyeme en tus sendas"//. - La tibieza es una palabra horrible, más que el cáncer y es muy difícil su curación. No me dejes caer en la tibieza, y si tengo costumbres que me inclinen a ella, ayúdame siempre a liberarme//. Ven, Señor, no tardes, ven, ven que te esperamos//. Ayúdame, Virgen María, en este tiempo de adviento a vivir como verdadero sacerdote.
06-12
Jesucristo sumo Sacerdote. Eres el foco luminoso que alumbra en nuestras vidas con el sacrificio eucarístico; gracias//. Me llenas de confianza y de vida; me ofreces la salvación; me llenas de esperanza; gracias//. Alabo la misericordia del Padre que nos ofreció a su Hijo para ser nuestro eterno Sacerdote y Salvador//. El drama del calvario se perpetúa bajo los velos de la Eucaristía en la Misa diaria. Me ofrezco con Jesús en este santo sacrificio//. El clamor de Cristo resuena de nuevo, porque todo el amor de Jesús continúa ofreciéndose al Padre/; porque toda la obediencia de Jesús continúa siendo ofrecida al Padre; porque todo sacrificio de Jesús continúa siendo ofrecido al Padre//. Cada vez que se celebra la conmemoración del sacrificio de la Cruz, se ejerce la obra de la Redención y salvación; así lo creo por esto te venero//. Cuando Dios otorga su gracia por la Eucaristía, glorifica a su Hijo. Me uno a la Santísima Trinidad con todo mi afecto; me entrego en este sacrificio a Ti, Padre, Hijo y Espíritu Santo.
7-12
Adviento y esperanza en Jesús//. Los que son movidos por el Espíritu de Dios esos son hijos de Dios. Deseo ser movido, Señor, por tu amor, por tu Espíritu, por tu bondad. Rige mi vida, guíame por el sendero del bien, que no he recibido el espíritu de esclavitud para reincidir en el temor; que mi alma aspire a Ti con amor//. Mi deseo es vivir siempre en la esperanza; porque en esperanza estamos salvos; que la esperanza que se ve, ya no es esperanza... si esperamos lo que no vemos, en paciencia esperamos//. ¡Espero, Padre, en paciencia tu llegada; ayúdame!// Todas estas frases de San Pablo me llegan al alma; que formen en mí criterio, algo muy consciente en todo momento a fin de que consiga mantenerme en tu presencia y en tu amor, y desde allí irradiar para tu Reino//. Aborrecer el mal y obrar el bien. Te pido esto para hoy y para toda mi vida. Quiero vivir y morir en vuestra santa fe, en total esperanza, en amor//. Que la Navidad sea para mí del todo espiritual; en sobriedad como hijos de la luz. Dios nos destina al Cielo, que aspire mi corazón a vivir siempre con Él; te lo pido, Padre, por medio de tu Hijo, en compañía de la Virgen María, cuya fiesta mañana celebramos.
8-12
La Inmaculada Concepción. Fiesta de María en medio del adviento. La Virgen María es nuestra esperanza; vida y dulzura; esperanza nuestra. He de repetirme hoy como frase del día ésta: Virgen María, vida y dulzura, esperanza nuestra//. Preparo la Navidad con ayuda de María: Ven, ven Señor, no tardes; ven que te esperamos//. Vivir la fiesta de la Inmaculada Concepción con el sentimiento de este tiempo: "Arrojemos las obras de las tinieblas y nos vistamos con las armas de la luz; como quien anda de día, vivamos honestamente"//. Saber sufrir la purificación interior; saber sufrir el despojo de la mortificación; vivir no para los placeres de la mesa; ni para los placeres del espíritu; vivir para Dios//. Huir del egoísmo; huir de la maldad. Si quiero hermosura, en Jesús la encontraré, y en su Madre la Virgen María/; si quiero estar armado, mis armas son la humildad de María, la penitencia del Bautista, el sacrificio de Jesús/; si quiero ir bien vestido, revestirme de Cristo, de las vestiduras de la luz; no de las tinieblas/; si deseo alimentarme, mi manjar está en la mesa del Señor, en su cuerpo y sangre en la Eucaristía//. Ven, ven, Señor, no tardes, ven que te esperamos. Virgen María, vida y dulzura, esperanza nuestra.
9-12
Dadme, Virgen María, vivir hoy el adviento. Estar con mi pensamiento en la realidad de fe, porque nos llegó la vida, y si nos ha llegado la vida, se ha destruido la muerte, el imperio del pecado//. Nos ha llegado la luz, que es Cristo, y si nos ha llegado la luz, "arrojemos las obras de la tinieblas"//. Detesto el pecado y propongo la santidad. Jesús, Dios de Dios, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado; de la misma naturaleza del Padre por quien todo fue hecho//. La luz luce en las tinieblas, aunque las tinieblas no la hayan comprendido. Jesús venció la muerte y nos salvó a quienes estábamos vencidos//. No cerraré mis ventanas a la luz divina; abriré los ojos para ver bien gracias a la luz del Cielo//. Vivamos sobrios y vigilantes, como quiere Cristo. Señor, que estas ideas fragüen en mi corazón//. Y espero en la resurrección de la carne y en la vida del siglo futuro, amén//. Te pido todo esto, Padre, por medio de Jesucristo tu Hijo, que vive y reina contigo en unida del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén. Virgen María, sálvanos.
10-12
Lc. 3, 1-6 Nos describe el Evangelio cómo en el reinado de Tiberio, estando en Palestina Pilatos y Herodes en el mando, llegó la Palabra de Dios sobre Juan el Bautista. Entonces este gran profeta recorrió toda la comarca del Jordán, predicando el bautismo y la conversión de los pecados.- En este tiempo de Adviento es preciso que volvamos los ojos a Dios con mayor fervor//: Convertirnos de nuestros pecados. Arrepentirnos, porque el Señor está cerca: cerca por el recuerdo de la Navidad; cerca también por el fin de nuestra vida//. Abre, Señor, nuestros ojos a la realidad. Que no tengamos la necedad de creernos en este mundo como habitantes definitivos//. Quiero seguir la voz de Juan que nos dice: "Preparad el camino del Señor; allanad sus senderos... que lo torcido sea enderezado". Hoy deseo examinar bien mi conciencia; preparar bien una buena confesión//. Allanar los caminos del Señor, y vivir siempre vigilando. Darme cuenta de que, como nos dice la Biblia, "El demonio, nuestro adversario, anda, como león rugiente en torno a nosotros, buscando a quién devorar". Ven en nuestra ayuda, Señor, y sálvanos.
11-12
Deseo profundizar en el espíritu del adviento, esperando la venida del Señor//. Jesús es vencedor de todo principado, potestad, de toda virtud; Jesucristo es vencedor de la muerte. Arranca a la tierra el cuerpo que escondía//. Con Él estoy, a Él me acojo, en mi Dios y Señor confío//. La victoria final llegará el día del juicio. ¡Qué fiesta para los elegidos! Resplandeceremos como los rayos del sol, llenos de luz de gozo y alegría//. La muerte será del todo vencida; ya no moriremos más. "Elevad vuestras cabezas con ánimo"//. Entrar con Cristo en su Reino. Ha vencido el Maestro; también nosotros venceremos. Vencer con Cristo al mundo, apartarnos ya de sus placeres. Jesús, dadnos fuerza para ello//. Tú, Virgen María, que también has vencido al mundo; tú, protagonista segunda del adviento, madre el amor hermoso, divina Virgen María, sálvanos y ayúdanos a estar siempre con Jesús//. Pasar como un peregrino por el mundo, porque nuestra Patria está en el Cielo//. Dadme vivir hoy, vivir siempre con estos sentimientos; que vayan llenando mi vida.
12-12
Me entrego a Ti, Señor, en este santo tiempo de Adviento. Me apoyo en la oración en comentarios des los santos Padres//. Que mientras el hombre exterior se corrompe, el hombre interior se renueve de día en día. Dame, Dios mío, el don de la perseverancia final//. Que el Padre reconozca en nosotros los rasgos de su Hijo muy amado en el que puso sus complacencias//. Morad siempre en mí, Jesús, y que vuestro Padre me reconozca; que con el trato y la recepción de la Eucaristía dentro de mí, se vaya grabando en mi alma tu fisonomía//. No permitas que jamás me aparte de Ti. Cuando se manifieste Cristo en nosotros, que nosotros nos manifestemos con Él//. Mira Señor, que el Pueblo se aparta de Ti porque nosotros nos hemos apartado de tus senderos. Enséñanos a ser imitadores tuyos//. Que nuestra fe se convierta en visión ahora; ahora una visión en fe, que nos impulse como a Pablo; da a tu Iglesia, Señor, el don de la manifestación. Dámelo como miembro de la Iglesia//. Espero verte algún día y te pido ahora mostrarte//. Espero con tu gracia el don de la perseverancia final. Ten misericordia, Señor, de todos con quienes me relaciono. Dales tu gracia y amor. Que formemos una piña de amor a Ti y de testimonio//. Con tu sangre, Señor, nos has rescatado; somos tuyos, ayúdanos//. Nada soy, pero todo lo puedo en Aquél que me conforta//. Gozamos de tu amor; Cristo triunfó de la muerte; ya no tiene dominio en Él. Te adoro, agradezco y me entrego//.
13.12
Vivir esta vida de forma consciente: vivo; me doy cuenta de que vivo. Si vivís y si morís, para Dios lo hacéis//. Él es Padre que me quiere y he de vivir siempre en su amor. Corazón de mi amable Salvador, haz que arda y crezca siempre en mí tu amor//. La muerte es la puerta de la vida, porque nos introduce la vida sin fin. Llámame, Señor, cuando quieras, como quieras, donde quieras, pero dame fuerza en el trance y dame el don de la perseverancia final//. Ayúdame, Señor, ayúdame. Y que mientras vivamos nos encuentres con las lámparas encendidas en las manos, que salgamos al encuentro del Señor//. Enséñame a vivir con la perspectiva de la muerte, enséñame; que a veces me da la impresión de que voy a bandazos, que todo me resbala//. Dadme, Señor, el don de oración, el don de abnegación, la perseverancia final, celo para la salvación de las almas. ¡La perseverancia final! Que cuando llegue la eternidad te tenga cerca; no permitas que jamás me aparte de Ti. Virgen María, sálvame.
14-12
Con San Juan de la Cruz hoy, vivir en el adviento la verdadera conversión. Dame, Señor, el don de conversión como lo diste a la Samaritana//. Que conozca el don de Dios; que guste de las cosas de Dios como lo hicieron los santos//. Dadme, Señor, el don de oración, el don de abnegación, la perseverancia final, celo para la salvación de las almas. Dame vivir siempre a tope mi vida interior en perfecta unión de corazones//. Te pido, Padre, la conversión como la de Pablo; él cayó del caballo para comenzar una vida de apóstol//. Deseo apearme yo del burro del placer, de la comodidad, de la vida regalada, pero no puedo. Dadme, Padre, el don de la penitencia. Como a San Agustín; que no me deje dominar por las cosas del mundo: "No en comilonas ni en embriagueces; no en lechos ni en liviandades; no en contiendas ni emulaciones, sino revestíos de Nuestro Señor Jesucristo, y no cuidéis de la carne con demasiado deseo"//. Que entre en mí esa luz de seguridad tuya; que me dé firmeza para vencer al maligno. Dadme el don de la conversión como a tantos santos, como a Pedro Arrmengol que, de bandolero, pasó a monje mercedario. Que entre en mí esa luz de seguridad tuya y me dé firmeza para vencer al maligno//. Concede, Padre, la conversión a tantos que se relacionan conmigo; dales el gustar de tus cosas para que su alma se entregue a Ti. Te lo pido por medio de tu Hijo Jesucristo y a Jesús por María.
15-12
Me emociona o me llega al corazón la conversión de San Pedro González Telmo, canónigo que fue de Palencia. Había sido elegido Deán por influencia de su tío obispo, y lleno de vanidad quiso, en la plaza próxima a la Catedral palentina, exhibirse en un caballo alazán haciendo piruetas delante del público que le admiraba. Tuvo tan mala fortuna que, nada más empezar su exhibición, cayó del caballo sobre el barrizal y se puso perdido, hecho un cromo. La gente cambió de repente la admiración por la risa ante tamaño ridículo de hombre embarrado. Aquello humilló mucho y llenó de vergüenza a Pedro, pero Dios se sirvió de esto para que cambiara radicalmente de vida. Se hizo fraile dominico, dando gran ejemplo de humildad y santidad. Hoy está en los altares. Yo le pido ahora al Señor: ayúdame a aprovechar así las humillaciones; ayúdame a que sean para mí un estímulo de conversión; a que me enseñen a comprender lo ridículo de la vanidad y "dignidad" del mundo. Que este adviento sea para mí, Señor, tiempo de verdadera conversión//. --- "Pueblo de Sión, he aquí que viene el Señor para salvar a las gentes. Y hará perceptible el Señor la gloria de su voz en la alegría de vuestro corazón//. Excita, Señor, nuestros corazones para que preparemos los caminos de la venida de tu Hijo unigénito, para que por su llegada, purificados nuestros corazones en tu honor, merezcamos servirte//. Saciados con la comida de este espiritual alimento, te pedimos humildemente que, por la participación de este misterio, nos enseñes a despreciar lo terrenal y a amar las cosas celestiales. Por Cristo nuestro Señor//. Que por la paciencia y por la consolación de las Sagradas Escrituras, permanezcamos firmes en la esperanza".
16-12
Con María, vivir este día de Adviento. Sostener durante todo el día en mi espíritu la esperanza del Mesías//. Con Juan el Bautista, allanar los caminos del Señor; enderezar sus sendas//. Virgen María, pídele para mí y para todos los sacerdotes que nos ayude a desprendernos de todo//. Ten misericordia de mí, Señor. Mira que tengo dificultad para orar, para mortificarme, para ser generoso, para todo. Es verdad que no pierdo la autoestima, palabra hoy, en el mundo de la psicología, esencial, pero ¡me veo tan pobre, tan impotente por mí mismo! Que me fije más en el "todo lo puedo en Aquél que me conforta"//. Ayúdame, Virgen María, y pídele a Jesús por mí, por todos los sacerdotes y almas consagradas que vivamos en contemplación de Dios que viene a salvarnos, y que esta contemplación nos lleve a la acción. Cristo no buscó su complacencia, sino nuestro bien//. Dadnos fuerza para buscar el bien de nuestros hermanos. Cristo nos escogió a nosotros para la gloria del Padre//. Que vean, Señor, nuestras obras buenas; que luzca nuestra luz delante de los hombres, para que glorifiquen al Padre//. Gloria a Dios en el Cielo. Y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad. Dadme el don de la conversión.
17-12
Falta muy poco para la Navidad. La liturgia de hoy rezuma alegría. En el canto de entrada se nos dice: "Estad siempre alegres en el Señor; os lo vuelvo a decir; alegraos". Pero no se trata de la alegría mundana que dan las comilonas y las juergas. La alegría ha de ser en el Señor; porque Él está cerca//. Y una alegría llena de modestia, que se refleje en nuestra manera de vivir sencilla. Dadme, Señor, vivir esta alegría//. Y nos fijamos ahora en la pregunta que le hacían a Juan el Bautista sus seguidores: ¿Qué hemos de hacer? Contestó: "El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, que haga lo mismo". Repartir. Cuesta dar al necesitado; así es. A todo el mundo le cuesta dar. Y es preciso dar. Algunas personas lo dan todo. Dan su vida; otras, no dan nada. Todo lo guardan para ellas. Y hemos de saber dar con generosidad y gastar menos. Dar a aquellos que no te lo pueden agradecer//. Otra cosa que nos pide San Juan: "No exijáis más de lo establecido". A la hora de recibir, no tenemos límite; pero hemos de ser moderados; no ser exigentes; y también moderados en las formas: si pedimos algo, con suavidad! Ayúdame a no estar siempre fijándome en mis derechos, sino en mis obligaciones.
18-12
Dadnos, Señor, la alegría que viene de la paz interior, de la mesura y modestia, del buen obrar, de la mansedumbre, de la esperanza en Ti//. Que estos días que faltan para la Navidad sean de alegría y esperanza. Tú nos reservas tu gracia, ayúdanos a disponernos//. Señor, que estás sentado entre Querubines, despierta tu poder y ven a salvarnos. Esperamos, Señor, tu clemencia para que este divino esfuerzo nos purifique de nuestros vicios y nos disponga a estas fiestas natales que están ya a punto de llegar//. Dadme una generosidad grande para amar a todos: a los amigos buenos, a los no tan buenos, a los generosos y a los egoístas, a los indiferentes y a los solícitos, todos son tus hijos: ayúdame. Que se grabe en mi corazón la liturgia de estos días: "Alentaos y no temáis, sabed que el Señor vendrá y os salvará"//. Vivir así durante el día. Vivir en todo momento. Me alegro, Jesús, por tu gracia, me alegro por tus pruebas y castigos medicinales, me alegro por el placer de lo lícito, y también me alegro por el sufrimiento propio, en la esperanza de que siempre me darás fortaleza. Cristo, Señor, nuestro esté con nosotros. Amén.
19-12
(Glosando Jn. 17,4-8). Dice Jesús: "Yo te he glorificado en la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste": creación, llamada a los hombres hacia la amistad divina, envío del Hijo al mundo//. El momento culminante, cuando el Verbo se hace carne, cuando viene a nosotros en la Encarnación y en Belén. Así es la idea del diálogo de Jesús con el Padre: Yo he glorificado tu obra; yo te he glorificado, Padre en la Tierra; yo he tomado la carne de ellos//. Ahora Jesús se sitúa como Hijo; y, desde la obediencia al Padre, Cristo suplica: "Ahora, Padre, glorifícame con la gloria que tenía a tu lado, antes de que el mundo fuese"//. Jesús ha glorificado al Padre entregándose por la salvación del mundo. Ahora, corresponde al Padre glorificar al Hijo//. Así se cierra el círculo del Evangelio de San Juan. El Hijo viene al mundo desde el Padre, y así glorifica al Padre//. El Hijo vuelve del mundo al Padre con la obra de salvación acabada: creación, redención, resurrección, ascensión//. "Salí del Padre y vine al mundo; ahora dejo el mundo y vuelvo al Padre"//. Colocarme en esta corriente eterna de vida: nace el flujo en el corazón de Dios; designio de amor; mirar el mundo desde esta perspectiva//. Orar así con Jesús; contemplar la corriente absorto. ¡Corriente eterna de vida!
20-12
La vida es breve. Lo sé de memoria, pero nunca me comporto dándome cuenta de la brevedad de la vida. Ayúdame, Señor, a cambiar//. Que mi tesoro no esté en las cosas perecederas: ni el la honrilla, ni en la riqueza, ni en los afectos de aquí: que mi tesoro esté en el Cielo, en mi Dios, en buscar tu gloria//. Que sepa contemplar tu gloria, pero no en el sentido de desentenderme de todo lo de aquí, sino de interesarme más,, pero con mi corazón fijo en el Cielo//. Estar siempre con las maletas preparadas; sin agobios, pero preparado. Con las lámparas encendidas en las manos, salimos al encuentro del Señor//. Confío siempre en Ti. Aunque mi fe esté siempre oscura, aunque no sienta nada, mi corazón, mi tesoro, en Ti, Señor//. En tus manos encomiendo mi espíritu. Sé bien de quién me he fiado; jamás quedaré confundido//. Dadme prudencia, Señor. ¡Oh Sabiduría, que saliste de la boca del Altísimo y alcanzas de un extremo al otro, disponiéndolo todo fuerte y suavemente!, ven a enseñarnos el camino de la prudencia.
21-12
El Señor está cerca; "oh cielos, dadnos vuestro rocío; lloved las nubes al Justo; ábrase la tierra y germine al Salvador. Los cielos narran la gloria de Dios, y las obras de sus manos anuncian el firmamento"//. Confesaré, Señor, mi pecado delante de Ti; dame el don de la penitencia; que llegue a las fiestas de la Navidad con alma purificada, con corazón contrito; de manera que no aspire más a los placeres de la carne, sino al gozo del espíritu, a las alegrías del Cielo//. Dadme el don de penitencia. Soberbio es quien no quiere confesar sus pecados; dadme la humildad y el don de la penitencia//. "Es preciso que vean en nosotros ministros de Cristo y dispensadores de los misterios de Dios"//. Es preciso la fidelidad a la doctrina, a la amistad y al amor//. Señor, que dijiste: "Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas"//. Enséñame la verdadera humildad para que allane tus caminos, para que enderece las sendas//. Aspirar a Ti, Señor, durante el día. Clamar a Ti día y noche. No permitas que jamás me aparte de Ti. Amén.
22-12
María, madre de la esperanza, introdujiste al Hijo de Dios a este mundo; gracias por tu generosidad y amor//. Sé también para mí la introductora de Jesús en mi alma. Pasan los años y llegan las noches oscuras, Virgen María, que seas estrella de la mañana//. No merezco disfrutar de las dulzuras, pero confío que me has de ayudar en este caminar hasta el fin. Ten misericordia de nosotros, ten misericordia de mí//. Vida y dulzura, esperanza nuestra eres oh Virgen María//. Padre, deseo ser de verdad zagal tuyo, Buen Pastor, y fiel cuando voy dispensando tus misterios//. Que no sea partidista, como aquellos: uno de Pablo, otro de Apolo, otro de Cefas; que sepa seguirte siempre a Ti, verdadero Dios y verdadero hombre, sumo y eterno sacerdote//. Que sepa ocuparme de Ti y de tus cosas; porque todo lo puedo en Aquél que me conforta//. Y que no ande siempre buscándome a mí; ocuparme de que todos estén bien; de amar también a los amigos que se portan mal y no guardar en el fondo esa especie de rencor//. Penitencia. Dadme en este adviento el don de la penitencia//. Que sepa buscarte, Señor, apasionadamente; "como ciervo huiste habiéndome herido; salí tras ti clamando, y eras ido".
23-12
Ven, llave de David, Rey de gentes, deseado de los collados eternos, Enmanuel, ven a los hombres de hoy; te desean sin desearte, anhelan eternidad, mientras adoran al dinero//. Ven a salvarnos, ven. Señor, danos sacerdotes santos, obispos santos, almas consagradas santas, seglares comprometidos santos, que iluminen los senderos de la salvación//. Llega pronto ya, pasado mañana la Navidad; "Sabed hoy que vendrá el Señor y mañana veréis su gloria"//. Ven, Rey sin ocaso, Dominador, Dios fuerte, ven a salvarnos//. Saber contemplar su gloria; dejarme empapar por Él. El fruto del nacimiento de Cristo será una humanidad nueva, rescatada y purificada, orientada por la estrella polar, la glorificación del Señor//. Ven, ven, Señor, no tardes. Repetir hoy durante el día como motivo principal: Dejarme empapar de Él; saber contemplar su gloria.
24-12.
Día de Nochebuena. Hoy sabréis que vendrá el Señor, y mañana veréis su gloria//. Me regocijo y alegro en esta realidad. Mañana veremos cómo el Hijo de Dios se anonada al hacerse hombre como nosotros//. Gloria a Dios en los Cielos. Oh admirable comercio entre Dios y los hombres: el Hijo de Dios asume la naturaleza humana, el hombre es elevado a la dignidad divina: adoro y venero así a la Santísima Trinidad//. Él se hace hijo del hombre, nosotros hijos de Dios. Adorámoste, glorficámoste, te damos gracias, Señor//. En el Verbo se encuentran emparejadas la excelisitud de los cielos y la miseria de la tierra; contraste admirable que me empuja a la humildad, a la generosidad, a la fe, al amor, a la paciencia y caridad perfecta//. Su nombre será Jesús, porque salvará al pueblo de los pecados. Sálvanos, Señor, y suscita en tu Iglesia torrentes de santidad, de amor y entrega a Ti, bendito seas por siempre, Jesús, Salvador nuestro.
25-12
Navidad. Contemplar absorto y agradecido el rostro radiante del Señor triunfante//. Contemplarlo con amor. Jesús es el Señor, Dios y hombre verdadero que vino a salvarnos lleno de amor por nosotros. Gracias por tu venida, gracias porque estás entre nosotros para siempre//. Trepar por este cable invisible que Dios ha trazado entre el Cielo y la Tierra. Vivir siempre con el corazón puesto en el Cielo//. Gloria al Señor. Incorporarme al Verbo; Él nos transformará//. Contemplar y admirar la gloria oculta del Hijo de la Virgen María, y asomarme a este júbilo de santidad//. Santa María ejemplo de acción y de contemplación, ruega por nosotros//. "El Señor me dijo, Tú eres mi Hijo, hoy te he engendrado".
26.-12
Vivir la Navidad. Recuerdo aquellos versos: ¿Con qué le envolveré yo con qué? ¿Con qué le abrazaré yo, con qué? ¿Con qué manos le acariciaré, con qué? Y brota de mi corazón el agradecimiento por haberte entregado a nosotros; gracias//. La mejor caricia es el amor al prójimo; a todos cuantos se acerquen a mí; y a todos a cuantos yo me acerque //. Creerme no sujeto de derechos, que los fundamentales todos me los respetan; creerme sujeto de obligación, de entrega, de donación//. Naciste, Jesús, tu empresa es grande: la redención del mundo merece la pena ser hombre, porque nuestro destino es el Cielo//. Naces, vives por nosotros, te quedas en la Eucaristía. Jesús, eres misterio de amor, de entrega. Deseo vivir yo en correspondencia//. "Vino a los suyos, y los suyos no le recibieron". Viniste a redimirnos, y muchos prefieren la esclavitud del pecado. Viniste a salvarnos y prefieren ir sin rumbo. Viniste a enseñarnos el amor y la perfección, y muchos prefieren el la indiferencia, el egoísmo y la perdición//. Pero, Señor, ven con nosotros. Ven a ayudar a tu Iglesia; sobre todo a estos dirigentes que son tan humanos como los demás y muchos van buscando el puesto de relumbrón. Ven y permanece con nosotros.
27-12
Contemplo el contraste de Navidad. Dios, el que no cabe en el Cielo, se hace hombre. Es Dios, pero desciende hasta la pequeñez de un pesebre que había servido de comedor de animales. Contemplo, oh Verbo de Dios, tu inmensa grandeza, y contemplo tu pequeñez//. Piadoso, Jesús, enséñame la virtud de la humildad//. Me uno ahora al canto de los ángeles y digo desde lo más profundo de mi alma: Gloria a Dios en los cielos y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad//. Te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos//. Me uno a la alabanza del Pueblo de Dios y te digo desde lo más profundo de mi corazón: Estad presentes, fieles, contentos y triunfantes, venid, venid a Belén. Ved al nacido, al Rey de los ángeles: venid y adoremos, venid y adoremos, venid y adoremos al Señor//. Me uno a la Virgen María y a José, y adoro, admiro y venero al Rey de Reyes, a Jesús que nace por salvarnos//. Dadme, Jesús, el imitarte en serenidad de ánimo, en la humildad, en el amor a los hombres, y da tu paz y tu fervor a este mundo que se aparta de ti, pero con gozo veo, que, aunque sea un tanto superficial, el ambiente de nuestras ciudades respira Navidad.
28-12
Viniste, Jesús, al mundo para dar a conocer al Padre. Esa fue tu misión y ese fue tu gozo y alegría//. Desde Belén viniste a esto. "Esta es la vida eterna, que te conozcan a Ti, único Dios verdadero, y al que enviaste, Jesucristo"//. Jesús, que naciste de María la Virgen, que conozcamos y amemos al Padre; que nos demos cuenta de que conocer al Padre es amarle; que sepamos amarle con amor total, de caridad, de entrega y compromiso pleno//. Ser fiel a Dios, ser fiel, Jesús; a tu venida al mundo; a tus enseñanzas, a tu ejemplo y santidad//. Permanecer siempre en tu amor//. Y deseo repetirte lo que debe ser durante todo este tiempo de Navidad el motivo de mi vida: Cristo ha nacido para nosotros, venid y adorémosle//. Jesús, manso y humilde de corazón: haced nuestro corazón semejante al vuestro//. Que al miraros, al contemplaros, nuestra vida cambie: sea más conforme a vuestra voluntad.
29-12
Hoy es día de vida, porque Jesús nació y hoy es día también de pensar en la muerte, porque estamos a fin de año//. Perdona, Señor, mis pecados, Ayúdame a ser siempre amigo tuyo, a estar contigo, a vivir con ansia de eternidad//. Miro la cuna y miro la cruz; las dos son realidades//. Te agradezco todas las gracias que me has concedido desde la infancia. ¡Cuántos beneficios me has concedido del orden sobrenatural y del natural! Gracias, Señor//. Tu decisión de hacernos pasar por la muerte es santa y la acepto//. Quiero vivir y morir en vuestra santa fe; quiero que se cumpla en mí tu voluntad//. Haz, Señor que sea siempre fiel a tus mandatos y no permitas que jamás me aparte de Ti//. Dadme gracia para unirme siempre a tu pasión y a tu Resurrección. Ven en mi ayuda; que estos días que faltan para acabar el año sean de tu gracia, de balance y examen, de agradecimiento y compunción, de proyectar para el próximo año//. En tu paz, con María, amén.
30-12
Señor, conmovido por nuestra desdicha, dejaste el seno del Padre y viniste al mundo a abrazar la pobreza y la humildad//. A un amante así, ¿quién no le amará?// Mi admiración es de mí mismo, que, a pesar de comprenderlo, de creerlo, de aceptarlo, nunca consigo estar a tono de tan gran beneficio//. Ten misericordia y ayúdame a ser un poco mejor cada día//. Viniste, Salvador nuestro, a curarnos de nuestros males y a merecernos tu gracia. Te agradezco tal amor; ven a aplicar a las almas de tus sacerdotes, de tus almas consagradas, de tus cristianos comprometidos, tu abundante gracia, para que seamos testigos de santidad y de amor//. Con tus humillaciones nos diste un remedio para nuestro orgullo; con tu extrema pobreza, nos diste ejemplo para remediar nuestras ansias de poder y de ganar; con tu pasión, trabajo, sufrimientos, nos diste estímulo para vencer el deseo de placer//. Que se grabe en mi alma tu ejemplo, Señor, que nunca más me determine hacia el desarrollo de mis pasiones//. Termina el año; un paso más hacia la eternidad. Te agradezco de corazón cuanto me has concedido este año. Comenzamos el nuevo siglo, y el nuevo milenio. Que siempre estemos junto a Ti, Señor.
31-12 domingo
Día último del año, del siglo y milenio. Medito en la Sagrada Familia de Nazaret, y a la vez agradezco al Señor todo cuanto me ha concedido en este año y en el siglo que hoy termina, desde que nací en 1934//. Gracias, Señor, gracias. Contemplo ahora el momento en que te quedaste en el templo de Jerusalén, como perdido entre los doctores y letrados. Lo hiciste a pesar del disgusto que se llevaron tus padres; dadme a entender que por encima de todo está la voluntad de Dios; enséñame a cumplirla//. María y José te buscaron con total empeño; enséñame a buscarte, aunque "hayas huido como ciervo"; buscarte siempre, constantemente, aun cuando nada sienta, aun cuando mi fe sea tentada//. Acepto el sufrimiento familiar, necesario para que todo vaya bien. Gracias, gracias, gracias por todo cuanto me has concedido en este siglo//. Bendito seas por siempre, Señor. Gracias porque nuestra familia, pequeña, ha permanecido unida y nos conservas la fe//. Gracias por el año, por el siglo, por el milenio que comenzó en tiempos de Carlomagno. Conserva a tu Iglesia y auméntale el fervor//. Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre por los siglos de los siglos amén//. Bendito sea el Nombre del Señor.
FIN DEL 2000, DEL SIGLO XX Y DEL SEGUNDO MILENIO.
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