viernes, 15 de abril de 2011

Conocereis de Verdad | Pío XII - H: judaísmo mundial, exterminio y nazismo, Bernard-Henri Lévy

Conocereis de Verdad | Pío XII - H: judaísmo mundial, exterminio y nazismo, Bernard-Henri Lévy

Friday 15 April 2011 | Actualizada : 2011-04-10
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La cuestión del silencio sobre la Shoah es más compleja de lo que parece. Además del silencio de Pío XII, hubo silencios por parte de otros que se prolongaron mucho más allá de la segunda guerra mundial. Las acusaciones contra Pío XII se hicieron rumorosas y persistentes sólo luego de su muerte, a partir de los años ´60, pues antes de entonces el mundo judío calló, no tanto sobre ese Papa, sino sobre la misma Shoah:

"Los quince años posteriores a la segunda guerra mundial que en Europa fue el período de silencio y de la gran eliminación de la Shoah, fue en efecto también para Israel un período de silencio".

Esto ha escrito Anna Foa, judía, docente de Historia en la Universidad de Roma "La Sapienza", en un artículo publicado en "L´Osservatore Romano" el 15 de enero de 2010, dos días antes de la visita de Benedicto XVI a la sinagoga (día 17 enero MMX).


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1 ¡Alaben al Señor, todas las naciones,

glorifíquenlo, todos los pueblos!

2 Porque es inquebrantable su amor por nosotros,

y su fidelidad permanece para siempre.

¡Aleluya! SALMO 117


En la sinagoga de Roma el Papa relee las "Diez Palabras"



Ha vuelto a proponer el decálogo de Moisés como "estrella polar" para Israel, los cristia la humanidad. Pero las palabras de Benedicto XVI a los judíos caen sobre un terreno muy accidentado. Anna Foa y Mordechay Lewy: también el judaísmo debe hacer autocrítica


ROMA, 18 de enero de 2010 – Las palabras dichas ayer por Benedicto XVI en la sinagoga de Roma – reproducidas íntegramente más abajo – son tanto más relevantes en cuanto han resonado en el marco de un paisaje no totalmente amigo, como es inevitable que ocurra entre dos creencias tan unidas desde la raíz y al mismo tiempo tan radicalmente divididas por ese Jesús de Nazareth que para los cristianos es el Hijo de Dios.

Para recibir al Papa Joseph Ratzinger estaba el rabino jefe de Roma, Riccardo Di Segni, estaba la comunidad judía romana casi en su totalidad, la más consistente de Italia, heredera de aquélla que habitaba en la ciudad "caput mundi" aún antes que arribaran los apóstoles Pedro y Pablo, judíos convertidos a Jesús.

No estaba el otro célebre rabino de Italia, Giuseppe Laras, de la comunidad judía de Milán. No creyó en este encuentro y lo ha dicho: "Sólo será la Iglesia que la que se beneficie". Él considera que con Benedicto XVI el vínculo fraterno entre judíos y católicos no se ha reforzado, sino que "se ha tornado cada vez más débil".

Le respondió el rabino Di Segni: "Será el tiempo el que demuestre cuál de [nuestras] dos visiones opuestas habrá tenido razón".

En efecto, son muchas las cuestiones todavía "indecisas" entre los judíos y la Iglesia de Roma.


EL DÍA DEL "FESTIVAL DE PLOMO"


Ya la fecha elegida para la visita tenía una doble arista. Para los judíos de Roma, el 17 de enero es el día del "Festival de plomo": la memoria del incendio desatado por odio a su ghetto en 1793, afortunadamente apagado por un violento chaparrón que descendió de un cielo que mostraba color "de plomo".

El ghetto cercado ha sido durante siglos la modalidad de la presencia de los judíos en la Roma papal. Al término de la visita a la sinagoga, Benedicto XVI inauguró en el Museo Hebraico una muestra sobre cómo en el siglo XVIII los judíos romanos fueron obligados a participar en la ceremonia de toma de posesión de cada nuevo Papa: con flores, paños y estandartes en el área situada entre el Coliseo y el Arco de Tito, el cual celebra la destrucción definitiva del Templo de Jerusalén por obra del imperio romano.


EL RECHAZO DEL RABINO LARAS


Pero el 17 de enero, en Italia, se celebra también la "Jornada para la profundización y el desarrollo del diálogo entre católicos y judíos". Desde el año 2001 la comunidad judía la promueve junto a los obispos italianos, y desde el año 2005 ambas partes se pusieron de acuerdo para dedicarla a uno de los diez mandamientos, uno por año, tomando como base el discurso pronunciado ese año por Benedicto XVI en la sinagoga de Colonia [Alemania].

Pero el año pasado los judíos retiraron su adhesión a la Jornada, impulsados sobre todo por el rabino Laras, echando la culpa al mismo Benedicto XVI y en particular a su decisión de introducir, en el rito romano antiguo del Viernes Santo, la oración para que Dios "ilumine" los corazones de los judíos, "para que reconozcan a Jesucristo como salvador de todos los hombres". Esta oración fue calificada de inaceptable por Laras, ya que finaliza con la conversión de los judíos a la fe cristiana.

No todos los judíos italianos estuvieron de acuerdo con este gesto de ruptura. Pero la polémica contra Benedicto XVI alcanzó tonos todavía más ásperos y se extendió a todo el mundo, a causa de la revocación de la excomunión de cuatro obispos lefebvristas de orientación antijudía, entre los cuales había uno, el inglés Richard Williamson, quien negó descaradamente la Shoah.

El Papa explicó la intención de su gesto en una carta a los obispos italianos, fechada el 10 de marzo de 2009. Y en un pasaje de la carta agradeció a "los amigos judíos" que - más que tantos hombres de Iglesia - lo hayan "ayudado a sacar del medio el malentendido y a establecer la amistad y la confianza".

La tempestad amainó un poco. Así, en el 2010, este 17 de enero, los judíos italianos han vuelto a promover la Jornada del diálogo, junto a los obispos italianos, dedicándola al mandamiento cuarto según la numeración judía: "Recuerden el día del sábado para santificarlo".

A mejorar el clima contribuyó el viaje de Benedicto XVI a Tierra Santa, el pasado mes de mayo.

Pero también luego de ese viaje permanecieron en pie las cuestiones controversiales, en particular dos, entrecruzadas entre ellas: Pío XII y la Shoah.


LOS SILENCIOS DE PÍO XII Y DE LOS JUDÍOS


La acusación más grave arrojada por una parte del judaísmo mundial – y también por una fracción del catolicismo – imputa a Pío XII haber callado frente al exterminio llevado a cabo por el nazismo.

Antes de ingresar, ayer, a la sinagoga, Benedicto XVI permaneció de pie frente a la lápida que recuerda la deportación a Auschwitz, el 16 de octubre de 1943, de un millar de judíos de Roma. La acusación contra Pío XII es de haber callado también en esa ocasión.

En defensa de Pío XII, se afirma que él calló para no provocar todavía más víctimas, si efectuaba protestas públicas. En este sentido, él hizo muchísimo para salvar la vida de numerosos judíos, quienes en efecto encontraron protección en iglesias, conventos e institutos católicos.

Precisamente en los días que han precedido la visita de Benedicto XVI a la sinagoga, se conocieron otros casos de judíos salvados. Algunos de ellos encontraron refugio durante la guerra en la abadía romana de las Tres Fuentes, edificada en el lugar en que tuvo lugar el martirio de san Pablo. Los alemanes se habían asentado allí, pero no se dieron cuenta que entre los monjes había judíos vestidos con el sayo monástico, quienes al final se salvaron.

En el plano historiográfico, el perfil de Pío XII como "papa de Hitler" aparece cada vez más infundado. Pero siguen siendo fuertes y difundidas las críticas a sus silencios públicos sobre la Shoah. Esto explica las reacciones negativas de muchos judíos al procedimiento de la causa de beatificación de Pío XII, uno de cuyos pasos importantes ha sido la proclamación de sus "virtudes heroicas", el pasado 19 de diciembre.

Según el rabino Laras, esta decisión de Benedicto XVI habría sido motivo suficiente para que los judíos de Roma cancelaran su visita a la sinagoga.

Pero la cuestión del silencio sobre la Shoah es más compleja de lo que parece. Además del silencio de Pío XII, hubo silencios por parte de otros que se prolongaron mucho más allá de la segunda guerra mundial. Las acusaciones contra Pío XII se hicieron rumorosas y persistentes sólo luego de su muerte, a partir de los años ´60, pues antes de entonces el mundo judío calló, no tanto sobre ese Papa, sino sobre la misma Shoah:

"Los quince años posteriores a la segunda guerra mundial que en Europa fue el período de silencio y de la gran eliminación de la Shoah, fue en efecto también para Israel un período de silencio".

Esto ha escrito Anna Foa, judía, docente de Historia en la Universidad de Roma "La Sapienza", en un artículo publicado en "L´Osservatore Romano" el 15 de enero de 2010, dos días antes de la visita de Benedicto XVI a la sinagoga.

Un artículo de notable relevancia, teniendo en cuenta donde y cuando ha sido escrito.


ANNA FOA Y EL "PECADO DE ORIGEN" DE ISRAEL


En el artículo, Anna Foa hace propias las tesis de uno de los mayores eruditos del sionismo: Georges Bensoussan. A juicio de ambos, el Estado de Israel no nació como "redención" del exterminio de los judíos llevado a cabo por Hitler. El verdadero generador del Estado fue el sionismo, ya durante el mandato británico, con el asentamiento en ese territorio de judíos motivados en construir un hombre nuevo. La idea de la Shoah como fundamento del Estado de Israel tomó fuerza sólo mucho más tarde, luego del proceso a Eichmann y, sobre todo, luego de la guerra del Kippur en décadas recientes. Para prepararla – escribe Anna Foa – hubo precisamente los quince años de silencio post-bélico, un silencio "habitado por recuerdos reprimidos, por nuevos miedos identificados con los antiguos temores realizados en la Shoah, por sentimientos de culpa y voluntad de revancha".

Leído de este modo, el nacimiento del Estado de Israel no es más ese "pecado de origen" que todavía hoy le imputan muchos de sus amigos y enemigos. Entre estos últimos hay también muchos católicos, en primera fila los árabes que viven en la región. El más notable de ellos, el patriarca latino de Jerusalén Fouad Twal, también estaba ayer en la sinagoga de Roma, a la llegada del Papa.

Según tal "vulgata", el Estado de Israel fue creado por las grandes potencias, para poner remedio al anterior exterminio en Europa de seis millones de judíos, con lo cual se compensó una injusticia cometiendo otra, al dañar a las poblaciones árabes del lugar. En 1964, cuando Pablo VI fue a Tierra Santa, la Iglesia de Roma no había aceptado todavía la existencia del nuevo Estado. Y cuando tres décadas después, en 1993, la Santa Sede reconoció finalmente al Estado de Israel y estableció con éste vínculos diplomáticos, los árabes-cristianos consideraron ese acto como una traición.

Pero por parte de Juan Pablo II y ahora de Benedicto XVI, el reconocimiento del Estado de Israel ya no tiene pendiente ninguna cuestión.

Pero por otro lado, la memoria de la Shoah permanentemente desplegada como arma de acusación contra la Iglesia de Pío XII y de sus sucesores, impide al judaísmo alejarse de su identidad de víctima.

Precisamente así termina Anna Foa su artículo en "L´osservatore Romano". Al asumir la Shoah, al contrario que el sionismo, como fundamento de la propia identidad política y religiosa, Israel arriesga "replegarse sobre la catástrofe, en vez de hacerlo sobre la esperanza del futuro"; se encierra en "una identidad doliente que oscila siempre entre Auschwitz y Jerusalén".


MORDECHAY LEWY Y LA INCAPACIDAD DE PERDONAR


También en "L´Osservatore Romano", en los días anteriores a la visita de Benedicto XVI a la sinagoga, otro judío notable ha ido todavía más a fondo respecto a la misma cuestión.

El autor, Mordechay Lewy, es embajador de Israel ante la Santa Sede y ha publicado su artículo, tanto en el diario vaticano del 13 de enero, como en "Pagine ebraiche", el mensuario de los judíos italianos.

Lewy reconoce que "sólo pocos representantes del judaísmo están comprometidos realmente en el diálogo con los católicos". Son sobre todo los judíos reformados, mientras que las corrientes ortodoxas son más reacias.

El motivo – escribe – es que el diálogo entre judíos y cristianos es asimétrico. Mientras que los cristianos tienen el Antiguo Testamento junto al Nuevo, los judíos tienden a definir su propia identidad religiosa en términos de "autosuficiencia teológica". Se sienten los únicos "predestinados" por Dios. Están empeñados valientemente en sobrevivir en medio de cristianos que durante siglos han hecho de todo para convertirlos, "gentilmente o, en la mayoría de los casos, coercitivamente".

De este modo, "una herida grave y dolorosa, infligida en el pasado, se abre cada vez que la víctima se encuentra frente a los símbolos del verdugo".

También hoy sucede esto para muchos judíos, escribe Lewy:

"Desean evitar toda situación en la que se deba perdonar a alguien, especialmente si se lo identifica justa o erróneamente como representante del verdugo. La víctima judía parece incapaz de conceder la absolución para crímenes lejanos o recientes, perpetrados contra sus hermanos y hermanas".

La autocrítica no es menor. Pero justamente en el discurso que le ha dirigido a Benedicto XVI, al recibirlo en la sinagoga, el rabino jefe de Roma, Riccardo Di Segni, ha dicho palabras que permiten abrigar esperanzas, a propósito de ser "hermanos" entre judíos y cristianos:

"El relato del Sefer Bereshit, el Génesis, da sobre esto indicaciones preciosas. Como explica rav Sachs, hay en el libro, desde el comienzo hasta el final, un hilo conductor que vincula historias diversas. La relación entre hermanos comienza muy mal, ya que Caín mata a Abel. Otra pareja de hermanos, Isaac e Ismael, vive separada, víctima de rivalidades heredadas, pero se vuelve a encontrar mediante un gesto de piedad en la sepultura de Abraham, el padre común. Una tercera pareja de hermanos, Esaú y Jacob, igualmente conflictiva, se encuentra mediante una breve conciliación y un abrazo, pero las sendas que recorren los dos se separan. Finalmente, la historia de José y sus hermanos, comenzada dramáticamente con un intento de homicidio y una venta como esclavo, se resuelve con una conciliación final, cuando los hermanos de José reconocen su error y dan prueba de querer sacrificarse por el otro. Si el nuestro es un vínculo entre hermanos, hay que preguntarse sinceramente en qué punto estamos de este recorrido y cuánto nos separa todavía de la recuperación de un vínculo auténtico de fraternidad y comprensión, y qué debemos hacer para alcanzarlo".

*Sobre este trasfondo, a continuación reproducimos lo que ha dicho el Papa Joseph Ratzinger en la sinagoga de Roma, el 17 de enero de 2010.



LAS "DIEZ PALABRAS" QUE ILUMINAN EL MUNDO

por Benedicto XVI en el Gran Templo – Sinagoga de Roma el 17 Enero MMX.


“El Señor ha hecho grandes cosas para ellos.
Grandes cosas ha hecho el Señor para nosotros:
estábamos llenos de alegría” (Salmo 126).

“¡Qué bello y qué dulce
que los hermanos vivan unidos!” (Salmo 133).

1. Al comienzo del encuentro en el Templo Mayor de los judíos de Roma, los salmos que hemos escuchado nos sugieren la actitud espiritual más auténtica para vivir este particular y encantador momento de gracia: la alabanza al Señor, que ha hecho grandes cosas para nosotros, nos ha reunido aquí con su "hesed", el amor misericordioso, y el agradecimiento por habernos hecho el don de volver a encontrarnos juntos para hacer más firmes los lazos que nos unen y continuar recorriendo la senda de la reconciliación y de la fraternidad. [...]

Al venir a visitaros por primera vez como cristiano y como Papa, mi venerado predecesor Juan Pablo II, casi veinticuatro atrás, intentó ofrecer una contribución decidida a la consolidación de los buenos vínculos entre nuestras comunidades, para superar toda incomprensión y prejuicio. Mi visita se inserta en el camino trazado, para confirmarlo y reforzarlo. Con sentimientos de viva cordialidad me encuentro en medio de ustedes, para manifestarles la estima y el afecto que el Obispo y la Iglesia de Roma, al igual que toda la Iglesia católica, procuran a esta comunidad y a las comunidades judías dispersas en el mundo.

2. La doctrina del Concilio Vaticano II ha representado para los católicos un punto firme al que remitirse constantemente en el comportamiento y en los vínculos con el pueblo judío, signando una nueva y significativa etapa. El acontecimiento conciliar dio un impulso decisivo al esfuerzo de recorrer un camino irrevocable de diálogo, de fraternidad y de amistad, camino que se ha profundizado y desarrollado en estos cuarenta años con pasos y gestos importantes y significativos, entre los cuales deseo mencionar nuevamente la histórica visita a este lugar de mi venerable predecesor, el 13 de abril de 1986, los numerosos encuentros que él tuvo con personalidades judías, también durante los viajes apostólicos internacionales, la peregrinación jubilar a Tierra Santa en el año 2000, los documentos de la Santa Sede que, luego de la Declaración "Nostra aetate", han ofrecido preciosas orientaciones para un desarrollo positivo en las relaciones entre católicos y judíos. También yo, en estos años de pontificado, he querido mostrar mi cercanía y mi afecto hacia el pueblo de la Alianza. Conservo vivo en mi corazón todos los momentos de la peregrinación que he tenido la alegría de realizar a Tierra Santa, en mayo del año pasado, como también los numerosos encuentros con comunidades y organizaciones judías, en particular en las sinagogas de Colonia y de Nueva York.

Además, la Iglesia no ha dejado de deplorar las faltas de sus hijos e hijas, al pedir perdón por todo lo que ha podido favorecer de alguna manera las llagas del antisemitismo y del antijudaísmo (cfr. la Comisión para las relaciones religiosas con el Judaísmo, "Nosotros recordamos: una reflexión sobre la Shoah", 16 marzo 1998). ¡Que estas llagas puedan ser curadas para siempre! Vuelve a mi mente la acongojada oración al Muro del Templo en Jerusalén, efectuada por el Papa Juan Pablo II el 26 de marzo del 2000, la cual resuena verdadera y sincera en lo profundo de nuestro corazón: "Dios de nuestros padres, tú has elegido a Abraham y a su descendencia para que tu Nombre fuera dado a conocer a las naciones: nos duele profundamente el comportamiento de cuantos, en el curso de la historia, han hecho sufrir a estos tus hijos, y, a la vez que te pedimos perdón, queremos comprometernos en una auténtica fraternidad con el pueblo de la alianza.

3. El transcurso del tiempo nos permite reconocer en el siglo XX una época verdaderamente trágica: guerras sanguinarias que han sembrado destrucción, muerte y dolor como nunca antes había ocurrido; ideologías terribles que han tenido en su raíz la idolatría del hombre, de la raza y del Estado y que llevado una vez más a que el hermano mate a su hermano. El drama singular y desconcertante de la Shoah representa de alguna manera el vértice de un camino de odio que nace cuando el hombre olvida a su Creador y se pone a sí mismo en el centro del universo. Como dije en la visita del 28 de mayo de 2006 al campo de concentración de Auschwitz, todavía impresa profundamente en mi memoria, “los potentados del Tercer Reich querían aplastar al pueblo judío en su totalidad” y en el fondo, “con la aniquilación de este pueblo, esos criminales violentos quería matar a aquel Dios que llamó a Abraham, que hablando en el Sinaí estableció los criterios para orientar a la humanidad, criterios que son válidos para siempre”.

¿Como no recordar en este lugar a los Judíos romanos que fueron arrancados de estas casas, frente a estos muros, y con horrendos tormentos fueron asesinados en Auschwitz? ¿Cómo es posible olvidar sus rostros, sus nombres, las lágrimas, la desesperación de hombres, mujeres y niños? El exterminio del pueblo de la Alianza de Moisés, primero anunciado y luego sistemáticamente programado y realizado en Europa bajo el dominio nazi, llegó trágicamente en ese día también a Roma. Lamentablemente, muchos permanecieron indiferentes, pero muchos, también entre los católicos italianos, sostenidos por la fe y la doctrina cristianas, actuaron con valentía, abriendo los brazos para socorrer a los judíos acorralados y fugados, muchas veces arriesgando su propia vida y mereciendo un agradecimiento perenne. También la Sede Apostólica desplegó una acción de socorro, muchas veces en forma oculta y discreta.

La memoria de estos acontecimientos debe impulsarnos a reforzar los lazos que nos unen, para que crezcan cada vez más la comprensión, el respeto y la hospitalidad.

4. Nuestra cercanía y fraternidad espirituales encuentran en la Sagrada Biblia – en hebreo "Sifre Qodesh" o “Libros de Santidad” – el fundamento más sólido y perenne, en base al cual nos ponemos constantemente frente a nuestras raíces comunes, a la historia y al rico patrimonio espiritual que compartimos. Es escrutando su mismo misterio que la Iglesia, pueblo de Dios de la Nueva Alianza, descubre el propio y profundo ligamen con los judíos, elegidos por el Señor antes que todos los demás para recibir su palabra. “A diferencia de otras religiones no cristianas, la fe judía ya es una respuesta a la revelación de Dios en la Antigua Alianza. Pertenece al pueblo judío ‘la adopción filial, la gloria, las alianzas, la legislación, el culto, las promesas, los patriarcas; de todo lo cual procede Cristo según la carne’ (Rom 9, 4-5) porque ‘los dones y la vocación de Dios son irrevocables’ (Rom 11, 29)” (Catecismo de la Iglesia Católica, 839).

5. Numerosas pueden ser las implicancias que derivan de la comunidad herencia extraída de la Ley de los Profetas. Quisiera recordar algunas: ante todo, la solidaridad que liga a la Iglesia y al pueblo judío “a nivel de su misma identidad” espiritual y que ofrece a los cristianos la oportunidad de promover “un nuevo respeto por la interpretación judía del Antiguo Testamento” (cfr. Pontificia Comisión Bíblica, "El pueblo judío y sus Escrituras Sagradas en la Biblia cristiana", 2001, pp. 12 y 55); la centralidad del Decálogo como mensaje ético común de valor perenne para Israel, la Iglesia, los no creyentes y toda la humanidad; el esfuerzo para preparar o realizar el Reino del Altísimo en el “cuidado de lo creado”, confiado por Dios al hombre para que lo cultive y lo custodie responsablemente (cfr. Gn 2, 15).

6. En particular el Decálogo – las “Diez Palabras” o Diez Mandamientos (cfr. Ex 20, 1-17; Dt 5, 1- 21) – que provine de la Torah de Moisés, constituye la antorcha de la ética, de la esperanza y del diálogo, estrella polar de la fe y de la moral del pueblo de Dios, e ilumina y guía también el camino de los cristianos. El Decálogo constituye un faro y una norma de vida en la justicia y en el amor, un “gran código” ético para toda la humanidad. Las “Diez Palabras” arrojan luz sobre el bien y el mal, sobre lo verdadero y lo falso, sobre lo justo y lo injusto, también según los criterios de la recta conciencia de cada persona humana. Jesús mismo lo ha repetido muchas veces, subrayando que es necesario un esfuerzo operante en el camino de los Mandamientos: “Si quieres entrar en la Vida eterna, cumple los Mandamientos” (Mt 19, 17). En esta perspectiva, son varios los campos de colaboración y de testimonio. Querría recordar tres particularmente importantes para nuestro tiempo.

Las “Diez Palabras” piden reconocer al único Señor, contra la tentación de fabricar otros ídolos, de construir becerros de oro. En nuestro mundo, muchos no conocen a Dios o lo consideran superfluo, sin relevancia para la vida; así se han fabricado otros y nuevos dioses ante los cuales se arrodilla el hombre. Despertar en nuestra sociedad la apertura a la dimensión trascendente, testimoniar al único Dios es un servicio precioso que judíos y cristianos pueden ofrecer juntos.

Las “Diez Palabras” piden el respeto y la protección de la vida contra toda injusticia y abuso, reconociendo el valor de cada persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios. ¡Cuantas veces, en cada parte de la tierra, cercana y lejana, son todavía pisoteados la dignidad, la libertad y los derechos del ser humano! Testimoniar juntos el valor supremo de la vida contra todo egoísmo es ofrecer un aporte importante para un mundo en el que reine la justicia y la paz, el “shalom” deseado por los legisladores, por los profetas y por los sabios de Israel.

Las “Diez Palabras” piden conservar y promover la santidad de la familia, en la cual el “sí” personal y recíproco, fiel y definitivo del hombre del hombre y de la mujer, abre el espacio para el futuro, para la auténtica humanidad de cada uno, y al mismo tiempo se abre al dono de una nueva vida. Testimoniar que la familia sigue siendo la célula esencial de la sociedad y el contexto de base en los que se aprende y se ejercitan las virtudes humanas es un precioso servicio a ofrecer para la construcción de un mundo de rostro más humano.

7. Como enseña Moisés en el "Shemà" (cfr. Dt 6, 5; Lv 19, 34) – y Jesús reafirma en el Evangelio (cfr. Mc 12, 19-31), todos los Mandamientos se resumen en el amor a Dios y en la misericordia hacia el prójimo. Tal regla obliga a judíos y cristianos a ejercitar, en nuestro tiempo, una generosidad especial hacia los pobres, las mujeres, los niños, los extranjeros, los enfermos, los débiles, los necesitados. En la tradición judía hay una expresión admirable de los Padres de Israel: “Simón el Justo acostumbraba decir: el mundo se funda sobre tres cosas - la Torah, el culto y los actos de misericordia” (Aboth 1, 2). Con el ejercicio de la justicia y de la misericordia, judíos y cristianos están llamados a anunciar y a dar testimonio del Reino del Altísimo que viene, y para lo cual rezamos y obramos cada día con esperanza.

8. Podemos dar pasos juntos en esta dirección, conscientes de las diferencias que hay entre nosotros, pero también del hecho que si logramos unir nuestros corazones y nuestras manos para responder a la llamada del Señor, su luz se hará más cercana para iluminar a todos los pueblos de la tierra. Los pasos dados en estos cuarenta años por el Comité Internacional de Enlace entre católicos y judíos y, en años más recientes por la Comisión Mixta de la Santa Sede y del Gran Rabinato de Israel, son un signo de la voluntad común para continuar un diálogo abierto y sincero. Precisamente mañana la Comisión Mixta celebrará aquí en Roma su encuentro IX sobre “La doctrina católica y judía sobre lo creado y sobre el medio ambiente”; les auguramos un diálogo provechoso sobre un tema tan importante y actual.

9. Cristianos y judíos tienen en común una gran parte de su patrimonio espiritual, rezan al mismo Señor y tienen las mismas raíces, pero con frecuencia permanecen desconocidos unos de los otros. Nos espera a nosotros, en respuesta a la llamada del Señor, trabajar para que permanezca siempre abierto el espacio del diálogo, del respeto recíproco, del crecimiento en la amistad, del testimonio común frente a los desafíos de nuestro tiempo que nos invitan a colaborar por el bien de la humanidad en este mundo creado por Dios, el Omnipotente y el Misericordioso.

10. Por último, un pensamiento particular para nuestra ciudad de Roma, donde desde hace casi dos mil años conviven, como dijo el Papa Juan Pablo II, la comunidad católica con su obispo y la comunidad judía con su rabino jefe. Que este vivir juntos pueda estar animado por un creciente amor fraterno que se expresa también en una cooperación cada vez más estrecha, para ofrecer una contribución válida a la solución de los problemas y de las dificultades que hay que afrontar.

Invoco del Señor el don precioso de la paz en todo el mundo, sobre todo en Tierra Santa. En mi peregrinación de mayo pasado, en Jerusalén, en el Muro del Templo, he pedido a Aquél que lo puede todo: “Envía tu paz a Tierra Santa, a Medio Oriente, a toda la familia humana; mueve los corazones de cuantos invocan tu nombre, para que recorran humildemente el camino de la justicia y de la compasión”.

Nuevamente elevo a Él el agradecimiento y la alabanza por este encuentro nuestro, pidiendo que Él refuerce nuestra fraternidad y haga más sólido nuestro acuerdo.

“¡Alaben al Señor, todas las naciones,
glorifíquenlo, todos los pueblos!
Porque es inquebrantable su amor por nosotros,
y su fidelidad permanece para siempre.
¡Aleluya¡” (Salmo 117)


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Los primeros judíos llegaron a Roma en el 2.200 antes de Cristo.


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SIGLO XXI - Nunca la Iglesia Católica, en toda su historia, ha tenido un corpus doctrinal tan amplio y perfecto como ahora. AÑO MMX.


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«La Iglesia fue el mayor enemigo del nazismo porque éste pretendía ser una auténtica religión»



José M. García Pelegrín presenta la heroica vida de seis alemanes cristianos comprometidos que lo dieron todo por oponerse al nacionalsocialismo.


Actualizado 15 marzo 2011

Después que diera a conocer al lector en lengua española la heroica resistencia de algunos jóvenes alemanes contra el régimen nazi a través de su obra «La Rosa Blanca» (LibrosLibres), José M. García Pelegrín (Madrid, 1958) ha seguido profundizando en aquellas personas que se opusieron al diabólico proyecto del nacionalsocialismo, incluso al precio de sus propias vidas.


Fruto de esta investigación, el autor, Doctor en Filosofía y Letras, con especialidad de Historia por la Universidad de Colonia, publica «Cristianos contra Hitler» (LibrosLibres), obra en la que nos recuerda que "no todos los alemanes eran nazis".


En diálogo con Religión en Libertad, García Pelegrín nos explica la tensa y complicada relación entre el régimen dictatorial nazi y sus principales enemigos, los cristianos, y nos presenta a seis personajes que resplandecieron como una luz en medio de las tinieblas del odio, la opresión y la muerte.


- ¿Es cierto que los votos que llevaron a Hitler al poder fueron, en su mayoría, provenientes de lugares no de mayoría católica sino protestante? ¿Quiénes fueron los «Cristianos alemanes» en la iglesia evangélica?

- Sí, es rigurosamente cierto. Si hay un hecho irrefutable en el contexto del ascenso del nacionalsocialismo es que no fueron los católicos quienes le votaron. El Nestor de la investigación histórica sobre las relaciones entre la Iglesia y el nacionalsocialismo, el catedrático de Bonn Konrad Repgen, elaboró unos mapas que reproduzco en mi libro: en uno se muestra la distribución de la población católica; el otro recoge el porcentaje de votos obtenido por el partido nacionalsocialista en las elecciones del 31 de julio de 1932 —de las que el NSDAP salió como primera fuerza, si bien no consiguió la mayoría absoluta—. Una comparación entre ambos muestra de modo evidente cómo se corresponden las zonas de menor proporción católica dentro de la población alemana con las de mayor número de votos obtenidos por el partido nazi, y viceversa: cuanto más voto católico, peor resultado para Adolf Hitler en el correspondiente distrito electoral.


Los «Cristianos alemanes» fue una corriente dentro del protestantismo que quiso amalgamar la doctrina nacionalsocialista con el cristianismo; siguiendo el «principio del Führer», buscaron una organización centralizada (precisamente, todo lo contrario al protestantismo). Ludwig Müller, a quien Hitler nombró su «Delegado especial en cuestiones religiosas», fue elegido «Obispo del Reich» con dos tercios de la mayoría del Sínodo evangélico, con lo que los nazis pudieron injerir en cuestiones religiosas; uno de sus principales objetivos fue «liberar la vida religiosa de la influencia judía».


- ¿Por qué el nacionalsocialismo sigue hoy en día suscitando gran interés (por ejemplo la película «Valkiria»)?

- Después de que, tras la guerra y durante dos décadas, se intentó «mirar hacia adelante», recomponer Alemania, la «generación del 68» ejerció críticas acerbas con la de sus padres, buscando responsabilidades: «¿Qué hicisteis vosotros en los años de 1933 a 1945?». Al margen de un cierto fariseísmo en esta conducta ―nadie puede decir sinceramente de sí mismo cómo hubiera actuado en una situación similar, que probablemente ni siquiera se puede imaginar― hay que tener en cuenta que, por ejemplo, ni un solo juez que había ejercido en esos 12 años fue llevado a juicio; todos ellos continuaron después de la guerra en el mismo cargo que habían tenido antes. En muchos casos, la «desnazificación» fue un mero trámite. De ahí el movimiento de repulsa de esa generación. Hoy en día, hay un cambio generacional: ya no son los hijos, sino los nietos los que, en muchos casos sin amargura y con mayor objetividad, estudian esa época. ¿Por qué? Porque sigue viva la conciencia de que, aunque no exista una culpa personal, también la generación actual sigue cargando con las consecuencias del nazismo.


Con este cambio generacional parece que está modificándose asimismo el punto de vista, de los actores a las víctimas. Mientras que en la posguerra los resistentes resultaban personas «incómodas», porque eran testigos de que había habido personas que no se habían dejado llevar por la corriente general, desde hace unos treinta años se está intentando rescatar del olvido y valorar a todas aquellas personas que se jugaron la vida ―y en muchos casos, la perdieron― por oponerse al nazismo. Además, como me comentaba en una ocasión Anneliese Knoop-Graf, la hermana de uno de los componentes de la «Rosa Blanca», Willi Graf, tienen un carácter ejemplar: «Mostraron que en todo momento hay personas que, con los medios a su alcance, están dispuestas a luchar contra el mal; nos ha legado el testimonio de que en todas las épocas ha habido personas con la suficiente valentía de alzarse en pie. Esto es lo duradero de su mensaje».



- ¿Cuál fue la postura de la Iglesia católica respecto al nacionalsocialismo?

- La primera reacción frente al nacionalsocialismo se remonta a 1923: Cuando Hitler hizo el intento del golpe de Estado el 9 de noviembre, el entonces nuncio apostólico Eugenio Pacelli, el futuro Pío XII, informó al Vaticano calificando el hasta entonces prácticamente desconocido movimiento de Hitler como «fanáticamente anticatólico». En noviembre de 1930, el cardenal Michael Faulhaber de Múnich denominaba al nacionalsocialismo una «herejía, incompatible con la visión cristiana del mundo». El 10 de febrero de 1931, la Conferencia Episcopal de Baviera daba unas indicaciones al clero, en las que se hacían constar las herejías en el programa del NSDAP; durante los siguientes meses, se adhirieron a esta condena los demás obispos alemanes; por ejemplo, el 19 de marzo de 1931 los obispos del Norte de Renania decían: «No está permitido a los católicos compartir esas doctrinas, incompatibles con la doctrina católica».


- Es indudable que el Papa Pío XII salvó una considerable cantidad de judíos, pero ¿condenó «suficientemente» el nazismo?

- El Papa y el Vaticano condenaron inequívocamente el nazismo: la Encíclica «Mit brennender Sorge» de 1937 ―redactada por el Cardenal Faulhaber y por el entonces Cardenal Secretario de Estado Eugenio Pacelli― dejaba fuera de toda duda que el nazismo era incompatible con el cristianismo. Buena prueba del efecto que causó son las represalias de los nazis. Lo que los críticos reprochan a Pío XII no es una condena «teórica» de la ideología, sino el supuesto «silencio» ante el holocausto. Cuando Pío XII falleció en 1958, entre las innumerables muestras de duelo y reconocimiento que se sucedieron destaca la que expresó la Primera Ministra israelí Golda Meier, quien lamentó la pérdida de «un gran amigo del pueblo de Israel». El famoso escritor judío Pinchas Lapide cifraba el número de los judíos salvados directamente por la diplomacia vaticana entre 1939 y 1945, en unas 800.000 personas. Lógicamente, no sabemos qué habría sucedido si el Papa hubiera protestado contra el genocidio judío de modo explícito; lo que sí es conocido es qué sucedió cuando el obispo católico de Utrecht protestó, en agosto de 1942, contra la deportación de los judíos de los Países Bajos: como consecuencia de dicha protesta, los nazis enviaron a Auschwitz también a los católicos de origen judío; la víctima más famosa fue Edith Stein, que se había convertido del judaísmo al cristianismo e ingresó posteriormente en el Carmelo. Esta reacción hizo que Pío XII dudara de que la protesta pública era lo correcto y quemó, página a página, un discurso que ya tenía escrito, como refirió sor Pascalina Lehnert. Pío XII comentó a su confidente Don Pirro Scavizzi: «Una protesta por mi parte no solo no hubiera servido de ayuda a nadie, sino que habría desatado las cóleras contra los judíos y hubiera multiplicado las atrocidades. Quizá hubiera despertado las alabanzas del mundo civilizado, pero a los pobres judíos solo les habría producido una persecución más atroz de la que sufrieron». Los que acusan a Pío XII de no haber protestado más explícitamente contra el holocausto, no tienen en cuenta que sus actividades de ayuda fueron posibles precisamente porque el Papa no protestó abiertamente, sino que llevó a cabo una labor callada, dando prioridad a la actividad diplomática.


- ¿Cómo el Gobierno de Hitler logró cambiar la postura negativa inicial de los obispos alemanes contra el nazismo?¿Por qué el partido católico votó a favor de la ley de 1933 que otorgó plenos poderes a Hitler y que le permitió transformar la República de Weimar en una brutal dictadura?

- La cuestión no es fácil de responder: ¿Se trató de una decisión puramente política, la necesidad de un gobierno «fuerte»? ¿O hubo en el fondo una especie de trato: los votos del catolicismo político por el Concordato? La Iglesia católica estaba principalmente interesada en evitar cualquier injerencia del gobierno nacionalsocialista ―tal y como sucedió con los «Cristianos alemanes» dentro del protestantismo, como exponía antes―. La jerarquía alemana pensaba que la única posibilidad ―aunque fuera la solución «menos mala»― de conseguir una cierta autonomía era celebrando un Concordato. Y, a pesar de que los nazis violaran el Concordato una y otra vez, en cierto modo consiguió preservar una autonomía en un sociedad totalitariamente uniformada; Hubert Wolf, profesor de Historia de la Iglesia de Münster, dice al respecto: «A diferencia de la Iglesia evangélica, en la que se pudo instalar a los “Cristianos Alemanes” como cabeza de puente nacionalsocialista, los nazis no consiguieron penetrar en el espacio interior de la Iglesia católica».


- ¿No pecaron de ingenuidad los obispos alemanes en retirar sus advertencias iniciales contra el nacionalsocialismo confiando en la palabra de Hitler de que el cristianismo estaba en la base del nuevo Estado y de la firma de un beneficioso Concordato? ¿Pensaban que una colaboración era posible?

- Dentro del episcopado alemán había, por decirlo esquemáticamente, dos posturas: la de, aquellos que, como el presidente de la Conferencia Episcopal, el cardenal Bertram, optaron por negociar; y la de la mayoría, que se decantó por las protestas públicas. Si bien el caso más conocido de oposición es el del obispo Von Galen de Münster, en esta línea se sitúan tanto el obispo de Berlín Preysing como el de Múnich, el Cardenal Faulhaber, principal redactor de «Mit brennender Sorge». Por otro lado, si se acusa a los obispos de haber pecado de ingenuidad, ¿qué cabría decir de los gobiernos de Inglaterra y Francia, que aún en septiembre de 1938 firmaron con Hitler el Tratado de Munich, pensando en que de ese modo apaciguaban al «Führer» e impedían la guerra? Resulta revelador que, cuando Hitler exija a Lituania que le entregue el territorio de Memel, en 1939, el ministro de Propaganda Joseph Goebbels escriba en su diario: «La reacción del mundo, cero. La democracia comienza a resignarse».


- ¿Puede decirse que la Iglesia católica constituyó el principal movimiento opositor al régimen nacionalsocialista? ¿Por qué el nazismo consideró a la Iglesia como un poderoso enemigo si no tenía ni ejército ni armas?

- Si bien, por justicia, hay que hacer referencia también a otros grupos, como los comunistas, que se opusieron sin paliativos y que pagaron esa resistencia con las torturas de la Gestapo, el campo de concentración y en muchísimos casos con su vida, bien puede concluirse que la Iglesia fue el mayor grupo masivo de oposición al régimen nazi. Según el historiador Michael F. Feldkamp, la Iglesia católica «puede decir de sí misma que fue el mayor movimiento contra el nacionalsocialismo». Por ejemplo, durante el Tercer Reich fueron perseguidos 10.315 sacerdotes, más de un tercio del clero; en la campo de concentración de Dachau estuvieron prisioneros 2.579 sacerdotes de 24 países, de los cuales 1.034 fueron asesinados. Muy significativo me parece también el testimonio de Philipp von Boeselager (1917–2008), el último superviviente de los confabulados en el golpe de Estado previsto tras el atentado de Claus von Stauffenberg contra Hitler, el 20 de julio de 1944, quien afirmaba que «el ser cristianos nos unía a todos». Los nazis sabían que los cristianos, y sobre todo los católicos, eran un foco de resistencia. Y esto era así, en definitiva, porque el nacionalsocialismo no fue tan solo un movimiento político, sino una auténtica religión, o mejor la ideología de la sangre y de la raza que suplantaba el puesto de la religión; por ejemplo, en las escuelas donde se formaban a los nazis había lugares de culto para ejercer una religión germánica. En este contexto, veían el cristianismo como una rama judía enemiga del Estado nazi. A todo esto se refiere también la Encíclica «Mit brennender Sorge».


- ¿Cuál fue el papel de los laicos en la resistencia contra la barbarie nazi? ¿Qué fue «La Rosa Blanca»?

- En mi libro trato varios casos; uno extremo es el del campesino austriaco Franz Jagerstatter, que por razones de conciencia se negó a cumplir el servicio militar una vez que descubrió las atrocidades nazis. Debido a ello fue condenado a muerte. Otro biografiado en mi libro es el oficial alemán Wilm Hosenfeld, conocido de un amplio público gracias al filme «El pianista» de Roman Polanski: Hosenfeld fue el oficial alemán que no solo no delató a Wladyslaw Szpilman —lo cual, si hubiera transcendido, le habría costado la vida—, sino que le ayudó a encontrar un mejor lugar para esconderse, le suministró alimentos durante varias semanas y, como despedida, incluso le regaló su abrigo militar. Lo que no menciona el filme de Polanski es que no se trató de un caso aislado, pues Wilm Hosenfeld salvó, en los más de cinco años que permaneció en Polonia, a un elevado número de personas, fundamentalmente judíos y sacerdotes católicos. Su lema, referido en particular a las personas que tuvo que juzgar como miembro de un tribunal militar, pero que bien puede extenderse a esos cinco años en Polonia, era: «Intento salvarlos a todos».


La «Rosa Blanca» fue un grupo de amigos, estudiantes de la universidad de Múnich, que en 1942-1943 redactó y difundió unas «Hojas» llamando a la resistencia contra el nacionalsocialismo. Eran conscientes de que la responsabilidad siempre es personal y se sintieron interpelados en sus conciencias, además de sentir responsabilidad de cara al futuro, como dejaron bien claro en una de sus Hojas: «El nombre alemán permanecerá para siempre mancillado si la juventud alemana no se alza para vengar y expiar al mismo tiempo; para aniquilar a sus opresores y construir una nueva Europa espiritual». Algunos de los miembros del grupo, como Willi Graf, estaban muy enraizados en el catolicismo tradicional; pero la mayoría se caracterizó por su búsqueda de respuesta a las cuestiones fundamentales de la existencia. En este contexto resulta significativo que Christoph Probst, que había crecido en un ambiente alejado de la religión, pidiera ser bautizado pocos momentos antes de ser ejecutado. En el caso de Sophie Scholl se puede seguir con gran detalle, a través de su correspondencia y de su diario, el proceso de búsqueda de Dios: se aprecia una crisis religiosa justo en los años anteriores, de la que salió muy madura interiormente.


- Ud. recoge en su libro el papel del cardenal von Galen, «el león de Munster» en la resistencia contra Hitler y, especialmente, contra su espeluznante plan de eutanasia. No era una figura bien vista por los dirigentes nazis.

- Ese apodo le vino a Von Galen por protestar desde el púlpito contra la eutanasia nazi con absoluta valentía y claridad. Su popularidad le salvó de ser hecho prisionero por la Gestapo; pero en varios momentos parecía inminente que fuera detenido. Buena prueba de ello es que llegó a dar disposiciones por escrito para ese caso.


- También cuenta la historia de Karl Leisner, un diácono recluido en el campo de concentración de Dachau y que fue consagrado sacerdote en el mismo campo: ¿cuál fue la situación de los clérigos católicos durante el nazismo?

- Karl Leisner (1915–1945) es la única persona ordenada sacerdote en un campo de concentración nazi. Fue recluido en el campo de Dachau por haber hecho un comentario peyorativo hacia Hitler. Gracias a la presencia allí de un Obispo francés, pudo ser ordenado sacerdote en el mismo campo, por supuesto en la más absoluta clandestinidad. Hay muchísimos casos ―en un libro recientemente publicado, Birgit Kaiser recoge biografías breves de 20 personas― de clérigos apresados por hablar en su predicación en contra del nazismo. Hay infinidad de testimonios de sacerdotes a los que la Gestapo tenía fichados y acudían a la iglesia libreta en mano con el fin de tener argumentos para acusarles; sobre los perseguidos y confinados a campos de concentración mencioné ya anteriormente algunas cifras.


- Ud. también cuenta la historia de una mujer que se enfrentó a Hitler, salvó a más de dos mil niños del gueto de Varsovia. ¿Nos la presenta?

Irena Sendler salvó a más de 2.500 niños judíos del gueto de Varsovia. Tenía entonces 32 años y trabajaba en la Delegación Social. Con unos pocos ayudantes, sacó del gueto de Varsovia a los niños literalmente en sus brazos, escondidos en sacos y cajas, a través de la canalización y de los sótanos. Pero más difícil que sacar a los niños del gueto era encontrar un lugar seguro para ellos; tenía que falsificar documentos y, sobre todo, encontrar padres adoptivos. En la labor de ayuda para dar una nueva identidad a los niños y para acogerlos desempeñaron un papel fundamental muchas personas anónimas, y sobre todo sacerdotes y religiosas: «Ningún sacerdote, ninguna monja —declarará después Irena Sendler— me negaron, jamás, ayuda para salvar a niños judíos. Todo lo contrario: colaboraron, hasta el final de la guerra, poniendo en peligro sus propias vidas». Con todo, sus móviles fueron más de carácter humanitario que religioso, a diferencia de los demás personajes que trato en «Cristianos contra Hitler».

http://www.religionenlibertad.com/ 16. III. MMXI


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…andan repitiendo nuevamente que en el siglo XX sólo los países de cultura cristiana cometieron horribles crímenes…


Veamos un poco de historia del siglo XX con datos apodícticos que encontramos en cualquier ‘gran Biblioteca o en los Archivos Nacionales como Internacionales’…


Masacre japonesa contra chinos en el 1937. ‘Recuerdo de Nanchino’; ceremonia por el 70 aniversario del masacre de Nanchino, efectuado por los japoneses en la ciudad china, durante la invasión del 1937, cuando asesinaron en pocos días entre 260.000 y 350.000 personas. Liu Jin/Afp) 2007-12-13 –

(En Japón el budismo es la religión ligeramente mayoritaria; el sintoísmo fue religión oficial de Japón durante siglos, y actualmente es la segunda religión en número de seguidores. Debido a la influencia histórica de China, también hay confucianos, taoístas, etc. En la clase dirigente del 1937 prácticamente sólo hubo budistas y sintoístas).

Tal año, con anchura la católica España, arreciaba una guerra civil donde las fuerzas republicanas comunistas ‘auto llamados agnósticos o ateos’ entre otras, cometían horribles crímenes, provocando el glorioso martirio a miles de cristianos. En la guerra civil se cometieron nefastos atropellos por ambos bandos.

Corrían los años 1923 y en Alemania se programaba el nacional-socialismo, no comunista, sino nazista, que luego, a reflejo del comunismo, condensó la ‘aniquilación del impuro’ con, en primer lugar, desaparición de los judíos en Europa, en nombre de una raza aria ‘limpia de toda imperfección’ sin sombras de cristianismo.

La leyenda negra que solo pueblos de cultura cristiana cometieron en el siglo XX las peores masacres, con un poco de historia, se demuestra tal falsedad.


Continuamos con poquísimos ejemplos.

Es deber y valga recordar que, el primer horrible y gran genocidio del siglo XX, fue islámico. El genocidio turco-mahometano contra armenios y sólo cristianos entre 1915-1917. Si en 1912 vivían en el Imperio Otomano algo más de dos millones de armenios cristianos, el Patriarcado Armenio de Constantinopla censó 77.435 en 1927. Sabiendo ya que, a finales del siglo XIX, durante el reinado del turco Abdul Hamid, comenzaron las represalias islámicas y, entre 1884 y 1896, fueron asesinados entre 200.000 y 300.000 armenios cristianos.


Por responsabilidad histórica a la sucesión de los acontecimientos del siglo XX, es de obligo moral, señalar el totalitarismo comunista chino que siempre trata de ocultar datos revelantes de la personalidad criminal de Mao Tsé-tung.

Mao tuvo una relación muy próxima y de enorme complicidad con el otro gran criminal de la historia, el comunista Stalin, se remonta a los años 1920. (Stalin fue un ex -seminarista ortodoxo que renegó públicamente del cristianismo).

Mao recurrió a cualquier método para obtener sus objetivos políticos y verse ensalzado por un pueblo que, para comer, prefería halagar al déspota-asesino. Fue maestro en intrigas astutas, envenenamientos, ocultamientos y chantajes para conseguir sus objetivos, sean cuales fueren estos. Después de haber conquistado la China en 1949, el objetivo secreto de Mao era ‘dominar el mundo’. Para perseguir ese sueño, hizo morir 38 millones de personas en la mayor hambruna de la historia. En total, mas de 70 millones de chinos murieron durante el periodo de gobernación de Mao, y en tiempo de paz.

Mao también tuvo una personalidad bastante extravagante en sus relaciones con sus mujeres, amantes e hijos que llegó abandonar sin miramiento alguno.

Los comunistas Mao, Stalin y el nazista Hitler, fueron tres grandes criminales que no tuvieron piedad alguna ni pidieron perdón. Supieron sí elogiar el ‘nacional-socialismo’ sembrando de sangre y odios, la historia de siglo XX.


Y con el genocidio camboyano fueron asesinados en nombre del ‘comunismo’ no un enemigo, sino la propia población autóctona* camboyana. Fue ejecutado por el régimen de los Jemeres Rojos, el partido político que gobernó la llamada Kampuchea Democrática de ideología comunista y maoísta entre 1975 y 1979, con una concepción de purificación de la sociedad revolucionaria. Durante el tiempo del gobierno de los Jemeres Rojos –de cultura religiosa budismo de Theravada- fueron asesinados entre dos y tres millones de personas, por lo cual se constituyó en 2006 un Tribunal internacional para llevar a cabo el Juicio a los Jemeres Rojos en 2007.

No se puede olvidar que la mayor masacre de todos los tiempos, la realizó el comunismo ‘en nombre de una sociedad sin Dios’, con no menos de 100.000.000 millones de muertos. Mientras hoy 2011, Correa del Norte (en coreano 조선 민주주의 인민 공화국), se esta sufriendo una hambruna de proporciones inimaginables, dada la opacidad del régimen militar totalitario comunista, con el reinado de la familia de Kim Jong-II comandante supremo del ejército.

¿¥ Cuba?, de 11 millones perdió 3.000.000 entre muertos, ahogados, fusilados y exiliados... ¿el causante? Un tal Fidel Castro –apóstata cristiano y obsesivo comunista- criminal de hombres libres y 50 años en el sillón presidencial con servidumbre, y reduciendo a la pobreza a un gran pueblo. Con un terrorista como amigo ‘che Guevara´, amante de las guerras pequeñas ‘guerrillero’ ‘aprovechador de mujeres e indefensos’. “Los triunfos de los hombres deben medirse siempre por los medios que se emplearon para adquirirlos” (François de la Rochefoucauld).

Esto es el comunismo- El verdadero rostro criminal del comunismo a través de un siglo de asesinatos, deportaciones, torturas y genocidio en nombre de la ideología que no necesita de Dios.

Caníbales – 1919 - Campesinos de la región de San Petersburgo (rebautizada Leningrado por los comunistas) se ven abocados al ‘canibalismo’ por la hambruna instigada desde el Poder. Entretanto, el Gobierno bolchevique de Vladimir Lenin vendía grano al extranjero para sufragar los gastos de la Guerra Civil rusa.


El mundo entero acepta moral y fundamentalmente el quinto mandamiento cristiano de la Ley de Dios que: un asesinato es un crimen (delito grave), o sea, una forma de pecado** contra la dignidad humana, mismo si no se cree en Dios. De allí lo que nos dice hoy S.S. Benedicto XVI: «Si se suprime a Dios del horizonte del mundo no se puede hablar de pecado» 13. III. MMXI


* autóctono, na.: (Del lat. autochthŏnes, y este del αὐτόχθων, -θονος, de αὐτός, el mismo, propio, y χθών, χθονός, tierra).

** pecado: cosa que se aparta de lo recto y justo, o que falta a lo que es debido.


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Pío XII durante uno de sus varios radiomensajes
a lo largo de la Segunda Guerra Mundial


El esplendor de la verdad

«Una hora grave suena nuevamente para la gran familia humana; hora de terribles deliberaciones, de las cuales no puede desentenderse Nuestro corazón»: era el 24 de agosto de 1939 cuando Pío XII pronunciaba estas palabras en su radiomensaje «dirigido a los gobernantes y a los pueblos ante el inminente peligro de la guerra». El Papa lo decía plenamente consciente de su condición de tal: «A través de la Nuestra, escucháis la voz de aquel Cristo de Quien el mundo tuvo alta escuela de vida... Nosotros, no de otra cosa armados que de la palabra de la Verdad, os hablamos en el nombre de Dios, de Jesucristo, Señor Nuestro, que a todos los hombres ha querido hermanos». ¿Cómo puede concebirse siquiera la más mínima concesión al nazismo por parte de quien abre de este modo sus labios y su corazón? ¿Acaso esa fraternidad universal a la que apela Pío XII, en las antípodas de todo tipo de racismo o discriminación, no ha brotado ciertamente del cristianismo?

Ante la visita de Benedicto XVI a la sinagoga de Roma, es oportuno, como se hace en este número de Alfa y Omega, hacer que resplandezca la verdad acerca de aquel Vicario de Cristo que, con el mismo espíritu de fraternidad de sus antecesores, y de sus sucesores, que brota al reconocer en todo ser humano la imagen de Dios, ¡y cuánto más en quienes son en verdad, en expresión de Juan Pablo II, nuestros hermanos mayores, los judíos!, entregó literalmente la vida, con inteligencia y amor extraordinarios, en favor de todo hombre doliente de cualquier raza o nación, también de los judíos. Es bien significativo el testimonio de tantos hijos de Israel que, ya en su día, lo reconocieron y de cuantos lo reconocen hoy. Y lo es de modo especial el del Gran Rabino de Roma durante la ocupación nazi en la Segunda Guerra Mundial, Israel Antón Zoller, que conoce a Pío XII y éste le ayuda con todos los medios a su alcance para salvar a la comunidad judía. Tras la liberación de Roma, en febrero de 1945, recibe el Bautismo tomando el mismo nombre del Papa, y el ya Eugenio Zolli afirma, como san Pablo, que siendo cristiano no renuncia al judaísmo, ¡ha alcanzado su plenitud!

Una vez estallada la guerra, el 20 de octubre de 1939, Pío XII escribe su primera encíclica, Summi Pontificatus, y no deja lugar a dudas sobre dónde está su mente y su corazón: «Entre los múltiples errores que brotan, como de fuente envenenada, del agnosticismo religioso y moral, el primero, en la actualidad enormemente extendido por desgracia, consiste en el olvido de aquella ley de mutua solidaridad y caridad humana impuesta por el origen común y por la igualdad de la naturaleza racional en todos los hombres, sea cual fuere el pueblo a que pertenecen, y por el sacrificio de la Redención, ofrecido por Jesucristo en el ara de la cruz a su Padre celestial en favor de la Humanidad pecadora». Lo subraya el Papa preciosamente, recordando la unidad profunda de toda la familia humana que muestra la Sagrada Escritura, y san Pablo en especial, a lo que añade: «Y para hacer más íntima y firme esta amistad entre Dios y la Humanidad, el Mediador universal de la salvación y de la paz, en el silencio del Cenáculo, cuando iba ya a realizar el sacrificio supremo de sí mismo, pronunció aquellas profundas palabras que resuenan a través de los siglos, y que a las almas carentes de amor y destrozadas por el odio muestran los heroísmos más altos de la caridad: Éste es mi precepto, que os améis los unos a los otros, como yo os he amado».

En el radiomensaje, dos meses antes, había dejado ya bien claro cómo este amor fraterno que reclama la fe cristiana, está igualmente exigido por la propia razón: «Es con la fuerza de la razón -afirma Pío XII-, no con la de las armas, como la Justicia se abre camino. Y los imperios no fundados sobre la Justicia no son bendecidos por Dios». Y añade estas lúcidas palabras, que no pueden ser de más palpitante actualidad: «La política emancipada de la moral traiciona a aquellos mismos que así la quieren... Está con Nos el alma de esta vieja Europa, que fue obra de la fe y del genio cristiano».

Como decía el igualmente Venerable que Pío XII, Juan Pablo II, el esplendor de la verdad resiste el paso del tiempo. MMX.I. alfayomega.es


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Carta inédita de Pío XII a Roosevelt para evitar bombardeos a Roma

Aparecida en los archivos de los Caballeros de Colón

CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 9 de junio de 2010 (ZENIT.org).- Se ha publicado una carta, hasta ahora inédita, de Pío XII al presidente de los Estados Unidos Franklin D. Roosevelt, en la que pedía evitar los bombardeos contra Roma e Italia, pues esa nación se encontraba "completamente encadenada".

La misiva se ha presentado en una exposición sobre los 90 años de la presencia en Roma de los Caballeros de Colón, albergada por los Museos Capitolinos, e inaugurada en la tarde de este miércoles por el cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado; Gianni Alemanno, alcalde de Roma; y el Caballero Supremo, Carl Anderson.

Pío XII escribió la carta a Roosevelt el 30 de agosto de 1943, después de las trágicas semanas que siguieron al primer bombardeo de Roma.

El Papa explicó al presidente que en esos momentos no tenía sentido discutir sobre qué política podría seguir Italia, pues no tenía ninguna capacidad de reacción.

La carta, escrita con tonos de imploración para evitar más lutos, se encontraba custodiada en el archivo de los Caballeros de Colón y ha sido publicada con titulares en primera página por "Il Messaggero", que la acompaña por un análisis de Franca Giansoldati, vaticanista de ese diario romano.

La carta está escrita tras el desembarque de los Aliados en Sicilia. "La capital se encontraba bajo shock por las consecuencias de 200 cazabombarderos en algunos barrios. El resultado era durísimo: tres mil muertos y once mil heridos".

Cuando la céntrica plaza de Roma de San Lorenzo fue bombardeada, el Papa salió del Vaticano para dar ánimos en ese mismo lugar con la población aterrorizada.

En este contexto devastador, Pío XII tomó papel y pluma para dirigirse personalmente a los Estados Unidos. Pedía que se ahorraran a Roma ulteriores bombardeos, evitando además golpear las estructuras eclesiásticas, que eran las únicas que seguían ofreciendo asistencia a la población.

No es casualidad el que la carta haya aparecido en los archivos de los Caballeros de Colón, el movimiento católico con el mayor número de miembros en el mundo, presente en Italia desde 1920 por voluntad de Benedicto XV.

"En el frente diplomático, la sede romana de los Caballeros de Colón, durante la guerra desempeñó un papel decisivo, llenando la ausencia de relaciones diplomáticas entre el Vaticano y los Estados Unidos", explica Giansoldati.

Publicamos la misiva que aprece en las páginas 156 y 157 del catálogo de la exposición sobre la historia de los Caballeros de Colón en Roma, que lleva por título "Everybody welcome, everything free", lema de esta comunidad cuando llegó a Italia por primera vez durante la primera guerra mundial.

* * *

Excelencia:

Los recientes acontecimientos han centrado naturalmente la atención del mundo sobre Italia y se ha dicho y escrito mucho sobre la política que podría o debería seguir el país según sus intereses. Demasiado. Tenemos miedo de que se haya dado por su puesto el que el país sea totalmente libre para seguir la política de su elección. Nos deseamos expresar a Su Excelencia que tenemos la convicción de que eso está muy alejado de la realidad. No Nos cabe la menor duda sobre el deseo de paz y su realización a través de la conclusión de la guerra, pero en presencia de fuerzas excepcionales que se oponen a esta solución, incluso a la declaración oficial de este deseo, Italia está totalmente encadenada, sin los medios necesarios para defenderse.

Si en estas circunstancias Italia se viera todavía obligada a soportar los golpes devastadores contra los que está prácticamente indefensa, Nos deseamos y rezamos para que los jefes militares hagan lo posible para ahorrar a los civiles inocentes, en particular a las iglesias e instituciones religiosas, las devastaciones de la guerra. Ya tenemos que contar con profundo dolor y pesar estas imágenes muy evidentes de las ruinas de las ciudades italianas más importantes y pobladas.

Pero el mensaje de garantía que nos ha dirigido Su Excelencia sostiene nuestra esperanza en que, incluso ante las experiencias más amargas, las iglesias y las casas construidas por la caridad cristiana para los pobres, los enfermos y los abandonados de la grey de Cristo, puedan sobrevivir al terrible ataque. Que Dios, en su piedad y amor misericordiosos escuche el llanto universal de sus hijos y les permita escuchar la voz de Cristo que grita: "¡Paz!".

Con alegría manifestamos nuevamente a Su Excelencia nuestros mejores y sinceros deseos.

Vaticano, 30 de Agosto de 1943

Pío PP XII

Artículo y traducción de Jesús Colina



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Pío XII: sus obras y cualidades, contadas por su principal biógrafa

Entrevista a Margherita Marchione, autora de 10 libros sobre la vida de este papa

ROMA, martes 8 de junio de 2010 (ZENIT.org).- La playa de Santa Marinella, muy cerca de Roma, era uno de los lugares donde Eugenio Pacelli, (quien luego se convirtió en el papa Pío XII) solía pasar las vacaciones de verano. Y es allí donde el pasado sábado 5 de junio se colocó un busto de bronce para rendirle homenaje.

La estatua se puso en el centro de un jardín que recibe el nombre de Papa Pacelli y “ai giusti del mondo” (a los justos del mundo n.d.t). La hermana Margherita Marchione, de la comunidad de las Maestras Pías Filipinas, entregó el pasado miércoles el busto al Papa Benedicto XVI en la Plaza de San Pedro, después de la audiencia. “¡Son tantas las fotografías que me han hecho en tan pocos segundos!”, dijo la hermana a ZENIT, mientras miraba una y otra vez las imágenes de su breve encuentro con el Pontífice.

Esta religiosa, nacida en New Jersey, Estados Unidos en 1922, hija de padres italianos, es doctora en filosofía por la Columbia University de Nueva York. Se ha dedicado a escribir e investigar la obra y vidas de personajes como Clemente Rebora, Giovanni Boine, Giuseppe Prezzolini, Filippo Mazzei y los últimos 15 años se ha estudiado y publicado 10 libros en inglés e italiano sobre Pío XII, entre ellos Pío XII. Architetto di pace (Pío XII arquitecto de paz) Pio XII e gli ebrei (Pío XII y los judíos) Il silenzio di Pio XII (El silencio de Pío XII).

En esta entrevista a ZENIT explica la obra y virtudes del papa Pacelli:

-Usted conoció personalmente a Pío XII. ¿Nos puede contar esta experiencia?

Hermana Margherita Marchione: Lo vi en la basílica de San Pedro en 1957. Vine a Roma junto con su sobrina Elena Rossignani Pacelli. Estábamos en primera fila y se nos acercó. Le besé sus manos, le hablé. Él me hizo algunas preguntas. Quería saber qué hacía en Roma. Yo ya era religiosa. Viajaba, investigaba y le hablé de mi tesis de grado sobre el poeta Clemente Rebora. Me preguntó por mi familia y me dio la bendición.

Para mí esta fue una ocasión impresionante. La recuerdo mucho. Me habló como si fuéramos amigos de muchos años. Me conmovió su gentileza, su sonrisa. Las emociones que sentí ese día, las impresiones que tuve en este encuentro son preciosas, son recuerdos indelebles que he mantenido por toda mi vida. Emanaba santidad.

-¿Por qué decidió convertirse en la principal biógrafa del papa Pacelli?

Hermana Margherita Marchione: En 1995, luego de casi 40 años de mi encuentro con Pío XII, vine a Roma para un capítulo general y supe que nuestras hermanas, las Maestras pías filipinas habían salvado en tres conventos nuestros a 114 judíos. Me maravillé y dije - ¿cómo es posible? ¡Estas son las cosas de las que nadie habla ni escribe! - Esto lo supe por casualidad. Me interesé más por Pío XII, hablé con las hermanas que todavía estaban vivas y me conmovió mucho la labor que hicieron como tantos otros italianos al esconder a los judíos en nuestros conventos en Roma.

Cuando regresé a Estados Unidos empecé a interesarme, entrevisté a varios judíos que habían sido nuestros huéspedes y así escribí el primer libro en inglés titulado Yours is a precious witness (El vuestro es un testimonio precioso n.d.t) Me han hablado de la labor de la Iglesia para salvar a muchos de ellos. Luego he escrito una decena de libros más. He podido entrevistar a personas que han sufrido verdaderamente, que estuvieron aquí en Roma en aquel tiempo. Abandoné todos los otros intereses y me dediqué a escribir sólo sobre Pío XII.

-¿Cómo fue la labor que hicieron sus hermanas de comunidad para esconder a los judíos?

Hermana Margherita Marchione: Las hermanas en todos los conventos fueron muy listas para esconderlas, (a las mujeres judías). Les daban de comer. A ellas también les faltaba la comida y a pesar de ello, daban la mitad a las mujeres judías. Si los nazis no hubieran creído a la hermana que les dijo que allí no había nadie, no sólo estas mujeres sino también las hermanas que las alojaban, hubieran sido enviadas todas a Auschwitz. Osea que ha sido necesaria la valentía que tuvieron. Yo admiro lo que han hecho y he querido dar a conocer esto.

-Otra de sus obras habla del silencio de Pío XII …

Hermana Margherita Marchione: Sí. Algunos judíos lo acusan de silencio pero no es cierto. Su silencio era prudente. Él hizo todo lo posible para salvarlos, “detrás de la escena”, se puede decir. Pero él no podía ponerse a pelear con Estados Unidos, Inglaterra, Alemania o con los países rusos. En el libro Arquitecto de paz he incluido algunos documentos importantes sobre este tema.

La obra caritativa de Pío XII fue universal, magnánima, asidua y sobre todo, cristianamente paterna en el sentido más profundo de este término. Pío XII mantuvo una red diplomática en el Vaticano durante toda la guerra. Se interesaba personalmente de cada caso humano que conocía. Jóvenes y viejos recurrían a él para tener ayuda y para encontrar a sus parientes desaparecidos. Diariamente llegaban numerosas peticiones de todos los países del mundo y todos recibían su atención.

Para permitir la correspondencia con las familias de los prisioneros instituyó la oficina de información para las búsquedas: un archivo único en el mundo que contenía noticias sobre los prisioneros de guerra. La tarea de estos comprometidos de la Santa Sede era informar a las familias sobre el estado de los prisioneros.

-¿Qué piensa de los juicios que a veces hacen de Pío XII?

Hermana Margherita Marchione: La historia debe contar la verdad. Que la Iglesia católica ha salvado a más de 5.000 judíos solamente en Roma. No reconocerlo es una vergüenza. Por ello cuando escribo la gente puede pensar cualquier, cosa pero para mí es necesario decir la verdad.

En mi libro Pope Pius XII ( Papa Pío XII n.d.t), he querido dar a conocer las virtudes teologales y cardinales de Pío XII. Le doy sólo algunos ejemplos: él comía poquísimo, no bebía licor o lo mezclaba con agua durante las comidas, no comía dulce, era muy mortificado y de un carácter muy fuerte. Era un hombre de fe, esperanza y caridad.

-Háblenos de la personalidad de este papa…

Hermana Margherita Marchione: El estaba dotado con los dones del Espíritu Santo y en grado heroico, con todas las virtudes: teologales y cardinales. Era orante, era una persona serena, tranquila, dedicado a cada deber como pontífice. Por su propia naturaleza era una mezcla entre una persona mansa y tímida y prefería los ambientes serenos y tranquilos. Dulzura versus severidad, persuasión versus imposición. Era muy humilde y sincero, para él todos eran iguales. Lo recuerdo como un santo y basta.

Por Carmen Elena Villa

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El filósofo Bernard-Henri Lévy, en defensa de Benedicto XVI y Pío XII

Amplia repercusión de un artículo suyo en la prensa

PARÍS, lunes 25 de enero de 2010 (ZENIT.org).-Benedicto XVI ha sido víctima, desde que fue elegido Papa, de un “juicio mediático” y de una “continua manipulación” de sus palabras y textos respecto a las relaciones con los judíos.

Así lo afirma el conocido filósofo francés de origen judío Bernard-Henri Lévy, en un artículo que ha sido recogido por importantes cabeceras europeas, como Il Corriere della Sera, El País (edición del domingo 24 de enero) y Le Point, y del que se ha hecho eco también L´Osservatore Romano.

El escritor se refiere a las informaciones publicadas por medios de todo el mundo, criticando la reciente visita de Benedicto XVI a la Sinagoga de Roma, el pasado domingo 17 de enero.

“La guinda la ha puesto el mismo coro de desinformadores, que esta vez ni siquiera ha esperado a que el Pontífice cruzara el Tíber para anunciar, urbi et orbi, que ni ha encontrado las palabras apropiadas, ni ha hecho los gestos adecuados, y, por tanto, ha fracasado...”, afirma.

Lévy se refirió uno por uno a los gestos realizados por el Pontífice en esta ocasión, afirmando que “hizo lo que tenía que hacer y lo hizo”, en especial con su homenaje a los judíos deportados a Auschwitz.

“Cuando declara que el diálogo judeo-católico entablado por el Vaticano II es ya ´irrevocable´; cuando anuncia que pretende ´profundizar´ y ´desarrollar´ el ´debate entre iguales´ que representa el debate con esos ´hermanos mayores´ que son los judíos, a Benedicto XVI se le puede acusar de todo lo que se quiera, pero no de ´congelar´ el proceso abierto por Juan XXIII”.

“Mala fe”

Lévy afrma que existe “mala fe”, “prejuicios” y “desinformación” cuando se habla del Papa, quien en su opinión “ya fue objeto de un verdadero proceso mediático en el que se le tachaba machaconamente de ultraconservador” desde el momento de su elección.

“Luego vinieron las insistentes alusiones, cuando no las bromas pesadas, al ´Papa alemán´ y al ´posnazi´ con sotana, al que, ni cortos ni perezosos, los guiñoles de la tele apodaban Adolf II (y eso porque, como todos los niños y adolescentes de su edad, fue enrolado en las juventudes del régimen)”, añade.

En especial, Lévy acusa de “manipulación de los textos pura y dura”, a las informaciones sobre su viaje a Auschwitz en 2006.

“Hubo quien pretendió, y quien sigue pretendiendo -y repitiendo igual de machaconamente-, que el Papa se habría referido a los seis millones de muertos polacos como a víctimas de una simple ´banda de criminales´, sin precisar que la mitad de ellos eran judíos”.

“En este caso, el infundio es apabullante, pues, en realidad, aquel día, Benedicto XVI habló de los "jerarcas del III Reich" que intentaron "aplastar" al "pueblo judío" y borrarlo de la faz de la Tierra -Le Monde del 30 de mayo de 2006-”, cita Lévy.

Pío XII

Otra cuestión sobre la que Lévy insiste singularmente es en la “manipulación” sobre la figura de Pío XII.

El escritor francés rebate la idea del “silencio” de Pío XII frente al Holocausto, recordando que fue coautor de la encíclica Mit brennender sorge, “que sigue siendo, aún hoy, uno de los manifiestos antinazis más firmes y elocuentes”.

Además aifrma: “hay que precisar que antes de optar por la acción clandestina, antes de abrir, sin decirlo, sus conventos a los judíos romanos perseguidos por los sicarios fascistas, el silencioso Pío XII pronunció unos discursos radiofónicos (por ejemplo, los de las navidades de 1941 y 1942) que después de su muerte le valdrían el homenaje de Golda Meir”.

“Lo asombroso es que todo el peso, o casi, del ensordecedor silencio que se hizo en el mundo entero alrededor de la Shoah recaiga sobre uno de los soberanos de aquel tiempo que: a) no tenía ni cañones ni aviones a su disposición; b) según la mayoría de los historiadores, no escatimó esfuerzos para compartir con aquellos que los tenían la información de la que disponía; c) salvó -sí, él-, tanto en Roma como en otros lugares, a un gran número de aquellos de los que se sentía responsable moralmente”.

El filófoso cita el caso de Rolf Hochhuth, “autor de la famosa obra El vicario, que abrió, en 1963, la polémica sobre los silencios de Pío XII".

Recuerda que Hochhuth “es también un conocido negacionista, condenado varias veces como tal”, y recordó una entrevista suya, publicada en un semanario alemán de extrema derecha, “en la que defendía a David Irving, que niega la existencia de las cámaras de gas”.


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El diario israelí Haaretz publica una columna en defensa de Pío XII

Del escritor americano Dimitri Cavalli


JERUSALÉN, lunes 1 de febrero de 2010 (ZENIT.org).- Cuando aún no ha cesado la repercusión internacional del artículo del escritor francés de origen judío, Bernard-Henri Lévy, en defensa de Pío XII y su actuación durante la Segunda Guerra Mundial, el diario israelí Haaretz publicaba, en su edición del pasado domingo 24 de enero, un artículo del escritor americano independiente Dimitri Cavalli en la misma línea.

El artículo ha sido publicado también en L´Osservatore Romano, en su edición de hoy.

Cavalli, escritor y editor independiente afincado en Nueva York, experto en Pío XII (actualmente prepara un libro sobre él) y cuyas columnas aparecen en diarios como el Wall Street Journal o el New York Times, afirma que “la campaña contra Pío XII está destinada al fracaso”.

“Sus detractores no tienen ninguna prueba para sostener su principal acusación: la de que guardó silencio, de que fue favorable al nazismo y la de que hizo poco o nada por ayudar a los judíos”.

Para Cavalli, las pruebas que se tienen de aquel periodo hablan en sentido contrario, y recuerda que en 1933, aún Secretario de Estado, el cardenal Pacelli “ordenó al nuncio apostólico en Alemania ver qué podía hacer para contrarrestar las políticas antisemitas del nazismo”.

Recuerda también que la encíclica Mit brennender Sorge, cuyo borrador fue obra es Pacelli, “fue considerada por los alemanes como una amenaza a la seguridad”, hasta el punto de que cuando fue elegido papa, “Joseph Goebbels, ministro alemán de propaganda, escribió en su diario que el Führer consideró la idea de abolir el Concordato”.

“Durante la guerra, el Papa no se quedó el silencio: en numerosos discursos y encíclicas defendió los derechos humanos de todos”, afirma Cavalli.

“Tras haber examinado atentamente el Mensaje de Navidad de Pío XII, la Oficina central del Reich para la Seguridad escribió que el Papa había repudiado el Nuevo Orden Nacional-socialista europeo, y que acusaba virtualmente al pueblo alemán de injusticia hacia los judíos y se hacía su portavoz”.

“Consultad cualquier libro crítico contra Pío XII y no hallareis traza alguna de este importante informe”, acusa Dimitri Cavalli.

El escritor afirma también que durante la guerra, “encargados del Papa ordenaron a menudo a los representantes diplomáticos vaticanos en zonas ocupadas por los nazis y en los países del Eje que interviniesen en nombre de los judíos en peligro”.

Recordando que hasta 1958 “muchas organizaciones y líderes judíos” alabaron la actuación del papa, Cavalli reproduce una de esas intervenciones, la de Alexander Shafran, rabino jefe de Bucarest, en una carta al nuncio apostólico en Rumanía.

“Quizás sólo en un mundo al revés como el nuestro, el único hombre que, en el periodo bélico, hizo más que ningún otro líder por ayudar a los judíos y otras víctimas del nazismo, recibe la condena más dura”, concluye Cavalli.


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Supuestas revelaciones sobre Pío XII que no revelan novedades

Según el diario vaticano


CIUDAD DEL VATICANO, lunes 1 de febrero de 2010 (ZENIT.org).- Las supuestas revelaciones de archivos británicos, que acusarían a Pío XII de silencio o incluso de indiferencia ante la persecución judía, no aportan novedades, considera un artículo publicado por el diario vaticano.

"L´Osservatore Romano", en su edición italiana del 2 de febrero, rebate las interpretaciones que buena parte de los medios informativos han hecho de documentos publicados por el historiador Giuseppe Casarrubea, especializado en la investigación sobre los archivos ingleses de Kew Gardens: un telegrama del 19 de octubre de 1943 y una carta del 10 de noviembre de 1944.

En el primer documento, el diplomático estadounidense Harold Tittmann describe la aparente cautela de Pío XII tras la deportación de los judíos de Roma.

El cardenal Achille Silvestrini, prefecto emérito de la Congregación vaticana para las Iglesias Orientales, quien entró al servicio diplomático de Pío XII en 1953, considera en una entrevista publicada por el diario "La Stampa" (1 de febrero) y citada por "L´Osservatore Romano" que si bien el Papa no levantó su voz ante el escándalo, se entregó en una acción de ayuda, que no hubiera podido realizar en caso de que se tensaran las relaciones con los alemanes.

"En aquel período trágico --subraya el cardenal Silvestrini-- al Papa le preocupaba el que los alemanes dejaran en paz Roma y respetaran su carácter sagrado".

"Y no se trataba de una opción contra los judíos --añade "L´Osservatore Romano"--. Todo lo contrario. Precisamente esa actitud de prudencia habría permitido actuar de manera eficaz y concreta a favor de los judíos y de otros muchos perseguidos. Todo gesto a bombo y platillo de protesta o rebelión habría sido contraproducente".

"Al mismo tiempo el Papa se movilizaba para que en las iglesias y en las instituciones católicas se acogiera al mayor número posible de judíos", ha afirmado el purpurado. "Pero una protesta explícita habría acarreado más daños que ventajas".

El Papa Eugenio Pacelli conocía la situación mucho mejor que otros muchos, opina el cardenal Silvestrini. Había sido nuncio en Munich y en Berlín de 1917 a 1929, había sido favorable a la República de Weimar. "Sabía bien lo que era el nazismo", recuerda el diario vaticano.

El otro documento británico citado por los medios de información, la carta del 10 de noviembre de 1944, hace referencia a un diálogo entre el embajador británico Francis D´Arcy Osborne y Pío XII sobre las masacres de los judíos de Hungría perpetradas por los nazis precisamente en los días en los que llegaban a la Sede Apostólica continuas peticiones para que denunciara los crimines de Stalin en los países bálticos y en Polonia.

Mientras el embajador pedía una denuncia pública de las atrocidades nazis, sugería guardar silencio ante las cometidas por los aliados soviéticos. El Papa prefirió mantener su tradicional línea de prudencia: "Condenar el pecado pero no el pecador", como ha recordado también el historiador Andrea Riccardi, en una entrevsita concedida a "Il Corriere della Sera", el 1 de febrero.

Como ha aclarado el cardenal Silvestrini, "Pío XII consideraba lo que les sucedió a los obispos holandeses como una advertencia a no repetirlo. El episcopado de Holanda había escrito una carta en la que condenaba ´el despiadado e injusto trato a los judíos´. Ese documento se leyó en las iglesias holandesas en julio de 1942".

"Las intenciones eran óptimas, pero los resultados fueron desastrosos", constata "L´Osservatore Romano".

Y "precisamente en el país en el que los sacerdotes habían denunciado más duramente las persecuciones judas, se dieron más deportaciones que en cualquier otro Estado de Europa Occidental", constata el cardinal Silvestrini.

El purpurado italiano concluye: "Ante la Shoá los aliados guardaron silencio y todos los demás, pero sólo se le piden cuentas a Pío XII. A los demás nunca se les pone en discusión".


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Grave error de dos investigadores relanza falsas acusaciones contra Pío XII

Equivocan la fecha de un documento y acusan al Papa de algo que no había sucedido


ROMA, martes, 2 febrero 2010 (ZENIT.org).- Un documento presentado como prueba de la indiferencia de Pío XII ante la "razzia" de los judíos de Roma contiene un gravísimo error de fecha por parte de los investigadores que lo han presentado: el texto había sido escrito antes de aquellos terribles hechos.


Por otra parte, contrariamente a lo que han afirmado los dos investigadores que han hecho las "revelaciones", no se trata de un documento inédito; ya había sido publicado hace 46 años y era ampliamente conocido por los historiadores.

El pasado domingo, la agencia italiana ANSA publicó una nota para presentar las revelaciones de los italianos Giuseppe Casarrubea y Mario Cereghino, quienes han encontrado en archivos de Gran Bretaña un documento que, según ellos, llevaba por fecha el 19 de octubre de 1943, es decir, tres días después de la "razzia" contra los judíos de la ciudad eterna bajo el nazismo.


En el documento, el diplomático estadounidense Harold Tittman informaba al gobierno de los Estados Unidos sobre su encuentro con el Papa Eugenio Pacelli, quien "en vez de indignarse por la deportación de más de mil judíos romanos, se muestra en profunda ansia por las ´bandas comunistas acampadas en los alrededores de Roma´", según la interpretación de ese documento ofrecida por ANSA.


Según ha explicado en un mensaje enviado a ZENIT el profesor Ronald Rychlak de la University of Mississippi, autor de investigaciones sobre Pío XII, los investigadores han cometido un error grave en la lectura de la fecha.


"El mensaje enviado a Washington por Harold Tittmann está fechado en el 19 de octubre, pero esto es un error. Los archivos vaticanos muestra que el encuentro entre Pío XII y Tittmann se celebró el 14 de octubre", explica Rychlak.

"De hecho, ´L´Osservatore Romano´ del 15 de octubre de 1943 informó en la primera página (al inicio de la primera columna) que Tittmann fue recibido por el Papa en una audiencia privada el 14 octubre de 1943".

Y la "razzia" contra la comunidad judía de Roma tuvo lugar el 16 de octubre.

"Aparentemente un ´14´ escrito a mano fue equivocadamente entendido como ´19´ cuando el documento fue mecanografiado. ¡El Papa no mencionó la ´razzia´ contra los judíos, pues no había tenido lugar!", aclara.

"Su preocupación era que un grupo de comunistas cometiera un acto y éste llevara a repercusiones serias. Desde luego, demostró que tenía razón con lo que sucedió en la siguiente primavera", concluye el profesor.

Un "inédito" publicado hace 46 años

Existe otro error grave en estas revelaciones, pues los investigadores lo presentaron como inédito a la agencia ANSA. El documento, en realidad, fue publicado en 1964 y era ampliamente conocido por los historiadores. Se encuentra en la colección "Foreign Relations of United States" (FRUS), en el segundo de los volúmenes relativos al año 1943, p. 950.

En su blog, Andrea Tornielli, "vaticanista" del diario italiano "Il Giornale", recuerda que Casarrubea y Cereghino en el pasado ya han hecho "revelaciones" de este tipo.

"En octubre de 2008 presentaron como inédito un documento para utilizarlo contra Pío XII (también fue referido por la agencia ANSA) y después tuvieron que pedir perdón, como puede leerse en la página vaticanfiles.splinder.com".

Por Jesús Colina


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UN PRONUNCIAMIENTO EXPLÍCITO HUBIERA SIDO PERJUDICIAL

La resistencia alemana antinazi pidió a Pío XII que se pronunciara con cautela sobre Hitler


L´Osservatore Romano publicó un artículo en el que, a través de una serie de documentos históricos, se comprueba que la resistencia alemana antinazi pidió al Papa Pío XII no intervenir directamente contra Hitler; en una clara respuesta a los detractores del Papa Pacelli que lo acusan falsamente de haberse mantenido en «silencio» ante el holocausto.


El artículo escrito por el historiador y catedrático italiano Roberto Pertici, explica que el documento 242 que hace parte de una relación dedicada al Vaticano y Estados Unidos publicada en Milán en 1978, elaborada por Ennio Di Nolfo, da a conocer el testimonio del abogado católico bávaro Josef Müller, quien hacía parte de la resistencia alemana antinazi y que fue el contacto con la Santa Sede entre 1939 y 1940.


«Müller era parte de los servicios secretos alemanes (Abwehr)» que constituía «uno de los centros ocultos de la oposición anti-hitleriana. Fue enviado a Roma con una excusa, pero con la misión de tomar contacto con el entorno del Papa (en el que habían varios obispos alemanes) y hacerle saber a Pío XII del proyecto de la oposición alemana para derrocar a Hitler y construir una Alemania democrática», explica el artículo.


Las victorias de Hitler en Noruega y en Francia hicieron abortar la operación que sin embargó no impidió generar un contacto claro.

Müller fue arrestado en 1943 para luego ser conducido a un campo de concentración. Tras su liberación, por parte del ejército estadounidense el 5 de mayo de 1945, el abogado llegó al Vaticano el 2 de junio y escuchó al Papa Pío XII condenar enérgica y públicamente el nazismo, informa ACI.


«Pueden ver –dijo el Pontífice en aquella ocasión– lo que queda detrás de una concesión y una actividad del Estado que no tiene en cuenta los sentimientos más sagrados de la humanidad, que pisotea los inviolables principios de la fe cristiana. El mundo entero, estupefacto, contempla hoy la ruina» generada por los nazis.


En aquella ocasión el Papa Pacelli también recordó su aporte en la encíclica «Mit brennender Sorge» de 1937 que condena el nazismo y su mensaje radial de Navidad de 1942 contra la persecución nazi.


De todo esto y otros temas relacionados, Müller conversó el 3 de junio de 1945 con Harold H. Tittmann, el joven encargado de los asuntos estadounidenses ante la Santa Sede. Tras el diálogo envió un completo informe a su superior Myron Taylor, el representante personal del Presidente de Estados Unidos ante el Pontífice.


El informe de Harold Tittmann decía literalmente: «El doctor Müller ha dicho que durante la guerra su organización antinazi en Alemania había insistido mucho para que el Papa evitara cualquier declaración pública específicamente dirigida como condena contra los nazis, y había recomendado que las observaciones del Papa se mantuvieran entre los límites de las consideraciones generales», como efectivamente hizo Pío XII.


«El doctor Müller –proseguía Tittmann– ha dicho que fue obligado a dar este consejo porque si el Papa hubiera sido específico, los alemanes lo habrían acusado de ceder a las presiones de potencias extranjeras y eso habría generado más sospechas sobre quienes no eran católicos alemanes y hubiera restringido grandemente su libertad de acción en su labor de resistencia al nazismo».


Tittmann dice también que «el doctor Müller ha dicho que la política de la resistencia católica en Alemania era que el Papa debía mantenerse aparte, mientras la jerarquía alemana (los obispos) llevaba a cabo la lucha contra el nazismo al interior de Alemania, sin que las influencias externas se manifestaran».

Finalmente, en el relato del 3 de junio de 1945, Tittmann explicaba que «el Papa ha seguido este consejo durante toda la guerra». Müller pensaba que «el Papa ha decidido hablar ahora abiertamente contra los nazis porque las implicancias de sus denuncias son actualmente muy importantes y lo hace tomando en cuenta una gran cantidad de consideraciones». 2010. II. 09

http://www.religionenlibertad.com/articulo.asp?idarticulo=7000


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¿Alguien de buena fe cree todavía que Pío XII obró mal?


Las polémicas sobre Pío XII y su actuación durante el holocausto ya cansan. Se ha escrito mucho sobre el tema, a favor y en contra, pero hay que decir que la mayoría de lo que se ha escrito a favor es para responder a las mismas acusaciones, repetidas hasta el infinito y sin añadir nada nuevo. Son viejas acusaciones -no muy viejas, son de los años 60, pues antes de eso eran todo alabanzas al Papa Pacelli- que hacen pensar en falta de buena fe, pues si alguien de buena voluntad quiere saber sobre el tema, basta que lea todo lo que se ha escrito antes para no tener que repetir las mismas tonterías.


Caundo alguien hace unos años preguntó a Juan Pablo II acerca de Pío XII y el holocausto, el Pontífice respondió sin vacilar: "Lead ud. al P. Blet, todo está en sus libros". Y es verdad, hace años que el difunto historiador jesuita trató y clarificó los temas que después parece que algunos no tienen claro y que hay que gastar tiempo y tinta para refutar. Pero dejando aparte al P. Blet, los nuevos datos que surgen por todas partes no hacen más que dar la razón a Pío XII, que algunos se empeñan en quitarle con acusaciones rancias, que huelen a revenido (o avinagrado, según el diccionario de Espasa Calpe). Habría que pedir por favor a los típicos comentaristas, pseudohistoriadores y fanáticos que dan la matraca con las acusaciones a Pío XII, que se leyesen los datos históricos y se ahorrasen tiempo y molestias, pues la historia no les da la razón y gracias a Dios hay cada vez más escritores juiciosos que tampoco se la dan.


Para muestra, un botón: David Dalin escribió hace poco un libro pidiendo que Pio XII sea reconocido como “Justo entre las naciones”, título reservado a aquellos que han hecho el bien a la humanidad de modo muy especial. El libro, llamado “La leyenda negra del Papa de Hitler”, ha sido prácticamente ignorado por la prensa internacional, a pesar de la fama en Estados Unidos de su autor, conocido en todo el país por su obra “Religión and State in the American Jewish experience”, best-seller del 1998. Dalin sostiene que la mayoría de las obras publicadas hoy en día sobre Pío XII demuestran una escasa comprensión de cómo el Papa Pacelli fue un fuerte opositor al nazismo y cómo trabajó para salvar a miles de judíos del holocausto. Concluye Dalin afirmando: “Contrariamente a lo que escribe John Cornwell diciendo que Pio XII fue el Papa de Hitler, creo que el Papa Pacelli fue una de los grandes apoyos de los judíos”.


De modo parecido, el insigne historiador británico Sir Martin GIlbert, también judío, ha publicado un libro, recientemente traducido al italiano, “I Giusti, gli eroi sconosciuti dell’ Olocausto” (Città Nuova), en el que el autor documenta detalladamente el trabajo de protección y defensa llevado a cabo por la Iglesia Católica en general y particularmente por Pío XII. Experto en el tema de la Soah y biógrafo oficial de Wiston Churchill, Sir Martin GIlbert es profesor de Historia del Holocausto en el University College de Londres. En su libro explica cómo, según él, ciertas corrientes ideológicas contrarias a la Iglesia Católica y favorables a una lectura unilateral de la historia moderna, influyen negativamente en la búsqueda de la verdad. Siguiendo el pensamiento de este ilustre investigador, para nada devoto de la Iglesia Católica pero honestísimo historiador, hay que caer en la cuenta de que los condicionamientos de la cultura dominante muy fácilmente hacen caer a la investigación histórica en el reduccionismo. Así, en el caso de Pio XII, muchos de los historiadores no cuentan casi para nada (porque no les interesa) con la cantidad y la calidad de los testimonios de fuentes judías de la época, a pesar que se trata de fuentes libres, directas, espontáneas y manifestadas en tiempos de los que no se puede sospechar.


Un análisis sereno de estos testimonios podría llevar a entender más profundamente cuál fue la estrategia de la Santa sede para salvar a los perseguidos y así quizás se podrían clarificar para siempre las polémicas sobre los presuntos “silencios” de Pío XII. Si se verifican las fuentes históricas, la primera acusación, esto es, que Pacelli tenía simpatías filo nazis, aparece totalmente falsa, pues en realidad, desde el principio Pío XII fue uno de los mayores opositores al nazismo. Veamos algunos datos históricos:


El 2 de marzo de 1939 Eugenio Pacelli fue elegido Pontífice y un día despues, el Berliner Morgenpost, órgano del movimiento nazi, escribió que “la elección del Cardenal Pacelli no ha sido recibida bien por Alemania, pues él siempre se ha opuesto al nazismo”. También el semanario oficial de la Internacional comunista, La correspondance internationale dedicó un artículo al nuevo Pontífice destacando que “el elegido era persona non grata a los nazifascismos”. Según este mismo periódico de la Internacional comunista, “llamando como sucesor a quien se había opuesto con resistencia enérgica a las concepciones totalitarias fascistas que tienden a eliminar a la Iglesia Católica, el colaborador más estrecho de Pío XI, los cardenales habían hecho un gesto significativo, al poner a la cabeza de la Iglesia a un representante del movimiento católico de resistencia”.


Por otro lado, todos los periódicos católicos de las naciones libres celebraron con entusiasmo la elección de Pío XII, publicando fragmentos de las intervenciones del Cardenal Pacelli y subrayando su papel definitivo en la composición de la encíclica que denunciaba al nazismo, Mitt Brennender Sorge. El 6 de marzo del 1939 el diario judío de Jerusalén The Palestine Post escribía un editorial titulado “Un líder para la paz”, en el que destacaba que el nuevo Pontífice “ha tenido un papel principal en la reciente oposición pontificia a las perniciosas teorías raciales y otros aspectos del totalitarismo”. El 10 de marzo, el Jewish Chronicle de Londres elogió la elección de Pío XII y reprodujo amplios fragmentos del discurso contra el nazismo que Pacelli había pronunciado en Lourdes en el 1935. El mismo diario judío recordó cómo el periódico nazi Voelkischer Beobachter publicó el 22 de enero de 1939 una foto del Cardenal Pacelli y de otros dignatarios de la Iglesia Católica, indicándoles como “agitadores en el Vaticano contra el fascismo y el nacionalsocialismo”. Además, el Jewish Croniche reprodujo los mensajes de congratulación que habían dirigido distintas asociaciones judías a Pío XII: la Anglo-Jewish Community, la Synagogue Council of America, el Canadian Jewish Congress y el Polish Rabbinical Council. El presidente de la primera de todas éstas definió la elección de Pacelli como “la mejor recibida”.



El 10 de marzo de 1939, el Canadian Jewish Cronicle, diario de la comunidad judía canadiense, alabó al colegio de Cardenales por haber resistido a las presiones de los nazis, que habrían querido impedir la elección de Pacelli; y el 16 de marzo del 1939, el Zionist Review de Londres escribió que el nombramiento como Secretario de Estado del Vaticano del Cardenal Maglione “confirmaba que el Papa quería llevar una política anti-nazi y antifascista”.


Para concluir estos testimonios contemporáneos al Papa, cómo no citar lo que escribió en el Time Magazine el judío quizás más famoso de todo el siglo XX, Albert Einstein, el 23 de diciembre de 1940 (ya en plena guerra mundial). Son palabras que no tienen desperdicio:



“Siendo yo un amante de la libertad, cuando ocurrió la revolución (nazi) en Alemania, dirigí mi mirada con confianza a las universidades, sabiendo que éstas siempre habían presumido de su amor a la verdad. Pero las universidades fueron acalladas. Entonces miré a los grandes editores de los diarios, que en editoriales ardientes proclamaban su amor por la libertad. Pero también ellos, como las universidades, fueron reducidos al silencio, ahogados en el arco de pocas semanas. Sólo la Iglesia permaneció firme, en pie, bloqueando las calles a las campañas de Hitler que suprimía la verdad.



Yo nunca antes he tenido un interés particular por la Iglesia, pero ahora siento hacia ella afecto y admiración, pues solamente la Iglesia ha tenido la valentía y la obstinación de apoyar la verdad intelectual y la libertad moral. Tengo que confesar que antes la despreciaba y ahora la alabo incondicionalmente”. 18.enero MMX

http://www.religionenlibertad.com/articulo.asp?idarticulo=6534&mes=&ano=


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Cómo la “estrategia del silencio” salvó a miles de judíos

Documentos y Testimonios ilustran los esfuerzos de Pío XII


Por Gary S. Krupp

NUEVA YORK, viernes 28 de mayo de 2010 (ZENIT.org).- La Pave the Way Foundation inició un proyecto de recuperación de documentos para mostrar toda la información y los testimonios posibles sobre el pontificado del papa Pío XII, el Pontífice la Segunda Guerra Mundial, con el fin de acabar con el "atasco" académico causado por la falta de información disponible públicamente.

Nuevos hallazgos han sacado a la luz documentos y testimonios, que muestran claramente que el 16 de octubre de 1943, fue la falta intencionada de una denuncia pública por parte del Papa Pío XII contra la detención de los judíos romanos, lo que les salvó la vida y permitió su rescate.

Tenemos una declaración jurada de 1972 el general Karl Wolff, comandante de las SS para Italia y segundo de Heinrich Himmler, que establece que en septiembre de 1943 Adolf Hitler ordenó desarrollar un plan para invadir el Vaticano, secuestrar al Papa, incautar los bienes del Vaticano, y matar a la Curia Romana. Este plan debía llevarse a cabo inmediatamente.

El general Wolff sabía que si esta invasión se llevaba a cabo, se producirían disturbios masivos en toda Europa, lo que supondría un desastre militar para el esfuerzo bélico alemán. El general Wolff declaró que tuvo éxito en convencer a Hitler para retrasar la invasión. Este punto de vista de un potencial desastre militar era compartida por el gobernador militar de Roma, el general comandante Rainer Stahel, y el embajador alemán ante la Santa Sede, Ernst von Weizsäcker.

Pío XII se enteró del plan de invasión, y también creía por su parte que su ejecución provocaría disturbios en masa que podrían matar a miles de personas inocentes y que la neutralidad del Vaticano sería violada, permitiendo así que las fuerzas alemanas entrasen en todas las propiedades del Vaticano. Existen actas manuscritas, que establecen que el 6 de septiembre de 1943, Pío XII llamó en secreto a los cardenales para comunicarles que el Vaticano podría ser invadido, y que él sería llevado al norte y probablemente asesinado. Los cardenales tenían que prepararse para huir a un país neutral de inmediato, en cuanto se produjese la invasión del territorio del Vaticano.

También firmó una carta de renuncia, y la puso en su escritorio. Dio instrucciones a los cardenales para formar un gobierno en el exilio y para elegir un nuevo Papa, una vez que estuvieran a salvo. Tenemos una carta escrita a mano por el secretario de Estado ordenando a la Guardia Suiza que no resistiesen a las fuerzas invasoras alemanas con la fuerza de las armas, y numerosos documentos que detallan cómo se iban a proteger la Biblioteca Vaticana y el contenido del museo.

A lo largo de este período, von Weizsäcker envió mensajes positivos engañosos sobre el Papa a Berlín para calmar a Hitler, no para justificar una orden de invasión. Algunos críticos de Pío XII erróneamente han basado sus teorías de la complicidad y la colaboración del Papa en estos cables intencionadamente engañosos - lo que el asistente de von Weizsäcker, Albrecht von Kessel, llamó más tarde "mentiras tácticas".

Tenemos un testimonio adicional de teniente Nikolaus Kunkel, un oficial alemán de la sede del gobernador militar de Roma, que corrobora la evidencia documentada y el testimonio exactamente de cómo Pío XII directamente salvó a la comunidad judía romana, y de que estaban esperando la orden de invasión por parte de Berlín cualquier día.

Cuando comenzaron los arrestos en la mañana del 16 de octubre 1943, Pío XII fue alertado de ello por la princesa Enza Pignatelli Aragona Cortes. De inmediato dio varios pasos para forzar a los alemanes para detener los arrestos. Llamó al Secretario de Estado del Vaticano, el cardenal Maglione, y le instruyó para lanzar una vehemente protesta contra los arrestos. El cardenal Maglione advirtió von Weizsacker esa misma mañana, de que el Papa no podía permanecer en silencio ya que se estaba arrestando a los judíos debajo de sus propias ventanas, en su propia diócesis. Pío XII entonces envió a su sobrino, Carlo Pacelli, para que se reuniera con un simpatizante de Alemania, el obispo Alois Hudal, ordenándole que escribira una carta a sus contactos alemanes para detener de inmediato las detenciones.

Esto también demostró ser ineficaz. El último esfuerzo de Pío XII, el más exitoso, fue enviar a su confidente, el Superior General de los Salvatorianos, padre Pankratius Pfeiffer, para que se reuniera directamente con el gobernador militar de Roma, el general Stahel. Padre Pfeiffer advirtió a Stahel de que el Papa iba a lanzar una protesta en voz alta y pública en contra de estas detenciones, si no se detenían. El temor de que esta protesta pública diese lugar a que Hitler ordenara la invasión de la Santa Sede movió a Stahel a actuar.

El general Stahel inmediatamente telefoneó a Heinrich Himmler, y se inventó razones militares para detener los arrestos. Confiando en las valoraciones de Stahel, Himmler avisó a Hitler de que detuviera los arrestos. La orden de detener los arrestos fue tomada al mediodía del 16 de octubre, y empezó a ser efectiva a las 2 de la tarde del mismo día que comenzaron.

Esta secuencia de hechos fue confirmada de forma independiente por el general Dietrich Beelitz, oficial de enlace con la oficina del mariscal de campo Albert Kesselring y el mando de Hitler. Beelitz escuchó personalmente la conversación entre Stahel y Himmler. Cuando el engaño de Stahel fue conocido después, Himmler castigó al General Stahel enviándole al frente oriental.

Se sabe que en el Vaticano había espías inflitrados. El Papa sólo podía enviar a sacerdotes de confianza y confidentes a través de Roma e Italia, con órdenes verbales y por escrito del Papa de abrir los claustros, permitiendo a hombres y mujeres entrar en los conventos y monasterios católicos, y ordenando que todas las instituciones eclesiásticas ocultasen a los judíos donde pudieran.

Según el afamado historiador británico sir Martin Gilbert, el Vaticano ocultó a miles de judíos literalmente en un día (véanse los documentos de apoyo aquí y aquí). Una vez ocultos, el Vaticano continuó alimentando y manteniendo a sus "huéspedes" judíos hasta la liberación de Roma, el 4 de junio de 1944.

Documentos de Berlín y del juicio a Eichmann en Israel muestran también que los 8.000 judíos romanos que iban a ser arrestados no tenían que ir a Auschwitz, sino que debían ser mandados al campo de trabajo de Mauthausen y mantenidos como rehenes. Esta orden fue revocada posteriormente por personas desconocidas, y 1.007 judíos fueron enviados a Auschwitz para morir. Desgraciadamente sólo sobrevivieron 17. Mientras que hay gente que critica repetidamente a Pío XII por no haber salvado a los 1.007, permanecen completamente en silencio sobre sus acciones directas, que salvó a una comunidad judía de Roma, de más de tres mil años de antigüedad.

Se descubrió recientemente, en los archivos norteamericanos, que los aliados habían descifrado los códigos alemanes y sabían con una semana de antelación de la intención de arrestar a los judíos de Roma. Los aliados decidieron no avisar a los romanos porque esto podría alertar a los alemanes de esta brecha en su servicio de inteligencia. Esta “decisión militar” dejó a Pío XII solo, sin aviso previo, para intentar poner fin a los arrestos.

Hablando del Papa Pío XII, el más importante experto judío sobre el Holocausto en Hungría, Jeno Levai, declaró que era una ironía "especialmente lamentable que la única persona en toda la Europa ocupada que hizo más que nadie para frenar el terrible crimen y mitigar sus consecuencias, se ha convertido hoy en día en el chivo expiatorio de los fracasos de los demás”.

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Gary Krupp es el fundador de Pave the Way Foundation (PTWF), una organización no partidista cuya misión es identificar e intentar eliminar obstáculos entre las religiones e iniciar gestiones positivas de cara a mejorar las relaciones interreligiosas.

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En la red:

Más información: www.ptwf.org

Expresión de agradecimiento de las comunidades judías italianas (1946):

www.pavethewayfoundation.org/Downloads/Italian%20Jewish%20Community%20Placard.pdf

Oración judía por Pío XII: www.pavethewayfoundation.org/Downloads/Jewish%20Praise.pdf

Testimonio del padre jesuita Peter Gumpel (Video 9):

www.barhama.com/PAVETHEWAY/INTERVISTA_A_GUMPEL/GUMPLE.html

[Traducción del inglés por Inma Álvarez]



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Réplica a Agapito Maestre


He releído con atención un par de veces el artículo que hoy dedica Agapito Maestre a los premiados con el Príncipe de Asturias en Comunicación y Humanidades, Alain Touraine y Zygmunt Bauman. Como no puede ser de otro modo, es la lectura que realiza el discípulo del escrito del maestro, con la devoción y admiración debida. Pero sobre un punto el discípulo se permite discrepar del maestro.

Suscribiendo todo lo que Maestre afirma tanto sobre el sociólogo francés como sobre la caída libre de los premios Principe de Asturias, discrepo en lo relativo a Bauman. Cierto es que la actual dictadura academicista mueve a los grandes gurús a empapelar periódicamente a sus audiencias. La excelencia se mide hoy por la cantidad de kilos producidos de papel impreso y la cuantía de conferencias, simposios, congresos, participaciones y premios recibidos.

Pero hay en Bauman una aportación singularísima que para desgracia de todo Occidente no ha sido suficientemente profundizada y desarrollada ni siquiera por el propio autor. Y lo que Bauman puso de manifiesto hace ya más de dos décadas es de una importancia vital para la supervivencia de las llamadas sociedades libres, que de este modo han ignorado temerariamente la presencia de un virus letal latente en su propio seno.

Me refiero a su obra “Modernidad y Holocausto”, trabajo en el que sólo hay unos esbozos, que luego fueron abandonados quizás por la atracción que nuestro sociólogo sintió por los oropeles y las vanidades del mundo académico-mediático. Se trata de la pervivencia de las estructuras que en Alemania permitieron el nazismo en el interior de las actuales sociedades desarrolladas. Como bien sabe Maestre, esta obra es anterior a todo el proceso de licuefacción de la obra de Bauman.

La reflexión sobre las implicaciones profundas tanto en sus orígenes como en sus consecuencias de la Shoah es algo que Occidente ha abandonado aunque pueda parecer lo contrario. Y Bauman localizó en aquella obra una serie de mecanismos que se activaron durante aquel proceso y que hoy siguen plenamente operativos en nuestras sociedades, tales como los que permiten a ciudadanos normales la producción de la distancia de los sujetos señalados como “externos” a la propia comunidad, los que permiten a funcionarios diligentes convertirse sin apenas consciencia en verdugos implacables y los que dan lugar a la inhibición de la reflexión moral sobre los “otros” en tanto que miembros de la misma especie.

Estos procesos son perfectamente identificables hoy en Cataluña y el País Vasco, y sin embargo no se ha realizado ningún esfuerzo serio a nivel analítico para desenmascararlos y ponerlos encima de la mesa.

Dada mi total desvinculación de entornos académicos y, por tanto, mi ignorancia, sólo conozco otro intento posterior al de Bauman de volver sobre los mecanismos de nazificación operantes hoy entre nosotros, el de Giorgio Agamben en su trilogía “Homo Sacer”. No puedo tomar demasiado en serio el trabajo de Daniel J. Goldhagen, si bien los estudios de Christopher Brownig también ofrecen aportaciones interesantes.

Por el contrario, todo aquello relacionado con la Shoah ha sufrido un proceso de banalización mediática que ha transformado lo que late en nuestro interior en algo ajeno a nosotros, que como habría dicho Debord, ha sido producido como espectáculo y de ahí, mercancía para el consumo. Con el antecedente de la serie “Holocausto”, el gran hito de esta banalización fue la película de Spielberg “La lista de Schlinder”, ante cuya sola producción el propio Elie Wiesel formuló sus quejas más amargas.

Pasear hoy por Auschwitz provoca en el visitante lúcido una sensación de estupidez suicida generalizada: grandes grupos de bachilleres de toda Europa, acogidos al proyecto Comenius, pasean entre risas y chistes por un lugar en el que el silencio debiera ser obligatorio. Sus flashes se disparan sobre el crematorio con la misma naturalidad con la que se dirigirían sobre un hipopótamo en un parque zoológico. No van a Birkenau, y uno, en su irritación, llega a imaginarse que la única visita posible a este agujero negro de la historia sería metiendo a todos estos grupos en un solo vagón de un tren de mercancías y cruzar en él por la noche el portalón de Birkenau hasta el andén donde esperaba Mengele.

Porque hoy la principal conclusión que Bauman expuso ante la comunidad occidental ha sido enterrada incluso por él mismo, por espantosa e imposible de ser asumida por nuestra institucionalizada estupidez: el verdugo podría ser yo, en cualquier momento. Y hoy, cuando se repite como un mantra a diario el terrible tópico de “la ley dice que...” en todos los centros de salud, educativos, administrativos... de toda la geografía europea, sólo puedo recordar la frase con la que se abre el capítulo sobre Milgram en la obra citada:


“Sin haberse recuperado por completo de la demoledora verdad del Holocausto, Dwight Macdonald advertía en 1945 que ahora debemos temer más a la persona que obedece la ley que a quien la viola”


¿Acaso existe en algún lugar del mundo un requisito para el acceso a la función pública que permita al aspirante detectar y neutralizar previamente al pequeño Eichmann que lleva en su interior?. Imposible, un funcionario con conciencia que cuestione la moralidad de la ley que debe ejecutar supone el colapso de los actuales mecanismos del poder. Y es por eso que las más importantes batallas que se libran hoy en España son las que tienen que ver con la objeción de conciencia. Al menos Bauman lo intentó. Me alegro por este premio.


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"Los Archivos Secretos Vaticanos concernientes hasta el año 1939, que fueron abiertos hace dos años (2008) y que muestran el 65% del ministerio de Pacelli, han sido irónicamente ignorados por los críticos que exigieron durante años su apertura" – 2010.II.


En Internet archivos secretos vaticanos sobre la segunda guerra mundial

El Vaticano accede a la propuesta de la “Pave the Way Foundation”

CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 10 de febrero de 2010 (ZENIT.org).- Pronto se publicará en Internet, para acceso gratuito, una mole inmensa de documentos de la Santa Sede relativos a la segunda guerra mundial.

La iniciativa tiene lugar en respuesta por parte del Vaticano a una petición de la Pave the Way Foundation (PTWF) para digitalizar y publicar posteriormente 5.125 documentos de los Archivos Secretos Vaticanos, fechados entre marzo de 1939 y mayo de 1945.

Gary Krupp, fundador y presidente de la "Pave the Way Foundation", ha anunciado oficialmente a ZENIT: "las ´Actes et Documents du Saint Siège relatifs a la Seconde Guerre Mondiale´ (Actas y Documentos de la Santa Sede relativos a la Segunda Guerra Mundial) serán disponibles muy pronto para el estudio mundial en línea, sin cobro alguno".

"Los documentos estarán disponibles tanto en la página web de la ´Pave the Way Foundation´ (www.ptwf.org) como en la del Vaticano (www.vatican.va)", revela Krupp.

La "Pave the Way Foundation" es una organización surgida para eliminar los obstáculos entre religiones, fomentar la cooperación y acabar con el abuso de la religión para fines partidistas.

"En el desarrollo de nuestra misión, hemos constatado que el papado de Pío XII (Eugenio Pacelli) durante la segunda guerra mundial es un motivo de fricción provocando un impacto en más de mil millones de personas. La controversia se centra en si hizo lo suficiente para prevenir la masacre de judíos a manos de los nazis", reconoce Krupp, judío de Nueva York.

"Nuestra investigación ha revelado que cinco años después de la muerte de Pío XII, los servicios secretos soviéticos, el KGB, organizaron un complot para desacreditar a su enemigo, la Iglesia católica, llamado ´Seat 12´. Un sucio truco, que condenó al Papa Pío XII por su ´silencio´ durante el Holocausto, basado en la obra de teatro ´El vicario´ de Rolf Hochhuth, en 1963", añade el fundador.

El Papa Pablo VI, en 1964, pidió que un equipo de tres historiadores jesuitas, los padres Pierre Blet, Burkhart Schneider, y Angelo Martini, realizaran una intensa investigación para buscar documentos relevantes de los años de la guerra en la sección no abierta al público de los Archivos Secretos Vaticanos. Pocos años después, el sacerdote estadounidense Robert Graham se unió al grupo. Aquella investigación fue recogida en las actas que ahora serán publicadas en línea. El primero de los once volúmenes fue publicado en 1965, el último en 1981.

"En 1999, el cardenal Edward Cassidy creó una comisión especial de académicos judíos y católicos para estudiar conjuntamente los documentos. Esta iniciativa fracasó el 21 de julio de 2001 pues los profesores no eran capaces de leer los idiomas de los numerosos documentos. Publicaron una lista de 47 preguntas y exigieron la apertura de los archivos entre los años 1939 y 1958, a pesar de que no están todavía catalogados", informa Krupp.

Para abrir todos los documentos relativos a la segunda guerra mundial del Archivo Secreto Vaticano, la Santa Sede necesita terminar su catalogación: unos 16 millones de documentos

"En el cumplimiento de nuestra misión de hacer público el mayor número posible de documentos para eliminar este obstáculo entre judíos y católicos a la luz de la verdad documentada, nuestra Fundación pidió el permiso para digitalizar esta colección y ponerla a disposición de quien quiera estudiarla".

Gary Krupp, presidente de la Fundación añade: "Esta iniciativa busca simplemente mostrar con claridad los esfuerzos que desplegó Pío XII para mitigar el sufrimiento de tantas personas durante la guerra y que la ´leyenda negra´ que ensució su nombre simplemente no es verdadera".

"Este acceso que estamos ofreciendo no pretende sustituir el pleno acceso a los archivos de la segunda guerra mundial, pero mostrará de una manera única los esfuerzos de Pío XII y los peligros que afrontó bajo la directa amenaza del régimen nazi", indica el fundador.

"Los Archivos Secretos Vaticanos concernientes hasta el año 1939, que fueron abiertos hace dos años y que muestran el 65% del ministerio de Pacelli, han sido irónicamente ignorados por los críticos que exigieron durante años su apertura", añade Krupp.

La "Pave the Way Foundation" agradece a la Secretaría de Estado y a la Librería Editora Vaticana "su confianza en nosotros al permitirnos este privilegio sin precedentes".

"Esperamos sinceramente que los historiadores internacionales estudien con mucha atención estos documentos. Esperamos que la digitalización de estas más de 9.000 páginas lleve unas cuatro semanas y cuando terminemos las publicaremos en Internet".

"Mientras tanto, ya hemos publicado en línea (www.ptwf.org) miles de documentos y vídeos de testigos para el estudio".

"Pedimos que los investigadores franceses, italianos y alemanes nos ayuden a traducir documentos al inglés y envíen este trabajo a la ´Pave the Way Foundation´ para que pongamos la información al alcance del mayor número posibles de académicos para la investigación. También nos gustaría recibir todo tipo de comentarios, positivos o negativos, sobre el contenido de estos documentos", concluye Krupp.

Por Jesús Colina – 2010. II. 12


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Una máxima de la Regla de San Benito, reza: «No anteponer nada a la obra de Dios (es decir, al Oficio divino)». Para los monjes, la liturgia es lo primero. Todo lo demás va después. Y en lo fundamental, esta frase es válida para cada persona. Dios es importante, lo más importante en absoluto en nuestra vida. Ésta es la prioridad que nos enseñan precisamente los pastores. Aprendamos de ellos a no dejarnos subyugar por todas las urgencias de la vida cotidiana. Queremos aprender de ellos la libertad interior de poner en segundo plano otras ocupaciones – por más importantes que sean – para encaminarnos hacia Dios, para dejar que entre en nuestra vida y en nuestro tiempo. El tiempo dedicado a Dios y, por Él, al prójimo, nunca es tiempo perdido. Es el tiempo en el que vivimos verdaderamente, en el que vivimos nuestro ser personas humanas. †


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el crepúsculo da un aire de misterio al ambiente - Y el hombre se dirige a Dios en la plegaria


Todo lo que existe pertenece a Dios, que lo ha confiado a los hombres, pero no para que dispongan arbitrariamente de ello. Por el contrario, cuando el hombre, en vez de desempeñar su papel de colaborador de Dios, lo suplanta, termina provocando la rebelión de la naturaleza, "más bien tiranizada que gobernada por él" (Centesimus annus, 48[1991.V.01]). Así, pues, el hombre tiene el deber de ejercer un gobierno responsable sobre la creación, protegiéndola y cultivándola (Caritas in veritate, 50[2009.VI.29]).


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Nolite conformari huic saeculo, sed reformamini in novitate sensus vestri, ut probetis quae sit voluntas Dei bona et beneplacens et perfecta (Rom. XII, 2). Nos os amoldéis a este mundo, procurad reformaros con un nuevo sentido de la vida; tratando de discernir la voluntad de Dios, lo que es bueno, de más valor, más perfecto.

Vox fidei, semper! La voz de la fe, siempre! "Pretender acallar y prohibir las voces de los cristianos por el hecho de ser cristianos es totalitarismo"†

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