sábado, 13 de septiembre de 2008
Sor María Marta Chambon recibió estas promesas insuperables, desbordantes. Su vida (1841-1907) echa ya raíces en pleno siglo XX, es un preludio de Fátima, y por tanto, es la última tabla de salvación que el Redentor nos ofrece, junto con la devoción a la Divina Misericordia. No hay más.
1. Con cada palabra que se pronuncie en la Coronilla de las Santas Llagas, dejaré que una gota de Mi Sangre caiga sobre el alma de un pecador.
2. Cada vez que se ofrezcan a Mi Padre los méritos de Mis Divinas Llagas, ganaréis una inmensa fortuna.
3. Las almas que hayan contemplado y honrado Mi Corona de espinas en la tierra, serán mi Corona de Gloria en el Cielo.
4. Concederé todo lo que se Me pida por medio de la invocación de Mis Santas Llagas. Todo lo obtendréis porque es a través de los méritos de mi Preciosísima Sangre, que es infinito. Con Mis Llagas y Mi Divino Corazón lo podéis obtener todo.
5. De mis Llagas proceden frutos de santidad. Como el oro purificado en el crisol se vuelve más hermoso, así pondréis vuestras almas y las de vuestros seres queridos en Mis Llagas Sagradas. Allí se perfeccionarán como el oro en el crisol. Siempre os podréis purificar en Mis Llagas.
6. Mis Llagas repararán las vuestras. Mis Llagas cubrirán todas vuestras faltas. Aquellos que las honren tendrán un verdadero conocimiento de Jesucristo. Meditando sobre ellas siempre encontraréis un Amor nuevo. Mis Llagas taparán todos vuestros pecados.
7. Meted vuestras acciones en Mis Llagas y serán de gran valor. Todas vuestras acciones, incluso la más pequeña, empapada en Mi Sangre, adquirirá sólo con ella un mérito infinito y complacerá a Mi Corazón.
8. Ofreciendo mis Llagas por la conversión de los pecadores, aunque los pecadores no se conviertan, tendréis los mismos méritos ante Dios que si lo hiciesen.
9. Cuando tengáis algún problema, algún sufrimiento, ponedlo rápidamente en Mis Llagas y el dolor será aliviado.
10. Esta aspiración deberá repetirse a menudo cerca de los enfermos; “Jesús mío, perdón y misericordia por los méritos de tus Santas Llagas”. Esta oración calmará el alma y el cuerpo.
11. Un pecador que diga la siguiente oración obtendrá la conversión: “Padre Eterno, os ofrezco las Llagas de Nuestro Señor Jesucristo para sanar las de nuestras almas”.
12. No habrá muerte para el alma que expire en Mis Llagas; ellas dan la verdadera vida.
13. Este Misterio es un cortafuegos de Mi Justicia; retiene Mi venganza.
14. Aquellos que recen con humildad y mediten sobre Mi Pasión, participarán un día en la Gloria de Mis Divinas Llagas.
15. Cuanto más contempléis Mis Dolorosas Llagas en esta Tierra, más alta será vuestra contemplación en el Cielo.
16. El ama que en vida haya honrado las Llagas de Nuestro Señor Jesucristo y las haya ofrecido al Padre Eterno por las almas del Purgatorio, estará acompañada en el momento de su muerte por la Santísima Virgen y los Ángeles; y Nuestro Señor en la Cruz, en Su esplendente Gloria, la recibirá y coronará.
17. Las invocaciones a las Santas Llagas obtendrán una incesante victoria para la Iglesia.
Sobre los espléndidos frutos de esta devoción, sólo tomaremos un ejemplo, al azar, recogido en el libro “Las Llagas del Señor”: “En la sala de visitas de un convento y durante la espera, di con un librito que se titulaba “María Marta Chambon – Las Llagas del Señor”. Al hojearlo me entró curiosidad y algunos meses más tarde me hice con él. Gracias a su lectura, a la devoción y al rezo diario del “Rosario de las Santas Llagas”, a pesar de muchos obstáculos y dificultades, hoy soy religioso y sacerdote” (17 de enero de 1984). Apenas si en la espiritualidad contemporánea alguien ha reparado en la formidable promesa que esconde esta devoción, que se adentra en pleno siglo XX: nada menos que el triunfo de la Iglesia queda vinculado a su práctica. Pero el mismo Señor la previene para que no interprete este triunfo de la Iglesia a la manera en que los Apóstoles interpretaban la restauración de Israel, con esplendor visible. Se trata de una promesa repetida en muchas ocasiones, como queriendo resaltar la importancia de este triunfo por la perseverancia en la invocación a sus Llagas. “Hija mía, cumple bien tu misión de ofrecer al Eterno Padre mis Santas Llagas, ya que por ellas y por la intercesión de mi Madre Inmaculada saldrá triunfante la Iglesia”. Pero a la vez le aclara: “En esto no se piensa cuando se pide por el triunfo de la Iglesia ... Mi Iglesia no celebrará nunca un triunfo visible”. Por todo ello, en cierta ocasión la humilde religiosa se quejó al Señor: “¡Ah, Señor, cuánto tiempo hace que me lo vienes prometiendo, pero todavía no se vislumbra el triunfo de la Iglesia!” “Hija mía –le contestó el Señor- tenéis que sentiros bien contentos de que no os castigue más ... tú detienes mi brazo. Te prometo el triunfo, pero poco a poco ...”. Y de hecho, en otra ocasión, a finales de 1867 le mostró para alentarla la grandísima eficacia de su intercesión para librar al entonces Pontífice Pío IX de la furiosa persecución que sufría entonces la Iglesia en Italia. “El Santo Padre tendrá todavía mucho que sufrir. No habrá paz para él. Pero gracias a la oración podrá mantenerse en la Santa Sede a pesar de todas las insidias” (recordemos los ataques masónicos de Garibaldi contra el Papa por arrancarle los Estados Vaticanos y destruir el Papado).
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