viernes, 3 de abril de 2015

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¿Qué es la cuaresma?



14 enero 2013

Sección: cuaresma, El Calendario litúrgico







La Cuaresma es el tiempo litúrgico fuerte en el que los
cristianos nos preparamos a celebrar el misterio pascual de nuestra
salvación por la Resurrección de Cristo. Conoce la importancia de este
“Tiempo fuerte”, su orígen y desarrollo en la historia, así como los
aspectos que hay que cuidar durante estos cuarenta días.




La Constitución Sacrosantum Concilium sobre la Sagrada
Liturgia (4-XII-1963, nn. 109-110), considera a la Cuaresma como el
tiempo litúrgico fuerte en el que los cristianos nos preparamos a
celebrar, “teniendo en cuenta el doble carácter de este tiempo”, el
misterio pascual, mediante la conversión interior, el recuerdo o la
celebración del Bautismo, la participación en el sacramento de la
Reconciliación, participando en las acciones “penitenciales,
individuales y colectivas”.


Para lograr estos objetivos, se invita a la escucha y a la meditación
de la Palabra de Dios, la oración, personal y comunitaria,
“encareciéndose la oración por los pecadores”, y la puesta en práctica
de los medios ascéticos tradicionales, como son, la abstinencia y el
ayuno, —“el sagrado ayuno pascual”—, y la limosna.



I.- Síntesis histórica de la celebración de la Cuaresma.


Se suele afirmar que tiene una historia y una prehistoria.


1.- La prehistoria


Desde finales del siglo II, la preparación pascual era de dos días,
de ayuno riguroso de carácter escatológico. En la Didascalia, se dice
que dura una semana, y este ayuno tiene además, un sentido ascético.


En Roma, a finales del siglo III, la preparación era de tres semanas,
en las que se ayunaba diariamente, excepto sábados y domingos.


2.- La historia


El nacimiento de la Cuaresma, tiene lugar en el siglo IV, según el
testimonio de Eusebio (ca. 332), consolidándose tanto en Oriente como en
Occidente.


Hacia el año 385 la preparación pascual, se alargó a seis semanas,
también con ayuno diario, con las excepciones indicadas, excluyéndose el
viernes y el sábados últimos, pertenecientes al Triduo Sacro. El ayuno
cuaresmal, empezaba el primer domingo de cuaresma. A finales del siglo V
los ayunos ya establecidos del miércoles y viernes anteriores a ese
domingo ganaron en importancia y se convirtieron en preparación para el
ayuno pascual.


3.- La evolución cuantitativa en el cómputo de ayuno


Durante los siglos VI-VII, varió el cómputo del ayuno, pasando del
primer domingo de cuaresma, al Jueves Santo incluido, es decir una
Quadragesima, es decir, —cuarenta días—, a una Quinquagésima, o sean
cincuenta días, contados desde el domingo anterior al primero de
Cuaresma, hasta el de Pascua; a una Sexagésima, que retroceden un
domingo más y terminan el miércoles de la octava de pascua, y finalmente
a una Septuagésima, que serían sesenta días, ganando un domingo más y
concluyendo el segundo domingo de pascua. Este nuevo período tenía
carácter ascético y debió introducirse por influencias del Oriente.


Esta evolución cuantitativa se extendió también a las celebraciones.
En efecto la Cuaresma más antigua en Roma sólo tenía dos días
litúrgicos, los miércoles y los viernes, y se hacía una statio en una
iglesia diferente. Posteriormente en tiempos de San León Papa (440-461),
se añadieron los lunes. Posteriormente, los martes y los sábados.
Durante el pontificado de Gregorio II (715-731), se agregará el jueves y
se completa la semana.



II.- Sentido tradicional de la Cuaresma Romana


La Cuaresma Romana tradicional estaba marcada por tres hechos, que estudiaremos brevemente:


1.- La Preparación de la comunidad cristiana a la Pascua;


2.- El Catecumenado;


3.- La penitencia canónica.


1.- La preparación de la comunidad cristiana a la Pascua


Según San León, la Cuaresma es “un retiro colectivo de cuarenta días,
durante los cuales la Iglesia, proponiendo a sus fieles el ejemplo de
Cristo en su retiro al desierto, se prepara para la celebración de las
solemnidades pascuales con la purificación del corazón y una práctica
perfecta de la vida cristiana” (Esta definición es deducida del análisis
del sermón 42).


Se trataba, por tanto, de un tiempo, introducido por la imitación de
Cristo y de Moisés, en el que la comunidad cristiana se esforzaba en
realizar una profunda renovación interior. El Catecismo de la Iglesia
Católica retoma esta idea y la expresa de la siguiente manera: “La
Iglesia se une todos los años, durante los cuarenta días de la Gran
Cuaresma, al Misterio de Jesús en el desierto” (n. 540).


2. El catecumenado


Según atestigua la Tradición Apostólica, el catecumenado, a principios del siglo III, duraba tres años.


Empezaba por el grupo de los audientes, quienes recibían una profunda
formación doctrinal y se iniciaban en la práctica de la doctrina
cristiana. Unos días antes, el grupo de los elegidos o electi, para
recibir los sacramentos de la iniciación cristiana en la Vigilia
Pascual, entre los que tenían especial importancia y solemnidad los del
sábado por la mañana. Es el catecumenado simple.


Posteriormente, el catecumenado se centró sobre los electi y no en
los audientes, que iniciaban su preparación inmediata con el rito de la
inscripción del nombre al principio de la Cuaresma, y se prolongaban a
lo largo de la misma. Se celebraban tres escrutinios en los domingos
III, IV y V, y el Sábado Santo por la mañana, tenía lugar el último
exorcismo, en el cual, además de rociar con saliva los oídos y las
narices de los catecúmenos, se les ungía el pecho con óleo; ellos, por
su parte, renunciaban a los poderes del mal y recitaban el símbolo de la
fe.


a) A principios del siglo VI desapareció el catecumenado simple, se
volvieron muy escasos los bautismos de adultos, y los niños que se
presentaban para bautizar, procedían de familias ya cristianas. Esta
nueva situación exige una reorganización prebautismal: al principio
había tres escrutinios y en el siglo VI, son siete.


b) La preparación de los catecúmenos y su organización modela en un
primer momento el espíritu y la liturgia de la Cuaresma. El ayuno de la
comunidad cristiana va sobre todo a los catecúmenos, sin olvidar a los
penitentes.


c) Una evolución posterior, trajo como consecuencia que los
escrutinios se desligasen de la liturgia cuaresmal, provocando una nueva
reorganización.


d) El mayor cambio fue cuando la Cuaresma misma pasó a ser el tiempo
en que todos los cristianos se dedicaban a una revisión profunda de su
vida, y a prepararse, mediante una auténtica conversión, a celebrar el
misterio de la Pascua. Quedó clausurada la perspectiva abierta por la
institución penitencial y del catecumenado, con menoscabo de la teología
bautismal.


3.- La penitencia canónica


La reconciliación de los penitentes sometidos a la penitencia
canónica, se asoció al Jueves Santo. Por ese motivo, los penitentes se
inscribían como tales el primer domingo de Cuaresma, recorriendo el
período cuaresmal, con severas penitencias corporales y oraciones muy
intensas, para ultimar el proceso de su conversión. La imposición de la
ceniza es, por ejemplo, uno de esos testimonio de la liturgia cuaresmal.



III.- La liturgia cuaresmal en nuestros días: su estructura y su significado


La Cuaresma romana comienza el Miércoles de ceniza y concluye
inmediatamente antes de la misa vespertina in Coena Domini. Todo este
período forma una unidad, pudiéndose distinguir los siguientes
elementos:


1) El Miércoles de ceniza,


2) Los domingos, agrupados en el binomio, I-II; III, IV y V; y el domingo de Ramos de la Pasión del Señor,


3) La Misa Crismal y


4) Las ferias.


Nos ocuparemos brevemente de cada uno de ellos.


1) El Miércoles de ceniza


El origen de la imposición de la ceniza pertenece a la estructura de
la penitencia canónica. Empieza a ser obligatorio para toda la comunidad
cristiana a partir del siglo X. El liturgia actual, conserva los
elementos tradicionales: imposición de la ceniza y ayuno riguroso. Marca
el comienzo de la Cuaresma. Su conversión en caput quadragessimae, ha
exigido revisar las lecturas y los textos eucológicos de la misa y del
oficio divino.


La bendición e imposición de la ceniza tiene lugar dentro de la misa,
después de la homilía; aunque en circunstancias especiales, se puede
hacer dentro de una celebración de la Palabra. La ceniza procede de los
ramos bendecidos el Domingo de la Pasión del Señor, del año anterior,
siguiendo una costumbre que se remonta al siglo XII. La fórmula de
bendición hace relación a la condición pecadora de quienes la recibirán.
Las fórmulas de imposición de la ceniza se inspiran en la Escritura:
Gn, 3, 19 y Mc 1, 15.


El simbolismo de la ceniza es el siguiente:


a) condición débil y caduca del hombre, que camina hacia la muerte;


b) situación pecadora del hombre;


c) oración y súplica ardiente para que el Señor acuda en su ayuda;


d) resurrección, ya que el hombre está destinado a participar en el triunfo de Cristo, y


e) Pascual, al complementarse con el agua purificadora de la vigilia
de Resurrección. En suma: es un día penitencial obligatorio para toda la
Iglesia y está marcado por el ayuno y la abstinencia.


2) Los domingos I y II de Cuaresma


Siguen la orientación de la época de San León: celebrar la
«cuarentena» del Señor y su transfiguración. Este tema aparece en los
dos domingos. El primer domingo tiene una importancia especial, por ser
«el venerable sacramento de la observancia cuaresmal anual»; en el
segundo, la presentación de Moisés y Elías.


3) Los domingos III, IV y V de Cuaresma


Estos domingos fueron tradicionalmente los días en que se celebraban
los tres escrutinios; por eso se leían en la misa las lecturas del
diálogos de Jesús con la samaritana, de la curación del ciego de
nacimiento y la resurrección de Lázaro, evangelios en donde el Bautismo
aparece como el sacramento del agua, de iluminación y de la vida nueva.


En consecuencia el domingo II es el «domingo del agua»; el domingo
IV, «el domingo de la luz»; el domingo V, «el domingo de la vida nueva».
Estamos frente a unos «domingos sacramentales», porque comportan, tanto
para los catecúmenos como para los fieles, un encuentro personal con
Cristo, como sucedió con la samaritana, al ciego de nacimiento y a
Lázaro resucitado.


Las lecturas veterotestamentarias, forman una unidad catequética,
presentando las cinco grandes etapas de la historia de la salvación,
desde los orígenes, hasta el umbral del Nuevo Testamento.


4) Domingo de Ramos de la Pasión del Señor


Desde el siglo V, el domingo último de Cuaresma encontró en Roma su
forma definitiva como domingo de la Pasión, y seguirá así hasta el siglo
X. Se aparta de esta manera de los otros ritos que tenían como núcleo
central la entrada triunfal de Cristo en la Ciudad Santa, como ocurría
en Jerusalén. Con este domingo da inicio la Semana Santa, en la cual la
Iglesia celebra los misterios de la salvación realizados por Cristo en
los últimos días de su vida, comenzando por su entrada mesiánica en
Jerusalén.


El misal de San Pío V, presentaba esta liturgia en cinco partes: a)
bendición de los ramos, dentro de una extensísima celebración,
estructurada como misa; b) distribución de los ramos, mientras se
cantaban dos antífonas; c) procesión: el recorrido partía de la iglesia y
se regresaba a ella; d) rito ante las puertas de la iglesia, que
permanecían cerradas, con cantos desde dentro y fuera de la iglesia, una
vez abiertas entraba la procesión, y e) la celebración de la misa
romana de Pasión.


Pío XII, revisó y modificó estos ritos, agrupándolos en dos partes:
la procesión solemne en honor a Cristo Rey y la misa de Pasión
simplificó la bendición de los ramos, modificó su distribución y
suprimió la ceremonia ante las puertas de la Iglesia.


En la situación actual, la liturgia de este domingo, llamado Dominica
in Palmis de Passione Domini, la procesión y la misa ya no son dos
partes independientes sino elementos de un todo. Se ha logrado integrar
las dos tradiciones, la romana y la jerosolimitana, logrando que el
Domingo de Ramos se presente como presagio del triunfo real de Cristo y
anuncio de su Pasión, aspectos que se han de poner en evidencia tanto en
la celebración como en la catequesis del día. “La entrada de Jesús en
Jerusalén manifiesta la venida del Reino que el Rey-Mesías llevará a
cabo mediante la Pascua de su muerte y de su Resurrección. Con su
celebración, la liturgia de la Iglesia abre la gran Semana Santa”
(Catecismo de la Iglesia Católica, n. 560).


5) La misa crismal


Según una antigua tradición, el Jueves Santo por la mañana se celebra
la misa crismal, en la que el obispo de la diócesis, que concelebra con
su presbiterio, consagra el santo crisma y bendice el óleo de los
catecúmenos y la unción de los enfermos.


La concelebración de la misa crismal manifiesta la comunión entre el
sacerdocio y el ministerio que existe entre el obispo y los presbíteros.
El rico significado teológico y pastoral de esta celebración en la vida
de la diócesis reclama que sea única, que tenga lugar en la catedral y
que participe el mayor número de fieles.


La nueva revisión de la “Institutio Generalis Missalis Romani”,
aprobada por Juan Pablo II el Jueves Santo del 2000, indica que es
competencia de la Conferencia Episcopal, preparar el calendario
litúrgico de la Nación, indicando que no se propongan cambios “nisi
revera sint maximi momenti” (n. 394).


6) Las ferias de Cuaresma


La Celebración de la Cuaresma recae fundamentalmente en los domingos,
y tienen preferencia sobre las solemnidades. Sin embargo su celebración
se complementa con las ferias, que prevalecen sobre las memorias
obligatorias.


La catequesis durante esos días consiste en:


a) la conversión del corazón y el culto que desde el interior, es debido a Dios;


b) el perdón fraterno, como requisito indispensable para obtener el perdón de Dios, y


c) la renovación personal de la vida y la entrega amorosa a los demás, como frutos del Misterio Pascual.



V.- Aspectos pastorales que conviene resaltar


El tiempo de Cuaresma es un tiempo litúrgico fuerte, en el que toda
la Iglesia se prepara para la celebración de las fiestas pascuales. La
Pascua del Señor, el Bautismo y la invitación a la reconciliación,
mediante el Sacramento de la Penitencia, son sus grandes coordenadas.


Se deben utilizar como medios de acción pastoral:


1) La catequesis del Misterio Pascual y de los sacramentos;


2) La exposición y celebración abundante de la Palabra de Dios, como lo aconseja vivamente el cánon. 767, & 3, 3.


3) La participación, de ser posible diaria, en la liturgia cuaresmal,
en las celebraciones penitenciales y, sobre todo, en la recepción del
sacramento de la penitencia: “son momentos fuertes en la práctica
penitencial de la Iglesia” (CEC, n. 1438), haciendo notar que “junto a
las consecuencias sociales del pecado, detesta el mismo pecado en cuanto
es ofensa a Dios”; y,


4) El fomento de los ejercicios espirituales, las peregrinaciones,
como signo de penitencia, las privaciones voluntarias como el ayuno y la
limosna y las obras caritativas y misioneras.



Comentarios
15 Comentarios en “¿Qué es la cuaresma?”





  1. toni Dijo:


    cuaresma




  2. toni Dijo:


    cuaresma




  3. toni Dijo:


    cuaresma




  4. ARMANDO Dijo:


    Es un tiempo especial para la preparación de nuestro encuentro con
    el crucificado que murio por nosotros para darnos salvación y vida
    eterna , nos preparamos durante cuarenta dias en ayuno y oración.




  5. EDUARD Dijo:


    me gustan las publicaciones




  6. Ricardo Nicolás Dijo:


    El tiempo de Cuaresma es un tiempo de desnudarnos uno mismo y ver
    la mucha suciedad que tenemos dentro, vivamos con inmensidad este tiempo
    para estar limpios y puros para Dios.




  7. Maria J Mota. Dijo:


    Es la cuaresma, un tiempo excelente para retirarnos con mas
    frecuencia y a solas en oración, meditar la palabra de Dios y discernir
    lo que El indica hacer para reavivar nuestra continua conversión en la
    vida, tiempo de servir mejor al projimo y despojarnos de nuestas faltas
    de amor a Dios sobre todo en el próximo. Tiempo tambien de acompañar a
    Cristo sufriente y glorificado que nos trajo vida en abundancia para la
    Patria celestial.




  8. Estela Dijo:


    Hermoso que podamos encontrar sitios como este, en el que se nos
    educa de una manera clara sobre nuestra Religión y sus Celebraciones.
    Tiempo Fuerte; el mas importante, en el cual se nos da la oportunidad de
    compartir con Jesus, su preparación para la Pasión. tiempo en que
    habría que regresar al ayuno y abstinencia POR AMOR, en lugar de hacerlo
    por costumbres y tradiciones. Tiempo de estar en recogimiento,
    analizandonos, es decir haciendo exámen de conciencia, en lugar de
    utilizarlo para el esparcimiento. Que Dios nos ilumine y nos de la
    gracia de poder participar con Jesús en su Pasión, con nuestro esfuerzo
    en las mortificaciones, ayunos y abstinencia. Gracias nuevamente por su
    información




  9. ONIRIS F.G Dijo:


    ESTOS TEMAS ME HAN AYUDADO INMENSAMENTE EN LA VIDA DIARIA Y SOCIAL, TAMBIEN EN CLASES…..




  10. Mariana Pinto de Sierra Dijo:


    Gracias por hacernos conciencia de lo que realmente debe ser
    nuestra vida Cristiana, ya que nos hemos acostumbrado a ver que los
    consagrados vivan en comunión con Cristo, y sean ellos los que lleven la
    carga espiritual, pero creo que debemos acompañarlos, al ménos en esta
    época tanto en la penitencia como en el ayuno y abstinencia, durante la
    cuaresma, para estar verdaderamente preparados para vivir la Pasión con
    nuestro Señor, pero también para cantar victoria en la Noche Santa de la
    Institución de la Sagrada Eucaristía y en su Resurrección.

    Bendiciones.




  11. ARTURO REYNA MELENDEZ Dijo:


    HOLA, SOY COORDINADOR MATRIMONIO DE ARCOIRIS DE LA PARROQUIA DE NUSTRA SEÑORA DE LA ASUNCION EN SANTA MARIA DEL RIO, S.L.P.

    GRACIAS POR SU INFORMACION Y ASI ENRRIQUECER NUESTRA FE Y LA DE NUESTROS JOVENES EN ESTA CUARESMA




  12. odaliza ysabel Dijo:


    la cuaresma es el tiempo de espera




  13. odaliza ysabel Dijo:


    por eso me gusta la cuaresma k uno espera cosas hermosas




  14. francisco caraveo Dijo:


    gracias por la esplicacion de como devemos vivir la cuaresma me
    gusto mucho yo estoy en el camino neocatecumenal y esto me recuerda lo
    que he aprendido de mi fe adulta




  15. ruben hernandez Dijo:


    Un saludo afectuoso, quisiera puntualizar en la duración denla
    cuaresma, según el capítulo III dura desde el miercoles de ceniza hasta
    antes de la cena del señor, jueves santo, en concordancia con la carta
    pastoral Misterio Pascual de Pablo VI, lo cual nos da un resultado
    aritmetico que excede los cuarenta días.

    En el comentario de cabeza del artículo hace referencia a los cuarenta días, ¿podrían explicar por favor esta diferencia?

    Con afecto y respeto,


    Rubén Hernández

































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HOMILÍAS

HOMILÍAS





47
HOMILÍAS PARA EL VIERNES SANTO

26-31
26.
-¿Qué
habríamos hecho nosotros?
¿Y
nosotros? ¿A quién nos parecemos? ¿Cuál habría sido nuestro papel allí,
en  Jerusalén, en aquellos días de la Pascua de hace casi dos mil años,
mientras Jesús se  encaminaba hacia la muerte? ¿Cómo habríamos
actuado?  Cada año, cada Viernes Santo, cuando escuchamos este relato
emocionado en que el  evangelista nos narra los últimos pasos de Jesús en
este mundo, podemos formularnos  esta pregunta: ¿a quién nos parecemos?
¿qué habríamos hecho nosotros en aquellas  circunstancias? 
Cada
año, pasan ante nuestros ojos muchos personajes: Judas, el amigo
desengañado  que cae en el agujero oscuro de la traición; los soldados y
los guardias que cumplen  órdenes, aunque éstas sean órdenes indignas;
los sacerdotes y las autoridades del pueblo,  que obran el mal en nombre de
Dios; Pedro, quien primero parece dispuesto a encararse  con el mundo
entero, y después niega a Jesús y se esconde; Pilato, el gobernador
romano  que no sabe cómo escapar de aquel enredo y para eludir problemas
no le importa ejecutar  a un inocente; el gentío que se deja empujar en
aquel espectáculo sanguinario; los otros  que observan sin hacer nada,
neutrales, ni a favor ni en contra; Maria, y las otras mujeres, y  el
discípulo, que allí están, firmes, al pie de la cruz; el soldado compasivo
que le ofrece  vinagre para aliviar la agonía; José de Arimatea y
Nicodemo, discípulos clandestinos y de  buena posición, que entierran el
cuerpo de su Maestro. 
-Viernes
Santo, una llamada a caminar por el camino de Jesús 
Cada
año, cada Viernes Santo, pasan delante de nuestros ojos todos estos
personajes  que nos invitan a mirarnos a nosotros mismos y a percatarnos de
cómo es nuestra vida.  Nosotros, ante Jesús, ¿cómo actuamos? Nosotros,
en nuestro mundo, en el que el rostro  dolorido de Jesús se refleja de
tantas y tantas maneras, ¿cómo actuamos? ¿Estamos a  favor de Jesús?
¿Luchamos por aquello por lo que él luchó? ¿Seguimos el mismo camino 
que él siguió? 
Sería
muy triste que no fuera así. Sería muy triste que contribuyéramos al mal que
hay a  nuestro alrededor, ese mal que llevó a Jesús a la cruz. Y también
sería muy triste que  simplemente hiciéramos como mucha gente de
Jerusalén: ser espectadores del sufrimiento  y el mal que Jesús cargó
sobre sí, sin hacer nada, permaneciendo inmóviles, diciendo que 
"éste no es nuestro problema", que nosotros somos neutrales y no
queremos meternos en  líos. 
Hoy,
Viernes Santo, ante la cruz de Jesús, tenemos que reafirmar con todas
nuestras  fuerzas nuestra voluntad de seguir a Jesús hasta las últimas
consecuencias, de andar por  su mismo camino, de aprender a amar como él
amó, de buscar siempre que se haga  realidad en el mundo el proyecto de
vida que Dios tiene para toda la humanidad. 
-Viernes
Santo, una llamada a reafirmar nuestra fe  en la salvación que Jesús nos
ha alcanzado 
Eso
tenemos que hacer hoy, Viernes Santo, ante la cruz de Jesús. Es decisivo que
lo  hagamos. Pero no basta. No es eso lo único que hoy debemos hacer. Y,
permitid que os lo  diga, tampoco es seguramente lo más importante. Hoy,
ante la cruz de Jesús, tenemos que  hacer, sobre todo y por encima de
todo, un acto de fe. 
Jesús
ha muerto por amor. Jesús ha sido destrozado por el mal que hay en el
mundo,  porque ante este mal él no ha opuesto ningún tipo de resistencia,
ningún tipo de fuerza. Su  respuesta ante el mal que le rodeaba y le
perseguía ha sido tan sólo la respuesta de un  amor infinito,
total. 
Y
ahora lo contemplamos así, convertido en un deshecho humano, "despreciado
y  evitado de los hombres", tal como escuchábamos en la primera
lectura. Lo contemplamos  así, pero llenos de atrevimiento, afirmamos
nuestra fe en él. Nosotros creemos que en  Jesús muerto en cruz tenemos
la salvación, que él es el único camino que conduce a la  vida, que
gracias a él y a su amor hasta la muerte se ha roto el circulo infernal del mal
y del  pecado. Sólo su amor nos salva, sólo su entrega nos salva. 
Hoy
es un día apto para mirarnos a nosotros mismos y reafirmar nuestro deseo de
ser  más fieles al camino de Jesús. Y sobre todo, es un día apropiado
para mirar hacia la cruz  en la que Jesús murió, y agradecerle su amor, y
decirle que creemos en él y que le  amamos. Y dejar que arda cada vez más
en nuestro interior aquella llama que, ahora hace  dos mil años, él
encendió en Palestina con su vida y con su muerte. 
EQUIPO-MD

MISA DOMINICAL 1999, 5, 39-40

27.
-
EL PRIMER ACTO DE LA PASCUA
Hoy
es el primer día del Triduo Pascual, que inauguramos con la Eucaristía
vespertina de  ayer. De esa gran unidad que forman la muerte y la
resurrección de Jesús y que llamamos  "Pascua", hoy celebramos
de modo intenso el primer acto, la "Pascha Crucifixionis", como
le  llamaban los Padres. Aunque este recuerdo de la muerte está ya hoy
lleno de esperanza y  victoria. A su vez, la fiesta de la Resurrección, a
partir de la Vigilia Pascual, seguirá  teniendo presente el paso por la
muerte: "Cristo, nuestra Pascua, ha sido inmolado",  diremos en
el prefacio pascual. 
-
CENTRALIDAD DE LA CRUZ 
Este
día está centrado evidentemente en la muerte salvadora de Jesús en la Cruz.
La  comunidad cristiana, en una celebración sobria, emotiva, proclama la
Pasión del Señor, ora  por la humanidad, adora la Cruz y participa del
Cuerpo entregado por nosotros. La  celebración debe respirar un tono de
serenidad y contemplación en torno a la pasión y  muerte de Jesús. 
Si
se elige una hora más temprana, por ejemplo, hacia el mediodía, todo el resto
de la  jornada y durante el sábado, será la Cruz, situada en un lugar
céntrico, con un paño rojo y  luces, el punto de referencia y adoración
para los fieles. 
En
la celebración de hoy, los cantos, las lecturas y las oraciones nos sitúan con
vigor en  esta actitud de fe adorante. Y también el lenguaje de los gestos
y símbolos. El color es el  rojo, color de mártires y de sangre. El gesto
de la postración del sacerdote -mientras la  comunidad permanece de
rodillas- acentúa el recogimiento y la veneración que sentimos  por el
Cristo que se entrega a la muerte. 
En
la entrada de la Cruz, tal vez sea mejor presentarla ya descubierta. Eso sí,
cuidando  la dignidad de la procesión, la aclamación repetida y las
pausas de adoración de rodillas.  También hay que dar relieve a la
adoración de la Cruz, uno de los momentos más  expresivos del día. Que
cada fiel tenga oportunidad de acercarse, adorarla y besarla. 
-
LA MUERTE VOLUNTARIA DEL SIERVO
Las
lecturas ya lo dicen todo. Aunque también hoy sea importante decir una
homilía  breve, ayudando a contemplar la perenne actualidad del gran
misterio de la muerte de  Cristo. Una homilía "pascual",
centrada en Cristo que se entrega por todos. 
En
Isaías leemos el cuarto cántico del Siervo de Yahvé, el que más
directamente  presenta su actitud de entrega. La impresionante lectura
resulta la mejor preparación para  entender toda la profundidad de la
pasión. Más que nunca el lector de este cántico debe  prepararse y
acentuar la dramática expresividad de su proclamación. 
La
segunda lectura nos centra todavía más en ese Cristo que tiene miedo ante la
muerte,  que experimenta lo difícil que es ser fiel a su misión hasta el
fin. La Pasión, que en este día  siempre es la del evangelio de Juan, es
una lectura que nos deja cada vez sobrecogidos.  Jesús baja a donde ya no
se puede bajar más. Él sufrió no sólo "por" nosotros, sino
que  sufrió "como" nosotros y "con" nosotros. No nos
salvó enterándose del sufrimiento desde la  altura de su divinidad, sino
que asumió todo nuestro dolor. 
-
HE AQUÍ AL HOMBRE
Pilato
le mostró al pueblo con estas palabras: "Ecce Homo". Y Juan termina
la escena de  la muerte con una cita del profeta Zacarías: "Mirarán
al que traspasaron". La comunidad  cristiana mira hoy a ese Cristo
clavado en la Cruz con emoción, con agradecimiento.  No es un día para
demasiadas aplicaciones dispersas en dirección moral. Una homilía 
plenamente centrada en la figura de Cristo y su muerte, ya contiene una
dimensión mucho  más amplia. Las lecturas invitan a contemplar, no sólo
a Cristo en su cruz, sino en su  prolongación, la humanidad doliente, los
creyentes que también encuentran difícil su  camino y que pueden
experimentar sudor y sangre, pasión y muerte, siempre en la  perspectiva
pascual de vida que Dios nos asegura. La homilía de hoy invita a la fe, a
la  admiración, a la respuesta de la comunidad cristiana que, precisamente
porque cree en  Cristo y le contempla clavado en la Cruz, asimila también
en su propia vida el doble  movimiento de muerte y vida, y se siente urgida
a la solidaridad con todos los que sufren. 
J.
ALDAZÁBAL

MISA DOMINICAL 1999, 5, 35-36

28.
La
liturgia y las lecturas bíblicas de este día nos ponen delante de la imagen de
Jesús  crucificado. No se trata de un adorno de nuestras Iglesias o un
colgante bonito que llevar al  cuello, como quizá lo hemos entendido a
veces. Se trata de un instrumento de tortura y de  muerte. Y el que está
clavado en ella es Jesús, el Hijo de Dios. Los cristianos que no tienen 
la sensación de tener que huir de la presencia del Crucificado, es que no han
comprendido  todavía con suficiente radicalidad lo escandaloso de este
acontecimiento. De hecho, los  discípulos, aquellos que habían
acompañado a Jesús desde los primeros momentos,  aquellos a los que
Jesús había ido enseñando y explicando poco a poco los misterios del 
Reino, huyeron.
Pero
la Iglesia nos invita a fijar la mirada en el Crucificado y no abajar los ojos.
Su cruz es  escándalo para unos y locura para otros. "¿No es el Rey
de Israel? Que baje de la cruz y le  creeremos. ¿No ha confiado en Dios?
Si tanto le quiere Dios, que lo libre ahora. ¿No decía  que era Hijo de
Dios?" (Mt 27, 42-43). También a nosotros, sin duda, nos surgen estas
o  parecidas preguntas. ¿Por qué el sufrimiento? ¿Por qué el dolor?
¿Por qué si decimos que  Dios es bueno, es posible que en nuestro mundo
haya tantos ajusticiados, tantos muertos  prematuros, tantos...? No hay una
respuesta clara a estas preguntas. Para algunos de los  dolores que
padecemos podemos tomar una pastilla. Para el problema del dolor humano, 
los cristianos no tenemos más respuesta que la cruz de Jesús. En su total
soledad. En su  absoluto silencio.
Mirando
a Jesús, clavado en la Cruz, comprendemos que él ha asumido todos
nuestros  dolores, todas nuestras penas. El que murió abandonado de todos,
no nos abandona a  nosotros, sino que nos ayuda a llevar nuestra cruz. El
que murió rechazado, no nos  condena, sino que nos salva y nos ofrece la
esperanza de una Vida más plena y nueva.
Los
pobres, los marginados, los humillados, han encontrado siempre en la Cruz
su  identidad perdida, la identidad y la dignidad que el mundo no les
reconocía. Sin embargo,  los autosuficientes, los seguros de sí mismos,
los poderosos han despreciado la Cruz. O la  han negado, rodeándola de
oropeles y adornos, porque su sola visión se les hace  insoportable. Una
vez más se cumple la Bienaventuranza con que abrió Jesús su 
predicación: "Bienaventurados los pobres, porque de ellos es el Reino de
Dios".
El
día de hoy es tiempo para situarse en pobreza, en desnudamiento interior, en
silencio,  ante la cruz, conscientes de nuestras limitaciones y miserias,
conscientes de que no nos  podemos salvar a nosotros mismos. Sólo de esa
manera la Cruz se convertirá para  nosotros en símbolo y fuente de vida,
en causa de nuestra fe. En la cruz contemplamos la  manifestación clara y
concreta del amor de Dios para nosotros, que se entrega para  salvarnos, y
del rechazo de los hombres, de nosotros, a Dios. En la cruz estamos ya 
contemplando el rostro del Resucitado, en la cruz ya atisbamos la respuesta que
va a dar  Dios Padre a aquel que se ha entregado totalmente a él, en
obediencia plena a su voluntad.  En la entrega total del Hijo al Padre, se
entrevé la entrega total del Padre al Hijo, el don de  la Vida Nueva, de
la Resurrección que celebraremos en la madrugada del próximo domingo. 
Como discípulos de Jesús se nos invita hoy a seguirle. Ser cristianos no es un
juego de  niños, no es fácil serlo en nuestro mundo, no lo ha sido nunca.
El seguimiento de Jesús  pasa por la Cruz. El que nunca haya encontrado la
cruz puede irse preguntando si su vida  es realmente la de un seguidor de
Jesús. Contemplemos hoy, sin miedo, la cruz de Jesús.  No intentemos
mirar a otra parte. No intentemos llenar ese silencio doloroso con
palabras.  Simplemente, pidámosle que ilumine nuestra vida, que dé
sentido a nuestra cruz, y que nos  dé fuerzas y esperanza para seguir
caminando tras sus huellas. 
SERVICIO
BIBLICO LATINOAMERICANO

29.

1. La muerte de una persona siempre es un misterio incomprensible. A medida que
se va sumergiendo en las aguas del mar de la muerte, su experiencia se va
haciendo más impenetrable: ¿qué siente? ¿qué sufre? ¿que piensa? ¿cuánto pasa?
El misterio es mayor en la muerte de Cristo. Imposible penetrar en su hondura.




2. El Dios del Antiguo Testamento es un Dios grande, poderoso, vencedor de sus
enemigos. Es el Dios del Sinaí, que viene acompañado de rayos y truenos, que se
manifiesta en la zarza ardiente, y en el monte humeante. El Dios que arranca los
cedros de raiz, que se sienta sobre el aguacero. El Dios de las plagas de
Egipto, que mata a los primogénitos del país, el Dios que separa las aguas del
mar Rojo. El Dios que hace caer serpientes en el desierto, el Dios que hace
brotar agua de la roca.



3. Pero he ahí que el Dios que los judíos nunca pudieron comprender que tuviera
un Hijo, Jesús, es un Dios débil y humillado, anonadado. Vendido por Judas,
negado por Pedro, juzgado por el sanedrín, por Herodes y por Pilato. Condenado a
muerte, escarnecido en la Cruz, insultado por los ladrones y por los Sumos
Sacerdotes: "Si eres hijo de Dios, sálvate y baja de la Cruz" (Mt 27,40). Movían
la cabeza. No se puede salvar. Jesús callaba. Dios muere. Su muerte no es una
muerte heroica y grande, sino humillante y dolorosa.



5. Jesús aceptó la dureza de lo inevitable. Conocía perfectamente la suerte de
los profetas que le precedieron. No había pasado mucho tiempo desde que Juan
Bautista fuera asesinado por Herodes. Los gobernantes pretendían escarmentar al
pueblo torturando atrozmente y asesinando a los profetas. Jesús es arrestado y
llevado ante el tribunal de la ciudad. Luego viene el juicio injusto. Testigos
falsos, infracción del derecho de defenderse y, por último, condena a muerte.
Todo estaba preparado de antemano. Por ello, Jesús no insiste en su defensa. Él
sabía perfectamente que su condena estaba decidida con anticipación por el
sanedrín. Después, llevan a Jesús ante Pilato, hombre violento y precipitado.
Como él no podía enemistarse con el sanedrín, el juicio resulta ser sólo una
farsa. Iban a matar a Jesús porque ponía en riesgo la credibilidad del sistema
religioso, político y económico. Luego, le imponen la cruz y lo empujan, junto
con otros dos, hacia el lugar de la ejecución. Los condenados siempre andaban
con paso vacilante porque habían sido flagelados. El paso vacilante de los
condenados a muerte causaba una fuerte impresión entre los espectadores. Algunos
de ellos percibían la injusticia que se le infligía a Jesús. Ellos sabían que Él
era un hombre que únicamente "pasaba haciendo el bien y sanando a cuantos
estaban oprimidos" (Hch 10, 38). Cae por tierra y es levantado a fuerza de
gritos, insultos y golpes. El camino se desdibujaba ante sus ojos doloridos. La
vía hacia el calvario fue un lento y tortuoso avance hacia la muerte. La colina
del Gólgota o "calavera" es símbolo del exterminio humillante. Jesús despojados
de todo y del todo, incluso de las ropas que le quedaban. Jesús lo entrega todo
hasta el límite.



6. Sobre la cruz fue colocado un letrero que decía: “Jesús rey de los judíos”. Y
la burla no podía ser mayor. Tenía por trono un patíbulo y por comitiva dos
proscritos crucificados.



La crucifixión era la máxima pena que imponía el imperio. Era un castigo tan
denigrante que estaba reservado únicamente para los esclavos. Tener algún
parentesco, familiaridad o amistad con un condenado a la cruz era causa del
repudio social. Jesús fue condenado a morir en la cruz, como sedicioso. A la
comunidad de seguidores de Jesús le costó un enorme esfuerzo explicar el sentido
de la crucifixión de Jesús. Ellos proponían como salvador de la humanidad a un
hombre que murió proscrito por la ley. Los discípulos tenían que anunciar al
"Dios crucificado".



7. La cruz se convirtió, con el tiempo, en el símbolo de los cristianos. Ya no
tiene el significado de rebeldía y maldición que tenía en el mundo antiguo. Hoy
es inclusive un artículo forjado en metales y piedras preciosas. Hoy, las cruces
ya no son de madera. La cruz es la realidad cotidiana de dos personas que se
atormentan mutuamente sin llegar a formar un hogar. La cruz es la falta de
oportunidades para desarrollarse como personas. La cruz es la realidad de
miseria que inunda calles, montañas y ciudades como un torbellino incontenible.
El paso vacilante de los emigrantes y de los desplazados por la violencia marca
el ritmo de la civilización occidental. La humanidad ha ganado en derechos y en
conciencia de su acción en el mundo. Pero, también ha multiplicado la miseria y
el sufrimiento. Hoy sigue siendo Viernes Santo.



8. Juan Pablo II en su visita a la Basílica del Santo Sepulcro, dijo: Siguiendo
el camino de la historia de la salvación, narrado en el Credo de los apóstoles,
mi peregrinación jubilar me ha traído a Tierra Santa. Desde Nazaret, donde Jesús
fue concebido de la Virgen María por el poder del Espíritu Santo, he llegado a
Jerusalén, donde «padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado,
muerto y sepultado». Aquí, en la Iglesia del Santo Sepulcro, me arrodillo
delante de su sepultura: «Ved el lugar donde le pusieron» (Marc 16,6). La tumba
está vacía. Es un testigo silencioso del acontecimiento central en la historia
de la humanidad: la resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Desde hace casi
dos mil años, la tumba vacía ha sido testigo de la victoria de la Vida sobre la
muerte. Junto a los apóstoles y a los evangelistas, y junto a la Iglesia en todo
tiempo y lugar, nosotros también hemos sido testigos y proclamamos: «¡El Señor
ha resucitado!». Resucitado de entre los muertos, Él ya no muere más; la muerte
no tiene ya dominio sobre Él (Rom 6,9). «Mors et vita duello confixere mirando;
dux vitae mortuus, regnat vivus» El Señor de la Vida estaba muerto; ahora reina,
victorioso sobre la muerte, la fuente de vida eterna para todos los creyentes.




9. En esta iglesia, «la madre de todas las Iglesias» (san Juan Damasceno), donde
nuestro Señor Jesucristo murió para reunir en uno a todos los hijos de Dios que
estaban dispersos (Jn 11,52), le pedimos al Padre de las misericordias que
fortalezca nuestro deseo por la unidad y la paz entre todos los que hemos
recibido el regalo de una nueva vida por medio de las aguas salvadoras del
Bautismo.



10. «Destruid este templo, y en tres días lo levantaré» (Jn 2,19). El
evangelista Juan nos dice que después de la resurrección de Jesús entre los
muertos, los discípulos se acordaron de estas palabras, y creyeron (Jn 2,23).
Jesús había dicho estas palabras para que sirvieran como señal para sus
discípulos. Cuando Él y los discípulos visitaron el Templo, arrojó fuera del
santo lugar a los cambistas y vendedores (Jn 2,15). Cuando los presentes
protestaron diciendo: «¿Qué señal nos muestras para obrar así?», Jesús
respondió: «Destruid este templo y, en tres días, lo levantaré». El Evangelista
advierte que «Él hablaba del Templo de su cuerpo» (Jn 2,18). La profecía
contenida en las palabras de Jesús se realizó en la Pascua, cuando «al tercer
día resucitó de entre los muertos». La resurrección de nuestro Señor Jesucristo
es la señal que pone de manifiesto que el Padre eterno es fiel a su promesa y
engendra una nueva vida de la muerte: «la resurrección del cuerpo y la vida
eterna». El misterio se refleja claramente en esta antigua Iglesia de la «Anástasis»,
que contiene ambas, la tumba vacía, signo de la Resurrección, y el Gólgota,
lugar de la Crucifixión. La buena nueva de la resurrección nunca se puede
separar del misterio de la Cruz. Hoy, san Pablo nos dice en la segunda lectura:
«Nosotros predicamos a Cristo crucificado» (1 Cor 1,23). Cristo, se ofreció a sí
mismo como oblación vespertina en el altar de la cruz (Sal 141,2), ahora ha sido
revelado como «el poder y la sabiduría de Dios» (1 Cor 1,24). Y en su
resurrección, los hijos e hijas de Adán participan de la vida divina que era
suya desde toda la eternidad, con el Padre, en el Espíritu Santo.



11. La resurrección de Jesús es el sello definitivo de todas las promesas de
Dios, el lugar del nacimiento de una humanidad nueva y resucitada, la promesa de
una historia caracterizada por los dones mesiánicos de paz y gozo espiritual. En
la aurora del nuevo milenio, los cristianos pueden y deben mirar el futuro con
una confianza firme en el glorioso poder del Resucitado, quien hace nuevas todas
las cosas (Ap 21,5). Él libera a la creación de la esclavitud de la caducidad (Rom
8,20). Con su Resurrección, abre al camino al descanso del Gran Sábado, el
Octavo Día, cuando la peregrinación de la humanidad llegue a su fin y la
voluntad de Dios sea en todo en todos (1 Cor 15, 28).



12. Aquí, en el Santo Sepulcro y en el Gólgota, mientras renovamos nuestra
profesión de fe en el Resucitado, ¿podemos poner en duda que el poder del
Espíritu de la Vida nos dará la fuerza para vencer nuestras divisiones y
trabajar juntos en la construcción de un futuro de reconciliación, unidad y paz?
Aquí, como en ningún otro lugar en la tierra, escuchamos a nuestro Señor decirle
de nuevo a sus discípulos: «No tengáis miedo, yo he vencido al mundo» (Jn
16,33).



13. "El velo del Templo se rasgó" (Lc 23,45). Ante la debilidad de Dios, debe
rasgarse también nuestro concepto de Dios. Debemos aceptar a un Dios humillado,
que se encarna en la debilidad humana y que quiere ser el servidor y el que está
en los pequeños, en los sin cultura, en los marginados: "lo que hacéis a uno de
mis pequeños, a mí me lo hacéis" (Mt 25,40).



14. Los personajes que intervienen en la Pasión y Muerte de Jesús, no son
extraordinariamente malos, sino personas normales y corrientes. Y esta reflexión
nos ayuda a aceptar que nos puedan vender, juzgar, traicionar y crucificar las
personas normales que están junto a nosotros.



15. ¿Por qué tanta sangre, Señor? ¡Qué gran amor el tuyo y el de tu Padre, que
te entrega para que participemos de vuestra vida trinitaria y feliz por siempre!
Te adoramos, Cristo y te bendecimos porque por tu santa Cruz has redimido al
mundo.
J.
MARTI BALLESTER

30.
Hoy
es el día de la Pasión. Jesús, el hombre que dedicó su vida entera a hacer
el bien, el  que transformó la vida de tantas personas, el que mostró el
rostro amoroso del Padre Dios,  muere en el suplicio ignominioso de los
esclavos. Para celebrar esa muerte salvadora nos  encontramos aquí. Y la
liturgia nos invita a hacerlo de tres maneras: la lectura de la Pasión 
según san Juan, la adoración de la cruz y la comunión eucarística.
-La
pasión según Juan: la victoria de Jesús
La
Iglesia tiene predilección por el evangelio de Juan. Cada año, el Domingo de
Ramos,  leemos la Pasión según uno de los tres primeros evangelios, el
que toque; este año ha sido  Marcos. Pero el día propiamente dicho de la
Pasión, que es hoy, cada año se lee la pasión  según san Juan.
En
comparación con los otros tres evangelistas, la pasión según san Juan nos
presenta a  Jesús vencedor, triunfante en la cruz. Es como aquellos
Cristos majestad románicos, que lo  representan en la cruz como en un
trono, con corona real en vez de la de espinas y manto  señorial, y a
veces con casulla, como ofreciendo sacerdotalmente desde la cruz su propio 
sacrificio.
El
centro de este relato es el juicio ante Poncio Pilato. Sin negar los
sufrimientos y las  burlas que Jesús sufre, Juan nos lo presenta dominando
la escena, como si fuese él quien  juzga a Pilato, y no al revés. Jesús
está dentro del pretorio, mientras sus acusadores están  fuera, ya que si
entrasen en una casa pagana quedarían impuros y no podrían celebrar la 
Pascua. El evangelista distingue claramente siete escenas, ritmadas por las
entradas y  salidas de Pilato, que habla dentro con Jesús y fuera con los
dirigentes judíos, hasta que les  saca a Jesús azotado, burlado y
escarnecido. Las idas y venidas de Pilato evocan nuestras  propias
ambigüedades. Pilato le manda poner una corona de espinas y un manto real.
Lo  hace por burla, pero en la intención del evangelista, Pilato,
representante del emperador de  este mundo, sin saberlo, está proclamando
a Jesús como rey.
-La
adoración de la cruz: memoria de la Pasión
El
rito más característico del Viernes Santo es la adoración de la cruz. Decimos
que la  adoramos, no porque la cruz sea Dios, sino porque en la cruz Dios
hecho hombre mortal  murió por nosotros.
Este
día, en Jerusalén, en la basílica edificada en el lugar del Calvario y del
Santo  Sepulcro, los fieles pasaban a adorar y besar la reliquia de la Vera
Cruz que se decía que  había encontrado santa Elena. No hace falta que
sea una reliquia auténtica: lo que importa  es el signo de la cruz,
símbolo del instrumento de la Pasión de Jesucristo y de nuestra 
redención. No tengamos prisa ni nos impacientemos cuando pasemos uno a uno a
venerar  la santa cruz mientras nos unimos a los cantos; y dediquemos
también estos minutos a  meditar el relato que acabamos de escuchar en el
evangelio. Lo que los evangelistas nos  explican con gran riqueza de
detalles, ha quedado condensado en este signo, de forma que  la religión
cristiana es la religión de la cruz (como la musulmana es la de la media luna).
La  cruz proclama el amor infinito del Padre revelado en el Hijo, hecho por
nosotros obediente  hasta la muerte, y una muerte de cruz.
-La
comunión: unirse a la Pasión
Finalmente,
recibimos la sagrada comunión. Hoy propiamente no hay misa, porque no hay 
consagración, sino que comulgamos de la reserva eucarística guardada ayer. Con
todo, al  comulgar, nos unimos a la Pasión de una manera sacramental mucho
más real que  escuchando el evangelio de la Pasión o adorando a la cruz.
San
Pablo nos decía ayer que cada vez que comemos de este pan y bebemos del
cáliz  anunciamos la muerte del Señor hasta que vuelva.
Escuchar
el relato de la Pasión, besar la cruz o recibir la comunión de nada nos
servirían,  si no estuviéramos dispuestos a morir también nosotros al
pecado, para resucitar con Cristo  a una vida de gracia y santidad.
Que
él derrame sobre nosotros la gracia que brota de su cruz. Que él derrame
su  salvación, su amor, su paz, su vida inagotable, sobre todos los
hombres y mujeres del  mundo entero, y de un modo especial sobre aquellos
que más de cerca viven el dolor y el  abandono que Jesús vivió.
HILARI
RAGUER

MISA DOMINICAL 2000, 5, 45-46

31.

Nuestra confesión de fe: Jesús es el Hijo de Dios
Con
la celebración de este domingo empezamos los días santos, para los que nos
hemos  ido preparando durante toda la Cuaresma. Y hoy nuestra atención
debe estar en este relato  de la pasión y muerte del Señor que acabamos
de proclamar. Su meditación debería hacer  que surgiese de nuestro
corazón aquella misma profesión de fe del centurión ante Jesús  clavado
en la cruz: "Realmente este hombre era Hijo de Dios". Todo
el relato de la pasión según Marcos lleva a este acto de fe.

La pasión de Jesús: una escuela de fe y de humanidad
Cada
paso, cada momento, cada gesto y palabra de Jesús en su pasión es una lección
de  fe y de humanidad para nosotros; es un descubrimiento del sentido que
podemos dar a la  vida; es un acto de fe en Dios que, aunque el misterio
del mal y de la muerte nos rodee por  todos lados, nos acompaña en todo
momento, no nos deja de amar nunca y nos libra del  mal. La pasión y la
muerte de Jesús nos despierta a la vez la solidaridad por tantas y tantas 
personas, tantos y tantos pueblos y colectivos que han vivido y viven ahora en
su propia  carne esta pasión y muerte.
-
En Getsemaní, Jesús vive la tentación del miedo, de no encontrar sentido a la
prueba  que se le echa encima, la tentación de claudicar. Nos enseña a
asumir toda realidad  sufriente con la confianza de tener siempre en
nosotros el Espíritu de Dios que nos da  fuerza en el momento de la
prueba.
-
Aquella noche Jesús comparte con muchos pueblos de la tierra, con muchos
hombres y  mujeres de nuestra historia, la pérdida de la libertad, la
pérdida de sus derechos, la traición,  el abandono, la infidelidad de los
amigos, fruto de tantos miedos a la fidelidad de las  personas, a darla
vida por los demás. Y nos dice que se encuentra del lado de los que como 
él pasan y deben pasar por las mismas experiencias.
-
A Jesús se le quita la dignidad y la vida, es equiparado a un delincuente, es
torturado,  burlado y asesinado, como tantos otros que ayer y hoy siguen su
misma suerte y como él no  han claudicado. Cuando los demás se niegan a
dar la cara por él, Jesús se mantiene firme,  da testimonio de sí mismo
y de su misión.
-
Cada personaje que aparece en la pasión de Jesús es imagen de cada uno de
nosotros,  es modelo de las posibles actitudes existentes en nosotros ante
el hermano, es modelo de  humanidad o de deshumanización:
abandono
por parte de los discípulos;

traición de Judas y desesperación;

uso de la violencia, negación y arrepentimiento de Pedro;

burla, prepotencia y abuso de poder de los sacerdotes y autoridades;

presencia amorosa e impotente por parte de las mujeres;

indiferencia y frialdad de los ejecutores;

insulto de los que pasaban y de los mismos condenados como él;

fe por parte del centurión;

veneración servicial de José de Arimatea.

La Eucaristía, comunión con Jesús sufriente y con todos los sufrientes
En
la Eucaristía tenemos a este Jesús entregado a la muerte, que se nos da a
todos, que  nos ama dándose. Que la contemplación y la comunión con
Jesús en su camino hacia la  cruz nos lleve a la contemplación y
comunión con todas las pasiones existentes en nuestro  mundo; al acto de
fe en Dios que salva a su Hijo y nos salva en Jesús, porque nos ama en
él  y en cada sufriente. De esta profesión de fe nace la Iglesia.
ORIOL
GARRETA

MISA DOMINICAL 2000, 5, 17-18

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El Viernes Santo

JesúsMarti Ballester

16 julio 2008

Sección: El Calendario litúrgico




Una breve introducción para comprender mejor el sentido de este día en la Semana Mayor


VIERNES SANTO: DIOS SE HA HECHO DEBIL, HASTA MORIR


La muerte de una persona siempre es un misterio incomprensible. A
medida que se va sumergiendo en las aguas del mar de la muerte, su
experiencia se va haciendo más impenetrable: ¿qué siente? ¿qué sufre?
¿que piensa? ¿cuánto pasa? El misterio es mayor en la muerte de Cristo.
Imposible penetrar en su hondura.


El Dios del Antiguo Testamento es un Dios grande, poderoso, vencedor
de sus enemigos. Es el Dios del Sinaí, que viene acompañado de rayos y
truenos, que se manifiesta en la zarza ardiente, y en el monte humeante.
El Dios que arranca los cedros de raiz, que se sienta sobre el
aguacero. El Dios de las plagas de Egipto, que mata a los primogénitos
del país, el Dios que separa las aguas del mar Rojo. El Dios que hace
caer serpientes en el desierto, el Dios que hace brotar agua de la roca.


Pero he ahí que el Dios que los judíos nunca pudieron comprender que
tuviera un Hijo, Jesús, es un Dios débil y humillado, anonadado. Vendido
por Judas, negado por Pedro, juzgado por el sanedrín, por Herodes y por
Pilato. Condenado a muerte, escarnecido en la Cruz, insultado por los
ladrones y por los Sumos Sacerdotes: “Si eres hijo de Dios, sálvate y
baja de la Cruz” (Mt 27,40). Movían la cabeza. No se puede salvar. Jesús
callaba. Dios muere. Su muerte no es una muerte heroica y grande, sino
humillante y dolorosa.


La inspiración del poeta ha intuído la inmensa e infinita angustia del hombre Jesús:


“El subía bajo el follaje gris,

todo gris y confundido con el olivar,

– y metió su frente llena de polvo

– muy dentro de lo polvoriento de sus manos calientes (Rilke).


Se eclipsó en el Hombre Dios.


Cortinas espesas de sangre

oscurecieron la faz del Padre…


El Hombre tirita despavorido…


Debilidad de un enfermo

que, con la fiebre agarrotando

sus miembros temulentos,

tiembla de frío y de miedo

ante un dragón que lo engulle.


Lámpara torturada de sangre

que amanece como rocío

de gotas redondas

que forman ríos desolados y dolorosos

de un planeta hundido

en la soledad sideral.


Desolación inmensa de un océano

de torturas diabólicas

de campos de exterminio.


Presencia mística de todo el pecado

en la imaginación cinematográfica

del Hombre que ve lúcidamente

resquebrajarse horrorosamente

los cimientos del cosmos.


La negra traición disfrazada,

los matorrales espinados del odio,

la cínica hipocresía, el fariseísmo

de todas las inmensas injusticias.


Soledad, silencio, angustia…


Abandono, desolación, sequedades.


Llamada a participar en el trago

amargo del Maestro,

hasta que te haga feliz

ser latido en su estertor.


Jesús aceptó la dureza de lo inevitable. Conocía perfectamente la
suerte de los profetas que le precedieron. No había pasado mucho tiempo
desde que Juan Bautista fuera asesinado por Herodes. Los gobernantes
pretendían escarmentar al pueblo torturando atrozmente y asesinando a
los profetas. Jesús es arrestado y llevado ante el tribunal de la
ciudad. Luego viene el juicio injusto. Testigos falsos, infracción del
derecho de defenderse y, por último, condena a muerte. Todo estaba
preparado de antemano. Por ello, Jesús no insiste en su defensa. Él
sabía perfectamente que su condena estaba decidida con anticipación por
el sanedrín. Después, llevan a Jesús ante Pilato, hombre violento y
precipitado. Como él no podía enemistarse con el sanedrín, el juicio
resulta ser sólo una farsa. Iban a matar a Jesús porque ponía en riesgo
la credibilidad del sistema religioso, político y económico. Luego, le
imponen la cruz y lo empujan, junto con otros dos, hacia el lugar de la
ejecución. Los condenados siempre andaban con paso vacilante porque
habían sido flagelados. El paso vacilante de los condenados a muerte
causaba una fuerte impresión entre los espectadores. Algunos de ellos
percibían la injusticia que se le infligía a Jesús. Ellos sabían que Él
era un hombre que únicamente “pasaba haciendo el bien y sanando a
cuantos estaban oprimidos” (Hch 10, 38). Cae por tierra y es levantado a
fuerza de gritos, insultos y golpes. El camino se desdibujaba ante sus
ojos doloridos. La vía hacia el calvario fue un lento y tortuoso avance
hacia la muerte. La colina del Gólgota o “calavera” es símbolo del
exterminio humillante. Jesús despojados de todo y del todo, incluso de
las ropas que le quedaban. Jesús lo entrega todo hasta el límite.


Sobre la cruz fue colocado un letrero que decía: “Jesús rey de los
judíos”. Y la burla no podía ser mayor. Tenía por trono un patíbulo y
por comitiva dos proscritos crucificados.


La crucifixión era la máxima pena que imponía el imperio. Era un
castigo tan denigrante que estaba reservado únicamente para los
esclavos. Tener algún parentesco, familiaridad o amistad con un
condenado a la cruz era causa del repudio social. Jesús fue condenado a
morir en la cruz, como sedicioso. A la comunidad de seguidores de Jesús
le costó un enorme esfuerzo explicar el sentido de la crucifixión de
Jesús. Ellos proponían como salvador de la humanidad a un hombre que
murió proscrito por la ley. Los discípulos tenían que anunciar al “Dios
crucificado”.


La cruz se convirtió, con el tiempo, en el símbolo de los cristianos.
Ya no tiene el significado de rebeldía y maldición que tenía en el
mundo antiguo. Hoy es inclusive un artículo forjado en metales y piedras
preciosas. Hoy, las cruces ya no son de madera. La cruz es la realidad
cotidiana de dos personas que se atormentan mutuamente sin llegar a
formar un hogar. La cruz es la falta de oportunidades para desarrollarse
como personas. La cruz es la realidad de miseria que inunda calles,
montañas y ciudades como un torbellino incontenible. El paso vacilante
de los emigrantes y de los desplazados por la violencia marca el ritmo
de la civilización occidental. La humanidad ha ganado en derechos y en
conciencia de su acción en el mundo. Pero, también ha multiplicado la
miseria y el sufrimiento. Hoy sigue siendo Viernes Santo.


Juan Pablo II en su visita a la Basílica del Santo Sepulcro, dijo:
Siguiendo el camino de la historia de la salvación, narrado en el Credo
de los apóstoles, mi peregrinación jubilar me ha traído a Tierra Santa.
Desde Nazaret, donde Jesús fue concebido de la Virgen María por el poder
del Espíritu Santo, he llegado a Jerusalén, donde «padeció bajo el
poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado». Aquí, en
la Iglesia del Santo Sepulcro, me arrodillo delante de su sepultura:
«Ved el lugar donde le pusieron» (Marc 16,6). La tumba está vacía. Es un
testigo silencioso del acontecimiento central en la historia de la
humanidad: la resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Desde hace casi
dos mil años, la tumba vacía ha sido testigo de la victoria de la Vida
sobre la muerte. Junto a los apóstoles y a los evangelistas, y junto a
la Iglesia en todo tiempo y lugar, nosotros también hemos sido testigos y
proclamamos: «¡El Señor ha resucitado!». Resucitado de entre los
muertos, Él ya no muere más; la muerte no tiene ya dominio sobre Él (Rom
6,9). «Mors et vita duello confixere mirando; dux vitae mortuus, regnat
vivus» El Señor de la Vida estaba muerto; ahora reina, victorioso sobre
la muerte, la fuente de vida eterna para todos los creyentes.


En esta iglesia, «la madre de todas las Iglesias» (san Juan
Damasceno), donde nuestro Señor Jesucristo murió para reunir en uno a
todos los hijos de Dios que estaban dispersos (Jn 11,52), le pedimos al
Padre de las misericordias que fortalezca nuestro deseo por la unidad y
la paz entre todos los que hemos recibido el regalo de una nueva vida
por medio de las aguas salvadoras del Bautismo.


«Destruid este templo, y en tres días lo levantaré» (Jn 2,19). El
evangelista Juan nos dice que después de la resurrección de Jesús entre
los muertos, los discípulos se acordaron de estas palabras, y creyeron
(Jn 2,23). Jesús había dicho estas palabras para que sirvieran como
señal para sus discípulos. Cuando Él y los discípulos visitaron el
Templo, arrojó fuera del santo lugar a los cambistas y vendedores (Jn
2,15). Cuando los presentes protestaron diciendo: «¿Qué señal nos
muestras para obrar así?», Jesús respondió: «Destruid este templo y, en
tres días, lo levantaré». El Evangelista advierte que «Él hablaba del
Templo de su cuerpo» (Jn 2,18). La profecía contenida en las palabras de
Jesús se realizó en la Pascua, cuando «al tercer día resucitó de entre
los muertos». La resurrección de nuestro Señor Jesucristo es la señal
que pone de manifiesto que el Padre eterno es fiel a su promesa y
engendra una nueva vida de la muerte: «la resurrección del cuerpo y la
vida eterna». El misterio se refleja claramente en esta antigua Iglesia
de la «Anástasis», que contiene ambas, la tumba vacía, signo de la
Resurrección, y el Gólgota, lugar de la Crucifixión. La buena nueva de
la resurrección nunca se puede separar del misterio de la Cruz. Hoy, san
Pablo nos dice en la segunda lectura: «Nosotros predicamos a Cristo
crucificado» (1 Cor 1,23). Cristo, se ofreció a sí mismo como oblación
vespertina en el altar de la cruz (Sal 141,2), ahora ha sido revelado
como «el poder y la sabiduría de Dios» (1 Cor 1,24). Y en su
resurrección, los hijos e hijas de Adán participan de la vida divina que
era suya desde toda la eternidad, con el Padre, en el Espíritu Santo.


La resurrección de Jesús es el sello definitivo de todas las promesas
de Dios, el lugar del nacimiento de una humanidad nueva y resucitada,
la promesa de una historia caracterizada por los dones mesiánicos de paz
y gozo espiritual. En la aurora del nuevo milenio, los cristianos
pueden y deben mirar el futuro con una confianza firme en el glorioso
poder del Resucitado, quien hace nuevas todas las cosas (Ap 21,5). Él
libera a la creación de la esclavitud de la caducidad (Rom 8,20). Con su
Resurrección, abre al camino al descanso del Gran Sábado, el Octavo
Día, cuando la peregrinación de la humanidad llegue a su fin y la
voluntad de Dios sea en todo en todos (1 Cor 15, 28).


Aquí, en el Santo Sepulcro y en el Gólgota, mientras renovamos
nuestra profesión de fe en el Resucitado, ¿podemos poner en duda que el
poder del Espíritu de la Vida nos dará la fuerza para vencer nuestras
divisiones y trabajar juntos en la construcción de un futuro de
reconciliación, unidad y paz? Aquí, como en ningún otro lugar en la
tierra, escuchamos a nuestro Señor decirle de nuevo a sus discípulos:
«No tengáis miedo, yo he vencido al mundo» (Jn 16,33).


“El velo del Templo se rasgó” (Lc 23,45). Ante la debilidad de Dios,
debe rasgarse también nuestro concepto de Dios. Debemos aceptar a un
Dios humillado, que se encarna en la debilidad humana y que quiere ser
el servidor y el que está en los pequeños, en los sin cultura, en los
marginados: “lo que hacéis a uno de mis pequeños, a mí me lo hacéis” (Mt
25,40).


Los personajes que intervienen en la Pasión y Muerte de Jesús, no son
extraordinariamente malos, sino personas normales y corrientes. Y esta
reflexión nos ayuda a aceptar que nos puedan vender, juzgar, traicionar y
crucificar las personas normales que están junto a nosotros.


¿Por qué tanta sangre, Señor? ¡Qué gran amor el tuyo y el de tu
Padre, que te entrega para que participemos de vuestra vida trinitaria y
feliz por siempre! Te adoramos, Cristo y te bendecimos porque por tu
santa Cruz has redimido al mundo.



Comentarios
8 Comentarios en “El Viernes Santo”





  1. Jaime Dijo:


    Gracias por su ayuda para fomentar y hacer crecer la Fe en Cristo Jesus.




  2. Jaime Dijo:


    Gracias por su ayuda para fomentar y hacer crecer la Fe en Cristo Jesus.




  3. Jaime Dijo:


    Gracias por su ayuda para fomentar y hacer crecer la Fe en Cristo Jesus.




  4. GALVEZ Dijo:


    quiero por favor pedirle que me saque de una duda. Cuantos fueron
    crucifacados junto con Jesus, y es lo mismo "malechores que ladrones"
    gracias…




  5. GALVEZ Dijo:


    quiero por favor pedirle que me saque de una duda. Cuantos fueron
    crucifacados junto con Jesus, y es lo mismo "malechores que ladrones"
    gracias…




  6. GALVEZ Dijo:


    quiero por favor pedirle que me saque de una duda. Cuantos fueron
    crucifacados junto con Jesus, y es lo mismo "malechores que ladrones"
    gracias…




  7. gabriel perez blanco Dijo:


    que grandeza de jesucristo , aceptar el sufimiento de todos y
    cada uno de sus hermanos , haciendolo propio ,y como ofrenda , al
    padre el hijo del espiritu,es cruxificado, azotado , insultado , tratado
    como el ser mas despreciable , de esa epoca aquel que tan solo
    hacia el bien a los mas necesitados , imaginense la deseperacion que
    sufrio , antes del inicio de este terrible suplicio , y finalmente
    resucito al tercer dia reunio a sus asustados apostoles , los calmo ,
    y les dijo debo volver a el padre pero el consolador quedara con
    ustedes hasta el fin de los tiempos , y el poder mismo de DIOS esta
    con todos y cada uno de nosotros .




  8. Carmen Gloria Dijo:


    Muchas gracias por el artículo.me parece interesante que expliquen
    de manera tan clara y didáctica este día tan significativo para todos
    los cristianos del mundo. A veces las personas no contamos con toda la
    preparación necesaria para entender a cabalidad el proceso de entrega y
    amor que Jesús nos regaló a las personas.


    Gracias por aumentar y potenciar la fe en el mundo y en nuestros
    corazones. Que el Señor nos bendiga a todos y cada uno/a de nosotros/as.
    Nos quedamos en oración hasta el día maravilloso de la RESURRECCIÓN.

































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