sábado, 29 de octubre de 2011

YO FUI MASÓN (Texto Word)

aislado en el bosque, donde no le llega ningún eco de la tribu. Seguramente para experimentar la imperfección del hombre aislado y su angustia y. más adelante, apreciar mejor el calor det consuelo del grupo con el que vuelve a reencontrarse. Para mi, el hombre era un animal social y, a decir verdad, experimentaba un cierto malestar al no oir ningún ruido procedente de la ciudad en cuyo centro sabia que me encontraba.

Entonces me acordé de que mi guia me había pedido que meditase sobre tos objetos que estaban dispuestos ante mi- ¿Habia meditado alguna vez sobre un objeto? Para mí. con una vida profesional intensa, todo tenia un sentido práctico o científico, por lo que no quedaba lugar para la introspección ni las reflexiones extrañas. Pese a todo, los observé. Y los vasos rituales, esas tres copelas situadas ante mí y que contenían respectivamente sal. sulfuro y mercurio, significaban que iba a descubrir la Piedra Filosofal, el secreto de la vida, la Panacea Universal, el Conocimiento, ocultado a algunos y revelado a otros, que habia ido a buscar. ¿Estaba allí el vaso de agua para saciar una leve sed o para recordarme que sin agua ninguna vida es posible? Y ¿qué hacían aquellos granos de trigo encima de la mesa? Ah. si. olvidaba que estaba en la prueba de la tierra, bajo tierra, y que yo era como los granos de trigo, que debían morir antes de dar su fruto; de la muerte surge la vida en un ciclo ininterrumpido, un eterno retomo, elsamsara. el ciclo de reencamación de los hindúes* De hecho, en ese cuchitril yo estaba experimentando una cierta muerte, (rente a aquel reloj de arena y aquella guadaña colgada en el muro. Por si fuera poco, el cráneo que estaba sobre la mesa y las tibias cruzadas de la pared sólo podían recordarme la tumba. Durante un instante, observé una inscripción que adornaba la pared: V.l.T.R.l O.L.. que me pareció totalmente hermética. Más adelante supe que es un acróstico de la expresión Visita Interiora

Térras Reclificatur Inventes Ocultum Lapidum: «Visita el interior de la tierra y
rectificando encontrarás la Piedra Oculta».

Al no tener la menor noción del tiempo transcurrido desde mi entrada en aquel reducto, me acordé con inquietud de que tenía que escribir. Me incliné sobre el folio y lei las preguntas en él escritas: «¿Cuáles son para usted losdeberes del hombre hacia si mismo, hacia su familia, hacia la humanidad?». Me sentí algo molesto, acostumbrado como estaba a polemizar sobre losderechos del hombre, e incluso de la mujer; a reclamar, como cualquiera, cada vez más y más derechos. También pensaba que. liberado tanto de las tutelas arcaicas como de las prohibiciones judeocristianas que impregnaban nuestra sociedad, me habia forjado un ideal propio y social de éxito mediante el trabajo en un marco en el cual, más allá de cualquier consideración moral, todo lo que no estaba prohibido por la ley estaba permitido, y en el que incluso la ley tenía que evolucionar para garantizar cada vez más libertades al individuo. Por eso habia llamado a la puerta de ese templo, en cuya antecámara me encontraba. Oueria reflexionar con hombres libres sobre la manera de construir una sociedad más justa y más ilustrada Así que hablar de los deberes del hombre me pareció algo asi como el esbozo de un renacimiento: tal vez, sin saberlo, habla ido a aquel sótano oscuro y siniestro para morir, en cierto sentido, a mis antiguas concepciones del mundo y de mi mismo, y nacer a una nueva vida, como el Ave Fénix renace de sus cenizas. Así pues, mi tumba se convertía en gruta generadora en el seno de la Madre Tierra, Gaia. El silencio se

hacia menos opresor y la luz de la vela, por débil que fuera, aparecía como la imagen de mi
espíritu, Mamado a participar en una regeneración. La muerte estaba superada, la vida
retomaba su curso. Comencé a escribir:

Los deberes del hombre hacia si mismo consisten en ampliar sus conocimientos, perfeccionarse mediante el trabajo, aduar con lucidez conservando la autoestima, y librarse de las culpas vinculadas a la educación recibida y a los antiguos tabúes.

1.Los deberes del hombre hacia su familia consisten en garantizar la segundad material

y la felicidad de su mujer preservando su libertad personal ayudar a sus hijos a ser libres y autónomos facilitándoles el acceso af conocimiento y a la plenitud corporal, y finalmente ayudar a sus padres en su senectud.

2.Los deberes del hombre hacia la humanidad consisten en respetar a todo hombre y a

toda mujer, sean cuales fueren sus orígenes, su capacidad y sus opiniones, siempre que sean respetuosos con los demás, asi como luchar a favor de la democracia y la libertad

Me quedaba poco tiempo para redactar mi testamento filosófico, asi que continué
apresuradamente:

Muerto mi yo, deseo pasar de la ignorancia al conocimiento, de la dependencia a la libertad, de la culpabilidad a fa lucidez, de la sumisión a los prejuicios y a los tabúes, al dominio de mi mismo y de mí vida, sin aceptar ninguna coacción externa, con la excepción de las obligaciones legales. En pocas palabras, ¡ni Dios ni maestro!

Aún permanecí solo durante unos minutos, que se me hicieron largos, acechando
cualquier ruido* Un golpe discreto en la puerta me avisó de que entraba mi guía*

—Señor, haga el favor de entregarme su testamento, para ponerlo en conocimiento de los miembros de la logia y que ellos juzguen, teniendo en cuenta también el resultado de las investigaciones, si usted es digno de ser admitido a la iniciación*

Inmediatamente, se retiró. De nuevo aislado, recordé el camino recorrido y al amigo Sacha, profesor de ruso, que en mayo del 68 me dijo con mirada grave: «Querido Maurice, le veo muy aislado, en proceso de divorcio*.* creo que necesita una familia espiritual en la que su enorme valía pueda desplegarse». Mí orgullo había sido discretamente halagado, despertando mi curiosidad. Mi amigo conocía el arte de la seducción.*. Me encontraba sumido en esas reflexiones cuando un nuevo golpe se oyó en la puerta y reapareció mi mentor.

—Señor los Maestros han decidido seguir con las pruebas que conducen a su iniciación.
Le voy a preparar para ese trayecto.

Dicho esto, me quitó la chaqueta y la corbata y me puso una cuerdecilla alrededor del cuello. Luego me despojó del brazo y la pechera izquierdos de mi camisa, levantó la pernera derecha de mi pantalón hasta la rodilla y pidió que me quitara el zapato del mismo lado. Debía de tener un aspecto completamente ridículo, yo, que tanta importancia daba a mí porte, a la calidad de mis trajes y de mis corbatas. Hubiera preferido disfrazarme de payaso antes que lucir aquel desaliñado atavío* ¡Era la humillación total!

Y de nuevo la venda negra. Y de nuevo aquel paseo a ciegas por las tinieblas de los
pasillos. Aún no había salido de la tierra. Sin embargo, se fraguaba una
esperanza, pues tomamos una escalera que nos llevaba hacia arriba, quizás hacia
la

salida.
Una parada y tres golpes violentos me sobresaltaron. Una voz firme y fuerte retumbó en una
sala que me pareció grande.

—¿Quien se atreve a interrumpir nuestros trabajos? Hermano Retejador (el que vigila la entrada), ¿puede ir a ver quién llama de forma indebida a la puerta de la logia? Hermanos, armaos de vuestras espadas para defender este recinto de cualquier profanación.

—Traigo a un humilde profano que ha sido propuesto según las reglas —contestó mi guia—. Viene, por propia y libre voluntad, a pedir que le admitan en los misterios y privilegios de nuestra orden.

Otra vez sonó la voz fuerte:
—Hermano Experto, ¿responde usted por el postulante que se encuentra en la puerta
del templo? ¿Está usted seguro de su buena fe?

—En la medida en que un hombre pueda ponerse en lugar de otro y juzgar sus pensamientos íntimos, con la esperanza de que la sagacidad de nuestra respetable asamblea no se haya visto sorprendida, respondo por este postulante, que es libre y de buenas costumbres —respondió el Experto—. Para gloria del Gran Arquitecto del Universo, acaba de superar victoriosamente la prueba de la tierra.

Entonces se abrió una puerta que chirriaba ruidosamente, y dos manos firmes que me sujetaban la nuca me hicieron agachar la cabeza para entrar en la sala, como sí de una trampilla se tratara. Apenas me hube erguido de nuevo, una punta afilada que me presionó el pecho frenó mi impulso.

—Señor, esta espada que siente en su pecho siempre está dispuesta a blandirse para castigar al perjuro. Simboliza et remordimiento que desgarrará su corazón si traicionara a la orden en la que desea ingresar. La cinta que cubre sus ojos simboliza la ceguera en la que se encuentra el hombre dominado por sus pasiones e inmerso en la ignorancia y la superstición. En este templo, al cual acaba de solicitar su ingreso, trabajamos sin descanso en la búsqueda de la Verdad, sin alcanzada nunca, en el estudio de la nueva moral, en la práctica de la solidaridad enfocada al desarrollo material y moral, y en el perfeccionamiento intelectual y social de la humanidad. Si persiste en querer adquirir la sabiduría de los Maestros, extienda su mano derecha sobre las Constituciones de nuestra orden, que se comprometerá a respetar, asi como a sus hermanos, a los que defenderá incluso arriesgando la vida* Firmará este compromiso una vez finalizadas las pruebas por las que va a pasar.

Me hicieron avanzar a pasos cortos hacia quien había hablado de manera tan solemne y que, con toda evidencia, presidia mi iniciación: el Venerable, cuya voz acabé reconociendo* No habia tenido conocimiento previo de la Constituciones de la orden ni del juramento en virtud del cual debía arriesgar mi vida por uno de esos hermanos cuyo rostro desconocía. Llevaba metido en un túnel oscuro un tiempo que era incapaz de calcular, pero la incomodidad y el recelo se compensaban con la curiosidad y el deseo de ver aquella famosa Luz que me seria revelada al final de las pruebas.

—Jura?
—Juro —dije, extendiendo la mano.

Ya estaba definitivamente vinculado. Era inquietante, pero et orgullo de ser iniciado tan pronto me halagaba secretamente. Me pusieron un vaso en la mano y me ordenaron:

—¡Beba!

Estuve a punto de escupir el primer sorbo de aquel liquido infecto.
¡Hasta el fondo!
Hice un gran esfuerzo y obedecí.

—Señor, que este brebaje sea para usted el símbolo de la amargura y del remordimiento que dejaría en su corazón la ruptura de sus compromisos, el perjurio que podría mancillar sus labios.

(Mi conciencia, y hasta mi cuerpo, habrían de recordar el sabor terrible de esa
advertencia).
—Hermano Experto —añadió la voz—t haga emprender al postulante su primer
viaje.

El Experto me cogió firmemente por el brazo e inmediatamente se produjo un estruendo infernal Parecían sillas golpeadas contra el suelo, portazos, ruidos metálicos, algarabía, murmullos. En suma, caos y barullo. Mi pensamiento era incapaz de fijarse en algo preciso mientras mi guia me hacia avanzar, con pasos vacilantes y forzados, entre obstáculos invisibles. A veces mis pies tropezaban con algún objeto, pero la mano que me sujetaba lograba evitar la caída. En un determinado momento tuve la impresión de subir por un plano inclinado, que basculó brutalmente haciendo un ruido añadido. En medio de semejante jaleo e inestabilidad, empecé a sentir aprecio por la mano que me sujetaba. Súbitamente, una parada y una voz, ambas bruscas, me sobresaltaron de nuevo.

—¿Quién va?

—Un hombre libre y de buenas costumbres, que pide el paso por la columna de mediodía [una fila longitudinal de sillones reservada a los Compañeros y a los Maestros) —contestó mi guia.

—¡Que pase! —y la marcha prosiguió en medio de la misma cacofonía, Pero ya
no había obstáculos. Luego hubo una nueva parada, súbita, seguida de jn silencio.

—Señor — oí tras unos instantes—, el viaje simbólico que acaba de realizar representa la vida humana. Et ruido que ha oído, las pasiones que la agitan. Los obstáculos con los que ha tropezado, las dificultades que el hombre sufre y que no puede vencer o superar si no adquiere la energía moral que le permite luchar contra la mala fortuna, especialmente gracias a la ayuda que encuentra en sus hermanos masones. Ahora pasará la prueba del aire.

Me quitaron la cuerdecilla del cuello* pero no la venda. Un soplo violento barrió mi cara y me hizo retroceder. Evoqué la primera inspiración y la primera mueca del recién nacido. El que presidia volvió a tomar la palabra.

—El soplo impetuoso del interés general y de la evolución histórica provoca et
hundimiento del egoísmo natural y de las teorías personales mal

argumentadas,
Y después de otro silencio la voz dio una nueva orden.
—Hermano Experto, haga emprender al postulante su segundo viaje.

Aún cegado por la venda, nuestra peregrinación siguió en medio de un ligero sonido metálico, pero, aunque los cambios de dirección eran frecuentes, me daba la impresión de que el suelo ya no estaba sembrado de obstáculos y de trampas.

Otra vez me detuvo un «¿quién va?» brutal.
—Un hombre libre y de buenas costumbres que pide el paso por la columna del norte [la
de los Aprendices],
—¡Que pase!

Nuestra marcha continuó hasta una nueva pausa, —Señor, durante este segundo viaje ha encontrado menos dificultades. Los obstáculos se van allanando bajo las pisadas del hombre que persevera en los senderos de la virtud.

Pero no está todavía liberado de los combales de la vida, represenlados por el ruido de espadas que ha oído- Va a pasar de inmediato por la prueba del agua-Mi guía me cogió la mano derecha y derramó agua fría sobre ella. ¿Eran las aguas originales de las cuales nace toda vida? ¿Las aguas que preceden y acompañan al niño que está a punto de nacer? Se oyó otra vez la voz del Maestro.

—Que esta agua limpie las fantasías de su imaginación de la misma manera que Hércules limpió las cuadras de Augías. Que le lleve a la pureza de intenciones y a la lucidez. Hermano Experto, acompañe al candidato en su tercerviaje.

En un silencio total, recorrimos un camino rectangular a paso lento, pero seguro. De
regreso, según me pareció, al punto de salida, el Venerable volvió a iluminarme.

—Señor, en et transcurso de este viaje no ha oído ruido alguno. Eso simboliza el hecho de que. si perseveramos resueltamente en la virtud, la vida llega a ser tranquila y apacible. Va a pasar por la última prueba, la del fuego.

Mi corazón empezó a latir con fuerza. El Experto agarró mi puño derecho desnudo, extendió mi brazo dejándolo en posición horizontal y paseó una llama por debajo de mi antebrazo. Ante el ardor del fuego, intenté retirar la mano, pero estaba firmemente sujeta. Percibí el olor a pelo quemado, y ya me agarrotaba, temiendo una nueva prueba de este tipo, cuando oí de nuevo la voz.

—Señor, las llamas que le han quemado son el complemento de su purificación, garantía de la fidelidad y de la firmeza de sus compromisos. Que enciendan también en su corazón la amistad fraternal que, de ahora en adelante, le unirá a los miembros de esta noble asamblea. Antes de entraren este templo, ha llamado tres veces a la puerta. He aquí el significado de ese nto; Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá. ¿Persiste usted en el propósito de pedir su ingreso en nuestra logia?

—Sí —respondí, visiblemente agotado.
—Entonces, hermano Experto, lleve a nuestro postulante al patio, a fin de prepararlo
para recibir la Luz,
Ya fuera, el Experto me ayudó a vestirme correctamente y, siempre con los ojos
vendados, me hizo pasar de nuevo por la puerta baja. En el umbral fui interpelado
YO FUI MASÓN (Texto Word)

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