sábado, 23 de abril de 2011

Geografía de la Biblia VI






Adumim

(de una raíz que significa: “rojo”; posiblemente: “Rocas Rojas”)

La subida de Adumim es un paso empinado que se encuentra a unos 12 Km. al ENE. de Jerusalén y a medio camino entre las ciudades de Jericó y Jerusalén. Conecta las tierras bajas del valle del Jordán con la región montañosa de Judá. Desde tiempos antiguos hasta el presente, el camino que une las dos ciudades ha pasado por este lugar. Sin embargo, en el registro bíblico solo se le menciona como un límite entre los territorios de Judá y Benjamín. (Jos 15:7; 18:17.)
En árabe el paso se llama Tal`at ed-Damm (que significa, “Subida de Sangre”), y en hebreo, Ma`ale Adummim (que significa, “Subida de Adumim”). Aunque algunos escritores antiguos atribuyeron el origen de este nombre a la sangre que derramaban los salteadores de caminos, la explicación más verosímil es que obedece al color rojizo del suelo, rico en ocre. Esta ruta siempre fue peligrosa, debido a que pasaba por una región desolada plagada de salteadores, por lo que desde tiempos antiguos hubo allí una fortaleza para proteger a los viajeros. Por esta razón se ha dicho que fue en este escenario donde se atacó al caminante que ‘bajaba a Jericó’ mencionado en la ilustración de Jesús del prójimo samaritano. (Lu 10:30-37.)
El “valle torrencial” al que se alude en Josué 15:7, en relación con el cual la subida de Adumim estaba al S., debe ser Wadi Qelt, que discurre casi paralelo al camino, pasa justo por el S. de Jericó y desemboca en el río Jordán.

Amorreos

En la lista de los hijos de Canaán se menciona al “amorreo”, pero este término, que siempre está en singular en el texto hebreo, se usa en otras partes en sentido colectivo para designar a la tribu cananea que descendió del amorreo original. Los amorreos eran, por lo tanto, una raza camítica. (Gé 10:6, 15, 16; 1Cr 1:13, 14.)
Para el tiempo de Abrahán, el rey de Elam, coligado con otros tres reyes, invadió el S. de Canaán y derrotó a algunos de los amorreos que moraban en Hazazón-tamar, localidad que, según se cree, estaba situada al SO. del mar Muerto. En aquel entonces había tres amorreos que vivían en Hebrón o en sus cercanías y que eran “confederados de Abrán”, por lo que le ayudaron cuando persiguió y derrotó a los reyes invasores, y así posibilitó el rescate de su sobrino Lot. (Gé 14.) Sin embargo, algún tiempo después Dios notificó a Abrahán que sus descendientes regresarían a Canaán procedentes de una tierra extranjera y tomarían posesión de la tierra de los amorreos, cuando el error de estos finalmente ‘quedara completo’. (Gé 15:13-21.)
El patriarca Jacob le prometió a José poco antes de morir en Egipto: “De veras te doy yo una porción saliente de tierra más que a tus hermanos, la cual tomé de la mano de los amorreos mediante mi espada y mediante mi arco”. (Gé 48:22.) Puesto que la palabra que en este texto se vierte “porción saliente” es schekjém en hebreo, se ha afirmado que Jacob se refería a la porción de terreno que había comprado cerca de la ciudad de Siquem (heb. Schekjém). (Gé 33:18, 19.) No obstante, aquella compra fue una transacción pacífica, y no hay ningún registro que indique que Jacob la tomara por la fuerza. Es cierto que más tarde los hijos de Jacob atacaron cruelmente la ciudad de Siquem, pero Jacob no se responsabilizó de ese acto (Gé 34:30); además, en su lecho de muerte maldijo la ira que motivó aquel ataque de Simeón y Leví. (Gé 49:5-7.) En consecuencia, parece más razonable entender la promesa de Jacob como una declaración profética en la que vio con los ojos de la fe la conquista futura de Canaán como si ya hubiera acontecido, hablando de sí mismo como quien ‘tomaba la tierra de los amorreos’ mediante la espada y el arco de sus descendientes.

Una tribu dominante en Canaán.
Algunos comentaristas opinan que el término “amorreo” que aparece en Génesis 15:16 y Gé 48:22 se refiere al conjunto de los pueblos cananeos. De hecho, parece que para el tiempo del éxodo israelita de Egipto, los amorreos eran la tribu dominante en Canaán. (Compárese con Dt 1:6-8, 19-21, 27; Jos 24:15, 18; Jue 6:10.) Resultaría lógico, entonces, que a veces se hiciese referencia a otras tribus subordinadas y de algún modo vinculadas a los amorreos por el nombre de esta tribu dominante. Por consiguiente, aunque en Números 14:44, 45 se informa que los “amalequitas” y los “cananeos” le ocasionaron a Israel su primera derrota militar, cuando en Deuteronomio, capítulo 1, Moisés hace una recapitulación de aquellos acontecimientos, dice que fueron “los amorreos” quienes lo hicieron. (Dt 1:44.) De manera similar, en Josué 10:5 (compárese con Eze 16:3, 45) se dice que un rey amorreo gobernaba Jerusalén, mientras que en las restantes referencias al mismo dato se afirma que Jerusalén estaba habitada por los jebuseos. (Jos 15:8, 63; Jue 1:21; compárese con también el caso de Gabaón en Jos 9:7 y 2Sa 21:2.) Ocurre algo semejante con el apelativo “judío”, patronímico de Judá, una de las tribus de Israel, con el que se designó a todos los miembros de la nación.
No obstante, a los amorreos se les enumera por separado entre las tribus independientes de Canaán. (Éx 3:8; 23:23, 24; 34:11-15.) Ellos fueron una de las “siete naciones más populosas y más fuertes que [Israel]” dadas por entero a la destrucción, y con la que los israelitas no deberían celebrar pacto ni alianza matrimonial alguna, ni participar en su adoración falsa. (Dt 7:1-4.)
Los doce espías que Moisés envió a Canaán descubrieron que los amorreos, los hititas y los jebuseos ocupaban la región montañosa, mientras que los amalequitas residían en el Négueb y los cananeos moraban “junto al mar y al lado del Jordán”. (Nú 13:1, 2, 29.) Como en los días de Abrahán, los amorreos aún moraban en Hebrón y en otras ciudades de las montañas del lado occidental del Jordán. (Jos 10:5.) No obstante, para el tiempo del éxodo de Israel, habían invadido territorios moabitas y ammonitas al E. del Jordán, tomando posesión de la región que se extendía desde el valle torrencial de Arnón (la frontera de Moab a partir de entonces), al S., hasta el valle torrencial de Jaboq (la frontera de Ammón), al N. (Nú 21:13, 24, 26; Jos 12:2; Jue 11:22.) Estos eran los dominios del rey amorreo Sehón, que el historiador judío Josefo describió como “un país entre tres ríos [el Jordán, el Arnón y el Jaboq] [que] parece una isla”. (Antigüedades Judías, libro IV, cap. V, sec. 2.) Además, al N. de los dominios de Sehón había otro reino amorreo con su centro en Basán, cuyo rey era Og, y que por el S. limitaba con los territorios de Sehón y de los ammonitas. Por lo tanto, se extendía de N. a S. desde el Jaboq hasta el monte Hermón. (Dt 3:1, 8.)

Israel conquista a los amorreos.
Debido a que las órdenes divinas eran no penetrar en los territorios de Moab y Ammón (Dt 2:9, 37), cuando los israelitas se acercaban a la Tierra Prometida, pidieron al rey Sehón, que vivía en Hesbón, la ciudad capital, que les permitiera pasar por su tierra, y se ofrecieron a cumplir unas condiciones muy estrictas: “Déjame pasar por tu tierra. No nos desviaremos para entrar en un campo ni en una viña. No beberemos agua de pozo alguno. Por el camino del rey marcharemos hasta que pasemos por tu territorio”. En lugar de acceder, Sehón atacó a Israel con sus fuerzas combinadas, pero fue derrotado en poco tiempo a escasa distancia de Hesbón, en Jáhaz, y todo su territorio cayó en poder de Israel. (Nú 21:21-32; Dt 2:24-36.) Al invadir el territorio vecino del rey amorreo Og, Israel también lo derrotó y capturó sesenta ciudades fortificadas. (Nú 21:33-35; Dt 3:1-7.) La caída de estos poderosos reinos amorreos ante Israel fue la causa de que a Moab y a la gente de Canaán les invadiera un sentimiento de pavor morboso (Nú 22:2-4), como lo revelan las palabras de Rahab a los espías israelitas. (Dt 2:24, 25; Jos 2:9-11.) El territorio de los dos reyes amorreos derrotados llegó a ser la herencia de las tribus de Rubén, Gad y la media tribu de Manasés. (Nú 32:31-33, 39; Dt 3:8-13.)
Cuando los amorreos que estaban al O. del Jordán se enteraron de que los israelitas habían cruzado milagrosamente ese río, “empezó a derretírseles el corazón”. Este milagro, junto con las victorias aplastantes que Israel ya había obtenido, puede explicar en parte por qué los amorreos no atacaron el campamento israelita cuando sus varones fueron circuncidados ni mientras se celebraba la Pascua. (Jos 5:1, 2, 8, 10.) No obstante, después de la destrucción de Jericó y de Hai, todas las tribus de Canaán formaron una alianza para presentar un frente unido contra Israel. (Jos 9:1, 2.) Cuando los hombres heveos de Gabaón decidieron buscar la paz con Israel, fueron atacados repentinamente por “cinco reyes de los amorreos”, y escaparon de la aniquilación solo gracias a que las fuerzas de Josué marcharon durante toda la noche para acudir en su ayuda y a la intervención milagrosa de Jehová. (Jos 10:1-27; 11:19.)
Parece ser que después de esta batalla y de la subsiguiente campaña de Josué por toda aquella tierra, se acabó la hegemonía de los amorreos en el S. de Palestina. No obstante, los que residían en las regiones septentrionales formaron una alianza con otras tribus y se enfrentaron en batalla a Israel en las “aguas de Merom”. Los amorreos sufrieron una derrota completa, y nunca más se les vuelve a mencionar como un peligro importante para Israel. (Jos 11:1-9.) Aunque quedó un resto, su territorio fue reducido considerablemente, y con el correr del tiempo, se les obligó a hacer trabajos forzados para Israel. (Jos 13:4; Jue 1:34-36.) Los israelitas tomaron a las mujeres amorreas como esposas, lo que les llevó a la apostasía (Jue 3:5, 6), y parece ser que los amorreos continuaron causando dificultades de otras maneras por algún tiempo, pues no “llegó a haber paz entre Israel y los amorreos” hasta que en los días de Samuel se consiguió una victoria decisiva sobre los filisteos. (1Sa 7:14.) Los amorreos también estuvieron entre los que fueron puestos a hacer trabajos forzados durante el reinado de Salomón. (1Re 9:20, 21.) Su idolatría e iniquidad, representativas de todos los cananeos, llegaron a ser proverbiales. (1Re 21:26; 2Re 21:11.) Por esta razón, el tomar esposas amorreas siguió siendo un verdadero problema para los israelitas que regresaron después del exilio en Babilonia. (Esd 9:1, 2.) Sin embargo, el pueblo amorreo, que en un tiempo fue el más importante de todo Canaán, dejó de existir por completo, como un árbol alto y macizo al que le hubieran quitado su fruto y destruido sus raíces. (Am 2:9, 10.)

Los “amurru”.
Los historiadores seglares han tratado de relacionar a los amorreos de la Biblia con el pueblo llamado amurru en los primitivos textos cuneiformes acadios (asirobabilonios). Se ha explicado que los amurru invadieron Mesopotamia a principios del II milenio a. E.C. y que por varios siglos establecieron un reino en Babilonia. También se ha dicho que Hammurabi, famoso legislador de aquel período, era de origen “amorreo”.
Sin embargo, los datos recogidos sobre los amurru no parecen ofrecer garantía suficiente como para justificar las conclusiones tan categóricas que se han expuesto sobre su identidad con los amorreos mencionados en la Biblia. En los textos cuneiformes antiguos, el término amurru se usó básicamente con el significado de “oeste”, para referirse a la región occidental de Mesopotamia. En The International Standard Bible Encyclopedia, A. H. Sayce dice que el nombre amurru es “una indicación puramente geográfica de su procedencia inmediata con relación al territorio de Mesopotamia, y no ofrece orientación alguna sobre su composición étnica o su verdadero nombre” (edición de G. W. Bromiley, 1979, vol. 1, pág. 113). Aunque historiadores modernos opinan que Mari, antigua ciudad situada a orillas del Éufrates en la región septentrional de Mesopotamia, era el centro de la expansión amurru en el territorio mesopotámico, se han hallado en dicha ciudad miles de tablillas de arcilla escritas, casi todas, en idioma semítico–acadio (asirobabilonio), con algunos nombres de origen semítico–occidental. No obstante, como se indicó antes, los amorreos mencionados en la Biblia eran de origen camítico, no semítico, y aunque no hubiese sido imposible que una rama de los amurru hubiese adoptado una lengua semítica, también es posible que los antiguos amurru solo fuesen “occidentales” de origen semítico que se habían establecido al O. de Babilonia. En su libro La historia de Israel (cap. 1, sec. A, 1a), el profesor John Bright dice: “Durante varios siglos [de las postrimerías del III milenio a comienzos del II milenio a. E.C.] el pueblo del noroeste de Mesopotamia y del norte de Siria fue llamado en los textos cuneiformes amurru, esto es: ‘occidentales’. Este vocablo, según parece, llegó a ser un término general que se aplicaba a los que hablaban los distintos dialectos semíticos del noroeste que se hallaban en aquella área, incluyendo con toda probabilidad las razas de que más tarde se originaron tanto los hebreos como los arameos”.

Antioquía

1. Antioquía de Siria, Seleuco I Nicátor fundó esta ciudad poco después de ganar, junto con los generales Casandro y Lisímaco, la decisiva batalla de Ipsos, en Frigia (Asia Menor) en el año 301 a.E.C. Seleuco escogió ese emplazamiento por su posición estratégica, y llamó a la ciudad Antioquía en honor de su padre. Se construyó la ciudad a unos 32 Km. del mar Mediterráneo, en un recodo que forma el río navegable Orontes en su orilla meridional, donde hoy se levanta la ciudad turca de Antakya. Su situación geográfica era tal que desempeñaba un papel predominante en el comercio de todo el NO. de Siria, por donde pasaban las rutas que iban del río Éufrates al mar Mediterráneo. Pronto se convirtió en un centro comercial y en una ciudad cosmopolita que consiguió prosperidad y riqueza por su fabricación de artículos de lujo. Seleuco fundó la ciudad costera de Seleucia como puerto de Antioquía, y le dio su propio nombre. Antes de ser asesinado, en 281 a.E.C., transfirió la sede de su gobierno de Babilonia a Antioquía, la nueva capital siria. La dinastía de reyes seléucidas continuó en el poder en esta ciudad hasta el año 64 a. E.C., cuando el general romano Pompeyo convirtió Siria en una provincia romana. Antioquía no solo llegó a ser la capital de la provincia romana de Siria, sino que además se convirtió en la tercera ciudad del imperio, después de Roma y Alejandría.
La ciudad se había trazado según el plano de Alejandría, con grandes calles que se cruzaban flanqueadas por columnatas, lo que realzaba de manera impresionante la belleza y el esplendor de sus edificios. Se la llamó “la reina del Oriente”, “la bella Antioquía” y “la tercera metrópoli del Imperio romano”, y fue la única ciudad con sistema de alumbrado en las calles. A pesar de la belleza que irradiaba y del espíritu industrioso de sus habitantes, se ganó la reputación de corrupción moral por la degradante práctica de ritos religiosos desenfrenados. Juvenal dijo que ‘el río Orontes había desembocado en el río Tíber, y había inundado Roma con la superstición e inmoralidad del Oriente’. (Sátiras, traducción de A. Espina, Mediterráneo, 1973, libro III, secs. 62-65).

Historia posterior y su mención en el registro bíblico.
Según Josefo, los seléucidas animaron a los judíos a establecerse en Antioquía y les dieron todos los derechos de ciudadanía, con lo que consiguieron una numerosa población judía. La primera vez que se hace mención de esta ciudad en la Biblia es en relación con Nicolás de Antioquía, quien se hizo cristiano después de haber sido prosélito de la religión judía. (Hch 6:5.) La obra cristiana propiamente dicha comenzó en Antioquía cuando algunos de los discípulos fueron esparcidos hasta allí debido a la tribulación que hubo después de la muerte de Esteban. (Hch 11:19, 20.) Cuando la congregación de Jerusalén oyó que muchas personas de habla griega se estaban haciendo creyentes, enviaron a Bernabé, quien, al ver el gran interés que allí existía, fue a Tarso y llevó consigo a Pablo para que le ayudase. (Hch 11:21-26.) Permanecieron en esta ciudad durante un año enseñando a la gente, y Antioquía fue la base desde donde Pablo emprendió sus viajes misionales. Fue aquí donde, por providencia divina, por primera vez se llamó “cristianos” a los discípulos. (Hch 11:26.) La congregación manifestó su generosidad cuando, alrededor del año 46 E.C., envió por medio de Pablo y Bernabé una ministración de socorro (Hch 11:29) al cuerpo gobernante de Jerusalén. Esta ayuda coincidió con una gran hambre que aconteció en la época de Claudio y que había profetizado Ágabo. (Hch 11:27, 28.) Después de regresar a Antioquía, el espíritu santo dispuso que se escogiera a Pablo y Bernabé para una obra especial, y fue así como Pablo comenzó su primer viaje misional en 47-48 E.C. Alrededor de 49 E.C., antes de que iniciara su segundo viaje y mientras aún estaba en Antioquía, surgió la cuestión de la circuncisión de los gentiles. Pablo y Bernabé entregaron el decreto del cuerpo gobernante de Jerusalén a la congregación de Antioquía. (Hch 15:13-35.) De igual manera, el segundo viaje misional de Pablo, entre los años 49 y 52 E.C., comenzó y terminó en Antioquía. Y fue también en esta ciudad donde Pablo corrigió a Pedro por hacer discriminación entre judíos y gentiles. (Gál 2:11, 12.)

2. Antioquía de Pisidia, También fue Seleuco I Nicátor su fundador, y le dio ese nombre en honor de su padre, Antíoco. Las ruinas de esta ciudad se encuentran cerca de Yalvaç, en lo que hoy es Turquía. (GRABADO, vol. 2, pág. 748.A) Como estaba situada en la frontera entre Frigia y Pisidia, se la consideró encuadrada alternativamente en una de estas dos provincias. Así, el geógrafo griego Estrabón se refiere a ella como una ciudad de Frigia cercana a Pisidia (Geografía, libro XII, cap. VIII, secs. 13, 14), pero, como dice el New Standard Bible Dictionary (de Funk y Wagnalls, 1936, pág. 51), “la mayoría de los escritores hablan de ella como si formara parte de Pisidia”, y así fue como se expresó Lucas. Esta identificación sirvió para distinguirla de Antioquía de Siria. Debido a su ubicación, Antioquía de Pisidia llegó a ser parte de la ruta comercial que había entre Cilicia y Éfeso y llegó a tener una población mixta, con muchos judíos, que habían abierto allí una sinagoga. Antioquía de Pisidia era una ciudad de habla griega totalmente helenizada. Pablo estuvo allí con Bernabé en dos ocasiones en el transcurso de su primer viaje misional, hacia los años 47 E.C.-48 E.C., predicando en la sinagoga, donde halló mucho interés. (Hch 13:14; 14:19-23.) Sin embargo, ciertos judíos sintieron celos de las muchedumbres que acudían a oírle y agitaron a los hombres y mujeres prominentes de la ciudad, de manera que echaron fuera de sus límites a Pablo y a Bernabé. (Hch 13:45, 50; 2Ti 3:11.)

Asia

En las Escrituras Griegas Cristianas el término “Asia” designa la provincia romana que ocupaba la parte occidental de Asia Menor.

La provincia romana de Asia.
Esta provincia comprendía los antiguos países de Misia, Lidia, Caria y, en ciertas épocas, parte de Frigia, así como las islas adyacentes, de manera que la rodeaban el mar Egeo y las provincias de Bitinia, Galacia (que abarcaba parte de Frigia) y Licia. Sin embargo, los límites exactos son difíciles de definir, pues cambiaron muchas veces con el transcurso del tiempo.
Al principio la capital estaba en Pérgamo (Misia), pero durante el reinado de Augusto fue transferida a Éfeso, más al S. En el año 27 a. E.C. Asia fue hecha una provincia senatorial gobernada por un procónsul. (Hch 19:38.) También fue dividida en nueve distritos judiciales y subdividida en cuarenta y cuatro distritos urbanos.
Al citar las regiones de las que procedían los judíos que habían ido a Jerusalén en el tiempo del Pentecostés del año 33 E.C., Lucas menciona a Asia junto con las provincias de Capadocia, Ponto y Panfilia. (Hch 2:9, 10; compárese con 1Pe 1:1.) En este relato no engloba Frigia en Asia, como tampoco en Hechos 16:6. Lo mismo hizo Plinio el Viejo, autor romano del siglo I E.C. (Historia Natural, 1982, libro V, cap. XXVIII, sec. 102.) Hechos 16:6, 7 dice que al viajar hacia el O. en su segunda gira misional (c. 49-52 E.C.), ‘el espíritu santo le prohibió a Pablo hablar la palabra en el distrito de Asia’. Por lo tanto, cruzó Frigia y Galacia en dirección N. hacia la provincia de Bitinia, pero de nuevo se le desvió hacia el O. a través de Misia al puerto marítimo de Troas, desde donde se solía embarcar para Macedonia. Fue allí, en Troas, donde Pablo recibió la visión en la que se le dijo: “Pasa a Macedonia y ayúdanos”. (Hch 16:9.) Por lo tanto, aunque Pablo cruzó la parte septentrional de la provincia de Asia, no pasó tiempo en esta provincia hasta su regreso, después de haber terminado su obra en Macedonia y Acaya. Entonces estuvo un poco de tiempo en Éfeso, predicó en la sinagoga y cuando marchó de la ciudad, prometió volver. (Hch 18:19-21.)
Durante su tercer viaje (c. 52-56 E.C.), Pablo pasó unos dos años en Éfeso, con el resultado de que “todos los que habitaban en el distrito de Asia oyeron la palabra del Señor, tanto judíos como griegos”. (Hch 19:1-10, 22.) Fue en ese tiempo (c. 55 E.C.) cuando Pablo escribió desde Éfeso su primera carta a los Corintios, a los que envió saludos de las “congregaciones de Asia”, una prueba de que la obra había prosperado en aquella provincia. (1Co 16:19.) Cuando más tarde escribió su segunda carta a los Corintios desde Macedonia, hizo referencia a las dificultades y el grave peligro que experimentó en Asia. (Hch 19:23-41; 2Co 1:8.) Como no deseaba permanecer más tiempo en esa provincia, en su viaje de regreso pasó por alto Éfeso, hizo escala en la isla de Samos y desembarcó en Mileto (Caria) —que era parte de la provincia de Asia—, desde donde mandó llamar a los “ancianos” de la congregación de Éfeso para que se reunieran con él allí. (Hch 20:15-18.)
Al viajar a Roma para su primer juicio (c. 60-61 E.C.) por causa del alboroto que se organizó en Jerusalén instigado por “los judíos de Asia” (Hch 21:27, 28; 24:18, 19; compárese con 6:9), Pablo primero embarcó en una nave que iba “para los lugares costaneros del distrito de Asia”, pero después en Mira, en la cercana provincia de Licia, lo trasladaron a otro barco. (Hch 27:2-6.)
Las palabras de Pablo en 2 Timoteo 1:15, seguramente escritas desde Roma alrededor del año 65 E.C., pudieran indicar que la fuerte persecución que las autoridades romanas lanzaron entonces en contra de los cristianos había hecho que muchos de los ‘hombres [cristianos] de Asia’ dejasen de asociarse con el apóstol Pablo mientras este estaba en prisión, apartándose de él en ese tiempo crítico. Sin embargo, la expresión “todos los hombres del distrito de Asia” no quiere decir que se hubiesen apartado del apóstol todos los cristianos de Asia, pues inmediatamente después Pablo encomia a Onesíforo por apoyarle, y parece fuera de duda que este residía en Éfeso. (2Ti 1:16-18; 4:19.)
Prueba de que la fe cristiana seguía viva en Asia se encuentra en el libro de Revelación, en los siete mensajes que Juan envió a siete congregaciones de ciudades importantes de Asia: Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea, a la mayoría de las cuales se las encomia por haber perseverado bajo tribulación. (Rev 1:4, 11; 2:2, 3, 9, 10, 13, 19; 3:10.) Juan estaba entonces (c. 96 E.C.) en la isla de Patmos, cerca de la costa de la provincia de Asia. Se cree que tanto el evangelio como las tres cartas las escribió en Éfeso o en sus inmediaciones después de su liberación de Patmos.
Otras ciudades de la provincia de Asia que se mencionan en las Escrituras son: Colosas, Hierápolis, Adramitio y Asón.

Betfagué

(del heb., probablemente significa: “Casa de las Brevas”)

En el relato del viaje de Jesús a Jerusalén, se dice que Betfagué fue el lugar desde donde envió a sus discípulos para que consiguieran el asno sobre el que cabalgaría en su entrada triunfal en Jerusalén el 9 de Nisán del año 33 E.C. (Mt 21:1, 2; Mr 11:1, 2; Lu 19:29, 30.) Según las referencias, estaba en el monte de los Olivos, cerca de Jerusalén y de Betania. Aunque algunos piensan que Betfagué se encontraba al otro lado del barranco que hay al SE. de Betania, en el emplazamiento de la actual Abu Dis, la ubicación tradicional lo sitúa entre Betania y Jerusalén, en et-Tur, en la ladera SE. del monte de los Olivos. Este lugar está cerca de una de las cimas de dicho monte. Descendiendo desde allí, se tiene una vista panorámica de la ciudad de Jerusalén. (Compárese con Lu 19:37, 41.)
Las referencias del Talmud a Betfagué indican que se consideraba que estaba en el límite de la zona sabática que circundaba la ciudad de Jerusalén. (Talmud Babilonio, Menajot 78b; compárese con Hch 1:12, nota.)

Corinto - (Corintios)

Una de las ciudades más antiguas e importantes de la antigua Grecia, situada a unos 5 Km. al SO. de la ciudad moderna. La importancia de Corinto se debió en gran parte a su ubicación estratégica en la orilla occidental del istmo que conectaba la parte central o principal de Grecia con el Peloponeso, la península meridional. Todo el tráfico terrestre, fuera comercial o de otra clase, que viajaba hacia el N. o hacia el S., tenía que pasar por Corinto cuando atravesaba el istmo, cuyo punto más estrecho tan solo tenía unos 6 Km. de ancho. Además, el tráfico marítimo internacional también era atraído hacia Corinto, puesto que los navegantes por lo general preferían usar este istmo que separaba el golfo de Corinto del golfo Sarónico, en vez de arriesgarse a hacer un recorrido largo y peligroso alrededor de los cabos barridos por tormentas del extremo meridional de la península. En consecuencia, los barcos procedentes de Italia, Sicilia y España navegaban hacia el mar Jónico a través del golfo de Corinto y atracaban en las aguas profundas de Lequeo, la ciudad portuaria occidental, unida a Corinto por dos murallas continuas. Los barcos que procedían de Asia Menor, Siria y Egipto llegaban a través del mar Egeo y anclaban en el puerto oriental de Cencreas o en el pequeño puerto de Skonos. (Ro 16:1.) Las mercancías de los grandes barcos se descargaban en un puerto y se transportaban a unos cuantos kilómetros de allí a otro puerto para ser transbordadas. A los barcos más pequeños se les remolcaba con sus cargas a bordo a través del istmo por una pista de madera para el arrastre de navíos llamada dí·ol·kos (literalmente, “tiramiento a través”). Con razón al istmo de Corinto se le conocía como el puente del mar.

Historia.
Corinto ya florecía en el siglo VII a. E.C., cuando se instituyeron en el istmo, concretamente en el templo de Poseidón (el dios griego del mar, equivalente al dios romano Neptuno) los juegos ístmicos. Precisamente en estos juegos basó el apóstol Pablo algunas de sus ilustraciones más notables. (1Co 9:24-27.) A partir del siglo IV a. E.C., Corinto estuvo la mayor parte del tiempo bajo la dominación macedonia, hasta que los romanos la liberaron en el año 196 a. E.C. Como ciudad-estado independiente, se unió a otras ciudades para formar la Liga Aquea, se opuso a Roma y fue destruida por el cónsul romano L. Mummio en el año 146 a. E.C. Los romanos mataron a los hombres y vendieron a las mujeres y los niños como esclavos. Durante un siglo la ciudad permaneció prácticamente desolada, hasta que en el año 44 a. E.C. (algunos opinan que en 46 a. E.C.), Julio César la reedificó como colonia romana, la Colonia Julia Corinthus. En el transcurso de la gobernación de César Augusto, Acaya —como llamaban los romanos a Grecia sin la región de Macedonia— llegó a ser una provincia romana senatorial con la capitalidad en Corinto.

Industria y edificios.
La ciudad de Corinto a la que Pablo llegó a finales del año 50 E.C. y permaneció por “un año y seis meses” era un activo centro comercial y político. El peaje que se recaudaba de las cargas transportadas de un puerto a otro del istmo contribuyó notablemente a su riqueza; además, la ciudad era un centro industrial famoso por su alfarería y objetos de bronce. Corinto estaba edificada sobre dos niveles, entre los que mediaba un desnivel de unos 30 m. En el centro se encontraba la espaciosa plaza del mercado, el ágora, bordeada de columnatas y edificios públicos. Había hileras de tiendas que daban a la plaza del mercado, y algunas de las ruinas que se han descubierto muestran que allí se vendía carne, otros productos alimenticios y vino. En una inscripción aparece la palabra macellum con relación a una tienda. Este vocablo es el equivalente latino de la palabra griega má·kel·lon, usada por Pablo al referirse a “la carnicería” en 1 Corintios 10:25. En otra inscripción hallada sobre una grada se lee lo siguiente: “Lucio, el carnicero”.
Cerca del centro del ágora, las excavaciones han sacado a la luz una plataforma elevada al aire libre para los oradores llamada bema o rostra, que se extendía desde la terraza que dividía los niveles superior e inferior del ágora. Junto a la plataforma, construida con mármol blanco y azul y decorada ricamente con tallas delicadas, había dos salas de espera con suelos de mosaico y bancos de mármol. Se cree que esta bema fue el “tribunal” al que llevaron a Pablo los judíos que estaban opuestos al mensaje cristiano para que compareciera en audiencia delante del procónsul Galión. (Hch 18:12-16.) Una inscripción hallada en Delfos, ciudad situada en la parte septentrional de la bahía de Corinto, contiene el nombre de Galión e indica que era procónsul.
Al NO. de la plaza del mercado había dos teatros, uno de ellos con capacidad para unas 18.000 personas. Los cristianos corintios podían entender bien las palabras de Pablo de que los apóstoles eran “un espectáculo teatral al mundo”. (1Co 4:9.) En una plaza próxima al teatro, los arqueólogos hallaron una inscripción en la que se menciona a un tal Erasto, que tenía el título latino de aedilis (edil), título que algunos han traducido “comisionado de asuntos públicos”. Este Erasto pudo haber sido “el mayordomo de la ciudad” mencionado por Pablo cuando escribió a los romanos desde Corinto. (Ro 16:23.) El significado básico de la palabra griega usada por Pablo para “mayordomo” (oi·ko·nó·mos) es “administrador doméstico o encargado de la casa”. (Compárese con Tit 1:7, nota; véase Erasto nr. 2.)

Religión y cultura.
A pesar de la importancia que le confería ser sede de la autoridad gubernamental y la principal ciudad comercial de Grecia, para muchas personas Corinto era un símbolo de libertinaje y lujo desenfrenado, hasta el grado de que la expresión “corintianizar” vino a significar “practicar inmoralidad”. Esta sensualidad era consecuencia de la adoración que se rendía en Corinto, en particular a la diosa Afrodita (que correspondía con la Venus de los romanos, la Astarté de fenicios y cananeos y la Istar de los babilonios). Había un templo dedicado a su adoración en la cima del Acrocorinto, un promontorio rocoso y empinado que se elevaba 513 m. por encima del ágora. Por lo tanto, Pablo tenía buenas razones para dar a los cristianos corintios consejo y advertencia enérgicos con respecto a la conducta moral. (1Co 6:97:11; 2Co 12:21.) Por supuesto, en Corinto también había otros templos dedicados a la adoración de muchos dioses y diosas. Por ejemplo, en el templo de Asclepio (Esculapio), el dios de la medicina, los arqueólogos han hallado representaciones de partes del cuerpo humano en arcilla cocida de color carne. Los adoradores las dejaban en el templo como exvotos, que simbolizaban cada uno el miembro afectado en particular (mano, pie, ojo, etc.).
Además de griegos, también vivían allí una cantidad considerable de italianos, descendientes de los primeros colonizadores. Muchos de los discípulos corintios tenían nombres latinos: Justo, Tercio, Cuarto, Gayo, Crispo, Fortunato y Acaico. (Hch 18:7; Ro 16:22, 23; 1Co 1:14; 16:17.) También se había afincado allí una gran cantidad de judíos, quienes habían fundado una sinagoga y atraído a algunos griegos. (Hch 18:4.) Una inscripción griega hecha en un dintel de mármol hallado cerca de la puerta de Lequeo confirma la presencia de judíos en Corinto. La inscripción lee “[Sy·na·]gö·gu´ He·br[ái·ön]”, y significa “Sinagoga de los hebreos”. Había asimismo un constante fluir de viajeros y comerciantes, además de aquellos que llegaban en busca de placer a este centro atlético y de entretenimiento. Sin duda, todo ello contribuyó a crear una mentalidad más liberal que en el resto de las ciudades que visitó el apóstol, incluida Atenas, el centro de la cultura griega. Pablo recibió una visión en la que se le aseguraba que en Corinto había muchas personas de buena disposición, por lo que permaneció un año y seis meses en esta encrucijada entre Oriente y Occidente. (Hch 18:9-11.) Es probable que en el transcurso de este tiempo escribiese sus dos cartas a los Tesalonicenses.

La congregación cristiana.
Áquila y Priscila, compañeros cristianos de Pablo y sus socios en la confección de tiendas de campaña, le acompañaron cuando finalmente se embarcó en el puerto oriental de Cencreas rumbo a Éfeso (Asia Menor), al otro lado del mar Egeo. (Hch 18:18, 19.) Apolos, hombre elocuente, continuó la actividad de Pablo regando las semillas sembradas en Corinto. (Hch 18:24-28; 19:1; 1Co 3:6.) Pablo se interesó mucho por la congregación que había formado en Corinto, a la que escribió dos importantes cartas y también envió a Tito en su nombre en dos ocasiones. (2Co 7:6, 7, 13; 8:6, 16, 17; 12:17, 18.) Cuando iba camino a Macedonia, le fue imposible detenerse para visitar a la congregación como tenía previsto (2Co 1:15, 16, 23); no obstante, más tarde permaneció tres meses en Grecia, probablemente en 55-56 E.C., y pasó parte del tiempo en Corinto, desde donde escribió su carta a los Romanos. (Hch 20:2, 3; Ro 16:1, 23; 1Co 1:14.

Creta

Nombres de la quinta isla en extensión del Mediterráneo y de sus habitantes. La isla mide unos 250 Km. de longitud y su anchura oscila entre 13 y 56 Km. Está situada en el extremo meridional del mar Egeo, a unos 100 Km. al SE. de Grecia. Las montañas se extienden a lo largo de la estrecha isla, y algunas de ellas están cubiertas de nieve parte del año. Cerca del centro de Creta se alza el monte Ida, con una altitud de 2.456 m. sobre el nivel del mar. En la costa septentrional hay buenos puertos, pero la meridional es menos accidentada y en casi toda ella las montañas descienden directamente al mar. Como consecuencia, la costa S. proporciona pocos lugares favorables que puedan usarse como puertos, tal como indica el relato del viaje de Pablo a Roma, que se considerará más adelante.
Por lo general se acepta que Creta es la isla de “Caftor” a la que se alude en las Escrituras Hebreas, y por lo tanto el lugar desde donde los filisteos emigraron a Canaán. (Jer 47:4; Am 9:7.) Asimismo, algunos doctos creen que los “Keretitas” son los cretenses, pues la Versión de los Setenta griega dice “cretenses” en vez de “Keretitas” en Ezequiel 25:15-17 y en Sofonías 2:5-7. Si se acepta que Caftor era Creta, como parece razonable, entonces los habitantes primitivos de la isla fueron descendientes de Mizraim, cuyo nombre en la Biblia equivale a Egipto. (Gé 10:13, 14.)
La civilización cretense era muy distinta de las mesopotámicas y egipcias, pero de igual esplendor. En la religión de Creta se destacaba el componente femenino, y la figura central de su panteón era una diosa madre. Al igual que en otras religiones de la fertilidad, la serpiente por lo general estaba presente en las representaciones de la diosa, ya fuera sostenida en la mano o enrollada alrededor del cuerpo. A la diosa solía acompañarla una deidad masculina menor, tal vez en la relación madre-hijo, frecuente en este tipo de culto. En Cnosos se halló una cruz de mármol, probablemente un antiguo símbolo sexual. Esta antigua civilización desapareció hacia los últimos siglos del II milenio a. E.C. Finalmente, Creta llegó a estar bajo la dominación griega durante el I milenio a. E.C. Para el siglo II a. E.C., se había convertido en centro y refugio de piratas que asaltaban los barcos que navegaban por el Mediterráneo. Más tarde, en 67 a. E.C., Pompeyo subyugó Creta y, junto con Cirene, en el N. de África, la convirtió en una provincia romana.

Actividad de Pablo en Creta.
En el Pentecostés del año 33 E.C. se encontraban en Jerusalén judíos cretenses o prosélitos de aquella isla. (Hch 2:5, 11.) Tal vez de ese modo se introdujo el cristianismo en Creta.
Hacia el año 58 E.C. , el apóstol Pablo, en su viaje a Roma para ser sometido a juicio, pasó cerca de Creta a bordo de un barco de Alejandría que transportaba cereales. El barco, con 276 personas a bordo, “[navegó] al abrigo de Creta”, es decir, por el lado meridional de la isla, protegido de los vientos adversos del NO. Desde Salmone, en la costa E. de Creta, el barco emprendió su rumbo lentamente hacia el O. hasta alcanzar Bellos Puertos, una pequeña bahía en la que podía anclar y que está justo antes del lugar donde la costa meridional da un giro brusco hacia el N. Cuando el barco llegó a este punto, se decidió, contrario al consejo de Pablo, tratar de alcanzar Fenice, otro puerto situado a unos 65 Km. al O. Bordeando el cabo Litinon (Matala), el barco “[fue] costeando [...] cerca de la orilla”, cuando de pronto se desató un viento tempestuoso del ENE. que venía de las altas montañas y que azotó el barco y lo obligó a navegar a favor del viento hasta más allá de la isla de Cauda, a unos 65 Km. de Bellos Puertos. (Hch 27:6-16, 37, 38.)
Después de los dos años de prisión en Roma, Pablo visitó Creta y participó allí en la actividad cristiana durante el período final de su ministerio. Cuando partió, designó a Tito para que permaneciese en Creta a fin de que corrigiese la situación de las congregaciones e hiciese nombramientos de hombres de mayor edad “en ciudad tras ciudad”. (Tit 1:5.) Más adelante, cuando trató ciertos problemas de congregación en su carta a Tito, Pablo citó las siguientes palabras de un profeta cretense: “Los cretenses siempre son mentirosos, bestias salvajes perjudiciales, glotones desocupados”. (Tit 1:10-12.) Se cree que estas palabras eran de Epiménides, poeta cretense del siglo VI a. E.C. Esta opinión de los antiguos cretenses la compartían los griegos, para quienes el nombre cretense llegó a ser sinónimo de mentiroso.

Damasco

Ciudad antigua e importante de Siria. Está situada al pie de la cadena montañosa del Antilíbano, cerca del desierto siroarábigo, el cual se extiende desde allí hacia el E. (Can 7:4.) Al SO. de la ciudad se eleva el monte Hermón, coronado de nieve, que tiene una altitud de 2.814 m. y constituye el extremo meridional de la cordillera del Antilíbano.

Las colinas que jalonan la parte occidental de Damasco presentan una árida orografía, pero las frescas aguas del río Barada (el Abaná de 2Re 5:12), que descienden por una garganta abierta en las montañas, llegan hasta el valle donde se halla la ciudad, convirtiéndolo en un exuberante oasis de 16 Km. de ancho por 48 Km. de largo. Este abundante caudal de agua hizo de Damasco una importante encrucijada de rutas militares y mercantiles entre los países del Mediterráneo oriental y los de Mesopotamia y el Oriente Medio. La configuración geográfica de las cordilleras del Líbano y Antilíbano contribuyó a canalizar el tráfico de caravanas por Damasco, ya que estas sirvieron de trazado natural tanto para las que iban hacia la costa mediterránea como para las que entraban desde la zona costera.

Historia.

En la actualidad se desconoce la historia primitiva de Damasco. Josefo expone el punto de vista tradicional judío de que Damasco fue fundada por Uz (Us), hijo de Aram y nieto de Sem (Antigüedades Judías, libro I, cap. VI, sec. 4), aunque hay indicios de que los descendientes de Uz se establecieron más al S. (Gé 10:21-23.) Es probable que Abrahán pasase por Damasco o sus proximidades de camino a la Tierra Prometida. Eliezer, que ya era siervo de Abrahán cuando este aún no tenía hijos, era un “hombre de Damasco”. (Gé 15:2.) Abrahán persiguió a los reyes invasores hasta Hobá, un lugar que se encontraba al N. de Damasco, con el fin de rescatar a su sobrino Lot, que estaba cautivo. (Gé 14:1-16.)

Se opone a Israel.

Después de este tiempo, Damasco desaparece del registro bíblico por casi mil años, y cuando vuelve a aparecer, por lo general es como oponente de la nación de Israel. Para ese entonces era el centro de uno de los muchos reinos arameos de Siria. Cuando David luchó y derrotó al rey de Zobá, “Siria de Damasco” fue a ayudar a los perdedores. David también la derrotó, apostó guarniciones en el reino damasceno e hizo que Damasco le pagara tributo a Israel. (2Sa 8:3-6; 1Cr 18:5, 6.) Sin embargo, durante el reinado de Salomón, un fugitivo llamado Rezón, del reino arameo de Zobá, consiguió el control de Damasco y se coronó rey. Mostró su odio a Israel con actos de agresión. (1Re 11:23-25.)

El rey Ben-hadad I de Damasco pactó primero con Baasá, del reino norteño de Israel, pero luego se vendió a Asá de Judá (977-937 a. E.C.) e invadió el territorio de su anterior aliado. (1Re 15:18-20; 2Cr 16:2-4.) Su sucesor, Ben-hadad II invadió dos veces el reino septentrional de Israel a la cabeza de una coalición de treinta y dos reyes, pero fue vencido en ambas ocasiones. (1Re 20:1, 16-22, 26-34.) Aunque la segunda vez se le capturó, el rey Acab lo liberó (c. 940-920 a. E.C.). Más tarde, en la batalla de Ramot-galaad este rey sirio dirigió sus carros contra las fuerzas aliadas de Judá e Israel, a las que derrotó. En esta batalla murió Acab. (1Re 22:29-37.) Durante el reinado de Jehoram de Israel (c. 917-905 a. E.C.), Ben-hadad II intentó por última vez capturar Samaria, pero fue puesto en fuga milagrosamente. (2Re 6:24; 7:6, 7.)

El profeta Eliseo fue a Damasco para cumplir con la comisión dada a su predecesor, Elías, y le comunicó a Hazael que reemplazaría a Ben-hadad II como rey de Siria. (1Re 19:15; 2Re 8:7-13.) Antes de la muerte de Ben-hadad, Damasco había sido el foco de la resistencia siria a la expansión del Imperio asirio, resuelto a dominar las tierras mediterráneas. Damasco era un blanco clave por ser una importante encrucijada en la vía principal de Mesopotamia al Mediterráneo. A la cabeza de una coalición de reinos vecinos, Damasco logró resistir una serie de ataques de Salmanasar III de Asiria. Una de las inscripciones de Salmanasar registra que Hazael tomó el trono sirio. Después de una importante batalla, Salmanasar sitió la ciudad de Damasco, donde atrapó a Hazael, pero no pudo tomarla.

Como rey de Damasco, Hazael continuó una política agresiva hacia Israel. (2Re 10:32.) Al extender el poder damasceno hasta la ciudad filistea de Gat, llegó a invadir Judá e intimidar al rey Jehoás (898-859 a. E.C.), de manera que el rey de Judá tuvo que pagar un enorme tributo para librar a Jerusalén del ataque sirio. (2Re 12:17, 18; 13:3, 22; 2Cr 24:23, 24.) Durante el reinado de Ben-hadad III, sucesor de Hazael, Jehoás de Israel (c. 859-845 a. E.C.) derrotó en tres ocasiones a Siria, lo que hizo que remitiese el yugo de Damasco sobre el territorio de Israel. (2Re 13:24, 25.) Posteriormente, Jeroboán II de Israel (c. 844-804 a. E.C.) penetró en Siria hasta el “punto de entrada de Hamat”, y “restituyó Damasco y Hamat a Judá en Israel”. (2Re 14:23-28.) Se cree que esto significa que hizo tributarios a tales reinos, una situación similar a la de los días de David y Salomón. (1Re 4:21.)

Los juicios de Jehová sobre Damasco.

Sin embargo, un siglo más tarde vuelve a aparecer Damasco como “la cabeza de Siria”. (Isa 7:8.) Durante el reinado del rey Acaz de Judá (761-746 a. E.C.), Rezín de Damasco, coligado con Péqah de Israel, invadió Judá hasta Elat, en el golfo de `Aqaba. Esto alarmó tanto al rey Acaz, que sobornó a Tiglat-piléser III de Asiria para que desviara de Judá la presión siria. Los asirios atacaron Damasco sin dilación y la tomaron, dieron muerte a Rezín y exiliaron a muchos de los damascenos. (2Re 16:5-9; 2Cr 28:5, 16.) De esta forma se cumplieron las profecías que Jehová había dado por medio de Isaías y Amós. (Isa 8:4; 10:5, 8, 9; Am 1:3-5.) No obstante, cuando Acaz fue a Damasco para encontrarse con Tiglat-piléser (probablemente con el fin de rendirle homenaje), demostró su insensatez al ordenar que se hiciese una réplica del altar para adoración falsa que vio allí y después ofrecer sacrificios sobre él a “los dioses de Damasco”. (2Re 16:10-13; 2Cr 28:23.)

A partir de entonces Damasco dejó de ser una amenaza para Israel. A pesar de su exiguo poderío militar, la ciudad volvió a tener preponderancia comercial, como se indica en la profecía de Ezequiel. (Eze 27:18.) Pero Jeremías predijo que Damasco, en un tiempo en la cumbre, sería desolada como resultado del mal informe procedente de Hamat y Arpad, en el N. de Siria, probablemente un informe relacionado con la conquista violenta de los reinos arameos por los ejércitos babilonios de Nabucodonosor que avanzaban. (Jer 49:23-27.) Damasco, la joya del desierto, no escaparía a los efectos de aquella conquista. Más adelante se incluye a Damasco en una declaración adversa que pronunció Zacarías, el profeta de Jehová, en 518 a. E.C.. Es probable que esta profecía se cumpliese en tiempos de Alejandro Magno, quien ocupó Siria y Fenicia después de su victoria en la batalla de Isos en 333 a. E.C.. (Zac 9:1-4.)

Durante el período de los seléucidas, Antioquía se convirtió en la capital provincial de Siria, arrebatando así la capitalidad a Damasco. En el año 85 a. E.C.., tomó la ciudad Aretas III, rey del reino nabateo de Arabia. Entre los años 64-63 a. E.C., Roma conquistó todo el territorio sirio, y hasta el año 33 E.C.. Damasco fue una ciudad romana; figuraba en una lista de Plinio (historiador romano del siglo I E.C.) como una de las diez ciudades que originalmente componían la Decápolis.

En el siglo I E.C.

Cuando Saulo de Tarso se dirigió a Damasco en su campaña contra los cristianos, la ciudad tenía varias sinagogas judías. (Hch 9:1, 2.) En aquel entonces formaba parte del dominio del rey nabateo Aretas IV y estaba regida por un gobernador. (2Co 11:32, 33.) Después de su conversión, Saulo, que había quedado ciego, fue conducido a una casa de la calle llamada Recta. Pablo (Saulo) predicó por algún tiempo en las sinagogas de Damasco, pero la existencia de un complot para asesinarle hizo necesario que escapara por la noche a través de una abertura en el muro de la ciudad. (Hch 9:11, 17-25; 26:20; Gál 1:16, 17.)

Emaús

El pueblo adonde se dirigían Cleopas y otro discípulo cuando se les unió Jesucristo materializado el día de su resurrección. Sin embargo, no lo reconocieron hasta que llegaron a Emaús y él estuvo reclinado con ellos a la mesa. Después que Jesús desapareció, “en aquella misma hora”, los dos discípulos volvieron a Jerusalén. (Lu 24:13-33.) Lucas dice que el pueblo estaba a “sesenta estadios” (7,5 millas romanas [11 Km.]) de Jerusalén.
En la actualidad no se puede precisar la ubicación exacta de Emaús. Se han propuesto al menos una docena de lugares diferentes. El más importante de estos es `Amwas, situado en la carretera que va a Tel Aviv-Yafo. No obstante, `Amwas está a unos 175 estadios (32 Km.) al ONO. de Jerusalén, casi tres veces más lejos de lo que dice Lucas. Otro lugar propuesto con frecuencia, Qalunyah, ubicado en la carretera principal que va a Tel Aviv-Yafo y aceptado por algunos como la Ammaous a la que hace referencia Josefo, está a unos 35 estadios (6,5 Km.) de Jerusalén, demasiado cerca para encajar con el registro de Lucas. Por lo tanto, algunos prefieren identificar Emaús con El-Qubeiba, situado en una carretera romana que está más hacia el N. que los otros lugares propuestos. En este lugar se han encontrado restos que se cree que datan del período de las Escrituras Griegas. Su ubicación, a unos 60 estadios (11 Km.) al NO. de Jerusalén, armoniza con el relato bíblico. No obstante, en la actualidad es imposible llegar a conclusiones definitivas sobre la ubicación de Emaús.

En-dor

(posiblemente: Fuente [Manantial] de la Generación)

Ciudad ubicada en las llanuras del territorio de Isacar, pero asignada a Manasés. A los cananeos que residían en esa zona “no los desposeyeron enteramente”, sino que los pusieron a hacer trabajos forzados. (Jos 17:11-13.) Por lo general se identifica a En-dor con Khirbet Safsafeh (Horvat Zafzafot), a unos 11 Km. al SE. de Nazaret.
En el Salmo 83:9, 10 se relaciona a En-dor con la victoria de Jehová sobre Sísara. Aunque no se menciona a esta ciudad en el propio relato de la batalla registrado en los capítulos 4 y 5 de Jueces, estaba situada solo a unos pocos kilómetros al S. del monte Tabor, desde donde descendió el ejército de Barac. (Jue 4:6, 12.) Además, las fuerzas de Sísara fueron desbaratadas de forma milagrosa por Taanac, Meguidó y el valle torrencial de Cisón. (Jos 17:11; Jue 5:19.) De modo que parte de la batalla debió llegar hasta En-dor, y el salmista, bien familiarizado con los detalles históricos y geográficos, pudo decir que en En-dor fueron aniquilados muchos de los cananeos fugitivos.
En-dor es más conocido como el lugar donde el rey Saúl fue a consultar a ‘una mujer que era perita en mediación espiritista’ poco antes de la derrota de Israel a manos de los filisteos. (1Sa 28:7; 31:1-13.)

Filipos

Para el tiempo de la segunda gira misional del apóstol Pablo, esta era “la ciudad principal [o primera] del distrito de Macedonia”, aunque no parece que fuese su capital. Estaba situada en la parte oriental del distrito, en el extremo N. del mar Egeo, no lejos del distrito de Tracia. Pablo venía en barco desde Troas, desembarcó en Neápolis, el puerto marítimo de Filipos, y viajó unos 15 Km. hacia el NO. a lo largo de la vía Egnatia, la gran ruta comercial y militar que iba desde Asia a Roma, a través de un paso de montaña a unos 500 m. sobre el nivel del mar, y descendía por la explanada de Filipos. (Hch 16:11, 12.)
La ciudad estaba situada en una colina que se elevaba sobre la explanada, cerca del río Gangites. Al S. se extendía una gran marisma. La acrópolis de Filipos se alzaba sobre una gran formación rocosa que estaba en la parte NE. de la ciudad. Las excavaciones de sus ruinas indican que la vía Egnatia discurría por el centro de la ciudad y que una enorme tribuna se extendía junto a ella. Es posible que la capital del distrito fuese Anfípolis, a unos 50 Km. al SO., la ciudad adonde Pablo viajó después de dejar Filipos. Desde Anfípolis Pablo se dirigió a Apolonia, aproximadamente a unos 50 Km. al S., y desde allí se encaminó a Tesalónica, que estaba a unos 60 Km. al O., donde permaneció por tres semanas antes de ir hacia el SO. pasando por Berea para tomar un barco que lo llevara a Atenas.

Historia.
Filipos se llamaba originalmente Crenides (Krenides), pero a mediados del siglo IV a. E.C. Filipo II de Macedonia (padre de Alejandro Magno) conquistó la ciudad a los tracios y le dio su nombre. En la región había importantes minas de oro, y se acuñaron monedas con el nombre de Filipo. Hacia el año 168 a. E.C. el cónsul romano Lucio Emilio Paulo derrotó a Perseo, el último rey macedonio, y tomó Filipos y sus alrededores. En 146 a. E.C. toda Macedonia fue constituida una sola provincia romana. La batalla en la que Octavio y Marco Antonio derrotaron a los ejércitos de Bruto y Cayo Casio Longino, asesinos de Julio César, se peleó en la explanada de Filipos el año 42 a. E.C. Después, como conmemoración de su gran victoria, Augusto convirtió Filipos en “colonia” romana. (Hch 16:12.) Unos años más tarde, cuando Octavio fue proclamado César Augusto por el senado romano, llamó a esta ciudad Colonia Augusta Julia Philippensis.
Su designación como colonia romana libró a la ciudad de impuestos y le supuso otros privilegios, que tal vez incluyesen una clase secundaria de ciudadanía romana. Por lo tanto, los ciudadanos tenían un apego y afecto más fuertes a Roma del que hubieran tenido de otra manera. Esto puede explicar por qué los amos de la muchacha de quien el apóstol Pablo exorcizó un demonio de adivinación hicieron destacar el hecho de que “somos romanos” en sus acusaciones contra Pablo y Silas ante los magistrados. (Hch 16:16-24.) También entenderían muy bien los cristianos de Filipos la posterior exhortación de Pablo a ‘portarse como ciudadanos’, de una manera digna de las buenas nuevas acerca de Cristo, y su recordatorio de que “nuestra ciudadanía existe en los cielos”, pues la ciudadanía romana mundana era algo muy apreciado en Filipos, algo de lo que jactarse. (Flp 1:27; 3:20, nota.)

La visita de Pablo.
Filipos tuvo el privilegio de ser la primera ciudad de Europa que escuchó a Pablo predicar las buenas nuevas, alrededor del año 50 E.C., durante su segunda gira misional. Él fue allí en obediencia a una visión que tuvo por la noche en Troas (Asia Menor), en la que un macedonio le suplicó: “Pasa a Macedonia y ayúdanos”. (Hch 16:8-10.) Pablo y sus compañeros, entre quienes debía estar el cronista Lucas, se quedaron allí varios días, y el sábado salieron “fuera de la puerta junto a un río”, donde, según relata Lucas, “pensábamos que había un lugar de oración”. Hay quien cree que no había ninguna sinagoga en Filipos debido al carácter militar de la ciudad, y que a los judíos probablemente se les prohibió reunirse dentro de la ciudad para adorar. De todas formas, Pablo habló a las mujeres que había reunidas, y halló una, de nombre Lidia, una adoradora de Dios, a quien “le abrió el corazón ampliamente para que prestara atención a las cosas que Pablo estaba hablando”. Ella y los de su casa se bautizaron, y su aprecio y hospitalidad eran tan grandes que ‘sencillamente obligó’ a Pablo y a sus compañeros a quedarse en su casa. (Hch 16:11-15.)
Después de responder al llamamiento para ir a Macedonia, Pablo se enfrentó a persecución ya en la primera ciudad, Filipos, mas esta vez no procedente de los judíos, como había sucedido en Galacia. Los magistrados de la ciudad se guiaron de las falsas acusaciones de los dueños de la muchacha endemoniada, que habían perdido sus ingresos debido a que ya no podía continuar con su práctica de predicción, de la que habían sacado mucha ganancia. Pablo y Silas fueron golpeados con varas, se les echó en prisión y se les aseguraron los pies en el cepo. (Hch 16:16-24.)
Sin embargo, a la mitad de la noche, mientras oraban y alababan a Dios con canción a oídos de los demás prisioneros, ocurrió un milagro. Un terremoto soltó las cadenas de los prisioneros y dejó las puertas abiertas. El carcelero, sabiendo que se enfrentaba a la pena de muerte por la pérdida de los prisioneros que se le habían encomendado, estaba a punto de quitarse la vida cuando Pablo clamó: “¡No te hagas ningún daño, porque todos estamos aquí!”. Luego el carcelero y su casa escucharon a Pablo y a Silas, les lavaron sus heridas y llegaron a ser creyentes bautizados. (Hch 16:25-34)
A la mañana siguiente, posiblemente cuando llegó a sus oídos el milagroso acontecimiento, los magistrados civiles ordenaron al carcelero que libertase a Pablo. Pero Pablo estaba interesado en vindicar, defender y establecer legalmente las buenas nuevas más que en una liberación inmediata. No se iba a conformar con ser liberado en secreto por alguna “puerta trasera” para que los magistrados salvaran las apariencias. ¡De ninguna manera! Llamó la atención a su propia ciudadanía romana y al hecho de que les habían golpeado públicamente a él y a Silas sin haber sido condenados. Tenían que reconocer abiertamente que eran ellos, no los cristianos, quienes habían actuado ilegalmente. Al oír que Pablo y Silas eran romanos, los magistrados tuvieron temor, fueron a ellos personalmente, “les suplicaron”, les soltaron y les solicitaron que partiesen de la ciudad. (Hch 16:35-40.)
No obstante, Pablo había fundado una buena congregación en Filipos, por la que siempre tuvo mucho cariño. Los filipenses se desvivieron por él y atendieron sus necesidades, aun cuando estaba en otros lugares, demostrando el amor que le tenían. (Flp 4:16.) Pablo volvió a visitar Filipos durante su tercera gira misional, y posiblemente lo hizo una tercera vez después de ser liberado de su primera estancia en prisión en Roma. (Hch 20:1, 2, 6; Flp 1:19; 2:24.)

Filistea - (Filisteos)

Filistea abarcaba una zona de unos 80 Km. a lo largo de la costa mediterránea, desde un punto cercano a Jope, al N., hasta Gaza, al S. (Éx 23:31), y se extendía unos 24 Km. tierra adentro. La expresión el “mar de los filisteos” debía hacer referencia a la parte del Mediterráneo que limitaba con la costa de Filistea. En algunos lugares las dunas de la costa penetran hasta 6 Km. tierra adentro. Por lo demás, la región es fértil y produce cereales, olivares y frutales.

Durante una parte importante del período que abarcan las Escrituras Hebreas, los filisteos ocuparon la llanura costera y estaban entre los enemigos declarados de Israel. (Isa 9:12; 11:14.) Eran un pueblo incircunciso (2Sa 1:20) y politeísta (Jue 16:23; 2Re 1:2; véanse Baal-zebub; Dagón), que consultaba supersticiosamente a sus sacerdotes y adivinos para tomar decisiones. (1Sa 6:2; compárese con Isa 2:6.) Cuando sus guerreros iban a la batalla, llevaban ídolos de sus dioses. (2Sa 5:21.) En su tierra, conocida como Filistea (Éx 15:14; Sl 60:8; 87:4; 108:9; Isa 14:29, 31), estaban las ciudades de Gaza, Asquelón, Asdod, Eqrón y Gat. Durante siglos, cada una de estas ciudades fue gobernada por un señor del eje. (Jos 13:3; 1Sa 29:7; véase Señores del eje.)

Historia.

Los filisteos emigraron a la costa de Canaán desde la isla de Creta (la antigua isla de Caftor), aunque no puede afirmarse que fueran originarios de esa isla. (Jer 47:4; Am 9:7.) No se sabe con seguridad cuándo empezó esta emigración; sin embargo, en los días de Abrahán y de su hijo Isaac, los filisteos residían en Guerar, en la parte S. de Canaán. En aquel entonces tenían un rey, Abimélec, y un ejército bajo el mandato de un tal Ficol. (Gé 20:1, 2; 21:32-34; 26:1-18; véase ABIMÉLEC núms. 1 y 2.)

Algunos presentan objeciones a las referencias de Génesis en cuanto a que los filisteos residían en Canaán, arguyendo que no se establecieron allí hasta el siglo XII a. E.C.; no obstante, esta objeción no tiene base sólida. El New Bible Dictionary (edición de J. Douglas, 1985, pág. 933) comenta: “Como no se menciona a los filisteos en inscripciones extrabíblicas hasta el siglo XII a. de C., y los restos arqueológicos relacionados con ellos no aparecen antes de esa época, muchos comentaristas rechazan las referencias que se hacen a ellos en el período patriarcal por considerarlas anacrónicas”. Sin embargo, para mostrar por qué tal postura no está bien fundada, se señala a la prueba de una gran expansión comercial egea que se remontaría hasta el siglo XX a. E.C. Se indica que el hecho de que un grupo en particular no sea lo bastante importante como para que se le mencione en las inscripciones de otras naciones, no prueba que no existiera. El New Bible Dictionary llega a la siguiente conclusión: “No hay razón para pensar que no hubiera pequeños grupos de filisteos entre los primeros mercaderes egeos, grupos que no destacaban lo suficiente como para que potencias más importantes los tuvieran en cuenta”.

Cuando Israel partió de Egipto, en 1513 a. E.C., Jehová decidió no conducir a los israelitas por Filistea (la ruta más directa desde Egipto hasta la Tierra Prometida) para que no se desanimaran debido a tener que guerrear en seguida y decidieran regresar a Egipto. (Éx 13:17.) No es probable que los filisteos vieran el paso de millones de israelitas como el tráfico internacional que habitualmente cruzaba su tierra. El pueblo filisteo estaba bien afincado, mientras que la región del Sinaí, a la que Jehová dirigió a Israel, estaba poblada en gran parte por tribus nómadas y tenía muchas regiones deshabitadas, de modo que Israel podría cruzarla sin provocar conflictos inmediatos.

Para cuando el anciano Josué repartió la tierra que estaba al O. del Jordán, la conquista todavía no había afectado los territorios filisteos. (Jos 13:2, 3.) Sin embargo, más tarde los hombres de Judá capturaron tres de las principales ciudades filisteas: Gaza, Asquelón y Eqrón. Pero esto fue solo una victoria parcial, pues Judá “no pudo desposeer a los habitantes de la llanura baja, porque tenían carros de guerra con hoces de hierro”. (Jue 1:18, 19.)

En el tiempo de los jueces.

Durante los años siguientes, el que los filisteos y otros pueblos continuasen en Canaán sirvió para probar la obediencia de los israelitas a Jehová. (Jue 3:3, 4.) Vez tras vez fallaron en la prueba y adoptaron la adoración falsa. Por ello Jehová los abandonó en manos de sus enemigos, como los filisteos. (Jue 10:6-8.) Pero cuando clamaron a Él por ayuda, levantó misericordiosamente jueces para librarlos. (Jue 2:18.) Uno de estos jueces, Samgar, derribó a 600 filisteos usando simplemente una aguijada de ganado vacuno. (Jue 3:31.) Años más tarde, Sansón llevó “la delantera en salvar a Israel de la mano de los filisteos”, como se había predicho antes de su nacimiento. (Jue 13:1-5.) Como prueba del control que estos ejercían al principio de la judicatura de Sansón, sirve de ejemplo la ocasión en que ciertos hombres de Judá hasta llegaron a entregar a este juez en manos de los filisteos para evitar problemas. (Jue 15:9-14.)

El profeta Samuel fue testigo de la opresión filistea, y también participó en derrotarlos. Mientras servía en el tabernáculo en Siló, durante la última parte de la judicatura del sumo sacerdote Elí, los filisteos derribaron a unos 4.000 israelitas en la zona de Afeq y Ebenézer. Luego, los israelitas hicieron llevar el arca sagrada al campo de batalla, pensando que esto les daría la victoria. No obstante, los filisteos intensificaron sus esfuerzos, con lo que “cayeron treinta mil” israelitas y el Arca fue capturada. (1Sa 4:1-11.) Posteriormente, los filisteos llevaron el Arca a Asdod, al templo de su dios Dagón. La imagen de este dios cayó dos veces sobre su rostro y la segunda vez el ídolo se rompió. (1Sa 5:1-5.) Después, el Arca fue pasando de una ciudad filistea a otra. Dondequiera que la llevaban, causaba pánico y peste. (1Sa 5:6-12.) Finalmente, siete meses después de haberla capturado, la devolvieron a Israel. (1Sa 6:1-21.)

Unos veinte años más tarde (1Sa 7:2), los filisteos marcharon hacia Mizpá contra los israelitas que estaban reunidos allí por orden de Samuel para adorar. Esta vez Jehová puso a los filisteos en confusión, y así permitió que su pueblo los subyugase. Más tarde, las “ciudades que los filisteos habían quitado a Israel siguieron volviendo a Israel, desde Eqrón hasta Gat”. (1Sa 7:5-14.)

Desde el reinado de Saúl hasta que David los subyugó.

Sin embargo, esto no puso fin a las dificultades de Israel con los filisteos. (1Sa 9:16; 14:47.) Al parecer, antes del reinado de Saúl habían colocado guarniciones en territorio israelita. (Compárese con 1Sa 10:5; 13:1-3.) Los filisteos eran lo suficientemente poderosos como para prohibir a los israelitas que tuviesen sus propios herreros, y de esta forma los mantenían desarmados. Esto también obligaba a los israelitas a acudir a los filisteos para que les afilasen sus aperos de labranza. (1Sa 13:19-22.) La situación era tan crítica, que hasta algunos hebreos se pusieron de parte de los filisteos y en contra de sus compañeros israelitas. (1Sa 14:21.) No obstante, con la ayuda de Jehová, la primera campaña importante de Saúl contra los filisteos resultó en que Israel los derribase “desde Micmash hasta Ayalón”. (1Sa 13:114:31)

Más tarde, cuando los filisteos se recuperaron de esta derrota, reunieron sus fuerzas para luchar contra Israel. Los dos ejércitos tomaron su posición a cada lado de la llanura baja de Elah. Durante cuarenta días, todas las mañanas y todas las tardes, un guerrero llamado Goliat salía del campamento filisteo desafiando a Israel para que presentase a un hombre que luchase con él en un combate individual. (1Sa 17:1-10, 16.) El pastor David aceptó el desafío, derribó a Goliat con una piedra de su honda y le dio muerte con la propia espada del gigante. (1Sa 17:48-51.) Luego, los israelitas persiguieron a los filisteos que huían y los derribaron hasta llegar a las ciudades de Gat y Eqrón. (1Sa 17:52, 53.)

Después David combatió con éxito a los filisteos. Cuando regresaba de la batalla, las mujeres decían para celebrar la victoria: “Saúl ha derribado sus miles, y David sus decenas de miles”. (1Sa 18:5-7; véase también 1Sa 18:25-27, 30; 19:8.) Esto hizo que Saúl tuviese celos de David, lo que resultó finalmente en que David tuviera que huir a la ciudad filistea de Gat para salvar su vida. (1Sa 18:8, 9; 20:33; 21:10.) Parece ser que una vez allí los siervos del rey Akís quisieron matarle, pero David se hizo el loco y así pudo abandonar la ciudad a salvo. (1Sa 21:10-15.) Algún tiempo después, mientras todavía lo perseguía Saúl, David salvó de los saqueadores filisteos a Queilá, una ciudad que pertenecía a Judá. (1Sa 23:1-12.) Una incursión posterior de los filisteos en el territorio israelita obligó a Saúl a desistir temporalmente de perseguir a David. (1Sa 23:27, 28; 24:1, 2.)

Debido al continuo hostigamiento de Saúl, David decidió refugiarse de nuevo en territorio filisteo. En esta ocasión el rey Akís de Gat lo acogió y le dio la ciudad de Ziqlag. (1Sa 27:1-6.) Uno o dos años más tarde, cuando los filisteos se estaban preparando para luchar contra las fuerzas de Saúl, el rey Akís, invitó a David a ir con él, creyendo que había llegado a ser “un hedor entre su pueblo Israel”; pero los otros señores del eje de los filisteos no confiaron en David, así que, ante su insistencia, él y sus hombres volvieron a Filistea. En el siguiente conflicto con Israel, los filisteos consiguieron una victoria decisiva: Saúl y tres de sus hijos perecieron. (1Sa 27:12; 28:1-5; 29:1-11; 31:1-13; 1Cr 10:1-10, 13; 12:19.)

Finalmente, cuando se ungió a David como rey sobre todo Israel, los filisteos invadieron la llanura baja de Refaím (al SO. de Jerusalén), pero sufrieron una derrota humillante. (2Sa 5:17-21; 1Cr 14:8-12.) Una ofensiva filistea posterior finalizó también en victoria israelita. (2Sa 5:22-25; 1Cr 14:13-16.) Durante su reinado, David entabló numerosas batallas contra los filisteos y tuvo éxito en subyugarlos. Sin embargo, en una ocasión estuvo a punto de perder la vida. (2Sa 8:1; 21:15-22; 1Cr 18:1; 20:4-8.)

Desde el reinado de Salomón en adelante.

Durante varios años a partir de ese momento, no hay registro de guerras con los filisteos. Salomón, hijo de David, disfrutó de un reinado pacífico (1037-998 a. E.C.), y sus dominios se extendieron hasta la ciudad filistea de Gaza. (1Re 4:21-25; 2Cr 9:26.)

Unos veinte años después de la división del reino, los filisteos ocuparon Guibetón, ciudad asignada originalmente a Dan. Mientras los israelitas intentaban capturar esta ciudad, Baasá mató al rey Nadab de Israel y empezó a gobernar. (Jos 19:40, 44; 1Re 15:27, 28.) Unos veinticuatro años más tarde, Guibetón todavía estaba bajo el control filisteo, y para ese tiempo, Omrí, el jefe del ejército de Israel, acampó contra ella. (1Re 16:15-17.)

Parece ser que el rey Jehosafat (936-c. 911 a. E.C.) tuvo sometidos a los filisteos, pues le llevaban regalos y tributo (2Cr 17:11); pero durante el reinado de su hijo Jehoram, los filisteos y los árabes invadieron Judá y se llevaron una cantidad considerable de despojo de Jerusalén. También se llevaron cautivos a las esposas e hijos de Jehoram, con la excepción de Jehoacaz, el más joven. (2Cr 21:16, 17.) Décadas después, el rey Uzías de Judá luchó contra los filisteos, capturó Gat, Jabné y Asdod, y hasta edificó algunas ciudades dentro del territorio filisteo. (2Cr 26:6-8.) Sin embargo, durante el reinado de Acaz, nieto de Uzías, los filisteos capturaron varias ciudades israelitas y se pusieron a morar en ellas, desde el Négueb hasta el límite septentrional del reino de Judá. (2Cr 28:18.) En cumplimiento de una profecía de Isaías (14:28, 29), Ezequías, hijo de Acaz “derribó a los filisteos aun hasta Gaza”. (2Re 18:8.)

Referencias proféticas.

La profecía de Joel indicaba que debido a haber vendido a los “hijos de Judá” y los “hijos de Jerusalén” a los “hijos de los griegos”, los filisteos experimentarían un trato similar. (Joe 3:4-8.) Ya que al parecer las palabras del profeta Joel se registraron en el siglo IX a. E.C., las derrotas de los filisteos a manos de Uzías (2Cr 26:6-8) y Ezequías (2Re 18:8) pudieron ser parte del cumplimiento de esta profecía.

Sin embargo, hubo un cumplimiento mayor después que los israelitas regresaron del exilio en Babilonia. El comentarista C. F. Keil observa: “Alejandro Magno y sus sucesores pusieron en libertad a muchos de los prisioneros de guerra judíos que estaban en sus tierras (compárese con la promesa del rey Demetrio a Jonatán [Jonatás]: ‘Pongo en libertad a los judíos prisioneros de guerra que se encuentran en nuestro territorio’, Ant., F. Josefo, XIII, 2, 3), y parte de las tierras filisteas y fenicias estuvieron por un tiempo bajo el dominio judío”. (Commentary on the Old Testament, 1973, vol. 10, “Joel”, pág. 224; compárese con Abd 19, 20.) Cabe mencionar también que Alejandro Magno capturó la ciudad filistea de Gaza. A muchos de los habitantes los mataron y a los sobrevivientes se les vendió como esclavos. Otras profecías también aludieron a la ejecución de la venganza de Jehová sobre los filisteos. (Isa 14:31; Jer 25:9, 20; 47:1-7; Eze 25:15, 16; Am 1:6-8; Sof 2:5; Zac 9:5-7; para tener más detalles, véanse Asdod; Asquelón; Eqrón; Gat; Gaza.)

Ezequiel 16:27 dice que “las hijas de los filisteos” fueron humilladas por la conducta relajada de Jerusalén. (Eze 16:2.) Al parecer, esto se debía a que la infidelidad de Jerusalén a su Dios Jehová no tenía paralelo, pues los filisteos y otros pueblos se habían adherido a la adoración de sus dioses falsos. (Compárese con Jer 2:10, 11.)

Llanura de Filistea, Esta sección de tierra está al sur de las dehesas de Sarón y se extiende unos 80 kilómetros (50 millas) a lo largo de la costa y cerca de 24 kilómetros (15 millas) tierra adentro. (1 Rey. 4:21.) A veces las dunas a lo largo de la costa se adentran hasta seis kilómetros (tres millas y media). Es una llanura ondulada que se eleva como una estepa desde 30 metros (100 pies) hasta unos 200 metros (650 pies) detrás de Gaza en el sur. El suelo es fértil, pero la lluvia no es muy abundante, y siempre hay peligro de sequía.

Guelilot

(Regiones; Circuitos; de una raíz que significa: “rodar; rodar hacia fuera”)

Lugar que se nombra en relación con los límites de Benjamín. (Jos 18:17.) Se dice que Guelilot estaba “enfrente de la subida de Adumim” una ubicación que corresponde a la de Guilgal (Jos 15:7), por lo que algunos eruditos creen que Guelilot era otra denominación para la Guilgal que estaba cerca de Jericó. Otros apuntan que es un lugar o región pequeña en las inmediaciones de Tal`at ed-Damm (Ma`ale Adummim), situado en Wadi Qelt, al SO. de Jericó. (Véanse Adumim; Guilgal núm. 1.)

Guilboa

(posiblemente: Región Montuosa)

Montaña identificada tradicionalmente con Jebel Fuqu`ah y que en sí es una cordillera de colinas de piedra caliza en forma de media luna situada al E. de la llanura de Esdrelón y al OSO. de Bet-seán. Unos barrancos dividen la cordillera en varias mesetas. En su mayor parte es de roca árida, con canales escarpados en la parte N. y O., donde la Creta ha sufrido erosión. Sin embargo, en la suave vertiente occidental se cultiva el trigo y la cebada. También hay prados, higueras y olivos. El lado N. es el más abrupto y elevado, con una altura de unos 520 m. sobre el nivel del mar.
Debido a su situación estratégica al E. de la fértil llanura de Jezreel, entre el valle torrencial de Cisón y el valle del Jordán, Guilboa figuró por lo menos en dos batallas importantes. Gedeón y sus hombres acamparon en el “pozo de Harod”, al que por lo general se vincula con el manantial situado en la estribación NO. de Guilboa. (Jue 7:1.) Más tarde, el rey Saúl reunió sus fuerzas en Guilboa, para sufrir una derrota a manos de los filisteos. En esta batalla murieron tres de sus hijos: Jonatán, Abinadab y Malki-súa, y Saúl mismo se suicidó. (1Sa 28:4; 31:1-4, 8; 2Sa 1:4-10, 21; 1Cr 10:1-8.)

Guilgal

(Rodadura; Rodadura hacia Fuera)

1. Guilgal - (Bet-guilgal), Ciudad situada “en el confín oriental de Jericó”. (Jos 4:19.) Al parecer, el rey moabita Eglón, quien oprimió a Israel en el tiempo de Ehúd, tenía su residencia cerca de las “canteras” de Guilgal. (Jue 3:12-26.)
En el pasado, la mayoría de los geógrafos favorecieron Khirbet en-Nitleh como la posible ubicación de Guilgal. Sin embargo, especialmente a partir de 1931, se ha propuesto Khirbet El Mafjir, que está a unos 2 Km. al NE. de la antigua Jericó (Tell es-Sultan; Tel Yeriho). Esto concuerda con las referencias de escritores primitivos (como Josefo y Eusebio) sobre la distancia que había entre Jericó y Guilgal. Al mismo tiempo, las excavaciones arqueológicas realizadas en Khirbet en-Nitleh no han dado muestras de que hubiera estado habitada antes de nuestra era común. Por otra parte, exploraciones superficiales hechas en las inmediaciones de Khirbet El Mafjir han sacado a la luz fragmentos de alfarería que indican que aquel lugar estuvo poblado siglos antes de la era común. Este lugar no se encuentra propiamente al E. de la antigua Jericó, pero la expresión “el confín oriental de Jericó”, puede incluir el NE.
En Guilgal estuvo ubicado el primer campamento de Israel después de cruzar el Jordán en el mes de Abib (Nisán) de 1473 a. E.C. Fue allí donde Josué exigió las doce piedras tomadas de en medio del lecho del río para conmemorar el hecho de que Jehová secase las aguas del Jordán a fin de permitir que cruzase Israel. (Jos 4:8, 19-24.) También en Guilgal se circuncidó a todos los varones israelitas que habían nacido en el desierto, y después Jehová dijo: “He hecho rodar de sobre ustedes el oprobio de Egipto”. A continuación, el lugar recibió como recordatorio el nombre de “Guilgal”, que significa “Rodadura; Rodadura hacia Fuera”. (Jos 5:8, 9.) Después, ciertos gabaonitas disfrazados bajaron al valle del Jordán desde la región montañosa occidental, se dirigieron a Josué en Guilgal y celebraron un pacto con Israel. (Jos 9:3-15.) Cuando posteriormente los gabaonitas fueron atacados, el ejército de Josué marchó toda una noche desde Guilgal hasta Gabaón para poner en fuga a la liga de cinco reyes amorreos. (Jos 10:1-15.) Por otra parte, en Guilgal empezó la distribución de la tierra de Canaán (Jos 14:617:18), y en Siló se completó. (Jos 18:121:42.)
El registro dice que el ángel de Jehová fue “de Guilgal a Bokim”. (Jue 2:1.) Estas palabras pudieran aludir a la aparición del ángel cerca de Guilgal, poco después que Israel había cruzado el Jordán (Jos 5:10-14), lo que parece indicar que el mismo ángel se apareció después en Bokim.
No se sabe con seguridad si el Guilgal que visitaba Samuel en su circuito anual era este, cerca del Jordán, o el núm. 2 de este mismo artículo. (1Sa 7:15, 16.) En Guilgal Samuel ofreció sacrificios después de ungir a Saúl (1Sa 10:1, 8) y posteriormente fue allí donde constituyó de nuevo, junto con el pueblo, la gobernación real de Saúl. (1Sa 11:14, 15.)
Mientras las fuerzas filisteas se reunían en la región montañosa alrededor de Micmash, el rey Saúl estaba en el valle del Jordán, en Guilgal. Temeroso de que el enemigo cayera sobre él, tuvo la osadía de ofrecer un sacrificio quemado. (1Sa 13:4-15.) Fue también en Guilgal donde Saúl llegó a saber que Jehová le había rechazado como rey porque no había obedecido su mandato de dar por entero a la destrucción a todos los amalequitas junto con su ganado lanar y su ganado vacuno. (1Sa 15:12-28.)
Cuando fracasó la sublevación de Absalón, los hombres de Judá fueron a Guilgal para conducir al rey David a través del Jordán. (2Sa 19:15, 40.)
Por medio del profeta Miqueas, Jehová recordó a su pueblo cómo los había bendecido. “Desde Sitim [...] hasta Guilgal” había impedido que los moabitas los corrompieran, había llevado a Israel a través del Jordán y había hecho rodar de sobre ellos el oprobio de Egipto. Pero Israel no discernió estos “actos justos de Jehová”. (Miq 6:5; Nú 25:1.)
Posiblemente a Guilgal también se le conozca como Guelilot.
El Bet-guilgal mencionado después del exilio podría ser el mismo que el Guilgal cercano a Jericó, o también el que se menciona en el núm. 2. (Ne 12:28, 29.)

2. Guilgal, A pesar de algunas opiniones, el Guilgal mencionado con relación a Elías y Eliseo no es el mismo que el comentado en el apartado anterior. Antes de que Elías fuera elevado a los cielos en una tempestad de viento, él y Eliseo bajaron de Guilgal a Betel, y luego a Jericó. (2Re 2:1-5.) Esta ruta indica que Guilgal estaba cerca de Betel. Además, el hecho de que ‘bajaran’ implica que este Guilgal estaba en una región montañosa, a diferencia del Guilgal ubicado en el valle del Jordán. Por lo tanto, se suele relacionar Guilgal con Jil Jiliya, un pueblo grande situado en una colina a unos 11 Km. al N. de Betel. Más tarde, Eliseo neutralizó el efecto de un guisado envenenado en Guilgal. (2Re 4:38-41.) Es posible que sea este Guilgal, o tal vez otro, el que según Deuteronomio 11:29, 30, estaba enfrente de los montes Guerizim y Ebal.
Tiempo después, esta ciudad (o quizás la comentada en el núm. 1) debió convertirse en un centro de adoración falsa. (Os 4:15; 9:15; 12:11.) Previendo el posterior destierro del reino norteño, Jehová dijo con desprecio a los irreformables israelitas mediante su profeta Amós: “En Guilgal sean frecuentes en cometer transgresión”; también predijo el destierro de sus habitantes. (Am 4:4; 5:5.)

3. Guilgal, Lugar situado al O. del Jordán y que se menciona en una relación de las conquistas israelitas bajo el mando de Josué. (Jos 12:7, 8, 23.) Sin embargo, algunos creen que se trata de un error de transcripción, y por ello prefieren la opción que ofrece la Septuaginta: “Galilea” (BJ, CB, EMN, Ga, LT, NBE).

Nicópolis

(Ciudad de Victoria)

Ciudad donde el apóstol Pablo decidió pasar el invierno durante uno de sus viajes, y a la que instó a Tito a que fuera. (Tit 3:12.) La nota que aparece al final de la carta de Pablo a Tito en la Versión Reina-Valera de 1909, que indica que la carta se escribió desde “Nicópolis de Macedonia”, no se halla en los manuscritos más antiguos. Pablo no debió escribir su carta desde Nicópolis, puesto que Tito 3:12 da a entender que aún no se encontraba allí, sino que meramente había decidido pasar el invierno en ese lugar.
De las varias ciudades antiguas llamadas Nicópolis, la Nicópolis de Epiro, situada en una península en la Grecia noroccidental, a unos 10 Km. al N. de Préveza, parece que es la que mejor encaja con la referencia bíblica. Debido a su importancia, era un buen lugar para que Pablo declarara las buenas nuevas, y estaba ubicada convenientemente tanto para Pablo (que al parecer entonces se hallaba en Macedonia) como para Tito (que estaba en Creta). Tal vez se detuvo a Pablo en Nicópolis y después se le llevó a Roma para su último encarcelamiento y su ejecución.
Octavio Augusto fundó Nicópolis en conmemoración de su victoria naval sobre Antonio y Cleopatra en la cercana Actium en el año 31 a. E.C. Los juegos actiacos, que el emperador instituyó en honor del dios Apolo, también conmemoraban este acontecimiento. La ciudad se edificó donde había estado el campamento romano, y Octavio hizo construir un templo al dios Neptuno en el lugar donde se hallaba su propia tienda. Según el testimonio de Josefo, la mayoría de los edificios públicos se construyeron gracias al interés y apoyo económico de Herodes el Grande. (Antigüedades judías, libro XVI, cap. V, sec. 3.)

Keretitas

Nombre de un pueblo relacionado con los filisteos. (Eze 25:16; Sof 2:5.) Algunos de los keretitas sirvieron en las fuerzas militares de la nación escogida de Jehová. (2Sa 8:18; 20:23; 1Cr 18:17.)
Algunos lexicógrafos hebreos creen que kere·thím proviene del radical ka·ráth, que significa “cortar”, por lo que esta palabra debería traducirse “verdugos”. No obstante, la mayoría de los comentaristas bíblicos opinan que el término bíblico para “keretitas” (kere·thím) alude a una nacionalidad, si bien también reconocen que ka·ráth podría ser la raíz de la que se derivó kere·thím, y que Jehová empleó una aliteración al decir: “Ciertamente cortaré [hikj·rat·tí] de la existencia a los keretitas [kere·thím]”, es decir, ‘exterminaré a los exterminadores’. (Eze 25:16.)
El que se mencione juntos a los keretitas y a los filisteos en los textos de Ezequiel 25:15-17 y Sofonías 2:5-7 parece indicar que eran pueblos afines. En la Septuaginta griega, el término “keretitas” se sustituye por “cretenses”, quizás para de ese modo intentar relacionarlos con los filisteos, que procedían “de Creta [Caftor]”. (Am 9:7.) Además, en 1 Samuel 30:14, 16 se relaciona a los keretitas con “la tierra de los filisteos”. Por eso, la mayoría de los eruditos concluyen que los keretitas y los filisteos eran el mismo pueblo o dos pueblos relacionados estrechamente, mientras que otros creen que se trataba de una de las principales tribus filisteas.
Una de las hipótesis propuestas explica que si bien en un principio se trataba de dos pueblos diferentes, los filisteos fueron los más poderosos de los dos, o bien los primeros en llegar a Canaán, de modo que con el tiempo prevalecieron y dieron su nombre al territorio llamado Filistea, aunque el término “keretitas” no desapareció del todo. Según este punto de vista, las profecías de Ezequiel y Sofonías citadas antes indicarían que Jehová iba a traer venganza y aflicción sobre todos los habitantes de las ciudades de Filistea, tanto los filisteos mismos como los keretitas. Al parecer fueron los babilonios los que cumplieron estas profecías.
Algunos de los keretitas llegaron a formar parte de los contingentes militares de David, y junto con los peletitas —a menudo mencionados con ellos—, pudieron haber servido de guardia de corps real a las órdenes de Benaya. (2Sa 8:18; 20:23; 1Cr 18:17; compárese con 2Sa 23:22, 23; 1Cr 11:25.) Por ello los eruditos suelen relacionarlos con “la guardia de corps caria” del tiempo del sacerdote Jehoiadá, más de cien años después. (2Re 11:4, 19.) Aunque los keretitas del tiempo de David al parecer eran extranjeros, no eran simples mercenarios que solo actuaban por ganancia personal, como se ha argumentado equivocadamente, sino que apoyaban a David lealmente como el ungido de Jehová. Este hecho quedó manifiesto por su adherencia fiel a David cuando tuvo que huir de Jerusalén porque “el corazón de los hombres de Israel” había llegado a estar de parte del rebelde Absalón. (2Sa 15:13, 18.) De igual manera, más tarde ayudaron obedientemente a sofocar la revuelta de Seba el benjamita y apoyaron a Salomón, a quien David había elegido como sucesor real. (2Sa 20:7; 1Re 1:38, 39, 44.)

Petor

Lugar donde residía Balaam, el profeta que trató de maldecir a Israel. Se hallaba “junto al Río” —al parecer, el Éufrates—, en “Aram-naharaim” (texto masorético) o “Mesopotamia” (LXX). (Nú 22:5; 23:7; Dt 23:4, nota.) Por lo general se identifica a Petor con el “Pitru” de las inscripciones asirias. Pitru estaba a orillas del río Sajur, un afluente occidental del Éufrates al S. de Carquemis. Pero esta ubicación solo estaría en armonía con la descripción bíblica si la región a la que se llama “Aram-naharaim” o “Mesopotamia” se extendiera al O. del Éufrates.

Roma

Ciudad de la región del Lacio que pasó de ser una ciudad pequeña a convertirse en la sede del mayor imperio mundial de tiempos bíblicos; actualmente es la capital de Italia. Está situada a ambas orillas del río Tíber, a unos 25 Km. de su desembocadura, y hacia la mitad de la costa occidental de la alargada península itálica, que tiene unos 1.100 Km. de longitud.
Cuándo se fundó Roma y quién lo hizo son datos que están envueltos en la leyenda y la mitología. La tradición dice que la fundó un tal Rómulo, su primer rey, en 753 a. E.C., pero hay sepulturas y otros indicios que muestran que fue habitada mucho antes.
Los primeros poblados conocidos se asentaron sobre siete colinas al E. del río Tíber. Según la tradición, la ubicación del poblado más antiguo fue el Palatino. Las otras seis colinas situadas alrededor del Palatino eran, empezando desde el N. y en la dirección de las agujas del reloj, el Quirinal, el Viminal, el Esquilino, el Celio, el Aventino y el Capitolio. Posteriormente se desecaron los pantanosos valles que separaban las colinas y se construyeron en ellos casas, foros y circos. Según Plinio el Viejo, en el año 73 E.C. las murallas de la ciudad tenían un perímetro de unos 21 Km. Con el tiempo se anexionaron las colinas y los valles del lado occidental del Tíber, lo que incluye las más de 40 Ha. que ocupa actualmente el Vaticano. Según cálculos moderados, la población de la ciudad sobrepasaba el millón de habitantes antes del gran incendio de los días de Nerón.

La imagen política de Roma.
Roma experimentó muchas diferentes clases de gobierno a lo largo de los siglos. Algunas instituciones se importaron de otras naciones y se adaptaron, mientras que otras fueron innovaciones romanas. H. G. Wells observó en su libro Breve Historia del Mundo: “El nuevo poderío que, durante los siglos II y I antes de Jesucristo, apareciera para dominar el mundo occidental, el poderío romano, representaba en varios respectos algo distinto de los grandes imperios que hasta entonces prevalecieran en el mundo civilizado” (cap. 33, págs. 161-163). La estructura política de Roma cambió con el paso de los diferentes estilos de gobierno, entre ellos, coaliciones de jefes patriarcales, monarquías, gobiernos aristocráticos en manos de unas pocas familias de la nobleza, dictaduras y diferentes formas de gobierno republicano, en las que variaba el poder que se otorgaba a los senadores, cónsules y triunviratos (coaliciones de gobierno integradas por tres hombres), con las típicas luchas intestinas entre clases y facciones. En su última época, el imperio estuvo gobernado por emperadores. Como es característico de los gobiernos humanos, la historia política romana estuvo plagada de odios, celos, intrigas y asesinato, con muchos complots y conspiraciones generados por la fricción interna y las guerras externas.
El dominio de Roma fue extendiéndose gradualmente por todo el mundo conocido. Su influencia alcanzó primero a toda la península itálica, luego a todo el Mediterráneo y otras regiones más lejanas. El imperio llegó a ser conocido por el nombre de su capital.
Roma alcanzó el cenit de su gloria internacional durante la época de los césares. Encabeza la lista Julio César, nombrado dictador por diez años en 46 a. E.C., pero asesinado por unos conspiradores en el año 44 a. E.C. Después de un intervalo durante el cual intentó llevar las riendas del poder un triunvirato, Octavio se erigió finalmente como único gobernante del Imperio romano (31 a. E.C.14 E.C.). En el año 27 a. E.C. consiguió ser emperador, y se hizo proclamar “Augusto”. Durante su gobernación nació Jesús, en el año 2 a. E.C. (Lu 2:1-7.) Tiberio (14-37 E.C.), el sucesor de Augusto, gobernó durante el ministerio de Jesús. (Lu 3:1, 2, 21-23.) Después vinieron Cayo (Calígula) (37-41 E.C.) y Claudio (41-54 E.C.), quien promulgó un decreto por el que se expulsaba a los judíos de Roma. (Hch 18:1, 2.) A este le siguió Nerón (54-68 E.C.), a quien Pablo apeló su causa. (Hch 25:11, 12, 21.)
Después de Nerón, los emperadores romanos del primer siglo fueron en orden de sucesión: Galba (68-69 E.C.); Otón y Vitelio (69 E.C.); Vespasiano (69-79 E.C.), durante cuyo reinado se arrasó Jerusalén; Tito (79 E.C.-81 E.C.), quien antes de ser emperador dirigió el ataque contra Jerusalén; Domiciano (81-96 E.C.), durante cuyo gobierno, según la la tradición, Juan fue exiliado a la isla penal de Patmos; Nerva (96-98 E.C.), y Trajano (98-117 E.C.). Durante el gobierno de Trajano las fronteras del imperio alcanzaron sus límites máximos en todas direcciones: hasta el Rin y el mar del Norte, el Danubio, el Éufrates, las cataratas del Nilo, el gran desierto de África y, al O., el Atlántico.
Durante los años de decadencia del Imperio romano, llegó a ser emperador Constantino el Grande (306-337 E.C.), quien trasladó la capital a Bizancio (Constantinopla). Al siglo siguiente se produjo la caída del imperio, y en el año 476 E.C. un jefe militar germano llamado Odoacro se convirtió en el primer rey “bárbaro”.

Sicar

Ciudad de Samaria, y el lugar donde estaba la fuente de Jacob. Se encontraba “cerca del campo que Jacob había dado a José su hijo” en las inmediaciones de Siquem. (Jn 4:5, 6; compárese con Jos 24:32.) Aunque en el Códice Sinaítico siriaco aparece “Siquem” en lugar de “Sicar”, los mejores manuscritos griegos apoyan la lectura “Sicar”. Algunos de los primeros escritores no bíblicos distinguen entre Siquem y Sicar, mientras que otros no lo hacen. Excavaciones recientes han llevado a algunos a identificar tentativamente a Sicar con el pueblo de `Askar, a 0,7 Km. al NNE. de la fuente de Jacob y a 1 Km. aproximadamente de Siquem.

Sión - (Ciudad de David)

Originalmente era una fortaleza jebusea, que con el tiempo se llamó “la Ciudad de David”. (1Re 8:1; 1Cr 11:5.) Después de tomar el monte Sión, David fijó allí su residencia real. (2Sa 5:6, 7, 9.) Las palabras de Jehová: “Yo, sí, yo, he instalado a mi rey sobre Sión, mi santa montaña” (Sl 2:6), se refieren a David como el ungido de Dios que gobernaba desde Sión. Esta montaña llegó a ser especialmente santa para Jehová cuando David hizo que se trasladase allí el arca sagrada. (2Sa 6:17.) Más tarde, la designación “Sión” abarcó también el recinto del templo, ubicado en el monte Moria (adonde se llevó el Arca durante el reinado de Salomón), y, en realidad, ese término se aplicaba a toda la ciudad de Jerusalén. (Compárese con Isa 1:8; 8:18; véase MONTAÑA DE REUNIÓN.) Como el Arca estaba relacionada con la presencia de Jehová (Éx 25:22; Le 16:2) y Sión era un símbolo de realidades celestiales, se hablaba de Sión como el lugar de la morada de Dios (Sl 9:11; 74:2; 76:2; 78:68; 132:13, 14; 135:21) y el lugar de donde procedería la ayuda, la bendición y la salvación. (Sl 14:7; 20:2; 50:2; 53:6; 134:3.)
Jehová permitió que los babilonios desolaran Sión, o Jerusalén, debido a su infidelidad a Él. (Lam 2:1, 4, 6, 8, 10, 13.) Más tarde, en cumplimiento de la profecía, Jehová repatrió a un resto de su pueblo arrepentido a Sión o Jerusalén. (Isa 35:10; 51:3; 52:1-8; Jer 50:4, 5, 28; 51:10, 24, 35.) Esto hizo posible que Jesucristo entrara en Jerusalén cabalgando sobre un pollino y se presentara como rey en Sión, en cumplimiento de la profecía de Zacarías. (Zac 9:9; Mt 21:5; Jn 12:15.) Solo un resto respondió de manera favorable. Los líderes religiosos no solo rechazaron a Jesús como rey, sino que hasta procuraron matarlo. Como consecuencia, la Jerusalén o Sión terrestre sufrió calamidad y Dios la abandonó. (Mt 21:33-46.)
Como Jesús había sido rechazado en la Jerusalén terrestre, no podía ser allí donde Jehová colocara a su Hijo como “una piedra probada, el precioso ángulo de un fundamento seguro”. (Isa 28:16; Ro 9:32, 33; 1Pe 2:6.) Más bien, tuvo que ser en la Sión de la que se dijo a los cristianos hebreos: “Mas ustedes se han acercado a un monte Sión y a una ciudad del Dios vivo, a Jerusalén celestial, y a miríadas de ángeles, en asamblea general, y a la congregación de los primogénitos que han sido matriculados en los cielos, y a Dios el Juez de todos, y a las vidas espirituales de justos que han sido perfeccionados, y a Jesús el mediador de un nuevo pacto”. (Heb 12:22-24.) Es evidentemente sobre este monte Sión celestial que el Cordero, Cristo Jesús, está de pie junto con los 144.000 que han sido comprados de la Tierra. (Rev 14:1-3; véanse NUEVA JERUSALÉN.)

CIUDAD DE DAVID
Nombre que recibió la “fortaleza de Sión” después de ser arrebatada a los jebuseos. (2Sa 5:6-9.) Se cree que se hallaba en la estribación que se extiende al S. del monte Moria, por lo que debió estar situada al S. del lugar donde más tarde Salomón construyó el templo. En la actualidad esta estrecha meseta es bastante más baja que el monte Moria. Durante el gobierno del emperador Adriano y con motivo de la edificación, hacia el año 135 E.C., de una colonia romana que se llamaría Aelia Capitolina, se realizaron extensas excavaciones en toda esta zona. Por lo tanto, es posible que antiguamente su altura fuese comparable a la del monte Moria, aunque inferior a la de la ubicación del templo. (GRABADO, vol. 1, pág. 747; vol. 2, pág. 947.)
Este emplazamiento era muy apropiado para una “fortaleza”, ya que tenía tres de sus lados protegidos por profundos valles: al O., el valle de Tiropeón, y al E., el valle de Cedrón, que se junta con el valle de Hinón en el extremo S. de la estribación. (1Cr 11:7.) La ciudad tan solo requería fortificaciones de mayor envergadura en el N., donde la serranía aún se estrechaba más, haciendo difícil cualquier ataque. Todavía no se ha determinado de modo definitivo cuál era el límite septentrional de la “Ciudad de David”, aunque algunos eruditos creen que era el lugar estrecho antes mencionado. Con el paso de los siglos, los escombros han rellenado en gran medida los valles, lo que hace más difícil apreciar la ubicación ventajosa y estratégica de este lugar. Se calcula que el área total de la antigua Ciudad de David era de cuatro a seis hectáreas.
En el valle de Cedrón, cerca de la base del flanco oriental de la estribación en la que se halla la fortaleza, existe un manantial conocido por el nombre de Guihón. (1Re 1:33.) Las excavaciones arqueológicas han puesto al descubierto un túnel vertical cortado en la roca, que antaño servía para acceder al manantial desde el interior de la ciudad sin tener que salir de ella. Se ha sugerido que este fue el túnel por el que Joab y sus hombres penetraron en la fortaleza y la tomaron. (2Sa 5:8; 1Cr 11:5, 6.)
El nombre “Ciudad de David” se debe a que allí fue donde David fijó su residencia real después de gobernar por siete años y medio en Hebrón, y con las aportaciones del rey Hiram, se hizo construir la “casa de cedros”. (2Sa 5:5, 9, 11; 7:2.) También fue a esta ciudad adonde David hizo llevar el arca del pacto en procesión desde la casa de Obed-edom, procesión que contempló Mical, su esposa, desde una de las ventanas de la casa de David. (2Sa 6:10-16; 1Cr 15:1, 29.) Cuando David murió, se le enterró en la ciudad misma, y después se siguió la costumbre de enterrar en ella a muchos de los monarcas del linaje davídico. (1Re 2:10.)

Desde el reinado de Salomón en adelante.
Salomón trasladó el Arca al templo que se construyó en la espaciosa meseta que quedaba hacia el N. de la Ciudad de David. La expresión “subir el arca del pacto de Jehová desde la Ciudad de David” denota que la zona donde se hallaba el templo, en el monte Moria, estaba más elevada que la estribación S. (1Re 8:1.) Después de casarse con la hija de Faraón, Salomón la instaló en la Ciudad de David (1Re 3:1), pero una vez finalizadas las obras de una nueva residencia real más cercana al templo, la sacó de allí, pues aquel lugar se consideraba sagrado por haber albergado el Arca. (1Re 9:24; 2Cr 8:11.) Salomón llevó a cabo otras edificaciones en la Ciudad de David, y años después Ezequías realizó algunas reparaciones con el objeto de hacer frente a las fuerzas asirias de Senaquerib. (1Re 11:27; 2Cr 32:5.) Ezequías también desvió las aguas del manantial de Guihón hacia el lado occidental de la ciudad, haciendo cortar en la roca un túnel que al parecer corresponde al que se ha descubierto y que conecta el manantial con el estanque de Siloam, ubicado en la pendiente SO. de la estribación. (2Cr 32:30.) Manasés, su hijo y sucesor, construyó una muralla exterior siguiendo la vertiente oriental que asomaba al valle de Cedrón. (2Cr 33:14.)
Las referencias bíblicas hasta ahora examinadas permiten deducir que si bien parece que Jerusalén se extendió con el transcurso del tiempo, la Ciudad de David evolucionó por separado. Esta diferenciación se mantuvo incluso después del cautiverio babilonio, pues durante el período de reconstrucción de los muros de Jerusalén, se hizo mención de ciertos lugares de la Ciudad de David. (Ne 3:15, 16.) “La Escalera de la Ciudad de David”, por ejemplo, parece que conducía al exterior desde el extremo meridional de la ciudad. (Ne 12:37.) Las excavaciones practicadas en este lugar han puesto al descubierto vestigios de aquella escalera y aún se ve una sección de peldaños toscamente cortados en la roca que conducen desde ese punto hacia la ladera.
En las Escrituras Griegas Cristianas, la expresión “ciudad de David” se emplea para aludir a Belén, lugar de nacimiento de David y de Jesús. (Lu 2:4, 11; Jn 7:42.)

El Monte Sión
El monte Sión llegó a ser una montaña santa cuando David llevó el arca sagrada a la tienda que había levantado allí. (2Sa 6:12, 17.) Como el Arca representaba la presencia de Jehová y David debió actuar bajo la dirección divina (Dt 12:5), aquello significaba que Jehová había escogido el monte Sión como su morada. David escribió con referencia a esta selección: “La región montañosa de Basán es una montaña de Dios [o sea, creada por Dios]; la región montañosa de Basán es una montaña de picos. ¿Por qué, oh montañas de picos, se quedan mirando con envidia a la montaña que Dios ha deseado para sí para morar en ella? Aun Jehová mismo residirá allí para siempre [...]. Jehová mismo ha venido de Sinaí [donde por primera vez reveló su presencia a toda la nación de Israel] al lugar santo”. (Sl 68:15-17.) La región montañosa de Basán puede identificarse con el monte Haurán (Jebel ed Druz), así que las expresiones “montaña de Dios” y “montaña de picos” pueden referirse a esa montaña. Aunque el monte Haurán es mucho más alto que el monte Sión, Jehová escogió el lugar menos elevado para su morada.
Después de construirse el templo en el monte Moria, el término “Sión” llegó a abarcar también el recinto del templo, por lo que Sión siguió siendo la montaña santa de Dios. (Isa 8:18; 18:7; 24:23; Joe 3:17.) Como el templo de Jehová estaba ubicado en Jerusalén, a esa ciudad también se la llamaba su “santa montaña”. (Isa 66:20; Da 9:16, 20.) Es posible que el salmista se refiriera a mirar hacia dichas montañas de Jerusalén al orar cuando dijo: “Alzaré mis ojos a las montañas. ¿De dónde vendrá mi ayuda? Mi ayuda viene de Jehová”. (Sl 121:1, 2; compárese con Sl 3:4; 1Re 8:30, 44, 45; Da 6:10.)

La montaña de reunión
Esta expresión aparece en Isaías 14:13, donde el rey de Babilonia dice en su corazón: “Por encima de las estrellas de Dios alzaré mi trono, y me sentaré sobre la montaña de reunión, en las partes más remotas del norte”.
Algunos eruditos dicen que esta “montaña de reunión” era una elevación distante septentrional, que los babilonios consideraban el lugar donde moraban sus dioses. Sin embargo, las palabras de Isaías 14:13 no profetizaban lo que diría el rey de Babilonia, sino la ambición y la actitud que tendría. (Compárese con Isa 47:10.) Eran parte de un dicho proverbial que los israelitas repatriados pronunciarían contra el rey de Babilonia. (Isa 14:1-4.) Por lo tanto, es lógico que se identifique la “montaña de reunión” a la luz de las Escrituras, no sobre la base de lo que deben haber sido las concepciones religiosas paganas del rey de Babilonia. Ciertamente el rey de Babilonia no tendría ningún deseo de elevar su trono por encima de las estrellas de un dios a quien adoraba. Además, Isaías 14:14 muestra claramente que no se hace referencia a ninguno de los dioses babilonios, sino al Altísimo. Por consiguiente, la “montaña de reunión” debe relacionarse con el Dios Altísimo.
En el tiempo de Isaías había solo una montaña, el monte Sión (cuyo nombre llegó a incluir el recinto del templo, que estaba sobre el monte Moria), donde Dios se reunía de modo representativo con su pueblo. (Compárese con Isa 8:18; 18:7; 24:23; Joe 3:17.) Se le podía denominar apropiadamente la “montaña de reunión”, porque todos los israelitas varones adultos debían presentarse ante el rostro de Jehová tres veces al año en el santuario que allí había. (Éx 23:17.) El Salmo 48:1, 2 confirma esa conclusión, pues sitúa el monte Sión en una ubicación septentrional, y la “montaña de reunión” también se hallaba en “los lados remotos del norte”.

Sitim

(Acacias)

1. Sitim, Lugar de las llanuras desérticas de Moab hasta donde se extendió el campamento de los israelitas desde Bet-jesimot. (Nú 25:1; 33:49; Jos 2:1.) Al parecer, “Sitim” es una forma abreviada del nombre Abel-sitim (Cauce de las Acacias). Algunos lo han identificado con Tell el-Kefrein, colina baja que está a unos 8 Km. al NE. de Bet-jesimot (Tell el-`Azeimeh, cerca del ángulo NE. del mar Muerto). Sin embargo, se prefiere Tell el-Hammam, un lugar mayor que ocupó una posición muy estratégica y está a unos 2,5 Km. al E. de Tell el-Kefrein.
Por medio de su profeta Miqueas, Jehová recordó a los israelitas lo que había hecho a favor de ellos: “Oh pueblo mío, recuerda, por favor, lo que Balac el rey de Moab aconsejó, y lo que Balaam hijo de Beor le respondió. Desde Sitim fue esto, aun hasta Guilgal, con el fin de que los actos justos de Jehová se supieran”. (Miq 6:5.) Mientras Israel estaba acampado en las llanuras de Moab, que englobaban Sitim, Jehová frustró el intento de Balac de hacer que Balaam maldijera a los israelitas; obstaculizó el esfuerzo moabita de destruir a su pueblo. Luego permitió que Israel derrotase a los madianitas, quienes, junto con los moabitas, habían participado en hacer que muchos israelitas practicaran inmoralidad e idolatría. Jehová llevó a Israel a través del Jordán mediante un milagro, y en Guilgal ‘hizo rodar el oprobio de Egipto de sobre ellos’. (Nú 22:425:8; 31:3-11, 48-50; Jos 3:1, 14-17; 5:9.)

2. Sitim, Si Sitim designa un valle torrencial en particular, “el valle torrencial de los Árboles de Acacia” (Sitim) podría ser el curso inferior del valle torrencial de Cedrón. (Joe 3:18.)

Sunem - (Sulem - Sulam)

Ciudad del territorio de Isacar (Jos 19:17, 18) que no quedaba muy lejos de Jezreel y el monte Guilboa. (1Sa 28:4.) Se la ha identificado con la moderna Sulam (Shunem), situada en la ladera sudoccidental de Jebel Dahi (Giv`at ha-More), desde donde se divisa la llanura baja de Jezreel. Este lugar se halla a unos 5 Km. al N. del pueblo abandonado de Zer`in (Tel Yizre`el) y aproximadamente a 8 Km. al N. del extremo occidental del monte Guilboa.
Los filisteos acamparon en Sunem antes de la batalla en la que murió el rey Saúl. (1Sa 28:4.) La bella Abisag (“la sunamita”), que cuidaba del anciano rey David, procedía de este lugar (1Re 1:3, 4), y, más tarde, el profeta Eliseo solía alojarse en el hogar de una pareja hospitalaria de esa ciudad. (2Re 4:8.)

Sulamita
Nombre que se aplica a la hermosa campesina protagonista de El Cantar de los Cantares (6:13). Probablemente indica que procedía de la ciudad de Sunem, la moderna Sulam. (Compárese con 1Re 1:3.) Apoya este punto de vista el hecho de que la Septuaginta griega (Manuscrito Vaticano núm. 1209) la llame “sunamita”, y también el que Eusebio, escritor eclesiástico del siglo IV E.C., llame Sulem a Sunem. (Onomasticón, 158, 11.)

Sunamita
(De [Perteneciente a] Sunem).
Habitante de Sunem. A Abisag, la enfermera que tuvo David de anciano, se la llama “sunamita”. (1Re 1:3, 4, 15; 2:17, 21, 22.)
Mujer prominente de Sunem que fue hospitalaria con el profeta Eliseo, al ofrecerle alimento y alojamiento con regularidad; se desconoce su nombre. Debido a su bondad, se la recompensó con un hijo. No obstante, cuando años después el muchacho murió, la sunamita anduvo unos 30 Km. hasta encontrarse con Eliseo en el monte Carmelo, donde, con amargo dolor, le dijo: “¿Pedí yo un hijo por medio de mi señor? ¿No dije yo: ‘No debes conducirme a una esperanza falsa’?”. Después, el profeta regresó con ella, oró a Jehová y el muchacho recobró la vida. (2Re 4:8-37.)
Debido a que Eliseo le advirtió que se acercaba un hambre, la sunamita, para entonces viuda, y su casa, fueron a vivir con los filisteos por siete años. Cuando regresó, se encontró con que su propiedad había sido confiscada. Sin embargo, cuando el rey se enteró de su anterior relación con Eliseo, hizo que le devolvieran todos sus bienes. (2Re 8:1-6.)

Traconítide

(de una raíz griega que significa: “escabroso”, probablemente, terreno escabroso)

Tanto esta región como la de Iturea estaban bajo la administración de Filipo, gobernador romano de distrito durante los ministerios de Juan el Bautista y Jesús. (Lu 3:1.) Los límites septentrionales de Traconítide estaban a unos 40 Km. al SE. de Damasco en la parte NE. de Basán. La forma del territorio —de unos 900 Km.2— era semejante a una pera.
En la parte central abundan depósitos de lava con fisuras profundas y hoyos, que dejan poca tierra útil para cualquier otro cultivo aparte de la vid. Es una zona agreste, inhóspita y sombría, conocida actualmente por el nombre árabe el Leja (que significa “El Refugio”), puesto que proporciona buenos escondrijos para los fugitivos de la justicia.
A juzgar por las ruinas de sus ciudades antiguas, la población de Traconítide fue en un tiempo mucho mayor que en la actualidad. El que no se utilizara madera en la construcción de esas ciudades muestra que es probable que incluso en tiempos antiguos el país estuviera tan privado de árboles maderables como hoy en día. La crianza de ovejas y cabras es posible debido a la pluviosidad moderada y a la presencia de numerosos manantiales.
En la Biblia solo se menciona Traconítide una vez, aunque Estrabón y Josefo hacen varias referencias a esta región. Por tales fuentes sabemos que el emperador romano Augusto incluyó a Traconítide en el territorio del reino dado a Herodes el Grande. Al morir Herodes, su hijo Filipo recibió Traconítide como parte de su tetrarcado, sobre el que gobernó hasta su muerte.



©2002-2011 La Biblia Din@mica
Última actualización 26/02/2011






Adumim

(de una raíz que significa: “rojo”; posiblemente: “Rocas Rojas”)

La subida de Adumim es un paso empinado que se encuentra a unos 12 Km. al ENE. de Jerusalén y a medio camino entre las ciudades de Jericó y Jerusalén. Conecta las tierras bajas del valle del Jordán con la región montañosa de Judá. Desde tiempos antiguos hasta el presente, el camino que une las dos ciudades ha pasado por este lugar. Sin embargo, en el registro bíblico solo se le menciona como un límite entre los territorios de Judá y Benjamín. (Jos 15:7; 18:17.)
En árabe el paso se llama Tal`at ed-Damm (que significa, “Subida de Sangre”), y en hebreo, Ma`ale Adummim (que significa, “Subida de Adumim”). Aunque algunos escritores antiguos atribuyeron el origen de este nombre a la sangre que derramaban los salteadores de caminos, la explicación más verosímil es que obedece al color rojizo del suelo, rico en ocre. Esta ruta siempre fue peligrosa, debido a que pasaba por una región desolada plagada de salteadores, por lo que desde tiempos antiguos hubo allí una fortaleza para proteger a los viajeros. Por esta razón se ha dicho que fue en este escenario donde se atacó al caminante que ‘bajaba a Jericó’ mencionado en la ilustración de Jesús del prójimo samaritano. (Lu 10:30-37.)
El “valle torrencial” al que se alude en Josué 15:7, en relación con el cual la subida de Adumim estaba al S., debe ser Wadi Qelt, que discurre casi paralelo al camino, pasa justo por el S. de Jericó y desemboca en el río Jordán.

Amorreos

En la lista de los hijos de Canaán se menciona al “amorreo”, pero este término, que siempre está en singular en el texto hebreo, se usa en otras partes en sentido colectivo para designar a la tribu cananea que descendió del amorreo original. Los amorreos eran, por lo tanto, una raza camítica. (Gé 10:6, 15, 16; 1Cr 1:13, 14.)
Para el tiempo de Abrahán, el rey de Elam, coligado con otros tres reyes, invadió el S. de Canaán y derrotó a algunos de los amorreos que moraban en Hazazón-tamar, localidad que, según se cree, estaba situada al SO. del mar Muerto. En aquel entonces había tres amorreos que vivían en Hebrón o en sus cercanías y que eran “confederados de Abrán”, por lo que le ayudaron cuando persiguió y derrotó a los reyes invasores, y así posibilitó el rescate de su sobrino Lot. (Gé 14.) Sin embargo, algún tiempo después Dios notificó a Abrahán que sus descendientes regresarían a Canaán procedentes de una tierra extranjera y tomarían posesión de la tierra de los amorreos, cuando el error de estos finalmente ‘quedara completo’. (Gé 15:13-21.)
El patriarca Jacob le prometió a José poco antes de morir en Egipto: “De veras te doy yo una porción saliente de tierra más que a tus hermanos, la cual tomé de la mano de los amorreos mediante mi espada y mediante mi arco”. (Gé 48:22.) Puesto que la palabra que en este texto se vierte “porción saliente” es schekjém en hebreo, se ha afirmado que Jacob se refería a la porción de terreno que había comprado cerca de la ciudad de Siquem (heb. Schekjém). (Gé 33:18, 19.) No obstante, aquella compra fue una transacción pacífica, y no hay ningún registro que indique que Jacob la tomara por la fuerza. Es cierto que más tarde los hijos de Jacob atacaron cruelmente la ciudad de Siquem, pero Jacob no se responsabilizó de ese acto (Gé 34:30); además, en su lecho de muerte maldijo la ira que motivó aquel ataque de Simeón y Leví. (Gé 49:5-7.) En consecuencia, parece más razonable entender la promesa de Jacob como una declaración profética en la que vio con los ojos de la fe la conquista futura de Canaán como si ya hubiera acontecido, hablando de sí mismo como quien ‘tomaba la tierra de los amorreos’ mediante la espada y el arco de sus descendientes.

Una tribu dominante en Canaán.
Algunos comentaristas opinan que el término “amorreo” que aparece en Génesis 15:16 y Gé 48:22 se refiere al conjunto de los pueblos cananeos. De hecho, parece que para el tiempo del éxodo israelita de Egipto, los amorreos eran la tribu dominante en Canaán. (Compárese con Dt 1:6-8, 19-21, 27; Jos 24:15, 18; Jue 6:10.) Resultaría lógico, entonces, que a veces se hiciese referencia a otras tribus subordinadas y de algún modo vinculadas a los amorreos por el nombre de esta tribu dominante. Por consiguiente, aunque en Números 14:44, 45 se informa que los “amalequitas” y los “cananeos” le ocasionaron a Israel su primera derrota militar, cuando en Deuteronomio, capítulo 1, Moisés hace una recapitulación de aquellos acontecimientos, dice que fueron “los amorreos” quienes lo hicieron. (Dt 1:44.) De manera similar, en Josué 10:5 (compárese con Eze 16:3, 45) se dice que un rey amorreo gobernaba Jerusalén, mientras que en las restantes referencias al mismo dato se afirma que Jerusalén estaba habitada por los jebuseos. (Jos 15:8, 63; Jue 1:21; compárese con también el caso de Gabaón en Jos 9:7 y 2Sa 21:2.) Ocurre algo semejante con el apelativo “judío”, patronímico de Judá, una de las tribus de Israel, con el que se designó a todos los miembros de la nación.
No obstante, a los amorreos se les enumera por separado entre las tribus independientes de Canaán. (Éx 3:8; 23:23, 24; 34:11-15.) Ellos fueron una de las “siete naciones más populosas y más fuertes que [Israel]” dadas por entero a la destrucción, y con la que los israelitas no deberían celebrar pacto ni alianza matrimonial alguna, ni participar en su adoración falsa. (Dt 7:1-4.)
Los doce espías que Moisés envió a Canaán descubrieron que los amorreos, los hititas y los jebuseos ocupaban la región montañosa, mientras que los amalequitas residían en el Négueb y los cananeos moraban “junto al mar y al lado del Jordán”. (Nú 13:1, 2, 29.) Como en los días de Abrahán, los amorreos aún moraban en Hebrón y en otras ciudades de las montañas del lado occidental del Jordán. (Jos 10:5.) No obstante, para el tiempo del éxodo de Israel, habían invadido territorios moabitas y ammonitas al E. del Jordán, tomando posesión de la región que se extendía desde el valle torrencial de Arnón (la frontera de Moab a partir de entonces), al S., hasta el valle torrencial de Jaboq (la frontera de Ammón), al N. (Nú 21:13, 24, 26; Jos 12:2; Jue 11:22.) Estos eran los dominios del rey amorreo Sehón, que el historiador judío Josefo describió como “un país entre tres ríos [el Jordán, el Arnón y el Jaboq] [que] parece una isla”. (Antigüedades Judías, libro IV, cap. V, sec. 2.) Además, al N. de los dominios de Sehón había otro reino amorreo con su centro en Basán, cuyo rey era Og, y que por el S. limitaba con los territorios de Sehón y de los ammonitas. Por lo tanto, se extendía de N. a S. desde el Jaboq hasta el monte Hermón. (Dt 3:1, 8.)

Israel conquista a los amorreos.
Debido a que las órdenes divinas eran no penetrar en los territorios de Moab y Ammón (Dt 2:9, 37), cuando los israelitas se acercaban a la Tierra Prometida, pidieron al rey Sehón, que vivía en Hesbón, la ciudad capital, que les permitiera pasar por su tierra, y se ofrecieron a cumplir unas condiciones muy estrictas: “Déjame pasar por tu tierra. No nos desviaremos para entrar en un campo ni en una viña. No beberemos agua de pozo alguno. Por el camino del rey marcharemos hasta que pasemos por tu territorio”. En lugar de acceder, Sehón atacó a Israel con sus fuerzas combinadas, pero fue derrotado en poco tiempo a escasa distancia de Hesbón, en Jáhaz, y todo su territorio cayó en poder de Israel. (Nú 21:21-32; Dt 2:24-36.) Al invadir el territorio vecino del rey amorreo Og, Israel también lo derrotó y capturó sesenta ciudades fortificadas. (Nú 21:33-35; Dt 3:1-7.) La caída de estos poderosos reinos amorreos ante Israel fue la causa de que a Moab y a la gente de Canaán les invadiera un sentimiento de pavor morboso (Nú 22:2-4), como lo revelan las palabras de Rahab a los espías israelitas. (Dt 2:24, 25; Jos 2:9-11.) El territorio de los dos reyes amorreos derrotados llegó a ser la herencia de las tribus de Rubén, Gad y la media tribu de Manasés. (Nú 32:31-33, 39; Dt 3:8-13.)
Cuando los amorreos que estaban al O. del Jordán se enteraron de que los israelitas habían cruzado milagrosamente ese río, “empezó a derretírseles el corazón”. Este milagro, junto con las victorias aplastantes que Israel ya había obtenido, puede explicar en parte por qué los amorreos no atacaron el campamento israelita cuando sus varones fueron circuncidados ni mientras se celebraba la Pascua. (Jos 5:1, 2, 8, 10.) No obstante, después de la destrucción de Jericó y de Hai, todas las tribus de Canaán formaron una alianza para presentar un frente unido contra Israel. (Jos 9:1, 2.) Cuando los hombres heveos de Gabaón decidieron buscar la paz con Israel, fueron atacados repentinamente por “cinco reyes de los amorreos”, y escaparon de la aniquilación solo gracias a que las fuerzas de Josué marcharon durante toda la noche para acudir en su ayuda y a la intervención milagrosa de Jehová. (Jos 10:1-27; 11:19.)
Parece ser que después de esta batalla y de la subsiguiente campaña de Josué por toda aquella tierra, se acabó la hegemonía de los amorreos en el S. de Palestina. No obstante, los que residían en las regiones septentrionales formaron una alianza con otras tribus y se enfrentaron en batalla a Israel en las “aguas de Merom”. Los amorreos sufrieron una derrota completa, y nunca más se les vuelve a mencionar como un peligro importante para Israel. (Jos 11:1-9.) Aunque quedó un resto, su territorio fue reducido considerablemente, y con el correr del tiempo, se les obligó a hacer trabajos forzados para Israel. (Jos 13:4; Jue 1:34-36.) Los israelitas tomaron a las mujeres amorreas como esposas, lo que les llevó a la apostasía (Jue 3:5, 6), y parece ser que los amorreos continuaron causando dificultades de otras maneras por algún tiempo, pues no “llegó a haber paz entre Israel y los amorreos” hasta que en los días de Samuel se consiguió una victoria decisiva sobre los filisteos. (1Sa 7:14.) Los amorreos también estuvieron entre los que fueron puestos a hacer trabajos forzados durante el reinado de Salomón. (1Re 9:20, 21.) Su idolatría e iniquidad, representativas de todos los cananeos, llegaron a ser proverbiales. (1Re 21:26; 2Re 21:11.) Por esta razón, el tomar esposas amorreas siguió siendo un verdadero problema para los israelitas que regresaron después del exilio en Babilonia. (Esd 9:1, 2.) Sin embargo, el pueblo amorreo, que en un tiempo fue el más importante de todo Canaán, dejó de existir por completo, como un árbol alto y macizo al que le hubieran quitado su fruto y destruido sus raíces. (Am 2:9, 10.)

Los “amurru”.
Los historiadores seglares han tratado de relacionar a los amorreos de la Biblia con el pueblo llamado amurru en los primitivos textos cuneiformes acadios (asirobabilonios). Se ha explicado que los amurru invadieron Mesopotamia a principios del II milenio a. E.C. y que por varios siglos establecieron un reino en Babilonia. También se ha dicho que Hammurabi, famoso legislador de aquel período, era de origen “amorreo”.
Sin embargo, los datos recogidos sobre los amurru no parecen ofrecer garantía suficiente como para justificar las conclusiones tan categóricas que se han expuesto sobre su identidad con los amorreos mencionados en la Biblia. En los textos cuneiformes antiguos, el término amurru se usó básicamente con el significado de “oeste”, para referirse a la región occidental de Mesopotamia. En The International Standard Bible Encyclopedia, A. H. Sayce dice que el nombre amurru es “una indicación puramente geográfica de su procedencia inmediata con relación al territorio de Mesopotamia, y no ofrece orientación alguna sobre su composición étnica o su verdadero nombre” (edición de G. W. Bromiley, 1979, vol. 1, pág. 113). Aunque historiadores modernos opinan que Mari, antigua ciudad situada a orillas del Éufrates en la región septentrional de Mesopotamia, era el centro de la expansión amurru en el territorio mesopotámico, se han hallado en dicha ciudad miles de tablillas de arcilla escritas, casi todas, en idioma semítico–acadio (asirobabilonio), con algunos nombres de origen semítico–occidental. No obstante, como se indicó antes, los amorreos mencionados en la Biblia eran de origen camítico, no semítico, y aunque no hubiese sido imposible que una rama de los amurru hubiese adoptado una lengua semítica, también es posible que los antiguos amurru solo fuesen “occidentales” de origen semítico que se habían establecido al O. de Babilonia. En su libro La historia de Israel (cap. 1, sec. A, 1a), el profesor John Bright dice: “Durante varios siglos [de las postrimerías del III milenio a comienzos del II milenio a. E.C.] el pueblo del noroeste de Mesopotamia y del norte de Siria fue llamado en los textos cuneiformes amurru, esto es: ‘occidentales’. Este vocablo, según parece, llegó a ser un término general que se aplicaba a los que hablaban los distintos dialectos semíticos del noroeste que se hallaban en aquella área, incluyendo con toda probabilidad las razas de que más tarde se originaron tanto los hebreos como los arameos”.

Antioquía

1. Antioquía de Siria, Seleuco I Nicátor fundó esta ciudad poco después de ganar, junto con los generales Casandro y Lisímaco, la decisiva batalla de Ipsos, en Frigia (Asia Menor) en el año 301 a.E.C. Seleuco escogió ese emplazamiento por su posición estratégica, y llamó a la ciudad Antioquía en honor de su padre. Se construyó la ciudad a unos 32 Km. del mar Mediterráneo, en un recodo que forma el río navegable Orontes en su orilla meridional, donde hoy se levanta la ciudad turca de Antakya. Su situación geográfica era tal que desempeñaba un papel predominante en el comercio de todo el NO. de Siria, por donde pasaban las rutas que iban del río Éufrates al mar Mediterráneo. Pronto se convirtió en un centro comercial y en una ciudad cosmopolita que consiguió prosperidad y riqueza por su fabricación de artículos de lujo. Seleuco fundó la ciudad costera de Seleucia como puerto de Antioquía, y le dio su propio nombre. Antes de ser asesinado, en 281 a.E.C., transfirió la sede de su gobierno de Babilonia a Antioquía, la nueva capital siria. La dinastía de reyes seléucidas continuó en el poder en esta ciudad hasta el año 64 a. E.C., cuando el general romano Pompeyo convirtió Siria en una provincia romana. Antioquía no solo llegó a ser la capital de la provincia romana de Siria, sino que además se convirtió en la tercera ciudad del imperio, después de Roma y Alejandría.
La ciudad se había trazado según el plano de Alejandría, con grandes calles que se cruzaban flanqueadas por columnatas, lo que realzaba de manera impresionante la belleza y el esplendor de sus edificios. Se la llamó “la reina del Oriente”, “la bella Antioquía” y “la tercera metrópoli del Imperio romano”, y fue la única ciudad con sistema de alumbrado en las calles. A pesar de la belleza que irradiaba y del espíritu industrioso de sus habitantes, se ganó la reputación de corrupción moral por la degradante práctica de ritos religiosos desenfrenados. Juvenal dijo que ‘el río Orontes había desembocado en el río Tíber, y había inundado Roma con la superstición e inmoralidad del Oriente’. (Sátiras, traducción de A. Espina, Mediterráneo, 1973, libro III, secs. 62-65).

Historia posterior y su mención en el registro bíblico.
Según Josefo, los seléucidas animaron a los judíos a establecerse en Antioquía y les dieron todos los derechos de ciudadanía, con lo que consiguieron una numerosa población judía. La primera vez que se hace mención de esta ciudad en la Biblia es en relación con Nicolás de Antioquía, quien se hizo cristiano después de haber sido prosélito de la religión judía. (Hch 6:5.) La obra cristiana propiamente dicha comenzó en Antioquía cuando algunos de los discípulos fueron esparcidos hasta allí debido a la tribulación que hubo después de la muerte de Esteban. (Hch 11:19, 20.) Cuando la congregación de Jerusalén oyó que muchas personas de habla griega se estaban haciendo creyentes, enviaron a Bernabé, quien, al ver el gran interés que allí existía, fue a Tarso y llevó consigo a Pablo para que le ayudase. (Hch 11:21-26.) Permanecieron en esta ciudad durante un año enseñando a la gente, y Antioquía fue la base desde donde Pablo emprendió sus viajes misionales. Fue aquí donde, por providencia divina, por primera vez se llamó “cristianos” a los discípulos. (Hch 11:26.) La congregación manifestó su generosidad cuando, alrededor del año 46 E.C., envió por medio de Pablo y Bernabé una ministración de socorro (Hch 11:29) al cuerpo gobernante de Jerusalén. Esta ayuda coincidió con una gran hambre que aconteció en la época de Claudio y que había profetizado Ágabo. (Hch 11:27, 28.) Después de regresar a Antioquía, el espíritu santo dispuso que se escogiera a Pablo y Bernabé para una obra especial, y fue así como Pablo comenzó su primer viaje misional en 47-48 E.C. Alrededor de 49 E.C., antes de que iniciara su segundo viaje y mientras aún estaba en Antioquía, surgió la cuestión de la circuncisión de los gentiles. Pablo y Bernabé entregaron el decreto del cuerpo gobernante de Jerusalén a la congregación de Antioquía. (Hch 15:13-35.) De igual manera, el segundo viaje misional de Pablo, entre los años 49 y 52 E.C., comenzó y terminó en Antioquía. Y fue también en esta ciudad donde Pablo corrigió a Pedro por hacer discriminación entre judíos y gentiles. (Gál 2:11, 12.)

2. Antioquía de Pisidia, También fue Seleuco I Nicátor su fundador, y le dio ese nombre en honor de su padre, Antíoco. Las ruinas de esta ciudad se encuentran cerca de Yalvaç, en lo que hoy es Turquía. (GRABADO, vol. 2, pág. 748.A) Como estaba situada en la frontera entre Frigia y Pisidia, se la consideró encuadrada alternativamente en una de estas dos provincias. Así, el geógrafo griego Estrabón se refiere a ella como una ciudad de Frigia cercana a Pisidia (Geografía, libro XII, cap. VIII, secs. 13, 14), pero, como dice el New Standard Bible Dictionary (de Funk y Wagnalls, 1936, pág. 51), “la mayoría de los escritores hablan de ella como si formara parte de Pisidia”, y así fue como se expresó Lucas. Esta identificación sirvió para distinguirla de Antioquía de Siria. Debido a su ubicación, Antioquía de Pisidia llegó a ser parte de la ruta comercial que había entre Cilicia y Éfeso y llegó a tener una población mixta, con muchos judíos, que habían abierto allí una sinagoga. Antioquía de Pisidia era una ciudad de habla griega totalmente helenizada. Pablo estuvo allí con Bernabé en dos ocasiones en el transcurso de su primer viaje misional, hacia los años 47 E.C.-48 E.C., predicando en la sinagoga, donde halló mucho interés. (Hch 13:14; 14:19-23.) Sin embargo, ciertos judíos sintieron celos de las muchedumbres que acudían a oírle y agitaron a los hombres y mujeres prominentes de la ciudad, de manera que echaron fuera de sus límites a Pablo y a Bernabé. (Hch 13:45, 50; 2Ti 3:11.)

Asia

En las Escrituras Griegas Cristianas el término “Asia” designa la provincia romana que ocupaba la parte occidental de Asia Menor.

La provincia romana de Asia.
Esta provincia comprendía los antiguos países de Misia, Lidia, Caria y, en ciertas épocas, parte de Frigia, así como las islas adyacentes, de manera que la rodeaban el mar Egeo y las provincias de Bitinia, Galacia (que abarcaba parte de Frigia) y Licia. Sin embargo, los límites exactos son difíciles de definir, pues cambiaron muchas veces con el transcurso del tiempo.
Al principio la capital estaba en Pérgamo (Misia), pero durante el reinado de Augusto fue transferida a Éfeso, más al S. En el año 27 a. E.C. Asia fue hecha una provincia senatorial gobernada por un procónsul. (Hch 19:38.) También fue dividida en nueve distritos judiciales y subdividida en cuarenta y cuatro distritos urbanos.
Al citar las regiones de las que procedían los judíos que habían ido a Jerusalén en el tiempo del Pentecostés del año 33 E.C., Lucas menciona a Asia junto con las provincias de Capadocia, Ponto y Panfilia. (Hch 2:9, 10; compárese con 1Pe 1:1.) En este relato no engloba Frigia en Asia, como tampoco en Hechos 16:6. Lo mismo hizo Plinio el Viejo, autor romano del siglo I E.C. (Historia Natural, 1982, libro V, cap. XXVIII, sec. 102.) Hechos 16:6, 7 dice que al viajar hacia el O. en su segunda gira misional (c. 49-52 E.C.), ‘el espíritu santo le prohibió a Pablo hablar la palabra en el distrito de Asia’. Por lo tanto, cruzó Frigia y Galacia en dirección N. hacia la provincia de Bitinia, pero de nuevo se le desvió hacia el O. a través de Misia al puerto marítimo de Troas, desde donde se solía embarcar para Macedonia. Fue allí, en Troas, donde Pablo recibió la visión en la que se le dijo: “Pasa a Macedonia y ayúdanos”. (Hch 16:9.) Por lo tanto, aunque Pablo cruzó la parte septentrional de la provincia de Asia, no pasó tiempo en esta provincia hasta su regreso, después de haber terminado su obra en Macedonia y Acaya. Entonces estuvo un poco de tiempo en Éfeso, predicó en la sinagoga y cuando marchó de la ciudad, prometió volver. (Hch 18:19-21.)
Durante su tercer viaje (c. 52-56 E.C.), Pablo pasó unos dos años en Éfeso, con el resultado de que “todos los que habitaban en el distrito de Asia oyeron la palabra del Señor, tanto judíos como griegos”. (Hch 19:1-10, 22.) Fue en ese tiempo (c. 55 E.C.) cuando Pablo escribió desde Éfeso su primera carta a los Corintios, a los que envió saludos de las “congregaciones de Asia”, una prueba de que la obra había prosperado en aquella provincia. (1Co 16:19.) Cuando más tarde escribió su segunda carta a los Corintios desde Macedonia, hizo referencia a las dificultades y el grave peligro que experimentó en Asia. (Hch 19:23-41; 2Co 1:8.) Como no deseaba permanecer más tiempo en esa provincia, en su viaje de regreso pasó por alto Éfeso, hizo escala en la isla de Samos y desembarcó en Mileto (Caria) —que era parte de la provincia de Asia—, desde donde mandó llamar a los “ancianos” de la congregación de Éfeso para que se reunieran con él allí. (Hch 20:15-18.)
Al viajar a Roma para su primer juicio (c. 60-61 E.C.) por causa del alboroto que se organizó en Jerusalén instigado por “los judíos de Asia” (Hch 21:27, 28; 24:18, 19; compárese con 6:9), Pablo primero embarcó en una nave que iba “para los lugares costaneros del distrito de Asia”, pero después en Mira, en la cercana provincia de Licia, lo trasladaron a otro barco. (Hch 27:2-6.)
Las palabras de Pablo en 2 Timoteo 1:15, seguramente escritas desde Roma alrededor del año 65 E.C., pudieran indicar que la fuerte persecución que las autoridades romanas lanzaron entonces en contra de los cristianos había hecho que muchos de los ‘hombres [cristianos] de Asia’ dejasen de asociarse con el apóstol Pablo mientras este estaba en prisión, apartándose de él en ese tiempo crítico. Sin embargo, la expresión “todos los hombres del distrito de Asia” no quiere decir que se hubiesen apartado del apóstol todos los cristianos de Asia, pues inmediatamente después Pablo encomia a Onesíforo por apoyarle, y parece fuera de duda que este residía en Éfeso. (2Ti 1:16-18; 4:19.)
Prueba de que la fe cristiana seguía viva en Asia se encuentra en el libro de Revelación, en los siete mensajes que Juan envió a siete congregaciones de ciudades importantes de Asia: Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea, a la mayoría de las cuales se las encomia por haber perseverado bajo tribulación. (Rev 1:4, 11; 2:2, 3, 9, 10, 13, 19; 3:10.) Juan estaba entonces (c. 96 E.C.) en la isla de Patmos, cerca de la costa de la provincia de Asia. Se cree que tanto el evangelio como las tres cartas las escribió en Éfeso o en sus inmediaciones después de su liberación de Patmos.
Otras ciudades de la provincia de Asia que se mencionan en las Escrituras son: Colosas, Hierápolis, Adramitio y Asón.

Betfagué

(del heb., probablemente significa: “Casa de las Brevas”)

En el relato del viaje de Jesús a Jerusalén, se dice que Betfagué fue el lugar desde donde envió a sus discípulos para que consiguieran el asno sobre el que cabalgaría en su entrada triunfal en Jerusalén el 9 de Nisán del año 33 E.C. (Mt 21:1, 2; Mr 11:1, 2; Lu 19:29, 30.) Según las referencias, estaba en el monte de los Olivos, cerca de Jerusalén y de Betania. Aunque algunos piensan que Betfagué se encontraba al otro lado del barranco que hay al SE. de Betania, en el emplazamiento de la actual Abu Dis, la ubicación tradicional lo sitúa entre Betania y Jerusalén, en et-Tur, en la ladera SE. del monte de los Olivos. Este lugar está cerca de una de las cimas de dicho monte. Descendiendo desde allí, se tiene una vista panorámica de la ciudad de Jerusalén. (Compárese con Lu 19:37, 41.)
Las referencias del Talmud a Betfagué indican que se consideraba que estaba en el límite de la zona sabática que circundaba la ciudad de Jerusalén. (Talmud Babilonio, Menajot 78b; compárese con Hch 1:12, nota.)

Corinto - (Corintios)

Una de las ciudades más antiguas e importantes de la antigua Grecia, situada a unos 5 Km. al SO. de la ciudad moderna. La importancia de Corinto se debió en gran parte a su ubicación estratégica en la orilla occidental del istmo que conectaba la parte central o principal de Grecia con el Peloponeso, la península meridional. Todo el tráfico terrestre, fuera comercial o de otra clase, que viajaba hacia el N. o hacia el S., tenía que pasar por Corinto cuando atravesaba el istmo, cuyo punto más estrecho tan solo tenía unos 6 Km. de ancho. Además, el tráfico marítimo internacional también era atraído hacia Corinto, puesto que los navegantes por lo general preferían usar este istmo que separaba el golfo de Corinto del golfo Sarónico, en vez de arriesgarse a hacer un recorrido largo y peligroso alrededor de los cabos barridos por tormentas del extremo meridional de la península. En consecuencia, los barcos procedentes de Italia, Sicilia y España navegaban hacia el mar Jónico a través del golfo de Corinto y atracaban en las aguas profundas de Lequeo, la ciudad portuaria occidental, unida a Corinto por dos murallas continuas. Los barcos que procedían de Asia Menor, Siria y Egipto llegaban a través del mar Egeo y anclaban en el puerto oriental de Cencreas o en el pequeño puerto de Skonos. (Ro 16:1.) Las mercancías de los grandes barcos se descargaban en un puerto y se transportaban a unos cuantos kilómetros de allí a otro puerto para ser transbordadas. A los barcos más pequeños se les remolcaba con sus cargas a bordo a través del istmo por una pista de madera para el arrastre de navíos llamada dí·ol·kos (literalmente, “tiramiento a través”). Con razón al istmo de Corinto se le conocía como el puente del mar.

Historia.
Corinto ya florecía en el siglo VII a. E.C., cuando se instituyeron en el istmo, concretamente en el templo de Poseidón (el dios griego del mar, equivalente al dios romano Neptuno) los juegos ístmicos. Precisamente en estos juegos basó el apóstol Pablo algunas de sus ilustraciones más notables. (1Co 9:24-27.) A partir del siglo IV a. E.C., Corinto estuvo la mayor parte del tiempo bajo la dominación macedonia, hasta que los romanos la liberaron en el año 196 a. E.C. Como ciudad-estado independiente, se unió a otras ciudades para formar la Liga Aquea, se opuso a Roma y fue destruida por el cónsul romano L. Mummio en el año 146 a. E.C. Los romanos mataron a los hombres y vendieron a las mujeres y los niños como esclavos. Durante un siglo la ciudad permaneció prácticamente desolada, hasta que en el año 44 a. E.C. (algunos opinan que en 46 a. E.C.), Julio César la reedificó como colonia romana, la Colonia Julia Corinthus. En el transcurso de la gobernación de César Augusto, Acaya —como llamaban los romanos a Grecia sin la región de Macedonia— llegó a ser una provincia romana senatorial con la capitalidad en Corinto.

Industria y edificios.
La ciudad de Corinto a la que Pablo llegó a finales del año 50 E.C. y permaneció por “un año y seis meses” era un activo centro comercial y político. El peaje que se recaudaba de las cargas transportadas de un puerto a otro del istmo contribuyó notablemente a su riqueza; además, la ciudad era un centro industrial famoso por su alfarería y objetos de bronce. Corinto estaba edificada sobre dos niveles, entre los que mediaba un desnivel de unos 30 m. En el centro se encontraba la espaciosa plaza del mercado, el ágora, bordeada de columnatas y edificios públicos. Había hileras de tiendas que daban a la plaza del mercado, y algunas de las ruinas que se han descubierto muestran que allí se vendía carne, otros productos alimenticios y vino. En una inscripción aparece la palabra macellum con relación a una tienda. Este vocablo es el equivalente latino de la palabra griega má·kel·lon, usada por Pablo al referirse a “la carnicería” en 1 Corintios 10:25. En otra inscripción hallada sobre una grada se lee lo siguiente: “Lucio, el carnicero”.
Cerca del centro del ágora, las excavaciones han sacado a la luz una plataforma elevada al aire libre para los oradores llamada bema o rostra, que se extendía desde la terraza que dividía los niveles superior e inferior del ágora. Junto a la plataforma, construida con mármol blanco y azul y decorada ricamente con tallas delicadas, había dos salas de espera con suelos de mosaico y bancos de mármol. Se cree que esta bema fue el “tribunal” al que llevaron a Pablo los judíos que estaban opuestos al mensaje cristiano para que compareciera en audiencia delante del procónsul Galión. (Hch 18:12-16.) Una inscripción hallada en Delfos, ciudad situada en la parte septentrional de la bahía de Corinto, contiene el nombre de Galión e indica que era procónsul.
Al NO. de la plaza del mercado había dos teatros, uno de ellos con capacidad para unas 18.000 personas. Los cristianos corintios podían entender bien las palabras de Pablo de que los apóstoles eran “un espectáculo teatral al mundo”. (1Co 4:9.) En una plaza próxima al teatro, los arqueólogos hallaron una inscripción en la que se menciona a un tal Erasto, que tenía el título latino de aedilis (edil), título que algunos han traducido “comisionado de asuntos públicos”. Este Erasto pudo haber sido “el mayordomo de la ciudad” mencionado por Pablo cuando escribió a los romanos desde Corinto. (Ro 16:23.) El significado básico de la palabra griega usada por Pablo para “mayordomo” (oi·ko·nó·mos) es “administrador doméstico o encargado de la casa”. (Compárese con Tit 1:7, nota; véase Erasto nr. 2.)

Religión y cultura.
A pesar de la importancia que le confería ser sede de la autoridad gubernamental y la principal ciudad comercial de Grecia, para muchas personas Corinto era un símbolo de libertinaje y lujo desenfrenado, hasta el grado de que la expresión “corintianizar” vino a significar “practicar inmoralidad”. Esta sensualidad era consecuencia de la adoración que se rendía en Corinto, en particular a la diosa Afrodita (que correspondía con la Venus de los romanos, la Astarté de fenicios y cananeos y la Istar de los babilonios). Había un templo dedicado a su adoración en la cima del Acrocorinto, un promontorio rocoso y empinado que se elevaba 513 m. por encima del ágora. Por lo tanto, Pablo tenía buenas razones para dar a los cristianos corintios consejo y advertencia enérgicos con respecto a la conducta moral. (1Co 6:97:11; 2Co 12:21.) Por supuesto, en Corinto también había otros templos dedicados a la adoración de muchos dioses y diosas. Por ejemplo, en el templo de Asclepio (Esculapio), el dios de la medicina, los arqueólogos han hallado representaciones de partes del cuerpo humano en arcilla cocida de color carne. Los adoradores las dejaban en el templo como exvotos, que simbolizaban cada uno el miembro afectado en particular (mano, pie, ojo, etc.).
Además de griegos, también vivían allí una cantidad considerable de italianos, descendientes de los primeros colonizadores. Muchos de los discípulos corintios tenían nombres latinos: Justo, Tercio, Cuarto, Gayo, Crispo, Fortunato y Acaico. (Hch 18:7; Ro 16:22, 23; 1Co 1:14; 16:17.) También se había afincado allí una gran cantidad de judíos, quienes habían fundado una sinagoga y atraído a algunos griegos. (Hch 18:4.) Una inscripción griega hecha en un dintel de mármol hallado cerca de la puerta de Lequeo confirma la presencia de judíos en Corinto. La inscripción lee “[Sy·na·]gö·gu´ He·br[ái·ön]”, y significa “Sinagoga de los hebreos”. Había asimismo un constante fluir de viajeros y comerciantes, además de aquellos que llegaban en busca de placer a este centro atlético y de entretenimiento. Sin duda, todo ello contribuyó a crear una mentalidad más liberal que en el resto de las ciudades que visitó el apóstol, incluida Atenas, el centro de la cultura griega. Pablo recibió una visión en la que se le aseguraba que en Corinto había muchas personas de buena disposición, por lo que permaneció un año y seis meses en esta encrucijada entre Oriente y Occidente. (Hch 18:9-11.) Es probable que en el transcurso de este tiempo escribiese sus dos cartas a los Tesalonicenses.

La congregación cristiana.
Áquila y Priscila, compañeros cristianos de Pablo y sus socios en la confección de tiendas de campaña, le acompañaron cuando finalmente se embarcó en el puerto oriental de Cencreas rumbo a Éfeso (Asia Menor), al otro lado del mar Egeo. (Hch 18:18, 19.) Apolos, hombre elocuente, continuó la actividad de Pablo regando las semillas sembradas en Corinto. (Hch 18:24-28; 19:1; 1Co 3:6.) Pablo se interesó mucho por la congregación que había formado en Corinto, a la que escribió dos importantes cartas y también envió a Tito en su nombre en dos ocasiones. (2Co 7:6, 7, 13; 8:6, 16, 17; 12:17, 18.) Cuando iba camino a Macedonia, le fue imposible detenerse para visitar a la congregación como tenía previsto (2Co 1:15, 16, 23); no obstante, más tarde permaneció tres meses en Grecia, probablemente en 55-56 E.C., y pasó parte del tiempo en Corinto, desde donde escribió su carta a los Romanos. (Hch 20:2, 3; Ro 16:1, 23; 1Co 1:14.

Creta

Nombres de la quinta isla en extensión del Mediterráneo y de sus habitantes. La isla mide unos 250 Km. de longitud y su anchura oscila entre 13 y 56 Km. Está situada en el extremo meridional del mar Egeo, a unos 100 Km. al SE. de Grecia. Las montañas se extienden a lo largo de la estrecha isla, y algunas de ellas están cubiertas de nieve parte del año. Cerca del centro de Creta se alza el monte Ida, con una altitud de 2.456 m. sobre el nivel del mar. En la costa septentrional hay buenos puertos, pero la meridional es menos accidentada y en casi toda ella las montañas descienden directamente al mar. Como consecuencia, la costa S. proporciona pocos lugares favorables que puedan usarse como puertos, tal como indica el relato del viaje de Pablo a Roma, que se considerará más adelante.
Por lo general se acepta que Creta es la isla de “Caftor” a la que se alude en las Escrituras Hebreas, y por lo tanto el lugar desde donde los filisteos emigraron a Canaán. (Jer 47:4; Am 9:7.) Asimismo, algunos doctos creen que los “Keretitas” son los cretenses, pues la Versión de los Setenta griega dice “cretenses” en vez de “Keretitas” en Ezequiel 25:15-17 y en Sofonías 2:5-7. Si se acepta que Caftor era Creta, como parece razonable, entonces los habitantes primitivos de la isla fueron descendientes de Mizraim, cuyo nombre en la Biblia equivale a Egipto. (Gé 10:13, 14.)
La civilización cretense era muy distinta de las mesopotámicas y egipcias, pero de igual esplendor. En la religión de Creta se destacaba el componente femenino, y la figura central de su panteón era una diosa madre. Al igual que en otras religiones de la fertilidad, la serpiente por lo general estaba presente en las representaciones de la diosa, ya fuera sostenida en la mano o enrollada alrededor del cuerpo. A la diosa solía acompañarla una deidad masculina menor, tal vez en la relación madre-hijo, frecuente en este tipo de culto. En Cnosos se halló una cruz de mármol, probablemente un antiguo símbolo sexual. Esta antigua civilización desapareció hacia los últimos siglos del II milenio a. E.C. Finalmente, Creta llegó a estar bajo la dominación griega durante el I milenio a. E.C. Para el siglo II a. E.C., se había convertido en centro y refugio de piratas que asaltaban los barcos que navegaban por el Mediterráneo. Más tarde, en 67 a. E.C., Pompeyo subyugó Creta y, junto con Cirene, en el N. de África, la convirtió en una provincia romana.

Actividad de Pablo en Creta.
En el Pentecostés del año 33 E.C. se encontraban en Jerusalén judíos cretenses o prosélitos de aquella isla. (Hch 2:5, 11.) Tal vez de ese modo se introdujo el cristianismo en Creta.
Hacia el año 58 E.C. , el apóstol Pablo, en su viaje a Roma para ser sometido a juicio, pasó cerca de Creta a bordo de un barco de Alejandría que transportaba cereales. El barco, con 276 personas a bordo, “[navegó] al abrigo de Creta”, es decir, por el lado meridional de la isla, protegido de los vientos adversos del NO. Desde Salmone, en la costa E. de Creta, el barco emprendió su rumbo lentamente hacia el O. hasta alcanzar Bellos Puertos, una pequeña bahía en la que podía anclar y que está justo antes del lugar donde la costa meridional da un giro brusco hacia el N. Cuando el barco llegó a este punto, se decidió, contrario al consejo de Pablo, tratar de alcanzar Fenice, otro puerto situado a unos 65 Km. al O. Bordeando el cabo Litinon (Matala), el barco “[fue] costeando [...] cerca de la orilla”, cuando de pronto se desató un viento tempestuoso del ENE. que venía de las altas montañas y que azotó el barco y lo obligó a navegar a favor del viento hasta más allá de la isla de Cauda, a unos 65 Km. de Bellos Puertos. (Hch 27:6-16, 37, 38.)
Después de los dos años de prisión en Roma, Pablo visitó Creta y participó allí en la actividad cristiana durante el período final de su ministerio. Cuando partió, designó a Tito para que permaneciese en Creta a fin de que corrigiese la situación de las congregaciones e hiciese nombramientos de hombres de mayor edad “en ciudad tras ciudad”. (Tit 1:5.) Más adelante, cuando trató ciertos problemas de congregación en su carta a Tito, Pablo citó las siguientes palabras de un profeta cretense: “Los cretenses siempre son mentirosos, bestias salvajes perjudiciales, glotones desocupados”. (Tit 1:10-12.) Se cree que estas palabras eran de Epiménides, poeta cretense del siglo VI a. E.C. Esta opinión de los antiguos cretenses la compartían los griegos, para quienes el nombre cretense llegó a ser sinónimo de mentiroso.

Damasco

Ciudad antigua e importante de Siria. Está situada al pie de la cadena montañosa del Antilíbano, cerca del desierto siroarábigo, el cual se extiende desde allí hacia el E. (Can 7:4.) Al SO. de la ciudad se eleva el monte Hermón, coronado de nieve, que tiene una altitud de 2.814 m. y constituye el extremo meridional de la cordillera del Antilíbano.

Las colinas que jalonan la parte occidental de Damasco presentan una árida orografía, pero las frescas aguas del río Barada (el Abaná de 2Re 5:12), que descienden por una garganta abierta en las montañas, llegan hasta el valle donde se halla la ciudad, convirtiéndolo en un exuberante oasis de 16 Km. de ancho por 48 Km. de largo. Este abundante caudal de agua hizo de Damasco una importante encrucijada de rutas militares y mercantiles entre los países del Mediterráneo oriental y los de Mesopotamia y el Oriente Medio. La configuración geográfica de las cordilleras del Líbano y Antilíbano contribuyó a canalizar el tráfico de caravanas por Damasco, ya que estas sirvieron de trazado natural tanto para las que iban hacia la costa mediterránea como para las que entraban desde la zona costera.

Historia.

En la actualidad se desconoce la historia primitiva de Damasco. Josefo expone el punto de vista tradicional judío de que Damasco fue fundada por Uz (Us), hijo de Aram y nieto de Sem (Antigüedades Judías, libro I, cap. VI, sec. 4), aunque hay indicios de que los descendientes de Uz se establecieron más al S. (Gé 10:21-23.) Es probable que Abrahán pasase por Damasco o sus proximidades de camino a la Tierra Prometida. Eliezer, que ya era siervo de Abrahán cuando este aún no tenía hijos, era un “hombre de Damasco”. (Gé 15:2.) Abrahán persiguió a los reyes invasores hasta Hobá, un lugar que se encontraba al N. de Damasco, con el fin de rescatar a su sobrino Lot, que estaba cautivo. (Gé 14:1-16.)

Se opone a Israel.

Después de este tiempo, Damasco desaparece del registro bíblico por casi mil años, y cuando vuelve a aparecer, por lo general es como oponente de la nación de Israel. Para ese entonces era el centro de uno de los muchos reinos arameos de Siria. Cuando David luchó y derrotó al rey de Zobá, “Siria de Damasco” fue a ayudar a los perdedores. David también la derrotó, apostó guarniciones en el reino damasceno e hizo que Damasco le pagara tributo a Israel. (2Sa 8:3-6; 1Cr 18:5, 6.) Sin embargo, durante el reinado de Salomón, un fugitivo llamado Rezón, del reino arameo de Zobá, consiguió el control de Damasco y se coronó rey. Mostró su odio a Israel con actos de agresión. (1Re 11:23-25.)

El rey Ben-hadad I de Damasco pactó primero con Baasá, del reino norteño de Israel, pero luego se vendió a Asá de Judá (977-937 a. E.C.) e invadió el territorio de su anterior aliado. (1Re 15:18-20; 2Cr 16:2-4.) Su sucesor, Ben-hadad II invadió dos veces el reino septentrional de Israel a la cabeza de una coalición de treinta y dos reyes, pero fue vencido en ambas ocasiones. (1Re 20:1, 16-22, 26-34.) Aunque la segunda vez se le capturó, el rey Acab lo liberó (c. 940-920 a. E.C.). Más tarde, en la batalla de Ramot-galaad este rey sirio dirigió sus carros contra las fuerzas aliadas de Judá e Israel, a las que derrotó. En esta batalla murió Acab. (1Re 22:29-37.) Durante el reinado de Jehoram de Israel (c. 917-905 a. E.C.), Ben-hadad II intentó por última vez capturar Samaria, pero fue puesto en fuga milagrosamente. (2Re 6:24; 7:6, 7.)

El profeta Eliseo fue a Damasco para cumplir con la comisión dada a su predecesor, Elías, y le comunicó a Hazael que reemplazaría a Ben-hadad II como rey de Siria. (1Re 19:15; 2Re 8:7-13.) Antes de la muerte de Ben-hadad, Damasco había sido el foco de la resistencia siria a la expansión del Imperio asirio, resuelto a dominar las tierras mediterráneas. Damasco era un blanco clave por ser una importante encrucijada en la vía principal de Mesopotamia al Mediterráneo. A la cabeza de una coalición de reinos vecinos, Damasco logró resistir una serie de ataques de Salmanasar III de Asiria. Una de las inscripciones de Salmanasar registra que Hazael tomó el trono sirio. Después de una importante batalla, Salmanasar sitió la ciudad de Damasco, donde atrapó a Hazael, pero no pudo tomarla.

Como rey de Damasco, Hazael continuó una política agresiva hacia Israel. (2Re 10:32.) Al extender el poder damasceno hasta la ciudad filistea de Gat, llegó a invadir Judá e intimidar al rey Jehoás (898-859 a. E.C.), de manera que el rey de Judá tuvo que pagar un enorme tributo para librar a Jerusalén del ataque sirio. (2Re 12:17, 18; 13:3, 22; 2Cr 24:23, 24.) Durante el reinado de Ben-hadad III, sucesor de Hazael, Jehoás de Israel (c. 859-845 a. E.C.) derrotó en tres ocasiones a Siria, lo que hizo que remitiese el yugo de Damasco sobre el territorio de Israel. (2Re 13:24, 25.) Posteriormente, Jeroboán II de Israel (c. 844-804 a. E.C.) penetró en Siria hasta el “punto de entrada de Hamat”, y “restituyó Damasco y Hamat a Judá en Israel”. (2Re 14:23-28.) Se cree que esto significa que hizo tributarios a tales reinos, una situación similar a la de los días de David y Salomón. (1Re 4:21.)

Los juicios de Jehová sobre Damasco.

Sin embargo, un siglo más tarde vuelve a aparecer Damasco como “la cabeza de Siria”. (Isa 7:8.) Durante el reinado del rey Acaz de Judá (761-746 a. E.C.), Rezín de Damasco, coligado con Péqah de Israel, invadió Judá hasta Elat, en el golfo de `Aqaba. Esto alarmó tanto al rey Acaz, que sobornó a Tiglat-piléser III de Asiria para que desviara de Judá la presión siria. Los asirios atacaron Damasco sin dilación y la tomaron, dieron muerte a Rezín y exiliaron a muchos de los damascenos. (2Re 16:5-9; 2Cr 28:5, 16.) De esta forma se cumplieron las profecías que Jehová había dado por medio de Isaías y Amós. (Isa 8:4; 10:5, 8, 9; Am 1:3-5.) No obstante, cuando Acaz fue a Damasco para encontrarse con Tiglat-piléser (probablemente con el fin de rendirle homenaje), demostró su insensatez al ordenar que se hiciese una réplica del altar para adoración falsa que vio allí y después ofrecer sacrificios sobre él a “los dioses de Damasco”. (2Re 16:10-13; 2Cr 28:23.)

A partir de entonces Damasco dejó de ser una amenaza para Israel. A pesar de su exiguo poderío militar, la ciudad volvió a tener preponderancia comercial, como se indica en la profecía de Ezequiel. (Eze 27:18.) Pero Jeremías predijo que Damasco, en un tiempo en la cumbre, sería desolada como resultado del mal informe procedente de Hamat y Arpad, en el N. de Siria, probablemente un informe relacionado con la conquista violenta de los reinos arameos por los ejércitos babilonios de Nabucodonosor que avanzaban. (Jer 49:23-27.) Damasco, la joya del desierto, no escaparía a los efectos de aquella conquista. Más adelante se incluye a Damasco en una declaración adversa que pronunció Zacarías, el profeta de Jehová, en 518 a. E.C.. Es probable que esta profecía se cumpliese en tiempos de Alejandro Magno, quien ocupó Siria y Fenicia después de su victoria en la batalla de Isos en 333 a. E.C.. (Zac 9:1-4.)

Durante el período de los seléucidas, Antioquía se convirtió en la capital provincial de Siria, arrebatando así la capitalidad a Damasco. En el año 85 a. E.C.., tomó la ciudad Aretas III, rey del reino nabateo de Arabia. Entre los años 64-63 a. E.C., Roma conquistó todo el territorio sirio, y hasta el año 33 E.C.. Damasco fue una ciudad romana; figuraba en una lista de Plinio (historiador romano del siglo I E.C.) como una de las diez ciudades que originalmente componían la Decápolis.

En el siglo I E.C.

Cuando Saulo de Tarso se dirigió a Damasco en su campaña contra los cristianos, la ciudad tenía varias sinagogas judías. (Hch 9:1, 2.) En aquel entonces formaba parte del dominio del rey nabateo Aretas IV y estaba regida por un gobernador. (2Co 11:32, 33.) Después de su conversión, Saulo, que había quedado ciego, fue conducido a una casa de la calle llamada Recta. Pablo (Saulo) predicó por algún tiempo en las sinagogas de Damasco, pero la existencia de un complot para asesinarle hizo necesario que escapara por la noche a través de una abertura en el muro de la ciudad. (Hch 9:11, 17-25; 26:20; Gál 1:16, 17.)

Emaús

El pueblo adonde se dirigían Cleopas y otro discípulo cuando se les unió Jesucristo materializado el día de su resurrección. Sin embargo, no lo reconocieron hasta que llegaron a Emaús y él estuvo reclinado con ellos a la mesa. Después que Jesús desapareció, “en aquella misma hora”, los dos discípulos volvieron a Jerusalén. (Lu 24:13-33.) Lucas dice que el pueblo estaba a “sesenta estadios” (7,5 millas romanas [11 Km.]) de Jerusalén.
En la actualidad no se puede precisar la ubicación exacta de Emaús. Se han propuesto al menos una docena de lugares diferentes. El más importante de estos es `Amwas, situado en la carretera que va a Tel Aviv-Yafo. No obstante, `Amwas está a unos 175 estadios (32 Km.) al ONO. de Jerusalén, casi tres veces más lejos de lo que dice Lucas. Otro lugar propuesto con frecuencia, Qalunyah, ubicado en la carretera principal que va a Tel Aviv-Yafo y aceptado por algunos como la Ammaous a la que hace referencia Josefo, está a unos 35 estadios (6,5 Km.) de Jerusalén, demasiado cerca para encajar con el registro de Lucas. Por lo tanto, algunos prefieren identificar Emaús con El-Qubeiba, situado en una carretera romana que está más hacia el N. que los otros lugares propuestos. En este lugar se han encontrado restos que se cree que datan del período de las Escrituras Griegas. Su ubicación, a unos 60 estadios (11 Km.) al NO. de Jerusalén, armoniza con el relato bíblico. No obstante, en la actualidad es imposible llegar a conclusiones definitivas sobre la ubicación de Emaús.

En-dor

(posiblemente: Fuente [Manantial] de la Generación)

Ciudad ubicada en las llanuras del territorio de Isacar, pero asignada a Manasés. A los cananeos que residían en esa zona “no los desposeyeron enteramente”, sino que los pusieron a hacer trabajos forzados. (Jos 17:11-13.) Por lo general se identifica a En-dor con Khirbet Safsafeh (Horvat Zafzafot), a unos 11 Km. al SE. de Nazaret.
En el Salmo 83:9, 10 se relaciona a En-dor con la victoria de Jehová sobre Sísara. Aunque no se menciona a esta ciudad en el propio relato de la batalla registrado en los capítulos 4 y 5 de Jueces, estaba situada solo a unos pocos kilómetros al S. del monte Tabor, desde donde descendió el ejército de Barac. (Jue 4:6, 12.) Además, las fuerzas de Sísara fueron desbaratadas de forma milagrosa por Taanac, Meguidó y el valle torrencial de Cisón. (Jos 17:11; Jue 5:19.) De modo que parte de la batalla debió llegar hasta En-dor, y el salmista, bien familiarizado con los detalles históricos y geográficos, pudo decir que en En-dor fueron aniquilados muchos de los cananeos fugitivos.
En-dor es más conocido como el lugar donde el rey Saúl fue a consultar a ‘una mujer que era perita en mediación espiritista’ poco antes de la derrota de Israel a manos de los filisteos. (1Sa 28:7; 31:1-13.)

Filipos

Para el tiempo de la segunda gira misional del apóstol Pablo, esta era “la ciudad principal [o primera] del distrito de Macedonia”, aunque no parece que fuese su capital. Estaba situada en la parte oriental del distrito, en el extremo N. del mar Egeo, no lejos del distrito de Tracia. Pablo venía en barco desde Troas, desembarcó en Neápolis, el puerto marítimo de Filipos, y viajó unos 15 Km. hacia el NO. a lo largo de la vía Egnatia, la gran ruta comercial y militar que iba desde Asia a Roma, a través de un paso de montaña a unos 500 m. sobre el nivel del mar, y descendía por la explanada de Filipos. (Hch 16:11, 12.)
La ciudad estaba situada en una colina que se elevaba sobre la explanada, cerca del río Gangites. Al S. se extendía una gran marisma. La acrópolis de Filipos se alzaba sobre una gran formación rocosa que estaba en la parte NE. de la ciudad. Las excavaciones de sus ruinas indican que la vía Egnatia discurría por el centro de la ciudad y que una enorme tribuna se extendía junto a ella. Es posible que la capital del distrito fuese Anfípolis, a unos 50 Km. al SO., la ciudad adonde Pablo viajó después de dejar Filipos. Desde Anfípolis Pablo se dirigió a Apolonia, aproximadamente a unos 50 Km. al S., y desde allí se encaminó a Tesalónica, que estaba a unos 60 Km. al O., donde permaneció por tres semanas antes de ir hacia el SO. pasando por Berea para tomar un barco que lo llevara a Atenas.

Historia.
Filipos se llamaba originalmente Crenides (Krenides), pero a mediados del siglo IV a. E.C. Filipo II de Macedonia (padre de Alejandro Magno) conquistó la ciudad a los tracios y le dio su nombre. En la región había importantes minas de oro, y se acuñaron monedas con el nombre de Filipo. Hacia el año 168 a. E.C. el cónsul romano Lucio Emilio Paulo derrotó a Perseo, el último rey macedonio, y tomó Filipos y sus alrededores. En 146 a. E.C. toda Macedonia fue constituida una sola provincia romana. La batalla en la que Octavio y Marco Antonio derrotaron a los ejércitos de Bruto y Cayo Casio Longino, asesinos de Julio César, se peleó en la explanada de Filipos el año 42 a. E.C. Después, como conmemoración de su gran victoria, Augusto convirtió Filipos en “colonia” romana. (Hch 16:12.) Unos años más tarde, cuando Octavio fue proclamado César Augusto por el senado romano, llamó a esta ciudad Colonia Augusta Julia Philippensis.
Su designación como colonia romana libró a la ciudad de impuestos y le supuso otros privilegios, que tal vez incluyesen una clase secundaria de ciudadanía romana. Por lo tanto, los ciudadanos tenían un apego y afecto más fuertes a Roma del que hubieran tenido de otra manera. Esto puede explicar por qué los amos de la muchacha de quien el apóstol Pablo exorcizó un demonio de adivinación hicieron destacar el hecho de que “somos romanos” en sus acusaciones contra Pablo y Silas ante los magistrados. (Hch 16:16-24.) También entenderían muy bien los cristianos de Filipos la posterior exhortación de Pablo a ‘portarse como ciudadanos’, de una manera digna de las buenas nuevas acerca de Cristo, y su recordatorio de que “nuestra ciudadanía existe en los cielos”, pues la ciudadanía romana mundana era algo muy apreciado en Filipos, algo de lo que jactarse. (Flp 1:27; 3:20, nota.)

La visita de Pablo.
Filipos tuvo el privilegio de ser la primera ciudad de Europa que escuchó a Pablo predicar las buenas nuevas, alrededor del año 50 E.C., durante su segunda gira misional. Él fue allí en obediencia a una visión que tuvo por la noche en Troas (Asia Menor), en la que un macedonio le suplicó: “Pasa a Macedonia y ayúdanos”. (Hch 16:8-10.) Pablo y sus compañeros, entre quienes debía estar el cronista Lucas, se quedaron allí varios días, y el sábado salieron “fuera de la puerta junto a un río”, donde, según relata Lucas, “pensábamos que había un lugar de oración”. Hay quien cree que no había ninguna sinagoga en Filipos debido al carácter militar de la ciudad, y que a los judíos probablemente se les prohibió reunirse dentro de la ciudad para adorar. De todas formas, Pablo habló a las mujeres que había reunidas, y halló una, de nombre Lidia, una adoradora de Dios, a quien “le abrió el corazón ampliamente para que prestara atención a las cosas que Pablo estaba hablando”. Ella y los de su casa se bautizaron, y su aprecio y hospitalidad eran tan grandes que ‘sencillamente obligó’ a Pablo y a sus compañeros a quedarse en su casa. (Hch 16:11-15.)
Después de responder al llamamiento para ir a Macedonia, Pablo se enfrentó a persecución ya en la primera ciudad, Filipos, mas esta vez no procedente de los judíos, como había sucedido en Galacia. Los magistrados de la ciudad se guiaron de las falsas acusaciones de los dueños de la muchacha endemoniada, que habían perdido sus ingresos debido a que ya no podía continuar con su práctica de predicción, de la que habían sacado mucha ganancia. Pablo y Silas fueron golpeados con varas, se les echó en prisión y se les aseguraron los pies en el cepo. (Hch 16:16-24.)
Sin embargo, a la mitad de la noche, mientras oraban y alababan a Dios con canción a oídos de los demás prisioneros, ocurrió un milagro. Un terremoto soltó las cadenas de los prisioneros y dejó las puertas abiertas. El carcelero, sabiendo que se enfrentaba a la pena de muerte por la pérdida de los prisioneros que se le habían encomendado, estaba a punto de quitarse la vida cuando Pablo clamó: “¡No te hagas ningún daño, porque todos estamos aquí!”. Luego el carcelero y su casa escucharon a Pablo y a Silas, les lavaron sus heridas y llegaron a ser creyentes bautizados. (Hch 16:25-34)
A la mañana siguiente, posiblemente cuando llegó a sus oídos el milagroso acontecimiento, los magistrados civiles ordenaron al carcelero que libertase a Pablo. Pero Pablo estaba interesado en vindicar, defender y establecer legalmente las buenas nuevas más que en una liberación inmediata. No se iba a conformar con ser liberado en secreto por alguna “puerta trasera” para que los magistrados salvaran las apariencias. ¡De ninguna manera! Llamó la atención a su propia ciudadanía romana y al hecho de que les habían golpeado públicamente a él y a Silas sin haber sido condenados. Tenían que reconocer abiertamente que eran ellos, no los cristianos, quienes habían actuado ilegalmente. Al oír que Pablo y Silas eran romanos, los magistrados tuvieron temor, fueron a ellos personalmente, “les suplicaron”, les soltaron y les solicitaron que partiesen de la ciudad. (Hch 16:35-40.)
No obstante, Pablo había fundado una buena congregación en Filipos, por la que siempre tuvo mucho cariño. Los filipenses se desvivieron por él y atendieron sus necesidades, aun cuando estaba en otros lugares, demostrando el amor que le tenían. (Flp 4:16.) Pablo volvió a visitar Filipos durante su tercera gira misional, y posiblemente lo hizo una tercera vez después de ser liberado de su primera estancia en prisión en Roma. (Hch 20:1, 2, 6; Flp 1:19; 2:24.)

Filistea - (Filisteos)

Filistea abarcaba una zona de unos 80 Km. a lo largo de la costa mediterránea, desde un punto cercano a Jope, al N., hasta Gaza, al S. (Éx 23:31), y se extendía unos 24 Km. tierra adentro. La expresión el “mar de los filisteos” debía hacer referencia a la parte del Mediterráneo que limitaba con la costa de Filistea. En algunos lugares las dunas de la costa penetran hasta 6 Km. tierra adentro. Por lo demás, la región es fértil y produce cereales, olivares y frutales.

Durante una parte importante del período que abarcan las Escrituras Hebreas, los filisteos ocuparon la llanura costera y estaban entre los enemigos declarados de Israel. (Isa 9:12; 11:14.) Eran un pueblo incircunciso (2Sa 1:20) y politeísta (Jue 16:23; 2Re 1:2; véanse Baal-zebub; Dagón), que consultaba supersticiosamente a sus sacerdotes y adivinos para tomar decisiones. (1Sa 6:2; compárese con Isa 2:6.) Cuando sus guerreros iban a la batalla, llevaban ídolos de sus dioses. (2Sa 5:21.) En su tierra, conocida como Filistea (Éx 15:14; Sl 60:8; 87:4; 108:9; Isa 14:29, 31), estaban las ciudades de Gaza, Asquelón, Asdod, Eqrón y Gat. Durante siglos, cada una de estas ciudades fue gobernada por un señor del eje. (Jos 13:3; 1Sa 29:7; véase Señores del eje.)

Historia.

Los filisteos emigraron a la costa de Canaán desde la isla de Creta (la antigua isla de Caftor), aunque no puede afirmarse que fueran originarios de esa isla. (Jer 47:4; Am 9:7.) No se sabe con seguridad cuándo empezó esta emigración; sin embargo, en los días de Abrahán y de su hijo Isaac, los filisteos residían en Guerar, en la parte S. de Canaán. En aquel entonces tenían un rey, Abimélec, y un ejército bajo el mandato de un tal Ficol. (Gé 20:1, 2; 21:32-34; 26:1-18; véase ABIMÉLEC núms. 1 y 2.)

Algunos presentan objeciones a las referencias de Génesis en cuanto a que los filisteos residían en Canaán, arguyendo que no se establecieron allí hasta el siglo XII a. E.C.; no obstante, esta objeción no tiene base sólida. El New Bible Dictionary (edición de J. Douglas, 1985, pág. 933) comenta: “Como no se menciona a los filisteos en inscripciones extrabíblicas hasta el siglo XII a. de C., y los restos arqueológicos relacionados con ellos no aparecen antes de esa época, muchos comentaristas rechazan las referencias que se hacen a ellos en el período patriarcal por considerarlas anacrónicas”. Sin embargo, para mostrar por qué tal postura no está bien fundada, se señala a la prueba de una gran expansión comercial egea que se remontaría hasta el siglo XX a. E.C. Se indica que el hecho de que un grupo en particular no sea lo bastante importante como para que se le mencione en las inscripciones de otras naciones, no prueba que no existiera. El New Bible Dictionary llega a la siguiente conclusión: “No hay razón para pensar que no hubiera pequeños grupos de filisteos entre los primeros mercaderes egeos, grupos que no destacaban lo suficiente como para que potencias más importantes los tuvieran en cuenta”.

Cuando Israel partió de Egipto, en 1513 a. E.C., Jehová decidió no conducir a los israelitas por Filistea (la ruta más directa desde Egipto hasta la Tierra Prometida) para que no se desanimaran debido a tener que guerrear en seguida y decidieran regresar a Egipto. (Éx 13:17.) No es probable que los filisteos vieran el paso de millones de israelitas como el tráfico internacional que habitualmente cruzaba su tierra. El pueblo filisteo estaba bien afincado, mientras que la región del Sinaí, a la que Jehová dirigió a Israel, estaba poblada en gran parte por tribus nómadas y tenía muchas regiones deshabitadas, de modo que Israel podría cruzarla sin provocar conflictos inmediatos.

Para cuando el anciano Josué repartió la tierra que estaba al O. del Jordán, la conquista todavía no había afectado los territorios filisteos. (Jos 13:2, 3.) Sin embargo, más tarde los hombres de Judá capturaron tres de las principales ciudades filisteas: Gaza, Asquelón y Eqrón. Pero esto fue solo una victoria parcial, pues Judá “no pudo desposeer a los habitantes de la llanura baja, porque tenían carros de guerra con hoces de hierro”. (Jue 1:18, 19.)

En el tiempo de los jueces.

Durante los años siguientes, el que los filisteos y otros pueblos continuasen en Canaán sirvió para probar la obediencia de los israelitas a Jehová. (Jue 3:3, 4.) Vez tras vez fallaron en la prueba y adoptaron la adoración falsa. Por ello Jehová los abandonó en manos de sus enemigos, como los filisteos. (Jue 10:6-8.) Pero cuando clamaron a Él por ayuda, levantó misericordiosamente jueces para librarlos. (Jue 2:18.) Uno de estos jueces, Samgar, derribó a 600 filisteos usando simplemente una aguijada de ganado vacuno. (Jue 3:31.) Años más tarde, Sansón llevó “la delantera en salvar a Israel de la mano de los filisteos”, como se había predicho antes de su nacimiento. (Jue 13:1-5.) Como prueba del control que estos ejercían al principio de la judicatura de Sansón, sirve de ejemplo la ocasión en que ciertos hombres de Judá hasta llegaron a entregar a este juez en manos de los filisteos para evitar problemas. (Jue 15:9-14.)

El profeta Samuel fue testigo de la opresión filistea, y también participó en derrotarlos. Mientras servía en el tabernáculo en Siló, durante la última parte de la judicatura del sumo sacerdote Elí, los filisteos derribaron a unos 4.000 israelitas en la zona de Afeq y Ebenézer. Luego, los israelitas hicieron llevar el arca sagrada al campo de batalla, pensando que esto les daría la victoria. No obstante, los filisteos intensificaron sus esfuerzos, con lo que “cayeron treinta mil” israelitas y el Arca fue capturada. (1Sa 4:1-11.) Posteriormente, los filisteos llevaron el Arca a Asdod, al templo de su dios Dagón. La imagen de este dios cayó dos veces sobre su rostro y la segunda vez el ídolo se rompió. (1Sa 5:1-5.) Después, el Arca fue pasando de una ciudad filistea a otra. Dondequiera que la llevaban, causaba pánico y peste. (1Sa 5:6-12.) Finalmente, siete meses después de haberla capturado, la devolvieron a Israel. (1Sa 6:1-21.)

Unos veinte años más tarde (1Sa 7:2), los filisteos marcharon hacia Mizpá contra los israelitas que estaban reunidos allí por orden de Samuel para adorar. Esta vez Jehová puso a los filisteos en confusión, y así permitió que su pueblo los subyugase. Más tarde, las “ciudades que los filisteos habían quitado a Israel siguieron volviendo a Israel, desde Eqrón hasta Gat”. (1Sa 7:5-14.)

Desde el reinado de Saúl hasta que David los subyugó.

Sin embargo, esto no puso fin a las dificultades de Israel con los filisteos. (1Sa 9:16; 14:47.) Al parecer, antes del reinado de Saúl habían colocado guarniciones en territorio israelita. (Compárese con 1Sa 10:5; 13:1-3.) Los filisteos eran lo suficientemente poderosos como para prohibir a los israelitas que tuviesen sus propios herreros, y de esta forma los mantenían desarmados. Esto también obligaba a los israelitas a acudir a los filisteos para que les afilasen sus aperos de labranza. (1Sa 13:19-22.) La situación era tan crítica, que hasta algunos hebreos se pusieron de parte de los filisteos y en contra de sus compañeros israelitas. (1Sa 14:21.) No obstante, con la ayuda de Jehová, la primera campaña importante de Saúl contra los filisteos resultó en que Israel los derribase “desde Micmash hasta Ayalón”. (1Sa 13:114:31)

Más tarde, cuando los filisteos se recuperaron de esta derrota, reunieron sus fuerzas para luchar contra Israel. Los dos ejércitos tomaron su posición a cada lado de la llanura baja de Elah. Durante cuarenta días, todas las mañanas y todas las tardes, un guerrero llamado Goliat salía del campamento filisteo desafiando a Israel para que presentase a un hombre que luchase con él en un combate individual. (1Sa 17:1-10, 16.) El pastor David aceptó el desafío, derribó a Goliat con una piedra de su honda y le dio muerte con la propia espada del gigante. (1Sa 17:48-51.) Luego, los israelitas persiguieron a los filisteos que huían y los derribaron hasta llegar a las ciudades de Gat y Eqrón. (1Sa 17:52, 53.)

Después David combatió con éxito a los filisteos. Cuando regresaba de la batalla, las mujeres decían para celebrar la victoria: “Saúl ha derribado sus miles, y David sus decenas de miles”. (1Sa 18:5-7; véase también 1Sa 18:25-27, 30; 19:8.) Esto hizo que Saúl tuviese celos de David, lo que resultó finalmente en que David tuviera que huir a la ciudad filistea de Gat para salvar su vida. (1Sa 18:8, 9; 20:33; 21:10.) Parece ser que una vez allí los siervos del rey Akís quisieron matarle, pero David se hizo el loco y así pudo abandonar la ciudad a salvo. (1Sa 21:10-15.) Algún tiempo después, mientras todavía lo perseguía Saúl, David salvó de los saqueadores filisteos a Queilá, una ciudad que pertenecía a Judá. (1Sa 23:1-12.) Una incursión posterior de los filisteos en el territorio israelita obligó a Saúl a desistir temporalmente de perseguir a David. (1Sa 23:27, 28; 24:1, 2.)

Debido al continuo hostigamiento de Saúl, David decidió refugiarse de nuevo en territorio filisteo. En esta ocasión el rey Akís de Gat lo acogió y le dio la ciudad de Ziqlag. (1Sa 27:1-6.) Uno o dos años más tarde, cuando los filisteos se estaban preparando para luchar contra las fuerzas de Saúl, el rey Akís, invitó a David a ir con él, creyendo que había llegado a ser “un hedor entre su pueblo Israel”; pero los otros señores del eje de los filisteos no confiaron en David, así que, ante su insistencia, él y sus hombres volvieron a Filistea. En el siguiente conflicto con Israel, los filisteos consiguieron una victoria decisiva: Saúl y tres de sus hijos perecieron. (1Sa 27:12; 28:1-5; 29:1-11; 31:1-13; 1Cr 10:1-10, 13; 12:19.)

Finalmente, cuando se ungió a David como rey sobre todo Israel, los filisteos invadieron la llanura baja de Refaím (al SO. de Jerusalén), pero sufrieron una derrota humillante. (2Sa 5:17-21; 1Cr 14:8-12.) Una ofensiva filistea posterior finalizó también en victoria israelita. (2Sa 5:22-25; 1Cr 14:13-16.) Durante su reinado, David entabló numerosas batallas contra los filisteos y tuvo éxito en subyugarlos. Sin embargo, en una ocasión estuvo a punto de perder la vida. (2Sa 8:1; 21:15-22; 1Cr 18:1; 20:4-8.)

Desde el reinado de Salomón en adelante.

Durante varios años a partir de ese momento, no hay registro de guerras con los filisteos. Salomón, hijo de David, disfrutó de un reinado pacífico (1037-998 a. E.C.), y sus dominios se extendieron hasta la ciudad filistea de Gaza. (1Re 4:21-25; 2Cr 9:26.)

Unos veinte años después de la división del reino, los filisteos ocuparon Guibetón, ciudad asignada originalmente a Dan. Mientras los israelitas intentaban capturar esta ciudad, Baasá mató al rey Nadab de Israel y empezó a gobernar. (Jos 19:40, 44; 1Re 15:27, 28.) Unos veinticuatro años más tarde, Guibetón todavía estaba bajo el control filisteo, y para ese tiempo, Omrí, el jefe del ejército de Israel, acampó contra ella. (1Re 16:15-17.)

Parece ser que el rey Jehosafat (936-c. 911 a. E.C.) tuvo sometidos a los filisteos, pues le llevaban regalos y tributo (2Cr 17:11); pero durante el reinado de su hijo Jehoram, los filisteos y los árabes invadieron Judá y se llevaron una cantidad considerable de despojo de Jerusalén. También se llevaron cautivos a las esposas e hijos de Jehoram, con la excepción de Jehoacaz, el más joven. (2Cr 21:16, 17.) Décadas después, el rey Uzías de Judá luchó contra los filisteos, capturó Gat, Jabné y Asdod, y hasta edificó algunas ciudades dentro del territorio filisteo. (2Cr 26:6-8.) Sin embargo, durante el reinado de Acaz, nieto de Uzías, los filisteos capturaron varias ciudades israelitas y se pusieron a morar en ellas, desde el Négueb hasta el límite septentrional del reino de Judá. (2Cr 28:18.) En cumplimiento de una profecía de Isaías (14:28, 29), Ezequías, hijo de Acaz “derribó a los filisteos aun hasta Gaza”. (2Re 18:8.)

Referencias proféticas.

La profecía de Joel indicaba que debido a haber vendido a los “hijos de Judá” y los “hijos de Jerusalén” a los “hijos de los griegos”, los filisteos experimentarían un trato similar. (Joe 3:4-8.) Ya que al parecer las palabras del profeta Joel se registraron en el siglo IX a. E.C., las derrotas de los filisteos a manos de Uzías (2Cr 26:6-8) y Ezequías (2Re 18:8) pudieron ser parte del cumplimiento de esta profecía.

Sin embargo, hubo un cumplimiento mayor después que los israelitas regresaron del exilio en Babilonia. El comentarista C. F. Keil observa: “Alejandro Magno y sus sucesores pusieron en libertad a muchos de los prisioneros de guerra judíos que estaban en sus tierras (compárese con la promesa del rey Demetrio a Jonatán [Jonatás]: ‘Pongo en libertad a los judíos prisioneros de guerra que se encuentran en nuestro territorio’, Ant., F. Josefo, XIII, 2, 3), y parte de las tierras filisteas y fenicias estuvieron por un tiempo bajo el dominio judío”. (Commentary on the Old Testament, 1973, vol. 10, “Joel”, pág. 224; compárese con Abd 19, 20.) Cabe mencionar también que Alejandro Magno capturó la ciudad filistea de Gaza. A muchos de los habitantes los mataron y a los sobrevivientes se les vendió como esclavos. Otras profecías también aludieron a la ejecución de la venganza de Jehová sobre los filisteos. (Isa 14:31; Jer 25:9, 20; 47:1-7; Eze 25:15, 16; Am 1:6-8; Sof 2:5; Zac 9:5-7; para tener más detalles, véanse Asdod; Asquelón; Eqrón; Gat; Gaza.)

Ezequiel 16:27 dice que “las hijas de los filisteos” fueron humilladas por la conducta relajada de Jerusalén. (Eze 16:2.) Al parecer, esto se debía a que la infidelidad de Jerusalén a su Dios Jehová no tenía paralelo, pues los filisteos y otros pueblos se habían adherido a la adoración de sus dioses falsos. (Compárese con Jer 2:10, 11.)

Llanura de Filistea, Esta sección de tierra está al sur de las dehesas de Sarón y se extiende unos 80 kilómetros (50 millas) a lo largo de la costa y cerca de 24 kilómetros (15 millas) tierra adentro. (1 Rey. 4:21.) A veces las dunas a lo largo de la costa se adentran hasta seis kilómetros (tres millas y media). Es una llanura ondulada que se eleva como una estepa desde 30 metros (100 pies) hasta unos 200 metros (650 pies) detrás de Gaza en el sur. El suelo es fértil, pero la lluvia no es muy abundante, y siempre hay peligro de sequía.

Guelilot

(Regiones; Circuitos; de una raíz que significa: “rodar; rodar hacia fuera”)

Lugar que se nombra en relación con los límites de Benjamín. (Jos 18:17.) Se dice que Guelilot estaba “enfrente de la subida de Adumim” una ubicación que corresponde a la de Guilgal (Jos 15:7), por lo que algunos eruditos creen que Guelilot era otra denominación para la Guilgal que estaba cerca de Jericó. Otros apuntan que es un lugar o región pequeña en las inmediaciones de Tal`at ed-Damm (Ma`ale Adummim), situado en Wadi Qelt, al SO. de Jericó. (Véanse Adumim; Guilgal núm. 1.)

Guilboa

(posiblemente: Región Montuosa)

Montaña identificada tradicionalmente con Jebel Fuqu`ah y que en sí es una cordillera de colinas de piedra caliza en forma de media luna situada al E. de la llanura de Esdrelón y al OSO. de Bet-seán. Unos barrancos dividen la cordillera en varias mesetas. En su mayor parte es de roca árida, con canales escarpados en la parte N. y O., donde la Creta ha sufrido erosión. Sin embargo, en la suave vertiente occidental se cultiva el trigo y la cebada. También hay prados, higueras y olivos. El lado N. es el más abrupto y elevado, con una altura de unos 520 m. sobre el nivel del mar.
Debido a su situación estratégica al E. de la fértil llanura de Jezreel, entre el valle torrencial de Cisón y el valle del Jordán, Guilboa figuró por lo menos en dos batallas importantes. Gedeón y sus hombres acamparon en el “pozo de Harod”, al que por lo general se vincula con el manantial situado en la estribación NO. de Guilboa. (Jue 7:1.) Más tarde, el rey Saúl reunió sus fuerzas en Guilboa, para sufrir una derrota a manos de los filisteos. En esta batalla murieron tres de sus hijos: Jonatán, Abinadab y Malki-súa, y Saúl mismo se suicidó. (1Sa 28:4; 31:1-4, 8; 2Sa 1:4-10, 21; 1Cr 10:1-8.)

Guilgal

(Rodadura; Rodadura hacia Fuera)

1. Guilgal - (Bet-guilgal), Ciudad situada “en el confín oriental de Jericó”. (Jos 4:19.) Al parecer, el rey moabita Eglón, quien oprimió a Israel en el tiempo de Ehúd, tenía su residencia cerca de las “canteras” de Guilgal. (Jue 3:12-26.)
En el pasado, la mayoría de los geógrafos favorecieron Khirbet en-Nitleh como la posible ubicación de Guilgal. Sin embargo, especialmente a partir de 1931, se ha propuesto Khirbet El Mafjir, que está a unos 2 Km. al NE. de la antigua Jericó (Tell es-Sultan; Tel Yeriho). Esto concuerda con las referencias de escritores primitivos (como Josefo y Eusebio) sobre la distancia que había entre Jericó y Guilgal. Al mismo tiempo, las excavaciones arqueológicas realizadas en Khirbet en-Nitleh no han dado muestras de que hubiera estado habitada antes de nuestra era común. Por otra parte, exploraciones superficiales hechas en las inmediaciones de Khirbet El Mafjir han sacado a la luz fragmentos de alfarería que indican que aquel lugar estuvo poblado siglos antes de la era común. Este lugar no se encuentra propiamente al E. de la antigua Jericó, pero la expresión “el confín oriental de Jericó”, puede incluir el NE.
En Guilgal estuvo ubicado el primer campamento de Israel después de cruzar el Jordán en el mes de Abib (Nisán) de 1473 a. E.C. Fue allí donde Josué exigió las doce piedras tomadas de en medio del lecho del río para conmemorar el hecho de que Jehová secase las aguas del Jordán a fin de permitir que cruzase Israel. (Jos 4:8, 19-24.) También en Guilgal se circuncidó a todos los varones israelitas que habían nacido en el desierto, y después Jehová dijo: “He hecho rodar de sobre ustedes el oprobio de Egipto”. A continuación, el lugar recibió como recordatorio el nombre de “Guilgal”, que significa “Rodadura; Rodadura hacia Fuera”. (Jos 5:8, 9.) Después, ciertos gabaonitas disfrazados bajaron al valle del Jordán desde la región montañosa occidental, se dirigieron a Josué en Guilgal y celebraron un pacto con Israel. (Jos 9:3-15.) Cuando posteriormente los gabaonitas fueron atacados, el ejército de Josué marchó toda una noche desde Guilgal hasta Gabaón para poner en fuga a la liga de cinco reyes amorreos. (Jos 10:1-15.) Por otra parte, en Guilgal empezó la distribución de la tierra de Canaán (Jos 14:617:18), y en Siló se completó. (Jos 18:121:42.)
El registro dice que el ángel de Jehová fue “de Guilgal a Bokim”. (Jue 2:1.) Estas palabras pudieran aludir a la aparición del ángel cerca de Guilgal, poco después que Israel había cruzado el Jordán (Jos 5:10-14), lo que parece indicar que el mismo ángel se apareció después en Bokim.
No se sabe con seguridad si el Guilgal que visitaba Samuel en su circuito anual era este, cerca del Jordán, o el núm. 2 de este mismo artículo. (1Sa 7:15, 16.) En Guilgal Samuel ofreció sacrificios después de ungir a Saúl (1Sa 10:1, 8) y posteriormente fue allí donde constituyó de nuevo, junto con el pueblo, la gobernación real de Saúl. (1Sa 11:14, 15.)
Mientras las fuerzas filisteas se reunían en la región montañosa alrededor de Micmash, el rey Saúl estaba en el valle del Jordán, en Guilgal. Temeroso de que el enemigo cayera sobre él, tuvo la osadía de ofrecer un sacrificio quemado. (1Sa 13:4-15.) Fue también en Guilgal donde Saúl llegó a saber que Jehová le había rechazado como rey porque no había obedecido su mandato de dar por entero a la destrucción a todos los amalequitas junto con su ganado lanar y su ganado vacuno. (1Sa 15:12-28.)
Cuando fracasó la sublevación de Absalón, los hombres de Judá fueron a Guilgal para conducir al rey David a través del Jordán. (2Sa 19:15, 40.)
Por medio del profeta Miqueas, Jehová recordó a su pueblo cómo los había bendecido. “Desde Sitim [...] hasta Guilgal” había impedido que los moabitas los corrompieran, había llevado a Israel a través del Jordán y había hecho rodar de sobre ellos el oprobio de Egipto. Pero Israel no discernió estos “actos justos de Jehová”. (Miq 6:5; Nú 25:1.)
Posiblemente a Guilgal también se le conozca como Guelilot.
El Bet-guilgal mencionado después del exilio podría ser el mismo que el Guilgal cercano a Jericó, o también el que se menciona en el núm. 2. (Ne 12:28, 29.)

2. Guilgal, A pesar de algunas opiniones, el Guilgal mencionado con relación a Elías y Eliseo no es el mismo que el comentado en el apartado anterior. Antes de que Elías fuera elevado a los cielos en una tempestad de viento, él y Eliseo bajaron de Guilgal a Betel, y luego a Jericó. (2Re 2:1-5.) Esta ruta indica que Guilgal estaba cerca de Betel. Además, el hecho de que ‘bajaran’ implica que este Guilgal estaba en una región montañosa, a diferencia del Guilgal ubicado en el valle del Jordán. Por lo tanto, se suele relacionar Guilgal con Jil Jiliya, un pueblo grande situado en una colina a unos 11 Km. al N. de Betel. Más tarde, Eliseo neutralizó el efecto de un guisado envenenado en Guilgal. (2Re 4:38-41.) Es posible que sea este Guilgal, o tal vez otro, el que según Deuteronomio 11:29, 30, estaba enfrente de los montes Guerizim y Ebal.
Tiempo después, esta ciudad (o quizás la comentada en el núm. 1) debió convertirse en un centro de adoración falsa. (Os 4:15; 9:15; 12:11.) Previendo el posterior destierro del reino norteño, Jehová dijo con desprecio a los irreformables israelitas mediante su profeta Amós: “En Guilgal sean frecuentes en cometer transgresión”; también predijo el destierro de sus habitantes. (Am 4:4; 5:5.)

3. Guilgal, Lugar situado al O. del Jordán y que se menciona en una relación de las conquistas israelitas bajo el mando de Josué. (Jos 12:7, 8, 23.) Sin embargo, algunos creen que se trata de un error de transcripción, y por ello prefieren la opción que ofrece la Septuaginta: “Galilea” (BJ, CB, EMN, Ga, LT, NBE).

Nicópolis

(Ciudad de Victoria)

Ciudad donde el apóstol Pablo decidió pasar el invierno durante uno de sus viajes, y a la que instó a Tito a que fuera. (Tit 3:12.) La nota que aparece al final de la carta de Pablo a Tito en la Versión Reina-Valera de 1909, que indica que la carta se escribió desde “Nicópolis de Macedonia”, no se halla en los manuscritos más antiguos. Pablo no debió escribir su carta desde Nicópolis, puesto que Tito 3:12 da a entender que aún no se encontraba allí, sino que meramente había decidido pasar el invierno en ese lugar.
De las varias ciudades antiguas llamadas Nicópolis, la Nicópolis de Epiro, situada en una península en la Grecia noroccidental, a unos 10 Km. al N. de Préveza, parece que es la que mejor encaja con la referencia bíblica. Debido a su importancia, era un buen lugar para que Pablo declarara las buenas nuevas, y estaba ubicada convenientemente tanto para Pablo (que al parecer entonces se hallaba en Macedonia) como para Tito (que estaba en Creta). Tal vez se detuvo a Pablo en Nicópolis y después se le llevó a Roma para su último encarcelamiento y su ejecución.
Octavio Augusto fundó Nicópolis en conmemoración de su victoria naval sobre Antonio y Cleopatra en la cercana Actium en el año 31 a. E.C. Los juegos actiacos, que el emperador instituyó en honor del dios Apolo, también conmemoraban este acontecimiento. La ciudad se edificó donde había estado el campamento romano, y Octavio hizo construir un templo al dios Neptuno en el lugar donde se hallaba su propia tienda. Según el testimonio de Josefo, la mayoría de los edificios públicos se construyeron gracias al interés y apoyo económico de Herodes el Grande. (Antigüedades judías, libro XVI, cap. V, sec. 3.)

Keretitas

Nombre de un pueblo relacionado con los filisteos. (Eze 25:16; Sof 2:5.) Algunos de los keretitas sirvieron en las fuerzas militares de la nación escogida de Jehová. (2Sa 8:18; 20:23; 1Cr 18:17.)
Algunos lexicógrafos hebreos creen que kere·thím proviene del radical ka·ráth, que significa “cortar”, por lo que esta palabra debería traducirse “verdugos”. No obstante, la mayoría de los comentaristas bíblicos opinan que el término bíblico para “keretitas” (kere·thím) alude a una nacionalidad, si bien también reconocen que ka·ráth podría ser la raíz de la que se derivó kere·thím, y que Jehová empleó una aliteración al decir: “Ciertamente cortaré [hikj·rat·tí] de la existencia a los keretitas [kere·thím]”, es decir, ‘exterminaré a los exterminadores’. (Eze 25:16.)
El que se mencione juntos a los keretitas y a los filisteos en los textos de Ezequiel 25:15-17 y Sofonías 2:5-7 parece indicar que eran pueblos afines. En la Septuaginta griega, el término “keretitas” se sustituye por “cretenses”, quizás para de ese modo intentar relacionarlos con los filisteos, que procedían “de Creta [Caftor]”. (Am 9:7.) Además, en 1 Samuel 30:14, 16 se relaciona a los keretitas con “la tierra de los filisteos”. Por eso, la mayoría de los eruditos concluyen que los keretitas y los filisteos eran el mismo pueblo o dos pueblos relacionados estrechamente, mientras que otros creen que se trataba de una de las principales tribus filisteas.
Una de las hipótesis propuestas explica que si bien en un principio se trataba de dos pueblos diferentes, los filisteos fueron los más poderosos de los dos, o bien los primeros en llegar a Canaán, de modo que con el tiempo prevalecieron y dieron su nombre al territorio llamado Filistea, aunque el término “keretitas” no desapareció del todo. Según este punto de vista, las profecías de Ezequiel y Sofonías citadas antes indicarían que Jehová iba a traer venganza y aflicción sobre todos los habitantes de las ciudades de Filistea, tanto los filisteos mismos como los keretitas. Al parecer fueron los babilonios los que cumplieron estas profecías.
Algunos de los keretitas llegaron a formar parte de los contingentes militares de David, y junto con los peletitas —a menudo mencionados con ellos—, pudieron haber servido de guardia de corps real a las órdenes de Benaya. (2Sa 8:18; 20:23; 1Cr 18:17; compárese con 2Sa 23:22, 23; 1Cr 11:25.) Por ello los eruditos suelen relacionarlos con “la guardia de corps caria” del tiempo del sacerdote Jehoiadá, más de cien años después. (2Re 11:4, 19.) Aunque los keretitas del tiempo de David al parecer eran extranjeros, no eran simples mercenarios que solo actuaban por ganancia personal, como se ha argumentado equivocadamente, sino que apoyaban a David lealmente como el ungido de Jehová. Este hecho quedó manifiesto por su adherencia fiel a David cuando tuvo que huir de Jerusalén porque “el corazón de los hombres de Israel” había llegado a estar de parte del rebelde Absalón. (2Sa 15:13, 18.) De igual manera, más tarde ayudaron obedientemente a sofocar la revuelta de Seba el benjamita y apoyaron a Salomón, a quien David había elegido como sucesor real. (2Sa 20:7; 1Re 1:38, 39, 44.)

Petor

Lugar donde residía Balaam, el profeta que trató de maldecir a Israel. Se hallaba “junto al Río” —al parecer, el Éufrates—, en “Aram-naharaim” (texto masorético) o “Mesopotamia” (LXX). (Nú 22:5; 23:7; Dt 23:4, nota.) Por lo general se identifica a Petor con el “Pitru” de las inscripciones asirias. Pitru estaba a orillas del río Sajur, un afluente occidental del Éufrates al S. de Carquemis. Pero esta ubicación solo estaría en armonía con la descripción bíblica si la región a la que se llama “Aram-naharaim” o “Mesopotamia” se extendiera al O. del Éufrates.

Roma

Ciudad de la región del Lacio que pasó de ser una ciudad pequeña a convertirse en la sede del mayor imperio mundial de tiempos bíblicos; actualmente es la capital de Italia. Está situada a ambas orillas del río Tíber, a unos 25 Km. de su desembocadura, y hacia la mitad de la costa occidental de la alargada península itálica, que tiene unos 1.100 Km. de longitud.
Cuándo se fundó Roma y quién lo hizo son datos que están envueltos en la leyenda y la mitología. La tradición dice que la fundó un tal Rómulo, su primer rey, en 753 a. E.C., pero hay sepulturas y otros indicios que muestran que fue habitada mucho antes.
Los primeros poblados conocidos se asentaron sobre siete colinas al E. del río Tíber. Según la tradición, la ubicación del poblado más antiguo fue el Palatino. Las otras seis colinas situadas alrededor del Palatino eran, empezando desde el N. y en la dirección de las agujas del reloj, el Quirinal, el Viminal, el Esquilino, el Celio, el Aventino y el Capitolio. Posteriormente se desecaron los pantanosos valles que separaban las colinas y se construyeron en ellos casas, foros y circos. Según Plinio el Viejo, en el año 73 E.C. las murallas de la ciudad tenían un perímetro de unos 21 Km. Con el tiempo se anexionaron las colinas y los valles del lado occidental del Tíber, lo que incluye las más de 40 Ha. que ocupa actualmente el Vaticano. Según cálculos moderados, la población de la ciudad sobrepasaba el millón de habitantes antes del gran incendio de los días de Nerón.

La imagen política de Roma.
Roma experimentó muchas diferentes clases de gobierno a lo largo de los siglos. Algunas instituciones se importaron de otras naciones y se adaptaron, mientras que otras fueron innovaciones romanas. H. G. Wells observó en su libro Breve Historia del Mundo: “El nuevo poderío que, durante los siglos II y I antes de Jesucristo, apareciera para dominar el mundo occidental, el poderío romano, representaba en varios respectos algo distinto de los grandes imperios que hasta entonces prevalecieran en el mundo civilizado” (cap. 33, págs. 161-163). La estructura política de Roma cambió con el paso de los diferentes estilos de gobierno, entre ellos, coaliciones de jefes patriarcales, monarquías, gobiernos aristocráticos en manos de unas pocas familias de la nobleza, dictaduras y diferentes formas de gobierno republicano, en las que variaba el poder que se otorgaba a los senadores, cónsules y triunviratos (coaliciones de gobierno integradas por tres hombres), con las típicas luchas intestinas entre clases y facciones. En su última época, el imperio estuvo gobernado por emperadores. Como es característico de los gobiernos humanos, la historia política romana estuvo plagada de odios, celos, intrigas y asesinato, con muchos complots y conspiraciones generados por la fricción interna y las guerras externas.
El dominio de Roma fue extendiéndose gradualmente por todo el mundo conocido. Su influencia alcanzó primero a toda la península itálica, luego a todo el Mediterráneo y otras regiones más lejanas. El imperio llegó a ser conocido por el nombre de su capital.
Roma alcanzó el cenit de su gloria internacional durante la época de los césares. Encabeza la lista Julio César, nombrado dictador por diez años en 46 a. E.C., pero asesinado por unos conspiradores en el año 44 a. E.C. Después de un intervalo durante el cual intentó llevar las riendas del poder un triunvirato, Octavio se erigió finalmente como único gobernante del Imperio romano (31 a. E.C.14 E.C.). En el año 27 a. E.C. consiguió ser emperador, y se hizo proclamar “Augusto”. Durante su gobernación nació Jesús, en el año 2 a. E.C. (Lu 2:1-7.) Tiberio (14-37 E.C.), el sucesor de Augusto, gobernó durante el ministerio de Jesús. (Lu 3:1, 2, 21-23.) Después vinieron Cayo (Calígula) (37-41 E.C.) y Claudio (41-54 E.C.), quien promulgó un decreto por el que se expulsaba a los judíos de Roma. (Hch 18:1, 2.) A este le siguió Nerón (54-68 E.C.), a quien Pablo apeló su causa. (Hch 25:11, 12, 21.)
Después de Nerón, los emperadores romanos del primer siglo fueron en orden de sucesión: Galba (68-69 E.C.); Otón y Vitelio (69 E.C.); Vespasiano (69-79 E.C.), durante cuyo reinado se arrasó Jerusalén; Tito (79 E.C.-81 E.C.), quien antes de ser emperador dirigió el ataque contra Jerusalén; Domiciano (81-96 E.C.), durante cuyo gobierno, según la la tradición, Juan fue exiliado a la isla penal de Patmos; Nerva (96-98 E.C.), y Trajano (98-117 E.C.). Durante el gobierno de Trajano las fronteras del imperio alcanzaron sus límites máximos en todas direcciones: hasta el Rin y el mar del Norte, el Danubio, el Éufrates, las cataratas del Nilo, el gran desierto de África y, al O., el Atlántico.
Durante los años de decadencia del Imperio romano, llegó a ser emperador Constantino el Grande (306-337 E.C.), quien trasladó la capital a Bizancio (Constantinopla). Al siglo siguiente se produjo la caída del imperio, y en el año 476 E.C. un jefe militar germano llamado Odoacro se convirtió en el primer rey “bárbaro”.

Sicar

Ciudad de Samaria, y el lugar donde estaba la fuente de Jacob. Se encontraba “cerca del campo que Jacob había dado a José su hijo” en las inmediaciones de Siquem. (Jn 4:5, 6; compárese con Jos 24:32.) Aunque en el Códice Sinaítico siriaco aparece “Siquem” en lugar de “Sicar”, los mejores manuscritos griegos apoyan la lectura “Sicar”. Algunos de los primeros escritores no bíblicos distinguen entre Siquem y Sicar, mientras que otros no lo hacen. Excavaciones recientes han llevado a algunos a identificar tentativamente a Sicar con el pueblo de `Askar, a 0,7 Km. al NNE. de la fuente de Jacob y a 1 Km. aproximadamente de Siquem.

Sión - (Ciudad de David)

Originalmente era una fortaleza jebusea, que con el tiempo se llamó “la Ciudad de David”. (1Re 8:1; 1Cr 11:5.) Después de tomar el monte Sión, David fijó allí su residencia real. (2Sa 5:6, 7, 9.) Las palabras de Jehová: “Yo, sí, yo, he instalado a mi rey sobre Sión, mi santa montaña” (Sl 2:6), se refieren a David como el ungido de Dios que gobernaba desde Sión. Esta montaña llegó a ser especialmente santa para Jehová cuando David hizo que se trasladase allí el arca sagrada. (2Sa 6:17.) Más tarde, la designación “Sión” abarcó también el recinto del templo, ubicado en el monte Moria (adonde se llevó el Arca durante el reinado de Salomón), y, en realidad, ese término se aplicaba a toda la ciudad de Jerusalén. (Compárese con Isa 1:8; 8:18; véase MONTAÑA DE REUNIÓN.) Como el Arca estaba relacionada con la presencia de Jehová (Éx 25:22; Le 16:2) y Sión era un símbolo de realidades celestiales, se hablaba de Sión como el lugar de la morada de Dios (Sl 9:11; 74:2; 76:2; 78:68; 132:13, 14; 135:21) y el lugar de donde procedería la ayuda, la bendición y la salvación. (Sl 14:7; 20:2; 50:2; 53:6; 134:3.)
Jehová permitió que los babilonios desolaran Sión, o Jerusalén, debido a su infidelidad a Él. (Lam 2:1, 4, 6, 8, 10, 13.) Más tarde, en cumplimiento de la profecía, Jehová repatrió a un resto de su pueblo arrepentido a Sión o Jerusalén. (Isa 35:10; 51:3; 52:1-8; Jer 50:4, 5, 28; 51:10, 24, 35.) Esto hizo posible que Jesucristo entrara en Jerusalén cabalgando sobre un pollino y se presentara como rey en Sión, en cumplimiento de la profecía de Zacarías. (Zac 9:9; Mt 21:5; Jn 12:15.) Solo un resto respondió de manera favorable. Los líderes religiosos no solo rechazaron a Jesús como rey, sino que hasta procuraron matarlo. Como consecuencia, la Jerusalén o Sión terrestre sufrió calamidad y Dios la abandonó. (Mt 21:33-46.)
Como Jesús había sido rechazado en la Jerusalén terrestre, no podía ser allí donde Jehová colocara a su Hijo como “una piedra probada, el precioso ángulo de un fundamento seguro”. (Isa 28:16; Ro 9:32, 33; 1Pe 2:6.) Más bien, tuvo que ser en la Sión de la que se dijo a los cristianos hebreos: “Mas ustedes se han acercado a un monte Sión y a una ciudad del Dios vivo, a Jerusalén celestial, y a miríadas de ángeles, en asamblea general, y a la congregación de los primogénitos que han sido matriculados en los cielos, y a Dios el Juez de todos, y a las vidas espirituales de justos que han sido perfeccionados, y a Jesús el mediador de un nuevo pacto”. (Heb 12:22-24.) Es evidentemente sobre este monte Sión celestial que el Cordero, Cristo Jesús, está de pie junto con los 144.000 que han sido comprados de la Tierra. (Rev 14:1-3; véanse NUEVA JERUSALÉN.)

CIUDAD DE DAVID
Nombre que recibió la “fortaleza de Sión” después de ser arrebatada a los jebuseos. (2Sa 5:6-9.) Se cree que se hallaba en la estribación que se extiende al S. del monte Moria, por lo que debió estar situada al S. del lugar donde más tarde Salomón construyó el templo. En la actualidad esta estrecha meseta es bastante más baja que el monte Moria. Durante el gobierno del emperador Adriano y con motivo de la edificación, hacia el año 135 E.C., de una colonia romana que se llamaría Aelia Capitolina, se realizaron extensas excavaciones en toda esta zona. Por lo tanto, es posible que antiguamente su altura fuese comparable a la del monte Moria, aunque inferior a la de la ubicación del templo. (GRABADO, vol. 1, pág. 747; vol. 2, pág. 947.)
Este emplazamiento era muy apropiado para una “fortaleza”, ya que tenía tres de sus lados protegidos por profundos valles: al O., el valle de Tiropeón, y al E., el valle de Cedrón, que se junta con el valle de Hinón en el extremo S. de la estribación. (1Cr 11:7.) La ciudad tan solo requería fortificaciones de mayor envergadura en el N., donde la serranía aún se estrechaba más, haciendo difícil cualquier ataque. Todavía no se ha determinado de modo definitivo cuál era el límite septentrional de la “Ciudad de David”, aunque algunos eruditos creen que era el lugar estrecho antes mencionado. Con el paso de los siglos, los escombros han rellenado en gran medida los valles, lo que hace más difícil apreciar la ubicación ventajosa y estratégica de este lugar. Se calcula que el área total de la antigua Ciudad de David era de cuatro a seis hectáreas.
En el valle de Cedrón, cerca de la base del flanco oriental de la estribación en la que se halla la fortaleza, existe un manantial conocido por el nombre de Guihón. (1Re 1:33.) Las excavaciones arqueológicas han puesto al descubierto un túnel vertical cortado en la roca, que antaño servía para acceder al manantial desde el interior de la ciudad sin tener que salir de ella. Se ha sugerido que este fue el túnel por el que Joab y sus hombres penetraron en la fortaleza y la tomaron. (2Sa 5:8; 1Cr 11:5, 6.)
El nombre “Ciudad de David” se debe a que allí fue donde David fijó su residencia real después de gobernar por siete años y medio en Hebrón, y con las aportaciones del rey Hiram, se hizo construir la “casa de cedros”. (2Sa 5:5, 9, 11; 7:2.) También fue a esta ciudad adonde David hizo llevar el arca del pacto en procesión desde la casa de Obed-edom, procesión que contempló Mical, su esposa, desde una de las ventanas de la casa de David. (2Sa 6:10-16; 1Cr 15:1, 29.) Cuando David murió, se le enterró en la ciudad misma, y después se siguió la costumbre de enterrar en ella a muchos de los monarcas del linaje davídico. (1Re 2:10.)

Desde el reinado de Salomón en adelante.
Salomón trasladó el Arca al templo que se construyó en la espaciosa meseta que quedaba hacia el N. de la Ciudad de David. La expresión “subir el arca del pacto de Jehová desde la Ciudad de David” denota que la zona donde se hallaba el templo, en el monte Moria, estaba más elevada que la estribación S. (1Re 8:1.) Después de casarse con la hija de Faraón, Salomón la instaló en la Ciudad de David (1Re 3:1), pero una vez finalizadas las obras de una nueva residencia real más cercana al templo, la sacó de allí, pues aquel lugar se consideraba sagrado por haber albergado el Arca. (1Re 9:24; 2Cr 8:11.) Salomón llevó a cabo otras edificaciones en la Ciudad de David, y años después Ezequías realizó algunas reparaciones con el objeto de hacer frente a las fuerzas asirias de Senaquerib. (1Re 11:27; 2Cr 32:5.) Ezequías también desvió las aguas del manantial de Guihón hacia el lado occidental de la ciudad, haciendo cortar en la roca un túnel que al parecer corresponde al que se ha descubierto y que conecta el manantial con el estanque de Siloam, ubicado en la pendiente SO. de la estribación. (2Cr 32:30.) Manasés, su hijo y sucesor, construyó una muralla exterior siguiendo la vertiente oriental que asomaba al valle de Cedrón. (2Cr 33:14.)
Las referencias bíblicas hasta ahora examinadas permiten deducir que si bien parece que Jerusalén se extendió con el transcurso del tiempo, la Ciudad de David evolucionó por separado. Esta diferenciación se mantuvo incluso después del cautiverio babilonio, pues durante el período de reconstrucción de los muros de Jerusalén, se hizo mención de ciertos lugares de la Ciudad de David. (Ne 3:15, 16.) “La Escalera de la Ciudad de David”, por ejemplo, parece que conducía al exterior desde el extremo meridional de la ciudad. (Ne 12:37.) Las excavaciones practicadas en este lugar han puesto al descubierto vestigios de aquella escalera y aún se ve una sección de peldaños toscamente cortados en la roca que conducen desde ese punto hacia la ladera.
En las Escrituras Griegas Cristianas, la expresión “ciudad de David” se emplea para aludir a Belén, lugar de nacimiento de David y de Jesús. (Lu 2:4, 11; Jn 7:42.)

El Monte Sión
El monte Sión llegó a ser una montaña santa cuando David llevó el arca sagrada a la tienda que había levantado allí. (2Sa 6:12, 17.) Como el Arca representaba la presencia de Jehová y David debió actuar bajo la dirección divina (Dt 12:5), aquello significaba que Jehová había escogido el monte Sión como su morada. David escribió con referencia a esta selección: “La región montañosa de Basán es una montaña de Dios [o sea, creada por Dios]; la región montañosa de Basán es una montaña de picos. ¿Por qué, oh montañas de picos, se quedan mirando con envidia a la montaña que Dios ha deseado para sí para morar en ella? Aun Jehová mismo residirá allí para siempre [...]. Jehová mismo ha venido de Sinaí [donde por primera vez reveló su presencia a toda la nación de Israel] al lugar santo”. (Sl 68:15-17.) La región montañosa de Basán puede identificarse con el monte Haurán (Jebel ed Druz), así que las expresiones “montaña de Dios” y “montaña de picos” pueden referirse a esa montaña. Aunque el monte Haurán es mucho más alto que el monte Sión, Jehová escogió el lugar menos elevado para su morada.
Después de construirse el templo en el monte Moria, el término “Sión” llegó a abarcar también el recinto del templo, por lo que Sión siguió siendo la montaña santa de Dios. (Isa 8:18; 18:7; 24:23; Joe 3:17.) Como el templo de Jehová estaba ubicado en Jerusalén, a esa ciudad también se la llamaba su “santa montaña”. (Isa 66:20; Da 9:16, 20.) Es posible que el salmista se refiriera a mirar hacia dichas montañas de Jerusalén al orar cuando dijo: “Alzaré mis ojos a las montañas. ¿De dónde vendrá mi ayuda? Mi ayuda viene de Jehová”. (Sl 121:1, 2; compárese con Sl 3:4; 1Re 8:30, 44, 45; Da 6:10.)

La montaña de reunión
Esta expresión aparece en Isaías 14:13, donde el rey de Babilonia dice en su corazón: “Por encima de las estrellas de Dios alzaré mi trono, y me sentaré sobre la montaña de reunión, en las partes más remotas del norte”.
Algunos eruditos dicen que esta “montaña de reunión” era una elevación distante septentrional, que los babilonios consideraban el lugar donde moraban sus dioses. Sin embargo, las palabras de Isaías 14:13 no profetizaban lo que diría el rey de Babilonia, sino la ambición y la actitud que tendría. (Compárese con Isa 47:10.) Eran parte de un dicho proverbial que los israelitas repatriados pronunciarían contra el rey de Babilonia. (Isa 14:1-4.) Por lo tanto, es lógico que se identifique la “montaña de reunión” a la luz de las Escrituras, no sobre la base de lo que deben haber sido las concepciones religiosas paganas del rey de Babilonia. Ciertamente el rey de Babilonia no tendría ningún deseo de elevar su trono por encima de las estrellas de un dios a quien adoraba. Además, Isaías 14:14 muestra claramente que no se hace referencia a ninguno de los dioses babilonios, sino al Altísimo. Por consiguiente, la “montaña de reunión” debe relacionarse con el Dios Altísimo.
En el tiempo de Isaías había solo una montaña, el monte Sión (cuyo nombre llegó a incluir el recinto del templo, que estaba sobre el monte Moria), donde Dios se reunía de modo representativo con su pueblo. (Compárese con Isa 8:18; 18:7; 24:23; Joe 3:17.) Se le podía denominar apropiadamente la “montaña de reunión”, porque todos los israelitas varones adultos debían presentarse ante el rostro de Jehová tres veces al año en el santuario que allí había. (Éx 23:17.) El Salmo 48:1, 2 confirma esa conclusión, pues sitúa el monte Sión en una ubicación septentrional, y la “montaña de reunión” también se hallaba en “los lados remotos del norte”.

Sitim

(Acacias)

1. Sitim, Lugar de las llanuras desérticas de Moab hasta donde se extendió el campamento de los israelitas desde Bet-jesimot. (Nú 25:1; 33:49; Jos 2:1.) Al parecer, “Sitim” es una forma abreviada del nombre Abel-sitim (Cauce de las Acacias). Algunos lo han identificado con Tell el-Kefrein, colina baja que está a unos 8 Km. al NE. de Bet-jesimot (Tell el-`Azeimeh, cerca del ángulo NE. del mar Muerto). Sin embargo, se prefiere Tell el-Hammam, un lugar mayor que ocupó una posición muy estratégica y está a unos 2,5 Km. al E. de Tell el-Kefrein.
Por medio de su profeta Miqueas, Jehová recordó a los israelitas lo que había hecho a favor de ellos: “Oh pueblo mío, recuerda, por favor, lo que Balac el rey de Moab aconsejó, y lo que Balaam hijo de Beor le respondió. Desde Sitim fue esto, aun hasta Guilgal, con el fin de que los actos justos de Jehová se supieran”. (Miq 6:5.) Mientras Israel estaba acampado en las llanuras de Moab, que englobaban Sitim, Jehová frustró el intento de Balac de hacer que Balaam maldijera a los israelitas; obstaculizó el esfuerzo moabita de destruir a su pueblo. Luego permitió que Israel derrotase a los madianitas, quienes, junto con los moabitas, habían participado en hacer que muchos israelitas practicaran inmoralidad e idolatría. Jehová llevó a Israel a través del Jordán mediante un milagro, y en Guilgal ‘hizo rodar el oprobio de Egipto de sobre ellos’. (Nú 22:425:8; 31:3-11, 48-50; Jos 3:1, 14-17; 5:9.)

2. Sitim, Si Sitim designa un valle torrencial en particular, “el valle torrencial de los Árboles de Acacia” (Sitim) podría ser el curso inferior del valle torrencial de Cedrón. (Joe 3:18.)

Sunem - (Sulem - Sulam)

Ciudad del territorio de Isacar (Jos 19:17, 18) que no quedaba muy lejos de Jezreel y el monte Guilboa. (1Sa 28:4.) Se la ha identificado con la moderna Sulam (Shunem), situada en la ladera sudoccidental de Jebel Dahi (Giv`at ha-More), desde donde se divisa la llanura baja de Jezreel. Este lugar se halla a unos 5 Km. al N. del pueblo abandonado de Zer`in (Tel Yizre`el) y aproximadamente a 8 Km. al N. del extremo occidental del monte Guilboa.
Los filisteos acamparon en Sunem antes de la batalla en la que murió el rey Saúl. (1Sa 28:4.) La bella Abisag (“la sunamita”), que cuidaba del anciano rey David, procedía de este lugar (1Re 1:3, 4), y, más tarde, el profeta Eliseo solía alojarse en el hogar de una pareja hospitalaria de esa ciudad. (2Re 4:8.)

Sulamita
Nombre que se aplica a la hermosa campesina protagonista de El Cantar de los Cantares (6:13). Probablemente indica que procedía de la ciudad de Sunem, la moderna Sulam. (Compárese con 1Re 1:3.) Apoya este punto de vista el hecho de que la Septuaginta griega (Manuscrito Vaticano núm. 1209) la llame “sunamita”, y también el que Eusebio, escritor eclesiástico del siglo IV E.C., llame Sulem a Sunem. (Onomasticón, 158, 11.)

Sunamita
(De [Perteneciente a] Sunem).
Habitante de Sunem. A Abisag, la enfermera que tuvo David de anciano, se la llama “sunamita”. (1Re 1:3, 4, 15; 2:17, 21, 22.)
Mujer prominente de Sunem que fue hospitalaria con el profeta Eliseo, al ofrecerle alimento y alojamiento con regularidad; se desconoce su nombre. Debido a su bondad, se la recompensó con un hijo. No obstante, cuando años después el muchacho murió, la sunamita anduvo unos 30 Km. hasta encontrarse con Eliseo en el monte Carmelo, donde, con amargo dolor, le dijo: “¿Pedí yo un hijo por medio de mi señor? ¿No dije yo: ‘No debes conducirme a una esperanza falsa’?”. Después, el profeta regresó con ella, oró a Jehová y el muchacho recobró la vida. (2Re 4:8-37.)
Debido a que Eliseo le advirtió que se acercaba un hambre, la sunamita, para entonces viuda, y su casa, fueron a vivir con los filisteos por siete años. Cuando regresó, se encontró con que su propiedad había sido confiscada. Sin embargo, cuando el rey se enteró de su anterior relación con Eliseo, hizo que le devolvieran todos sus bienes. (2Re 8:1-6.)

Traconítide

(de una raíz griega que significa: “escabroso”, probablemente, terreno escabroso)

Tanto esta región como la de Iturea estaban bajo la administración de Filipo, gobernador romano de distrito durante los ministerios de Juan el Bautista y Jesús. (Lu 3:1.) Los límites septentrionales de Traconítide estaban a unos 40 Km. al SE. de Damasco en la parte NE. de Basán. La forma del territorio —de unos 900 Km.2— era semejante a una pera.
En la parte central abundan depósitos de lava con fisuras profundas y hoyos, que dejan poca tierra útil para cualquier otro cultivo aparte de la vid. Es una zona agreste, inhóspita y sombría, conocida actualmente por el nombre árabe el Leja (que significa “El Refugio”), puesto que proporciona buenos escondrijos para los fugitivos de la justicia.
A juzgar por las ruinas de sus ciudades antiguas, la población de Traconítide fue en un tiempo mucho mayor que en la actualidad. El que no se utilizara madera en la construcción de esas ciudades muestra que es probable que incluso en tiempos antiguos el país estuviera tan privado de árboles maderables como hoy en día. La crianza de ovejas y cabras es posible debido a la pluviosidad moderada y a la presencia de numerosos manantiales.
En la Biblia solo se menciona Traconítide una vez, aunque Estrabón y Josefo hacen varias referencias a esta región. Por tales fuentes sabemos que el emperador romano Augusto incluyó a Traconítide en el territorio del reino dado a Herodes el Grande. Al morir Herodes, su hijo Filipo recibió Traconítide como parte de su tetrarcado, sobre el que gobernó hasta su muerte.



©2002-2011 La Biblia Din@mica
Última actualización 26/02/2011

Geografía de la Biblia VI

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog