viernes, 22 de abril de 2011

Señor, ¡qué cosas!

Señor, ¡qué cosas!TREPANATORIO: escenario de exorcismos

viernes 27 de febrero de 2009
Violencia y Revolución II

Coloco un enlace a un artículo colgado en internacionalism.org en el que se comenta la noticia de un sabotaje en Francia a las líneas férreas. Creo que en él se resume a la perfección la absoluta falta de ideas y la presuntuosidad de la Revolución oficial, y el impasse al que estará condenada la lucha revolucionaria si sigue acomitiendo el problema de la violencia desde los tabúes a los que ha quedado atado, no sé si fruto del buenrollismo pacifista de los hippies en los 60, o como consecuencia de las labores de manipulación de los aparatos ideológicos del poder represivo, que nos han convencido a todos de que la única violencia legítima es la que ejercen los poderes fácticos.
Después he colocado mi comentario a la noticia, que creo resume también a la perfección mi postura al respecto y la que deberían adoptar todos aquellos que se consideren honestos revolucionaros. (voy a empezar a ponerme chulito yo también)

http://es.internationalism.org/ccionline/2008_trenes#comment-289

Con la hueca retórica que se deriva de este artículo y las interminables diatribas a que da lugar, siendo exponente de ello todos los comentarios en los que os debatís inútilmente, queda claro que quien mejor sirve a los intereses de la clase dominante sois aquellos que estigmatizando de entrada acciones de sabote concretas, no hacéis otra cosa que, desde la más pura negatividad, depurar los supuestos contenidos prácticos de la lucha de clases.
¿No os dais cuenta de que, sin entrar a valorar los efectos de conjunto de las acciones aisladas, el movimiento "revolucionario" se ha sumido en un terrible y paralizante impasse que no hace más que dar vueltas ante un tema que se ha vuelto tabú, la violencia? En este momento y desde hace ya un tiempo, no se ve otra cosa desde las posiciones "revolucionarias y de clase" que agudizadas quejas contra la cada vez más intensa mordedura del capital, y fieros ataques contra lo que estos jueces de la Revolución tachan de acciones desesperadas e inútiles. Cero acción concreta, ningún avance en ningún sentido, ningún atisbo de extensión de la conciencia de clase, ninguna lucha por parte de estos tribunales de la razón revolucionaria. Cuando lo cierto es que lo único que desde hace unos años hemos tenido como encarnación real de una lucha contundente contra el Capital han sido fogonazos de ira de multitudes difícilmente identificables, sobre todo en el terreno de las contestaciones a las reuniones de las grandes instituciones financiero-políticas (FMI, OMC, G-8, etc...).
Es decir, que los mínimos atisbos de lucha han llegado de esas furiosas, impotentes y desesperadas facciones, como os place tanto en calificarlas. Bien, ya sé lo que me vais a contestar, que soy un pobre iluso más, un desesperado más, que únicamente conoce de las acciones visibles de la Revolución las imágenes que me ofrecen los grandes medios de comunicación de masas burgueses (os gusta demasiado emplear la palabra burgués y eso atufa a estalinismo) y que la lucha se construye muy poco a poco cada día desde cada centro social y desde cada pequeño foco de resistencia, o alternativo como os gusta llamarlo ahora (esto ya no suena a estalinismo sino más bien a progresismo). Bien, yo os diré, que si desistís de plantear la lucha en el terreno de lo espectacular, es decir, si os saltáis a la torera las enseñanzas del situacionismo, os quedaréis donde estáis, es decir, en eternas charlas masturbatorias sobre lo que es burgués o no, sobre lo que es revolucionario o no, etc...
Pero yo os pregunto, ¿y si en lugar de 4 desesperados expresándose, fuéramos miles? ¿qué si fuéramos miles saboteando infraestructuras por las que circula el capital? Entonces la cuestión cambia completamente de perspectiva y no se trataría ya de prejuzgar y descalificar a estos luchadores sino de preguntarnos por qué les dejamos solos, por qué les traicionamos, por qué les abandonamos...
Publicado por Trevor Reznik en 05:15 0 comentarios Enlaces a esta entrada
lunes 23 de febrero de 2009
Violencia y revolución

Curiosamente hoy que iba a tantear (como estamos condenados a hacer) en el tema de la violencia como medio y arma legítimos de resistencia, me encuentro con que en el periódico Diagonal alguien ha escrito un artículo sobre el mismo tema. Pongo el link a la página del períodico porque me parece bastante oportuno y acertado: http://www.diagonalperiodico.net/spip.php?article7364

Bien, como este articulista apunta, la violencia siempre consiste en la percepción de una fuerza que se ejerce sobre nosotros o afinando un poco consiste en una calificación de la percepción de esa fuerza. Digo esto porque siempre podemos calificar un fenómeno como violento sin que necesariamente esté teniendo lugar sobre el cuerpo propio y podemos hacer además calificaciones positivas de la violencia aunque se ejerza sobre nuestro cuerpo. Por supuesto que sería necesario precisar cuáles son los límites del cuerpo, puesto que esa misma competencia para percibir como violento algo que en apariencia no se produce sobre nuestro cuerpo, apunta a una extensión virtual o fantasmática del cuerpo.

Finalmente violento es todo aquello que es mostrado como tal y por tanto aquello que institucionalmente es calificado como violento. El articulista da buenos ejemplos sobre esto y no es necesario demorarse más en ello.

El capitalismo y el Estado y todos los poderes concomitantes, consisten básicamente en una máquina abstracta que trabaja sobre el cuerpo social y que aunque parezca paradójico genera efectos de concreción. Es decir, el capitalismo tiene su límite en la abstracción pura, en el uno, Dios o totalidad. Es una máquina abstracta que funciona en un sentido vertical a la vez que horizontal. Cuando el capitalismo impone una diferencia, aunque sea pequeña, de tipo binario (que son las propias de la máquina abstracta capitalista), al mismo tiempo genera una jerarquía en el binomio. Hasta ese punto el capitalismo sustrae la posibilidad de la lucha contra la inscripción. Cuando el Estado-Capital dice hombre-mujer, la mujer se encuentra ya en relación de subordinación con respecto al hombre. Lo mismo cuando dice Capital-trabajo, blanco-negro, homosexual-heterosexual, primer mundo-tercer mundo, etc... Con esto no sólo se asegura una regulación más fácil de los individuos, sino que abre nuevas posibilidades de mercado. Todas estas divisiones y jerarquizaciones a que da lugar la máquina abstracta son, sin duda, acciones violentas. Ser un hombre o una mujer, ser blanco o negro, ser árbol o perro es ser violento. La violencia es inherente al ser, o al lenguaje como diría Deleuze.

El capitalismo, decía también Deleuze, es siempre neocapitalismo, porque continuamente amplía sus límites, es decir, continuamente es capaz de meter en cintura a los elementos extraños que surgen en su seno. Siempre encontrará para ellos una sombra que determine sus contornos y los regule. Siempre la máquina abstracta se volcará sobre la fuerza rebelde, la dividirá y sustraerá sus fuerzas. Y a continuar la marcha... Sin duda es esencial tratar de invalidar este estriamiento del espacio a que da lugar la máquina abstracta del capitalismo con cualquier medio que esté a nuestro alcance. Es necesario, pero ¿suficiente? Una buena parte de los movimientos de liberación sexual han encontrado su lugar en el Estado y sobre todo en el mercado. Su normalización reglamentaria fue acompañada de un amplio espectro de mercancías y servicios con las que saciar un deseo ya mercantilizado. Y es que el mercado ofrece eso, la posibilidad de que puedas transformar tu deseo en necesidad de saciación. El deseo no se abre jamás al objeto sino a la multiplicidad, al devenir y a lo indeterminado. Pero el mercado obtura y disecciona ese deseo y lo transforma en mercado. Y si hasta ahora el mercado ha sido tremendamente eficiente y rentable con este procedimiento y es probable que lo siga siendo hasta el infinito, ha sido porque a los planteamientos y luchas que se consideran políticos no han podido o no han querido nunca boicotear este proceder. Cuando un cuerpo se ofrece como ambigüo al capital no se ejerce realmente una violencia sobre el poder del mercado, no se sustrae poder de abstracción, sino que se le ofrece un motivo de ofuscación, finalmente una oportunidad de represión a través de la normalización mercantil. Siempre podemos impugnar las diferencias jerárquicas con las que la máquina abstracta nos regula y produce. Bien, estupendo, lo hemos conseguido, ya no le llaman a usted hombre o mujer, o le llaman hombre y mujer al mismo tiempo, o le llaman alternativamente hombre y mujer u hombre o mujer. La conjunción y la disyunción no son patrimonio de la lucha y la resistencia sino del poder abstracto. Cuanto menos nos dejemos coger en las redes del poder, y estar cogido en las redes del poder quiere decir, haber sido nombrado por ellas, menos poder será el poder capaz de ejercer sobre nosotros. Y esto quiere decir una cosa muy simple: la estrategia de visibilización tiene una contracara sobre la que no sé si alguien se ha parado a reflexionar alguna vez, la de volvernos presas fáciles del poder regulador. El capitalismo son flujos que circulan sobre la superficie, su regulación viene de la mano de su visibilización y de ahí que el crimen organizado (aquello que escapa al control del mercado regulado por el Estado) se presente siempre como algo subterráneo.

Además a la máquina abstracta, incluso si se la pudiera enloquecer a base de impugnar todas y cada una de sus concreciones arbitrarias, siempre le queda el recurso de apelar al enemigo indiferenciado. Sí, cómo mola una mani de drags, kings, travestis, mulatos y mediochinos, pero la policía siempre puede recibir las órdenes de atacar al cuerpo sin calificación: "cargue usted sobre la masa", pues en último término la lucha radical y absoluta se presenta siempre como Multitud contra el Imperio. Hay que enfrentarse al Leviathan a Dios. Y en esta lucha es imprescidible utilizar las mismas armas que utiliza el Estado y volverse máquina de guerra, armas con potencia de fuego y destrucción, porque si no toda lucha no será más que una pantomima de la que se mofarán los publicistas. A mí personalmente me aterroriza la idea de que exista la libertad de expresión y me aterroriza la idea de que se pueda publicar cualquier obra, aunque sea un furibundo escupitajo contra el sistema...

(PD: he estado suponiendo en toda ocasión que quien lucha por su liberación no quiere limitarse únicamente a ponerse un bigotito con los pelitos de su coño o ponerse un vestidito de mujer y montarse orgías guays y que no se les llame degenerados, sino que quiere incidir con su lucha en los límites de la máquina de poder y que está dispuesto a todo).
Publicado por Trevor Reznik en 03:36 0 comentarios Enlaces a esta entrada
jueves 12 de febrero de 2009
La Amazona

Bueno, esto es un comentario dejado en una de las entradas del blog de bellacomoelmiedo, que por su extensión y su oportunidad creo que se hace merecedor de tener un sitio también aquí.

Benditas sean las mujeres que hacen ostentación de sus muslos, sus culos, sus vientres, sus coños y sus tetas. A estas es a las que solemos llamar zorras a falta de una palabra mejor. En realidad no deja de ser sintomático el hecho de que el canon de belleza que nos entrega la moda de pasarela sea una "mujer" lánguida, escuálida y ambigua (en el sentido raquítico de la palabra). Lo cierto es que incluso las bolleras más king no creo que dejen de hacer otra cosa que buscar desesperadamente con sus lenguas las tetas y coños de sus compañeras. No nos engañemos, la relación convencional es sublimación y la sublimación es desexualización (¿por qué extrañarse entonces de los fracasos por aburrimiento del modelo tradicional de pareja?). Es difícil rondar el concepto belleza, pero lo que está claro es que lo bello no consiste en ninguna figura urania que nos dé el concepto de lo bueno, sino que sería más bien producto de una acumulación de fuerzas que tienen en primer lugar un carácter sexual, sádico y por tanto "malo". Lo bello sublimado es por tanto la falacia del matrimonio y de las instituciones mientras que lo bello sexual sería aquello que funcionaría como resorte de nuestro deseo.

Cada uno hemos sido dotados de una serie de cavidades y abultamientos, de líneas y curvas (vectores en suma), que yo no me atrevería a llamar atributos, modificables quirúrjica y hormonalmente, y con ellos perseguimos crear una gran obra de arte. Podemos renegar de ellos porque estimemos que no nos ayudan a componer la gran obra que perseguimos, pero no por ello digamos que nos hemos pasado al otro bando. Lo fácil es establecer que como el pene se acopla más o menos bien a una vagina, pues la mujer y el hombre componen un binomio natural irremplazable. Me parece muy bien, pero entonces no devaluemos el trabajo del niño que ha forzado el acoplamiento de dos piezas de su puzzle o su lego. Me podrán replicar, resultando del todo anticuados, que la reproducción es cosa de un hombre y una mujer y yo les contestaré que enhorabuena, quedaros con vuestras máquinas de babear y joder vidas. Además ya no se trata de un hombre y una mujer sino de entidades biológicas mucho más pequeñas a las que les importa un rábano si su continente tiene barba y pene o unas buenas tetas o ambas cosas.

El hombre no es dominador por algún supuesto atributo o dote natural que le confiera más fuerza o inteligencia o alguna predisposición especial para el dominio. El hombre es o era simplemente más feo y más descuidado y por eso se vio abocado a las tareas más ingratas (la caza, la guerra...). Siempre es mejor estropear o poner en riesgo una cosa peluda con un colgajo de pene y testículos que una buena hembra tetona y muslona. También es posible que la fealdad congénita del hombre se tradujera en una líbido más cuantiosa que le forzara a procurarse la belleza a través de la relación sexual con la mujer y que ésta le chantajeara entonces con privarle de ese placer si no cumplía con las tareas a que se debía (traer comida y conquistar y defender). Pero por alguna misteriosa razón histórica, que seguramente haya que atribuir a la rebelión del hombre contra las penosas condiciones de vida a las que la mujer, o mejor habría que decir su fealdad innata, le arrojó, el bio-macho fue consciente de que tras largas eras cazando y guerreando como un simio anormal, había adquirido ciertas dotes que le permitían gobernar sobre sus mujeres. (por supuesto a partir de este momento las tareas que hasta entonces habían resultado más penosas, pasaron a convertirse en las actividades más nobles por ser aquellas en las que el bio-macho era más diestro a su pesar) De ahí que el hombre siempre ande oscilando entre su deseo irreprimible por las zorras de buenas cachas (aquellas que le tuvieron arrojado en un tiempo a su miserable condición) y su conveniencia de emparentarse con alguna pobre desgraciada vergonzosa de su feminía (¿existe algo parecido a la hombría en las bio-mujeres?).

La amazona es por tanto el personaje ambiguo y peligroso por antonomasia, pues sin dejar de ser una espectacular mujer curvilínea y cárnica, sabe de la necesidad de forjarse unas buenas dotes guerreras para evitarse penosas dominaciones.
Publicado por Trevor Reznik en 11:07 2 comentarios Enlaces a esta entrada
martes 10 de febrero de 2009
A propósito del cuerpo, de la guerra, del lenguaje y de lo que vaya surgiendo (Parte I)

Judith Butler, siguiendo la estela de pensamiento dejada por Foucault, aborda en su libro Mecanismos psíquicos del poder, la paradójica cuestión de la producción del sujeto. La encrucijada de la cuestión de la producción del sujeto reside en la la siguiente proposición: si realmente el poder es positivo, en tanto que produce y configura sujetos y no es un mero aparato de prohibiciones que trabaja sobre conciencias y cuerpos ya dados, todo aquello que el sujeto acometa ahondará en su condición de sujeción, pues todo su poder de actuar le viene dado por su condición de sujeto producido. Sobre esta remisión continua del poder a sí mismo planea otra cuestión no menos compleja y es la de que si no existe un sujeto inmaculado con anterioridad a la sujeción, ¿sobre qué actúa entonces el poder? Los intentos de formular una respuesta buscando una salida a la intricada cuestión han sido muy variados, desde los que han abogado por la posibilidad de un sujeto revolucionario puro, obviando la cuestión de los condicionamientos de producción del sujeto político, pasando por los que en vista de tan fatal destino prefieren ilusionarse con la idea de hacer desaparecer al sujeto (creo que aquí es donde podrían englobarse muchos de los autores llamados posmodernos, especialmente los hermeneutas), hasta llegar a los que, conociendo bien los mecanismos y tecnologías de fabricación de las almas, por ser muchas veces quienes manejan sus palancas y circuitos, quieren hundir todavía más al sujeto en esas sus condiciones de sujeción. Estos obviamente son todos los apologistas del sujeto como portador de derechos, del individuo como díptico de derechos y obligaciones, los defensores del Estado de Derecho.
Judith Butler en este libro en concreto afirma que existe una desarticulación entre el poder que produce al sujeto y el poder que ejerce el sujeto. Que existe o que podría llegar a existir tal discrepancia, de modo tal que el poder viera su poder vuelto contra sí mismo, pero lo cierto es que no llega a explicar bien cómo se produce ese impasse, esa diferencia...Más tarde Butler, creo que como consecuencia de no haber podido ella misma encontrar una salida a estas tautologías, se centró en el tema de las parodias como posibles vías de escape. Sin embargo la imagen del poder que se dibuja con esta teorización de la resistencia como callejón sin salida es sumamente interesante, pues abre el pensamiento a un campo de posibilidades todavía por explorar.
Yo considero que la primera cuestión intrincada, la del sujeto como producto del poder, como cuestión cuya lógica apunta hacia una facilidad en la consolidación del poder no debería preocuparnos. Sin embargo la otra consideración, la de que si no hay sujeto antes de su producción por el poder, sobre qué demonios actúa el poder para producir un sujeto, esa cuestión es la que debería invitarnos a pensar, porque no solo debe ser la cuestión que obsesiona al poder sino la que abre nuestra posibilidad de fuga, y aquí creo que no queda más remedio que prestar atentos oídos al psicoanálisis y a su crítica, cosa que por otra parte es lo que hace Butler en el librito. Yo lo veo de la siguiente forma: más que ser producido en una red dispersa de poderes, esta imagen que nos brinda Butler evoca más bien un sistema intrincado de cañerías en el que no puede decirse si fluye un único líquido o varios líquidos (de no haber compuertas, presas, trampillas y demás mecanismos de separación el fluido sería único). Esto es, el sujeto sería único, habría un único sujeto, un poder y un cuerpo enormes que sería objeto de despedazamiento y departamentalización por parte del poder. De ahí que el poder sea el mismo para el sujeto ejerciendo el poder y para el sujeto siendo producido y de ahí también que no haya nada anterior al sujeto. Sin embargo estoy ya hablando de sujeto, como de una instancia originaria cuando hemos dicho que todo sujeto es producido, pero se me va a permitir orientar con esa terminología el desarrollo de la tesis puesto que a lo que quiero acercarme es a la idea spinoziana de la sustancia única. Ahora partimos desde una hipótesis no solo plausible sino que ofrece posibilidades reales de resolución y no solo callejones sin salida. Hemos llegado a la sustancia única de Spinoza no desde el absolutismo de la propia idea sino desde un planteamiento práctico, lo que vuelve esta idea, a mi entender, un poco más accesible, que no más necesaria. La primera cuestión que inmediatamente plantea el problema del sujeto único es de qué modo hay algo que se separa de sí mismo para volverse contra sí y saber si no nos encontramos frente a un círculo vicioso como el que nos planteaba formular los problemas desde el otro lado. La pregunta es, ¿cómo surge la trascendencia? Volvamos a la imagen del sistema de cañerias, podemos remitirnos también a ese plano de luz del que hablaba Bergson, igual da, entonces allí hay un flujo indiferenciado que circula en todas las direcciones, no creo ni siquiera que pueda hablarse de dirección, porque el sentido vectorial ya remite a todo un sistema de coordenadas organizado. El sistema, como cualquier otro, es inestable, caótico, pero tiende a formar consistencias (cataratas, obturaciones, reflujos, torbellinos, cauces tranquilos, etc...) que van dotando al flujo antes indiferenciado de una organización funcional y estética. Entonces, el fluido va a tender a repetir ciertos movimientos que hacen que el sistema reverbere, adquiera un ritmo y vaya perfilando hondamente un registro de movimientos. La reverberación no sería más que el anticipo de la subjetividad, pues no es otra cosa que cierta percepción que el sistema comienza a adquirir acerca de sí mismo, de tal forma que el sistema tiende a privilegiar los movimientos que hacen de él un sistema repitiéndolos. Quizá en eso consista la vida orgánica en su totalidad, en el deleite de percibirse a sí mismo como un sistema organizado. Y la trascendencia surge precisamente como esa instancia que elevándose por encima de las condiciones caóticas de cualquier modo de existencia pretende imponerse a sí mismo un conjunto de movimientos. La trascendencia es masturbación, movimientos repetidos compulsivamente y que proporcionan deleite de existencia. El tiempo se configura en este escenario como una variable fundamental y fundante. Por una lado el tiempo permite la aparición de la autoafección como antesala de la subjetividad. Estar a la vez que inmerso en el tiempo y fuera de él, midiéndolo, saltando de la vida a su organización, de la materia al espíritu. Cuando un ser ha sido capaz de organizarse como organismo, lo ha hecho sobre todo a costa de regular sus procesos vitales sobre la base del ciclo. Organismo=ciclo=organización. Las apetencias vitales son más percepción del transcurso del ciclo que reacciones a estímulos diversos. Sobre toda esta región de movimientos y percepciones de organización viene a instaurarse el lenguaje como el gran organizador, el gran separador y el gran repetidor. El hombre no es más animal racional que animal de lenguaje. La razón no la proporciona el lenguaje sino la efectividad, el éxito (no vamos a entrar aquí a valorar las superfluas aunque sutiles distinciones entre lo razonable, lo racional, lo raciocinal, etc...) .Todo lo exitoso es producto de una razón y hay multitud de éxitos que están fuera del lenguaje. Pero el lenguaje tiene la propiedad de repetir hasta el infinito tanto el fracaso como el éxito, y puede incluso, y ahí reside una de sus principales potencias, convertir el fracaso en éxito y viceversa. La vida humana como historia ha sido hasta ahora un completo fracaso del hombre en tanto especie, y sin embargo su relato apunta a un éxito sin precedentes. El lenguaje es el medio a través del cual lo trascendente es arrancado a la existencia real y los modos de existencia son convertidos en cuerpos-individuos. El lenguaje es como decía Deleuze, un medio para emitir consignas y también un medio para organizar la realidad separándose de ella y separándola en individuaciones-cuerpo relacionados jerárquicamente. Quizá la organización no sea más que emisión de consignas para movilizar la realidad, del mismo modo en que un mando moviliza a sus tropas mediante órdenes. Un cuerpo es por ello, en primer lugar un efecto de separación y un efecto del lenguaje. La batalla del cuerpo por volver a la indiferenciación (o diferencia difiriente o superposición de estados, para hacer un guiño a mi bella amiga) es siempre posterior. (continuará...)
Publicado por Trevor Reznik en 03:53 0 comentarios Enlaces a esta entrada
sábado 7 de febrero de 2009
Homenaje a SPK II (seguid luchando)
Paso a pegar una copia de un artículo del periódico Diagonal en el que se puede comprobar el activismo SPK también aquí en España, y como no era de extrañar en Barcelona.

Periódico Diagonal

http://diagonalperiodico.net/spip.php?article6118

¿Se puede hacer de la enfermedad un arma?
ANÁLISIS // EL ÚLTIMO NÚMERO DE LA REVISTA ‘ESPAI EN BLANC’ ESTÁ DEDICADO A LA ‘SOCIEDAD TERAPÉUTICA’, LA SOCIEDAD DEL MALESTAR / Santiago López Petit, es uno de los coordinadores de la revista Espai en Blanc.
Miércoles, 11 de junio de 2008
¿Cómo politizar el malestar que provoca que el capitalismo haya secuestrado no sólo nuestra fuerza de trabajo, sino hasta el último rincón de nuestra realidad? Una cuestión para la reflexión colectiva.

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BUSCANDO UNA SALIDA. Según el autor, el malestar nace de la imposibilidad de ser dueños de nuestra propia vida / graham

Imaginemos que más de un centenar de personas se reúnen en la sala que les ofrece un bar. Que entre esta gente se encuentran estudiantes, profesores, pero sobre todo gente corriente que no se define precisamente por su trabajo, sino por su malestar. Malestar quiere decir aquí sencillamente estar mal con uno mismo. Y uno está mal consigo mismo cuando no se resigna a tener la vida que tiene. Tenemos, pues, un centenar de personas que no se resignan, que quieren vivir más. Y hablan. Pero lo interesante es que no se trata de una tertulia ni de una conferencia. Es una convocatoria abierta de Espai en Blanc (www.espaienblanc.net) dirigida a todo el que quiera asistir. Y el pequeño milagro se produce cada último jueves de mes: por momentos surge un nosotros que intenta pensar. En el centro de la ciudad de Barcelona, en medio del espectáculo permanente, se produce un agujero negro. Un agujero dentro de la realidad. Un agujero negro para el poder y que, en cambio, nos permite respirar. El jueves 29 de mayo tuvo lugar el último encuentro organizado por Espai en Blanc en el bar Horiginal de Barcelona. La pregunta que organizaba el debate era muy simple: “¿Se puede hacer de la enfermedad un arma?”. Fue la cuarta y última de las sesiones celebradas este año. El título general de los encuentros era La sociedad terapéutica, el mismo que el de la revista publicada por Espai en Blanc, y presentada en Madrid a principios de junio en el Patio Maravillas, espacio que ahora se ve amenazado por el desalojo. ¿Qué significa el término ‘sociedad terapéutica’? En una primera aproximación, sociedad terapéutica significa sociedad de la ‘medicamentalización’ generalizada. Los niños que antes eran revoltosos hoy son llamados hiperactivos, y se tratan farmacológicamente. La tristeza que la vida a veces comporta se encara como antesala de la depresión, o se califica directamente de depresión, y como tal es tratada. Son sólo algunos ejemplos. Podríamos seguir mostrando cómo la industria farmacéutica está ‘inventando’ enfermedades cuyo tratamiento ya tiene a punto y nos ofrece en bandeja. Todo esto es verdad, pero aún insuficiente. En la sociedad terapéutica es el mismo poder el que se hace poder terapéutico, y por ello es la propia vida la que cambia de estatuto. En la actualidad, la política consiste en gestionar la vida, y lo que alimenta el capital no es ya el fruto de mi trabajo, sino mi propia vida. Y es esta misma vida gestionada, puesta a trabajar, la que se convierte en invivible.

Poder terapéutico

Nuestro malestar, el que nos une y del que hablábamos al comienzo, nace de la imposibilidad de ser dueños de nuestra propia vida, de la imposibilidad de expresar una resistencia común y liberadora contra esta permanente movilización. Por eso el poder tiene que convertirse en poder terapéutico, y la política en gestión (productiva) de ese malestar. La política, en definitiva, se aproxima a la terapia ya que su función consiste en mantenernos con el mínimo de vida, en capitalizar nuestra vulnerabilidad. En esta sociedad estamos condenados a ser tan sólo una vida sostenible al borde de la crisis. Es decir, el poder terapéutico tiene como objetivo principal imponer la persistencia del ser precario que es el único ser que podemos ser. El ser precario tiene que persistir porque comporta un tipo de vulnerabilidad que produce el máximo de beneficios para el capital. La precariedad no es por tanto meramente laboral. La precariedad configura nuestro ser y transforma el hecho mismo de vivir.

Vivir, entonces, ya no será simplemente vivir. Vivir será tener una vida. Y el que tiene una vida debe cargar con ella, cuidarla, mejorarla, hacerla productiva. En definitiva, vivir es trabajar la propia vida como el que intenta optimizar su currículo para no caer fuera de la movilización, para no ser excluido. El poder terapéutico, en conclusión, nos concede (tener) una vida. De esta manera, no es en absoluto exagerado afirmar que la vida se convierte en nuestra cárcel. Efectivamente, si antes el poder dominaba en la medida que nos imponía la obligación del trabajo, hoy el poder terapéutico domina en la medida que nos impone la obligación de tener una vida. La vida ciertamente constituye nuestra cárcel.

Pero la vida es, asimismo, el campo de batalla. Nosotros podemos negarnos a tener una vida. Podemos hacer estallar nuestra vida, podemos convertir nuestra vida en un acto de sabotaje. Podemos intentar hacer de nuestro querer vivir un desafío. Los encuentros de Espai en Blanc con los que empezábamos son la prueba de que, por unos momentos, es posible avanzar hacia un nosotros que se autoconvoca. En este nosotros ya no tenemos una vida: somos una vida. Entonces mi malestar deja de ser algo privado y empieza a politizarse. Porque éste es el objetivo: ¿cómo darle una salida creativa, crítica, subversiva… (cada uno debe poner aquí el adjetivo que quiera) a nuestro malestar?
Publicado por Trevor Reznik en 03:26 0 comentarios Enlaces a esta entrada
viernes 6 de febrero de 2009
Hacer de la enfermedad un arma. Homenaje a SPK

¿Qué tenemos que entender hoy día con la expresión "sentirse bien" que responde tanto a una fórmula de cortesía como a todo un patrón de conformismo?

Pues bien, yo creo que cuando empleamos la fórmula "sentirse bien", ya sea que la expresemos hacia afuera, ya sea que se trate de una conversación interior, un intento desesperado y frustrado de antemano, de encajar suavemente en algún lugar, lo que hacemos es inscribirnos en el registro más profundo del sufrimiento y de las soledades. "Sentirse bien" quizá sea el fragmento de habla más sintomático de nuestro profundo malestar. "Sentirse bien" es una fórmula del todo negativa, un punto de partida para autoconvencernos y convencer a los demás de que todavía somos un sujeto, un lugar identificable y accesible, pero cuyos efectos son el ahondamiento en la precariedad en que consistimos, o en que nos hacen consistir las condiciones de vida/infravida actuales. Quizá el sujeto sea precisamente eso: un lugar confuso y precario, triste y ruinoso por el que poder transitar. Como una casa encantada pero con unos fantasmas mucho más bochornosos porque ni siquiera producen hilaridad. Un lugar desde el que poder enunciar nuestra falsa soberanía y mediante el cual el poder enuncia su victoria, "estoy bien", estupendo entonces, sigamos así. También el "sentirse bien" constituye la expresión o el coronamiento del individualismo promovido por el liberalismo económico, aunque quizá esto ya esté implícito en todo lo dicho anteriormente, pues todos los "sentirse bien" reflejados unos sobre otros no nos da otra cosa que la conformidad con el mercado. Yo considero que el modo en que funciona esto es algo parecido a lo siguiente: uno pregunta por cortesía cómo está el otro, pero en todo momento se trata de una pregunta retórica (porque la cortesía es ante todo anticipación de la respuesta social). No se espera más que el propio reflejo, no se espera más que escuchar el propio eco de nuestra simulación. ¿No constituye un engorro o un atrevimiento contestar con un "estoy mal" a la pregunta de rigor por excelencia? ¿y no es así sino simplemente porque una respuesta de esa índole desencadenaría el mecanismo que revelaría nuestra propio fracaso y nuestra propia frustración e impotencia? Sin embargo en ningún momento el otro constituye un reflejo perfecto de uno mismo sino que existen desfases, intervalos que el poder rellena con el mercado y con las ilusiones que genera. De modo que algo como una diferencia, que podría dar lugar a un auténtico devenir, como dos piezas que al no terminar de encajar se deslizan continuamente la una sobre la otra, alrededor de la otra, por debajo de la otra, en un movimiento de producción y ruptura continuos, se convierte en una ocasión para generar de golpe, inyectando pegamento en los intersticios, todo un conjunto estático de diferencias de nivel que frenan el movimiento transmutador, para priorizar un movimiento de conquista extensivo (quiero más de eso que no tengo, un coche más grande, una casa más grande o más lujosa, una esposa con más tetas, o la esposa quiere más tetas que su vecina). Incluso hasta hoy la lucha de clases más institucionalizada no ha consistido más que en ese movimiento extensivo, expansivo que pretende una falsa equiparación, un movimiento que ahonde en el malestar.

Habría por tanto que empezar por decir, "estoy mal", pero no desde la posición del enfermo-víctima que se presta a introducirse en los procedimientos de normalización del poder médico y político, sino desde la posición de quien ha tomado en consideración el profundo malestar que nos aqueja, y para el que solo vislumbra una salida auténtica, es decir una huida que arrastre todo consigo: una Revolución. Porque la Revolución con mayúsculas, como yo lo escribo, no puede hacerse jamás apuntando hacia algo que esté dentro de esta malla infame de poderes (el mejoramiento, el progresismo), sino persiguiendo el borde, lo exterior, el afuera, entrenando los sentidos para crear la visión necesaria para ello.
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martes 18 de noviembre de 2008
Dioniso vs Burger King
Por cierto,
Hay que ver lo que se parece la representación de Dioniso de la imagen que acompaña a la entrada referente al texto de Nietzsche sobre la deidad griega y el personajillo ese bromista que se ha convertido en el logo encarnado de la publicidad de Burger King. A estas alturas ya sabemos todos que la publicidad como ideología del capitalismo se apropia absolutamente de todos los conceptos y prácticas de los que pueda extraer un rédito económico, porque además a la par, debilita esos conceptos y prácticas como posibles vías de contestación al sistema. Pero imaginar que el éxtasis dionisíaco, que la operación de deshumanización colectiva y comunión orgiástica que tenía lugar en los ritos báquicos, pueda ahora ser reducida a la ingesta de hamburguesas, es algo que no tiene ya nombre. Esto de aquí abajo, amigos míos, esto es lo Innombrable. ¿Casualidad?
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Violencia y Revolución II
Violencia y revolución
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A propósito del cuerpo, de la guerra, del lenguaje...
Homenaje a SPK II (seguid luchando)
Hacer de la enfermedad un arma. Homenaje a SPK

► 2008 (11)

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Trevor Reznik

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