domingo, 13 de noviembre de 2011

Libro de visitas de La  Isla de los Sentimientos

EL HIJO PRÓDIGO

1ª Semana. Día, 5º

1ª meditación

Considero el pecado de ingratitud y de asco hacia la familia donde vivía, hacia el padre que le había cuidado. ¡Hijo pródigo... en egoísmo! Aquello fue para el padre una puñalada traidora. ¡Tantos años queriendo y mimando a aquel hijo! Lo tenía en casa todo y quería marchar lejos. ¡Incluso exige al padre el dinero de la herencia! (Lc. 15, 11...)

Jesús me indica en esto que aunque yo haya gastado el dinero de mi herencia, no me desanime, confíe. Hay para mí perdón completo. He de tener que sea cual fuere mi actitud anterior he de tener perdón completo.

Aquel muchacho se convirtió, pero el móvil no fue amoroso, fue egoísta. En casa del padre sobra comida, y yo aquí no tengo qué llevarme a la boca... ¡Poco generosos fueron los motivos de su conversión! No pensó que su padre estaría triste, sino la propia angustia y necesidad.

El padre, mientras tanto, ¡qué buen padre!, no lanzaba denuestos contra su hijo, no andaba criticándolo con los vecinos, lo esperaba en silencio, ¡la gran añoranza de su ancianidad! Y lo vio. Y no exclamó: ahora viene aquel mal hijo a comer lo que su padre ha producido. No. Lo colmó de besos y caricias. Lloraba de emoción. Hasta el hermano mayor se quejaba de que lo trataba mejor que a él que llevaba toda su vida trabajando en la casa paterna. Es verdad que el chico se humilló: "Padre, he pecado contra el Cielo y contra ti; no merezco llamarme hijo tuyo". Y el padre bueno lo recibe y acoge par siempre.

Jesús es así conmigo. Y con todos los pecadores arrepentidos.

Sé, Señor, que no te queda el menor resentimiento contra mí por mis antiguos pecados, por mi vida mediocre jugando entre las dos aguas. Sé que ni yo mismo conozco toda la malicia que puede tener mi actitud. Tú la conoces del todo y me perdonas. Y me invitas al plan primero de santidad. A aquel mismo plan que me dabas hace ahora cincuenta largos años. ¡Bodas de oro de nuestra mutua entrega en aquella iglesia de Laguardia! No podía celebrar de mejor manera nuestras bodas de oro que con estos Ejercicios de mes! Bodas de oro de tu entrega a mí, y de mi entrega a ti. Por tu parte siempre ha valido el compromiso: sigo siendo cristiano, sigo siendo sacerdote, sigo siendo tu hijo amado... Por mi parte, cuántos altibajos. Es verdad que no he renegado de tu nombre, que no me he apartado del todo. Bueno, sí, fue el primer año de mi conversión, y gran parte del segundo. ¡Qué poco me costaba entonces el sacrificio! ¡Qué dulzura en todo! Me parecía que en muy pocos años iba a ser santo. Aquellas misas, aquellas visitas de entonces al sagrario... Recorría los sagrarios e todas las iglesias. Todos eran mi casa, porque era tu casa. ¡Qué añoranza! Después... llegaron las crisis raras ya al final del segundo año y comienzos del tercero, y fracasé en todo. No; no perdí la fe; no me alejé airado de tu casa como el Pródigo. Casi fue peor. Mis pequeñas traiciones. El olvidar del todo la mortificación. Continué y un "quiero y no quiero", un coqueteo con las cosas del mundo y las de Dios, con el amor humano y el divino. ¡Oh el amor humano qué fuerte es! Por algo es la base de la conservación de la especie. Me iba metiendo en el callejón sin salida. Triunfó la castidad física, pero en la afectiva me fui metiendo en un callejón sin salida. No podía soportar mi sicología ese amor conyugal contigo. Ni siquiera lo comprendía entonces. Y te he de decir ahora como Pedro, "Señor, Tú lo sabes todo; Tú sabes que yo te amo". Tú conoces mi flaqueza y mi pobreza. Tú me has mantenido el fervor y el mismo deseo de santidad que en los años juveniles.

Me siento con paz. No tengo tristeza ni tampoco alegría exultante. Sé que me perdonas. Ni siquiera me fijo en mi malicia si fue total, parcial. Sé que otros han sido fieles. Sé que lo mío es esto. Estoy contento, pero siempre tengo el temor de mi infidelidad, de mis medias tintas. No quiero estar dándole vueltas más que para amarte más, para cantar tus alabanzas porque has usado conmigo de misericordia.

Sé que me amas con el amor de antes; con el amor de hace cincuenta años y unos meses cuando me entregué a ti en serio. Me gustaría que volviera aquel fervor sensible de entonces, pero renuncio a él si esa es tu voluntad.

Solo te pido seguir en tu amor y cada vez más, animar a otros amarte; mira que me siento muy impotente al no estar en una institución para hablar un poco "como oficialmente" de ti, pero tengo estos medios modernos que pueden llegar a los lugares más remotos de la tierra, adonde tal vez no puede llegar la voz de ningún misionero. Esto me consuela.

Pienso entregar estas líneas impresas en mis Ejercicios de mes al mundo moderno del los internautas para que otros también alaben la misericordia de Dios.

Confío, Señor, en tu misericordia infinita. Sé que estoy plenamente perdonado. Espero que después de estos ejercicios siga tu gracia inundando mi corazón. Perdona, Señor, la multitud de mis pecados que ni siquiera yo conozco su maldad.

Perdona mis pecados; mira que soy tu amigo. Ábreme ya la puerta; quiero morar contigo.

ESTILO DE JESÚS: OVEJA PERDIDA, SAMARITANA, MAGDALENA, PEDRO..

1ª Semana. Día, 5º

2ª meditación

Sé, Jesús, que el inicio de la sabiduría es el temor de Dios. Sé que no puedo excluir el santo temor en mi relación contigo. Pero mi motor ha de ser el amor. ¡Amor de agradecimiento, amor de enamorado, amor a mi Dios, Dios nuestro,

Yo he sido la oveja descarriada, y aún me siento así, Tú sabes dónde, Señor. Prefiero no hacer aquí mi desahogo personal. Prefiero sentirme "oveja perdida tuya", porque, sí, pequé contra ti. Acógeme como acogiste a María Magdalena, lleno de amor y comprensión. Se le perdonó mucho porque mucho amó. Y recibiste complacido el amor de sus lágrimas y el perfume de sus ungüentos. Acógeme como a la Mujer Adúltera, a quien iban a apedrear y Tú la salvaste. ¡Sálvame, Señor! Recíbeme como al Buen Ladrón, a quien abriste de par en par las puertas del Cielo. Ábreme tus puertas, Señor, y mándame ir a ti cuando quieras. Quiero escuchar tu voz: "Hoy mismo estarás conmigo en el Paraíso. Y llámame hoy mismo o dentro de treinta años cuando esté cargado de ancianidad. Cuando Tú quieras, pero llévame contigo.

Tú cuidarás bien de los míos a quienes espero allí. O si Tú quieres que sea a la inversa, bendito seas.

Tú eres mi Buen Pastor. Quiero seguir siendo tu zagal. Tu zagal en casa, tu zagal con mis amigos, tu zagal con estos amigos cuyo rostro ignoro, pero que son amigos de verdad a través de internet.

Yo soy el pobre a quien dejaron despojado. Tú eres el Buen Samaritano que me acoge. Recíbeme con amor. Cúrame estas heridas profundas que no acaban nunca de cerrarse. Sáname, Señor.

Me encuentro a veces retraído, como con miedo, pero me encuentro feliz, porque en Ti confío, Señor. Acógeme como a la Samaritana, y enséñame, Señor, tu don. Quiero conocer el don de Dios. Y haz que brote en mí esa fuente que brota hasta la vida eterna. Que viva la felicidad de mi entrega a ti. Que sepa mostrar a otros qué bueno eres, qué grande es el don de Dios.

Acógeme por fin como a Pedro después de su negación. Yo creo aquello más grave que lo mío. Tal vez yo también hubiera obrado como él, pues soy débil y ruin en muchas ocasiones. Pero Tú acogiste a Pedro con amor. Le diste lo suyo; mantuviste tu palabra. También me acoges a mí y mantienes tu palabra. Soy tu sacerdote y lo seguiré siendo por tu gracia. Dame mucha humildad para no ser descarado, ni rencoroso, ni despechado, ni asqueroso, ni resentido, ni enojado, ni antipático, ni disimulado, ni pasota. Dadme un poco de tu generosidad con todos, como Tú eres generoso. Saber dar mi tiempo, dinero, simpatía y bondad. En ti confío. Gracias. Soy el gran perdonado.

CONFIANZA EN EL SEÑOR

CON LA CARTA A LOS FILIPENSES EN LA MANO

1ª Semana. Día, 5º

3ª meditación

Me sugiere el libro de los Ejercicios que estoy manejando, que abra la carta a los Filipenses, tan breve, y que vaya leyendo los versículos que me señalan. Así lo hago. Lo aplico a mi vida y al momento actual de los Ejercicios en que la confianza en el perdón y en el amor a Dios están al rojo vivo. La acogido de Jesús a mí, como hijo un poco extraviado, como oveja perdida pero que nunca se olvidó del Señor.

Me desea Pablo la paz de Dios nuestro Padre y de Jesucristo, el Señor. Esa paz que voy gozando desde hace tiempo. Paz que es la felicidad relativa de este mundo. Paz mayor por sentirme perdonado y aceptado en la casa del Padre.

Y yo me alegro y me alegraré de cualquier manera que Jesús sea anunciado. Y todos mis problemas son secundarios, porque sé que para los que aman a Dios todas las cosas contribuyen para el bien: lo agradable y lo desagradable, lo normal y lo distinto.

Pablo lo sacrificó todo por Jesucristo. Como él tantos santos que nos han precedido. Yo también aspiro a esto con tu gracia, Señor. Apresúrate a socorrerme. Todo lo he de tener por pérdida ante el profundo conocimiento tuyo, mi Señor y Dios. Porque todas las cosas son como basura con tal de ganarte y encontrarme contigo. Me configuro con tu muerte para alcanzar la resurrección.

Ayúdame, Señor, a practicar todo lo que estoy meditando en este largo retiro; todo lo que me inspiras e iluminas en estos días de salud. Nada soy; pero todo lo puedo en Aquél que me conforta. Que me dé cuenta de esto. Y que no se me olvide, Señor, esta segunda parte: todo lo puedo en Aquél que me conforta. En Ti, Señor, he esperado, jamás quedaré confundido.

ZAQUEO (Lc. 19,11)

1ª Semana. Día, 5º

4ª meditación

Me llena de alegría ver la providencia de Dios en mi alma, tu Providencia, Señor; y ahora te pido esta providencia para tantos y tantos que caminan por senderos de perdición, como la tuviste con Zaqueo, aquel pobre rico que no tenía amigos, era independiente, pero se encontró contigo y todo cambió.

"Tengo que hospedarme en tu casa", le dijiste, baja de esa higuera. Y entró en aquella casa la salvación. ¡Qué alegría tan grande, qué consuelo, qué suerte, qué providencia.

Acércate a muchos, Señor, que necesitan de ti. También a mí te acercaste mil veces y mil veces has querido estar conmigo. Gracias. Después me voy enfriando poco a poco. Ahora estás otra vez muy cerca de mí, te puedo palpar con mis manos. Tú me oyes, me ves, me escuchas. Has entrado en mi pobre morada. Tú lees estos renglones que te escribo, te das cuenta de todos mis pensamientos, de mis deseos, de mi oración. Ves mis intenciones, contigo, Jesús, no cabe hipocresía ni medias tintas. Me conoces mejor que mi madre, mejor que mi mujer. Si afirmara que no soy un hipócrita no diría mentira, aunque mi caso lleva mucho de hipocresía pues me gusta que me crean bueno y me aprecien. No soy importante, pero me gusta que me den importancia. Me gustaría regir los destinos, porque pienso que lo haría mejor que muchos, y todavía no sé gobernarme a mí mismo. Me dan asco mucha gente inútil que se ha metido a regir a otros y solo son metetes. Así soy, Señor, contigo no puedo fingir nada. Pero no debo ser así. Estás hoy en mi casa como tantas veces y deseo que me purifiques, porque soy en otros aspectos, pero al estilo de Zaqueo.

Ahora que estás en mi morada, sáname como a aquel pobre rico. Arranca de mi voluntad un sí generoso. Enséñame a ser más amable, más piadoso, más compasivo, más generoso, con mayor compunción de corazón, más consecuente, más veraz, más auténtico. Arranca en mí una decisión constante y sincera de ser más tuyo siempre. Que no se me olviden estos Ejercicios como tantas veces se me han olvidado. Ayúdame. Que tengo el peligro de creerme bueno y no lo soy. Al menos Zaqueo no se creía bueno. Perdona mis pecados y ayúdame a dar la vuelta a mi corazón.

Libro de visitas de La Isla de los Sentimientos

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