DESAHOGOS EUCARÍSTICOS. Primera parte
POR JOSÉ MARÍA LORENZO AMELIBIA
Querido amigo: Durante veinticinco años he ido publicando estos desahogos eucarísticos y los desahogos espirituales del libro anterior. Me parece que son como la expresión y experiencia de mi vida interior en distintas circunstancias de mi existencia. Ojalá te sirvan de algo. Un abrazo: Josemari Lorenzo y Amelibia
Mi correo electrónico: mistica@jet.es
NOTA IMPORTANTE. Se pueden reproducir los artículos. Solamente exijo se indique el nombre del autor: José María Lorenzo Amelibia. Todo escrito es como hijo de su autor.
220. - SANTOS EUCARÍSTICOS
Me lo contaron hace ya mucho tiempo. Un protestante argumentaba así a un amigo sacerdote católico: "Si yo creyera que Jesús está realmente presente en el Sagrario, no habría fuerza humana capaz de separarme de El."
A nosotros estas palabras nos llegan al corazón. ¡Señor, Señor, y yo que digo "creo firmemente", he sido capaz a veces de pasar delante de una iglesia abierta y no entrar a saludarte!
Pero esto ha ido cambiando en el curso de mi existencia. El ejemplo de personas enamoradas de la Eucaristía me subyuga; me arrastra hacia el divino tabernáculo.
Santa Micaela llamaba a Jesús encerrado en el sagrario, "mi quitapesares", "mi pasión dominante". No se movía de los pies de su Maestro, hasta quedar del todo convencida de que le había escuchado.
El padre Nieto había puesto "planas" sus rodillas de tantas horas que permaneció junto al Altar de Jesús Sacramentado. En los días de asueto, ¡su gran fiesta era estar con el Señor ocho o más horas seguidas!
San Alfonso M ª de Ligorio a veces golpeaba con los nudillos de sus dedos la puerta del tabernáculo para "importunar" a Jesús que tardaba en escucharle.
Don Manuel González ha pasado a la Historia con el sobrenombre del Obispo del Sagrario Abandonado. El sólo suscitó en toda España y parte de América con su ejemplo, palabra y libros el ansia de Eucaristía. Y abrió las puertas de las iglesias, que en nuestra juventud encontramos estaban de par en par. ¡La gente había de practicar la adoración junto a los Sagrarios - Calvario!
Quisiera que cada amigo del Ameno Huerto fuese una fuerza viva para que marchara a su Obispo con lágrimas en los ojos para suplicarle que abran nuestros templos al amor eucarístico. Que no hay derecho a esta "apostasía de indiferencia". Que Jesús está ahí. Pero muchos templos tan sólo se abren el domingo por la mañana para la misa parroquial.
¡Señor, dadnos el fuego de tu fe! Queremos ser santos eucarísticos.
221. - ¿CÓMO NO SUSPIRAR DE EMOCIÓN?
He vuelto a leer la biografía de San Juan María Vianney, el cura de Ars. Este libro no se puede repasar sino entre suspiros internos de emoción. Te lo recomiendo.
¿Cómo no suspirar de emoción? Vemos entrar por primera vez al santo cura en aquella iglesia de pueblo nada ferviente. Allí estaba la inmensidad de la presencia de Jesús Sacramentado. Allí, en soledad; junto a la nada de unas almas despreocupadas; inmerso en la profundidad de falta de amor e indiferencia de loa aldeanos. El santo sacerdote frente a frente junto al Sagrario, dejaba arder su corazón en celo devorador de enamorado.
-¡A todos he de traerte, Señor!
Y su perseverancia en la oración fue haciendo lentamente el milagro de ver transformarse los corazones de sus feligreses. Tanto que el fenómeno de Ars fue conocido por toda Europa.
Centenares de miles de personas desfilaban por aquel templo bendito para recibir el perdón de sus culpas y la Eucaristía que transforma las almas.
Y ahora siguen lo mismo nuestros pueblos y ciudades que cuando San Juan María entraba en la parroquia por primera vez: iglesias cerradas, por ausencia de amor a Aquel que se ha quedado entre nosotros.
Es más triste muchas veces la indiferencia que el odio. Al menos el odio concede el reconocimiento de tu existencia.
Jesús es el gran ignorado. Como si no estuviera con nosotros, para una gran mayoría. Algo podemos hacer, amigos del Ameno Huerto, para aumentar el amor y devoción a Jesús sacramentado. ¡Vamos a actuar con corazón ferviente!
222. - DESDE LA PRIMERA JUVENTUD
Quince años había cumplido mi amigo íntimo. Y entonces Jesús le tocó el corazón. Una tía monja le regaló un librito, pequeño de tamaño, pero grande en el amor. Todavía recordamos su título: "Espíritu de Santa Micaela del Santísimo Sacramento", la gran enamorada del Sagrario. A su ejemplo debió mi amigo su conversión.
¡Bendita mujer, loca por la Eucaristía! Buscaba su fuerza y su luz arrodillada a los pies del Tabernáculo. No le bastaban las horas diurnas de vigilancia amorosa junto al Divino Prisionero; quitábale cuanto podía al sueño para indicarle al Maestro: ¡No puedo vivir sin ti!
A El exponía Micaela todos sus problemas en torno a la gran obra de reeducación de la juventud marginada que llevaba entre manos. Y así vivió la santa, entregada a la oración, esclava y mártir de la caridad. Para todo sacaba tiempo. Pero cuanto mayor era el agobio en la economía o la necesidad de una oveja descarriada, invertía más horas arrodillada en el reclinatorio de la iglesia, a los pies del Salvador.
Le llamaba a Jesús Sacramentado su "su vida y su alimento, su pasión dominante".
Mi amigo leía las páginas del libro pequeño con lentitud; con paz; con lágrimas en los ojos. "Mi vida tiene que cambiar", se decía. Desde hoy quiero ser como esta santa: un enamorado de la Eucaristía.
Como esta persona real, otras muchas deben su conversión y entrega amorosa, a estos santos eucarísticos que nos han precedido. Que María, Madre de Jesús, la principal enamorada del Hijo de Dios, nos guíe hacia el Sagrario, como a nuestro amigo.
223. - NUESTRA FE ABRIRÁ LAS IGLESIAS
Me gusta el recuerdo eucarístico de mis años lejanos. Me gusta rememorar las funciones con Jesús expuesto en la custodia en los meses de junio, llenos de calor y juventud. En aquellos templos labró el Señor mi corazón en fervores de presencia real, en compromisos de un amor para siempre.
¡Oh, si comprendieran todas las personas la realidad de un Dios hecho alimento y compañía! Habría colas delante de la iglesias para permanecer junto a El unos minutos. Y si las encontraban cerradas, permanecerían firmes hasta que el sacerdote se dignara abrir las puertas para dar oportunidad a la audiencia Eucarística.
El Siervo de Dios, Don Manuel González, obispo de Málaga y
Palencia, solía decir cuando pasaba junto a un templo cerrado: "El cura de esta iglesia o está enfermo, o no es bueno."
Tú y yo, hermano, vamos a aprovechar todo lo posible el tiempo, y permanecer junto a Jesús en el Sagrario al menos media hora diaria. Allí nos ejercitaremos en actos de amor, en deseo de servirle, en súplica por la santidad de las personas consagradas. Cuanto más espiritual e intenso sea nuestro acto de amor, mayores nuestros frutos interiores de apostolado. Las almas enamoradas han conquistado el mundo, y lo han convertido en Reino de Dios.
Pasan los años. Todo va cayendo. Permanece para siempre Cristo en la Eucaristía. El estará con nosotros hasta la consumación de los siglos.
Si hoy se encuentra olvidado, tú y yo somos responsables. Nuestra fe abrirá las iglesias y arrastrará a las almas hacia el Sagrario.
224. - AQUELLAS MARIAS DE LOS SAGRARIOS
En las primeras décadas de nuestro siglo hubo un obispo, próximo hoy a subir a los altares, pregonero de la compañía y adoración a Jesús en los sagrarios abandonados. Se trata de Don Manuel González. El consiguió abrir iglesias eternamente cerradas al culto eucarístico. ¡Y qué frutos de santidad se cosecharon en toda la geografía de España!
Más de setecientas mil "Marías de los sagrarios" permanecían horas enteras durante el día arrodilladas junto al tabernáculo de nuestros templos, adorando a Jesús, pidiéndole por la conversión de nuestro pueblo español. El apostolado de entonces resultó fecundo, las obras de caridad sin número. Se encontraba la acción pastoral cimentada en la profundidad del Sacramento del Amor. Basta echar una mirada a la primera mitad del siglo XX: misiones, acción social, culto ferviente, catequesis ubérrima, iglesias repletas de fieles...
"No podemos caminar con hambre bajo el sol, dadnos siempre el mismo pan: tu cuerpo y sangre, Señor," cantamos hoy. Pero ¿lo decimos de memoria? Porque a la hora de la verdad, muchos no demuestran creerlo.
En tus manos y en las mías está propagar el amor a Jesús, hecho alimento de nuestras almas.
Hemos de comenzar por tomar conciencia de la realidad más halagüeña y sorprendente: el mismo Jesús, Dios y hombre verdadero, está con nosotros hasta el fin del mundo. Nos ha dado a los hombres el tesoro de su compañía.
Me emociona la Eucaristía. Es la fidelidad de Cristo a la promesa de la salvación. El conocía nuestra total indigencia, y se entrega a nosotros para ser nuestro compañero de camino en la marcha hacia el Padre. Es la salvación de los hombres que buscamos a Dios a tientas, y lo encontramos en la fe de nuestros sagrarios. A nosotros toca corresponder como lo hizo Don Manuel González y tantos hombres y mujeres que nos han precedido en anteriores décadas.
225 NO PODEMOS ESTAR TRISTES
Me decía una persona joven universitaria de religión hindú: "Vosotros los católicos no podéis estar tristes, tenéis por alimento a vuestro Dios. Él es vuestro compañía en todos los Sagrarios del mundo. ¿Cómo estar tristes? ¿O no lo creéis".
Cuando pienso en el Sagrario me parece imposible que jamás hay podido desalentarme. Jesús mismo, después de instituir este sacramento, quería que su alegría fuera nuestra. Puedes leer despacio el capítulo quince de San Juan. Pero no pierdas la paz si esta alegría interior no trasciende a la parte sensible de tu espíritu. Ha habido muchos santos con enorme sequedad después de la comunión.
Lo maravilloso es que Jesús va transformando poco a poco tu alma, y la hace semejante a sí mismo, cada vez que nos nutrimos de este manjar divino. Cristo obra silenciosa y eficazmente en nuestro corazón.
El alma tiene que ser calentada con la presencia eucarística. Si te alejas, comienzas a entrar en la tibieza de espíritu; después en frialdad e indiferencia. Pero, amigo, los hielos no están hechos para ti. Huye de la rutina. Sin la visita del Maestro, sólo puedes esperar desilusiones y malestar perpetuos. Si abres el alma a influencias y aspiraciones de este mundo hasta el apego, las cosas caducas llenarán del todo tu atención; entonces la Eucaristía aparecerá como algo marginal.
¡Cuántas comuniones casi perdidas!
Dejas escapar el manantial de la alegría, el agua de la pureza y santidad, para refrescar el espíritu en charcas contaminadas. ¿Cabe mayor necedad?
Cada comunión nos asemeja a Jesús. Y después Él nos ama con gran ternura. Imposible en este mundo otra fuente de mayor felicidad.
226. - ALMA EUCARÍSTICA
- Hasta mañana, Señor, si quieres puedes llevarme esta noche; como Tú quieras. Así decía el padre Nieto las noches últimas de su vida, cuando se despedía de Jesús, acercándose a la puertecilla del Sagrario.
¡Vivir el amor a la Eucaristía como este siervo de Dios! Su oración giraba siempre en torno al Gran Sacramento. Creía Nieto con fe ardiente y total.
"Si me dijeran que Cristo se ha aparecido en tal lugar, no iría. Aunque fuera aquí cerca. Viéndole perdería el mérito. Yo lo contemplo con los ojos de la fe. Y así exhortaba a los seminaristas: "No cabe cifrar la ilusión en que mañana será día de fiesta, sino en que podemos estar con Jesús en el Sagrario más tiempo. Prolongar las horas junto a Cristo".
En la parroquia de Santa María de Sando predicaba a los jóvenes: "¿Es que vosotros creéis que sois más felices en el baile que yo en la oración junto al Sagrario?".
Estimula de verdad la vida de ese hombre. Todo lo solucionaba con la oración, junto al Señor. Si alguien se encontraba en crisis profunda, solía decirle: "Vete al Sagrario, expón a Jesús todos tus problemas, verás cómo vuelves distinto". y acertaba siempre.
La vida cobra nueva ilusión si la Eucaristía es el centro de nuestras aspiraciones. ¡Acércate a la comunión y al Sagrario con renovado fervor!
227. - "RECONQUISTAR" EL AMOR
¿Recuerdas aquella meditación de Ejercicios Espirituales, "Contemplación para alcanzar amor"? Si no acabas de rendirte con el beneficio de haber sido creado o redimido, te dejarás apresar en las redes del amor, con el gran beneficio de la Eucaristía.
Un hombre de mucha fe gustaba de imaginar a Jesús en el Sagrario como un lanzador constante de saetas de amor. Otro, lo veía como manantial continuo de agua viva. Solía decir: por árido y seco que me encuentre, pongo mi jarra vacía bajo la Fuente, y poco a poco me hallo gozoso con mi vasija llena de consuelo. Este mismo amigo repite sin cesar delante de Jesús: "Enciende mi lámpara, Señor, Tú Señor iluminas mis tinieblas." Enamorado del Gran Amor, compone sencillas melodías para recitárselas al Señor él solo o acompañado. ¡Qué fácil vibrar, apoyado en una música divina!
Comprendo a la gente sin fe. Pero no llego a entender a quienes se dicen creyentes católicos, y luego pasan de la Eucaristía, de la Comunión, de la visita al Sagrario.
Todo cuanto hagamos para mantener durante el día la presencia de Cristo en nuestras almas, es alcanzar el tesoro que se nos ofrece sacramentado.
Sé de memoria que Jesús está en forma impasible en el Sagrario. No puede sufrir. No es un prisionero, sino de amor. Pero me duele ver tantos sagrarios abandonados, que sólo se abren durante media hora los domingos. Me duelen los días y noches largos en la soledad de un Cristo abandonado como los cadáveres en los cementerios. ¿No será porque cada vez se multiplican los muertos en la fe?
Vamos ahora a visitar en espíritu tantos sagrarios desiertos. Alcanzar, recuperar, crear amor en tantos corazones de hombres, que han olvidado o nunca han disfrutado de esta maravilla del Amor de los Amores.
¡Quién pudiera disponer de la influencia, la santidad, el empuje y los medios de un Don Manuel González, obispo que fue de Málaga y Palencia o de un Padre Nieto, ambos en proceso de beatificación! Que ellos nos den el milagro de una renovación eucarística. ¡Y nosotros, a trabajar en este campo!
228. - BUSCANDO LA FELICIDAD
Cuando el curso escolar y el trabajo de las fábricas y oficinas comienza, parece un poco contrasentido que la palabra felicidad brote de nuestros labios. Sin embargo, hoy la pronunciamos, porque es grande nuestro gozo.
Felices, sí, nosotros que creemos en el de Jesús Eucaristía. Aunque nos encontremos secos en la oración, y frente a un trabajo monótono y agobiante, ¡felices! ¡Creer en el Amor es ya amar, y amar llena el corazón!
La verdadera dicha la conseguiremos por la posesión eterna de
Dios. La felicidad relativa, por esa misma adherencia a Dios en el tiempo.
¿De qué nos sirve ahora un veraneo de viajes y placeres? ¡"Habitar en la casa del Señor todos los días de nuestra vida"!; he aquí la gran alegría.
La historia de las conversiones es el relato gozoso de haber abrazado la Felicidad inalienable. Y casi siempre comienza el proceso de la entrega a Dios, a la luz parpadeante de la lámpara del Sagrario. Allí caen destrozados nuestros egoísmos, y surge esperanzado el hombre nuevo.
Busca, amigo, ratos de soledad junto al Sagrario; vence esa pereza insensata que nos pone el maligno; déjate reconquistar por Aquel que fue la alegría de tu juventud. Estoy convencido de que, si nos "ponemos a tiro", Cristo desde el Sagrario nos ha de infundir un amor apasionado hacia El, como lo hizo con los santos.
Nuestra existencia humana ha sido un continuo ir y venir en busca de la felicidad. Si no has atinado en la elección, cuando la nieve cubre de blanco tus sienes, merece la pena colocarte junto a El. No quedarás defraudado. Y pregustarás algo de lo que ha de ser tu felicidad eterna.
229.- ¡ME VOY AL CIELO!
"Me voy al Cielo!", me decía un amigo. Y el Cielo para él consistía en hacer un alto en sus trabajos y dedicar el tiempo más prolongado semanal de charla íntima con Jesús en el Sagrario. Y otro me escribía una carta que guardo como tesoro: "Voy a todos los turnos de adoración nocturna, porque me lo pide el cuerpo -¡bueno, el alma!- y porque sale uno de allí la mar de contento y feliz. Y ¿por qué será? Pues por el tirón, por el gancho que hay en el Sagrario; es una fuerza que te impele a ir allí, cuando tantos a esas horas blasfeman y lo ignoran..."
Así piensan, así obran los amantes de la Eucaristía de hoy.
Tú también lo experimentas en ocasiones.
Jesús en el Sagrario y en la Comunión da felicidad, ilusión de vivir. Los placeres de los sentidos pasan; El permanece entre nosotros como Amor de los Amores. Ojalá de una vez para siempre aprendas a acercarte a Jesús como en aquellos días de santo fervor.
Si no lo hubiéramos experimentado hablaríamos de memoria. Si no lo hubiéramos escuchado de voces amigas y leído en la vida de muchos santos, a lo mejor nos parecía pura ilusión. Pero ahí está la Palabra del Señor que se entregó por nosotros hasta la consumación de los siglos en la Eucaristía.
Me admira el amor de los santos a este Divino Sacramento. Y también el fervor de estos santos que viven ahora entre nosotros y sufren por el olvido de tantos sagrarios abandonados. Me estimulan ellos. ¡Han comprendido y experimentado la entrega total de Jesús hecho alimento y compañía!
Piénsalo, hermano, todo es cuestión de fidelidad a la Misa, a la Comunión, a la visita al Sagrario. No comulgues "a sangre fría", hazlo de modo consciente y amoroso. Visítale con afición. En todas las ciudades hay templos abiertos; y si en tu pueblo está la iglesia cerrada, pide una llave al sacerdote. De estos encuentros con el Maestro Divino saldrás con ansia de contagiar a otros de este amor; no podrás callar, porque sufrirás si otros no aman a Jesús como tú.
230. - ESCUCHA MI VOZ: ESTOY AQUI
Disfruta mucho mi espíritu al recordar frases de amigos llenas de amor a la Eucaristía. Uno me decía: "Cuando en mi paseo vespertino encuentro un templo abierto, escucho como una voz que me dice: "Ven; estoy aquí."" Y mi amigo nunca se resiste, y entra; y permanece un cuarto de hora en la visita al Señor Sacramentado. Y si lleva mucha prisa, aunque sea penetra en el templo dos minutos para saludar a Jesús.
¿Haces tú lo mismo?
Nos quejamos de que las iglesias se encuentren cerradas; y no nos falta razón. Pero también permanecen en las ciudades algunos templos abiertos durante el día. ¿Visitas tú a Jesús?
¡Cuántas veces nos suele suceder: por la mañana en la comunión promesas de fidelidad, de unión y de sacrificios. Luego, ni media docena de pensamientos eucarísticos en las horas de trabajo o diversión. Y el amor que Cristo nos muestra, desea siempre verse correspondido. Al no serlo, puede ir cerrando poco a poco su comunicación, y extinguirse por nuestra incuria.
Causan estupor las comuniones rutinarias; como a sangre fría.
Para el hombre entregado el encuentro diario con Jesús es un arranque, una exigencia de continuar con el Maestro durante toda la jornada. La visita al Sagrario, una necesidad imperiosa; un tirón del Amigo a su alma predilecta. El apostolado, una consecuencia de la unión íntima con Cristo.
Huir de la tibieza, del costumbrismo. La vida propia es una lucha del amor de Jesús en la Eucaristía contra la rutina de nuestro temperamento mediocre. Tiene que triunfar el amor. Nuestros hermanos lo notarán. Nuestra actividad en el Reino de Dios será sosegada, pero intensa. Nuestro obrar apostólico calará incluso durante varias generaciones, como ha sucedido con todos los santos enamorados de la Eucaristía.
231. - SAN PASCUAL BAILÓN ABRIÓ LOS OJOS
Me admira el amor de estos hombres y mujeres que pasaron gran parte de su vida arrodillados junto al Sagrario, a los pies de Jesús Eucaristía. Leo y releo sus biografías; y aprendo de ellos la gran realidad: el Sagrario es la antesala del Cielo; la Comunión, fuente de gozo. Pero no se trata de hombres y mujeres que olvidan las necesidades del mundo: la mayor parte de ellos han consagrado su existencia a obras de apostolado exterior de gran envergadura; de las noches y días de "asueto" en contemplación del Amor de los Amores, salían encendidos, deseando que el mundo arda en el fuego divino.
En el Cielo las vírgenes seguirán al Cordero por dondequiera que vaya; los mártires llevarán en sus manos la palma, como símbolo de su heroísmo por sellar con su sangre la certeza de su fe. Y... ¿los santos eucarísticos? Ellos, sellados durante su vida entera por la fe total al Sacramento del Amor, han de permanecer por siempre en el mismo corazón de Cristo. ¡Allí se encontrarán ya varios de los lectores de este "Ameno Huerto", que ya han traspasado las fronteras de este mundo!
Dicen de San Pascual Bailón, uno de los grandes enamorados de la Eucaristía, que, cuando celebraban sus funerales, abrió por tres veces los ojos en el momento de la elevación de las Sagradas Especies, en señal de adoración. ¡Homenaje final a Aquel Amigo que le recibía para siempre en la Gloria! En su juventud Pascual sentía a veces tal gozo en sus visitas íntimas a Jesús que danzaba en su honor delante del Sagrario, simulando lo del Rey David junto al Arca de la Alianza.
¡Vivir como estos hombres de Dios, siempre unidos al Gran Amor! Todo es cuestión de fidelidad y de ser consecuentes con nuestra fe. Los años pasan. En estas fechas recordamos a cuantos nos han precedido y ya gozan de Dios. Yo quisiera ser como aquellos que consiguieron su salvación, gracias a la fortaleza que sacaron de sus comuniones y visitas; de su amor acendrado al Gran Sacramento.
232. - EN MEDIO DE VOSOTROS ESTÁ
Hace unos meses he ido recorriendo por varios pueblos los sagrarios de mi juventud. En días de asueto ya muy lejanos, tomábamos algunos amigos llenos de fe la bicicleta, y cada tarde nos postrábamos ante Jesús hecho Hostia, en dos o tres parroquias rurales. ¡Estaban entonces abiertas las iglesias!
Este verano, después de visitar varias decenas de aldehuelas, hube de contentarme con saludar a Jesús desde el portón de la iglesia. Pero hubo una excepción: encontré un lugar muy pequeño con la puerta de su templo abierta. Dentro, un anciano a los pies del Maestro adoraba a su Dios y pedía, a buen seguro, por la humanidad alejada de las fuentes de la vida. Me ha reconfortado su testimonio, y he felicitado a este hombre de fe. Hubiese querido que aquel reducido santuario se hubiera abierto al mundo en un grito de amor:
- ¡Venid, venid todos al Sagrario. Porque "en medio de vosotros está Aquél a quien no conocéis". Si de verdad lo conocierais, permanecerían abiertas todas las iglesias; sacaríamos tiempo para quedarnos todos los días un buen rato en la presencia del Amor.
¡Mundo paganizado; sembrado de Sagrarios por todas las partes, y de indiferencia en las almas! Pero esto no puede seguir igual. Hemos sepultado la luz entre las sombras. Mas tú y yo, amigo del Ameno Huerto, vamos a descubrir el gran sol eucarístico. Vamos a proclamar con voz muy alta: Venid; adoremos a este gran Misterio de Amor. Es el mismo ayer, hoy y siempre. En El confiaré; hacia El guiaré a mis amigos, porque ha llegado la hora de que reconozcamos a Jesús en medio de nosotros.
233. - IGLESIAS CERRADAS, CARCELES ABIERTAS
Señor, en estos últimos años los templos se han ido cerrando a la adoración eucarística. Y, mientras tanto, abren sus puertas las cárceles de España para recibir el creciente número de delincuentes que inunda nuestra península. ¡Alarmante paralelismo!
Más de doce presos por cada diez mil habitantes es la cifra que llena de asombro nuestra sensibilidad cristiana. Hemos batido el récord de todos los países europeos. ¡Vergüenza nos da! Alrededor de cincuenta mil reclusos es nuestra población penitenciaria.
Al compás de la estadística de delincuencia, renquea el menguado fervor eucarístico. Cada día se clausuran más templos, porque disminuye la fe viva en la presencia real de Jesús en el tabernáculo.
"¡Hora es ya de levantarnos del sueño!" Algo nos diferencia de los paganos : el sagrario, la permanencia de Cristo en todos los pueblos, en todos los barrios de las ciudades. Pero vivimos de rutina. Sin renunciar a la fe, repetimos adormilados: Nuestro Maestro está presente con su cuerpo, alma y divinidad entre nosotros. Pero es preciso despertarnos de esa modorra de tibieza sacramental.
No basta con creer: has de ser consciente de tu fe eucarística. Practicar durante horas la adoración, reparación y petición delante del sagrario.
En la anterior década, el número de reclusos en España era la mitad que hoy. Y el número de templos abiertos, casi el doble. Y si nos remontamos a tiempos preconcibieras, sigue aumentando la proporción inversa.
¡Misterio de fe y de amor el regalo de Jesús en la Ultima Cena! ¡Misterio de indiferencia eucarística, el cristiano de hoy! Pero tú y yo, y con nosotros Cristo, somos mayoría aplastante. ¡A hacer palanca!
234. - MANOS GRANDES, MANOS PEQUEÑAS
Veía un santo, en arrobamiento místico, a Jesús en Belén repartiendo tesoros sin cesar desde su cuna de pajas. Lo contemplaba así en su visita al Sagrario un día de Navidad. Y los tesoros de aquel Niño no eran recogidos por los cristianos, porque no disponían de tiempo. ¡Qué pobres! ¡Era tal el agobio de sus trabajos...! Pero esos mismos creyentes, perdían horas en fruslerías sin sentido.
¡Ay, Señor, aumenta nuestra fe eucarística!
Se presentó ante Pío IX un arquitecto, llevando consigo a su hijo pequeño. Fue recibido por el Pontífice para estudiar los planos de reparaciones importantes en la Basílica de San Pedro. El Papa quedó encantado del proyecto. Tomó entonces al niño y lo llevó al escritorio; abrió un cajón lleno de monedas de oro, y le dijo:
- Toma un puñado, y dáselo a tu padre. Es muy bueno su trabajo. El niño, listo y sagaz, le respondió:
- Santo Padre: mete vos la mano, que la tenéis más grande.
Y así fue.
Tesoros los del Sagrario; los de la cuna de Belén. Tesoros para transformar nuestro mundo alejado de los bienes eternos. Nuestras manos son pequeñas, como las del hijo del arquitecto; y además no tienen consistencia, porque nuestros vicios han mermado su vigor. Pero las manos de Jesús, el Niño de Belén, el Dios hecho presencia eucarística en el Sagrario, son muy grandes, mayores que las del Papa.
¡Señor, derrama en esta Navidad sobre tu Pueblo los tesoros de tu gracia, y cambia nuestros corazones, para que nos convirtamos y nos entreguemos a ti! Comienza, Señor, por los más alejados, por los más tibios.
235. - ¡AÑO NUEVO! ¡FELIZ 1997!
Todo el firmamento se encontraba cuajado de estrellas, palpitando en centelleo de temblor sideral. Me asomé a la ventana en el año nuevo pasado, después de escuchar las doce campanadas y dar gracias al Señor. Luz entre sombras. ¡Qué inmenso el Creador en una noche sin bruma! ¡Que misterios de grandeza disfrazados en tenue parpadeo de luz!
No sé cómo, enseguida voló mi corazón hacia el Sagrario: la inmensidad del amor del Altísimo, mayor que el fuego de las estrellas, pero más disimulada que esas aparentes chispas en la noche serena.
Cristiano, deja, deja penetrar la alegría segura en tu corazón; los mismos ángeles te envidian: que Cristo se ha hecho pan para ser alimento tuyo, no de ellos. Que Jesús envía a su luz de misterio como pléyades de estrellas en el firmamento, porque serías incapaz de resistir la luz potente de su resplandor infinito.
Alégrate, sí, y obra en consecuencia; acércate a ese manantial de luz y fortaleza en este primer día del año; lo vas a necesitar cada jornada. Hazlo de una manera consciente. Si alegría es posesión de un bien, ¿podría haber mayor gozo que identificarse con el mismo Bien absoluto? Somos recreados por el mismo Dios al hacerse El uno de nosotros en el abrazo de la comunión. Desde aquella noche del primer Jueves Santo, el hombre no puede permanecer triste. El Señor, el Fuerte, está entre nosotros en el Sagrario, y nos robustece en la comunión.
¡Contigo permaneceremos, Señor, todos los días de nuestra vida!
236. - AQUEL PRESIDENTE CHINO
Una de las fotografías que recorrió el mundo occidental el año pasado, fue la del Presidente de China en su visita oficial a España. En el momento anterior a pasar revista a las tropas y saludar la bandera, sacó el peine de su bolsillo y, sin dudarlo ni pedir excusas, delante de su mismísima Majestad real, se peinó. El consideraba aquel acto protocolario algo del máximo respeto.
Nuestra mentalidad europea juzgó el gesto como de mal gusto, un verdadero despropósito. Causó incluso risa. Su educación oriental prescindió en aquel momento de todo reparo humano. El deseaba aparecer digno delante de la bandera, signo trascendente de la nación anfitriona.
Le he dado vueltas al suceso muchas veces. No pretendo entrar en polémica si fue o no conveniente, oportuno o inoportuno. Quiero trascender en el genuino sentido de la palabra, subir hasta la misma limpieza del alma al recibir la Eucaristía.
He observado en funerales, en acontecimientos familiares o sociales, cómo personas que habitualmente no acuden a Misa, se acercan a comulgar, sin pasar antes por el tribunal de la Penitencia. En nuestras costumbres occidentales se va imponiendo con rapidez la pérdida del respeto hacia lo más santo y sublime, la recepción de la sagrada Comunión. Olvidan muchos la necesidad de limpieza de todo pecado grave, para recibir en nuestro pecho a Dios, Amor de los Amores.
La rutina resta pausa a las horas que preceden a este encuentro con el Señor. Los cristianos que anhelamos con ardor recibir a Jesús, hemos de purificar nuestra alma más y más: confesión, compunción de corazón, disponer una estancia limpia y acogedora al Amor, que ha de fundirse en uno, con su pobre criatura.
237. - SE ABURRIA EN MISA
"Me aburro en la Misa de los domingos, pero nunca falto a ella. Incluso me esfuerzo por atender. A pesar de todo, mi imaginación calenturienta me juega mala partida. A veces "despierto" de mi modorra en el momento de comulgar. Pero mi unión con Jesús resulta fría y sosa. Cuando pienso en aquellos primeros cristianos que salían del Banquete Sagrado como leones, como ardiendo en fuego divino... ¡Qué diferencia incluso de aquellas comuniones después de mi primera conversión!" Así me decía un amigo en íntima confesión de fe y sincera humildad.
Y luego razonábamos juntos: - Segunda humillación de Dios. La primera, cuando ocultó su divinidad bajo el velo de nuestra carne humana, que le llevó a la misma muerte, y una muerte de cruz. Pero ésta de quedarse entre nosotros oculto bajo las apariencias de pan, todavía implica una mayor bajeza; tan grande, que un hombre normal y creyente, como tú y como yo, llega a permanecer con aburrimiento, nada menos que en la secuencia más sublime de nuestra existencia cristiana: el encuentro de fusión con el Señor.
¡Como aquellos verdugos que mientras Jesús colgaba de la cruz, estaban jugando a los dados!
Y sólo se nos ocurría una solución: penetrar en la misma humildad del Dios hecho hombre, transformado en Eucaristía: ir a la Misa hablándole a Jesús de nuestra propia dificultad, el tedio que abruma nuestra existencia, tal vez por dar demasiado antojo a los sentidos exteriores. ¡Señor, compadécete de mí, y llévame si quieres, por aquellos senderos de dulzura, como cuando gustaba de las mieles de mi entrega a ti! Y si permites la aridez desértica, al menos que, después de la comunión, brote en mí un fuego tan vivo que incendie de amor a cuantos me rodean. Así reaccionaban los santos.
En esta sequedad provocada por el viento helador de mis apegos egoístas quiero permanecer el tiempo que Tú designes, Señor. Pero aumenta mi fe. Que la Eucaristía no es dialéctica de teólogos, sino la comida del "pobre siervo y humilde".
Mi amigo y yo salimos confortados de esta nuestra conversación que se transformó al fin en oración sincera.
238. - CUARESMA Y EUCARISTIA
Me preocupa el estado actual de mi tierra. Pido conmigo al Señor, amigo del ameno Huerto, pide conmigo un lluvia de gracia en esta cuaresma para que quedemos anegados en el amor eucarístico. Que inunde nuestros corazones como en aquella primera mitad del siglo XX, en los tiempos de Don Manuel González, el obispo del Sagrario Abandonado.
Cada vez vemos más iglesias cerradas; menos gente acude a Misa; mayor olvido del Sagrario.
Me impresionó la frase de aquel gran apóstol de la Eucaristía
del siglo XIX, San Pedro Julián Eymard; la copié y te la transcribo: "Allí donde la Eucaristía es olvidada, la Iglesia no tiene sino hijos infieles, cuya ruina no tardará en llegar." Parecen proféticas estas palabras. ¡Y merece la pena volver aquel fervor eucarístico que es la salvación del mundo!
El bien es comunicación, entrega de lo mejor. El amor es identificación con el ser amado. La Eucaristía es BIEN y es AMOR. Tú y yo que recibimos a diario o cada semana este gran Tesoro, somos parte de este Bien. ¡Hemos de entregarnos como apóstoles eucarísticos. Todos han de vibrar en este fervor del sacramento, como en los tiempos de los primeros cristianos.
Ahora a identificarnos con Jesús, porque El está con nosotros. El nos dará un amor tan irresistible que el ambiente volverá poco a poco a ser de nuevo para Dios.
Bendita esta cuaresma eucarística. Aprenderemos a los pies del Maestro a ser apóstoles del Sacramento.
239. - LA FUERZA DEL SACRAMENTO
"Con pan y vino se anda el camino", dicen nuestros viejos refranes. ¡El pan y el vino!: alegría y fuerza.
Adornados del vestido blanco de la gracia, todas las mañanas nos convida Jesús a las bodas místicas, con banquete divino y alimento celestial.
No digas que careces de fuerza para caminar por la vida, pues Cristo invitó a su gran cena a los enfermos, a los cojos y a los ciegos. ¡Sólo les exigía el traje de fiesta! Revístete ahora de la blancura de la caridad perfecta, y brotará en tu interior una juventud sin mancilla; advertirás en tu alma la fuerza total para superar las mayores pruebas.
Raro metabolismo el eucarístico: se hace carne del hombre, la de Dios, y el hombre se transforma en Dios. Peregrina manera de amar la de Jesús: el amante se entrega al amado para se comido. ¡Milagro de la Eucaristía: el comensal es transformado en la sustancia del Alimento! Identificación la más íntima del Señor con su siervo.
Jesús, nuestra alma abre sus puertas a esta fe maravillosa. Y decimos, envueltos en emoción divina, con San Pablo: "Mi vivir es Cristo"; nos hemos transformado en algo celestial.
¿Cómo temer la enfermedad, la vejez o la muerte?
Los mártires primeros tomaban el Cuerpo del Señor antes de ser arrojados a las fieras, y marchaban cantando himnos de triunfo.
Nosotros entonamos ahora con el corazón encendido: "Si el Señor está conmigo, ningún mal temeré. Junto a mí tu vara y tu cayado: ellos me confortan. Tú eres nuestra fuerza, Dios Santo, contigo caminaremos sin desfallecer".
240.- COMÚN UNIÓN
El santo Cura de Ars gozaba distribuyendo la Comunión. A veces derramaba copiosas lágrimas de consuelo. Solía afirmar: "A gusto me pasaría la jornada entera en este ministerio sublime". En aquel santo no cabía la rutina. Su fe era actual en cada uno de los momentos.
El mismo Jesús distribuido por San Juan María Vianney, el mismo de la Ultima Cena, es el que mañana recibiré dentro de mí. ¡Oh, si tomáramos el divino Sacramento con el alma llena de fe! Aun en el rostro se notaría un algo de emoción, de respeto y piedad, como en aquel seminarista de los años de mi juventud.
"Lo come uno, lo comen mil. Cuantos ellos, tanto El; y no disminuye el manjar". Así cantamos con Tomás de Aquino en la misa del Corpus. Comen al Señor los pobres y los ricos; aglutinante de todos los hombres.
"Cesen las malditas disputas y las peleas, porque en medio de nosotros está Cristo Dios".
Milagro de la Providencia, el grano de trigo convertido en espiga. Milagro del amor, el grano de trigo hecho alimento eucarístico; la misma carne de Jesús.
Por encima de la vileza de los Judas y de las disidencias traidoras de los humanos, se alza la Sagrada Hostia, símbolo y realidad de unión, porque "si uno es el pan, uno somos la muchedumbre, puesto que todos de un mismo pan participamos".(1ª Cor. 10,17)
A veces, mejor que dialogar para marcar más nuestras diferencias, mejor, sí, resulta callar y tomar el Alimento Sagrado con unción: El se encargará de unirnos en la verdad y caridad: ¡Comunión! ¡Permanecer fundidos en este amor común!
241. - PASCUA 1997
Se repite todos los años la pascua en primavera: ¡Pascua florida! Imposible permanecer indiferentes al despertar de la naturaleza, cuando brotan las flores de abril. Imposible para el cristiano ignorar estas fechas de la vida vencedora de la muerte, y dejar de celebrar en la Comunión sagrada todo el misterio de sublime alegría, la Pascua del Señor. ¡Cuánto me alegra rimar contigo en este amor a la Eucaristía!
Es el regalo de nuestra Pascua. La ilusión eterna de Cristo resucitado. Señor, que después de bajar al sepulcro, cadáver de la maldad humana, has resucitado: nos unimos a Ti en la acción de gracias, Eucaristía de estas fiestas pascuales.
Cuando nos juntemos alegres en estas mañanas santas, te mostraremos, oh Jesús, nuestro mejor homenaje de fidelidad total a tu amistad. Nos hemos de sentir unidos a todos los hermanos que te adoran triunfante en todos los pueblos de la tierra. Y luego, caminaremos decididos, porque eso es pascua, peregrinar hacia el Cielo; pasar por el mundo en medio de trabajos y gozos; de la muerte, a la resurrección.
Si el Cielo es la visión del amor, y el amor es de Dios, ¿no son cielo estos días, cuando contemplamos y amamos, y nos unimos de forma indisoluble a aquel que por nosotros traspasó las fronteras de la vida, y salió triunfante del sepulcro?
¡Gocemos con anticipo del Cielo en la tierra! Dadnos, Señor, este gozo pascual que nos empuje a seguir adelante hasta que nos acojas para siempre.
242. - APÓSTOLES EUCARÍSTICOS
Causa admiración recordar a aquellos jóvenes que después del trabajo del sábado marchaban en sus bicicletas por carreteras de Andalucía a celebrar en ambiente rural la fiesta del Señor. Se trataba de algo hasta entonces nada común: hacer notar a todos los habitantes de pueblos y cortijos que Jesús se hace presente en la Misa, y permanece desde ese momento en el sagrario para ser nuestra compañía, alimento, fortaleza y consuelo durante toda la vida terrena.
Había promovido esta campaña del Sagrario abandonado, en la primera mitad del siglo XX, el obispo don Manuel González: un enamorado de Jesús hecho alimento.
La explosión de fervor eucarístico estalló en nuestra Patria, y se extendió por el continente americano. Ahora a nosotros toca mantener y fomentar este amor.
Es el Altar y el Sagrario lugar de nuestra cita semanal y aun diaria. Admirables quienes marchaban por pueblos andaluces a proclamar con su actitud y su palabra: "Horas de Misa, horas de esperanza. Sagrario, albergue de reposo del espíritu; manantial de abundantes gracias; resorte de fortaleza y alegría; solaz y descanso en la existencia humana; surco donde el mismo Dios hace una siembra de amor".
Misa y sagrario: cielo y visión de la bondad misericordiosa de Jesús. La verdadera vida mística de Eucaristía no radica en el temor, sino en el amor que nos envuelve locos de gratitud; en el amor que todo lo llena. La ilusión de sagrario trueca la noche en día, la esperanza en posesión de único bien. ¡Enamorarnos de Jesús! Entonces, sí, seremos apóstoles de su Eucaristía.
243. - MARÍA, SAGRARIO VIVIENTE
¿Quién mejor que la Virgen nos puede enseñar el amor al Sagrario? ¿Quién mejor que ella aumentará nuestras ansias de comunión?
Ha llegado el mes de mayo en la madurez de la Pascua. La Virgen, dueña de nuestros corazones, aumenta el fervor eucarístico. Ella, que supo acompañar a Jesús durante nueve meses en el secreto de su intimidad maternal.
Fuiste, Señora, sagrario viviente; templo natural del Hombre Dios. Supiste vivir recogida en plenitud de atención; escuchabas en tu cuerpo los latidos de quien aguardaba en tu seno el momento de ser Redentor del mundo. Tú, María, prepara nuestra alma en fe. Deseamos imitar ese talante tuyo de ser almas anegadas en la presencia de Jesús que habita en nuestro interior después de la comunión, como lo hizo en tu cuerpo, después del "Fiat" al Padre celestial.
Sí: de este modo hemos de orar a nuestra madre en el mes de mayo. Y a la vez con sinceridad decir en nuestro interior: - ¿Crees o no? Si no crees, las palabras de Cristo en la Cena, el discurso después de la multiplicación de los panes en sí tan evidente, son para ti un engaño. Pero si crees, ¿por qué no actuar en consecuencia? La Misa ha de ser para ti manantial de acción de gracias, gozo de disfrutar en la presencia de Dios; alegría del gran tesoro permanente en nuestros sagrarios. Virgen María, concédenos en este mes de mayo ser almas enamoradas de Jesús que se quedó entre nosotros.
244.- BODAS DE ORO
Para mí hoy es un día memorable; del todo eucarístico: cincuenta años exactos de mi Primera Comunión. ¿Cómo agradeceré a Dios tanto favor? Desde entonces, he recibido a Jesús en más de quince mil ocasiones. Ríos caudalosos de gracia han inundado mi alma. ¡Qué confianza con El! Si dijiste, Señor: "Quien come mi carne y bebe mi sangre, tendrá vida eterna", ¡cómo ha de ser mi esperanza de salvación!
Medio siglo es mucho tiempo para los humanos. Lo llamamos bodas de oro. Medio siglo resulta escaso para amarte, Señor. ¡Necesito la eternidad!
Me alegro oyendo el canto del ruiseñor, y contemplando la aurora tibia en un día de verano. Alegrarme en la unión contigo sería poco decir. ¡Es tu contacto horno de amor; es fusión con tu cuerpo; nido de descanso; refugio del caminante; medicina del enfermo; casa solariega del Padre celestial; fuente de vida eterna.
¡Cuántos años, Señor, son la historia de mis amores contigo! Tú eres ya mi esperanza sin retorno hasta la posesión eterna. Pero viene a mi mente ahora la otra cara de mi relación de amor. Pobre ha debido de ser la disposición de mi alma, pues no soy santo. A lo largo de los años no he sabido vibrar día a día con la intensidad de quien acude al Banquete Sagrado, cuyo alimento es Cristo. Desde mañana, cuando comiencen ya a contar las bodas eternas de mi unión contigo, prepara Tú mi pobre corazón. Y la Virgen María, que tanto sabe de amores, adorne un poco mi alma, y me enseñe a comulgar.
245. - CORPUS 97
No me cautiva acudir a manifestaciones públicas, más bien me causa enojo. Pero todos los años tengo una cita a la que nunca he faltado, ni pienso abandonar: el Corpus Christi. Allí siempre me verás. Luciré mi mejor traje, y deseo que mi alma rime a la perfección con la solemnidad del día.
Recuerdo mis años mozos, cuando cantaba himnos al Amor de los amores en un coro bien ensayado. Más tarde me tocó presidir la procesión en el grupo de autoridades locales. Ahora me acerco como simple fiel, de todos desconocido, y quiero formar parte del puñado de granos ignorados que aglutinen después la Hostia sagrada.
He pasado horas enteras a lo largo del año en la soledad del templo adorando en silencio este misterio de amor. He escuchado decenas de veces en la intimidad de mi habitación canciones eucarísticas, que han encendido en mí un fuego que abrasa. ¿Quién no arde, repitiendo en su interior: "Cantemos al amor de los amores... ¡Dios está aquí, venid adoradores, adoremos a Cristo redentor!"... y otras cien melodías, pasto espiritual de millones de personas durante siglos pasados.
Justo es hoy dejar el "recogimiento" diario; abandonar el templo silencioso; echar las campanas a vuelo; colocar abundante incienso en el pebetero; acompañar en unión de todos los creyentes al Augusto Sacramento; cantar por las calles las glorias de la Eucaristía.
Vístase de gala la naturaleza; que vibre entera en alabanzas hacia Aquel, Dueño del universo, que disfrazó su grandeza, bajo la leve apariencia de pan.
246. - ENTONCES ME ENTREGUÉ A TI
Durante el estío del 49 recibí de mi tía, religiosa Adoratriz, un minúsculo librito titulado "Espíritu de Santa Micaela del Santísimo Sacramento". De él se sirvió Dios para transformar mi alma. Aquella lectura invadió y se apoderó de mi ser del modo más profundo e íntimo que las mayores campanas del mundo. Mi vida necesitaba un cambio, más que la tierra reseca el agua.
Había transcurrido un año y medio sin rumbo, sin timón en la tempestad. La estrella aparecía a ratos entre densas nubes. A pesar de ser grandes mis esfuerzos, no podía controlar mi navecilla. En casa rumiaba sosegadamente aquellos renglones: "Es mi vida y mi alimento el Santísimo Sacramento"; "Mi quitapesares"; "Mi fuerza"; "Soy la loca de Jesús Sacramentado "; "En El me refugio y descargo mis preocupaciones".
¿Por qué yo no podía vivir este amor grande de Jesús como lo vivía la Santa? Embargaba mi persona entera una suavísima emoción. Al caminar, mis pasos eran más firmes y más vaporosos al mismo tiempo. El encuentro con Cristo se iba a producir.
En la penumbra de la Iglesia permanecí una tarde largas horas. La lamparilla roja del sagrario centelleaba, cual corazón joven lleno de amor. Se percibían lejanos los trinos de las golondrinas. Un rayo de sol posaba delicado en el Sagrario haciendo más dorado el cariño de Jesús. Arrodillado en reclinatorio miraba aquel Centro de Amor. Ojos fijos, húmedos, serenos a la vez. Sentía en mi alma la voz del Amado que me decía: "Espero de ti cosas grandes. Las vas a hacer. Acuérdate de esta tarde de intimidad. Desde hoy la pureza no va a ser problema. Vencerás. Te espero junto a mí todas las tardes en la Eucaristía. Acuérdate de estos momentos. No los olvidarás".
Una felicidad serena, pacífica, inundaban mi ser. Ya nadie me buscaría en las cosas bajas; mi mente y mi corazón traspasarían las alturas. Saboreé desde entonces las cosas de Dios.
La primera estrella lucía en el cielo en el momento de mi salida del templo. Voces de niños alegraban el atrio medieval. La infancia se había alejado definitivamente en mí. Merece la pena ser joven y entregar la flor lozana al Señor a los quince años.
Al día siguiente y ya todas las tardes nos juntábamos El y yo enamorados. Me había entregado a Cristo del todo. Jamás se romperá ya nuestro amor.
247 RETORNAR A LAS FUENTES
El nuevo sacerdote así nos lo explicaba: "La iglesia se encuentra en lo alto del pueblo. Cuando todavía alumbran las estrellas, me levanto con rapidez; me dirijo a mi parroquia para tener mi primera entrevista con Jesús. Subo las escaleras de dos en dos. Así llego antes".
Permanecía el joven cura allí arrodillado dos horas largas, entusiasmado con Cristo en el sagrario, hasta que los primeros fieles se acercaban al confesonario.
¡Oh... la Eucaristía para el sacerdote y para los fieles! Es más que la esposa fiel para el marido amante. Los domingos nuestro presbítero pasaba junto al Sacramento la tarde entera. En ocasiones, algún mozo del pueblo ascendía al templo, confiado de encontrar a su padre en la fe para reconciliar su espíritu. Es una escena real, pero lejana ya en el tiempo.
Los años han transcurrido con celeridad, y aquel fervor inicial tornóse en aridez. El tedio inunda el corazón del ya maduro clérigo. Había llegado la noche oscura, y no encontró el modo de salir de ella.
Todo se fue hundiendo poco a poco. La lectura espiritual se trocó en un estudio árido de revistas pastorales. La oración, en casa; junto a las sábanas en las horas de insomnio. Después, nada. Ya cerró la iglesia nuestro sacerdote cansado. Y fue durante meses y meses el funcionario digno, con una fe marchita. Su pueblo languidecía materializado. ¡Tibieza sacerdotal!
Ha llegado la gracia de Dios. Un túnel de varias décadas fue una nube de plomo para la feligresía. El Señor ha tocado de nuevo el corazón de nuestro cura. Comenzará por abrir la iglesia, porque un sacerdote con el templo cerrado a primeras horas de la mañana - lo decía el Obispo del Sagrario Abandonado - está enfermo en el alma o en el cuerpo. Volverá al regazo del sagrario. Y... poco a poco, florecerá el jardín del Señor.
¡Amigo sacerdote; amigo seglar comprometido con tu fe: es hora de retornar a las fuentes de agua viva!
248. - AQUEL LIBRO NEFASTO
Me abrumó aquel libro de falsa espiritualidad. ¡Era veneno más que espíritu! Decía que la Sociología ha desbancado a la Filosofía como "criada" de la Teología. ¡Todo lo contrario de la doctrina de Santo Tomás! Así nos van las cosas.
Decía el nefasto mamotreto, de cuyo nombre no quiero acordarme, que nos orientamos hacia una religión más secularizada y menos sagrada. Y se quedaba el autor tan tranquilo; sin reaccionar; como asumiendo "a lo bobo" y con los brazos cruzados, la destrucción del Reino de Dios. Y terminaba constatando la desaparición de la religión en la sociedad industrial.
Pero nosotros decimos: ¡Un hijo jamás se cruza de brazos ante el peligro de ruina del negocio de su padre; grita; pide auxilio; trabaja de sol a sol; busca relaciones; no duerme.
¡Nuestros templos se van cerrando a la adoración eucarística! La fe decae. Es preciso volver a las fuentes de agua viva. Hacer que se abran los remansos de paz donde mora Jesús, prisionero de amor. Decir a los curas que no puede seguir esto así; organizar turnos de adoradores que cuiden la iglesia y recojan los tesoros de gracia que Jesús reparte desde el sagrario... ¡y nadie los aprovecha!
La salvación puede llegar del mundo de los seglares. La Eucaristía vigoriza más y más la propia fe; eleva y purifica el amor a Dios y al prójimo; es el lugar de encuentro de todos los creyentes y el pararrayos del castigo divino. Unirnos en el Sagrario y en la Comunión con todos cuantos reciben y visitan al Señor. Imploremos su bendición y fuerza divina para romper ese círculo vicioso, en que ha entrado un sector considerable de nuestra Iglesia Católica.
249. - COMUNIÓN: LA VIDA DEL APÓSTOL
Jesús oculto bajo las especies de pan es desde mi juventud la razón de mi existencia. El me sostiene y me guía; El me da fuerza e ilusión; El me acoge en mi debilidad; escucha mis súplicas por la salvación del mundo; enardece mi espíritu para que difunda con celo esta gran verdad ignorada por tantos: "En medio de vosotros estoy, aunque no me hagáis caso". ¡Pero la indiferencia se ha de transformar en fervor!
Todos los días se eleva el sol brotando de las tinieblas, y abre las flores y alegra el corazón de los vivientes, porque la luz y el calor mantienen la fuerza de la naturaleza y dan la vida. Todos los días levanta el sacerdote la Hostia Santa desde la penumbra de nuestros altares, y se llena de gozo el corazón de los cristianos, porque la Eucaristía es amor de Dios a los hombres, y este cariño divino nos alimenta, y engendra en nosotros la resurrección y vida eterna. ¡Y nosotros hemos de ser conscientes de esta maravilla!
El sacrificio de la Eucaristía significa la entrega a Dios de su Hijo muy amado, inmolado en el altar, víctima de valor infinito, propiciación de los pecados. Únete conmigo a este sacrificio incruento. Con El, por El, y en El, hemos de salvar al mundo. La comunión transforma nuestras almas, anula nuestras miserias egoístas, nos da temple de apóstoles y heroísmo de mártires.
Aquellos primeros cristianos fueron hombres como nosotros, pero se dejaron transformar en la Comunión, y así extendieron su fe y entregaron su vida.
Señor, que la comida de tu Cuerpo y Sangre obre en nosotros el cambio total de actitud: como en nuestros mártires primitivos. ¡Seremos los testigos de tu Eucaristía!
250. - LA FUERZA DE TU ACCIÓN
Si vas a leer deprisa, deja para otra ocasión estas líneas, aperitivo del Gran Alimento. Déjalas quizá para esta noche, cuando tu alma comience a pensar que mañana va a recibir a Jesús. Que al tomar el Cuerpo y la Sangre de Cristo, llegues a ser un solo cuerpo y una sola sangre con El. Así cuando penetre este Ser Divino hasta nuestros miembros, nos convertimos en portadores de Cristo. Si El con nosotros, ¿quién nos hará temblar?
Los sentidos luchan contra la fe. A veces decimos que creemos, pero olvidamos la realidad, porque vivimos esclavos de la vista y del oído. Es preciso actualizar nuestra fe en cada comunión. Nunca dirigirte a la Misa como a una rutina, como al trabajo o al deporte: es la audiencia con el mismo Dios. Aunque te sientas frío como un témpano, aviva tu fe; repite consciente, despacio, cualquier oración o fórmula que aprendiste; o dile cuanto te sale del corazón, pero nunca te acerques a la Eucaristía con la pasividad del que repite una costumbre cada mañana.
No te interese la poesía etérea ni el sentimentalismo baldío; que no es eso recibir a Jesús. Sí, la unión transformante. Dediques mucho tiempo o menos a la recepción de Jesús hecho alimento, procura siempre el fervor; llévale cada día un obsequio, algún ramillete de sacrificios que te cuesten. Verás cómo este alimento divino transformará tu vida, y tu actuación será en todo momento apostólica.
251. - VIEJAS MELODIAS
Había llegado mi amigo a la edad madura; pesaban en él los recuerdos; pero sus añoranzas eran del todo fructuosas en fervores eucarísticos.
Repetía en su corazón decenas de veces una vieja canción de Jueves Eucarísticos, que, quizás, fuera rutinaria en su niñez, pero ahora ahondaba en ella como en manantial de las más puras aguas: "Jesús, vivir no puedo lejos de ti; Jesús, sin ti me muerto, ¡ay!, ven a mí". ¡Qué fuerza cobraba en su alma esta letrilla con su melodía...! Profundizaba cada palabra, lloraba con sana emoción... y al día siguiente, al comulgar, gozaba con ansias de enamorado y fervor de recién convertido.
Me gusta desde entonces imitar a aquel amigo y volver a la Betania de viejas canciones eucarísticas.
- ¿Recuerdas aquella otra de acción de gracias?, decía mi compañero de viejos fervores. "Yo nada anhelo; yo soy feliz, que el Rey del Cielo ya mora en mí... Yo soy de Dios, oh dulce pensamiento, que anega el alma en celestial amor; el mismo Dios morar gustoso quiere en mi tan pobre y frío corazón".
¡Esto ya es "el no va más"! ¿Qué importa el sufrimiento? Jesús está con nosotros; nada puedo desear. Cada vez me parece todo más relativo, porque todo pasa. Sólo El permanece. ¡El!, que anega el alma en celestial amor. ¿Te fijas? ANEGAR, inundar el alma, rebosando por todas las partes amor, como encharcada, más que envuelta, ¿cómo puedo estar triste?
Mi amigo se entusiasmaba; y yo también mientras le oía. ¿Por qué no haces tú la prueba con nosotros y preparas la comunión con es estas viejas melodías?
252. - ¡QUE ALIMENTO TAN SINGULAR!
He regresado a casa hoy perplejo, triste, de una primera Comunión. El sacerdote para nada ha hablado de la presencia real, y por si esto fuera poco, he visto acceder al Sacramento a varias personas habitualmente alejadas de la Santa Eucaristía. Sólo acuden a misa en funerales y acontecimientos. Y no se trata de una conversión; me consta que no han pasado por el tribunal de la Penitencia. ¡Señor, Señor! ¿Hasta dónde va a llegar la ignorancia o la indiferencia religiosa?
Quedó Jesús para siempre entre nosotros. Vayamos a El con el corazón limpio, arrepentidos de nuestros pecados, con deseo de fortaleza, con ansia de perfección.
A veces uno echa la vista atrás y ve cómo, gracias a la fuerza de la Eucaristía, va superando dificultades, en otro tiempo difíciles de vencer.
En los comienzos de mi conversión noté de forma singular el poder absoluto del Santísimo Sacramento. Hubiera sido entonces capaz de pasar sobre ascuas encendidas, con tal de acercarme a El con verdadero deseo de perfección. Y Jesús es el mismo ayer, hoy y siempre. Nosotros, sí, cambiamos por dejarnos llevar del ansia de placer o del miedo al dolor. Ahí está el verdadero problema.
Cuando mañana te acerques a comulgar, pídele a Jesús con fe plena aquella fortaleza que movió a los mártires a entregar sus vidas en aras del amor. Juntos vamos a suplicar fervor para nosotros, para los sacerdotes, para todos los dirigentes eclesiales, porque este divino manjar, como nos dice el Doctor Angélico: "Es vida para los buenos, y muerte para los malos".
Señor Sacramentado, Tú eres nuestra salvación. Compadécete de cuantos, como Judas, te comen para condenación. Ábreles los ojos de la fe.
253. - SAN ISIDRO DE DUEÑAS
Creo que era al final de la década de los sesenta. Me tocó en varias ocasiones viajar por la carretera de Burgos - Valladolid. Allí, en un vergel próximo al cruce de Palencia, se encuentra el monasterio cisterciense de San Isidro. Invita a las almas de fe a entrar, y gozar en el espíritu de un alto en el camino con la presencia real de Jesús en el sagrario.
¡Mañanas primaverales, llenas de sol y melodía de las aves! Abría yo la puerta, y en un ángulo recóndito, cual humilde publicano, veía un mes y otro, a distintas horas, a un hombre ya maduro, absorto en adoración eucarística.
- Lleva varios años así; me decía un monje, cuando le pregunté. Y nadie sabía quién era, ni de dónde provenía. Allí llegó. Vivía pobremente en una casa, pero permanecía horas interminables en este hogar de las almas.
Y esto admira. Pero debiera ser tendencia habitual en mí y en ti, querido amigo cristiano. Porque la Eucaristía es el gesto de un Dios que se entrega a nosotros. Debiera ser la postura del hombre solitario nuestra réplica a tanto amor; nuestra convicción a la necesidad que el Reino de Dios tiene de oración; nuestro manantial de fuerzas para seguir entregándonos a nuestros semejantes. ¡Alma de todo apostolado!
Señor, auméntanos la fe; acrecienta nuestro deseo. Que, si no podemos como el ermitaño de Dueñas, ser lámpara viviente en adoración continua, al menos nos arrastre el imán de tu amor sacramentado. Porque la solución para salvar un mundo alejado de Dios, está en las almas eucarísticas.
254. - PASTORAL CON VIDA
"No debe cifrarse nuestra ilusión en que mañana sea día de descanso, sino en que podremos estar con Jesús en el Sagrario más tiempo". Así exhortaba el santo padre Nieto a sus seminaristas de Comillas en la víspera de alguna fiesta extraordinaria. Y era frecuente ver en aquel seminario decenas de estudiantes velando a Jesús Sacramentado durante los largos recreos de las jornadas de asueto. ¡Así fructificaron después nuestras iglesias locales en los años cuarenta, cincuenta y sesenta en vocaciones, fervor, fe y verdadera caridad cristiana.
¡Volvamos a las fuentes de agua viva! Aunque multipliquemos por diez los planes de pastoral a lo largo y ancho de nuestra geografía, sembraremos esterilidad, si no van acompañados de una entrañable devoción eucarística. Aumentan más y más las reuniones parroquiales, arciprestales y diocesanas; incluso algunas de ellas llevan visos de efectividad. Pero "si el Señor no edifica la casa, en vano trabajan los albañiles".
Amigo sacerdote, es hora de despertar de la modorra en la oración de las últimas décadas. Abran las puertas de los templos a
la piedad eucarística. Mientras permanezcan las iglesias cerradas a la adoración de Jesús, Dios y hombre verdadero, no fructificará nuestra acción pastoral.
¡Cantemos al Amor de los Amores! Dios está aquí. Venid adoradores, adoremos a Cristo Redentor... Y cuando permanezcamos unidos en el fervor del Sacramento, comenzará el mundo a ser mejor, porque en nuestra escala de valores, Dios ha de ser el primero. De El brota siempre la caridad con el prójimo.
Amigo, haz copias de estas líneas. Déjalas en el buzón de tus sacerdotes y líderes cristianos. Es un paso importante para aplicar a los hombres la salvación que nos anuncia el Evangelio.
255. - LIMPIA, PARA JESUS
Blancos, sin mancha los corporales que sostienen la Hostia Santa durante la celebración de la Eucaristía. Blanca, pura, limpia había de ser la Virgen Inmaculada que mantuvo en su seno durante nueve meses a Jesús, nuestro Dios.
Ella nos enseñará el camino de la verdadera limpieza interior, cuando nos acercamos a la Eucaristía. ¿Por que tantas comuniones no transformarán nuestras almas?
Es necesario purificarnos, desprendernos del apego al placer; llevar un ramillete de sacrificios cada vez que nos acercamos a la Eucaristía. Entonces, sí, desaparecerá la rutina, el egoísmo, la tibieza que hacen presa en nuestra alma.
"¿Es que creéis que vosotros sois más felices en el baile que yo en la oración?", decía a la juventud de Santa María de Sando su párroco el P. Nieto. Y en otra ocasión, ante sus seminaristas: "¡Qué feliz el sacerdote que ha trabajado todo el día por Dios, cuando a la noche va a hacer la oración junto al Sagrario"!
Me llena de ilusión, me estimula a la adoración silenciosa ante la Eucaristía, la vida de este santo jesuita enamorado del Sagrario. ¡Buscar la felicidad por los verdaderos cauces: limpieza de corazón para acercarnos al Sacramento! Como María Inmaculada cuando llevaba en sus entrañas al Rey de los reyes. ¡Ella que fue espejo de justicia, causa de nuestra alegría, el primer templo vivo del Dios santo!
Cuando pienso en la intimidad con Jesús sacramentado, en la Virgen María, en la suerte de ser cristiano, en el privilegio de cooperar a difundir el Reino de Dios, me parece imposible no ser del todo feliz aun en medio de las pruebas.
256. - ÁBRETE AL SEÑOR: ES NAVIDAD
¡He encontrado la iglesia abierta en un pueblo! Viajaba hoy por una necesidad ineludible, y he parado, aun en medio de la prisa, para descansar el alma en este recinto de amor a los hombres. A la fuerza el sacerdote de este templo ha de ser bueno y celoso. Sobre una mesita tenía colocadas una serie de revistas y libros del espíritu para el alimento interior de sus feligreses.
Ardía la lamparilla de cera junto al sagrario; y en mi corta presencia en el templo han entrado dos personas más a visitar a Jesús.
¡Navidad! Abrid nuestros templos al fervor eucarístico; abrid vuestras almas al Dios hecho Hombre, porque así nacerá en nuestros corazones con fuerza inigualable.
Pasaron ya los tiempos paganos en que nadie quería recibir a Jesús, cuando caminaba dentro de su madre para ser la luz de los hombres. Hoy también el mundo descreído invita a cerrar las puertas del corazón: son como apóstoles del demonio, disfrazados de psicopatía y sinceridad. Nosotros cerraremos nuestros oídos a su melodía falsa. Nuestra alma ha de ser mansión confortable para el Niño que ha nacido , para el Dios que se nos ha dado en el Sacramento.
Estoy convencido de que Jesucristo nos ha de infundir en eta Navidad un amor apasionado hacia El. Sólo hace falta abrirle de par en par neutros corazones pobres, vacíos; hacer cada día algunos pequeños sacrificios, porque en un corazón egoísta, sólo con ansias de gozar, no puede caber un Dios tan grande que se hizo Niño. Así, esta pascua navideña será en nuestros corazones nuevo fervor. Así evangelizaremos nuestro mundo que se aleja cada día más de la fe verdadera.
257.- FELIZ 1998
Año nuevo. 1998 abre sus puertas anunciándonos la cercanía del tercer milenio en el siglo XXI. Año dedicado y consagrado por voluntad del Papa al Espíritu Santo. Cuando en la juventud pensábamos en los años dos mil, parecía algo increíble, como de ciencia ficción. Hoy nos asomamos a la era sin historia desde la atalaya del 98.
Miro hacia atrás. Va pasando mi vida como arroyo de poco caudal que desemboca en el mar. He aprendido mucho, pero he saboreado muy poco. Quisiera en los tiempos que el Señor me conceda, una fuerte gracia para gustar en todo momento de las cosas de arriba; no de las de la tierra.
Cuarenta años de vida sacerdotal son muchos años; cuarenta de intentar sembrar la semilla del Evangelio en los corazones, es mucho tiempo.
Un sacerdote de edad avanzada me decía: - Hasta ahora he estado hablando a los hombres de Dios. Ahora hablaré a Dios de los hombres. Me pareció maravillosa la idea. ¡Siempre apóstol! Siempre haciendo el bien a nuestros semejantes. Pero algo del deseo de nuestro sacerdote anciano podemos practicar aun en plena juventud. ¡De qué manera tan distinta reaccionarían las almas!
Antes de comenzar cualquier acto apostólico, ir al Sagrario. El cristiano no es un simple "voluntario". ¡No reduzcamos a eso nuestra vida apostólica! Necesitamos para el siglo XXI hombres y mujeres de Dios: intrépidos como Javier, contemplativos como Juan de la Cruz, adoradoras como Micaela del Santísimo Sacramento embelesada con Jesús y mártir de la caridad, con las rodillas desgastadas de tanto adorar al Santísimo, y los pies cansados de caminar tras las ovejas.
Año 1998, año el Espíritu Santo y de fervores eucarísticos para inundar a todo el mundo del hálito divino, del gozo del gran amor.
258. - ACICATE DEL AMOR
- Daría mi vida por defender la presencia real de Jesús en la Eucaristía. Así me decía un amigo devoto ferviente del Sacramento del Amor. Y lo comprendo. Y también yo me lo repito mil veces, porque quisiera ser como este amigo. ¡Que Dios nos dé fuerza a todos para mantener una fe y embeleso sin fisuras en este divino manjar!
Siempre me ha impresionado el no creyente; el dubitante en la fe eucarística. Y conozco también, por desgracia, a algunos que se llaman cristianos y sostienen teorías nada conformes con el dogma más amado.
Me parece más lógico renegar el cristianismo que admitirlo y tergiversar este misterio de amor. Supone la osadía de negar el poder de Dios; la evidencia evangélica. También me impresiona hasta el llanto interior quien menosprecia la visita al Sagrario y ridiculiza con apodos semi - blasfemos la presencia real de Jesucristo entre nosotros.
Pío XII, con metáfora sublime, llamaba a Jesús Sacramentado el "Divino Prisionero del Sagrario". ¡Esto es amor: el de Jesús que se convierte en "recluso", y el del cristiano que lo afirma con un nudo de emoción en la garganta!
Amigo del "Ameno Huerto", creo que te pasará lo mismo que a mí: la Eucaristía dentro de su gran misterio, en lugar de ser prueba de fe, se convierte en acicate de amor al prójimo, imán irresistible, tirón casi violento, que te atrae cuando pasas junto a una iglesia abierta.
¡Adoremos para siempre al Santísimo Sacramento!
259. - VERÁS LOS OJOS DE DIOS
Recuerdo mis años infantiles: con mi hermano mayor acudía en las tardes domingueras a la parroquia. Allí, en exposición solemne, estaba en la custodia Jesús Sacramentado.
Aquel hermano me decía con voz bajita: - Mira; mira fijamente la sagrada Hostia; verás en ella los ojos de Dios.
Yo miraba sereno, sentado el banco; mis ojos fijos, sin pestañear. Mientras tanto, mis piernecillas, en vaivén constante, incensaban a la Majestad divina. Yo veía allí unas leves sombras, los ojos del Amigo que siempre me han cautivado.
El alma goza cuando conoce una verdad oculta, y se desvanece de en éxtasis cuando descubre este Tesoro escondido. Suenan entonces en el espíritu melodías de campanas y acordes en cascada de órganos místicos.
Somos mayores. Cuando nos encontramos frente a frente ante las velas que ocultan a Cristo, - ¡Dios y hombre verdadero! - lo buscamos con afán; como María Magdalena, cuando observó el sepulcro vacío. Y no deseamos apariciones extraordinarias, pero sentimos una voz interior que nos dice: "Aquí estoy; venid a mí". Y en la custodia santa contemplamos los ojos de Dios.
La Eucaristía es para nosotros la verdad siempre antigua y siempre nueva. ¡La gran verdad! Es el Amor eterno: amor de millones de padres, amor de millones de esposas y amigos y madres y esposos. Nunca jamás podremos acostumbrarnos a El con rutina tibia. Tampoco se acostumbra la mujer enamorada al esposo bueno y tierno, también enamorado.
Miremos a los santos amantes de la Eucaristía; aprendamos de ellos. Su experiencia y su doctrina confirman nuestra certeza.
260. - UN LIBRO QUE EMOCIONA
Tal vez pasen de veinte las veces que he leído la biografía del Cura de Ars, la clásica y mejor, la de Trochu. Y de confesar que en algunos pasajes la leo siempre con suspiros de emoción. ¡Quién pudiera mantener aquel fervor constante delante de la Eucaristía!
Una de las páginas que más impresiona es cuando dice: "La inmensa presencia de Jesús sacramentado estaba allí, en aquella iglesia de pueblo, rodeada de la nada de las almas, de la falta de amor e indiferencia de la gente". Así era en los comienzos la estancia del reverendo Vianney en Ars. Después, todo cambió radicalmente.
¡Y pensar que ahora seguimos lo mismo! ¡Y pensar que ahora hemos retrocedido en el fervor eucarístico! En pueblos y ciudades, iglesias cerradas por ausencia de amor hacia Aquel que decidió quedarse entre nosotros.
Es más triste en ocasiones la indiferencia que el odio. Al menos el odio reconoce la existencia de alguien. Jesús sigue siendo - ¡y hoy más que nunca! - el gran ignorado, inexistente para la mayoría, incluso de los que comulgan. La rutina causa estragos. ¿Qué podríamos hacer todos los amigos del "Ameno Huerto" para aumentar esta devoción a Jesús sacramentado?
El santo cura de Ars permaneció horas interminables en adoración delante del Sagrario, antes de que el pueblo se entregara a su acción apostólica.
Nosotros, seglares o sacerdotes con cura de almas, no tenemos otro remedio, si deseamos ser efectivos en nuestra labor evangelizadora, que hincar las rodillas un día y otro delante del tabernáculo como nuestro cura de Ars.
261. - LOS COMILLESES
A veces el tiempo no pasa en el recuerdo de un buen ejemplo; sigue influyendo, todavía lozano, en mi relación con Jesús en la Eucaristía:
Nos encontrábamos en el Seminario de verano. Con nosotros, nuestros compañeros estudiantes de la Universidad Pontificia de Comillas, dirigidos en su espíritu por el santo jesuita, P. García Nieto.
Comenzábamos la jornada matinal con la media hora de meditación y la santa Misa. Un compañero, de los discípulos de Nieto, subía de la capilla a las habitaciones, después de comulgar, en el silencio reglamentario, en un recogimiento total, con una convicción tan profunda que su rostro quedaba transfigurado. A lo largo del día daba gusto estar con él: era todo simpatía. Y en cualquier momento, su conversación tomaba las rutas de lo divino; y de una forma tan natural que a todos nos arrastraba.
Confesamos, con sincero testimonio, que algo parecido hemos experimentado en ocasiones: cuando hemos puesto gran fervor en la celebración eucarística o en la recepción de la sagrada Comunión, ha trascendido pronto nuestra identificación con Jesús al trato con las personas que os rodean y a la propia acción apostólica o social. Hay algo que se intuye.
Nuestro progreso en la santidad depende mucho de la fe, el fervor, la ilusión que nos acompañan al recibir a Jesús. Nuestra influencia en el Reino de Dios siempre es más testimonial. ¡Si todas las Misas fuesen como la primeras... con esa fe despierta y llena de admiración, como sobrecogidos por el misterio...! ¡Si todas nuestras comuniones fuesen como las que siguieron a la primera conversión...!
¡Señor, aumenta nuestro fervor! ¡Dadnos el gusto de la Eucaristía!
262.- UN RAMILLETE MÁGICO
Ahora comprendo de maravilla lo que antiguamente nos aconsejaban aquellos sabios directores del espíritu: - Preparad vuestra comunión con actos de amor y de deseo; y nunca olvidéis traer un ramillete de pequeños sacrificios. Le encantan a Jesús.
La cuaresma nos recuerda esto del sacrificio voluntario. Es un ejercicio imprescindible para avanzar. Y hay una razón poderosa: el hombre tiende por instinto al placer sensible. Cuanto más perseguimos estos gozos naturales, menos nos preocupamos por nuestros semejantes; y menos nos interesan las cosas de Dios.
El apóstol de la Eucaristía ha de esforzarse un día y otro por conseguir nuevas victorias en el dominio de sus instintos. Luego, llevarlas a Jesús en la comunión siguiente. El fervor con esto queda asegurado.
El famoso escritor de ciencia mística, padre Arintero, recomienda mucho pedir al Señor con humildad el gozo y el consuelo espiritual. Y me parece muy acertado, porque entonces avanzamos a pasos de gigante, entonces nuestra palabra cala más profundamente en cuantos nos escuchan.
A unir, pues, estos dos aspectos en nuestras comuniones de cuaresma. Llevar siempre un ramillete de sacrificios, y pedirle a Jesús que nos dé su gozo santo. ¡Disfrutar con todo cuanto se refiere a Dios y a la extensión de su Reino!
263. - SAGRARIO DEL RESUCITADO
Resucité con Cristo, aleluya. El no se quedó "en el sepulcro profundo de una dura y fría roca"; El abandonó las tinieblas de la muerte, pero permanece por siempre con nosotros encerrado en el gozo de un sepulcro de amor: el Sagrario.
¡Sagrario del Resucitado!, exclamaré en esta Pascua florida. He de mirarlo todo desde la perspectiva de eternidad. Mi vida ha de cambiar. Ya no me buscarán en el lugar de los muertos, porque "he resucitado y siempre estaré contigo; aleluya. ¡Y es admirable tu ciencia; aleluya!"
Siempre reinará en mí la ilusión sin límites, la alegría de la fe en Cristo vencedor de la muerte. Ya no quiero, Señor, pensar sino en ti y en tus cosas, y olvidarme de mí y de las mías.
¡Sagrario del Resucitado! En esta Pascua de flores, derrama sobre tus hijos a raudales el ansia de salvación. Mira que "nuestro vientre está adherido a la tierra" y nos ha dominado el placer y nuestras alas están ligadas y ya no pueden volar.
A Micaela del Santísimo Sacramento concediste, Señor, en los días del fervor de una Pascua lejana, la gracia mística que ella explicaba con estas palabras: "Lo vi tan grande, tan poderoso, tan bueno, tan amante y misericordioso, que resolví no servir más que a un Señor que todo lo reúne para llenar mi corazón". Y con el corazón lleno se lanzó Micaela a salvar a muchachas encenagadas en vicios mundanos. Y fue mártir de la caridad. Suscita, Señor, en tu Pascua muchos corazones enamorados que incendien el mundo de tu amor.
264. - UN ENFERMERO EUCARISTICO
Anselmo era un estudiante de lo más sencillo y amable; estaba próximo a terminar la carrera sacerdotal y residía en un colegio mayor. En aquellos años, los propios alumnos desempeñaban el cargo de enfermero, y Anselmo lo hacía con alegría y celo. Caí yo en cama al finalizar el curso; el estudiante, buen samaritano, me visitaba al menos dos veces al día. Me hablaba del amor a Jesús en la Eucaristía; me enseñaba a hacer visitas al Sagrario; me contaba sus entrevistas con el Divino Prisionero:
- Ahora voy a la capilla. Le voy a pedir a Jesús por ti; verás cómo lo notarás.
¡Y de veras lo noté!
Mi cuerpo sanó, pero lo más grande fue: mi alma resucitó. Desde entonces seríamos inseparables Jesús y yo. Era continuo mi fervor eucarístico. Leí aquel verano varias veces el librito titulado "Espíritu de Santa Micaela del Santísimo Sacramento". Esta mujer vivió en un siglo eucarístico. La devoción en torno al sagrario fue algo que durante más de cien años removió todas las conciencias.
En nuestro Centro de estudios un estudiante mayor "contagió" a todos sus enfermos del "virus de vida eterna"; del amor al Sacramento.
Desde entonces, varias decenas de personas ardemos; pero hemos de arrimarnos a nuestros hermanos para también incendiarlos en este amor. ¿Que la "leña" se encuentra todavía verde y llena de la humedad materialista del siglo? Pues a permanecer más horas junto a El. Nos dará nuestro Jesús sacramentado tal fuego que El podría derretir los témpanos de hielo.
265. - ¡COMIENZA YA!
¿Has comenzado, hermano? El fervor empieza en la Comunión, continúa en el Sagrario, se consuma en la unión con Dios ahora en la tierra, y por siempre en el cielo.
Siempre te ha de cautivar la espiritualidad eucarística. Seguro que conocerás alguna iglesia que permanece abierta la mayor parte del día: acude a ella.
Ayer viajaba por tierras de Cantabria. En un lugar populoso encontré el templo abierto en las primeras horas de la tarde; en él un Sagrario. Un hombre estaba allí presente en adoración. Me arrodillé. Parecía el cielo. No conseguiría describir aquella iglesia, aquel tabernáculo, aquella imagen de María, nuestra Madre.
Pero Jesús está igual aquí que en le pueblecito más pequeño donde sólo se abre la ermita una hora a la semana.
¡Comenzar cuanto antes nuestro fervor eucarístico! Jesús no ha desaparecido de nuestra tierra. El está encerrado en todos los sagrarios del mundo. Practicar la devoción como Micaela del Santísimo Sacramento; ella nos guió en nuestro camino sacramental. Ella buscaba siempre la unión con Dios metiéndose en el mismo tabernáculo. Decía que las penas, las cruces, los trabajos, le forzaban a arrimarse al Huésped divino, y salía de allí con fuerza. Lo mismo hacía el Padre Nieto: todos los problemas los solucionaba con una visita ardiente a Jesús.
A veces nos parece demasiado simple eso de encontrar remedio con un cuarto de hora de oración a los pies del Maestro. Mi experiencia es que cuanto mejor me hallo en esta piedad sólida, tanto mayor alegría experimento y más puedo influir en el Reino. Los problemas se reducen porque: UNA SOLA COSA ES NECESARIA.
266. - ASCENSIÓN
Era el día de la Ascensión del año pasado. Llegaba yo a un pueblecito de montaña, mientras sonaban las campanas invitando a la Eucaristía de la fiesta. Aunque ya había acudido a Misa, no me resistí a entrar. ¿Quién pierde esta oportunidad de visitar a Jesús en una aldea? Un hombre mayor que allí se encontraba me habló de esta manera:
- Nadie las tocaba; y eso que tenemos campanas movidas por electricidad. Le pedí la llave al cura. Y ahora, todos los domingos anuncio al pueblo que la Misa va a comenzar.
Yo interrumpí mi paseo por la sierra y me quedé junto al sagrario y después con el pueblo alrededor de una hora. A ratos sonreía mi alma por el amor de Jesús al permanecer en tan linda iglesita rural; a ratos sollozaba con cierta amargura por el olvido e ingratitud de los hombres que no muestran aprecio por tanto amor de Dios. Recordaba entonces al obispo del Sagrario Abandonado, Don Manuel González, y ésta era mi ilusión:
- Hablad; hablad, sacerdotes del amor de Jesucristo que se quedó para siempre entre nosotros. Abrid las puertas de las iglesias, o dad, al menos, una llave a cada vecino en los pueblos, como al buen señor que tañe las campanas el domingo. Invitadles a orar; a pensar en El; a adorarle; a pasar ratos con el Amor de los Amores. ¿No veis que Jesús nos quiere mucho y está ahí para ser nuestra ayuda y nuestro solaz?
Y después vino la Misa. Todo el pueblo se arrodilló; y se abrió el sagrario; y el sacerdote recordaba que Jesús subió al Cielo, pero se ha quedado entre nosotros para ser nuestra salvación. Más tarde subí al monte cercano. La belleza del paisaje y el brillo del sol rimaban con la fiesta. Jesús subió al Paraíso tal día como hoy. Pero aquí lo tenemos para siempre con nosotros.
267. - DIGAN LOS OBISPOS CON GRAN FUERZA: "ABRID LAS IGLESIAS"
Si un obispo exhorta al pueblo al fervor eucarístico, pronto se notará en la diócesis: irán abriéndose poco a poco las puertas de cerradas de las iglesias; muchos sacerdotes responderán de forma positiva. Es hora de ofrecer de nuevo los templos a la adoración eucarística. ¡Organizad turnos de vela, veréis cómo cundirá el ejemplo! Leed una vez más la biografía Don Manuel González, el arcipreste de Huelva, el Obispo del Sagrario Abandonado.
Los ojos de los fieles se clavarán de nuevo en el Altar. Y mirarán con fe y amor la Hostia Santa en el momento de la elevación; y pronunciarán también las palabras que nos enseñaron de niños a cuantos hoy hemos llegado a la madurez: "Señor mío, y Dios mío".
El fervor eucarístico; la fe en la presencia real de Jesucristo es abono divino para ubérrimas cosechas de apostolado. En nuestras misas se unen y estrechan las manos en símbolo de paz y caridad verdaderos, y luego se nutren las almas con el manjar divino, pero es necesario antes el "contagio" de fe, de fervor, de entusiasmo, porque es el mismo Jesús de Belén, el que subió a la Cruz y el que resucitó y está sentado a la derecha del Padre. Y creo que no me equivoco mucho si digo: ¡Qué pocos cristianos que hoy son conscientes de todo esto cuando comulgan! Al obispo y al sacerdote esta idea ha de quemarle el corazón en santo celo.
Despegad a los fieles que asisten a Misa de la rutina dominguera; hablad mucho de las disposiciones para comulgar; pasad antes horas enteras vosotros mismos ante el Sagrario; vivid en este fervor eucarístico. Por encima de reuniones y organigramas está nuestra vida de intimidad con el Sacramento.
Envolveos, obispos y sacerdotes, en el manto sagrado de este fervor. Que los fieles necesitamos de vuestro ejemplo, como el del cura de Ars, el Padre Nieto o Don Manuel González, el obispo del Sagrario Abandonado. Así será del todo eficiente la evangelización en el tercer milenio.
268. - SANTANDER: UN DIAPORAMA PASCUAL
Algo he contemplado en la ciudad de Santander que ha calado profundamente en mi alma; ¡y no es el mar!
En días de reposo me acercaba a la Catedral cántabra para visitar su cripta románica, y en ella a Jesús sacramentado. En la penumbra del templo, junto a un sagrario iluminado y bello, dos mujeres - Marías de los sagrarios - oraban en silencio al Maestro Divino.
Pasó con rapidez la media hora que permanecí allí en adoración. ¡Qué rápido corre el tiempo cuando estamos en el Tabor! Y vino después otro premio generoso en los mismos bajos del templo catedralicio: el Diaporama pascual.
¿Qué es esto? Algo único en el mundo: una especie de "Belén" de la pasión, resurrección y ascensión del Señor; una obra de arte en pequeña escultura, luz, palabra y sonido: un cuarto de hora de cielo en la tierra.
Recomiendo visitarlo, no sin antes haber entrado en la cripta para adorar al mismo Jesús en carne y sangre. Entonces, caldeada tu alma por el fervor eucarístico, llorarás con Cristo doloroso, al contemplar en cada uno de los misterios de la pasión, en aquel ambiente sereno y celestial. Recogerás tu espíritu hasta identificarte con Jesús en la Ultima Cena; gozarás con Cristo resucitado; y querrás subir con El al Paraíso en la mañana de la Ascensión.
Varios millares de visitantes desfilan por este lugar de idilio espiritual. Da la Impresión de que nos encontramos en los mismos días en que Don Manuel González, el Obispo del Sagrario Abandonado, llegaba a Santander a celebrar con gozo que las "Marías y los Juanes" cántabros, habían llegado a la fabulosa cantidad de treinta mil adoradores eucarísticos.
Señor, que sirva esta preciosa iniciativa del diaporama pascual para avivar el fervor eucarístico que estaba decayendo en los últimos años.
269.- UNA SOLA IDEA
Me abruma la multitud de ideas. Pasamos a través de ellas como mariposa de flor en flor. Apenas logramos descansar un minuto en cada una para poder contemplar su esencia y elevar el alma hacia las alturas sublimes del Amor. Pero hoy no va a ser así, hermano. Nos quedaremos tú y yo anclados en una sola, en una que gustaremos en la presencia de Jesús sacramentado:
"Me amó y se entregó por mí". Y aquí está, encerrado porque nos quiere. Me aguarda sin moverse, y yo le repito una y otra vez lo mismo: Me amas y me dejo amar... Siento tu santidad en mi corazón... Me encuentro en un pozo de amor, y gusto de tu dulce amistad.
Aprecio tu entrega total: hasta hacerte carne de mi carne; hasta hacerme yo mismo sustancia divina. Nadie podrá separarme de ti; nadie podrá separarte de mí. ¡Porque te has entregado por amor!
Y el repetirlo no me cansa. Al revés, llena de consuelo mi alma. Y te pido hoy ser hombre de una frase; una sola; que durante el día vaya zumbando con delicia en mi interior, como la abeja cuando va posarse en la flor; después nada; estar junto a ti, que me amas y te entregaste por mí.
Así fueron muchos santos; vivieron semanas y años rumiando una sola idea espiritual, fortaleza de su alma, fervor de su corazón, caridad y entrega total a Dios y a sus hermanos. Una idea dominadora que nos fuerce a corresponder con agradecimiento; a hacer lo mismo que tú que "me amaste y te entregaste por mí."
270.- CAMBIA MI CORAZÓN
¿Cuándo, Señor, cambiarás mi corazón? Mil veces te lo he prometido, y otras mil me he separado de ti. No sé qué tenían los santos que apenas oscilaba su corazón cuando se trataba de amarte.
¡Señor, vivir anegado en ti, enfrascado en tu amor, sólo en tu amor eucarístico! Los eventos del mundo serán el cañamazo de mi existencia; no me separo de él; pero la urdimbre de todo eres Tú, Señor Jesús sacramentado. Mi gozo está contigo; y mi trabajo ilusionado, en tu Reino, en las personas que me diste como hermanos y a quienes amo en ti, contigo y para ti, pues para eso nos creaste.
¿De dónde sacar fuerza para este ideal sublime de amor? Tú, Señor, eres nuestra fortaleza, Tú el manantial de donde brotan las buenas obras.
Juntar en tu amor la ciencia y la experiencia; la ciencia que es sabiduría; que es gusto de lo divino, placer en lo trascendente, sabor eucarístico. La experiencia que es salir de mí; entregarme a la acción de caridad y servicio, al desvelo continuo por que tu Reino siga en auge.
Jesús oculto en el Sagrario, amigo incondicional, centra mi corazón y el de tantos que te queremos, pero no acertarnos nunca a transformarnos en ti. Por eso nuestro mundo se aleja de las fuentes de la vida.
El sol calienta en verano y deshace la cera más dura. Tú eres, Jesús, estío caluroso de amor: cambia nuestro corazón; derrítelo y será cera blanda en tus manos; y nuestro corazón será semejante al tuyo.
271.- ADORACION NOCTURNA
En medio de la enorme indiferencia religiosa que hiere nuestras almas, ha brotado una nueva flor de amor eucarístico, oasis en el desierto. Llegó a mis manos, y no recuerdo cómo, una hoja bellamente impresa en amarillo, negro y blanco; lleva como título "Adoración nocturna".
Emociona su contenido desde la primera a la última línea. Me limito a transcribirlo:
"Esta hoja la ha escrito un seglar como tú; con familia; inmerso en la sociedad actual; que gusta de visitar y adorar a Jesús sacramentado, porque lo ama mucho. Es adorador nocturno.
¿Qué es la adoración nocturna? Un grupo de seglares cristianos que aman a Jesús sacramentado y que sienten la necesidad del silencio y oración. Nos ayuda a vivir cristianamente; porque la noche con su sosiego es ideal para escuchar la palabra de Dios; para la reflexión, la oración y la comunicación. Nos da formación cristiana; fortaleza para afrontar nuestros problemas. Aumenta nuestra fe, esperanza, amor a Dios y al prójimo.
¿Cómo lo hacemos? Adoramos a Cristo en la Eucaristía; nos encontramos una vez al mes un grupo de amigos y hermanos en la fe. Comenzamos con un coloquio para la formación y celebramos después la Eucaristía. Prolongamos la oración ante el Santísimo Sacramento durante un rato. Muchos adoradores participan en otros grupos parroquiales y eclesiales.
Nuestra oración y adoración es en la paz de la noche. Forman parte de esta asociación grupos de jóvenes (chicos y chicas), adultos y de tercera edad."
Amigo del "Ameno Huerto", hoy me he limitado a copiar. ¡Merecía la pena! ¿Puedes engrosar el número de los adoradores nocturnos?
272.- A LO LARGO DE LA VIDA
Niñez encantadora, cuando nos acercamos al altar, acompañados de nuestros padres. Antes de recibir a Jesús por vez primera, sabemos ya enunciar el misterio: en la diminuta forma consagrada, no queda rastro de pan; allí está Jesús, Dios y hombre verdadero, a quien recibimos en nuestro interior.
Llena, amigo, tu alma de gratitud. Traspasaste el umbral de la niñez a la adolescencia, de la mano de este Jesús bajo forma de pan. Escondiste tus lágrimas de arrepentimiento en el pecho del Señor, refugio de pecadores. ¡Dulzura de este abrazo en la comunión después de sentirte perdonado!
Y ha llegado tu madurez, porque todo llega. Cuando de rodillas a los pies del Maestro le miras a los ojos, ensimismado ante el Sagrario, allí depositas tus esperanzas de futuro, la serenidad del presente, la descarga afectiva de los momentos en que la pasión perturba tu espíritu.
Diga el hombre que acaba de comulgar con gran fe y entrega, si algo en el mundo puede causarle miedo o tristeza o falta de paz. ¿Por qué colgar de los árboles la cítara de la alegría como los judíos en el destierro?
Y no temas a la vejez: ancianidad junto a Jesús no es tristeza. Es todo lo contrario, porque se acerca el momento venturoso de la fusión plena con el Amor. A lo largo de tu existencia ha sido real tu identificación con Cristo Eucaristía, aunque velada por la blancura de las especies. Ahora pronto lo veremos cara a cara. ¡Bendito Sacramento, viático continuo en los pasos de la vida!
273. – MINERVA
Me viene con frecuencia a la memoria una procesión que presenciaba los terceros domingos de mes en los días de mi infancia y juventud, después del Rosario y función eucarística de mi Parroquia. El Santísimo Sacramento, bajo palio, recorría las naves de la iglesia; mientras tanto los fieles cantaban melodías al Amor de los Amores. Todo era muy digno, y la vez sencillo: como un Corpus Christi en pequeño.
Han pasado muchos años y sigo recordando aquello como fuente de devoción. Algunas veces mi oración es un poco imaginativa: repito desde el fondo del alma los himnos eucarísticos de aquellas tardes de minerva de los años cincuenta: "Adorad al Augusto Sacramento; y en además de pleitesía, cantad: ¡Gloria a la Eucaristía, la obra maestra del Señor! ¡Gloria, triunfo y honor a Cristo Rey! Por el Amor de los Amores, jurad ser siempre adoradores del Sacramento del Amor!"
¡Qué bueno para nuestra vida interior rememorar canciones, frases, experiencias de infancia y juventud. Dios se sirve de ello para aumentar el fervor y dinamizar nuestra fe.
En aquellos tiempos, decenas de niños entrábamos en las iglesias con devoción infantil para visitar a Jesús, prisionero de amor en el Sagrario. Centenares de personas mayores nos animaban con su ejemplo. Los diez o quince bancos que se hallaban junto al Tabernáculo, se llenaban al atardecer de personas de toda edad que practicábamos esta adoración.
Minerva, Tarsicios, Cruzada Eucarística, Luises, Marías de los Sagrarios, Juanes, Congregaciones marianas... Es algo lejano ya en nuestra memoria, algo que añoramos y ¡Dios quiera que volvamos a ver! Contribuye hoy para aumentar nuestra amistad con Jesús. Y debe ayudarnos a todos a fomentar este amor al Sacramento.
¿Con qué se han sustituido estas prácticas para las generaciones que nos han seguido? ¿Cómo están nuestras iglesias después y antes de las funciones de culto? ¿Dónde, la consecuencia de fe de los sacerdotes y enamorados de Cristo? ¿Qué propósitos practicamos el día de la confesión o del retiro mensual? ¿Hablan como enamorados de la Eucaristía nuestros obispos? ¡Cuántas preguntas! Y en manos de todos está el procurar respuestas positivas. Todos podemos. No sólo quienes gobiernan la Iglesia.
274. - EN EL RINCÓN DE LA IGLESIA
Imagina: Un niño en el altar recibe el beso del sacerdote antes de la comunión. Después, desciende y camina por el templo y entrega el ósculo de caridad a cada uno de los fieles. Así era la liturgia mozárabe, llena de unción y dramatismo.
Yo he visto en nuestros templos cristianos personas recelosas, como el publicano del Evangelio, con temor a unirse a la asamblea litúrgica, que ha podido llegar a ser rutina dominguera obligatoria. ¡Me acercaré al altar de Dios! Subiré, sí, con temblor desde el último banco. Me olvidaré de todo recelo. Por mi parte no quiero que exista la rutina, ni el fariseísmo hipócrita; la Misa ha de ser gozosa, porque el sacrificio incruento del cuerpo y la sangre de Jesús es gozo del Resucitado, humildad del publicano, decisión del apóstol, eterna juventud. ¡Cese ya el temor humano y reine la confianza inspirada por Aquel que se entregó por nosotros! Los desprecios y la envidia no pueden anidar en corazones que participan en la mesa del Banquete Sacrificial. Ser conscientes. Atender. Recibir el ósculo de paz, hoy simbolizado por un apretón de manos. ¡Que sea de verdad la disposición íntima: en cualquier momento acudir en ayuda del necesitado!
Lejos de nosotros el escándalo de distribuir la vida en momentos de culto por un lado, y gran temporada de indiferencia, por otro. Crear entre todos una verdadera fraternidad, porque todos hemos recibido el ósculo de paz antes de la comunión, y después, al mismo Cristo, vínculo de unión entre los hermanos.
275. - SILENCIO DE LOS SANTOS, SILENCIO DEL SAGRARIO
Poco ruido han metido en el mundo la mayoría de los santos, a quienes hoy veneramos. Ellos aprendieron de Jesús - Eucaristía una lección que muchos no comprenden: que el ruido no hace bien, ni el bien hace ruido.
Vivieron en el cumplimiento del deber sin desear alturas de prestigio ni puestos de relumbrón. Los santos asimilaron la lección que nos da Jesús desde el
Sagrario: calma, paz, serenidad de espíritu, los traten bien o se comporten mal con ellos; vivan en casa confortable o en una choza de miseria; los inviten y cuenten con ellos, o los marginen; los alaben o maldigan; los aprecien como próximos a Dios o los desechen como mueble viejo.
Así está Jesús en el Sagrada Eucaristía. Así vamos a vivir nosotros nuestra existencia cristiana. ¡Doble estímulo el de hoy! Los santos que nos precedieron en su entrega, y el Santo de los santos que permanecerá entre nosotros hasta la consumación de los siglos. Que brote de tus labios hoy un súplica llena de esperanza: "Habitar en la casa del Señor todos los días de mi vida". Permanecer siempre con la mirada puesta en las alturas, porque nuestra morada no está en el suelo, sino en el Cielo. Pero con los pies bien fijos en la tierra; que no podemos apartarnos de la realidad que nos rodea.
276. - EL FRIO QUE SE METE
Ayer entraba en casa calado hasta los huesos. El agua de noviembre había agarrotado mis articulaciones, y apenas me quedaban fuerzas para caminar. Al fin, en el hogar caliente de las veladas largas del otoño. Me arrebujé en la estancia de mi intimidad y pensé por asociación de ideas en el frío que se nos va metiendo en el alma si nos alejamos de Dios en un otoño prolongado de tibieza y frialdad.
Recuerda: una vez sentiste dentro de ti como una voz; estabas junto al Sagrario en tus años más fervientes. Notabas como un tirón que te atraía sin violencia hacia esa casita pequeña, donde habita la plenitud de la Divinidad. Y escuchabas algo íntimo, como una fuerza sin palabras; como una atracción de amor. Dudabas si era la voz de tu conciencia o la inspiración del propio Jesús que día y noche vela por ti, oculto en el Sacramento.
Decía así aquel susurro interior: "Pasa el tiempo veloz; el frío ha ido penetrando en tu alma; ya no disfrutas como antaño en el fervor de las visitas. Las comuniones, aunque consciente y con corazón humilde han caído en cierta rutina y perdido intimidad. Te has acostumbrado a este amor".
Es hora de reaccionar. Cuando se acerca el adviento, las almas amantes preparan el albergue caliente al Huésped que ha de venir. Sé tú una de estas almas.
277. - DESPUES DE UNA COMUNIÓN "FRIA"
Aprecio la sinceridad de los santos. Imaginamos en ellos siempre un fervor sensible de tales quilates que nos dejan a los simples cristianos boquiabiertos. ¡Nada de eso! Los santos tuvieron sequedades y distracciones; se sintieron algunas temporadas como incapaces de dominar del todo la rutina. Aunque, eso sí, siempre trataron de superarse.
Este mismo año, el diez de mayo, era beatificada la Madre Maravillas, restauradora de un buen número de carmelos en España. Ella nos lo cuenta así: "Esta mañana, después de comulgar con la frialdad de costumbre, me pareció que el Señor estrechaba mi alma diciéndome que descansara allí, sobre su corazón". Aquel frío se disipó, y se sintió llena de felicidad; una gran paz y dulzura llenaba su alma y su cuerpo. Y prorrumpió después su alma en afectos abrasados hacia el Señor hecho eucaristía por nosotros. De allí sacó fuerzas para fundar nuevos carmelos, para animar a sus compañeras de religión en el amor a Dios y al prójimo.
No hemos de desaninarnos por nuestras crisis de aridez en el trato con el Señor Sacramentado. Humillarnos, sí, delante de El. En cualquier momento, cuando menos lo esperemos, Jesús, después de una comunión o en el transcurso de un visita, dará nuevo impulso a nuestras almas para que sigamos caminando y alentando a otros en el camino hacia Dios. Eso sí; no dejar entrar en nuestra alma la tibieza espiritual por falta de mortificación o el apego a caprichos necios.
278. - DESEAR CON ARDOR AL JESUS DE BELÉN
Deseo en esta Navidad el amor a Jesús hecho Niño, hecho Eucaristía. ¡Vivir siempre en el fervor constante, como los grandes santos enamorados de la Misa y del Sagrario!
Viene a mi memoria la figura de un gran místico de nuestro tiempo: el padre Pío de Petralcina; aquel santo capuchino de quien oíamos en nuestra infancia que Jesús le premiaba con sus sagrados estigmas.
El padre Pío exclamaba en una confidencia a su director: "Cuando me hallo con Cristo Sacramentado, los latidos de mi corazón son muy fuertes; a veces parece que se me quisiera salir del pecho; otras siento a la caída de la tarde todo mi ser de tal manera que no sé cómo describírselo; la cara me abrasa".
Algunas veces también tú has notado los latidos fuerte del corazón, cuando comienzas a escuchar la noticia de algo muy deseado; cuando aparece tu número en la lista de los grandes premios. ¡Así latían los corazones de algunos santos por el amor al Señor!
Vamos a pedirle esta gracia en Navidad. Sentir en alguna ocasión con tal viveza el amor a Jesús que ya no podamos jamás apartarnos de El. Que al ver un Sagrario, un Belén, la Sagrada Hostia en nuestras manos, a punto de ser recibida en el corazón, de tal manera nos atraiga que perdure este recuerdo la jornada íntegra; que desde ese momento, el sacrificio o el amor a nuestro semejantes, el fervor por la extensión del Reino, sean pura consecuencia de nuestro amor apasionado a Aquel que se entregó por nosotros en la primera Navidad.
279. - POR ÚLTIMA VEZ
Por última vez veremos ese diecinueve del comienzo de todos los años de este siglo que agoniza su existencia; llegó 1999. El tiempo corre, pasan los milenios; mi persona encanece y se arruga... sólo Dios es inmutable y eterno. ¡Adorado sea Jesús sacramentado! Así ha comenzado este año, repleto de despedidas, lleno de buenos augurios. Yo quisiera en este período de tiempo ir cambiando, antes de que me acoja el tercer milenio. Que la verdadera sabiduría llegue a nuestras almas; que se consiga saborear el gran misterio del Sacramento Eucarístico, el Amor que nos llama; que nuestro "deporte" preferido sea la genuflexión; nuestra mejor propiedad el amor al Sagrario; nuestro nuevo apellido, "Enamorado".
Que desde ahora, y hasta la eternidad, el amor a Cristo purifique nuestro espíritu, y el alma, blanca como la nieve, refleje esa alegría, presagio de elevación hasta la unión divina. Cristo nunca nos dejará solos, aunque vayamos a traspasar un valle de tinieblas. El es bueno. El está con nosotros. De la mano de la Beata madre Maravillas, recién estrenada en nuestro calendario, demos comienzo con emoción este año nuevo del viejo siglo; hagámoslo con sus mismas palabras, embelesados junto a Jesús en la exposición solemne: "Ayer estaba hermoso en la custodia, reinando sobre todos sus hijos. ¿Por qué no le conocerán y no le amarán todos con locura?"
- Al menos, Señor, nosotros sí. ¡Atráenos a tu corazón; arrastra hacia ti a todo el mundo!
280. - DIOS ESTA AQUÍ
Han pasado muchos años. Viven hoy pocas personas de aquellas que pueden recordar el Congreso Eucarístico mundial que se celebró en España durante el primer tercio del siglo XX. Ha transcurrido, sí, mucho tiempo, pero seguimos disfrutando de la letra y música de aquel himno eucarístico: "Cantemos al amor de los amores; cantemos al Señor; ¡Dios está aquí! Venid adoradores; adoremos a Cristo Redentor..." Cada vez producen en mi alma mayor impresión, cuando me hallo ante la custodia, estas palabras: "Dios está aquí". Tres vocablos arrebatadores; cautivan mi ser entero con el estremecimiento de lo divino. Nuestro Dios, aunque en figura de pan, se encuentra entre nosotros. ¡Disfrutamos del cielo en la tierra!
¡Dios está aquí! Sabedlo quienes os reís de nuestra fe y despreciáis nuestro sentimiento de adoración: el Creador de las estrellas y planetas; el ordenador del universo; el santo de los santos, perfección eterna, habita en nuestras iglesias; es alimento de nuestras almas; ha bajado del cielo, y está aquí, envuelto en blancas especies. Sabedlo, espíritus del mal, que deseáis arrastrar nuestras almas hacia las tinieblas del pecado.
¡Si Cristo está entre nosotros, ningún mal temeremos! La muerte ya no se viste de negro. Mi fe supera las fronteras de la miseria, y comprende a los santos que, muriendo, reían, porque comenzaba su gozo eterno.
Bendita sea la hora en que los labios de Jesús pronunciaron las palabras más hermosas, después de la primera Misa de la Historia: "Haced estos en memoria mía". Desde entonces El está con nosotros hasta la consumación de los siglos. Es preciso ahora vivir entusiasmados con su presencia y cercanía.
281. - ¿HABLA JESUS DESDE EL SAGRARIO?
Tal vez no llegabas a entender a quienes decían: "Vete al Sagrario; Jesús tiene algo que decirte; escúchale". Los santos han pasado largas horas delante del Sacramento del Amor escuchando la voz de Cristo. Pero en realidad, ¿habla El o no habla? ¿Tiene Jesús algo que decir?
¡Un lío! Porque tú nada oías. Pero Jesús habla desde el Sagrario; mas quien vaya allí y espere voces humanas, sonidos articulados, visiones específicas, puede volver con gran decepción. El Señor nos dice desde el Tabernáculo lo mismo que pronunció en el Evangelio, porque son palabras de vida eterna. Es verdad que entonces las dirigió a otras personas, mas para que las escuchemos todos hasta el fin de los siglos: "Simón, tengo algo que decirte". (Lc. 7,40)
Todo el Evangelio está hablado para cada uno de nosotros, para que lo escuchemos en la soledad de nuestra oración; y, mejor aún, en la compañía del mismo Cristo, hecho prisionero de amor en el Sagrario, hecho alimento y huésped en la Comunión.
Algunas veces, también mientras nos hallamos en adoración a Jesús Eucaristía, nos parece escuchar como una voz interior, una idea repetida con insistencia, con paz y consuelo; una especie de invitación a seguirle de cerca: "¡Tú ven y sígueme!". Cuando esas ideas, esos deseos nos llaman a la entrega, a la generosidad, al servicio de nuestros hermanos, a mí no me cabe la menor duda: es Jesús el que habla, acaricia y alienta, guía nuestra vida por senderos de mayor perfección y santidad.
Millones de personas deben su conversión a estos ratos de intimidad con Jesús sacramentado, que les ha dicho con voz interna y persuasiva: "Tú ven y sígueme".
282.-GOZO Y PENA DEL ADORADOR EUCARÍSTICO
No es un contrasentido: sí; gozo y pena. Para entenderlo recurriremos al testimonio de personas santas, enamoradas de Dios en su encierro eucarístico. La beata Madre Maravillas nos guía en esta selva exuberante de vegetación mística.
- Empecé la oración de la tarde - nos dice -. Fue una oscura,
pero grande seguridad de la presencia del Señor en el Sagrario. Sentí entonces su Majestad y grandeza en el acto de adoración, percibí a la vez su completa pobreza. Todo lo que el Señor poseía en mí había de ser completamente suyo.
¡Gozo y pena en un mismo sentimiento! No es absurdo. Al ver al Señor tan grande, al contemplarlo como nuestro; al fundirnos con su divinidad en la comunión, ¿cómo no inflamarnos alma y corazón en gozo inexplicable? ¿Podrá haber nadie más feliz que yo, Señor, al recibirte, al saludarte, al decirte de tú a tú, que te amo y eres mi dueño y mi todo? Mi ser entero se ensancha y dilata.
- Después - nos afirma la beata - reemplazó poco a poco al gozo un sufrimiento que llegó a hacerse muy intenso, aunque lleno de paz. Sentía al Señor muy escondido, encerrado en el misterio eucarístico. Y jamás lo podré encontrar de otro modo en esta vida. Yo deseaba a El; no precisamente sus dones. ¡Qué dolor! Amigo del "Ameno Huerto". ¡Quédate junto a la custodia así: con este doble sentimiento de gozo y pena; verás renovadas tus fuerzas para entregarte al servicio de tus hermanos.
283. - CENTRADOS EN EL MISTERIO
Envidio a quienes saben decir ideas sutiles y llenas de amor en torno al Gran Sacramento. ¡Quién pudiera inventar himnos como el de Aquino o requiebros amorosos a Jesús como San Buenaventura o Agustín, el "Aguila de Hipona". Deseo al menos ser concha que remansa aguas limpias y la derrama con suavidad sobre personas sedientas de amor a Dios. Ojalá después, entre todos, formemos el océano inmenso de fervor eucarístico.
¡Eucaristía y comunión! Centrados en el misterio. Y, desde allí, unirnos a nuestros hermanos para quererlos, ayudarles, estar con ellos. "Desaparezcan los odios y rivalidades, y en medio de nosotros esté Cristo - Dios". Es indigno de quien convirtió su alma en casa de Betania, abrir las ventanas para las rencillas, intrigas y críticas estériles; ruido mortífero del servidor del Señor. En la estancia en que ha entrado el sol, no pueden habitar sabandijas de ingratitud y enemistad.
Ser concha, sí, que retiene la caridad eucarística y rezuma por doquier las intenciones de la simple oración franciscana:
"Donde haya odio, ponga yo amor, donde haya tristeza, ponga yo alegría; donde haya discordia, ponga yo el perdón".
Vamos a sembrar devoción a la Eucaristía por todos los medios; ojalá puedas simpatizar con estos sentimientos. Céntrate en el misterio. Que de la Sagrada Mesa han nacido ansias de santidad, de entrega al prójimo; y ha brotado la verdadera alegría de la vida, fundada en la inmortalidad dichosa.
284. - ASÍ TE SIENTO, ASÍ TE ANSÍO...
Llego a un pueblecito pequeño. Un niño me ve pasar. Camino con botas grandes, sudor en la frente, bastón de cayado para apoyar mi paso, después de la excursión por la montaña. El chaval se asusta. Corre a su casa y se arroja en los brazos de su madre, que observa desde el umbral de la puerta. Y me viene a la mente, envuelto en la paz rural, este pensamiento: ¡Bella imagen del sagrario para el alma del cristiano ferviente! Seguridad ante el peligro; refugio en los brazos más tiernos; casa materna donde desaparecen preocupaciones, zozobras y disgustos.
La naturaleza entera me ofrece siempre el símil perfecto de la Eucaristía: el pájaro acurrucado en el nido; la abeja laboriosa unida a su colmena; el manantial de agua clara y remansada... Así ha de estar mi alma junto al sacramento: limpia, sosegada, unida, recogida. Señor, tú eres nuestro refugio perfecto en la el trayecto arduo de la existencia: "¿Quién me hará temblar?" Tú eres, Jesús, el punto de partida en nuestras empresas y
proyectos, y la meta adonde convergen ideales y tareas de apóstol. ¡Señor, siempre estás con nosotros! Tú eres el norte de nuestra brújula; el motor que pone en movimiento nuestros planes de pastor. Si en el caminar diario nos encontramos con hambre, en ti reparamos nuestras fuerzas. Y "como ciervo sediento tras las corrientes de agua, así suspira mi alma por ti, Señor".
Tú eres para nosotros como el agua para el pez; rayo de luz en la tormenta; césped fresco para el rebaño.
Así te siento; así te ansío, así, Señor, quiero estar contigo ahora y en la vida eterna.
285. - PASCUA 1999
Sólo un Dios resucitado puede quedarse por siempre con nosotros. Aquí estás, Señor, en la Misa de mi parroquia, en las custodias de Arfe, en los sagrarios recónditos de los conventos de clausura. Y estás resucitado, glorioso, aunque bajo las especies de pan y vino. ¡Sólo Jesús resucitado puede hacerlo!
Hoy mi Pascua rezuma eucaristía. En víspera de su pasión, Cristo decidió quedarse para siempre con nosotros; y pudo hacerlo porque era Dios, porque al tercer día había de resucitar de entre los muertos. Mi alegría sana hoy se renueva, recibe un empujón mi esperanza; mi ser entero se aquilata en el amor, porque la virtud del Resucitado ha llenado mi alma y mi cuerpo de santidad y de gracia. El temor a la muerte se ha trocado en seguridad de eterna resurrección. ¡Bendito seas, Señor, que cumpliste tu promesa!
Sufro, sí, porque gente impía niega nuestro gran misterio pascual y rezo, y dialogo, y pido por ellos la gracia de tu luz. Esa es la espina, Señor, que queda en mi corazón: los hermanos que no han llegado a formar parte del único rebaño... Los que no creen en la Eucaristía, o niegan tu resurrección. Señor, desde todos los sagrarios del mundo, desde todas las misas de la tierra... ¡salva a estos hombres que te ignoran o reniegan de ti. Dales el gozo y la esperanza de la Pascua florida.
286. - LA MISA, SUBLIME MISTERIO
Un amigo me decía: "¡Si nos diéramos cuenta de lo que es la Misa... cómo cambiaría nuestra vida! No seré negativo ni arremeteré contra sacerdotes tibios que dicen su Eucaristía como de rutina continuada. No lanzaré denuestos contra seglares domingueros que jamás faltarán a su obligación, pero se aburren ante la presencia del Señor como los soldados que jugaban a los dados al pie de la cruz.
Prefiero recordar al Padre Pío, aquel fraile italiano que vivió en la primera mitad del siglo XX. El mismo decía: "La Misa es Cristo en la cruz, sobre el calvario, con María con los ángeles en adoración. ¡Lloremos de amor!" Y el Padre Pío lloraba cada vez que celebraba el santo Sacrificio. Y solía decir: "Durante la Misa no estoy de pie, sino suspendido en la cruz..." "La Misa es una sagrada mezcla entre Jesús y yo; porque sobre el altar son dos las víctimas que se inmolan: El y yo."
Alguien que vio celebrar la Eucaristía al Padre Pió lo explica con palabras entrecortadas por la emoción: - He descubierto en el Fraile Capuchino mientras celebraba el Sacrificio del Altar, abismos de amor y de luz. Toda su vida gravitaba alrededor de la Misa. Cuando decía: "Esto es mi cuerpo, este es el cáliz de mi sangre", su rostro se transfiguraba. Pasaban por su semblante momentos llenos de gozo, a los que seguían el temor, la tristeza o el dolor. Se podía leer en su expresión el misterioso diálogo. Ahora protesta; ahora mueve la cabeza para decir que no; ahora espera una respuesta. El tiempo parece detenerse. De repente, unas lágrimas surcan por sus mejillas; la espalda, sacudida por los sollozos, parece ceder bajo un peso oprimente. En la Misa el Padre Pío vive la tragedia de la cruz. ¡Dadnos, Señor, un poco del fervor de este santo!
287. - PRIMERA COMUNION
Recuerda, amigo, el día en que por vez primera te acercabas a comulgar; recuerda todas las comuniones envueltas en gran fervor. Si eres catequista, si tienes hijos o nietos que se disponen para el primer encuentro con Jesús, prepara con mimo cuanto hayas de sugerir a esos corazones tiernos.
Un amigo sacerdote me decía: "Han pasado muchos años desde que aquellos niños se acercaban a la Eucaristía por primera vez. Hoy son mayores y acuden a la parroquia para disponer su boda. Casi todos recuerdan el día feliz, la larga preparación y la cinta sonora que guarda la voz propia y la de todos los compañeros con las impresiones de aquel momento feliz".
- En períodos de crisis o turbación, de tibieza incipiente o decaimiento en la fe, aquellas voces de nuestro despertar a la ilusión eucarística me devuelven el amor a Jesús sacramentado, ahora ya con entera madurez; aseguraba un joven.
- Y junto al recuerdo de la primera Comunión, decía otro, surge más viva la devoción a la Virgen. Tengo aún presente en mi memoria la visita que todos los neocomulgantes hacíamos al santuario de Nuestra Señora. Era el día de la Ascensión, en mayo. Como racimo de inocencia nos arrodillábamos junto a la Madre, y le ofrecíamos nuestras vidas incipientes. "Oh Señora mía, oh Madre mía; yo me ofrezco del todo a vos..." Estoy seguro de que tú también recuerdas con unción este acontecimiento de tu fe. Aprovéchalo para aumentar el fervor.
288. - UNA Y MIL VECES, SIEMPRE CON EL
Un día de la vida, ¡único!, cuando el niño por primera vez se acerca al Gran Sacramento, lleno de candor acude antes al Sagrario en demanda de fuerza para ser obediente y generoso.
¡Regalo de Dios al hombre, obsequio inmenso concedido ya desde la infancia! Junto al alimento material, el pan espiritual que con gran fe y amor lo toma uno; lo comen mil y nunca se agota este manantial de vida eterna. Desde niño te has acercado casi todos los días a recibir el manjar divino. ¡Debería trocarse tu existencia en armonía de agradecimiento! Debieras como los santos emplear la mañana en la acción de gracias, y la tarde en preparación para la comunión de la siguiente jornada.
"¡Quédate con nosotros tus hijos, oh divino Jesús; te pedimos lo mismo que un día los dos de Emaús!" Sea ésta tu jaculatoria mañanera. Y la vespertina: "¡Ven, ven Señor, no tardes!"
De comunión en comunión sería bueno que no se rompiera el hilo íntimo de gratitud, de gozo y esperanza, porque viene de la fuente más clara, de las aguas más limpias, del mismo Creador. Que nunca se arrugue tu alma con la negrura de la tristeza; que si estás siempre con El, ningún mal temerás.
289. - CORPUS 99
Cada año, un jueves de primavera rasga, con temblores de luz y fronda, las tinieblas del invierno ya caduco. Flores abiertas, gozo en medio de los rigores cuaresmales. ¡Jueves Santo! Pero nuestra madre la iglesia nos ofrece otra jornada aún más bella, otro jueves más brillante que el sol mal aparcado en domingo por la tibieza de los hombres.
Llega el Corpus. Hoy reverbera el sol en la custodia. ¡Que nadie eclipse el fervor eucarístico con colectas tangenciales dignas de fechas posteriores! Bien merece el Señor Jesús una fiesta sólo para El; con el recuerdo de nuestro agradecimiento; con la adoración de nuestro ser entero; con la efusión total de nuestro amor en plena correspondencia a su entrega por nosotros.
¡Fuegos de artificio!: apoteosis de auto sacramental; alfombras de flores; melodías y rezos corales para un Dios que, rompiendo la estrechez del Sagrario, recorre nuestras calles de pueblos y ciudades.
Es hora de volver el Corpus a su primitivo fervor: sin adherencias parásitas. Sólo para El oro y el incienso junto a la mirra de nuestro sacrificio.
Los autos sacramentales de siglos pasados debieran transformarse en fuego del corazón, en amor, sí, a los hermanos, pero que brote del brillo divino de la Custodia, y no de mera consideración altruista. ¡Cuerpo de Cristo, sálvanos!
290. - AMOR CONSCIENTE
Con amor se adornan los enamorados, con un amor consciente y obsesivo, porqué descubrir un alma pareja con la propia, dentro de la paz, perturba dulcemente un tanto al exceso.
Con este amor punzante, dichoso, ardiente, descubrimos la entrega a Jesús hecho Eucaristía por nosotros. Hay que cuidarlo con mimo; ¡que no decaiga ! Que vaya transformándose en amistad amorosa, como el cariño de los esposos que se prometieron fidelidad perpetua. El amor más fuerte presidió como ornato fundamental la institución del Divino Sacramento. Y el amor debiera presidir todas las mañanas en la comunión, y en las tardes en la visita a Jesús, los momentos de unión e intimidad con El. No se cansan los buenos esposos de quererse, y luchan contra la rutina familiar, recordando a menudo los inicios de su dulce aventura. Tampoco decaerá el fervor eucarístico del alma enamorada, si quiere a Cristo Sacramentado de una forma consciente, y recuerda con frecuencia su primera entrega. Reflexión continua dentro de la amistad consciente: se engaña la razón cuando pretende captar una situación de pan que ya no existe. No se engaña el corazón, alentado por la fe, cuando se arrodilla ante la blancura de la Hostia Santa, y sigue mirando en ella al mismo Jesús que un día le robó el corazón. Huye, amigo, de la rutina. Que tu amor sea entrañable y reflexivo, memoria y acto continuado de la primera entrega.
291. - ALMAS ENAMORADAS
Por fortuna en todos los tiempos han existido - ¡Hoy también! - almas enamoradas de Jesús en el Sacramento; almas santas que habían hecho del altar el nido de sus amores.
Todavía suena en mis oídos la voz joven de una anciana superiora de clarisas que decía: "En esta casa no ha entrado la televisión; las religiosas pasamos nuestros ratos libres junto al Sagrario; las mayores que no pueden trabajar, permanecen allí horas y horas".
Con frecuencia recordamos a decenas de adoradores, ayer pobres mortales como nosotros, hoy en las altas cimas del cielo. ¡También en nuestros días existen, a pesar de que la mayoría de los templos están cerrados. Me alienta el testimonio de un amigo que, agarrado a la verja de una iglesia adoraba desde allí a Jesús presente en el Sagrario, oculto tras los muros.
Me anima pensar que en la noche de cada día se encuentran en el silencio de los templos adoradores nocturnos... ¡Acudid a los palomares divinos de almas consagradas y veréis el arrullo de quienes están enamorados del Sacramento.
¡Sí! Contraste duro: Sagrarios abandonados... ¡ - y cada día es mayor el número! - junto a cárceles llenas... ¡y cada día más llenas! En otra ocasión lo recordaba, y ahora lo repito con dolor (1), pero con gozo dedicaremos los minutos más valiosos de la jornada a l compañía del Divino Abandonado, porque más vale encender una vela que protestar contra la oscuridad.
(1) "Iglesias cerradas, cárceles abiertas". nº 233.
292. - HACIA LA SEGUNDA CONVERSION
Amigo, tal vez lamentas la tibieza en que has caído a lo largo de los años de tu madurez. Conservas la fe, aunque algo mortecina, mantienes la esperanza, porque es vital para ti; la caridad ha menguado mucho porque apenas formulas estos actos de amor ardiente de los años de tu conversión. La rutina es carcoma perniciosa de la verdadera piedad; a través de ella, poco a poco, se va cayendo en la tibieza. ¡Aléjala de tu vida!
Tal vez el comienzo de tu conversión se logró junto a la puerta del Sagrario. Casi todos recordamos con añoranza diálogos íntimos de los días de nuestra entrega. Junto a la misma fragua eucarística retornará el ardor de una nueva conversión. Basta con hincarnos de rodillas y ponernos a tiro del Arquero Divino.
¡Comenzar con una buena confesión! Y si esto no te sale del alma, invoca antes el auxilio de María; pídele al Padre por medio de ella y de su Hijo. Renacerá, sí, ese fervor de la madurez que nadie ya podrá arrebatar.
Pero es necesario calentarse todos los días junto al Sacramento del Amor. Y unirte a El a cada hora con una jaculatoria, un acto sencillo de amor, un santo deseo: "¡Sagrario bendito donde se esconde la plenitud de nuestro amor; a ti volarán los encendidos afectos de nuestro corazón!"
293. - ACTUALIZAR NUESTRA FE
Cuando leo el Evangelio, un pasaje de él me llena de santa emulación. Envidio a la hemorroísa; ella tocó la orla del vestido de Jesús, y recuperó la salud de su cuerpo. ¡Virtud maravillosa que brotó de la Persona del Verbo! ¡Oh si yo hiciera lo mismo que ella!
Oía a mi catequista de los años infantiles exclamar con gran hondura de piedad sensible: ¡Quién pudiera como Juan, el Discípulo Amado, reclinar su cabeza junto al mismo corazón de Cristo! Hermoso sería. A veces busco fórmulas rituales para prepararme y dar gracias por la recepción del Augusto Sacramento.
Y parece que no acabo de darme cuenta. Al mismo Jesús de entonces lo tenemos ahora entre nosotros. Podemos unirnos a El con mayor intimidad que la hemorroísa; con una confianza semejante a la de Juan, el amigo de Jesús, que reposó su cabeza junto al hombro del Maestro.
Es preciso aumentar la fe. Antes de recibir al Amor de los Amores, o en el momento de entrar en el templo para visitar a Cristo, divino prisionero por amor.
Hablar con Jesús como un hambriento que pide para comer; como el ignorante, ansioso de enterarse; como el hijo confiado que espera la ayuda de su padre.
¡Reza, ama, espera! Y no te falte el ánimo si tarda en llegar la ayuda del Señor. Que aunque El nos pruebe, hará llegar su bendición hasta nosotros.
294. - VUELVE, SI TE ALEJASTE
Retorna el tiempo laboral año tras año, después de más o menos largas vacaciones. Y qué pena da pensar en las otras vacaciones, las del espíritu: el abandono de las fuentes de agua viva. ¡Vacuidad del alma, ausencia continua del amado! Viuda era aquella madre: había de emigrar su hijo único a lugares lejanos a causa del trabajo. Antes, juntos, acudieron a recibir a Jesús. La madre se le acerca: "Dile al Señor que le amas; que no le abandonarás nunca; promételo. El es tu mejor amigo".
Pero la vida es pródiga en infidelidades y el hijo desagradecido abandonó toda práctica de religión y cayó en la incredulidad. Ni siquiera la muerte de la madre hizo regresar al hijo al buen camino por la penitencia.
Pasaron los años. La añoranza del pueblo hace volver al aquel muchacho, ya maduro, al templo de sus despedidas fervorosas. La iglesia y el sagrario de su primera juventud lo hicieron todo: lágrimas de arrepentimiento, confesión general y vuelta a aquella fe que Dios en su misericordia le regaló de nuevo.
Tú, amigo, retorna también al sagrario, si te alejaste. No lo dejes para mañana. Acude de nuevo al templo o capilla donde afirmaste con gran emoción en venturoso atardecer: "Cristo y yo, mayoría aplastante". Regresa a los lugares de tu antiguo fervor. Este sencillo deseo de añoranza te lo pone el mismo Jesús sacramentado de tu época más carismática. Y dirás con voz entrecortada por la emoción: regreso a ti, Señor, porque ¿"a quién iremos"? Tú sólo tienes palabras de vida eterna.
295. - EL SANTO MENDIGO
BENITO JOSE LAVRE siempre había deseado ser un santo religioso, pero la Providencia le trazó otros caminos. Llamó en tres o cuatro ocasiones a distintos monasterios y conventos, para ingresar en las filas de las almas consagras. Sin mala voluntad, pro con criterios humanos en exceso, algunos ni le abrieron las puertas, y otros, después de prueba razonable, lo despidieron. Todos los cerrojos se chirriaban a sus espaldas, para que nunca más volviera a traspasar la puerta Benito José. Alegaban algunos frailes la edad todavía inmadura; otros, la enfermedad.
El santo no se desanimó; siguió llamando por las casas de pueblo en pueblo. Ahora ya no lo hacía para pedir un cobijo junto al Altar de Dios, sino para conseguir unos mendrugos de pan y así subsistir. Se convirtió en un pordiosero. Pero su ilusión, su gran aspiración era "habitar en la casa del Señor todos los días de su vida". Fue Benito el santo peregrino, el mendigo santo.
Los días transcurrían para él en oración junto a Jesús Eucaristía. Horas interminables con la mirada fija en el Sagrario. Noches al raso en el verano durmiendo pocas horas en algún cobertizo, para reanudar su oración el los templos y santuarios, después de conseguir varios mendrugos, y así no morir de inanición. En Roma le llamaban el santo de las cuarenta horas. Recorría todas las iglesias en que se celebraba este culto eucarístico de exposición permanente. Sólo pensaba en adorar a Jesús, amarle, y hacer favores y limosnas a otros mendigos que encontraba en su peregrinar.
Y un día, casi sin darse cuenta, entregó su alma al Señor. Hoy continúa en el cielo amando y adorando al Dios que llenó su vida terrena. ¡Dios mío! Ya que no llego estos extremos de amor, dadme junto con la admiración de tus santos adoradores, hambre y sed de ti; deseos más ardientes de imitarlos.
296. - ROSARIO Y EUCARISTIA
Las cartas de los amigos en la fe me estimulan y reafirman en mi caminar hacia Dios, centrado en la Eucaristía. Así me escribía uno: He encontrado una fuente de gozo espiritual; de gozo y de fuerza. Llevaba una temporada en la que se me hacía difícil el rezo del Rosario. Desde hace una semana, comienzo un misterio delante del Sagrario; el retablo lo preside una imagen de María. Me detengo varios segundos en cada uno de los misterios para recordarlos; doy inicio después a la oración de Padre Nuestro y Avemarías; me resulta muy actual y entrañable pronunciar "Llena eres de gracia; el Señor es contigo... y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús". porque miro a María, dirijo después mis ojos al Sagrario; allí está presente Jesús; allí la imagen de la Señora. ¡Qué contemplación tan sencilla y real! He unido en una sola pieza mi devoción a la Virgen y mi amor a la Eucaristía. Me da una gran alegría; y recibe un gran impulso mi alma para seguir trabajando en mi labor apostólica."
Mi amigo tiene una gran experiencia de fe. Merece la pena idear nuevas formas para no decaer en nuestro amor y devoción, y seguir siempre avanzando en el camino hacia Dios. Unir el amor a la Eucaristía con el rezo del Rosario me parece un gran logro. ¿Por qué no hacer la prueba?
Mes del Rosario; Eucaristía de amor. Jesús y María fundidos en un mismo hálito de aspiración hacia lo eterno.
297. - UN MENSAJE DE REPARACION
Como todos los años veremos en la pequeña pantalla de la distracción las apariciones de Don Juan Tenorio; y nos relajarán, no sé si en el buen o en el mal sentido, las bellas simplezas del ingenio humano.
Otras apariciones se nos han contado a lo largo de este siglo, y apenas hay un puñado de almas nobles que les presten su atención. ¡Y qué belleza muestran y qué acordes están con la verdad revelada!
un mensaje sobre reparación eucarística fue comunicado por el Angel de la Paz a los pastorcitos de Fátima hace algo más de 80 años y Nuestra Señora lo confirmó el 13 de mayo de 1917. Ya sé que no es obligatorio creerlo, porque se trata de una revelación privada. Pero es tan acorde con nuestro dogma sacrosanto que merece ser considerado.
Fue un ángel quien comunicó a los videntes: "Santísima Trinidad, os ofrezco el precioso cuerpo de Cristo presente en todos los sagrarios del mundo en reparación de los ultrajes, sacrilegios e indiferencia con que es ofendido..." Y luego añadió: "Haced reparación de los crímenes, y consolad a vuestro Dios".
¡Reparar! Es remediar un daño causado por sí mismo o por otros. Es cierto que Dios no necesita nada de nosotros. Es eternamente feliz. Pero la Segunda Persona de la Trinidad se hizo hombre; padeció por nuestros pecados; sufrió cruel pasión para salvarnos; y nosotros podemos ahora ayudarle en el tiempo, pues El recibió entonces la ayuda que ahora le íbamos a ofrecer nosotros. Por algo decía San Pablo: "Suplo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo por su cuerpo que es la Iglesia". (Col. 1,24)
Reparar a Cristo Eucaristía con oración, con sacrificios, con amor a El, con caridad entrañable hacia nuestros hermanos. Que hoy parece que se está olvidando este tipo de oración, y es el gran resorte de las almas enamoradas.
298. - COMUNION SOSEGADA Y AGRADECIDA
Me gusta escuchar a personas llenas de amor eucarístico; es un placer. Me encanta oír consejos como éste: - Huye amigo de la ingratitud; cobíjate en el amor a Jesús que te espera en la comunión; prolonga tu estancia con El después de la Misa en el reposo sosegado de una acción de gracias sincera y detenida. No hagas como tantos que se acercan al comulgatorio, sí, en estado de gracia, pero huyen después del templo con prisa y sin amor ni agradecimiento. Tú has de recogerte en unión íntima con el Divino Maestro; has de mantener con El una conversación íntima. Aun cuando la asamblea eucarística haya sido despedida con el "Podéis ir en paz", permanece tú allí un rato en alabanza privada a tu Señor y Dios, dueño del cielo y de la tierra.
Qué buena costumbre la de un amigo sacerdote: durante tres o cuatro minutos después de la comunión, hace sonar por los altavoces del templo suaves melodías bien escogidas que ayudan a los fieles a recogerse interiormente, en adoración silenciosa o en petición confiada.
Centrarse en el misterio; rezar despacio el "Alma de Cristo" (1) el Padre Nuestro; el "Miradme oh mi amado y buen Jesús" (2) que tantas indulgencias tiene. Tu comunión sea amorosa y reposada. Recuérdale a Jesús que tú
quisieras compensar con amor tantos pecados, tanta frialdad al Sacramento; tantas faltas contra el honor de Dios o desprecio del prójimo. Reparación; adoración; agradecimiento. Señor, todo para ti, para tu honor, para tu gloria.
(1) ALMA DE CRISTO:
Alma de Cristo, santifícame. - Cuerpo de Cristo, sálvame. - Sangre de Cristo, embriágame. - Agua del costado de Cristo, lávame. - Pasión de Cristo, confórtame. - Oh buen Jesús óyeme. - Dentro de tus llagas, escóndeme. - No permitas que me aparte de ti. - Del maligno enemigo, defiéndeme. - En la hora de mi muerte, llámame. - Y mándame ir a ti. - Para que con tus santos te alabe por los siglos de los siglos. Amén.
(2) MIRADME OH MI AMADO Y BUEN JESUS, postrado ante vuestra santísima presencia, os ruego con el mayor fervor que imprimáis en mi corazón vivos sentimientos de fe, esperanza y caridad; verdadero dolor de mis pecados y firme propósito de nunca jamás ofenderos. Mientras que yo, con el mayor afecto y compasión de que soy capaz, voy considerando vuestras cinco llagas, comenzando por aquello que de Vos decía, oh Dios mío, el santo profeta David: "Han taladrado mis manos y mis pies y se pueden contar todos mis huesos".
299. - LA PUERTA
¡Qué suerte la conversación con un amigo fervoroso: alguien que sepa iniciar o seguir una conversación de amor eucarístico! Así me lo comentaba con la ilusión de un recién convertido y con la madurez de un adulto en la fe:
"¿Recuerdas aquella canción de nuestros años de seminario?: "La puerta del sagrario, ¿quién la pudiera abrir? Jesús, entrar queremos, llegar a ti"". Y se detenía como saboreando cada una de las palabras. Nos daban una santa envidia nuestros compañeros mayores, los diáconos que abrían ya la puerta del sagrario y comentaban después la gran emoción de aquellos instantes.
"La puerta, fíjate qué es una puerta; es la acogida amable cuando en tu casa entra un amigo. Jesús nos abre la puerta. ¡Quiero morar contigo!... La puerta, cuando la cierras en tu casa para ir al Sagrario, para comulgar en la Misa. Cuántas puertas vas abriendo antes de llegar al templo: el armario para coger tu ropa de abrigo, la habitación para salir, la de la casa, el portal. Cada una de ellas es un acto de amor, un deseo de llegar cuanto antes a la cita del gran Amigo. Es una preparación inmediata para acercarte al Sacramento eucarístico. ¡Las puertas! Hasta que tus manos empuñan el pestillo de la iglesia, y has ido penetrando "más adentro en la espesura" de este cariño sin par. Y aquí estás junto al Sagrario."
Señor, ¿quién pudiera abrir la puerta del Sagrario para adentrarse contigo? ¿Quién pudiera levantar la cobertura del copón, la apariencia del pan... y contemplar tu rostro Señor, para vivir fundidos en un amor todos los días de nuestra vida y hasta la eternidad?
Me viene al pensamiento la exclamación de aquel amigo, diácono de antaño, que al abrir la portezuela del tabernáculo, exclamó: "¡Me encontré frente a frente con El!"
La fe me transforma, Señor, el amor me une a ti. Me quedaré siempre contigo. Abre ahora tú la puerta de mi corazón, y dame fuerza al salir de este encuentro para difundir por todas partes tu gran bondad y amor.
300. - ¡ME LO COMERIA!
Imagina unos minutos a María en el portal de Belén. Contempla a la Virgen sosteniendo en sus manos a Jesús - Niño débil, Dios Omnipotente. Piensa en el amor de madre y en la reverencia de su ser, creado junto a su Dios y Señor. Ambos aspectos se unen en María en mística connivencia. ¡Me lo comería! seguro que decía como buena madre, bien ajena a la realidad eucarística posterior.
Navidad y comunión. Entusiasmos y gozo ante el Niño Jesús, digno de ser "estrujado" en la ternura del amor. Abre conmigo, hermano, el libro de los Santos Padres y lee a San Cirilo de Alejandría. "Mezcla dos gotas de cera derretida, y ambas se fundirán en una. De igual modo cuando recibimos el cuerpo y la sangre de Cristo, se realiza entre él y nosotros tal unión, que él se encuentra en nosotros y nosotros en él." Señor, que en esta Navidad lo realicemos: vivir unidos a ti y para siempre: no solo en estos días de gozo pascual. Y mira también esto de San Agustín: "No soy yo quien ha de convertirte en mí, a la par que los alimentos transformamos en sustancia propia, sino que tú eres quien debe convertirme en ti".
Jesús de Belén, sí, en esta Navidad fundirnos en ti como las gotas de cera. Y hazme sustancia tuya. No sé cómo: sagrario viviente, cepa con sus sarmientos, cuerpo con el alma, gota de agua que se convierte en vino generoso. Tú sabes cómo, Jesús, pero unidos del todo, entregarnos la salvación de nuestros semejantes. Y enciende las candelas de nuestro belén interior, que estamos en exceso embaídos por brillos profanos que deslumbran en Navidad. Que seamos un poco luz de la buena para iluminar a un mundo hostil.
J.M.LORENZO
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