jueves, 22 de septiembre de 2011

¡Alégrate por Cristo!

lunes 5 de septiembre de 2011

Sentirse vivo por el vértigo y por el amor...


“El que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida a causa de mí, la encontrará”
Si yo preguntara a cada uno de los que está en este lugar “¿en qué momento te sentiste realmente vivo?” seguramente las respuestas que habría se podrían agrupar en dos.
Algunos nos hemos sentido realmente vivos después de una experiencia vertiginosa: por ejemplo una montaña rusa o Bunge jumping… en esas experiencias de vértigo uno experimenta con mucha intensidad lo que es estar vivo… y por eso existen los parques de diversiones: no porque nos diviertan tanto, sino porque nos ayudan a experimentar el éxtasis de estar vivos… pero por unos segundos. Cuando el juego termina, y el vértigo se va. Todo vuelve a la normalidad: a esa vida que no es “sentirse vivo”…
Otros de los que estamos aquí, nos hemos sentido vivos después de una experiencia que nada tiene que ver con la anterior: en ella no hay vértigo, ni grandes infraestructuras, como así tampoco nada muy extraordinario… pero lo que más llama la atención de esta experiencia, es que tiene la capacidad de perdurar más allá del momento en que llega a su punto máximo… no es efímera, sino que es continua…. Esta experiencia es el amor, pero no el sentimentalismo hueco que en sus idas y vueltas se asemeja a una montaña rusa, sino el amor que se entiende y se expresa como don de sí. Como ofrenda hacia otro, como entrega.
Esta es la experiencia que más vivos nos hace sentir: basta que las que son mamás recuerden aquel momento en que pudieron ver por primera vez el rostro de su hijo y se enamoraron de él ofreciéndoles su propia vida… o basta que los jóvenes recuerden aquél gesto de servicio hecho con cariño aunque nadie lo agradezca, o también recordemos todos esas renuncias propias del que ama que muchas veces tiene que ceder en su orgullo para no lastimar…
Amar nos hace sentirnos vivos. Pero no se trata de amar de cualquier modo. Es necesario que nos animemos a amar al modo de Jesús: al modo de la entrega generosa.
En el evangelio de hoy, Pedro no entiende esto. Él quiere que Jesús ame al modo del vértigo, destruyendo a los enemigos a fuerza de la espada. Pero Jesús no quiere amar así, porque sabe que ese no es el modo de amar del Padre. Pedro le reprocha a Jesús el modo en como ama, no está aún dispuesto a aceptar a un Mesías que redima por medio del sufrimiento. Por eso Jesús lo reprende.
El modo de amor de Dios se manifiesta en entrega por medio de la cruz. La cruz es ese amor paciente y estable de Dios que nos trasmite vida. Porque el que se sabe amado así, no puede menos que sentirse vivo.
San Pablo dice: “ofrézcanse ustedes mismos…” en esta ofrenda al modo de Dios hay cruz, pero también hay alegría.
El vértigo no nos da alegría, solo diversión. El amar al modo de Jesús, aunque muchas veces tenga el sello de la cruz trae alegría. Alegría que no es andar a carcajadas todo el día. Sino que es el estado sereno del que sabe que el amor no defrauda. Es una alegría que Dios concede a los que aman como él.
Hay alegría al cargar la cruz. Aún en medio de las dificultades más duras, de las soledades más profundas puede habitar en nosotros esta alegría espiritual. El grado ínfimo de esta alegría interior que brota de seguir a Jesús es la paz. Esa paz fruto de la alegría de cargar con la cruz, es posible incluso cuando experimentamos la pesadez de los maderos.
La alegría que brota del seguimiento del crucificado tiene su fuente en la noticia de la resurrección. Y como toda alegría, busca contagiarse, atraer, comunicarse.
Dios nos atrae desde esta alegría paradojal de la cruz. Jeremías le dice a Dios bellamente a “tú me has seducido y yo me dejé seducir” y aunque las dificultades del profeta son muchas, experimenta que no puede dejar de vivir y anunciar esto que descubrió “había en mi corazón como un fuego abrasador, encerrado en mis huesos: me esforzaba por contenerlo, pero no podía.”
De la cruz de Jesús, de amar al modo del Señor brota la alegría interior. Esta alegría que en su grado mínimo es la paz. En la medida en que comunicamos esto, nos sentimos vivos.

miércoles 13 de julio de 2011

Dios elige a lo pequeño

“Te alabo padre, Señor del cielo y de la tierra, porque, habiendo ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes, las has revelado a los pequeños” (Mt 11, 25)

Nuestro Dios es un Dios muy especial. Sobre todo cuando nos ponemos a ver al tipo de personas que elige para llevar adelante su obra. En este aspecto, no tiene ningún parecido con nosotros, ¿a qué me refiero? Trataré de explicarlo:

Imaginemos que cualquiera de nosotros tiene que hacer una obra. Pero no cualquier obra, sino algo que hayamos soñado desde siempre, algo que al hacerse palpable nos llene de una verdadera felicidad. Ahora bien, si esa obra fuese un edificio buscaríamos a los mejores arquitectos e ingenieros que encontrásemos (o que al menos pudiésemos pagar). Si esa obra fuera un cuadro investigaríamos quien es el artista que traza las líneas más bellas, y así sucesivamente… para que una obra salga bien, necesitamos a grandes profesionales…

sábado 12 de febrero de 2011

LA ULTIMA CIMA



Puedes bajar la película por MEGAUPLOAD haciendo click aquí.

“LA ULTIMA CIMA”, PELÍCULA SOBRE UN SACERDOTE Y SORPRESA PARA SU DIRECTOR


La vida de Pablo Domínguez Prieto contada por Juan Manuel Cotelo


El próximo jueves 3 de junio se estrena en España la película "La ultima cima", un largometraje sobre la vida del sacerdote español Pablo Domínguez Prieto, fallecido en febrero del año pasado a los 42 años en un accidente de montaña en el Moncayo.

El director de la producción es Juan Manuel Cotelo, un hombre que quedó impactado por su figura, tras conocerle en una conferencia. Doce días después, ocurrió el accidente en el que falleció este sacerdote.

Cotelo, actor, guionista y director de cine y televisión, se autodenomina simplemente "contador de historias que merezcan la pena ser contadas". Dirige la productora Infinito + 1. Ha dirigido también producciones como "El sudor de los risueñores" y es autor del libro "Opera Prima, Así logre escribir, producir y dirigir".

En dialogo con ZENIT, Cotelo confiesa que un amigo le invitó a grabar la charla del padre Pablo: "yo no veía por ninguna parte el interés en conocer a un sacerdote más", confiesa. "¡Y ése fue mi error! Porque Pablo no era 'un sacerdote más', sino un buen sacerdote", dice.

"Por quitarme de encima la insistencia de mi amigo... fui y la grabé", recuerda Cotelo. "Además, hablé con él unos escasos minutos y comprobé su buen humor y su generosidad. No dudó en decirme: 'si puedo ayudarte en algo, sólo tienes que pedírmelo'. Aquello me impresionó porque sentí que lo decía en serio".

Pablo Domínguez Prieto era el decano de la facultad de Teología San Dámaso de Madrid. Nació en la capital española en 1966 y fue ordenado sacerdote a los 24 años. Doctor en Filosofía y en Teología, publicó 7 libros y decenas de artículos, impartió más de 50 conferencias. Era un buen alpinista y escalador. Coronó todas las cimas españolas superiores a 2.000 metros y otras superiores en los Alpes y los Andes. Cuando podía, celebraba misa en la cumbre.

Cotelo destaca del padre Pablo "su alegría y buen humor, su optimismo, incluso en los momentos más dramáticos, porque confiaba totalmente en su gran amor: Dios... 'que no es un amigo cualquiera, sino que es un Padre Todopoderoso', dicho con sus palabras".

"Estaba enamorado de Dios y servía a Dios sirviendo a los demás", dice Juan Manuel a pesar de su brevísimo trato con el. "Ésa era la segunda cualidad que llamaba más la atención en él: su reacción inmediata para ponerse al servicio de cualquier persona, fuera quien fuese", testimonia.

"Estaba enamorado de la Iglesia", asegura. "Por último, estaba enamorado de las montañas, de la naturaleza, el lugar en el que se encontraba con Dios de modo más íntimo. En resumen, diría que el amor de Pablo a Dios era el mismo amor que tenía a los demás, a la Iglesia y al mundo. Todo lo unía en Dios" asegura el director de La ultima cima.

Cotelo recuerda el día en que se enteró de la muerte de Pablo viendo las noticias: "Escribí a un amigo montañero y, para mi sorpresa, me respondió llorando, diciéndome que había muerto 'su amigo Pablo'. ¡Yo no sabía que eran amigos! Desde ese día hasta hoy sigo topando con amigos de Pablo, del modo más inaudito. Con eso he descubierto que conocer a Pablo era querer a Pablo".

La idea de "La ultima cima"

Alguien le sugirió hacer una película sobre el padre Pablo. Juan Manuel se negó rotundamente. Pero poco a poco empezó a cambiar de parecer: "Fui conociendo a personas que habían tratado a Pablo y que me contaban de qué modo el cariño que habían recibido de parte suya había transformado sus vidas. Había que estar ciego para no darse cuenta de que su historia merecía la pena ser contada", dice.

"Además, siempre he concentrado mi trabajo en contar historias de personas buenas, sin prestar atención a los que hacen el mal, porque personalmente no me interesan esas historias de las que, además, se ocupan muchos otros con gran profesionalidad", confiesa Juan Manuel.

Este cineasta cuenta cómo aquella conferencia y su breve trato con Pablo alteraron su vida: "Pablo es la demostración de que cualquier persona puede tener una vida fértil. Porque sus virtudes son accesibles a cualquiera", dice.

"Gracias a él, ahora procuro escuchar con más atención a las personas, prestar pequeños servicios a quien se ponga delante, sonreír cuando no me apetece, alterar mi horario sin enfadarme cuando surge alguien que me lo pide... y unas cuantas cosas más en las que veo que él era mucho mejor que yo", señala.

"Sobre todo, procuro buscar a diario y en todo la voluntad de Dios para mí", agrega. "Por último, con Pablo uno puede descubrir que el Cielo no está 'más allá' ni empieza 'más tarde', sino que desde ahora uno ya puede empezar a vivir en el Cielo, si dejas que Dios entre en tu vida", dice Juan Manuel.

Este trabajo le ha permitido a Cotelo encontrarse con la belleza de la vocación sacerdotal que para él "es la belleza de un Dios humilde quien, pudiendo actuar sin depender de nadie, nos hace llegar su gracia a través de otros hombres".

"Cristo, pudiendo dar de comer a una multitud, con un simple chasquido de dedos, lo hizo con la colaboración de hombres vulgares: 'dadles vosotros de comer'. Y hoy sigue actuando igual", dice Juan Manuel. "Son los sacerdotes quienes nos dan el alimento para el alma, que no es suyo, sino del mismo Dios, que se nos entrega en persona a cada uno", asegura.

"Es innegable que Pablo ha vivido y ha fallecido con fama de santidad, sin eufemismos: santidad real", asegura el director de "La ultima cima".

"Además, lo que destacan de él quienes le trataron no son sus cualidades intelectuales, a pesar de tener dos licenciaturas y dos doctorados", dice el director. "Me sorprendió mucho que nadie diera importancia a eso, a pesar de ser cierto. De él destacan sus virtudes: su alegría, su humildad, su generosidad, su amor a Dios, su castidad, su desprendimiento de todo lo material..."

"He querido dar la cara por los curas", dice Juan Manuel Cotelo, y por ello dedicó este largometraje a un sacerdote que, minutos antes de morir, llamo por celular a su familia y dijo "He llegado a la cima"


TRAILER


lunes 27 de diciembre de 2010

Homilía de Navidad


Desgrabación de la homilía del Sr. Arzobispo, Card. Jorge M. Bergoglio S.J. en la Misa de Nochebuena. 24 de diciembre de 2010 Iglesia Catedral de Buenos Aires.


Llama la atención, al escuchar este pasaje del Evangelio, la precisión con que el evangelista Lucas ubica el lugar del nacimiento: el emperador Augusto, un censo, Quirino era el gobernador de Siria, cada uno iba a inscribirse a su ciudad de origen. Marca exactamente un momento de la historia, ese momento de la historia es el momento que Dios irrumpe en la historia. Ya lo había hecho antes de otra manera, con llamados como con Abraham; con leyes; con liberación como en Egipto con Moisés o como en Babilonia por los profetas. Lo había hecho por su palabra, ahora irrumpe por su real Palabra, la Palabra que es Jesucristo, Jesucristo que es la Palabra de Dios. Irrumpe y El que nos venía acompañando en nuestro caminar, por primera vez se metió en medio de nuestro andar. Y lo que El había prometido antes por los profetas se hace ahora realidad. El, el todopoderoso, el creador, el trascendente, se transforma en el Dios con nosotros. Y de aquí en más este Dios será un Dios cercano, que no tenés que ir a buscarlo en la órbita de los astros sino que lo tenés a tu lado. Esa es la primera vez que Cristo llegó y empezó a caminar con nosotros. Va a venir una segunda vez, también histórica, no sabemos el tiempo, Dios lo sabe. En aquel momento no sabía la humanidad el tiempo en que iba a ocurrir la primera. Va a venir una segunda vez, va a aparecer una segunda vez ya definitiva. Una segunda vez definitiva para cada uno de nosotros cuando nos venga a buscar y nos lleve junto a El. Y una segunda vez definitiva para toda la humanidad cuando transforme la tierra en su gloria en su eterno paraíso. Vino una primera vez y va a avenir una segunda vez y en el medio de estas dos venidas caminamos nosotros porque El viene una tercera vez: viene cada año a recordarnos que vino y que vendrá.

La fiesta de Navidad es un sonoro recuerdo de la historia, un sonoro recuerdo de la revelación de Dios que nos viene a decir que El está, como lo dice tan bellamente el libro del Apocalipsis: “El está a la puerta y llama”. El está a la puerta del tu corazón y te está llamando. Dios está viniendo. La Navidad nos recuerda que vino una vez que va a venir otra vez y nos invita a que lo recibamos todos los días. Nos invita a que todos los días nos encontremos con El. Navidad es la fiesta del encuentro, del encuentro de la primera vez, de la esperanza del encuentro de la última vez y del encuentro cotidiano. Del encuentro con Jesús. Navidad es encontrar a Jesús. En esta noche santa se nos invita a que nos preguntemos como puedo encontrar a Jesús, si estoy dispuesto a encontrar a Jesús o me dejo llevar por la vida como si ya estuviera todo jugado. No, Jesús está golpeando tu corazón, Jesús te dice lo mismo que le dice el ángel a los pastores: te ha nacido un Redentor. Simplemente te pide que lo escuches, o más, te pide que lo busques. Hoy se nos invita a buscar.

Y donde lo voy a buscar. La señal que les da a los pastores es la de siempre. Como a ellos vuelve a repetirte: buscálo en un pesebre, en un corralón, la señal es la misma buscá donde nadie busca. No busqués entre las luces de las grandes ciudades, no busqués en la apariencia. No busqués en todo ese armazón pagano que se nos ofrece a cada rato. Buscá en lo insólito en lo que te sorprende. Buscá como esos pastores a quienes mandaron a buscar a un chico recién nacido recostado en un pesebre. Buscá allí. Remové la hojalastra y debajo buscá los brotes de vida. En la sencillez, en la pequeñez. Ustedes saben que en la gruta de Belén actualmente para entrar al lugar donde nació Jesús hay que agacharse, hay que abajarse, para encontrar a Jesús hay que hacerse pequeño. Despojate de toda pretensión. Despojate de toda ilusión efímera andá a lo esencial, a lo que te promete vida, a lo que te da dignidad. Abajate no le tengas miedo a la humildad, no le tengas miedo a la mansedumbre. Hoy se nos dice que cuanto más alta tenés la nariz sos más importante. No. Hoy se nos dice que cuanto más vanidoso aparezcas vas a tener más fuerza. No, no va por ahí la cosa. Hoy se nos dice que cuanto más grités y cuanto más te peliés, cuanto más discordia siembres te va a ir mejor. No, no es así. Abajate, usa la mansedumbre. Escuchá conviví. Reconocé la dignidad tuya y de los demás. Amá y déjate amar.

Esta es la noche de las sorpresas. Alguno me dirá, como podemos en esta Ciudad buscar las sorpresas. Anteanoche pasó algo que a mí me conmovió. Estaban en el Obelisco los chicos en situación de calle, organizados por el Arzobispado, haciendo un pesebre viviente, y ahí en la otra esquina del Obelisco estaba un Papá Noel que saludaba y recibía cartas y en un momento cruzó y le dijo al que dirigía el pesebre viviente: dejame sentar acá porque quiero sentir el espíritu navideño. Se abajó, dejó su disfraz y asumió la realidad. No te encubras ni de soberbio, ni de orgulloso ni de gritón, ni de dominador. No eso no te lleva a ganar. Abajate, jugá a la mansedumbre, jugá a la bondad revolvé entre la hojalastra de la vida y allí vas a encontrar eso que nadie entendía un niño recostado en un pesebre y envuelto en pañales. Así se encuentra a Jesús todos los días. ¿Lo sé buscar, se abajarme para encontrarlo o me mareo en las mil y una propuesta de esta ciudad pagana? Porque realmente esta es una ciudad pagana. Y vos sabés que no te cobran entrada para encontrar a Jesús. Si querés entrá, simplemente, El necesita de tu libertad y que asumas la gratuidad de la salvación. Porque no hay otra explicación para este misterio de la Navidad que la gratuidad con la que Dios sale a nuestro encuentro.

Animate salí a buscar y si no mirála a ella la Madre, simple sencilla, plena de mansedumbre y pedile que te lleve de la mano a buscar al Niño que no está en la soberbia y en el orgullo sino en la sencillez de todo lo que sea amor, mansedumbre y bondad. Que así sea.

Buenos Aires, 24 de diciembre de 2010.


CARD. JORGE M. BERGOGLIO S.J.

domingo 12 de diciembre de 2010

Esperar y dejarnos sorprender

3° Domingo de Adviento – Ciclo C

Nosotros sabemos que a la hora de comunicar algo de nosotros mismos a los demás hay que seguir un camino: en primer lugar saber que palabra quiero decir y en segundo lugar decirla por medio de la propia voz.

En la vida hay muchas palabras interiores que no se dicen, como hay muchas voces que no dicen palabras interiores.

Esta comparación sirve para que podamos comprender en este domingo a esta figura tan maravillosa que fue Juan el Bautista y su relación con Jesús. San Agustín para explicar la misión de ambos dice que “Juan era la voz, pero el Señor era la Palabra”

Juan anuncia aquello que ya existía desde el principio. La voz sin la palabra entra en el oído pero no llega al corazón. Una vez que la voz trasmitió aquella palabra que habita en el interior, ya la voz no es necesaria… porque las palabras profundas van acompañadas del silencio…

Juan el Bautista es esta voz que anuncia a aquel que el verbo hecho carne. Y luego él busca desaparecer. Él mismo dirá “es necesario que yo disminuya para que él crezca”… la voz se retira, la Palabra permanece, Cristo se queda entre nosotros!

Por eso este Domingo es un domingo de Alegría. Porque en este domingo percibimos que el Señor ya está cerca de nosotros. Es un domingo de esperanza… sabemos que Dios no está lejos, sino cerca; que no es indiferente, sino compasivo; que no es extraño, sino Padre misericordioso. Todo esto es motivo de una alegría profunda.

En unas semanas más recibiremos nuevamente la buena noticia de la Navidad. Dios nos sorprende. Juan el Bautista se sorprende ante este mesías que hace estallar sus propios esquemas. La duda de Juan es paradigmática: por un lado es lo más esperado, pero también es lo más sorprendente… en este tiempo animémonos a alimentar nuestra esperanza en aquel que nos ama. Pero a la vez dejémonos sorprender por un Dios que siempre es más de lo que esperamos, porque nosotros esperamos con un corazón humano pero Dios colma nuestro corazón con una presencia infinita. La presencia del Hijo de Dios que nace para quedarse con nosotros.

En el misterio que esperamos, en la noche de la navidad, nos encontraremos con el Señor que es Rey y su trono un pesebre; es Maestro y su cátedra una Cruz, es el dueño de todo y no nos llama siervos sino amigos…

Juan el Bautista fue sorprendido por el modo de salvación de Cristo, nosotros como él esperémoslo activamente sabiendo que la espera dilata el corazón para que cuando llegue aquella noche santa el Señor lo colme aún más allá de nuestras esperanzas.

Aprendamos de María a vivir este tiempo de esperanza. Las madres pueden dar testimonio de lo que significa esperar a un hijo. María supo esperar y supo dejarse sorprender por ese Hijo que redimió al mundo. Que a ejemplo de ella podamos nosotros vivir este tiempo con un corazón dispuesto… porque la Palabra más profunda de la historia, que es capaz de sanar y de llenar de gozo, está por decirse…

viernes 5 de noviembre de 2010

Lecturas del Domingo XXII

...No es un Dios de muertos sino de vivientes...

PRIMERA LECTURA

Lectura del segundo libro de los Macabeos 7, 1-2. 9-14

Fueron detenidos siete hermanos, junto con su madre. El rey, flagelándolos con azotes y tendones de buey, trató de obligarlos a comer carne de cerdo, prohibida por la Ley. Pero uno de ellos, hablando en nombre de todos, le dijo:

«¿Qué quieres preguntar y saber de nosotros? Estamos dispuestos a morir, antes que violar las leyes de nuestros padres.»

Y cuando estaba por dar su último suspiro, dijo: «Tú, malvado, nos privas de la vida presente, pero el Rey del universo nos resucitará a una vida eterna, ya que nosotros morimos por sus leyes.»

Después de este, fue castigado el tercero. Apenas se lo pidieron, presentó su lengua, extendió decididamente sus manos y dijo con valentía: «Yo he recibido estos miembros como un don del Cielo, pero ahora los desprecio por amor a sus leyes y espero recibirlos nuevamente de él.» El rey y sus acompañantes estaban sorprendidos del valor de aquel joven, que no hacía ningún caso de sus sufrimientos.

Una vez que murió este, sometieron al cuarto a la misma tortura y a los mismos suplicios. Y cuando ya estaba próximo a su fin, habló así: «Es preferible morir a manos de los hombres, con la esperanza puesta en Dios de ser resucitados por él. Tú, en cambio, no resucitarás para la vida.»

Palabra de Dios.



SALMO Sal 16, 1. 5-6. 8b y 15 (R.: 15b)

R. Señor, al despertar, me saciaré de tu presencia.

Escucha, Señor, mi justa demanda,

atiende a mi clamor;

presta oído a mi plegaria,

porque en mis labios no hay falsedad.

Mis pies se mantuvieron firmes

en los caminos señalados:

¡mis pasos nunca se apartaron de tus huellas!

Yo te invoco, Dios mío, porque tú me respondes:

inclina tu oído hacia mí y escucha mis palabras.

Escóndeme a la sombra de tus alas.

Pero yo, por tu justicia, contemplaré tu rostro,

y al despertar, me saciaré de tu presencia.



SEGUNDA LECTURA

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo

a los cristianos de Tesalónica 2, 16-3, 5

Hermanos:

Que nuestro Señor Jesucristo y Dios, nuestro Padre, que nos amó y nos dio gratuitamente un consuelo eterno y una feliz esperanza, los reconforte y fortalezca en toda obra y en toda palabra buena.

Finalmente, hermanos, rueguen por nosotros, para que la Palabra del Señor se propague rápidamente y sea glorificada como lo es entre ustedes. Rueguen también para que nos veamos libres de los hombres malvados y perversos, ya que no todos tienen fe.

Pero el Señor es fiel: él los fortalecerá y los preservará del Maligno. Nosotros tenemos plena confianza en el Señor de que ustedes cumplen y seguirán cumpliendo nuestras disposiciones.

Que el Señor los encamine hacia el amor de Dios y les dé la perseverancia de Cristo.

Palabra de Dios.



EVANGELIO



Lectura del santo Evangelio según san Lucas 20, 27-38

Se acercaron a Jesús algunos saduceos, que niegan la resurrección, y le dijeron: «Maestro, Moisés nos ha ordenado: Si alguien está casado y muere sin tener hijos, que su hermano, para darle descendencia, se case con la viuda. Ahora bien, había siete hermanos. El primero se casó y murió sin tener hijos. El segundo se casó con la viuda, y luego el tercero. Y así murieron los siete sin dejar descendencia. Finalmente, también murió la mujer. Cuando resuciten los muertos, ¿de quién será esposa, ya que los siete la tuvieron por mujer?»

Jesús les respondió: «En este mundo los hombres y las mujeres se casan, pero los que sean juzgados dignos de participar del mundo futuro y de la resurrección, no se casarán. Ya no pueden morir, porque son semejantes a los ángeles y son hijos de Dios, al ser hijos de la resurrección.

Que los muertos van a resucitar, Moisés lo ha dado a entender en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. Porque él no es un Dios de muertos, sino de vivientes; todos, en efecto, viven para él.»

Palabra del Señor.


O bien más breve:


Lectura del santo Evangelio según san Lucas 20, 34-38

Jesús dijo a los saduceos, que niegan la resurrección:

«En este mundo los hombres y las mujeres se casan, pero los que sean juzgados dignos de participar del mundo futuro y de la resurrección, no se casarán. Ya no pueden morir, porque son semejantes a los ángeles y son hijos de Dios, al ser hijos de la resurrección.

Que los muertos van a resucitar, Moisés lo ha dado a entender en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. Porque él no es un Dios de muertos, sino de vivientes; todos, en efecto, viven para él.»

Palabra del Señor.



¡Alégrate por Cristo!

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