viernes, 21 de octubre de 2011

LIBRO DE LA VIDA  Santa Teresa de Jesús  ÍNDICE DEL LIBRO DE LA VIDA  INTRODUCCIÓN   PRÓLOGO  CAPÍTULO 1   En que trata cómo comenzó el Señor a despertar esta alma en su  niñez a cosas virtuosas, y la ayuda que es para esto serlo los  padres.  CAPÍTULO 2   Trata cómo fue perdiendo estas virtudes y lo que importa en la  niñez tratar con personas virtuosas.   CAPÍTULO 3   En que trata cómo fue parte la buena compañía para tornar a  despertar sus deseos, y por que manera comenzó el Señor a darla  alguna luz del engaño que había traído.  CAPÍTULO 4   Dice cómo la ayudó el Señor para forzarse a sí misma para tomar  hábito, y las muchas enfermedades que Su Majestad la comenzó a  dar.  CAPÍTULO 5   Prosigue en las grandes enfermedades que tuvo y la paciencia que  el Señor le dio en ellas, y cómo saca de los males bienes, según  se verá en una cosa que le acaeció en este lugar que se fue a  curar.  CAPÍTULO 6   Trata de lo mucho que debió al Señor en darle conformidad con tan  grandes trabajos, y cómo tomó por medianero y abogado al glorioso  San Jose, y lo mucho que le aprovechó.  CAPÍTULO 7   Trata por los terminos que fue perdiendo las mercedes que el Señor  le había hecho, y cuán perdida vida comenzó a tener. ­. Dice los  daños que hay en no ser muy encerrados los monasterios de monjas.  CAPÍTULO 8   Trata del gran bien que le hizo no se apartar del todo de la  oración para no perder el alma, y cuán excelente remedio es para  ganar lo perdido. ­ Persuade a que todos la tengan. ­ Dice cómo es  tan gran ganancia y que, aunque la tornen a dejar, es gran bien  usar algún tiempo de tan gran bien (1).  CAPÍTULO 9   Trata por que terminos comenzó el Señor a despertar su alma y  darla luz en tan grandes tinieblas y a fortalecer sus virtudes  para no ofenderle.  CAPÍTULO 10   Comienza a declarar las mercedes que el Señor la hacía en la  oración, y en lo que nos podemos nosotros ayudar, y lo mucho que  importa que entendamos las mercedes que el Señor nos hace. ­ Pide  a quien esto envía que de aquí adelante sea secreto lo que  escribiere, pues la mandan (1) diga tan particularmente las  mercedes que la hace el Señor.   CAPÍTULO 11   Dice en que está la falta de no amar a Dios con perfección en  breve tiempo. ­ Comienza a declarar, por una comparación que pone,  cuatro grados de oración. ­ Va tratando aquí del primero. ­ Es muy  provechoso para los que comienzan y para los que no tienen gustos  en la oración (1).  CAPÍTULO 12   Prosigue en este primer estado. ­ Dice hasta dónde podemos llegar  con el favor de Dios por nosotros mismos, y el daño que es querer,  hasta que el Señor lo haga, subir el espíritu a cosas  sobrenaturales (1).  CAPÍTULO 13   Prosigue en este primer estado y pone avisos para algunas  tentaciones que el demonio suele poner algunas veces. ­ Da avisos  para ellas. ­ Es muy provechoso.  CAPÍTULO 14   Comienza a declarar el segundo grado de oración, que es ya dar el  Señor al alma a sentir gustos más particulares. ­ Decláralo para  dar a entender cómo son ya sobrenaturales. ­ Es harto de notar.  CAPÍTULO 15   Prosigue en la misma materia y da algunos avisos de cómo se han de  haber en esta oración de quietud. ­ Trata de cómo hay muchas almas  que lleguen a tener esta oración y pocas que pasen adelante. ­ Son  muy necesarias y provechosas las cosas que aquí se tocan.  CAPÍTULO 16   Trata tercer grado de oración, y va declarando cosas muy subidas,  y lo que puede el alma que llega aquí, y los efectos que hacen  estas mercedes tan grandes del Señor. ­ Es muy para levantar el  espíritu en alabanzas de Dios y para gran consuelo de quien  llegare aquí.   CAPÍTULO 17   Prosigue en la misma materia de declarar este tercer grado de  oración. ­ Acaba de declarar los efectos que hace. ­ Dice el daño  (1) que aquí hace la imaginación y memoria.  CAPÍTULO 18   En que trata del cuarto grado de oración. * ­ Comienza a declarar  por excelente manera la gran dignidad en que el Señor pone al alma  que está en este estado. ­ Es para animar mucho a los que tratan  oración, para que se esfuercen a llegar a tan alto estado, pues se  puede alcanzar en la tierra, aunque no por merecerlo, sino por la  bondad del Señor. ­ Lease con advertencia, porque se declara por  muy delicado modo y tiene cosas mucho de notar (1).  CAPÍTULO 19   Prosigue en la misma materia. ­ Comienza a declarar los efectos  que hace en el alma este grado de oración. ­ Persuade mucho a que  no tornen atrás, aunque despues de esta merced tornen a caer, ni  dejen la oración. ­ Dice los daños que vendrán de no hacer esto. ­  Es mucho de notar y de gran consolación para los flacos y  pecadores.  CAPÍTULO 20   En que trata la diferencia que hay de unión a arrobamiento. ­  Declara que cosa es arrobamiento, y dice algo del bien que tiene  el alma que el Señor por su bondad llega a el. ­ Dice los efectos  que hace. ­ Es de mucha admiración (1).  CAPÍTULO 21   Prosigue y acaba este postrer grado de oración. * ­ Dice lo que  siente el alma que está en el de tornar a vivir en el mundo, y de  la luz que la da el Señor de los engaños de el. ­ Tiene buena  doctrina.  CAPÍTULO 22   En que trata cuán seguro camino es para los contemplativos no  levantar el espíritu a cosas altas si el Señor no le levanta, y  cómo ha de ser el medio para la más subida contemplación la  Humanidad de Cristo. ­ Dice de un engaño en que ella estuvo un  tiempo. ­ Es muy provechoso este capítulo. *  CAPÍTULO 23   En que torna a tratar del discurso de su vida, y cómo comenzó a  tratar de más perfección, y por que medios. ­ Es provechoso para  las personas que tratan de gobernar almas que tienen oración saber  cómo se han de haber en los principios, y el provecho que le hizo  saberla llevar. *  CAPÍTULO 24   Prosigue en lo comenzado, y dice cómo fue aprovechándose su alma  despues que comenzó a obedecer, y lo poco que le aprovechaba el  resistir las mercedes de Dios, y cómo Su Majestad se las iba dando  más cumplidas.  CAPÍTULO 25   En que trata el modo y manera cómo se entienden estas hablas que  hace Dios al alma sin oírse, y de algunos engaños que puede haber  en ello, y en que se conocerá cuándo lo es. ­ Es de mucho provecho  para quien se viere en este grado de oración, porque se declara  muy bien, y de harta doctrina. *  CAPÍTULO 26   Prosigue en la misma materia. ­ Va declarando y diciendo cosas que  le han acaecido, que la hacían perder el temor y afirmar que era  buen espíritu el que la hablaba.  CAPÍTULO 27   En que trata otro modo con que enseña el Señor al alma y sin  hablarla la da a entender su voluntad por una manera admirable. ­  Trata tambien de declarar una visión y gran merced que la hizo el  Señor no imaginaria. ­ Es mucho de notar este capítulo. *  CAPÍTULO 28   En que trata las grandes mercedes que la hizo el Señor y cómo le  apareció la primera vez. ­ Declara que es visión imaginaria. ­  Dice los grandes efectos y señales que deja cuando es de Dios. ­  Es muy provechoso capítulo y mucho de notar. *  CAPÍTULO 29   Prosigue en lo comenzado y dice algunas mercedes grandes que la  hizo el Señor y las cosas que Su Majestad la decía para asegurarla  y para que respondiese a los que la contradecían. *  CAPÍTULO 30   Torna a contar el discurso de su vida y cómo remedió el Señor  mucho de sus trabajos con traer al lugar adonde estaba el santo  Fray Pedro de Alcántara, de la orden del glorioso San Francisco. ­  Trata de grandes tentaciones y trabajos interiores que pasaba  algunas veces.  CAPÍTULO 31   Trata de algunas tentaciones exteriores y representaciones que la  hacía el demonio, y tormentos que la daba. ­ Trata tambien algunas  cosas harto buenas para aviso de personas que van camino de  perfección. *  CAPÍTULO 32 *  En que trata cómo quiso el Señor ponerla en espíritu en un lugar  del infierno que tenía por sus pecados merecido. ­ Cuenta una  cifra de lo que allí se lo representó para lo que fue (1). ­  Comienza a tratar la manera y modo cómo se fundó el monasterio,  adonde ahora está, de San Jose.  CAPÍTULO 33   Procede en la misma materia de la fundación del glorioso San Jose.  ­ Dice cómo le mandaron que no entendiese (1) en ella y el tiempo  que lo dejó y algunos trabajos que tuvo, y cómo la consolaba en  ellos el Señor.  CAPÍTULO 34   Trata cómo en este tiempo convino que se ausentase de este lugar.  ­ Dice la causa y cómo la mandó ir su prelado para consuelo de una  señora muy principal que estaba muy afligida. ­ Comienza a tratar  lo que allá le sucedió y la gran merced que el Señor la hizo de  ser medio para que Su Majestad despertase a una persona muy  principal para servirle muy de veras, y que ella tuviese favor y  amparo despues en el. ­ Es mucho de notar.   CAPÍTULO 35   Prosigue en la misma materia de la fundación de esta casa de  nuestro glorioso Padre San Jose. ­ Dice por los terminos que  ordenó el Señor viniese a guardarse en ella la santa pobreza, y la  causa por que se vino de con aquella señora que estaba (1), y  otras algunas cosas que le sucedieron.  CAPÍTULO 36   Prosigue en la materia comenzada y dice cómo se acabó de concluir  y se fundó este monasterio del glorioso San Jose y las grandes  contradicciones y persecuciones que despues de tomar hábito las  religiosas hubo, y los grandes trabajos y tentaciones que ella  pasó, y cómo de todo la sacó el Señor con victoria y en gloria y  alabanza suya.  CAPÍTULO 37 *.  Trata de los efectos que le quedaban cuando el Señor le había  hecho alguna merced. ­ Junta con esto harto buena doctrina. ­ Dice  cómo se ha de procurar y tener en mucho ganar algún grado más de  gloria, y que por ningún trabajo dejemos bienes que son perpetuos.  CAPÍTULO 38   En que trata de algunas grandes mercedes que el Señor la hizo, así  en mostrarle algunos secretos del cielo, como otras grandes  visiones y revelaciones que Su Majestad tuvo por bien viese. ­.  Dice los efectos con que la dejaban y el gran aprovechamiento que  quedaba en su alma.  CAPÍTULO 39   Prosigue en la misma materia de decir las grandes mercedes que le  ha hecho el Señor. ­ Trata de cómo le prometió de hacer por las  personas que ella le pidiese. ­ Dice algunas cosas señaladas en  que le ha hecho Su Majestad este favor.  CAPÍTULO 40   Prosigue en la misma materia de decir las grandes mercedes que el  Señor la ha hecho (1). ­ De algunas se puede tomar harto buena  doctrina, que este ha sido, según ha dicho, su principal intento,  despues de obedecer: poner las que son para provecho de las almas.  ­ Con este capítulo se acaba el discurso de su vida que escribió.  ­ Sea para gloria del Señor, amen.  EPÍLOGO  LIBRO DE LA VIDA  INTRODUCCIÓN  «La Vida de Santa Teresa escrita de su misma mano» es una  autobiografía introspectiva.  En la historia de la literatura religiosa tiene su mejor  antecedente en las Confesiones de San Agustín. Y un parecido  coetáneo en la Autobiografía de San Ignacio de Loyola. Si bien  profundamente diversa de ambas.  La necesidad de introspección y de contar por escrito la propia  vida surgió en Teresa sobre el rescoldo de su experiencia  religiosa profunda como exigencia inmediata de las gracias  místicas que le inundan el alma por los años 1555­1560, cuando  ella oscila entre los 40 y 45 de edad.  Lo insólito de esas experiencias y la imparable crecida de las  mismas puso a la carmelita en la precisión de examinarlas para  entenderlas y discernirlas. La hizo recurrir a teólogos asesores  que la ayudasen en la tarea discernidora. Y de estos recibió la  orden de ponerlas por escrito para dictaminar sobre su  procedencia.  A partir de ese momento, la mirada introspectiva y autoescrutadora  acompañará a Teresa hasta el fin de sus días.   Puesta a escribir, hace un primer esfuerzo fallido: esas sus  experiencias son refractarias a la pluma, irreducibles a un pobre  relato en vocablos profanos. Teresa misma confesará más tarde la  causa de esa impotencia: ella había recibido la «merced» mística  de la experiencia de Dios; pero aún no se le había concedido la  gracia de entenderla, y menos aún la de expresarla y comunicarla.  Sólo en un segundo momento pudo extender una breve «relación» de  su drama interior. A ese primer esbozo ­.hoy perdido­. siguieron  pronto otro y otro (Relaciones 1ª y 2ª, escritas en 1560 y 1561).  Con ellas, Teresa había superado la barrera de lo inefable  místico. Y en el reposo del palacio toledano de Dña. Luisa de la  Cerda, logra escribir por fin el libro. Lo termina en la primavera  de 1562.  Ese mismo año estrena en Avila el convento de San Jose, y en el  remanso del nuevo Carmelo redacta de nuevo el libro, con la  intención expresa de enviarlo a San Juan de Avila. Termina la  nueva redacción a finales de 1565, y tres años despues obtiene el  visto bueno del santo, que le devuelve el manuscrito desde  Montilla. Será esta la única redacción que llegue hasta nosotros.  El contenido del libro: ¿relato o lección?  Ambas cosas: relato y lección espiritual se van entrecruzando en  el libro. Teresa cuenta su vida, pero no se limita a desgranar  episodios. La suya es una narración con tesis. Es esta la que da  hondura y unidad a lo relatado. Su vida tiene sentido porque Dios  se hace presente en ella, hasta convertirse en el verdadero  protagonista de lo vivido y relatado.  La narración autobiográfica se despliega en varios planos  sobrepuestos. Comienza con una serie de capítulos (del 1 al 9) que  cuentan la lucha de Teresa por abrirse paso en la vida. Desde el  marco externo del hogar, hasta las crisis de su vida interior y la  lucha por superarlas.  A partir del capítulo 10, interrumpe el relato para intercalar un  tratadillo doctrinal, no narrativo. Reanuda la exposición  autobiográfica en el capítulo 23. Pero ahora la desplaza a un  plano interior profundo: su vida mística, tupida de insólitos  sucesos: cc. 23­31.  Sigue un tercer plano, en que cuenta el desbordamiento de sus  gracias místicas a favor de una empresa inesperada: la fundación  del Carmelo de San Jose: cc. 32­36.   Y por fin, última mirada al paisaje de sus gracias místicas, las  recibidas en el remanso del nuevo Carmelo: cc. 37­40.   La tesis de soporte fluye a lo largo de la narración, pero se  condensa y desarrolla en los capítulos intercalados antes del  relato de sus gracias místicas: cc. 11­21. En ellos expone cuatro  grados de oración, que marcan los hitos y el sentido de su vida, y  la progresiva irrupción de Dios en ella.  La edición  En vida de la Santa, el autógrafo de Vida fue secuestrado por la  Inquisición (1575), que lo retuvo hasta que, muerta la autora, se  proyectó editarlo.  Recuperado entonces el manuscrito original, de el se sirvió fray  Luis de León para publicar la obra en Salamanca: 1588.   En la actualidad el autógrafo de Vida se custodia en la Biblioteca  del Escorial, con el título (no autógrafo): «La Vida de la Madre  Teresa de Jesús escrita de su misma mano, con una aprobación del  P. Maestro fr. Domingo Báñez su confesor y cathedrático de prima  en Salamanca». De el nos hemos servido para revisar el texto, que  en nuestra edición queda adaptado a la ortografía y fonetica  modernas.  PRÓLOGO  JHS (1)  1. Quisiera yo que, como me han mandado (2) y dado larga licencia  para que escriba el modo de oración y las mercedes que el Señor me  ha hecho, me la dieran para que muy por menudo y con claridad  dijera mis grandes pecados y ruin vida. Dierame gran consuelo. Mas  no han querido, antes atádome mucho en este caso. Y por esto pido,  por amor del Señor, tenga delante de los ojos quien este discurso  de mi vida leyere, que ha sido tan ruin que no he hallado santo de  los que se tornaron a Dios con quien me consolar (3). Porque  considero que, despues que el Señor los llamaba, no le tornaban a  ofender. Yo no sólo tornaba a ser peor, sino que parece traía  estudio (4) a resistir las mercedes que Su Majestad me hacía, como  quien se veía obligada a servir más y entendía de sí no podía  pagar lo menos de lo que debía.   2. Sea bendito por siempre, que tanto me esperó, a quien con todo  mi corazón suplico me de gracia para que con toda claridad y  verdad yo haga esta relación que mis confesores (5) me mandan (y  aun el Señor se yo lo quiere muchos días ha, sino que yo no me he  atrevido) (6) y que sea para gloria y alabanza suya y para que de  aquí adelante, conociendome ellos mejor, ayuden a mi flaqueza para  que pueda servir algo de lo que debo al Señor, a quien siempre  alaben todas las cosas, amen.  NOTAS PRÓLOGO  1 JHS: anagrama clásico («Jesus Hominum Salvator»), que preside la  primera página de sus libros (así en el Camino, Moradas,  Fundaciones, Modo de visitar), y sus Cartas. - Repetirá el  anagrama al comenzar el cap. 1º, y antes del epílogo.   2 «Mandantes» y destinatarios del libro son sus «confesores» y  consejeros espirituales: Los más identificados son: Gaspar Daza  (sacerdote diocesano), Baltasar Alvarez (jesuita), Pedro Ibáñez  (dominico) y Francisco de Salcedo (caballero de Avila), para la  primera redacción; y los dominicos García de Toledo y Domingo  Báñez, para la redacción segunda, texto actual del libro.  3 De los que se tornaron a Dios: santos que fueron pecadores  convertidos (S. Pablo, la Magdalena, San Agustín...). Repetirá  varias veces ese concepto: c. 9, 7; 19, 5.10; 18, 4...  4 Traía estudio: ponía empeño, cuidado especial.  5 Que mis confesores: repetido en el autógrafo, por lapsus  involuntario.  6 Es decir, además del «mandato» de los confesores, el libro nace  por impulso interior místico.   7 Es patente la «intención» de la escritora: escribe su  autobiografía para hacerse conocer y ayudar. A lo largo del libro  aparecerá un segundo objetivo: adoctrinar a los destinatarios del  escrito, «engolosinados» (c. 18, 8) y ayudarlos en su camino  espiritual.  CAPÍTULO 1  En que trata cómo comenzó el Señor a despertar esta alma en su  niñez a cosas virtuosas, y la ayuda que es para esto serlo los  padres.  1. El tener padres virtuosos y temerosos de Dios me bastara, si yo  no fuera tan ruin, con lo que el Señor me favorecía, para ser  buena (1). Era mi padre aficionado a leer buenos libros (2) y así  los tenía de romance para que leyesen sus hijos. Esto (3), con el  cuidado que mi madre tenía de hacernos rezar y ponernos en ser  devotos de nuestra Señora y de algunos santos, comenzó a  despertarme de edad, a mi parecer, de seis o siete años. Ayudábame  no ver en mis padres favor sino para la virtud. Tenían muchas.    Era mi padre hombre de mucha caridad con los pobres y piedad con  los enfermos y aun con los criados; tanta, que jamás se pudo  acabar con el tuviese esclavos (4), porque los había gran piedad,  y estando una vez en casa una de un su hermano, la regalaba como a  sus hijos. Decía que, de que no era libre, no lo podía sufrir de  piedad. Era de gran verdad. Jamás nadie le vio jurar ni murmurar.  Muy honesto en gran manera.  2. Mi madre tambien tenía muchas virtudes y pasó la vida con  grandes enfermedades (5). Grandísima honestidad. Con ser de harta  hermosura, jamás se entendió que diese ocasión a que ella hacía  caso de ella, porque con morir de treinta y tres años (6), ya su  traje era como de persona de mucha edad. Muy apacible y de harto  entendimiento. Fueron grandes los trabajos que pasaron el tiempo  que vivió. Murió muy cristianamente.  3. Eramos tres hermanas y nueve hermanos (7). Todos parecieron a  sus padres, por la bondad de Dios, en ser virtuosos, si no fui yo,  aunque era la más querida de mi padre. Y antes que comenzase a  ofender a Dios, parece tenía alguna razón; porque yo he lástima  cuando me acuerdo las buenas inclinaciones que el Señor me había  dado y cuán mal me supe aprovechar de ellas.  4. Pues mis hermanos ninguna cosa me desayudaban a servir a Dios.  Tenía uno casi de mi edad (8), juntábamonos entrambos a leer vidas  de Santos, que era el que yo más quería, aunque a todos tenía gran  amor y ellos a mí. Como veía los martirios que por Dios las santas  pasaban, parecíame compraban muy barato el ir a gozar de Dios y  deseaba yo mucho morir así, no por amor que yo entendiese tenerle,  sino por gozar tan en breve de los grandes bienes que leía haber  en el cielo, y juntábame con este mi hermano a tratar que medio  habría para esto. Concertábamos irnos a tierra de moros, pidiendo  por amor de Dios, para que allá nos descabezasen. Y pareceme que  nos daba el Señor ánimo en tan tierna edad, si vieramos algún  medio, sino que el tener padres nos parecía el mayor embarazo (9).   Espantábanos mucho el decir que pena y gloria era para siempre, en  lo que leíamos. Acaecíanos estar muchos ratos tratando de esto y  gustábamos de decir muchas veces: ¡para siempre, siempre, siempre!  En pronunciar esto mucho rato era el Señor servido me quedase en  esta niñez imprimido el camino de la verdad.  5. De que vi que era imposible ir a donde me matasen por Dios,  ordenábamos ser ermitaños; y en una huerta que había en casa  procurábamos, como podíamos, hacer ermitas, poniendo unas  pedrecillas que luego se nos caían, y así no hallábamos remedio en  nada para nuestro deseo; que ahora me pone devoción ver cómo me  daba Dios tan presto lo que yo perdí por mi culpa.  6. Hacía limosna como podía, y podía poco. Procuraba soledad para  rezar mis devociones, que eran hartas, en especial el rosario, de  que mi madre era muy devota, y así nos hacía serlo. Gustaba mucho,  cuando jugaba con otras niñas, hacer monasterios, como que eramos  monjas, y yo me parece deseaba serlo, aunque no tanto como las  cosas que he dicho.  7. Acuerdome que cuando murió mi madre quede yo de edad de doce  años, poco menos (10). Como yo comence a entender lo que había  perdido, afligida fuime a una imagen de nuestra Señora y  supliquela fuese mi madre, con muchas lágrimas (11). Pareceme que,  aunque se hizo con simpleza, que me ha valido; porque  conocidamente he hallado a esta Virgen soberana en cuanto me he  encomendado a ella y, en fin, me ha tornado a sí (12).  Fatígame ahora ver y pensar en que estuvo el no haber yo estado  entera en los buenos deseos que comence.   8. ¡Oh Señor mío!, pues parece teneis determinado que me salve,  plega a Vuestra Majestad sea así; y de hacerme tantas mercedes  como me habeis hecho, ¿no tuvierais por bien ­no por mi ganancia,  sino por vuestro acatamiento­ que no se ensuciara tanto posada  adonde tan continuo habíais de morar? Fatígame, Señor, aun decir  esto, porque se que fue mía toda la culpa; porque no me parece os  quedó a Vos nada por hacer para que desde esta edad no fuera toda  vuestra.  Cuando voy a quejarme de mis padres, tampoco puedo, porque no veía  en ellos sino todo bien y cuidado de mi bien.  Pues pasando de esta edad, que comence a entender (13) las gracias  de naturaleza que el Señor me había dado, que según decían eran  muchas, cuando por ellas le había de dar gracias, de todas me  comence a ayudar para ofenderle, como ahora dire.  NOTAS CAPÍTULO 1  1 Fueron sus padres Don Alonso Sánchez de Cepeda (1480?-1543) y  Doña Beatríz de Ahumada (1495?-1529). Don Alonso había casado en  primeras nupcias con Doña Catalina del Peso y Henao. Muerta esta  en 1507, casó en segundas nupcias con Doña Beatríz (1509). Tenían  su residencia familiar en Avila.  2 Buenos libros: en el lexico teresiano equivale a «libros  espirituales o de devoción» (cf. c. 3, 4; 3, 7; 4, 7; 6, 4...).  3 Esto: en el autógrafo «estos». Lo consideramos lapsus de pluma  por contaminación de sibilantes. Fray Luis editó «estos» (p. 27);  luego en la fe de erratas enmandó «esto», y así lo publicó en su  segunda edición de 1589 (p. 27). Entre los «buenos libros» de la  biblioteca de Don Alonso por aquellos años había un «Retablo de la  Vida de Cristo», un Tulio «De officiis», un Boecio, un «Tratado de  la Misa», «Los siete pecados», «La conquista de ultramar»,  «Proverbios» de Seneca, Virgilio, «las Trescientas» y «La  coronación» de Juan de Mena, y un «Lunario». Son los títulos que  aparecen en el «Inventario» hecho por Don Alonso en 1507 a la  muerte de su primera mujer.   4 Esclavos: probablemente moros o africanos en situación de  libertad limitada.  5 Doña Beatríz había casado con Don Alonso a los 14 ó 15 años de  edad. De el tuvo nueve o quizás diez hijos. Más adelante aludirá  la Santa a los «grandes trabajos» de Doña Beatríz (c., 1).  6 Tendría probablemente 34 ó 35 años. Falleció a finales de  diciembre de 1528 o principios del año siguiente.   7 Las hermanas fueron: María, Teresa y Juana. Los hermanos: Juan  de Cepeda, Hernando de Ahumada, Rodrigo de Cepeda, Juan de  Ahumada, Lorenzo de Cepeda, Antonio de Ahumada, Pedro, Jerónimo y  Agustín de Ahumada.  8 Este hermano preferido era Rodrigo. Había nacido en 1513. Teresa  nació el 28.3.1515. Nos ha llegado la nota escrita por Don Alonso:  «En miercoles, 28 días del mes de marzo de mil y quinientos y  quince años, nació Teresa, mi hija, a las cinco horas de la  mañana, media hora más o menos, que fue el dicho miercoles casi  amanecido» (BMC, t. 2, p. 91).  9 «Rodrigo de Ahumada», anota Gracián al margen de este pasaje en  su ejemplar de las obras de la Santa (Salamanca 1588). - No sólo  «concertaron» la fuga, sino que la emprendieron: «... tomando  alguna cosilla para comer, se salió con su hermano de casa de su  padre, determinados los dos a ir a tierra de moros, donde los  cortasen las cabezas por Jesucristo. Y saliendo por la puerta del  Adaja... se fueron por la puente adelante, hasta que un tío suyo  los encontró y los volvió a casa... El niño se excusaba con decir  que su hermana le había hecho tomar aquel camino» (FRANCISCO DE  RIBERA, «Vida de la M. Teresa», I, 4).   10 En realidad, estaba para cumplir ya los 14, cuando murió su  madre (finales de 1528 o principios de 1529).  11 Desde siempre se ha identificado esa imagen con la de «Nuestra  Señora de la Caridad», actualmente en la catedral de Avila.  12 Me ha tornado a sí: alusión a su vocación de carmelita o a su  «conversión». Este segundo sentido es el que reafirma en la Rel.  30, 2.  13 Ender. escribe la Santa por lapsus de pluma. - Gracias de  naturaleza: alusión a su belleza y simpatía, de las que es  consciente.  CAPÍTULO 2  Trata cómo fue perdiendo estas virtudes y lo que importa en la  niñez tratar con personas virtuosas.   1. Pareceme que comenzó a hacerme mucho daño lo que ahora dire.  Considero algunas veces cuán mal lo hacen los padres que no  procuran que vean sus hijos siempre cosas de virtud de todas  maneras; porque, con serlo tanto mi madre como he dicho (1), de lo  bueno no tome tanto en llegando a uso de razón, ni casi nada, y lo  malo me dañó mucho. Era aficionada a libros de caballerías (2) y  no tan mal tomaba este pasatiempo como yo le tome para mí, porque  no perdía su labor, sino desenvolvíamonos (3) para leer en ellos,  y por ventura lo hacía para no pensar en grandes trabajos que  tenía, y ocupar sus hijos, que no anduviesen en otras cosas  perdidos. De esto le pesaba tanto a mi padre, que se había de  tener aviso a que no lo viese. Yo comence a quedarme en costumbre  de leerlos; y aquella pequeña falta que en ella vi, me comenzó a  enfriar los deseos y comenzar a faltar en lo demás; y parecíame no  era malo, con gastar muchas horas del día y de la noche en tan  vano ejercicio, aunque escondida de mi padre. Era tan en extremo  lo que en esto me embebía que, si no tenía libro nuevo, no me  parece tenía contento.  2. Comence a traer galas y a desear contentar en parecer bien, con  mucho cuidado de manos y cabello y olores y todas las vanidades  que en esto podía tener, que eran hartas, por ser muy curiosa (4).  No tenía mala intención, porque no quisiera yo que nadie ofendiera  a Dios por mí. Duróme mucha curiosidad de limpieza demasiada y  cosas que me parecía a mí no eran ningún pecado, muchos años.  Ahora veo cuán malo debía ser.  Tenía primos hermanos algunos (5), que en casa de mi padre no  tenían otros cabida para entrar, que era muy recatado, y pluguiera  a Dios que lo fuera de estos tambien. Porque ahora veo el peligro  que es tratar en la edad que se han de comenzar a criar virtudes  con personas que no conocen la vanidad del mundo, sino que antes  despiertan para meterse en el. Eran casi de mi edad, poco mayores  que yo. Andábamos siempre juntos. Teníanme gran amor, y en todas  las cosas que les daba contento los sustentaba plática y oía  sucesos de sus aficiones y niñerías nonada buenas; y lo que peor  fue, mostrarse el alma a lo que fue causa de todo su mal.  3. Si yo hubiera de aconsejar, dijera a los padres que en esta  edad tuviesen gran cuenta con las personas que tratan sus hijos,  porque aquí está mucho mal, que se va nuestro natural antes a lo  peor que a lo mejor.  Así me acaeció a mí, que tenía una hermana de mucha más edad que  yo (6), de cuya honestidad y bondad ­que tenía mucha­ de esta no  tomaba nada, y tome todo el daño de una parienta que trataba mucho  en casa. Era de tan livianos tratos, que mi madre la había mucho  procurado desviar que tratase en casa; parece adivinaba el mal que  por ella me había de venir, y era tanta la ocasión que había para  entrar, que no había podido (7). A esta que digo, me aficione a  tratar. Con ella era mi conversación y pláticas, porque me ayudaba  a todas las cosas de pasatiempos que yo quería, y aun me ponía en  ellas y daba parte de sus conversaciones y vanidades.  Hasta que trate con ella, que fue de edad de catorce años (8), y  creo que más (para tener amistad conmigo ­digo­ y darme parte de  sus cosas), no me parece había dejado a Dios por culpa mortal ni  perdido el temor de Dios, aunque le tenía mayor de la honra (9).  Este tuvo fuerza para no la perder del todo, ni me parece por  ninguna cosa del mundo en esto me podía mudar, ni había amor de  persona de el que a esto me hiciese rendir. ¡Así tuviera fortaleza  en no ir contra la honra de Dios, como me la daba mi natural para  no perder en lo que me parecía a mí está la honra del mundo! ¡Y no  miraba que la perdía por otras muchas vías!  4. En querer esta vanamente tenía extremo. Los medios que eran  menester para guardarla, no ponía ninguno. Sólo para no perderme  del todo tenía gran miramiento.  Mi padre y hermana sentían mucho esta amistad. Reprendíanmela  muchas veces. Como no podían quitar la ocasión de entrar ella en  casa, no les aprovechaban sus diligencias, porque mi sagacidad  para cualquier cosa mala era mucha. Espántame algunas veces el  daño que hace una mala compañía, y si no hubiera pasado por ello,  no lo pudiera creer. En especial en tiempo de mocedad debe ser  mayor el mal que hace. Querría escarmentasen en mí los padres para  mirar mucho en esto. Y es así que de tal manera me mudó esta  conversación, que de natural y alma virtuoso no me dejó casi  ninguna (10), y me parece me imprimía sus condiciones ella y otra  que tenía la misma manera de pasatiempos.  5. Por aquí entiendo el gran provecho que hace la buena compañía,  y tengo por cierto que, si tratara en aquella edad con personas  virtuosas, que estuviera entera en la virtud. Porque si en esta  edad tuviera quien me enseñara a temer a Dios, fuera tomando  fuerzas el alma para no caer. Despues, quitado este temor del  todo, quedóme sólo el de la honra, que en todo lo que hacía me  traía atormentada. Con pensar que no se había de saber, me atrevía  a muchas cosas bien contra ella y contra Dios.  6. Al principio dañáronme las cosas dichas, a lo que me parece, y  no debía ser suya la culpa, sino mía. Porque despues mi malicia  para el mal bastaba, junto con tener criadas, que para todo mal  hallaba en ellas buen aparejo; que si alguna fuera en aconsejarme  bien, por ventura me aprovechara; mas el interes las cegaba, como  a mí la afición. Y pues nunca era inclinada a mucho mal ­porque  cosas deshonestas naturalmente las aborrecía­, sino a pasatiempos  de buena conversación, mas puesta en la ocasión, estaba en la mano  el peligro, y ponía en el a mi padre y hermanos. De los cuales  (11) me libró Dios de manera que se parece bien procuraba contra  mi voluntad que del todo no me perdiese, aunque no pudo ser tan  secreto que no hubiese harta quiebra de mi honra y sospecha en mi  padre.  Porque no me parece había tres meses que andaba en estas  vanidades, cuando me llevaron a un monasterio que había en este  lugar (12), adonde se criaban personas semejantes, aunque no tan  ruines en costumbres como yo; y esto con tan gran disimulación,  que sola yo y algún deudo lo supo; porque aguardaron a coyuntura  que no pareciese novedad: porque, haberse mi hermana casado y  quedar sola sin madre, no era bien (13).  7. Era tan demasiado el amor que mi padre me tenía y la mucha  disimulación mía, que no había creer tanto mal de mí, y así no  quedó en desgracia conmigo. Como fue breve el tiempo, aunque se  entendiese algo, no debía ser dicho con certinidad (14). Porque  como yo temía tanto la honra, todas mis diligencias eran en que  fuese secreto, y no miraba que no podía serlo a quien todo lo ve.  ¡Oh Dios mío! ¡Que daño hace en el mundo tener esto en poco y  pensar que ha de haber cosa secreta que sea contra Vos! Tengo por  cierto que se excusarían grandes males si entendiesemos que no  está el negocio en guardarnos de los hombres, sino en no nos  guardar de descontentaros a Vos.  8. Los primeros ocho días sentí mucho, y más la sospecha que tuve  se había entendido la vanidad mía, que no de estar allí. Porque ya  yo andaba cansada y no dejaba de tener gran temor de Dios cuando  le ofendía, y procuraba confesarme con brevedad. Traía un  desasosiego, que en ocho días ­y aun creo menos­ estaba muy más  contenta que en casa de mi padre. Todas lo estaban conmigo, porque  en esto me daba el Señor gracia, en dar contento adondequiera que  estuviese, y así era muy querida (15). Y puesto que yo estaba  entonces ya enemiguísima de ser monja, holgábame de ver tan buenas  monjas, que lo eran mucho las de aquella casa, y de gran  honestidad y religión y recatamiento.  Aun con todo esto no me dejaba el demonio de tentar, y buscar los  de fuera cómo me desasosegar con recaudos. Como no había lugar,  presto se acabó, y comenzó mi alma a tornarse a acostumbrar en el  bien de mi primera edad y vi la gran merced que hace Dios a quien  pone en compañía de buenos.  Pareceme andaba Su Majestad mirando y remirando por dónde me podía  tornar a sí. ¡Bendito seáis Vos, Señor, que tanto me habeis  sufrido! Amen.   9. Una cosa tenía que parece me podía ser alguna disculpa, si no  tuviera tantas culpas; y es que era el trato con quien por vía de  casamiento me parecía podía acabar en bien; e informada de con  quien me confesaba y de otras personas, en muchas cosas me decían  no iba contra Dios.   10. Dormía una monja con las que estábamos seglares, que por medio  suyo parece quiso el Señor comenzar a darme luz, como ahora dire  (16).  NOTAS CAPÍTULO 2  1 Lo ha dicho en el c. 1, 2.  2 Libros de caballerías»: son las novelas fantásticas de su  tiempo, puestas en ridículo por Cervantes en las primeras páginas  del Quijote (I, c. 6). - Teresa misma llegó a escribir un «libro  de caballerías» (una de esas novelas) en colaboración con su  hermano Rodrigo: los atestiguan F. de Ribera («Vida de la M.  Teresa (, c. 5) y Gracián en nota a ese pasaje de Ribera: «la  misma (Teresa) lo contó a mí». - De este escrito de Teresa joven,  nada ha llegado hasta nosotros.   3 Desenvolviemonos, escribe ella. En el sentido de «desembarazarse  de ocupaciones»: nos las arreglábamos para...  4 Curiosa: cuidadosa, arreglada. - En carta del 23.12.1561,  ponderando la belleza de una imagen de la Virgen, enviada desde  Quito por su hermano Lorenzo, escribe: «Si fuera el tiempo que yo  traía oro, hubiera harta envidia de la imagen».  5 Primos hermanos: Alude probablemente a los hijos de Doña Elvira  de Cepeda, viuda de D. Hernando Mejía: Vasco (nacido en 1507),  Francisco (1508), y Diego (1513).  6 Una hermana: «Llamábase Doña María de Cepeda», anota Gracián en  su ejemplar de «Vida». Era la primogenita de Don Alonso, en su  primer matrimonio. Unos nueve años mayor que Teresa.  7 No había podido evitarlo o desviar a la pariente. - Se trataba,  probablemente, de otra hija de Doña Elvira: Ines de Mejía.  8 De catorce años: Teresa se acerca a los 16 cuando su padre la  lleva al internado de Santa María de Gracia, para conjurar esa  situación.  9 Temor de la honra: temor de perderla. En realidad, se trata del  «culto de la honra o pundonor», verdadero íncubo psicológico de su  siglo. Teresa «era tan honrosa», escribirá enseguida (c. 3, 7).  10 Casi ninguna virtud.  11 De los cuales peligros y ocasiones.  12 Este lugar es Avila, aludida en anonimato a lo largo de todo el  libro. - El monasterio es «Santa María de Gracia», de agustinas,  que acogían y educaban a las jóvenes «doncellas señoras de piso».  13 Mi hermana: era Doña María de Cepeda, casada en enero de 1531  con Don Martín Guzmán y Barrientos. De ellos hablará en el c, 3,  3; y c. 4, 6.   14 Certinidad: certeza.  15 Muy querida: aspecto muy destacado entre sus recuerdos de  infancia y adolescencia: cf. c. 1, 3.4; 2, 2.7; 3, 3.4.  16 Una monja... como dire: lo dirá en el c. 3, 1. Era Doña María  de Briceño, de Avila, y de unos 33 años, agustina en Santa María  de Gracia desde los 16. Ejercerá influjo decisivo en Teresa.   CAPÍTULO 3  En que trata cómo fue parte la buena compañía para tornar a  despertar sus deseos, y por que manera comenzó el Señor a darla  alguna luz del engaño que había traído.  1. Pues comenzando a gustar de la buena y santa conversación de  esta monja, holgábame de oírla cuán bien hablaba de Dios, porque  era muy discreta y santa. Esto, a mi parecer, en ningún tiempo  deje de holgarme de oírlo. Comenzóme a contar cómo ella había  venido a ser monja por sólo leer lo que dice el evangelio: Muchos  son los llamados y pocos los escogidos (1). Decíame el premio que  daba el Señor a los que todo lo dejan por El.   Comenzó esta buena compañía a desterrar las costumbres que había  hecho la mala y a tornar a poner en mi pensamiento deseos de las  cosas eternas y a quitar algo la gran enemistad que tenía con ser  monja, que se me había puesto grandísima. Y si veía alguna tener  lágrimas cuando rezaba, u otras virtudes, habíala mucha envidia;  porque era tan recio mi corazón en este caso que, si leyera toda  la Pasión, no llorara una lágrima. Esto me causaba pena.  2. Estuve año y medio en este monasterio harto mejorada. Comence a  rezar muchas oraciones vocales y a procurar con todas me  encomendasen a Dios, que me diese el estado en que le había de  servir. Mas todavía deseaba no fuese monja, que este no fuese Dios  servido de dármele, aunque tambien temía el casarme.  A cabo de este tiempo que estuve aquí, ya tenía más amistad de ser  monja, aunque no en aquella casa, por las cosas más virtuosas que  despues entendí tenían, que me parecían extremos demasiados; y  había algunas de las más mozas que me ayudaban en esto, que si  todas fueran de un parecer, mucho me aprovechara. Tambien tenía yo  una grande amiga (2) en otro monasterio, y esto me era parte para  no ser monja, si lo hubiese de ser, sino adonde ella estaba.  Miraba más el gusto de mi sensualidad (3) y vanidad que lo bien  que me estaba a mi alma. Estos buenos pensamientos de ser monja me  venían algunas veces y luego se quitaban, y no podía persuadirme a  serlo.  3. En este tiempo, aunque yo no estaba descuidada de mi remedio,  andaba más ganoso el Señor de disponerme para el estado que me  estaba mejor. Diome una gran enfermedad, que hube de tornar en  casa de mi padre. En estando buena, lleváronme en casa de mi  hermana ­que residía en una aldea­ (4) para verla, que era extremo  el amor que me tenía y, a su querer, no saliera yo de con ella; y  su marido tambien me amaba mucho, al menos mostrábame todo regalo,  que aun esto debo más al Señor, que en todas partes siempre le he  tenido, y todo se lo servía como la que soy.  4. Estaba en el camino un hermano de mi padre, muy avisado y de  grandes virtudes, viudo, a quien tambien andaba el Señor  disponiendo para sí, que en su mayor edad dejó todo lo que tenía y  fue fraile y acabó de suerte que creo goza de Dios (5). Quiso que  me estuviese con el unos días. Su ejercicio era buenos libros de  romance, y su hablar era ­lo más ordinario­ de Dios y de la  vanidad del mundo. Hacíame le leyese y, aunque no era amiga de  ellos (6), mostraba que sí. Porque en esto de dar contento a otros  he tenido extremo, aunque a mí me hiciese pesar; tanto, que en  otras fuera virtud y en mí ha sido gran falta, porque iba muchas  veces muy sin discreción.  ¡Oh, válgame Dios, por que terminos me andaba Su Majestad  disponiendo para el estado en que se quiso servir de mí, que, sin  quererlo yo, me forzó a que me hiciese fuerza! Sea bendito por  siempre, amen.  5. Aunque fueron los días que estuve pocos, con la fuerza que  hacían en mi corazón las palabras de Dios, así leídas como oídas,  y la buena compañía, vine a ir entendiendo la verdad de cuando  niña (7), de que no era todo nada, y la vanidad del mundo, y cómo  acababa en breve, y a temer, si me hubiera muerto, cómo me iba al  infierno. Y aunque no acababa mi voluntad de inclinarse a ser  monja, vi era el mejor y más seguro estado. Y así poco a poco me  determine a forzarme para tomarle.  6. En esta batalla estuve tres meses, forzándome a mí misma con  esta razón: que los trabajos y pena de ser monja no podía ser  mayor que la del purgatorio, y que yo había bien merecido el  infierno; que no era mucho estar lo que viviese como en  purgatorio, y que despues me iría derecha al cielo, que este era  mi deseo.  Y en este movimiento de tomar estado, más me parece me movía un  temor servil que amor. Poníame (8) el demonio que no podría sufrir  los trabajos de la religión, por ser tan regalada (9). A esto me  defendía con los trabajos que pasó Cristo, porque no era mucho yo  pasase algunos por El; que El me ayudaría a llevarlos ­debía  pensar­, que esto postrero no me acuerdo. Pase hartas tentaciones  estos días.  7. Habíanme dado, con unas calenturas, unos grandes desmayos, que  siempre tenía bien poca salud. Diome la vida haber quedado ya  amiga de buenos libros. Leía en las Epístolas de San Jerónimo  (10), que me animaban de suerte que me determine a decirlo a mi  padre, que casi era como a tomar el hábito, porque era tan honrosa  (11) que me parece no tornara atrás por ninguna manera, habiendolo  dicho una vez. Era tanto lo que me quería, que en ninguna manera  lo pude acabar con el, ni bastaron ruegos de personas que procure  le hablasen. Lo que más (12) se pudo acabar con el fue que despues  de sus días haría lo que quisiese. Yo ya me temía a mí y a mi  flaqueza no tornase atrás, y así no me pareció me convenía esto, y  procurelo por otra vía, como ahora dire.   NOTAS CAPÍTULO 3  1 Mt 20, 16. sigue inmediatamente otra alusión al Evangelio: Mt  19, 28.  2 Al margen de su ejemplar anotó el P. Gracián: «Llamábase Juana  Juárez». - Era monja carmelita en la Encarnación de Avila; por  este tiempo solía visitarla la Santa. De estas visitas se acordaba  muchos años más tarde otra monja del monasterio: «Yo me acuerdo  cuando la Santa Madre venía seglar algunas veces a este convento,  y doy por señas qe traía una saya naranjada con unos ribetes de  terciopelo negro» (Cfr. MBC, t. II, p. 113).  3 Sensualidad: en el lexico teresiano tiene acepción propia y algo  varia, pero siempre distinta de la moderna; equivale a «la parte  sensitiva o sensible del compuesto humano», a «sentidos y  sensibilidad», e incluso a «la carne en cuanto tercer enemigo del  alma» (cf. en esta última acepción: Vida 7, 38, 18; Fund. 5, 12. -  La misma acepción tiene el adjetivo sensual: cf. Vida 8,5; 10, 2;  12, 1; 29, 9...  4 Se refiere a su hermana mayor María de Cepeda, de quien hizo el  elogio en el c, 2, n. 3, casada hacia enero de 1531, poco antes de  entrar Teresa en Santa María de Gracia; su cuñado era Don Martín  de Guzmán y Barrientos; residían en Castellanos de la Cañada,  aldehuela avilesa de unos 10 vecinos.  5 Era este tío de la Santa Pedro Sánchez de Cepeda (viudo de Doña  Catalina del Aguila), residente en la aldehuela de Hortigosa, a  pocas leguas de Avila. Hombre «espiritual», dado a la penitencia y  lectura piadosa, vivía como un fraile, y de hecho murió monje en  el monasterio de jerónimos de Guisando.  6 Aún no era amiga de libros espirituales. Momentos de transición  entre su afición a las lecturas profanas (c. 2, 1) y su  predilección por los buenos libros de los que pronto será amiga  (n. 7), y porsteriormente amiguísima (6, 4).  7 La verdad de cuando niña: alusión a sus meditaciones infantiles  que refirió en el c. 1, 4. - Que no era todo nada: doble negación,  con fuerza afirmativa: «que todo (lo creado) era nada (cf. 15,  11).  8 Poníame: en acepción de «sugerir»: (poníame en pensamiento...),  acepción de «poner» (= oponer) frecuente en la Santa (cf. 11, 4;  12, 3; 13 tít.).   9 Tan regalada: amiga de comodidad y regalo (cf. 13, 7: «tan  mirada y regalada»).  10 Muy probablemente las leyó en la versión del bachiller JUAN DE  MOLINA: «Las epístolas de San Jerónimo con una narración de la  guerra de las Germanias», dedicada a Doña María Enríquez de Borja,  Duquesa de Gandía y Abadesa del Monasterio de Santa Clara de la  misma ciudad, en Valencia, por Juan Jofre, 1520, o quizá en alguna  de las sucesivas reediciones: Valencia 1522 y 1526, o Sevilla  1532.  11 Tan honrosa: tan pundonorosa ( o «tan esclava de la honra en  mantener la palabra dada). Cf. 31, 23, Acepción más amplia en  Conc. 3, 7; C. 18, 5.  12 Lo que más: lo más que...  CAPÍTULO 4  Dice cómo la ayudó el Señor para forzarse a sí misma para tomar  hábito, y las muchas enfermedades que Su Majestad la comenzó a  dar.  1. En estos días que andaba con estas determinaciones, había  persuadido a un hermano mío a que se metiese fraile (*,1)  diciendole la vanidad del mundo. Y concertamos entrambos de irnos  un día muy de mañana al monasterio adonde estaba aquella mi amiga,  que era al que yo tenía mucha afición (2), puesto que ya en esta  postrera determinación ya yo estaba de suerte, que a cualquiera  que pensara servir más a Dios o mi padre quisiera, fuera; que más  miraba ya el remedio de mi alma, que del descanso ningún caso  hacía de el.  Acuerdaseme, a todo mi parecer y con verdad, que cuando salí de  casa de mi padre no creo será más el sentimiento cuando me muera  (3). Porque me parece cada hueso se me apartaba por sí, que, como  no había amor de Dios que quitase el amor del padre y parientes,  era todo haciendome una fuerza tan grande que, si el Señor no me  ayudara, no bastaran mis consideraciones para ir adelante. Aquí me  dio ánimo contra mí, de manera que lo puse por obra.   2. En tomando el hábito (4), luego me dio el Señor a entender cómo  favorece a los que se hacen fuerza para servirle, la cual nadie no  entendía de mí (5), sino grandísima voluntad. A la hora (6) me dio  un tan gran contento de tener aquel estado, que nunca jamás me  faltó hasta hoy, y mudó Dios la sequedad que tenía mi alma en  grandísima ternura. Dábanme deleite todas las cosas de la  religión, y es verdad que andaba algunas veces barriendo en horas  que yo solía ocupar en mi regalo y gala, y acordándoseme que  estaba libre de aquello, me daba un nuevo gozo, que yo me  espantaba y no podía entender por dónde venía.  Cuando de esto me acuerdo, no hay cosa que delante se me pusiese,  por grave que fuese, que dudase de acometerla. Porque ya tengo  experiencia en muchas que, si me ayudo al principio a determinarme  a hacerlo, que, siendo sólo por Dios, hasta comenzarlo (7) quiere  ­para que más merezcamos­ que el alma sienta aquel espanto, y  mientras mayor, si sale con ello, mayor premio y más sabroso se  hace despues. Aun en esta vida lo paga Su Majestad por unas vías  que sólo quien goza de ello lo entiende. Esto tengo por  experiencia, como he dicho (8), en muchas cosas harto graves. Y  así jamás aconsejaría ­si fuera persona que hubiera de dar  parecer­ que, cuando una buena inspiración acomete muchas veces,  se deje, por miedo, de poner por obra; que si va desnudamente por  solo Dios, no hay que temer sucederá mal, que poderoso es para  todo. Sea bendito por siempre, amen.   3. Bastara, ¡oh sumo Bien y descanso mío!, las mercedes que me  habíais hecho hasta aquí, de traerme por tantos rodeos vuestra  piedad y grandeza a estado tan seguro y a casa adonde había muchas  siervas de Dios, de quien yo pudiera tomar, para ir creciendo en  su servicio. No se cómo he de pasar de aquí, cuando me acuerdo la  manera de mi profesión (9) y la gran determinación y contento con  que la hice y el desposorio que hice con Vos. Esto no lo puedo  decir sin lágrimas, y habían de ser de sangre y quebrárseme el  corazón, y no era mucho sentimiento para lo que despues os ofendí.  Pareceme ahora que tenía razón de no querer tan gran dignidad,  pues tan mal había de usar de ella. Mas Vos, Señor mío, quisisteis  ser ­casi veinte años que use mal de esta merced­ ser el  agraviado, porque yo fuese mejorada. No parece, Dios mío, sino que  prometí no guardar cosa de lo que os había prometido, aunque  entonces no era esa mi intención. Mas veo tales mis obras despues,  que no se que intención tenía, para que más se vea quien Vos sois,  Esposo mío, y quien soy yo. Que es verdad, cierto, que muchas  veces me templa el sentimiento de mis grandes culpas el contento  que me da que se entienda la muchedumbre de vuestras misericordias  (10).  4. ¿En quien, Señor, pueden así resplandecer como en mí, que tanto  he oscurecido con mis malas obras las grandes mercedes que me  comenzasteis a hacer? ¡Ay de mí, Criador mío, que si quiero dar  disculpa, ninguna tengo! Ni tiene nadie la culpa sino yo. Porque  si os pagara algo del amor que me comenzasteis a mostrar, no le  pudiera yo emplear en nadie sino en Vos, y con esto se remediaba  todo. Pues no lo merecí ni tuve tanta ventura, válgame ahora,  Señor, vuestra misericordia.  5. La mudanza de la vida y de los manjares me hizo daño a la  salud, que, aunque el contento era mucho, no bastó. Comenzáronme a  crecer los desmayos y diome un mal de corazón tan grandísimo, que  ponía espanto a quien le veía, y otros muchos males juntos, y así  pase el primer año con harta mala salud, aunque no me parece  ofendí a Dios en el mucho. Y como era el mal tan grave que casi me  privaba el sentido siempre y algunas veces del todo quedaba sin  el, era grande la diligencia que traía mi padre para buscar  remedio; y como no le dieron los medicos de aquí, procuró llevarme  a un lugar adonde había mucha fama de que sanaban allí otras  enfermedades, y así dijeron harían la mía (11). Fue conmigo esta  amiga que he dicho que tenía en casa, que era antigua (12). En la  casa que era monja no se prometía clausura (13).  6. Estuve casi un año por allá, y los tres meses de el padeciendo  tan grandísimo tormento en las curas que me hicieron tan recias,  que yo no se cómo las pude sufrir; y en fin, aunque las sufrí, no  las pudo sufrir mi sujeto, como dire (14).  Había de comenzarse la cura en el principio del verano, y yo fui  en el principio del invierno. Todo este tiempo estuve en casa de  la hermana que he dicho (15) que estaba en la aldea, esperando el  mes de abril, porque estaba cerca, y no andar yendo y viniendo.  7. Cuando iba, me dio aquel tío mío que tengo dicho que estaba en  el camino, un libro: llámase Tercer Abecedario (16), que trata de  enseñar oración de recogimiento; y puesto que este primer año  había leído buenos libros (que no quise más usar de otros, porque  ya entendía el daño que me habían hecho) (17), no sabía cómo  proceder en oración ni cómo recogerme, y así holgueme mucho con el  y determineme a seguir aquel camino con todas mis fuerzas (18). Y  como ya el Señor me había dado don de lágrimas y gustaba de leer,  comence a tener ratos de soledad y a confesarme a menudo y  comenzar aquel camino, teniendo a aquel libro por maestro. Porque  yo no halle maestro, digo confesor, que me entendiese, aunque le  busque, en veinte años despues de esto que digo, que me hizo harto  daño para tornar muchas veces atrás y aun para del todo perderme;  porque todavía me ayudara a salir de las ocasiones que tuve para  ofender a Dios.  Comenzóme Su Majestad a hacer tantas mercedes en los principios,  que al fin de este tiempo que estuve aquí (que era casi nueve  meses en esta soledad, aunque no tan libre de ofender a Dios como  el libro me decía, mas por esto pasaba yo; parecíame casi  imposible tanta guarda; teníala de no hacer pecado mortal, y  pluguiera a Dios la tuviera siempre; de los veniales hacía poco  caso, y esto fue lo que me destruyó...) (19), comenzó el Señor a  regalarme tanto por este camino, que me hacía merced de darme  oración de quietud, y alguna vez llegaba a unión, aunque yo no  entendía que era lo uno ni lo otro y lo mucho que era de preciar,  que creo me fuera gran bien entenderlo. Verdad es que duraba tan  poco esto de unión, que no se si era Avemaría; (20) mas quedaba  con unos efectos tan grandes que, con no haber en este tiempo  veinte años (21), me parece traía el mundo debajo de los pies, y  así me acuerdo que había lástima a los que le seguían, aunque  fuese en cosas lícitas.  Procuraba lo más que podía traer a Jesucristo, nuestro bien y  Señor, dentro de mí presente, y esta era mi manera de oración. Si  pensaba en algún paso (22), le representaba en lo interior; aunque  lo más gastaba en leer buenos libros, que era toda mi recreación;  porque no me dio Dios talento de discurrir con el entendimiento ni  de aprovecharme con la imaginación, que la tengo tan torpe, que  aun para pensar y representar en mí ­como lo procuraba traer­ la  Humanidad del Señor, nunca acababa. Y aunque por esta vía de no  poder obrar con el entendimiento llegan más presto a la  contemplación si perseveran, es muy trabajoso y penoso. Porque si  falta la ocupación de la voluntad y el haber en que se ocupe en  cosa presente el amor, queda el alma como sin arrimo ni ejercicio,  y da gran pena la soledad y sequedad, y grandísimo combate los  pensamientos.   8. A personas que tienen esta disposición les conviene más pureza  de conciencia que a las que con el entendimiento pueden obrar.  Porque quien va discurriendo (23) en lo que es el mundo y en lo  que debe a Dios y en lo mucho que sufrió y lo poco que le sirve y  lo que da a quien le ama, saca doctrina para defenderse de los  pensamientos y de las ocasiones y peligros. Pero quien no se puede  aprovechar de esto, tienele mayor y convienele ocuparse mucho en  lección, pues de su parte no puede sacar ninguna (24).  Es tan penosísima esta manera de proceder, que si el maestro que  enseña aprieta en que sin lección (25), que ayuda mucho para  recoger (a quien de esta manera procede le es necesario, aunque  sea poco lo que lea, sino en lugar de la oración mental que no  puede tener); digo que si sin esta ayuda le hacen estar mucho rato  en la oración, que será imposible durar mucho en ella y le hará  daño a la salud si porfía, porque es muy penosa cosa (26).  9. Ahora me parece que proveyó el Señor que yo no hallase quien me  enseñase, porque fuera imposible, ­me parece­, perseverar  dieciocho años que pase este trabajo, y en estos (27) grandes  sequedades, por no poder, como digo, discurrir. En todos estos, si  no era acabando de comulgar, jamás osaba comenzar a tener oración  sin un libro; que tanto temía mi alma estar sin el en oración,  como si con mucha gente fuera a pelear. Con este remedio, que era  como una compañía o escudo en que había de recibir los golpes de  los muchos pensamientos, andaba consolada. Porque la sequedad no  era lo ordinario, mas era siempre cuando me faltaba libro, que era  luego desbaratada el alma, y los pensamientos perdidos; con esto  los comenzaba a recoger y como por halago llevaba el alma. Y  muchas veces, en abriendo el libro, no era menester más. Otras  leía poco, otras mucho, conforme a la merced que el Señor me  hacía.  Parecíame a mí, en este principio que digo, que teniendo yo libros  y cómo tener soledad, que no habría peligro que me sacase de tanto  bien; y creo con el favor de Dios fuera así, si tuviera maestro o  persona que me avisara de huir las ocasiones en los principios y  me hiciera salir de ellas, si entrara, con brevedad. Y si el  demonio me acometiera entonces descubiertamente, parecíame en  ninguna manera tornara gravemente a pecar; mas fue tan sutil y yo  tan ruin, que todas mis determinaciones me aprovecharon poco,  aunque muy mucho los días que serví a Dios, para poder sufrir las  terribles enfermedades que tuve, con tan gran paciencia como Su  Majestad me dio.  10. Muchas veces he pensado espantada de la gran bondad de Dios, y  regaládose mi alma de ver su gran magnificencia y misericordia.  Sea bendito por todo, que he visto claro no dejar sin pagarme, aun  en esta vida, ningún deseo bueno. Por ruines e imperfectas que  fuesen mis obras, este Señor mío las iba mejorando y  perfeccionando y dando valor, y los males y pecados luego los  escondía. Aun en los ojos de quien los ha visto, permite Su  Majestad se cieguen y los quita de su memoria. Dora las culpas.  Hace que resplandezca una virtud que el mismo Señor pone en mí  casi haciendome fuerza para que la tenga.   11. Quiero tornar a lo que me han mandado (28). Digo que, si  hubiera de decir por menudo de la manera que el Señor se había  conmigo en estos principios, que fuera menester otro entendimiento  que el mío para saber encarecer lo que en este caso le debo y mi  gran ingratitud y maldad, pues todo esto olvide. Sea por siempre  bendito, que tanto me ha sufrido. Amen.   NOTAS CAPÍTULO 4  1 Un hermano mío: probablemente Antonio de Ahumada. Así lo afirma  F. de Ribera en su Vida de la Madre Teresa (Salamanca 1590, p.  59), según el cual Antonio pidió el hábito de dominico en el  monasterio de Santo Tomás: «No le recibieron allí entonces...  Despues entró en la orden del bienaventurado san Jerónimo, y  siendo novicio vino a enfermar de manera que no pudo perseverar»  (ib. p. 60). - Antonio pasó a America, donde murió el 20 de enero  de 1546, de las heridas recibidas en la batalla de Iñaquitos  (Ecuador).   2 Monasterio de la Encarnación de Avila, donde era carmelita  «aquella su amiga» Juana Juárez: cf. c. 3, n. 2. - Sigue una frase  algo oscura: «ya yo estaba decidida de suerte, que a cualquier  monasterio en que pensara servir más a Dios...  3 Al margen de su ejemplar anotó Gracián: «Día de las ánimas». Era  el año de 1535, 2 de noviembre.   4 Tomó el hábito el 2 de noviembre de 1536, tras un año de  postulantado, a los 21 de edad.   5 Nadie no entendía de mí: doble negación, que refuerza la  negativa: nadie se imaginaba que ella tuviese que hacerse fuerza  para vivir de monja.  6 A la hora: inmediatamente, enseguida (cf. 30, 14; 36, 11)).  7 Hasta comenzarlo, escribe la Santa, como en algún otro pasaje  (19, 2). Seguimos la lectura hecha por fray Luis (p. 45),  modernizando «comenzarlo».   8 Lo ha dicho en el n. precedente.  9 Mi profesión: fue el 3.11.1532, a sus 22 años.   10 Muchedumbre de v. misericordias: reminiscencia de los salmos  (por ejemplo del 50, 2, según el texto de la Vulgata usado por la  Santa: «según la muchedumbre de tus misericordias, borra mi  iniquidad»).  11 Lleváronme a un lugar: Becedas, a unas 14 leguas de Avila, en  la serranía de Bejar. Allí residía la famosa curandera. La Santa  permaneció en Becedas unos tres meses.  12 La amiga que tenía en casa (en el convento), era Juana Juárez  (cf. 3, 2 y 4, 1).  13 No se prometía clausura en la Encarnación. Lo repetirá más  adelante (7, 3; 36, 8-9). El monasterio de la Encarnación había  sido fundado como beaterio, y las religiosas profesaban los tres  votos, pero no la clausura.   14 Reanudará el relato en el c. 5, n. 7. - No las pudo sufrir mi  sujeto: mi naturaleza o mi cuerpo, por contraposición a «persona»  (cf. 7, 17; 20, 12).  15 María de Cepeda: cf. 3, 3. En Castellanos de la Cañada.   16 Alude a su tío Pedro S. de Cepeda (cf. c. 3, n. 4). El libro  que puso en sus manos era la famosa obra del franciscano FRANCISCO  DE OSUNA, titulada: Tercera parte del libro llamado Abecedario  espiritual. El ejemplar manejado por la Santa se conserva en San  Jose de Avila, según tradición constante del monasterio. Es, sin  duda, uno de los libros espirituales que más honda huella dejaron  en Santa Teresa.  17 Alude a las novelas de caballerías, recordadas en el c. 2.  18 Aquel camino: era el camino de la «oración de recogimiento»  enseñado por el libro de Osuna (cf. el principio de este n.). -  Sigue: don de lágrimas: Cf. c. 11, n. 9. - En este mismo número  hablará de «oración de quietud» y oración de «unión»: son dos  grados superiores de oración, de que hablará en los cc. 14-15 y  18-22 respectivamente.   19 Este largo parentesis incluye una de las típicas digresiones de  la autora. La frase queda incompleta. Tras los suspensivos,  reanuda con las mismas palabras que habían iniciado el párrafo.  Eliminado el parentesis, el período fluye asÍ: comenzóme S.M. en  estos principios... que al fin de este tiempo que estuve aquí me  hacía merced de darme oración de quietud (cf. fray Luis, p. 48).  20 Avemaría: el tiempo de un avemaría (breve tiempo: cf. 38, 1- 10).  21 Contaba en torno a los 23 años de edad.  22 Algún paso de la Pasión del Señor.   23 La Santa escribió: discurriendo, dejando inconclusa la frase.  Fray Luis trascribió discurre (p. 51). Pero probablemente la  Autora quiso decir «va» discurriendo.  24 El sentido es: «quien no es capaz de hacer oración discursiva,  tiene mayor peligro (de distracciones); le conviene hacer oración  leyendo, pues por sí solo es incapaz de sacar doctrina».  25 Lección: quivale a «lectura», lo mismo que en la frase  anterior.  26 Pasaje difícil, por el largo parentesis y la acumulación de  elipsis. Para aclararlo, fray Luis añadió una «y»: «ayuda mucho  para recoger a quien de esta manera procede, y le es necesario...»  (p. 51). El sentido es: «es tan penosa la oración de quien no  puede discurrir, que si el maestro espiritual propone que se haga  sin lectura, será imposible durar mucho en ella». A esa posible  actitud del maestro espiritual, la Santa contrapone su tesis sobre  la conveniencia de la lectura: «que ayuda mucho a la oración, y a  quien no puede discurrir (o meditar), le es necesaria, aunque sea  poco lo que lea». - En este pasaje «oración mental» equivale a  meditación (cf. 15, 9).  27 Y en estos años.  28 Tornar a lo que me han mandado: al relato de su vida.  Recuerdese el comienzo del Prólogo, n. 1.   CAPÍTULO 5  Prosigue en las grandes enfermedades que tuvo y la paciencia que  el Señor le dio en ellas, y cómo saca de los males bienes, según  se verá en una cosa que le acaeció en este lugar que se fue a  curar.  1. Olvide de decir cómo en el año del noviciado pase grandes  desasosiegos con cosas que en sí tenían poco tomo; mas culpábanme  sin tener culpa hartas veces. Yo lo llevaba con harta pena e  imperfección, aunque con el gran contento que tenía de ser monja  todo lo pasaba. Como me veían procurar soledad y me veían llorar  por mis pecados algunas veces, pensaban era descontento, y así lo  decían.  Era aficionada a todas las cosas de religión, mas no a sufrir  ninguna que pareciese menosprecio. Holgábame de ser estimada. Era  curiosa (1) en cuanto hacía. Todo me parecía virtud, aunque esto  no me será disculpa, porque para todo sabía lo que era procurar mi  contento, y así la ignorancia no quita la culpa. Alguna tiene no  estar fundado el monasterio en mucha perfección; yo, como ruin,  íbame a lo que veía falta y dejaba lo bueno.   2. Estaba una monja entonces enferma de grandísima enfermedad y  muy penosa, porque eran unas bocas en el vientre, que se le habían  hecho de opilaciones, por donde echaba lo que comía. Murió presto  de ello. Yo veía a todas temer aquel mal. A mí hacíame gran  envidia su paciencia. Pedía a Dios que, dándomela así a mí, me  diese las enfermedades que fuese servido. Ninguna me parece temía,  porque estaba tan puesta en ganar bienes eternos, que por  cualquier medio me determinaba a ganarlos. Y espántome, porque aún  no tenía ­a mi parecer­ amor de Dios, como despues que comence a  tener oración me parecía a mí le he tenido, sino una luz de  parecerme todo de poca estima lo que se acaba y de mucho precio  los bienes que se pueden ganar con ello, pues son eternos.  Tan bien me oyó en esto Su Majestad, que antes de dos años (2)  estaba tal, que aunque no el mal de aquella suerte, creo no fue  menos penoso y trabajoso el que tres años tuve, como ahora dire.  3. Venido el tiempo que estaba aguardando en el lugar que digo que  estaba con mi hermana para curarme, lleváronme con harto cuidado  de mi regalo mi padre y hermana y aquella monja mi amiga que había  salido conmigo, que era muy mucho lo que me quería (3).  Aquí comenzó el demonio a descomponer mi alma, aunque Dios sacó de  ello harto bien. Estaba una persona de la iglesia, que residía en  aquel lugar adonde me fui a curar (4), de harto buena calidad y  entendimiento. Tenía letras, aunque no muchas. Yo comenceme a  confesar con el, que siempre fui amiga de letras (5), aunque gran  daño hicieron a mi alma confesores medio letrados, porque no los  tenía de tan buenas letras como quisiera.  He visto por experiencia que es mejor, siendo virtuosos y de  santas costumbres, no tener ningunas; porque ni ellos se fían de  sí sin preguntar a quien las tenga buenas, ni yo me fiara. Y buen  letrado nunca me engañó. Estotros tampoco me debían de querer  engañar, sino no sabían más. Yo pensaba que sí y que no era  obligada a más de creerlos, como era cosa ancha lo que me decían y  de más libertad; que si fuera apretada, yo soy tan ruin que  buscara otros. Lo que era pecado venial decíanme que no era  ninguno; lo que era gravísimo mortal, que era venial. Esto me hizo  tanto daño que no es mucho lo diga aquí para aviso de otras de tan  gran mal; que para delante de Dios bien veo no me es disculpa, que  bastaban ser las cosas de su natural no buenas para que yo me  guardara de ellas. Creo permitió Dios, por mis pecados, ellos se  engañasen y me engañasen a mí. Yo engañe a otras hartas con  decirles lo mismo que a mí me habían dicho.  Dure en esta ceguedad creo más de diecisiete años, hasta que un  Padre dominico (6), gran letrado, me desengañó en cosas, y los de  la Compañía de Jesús del todo me hicieron tanto temer,  agraviándome (7) tan malos principios, como despues dire.  4. Pues comenzándome a confesar con este que digo (8), el se  aficionó en extremo a mí, porque entonces tenía poco que confesar  para lo que despues tuve, ni lo había tenido despues de monja. No  fue la afición (9) de este mala; mas de demasiada afición venía a  no ser buena. Tenía entendido de mí que no me determinaría a hacer  cosa contra Dios que fuese grave por ninguna cosa, y el tambien me  aseguraba lo mismo, y así era mucha la conversación. Mas mis  tratos entonces, con el embebecimiento de Dios que traía, lo que  más gusto me daba era tratar cosas de El; y como era tan niña,  hacíale confusión ver esto, y con la gran voluntad que me tenía,  comenzó a declararme su perdición. Y no era poca, porque había  casi siete años que estaba en muy peligroso estado, con afición y  trato con una mujer del mismo lugar, y con esto decía misa. Era  cosa tan pública, que tenía perdida la honra y la fama, y nadie le  osaba hablar contra esto.  A mí hízoseme gran lástima, porque le quería mucho; que esto tenía  yo de gran liviandad y ceguedad, que me parecía virtud ser  agradecida y tener ley a quien me quería. ¡Maldita sea tal ley,  que se extiende hasta ser contra la de Dios! Es un desatino que se  usa en el mundo, que me desatina; que debemos todo el bien que nos  hacen a Dios, y tenemos por virtud, aunque sea ir contra El, no  quebrantar esta amistad. ¡Oh ceguedad del mundo! ¡Fuerais Vos  servido, Señor, que yo fuera ingratísima contra todo el, y contra  Vos no lo fuera un punto! Mas ha sido todo al reves, por mis  pecados.  5. Procure saber e informarme más de personas de su casa. Supe más  la perdición, y vi que el pobre no tenía tanta culpa; porque la  desventurada de la mujer le tenía puestos hechizos en un idolillo  de cobre que le había rogado le trajese por amor de ella al  cuello, y este nadie había sido poderoso de podersele quitar.  Yo no creo es verdad esto de hechizos determinadamente; mas dire  esto que yo vi, para aviso de que se guarden los hombres de  mujeres que este trato quieren tener, y crean que, pues pierden la  vergüenza a Dios (que ellas más que los hombres son obligadas a  tener honestidad), que ninguna cosa de ellas pueden confiar; que a  trueco de llevar adelante su voluntad y aquella afición que el  demonio les pone, no miran nada. Aunque yo he sido tan ruin, en  ninguna de esta suerte yo no caí, ni jamás pretendí hacer mal ni,  aunque pudiera, quisiera forzar la voluntad para que me la  tuvieran, porque me guardó el Señor de esto; mas si me dejara,  hiciera el mal que hacía en lo demás, que de mí ninguna cosa hay  que fiar.  6. Pues como supe esto, comence a mostrarle más amor. Mi intención  buena era, la obra mala, pues por hacer bien, por grande que sea,  no había de hacer un pequeño mal. Tratábale muy ordinario de Dios.  Esto debía aprovecharle, aunque más creo le hizo al caso el  quererme mucho; porque, por hacerme placer, me vino a dar el  idolillo, el cual hice echar luego en un río. Quitado este,  comenzó ­como quien despierta de un gran sueño­ a irse acordando  de todo lo que había hecho aquellos años; y espantándose de sí,  doliendose de su perdición, vino a comenzar a aborrecerla. Nuestra  Señora le debía ayudar mucho, que era muy devoto de su Concepción,  y en aquel día hacía gran fiesta. En fin, dejó del todo de verla y  no se hartaba de dar gracias a Dios por haberle dado luz.  A cabo de un año en punto desde el primer día que yo le vi, murió.  Y había estado muy en servicio de Dios, porque aquella afición  grande que me tenía nunca entendí ser mala, aunque pudiera ser con  más puridad; (10) mas tambien hubo ocasiones para que, si no se  tuviera muy delante a Dios, hubiera ofensas suyas más graves. Como  he dicho (11), cosa que yo entendiera era pecado mortal no la  hiciera entonces. Y pareceme que le ayudaba a tenerme amor ver  esto en mí; que creo todos los hombres deben ser más amigos de  mujeres que ven inclinadas a virtud; y aun para lo que acá  pretenden deben de ganar con ellos más por aquí, según despues  dire.   Tengo por cierto está en carrera de salvación. Murió muy bien y  muy quitado de aquella ocasión. Parece quiso el Señor que por  estos medios se salvase.  7. Estuve en aquel lugar (12) tres meses con grandísimos trabajos,  porque la cura fue más recia que pedía mi complexión. A los dos  meses, a poder de medicinas, me tenía casi acabada la vida, y el  rigor del mal de corazón de que me fui a curar era mucho más  recio, que algunas veces me parecía con dientes agudos me asían de  el, tanto que se temió era rabia. Con la falta grande de virtud  (13) (porque ninguna cosa podía comer, si no era bebida, de grande  hastío) calentura muy continua, y tan gastada, porque casi un mes  me había dado una purga cada día, estaba tan abrasada, que se me  comenzaron a encoger los nervios con dolores tan incomportables  (14), que día ni noche ningún sosiego podía tener. Una tristeza  muy profunda.  8. Con esta ganancia me tornó a traer mi padre adonde tornaron a  verme medicos. Todos me desahuciaron, que decían sobre todo este  mal, decían estaba hetica (15). De esto se me daba a mí poco. Los  dolores eran los que me fatigaban, porque eran en un ser (16)  desde los pies hasta la cabeza; porque de nervios son  intolerables, según decían los medicos, y como todos se encogían,  cierto ­si yo no lo hubiera por mi culpa perdido­ era recio  tormento.   En esta reciedumbre no estaría más de tres meses, que parecía  imposible poderse sufrir tantos males juntos. Ahora me espanto, y  tengo por gran merced del Señor la paciencia que Su Majestad me  dio, que se veía claro venir de El. Mucho me aprovechó para  tenerla haber leído la historia de Job en los Morales de San  Gregorio (17), que parece previno el Señor con esto, y con haber  comenzado a tener oración, para que yo lo pudiese llevar con tanta  conformidad. Todas mis pláticas eran con El. Traía muy ordinario  estas palabras de Job en el pensamiento y decíalas: Pues recibimos  los bienes de la mano del Señor, ¿por que no sufriremos los males?  (18) Esto parece me ponía esfuerzo.   9. Vino la fiesta de nuestra Señora de Agosto (19), que hasta  entonces desde abril había sido el tormento, aunque los tres  postreros meses mayor. Di prisa a confesarme, que siempre era muy  amiga de confesarme a menudo. Pensaron que era miedo de morirme y,  por no me dar pena, mi padre no me dejó. ¡Oh amor de carne  demasiado, que aunque sea de tan católico padre y tan avisado ­que  lo era harto, que no fue ignorancia­ me pudiera hacer gran daño!  Diome aquella noche un paraxismo (20) que me duró estar sin ningún  sentido cuatro días, poco menos. En esto me dieron el Sacramento  de la Unción y cada hora o momento (21) pensaban expiraba y no  hacían sino decirme el Credo, como si alguna cosa entendiera.  Teníanme a veces por tan muerta, que hasta la cera me halle  despues en los ojos (22).  10. La pena de mi padre era grande de no me haber dejado confesar;  clamores y oraciones a Dios, muchas. Bendito sea El que quiso  oírlas, que teniendo día y medio abierta la sepultura en mi  monasterio, esperando el cuerpo allá y hechas las honras (23) en  uno de nuestros frailes fuera de aquí, quiso el Señor tornase en  mí.  Luego me quise confesar. Comulgue con hartas lágrimas; mas a mi  parecer que no eran con el sentimiento y pena de sólo haber  ofendido a Dios, que bastara para salvarme, si el engaño que traía  de los que me habían dicho no eran algunas cosas pecado mortal,  que cierto he visto despues lo eran, no me aprovechara. Porque los  dolores eran incomportables, con que quede; el sentido poco,  aunque la confesión entera, a mi parecer, de todo lo que entendí  había ofendido a Dios; que esta merced me hizo Su Majestad, entre  otras, que nunca, despues que comence a comulgar, deje cosa por  confesar que yo pensase era pecado, aunque fuese venial, que le  dejase de confesar. Mas sin duda me parece que lo iba harto mi  salvación si entonces me muriera, por ser los confesores tan poco  letrados por una parte, y por otra ser yo ruin, y por muchas.  11. Es verdad, cierto, que me parece estoy con tan gran espanto  llegando aquí y viendo cómo parece me resucitó el Señor, que estoy  casi temblando entre mí. Pareceme fuera bien, oh ánima mía, que  miraras del peligro que el Señor te había librado y, ya que por  amor no le dejabas de ofender, lo dejaras por temor que pudiera  otras mil veces matarte en estado más peligroso. Creo no añado  muchas en decir otras mil, aunque me riña quien me mandó moderase  el contar mis pecados, y harto hermoseados van.  Por amor de Dios le pido de mis culpas no quite nada, pues se ve  más aquí la magnificencia de Dios y lo que sufre (24) a un alma.  Sea bendito para siempre. Plega a Su Majestad que antes me consuma  que le deje yo más de querer (25).   NOTAS CAPÍTULO 5  1 Era curiosa: cuidadosa, atildada (como lo ha definido en 2, 2;  cf. «curiosamente»: 6, 7).  2 Antes de dos años: probablemente, antes de dos años a partir de  su profesión religiosa (1538: a los 23 de edad).  3 El lugar que digo: Castellanos de la Cañada; con mi hermana:  María de Cepeda; mi amiga monja: Juana Juárez (4, 6; 3, 2; 4, 5).  4 Aquel lugar: Becedas, (4, 5).  5 Letras / letrado: estudios o ciencia / teólogo u hombre de  saber. - Siempre fui amiga de letras: amiga del saber, de la  ciencia y de los libros: es una de sus cualidades humanas. - A  continuación: no tener ningunas letras... las tenga buenas letras:  tener o no tener buenos estudios.   6 Un padre dominico: Vicente Barrón, de quien hablará enseguida:  7, 16-17.  7 Agraviándome: agravar, encarecer la gravedad de... Cf. 8, 11. -  Fray Luis trascribe alternativamente «agraviándome» (p. 57),  «agravavan» (p. 103).  8 Para evitar que se malentendiese el texto, refiriendolo al  confesor dominico, Báñez anotó al margen del autógrafo: «Este es  el clerigo cura que arriba en esta otra plana dixo».   9 La autora escribe indiferentemente afeción y afición, con  identico sentido de afecto, amor, afición. Trascribimos  modernizando: afición, aficionar.   10 Con más puridad: más pureza y perfección en el afecto. Así en  otros pasajes: Vida, 39, 23; C 4, 12.  11 Como he dicho en el n. 4.   12 Aquel lugar: Becedas (manteniendo el anonimato).  13 Virtud: en la acepción de vigor, fuerza.  14 Incomportables: intolerables (cf. n. 8) o insoportables (cf. m.  10 y 6, 1).  15 Hetica: tísica (cf. Fund. 22, 14: «hetica y tísica hidrópica»).   16 En un ser: expresión usada por la Santa en el doble sentido de  «continuamente» y «totalmente». En el presente caso: dolores  ininterrumpidos o bien en todo su cuerpo.  17 El famoso libro de San Gregorio fue usado por la Santa en su  versión castellana «Los morales de San Gregorio, Papa, Doctor de  la Iglesia» obra del licenciado ALONSO ALVAREZ DE TOLEDO, editada  en Sevilla en 1514 y reeditados en 1527, 1534, 1549... - Las  Carmelitas de San Jose de Avila conservan un ejemplar de esta obra  en dos tomos, el segundo de los cuales lleva esta nota preliminar:  «Estos Morales son los de nuestra Santa Madre, y en las horas de  dormir arrimaba a ellos su santa cabeza, y algunas señales que  tienen hizo con sus santas manos apuntando cosas que le hacían  devoción».   18 Job 2, 10.  19 Era el 15 de agosto de 1539.  20 Parajismo, escribe siempre la Santa: Vida 6, 1; Moradas 6, 4,  3: colapso, estado de coma («desmayo o parajismo», escribe en M 6,  4, 3).   21 Escribe frecuentemente «memento» (14, 5; 18, 9; 24, 9).  22 «La sepultura estaba abierta en la Encarnación, y estaban  esperando el cuerpo para enterrarle, y monjas estaban allí [en  casa de D. Alonso] de la Encarnación que habían enviado para estar  con el cuerpo, y hubieranla enterrado si su padre no lo estorbara  muchas veces contra el parecer de todos, porque conocía mucho el  pulso y no podía persuadir que estuviese muerta; y cuando le  decían que se enterrase, decía: esta hija no es para enterrar». -  «Velándola una noche de estas Lorenzo de Cepeda, su hermano, se  durmió, y una vela que tenía sobre la cama se acabó, y se quemaban  las almohadas y mantas y colcha de la cama, y si el no despertara  al humo, se pudiera quemar o acabar de morir la enferma». RIBERA,  Vida, I, 1.  23 Hechas las honras fúnebres: los funerales.  24 Lo que /El) sufre: soporta.   25 Repetirá esta fuerte invocación en el c. 19, 9.  CAPÍTULO 6  Trata de lo mucho que debió al Señor en darle conformidad con tan  grandes trabajos, y cómo tomó por medianero y abogado al glorioso  San Jose, y lo mucho que le aprovechó.  1. Quede de estos cuatro días de paroxismo (1) de manera que sólo  el Señor puede saber los incomportables tormentos que sentía en  mí: la lengua hecha pedazos de mordida; la garganta, de no haber  pasado nada y de la gran flaqueza que me ahogaba, que aun el agua  no podía pasar; toda me parecía estaba descoyuntada; con  grandísimo desatino en la cabeza; toda encogida, hecha un ovillo,  porque en esto paró el tormento de aquellos días, sin poderme  menear, ni brazo ni pie ni mano ni cabeza, más que si estuviera  muerta, si no me meneaban; sólo un dedo me parece podía menear de  la mano derecha. Pues llegar a mí no había cómo, porque todo  estaba tan lastimado que no lo podía sufrir. En una sábana, una de  un cabo y otra de otro, me meneaban (2).  Esto fue hasta Pascua Florida (3). Sólo tenía que, si no llegaban  a mí, los dolores me cesaban muchas veces y, a cuento de (4)  descansar un poco, me contaba por buena, que traía temor me había  de faltar la paciencia; y así quede muy contenta de verme sin tan  agudos y continuos dolores, aunque a los recios fríos de cuartanas  dobles (5) con que quede, recísimas, los tenía incomportables; el  hastío muy grande.  2. Di luego tan gran prisa de irme al monasterio, que me hice  llevar así (6). A la que esperaban muerta, recibieron con alma;  mas el cuerpo peor que muerto, para dar pena verle. El extremo de  flaqueza no se puede decir, que solos los huesos tenía ya. Digo  que estar así me duró más de ocho meses; el estar tullida, aunque  iba mejorando, casi tres años (7). Cuando comence a andar a gatas,  alababa a Dios. Todos los pase con gran conformidad y, si no fue  estos principios, con gran alegría; porque todo se me hacía nonada  comparado con los dolores y tormentos del principio. Estaba muy  conforme con la voluntad de Dios, aunque me dejase así siempre.  Pareceme era toda mi ansia de sanar por estar a solas en oración  como venía mostrada (8), porque en la enfermería no había aparejo.  Confesábame muy a menudo. Trataba mucho de Dios, de manera que  edificaba a todas, y se espantaban de la paciencia que el Señor me  daba; porque, a no venir de mano de Su Majestad, parecía imposible  poder sufrir tanto mal con tanto contento.  3. Gran cosa fue haberme hecho la merced en la oración que me  había hecho, que esta me hacía entender que cosa era amarle;  porque de aquel poco tiempo vi nuevas en mí esta virtudes, aunque  no fuertes, pues no bastaron a sustentarme en justicia: no tratar  mal de nadie por poco que fuese, sino lo ordinario era excusar  toda murmuración; porque traía muy delante cómo no había de querer  ni decir de otra persona lo que no quería dijesen de mí. Tomaba  esto en harto extremo para las ocasiones que había, aunque no tan  perfectamente que algunas veces, cuando me las daban grandes, en  algo no quebrase; mas lo continuo era esto; y así, a las que  estaban conmigo y me trataban persuadía tanto a esto, que se  quedaron en costumbre. Vínose a entender que adonde yo estaba  tenían seguras las espaldas, y en esto estaban con las que yo  tenía amistad y deudo (9), y enseñaba; aunque en otras cosas tengo  bien que dar cuenta a Dios del mal ejemplo que les daba.  Plega a Su Majestad me perdone, que de muchos males fui causa,  aunque no con tan dañada intención como despues sucedía la obra.  4. Quedóme deseo de soledad; amiga de tratar y hablar en Dios  (10), que si yo hallara con quien, más contento y recreación me  daba que toda la policía (11) ­o grosería, por mejor decir­ de la  conversación del mundo; comulgar y confesar muy más a menudo, y  desearlo; amiguísima de leer buenos libros; un grandísimo  arrepentimiento en habiendo ofendido a Dios, que muchas veces me  acuerdo que no osaba tener oración, porque temía la grandísima  pena que había de sentir de haberle ofendido, como un gran  castigo. Esto me fue creciendo despues en tanto extremo, que no se  yo a que compare este tormento. Y no era poco ni mucho por temor  jamás, sino como se me acordaba los regalos que el Señor me hacía  en la oración y lo mucho que le debía, y veía cuán mal se lo  pagaba, no lo podía sufrir (12), y enojábame en extremo de las  muchas lágrimas que por la culpa lloraba, cuando veía mi poca  enmienda, que ni bastaban determinaciones ni fatiga en que me veía  para no tornar a caer en poniendome en la ocasión. Parecíanme  lágrimas engañosas y parecíame ser despues mayor la culpa, porque  veía la gran merced que me hacía el Señor en dármelas y tan gran  arrepentimiento. Procuraba confesarme con brevedad (13) y, a mi  parecer, hacía de mi parte lo que podía para tornar en gracia.  Estaba todo el daño en no quitar de raíz las ocasiones y en los  confesores, que me ayudaban poco; que, a decirme en el peligro que  andaba y que tenía obligación a no traer aquellos tratos, sin duda  creo se remediara; porque en ninguna vía sufriera andar en pecado  mortal sólo un día, si yo lo entendiera.  Todas estas señales de temer a Dios me vinieron con la oración, y  la mayor era ir envuelto en amor, porque no se me ponía delante el  castigo. Todo lo que (14) estuve tan mala, me duró mucha guarda de  mi conciencia cuanto a pecados mortales. ¡Oh, válgame Dios, que  deseaba yo la salud para más servirle, y fue causa de todo mi  daño!   5. Pues como me vi tan tullida y en tan poca edad y cuál me habían  parado los medicos de la tierra, determine acudir a los del cielo  para que me sanasen; que todavía deseaba la salud, aunque con  mucha alegría lo llevaba, y pensaba algunas veces que, si estando  buena me había de condenar, que mejor estaba así; mas todavía  pensaba que serviría mucho más a Dios con la salud. Este es  nuestro engaño, no nos dejar del todo a lo que el Señor hace, que  sabe mejor lo que nos conviene.  6. Comence a hacer devociones de misas y cosas muy aprobadas de  oraciones, que nunca fui amiga de otras devociones que hacen  algunas personas, en especial mujeres, con ceremonias que yo no  podía sufrir y a ellas les hacía devoción; despues se ha dado a  entender no convenían, que eran supersticiosas. Y tome por abogado  y señor al glorioso San Jose y encomendeme mucho a el. Vi claro  que así de esta necesidad como de otras mayores de honra y perdida  de alma este padre y señor mío me sacó con más bien que yo le  sabía pedir. No me acuerdo hasta ahora haberle suplicado cosa que  la haya dejado de hacer. Es cosa que espanta las grandes mercedes  que me ha hecho Dios por medio de este bienaventurado Santo, de  los peligros que me ha librado, así de cuerpo como de alma; que a  otros santos parece les dio el Señor gracia para socorrer en una  necesidad, a este glorioso Santo tengo experiencia que socorre en  todas y que quiere el Señor darnos a entender que así como le fue  sujeto en la tierra ­que como tenía el nombre de padre, siendo  ayo, le podía mandar­, así en el cielo hace cuanto le pide.  Esto han visto otras algunas personas, a quien yo decía se  encomendasen a el, tambien por experiencia; y aun hay (15) muchas  que le son devotas de nuevo, experimentando esta verdad.  7. Procuraba yo hacer su fiesta con toda la solemnidad que podía,  más llena de vanidad que de espíritu, queriendo se hiciese muy  curiosamente y bien, aunque con buen intento. Mas esto tenía malo,  si algún bien el Señor me daba gracia que hiciese, que era lleno  de imperfecciones y con muchas faltas. Para el mal y curiosidad y  vanidad tenía gran maña y diligencia. El Señor me perdone.  Querría yo persuadir a todos fuesen devotos de este glorioso  Santo, por la gran experiencia que tengo de los bienes que alcanza  de Dios. No he conocido persona que de veras le sea devota y haga  particulares servicios, que no la vea más aprovechada en la  virtud; porque aprovecha en gran manera a las almas que a el se  encomiendan. Pareceme ha algunos años que cada año en su día le  pido una cosa, y siempre la veo cumplida. Si va algo torcida la  petición, el la endereza para más bien mío.  8. Si fuera persona que tuviera autoridad de escribir, de buena  gana me alargara en decir muy por menudo las mercedes que ha hecho  este glorioso Santo a mí y a otras personas; mas por no hacer más  de lo que me mandaron, en muchas cosas sere corta más de lo que  quisiera, en otras más larga que era menester; en fin, como quien  en todo lo bueno tiene poca discreción. Sólo pido por amor de Dios  que lo pruebe quien no me creyere, y verá por experiencia el gran  bien que es encomendarse a este glorioso Patriarca y tenerle  devoción. En especial, personas de oración siempre le habían de  ser aficionadas; que no se cómo se puede pensar en la Reina de los  ángeles en el tiempo que tanto pasó con el Niño Jesús, que no den  gracias a San Jose por lo bien que les ayudó en ellos. Quien no  hallare maestro que le enseñe oración, tome este glorioso Santo  por maestro y no errará en el camino. Plega al Señor no haya yo  errado en atreverme a hablar en el; (16) porque aunque publico  serle devota, en los servicios y en imitarle siempre he faltado.  Pues el hizo como quien es en hacer de manera que pudiese  levantarme y andar y no estar tullida; y yo como quien soy, en  usar mal de esta merced.  9. ¡Quien dijera que había tan presto de caer, despues de tantos  regalos de Dios, despues de haber comenzado Su Majestad a darme  virtudes, que ellas mismas me despertaban a servirle, despues de  haberme visto casi muerta y en tan gran peligro de ir condenada,  despues de haberme resucitado alma y cuerpo, que todos los que me  vieron se espantaban de verme viva! ¡Que es esto, Señor mío! ¿En  tan peligrosa vida hemos de vivir? Que escribiendo esto estoy y me  parece que con vuestro favor y por vuestra misericordia podría  decir lo que San Pablo, aunque no con esa perfección, que no vivo  yo ya sino que Vos, Criador mío, vivís en mí (17), según ha  algunos años que, a lo que puedo entender, me teneis de vuestra  mano y me veo con deseos y determinaciones y en alguna manera  probado por experiencia en estos años en muchas cosas, de no hacer  cosa contra vuestra voluntad, por pequeña que sea, aunque debo  hacer hartas ofensas a Vuestra Majestad sin entenderlo. Y tambien  me parece que no se me ofrecerá cosa por vuestro amor, que con  gran determinación me deje de poner a ella, y en algunas me habeis  Vos ayudado para que salga con ellas, y no quiero mundo ni cosa de  el, ni me parece me da contento cosa que salga de Vos (18), y lo  demás me parece pesada cruz.  Bien me puedo engañar, y así será que no tengo esto que he dicho;  mas bien veis Vos, mi Señor, que a lo que puedo entender no  miento, y estoy temiendo ­y con mucha razón­ si me habeis de  tornar a dejar; porque ya se a lo que llega mi fortaleza y poca  virtud en no me la estando Vos dando siempre y ayudando para que  no os deje; y plega a Vuestra Majestad que aun ahora no este  dejada de Vos, pareciendome todo esto de mí.  No se cómo queremos vivir, pues es todo tan incierto. Parecíame a  mí, Señor mío, ya imposible dejaros tan del todo a Vos; y como  tantas veces os deje, no puedo dejar de temer, porque, en  apartándoos un poco de mí, daba con todo en el suelo.  Bendito seáis por siempre, que aunque os dejaba yo a Vos, no me  dejasteis Vos a mí tan del todo, que no me tornase a levantar, con  darme Vos siempre la mano; y muchas veces, Señor, no la quería, ni  quería entender cómo muchas veces me llamabais de nuevo, como  ahora dire.  NOTAS CAPÍTULO 6  1 Cuatro días de «parajismo»: colapso o estado de coma: del 15 al  18 de agosto de 1539 (cf. 5, 9).  2 De otros: palabras que faltan en el autógrafo; las suplió fray  Luis (p. 65).  3 Hasta Pascua Florida: Pascua de Resurrección, o sea desde el 18  de agosto hasta el 6 de abril de 1540: 24/25 años de Teresa.  4 A cuento de: a condición de, a título de...   5 Cuartanas dobles: eran las calenturas que se repetían de cuatro  en cuatro días. Era doble, la cuartana que se repetía cada dos  días con uno de intervalo.  6 Su regreso a la Encarnación sería, probablemente, ese mismo mes  de agosto de 1539.  7 Totalmente tullida, ocho meses: agosto de 1539 - abril de 1540.  Tullida pero mejorando, casi tres años: 1539-1542. Este año 1542  se reintegraría, por fin, a la vida de comunidad: en torno a los  27 de edad. - A continuación: todo se me hacía nonada: «nonada»  equivale a «nada» y «menos que nada» (cf. 10, 5; 15, 11), usado  alguna vez con función adverbiel: «nonada buenas» (2, 2).  8 Venía mostrada: estaba acostumbrada.   9 Amistad y deudos: amistad y parentesco (cf. C. 26, 9).   10 Tratar en y hablar en¨tratar de, hablar de.  11 Pulicía, escribe la Santa: cortesía y buenas maneras sociales.  12 Sufrir: soportar, tolerar.   13 Con brevedad: con prontitud (cf. 2, 8).  14 Todo lo que...: todo el tiempo que...   15 Y aun hay muchas: frase de lectura difícil en el autógrafo.  Fray Luis editó: «ya ay muchas» (p. 70). Luego, en la fe de  erratas corrigió: «... experiencia ya y muchas...», pero en la  segunda edición (1589) mantuvo la primera lectura (p. 57). En  cambio, la edición intermedia (Barcelona 1588) acogió parcialmente  la correción: «... por experiencia ay muchas...» (p. 24). - Todo  el pasaje es de alto interes en la historia y la teología de la  devoción a San Jose.   16 Hablar en el: hablar de el (como en la nota 10).  17 Gal. 2, 20. - Importante alusión a la vivencia mística de la  Santa en la epoca en que compone el libro.  18 Cosa que salga de Vos: cosa (o nada) fuera de Vos.  CAPÍTULO 7  Trata por los terminos que fue perdiendo las mercedes que el Señor  le había hecho, y cuán perdida vida comenzó a tener. ­ Dice los  daños que hay en no ser muy encerrados los monasterios de monjas.  1. Pues así comence, de pasatiempo en pasatiempo, de vanidad en  vanidad, de ocasión en ocasión, a meterme tanto en muy grandes  ocasiones y andar tan estragada mi alma en muchas vanidades, que  ya yo tenía vergüenza de en tan particular amistad como es tratar  de oración tornarme a llegar a Dios. Y ayudóme a esto que, como  crecieron los pecados, comenzóme a faltar el gusto y regalo en las  cosas de virtud. Veía yo muy claro, Señor mío, que me faltaba esto  a mí por faltaros yo a Vos (1).  Este fue el más terrible engaño que el demonio me podía hacer  debajo de parecer humildad, que comence a temer de tener oración,  de verme tan perdida; (2) y parecíame era mejor andar como los  muchos (3), pues en ser ruin era de los peores, y rezar lo que  estaba obligada y vocalmente, que no tener oración mental y tanto  trato con Dios la que merecía estar con los demonios, y que  engañaba a la gente, porque en lo exterior tenía buenas  apariencias.  Y así no es de culpar a la casa adonde estaba, porque con mi maña  procuraba me tuviesen en buena opinión, aunque no de advertencia  fingiendo cristiandad; porque en esto de hipocresía y vanagloria,  gloria a Dios, jamás me acuerdo haberle ofendido que yo entienda;  (4) que en viniendome primer movimiento, me daba tanta pena, que  el demonio iba con perdida y yo quedaba con ganancia, y así en  esto muy poco me ha tentado jamás. Por ventura si Dios permitiera  me tentara en esto tan recio como en otras cosas, tambien cayera;  mas Su Majestad hasta ahora me ha guardado en esto, sea por  siempre bendito; antes me pesaba mucho de que me tuviesen en buena  opinión, como yo sabía lo secreto de mí.   2. Este no me tener por tan ruin venía que (5), como me veían tan  moza y en tantas ocasiones y apartarme muchas veces a soledad a  rezar y leer, mucho hablar de Dios, amiga de hacer pintar su  imagen en muchas partes y de tener oratorio (6) y procurar en el  cosas que hiciesen devoción, no decir mal, otras cosas de esta  suerte que tenían apariencia de virtud, y yo que de vana me sabía  estimar en las cosas que en el mundo se suelen tener por estima,  con esto me daban tanta y más libertad que a las muy antiguas y  tenían gran seguridad de mí. Porque tomar yo libertad ni hacer  cosas sin licencia, digo por agujeros o paredes o de noche, nunca  me parece lo pudiera acabar conmigo en monasterio hablar de esta  suerte, ni lo hice, porque me tuvo el Señor de su mano. Parecíame  a mí ­que con advertencia y de propósito miraba muchas cosas­ que  poner la honra de tantas en aventura, por ser yo ruin, siendo  ellas buenas, que era muy mal hecho; como si fuera bien otras  cosas que hacía. A la verdad, no iba el mal de tanto acuerdo como  esto fuera, aunque era mucho.  3. Por esto me parece a mí me hizo harto daño no estar en  monasterio encerrado; porque la libertad que las que eran buenas  podían tener con bondad (porque no debían más, que no se prometía  clausura) (7), para mí, que soy ruin, hubierame cierto llevado al  infierno, si con tantos remedios y medios el Señor con muy  particulares mercedes suyas no me hubiera sacado de este peligro.  Y así me parece lo es grandísimo (8), monasterio de mujeres con  libertad, y que más me parece es paso para caminar al infierno las  que quisieren ser ruines, que remedio para sus flaquezas.   Esto no se tome por el mío (9), porque hay tantas que sirven muy  de veras y con mucha perfección al Señor, que no puede Su Majestad  dejar, según es bueno, de favorecerlas, y no es de los muy  abiertos, y en el se guarda toda religión, sino de otros que yo se  y he visto.  4. Digo que me hace gran lástima; que ha menester el Señor hacer  particulares llamamientos ­y no una vez sino muchas­ para que se  salven, según están autorizadas las honras y recreaciones del  mundo, y tan mal entendido a lo que están obligadas, que plega a  Dios no tengan por virtud lo que es pecado, como muchas veces yo  lo hacía. Y hay tan gran dificultad en hacerlo entender, que es  menester el Señor ponga muy de veras en ello su mano.  Si los padres tomasen mi consejo, ya que no quieran mirar a poner  sus hijas adonde vayan camino de salvación sino con más peligro  que en el mundo, que lo miren por lo que toca a su honra; y  quieran más casarlas muy bajamente, que meterlas en monasterios  semejantes, si no son muy bien inclinadas ­y plega a Dios  aproveche­, o se las tenga en su casa (10). Porque, si quiere ser  ruin, no se podrá encubrir sino poco tiempo, y acá muy mucho, y en  fin lo descubre el Señor; y no sólo daña a sí, sino a todas; y a  las veces las pobrecitas no tienen culpa, porque se van por lo que  hallan; (11) y es lástima de muchas que se quieren apartar del  mundo y, pensando que se van a servir al Señor y a apartar de los  peligros del mundo, se hallan en diez mundos juntos, que ni saben  cómo se valer ni remediar; que la mocedad y sensualidad y demonio  las convida e inclina a seguir algunas cosas que son del mismo  mundo. Ve allí que lo tienen por bueno, a manera de decir.  Pareceme como los desventurados de los herejes, en parte, que se  quieren cegar y hacer entender que es bueno aquello que siguen, y  que lo creen así sin creerlo, porque dentro de sí tienen quien les  diga que es malo.  5. Oh grandísimo mal, grandísimo mal de religiosos ­no digo ahora  más mujeres que hombres­ adonde no se guarda religión (12), adonde  en un monasterio hay dos caminos: de virtud y religión, y falta de  religión, y todos casi se andan por igual; antes mal dije, no por  igual, que por nuestros pecados camínase más el más imperfecto; y  como hay más de el, es más favorecido. Usase tan poco el de la  verdadera religión, que más ha de temer el fraile y la monja que  ha de comenzar de veras a seguir del todo su llamamiento a los  mismos de su casa, que a todos los demonios; y más cautela y  disimulación ha de tener para hablar en la amistad que desea tener  con Dios, que en otras amistades y voluntades que el demonio  ordena en los monasterios. Y no se de que nos espantamos haya  tantos males en la Iglesia, pues los que habían de ser los  dechados para que todos sacasen virtudes tienen tan borrada la  labor que el espíritu de los santos pasados dejaron en las  religiones (13).  Plega a la divina Majestad ponga remedio en ello, como ve que es  menester, amen.  6. Pues comenzando yo a tratar estas conversaciones, no me  pareciendo ­ como veía que se usaban­ que había de venir a mi alma  el daño y distraimiento que despues entendí era semejantes tratos,  pareciendome que cosa tan general como es este visitar (14) en  muchos monasterios que no me haría a mí más mal que a las otras  que yo veía eran buenas ­y no miraba que eran muy mejores, y que  lo que en mí fue peligro en otras no lo sería tanto, que alguno  dudo yo le deja de haber, aunque no sea sino tiempo malgastado­,  estando con una persona, bien al principio del conocerla, quiso el  Señor darme a entender que no me convenían aquellas amistades, y  avisarme y darme luz en tan gran ceguedad: representóseme Cristo  delante con mucho rigor, dándome a entender lo que de aquello le  pesaba (15). Vile con los ojos del alma más claramente que le  pudiera ver con los del cuerpo, y quedóme tan imprimido, que ha  esto más de veinte y seis años (16) y me parece lo tengo presente.  Yo quede muy espantada y turbada, y no quería ver más a con quien  estaba.  7. Hízome mucho daño no saber yo que era posible ver nada si no  era con los ojos del cuerpo, y el demonio que me ayudó a que lo  creyese así y hacerme entender era imposible y que se me había  antojado y que podía ser el demonio y otras cosas de esta suerte,  puesto que siempre me quedaba un parecerme era Dios y que no era  antojo. Mas, como no era a mi gusto, yo me hacía a mí misma  desmentir; y yo como no lo ose tratar con nadie y tornó despues a  haber gran importunación asegurándome que no era mal ver persona  semejante ni perdía honra, antes que la ganaba, torne a la misma  conversación y aun en otros tiempos a otras, porque fue muchos  años los que tomaba esta recreación pestilencial; que no me  parecía a mí ­como estaba en ello­ tan malo como era, aunque a  veces claro veía no era bueno; mas ninguna no me hizo (17) el  distraimiento que esta que digo, porque la tuve mucha afición.  8. Estando otra vez con la misma persona, vimos venir hacia  nosotros ­y otras personas que estaban allí tambien lo vieron­ una  cosa a manera de sapo grande, con mucha más ligereza que ellos  suelen andar (18). De la parte que el vino no puedo yo entender  pudiese haber semejante sabandija en mitad del día ni nunca la  habido (19), y la operación que hizo en mí me parece no era sin  misterio. Y tampoco esto se me olvidó jamás. ¡Oh grandeza de Dios,  y con cuánto cuidado y piedad me estábais avisando de todas  maneras, y que poco me aprovechó a mí!   9. Tenía allí una monja que era mi parienta (20), antigua y gran  sierva de Dios y de mucha religión. Esta tambien me avisaba  algunas veces, y no sólo no la creía, mas disgustábame con ella y  parecíame se escandalizaba sin tener por que.  He dicho esto para que se entienda mi maldad y la gran bondad de  Dios y cuán merecido tenía el infierno por tan grande ingratitud;  y tambien porque si el Señor ordenare y fuere servido en algún  tiempo lea esto alguna monja (21), escarmienten en mí; y les pido  yo por amor de nuestro Señor huyan de semejantes recreaciones.  Plega a Su Majestad se desengañe alguna por mí de cuantas he  engañado diciendoles que no era mal y asegurando tan gran peligro  con la ceguedad que yo tenía, que de propósito no las quería yo  engañar; y por el mal ejemplo que las di ­como he dicho­ (22) fui  causa de hartos males, no pensando hacía tanto mal.  10. Estando yo mala en aquellos primeros días (23), antes que  supiese valerme a mí, me daba grandísimo deseo de aprovechar a los  otros; tentación muy ordinaria de los que comienzan, aunque a mí  me sucedió bien.  Como quería tanto a mi padre, deseábale con el bien que yo me  parecía tenía con tener oración ­que me parecía que en esta vida  no podía ser mayor que tener oración­, y así por rodeos, como  pude, comence a procurar con el la tuviese. Dile libros para este  propósito. Como era tan virtuoso como he dicho, asentóse tan bien  en el este ejercicio, que en cinco o seis años (24) ­me parece  sería­ estaba tan adelante, que yo alababa mucho al Señor, y  dábame grandísimo consuelo. Eran grandísimos los trabajos que tuvo  de muchas maneras. Todos los pasaba con grandísima conformidad.  Iba muchas veces a verme, que se consolaba en tratar cosas de  Dios.  11. Ya despues que yo andaba tan destraída (25) y sin tener  oración, como veía pensaba que era la que solía, no lo pude sufrir  sin desengañarle; porque estuve un año y más (26) sin tener  oración, pareciendome más humildad. Y esta, como despues dire  (27), fue la mayor tentación que tuve, que por ella me iba a  acabar de perder; que con la oración un día ofendía a Dios, y  tornaba otros a recogerme y apartarme más de la ocasión.  Como el bendito hombre venía con esto, hacíaseme recio verle tan  engañado en que pensase trataba con Dios como solía, y díjele que  ya yo no tenía oración, aunque no la causa. Púsele mis  enfermedades por inconveniente; que, aunque sane de aquella tan  grave, siempre hasta ahora las he tenido y tengo bien grandes,  aunque de poco acá no con tanta reciedumbre, mas no se quitan, de  muchas maneras. En especial tuve veinte años vómito por las  mañanas, que hasta más de mediodía me acaecía no poder  desayunarme; algunas veces, más tarde. Despues acá que frecuento  más a menudo las comuniones, es a la noche, antes que me acueste,  con mucha más pena, que tengo yo de procurarle con plumas y otras  cosas, porque si lo dejo, es mucho el mal que siento. Y casi nunca  estoy, a mi parecer, sin muchos dolores, y algunas veces bien  graves, en especial en el corazón, aunque el mal que me tomaba muy  continuo es muy de tarde en tarde. Perlesía recia (28) y otras  enfermedades de calenturas que solía tener muchas veces, me hallo  buena ocho años ha. De estos males se me da ya tan poco, que  muchas veces me huelgo, pareciendome en algo se sirve el Señor.  12. Y mi padre me creyó que era esta la causa, como el no decía  mentira y ya, conforme a lo que yo trataba con el, no la había yo  de decir. Díjele, porque mejor lo creyese (que bien veía yo que  para esto no había disculpa), que harto hacía en poder servir el  coro; (29) y aunque tampoco era causa bastante para dejar cosa que  no son menester fuerzas corporales para ella, sino sólo amar y  costumbre; que el Señor da siempre oportunidad, si queremos.  Digo «siempre,» que, aunque con ocasiones y aun enfermedad algunos  ratos impida para muchos ratos de soledad, no deja de haber otros  que hay salud para esto; y en la misma enfermedad y ocasiones es  la verdadera oración, cuando es alma que ama, en ofrecer aquello y  acordarse por quien lo pasa y conformarse con ello y mil cosas que  se ofrecen. Aquí ejercita el amor, que no es por fuerza que ha de  haberla (30) cuando hay tiempo de soledad, y lo demás no ser  oración. Con un poquito de cuidado, grandes bienes se hallan en el  tiempo que con trabajos el Señor nos quita el tiempo de la  oración, y así los había yo hallado cuando tenía buena conciencia.  13. Mas el, con la opinión que tenía de mí y el amor que me tenía,  todo me lo creyó; antes me hubo lástima. Mas como el estaba ya en  tan subido estado, no estaba despues tanto conmigo, sino como (31)  me había visto, íbase, que decía era tiempo perdido. Como yo le  gastaba en otras vanidades, dábaseme poco.  No fue sólo a el, sino a otras algunas personas las que procure  tuviesen oración. Aun andando yo en estas vanidades, como las veía  amigas de rezar, las decía cómo tendrían meditación, y les  aprovechaba, y dábales libros. Porque este deseo de que otros  sirviesen a Dios, desde que comence oración, como he dicho (32),  le tenía. Parecíame a mí que, ya que yo no servía al Señor como lo  entendía, que no se perdiese lo que me había dado Su Majestad a  entender, y que le sirviesen otros por mí. Digo esto para que se  vea la gran ceguedad en que estaba, que me dejaba perder a mí y  procuraba ganar a otros.  14. En este tiempo dio a mi padre la enfermedad de que murió, que  duró algunos días. Fuile yo a curar, estando más enferma en el  alma que el en el cuerpo, en muchas vanidades, aunque no de manera  que ­a cuanto entendía­ estuviese en pecado mortal en todo este  tiempo más perdido que digo; porque entendiendolo yo, en ninguna  manera lo estuviera.  Pase harto trabajo en su enfermedad. Creo le serví algo de los que  el había pasado en las mías. Con estar yo harto mala, me  esforzaba, y con que en faltarme el me faltaba todo el bien y  regalo, porque en un ser (33) me le hacía, tuve tan gran ánimo  para no le mostrar pena y estar hasta que murió como si ninguna  cosa sintiera, pareciendome se arrancaba mi alma cuando veía  acabar su vida, porque le quería mucho (34).  15. Fue cosa para alabar al Señor la muerte que murió y la gana  que tenía de morirse, los consejos que nos daba despues de haber  recibido la Extremaunción, el encargarnos le encomendásemos a Dios  y le pidiesemos misericordia para el y que siempre le sirviesemos,  que mirásemos se acababa todo. Y con lágrimas nos decía la pena  grande que tenía de no haberle el servido, que quisiera ser un  fraile, digo, haber sido de los más estrechos que hubiera.  Tengo por muy cierto que quince días antes le dio el Señor a  entender no había de vivir; porque antes de estos, aunque estaba  malo, no lo pensaba; despues, con tener mucha mejoría y decirlo  los medicos, ningún caso hacía de ello, sino entendía en ordenar  su alma.   16. Fue su principal mal de un dolor grandísimo de espaldas que  jamás se le quitaba. Algunas veces le apretaba tanto, que le  congojaba mucho. Díjele yo que, pues era tan devoto de cuando el  Señor llevaba la cruz a cuestas, que pensase Su Majestad le quería  dar a sentir algo de lo que había pasado con aquel dolor.  Consolóse tanto, que me parece nunca más le oí quejar.  Estuvo tres días muy falto el sentido. El día que murió se le  tornó el Señor tan entero, que nos espantábamos, y le tuvo hasta  que a la mitad del Credo, diciendole el mismo, expiró. Quedó como  un ángel. Así me parecía a mí lo era el ­a manera de decir­ en  alma y disposición, que la tenía muy buena.  No se para que he dicho esto, si no es para culpar más mi ruin  vida despues de haber visto tal muerte y entender tal vida, que  por parecerme en algo a tal padre la había yo de mejorar. Decía su  confesor ­que era dominico, muy gran letrado­ que no dudaba de que  se iba derecho al cielo, porque había algunos años que le  confesaba, y loaba su limpieza de conciencia.  17. Este padre dominico (35), que era muy bueno y temeroso de  Dios, me hizo harto provecho; porque me confese con el, y tomó a  hacer bien a mi alma con cuidado y hacerme entender la perdición  que traía. Hacíame comulgar de quince a quince días. Y poco a  poco, comenzándole a tratar, tratele de mi oración. Díjome que no  la dejase, que en ninguna manera me podía hacer sino provecho.  Comence a tornar a ella, aunque no a quitarme de las ocasiones, y  nunca más la deje.  Pasaba una vida trabajosísima, porque en la oración entendía más  mis faltas. Por una parte me llamaba Dios; por otra, yo seguía al  mundo. Dábanme gran contento todas las cosas de Dios; teníanme  atada las del mundo. Parece que quería concertar estos dos  contrarios ­tan enemigo uno de otro­ como es vida espiritual y  contentos y gustos y pasatiempos sensuales. En la oración pasaba  gran trabajo, porque no andaba el espíritu señor sino esclavo; y  así no me podía encerrar dentro de mí (que era todo el modo de  proceder que llevaba en la oración) sin encerrar conmigo mil  vanidades.  Pase así muchos años, que ahora me espanto que sujeto bastó a  sufrir (36) que no dejase lo uno o lo otro. Bien se que dejar la  oración no era ya en mi mano, porque me tenía con las suyas el que  me quería para hacerme mayores mercedes.  18. ¡Oh, válgame Dios, si hubiera de decir las ocasiones que en  estos años Dios me quitaba, y cómo me tornaba yo a meter en ellas,  y de los peligros de perder del todo el credito que me libró! Yo a  hacer obras para descubrir la que era, y el Señor encubrir los  males y descubrir alguna pequeña virtud, si tenía, y hacerla  grande en los ojos de todos, de manera que siempre me tenían en  mucho (37). Porque aunque algunas veces se traslucían mis  vanidades, como veían otras cosas que les parecían buenas, no lo  creían.   Y era que había ya visto el Sabedor de todas las cosas que era  menester así, para que en las que despues he hablado de su  servicio me diesen algún credito, y miraba su soberana largueza,  no los grandes pecados, sino los deseos que muchas veces tenía de  servirle y la pena por no tener fortaleza en mí para ponerlo por  obra.  19. ¡Oh Señor de mi alma! ¡Cómo podre encarecer las mercedes que  en estos años me hicisteis! ¡Y cómo en el tiempo que yo más os  ofendía, en breve me disponíais con un grandísimo arrepentimiento  para que gustase de vuestros regalos y mercedes! A la verdad,  tomabais, Rey mío, el más delicado y penoso castigo por medio que  para mí podía ser, como quien bien entendía lo que me había de ser  más penoso (38). Con regalos grandes castigábais mis delitos.  Y no creo digo desatino, aunque sería bien que estuviese  desatinada tornando a la memoria ahora de nuevo mi ingratitud y  maldad.  Era tan más penoso para mi condición recibir mercedes, cuando  había caído en graves culpas, que recibir castigos, que una de  ellas me parece, cierto, me deshacía y confundía más y fatigaba,  que muchas enfermedades con otros trabajos hartos, juntas. Porque  lo postrero (39) veía lo merecía y parecíame pagaba algo de mis  pecados, aunque todo era poco, según ellos eran muchos; mas verme  recibir de nuevo mercedes, pagando tan mal las recibidas, es un  genero de tormento para mí terrible, y creo para todos los que  tuvieren algún conocimiento o amor de Dios, y esto por una  condición virtuosa lo podemos acá sacar. Aquí eran mis lágrimas y  mi enojo de ver lo que sentía, viendome de suerte que estaba en  víspera de tornar a caer, aunque mis determinaciones y deseos  entonces ­por aquel rato, digo­ estaban firmes.   20. Gran mal es un alma sola entre tantos peligros. Pareceme a mí  que si yo tuviera con quien tratar todo esto, que me ayudara a no  tornar a caer, siquiera por vergüenza, ya que no la tenía de Dios.  Por eso, aconsejaría yo a los que tienen oración, en especial al  principio, procuren amistad y trato con otras personas que traten  de lo mismo. Es cosa importantísima, aunque no sea sino ayudarse  unos a otros con sus oraciones, ¡cuánto más que hay muchas más  ganancias! Y no se yo por que (pues de conversaciones y voluntades  humanas, aunque no sean muy buenas se procuran amigos con quien  descansar, y para más gozar de contar aquellos placeres vanos) no  se ha de permitir (40) que quien comenzare de veras a amar a Dios  y a servirle, deje de tratar con algunas personas sus placeres y  trabajos, que de todo tienen los que tienen oración. Porque si es  de verdad la amistad que quiere tener con Su Majestad, no haya  miedo de vanagloria; y cuando el primer movimiento le acometa,  salga de ello con merito. Y creo que el que tratando con esta  intención lo tratare, que aprovechará a sí y a los que le oyeren y  saldrá más enseñado; aun sin entender cómo, enseñará (41) a sus  amigos.  21. El que de hablar en esto tuviere vanagloria, tambien la tendrá  en oír misa con devoción, si le ven, y en hacer otras cosas que,  so pena de no ser cristiano, las ha de hacer y no se han de dejar  por miedo de vanagloria.   Pues es tan importantísimo esto para almas que no están  fortalecidas en virtud ­como tienen tantos contrarios, y amigos  para incitar al mal­ que no se cómo lo encarecer. Pareceme que el  demonio ha usado de este ardid como cosa que muy mucho le importa:  que se escondan tanto de que se entienda que de veras quieren  procurar amar y contentar a Dios, como ha incitado se descubran  otras voluntades malhonestas, con ser tan usadas, que ya parece se  toma por gala y se publican las ofensas que en este caso se hacen  a Dios.  22. No se si digo desatinos. Si lo son, vuestra merced (42) los  rompa; y si no lo son, le suplico ayude a mi simpleza con añadir  aquí mucho. Porque andan ya las cosas del servicio de Dios tan  flacas, que es menester hacerse espaldas (43) unos a otros los que  le sirven para ir adelante, según se tiene por bueno andar en las  vanidades y contentos del mundo. Y para estos hay pocos ojos; y si  uno comienza a darse a Dios, hay tantos que murmuren, que es  menester buscar compañía para defenderse, hasta que ya esten  fuertes en no les pesar de padecer; y si no, veránse en mucho  aprieto.  Pareceme que por esto debían usar algunos santos irse a los  desiertos; y es un genero de humildad no fiar de sí, sino creer  que para aquellos con quien conversa le ayudará Dios, y crece la  caridad con ser comunicada, y hay mil bienes que no los osaría  decir, si no tuviese gran experiencia de lo mucho que va en esto.  Verdad es que yo soy más flaca y ruin que todos los nacidos; mas  creo no perderá quien, humillándose, aunque sea fuerte, no lo crea  de sí, y creyere en esto a quien tiene experiencia. De mí se decir  que, si el Señor no me descubriera esta verdad y diera medios para  que yo muy ordinario (44) tratara con personas que tienen oración,  que cayendo y levantando iba a dar de ojos en el infierno. Porque  para caer había muchos amigos que me ayudasen; para levantarme  hallábame tan sola, que ahora me espanto cómo no me estaba siempre  caída, y alabo la misericordia de Dios, que era sólo el que me  daba la mano.  Sea bendito por siempre jamás, amen.  NOTAS CAPÍTULO 7  1 A lo largo del capítulo hará la autora una fuerte autocrítica de  sus primeros años de vida religiosa. No se olvide que la escribe  desde lo hondo de su experiencia mística. Por tanto, con ojos  nuevos y corazón desbordado. Para orientar la lectura de cuanto  sigue, ofrecemos al lector dos puntos de apoyo: El primero, la  palabra de la Santa en este mismo contexto, n. 7: «Fuile yo a  curar (a su padre moribundo), estando más enferma en el alma que  el en el cuerpo, en muchas vanidades, aunque no de manera que -a  cuanto entendía- estuviese en pecado mortal en todo este tiempo  más perdido que digo, porque entendiendolo yo, en ninguna manera  lo estuviera». - En segundo lugar, la declaración del P. Báñez en  el proceso de canonización de la Madre Teresa (Salamanca): «En la  vida que hizo en la Encarnación en su mocedad, no entiende (el  declarante) que hubiese otras faltas en ella más de las que  comúnmente se hallan en semejantes religiosas que se llaman  mujeres de bien, y que en aquel tiempo que tiene por cierto se  señaló siempre en ser grande enfermera y tener más oración de la  que comúnmente se usa, aunque por su buena gracia y donaire ha  oído decir que era visitada por muchas personas de diferentes  estados: lo cual ella lloró toda su vida, despues que Dios la hizo  merced de darle más luz y ánimo para tratar de perfección en su  estado. Y esto lo sabe no sólo por haberlo oído decir a otros que  antes la habían tratado, sino tambien por relación de la misma  Teresa de Jesús» (B.M.C., t. XVIII, pp. 6-7).  2 Lo reitera en el c. 19, 10.  3 Probable reminiscencia evangelica, alusiva a Mt 20, 16: «Muchos  son los llamados, pocos los escogidos», o bien a Mt 7, 18:  «espacioso es el camino que lleva a la muerte y muchos son los que  van por el». Abandonar la oración es resignarse a andar «como los  muchos».   4 Por esas mismas fechas lo había testificado de sí misma en la R.  1, 15.  5 Venía que: venía de que...  6 Tener oratorio: la celda religiosa de la Santa en la Encarnación  contaba con una segunda pieza que le servía de oratorio. Aún hoy  puede verse parcialmente en el monasterio.   7 Cf. c. 4, nota 13.  8 Grandísimo peligro.   9 El mío: alude a su monasterio de la Encarnación, no al de San  Jose, donde escribe el libro. - El tipo de vida religiosa que se  llevaba en la Encarnación por esas fechas (1540-1550) queda  reflejado en la «Visita» del P. General al monasterio en la decada  de los años 60 (en que escribe la Santa). Puede verse su texto  íntegro en : TOMAS ALVAREZ, «La visita del P. Rubeo a las  carmelitas de la Encarnación de Avila»: en Monte Carmelo 86  (1978), 5-49.   10 Todo el pasaje alude a la presión social de la ciudad sobre las  vocaciones religiosas.  11 Se van por lo que hallan: se atienen o adaptan a las costumbre  de las otras.  12 No se guarda religión: no se cumple lo exigido por la vida  religiosa. - «Guardar» tiene sentido de «cumplir lo prescrito» (=  observancia religiosa): cf. 4, 3, o el c. 35 tít. - «Religión»  equivale a «vida religiosa»: cf. nota 13.  13 Religiones: congregaciones religiosas.  14 Este visitar: alude a las visitas de seglares a las religiosas;  conversaciones en el «locutorio».   15 Lo que le pesaba (a Cristo): le apesadumbraba. - Uno de los  censores corrigió el autógrafo: «lo que de aquello no le  agradaba». Fray Luis retuvo la inútil corrección del teólogo  censor (p. 80).  16 Más de 26 años: Probablemente eran menos. Escribe a fines de  1565, y el suceso aludido ocurre en torno a 1543: ¿22 años?  17 Ninguna (amistad) no me hizo: doble negación intensiva: ninguna  persona me causó tanta distracción como esta.  18 «A la izquierda de la puerta reglar de entrada al monasterio de  la Encarnación, conservase, en la parte baja, un reducido  locutorio donde es tradición vio la Santa el sapo de proporciones  desmesuradas, y tambien a Cristo en la forma que acaba de explicar  unas líneas más arriba» (nota del P. Silverio).  19 Nunca la habido: elipsis por «nunca haberla habido». Fray Luis  trascribió: «nunca la ha habido» (p. 81). - Fray Luis modificó  tambien la frase siguiente: la operación (= el efecto) que hizo en  mí». Enmendado: «la operación que se hizo en mí» (p. 81).   20 Monja mi parienta: quizás Juana Juárez, o acaso Doña María  Cimbrón, priora del monasterio durante la enfermedad de Teresa  (1539-42), y priora de nuevo cuando Teresa escribe Vida (1562-65).   21 Hipótesis latente de la escritora: que su escrito pueda llegar  a ser leído por sus hermanas carmelitas.  22 En c. 6, n. 3.  23 En aquellos primeros días: alude a los primeros meses de  enferma (1538/39).  24 En 5 ó 6 años: de 1538/39 a 1543, año en que muere don Alonso.  25 Distraída: así el autógrafo y fray Luis (83). Otros leen  destruida.  26 Un año y más sin tener oración: cf. 19, 4: «un año y medio».   27 Lo dirá en 8, 5; 19, 4-10-15.   28 Perlesía: parálisis.   29 Servir el coro: intervenir en el rezo coral del Oficio Divino  (cf. 31, 23).  30 Ha de haberla: ha de haber oración...  31 Como: una vez que.  32 Dicho en el n. 10.  33 En un ser: de todo en todo (cf. c. 5, nota 16).  34 Murió don Alonso el 24 de dic. de 1543, último día del año  según el cómputo abulense de entonces. Dos días despues  (26.12.1544) se procedió a la apertura del testamento, que había  sido redactado el 3.12.1543.  35 El P. Dominco: Vicente Barrón (cf. 5, 3), del convento abulense  de Santo Tomás.  36 Que «sujeto» bastó a «sufrir»: «sujeto» (cf. 4, nota 14) es  «que naturaleza»; «sufrir» es «soportar / resistir». El sentido  es: «cómo yo pude aguantar...»  37 Sobre esa su idea de Dios, cf. 4, 10.  38 Hiperbaton difícil. Reordenado, sería: «A la verdad, Rey mío,  tomabais por medio el más delicado y penoso castigo...»  39 Lo postrero son los castigos, enfermedades y trabajos, en  contraposición a «recibir mercedes».  40 Por que... no se ha de permitir: a causa del largo parentesis,  alguien borró el «no» en el autógrafo. Fray Luis leyó «por que se  ha de permitir» (p. 92).  41 Enseñará: palabra de difícil lectura en el autógrafo. Fray Luis  leyó: «saldrá más enseñado assí en entender como en enseñar a sus  amigos» (p. 92).  42 Vuestra merced: el P. García de Toledo.  43 Hacerse espaldas: escudarse, ayudarse.  44 Muy de ordinario.  CAPÍTULO 8  Trata del gran bien que le hizo no se apartar del todo de la  oración para no perder el alma, y cuán excelente remedio es para  ganar lo perdido. ­ Persuade a que todos la tengan. ­ Dice cómo es  tan gran ganancia y que, aunque la tornen a dejar, es gran bien  usar algún tiempo de tan gran bien (1).  1. No sin causa he ponderado tanto este tiempo de mi vida, que  bien veo no dará a nadie gusto ver cosa tan ruin; que, cierto,  querría me aborreciesen los que esto leyesen, de ver un alma tan  pertinaz e ingrata con quien (2) tantas mercedes le ha hecho. Y  quisiera tener licencia (3) para decir las muchas veces que en  este tiempo falte a Dios.   2. Por estar arrimada a esta fuerte columna de la oración, pase  este mar tempestuoso casi veinte años (4), con estas caídas y con  levantarme y mal ­pues tornaba a caer­ y en vida tan baja de  perfección, que ningún caso casi hacía de pecados veniales, y los  mortales, aunque los temía, no como había de ser, pues no me  apartaba de los peligros. Se decir que es una de las vidas penosas  que me parece se puede imaginar; porque ni yo gozaba de Dios ni  traía contento en el mundo. Cuando estaba en los contentos del  mundo, en acordarme lo que debía a Dios era con pena; cuando  estaba con Dios, las aficiones del mundo me desasosegaban. Ello es  una guerra tan penosa, que no se cómo un mes la pude sufrir,  cuánto más tantos años.   Con todo, veo claro la gran misericordia que el Señor hizo  conmigo: ya que había de tratar en el mundo, que tuviese ánimo  para tener oración. Digo ánimo, porque no se yo para que cosa de  cuantas hay en el es menester mayor, que tratar traición al rey y  saber que lo sabe y nunca se le quitar de delante. Porque, puesto  que (5) siempre estamos delante de Dios, pareceme a mí es de otra  manera los que tratan de oración, porque están viendo que los  mira; que los demás podrá ser esten algunos días que aun no se  acuerden que los ve Dios.  3. Verdad es que en estos años hubo muchos meses, y creo alguna  vez año, que me guardaba de ofender al Señor y me daba mucho a la  oración y hacía algunas y hartas diligencias para no le venir a  ofender. Porque va todo lo que escribo dicho con toda verdad,  trato ahora esto. Mas acuerdaseme poco de estos días buenos, y así  debían ser pocos, y mucho de los ruines. Ratos grandes de oración  pocos días se pasaban sin tenerlos, si no era estar muy mala o muy  ocupada. Cuando estaba mala, estaba mejor con Dios; procuraba que  las personas que trataban conmigo lo estuviesen, y suplicábalo al  Señor; hablaba muchas veces en El.  Así que, si no fue el año que tengo dicho, en veinte y ocho que ha  que comence oración, más de los dieciocho pase esta batalla y  contienda de tratar con Dios y con el mundo (6). Los demás que  ahora me quedan por decir, mudóse la causa de la guerra, aunque no  ha sido pequeña; mas con estar, a lo que pienso, en servicio de  Dios y con conocimiento de la vanidad que es el mundo, todo ha  sido suave, como dire despues.  4. Pues para lo que he tanto contado esto es, como he ya dicho  (7), para que se vea la misericordia de Dios y mi ingratitud; lo  otro (8), para que se entienda el gran bien que hace Dios a un  alma que la dispone para tener oración con voluntad, aunque no  este tan dispuesta como es menester, y cómo si en ella persevera,  por pecados y tentaciones y caídas de mil manera que ponga el  demonio, en fin tengo por cierto la saca el Señor a puerto de  salvación, como ­a lo que ahora parece­ me ha sacado a mí. Plega a  Su Majestad no me torne yo a perder.  5. El bien que tiene quien se ejercita en oración hay muchos  santos y buenos que lo han escrito (9), digo oración mental:  ¡gloria sea a Dios por ello! Y cuando no fuera esto, aunque soy  poco humilde, no tan soberbia que en esto osara hablar.  De lo que yo tengo experiencia puedo decir, y es que por males que  haga quien la ha comenzado, no la deje, pues es el medio por donde  puede tornarse a remediar, y sin ella será muy más dificultoso. Y  no le tiente el demonio por la manera que a mí, a dejarla por  humildad; crea que no pueden faltar sus palabras (10), que en  arrepintiendonos de veras y determinándose a no le ofender, se  torna a la amistad que estaba y hacer las mercedes que antes hacía  y a las veces mucho más si el arrepentimiento lo merece.  Y quien no la ha comenzado, por amor del Señor le ruego yo no  carezca de tanto bien. No hay aquí que temer, sino que desear;  porque, cuando no fuere adelante y se esforzare a ser perfecto,  que merezca los gustos y regalos que a estos da Dios, a poco ganar  irá entendiendo el camino para el cielo; y si persevera, espero yo  en la misericordia de Dios, que nadie le tomó por amigo que no se  lo pagase; (11) que no es otra cosa oración mental, a mi parecer,  sino tratar de amistad (12), estando muchas veces tratando a solas  con quien sabemos nos ama. Y si vos aún no le amáis (porque, para  ser verdadero el amor y que dure la amistad, hanse de encontrar  las condiciones: (13) la del Señor ya se sabe que no puede tener  falta, la nuestra es ser viciosa, sensual, ingrata), no podeis  acabar con vos (14) de amarle tanto, porque no es de vuestra  condición; mas viendo lo mucho que os va en tener su amistad y lo  mucho que os ama, pasáis por esta pena de estar mucho con quien es  tan diferente de vos.   6. ¡Oh bondad infinita de mi Dios, que me parece os veo y me veo  de esta suerte! ¡Oh regalo de los ángeles, que toda me querría,  cuando esto veo, deshacer en amaros! ¡Cuán cierto es sufrir Vos a  quien os sufre (15) que esteis con el! ¡Oh, que buen amigo haceis,  Señor mío! ¡Cómo le vais regalando y sufriendo, y esperáis a que  se haga a vuestra condición y tan de mientras le sufrís Vos la  suya! ¡Tomáis en cuenta, mi Señor, los ratos que os quiere, y con  un punto de arrepentimiento olvidáis lo que os ha ofendido!   He visto esto claro por mí, y no veo, Criador mío, por que todo el  mundo no se procure llegar a Vos por esta particular amistad: los  malos, que no son de vuestra condición, para que nos hagáis buenos  con que os sufran esteis con ellos siquiera dos horas cada día,  aunque ellos no esten con Vos sino con mil revueltas de cuidados y  pensamientos de mundo, como yo hacía. Por esta fuerza que se hacen  a querer estar en tan buena compañía, miráis que en esto a los  principios no pueden más, ni despues algunas veces; forzáis vos,  Señor, los demonios para que no los acometan y que cada día tengan  menos fuerza contra ellos, y dáisselas a ellos para vencer. Sí,  que no matáis a nadie ­¡vida de todas las vidas!­ de los que se  fían de Vos y de los que os quieren por amigo; sino sustentáis la  vida del cuerpo con más salud y dáisla al alma.  7. No entiendo esto que temen los que temen comenzar oración  mental, ni se de que han miedo. Bien hace de ponerle el demonio  para hacernos (16) el de verdad mal, si con miedos me hace no  piense en lo que he ofendido a Dios y en lo mucho que le debo y en  que hay infierno y hay gloria y en los grandes trabajos y dolores  que pasó por mí.  Esta fue toda mi oración y ha sido cuando anduve en estos  peligros, y aquí era mi pensar cuando podía; y muy muchas veces,  algunos años, tenía más cuenta con desear se acabase la hora que  tenía por mí de estar, y escuchar cuándo daba el reloj, que no en  otras cosas buenas; y hartas veces no se que penitencia grave se  me pusiera delante que no la acometiera de mejor gana que  recogerme a tener oración.  Y es cierto que era tan incomportable la fuerza que el demonio me  hacía o mi ruin costumbre que (17) no fuese a la oración, y la  tristeza que me daba en entrando en el oratorio, que era menester  ayudarme de todo mi ánimo (que dicen no le tengo pequeño y se ha  visto me le dio Dios harto más que de mujer, sino que le he  empleado mal) para forzarme, y en fin me ayudaba el Señor.  Y despues que me había hecho esta fuerza, me hallaba con más  quietud y regalo que algunas veces que tenía deseo de rezar.  8. Pues si a cosa tan ruin como yo tanto tiempo sufrió el Señor, y  se ve claro que por aquí se remediaron todos mis males, ¿que  persona, por malo que sea, podrá temer? Porque por mucho que lo  sea, no lo será tantos años despues de haber recibido tantas  mercedes del Señor. Ni ¿quien podrá desconfiar, pues a mí tanto me  sufrió, sólo porque deseaba y procuraba algún lugar y tiempo para  que estuviese conmigo, y esto muchas veces sin voluntad, por gran  fuerza que me hacía o me la hacía el mismo Señor? Pues si a los  que no le sirven sino que le ofenden les está tan bien la oración  y les es tan necesaria, y no puede nadie hallar con verdad daño  que pueda hacer, que no fuera mayor el no tenerla, los que sirven  a Dios y le quieren servir ¿por que lo han de dejar? Por cierto,  si no es por pasar con más trabajo los trabajos de la vida, yo no  lo puedo entender, y por cerrar a Dios la puerta para que en ella  no les de contento. Cierto, los he lástima, que a su costa sirven  a Dios; porque a los que tratan la oración el mismo Señor les hace  la costa (18), pues por un poco de trabajo da gusto para que con  el se pasen los trabajos.   9. Porque de estos gustos que el Señor da a los que perseveran en  la oración se tratará mucho, no digo aquí nada. Sólo digo que para  estas mercedes tan grandes que me ha hecho a mí, es la puerta la  oración. Cerrada esta, no se cómo las hará; porque, aunque quiera  entrar a regalarse con un alma y regalarla, no hay por dónde, que  la quiere sola y limpia y con gana de recibirlos. Si le ponemos  muchos tropiezos y no ponemos nada en quitarlos, ¿cómo ha de venir  a nosotros? ¡Y queremos nos haga Dios grandes mercedes!  10. Para que vean su misericordia y el gran bien que fue para mí  no haber dejada la oración y lección (19), dire aquí ­pues va  tanto en entender­ la batería que da el demonio a un alma para  ganarla, y el artificio y misericordia con que el Señor procura  tornarla a Sí, y se guarden de los peligros que yo no me guarde. Y  sobre todo, por amor de nuestro Señor y por el grande amor con que  anda granjeando tornarnos a Sí, pido yo se guarden de las  ocasiones; porque, puestos en ellas, no hay que fiar donde tantos  enemigos nos combaten y tantas flaquezas hay en nosotros para  defendernos.  11. Quisiera yo saber figurar la cautividad que en estos tiempos  traía mi alma, porque bien entendía yo que lo estaba, y no acababa  de entender en que ni podía creer del todo que lo que los  confesores no me agraviaban (20) tanto, fuese tan malo como yo lo  sentía en mi alma. Díjome uno, yendo yo a el con escrúpulo, que  aunque tuviese subida contemplación, no me eran inconveniente  semejantes ocasiones y tratos.  Esto era ya a la postre, que yo iba con el favor de Dios  apartándome más de los peligros grandes; mas no me quitaba del  todo de la ocasión. Como me veían con buenos deseos y ocupación de  oración, parecíales hacía mucho; mas entendía mi alma que no era  hacer lo que era obligada por quien debía tanto (21). Lástima la  tengo ahora de lo mucho que pasó y el poco socorro que de ninguna  parte tenía, sino de Dios, y la mucha salida que le daban para sus  pasatiempos y contentos con decir eran lícitos.   12. Pues el tormento en los sermones no era pequeño, y era  aficionadísima a ellos, de manera que si veía a alguno predicar  con espíritu y bien, un amor particular le cobraba, sin procurarle  yo, que no se quien me le ponía. Casi nunca me parecía tan mal  sermón, que no le oyese de buena gana, aunque al dicho de los que  le oían no predicase bien. Si era bueno, erame muy particular  recreación.   De hablar de Dios u oír de El casi nunca me cansaba, y esto  despues que comence oración. Por un cabo tenía gran consuelo en  los sermones, por otro me atormentaba, porque allí entendía yo que  no era la que había de ser, con mucha parte (22). Suplicaba al  Señor me ayudase; mas debía faltar ­a lo que ahora me parece­ de  no poner en todo la confianza en Su Majestad y perderla de todo  punto (23) de mí. Buscaba remedio; hacía diligencias; mas no debía  entender que todo aprovecha poco si, quitada de todo punto la  confianza de nosotros, no la ponemos en Dios.   Deseaba vivir, que bien entendía que no vivía, sino que peleaba  con una sombra de muerte, y no había quien me diese vida, y no la  podía yo tomar; y quien me la podía dar tenía razón de no  socorrerme, pues tantas veces me había tornado a Sí y yo dejádole.  NOTAS CAPÍTULO 8  1 El epígrafe del capítulo anuncia el «elogio» de la oración. De  ahí la reiteración del encomio: «gran bien» que es la oración.  2 Con quien: elipsis, por: «con aquel que». Cf. n. 14, nota 21:  frecuente en el estilo teresiano.   3 Tener licencia: alusión al mandato de escribir (cf. pról. n. 1).  - Puntuación fluctuante, la que sigue. Fray Luis (p. 95) y otros  editores han leído: «... licencia para decir las muchas veces que  en este tiempo falte a Dios, por no estar arrimada a esta fuerte  columna de la oración». Preferimos otra lectura: porque en el  autógrafo hay puntuación despues de la palabra «Dios»; y porque el  no (= por «no» estar) es de mano ajena, añadido entre líneas.  4 Casi 20 años: alude al periodo de bajo tono espiritual, ya  mencionado (c. 7) y volverá a recordar: «20 años casi...» (23,  12). El período aludido abarca aproximadamente desde 1534/35 hasta  1553/54.  5 Puesto que: equivale a «aunque».   6 Datos interesantes para la cronología de la vida interior de  Santa Teresa: escribe esto probablemente (primera redacción de  Vida) en 1562. Comenzó vida de oración 28 años antes: 1534. Más de  18 fueron de lucha: hasta 1552/53. Los nueve finales, de intensa  vida mística: 1553-1562. Hubo sin embargo un año largo sin  oración: 1542-44 (cf. c. 7, n. 11). - Cotejense estos datos con  los que nos ofrece ella misma en el c. 10, n. 9 («en solos 27 años  que ha que tengo oración...»); c. 11, n. 8 («.. la ha traído el  Señor en 4 meses harto más adelante que yo estaba en 17 años»); c.  23, n. 12 («pues a cabo de 20 años casi que había que la tenía  [oración], no había salido con ganancia ...mejor era no la  tener»). Este último texto se refiere a los sucesos de 1554; para  ella aquella fecha, a los 18 años largos de «oración en batalla y  contienda» se había sumado ya un año de oración mística. - Con  todo, la cronología de la Santa es siempre fluctuante.   7 Lo ha dicho en los nn. 1-2; en el c. 5, 11, y al final del c.  anterior.  8 Lo otro: equivale a «en segundo lugar».  9 Muchos... lo han escrito: alusión a los autores y libros más  leídos por ella (cf. 3, 7; 4, 9; 7, 10.13...), como Osuna (cf. 4,  7), Alonso de Madrid (12, 2), Bernardino de Laredo (23, 12), san  Pedro de Alcántara (30, 2) y ciertamente el P. Granada, cuyos  libros recomendará en las Constituciones, n. 8.   10 Alusión bíblica a Mt 24, 35 («mis palabras no pasarán»), o bien  a las promesas de Jesús sobre la eficacia de la oración (Mt 18,  19).  11 Las palabras en cursiva fueron añadidas por fray Luis en la  edición príncipe (p. 98) para completar el sentido. Sin embargo no  es la idea de paga, sino la de correspondencia la que parece  exigir el contexto: «nadie Le tomó por amigo, que no fuese  correspondido por El, o que primero no haya sido amado por El»,  cf. 11, 4.12).   12 Tratar de amistad: tratarse en amistad o como amigos. Es la  famosa definición teresiana de oración (cf. 11, 12). De ahí la  espontánea exclamación del n. siguiente: «¡Que buen amigo haceis!»  Cf. 22, 17, o bien Camino 22 y 28, 3. - Había escrito: «... de  amistad y de...» Luego borró «y de».  13 Encontrarse las condiciones: congeniar, coincidir la manera de  ser de dos o más personas.  14 Acabar con vos: conseguir de ti mismo.  15 Fray Luis corrigió: «a quien no os sufre» (p. 99). - La  negación «no» adoptada por fray Luis había sido introducida en el  autógrafo, probablemente, por el P. Báñez. «Sufrir» equivale a  «aguantar, soportar». Cf. poco más abajo: «que os sufran esteis  con ellos» (n. 6).   16 Para hacernos: el «nos» fue añadido entre líneas por mano  incierta. Fray Luis trascribió «hacernos» (p. 100).  17 Que: para que.  18 Hacer la costa: costear, pagar.   19 Oración y lección: oración y lectura.   20 Agraviaban: agravar, encarecer la gravedad (cf. 5, nota 7).  21 Por quien debía tanto: por aquel a quien debía tanto.  22 Con mucha parte: ni con mucho.   23 De todo punto: totalmente.   CAPÍTULO 9  Trata por que terminos comenzó el Señor a despertar su alma y  darla luz en tan grandes tinieblas y a fortalecer sus virtudes  para no ofenderle.  1. Pues ya andaba mi alma cansada y, aunque quería, no le dejaban  descansar las ruines costumbres que tenía. Acaecióme que, entrando  un día en el oratorio, vi una imagen que habían traído allá a  guardar, que se había buscado para cierta fiesta que se hacía en  casa. Era de Cristo muy llagado y tan devota que, en mirándola,  toda me turbó de verle tal, porque representaba bien lo que pasó  por nosotros (1). Fue tanto lo que sentí de lo mal que había  agradecido aquellas llagas, que el corazón me parece se me partía,  y arrojeme cabe El (2) con grandísimo derramamiento de lágrimas,  suplicándole me fortaleciese ya de una vez para no ofenderle.  2. Era yo muy devota de la gloriosa Magdalena y muy muchas veces  pensaba en su conversión, en especial cuando comulgaba, que como  sabía estaba allí cierto el Señor dentro de mí, poníame a sus  pies, pareciendome no eran de desechar mis lágrimas (3). Y no  sabía lo que decía, que harto hacía quien por sí me las consentía  derramar, pues tan presto se me olvidaba aquel sentimiento. Y  encomendábame a aquesta gloriosa Santa para que me alcanzase  perdón.  3. Mas esta postrera vez de esta imagen que digo, me parece me  aprovechó más, porque estaba ya muy desconfiada de mí y ponía toda  mi confianza en Dios (4). Pareceme le dije entonces que no me  había de levantar de allí hasta que hiciese lo que le suplicaba.  Creo cierto me aprovechó, porque fui mejorando mucho desde  entonces.  4. Tenía este modo de oración: que, como no podía discurrir con el  entendimiento, procuraba representar a Cristo dentro de mí, y  hallábame mejor ­a mi parecer­ de las partes (5) adonde le veía  más solo. Parecíame a mí que, estando solo y afligido, como  persona necesitada me había de admitir a mí. De estas  simplicidades tenía muchas.  En especial me hallaba muy bien en la oración del Huerto. Allí era  mi acompañarle. Pensaba en aquel sudor y aflicción que allí había  tenido, si podía. Deseaba limpiarle aquel tan penoso sudor. Mas  acuerdome que jamás osaba determinarme a hacerlo, como se me  representaban mis pecados tan graves. Estábame allí lo más que me  dejaban mis pensamientos con El, porque eran muchos los que me  atormentaban. Muchos años, las más noches antes que me durmiese,  cuando para dormir me encomendaba a Dios, siempre pensaba un poco  en este paso de la oración del Huerto, aun desde que no era monja  (6), porque me dijeron se ganaban muchos perdones (7). Y tengo  para mí que por aquí ganó muy mucho mi alma, porque comence a  tener oración sin saber que era, y ya la costumbre tan ordinaria  me hacía no dejar esto, como el no dejar de santiguarme para  dormir.  5. Pues tornando a lo que decía del tormento que me daban los  pensamientos, esto tiene este modo de proceder sin discurso del  entendimiento, que el alma ha de estar muy ganada o perdida, digo  perdida la consideración. En aprovechando, aprovecha mucho, porque  es en amar. Mas para llegar aquí es muy a su costa, salvo a  personas que quiere el Señor muy en breve llegarlas a oración de  quietud (8), que yo conozco a algunas. Para las que van por aquí  es bueno un libro para presto recogerse. Aprovechábame a mí  tambien ver campo o agua, flores (9). En estas cosas hallaba yo  memoria (10) del Criador, digo que me despertaban y recogían y  servían de libro; y en mi ingratitud y pecados. En cosas del cielo  ni en cosas subidas, era mi entendimiento tan grosero que jamás  por jamás (11) las pude imaginar, hasta que por otro modo el Señor  me las representó.  6. Tenía tan poca habilidad para con el entendimiento representar  cosas, que si no era lo que veía, no me aprovechaba nada de mi  imaginación, como hacen otras personas que pueden hacer  representaciones adonde se recogen. Yo sólo podía pensar en Cristo  como hombre. Mas es así que jamás le pude representar en mí, por  más que leía su hermosura y veía imágenes, sino como quien está  ciego o a oscuras, que aunque habla con una persona y ve que está  con ella porque sabe cierto que está allí (digo que entiende y  cree que está allí, mas no la ve), de esta manera me acaecía a mí  cuando pensaba en nuestro Señor. A esta causa era tan amiga de  imágenes (12). ¡Desventurados de los que por su culpa pierden este  bien! Bien parece que no aman al Señor, porque si le amaran,  holgáranse de ver su retrato, como acá aun da contento ver el de  quien se quiere bien.  7. En este tiempo me dieron las Confesiones de San Agustín (13),  que parece el Señor lo ordenó, porque yo no las procure ni nunca  las había visto. Yo soy muy aficionada a San Agustín, porque el  monasterio adonde estuve seglar (14) era de su Orden y tambien por  haber sido pecador, que en los santos que despues de serlo el  Señor tornó a Sí hallaba yo mucho consuelo, pareciendome en ellos  había de hallar ayuda y que como los había el Señor perdonado,  podía hacer a mí; salvo que una cosa me desconsolaba, como he  dicho (15), que a ellos sola una vez los había el Señor llamado y  no tornaban a caer, y a mí eran ya tantas, que esto me fatigaba.  Mas considerando en el amor que me tenía, tornaba a animarme, que  de su misericordia jamás desconfie. De mí muchas veces.  8. ¡Oh, válgame Dios, cómo me espanta la reciedumbre que tuvo mi  alma, con tener tantas ayudas de Dios! Háceme estar temerosa lo  poco que podía conmigo y cuán atada me veía para no me determinar  a darme del todo a Dios.  Como comence a leer las Confesiones, pareceme me veía yo allí.  Comence a encomendarme mucho a este glorioso Santo. Cuando llegue  a su conversión y leí cómo oyó aquella voz en el huerto (16), no  me parece sino que el Señor me la dio a mí, según sintió mi  corazón. Estuve por gran rato que toda me deshacía en lágrimas, y  entre mí misma con gran aflicción y fatiga.  ¡Oh, que sufre un alma, válgame Dios, por perder la libertad que  había de tener de ser señora, y que de tormentos padece! Yo me  admiro ahora cómo podía vivir en tanto tormento. Sea Dios alabado,  que me dio vida para salir de muerte tan mortal.  9. Pareceme que ganó grandes fuerzas mi alma de la divina  Majestad, y que debía oír mis clamores y haber lástima de tantas  lágrimas. Comenzóme a crecer la afición de estar más tiempo con El  y a quitarme de los ojos las ocasiones, porque, quitadas, luego me  volvía a amar a Su Majestad; que bien entendía yo, a mi parecer,  le amaba, mas no entendía en que está el amar de veras a Dios como  lo había de entender.   No me parece acababa yo de disponerme a quererle servir, cuando Su  Majestad me comenzaba a tornar a regalar. No parece sino que lo  que otros procuran con gran trabajo adquirir, granjeaba el Señor  conmigo que yo lo quisiese recibir, que era ya en estos postreros  años darme gustos y regalos (17). Suplicar yo me los diese, ni  ternura de devoción, jamás a ello me atreví; sólo le pedía me  diese gracia para que no le ofendiese, y me perdonase mis grandes  pecados. Como los veía tan grandes, aun desear regalos ni gustos  nunca de advertencia osaba. Harto me parece hacía su piedad, y con  verdad hacía mucha misericordia conmigo en consentirme delante de  sí y traerme a su presencia; que veía yo, si tanto El no lo  procurara, no viniera.  Sola una vez en mi vida me acuerdo pedirle (18) gustos, estando  con mucha sequedad; y como advertí lo que hacía, quede tan confusa  que la misma fatiga de verme tan poco humilde me dio lo que me  había atrevido a pedir. Bien sabía yo era lícito pedirla, mas  parecíame a mí que lo es a los que están dispuestos con haber  procurado lo que es verdadera devoción con todas sus fuerzas, que  es no ofender a Dios y estar dispuestos y determinados para todo  bien.  Parecíame que aquellas mis lágrimas eran mujeriles y sin fuerza,  pues no alcanzaba con ellas lo que deseaba. Pues con todo, creo me  valieron; porque, como digo, en especial despues de estas dos  veces (19) de tan gran compunción de ellas y fatiga de mi corazón,  comence más a darme a oración y a tratar menos en cosas que me  dañasen, aunque aún no las dejaba del todo, sino ­como digo­ fueme  ayudando Dios a desviarme.  Como no estaba Su Majestad esperando sino algún aparejo en mí,  fueron creciendo las mercedes espirituales de la manera que dire;  (20) cosa no usada darlas el Señor, sino a los que están en más  limpieza de conciencia.   NOTAS CAPÍTULO 9  1 Una imagen... de Cristo muy llagado: es difícil identificar esa  imagen entre las muchas veneradas por la Santa. Existen dos  tradiciones, una en la Encarnación, y otra en San Jose de Avila. -  Fecha del episodio: 1554.   2 Arrojeme cabe El: junto a El.  3 Cf. su testimonio de años más tarde: C. 34, 7.  4 Es cuanto acaba de afirmar en el c. 8, 12.  5 De las partes: en las partes.   6 Aun desde que no era monja: ya antes de ser monja.  7 Perdones: indulgencias. Este último vocablo, muy de su epoca, no  es usado por la Santa en sus libros.  8 Oración de quietud: en la terminología de la autora, es uno de  los primeros grados de oración mística (cf. 14, 1).  9 Campo, agua, flores: relacionados con la oración personal de la  Santa y con su esfuerzo por «recogerse», es decir, por  interiorizar su oración. Cf. Relación 1, 11, escrita poco antes:  «Cuando veo alguna cosa hermosa, rica, como agua, campos, flores,  olores, músicas, etc...»   10 Memoria: recuerdo.  11 Jamás por jamás: nunca jamás.  12 Amiga de imágenes: ya lo ha dicho en 7, 2; cf. 22, 4; Rel. 30;  C. 26, 9; 34, 11.  13 Pudo leer la Santa la versión de Sebastián Toscano, publicada  por primera vez en Salamanca 1554, por Andres de Portonariis, con  el título: «Las Confesiones de San Agustín, traducidas de latín en  romance castellano». Libro leído por la Santa, probablemente, ese  mismo año.  14 Santa María de Gracia: cf. 2, 6.  15 En el prólogo, n. 1.  16 En las Confesiones, libro 8º, c. 12. La voz oída por Agustín  fue «tolle et lege», toma y lee.   17 Gustos y regalos: terminos reservados por la autora para  designar casi exclusivamente ciertas gracias o formas de oración  mística. Esa misma connotación tiene el verbo «regalar» de líneas  anteriores: cf. 4, 10; 20, 25...  18 Pedirle: haberle pedido.   19 Estas dos veces: los episodios de los nn. 1 y 8.  20 De la manera que dire: anuncia el nuevo sector del relato, que  pasará a referir las «mercedes espirituales» (místicas): c. 10;  cc. 21 y ss.  CAPÍTULO 10  Comienza a declarar las mercedes que el Señor la hacía en la  oración, y en lo que nos podemos nosotros ayudar, y lo mucho que  importa que entendamos las mercedes que el Señor nos hace. ­ Pide  a quien esto envía que de aquí adelante sea secreto lo que  escribiere, pues la mandan (1) diga tan particularmente las  mercedes que la hace el Señor.   1. Tenía yo algunas veces, como he dicho (2), aunque con mucha  brevedad pasaba, comienzo de lo que ahora dire: acaecíame en esta  representación que hacía de ponerme cabe Cristo, que he dicho (3),  y aun algunas veces leyendo, venirme a deshora (4) un sentimiento  de la presencia de Dios que en ninguna manera podía dudar que  estaba dentro de mí o yo toda engolfada en El.  Esto no era manera (5) de visión; creo lo llaman mística teología  (6). Suspende el alma de suerte, que toda parecía estar fuera de  sí: ama la voluntad, la memoria me parece está casi perdida, el  entendimiento no discurre (7), a mi parecer, mas no se pierde;  mas, como digo, no obra, sino está como espantado de lo mucho que  entiende, porque quiere Dios entienda que de aquello que Su  Majestad le representa ninguna cosa entiende.   2. Primero había tenido muy continuo una ternura, que en parte  algo de ella me parece se puede procurar: un regalo, que ni bien  es todo sensual (8) ni bien espiritual. Todo es dado de Dios; mas  parece para esto nos podemos mucho ayudar con considerar nuestra  bajeza y la ingratitud que tenemos con Dios, lo mucho que hizo por  nosotros, su Pasión con tan graves dolores, su vida tan afligida;  en deleitarnos de ver sus obras, su grandeza, lo que nos ama,  otras muchas cosas, que quien con cuidado quiera aprovechar  tropieza muchas veces en ellas, aunque no ande con mucha  advertencia. Si con esto hay algún amor, regálase el alma,  enternecese el corazón, vienen lágrimas; algunas veces parece las  sacamos por fuerza, otras el Señor parece nos la hace para no  podernos resistir. Parece nos paga Su Majestad aquel cuidadito con  un don tan grande como es el consuelo que da a un alma ver que  llora por tan gran Señor; y no me espanto, que le sobra la razón  de consolarse: regálase allí, huelgase allí.  3. Pareceme bien esta comparación que ahora se me ofrece: que son  estos gozos de oración como deben ser los que están en el cielo,  que como no han visto más de (9) lo que el Señor, conforme a lo  que merecen, quiere que vean, y ven sus pocos meritos, cada uno  está contento con el lugar en que está, con haber tan grandísima  diferencia de gozar a gozar en el cielo, mucho más que acá hay de  unos gozos espirituales a otros, que es grandísima.   Y verdaderamente un alma en sus principios, cuando Dios la hace  esta merced, ya casi le parece no hay más que desear, y se da por  bien pagada de todo cuanto ha servido. Y sóbrale la razón, que una  lágrima de estas que, como digo, casi nos las procuramos ­aunque  sin Dios no se hace cosa­, no me parece a mí que con todos los  trabajos del mundo se puede comprar, porque se gana mucho con  ellas; y ¿que más ganancia que tener algún testimonio que  contentamos a Dios? Así que quien aquí llegare, alábele mucho,  conózcase por muy deudor; porque ya parece le quiere para su casa  y escogido para su reino, si no torna atrás.  4. No cure (10) de unas humildades que hay, de que pienso tratar  (11), que les parece humildad no entender que el Señor les va  dando dones. Entendamos bien bien, como ello es, que nos los da  Dios sin ningún merecimiento nuestro, y agradezcámoslo a Su  Majestad; porque si no conocemos que recibimos, no despertamos  (12) a amar. Y es cosa muy cierta que mientras más vemos estamos  ricos, sobre conocer somos pobres, más aprovechamiento nos viene y  aun más verdadera humildad. Lo demás es acobardar el ánimo a  parecer (13) que no es capaz de grandes bienes, si en comenzando  el Señor a dárselos comienza el a atemorizarse con miedo de  vanagloria.  Creamos que quien nos da los bienes, nos dará gracia para que, en  comenzando el demonio a tentarle en este caso, lo entienda, y  fortaleza para resistir; digo, si andamos con llaneza delante de  Dios, pretendiendo contentar sólo a El y no a los hombres.   5. Es cosa muy clara que amamos más a una persona cuando mucho se  nos acuerda las buenas obras que nos hace. Pues si es lícito y tan  meritorio que siempre tengamos memoria que tenemos de Dios el ser  y que nos crió de nonada y que nos sustenta y todos los demás  beneficios de su muerte y trabajos, que mucho antes que nos criase  los tenía hechos por cada uno de los que ahora viven, ¿por que no  será lícito que entienda yo y vea y considere muchas veces que  solía hablar en vanidades, y que ahora me ha dado el Señor que no  querría sino hablar sino en El? He aquí una joya que, acordándonos  que es dada y ya la poseemos, forzado convida a amar, que es todo  el bien de la oración fundada sobre humildad.  Pues ¿que será cuando vean en su poder otras joyas más preciosas,  como tienen ya recibidas algunos siervos de Dios, de menosprecio  de mundo, y aun de sí mismos? Está claro que se han de tener por  más deudores y más obligados a servir, y entender que no teníamos  nada de esto, y a conocer la largueza del Señor, que a un alma tan  pobre y ruin y de ningún merecimiento como la mía, que bastaba la  primera joya de estas y sobraba para mí, quiso hacerme con más  riquezas que yo supiera desear.  6. Es menester sacar fuerzas de nuevo para servir y procurar no  ser ingratos; porque con esa condición las da el Señor, que si no  usamos bien del tesoro y del gran estado en que pone (14), nos lo  tornará a tomar y quedarnos hemos muy más pobres, y dará Su  Majestad las joyas a quien luzca y aproveche con ellas a sí y a  los otros.  Pues ¿cómo aprovechará y gastará con largueza el que no entiende  que está rico? Es imposible conforme a nuestra naturaleza ­a mi  parecer­ tener ánimo para cosas grandes quien no entiende está  favorecido de Dios. Porque somos tan miserables y tan inclinados a  cosas de tierra, que mal podrá aborrecer todo lo de acá de hecho  con gran desasimiento quien no entiende tiene alguna prenda de lo  de allá. Porque con estos dones es adonde el Señor nos da la  fortaleza que por nuestros pecados nosotros perdimos. Y mal  deseará se descontenten todos de el y le aborrezcan y todas las  demás virtudes grandes que tienen los perfectos, si no tiene  alguna prenda del amor que Dios le tiene, y juntamente fe viva.  Porque es tan muerto nuestro natural, que nos vamos a lo que  presente vemos; y así estos mismos favores son los que despiertan  la fe y la fortalecen. Ya puede ser que yo, como soy tan ruin,  juzgo por mí, que otros habrá que no hayan menester más de la  verdad de la fe para hacer obras muy perfectas, que yo, como  miserable, todo lo he habido menester.  7. Estos (15), ellos lo dirán. Yo digo lo que ha pasado por mí,  como me lo mandan. Y si no fuere bien, romperálo a quien lo envío  (16), que sabrá mejor entender lo que va mal que yo; a quien  suplico por amor del Señor, lo que he dicho hasta aquí de mi ruin  vida y pecados lo publiquen. Desde ahora doy licencia, y a todos  mis confesores, que así lo es a quien esto va. Y si quisieren,  luego en mi vida; porque no engañe más el mundo, que piensan hay  en mí algún bien. Y cierto cierto (17), con verdad digo, a lo que  ahora entiendo de mí, que me dará gran consuelo.  Para lo que de aquí adelante dijere, no se la doy (18). Ni quiero,  si a alguien lo mostraren, digan quien es por quien pasó (19) ni  quien lo escribió; que por esto no me nombro ni a nadie, sino  escribirlo he todo lo mejor que pueda para no ser conocida, y así  lo pido por amor de Dios. Bastan personas tan letradas y graves  para autorizar alguna cosa buena, si el Señor me diere gracia para  decirla, que si lo fuere, será suya y no mía, porque yo sin letras  ni buena vida ni ser informada de letrado ni de persona ninguna  (porque solos los que me lo mandan escribir saben que lo escribo,  y al presente no están aquí) (20) y casi hurtando el tiempo, y con  pena porque me estorbo de hilar, por estar en casa pobre y con  hartas ocupaciones (21). Así que, aunque el Señor me diera más  habilidad y memoria, que aun con esta me pudiera aprovechar de lo  que he oído o leído, es poquísima la que tengo; así que si algo  bueno dijere, lo quiere el Señor para algún bien; lo que fuere  malo será de mí, y vuestra merced lo quitará.  Para lo uno ni para lo otro, ningún provecho tiene decir mi  nombre: (22) en vida está claro que no se ha de decir de lo bueno;  en muerte no hay para que, sino para que pierda la autoridad el  bien, y no la dar ningún credito, por ser dicho de persona tan  baja y tan ruin.  8. Y por pensar vuestra merced (23) hará esto que por amor del  Señor le pido y los demás que lo han de ver (24), escribo con  libertad; de otra manera sería con gran escrúpulo, fuera de decir  mis pecados, que para esto ninguno tengo; para lo demás basta ser  mujer para caerseme las alas, cuánto más mujer y ruin. Y así lo  que fuere más de decir simplemente el discurso de mi vida, tome  vuestra merced para sí ­pues tanto me ha importunado escriba  alguna declaración de las mercedes que me hace Dios en la  oración­, si fuere conforme a las verdades de nuestra santa fe  católica; y si no, vuestra merced lo queme luego, que yo a esto me  sujeto. Y dire lo que pasa por mí, para que, cuando sea conforme a  esto, podrá hacer a vuestra merced algún provecho; y si no,  desengañará mi alma, para que no gane el demonio adonde me parece  gano yo; que ya sabe el Señor, como despues dire (25), que siempre  he procurado buscar quien me de luz.  9. Por claro que yo quiera decir estas cosas de oración, será bien  oscuro para quien no tuviere experiencia. Algunos impedimentos  dire, que a mi entender lo son para ir adelante en este camino, y  otras cosas en que hay peligro, de lo que el Señor me ha enseñado  por experiencia y despues tratádolo yo con grandes letrados y  personas espirituales de muchos años, y ven que en solos veinte y  siete años (26) que ha que tengo oración, me ha dado Su Majestad  (27) la experiencia ­con andar en tantos tropiezos y tan mal este  camino­ que a otros en cuarenta y siete y en treinta y siete, que  con penitencia y siempre virtud han caminado por el.   Sea bendito por todo y sírvase de mí, por quien Su Majestad es,  que bien sabe mi Señor que no pretendo otra cosa en esto, sino que  sea alabado y engrandecido un poquito de ver que en un muladar tan  sucio y de mal olor hiciese huerto de tan suaves flores. Plega a  Su Majestad que por mi culpa no las torne yo a arrancar y se torne  a ser lo que era. Esto pido yo por amor del Señor le pida vuestra  merced (28), pues sabe la que soy con más claridad que aquí me lo  ha dejado decir.  NOTAS CAPÍTULO 10  1 Nueva alusión al mandato inicial de componer el libro (Prólogo,  1) insistiendo más en las misericordias de Dios que en las  miserias propias. - El epígrafe del capítulo alerta al lector  sobre el relato de las gracias místicas a partir del presente  capítulo, que la autora quiere queden en secreto: «de aquí  adelante sea secreto lo que escribiere». El P. Gracián, íntimo  conocedor de la autora, escribió: «Todo el tiempo que vivió la  Madre Teresa nunca su pensamiento ni el mío fue que estos libros  se imprimiesen y viniesen tan a público y a manos de todos los que  los quisiesen leer... No podía sufrir que viniesen las cosas altas  de espíritu que aquí se declaran, a bocas de perros  murmuradores..., o a gente engolfada en los vicios, que no les  parece puede haber otros deleites mayores que los sensuales» (BMC,  18, 10).  2 Lo dicho en el c. 9, 9; y 4, 7.  3 Ib. en el c. 9, 4. - Cabe Cristo: junto a Cristo, ante El.  4 A deshora: de improviso, inesperadamente (cf. 20, 9).   5 No era manera de visión: probable elisión por haplografía, en  ves de «a manera de v.» Cf. otros casos: 7, 8; 18, 2; 25, 10; 7, 6  y 11, 3. Respetamos la lectura hecha por fray Luis (p. 112).   6 Mística teología: equivale aquí a «experiencia mística». La  expresión «creo la llaman» subraya una cierta resistencia de la  autora a utilizar terminos tecnicos de teología. Observese esa  misma reticencia en el c. 11, 5. Otras menciones de esa  terminología: 12, 5 y 18, 2. Esta última vez, con la acotación:  «en la mística teología se declara, que yo los vocablos no sabre  nombrarlos». De hecho no volverá a utilizarlos en los restantes  libros que escriba.  7 No discurre: no «obra» había escrito primero. Luego corrigió  «discurre» añadiendo entre líneas «a mi parecer». Pero se olvidó  de que una línea más abajo repetía el «como digo, no obra». - La  rectificación de la Santa no disipó los escrúpulos teológicos de  los editores, desde fray Luis, quien en su segunda edición de Vida  (1599) anotó al margen de este pasaje: «Dice que no obra el  entendimiento, porque, como ha dicho, no discurre de unas cosas en  otras, ni saca consideraciones, porque le tiene ocupado entonces  la grandeza del bien que se le pone delante; pero en realidad de  verdad, sí obra, pues pone los ojos en lo que se le presenta, y  conoce que no lo puede entender como es; pues dice «no obra», esto  es, «no discurre», sino está como espantado de lo mucho que  entiende, esto es, de la grandeza del objeto que ve, no porque  entienda mucho del, sino porque ve que es tanto el en sí que no lo  puede enteramente entender».   8 Sensual: sensible (cf. c. 3, n. 2, nota 3).  9 Más de: más que.   10 No cure de...: no se preocupe de...  11 Tratará de esas humillaciones en el c. 13, 4.   12 Había escrito: nos despertamos. Borró el «nos». Mantenemos la  lectura de fray Luis (p. 114).   13 Acobardar el ánimo a parecer: acobardarlo hasta parecer o creer  que...  14 Pone: otra mano corrigió entre líneas «nos pone». Fray Luis  retuvo esta segunda lectura (p. 116).  15 Estos: es decir «los perfectos», que no han menester más que la  fe. - «Los perfectos» (n. 6): en el sentido tecnico de la teología  espiritual, en contraposición a «principiantes» y «aprovechados».  16 Probablemente se trata del P. García de Toledo (cf. prólogo de  la obra). A continuación había escrito: «sabrán» y corrigió  «sabrá». Pero la alusión al grupode «mandantes» persiste en el  contexto: «me lo mandan», «lo publiquen». Lo cual está indicando  los dos planos de destinatarios o lectores inmediatos del libro. -  El precedente «romperálo», alude a la hipótesis de que el libro  sea destruído o «quemado» por el P. García de Toledo: «aunque v.m.  luego lo queme», recordará en el epílogo (40, 23).  17 Cierto, cierto, es superlativo intensivo o por repetición: fue  muy del agrado de la Santa, que lo usa en formas variadísimas y  originales: bien bien, (n. 4); muchas muchas (c. 15, n. 2); muy  muy sobrenatural (c. 20, n. 15); nada nada (c. 15, n. 3); que de  ello, que de ello, que de ello (c. 39, 6); y cuán vanos, y cuán  vanos (c. 38, n. 18); ya ya (c. 16, n. 3); luego, luego (c. 28, n.  4); en fin, en fin (Fund., c. 7, n. 7), etc...   18 No se la doy: no le doy licencia.   19 Por quien pasó: la persona por quien pasó. Al margen de la  frase siguiente: para no ser conocida y así lo pido por amor de  Dios..., uno de los censores -quizá Báñez o más probablemente  García de Toledo- trazó una línea vertical, que permite vislumbrar  el momento en que se paró a hacerse cargo de la responsabilidad de  su cometido.  20 No están aquí: no están en Avila los que le han mandado  escribir el libro. Gracián anotó en su ejemplar: «El Maestro fray  Domingo Báñez y García de Toledo». La edición facsímil de V. de La  Fuente ha inducido la lectura errónea: «no está aquí».   21 El largo período que comienza «porque yo» queda inconcluso.  Saltando el inciso diversivo, puede leerse: «porque yo... si algo  bueno dijere...» - Por estar en casa pobre...: escribe estas  páginas en San Jose de Avila, y no en el palacio deDñaLuisa  (Toledo), donde redactó la obra por primera vez.  22 Decir mi nombre: efectivamente, el relato mantiene  constantemente ese anonimato. Tampoco menciona por su nombre a  otras personas y poblaciones. Unicos personajes mencionados  explícitamente serán fray Pedro de Alcántara (27, 3...) y san  Francisco de Borja «que era duque de Gandía» (24, 3). -  Frecuentemente se ha explicado esta decisión de anonimato, como  encubrimiento, de cara a la Inquisición. El contexto del presente  capítulo lo hace inverosímil. Desde luego, «escribo con libertad»,  afirma la autora (n. 8).  23 Por pensar que vuestra merced: la construcción infinitiva con  omisión del «que» completivo es frecuente en la Santa. - Vuestra  merced: García de Toledo.  24 Los demás lo han de ver: ante todo, Báñez y García de Toledo;  quizá tambien el P. Ibáñez; y sin duda, san Juan Avila. Otro  posible lector-censor, el P. Baltasar Alvarez.  25 Despues dire: en el c. 13, 17 y ss.; 28, 6; 22, 3.  26 En solos 27 años: nuevo indicio cronológico. Está escribiendo  en 1565. Su cómputo, por tanto, se eleva a los entornos de 1538, a  sus 23/24 de edad (cf. c. 8, nota 6).  27 Por lapsus o titubeo de pluma, en el autógrafo repite: «me ha  dado el Señor me ha dado Su Majestad». Mantenemos la opción de  fray Luis (p. 120).  28 Vuestra merced: de nuevo el P. García de Toledo, dialogante  número uno en la intención de la escritora.   CAPÍTULO 11  Dice en que está la falta de no amar a Dios con perfección en  breve tiempo. ­ Comienza a declarar, por una comparación que pone,  cuatro grados de oración. ­ Va tratando aquí del primero. ­ Es muy  provechoso para los que comienzan y para los que no tienen gustos  en la oración (1).  1. Pues hablando ahora de los que comienzan a ser siervos del amor  (que no me parece otra cosa determinarnos a seguir por este camino  de oración al que tanto nos amó), es una dignidad tan grande, que  me regalo extrañamente en pensar en ella. Porque el temor servil  (2) luego va fuera, si en este primer estado vamos como hemos de  ir. ¡Oh Señor de mi alma y bien mío! ¿Por que no quisisteis que en  determinándose un alma a amaros, con hacer lo que puede en dejarlo  todo para mejor se emplear en este amor de Dios, luego gozase de  subir a tener este amor perfecto? (3) Mal he dicho: había de decir  y quejarme porque no queremos nosotros; pues toda la falta nuestra  es, en no gozar luego de tan gran dignidad, pues en llegando a  tener con perfección este verdadero amor de Dios, trae consigo  todos los bienes. Somos tan caros y tan tardíos de darnos del todo  a Dios, que, como Su Majestad no quiere gocemos de cosa tan  preciosa sin gran precio, no acabamos de disponernos.  2. Bien veo que no le hay con que se pueda comprar tan gran bien  en la tierra; mas si hiciesemos lo que podemos en no nos asir a  cosa de ella, sino que todo nuestro cuidado y trato fuese en el  cielo, creo yo sin duda muy en breve se nos daría este bien, si en  breve del todo nos dispusiesemos, como algunos santos lo hicieron.  Mas parecenos que lo damos todo, y es que ofrecemos a Dios la  renta o los frutos y quedámonos con la raíz y posesión (4).  Determinámonos a ser pobres, y es de gran merecimiento; mas muchas  veces tornamos a tener cuidado y diligencia para que no nos falte  no sólo lo necesario sino lo superfluo, y a granjear los amigos  que nos lo den y ponernos en mayor cuidado, y por ventura peligro,  porque (5) no nos falte, que antes teníamos en poseer la hacienda.   Parece tambien que dejamos la honra en ser religiosos o en haber  ya comenzado a tener vida espiritual y a seguir perfección, y no  nos han tocado en un punto de honra (6), cuando no se nos acuerda  la hemos ya dado a Dios, y nos queremos tornar a alzar con ella y  tomársela ­como dicen­ de las manos, despues de haberle de nuestra  voluntad (7), al parecer, hecho de ella señor. Así son todas las  otras cosas.   3. ¡Donosa manera (8) de buscar amor de Dios! Y luego le queremos  a manos llenas, a manera de decir. Tenernos nuestras aficiones (ya  que no procuramos efectuar nuestros deseos y no acabarlos de  levantar de la tierra) y muchas consolaciones espirituales con  esto, no viene bien, ni me parece se compadece (9) esto con  estotro. Así que, porque no se acaba de dar junto, no se nos da  por junto este tesoro. Plega al Señor que gota a gota nos le de Su  Majestad, aunque sea costándonos todos los trabajos del mundo.  4. Harto gran misericordia hace a quien da gracia y ánimo para  determinarse a procurar con todas sus fuerzas este bien. Porque si  persevera, no se niega Dios a nadie. Poco a poco va habilitando el  el ánimo para que salga con esta victoria. Digo ánimo, porque son  tantas las cosas que el demonio pone delante a los principios para  que no comiencen este camino de hecho, como quien sabe el daño que  de aquí le viene, no sólo en perder aquel alma sino muchas. Si el  que comienza se esfuerza con el fervor de Dios a llegar a la  cumbre de la perfección, creo jamás va solo al cielo; siempre  lleva mucha gente tras sí. Como a buen capitán, le da Dios quien  vaya en su compañía.  Póneles tantos peligros y dificultades delante (10), que no es  menester poco ánimo para no tornar atrás, sino muy mucho y mucho  favor de Dios.  5. Pues hablando de los principios de los que ya van determinados  a seguir este bien y a salir con esta empresa (que de lo demás que  comence a decir de mística teología, que creo se llama así, dire  más adelante) (11), en estos principios está todo el mayor  trabajo; porque son ellos los que trabajan dando el Señor el  caudal; que en los otros grados de oración lo más es gozar, puesto  que primeros y medianos y postreros (12), todos llevan sus cruces,  aunque diferentes; que por este camino que fue Cristo han de ir  los que le siguen, si no se quieren perder. ¡Y bienaventurados  trabajos, que aun acá en la vida tan sobradamente se pagan!  6. Habre de aprovecharme de alguna comparación, aunque yo las  quisiera excusar por ser mujer y escribir simplemente lo que me  mandan. Mas este lenguaje de espíritu es tan malo de declarar a  los que no saben letras (13), como yo, que habre de buscar algún  modo, y podrá ser las menos veces acierte a que venga bien la  comparación. Servirá de dar recreación a vuestra merced (14) de  ver tanta torpeza.   Pareceme ahora a mí que he leído u oído esta comparación ­que como  tengo mala memoria, ni se adónde ni a que propósito, mas para el  mío ahora contentame­: (15) ha de hacer cuenta el que comienza,  que comienza a hacer un huerto en tierra muy infructuosa que lleva  muy malas hierbas, para que se deleite el Señor. Su Majestad  arranca las malas hierbas y ha de plantar las buenas. Pues hagamos  cuenta que está ya hecho esto cuando se determina a tener oración  un alma y lo ha comenzado a usar. Y con ayuda de Dios hemos de  procurar, como buenos hortelanos, que crezcan estas plantas y  tener cuidado de regarlas para que no se pierdan, sino que vengan  a echar flores que den de sí gran olor para dar recreación a este  Señor nuestro, y así se venga a deleitar muchas veces a esta  huerta y a holgarse entre estas virtudes.  7. Pues veamos ahora de la manera que se puede regar, para que  entendamos lo que hemos de hacer y el trabajo que nos ha de  costar, si es mayor que la ganancia, o hasta que tanto tiempo se  ha de tener.  Pareceme a mí que se puede regar de cuatro maneras:   o con sacar el agua de un pozo, que es a nuestro gran trabajo;  (16).  o con noria y arcaduces, que se saca con un torno; yo lo he sacado  algunas veces: (17) es a menos trabajo que estotro y sácase más  agua;  o de un río o arroyo: esto se riega muy mejor, que queda más harta  la tierra de agua y no se ha menester regar tan a menudo y es a  menos trabajo mucho del hortelano;  o con llover mucho, que lo riega el Señor sin trabajo ninguno  nuestro, y es muy sin comparación mejor que todo lo que queda  dicho.  8. Ahora, pues, aplicadas estas cuatro maneras de agua de que se  ha de sustentar este huerto ­porque sin ella perderse ha­, es lo  que a mí me hace al caso y ha parecido que se podrá declarar algo  de cuatro grados de oración, en que el Señor, por su bondad, ha  puesto algunas veces mi alma. Plega a su bondad atine a decirlo de  manera que aproveche a una de las personas que esto me mandaron  escribir (18), que la ha traído el Señor en cuatro meses harto más  adelante que yo estaba en diecisiete años. Hase dispuesto mejor, y  así sin trabajo suyo riega este vergel con todas estas cuatro  aguas, aunque la postrera aún no se le da sino a gotas; mas va de  suerte que presto se engolfará en ella con ayuda del Señor. Y  gustare se ría, si le pareciere desatino la manera del declarar  (19).  9. De los que comienzan a tener oración podemos decir son los que  sacan el agua del pozo, que es muy a su trabajo, como tengo dicho  (20), que han de cansarse en recoger los sentidos, que, como están  acostumbrados a andar derramados (21), es harto trabajo. Han  menester irse acostumbrando a no se les dar nada de ver ni oír, y  aun ponerlo por obra las horas de la oración, sino estar en  soledad y, apartados, pensar su vida pasada. Aunque esto primeros  y postreros todos lo han de hacer muchas veces, hay más y menos de  pensar en esto, como despues dire (22). Al principio aún da pena,  que no acaban de entender que se arrepienten de los pecados; y sí  hacen, pues se determinan a servir a Dios tan de veras. Han de  procurar tratar de la vida de Cristo, y cánsase el entendimiento  en esto.  Hasta aquí podemos adquirir nosotros, entiendese con el favor de  Dios, que sin este ya se sabe no podemos tener un buen  pensamiento. Esto es comenzar a sacar agua del pozo, y aun plega a  Dios lo quiera tener. Mas al menos no queda por nosotros, que ya  vamos a sacarla y hacemos lo que podemos para regar estas flores.  Y es Dios tan bueno que, cuando por lo que Su Majestad sabe ­por  ventura para gran provecho nuestro­ quiere que este seco el pozo,  haciendo lo que es en nosotros como buenos hortelanos, sin agua  sustenta las flores y hace crecer las virtudes. Llamo «agua» aquí  las lágrimas y, aunque no las haya, la ternura y sentimiento  interior de devoción.   10. Pues ¿que hará aquí el que ve que en muchos días no hay sino  sequedad y disgusto y dessabor y tan mala gana para venir a sacar  el agua, que si no se le acordase que hace placer y servicio al  Señor de la huerta y mirase a no perder todo lo servido y aun lo  que espera ganar del gran trabajo que es echar muchas veces el  caldero en el pozo y sacarle sin agua, lo dejaría todo? Y muchas  veces le acaecerá aun para esto no se le alzar los brazos, ni  podrá tener un buen pensamiento: que este obrar con el  entendimiento, entendido va que es el sacar agua del pozo.  Pues, como digo, ¿que hará aquí el hortelano? Alegrarse y  consolarse y tener por grandísima merced de trabajar en huerto de  tan gran Emperador. Y pues sabe le contenta en aquello y su  intento no ha de ser contentarse a sí sino a El, alábele mucho,  que hace de el confianza (23), pues ve que sin pagarle nada tiene  tan gran cuidado de lo que le encomendó. Y ayúdele a llevar la  cruz y piense que toda la vida vivió en ella y no quiera acá su  reino ni deje jamás la oración. Y así se determine, aunque para  toda la vida le dure esta sequedad, no dejar a Cristo caer con la  cruz. Tiempo vendrá que se lo pague por junto. No haya miedo que  se pierda el trabajo. A buen amo sirve. Mirándole está. No haga  caso de malos pensamientos. Mire que tambien los representaba el  demonio a San Jerónimo en el desierto (24).  11. Su precio se tienen estos trabajos, que, como quien los pasó  muchos años (que cuando una gota de agua sacaba de este bendito  pozo pensaba me hacía Dios merced), se que son grandísimos y me  parece es menester más ánimo que para otros muchos trabajos del  mundo. Mas he visto claro que no deja Dios sin gran premio, aun en  esta vida; porque es así, cierto, que una hora (25) de las que el  Señor me ha dado de gusto de Sí despues acá, me parece quedan  pagadas todas las congojas que en sustentarme en la oración mucho  tiempo pase.  Tengo para mí que quiere el Señor dar muchas veces al principio, y  otras a la postre, estos tormentos y otras muchas tentaciones que  se ofrecen, para probar a sus amadores y saber si podrán beber el  cáliz (26) y ayudarle a llevar la cruz, antes que ponga en ellos  grandes tesoros. Y para bien nuestro creo nos quiere Su Majestad  llevar por aquí, para que entendamos bien lo poco que somos;  porque son de tan gran dignidad las mercedes de despues, que  quiere por experiencia veamos antes nuestra miseria primero que  nos las de, por que no nos acaezca lo que a Lucifer (27).  12. ¿Que haceis Vos, Señor mío, que no sea para mayor bien del  alma que entendeis que es ya vuestra y que se pone en vuestro  poder para seguiros por donde fuereis hasta muerte de cruz (28) y  que está determinada a ayudárosla a llevar y a no dejaros solo con  ella?  Quien viere en sí esta determinación, no, no hay que temer. Gente  espiritual, no hay por que se afligir. Puesto ya en tan alto grado  como es querer tratar a solas con Dios (29) y dejar los  pasatiempos del mundo, lo más está hecho. Alabad por ello a Su  Majestad y fiad de su bondad, que nunca faltó a sus amigos. Tapaos  los ojos de pensar (30) por que da a aquel de tan pocos días  devoción, y a mí no en tantos años. Creamos es todo para más bien  nuestro. Guíe Su Majestad por donde quisiere. Ya no somos  nuestros, sino suyos. Harta merced nos hace en querer que queramos  cavar en su huerto y estarnos cabe el Señor de el, que cierto está  con nosotros. Si El quiere que crezcan estas plantas y flores a  unos con dar agua que saquen de este pozo, a otros sin ella, ¿que  se me da mí? Haced vos, Señor, lo que quisiereis. No os ofenda yo.  No se pierdan las virtudes, si alguna me habeis ya dado por sola  vuestra bondad. Padecer quiero, Señor, pues Vos padecisteis.  Cúmplase en mí de todas maneras vuestra voluntad. Y no plega a  Vuestra Majestad que cosa de tanto precio como vuestro amor se de  a gente que os sirve sólo por gustos.   13. Hase de notar mucho ­y dígolo porque lo se por experiencia­  que el alma que en este camino de oración mental comienza a  caminar con determinación y puede acabar consigo de no hacer mucho  caso ni consolarse ni desconsolarse mucho porque falten estos  gustos y ternura (31) o la de el Señor, que tiene andado gran  parte del camino. Y no haya miedo de tornar atrás, aunque más  tropiece, porque va comenzado el edificio en firme fundamento. Sí,  que no está el amor de Dios en tener lágrimas ni estos gustos y  ternura, que por la mayor parte los deseamos y consolamos con  ellos, sino en servir con justicia y fortaleza de ánima y  humildad. Recibir, más me parece a mí eso, que no dar nosotros  nada (32).  14. Para mujercitas como yo, flacas y con poca fortaleza, me  parece a mí conviene, como Dios ahora lo hace, llevarme con  regalos (33), porque pueda sufrir algunos trabajos que ha querido  Su Majestad tenga; mas para siervos de Dios, hombres de tomo, de  letras, de entendimiento, que veo hacer tanto caso de que Dios no  los da devoción, que me hace disgusto oírlo. No digo yo que no la  tomen, si Dios se la da, y la tengan en mucho, porque entonces  verá Su Majestad que conviene; mas que cuando no la tuvieren, que  no se fatiguen y que entiendan que no es menester, pues Su  Majestad no la da, y anden señores de sí mismos. Crean que es  falta. Yo lo he probado y visto. Crean que es imperfección y no  andar con libertad de espíritu, sino flacos para acometer.  15. Esto no lo digo tanto por los que comienzan (aunque pongo  tanto en ello, porque les importa mucho comenzar con esta libertad  y determinación) (34), sino por otros; que habrá muchos que lo ha  que comenzaron y nunca acaban de acabar. Y creo es gran parte este  no abrazar la cruz desde el principio, que andarán afligidos  pareciendoles no hacen nada. En dejando de obrar el entendimiento,  no lo pueden sufrir y por ventura entonces engorda la voluntad y  toma fuerza, y no lo entienden ellos.  Hemos de pensar que no mira el Señor en estas cosas, que, aunque a  nosotros nos parecen faltas, no lo son. Ya sabe Su Majestad  nuestra miseria y bajo natural mejor que nosotros mismos, y sabe  que ya estas almas desean siempre pensar en El y amarle. Esta  determinación es la que quiere. Estotro afligimiento que nos damos  no sirve de más de inquietar el alma, y si había de estar inhábil  para aprovechar una hora, que lo este cuatro. Porque muy muchas  veces (yo tengo grandísima experiencia de ello, y se que es  verdad, porque lo he mirado con cuidado y tratado despues a  personas espirituales) que (35) viene de indisposición corporal,  que somos tan miserables que participa esta encarceladita (36) de  esta pobre alma de las miserias del cuerpo. Y las mudanzas de los  tiempos y las vueltas de los humores (37) muchas veces hacen que  sin culpa suya no pueda hacer lo que quiere, sino que padezca de  todas maneras. Y mientras más la quieren forzar en estos tiempos,  es peor y dura más el mal; sino que haya discreción para ver  cuándo es de esto, y no la ahoguen a la pobre. Entiendan son  enfermos. Múdese la hora de la oración, y hartas veces será  algunos días. Pasen como pudieren este destierro, que harta  malaventura es de un alma que ama a Dios ver que vive en esta  miseria y que no puede lo que quiere, por tener tan mal huesped  como este cuerpo.  16. Dije «con discreción», porque alguna vez el demonio lo hará; y  así es bien ni siempre dejar la oración cuando hay gran  distraimiento y turbación en el entendimiento, ni siempre  atormentar el alma a lo que no puede.  Otras cosas hay exteriores de obras de caridad y de lección (38),  aunque a veces aun no estará para esto. Sirva entonces al cuerpo  por amor de Dios, porque otras veces muchas sirva el al alma, y  tome algunos pasatiempos santos de conversaciones que lo sean, o  irse al campo, como aconsejare el confesor. Y en todo es gran cosa  la experiencia, que da a entender lo que nos conviene. Y en todo  se sirve Dios. Suave es su yugo (39), y es gran negocio no traer  el alma arrastrada, como dicen, sino llevarla con suavidad (40)  para su mayor aprovechamiento.  17. Así que torno a avisar ­y aunque lo diga muchas veces no va  nada­ que importa mucho que de sequedades ni de inquietud y  distraimiento en los pensamientos nadie se apriete ni aflija. Si  quiere ganar libertad de espíritu y no andar siempre atribulado,  comience a no se espantar de la cruz, y verá cómo se la ayuda  tambien a llevar el Señor y con el contento que anda (41) y el  provecho que saca de todo. Porque ya se ve que, si el pozo no  mana, que nosotros no podemos poner el agua. Verdad es que no  hemos de estar descuidados para que, cuando la haya, sacarla; (42)  porque entonces ya quiere Dios por este medio multiplicar las  virtudes.  NOTAS CAPÍTULO 11  1 El epígrafe advierte que este capítulo «comienza a declarar...»  los grados de oración. Y que lo hará sirviendose de «una  comparación»: el símil del huerto del alma. Esa explicación  doctrinal ocupará los cc. 11-22, que formarán un «tratadillo»  doctrinal insertado en pleno relato biográfico, en el punto  crucial en que la narración pasa de la vida de lucha (ascetica) de  la Santa a su vida mística. En los últimos grados («tercera y  cuarta agua»), la exposición se irá adhiriendo más de cerca a la  aventura personal de la autora; de suerte que los cc. 18-22 serán  densamente autobiográficos. - El «tratadillo» tiene además una  intención polemica contra una falsa teoría de iniciación mística  muy en boga por aquellas fechas (ver los títulos de los cc. 12 y  22, al comienzo y al fin de la exposición).   2 Temor servil: miedo o temor del castigo, en contraposición al  «temor filial» (vestigios del lexico teológico; cf. 3, 6; 15, 14).   3 Interrogante que se planteará la Santa más veces. Ver 22, 15.  4 Esa imagen de corte financiero (la renta, los frutos, la raíz,  la posesión), reaparecerá con relativa frecuencua en sus obras  (cf. C. 2, 2; 22, 5; hasta su último escrito: R. 6, 1).  5 Porque: para que.  6 Punto de honra: detalle en el imaginario estatuto del honor o de  la propia estima. Escribirá más adelante: «no cumple perder punto  en puntos de honra» (37, 10).   7 De nuestra voluntad: voluntariamente. El sentido es: «despues de  haberle hecho voluntariamente señor de nuestra voluntad». Fray  Luis omitió «de ella» (p. 122).  8 Donosa manera: ironiza. Como: «bonita manera...».   9 No viene bien: no se aviene. - Ni... se compadece: no es  compatible lo uno con lo otro (cf. 13, 8; 37, 8; 40, 4).  10 Póneles el demonio (cf. c. 3, 6, nota).  11 Había «comenzado a decir» de ella en el c. 10, n. 1; de ella  «dirá más adelante» en el c. 12, n. 5. - Es digna de notar la  insistencia con que la Santa se remite de un lugar a otro en  materia de «teología mística»: en el c. 10, n. 1, escribe: «como  he dicho» en el c. 9, n. 9. Ahora, en el c. 11, n. 5, escribe de  nuevo: «comence a decir» en el c. 10, n. 1 y «dire más adelante»  en el c. 12, n. 5; y en este último lugar, «comence a decir» (en  los textos citados) y «despues declarare» en los cc. 18-22. Así y  todo, al comenzar este último pasaje (c. 18, n. 2) no tendrá  empacho en escribir: «esta que llaman unión y lo que es... en la  mística teología se declara, que yo los vocablos no sabre  nombrarlos, ni se entender que es mente, ni que diferencia tenga  el alma o espíritu tampoco...»  12 Primeros, medianos, postreros: evita el lexico teológico  equivalente: principiantes, aprovechados, perfectos.   13 Lenguaje de espíritu: expresión tecnica que equivale a: hablar  (¿por experiencia?) de cosas espirituales: cf. 12, 5; 14, 8; 23,  16; 27, 6.7; 36, 16. - Tan malo de declarar a los que no saben  letras: a quienes no tienen estudios les es tan difícil explicar o  expresar...  14 Vuestra merced: García de Toledo.  15 Alude quizá a vagas reminiscencias de los salmos y las  parábolas evangelicas (Mt 21, 33), o al huerto del Cantar de los  Cantares (1, 5; 4, 12), o a cualquier otro pasaje de los profetas  o de los salmos. - En el Tercer Abecedario había ciertamente leído  la Santa esta misma comparación (tr. 4, c. 3). - Sin embargo, para  indagar los orígenes de la presente alegoría teresiana, cf. c. 14,  n. 9 de Vida.   16 A nuestro trabajo: con nuestro esfuerzo. La alternativa «con  trabajo» o «sin trabajo ninguno nuestro», subraya en el símil del  riego las dos vertientes de la oración: ascetica y mística.   17 En casa de la Santa había una noria: cuando ella y Rodrigo  huyeron a «tierra de moros», su madre, «los hacía buscar por todas  partes con mucha tristeza y miedo no hubiesen caído en una noria  de casa y ahogádose» (RIBERA, Vida de la Santa, L. I, c. 4).    18 Una de las personas que me mandaron escribir: Al margen de su  ejemplar anotó Gracián: «el P. fr. Pedro Ibáñez». Con todo, el  aludido es probablemente García de Toledo, ambos dominicos.   19 La manera de declarar: el estilo o los recursos expositivos de  la autora.  20 Como tengo dicho: en el n. 7.  21 Andar derramados (los sentidos): distraídos en lo exterior.  Frecuente en la Santa (C. 28, 1.2; Moradas 1, 2, 9).  22 Despues dire: en el c. 13, 14-15; 15, 6.  23 Hace de el confianza: tiene confianza en el.   24 Alusión de la carta del Santo a Eustoquio, en que recuerda su  lucha contra las imaginaciones de los placeres, mientras vivía en  la soledad del desierto. La Santa leyó las Cartas de s. Jerónimo  (3, 7).  25 Que una hora: que con una hora. Así lo enmendó fray Luis en la  fe de erratas de la 1ª edición. Y en la de 1589, p. 98.  26 Alusión al evangelio de Mt 20, 22.  27 Lucifer, que cayó del cielo por su soberbia (Is 14, 12).  28 Reminiscencia de Fil. 2, 4.   29 Tratar a solas con Dios, es su concepto de oración: cf. 8, 5.  30 Tapaos los ojos de pensar: cerrad los ojos (de la mente) para  no pensar; es decir, no penseis.   31 Gustos y ternura: repetido unas líneas más abajo. En acepción  mística (cf. 8, 5; 9, 9; 10, 2; 25, 11).  32 Hiperbaton atrevido. Equivale a: «eso más me parece a mí  recibir que no dar (= que dar) nosotros nada».  33 Regalos: en la acepción de gracias místicas (cf. 8, 5; 9, 9).  34 Comenzar con libertad y determinación: serán las consignas que  dará al principiante en el c. 13, 1 y ss.  35 Que viene: es redundante ese «que».  36 Esta encarceladita de esta pobre alma: resonancia de la idea  platónica del cuerpo cárcel del alma. «Mal huesped (del alma) este  cuerpo», escribirá al fin de este número. Y en su poema «Vivo sin  vivir en mí»: «esta cárcel... en que el alma está metida».   37 Las vueltas de los humores: alusión a las viejas teorías psico- físicas de los cuatro humores del compuesto humano, y su vario  influjo en los estados de ánimo (cf. Fund. 4, 2).  38 Lección: lectura.   39 Alusión a Mt 11, 30.   40 Suavidad: por lapsus, al pasar la línea, la Santa esscribió «su  / suavidad». Mantenemos la lectura de fray Luis (p. 134).  41 Y con el contento que anda: por «el contento con que anda».  42 Cuando la haya, sacarla: frase elíptica: para que cuando la  haya (agua), podamos sacarla.  CAPÍTULO 12  Prosigue en este primer estado. ­ Dice hasta dónde podemos llegar  con el favor de Dios por nosotros mismos, y el daño que es querer,  hasta que el Señor lo haga, subir el espíritu a cosas  sobrenaturales (1).  1. Lo que he pretendido dar a entender en este capítulo pasado  ­aunque me he divertido (2) mucho en otras cosas por parecerme muy  necesarias­ es decir hasta lo que podemos nosotros adquirir, y  cómo en esta primera devoción podemos nosotros ayudarnos algo.  Porque en pensar y escudriñar lo que el Señor pasó por nosotros,  muevenos a compasión, y es sabrosa esta pena y las lágrimas que  proceden de aquí. Y de pensar la gloria que esperamos y el amor  que el Señor nos tuvo y su resurrección, muevenos a gozo que ni es  del todo espiritual ni sensual (3), sino gozo virtuoso y la pena  muy meritoria. De esta manera son todas las cosas que causan  devoción adquirida con el entendimiento en parte, aunque no podida  merecer ni ganar si no la de Dios. Estále muy bien a un alma que  no la ha subido de aquí (4), no procurar subir ella; y nótese esto  mucho, porque no le aprovechará más de perder (5).   2. Puede en este estado hacer muchos actos para determinarse a  hacer mucho por Dios y despertar el amor, otros para ayudar a  crecer las virtudes, conforme a lo que dice un libro llamado Arte  de servir a Dios, que es muy bueno y apropiado para los que están  en este estado, porque obra el entendimiento (6). Puede  representarse delante de Cristo y acostumbrarse a enamorarse mucho  de su sagrada Humanidad y traerle siempre consigo y hablar con El,  pedirle para sus necesidades y quejársele de sus trabajos,  alegrarse con El en sus contentos y no olvidarle por ellos, sin  procurar oraciones compuestas, sino palabras conforme a sus deseos  y necesidad (7).  Es excelente manera de aprovechar y muy en breve; y quien  trabajare a traer consigo esta preciosa compañía y se aprovechare  mucho de ella y de veras cobrare amor a este Señor a quien tanto  debemos, yo le doy por aprovechado (8).  3. Para esto no se nos ha de dar nada de no tener devoción ­como  tengo dicho­ (9), sino agradecer al Señor que nos deja andar  deseosos de contentarle, aunque sean flacas las obras. Este modo  de traer a Cristo con nosotros aprovecha en todos estados, y es un  medio segurísimo para ir aprovechando en el primero y llegar en  breve al segundo grado de oración, y para los postreros andar  seguros de los peligros que el demonio puede poner.  4. Pues esto es lo que podemos. Quien quisiere pasar de aquí y  levantar el espíritu a sentir gustos que no se los dan (10), es  perder lo uno y lo otro, a mi parecer, porque es sobrenatural;  (11) y perdido el entendimiento, quedase el alma desierta y con  mucha sequedad. Y como este edificio todo va fundado en humildad,  mientras más llegados a Dios, más adelante ha de ir esta virtud, y  si no, va todo perdido. Y parece algún genero de soberbia querer  nosotros subir a más, pues Dios hace demasiado, según somos, en  allegarnos cerca de Sí.  No se ha de entender que digo esto por el subir con el pensamiento  a pensar cosas altas del cielo o de Dios y las grandezas que allá  hay y su gran sabiduría; porque, aunque yo nunca lo hice (que no  tenía habilidad ­como he dicho­ (12) y me hallaba tan ruin, que  aun para pensar cosas de la tierra me hacía Dios merced de que  entendiese esta verdad, que no era poco atrevimiento, cuánto más  para las del cielo), otras personas se aprovecharán, en especial  si tienen letras (13), que es un gran tesoro para este ejercicio,  a mi parecer, si son con humildad. De unos días acá lo he visto  por algunos letrados (14), que ha poco que comenzaron y han  aprovechado muy mucho; y esto me hace tener grandes ansias porque  muchos fuesen espirituales, como adelante dire.   5. Pues lo que digo «no se suban sin que Dios los suba», es  lenguaje de espíritu (15). Entenderme ha quien tuviere alguna  experiencia, que yo no lo se decir (16) si por aquí no se  entiende. En la mística teología que comence a decir (17), pierde  de obrar el entendimiento, porque le suspende (18) Dios, como  despues declarare más, si supiere y El me diere para ello su  favor. Presumir ni pensar de suspenderle nosotros, es lo que digo  no se haga, ni se deje de obrar con el, porque nos quedaremos  bobos y fríos, y ni haremos lo uno ni lo otro; que cuando el Señor  le suspende y hace parar, dale de que se espante (19) y se ocupe,  y que sin discurrir entienda más en un «credo» (20) que nosotros  podemos entender con todas nuestras diligencias de tierra en  muchos años. Ocupar las potencias del alma y pensar hacerlas estar  quedas, es desatino.  Y torno a decir que (21), aunque no se entiende, es de no gran  humildad; aunque no con culpa, con pena sí, que será trabajo  perdido, y queda el alma con un disgustillo como quien va a saltar  y la asen por detrás, que ya parece ha empleado su fuerza, y  hállase sin efectuar lo que con ella quería hacer; y en la poca  ganancia que queda verá quien lo quisiere mirar esto poquillo de  falta de humildad que he dicho (22). Porque esto tiene excelente  esta virtud, que no hay obra a quien ella acompañe, que deje el  alma disgustada.  Pareceme lo he dado a entender, y por ventura será sola para mí.  Abra el Señor los ojos de los que lo leyeren, con la experiencia;  que, por poca que sea, luego lo entenderán.  6. Hartos años estuve yo que leía muchas cosas y no entendía nada  de ellas; y mucho tiempo que, aunque me lo daba Dios, palabra no  sabía decir para darlo a entender, que no me ha costado esto poco  trabajo. Cuando Su Majestad quiere, en un punto lo enseña todo, de  manera que yo me espanto.   Una cosa puedo decir con verdad: que, aunque hablaba con muchas  personas espirituales que querían darme a entender lo que el Señor  me daba, para que se lo supiese decir, y (23) es cierto que era  tanta mi torpeza, que poco ni mucho me aprovechaba; o quería el  Señor, como Su Majestad fue siempre mi maestro (sea por todo  bendito, que harta confusión es para mí poder decir esto con  verdad), que no tuviese a nadie que agradecer. Y sin querer ni  pedirlo (que en esto no he sido nada curiosa ­porque fuera virtud  serlo­ sino en otras vanidades), dármelo Dios en un punto a  entender con toda claridad y para saberlo decir, de manera que se  espantaban y yo más que mis confesores, porque entendía mejor mi  torpeza. Esto ha poco (24). Y así lo que el Señor no me ha  enseñado no lo procuro, si no es lo que toca a mi conciencia.  7. Torno otra vez a avisar que va mucho en «no subir el espíritu  si el Señor no le subiere». Que cosa es, se entiende luego. En  especial para mujeres es más malo, que podrá el demonio causar  alguna ilusión; aunque tengo por cierto no consiente el Señor dañe  a quien con humildad se procura llegar a El, antes sacará más  provecho y ganancia por donde el demonio le pensare hacer perder.   Por ser este camino de los primeros (25) más usado, e importan  mucho los avisos que he dado, me he alargado tanto. Y habránlos  escrito en otras partes muy mejor, yo lo confieso, y que con harta  confusión y vergüenza lo he escrito, aunque no tanta como había de  tener.  Sea el Señor bendito por todo, que a una como yo quiere y  consiente hable en cosas suyas, tales y tan subidas.  NOTAS CAPÍTULO 12  1 El sentido del capítulo es: trata del primer grado de oración. -  Establece la línea diferencial entreeste estado y los siguientes:  hasta que punto puede llegar el principiante con su esfuerzo; y  dónde comienza la oración infusa, a la que el no puede elevarse  por sus fuerzas. - En el capítulo insistirá en este sengundo  punto: que la oración infusa o la experiencia de Dios no es fruto  del esfuerzo humano, sino puro don de Dios. - Todo el capítulo  tiene tono polemico, contra corrientes de su epoca. Seguirá siendo  objeto de polemica despues de publicado el libro. Fray Luis de  León tendrá que acotarlo con una larga nota marginal en la segunda  edición de Vida (Salamanca 1599: pp. 105-107), ante los ataques  provocados por la edición primera de la obra (cf. la nota 18 de  este capítulo). - «Subir el espíritu» y «cosas sobrenaturales» son  expresiones tecnicas: quedarán aclaradas en el texto. - Al final  del epígrafe de este capítulo, una segunda mano añadió en el  autógrafo «y extraordinarias». Aunque fray Luis aceptó la  corrección (p. 135), no la retenemos en el texto.  2 Me he divertido: en su acepción etimológica «distraer», «salir  de tema».   3 Sensual: en la acepción de «sensible» (cf. 3, 2). Una distinción  psicológica muy parecida la hará en C. 4, 13 y 6, 1, a propósito  del amor, entre espiritual y sensible.   4 Un alma a la que el Señor no la ha subido de aquí (= de este  primer grado de oración a otro superior).  5 Más de perder: no le aprovechará más que para perder.  6 Porque obra el entendimiento: porque es estado (u oración) en  que actúa el entendimiento. En el fondo de estas afirmaciones está  la convicción de la autora del doble modo de «conocer» que tiene  el entendimiento: activamente (discurriendo, etc.) y pasivamente  (en la contemplación infusa). - El libro aludido líneas antes, es  el del franciscano Alonso de Madrid, leidísimo en tiempo de la  Santa. Ediciones en Sevilla 1521, Alcalá 1526, Burgos 1530 y  sucesivamente en 1542, 1551, 1555, 1570... Reeditado en 1911 en la  Nueva Biblioteca de Autores Españoles, y más recientemente por J.B  Gomis en la BAC (Madrid 1948).   7 Cf. un pasaje paralelo en C. 26, 3-6.  8 Aprovechado: en el sentido de «avenyajado», o bien en la  acepción tecnica teológica (cf. 11, nota 12), y en este cap., n.  3.  9 Como tengo dicho: en el c. 11, nn. 13-14.  10 Gustos que no se los dan: cuando no se los dan. - «Gustos» en  su acepción tecnica de «oración mística», de la que hablará en el  c. 14 (cf. el título).  11 Es sobrenatural: «sentir gustos» es cosa sobrenatural». -  «Sobrenatural en el lexico de la Santa no tiene el significado de  la teología de hoy. Equivale «grosso modo» a místico e infuso. La  Santa misma nos dio su definición diez años más tarde:  «sobrenatural llamo yo lo que con industria ni diligencia no se  puede adquirir aunque mucho se procure, aunque disponerse para  ello sí» (Rel. 5, 3).  12 Como he dicho: en el c. 9, 5.  13 Si tienen letras: estudios.   14 Algunos letrados que ha poco comenzaron: «letrados», personas  con estudios, especialmente teólogos, biblistas, filósofos... Los  aludidos aquí coinciden en gran parte con los destinatarios del  libro: Pedro Ibáñez, García de Toledo, probablemente Báñez, y  algún otro. Sobre el afán de la Santa por «espiritualizar a los  letrados», cf. c. 33, 5-6 y 34, 6 y ss. Y C. 3.   15 No suban sin que Dios los suba / es lenguaje de espíritu: la  primera expresión significa, según la autora, hacer un esfuerzo  por suspender el discurso (n. 5) o por sentir «gustos  espirituales» (n. 4), sin que Dios pasivamente los otorgue al  orante. Era terminología en uso en los libros leídos por la Santa  (Tercer Abecedario de Osuna, 9, c. 8; Subida del Monte Sión de  Bernardino de Laredo, 3, c. 41). - «Lenguaje de espíritu» es la  manera de hablar y escribir de los «espirituales» o los místicos  (cf. c. 11, nota 13).  16 En el autógrafo: no lo se «de» decir: sigo pensando que se  trata de un lapsus material ocasionado por el paso de línea, como  en otras ocasiones (c. 13, 14). En la autora es frecuentísimo: «se  decir / saber decir», nunca: «saber «de» decir». - Recuerdo el  pasaje del c. 7, 22: «de mí se decir que...»: fray Luis: «se  decir» (p. 138).  17 Comence a decir: en el c. 11, 5, o en el c. 10, 1. - Y lo  declarará más en los cc. 18-22.   18 Le suspende Dios (el entendimiento): Fray Luis, en su 2ª  edición de la Vida (pp. 105-107), parte de esa expresión para  hacer la defensa de la autora. He aquí su nota marginal: «El  suspender Dios el pensamiento o entendimiento de que habla aquí la  santa madre, y lo llama Mystica Theología, es presentarle delante  un bulto de cosas sobrenaturales y divinas y infundir en el gran  copia de luz para que las vea con una vista simple y sin discurso,  ni consideración ni trabajo. Y esto con tanta fuerza que no puede  atender a otra cosa, ni divertirse. Y no para el negocio en sólo  ver y admirar, sino pasa la luz a la voluntad, y tórnase fuego en  ella que la encienda en amor. De manera que quien esto padece,  tiene el entendimiento enclavado en lo que vee y espantado de  ello, y la voluntad ardiendo en amor dello mismo, y la memoria del  todo ociosa, por que el alma ocupada con el gozo presente no  admite otra memoria. Pues deste elevamiento o suspensión, que es  sobrenatural, quiere dezir que nuestra alma en ello más  propiamente padece, que haze, y dize que nadie presuma elevarse  desta manera antes que la eleven, lo uno porque excede toda  nuestra industria y ansí será en balde, lo otro porque será falta  de humildad. Y avisa desto la santa madre con grande causa, porque  ay libros de oración que aconsejan a los que oran, que suspendan  el pensamiento totalmente, y que no figuren en la imaginación cosa  ninguna, ni aun resuellen, de que succede quedarse fríos e  indevotos».   19 De que se espante: se asombre o se admire.  20 En un credo: la duración del rezo de un Credo. La Santa sigue  el uso popular de utilizar el credo y el avemaría como unidades de  medida del tiempo (cf. Vida 4, 7; 38, 1.10; 15, 7; 30, 16).   21 Torno a decir que...: que «presumir suspender el pensamiento»  es de poca humildad. Lo ha dicho en el n. 4.   22 Que he dicho: en el n. 4.   23 Y es cierto: es redundante la «y». Fray Luis la omite (p. 140).   24 Esto ha poco: hace poco que la autora es consciente de poseer  esa posibilidad de expresar (escribir) sus experiencias profundas.  Testificará su impotencia expresiva en el c. 13, 11-12. En el c.  17, 5 distinguirá las tres etapas de su proceso expresivo-místico:  experimentar, entender, expresar. Cf. c. 30, 4.  25 Este camino de los primeros: el primer grado de oración. «Más  usado»: los que llegan a este primer grado son más que los  iniciados en los grados sucesivos.  CAPÍTULO 13  Prosigue en este primer estado y pone avisos para algunas  tentaciones que el demonio suele poner algunas veces. ­ Da avisos  para ellas. ­ Es muy provechoso.  1. Hame parecido (1) decir algunas tentaciones que he visto que se  tienen a los principios, y algunas tenido yo, y dar algunos avisos  de cosas que me parecen necesarias.  Pues procúrese a los principios andar con alegría y libertad, que  hay algunas personas que parece se les ha de ir la devoción si se  descuidan un poco. Bien es andar con temor de sí para no se fiar  poco ni mucho de ponerse en ocasión donde (2) suele ofender a  Dios, que esto es muy necesario hasta estar ya muy enteros en la  virtud; y no hay muchos que lo puedan estar tanto, que en  ocasiones aparejadas a su natural se puedan descuidar, que  siempre, mientras vivimos, aun por humildad, es bien conocer  nuestra miserable naturaleza. Mas hay muchas cosas adonde se sufre  (3), como he dicho, tomar recreación aun para tornar a la oración  más fuertes. En todo es menester discreción.  2. Tener gran confianza, porque conviene mucho no apocar los  deseos, sino creer de Dios que, si nos esforzamos, poco a poco,  aunque no sea luego, podremos llegar a lo que muchos santos con su  favor; que si ellos nunca se determinaran a desearlo y poco a poco  a ponerlo por obra, no subieran a tan alto estado. Quiere Su  Majestad y es amigo de ánimas animosas (4), como vayan con  humildad y ninguna confianza de sí. Y no he visto a ninguna de  estas que quede baja en este camino; ni ninguna alma cobarde, con  amparo de humildad (5), que en muchos años ande lo que estotros en  muy pocos. Espántame lo mucho que hace en este camino animarse a  grandes cosas; aunque luego no tenga fuerzas el alma, da un vuelo  y llega a mucho, aunque ­como avecita que tiene pelo malo­ cansa y  queda.  3. Otro tiempo traía yo delante muchas veces lo que dice San  Pablo, que todo se puede en Dios (6). En mí bien entendía no podía  nada. Esto me aprovechó mucho, y lo que dice San Agustín: Dame,  Señor, lo que me mandas, y manda lo que quisieres. Pensaba muchas  veces que no había perdido nada San Pedro en arrojarse en la mar,  aunque despues temió. Estas primeras determinaciones son gran  cosa, aunque en este primer estado es menester irse más deteniendo  y atados a la discreción y parecer de maestro; mas han de mirar  que sea tal, que no los enseñe a ser sapos, ni que se contente con  que se muestre el alma a sólo cazar lagartijas (7). ¡Siempre la  humildad delante, para entender que no han de venir estas fuerzas  de las nuestras!  4. Mas es menester entendamos cómo ha de ser esta humildad, porque  creo el demonio hace mucho daño para no ir muy adelante gente que  tiene oración, con hacerlos entender mal de la humildad, haciendo  que nos parezca soberbia tener grandes deseos y querer imitar a  los santos y desear ser mártires. Luego nos dice o hace entender  que las cosas de los santos son para admirar, mas no para hacerlas  los que somos pecadores.  Esto tambien lo digo yo; mas hemos de mirar cuál es de espantar  (8) y cuál de imitar. Porque no sería bien si una persona flaca y  enferma se pusiese en muchos ayunos y penitencias ásperas, yendose  a un desierto adonde ni pudiese dormir ni tuviese que comer, o  casas semejantes. Mas pensar que nos podemos esforzar con el favor  de Dios a tener un gran desprecio de mundo, un no estimar honra,  un no estar atado a la hacienda; que tenemos unos corazones tan  apretados, que parece nos ha de faltar la tierra en queriendonos  descuidar un poco del cuerpo y dar al espíritu; luego parece ayuda  al recogimiento tener muy bien lo que es menester, porque los  cuidados inquietan a la oración.  De esto me pesa a mí, que tengamos tan poca confianza de Dios y  tanto amor propio, que nos inquiete ese cuidado. Y es así que  adonde está tan poco medrado el espíritu como esto, unas naderías  nos dan tan gran trabajo como a otros cosas grandes y de mucho  tomo. ¡Y en nuestro seso presumimos de espirituales!  5. Pareceme ahora a mí esta manera de caminar un querer concertar  cuerpo y alma para no perder acá el descanso y gozar allá de Dios.  Y así será ello si se anda en justicia y vamos asidos a virtud.  Mas es paso de gallina (9). Nunca con el se llegará a la libertad  de espíritu. Manera de proceder muy buena me parece para estado,  de casados, que han de ir conforme a su llamamiento; mas para otro  estado, en ninguna manera deseo tal manera de aprovechar ni me  harán creer es buena, porque la he probado, y siempre me estuviera  así si el Señor por su bondad no me enseñara otro atajo (10).  6. Aunque en esto de deseos siempre los tuve grandes (11), mas  procuraba esto que he dicho: tener oración, mas vivir a mi placer.  Creo si hubiera quien me sacara a volar, más me hubiera puesto en  que estos deseos fueran con obra. Mas hay ­por nuestros pecados­  tan pocos, tan contados, que no tengan discreción demasiada en  este caso, que creo es harta causa para que los que comienzan no  vayan más presto a gran perfección. Porque el Señor nunca falta ni  queda por El; nosotros somos los faltos y miserables.  7. Tambien se pueden imitar los santos en procurar soledad y  silencio y otras muchas virtudes, que no nos matarán estos negros  cuerpos (12) que tan concertadamente se quieren llevar para  desconcertar el alma (13), y el demonio ayuda mucho a hacerlos  inhábiles, cuando ve un poco de temor; no quiere el más para  hacernos entender que todo nos ha de matar y quitar la salud;  hasta tener lágrimas nos hace temer de cegar. He pasado por esto y  por eso lo se; y no se yo que mejor vista ni salud podemos desear  que perderla por tal causa.   Como soy tan enferma, hasta que me determine en no hacer caso del  cuerpo ni de la salud, siempre estuve atada, sin valer nada; y  ahora hago bien poco. Mas como quiso Dios entendiese este ardid  del demonio, y como me ponía delante el perder la salud, decía yo:  «poco va en que me muera»; si el descanso: «no he ya menester  descanso, sino cruz»; así otras cosas. Vi claro que en muy muchas,  aunque yo de hecho soy harto enferma, que era tentación del  demonio o flojedad mía; que despues que no estoy tan mirada y  regalada, tengo mucha más salud.  Así que va mucho a los principios de comenzar oración a no  amilanar los pensamientos, y creanme esto, porque lo tengo por  experiencia. Y para que escarmienten en mí, aun podría aprovechar  decir estas mis faltas.  8. Otra tentación es luego muy ordinaria, que es desear que todos  sean muy espirituales, como comienzan a gustar del sosiego y  ganancia que es. El desearlo no es malo; el procurarlo podría ser  no bueno, si no hay mucha discreción y disimulación en hacerse de  manera que no parezca enseñan; porque quien hubiere de hacer algún  provecho en este caso, es menester que tenga las virtudes muy  fuertes para que no de tentación a los otros.  Acaecióme a mí ­y por eso lo entiendo­ cuando, como he dicho (14),  procuraba que otras tuviesen oración, que, como por una parte me  veían hablar grandes cosas del gran bien que era tener oración, y  por otra parte me veían con gran pobreza de virtudes, tenerla yo  (15) traíalas tentadas y desatinadas; y ¡con harta razón!, que  despues me lo han venido a decir, porque no sabían cómo se podía  compadecer (16) lo uno con lo otro; y era causa de no tener por  malo lo que de suyo lo era, por ver que lo hacía yo algunas veces,  cuando les parecía algo bien de mí.   9. Y esto hace el demonio, que parece se ayuda de las virtudes que  tenemos buenas para autorizar en lo que puede el mal que pretende,  que, por poco que sea, cuando es en una comunidad, debe ganar  mucho; cuánto más que lo que yo hacía malo era muy mucho. Y así,  en muchos años solas tres (17) se aprovecharon de lo que les  decía, y despues que ya el Señor me había dado más fuerzas en la  virtud, se aprovecharon en dos o tres años muchas, como despues  dire (18).  Y, sin esto, hay otro gran inconveniente, que es perder el alma;  (19) porque lo más que hemos de procurar al principio es sólo  tener cuidado de sí sola, y hacer cuenta que no hay en la tierra  sino Dios y ella; y esto es lo que le conviene mucho.  10. Da otra tentación (y todas van con un celo de virtud que es  menester entenderse y andar con cuidado) de pena de los pecados y  faltas que ven en los otros: pone el demonio que es sólo la pena  de querer que no ofendan a Dios y pesarle por su honra, y luego  querrían remediarlo. Inquieta esto tanto, que impide la oración; y  el mayor daño es pensar que es virtud y perfección y gran celo de  Dios.   Dejo las penas que dan pecados públicos ­si los hubiese en  costumbre­ de una congregación, o daños de la Iglesia de estas  herejías, adonde vemos perder tantas almas; que esta es muy buena  (20), y como lo es buena, no inquieta. Pues lo seguro será del  alma que tuviere oración descuidarse de todo y de todos, y tener  cuenta consigo y con contentar a Dios. Esto conviene muy mucho,  porque ¡si hubiese de decir los yerros que he visto suceder fiando  en la buena intención!... (21).  Pues procuremos siempre mirar las virtudes y cosas buenas que  vieremos en los otros, y tapar sus defectos con nuestros grandes  pecados (22). Es una manera de obrar que, aunque luego no se haga  con perfección, se viene a ganar una gran virtud, que es tener a  todos por mejores que nosotros, y comienzase a ganar por aquí con  el favor de Dios, que es menester en todo y, cuando falta,  excusadas son las diligencias, y suplicarle nos de esta virtud,  que con que las hagamos no falta a nadie.  11. Miren tambien este aviso los que discurren mucho con el  entendimiento, sacando muchas cosas de una cosa y muchos  conceptos; que de los que no pueden obrar con el, como yo hacía  (23), no hay que avisar, sino que tengan paciencia, hasta que el  Señor les de en que se ocupen y luz, pues ellos pueden tan poco  por sí, que antes los embaraza su entendimiento que los ayuda.  Pues tornando a los que discurren, digo que no se les vaya todo el  tiempo en esto; porque, aunque es muy meritorio, no les parece  ­como es oración sabrosa­ que ha de haber día de domingo (24), ni  rato que no sea trabajar. Luego les parece es perdido el tiempo, y  tengo yo por muy ganada esta perdida; sino que ­como he dicho­  (25) se representen delante de Cristo, y sin cansancio del  entendimiento se esten hablando y regalando con El, sin cansarse  en componer razones, sino presentar necesidades y la razón que  tiene para no nos sufrir allí: lo uno un tiempo, y lo otro otro,  porque no se canse el alma de comer siempre un manjar. Estos son  muy gustosos y provechosos, si el gusto se usa (26) a comer de  ellos; traen consigo gran sustentamiento para dar vida al alma, y  muchas ganancias.  12. Quierome declarar más, porque estas cosas de oración todas son  dificultosas y, si no se halla maestro, muy malas de entender; y  esto hace que, aunque quisiera abreviar y bastaba para el  entendimiento bueno de quien me mandó (27) escribir estas cosas de  oración sólo tocarlas, mi torpeza no da lugar a decir y dar a  entender en pocas palabras cosa que tanto importa declararla bien;  que como yo pase tanto, he lástima a los que comienzan con solos  libros (28), que es cosa extraña cuán diferentemente se entiende  de lo que despues de experimentado se ve.  Pues tornando a lo que decía (29), ponemonos a pensar un paso de  la Pasión, digamos el de cuando estaba el Señor a la columna: anda  el entendimiento buscando las causas que allí da a entender, los  dolores grandes y pena que Su Majestad tendría en aquella soledad  y otras muchas cosas que, si el entendimiento es obrador, podrá  sacar de aquí. ¡Oh que si es letrado!... (30). Es el modo de  oración en que han de comenzar y demediar y acabar todos, y muy  excelente y seguro camino, hasta que el Señor los lleve a otras  cosas sobrenaturales.   13. Digo «todos», porque hay muchas almas que aprovechan más en  otras meditaciones que en la de la sagrada Pasión; que así como  hay muchas moradas en el cielo (31), hay muchos caminos. Algunas  personas aprovechan considerándose en el infierno, y otras en el  cielo y se afligen en pensar en el infierno, otras en la muerte.  Algunas, si son tiernas de corazón, se fatigan mucho de pensar  siempre en la Pasión, y se regalan y aprovechan en mirar el poder  y grandeza de Dios en las criaturas y el amor que nos tuvo, que en  todas las cosas se representa, y es admirable manera de proceder,  no dejando muchas veces la Pasión y vida de Cristo, que es de  donde nos ha venido y viene todo el bien.  14. Ha menester aviso el que comienza, para mirar en lo que  aprovecha más. Para esto es muy necesario el maestro, si es  experimentado; que si no, mucho puede errar y traer un alma sin  entenderla ni dejarla a sí misma entender; porque, como sabe que  es gran merito estar (32) sujeta a maestro, no osa salir de lo que  le manda. Yo he topado almas acorraladas y afligidas por no tener  experiencia quien las enseñaba, que me hacían lástima, y alguna  que no sabía ya que hacer de sí; porque, no entendiendo el  espíritu, afligen alma y cuerpo, y estorban el aprovechamiento.  Una trató conmigo, que la tenía el maestro atada ocho años había  (33) a que no la dejaba salir de propio conocimiento, y teníala ya  el Señor en oración de quietud, y así pasaba mucho trabajo.  15. Y aunque esto del conocimiento propio jamás se ha de dejar, ni  hay alma, en este camino, tan gigante que no haya menester muchas  veces tornar a ser niño y a mamar (y esto jamás se olvide, quizás  lo dire más veces, porque importa mucho); porque no hay estado de  oración tan subido, que muchas veces no sea necesario tornar al  principio, y en esto de los pecados y conocimiento propio (34), es  el pan con que todos los manjares se han de comer, por delicados  que sean, en este camino de oración, y sin este pan no se podrían  sustentar; mas hase de comer con tasa, que despues que un alma se  ve ya rendida y entiende claro no tiene cosa buena de sí y se ve  avergonzada delante de tan gran Rey y ve lo poco que le paga lo  mucho que le debe, ¿que necesidad hay de gastar el tiempo aquí?,  sino irnos a otras cosas que el Señor pone delante y no es razón  las dejemos, que Su Majestad sabe mejor que nosotros de lo que nos  conviene comer.  16. Así que importa mucho ser el maestro avisado ­digo de buen  entendimiento­ y que tenga experiencia. Si con esto tiene letras,  es grandísimo negocio. Mas si no se pueden hallar estas tres cosas  (35) juntas, las dos primeras importan más; porque letrados pueden  procurar para comunicarse con ellos cuando tuvieren necesidad.  Digo que a los principios, si no tienen oración, aprovechan poco  letras; (36) no digo que no traten con letrados, porque espíritu  que no vaya comenzado en verdad yo más le querría sin oración; y  es gran cosa letras, porque estas nos enseñan a los que poco  sabemos y nos dan luz y, llegados a verdades de la Sagrada  Escritura, hacemos lo que debemos: de devociones a bobas nos libre  Dios.  17. Quierome declarar más, que creo me meto en muchas cosas.  Siempre tuve esta falta de no me saber dar a entender ­como he  dicho­ (37) sino a costa de muchas palabras. Comienza una monja a  tener oración; si un simple la gobierna y se le antoja, harála  entender que es mejor que le obedezca a el que a su superior, y  sin malicia suya, sino pensando acierta; porque si no es de  religión (38), parecerle ha es así. Y si es mujer casada, dirála  que es mejor, cuando ha de entender en su casa, estarse en  oración, aunque descontente a su marido. Así que no sabe ordenar  el tiempo ni las cosas para que vayan conforme a verdad. Por  faltarle a el la luz, no la da a los otros aunque quiere. Y aunque  para esto parece no son menester letras, mi opinión ha sido  siempre y será que cualquier cristiano procure tratar con quien  las tenga buenas, si puede, y mientras más, mejor; y los que van  por camino de oración tienen de esto mayor necesidad, y mientras  más espirituales, más.  18. Y no se engañe con decir que letrados sin oración no son para  quien la tiene. Yo he tratado hartos, porque de unos años acá lo  he más procurado con la mayor necesidad, y siempre fui amiga de  ellos, que aunque algunos no tienen experiencia, no aborrecen al  espíritu ni le ignoran; porque en la Sagrada Escritura que tratan,  siempre hallan la verdad del buen espíritu. Tengo para mí que  persona de oración que trate con letrados, si ella no se quiere  engañar, no la engañará el demonio con ilusiones, porque creo  temen (39) en gran manera las letras humildes y virtuosas, y saben  serán descubiertos y saldrán con perdida.   19. He dicho esto porque hay opiniones (40) de que no son letrados  para gente de oración, si no tienen espíritu. Ya dije es menester  espiritual maestro; mas si este no es letrado, gran inconveniente  es. Y será mucha ayuda tratar con ellos, como sean virtuosos.  Aunque no tenga espíritu, me aprovechará, y Dios le dará a  entender lo que ha de enseñar y aun le hará espiritual para que  nos aproveche. Y esto no lo digo sin haberlo probado y acaecídome  a mí con más de dos. Digo que para rendirse un alma del todo a  estar sujeta a solo un maestro, que yerra mucho en no procurar que  sea tal, si es religioso, pues ha de estar sujeto a su prelado,  que por ventura le faltarán todas tres cosas ­que no será pequeña  cruz­ sin que el de su voluntad (41) sujete su entendimiento a  quien no le tenga bueno. Al menos esto no lo he yo podido acabar  conmigo ni me parece conviene. Pues si es seglar, alabe a Dios que  puede escoger a quien ha de estar sujeto, y no pierda esta tan  virtuosa libertad; antes este sin ninguno hasta hallarle, que el  Señor se le dará, como vaya fundado todo en humildad y con deseo  de acertar. Yo le alabo mucho, y las mujeres y los que no saben  letras le habíamos siempre de dar infinitas gracias, porque haya  quien con tantos trabajos haya alcanzado la verdad que los  ignorantes ignoramos.  20. Espántanme (42) muchas veces letrados, religiosos en especial,  con el trabajo que han ganado lo que sin ninguno, más que  preguntarlo, me aproveche a mí. ¡Y que haya personas que no  quieran aprovecharse de esto! ¡No plega a Dios! Veolos sujetos a  los trabajos de la religión (43), que son grandes, con penitencias  y mal comer, sujetos a la obediencia, que algunas veces me es gran  confusión, cierto; con esto, mal dormir, todo trabajo, todo cruz.  Pareceme sería gran mal que tanto bien ninguno por su culpa lo  pierda. Y podrá ser que pensemos algunos que estamos libres de  estos trabajos, y nos lo dan guisado, como dicen, y viviendo a  nuestro placer, que por tener un poco de más oración nos hemos de  aventajar a tantos trabajos (44).  21. ¡Bendito seáis vos, Señor, que tan inhábil y sin provecho me  hicisteis! Mas aláboos muy mucho, porque despertáis a tantos que  nos despierten. Había de ser muy continua nuestra oración por  estos que nos dan luz. ¿Que seríamos sin ellos entre tan grandes  tempestades como ahora tiene la Iglesia? Si algunos ha habido  ruines (45), más resplandecerán los buenos. Plega al Señor los  tenga de su mano y los ayude para que nos ayuden, amen.  22. Mucho he salido de propósito de lo que comence a decir; mas  todo es propósito para los que comienzan, que comiencen camino tan  alto de manera que vayan puestos en verdadero camino. Pues  tornando a lo que decía (46) de pensar a Cristo a la columna, es  bueno discurrir un rato y pensar las penas que allí tuvo y por que  las tuvo y quien es el que las tuvo y el amor con que las pasó.  Mas que no se canse siempre en andar a buscar esto, sino que se  este allí con El, acallado el entendimiento. Si pudiere, ocuparle  (47) en que mire que le mira, y le acompañe y hable y pida y se  humille y regale con El, y acuerde que no merecía estar allí.  Cuando pudiere hacer esto, aunque sea al principio de comenzar  oración, hallará grande provecho, y hace muchos provechos esta  manera de oración; al menos hallóle mi alma.  No se si acierto a decirlo. Vuestra merced (48) lo verá. Plega al  Señor acierte a contentarle siempre, amen.   NOTAS CAPÍTULO 13  1 Hame parecido conveniente decir.   2 Donde: había escrito de adonde. Corregido en el autógrafo. Fray  Luis ya leyó «donde» (p. 142).  3 Se sufre: se puede, es lícito.   4 Equivale a: «a Dios le gustan las personas decididas». Tesis  reiterada por la autora: cf. C. 41, 8; 23, 4.  5 Con amparo de...: so pretexto, a título de...   6 Se suceden dos citas bíblicas y una de San Agustín: Fil. 4, 13;  Confesiones, 10, 29; Mt. 14, 29-30.   7 Que el maestro de espíritu no les enseñe a ser sapos (= a  caminar lenta y rastreramente) ni a sólo cazar lagartijas (= dar  importancia a minucias insignificantes); cf. además el n. 5.  8 Espantar: admirar.  9 Es paso de gallina: «manera de caminar» a paso lento,  contrapuesta al «volar» del n. 6, y a la rapidez del «atajo» de  este mismo número.   10 Atajo: el de la osada determinación del n. 2. La propondrá  decididamente en Camino cc. 21 y 23. Sobre camino y atajo cf. Vida  22, 11 y Moradas 5, 3, 4.  11 Lo testifica de sí insistentemente: c. 6, 9; 30, 17; Rel. 1ª y  3ª; Conc. 2, 29.  12 Estos negros cuerpos: «negros», como adjetivo descalificador,  equivalente a «malhadados». («Negra vicaria», de las cartas:  «negros puntos de honra» de C. 36, 6; esta negra honra»: C. 36,  4).   13 Concertadamente... desconcertar: es el caminar calculado y poco  osado de que viene hablando. Sobre el ironizará en las Moradas 2,  5-7.   14 Como he dicho en el c. 7, 10 y ss.  15 Tenerla yo: oración.   16 Compadecer: ser compatible, compaginar.  17 Solas tres. Gracián anotó en su ejemplar: «Fueron Ma de San  Pablo, Ana de los Angeles, doña María de Zepeda». Las tres eran  carmelitas de la Encarnación.   18 Alude a los cc. 32-36.  19 Perder el alma: que el alma salga perdiendo. - A continuación:  lo más que hemos de procurar: lo que más hemos de procurar.  20 Que esta (pena) es muy buena.  21 Fray Luis completó el sentido añadiendo: «nunca acabaría» (p.  149).   22 Consigna frecuente en la ascetica teresiana: cf. Moradas 5, 3,  11.  23 Como yo lo hacía: como era mi caso, cuando no podía meditar u  orar discursivamente (c. 4, 7).  24 Día de domingo: pausa de descanso.  25 Como he dicho en el c. 12, 2.  26 Si el gusto se usa: se habitúa o se acostumbra.   27 Cariñoso elogio dirigido, probablemente, a García de Toledo.  28 Cf. su caso, ya referido en el c. 4, 7. Y su exclamación «gran  mal un alma sola» (7, 20 y ss.).  29 En el n. 11, y antes en el c. 12, 2.  30 Otra lectura posible del presente texto: «o que si es letrado»,  en alternativa con el orante de «entendimiento obrador»  («obrador»: activo, pensador). Fray Luis leyó a su modo: «o si es  letrado es el modo...» (p. 151), enmendado en su fe de erratas.  31 Reminiscencia bíblica: Jn 14, 2. Idea germinal de las moradas  de su Castillo interior.   32 Estar: como en otros casos, por lapsus material en el  autógrafo, repitió esa palabra al pasar de línea. Sin  intencionalidad literaria.   33 Ocho años había: hacía ya ocho años.  34 La necesidad de insistir en el propio conocimiento será una de  sus consignas fuertes en las Moradas: 1, 2 título; y 3, c. 2.  35 Tres cosas juntas, requeridas para el buen maestro de espíritu:  que sea «de buen entendimiento», «que tenga experiencia», y  «letras» (= ciencia)... entonces es «grandísimo negocio». - En la  frase siguiente, el sujeto de «pueden» y «tuvieron» no es  «letrados», sino «principiantes» (implícito).   36 Frase oscura: al principiante le sirve poco el maestro  «letrado», si a la vez no es hombre de oración.  37 Como he dicho: en el n. 12, y ya antes en el c. 11, 6.  38 Si no es de religión: si no es religioso.  39 Creo temen: los demonios.   40 Hay opiniones: acerca de si los letrados «no espirituales»  pueden ser directores de «gente de oración». En el n. 18 lo había  enunciado así: «no se engañe con decir que letrados sin oración no  son para quien la tiene». Es un eco de las tensiones entre  «teólogos» y «espirituales» del tiempo de la Santa. Entre los  aludidos figura, probablemente, San Pedro de Alcántara, quien poco  antes (14.4.1562) había escrito a la Santa una carta que  comenzaba: «... cierto que me espante que vuestra merced (= la M.  Teresa) ponía en parecer de letrados lo que no es de su  facultad...; en la perfección de la vida no se ha de tratar sino  con los que la viven...» (BMC, 2, 125-126).  41 De su voluntad: voluntariamente, por propia voluntad.   42 Espántame: me asombro.   43 Religión: equivale a vida religiosa, orden religiosa.   44 El sentido es: «podrá ser que algunos que estamos libres de  estos trabajos..., pensemos que, por tener un poco más de oración,  hemos de aventajar a (los letrados, sujetos a) tantos trabajos».  45 Probable alusión al reciente caso de Agustín Cazalla, capellán  y predicador de Carlos V, castigado en el auto de Valladolid del  24.5.1559. Aludido de nuevo en el c. 16, 7.  46 Lo que decía en los nn. 11-12, antes de la digresión de los nn.  13-21.  47 Ocuparle: ocúpele... y «le acompañe».   48 Vuestra merced: García de Toledo.    CAPÍTULO 14  Comienza a declarar el segundo grado de oración, que es ya dar el  Señor al alma a sentir gustos más particulares. ­ Decláralo para  dar a entender cómo son ya sobrenaturales. ­ Es harto de notar.  1. Pues ya queda dicho con el trabajo que se riega (1) este vergel  y cuán a fuerza de brazos sacando el agua del pozo, digamos ahora  el segundo modo de sacar el agua que el Señor del huerto ordenó  para que con artificio de con un torno y arcaduces sacase el  hortelano más agua y a menos trabajo, y pudiese descansar sin  estar continuo trabajando.  Pues este modo, aplicado a la oración que llaman de quietud (2),  es lo que yo ahora quiero tratar.  2. Aquí se comienza a recoger el alma, toca ya aquí cosa  sobrenatural (3), porque en ninguna manera ella puede ganar  aquello por diligencias que haga. Verdad es que parece que algún  tiempo se ha cansado en andar el torno y trabajar con el  entendimiento y henchídose los arcaduces; mas aquí está el agua  más alto (4) y así se trabaja muy menos que en sacarlo del pozo.  Digo que está más cerca el agua, porque la gracia dase más  claramente a conocer al alma.  Esto es un recogerse las potencias dentro de sí para gozar de  aquel contento con más gusto; mas no se pierden ni se duermen; (5)  sola la voluntad se ocupa de manera que, sin saber cómo, se  cautiva; sólo da consentimiento para que la encarcele Dios, como  quien bien sabe ser cautivo de quien ama (6). ¡Oh Jesús y Señor  mío! ¡que nos vale aquí vuestro amor!, porque este tiene al  nuestro tan atado que no deja libertad para amar en aquel punto a  otra cosa sino a Vos.  3. Las otras dos potencias ayudan a la voluntad para que vaya  haciendose hábil para gozar de tanto bien, puesto que (7) algunas  veces, aun estando unida la voluntad, acaece desayudar harto; mas  entonces no haga caso de ellas, sino estese en su gozo y quietud;  porque, si las quiere recoger, ella y ellas perderán, que son  entonces como unas palomas que no se contentan con el cebo que les  da el dueño del palomar sin trabajarlo ellas, y van a buscar de  comer por otras partes, y hallan tan mal que se tornan; y así van  y vienen a ver si les da la voluntad de lo que goza. Si el Señor  quiere echarles cebo, detienense, y si no, tornan a buscar; y  deben pensar que hacen a la voluntad provecho, y a las veces en  querer la memoria o imaginación representarla lo que goza, la  dañará. Pues tenga aviso de haberse con ellas como dire (8).  4. Pues todo esto que pasa aquí es con grandísimo consuelo y con  tan poco trabajo, que no cansa la oración, aunque dure mucho rato;  porque el entendimiento obra aquí muy paso a paso y saca muy mucha  más agua que no sacaba del pozo (9). Las lágrimas que Dios aquí  da, ya van con gozo; aunque se sienten, no se procuran.  5. Este agua de grandes bienes y mercedes que el Señor da aquí,  hacen crecer las virtudes muy más sin comparación que en la  oración pasada, porque se va ya esta alma subiendo de su miseria y  dásele ya un poco de noticia de los gustos de la gloria. Esto creo  las hace más crecer y tambien llegar más cerca de la verdadera  virtud, de donde todas las virtudes vienen, que es Dios; porque  comienza Su Majestad a comunicarse a esta alma y quiere que sienta  ella cómo se le comunica.  Comienzase luego, en llegando aquí, a perder la codicia de lo de  acá, ¡y pocas gracias! (10) Porque ve claro que un momento de  aquel gusto no se puede haber acá, ni hay riquezas ni señoríos ni  honras ni deleites que basten a dar un cierra ojo y abre (11) de  este contentamiento, porque es verdadero y contento que se ve que  nos contenta. Porque los de acá, por maravilla me parece  entendemos adónde está este contento, porque nunca falta un  «sí­no» (12). Aquí todo es «sí» en aquel tiempo; el «no» viene  despues, por ver que se acabó y que no lo puede tornar a cobrar ni  sabe cómo; porque si se hace pedazos a penitencias y oración y  todas las demás cosas, si el Señor no le quiere dar, aprovecha  poco. Quiere Dios por su grandeza que entienda esta alma que está  Su Majestad tan cerca de ella que ya no ha menester enviarle  mensajeros, sino hablar ella misma con El, y no a voces, porque  está ya tan cerca que en meneando los labios la entiende.  6. Parece impertinente decir esto, pues sabemos que siempre nos  entiende Dios y está con nosotros. En esto no hay que dudar que es  así, mas quiere este Emperador y Señor nuestro que entendamos aquí  que nos entiende, y lo que hace su presencia, y que quiere  particularmente comenzar a obrar en el alma, en la gran  satisfacción interior y exterior que la da, y en la diferencia  que, como he dicho, hay de este deleite y contento a los de acá,  que parece hinche el vacío que por nuestros pecados teníamos hecho  en el alma. Es en lo muy íntimo de ella esta satisfacción, y no  sabe por dónde ni cómo le vino, ni muchas veces sabe que hacer ni  que querer ni que pedir. Todo parece lo halla junto y no sabe lo  que ha hallado, ni aun yo se cómo darlo a entender, porque para  hartas cosas eran menester letras. Porque aquí viniera bien dar  aquí a entender que es auxilio general o particular (13) ­que hay  muchos que lo ignoran­, y cómo este particular quiere el Señor  aquí que casi le vea el alma por vista de ojos (14), como dicen, y  tambien para muchas cosas que irán erradas. Mas, como lo han de  ver personas que entiendan si hay yerro, voy descuidada; porque  así de letras como de espíritu se que lo puedo estar, yendo a  poder de quien va, que entenderán y quitarán lo que fuere mal  (15).  7. Pues querría dar a entender esto, porque son principios, y  cuando el Señor comienza a hacer estas mercedes, la misma alma no  las entiende ni sabe que hacer de sí. Porque, si la lleva Dios por  camino de temor, como hizo a mí, es gran trabajo, si no hay quien  la entienda; y esle gran gusto verse pintada (16), y entonces ve  claro va por allí. Y es gran bien saber lo que ha de hacer, para  ir aprovechando en cualquier estado de estos. Porque he yo pasado  mucho y perdido harto tiempo por no saber que hacer y he gran  lástima a almas que se ven solas cuando llegan aquí; (17) porque  aunque he leído muchos libros espirituales, aunque tocan en lo que  hace al caso, decláranse muy poco, y si no es alma muy ejercitada,  aun declarándose mucho, tendrá harto que hacer en entenderse.  8. Querría mucho el Señor me favoreciese (18) para poner los  efectos que obran en el alma estas cosas, que ya comienzan a ser  sobrenaturales, para que se entienda por los efectos cuándo es  espíritu de Dios. Digo «se entienda», conforme a lo que acá se  puede entender, aunque siempre es bien andemos con temor y recato;  que, aunque sea de Dios, alguna vez podrá transfigurarse el  demonio en ángel de luz (19), y si no es alma muy ejercitada, no  lo entenderá: y tan ejercitada, que para entender esto es menester  llegar muy en la cumbre de la oración.  Ayúdame poco el poco tiempo que tengo, y así ha menester Su  Majestad hacerlo; porque he de andar con la comunidad y con otras  hartas ocupaciones (como estoy en casa que ahora se comienza (20),  como despues se verá), y así es muy sin tener asiento lo que  escribo, sino a pocos a pocos, y esto quisierale (21), porque  cuando el Señor da espíritu, pónese con facilidad y mejor: parece  como quien tiene un dechado delante, que está sacando aquella  labor; (22) mas si el espíritu falta, no hay más concertar este  lenguaje que si fuese algarabía (23), a manera de decir, aunque  hayan muchos años pasado en oración. Y así me parece es grandísima  ventaja, cuando lo escribo estar en ello; (24) porque veo claro no  soy yo quien lo dice, que ni lo ordeno con el entendimiento ni se  despues cómo lo acerte a decir. Esto me acaece muchas veces.   9. Ahora tornemos a nuestra huerta o vergel, y veamos cómo  comienzan estos árboles a empreñarse para florecer y dar despues  fruto, y las flores y claveles lo mismo para dar olor. Regálame  esta comparación, porque muchas veces en mis principios (y plega  al Señor haya yo ahora comenzado a servir a Su Majestad; digo  «principio» de lo que dire de aquí adelante de mi vida) me era  gran deleite considerar ser mi alma un huerto y al Señor que se  paseaba en el. Suplicábale aumentase el olor de las florecitas de  virtudes que comenzaban, a lo que parecía, a querer salir y que  fuese para su gloria y las sustentase, pues yo no quería nada para  mí, y cortase las que quisiese, que ya sabía habían de salir  mejores. Digo «cortar», porque vienen tiempos en el alma que no  hay memoria de este huerto: todo parece está seco y que no ha de  haber agua para sustentarle, ni parece hubo jamás en el alma cosa  de virtud. Pásase mucho trabajo, porque quiere el Señor que le  parezca al pobre hortelano que todo el que ha tenido en  sustentarle y regarle va perdido. Entonces es el verdadero  escardar y quitar de raíz las hierbecillas ­aunque sean pequeñas­  que han quedado malas. Con conocer no hay diligencia que baste si  el agua de la gracia nos quita Dios, y tener en poco nuestra nada,  y aun menos que nada, gánase aquí mucha humildad; tornan de nuevo  a crecer las flores.  10. ¡Oh Señor mío y bien mío! ¡Que no puedo decir esto sin  lágrimas y gran regalo de mi alma! ¡Que queráis Vos, Señor, estar  así con nosotros, y estáis en el Sacramento (25) (que con toda  verdad se puede creer, pues lo es, y con gran verdad podemos hacer  esta comparación), y si no es por nuestra culpa nos podemos gozar  con Vos, y que Vos os holgáis con nosotros, pues decís ser vuestro  deleite estar con los hijos de los hombres! (26) ¡Oh Señor mío!  ¿Que es esto? Siempre que oigo esta palabra me es gran consuelo,  aun cuando era muy perdida. ¿Es posible, Señor, que haya alma que  llegue a que Vos la hagáis mercedes semejantes y regalos, y a  entender que Vos os holgáis con ella, que os torne a ofender  despues de tantos favores y tan grandes muestras del amor que la  teneis, que no se puede dudar, pues se ve clara la obra?  Sí hay, por cierto, y no una vez sino muchas, que soy yo. Y plega  a vuestra bondad, Señor, que sea yo sola la ingrata y la que haya  hecho tan gran maldad y tenido tan excesiva ingratitud: porque aun  ya de ella algún bien ha sacado vuestra infinita bondad; y  mientras mayor mal, más resplandece el gran bien de vuestras  misericordias. ¡Y con cuánta razón las puedo yo para siempre  cantar! (27).  11. Suplícoos yo, Dios mío, sea así y las cante yo sin fin, ya que  habeis tenido por bien de hacerlas tan grandísimas conmigo, que  espantan los que las ven (28) y a mí me saca de mí (29) muchas  veces, para poderos mejor alabar a Vos. Que estando en mí, sin  Vos, no podría, Señor mío, nada, sino tornar a ser cortadas estas  flores de este huerto, de suerte que esta miserable tierra tornase  a servir de muladar como antes. No lo permitáis, Señor, ni queráis  se pierda alma que con tantos trabajos comprasteis y tantas veces  de nuevo la habeis tornado a rescatar y quitar de los dientes del  espantoso dragón.  12. Vuestra merced (30) me perdone, que salgo de propósito; y como  hablo a mi propósito, no se espante, que es como toma el alma lo  que se escribe, que a las veces hace harto de dejar de ir adelante  en alabanzas de Dios, como se le representa, escribiendo, lo mucho  que le debe. Y creo no le hará a vuestra merced mal gusto, porque  entrambos, me parece, podemos cantar una cosa (31), aunque en  diferente manera; porque es mucho más lo que yo debo a Dios,  porque me ha perdonado más (32), como vuestra merced sabe.  NOTAS CAPÍTULO 14  1 En buen orden: «ya queda dicho el trabajo con que...».   2 Oración que llaman de quietud: «que llaman» remite a la  nomenclatura en uso en los libros espirituales leídos por ella,  que comparte esa nomenclatura, sin inventarla. Y sin la intención  críptica que se ha atribuído al texto. En el lugar paralelo de las  Moradas, escribe: «los que yo llamo gustos..., que en otra parte  (= en Vida y en Camino 31) lo he nombrado oración de quietud...»  (M 4, 2, 2).  3 Sobrenatural: en la acepción ya indicada (c. 12 nota 11). Aquí,  la autora misma da su definición a renglón seguido.  4 Está el agua más alto: (más alta en el pozo). «El agua» en  masculino: «sacarlo» (= el agua). Y en el n. 5: «este agua».  5 Las potencias... no se pierden ni se duermen: paso de la  metáfora al sentido místico: «perderse» equivale a «suspenderse».  Las potencias« se pierden» en el cuarto grado de oración, por  ejemplo en el extasis. «Dormirse» las potencias es quedar absortas  o adormecidas; así, en el tercer grado de oración, que «es sueño  de las potencias, que ni del todo se pierden ni entienden cómo  obran» (16, 1). - En cambio aquí, en la oración «de quietud» (2º  grado «no se pierden ni se duermen», es decir, ni se suspenden  (como en el extasis), ni se adormecen; quedan en un cierto sosiego  pasivo (15, nn. 1.6.9): preludio de la pasividad mística.   6 Consentimiento para dejarse encarcelar cautivo del amor: eco de  la poesía amatoria, o quizá de la «Cárcel de amor», de Diego de  San Pedro.   7 Pues que: aunque.  8 Dire: en el n. 7 y en el c. 15 passim.  9 Ese «no» hoy nos resulta redundante: más agua que (la que)  sacaba del pozo, en el primer grado de oración.  10 Pocas gracias: expresión popular, documentada por Covarrubias,  p. 653. El Diccionario de autoridades la explica así: «frase con  que se explica lo que no es digno de agradecimiento, lo que se  hace por obligación». - En el texto teresiano equivale a: «no es  de extrañar que así ocurra». - Aparte el uso popular, la Santa  pudo leer esa expresión en San Juan de Avila. - Otros editores  creen que se trata de un zeugma sintáctico, poco usual en la  Santa: «... perder la codicia de lo de acá y (perder) pocas  gracias (de lo de allá»).  11 Un cierra-ojo-abre: en un cierraojos. Momento breve. La Santa  usa tambien: «No dura más que abrir y cerrar los ojos» (22, 15).  12 Nunca falta un sí-no: similar a nuestra expresión «nunca falta  un pero».  13 Auxilio (aujillo, escribe ella) general o particular: clara  alusión a las dos especies de gracias, discutidas por los teólogos  de su tiempo (Báñez/Molina). Auxilio equivale a gracia. Tambien en  otros pasajes (cf. Moradas 5, 2, 3 y 3, 1, 2 nota marginal de ella  misma). - La frase siguiente: Y tambien serían menester letras  para muchas cosas...» - Todo el pasaje testifica la alta estima  que la Santa profesa a letras y letrados.   14 Por vista de ojos: a las claras. Pero aquí (como en Moradas 7,  1, 6) implica un conocer por experiencia.   15 Nueva alusión a los dos o tres destinatarios de la obra, que  desempeñarán la función de lectores y censores.  16 Verse pintada: verse descrita al vivo.  17 Nueva alusión a la necesidad de maestro, y a la insuficiencia  de las lecturas.  18 querría mucho «que» el Señor me favoreciese...  19 Alusión a 2 Cor. 11, 14, como en M. 5, 1, 1; y M. 6, 3, 16.  20 El Carmelo de San Jose de Avila, fundado el 24.8.1562.   21 Esto quisierale: asiento, es decir, calma y tiempo libre. -  Poco antes: a pocos a pocos: poco a poco, en ratos libres.  22 Aquellabor: escribió ella, por lapsus de pluma, saltando la  duplicación de «la». Fray Luis »sacando de aquel la labor (p.  165). («Labor» es siempre femenino en sus páginas. De ahí nuestra  lectura: «aquella labor»).  23 Algarabía: en la acepción popular de entonces: lengua árabe  hablada por los moriscos e ininteligible a las gentes de Castilla.  - O bien: barullo y confusión. - El sentido es: «si falta el  espíritu (la gracia), es tan difícil hablar este lenguaje (cf. c.  11, nota 13) como hablar algarabía».  24 Cuando lo escribo, estar en ello: estar bajo el efecto de una  gracia mística en el momento de tratar de ella. Dato importante,  como fuente de inspiración de la escritora. Cf. casos concretos:  16, 4.6; 38, 22...  25 Sacramento: eucaristía.   26 Alusión bíblica a Prov. 8, 31. Texto bíblico importante, que  alegará al comenzar su Castillo Interior: 1, 1, 1.  27 Nueva alusión bíblica al salmo 88, 2: «cantare para siempre las  misericordias del Señor», lema que acompañará y orlará los más  antiguos retratos de la Santa por fray Juan de la Miseria.  28 Espantan a los que las ven.  29 A mí me saca de mí: me desatina, me hace perder la razón. En  otros pasajes: me enajena, me pone en extasis (cf. 16, 6; 22, 10;  33, 14).   30 Vuestra merced: el P. García de Toledo.  31 Entrambos podemos cantar una (misma) cosa: los dos, ella y  García de Toledo, pueden cantar el mismo salmo de las  misericordias: se sobreentiende, por las gracias recibidas de  Dios.  32 Alusión al episodio evangelico de María la pecadora: Lc. 7, 47.  CAPÍTULO 15  Prosigue en la misma materia y da algunos avisos de cómo se han de  haber en esta oración de quietud. ­ Trata de cómo hay muchas almas  que lleguen a tener esta oración y pocas que pasen adelante. ­ Son  muy necesarias y provechosas las cosas que aquí se tocan.  1. Ahora tornemos al propósito (1). Esta quietud y recogimiento  (2) del alma es cosa que se siente mucho en la satisfacción y paz  que en ella se pone, con grandísimo contento y sosiego de las  potencias y muy suave deleite. Parecele ­como no ha llegado a más­  que no le queda que desear y que de buena gana diría con San Pedro  que fuese allí su morada (3). No osa bullirse ni menearse, que de  entre las manos le parece se le ha de ir aquel bien; ni resolgar  algunas veces no querría (4). No entiende la pobrecita que, pues  ella por sí no pudo nada para traer a sí aquel bien, que menos  podrá detenerle más de lo que el Señor quisiere.  Ya he dicho que en este primer recogimiento y quietud no faltan  las potencias del alma (5), mas está tan satisfecha con Dios que  mientras aquello dura, aunque las dos potencias se desbaraten (6),  como la voluntad está unida con Dios, no se pierde la quietud y el  sosiego, antes ella poco a poco torna a recoger el entendimiento y  memoria. Porque, aunque ella aún no está de todo punto engolfada,  está tan bien ocupada sin saber cómo, que por mucha diligencia que  ellas pongan, no la pueden quitar su contento y gozo, antes muy  sin trabajo se va ayudando para que esta centellica de amor de  Dios no se apague (7).  2. Plega a Su Majestad me de gracia para que yo de esto a entender  bien, porque hay muchas, muchas almas (8) que llegan a este estado  y pocas las que pasan adelante, y no se quien tiene la culpa. A  buen seguro que no falta Dios, que ya que Su Majestad hace merced  que llegue a este punto, no creo cesará de hacer muchas más, si no  fuese por nuestra culpa. Y va mucho en que el alma que llega aquí  conozca la dignidad grande en que está y la gran merced que le ha  hecho el Señor y cómo de buena razón no había de ser de la tierra,  porque ya parece la hace su bondad vecina del cielo, si no queda  por su culpa; y desventurada será si torna atrás. Yo pienso será  para ir hacia abajo, como yo iba, si la misericordia del Señor no  me tornara. Porque, por la mayor parte, será por graves culpas, a  mi parecer, ni es posible dejar tan gran bien sin gran ceguedad de  mucho mal.  3. Y así ruego yo, por amor del Señor, a las almas a quien Su  Majestad ha hecho tan gran merced de que lleguen a este estado,  que se conozcan y tengan en mucho, con una humilde y santa  presunción para no tornar a las ollas de Egipto (9) Y si por su  flaqueza y maldad y ruin y miserable natural cayeren, como yo  hice, siempre tengan delante el bien que perdieron, y tengan  sospecha y anden con temor (que tienen razón de tenerle) que, si  no tornan a la oración, han de ir de mal en peor. Que esta llamo  yo verdadera caída, la que aborrece el camino por donde ganó tanto  bien, y con estas almas hablo; que no digo que no han de ofender a  Dios y caer en pecados, aunque sería razón se guardase mucho de  ellos quien ha comenzado a recibir estas mercedes, mas somos  miserables. Lo que aviso mucho es que no deje la oración, que allí  entenderá lo que hace y ganará arrepentimiento del Señor y  fortaleza para levantarse; y crea que, si de esta se aparta, que  lleva, a mi parecer, peligro. No se si entiendo lo que digo,  porque ­como he dicho­ (10) juzgo por mí...   4. Es, pues, esta oración una centellica que comienza el Señor a  encender en el alma del verdadero amor suyo, y quiere que el alma  vaya entendiendo que cosa es este amor con regalo, esta quietud y  recogimiento y centellica, si es espíritu de Dios y no gusto dado  del demonio o procurado por nosotros. Aunque a quien tiene  experiencia es imposible no entender luego que no es cosa que se  puede adquirir, sino que este natural nuestro es tan ganoso (11)  de cosas sabrosas que todo lo prueba. Mas quedase muy en frío bien  en breve, porque, por mucho que quiera comenzar a hacer arder el  fuego para alcanzar este gusto, no parece sino que le echa agua  para matarle (12). Pues esta centellica puesta por Dios, por  pequeñita que es, hace mucho ruido, y si no la mata por su culpa,  esta es la que comienza a encender el gran fuego que echa llamas  de sí, como dire en su lugar (13), del grandísimo amor de Dios que  hace Su Majestad tengan las almas perfectas.  5. Es esta centella una señal o prenda que da Dios a esta alma de  que la escoge ya para grandes cosas, si ella se apareja para  recibirlas. Es gran don, mucho más de lo que yo podre decir.  Esme gran lástima, porque ­como digo­ (14) conozco muchas almas  que llegan aquí, y que pasen de aquí como han de pasar, son tan  pocas, que se me hace vergüenza decirlo (15). No digo yo que hay  pocas, que muchas debe haber, que por algo nos sustenta Dios. Digo  lo que he visto. Querríalas mucho avisar que miren no escondan el  talento, pues que parece las quiere Dios escoger para provecho de  otras muchas, en especial en estos tiempos que son menester amigos  fuertes de Dios para sustentar los flacos. Y los que esta merced  conocieren en sí, tenganse por tales (16), si saben responder con  las leyes que aun la buena amistad del mundo pide; y si no ­como  he dicho­ (17), teman y hayan miedo no se hagan a sí mal y ¡plega  a Dios sea a sí solos!  6. Lo que ha de hacer el alma en los tiempos de esta quietud, no  es más de con suavidad y sin ruido. Llamo «ruido» andar con el  entendimiento buscando muchas palabras y consideraciones para dar  gracias de este beneficio y amontonar pecados suyos y faltas para  ver que no lo merece. Todo esto se mueve aquí, y representa el  entendimiento, y bulle la memoria, que cierto estas potencias a mí  me cansan a ratos, que con tener poca memoria no la puedo  sojuzgar. La voluntad, con sosiego y cordura, entienda que no se  negocia bien con Dios a fuerza de brazos, y que estos (18) son  unos leños grandes puestos sin discreción para ahogar esta  centella, y conózcalo y con humildad diga: «Señor, ¿que puedo yo  aquí? ¿Que tiene que ver la sierva con el Señor, y la tierra con  el cielo?», o palabras que se ofrecen aquí de amor, fundada mucho  en conocer que es verdad lo que dice, y no haga caso del  entendimiento, que es un moledor (19). Y si ella le quiere dar  parte de lo que goza, o trabaja por recogerle, que muchas veces se  verá en esta unión de la voluntad y sosiego, y el entendimiento  muy desbaratado (20), y vale más que le deje que no que vaya ella  tras el, digo la voluntad, sino estese ella gozando de aquella  merced y recogida como sabia abeja; porque si ninguna entrase en  la colmena, sino que por traerse unas a otras se fuesen todas, mal  se podría labrar la miel (21).   7. Así que perderá mucho el alma si no tiene aviso en esto; en  especial si es el entendimiento agudo, que cuando comienza a  ordenar pláticas y buscar razones, en tantito (22), si son bien  dichas, pensará hace algo. La razón que aquí ha de haber es  entender claro que no hay ninguna para que Dios nos haga tan gran  merced, sino sola su bondad, y ver que estamos tan cerca, y pedir  a Su Majestad mercedes y rogarle por la Iglesia y por los que se  nos han encomendado y por las ánimas de purgatorio, no con ruido  de palabras, sino con sentimiento de desear que nos oiga. Es  oración que comprende mucho y se alcanza más que por mucho relatar  el entendimiento. Despierte en sí la voluntad algunas razones que  de la misma razón se representarán de verse tan mejorada, para  avivar este amor, y haga algunos actos amorosos de que hará por  quien tanto debe, sin ­como he dicho­ (23) admitir ruido del  entendimiento a que busque grandes cosas. Más hacen aquí al caso  unas pajitas puestas con humildad (y menos serán que pajas, si las  ponemos nosotros) y más le ayudan a encender, que no (24) mucha  leña junta de razones muy doctas, a nuestro parecer, que en un  credo (25) la ahogarán.  Esto es bueno para los letrados que me lo mandan escribir; porque,  por la bondad de Dios, todos llegan aquí, y podrá ser se les vaya  el tiempo en aplicar Escrituras. Y aunque no les dejarán de  aprovechar mucho las letras antes y despues, aquí en estos ratos  de oración poca necesidad hay de ellas, a mi parecer, si no es  para entibiar la voluntad; porque el entendimiento está entonces,  de verse cerca de la luz, con grandísima claridad, que aun yo, con  ser la que soy, parezco otra.  8. Y es así que me ha acaecido estando en esta quietud, con no  entender casi cosa que rece en latín, en especial del Salterio, no  sólo entender el verso en romance, sino pasar adelante en  regalarme de ver lo que el romance quiere decir (26).  Dejemos si hubiesen de predicar o enseñar, que entonces bien es  ayudarse de aquel bien para ayudar a los pobres de poco saber,  como yo, que es gran cosa la caridad y este aprovechar almas  siempre, yendo desnudamente por Dios.  Así que en estos tiempos de quietud, dejar (27) descansar el alma  con su descanso. Quedense las letras a un cabo. Tiempo vendrá que  aprovechen al Señor y las tengan en tanto, que por ningún tesoro  quisieran haberlas dejado de saber, sólo para servir a Su  Majestad, porque ayudan mucho. Mas delante de la Sabiduría  infinita, creanme que vale más un poco de estudio de humildad y un  acto de ella, que toda la ciencia del mundo. Aquí no hay que  argüir (28), sino que conocer lo que somos con llaneza, y con  simpleza representarnos delante de Dios, que quiere se haga el  alma boba, como a la verdad lo es delante de su presencia, pues Su  Majestad se humilla (29) tanto que la sufre cabe sí siendo  nosotros lo que somos.  9. Tambien se mueve el entendimiento a dar gracias muy compuestas;  mas la voluntad, con sosiego, con un no osar alzar los ojos con el  publicano (30), hace más hacimiento de gracias que cuanto el  entendimiento, con trastornar la retórica, por ventura puede  hacer. En fin, aquí no se ha de dejar del todo la oración mental  (31) ni algunas palabras aun vocales, si quisieren alguna vez o  pudieren; porque, si la quietud es grande, puedese mal hablar, si  no es con mucha pena.   Sientese, a mi parecer, cuándo es espíritu de Dios, o procurado de  nosotros con comienzo de devoción que da Dios y queremos ­como he  dicho­ (32) pasar nosotros a esta quietud de la voluntad: no hace  efecto ninguno, acábase presto, deja sequedad.  10. Si es del demonio, alma ejercitada pareceme lo entenderá;  porque deja inquietud y poca humildad y poco aparejo para los  efectos que hace el de Dios. No deja luz en el entendimiento ni  firmeza en la verdad. Puede (33) hacer aquí poco daño o ninguno,  si el alma endereza su deleite y suavidad, que allí siente, a  Dios, y poner en El sus pensamientos y deseos, como queda avisado;  no puede ganar nada el demonio, antes permitirá Dios que con el  mismo deleite que causa en el alma pierda mucho; porque este  ayudará a que el alma, como piense que es Dios, venga muchas veces  a la oración con codicia de El; y si es alma humilde y no curiosa  ni interesal de deleites, aunque sean espirituales, sino amiga de  cruz, hará poco caso del gusto que da el demonio; lo que no podrá  así hacer si es espíritu de Dios, sino tenerlo en muy mucho. Mas  cosa que pone el demonio, como el es todo mentira (34), con ver  que el alma con el gusto y deleite se humilla (que en esto ha de  tener mucho: en todas las cosas de oración y gustos procurar salir  humilde), no tornará muchas veces el demonio, viendo su perdida.  11. Por esto y por otras muchas cosas, avise yo en el primer modo  de oración, en la primera agua (35), que es gran negoción comenzar  las almas oración comenzándose a desasir de todo genero de  contentos, y entrar determinadas a sólo ayudar a llevar la cruz a  Cristo, como buenos caballeros que sin sueldo quieren servir a su  rey, pues le tienen bien seguro. Los ojos en el verdadero y  perpetuo reino que pretendemos ganar. Es muy gran cosa traer esto  siempre delante, en especial en los principios; que despues tanto  se ve claro (36), que antes es menester olvidarlo para vivir, que  procurarlo: traer a la memoria lo poco que dura todo y cómo no es  todo nada y en lo nonada que se ha de estimar el descanso.  12. Parece que esto es cosa muy baja, y así es verdad, que los que  están adelante en más perfección tendrían por afrenta y entre sí  se correrían (37) si pensasen que porque se han de acabar los  bienes de este mundo los dejan, sino que, aunque durasen para  siempre, se alegran de dejarlos por Dios. Y mientras más perfectos  fueren, más; y mientras más duraren, más. Aquí en estos está ya  crecido el amor, y el es el que obra. Mas a los que comienzan  esles cosa importantísima, y no lo tengan por bajo, que es gran  bien el que se gana, y por eso lo aviso tanto; que les será  menester, aun a los muy encumbrados en oración, algunos tiempos  que los quiere Dios probar, y parece que Su Majestad los deja.  Que, como ya he dicho (38) y no querría esto se olvidase, en esta  vida que vivimos no crece el alma como el cuerpo, aunque decimos  que sí, y de verdad crece. Mas un niño, despues que crece y echa  gran cuerpo y ya le tiene de hombre, no torna a descrecer y a  tener pequeño cuerpo; acá quiere el Señor que sí, a lo que yo he  visto por mí, que no lo se por más (39). Debe ser por humillarnos  para nuestro gran bien y para que no nos descuidemos mientras  estuvieremos en este destierro, pues el que más alto estuviere,  más se ha de temer y fiar menos de sí. Vienen veces que es  menester, para librarse de ofender a Dios estos que ya están tan  puesta su voluntad en la suya, que por no hacer una imperfección  se dejarían atormentar y pasarían mil muertes, que para no hacer  pecados ­según se ven combatidos de tentaciones y persecuciones­  sea menester aprovecharse de las primeras armas de la oración y  tornen a pensar que todo se acaba y que hay cielo e infierno y  otras cosas de esta suerte.  13. Pues tornando a lo que decía (40), gran fundamento es, para  librarse de los ardides y gustos que da el demonio, el comenzar  con determinación de llevar camino de cruz desde el principio y no  los desear, pues el mismo Señor mostró ese camino de perfección  diciendo: Toma tu cruz y sígueme (41). El es nuestro dechado; no  hay que temer quien por sólo contentarle siguiere sus consejos.  14. En el aprovechamiento que vieren en sí entenderán que no es  demonio; que, aunque tornen a caer, queda una señal de que estuvo  allí el Señor, que es levantarse presto, y estas que ahora dire:  ­cuando es espíritu de Dios, no es menester andar rastreando cosas  para sacar humildad y confusión, porque el mismo Señor la da de  manera bien diferente de la que nosotros podemos ganar con  nuestras consideracioncillas, que no son nada en comparación de  una verdadera humildad con luz que enseña aquí el Señor, que hace  una confusión que hace deshacer (42). Esto es cosa muy conocida,  el conocimiento que da Dios para que conozcamos que ningún bien  tenemos de nosotros, y mientras mayores mercedes, más.   ­Pone un gran deseo de ir adelante en la oración y no la dejar por  ninguna cosa de trabajo que le pudiese suceder.   ­A todo se ofrece.   ­Una seguridad, con humildad y temor, de que ha de salvarse.   ­Echa luego el temor servil del alma y pónele el fiel temor muy  más crecido.   ­Ve que se le comienza un amor con Dios muy sin interes suyo.   ­Desea ratos de soledad para gozar más de aquel bien.   15. ­ En fin, por no me cansar, es un principio de todos los  bienes, un estar ya las flores en termino que no les falta casi  nada para brotar. Y esto verá muy claro el alma, y en ninguna  manera por entonces se podrá determinar a que no estuvo Dios con  ella, hasta que se torna a ver con quiebras e imperfecciones, que  entonces todo lo teme. Y es bien que tema. Aunque almas hay que  les aprovecha más creer cierto que es Dios, que todos los temores  que la puedan poner; porque, si de suyo es amorosa y agradecida,  más la hace tornar a Dios la memoria de la merced que la hizo, que  todos los castigos del infierno que la representen. Al menos la  mía, aunque tan ruin, esto me acaecía.  16. Porque las señales del buen espíritu se irán diciendo, mas  como a quien le cuestan muchos trabajos sacarlas en limpio, no las  digo ahora aquí. Creo, con el favor de Dios, en esto atinare algo;  porque, dejado la experiencia en que he mucho entendido, selo de  algunos letrados muy letrados y personas muy santas, a quien es  razón se de credito, y no anden las almas tan fatigadas, cuando  llegaren aquí por la bondad del Señor, como yo he andado.   NOTAS CAPÍTULO 15  1 Cf. 14, 12, en que reconoce haber «salido de propósito»,  introduciendo lo «autobiográfico» en la exposición doctrinal:  ahora reanuda el tema del 2º grado de oración.   2 Quietud y recogimiento: en este mismo número escribirá «este  primer recogimiento y quietud». Ambos terminos designan el 2º  grado de oración (= ingreso en la oración mística). En el Castillo  Interior distinguirá el «recogimiento» místico (M. 4, c. 3), de la  quietud mística (M. 4, c. 1). En cambio, en Camino hablará de  «recogimiento/recogerse» en acepción no-mística: C. 28. Evidentes  oscilaciones del lexico teresiano.   3 Alusión al episodio evangelico de Mt. 17, 4.  4 Resolgar: resollar, respirar. Sigue una doble negación, que  refuerza la negativa.  5 No faltan las potencias, es decir, «ni se pierden ni se duermen,  como ha dicho en el c. 14, n. 2: cf. nota 5.  6 Disbaraten, escribe la Santa (= disparaten): se desordenen,  salgan de razón (cf. 4, 9; 18, 3).  7 Centellica de amor: imagen frecuente en la mística occidental  («scintilla animae»), tambien frecuente en la Santa (29, 11; 39,  23; Moradas 6, 1, 11; 6, 2, 4; 6, 3, 8; 6, 4, 3; 6, 7, 11; y en C.  28, 8). A veces, «saeta de fuego»: V. 39, 10; M. 6, 11, 2; R. 5,  17).   8 Muchas muchas almas: repetición intensiva. Su afirmación de las  muchas que llegan y las pocas personas que pasan adelante, se  reitera en el lugar paralelo de Moradas 5, 1, 1-2.  9 Alusión bíblica: Ex. 16, 3.  10 Lo ha dicho en los nn. 2-3. Su «aviso» reiterado de no  abandonar la oración: 8, 5. - Los suspensivos son de la autora.  11 Este natural nuestro tan ganoso: nuestra índole o naturaleza,  tan deseosa de... (cf. 3, 3: «ganoso el Señor»).   12 De nuevo los suspensivos son de la autora, que deja pendiente  el sentido, para reanudar el tema de la centellica. Fray Luis (p.  172) introdujo un largo parentesis, desde «aunque a quien», hasta  «matarle».  13 Lo dirá en el c. 18, 2; 29, 10; 32, 2-3.  14 Alude a lo dicho en el n. 2.  15 Cf. M. 5, 1, 2.  16 Tenganse por tales, es decir, por «amigos fuertes de Dios». -  Poco antes: «no escondan el talento», alusión a la parábola  evangelica de los talentos (Mt. 25, 25...).  17 Lo ha dicho en el n. 3.  18 Estos: los brazos, es decir, el bracear de nuestros  razonamientos, identificados aquí con «leños grandes» que ahogan  el fuego de la «centellica», es decir, el amor infuso de la  voluntad. Imagen ampliada en el n. 7.  19 El entendimiento... es un moledor: «moledor se llama al necio  que cansa o fatiga a otro con pesadez» (Dicc. de Autoridades).  «Tarabilla de molino», llamará al pensamiento en M. 6, 1, 13.  20 Disbaratado, escribe la Santa (= disparatado): cf. nota 6.  21 La imagen de la abeja y la miel aparece en Camino, 28, 7 y  Moradas, 1, 2, 8.  22 En tantito: muy en breve, o en muy poca cosa (como en 35, 14:  «tantico»).  23 En el n. 6.  24 No: redundante.  25 En un credo la ahogarán: en breve tiempo, apagarán «la  centellica» de amor.   26 Santa Teresa no sabía latín, si bien a veces comprendía el  significado del Salterio que ella rezaba diariamente en latín. -  Entender versos en romance: entender el significado castellano de  los versículos (latinos) de los salmos.  27 Dejar descansar: deje (imperativo) descansar.  28 Argüir: razonar. El termino contiene una alusión al modo de  razonar típico de aquellos letrados. «Argüir» se decía  tecnicamente de la parte de la «disputa pública» en que el  objetante oponía dificultades a la tesis del ponente, incluso  «aplicando Escrituras» (n. 7).  29 Se humilla: Báñez (?) tachó «humilla» y escribió «humana». Fray  Luis (p. 177) trascribió «humilla». Es bíblico ese concepto: San  Pablo escribe que Jesus «se humilló...» (Fil. 2, 8).  30 Alusión a Lc 18, 13.   31 Oración mental discursiva; es decir, la del primer grado (c.  11...).  32 O sea: cuándo es espíritu de Dios, y cuándo es cosa procurada  por nosotros. - Como he dicho: en el n. 4.  33 Puede el demonio.  34 El es todo mentira: eco de la palabra de Jesús en Jn 8, 44.  35 Cf. c. 11, nn. 12-16 y c. 12, n. 3.  36 Tan claro se ve. - A continuación: cómo no es todo nada: doble  negación. Equivale a «la verdad de cuando niña, de que no era todo  nada» (3, 5), - Nonada: «cosa de poco momento» (Cobarruvias).   37 Se correrían: se avergonzarían.   38 En el c. 13, n. 15.  39 Por más: por otros, o por ninguno más.   40 Lo que decía: en el n. 11. - A continuación, no los desear: no  desear «gustos».  41 Mt. 16, 24.  42 Hace deshacer: induce a confusión hasta el anonadamiento. - La  Santa usa frecuentemente el verbo «deshacer» en el sentido de  anhelar intensamente, morirse de ganas por una cosa: «toda me  deshago» (38, 16); «ímpetu grande de deshacerme por Dios» (33,  15), «¿que hace quien no se deshace toda por Vos?» (39, 6).  CAPÍTULO 16  Trata tercer grado de oración, y va declarando cosas muy subidas,  y lo que puede el alma que llega aquí, y los efectos que hacen  estas mercedes tan grandes del Señor. ­ Es muy para levantar el  espíritu en alabanzas de Dios y para gran consuelo de quien  llegare aquí.   1. Vengamos ahora a hablar de la tercera agua con que se riega  esta huerta, que es agua corriente de río o de fuente, que se  riega muy a menos trabajo, aunque alguno da el encaminar el agua.  Quiere el Señor aquí ayudar al hortelano de manera que casi El es  el hortelano y el que lo hace todo.  Es un sueño de las potencias, que ni del todo se pierden ni  entienden cómo obran (1). El gusto y suavidad y deleite es más sin  comparación que lo pasado; es que da el agua a la garganta, a esta  alma, de la gracia (2), que no puede ya ir adelante, ni sabe cómo,  ni tornar atrás. Querría gozar de grandísima gloria. Es como uno  que está, la candela en la mano (3), que le falta poco para morir  muerte que la desea; está gozando en aquella agonía con el mayor  deleite que se puede decir. No me parece que es otra cosa sino un  morir casi del todo a todas las cosas del mundo y estar gozando de  Dios (4).  Yo no se otros terminos cómo lo decir ni cómo lo declarar, ni  entonces sabe el alma que hacer; porque ni sabe si hable ni si  calle, ni si ría (5), ni si llore. Es un glorioso desatino, una  celestial locura, adonde se deprende la verdadera sabiduría, y es  deleitosísima manera de gozar el alma.  2. Y es así que ha que me dio el Señor en abundancia esta oración  creo cinco y aun seis años (6), muchas veces, y que ni yo la  entendía ni la supiera decir; y así tenía por mí, llegada aquí,  decir muy poco o nonada. Bien entendía que no era del todo unión  de todas las potencias y que era más que la pasada, muy claro; mas  yo confieso que no podía determinar ni entender cómo era esta  diferencia.  Creo por la humildad que vuestra merced (7) ha tenido en quererse  ayudar de una simpleza tan grande como la mía, me dio el Señor  hoy, acabando de comulgar, esta oración, sin poder ir adelante, y  me puso estas comparaciones y enseñó la manera de decirlo y lo que  ha de hacer aquí el alma; que, cierto, yo me espante y entendí en  un punto.   Muchas veces estaba así como desatinada y embriagada en este amor  (8), y jamás había podido entender cómo era. Bien entendía que era  Dios, mas no podía entender cómo obraba aquí; porque en hecho de  verdad están casi del todo unidas las potencias (9), mas no tan  engolfadas que no obren. Gustado he en extremo de haberlo ahora  entendido. ¡Bendito sea el Señor, que así me ha regalado!   3. Sólo tienen habilidad las potencias para ocuparse todas en  Dios. No parece se osa bullir ninguna ni la podemos hacer menear,  si con mucho estudio (10) no quisieramos divertirnos, y aun no me  parece que del todo se podría entonces hacer. Háblanse aquí muchas  palabras en alabanzas de Dios sin concierto, si el mismo Señor no  las concierta. Al menos el entendimiento no vale aquí nada.  Querría dar voces en alabanzas el alma, y está que no cabe en sí;  un desasosiego sabroso. Ya ya se abren las flores, ya comienzan a  dar olor. Aquí querría el alma que todos la viesen y entendiesen  su gloria para alabanzas de Dios, y que la ayudasen a ella, y  darles parte de su gozo, porque no puede tanto gozar. Pareceme que  es como la que dice el Evangelio que quería llamar o llamaba a sus  vecinas (11). Esto me parece debía sentir el admirable espíritu  del real profeta David, cuando tañía y cantaba con el arpa en  alabanzas de Dios (12). De este glorioso Rey soy yo muy devota y  querría todos lo fuesen, en especial los que somos pecadores.  4. ¡Oh, válgame Dios! ¡Cuál está un alma cuando está así! Toda  ella querría fuese lenguas para alabar al Señor. Dice mil  desatinos santos, atinando siempre a contentar a quien la tiene  así. Yo se persona (13) que, con no ser poeta, que le acaecía  hacer de presto coplas muy sentidas declarando su pena bien, no  hechas de su entendimiento, sino que, para más gozar la gloria que  tan sabrosa pena le daba, se quejaba de ella a su Dios. Todo su  cuerpo y alma querría se despedazase para mostrar el gozo que con  esta pena siente. ¿Que se le pondrá entonces delante de tormentos,  que no le fuese sabroso pasarlos por su Señor? Ve claro que no  hacían nada (14) los mártires de su parte en pasar tormentos,  porque conoce bien el alma viene de otra parte la fortaleza. Mas  ¿que sentirá de tornar a tener seso para vivir en el mundo, y de  haber de tornar a los cuidados y cumplimientos de el?   Pues no me parece he encarecido cosa que no quede baja en este  modo de gozo que el Señor quiere en este destierro que goce un  alma. ¡Bendito seáis por siempre, Señor! ¡Alaben os todas las  cosas por siempre! ¡Quered ahora, Rey mío, suplícooslo yo, que,  pues cuando esto escribo (15), no estoy fuera de esta santa locura  celestial por vuestra bondad y misericordia ­que tan sin meritos  míos me haceis esta merced­, que o esten todos los que yo tratare  locos de vuestro amor, o permitáis que no trate yo con nadie, u  ordenad, Señor, cómo no tenga ya cuenta en cosa del mundo o me  sacad de el! ¡No puede ya, Dios mío, esta vuestra sierva sufrir  tantos trabajos como de verse sin Vos le vienen, que si ha de  vivir, no quiere descanso en esta vida, ni se le deis Vos! Querría  ya esta alma verse libre: el comer la mata; el dormir la congoja;  ve que se le pasa el tiempo de la vida pasar en regalos, y que  nada ya la puede regalar fuera de Vos; (16) que parece vive contra  natura, pues ya no querría vivir en sí sino en Vos (17).    5. ¡Oh verdadero Señor y gloria mía! ¡Que delgada y pesadísima  cruz teneis aparejada a los que llegan a este estado! Delgada,  porque es suave; pesada, porque vienen veces que no hay  sufrimiento que la sufra, y no se querría jamás ver libre de ella,  si no fuese para verse ya con Vos. Cuando se acuerda que no os ha  servido en nada, y que viviendo (18) os puede servir, querría  cargarse muy más pesada y nunca hasta el fin del mundo morirse. No  tiene en nada su descanso, a trueco de haceros un pequeño  servicio. No sabe que desee, mas bien entiende que no desea otra  cosa sino a Vos.  6. ¡Oh hijo mío! (19) (que es tan humilde, que así se quiere  nombrar a quien va esto dirigido y me lo mandó escribir), sea sólo  para vos algunas cosas de las que viere vuestra merced salgo de  terminos; (20) porque no hay razón que baste a no me sacar de  ella, cuando me saca el Señor de mí, ni creo soy yo la que hablo  desde esta mañana que comulgue. Parece que sueño lo que veo (21) y  no querría ver sino enfermos de este mal que estoy yo ahora.  Suplico a vuestra merced seamos todos locos por amor de quien por  nosotros se lo llamaron. Pues dice vuestra merced que me quiere,  en disponerse para que Dios le haga esta merced quiero que me lo  muestre, porque veo muy pocos que no los vea con seso demasiado  para lo que les cumple. Ya puede ser que tenga yo más que todos.  No me lo consienta vuestra merced, Padre mío, pues tambien lo es  como hijo (22), pues es mi confesor y a quien he fiado mi alma.  Desengáñeme con verdad, que se usan muy poco estas verdades.  7. Este concierto querría hiciesemos los cinco (23) que al  presente nos amamos en Cristo, que como otros en estos tiempos se  juntaban en secreto para contra Su Majestad (24) y ordenar  maldades y herejías, procurásemos juntarnos alguna vez para  desengañar unos a otros, y decir en lo que podríamos enmendarnos y  contentar más a Dios; que no hay quien tan bien se conozca a sí  como conocen los que nos miran, si es con amor y cuidado de  aprovecharnos.   Digo «en secreto» (25), porque no se usa ya este lenguaje. Hasta  los predicadores van ordenando sus sermones para no descontentar  (26). Buena intención tendrán y la obra lo será; mas ¡así se  enmiendan pocos! Mas ¿cómo no son muchos los que por los sermones  dejan los vicios públicos? ¿Sabe que me parece? Porque tienen  mucho seso los que los predican. No están sin el, con el gran  fuego de amor de Dios, como lo estaban los Apóstoles, y así  calienta poco esta llama. No digo yo sea tanta como ellos tenían,  mas querría que fuese más de lo que veo. ¿Sabe vuestra merced en  que debe ir mucho? En tener ya aborrecida la vida y en poca estima  la honra; que no se les daba más ­a trueco de decir una verdad y  sustentarla para gloria de Dios­ perderlo todo, que ganarlo todo;  que a quien de veras lo tiene todo arriscado (27) por Dios,  igualmente lleva lo uno que lo otro. No digo yo que soy esta, mas  querríalo ser.  8. ¡Oh gran libertad, tener por cautiverio haber de vivir (28) y  tratar conforme a las leyes del mundo!, que como esta se alcance  del Señor, no hay esclavo que no lo arrisque todo por rescatarse y  tornar a su tierra. Y pues este es el verdadero camino, no hay que  parar en el, que nunca acabaremos de ganar tan gran tesoro, hasta  que se nos acabe la vida. El Señor nos de para esto su favor.  Rompa vuestra merced esto que he dicho, si le pareciere, y tómelo  por carta para sí, y perdóneme, que he estado muy atrevida (29).  NOTAS CAPÍTULO 16  A este tercer grado de oración le dedica los cc. 16-17.   -Volverá a tratarlo muy de pasada en el lugar paralelo de Moradas  4, 3, 11; Rel 5, 5; Conc. 4, 4; Fund. 6, 1.  1 Terminos tecnicos: «sueño de las potencias», para designar un  grado de oración «pre-extática», en el que las potencias «no se  pierden del todo» (como en el extasis). - «Cómo obran»: cf. c. 10,  1.  2 En orden: «da el agua de la gracia a la garganta de esta alma».  3 «Con» la candela, corrigió uno de los censores. Fray Luis  admitió la corrección (p. 184). La Santa alude al uso de su tiempo  en el modo de administrar la Unción de los enfermos.  4 Un morir... y estar gozando: recurso a la paradoja para expresar  la experiencia mística. Aquí mismo: «gozar aquella agonía». -  Recurso expresivo que abunda en todo el capítulo: «desasosiego  sabroso» (3), «dice mil desatinos... atinando» (4), «tan sabrosa  pena» (4), «tormentos... sabrosos» (4), «santa locura celestial»  (4), «delgada y pesadísima cruz» (5) ...  5 Se ría, escribió la Santa por lapsus de pluma. Leemos como fray  Luis (p. 184).   6 Serían sus experiencias de oración en los años 1559/1560.  7 Sigue aludiendo al P. García de Toledo. Como en el n. 6 y al  final del capítulo. Aquí aparece no tanto como mandante censor,  sino como discípulo necesitado de ayuda.  8 Como desatinada y embriagada en amor: tres imágenes de origen  psicológico utilizadas en el capítulo, son: el sueño, la  embriaguez, la locura de amor. Dentro de esta última, el  «desatino». En los Conceptos (4, 3-4) dirá: «borrachez divina»,  «sueño y embriaguez celestial (en que) queda como cosa espantada y  embobada y con un santo desatino». - En ambos pasajes (de Vida y  de Conc.) el «como» («como desatinada», «como cosa espantada») no  tiene función críptica, sino comparativa o aproximativa.   9 Unidas las potencias: «unidas» en su acepción tecnica: en unión  mística con Dios o con el objeto amado o contemplado.  10 Con mucho estudio: esfuerzo, trabajo.  11 Alude a la parábola de la moneda perdida: Lc. 15, 9.  12 Libro 2 de los Reyes 6, 14. - En el calendario litúrgico de los  Carmelitas, aprobado por el capítulo general de 1564, la  festividad del Rey David figura el 29 de diciembre. - En la lista  de Santos preferidos «que ella traía escrita», figura «el Rey  David» (Ribera, p. 425). - En su breviario, la fiesta de San  David, rey y profeta, figuraba el 30 de diciembre.   13 Yo se persona (conozco una persona): Ella misma. Expresión que  utilizará numerosas veces en las Moradas para mantener el  anonimato (M. 1, 2, 2...). La frase parece un remedo de la usada  por San Pablo (2 Cor 12, 2) para contar su rapto «al tercer  cielo». - Para esas fechas (1565), ya la Santa había compuesto al  menos el poema «Oh hermosura que excedeis» (carta a Lorenzo de  Cepeda, del 2.1.1577).  14 «Casi» nada: corrigió Báñez en el autógrafo, por escrúpulo  teológico. Fray Luis no lo siguió (p. 186).  15 Cuando esto escribo: escribe bajo los efectos de la gracia  mística recibida esa misma mañana (cf. n. 6). - Es su mejor  recurso literario ante lo inefable del tema místico. Recuerdese lo  dicho en el c. 14, n. 8, nota 24.  16 Fuera de: a excepción de.  17 Vive contra natura: expresión escolástica equivalente a «contra  la inclinación natural». - No vivir en sí sino en Vos:  reminiscencia del pasaje de San Pablo: «vivo yo, mas no yo...»  (Gal. 2, 20). Ya lo ha testificado de sí misma en el c. 6, 9. -  Tema místico que celebrará en su poema «Vivo sin vivir en mí» (1ª  estrofa).  18 Viendo, escribió la Santa. Parece un claro lapsus (por  haplografía). Así lo entendió fray Luis (p. 188). La lectura  «viendo» tiene difícil sentido. - Sigue: cargarse muy más pesada  cruz.  19 Oh hijo mío: se dirige al P. García de Toledo. Esta frase fue  retocada en el autógrafo, y casi toda la siguiente borrada, de  suerte que se leyese: «Oh Padre mío, a quien esto va dirigido»,  omitiendo «que es tan humilde, que así se quiere nombrar (hijo)».  Autora de la enmienda parece ser la misma Santa, que borrará otra  expresión similar al fin de este n. 6. - Fray Luis prefirió en  ambos casos el texto primitivo) pp. 188-189).   20 Salgo de terminos: como «salir de propósito» (cf. 13, 22), pero  implicando el «salir de razón» de la frase siguiente: «cuando el  Señor me saca de mí / y de razón».   21 Sueño lo que veo»: nótese la relación con el tema del capítulo,  «sueño de potencias». Volverá a testificar esa su situación  psicológica y espiritual en el c. final: «hame dado una manera de  sueño en la vida, que casi siempre me parece estoy soñando lo que  veo» (40, 22; y c. 38, 7).  22 Tambien lo es como hijo: tachadas por la mima Santa. Cf. nota  19.  23 Los cinco que al presente nos amamos en Cristo: es el grupo de  íntimos de esas fechas: 1562-1565. Lo forman: García de Toledo, F.  de Salcedo, D. Báñez... y quizás P. Ibáñez (aún en vida), el  maestro Daza y Doña Guiomar de Ulloa.  24 En estos tiempos se juntaban en secreto contra S.M: probable  alusión a Agustín Cazalla y sus adeptos, sospechosos de herejía,  condenados en el auto de fe del 24.5.1559. (Cf. el testimonio de  Ana de Jesús en los procesos de la Santa: BMC, t. 18, p. 471-472).  25 Digo «en secreto»: pequeña confusión de la Santa. «En secreto»,  ha dicho que se reunían otros «para maldades». No «los cinco».  26 Al margen apostilló Báñez con cierta ironía: «legant  praedicatores».  27 Arriscado: arriesgado. Lo usará de nuevo en el n. siguiente.  28 Cautiverio... vivir: la «vida-cárcel», es tema que reaparecerá  en el poema «Vivo sin vivir en mí». Cf. Vida, 20, 25; 21, 6: «el  cautiverio que traemos en los cuerpos»; y Exc. 17, 3.  29 Esa breve conclusión del capítulo subraya el carácter de  ciertos pasajes del libro, escritos a modo de carta reservada para  el principal destinatario, P. García de Toledo: cf. 10, 8. A el  dirige la encomienda de «quemar» o romper las páginas  inconvenientes (ib., y 40, 23).   CAPÍTULO 17  Prosigue en la misma materia de declarar este tercer grado de  oración. ­ Acaba de declarar los efectos que hace. ­ Dice el daño  (1) que aquí hace la imaginación y memoria.  1. Razonablemente está dicho de este modo de oración y lo que ha  de hacer el alma o, por mejor decir, hace Dios en ella, que es el  que toma ya el oficio de hortelano y quiere que ella huelgue. Sólo  consiente la voluntad en aquellas mercedes que goza. Y se ha de  ofrecer a todo lo que en ella quisiere hacer la verdadera  sabiduría, porque es menester ánimo, cierto. Porque es tanto el  gozo, que parece algunas veces no queda un punto para acabar el  ánima de salir de este cuerpo. ¡Y que venturosa muerte sería!  2. Aquí me parece viene bien, como a vuestra merced se dijo (2),  dejarse del todo en los brazos de Dios. Si quiere llevarla al  cielo, vaya; si al infierno, no tiene pena, como vaya con su Bien;  si acabar del todo la vida, eso quiere; si que viva mil años,  tambien. Haga Su Majestad como de cosa propia; ya no es suya el  alma de sí misma; dada está del todo al Señor; descuídese del  todo.  Digo que en tan alta oración como esta, que cuando la da Dios al  alma puede hacer todo esto. Y mucho más que estos son sus efectos.  Y entiende que lo hace sin ningún cansancio del entendimiento.  Sólo me parece está como espantada (3) de ver cómo el Señor hace  tan buen hortelano y no quiere que tome el trabajo ninguno, sino  que se deleite en comenzar a oler las flores; que en una llegada  de estas, por poco que dure, como es tal el hortelano, en fin  criador del agua, dala sin medida, y lo que la pobre del alma con  trabajo por ventura (4) de veinte años de cansar el entendimiento  no ha podido acaudalar, hácelo este hortelano celestial en un  punto (5), y crece la fruta y madúrala de manera que se puede  sustentar de su huerto, queriendolo el Señor. Mas no le da  licencia que reparta la fruta, hasta que el este tan fuerte con lo  que ha comido de ella, que no se le vaya en gustaduras (6) y no  dándole nada de provecho ni pagándosela a quien la diere (7), sino  que los mantenga y de de comer a su costa, y quedarse ha el por  ventura muerto de hambre.  Esto bien entendido va para tales entendimientos (8), y sabránlo  aplicar mejor que yo lo sabre decir, y cánsome.   3. En fin, es que las virtudes quedan ahora más fuertes que en la  oración de quietud pasada, que el alma no las puede ignorar (9),  porque se ve otra y no sabe cómo. Comienza a obrar grandes cosas  con el olor que dan de sí las flores, que quiere el Señor se abran  para que ella vea (10) que tiene virtudes, aunque ve muy bien que  no las podía ella ­ni ha podido­ ganar en muchos años, y que en  aquello poquito el celestial hortelano se las dio. Aquí es muy  mayor la humildad y más profunda que al alma queda, que en lo  pasado; porque ve más claro que poco ni mucho hizo, sino consentir  que la hiciese el Señor mercedes y abrazarlas la voluntad.  Pareceme este modo de oración unión muy conocida de toda el alma  con Dios, sino que parece quiere Su Majestad dar licencia a las  potencias para que entiendan y gocen de lo mucho que obra allí  (11).  4. Acaece algunas y muy muchas veces, estando unida la voluntad  (para que vea vuestra merced puede ser esto, y lo entienda cuando  lo tuviere; al menos a mí trájome tonta, y por eso lo digo aquí),  vese claro (12) y entiendese que está la voluntad atada y gozando;  digo que «se ve claro», y en mucha quietud está sola la voluntad,  y está por otra parte el entendimiento y memoria (13) tan libres,  que pueden tratar en negocios y entender en obras de caridad.   Esto, aunque parece todo uno, es diferente de la oración de  quietud que dije (14), en parte, porque allí está el alma que no  se querría bullir ni menear, gozando en aquel ocio santo de María;  en esta oración puede tambien ser Marta (15). Así que está casi  obrando juntamente en vida activa y contemplativa, y entender en  obras de caridad y negocios que convengan a su estado, y leer,  aunque no del todo están señores de sí, y entienden bien que está  la mejor parte del alma en otro cabo. Es como si estuviesemos  hablando con uno y por otra parte nos hablase otra persona, que ni  bien estaremos en lo uno ni bien en lo otro.  Es cosa que se siente muy claro y da mucha satisfacción y contento  cuando se tiene, y es muy gran aparejo para que, en teniendo  tiempo de soledad o desocupación de negocios, venga el alma a muy  sosegada quietud. Es un andar como una persona que está en sí  satisfecha, que no tiene necesidad de comer, sino que siente el  estómago contento, de manera que no a todo manjar arrostraría; mas  no tan harta que, si los ve buenos, deje de comer de buena gana.  Así, no le satisface ni querría entonces contento del mundo,  porque en sí tiene el que le satisface más: mayores contentos de  Dios, deseos de satisfacer su deseo, de gozar más, de estar con  El. Esto es lo que quiere.  5. Hay otra manera de unión, que aún no es entera unión, mas es  más que la que acabo de decir, y no tanto como la que se ha dicho  de esta tercera agua (16).  Gustará vuestra merced mucho, de que el Señor se las de todas si  no las tiene ya, de hallarlo escrito y entender lo que es. Porque  una merced es dar el Señor la merced, y otra es entender que  merced es y que gracia, otra es saber decirla y dar a entender  cómo es (17). Y aunque no parece es menester más de la primera,  para no andar el alma confusa y medrosa e ir con más ánimo por el  camino del Señor llevando debajo de los pies todas las cosas del  mundo, es gran provecho entenderlo y merced; que por cada una es  razón alabe mucho al Señor quien la tiene, y quien no, porque la  dio Su Majestad a alguno de los que viven, para que nos  aprovechase a nosotros.  Ahora pues, acaece muchas veces esta manera de unión que quiero  decir (en especial a mí, que me hace Dios esta merced de esta  suerte muy muchas), que coge Dios la voluntad y aun el  entendimiento, a mi parecer, porque no discurre, sino está ocupado  gozando de Dios, como quien está mirando y ve tanto que no sabe  hacia dónde mirar; uno por otro se le pierde de vista, que no dará  señas de cosa. La memoria queda libre, y junto con la imaginación  (18) debe ser; y ella, como se ve sola, es para alabar a Dios la  guerra que da y cómo procura desasosegarlo todo. A mí cansada me  tiene y aborrecida la tengo, y muchas veces suplico al Señor, si  tanto me ha de estorbar, me la quite en estos tiempos. Alguna  veces le digo: «¿Cuándo, mi Dios, ha de estar ya toda junta mi  alma en vuestra alabanza y no hecha pedazos, sin poder valerse a  sí?». Aquí veo el mal que nos causa el pecado, pues así nos sujetó  a no hacer lo que queremos de estar siempre ocupados en Dios.  6. Digo que me acaece a veces (19) ­y hoy ha sido la una, y así lo  tengo bien en la memoria­ que veo deshacerse mi alma, por verse  junta donde está la mayor parte (20), y ser imposible, sino que le  da tal guerra la memoria e imaginación que no la dejan valer; y  como faltan las otras potencias, no valen, aun para hacer mal,  nada. Harto hacen en desasosegar. Digo «para hacer mal», porque no  tienen fuerza ni paran en un ser (21). Como el entendimiento no la  ayuda poco ni mucho a lo que le representa, no para en nada, sino  de uno en otro, que no parece sino de estas maripositas de las  noches, importunas y desasosegadas: así anda de un cabo a otro. En  extremo me parece le viene al propio esta comparación, porque  aunque no tiene fuerza para hacer ningún mal, importuna a los que  la ven.  Para esto no se que remedio haya, que hasta ahora no me le ha dado  Dios a entender; que de buena gana le tomaría para mí, que me  atormenta, como digo (22), muchas veces. Representase aquí nuestra  miseria, y muy claro el gran poder de Dios; pues esta, que queda  suelta, tanto nos daña y nos cansa, y las otras que están con Su  Majestad, el descanso que nos dan.  7. El postrer remedio que he hallado, a cabo de haberme fatigado  hartos años, es lo que dije en la oración de quietud: (23) que no  se haga caso de ella más que de un loco, sino dejarla con su tema,  que sólo Dios se la puede quitar; y, en fin, aquí por esclava  queda. Hemoslo de sufrir con paciencia, como hizo Jacob a Lía,  porque harta merced nos hace el Señor que gocemos de Raquel (24).  Digo que «queda esclava», porque, en fin, no puede ­por mucho que  haga­ traer a sí las otras potencias; antes ellas, sin ningún  trabajo, la hacen venir muchas veces a sí. Algunas, es Dios  servido de haber lástima de verla tan perdida y desasosegada, con  deseo de estar con las otras, y consientela Su Majestad se queme  en el fuego de aquella vela divina, donde las otras están ya  hechas polvo, perdido su ser natural, casi estando sobrenatural  (25), gozando tan grandes bienes.  8. En todas estas maneras que de esta postrera agua de fuente he  dicho (26), es tan grande la gloria y descanso del alma, que muy  conocidamente aquel gozo y deleite participa de el el cuerpo, y  esto muy conocidamente, y quedan tan crecidas las virtudes como he  dicho (27).  Parece ha querido el Señor declarar estos estados en que se ve el  alma, a mi parecer, lo más que (28) acá se puede dar a entender.  Trátelo vuestra merced (29) con persona espiritual que haya  llegado aquí y tenga letras. Si le dijere que está bien, crea que  se lo ha dicho Dios y tengalo en mucho a Su Majestad; porque, como  he dicho (30), andando el tiempo se holgará mucho de entender lo  que es, mientras no le diere la gracia (aunque se la de de  gozarlo) para entenderlo. Como le haya dado Su Majestad la primera  (31), con su entendimiento y letras lo entenderá por aquí.  Sea alabado por todos los siglos de los siglos por todo, amen.   NOTAS CAPÍTULO 17  1 En el autógrafo otra mano tachó daño, y escribió impredimento. -  Fray Luis trascribió daño (p. 190).  2 Sigue dirigiendose a García de Toledo. Nuevas alusiones a los  nn. 2 (al final), 4 y 8. - Como a v.m. se dijo: probable alusión a  pláticas espirituales tenidas con el.  3 Está como espantada el alma. - Refiriendose a la misma alma,  escribirá a continuación varias veces el por ella.   4 Con trabajo por ventura: quizás con trabajo de... (de nuevo al  final del párrafo). - Los veinte años de cansar el entendimiento  en la oración: alude nuevamente al caso personal de la Santa (cf.  4, 3; 4, 7; 4, 9, etc...).  5 En un punto: en un momento.   6 Gustaduras: gastar en catar, o en dar a probar.  7 Ni pagándosela (a ella, aquel) a quien se la diere... Sigue  desarrollando la imagen-refrán de las «gustaduras».   8 Bien entendido, es decir, bien explicado o dado a entender (cf.  19, 13). - Por tales entendimientos: bondadosa alusión a los  «inteligentes letrados» con quienes viene dialogando (cf. 15, 16:  «letrados muy letrados»).   9 Que el alma no las puede ignorar: palabras tachadas en el  autógrafo por Báñez (?), quien redondeó así la frase: «porque se  ve otra (el alma)». Fray Luis descifró las palabras tachadas y las  mantuvo en su texto (p. 192). La corrección de Báñez está motivada  por un escrúpulo teológico: era arriesgado afirmar que el alma  posee la certeza de sus propias virtudes sobrenaturales. Identico  purismo teológico motivó las tres correcciones que siguen en este  n. y en el siguiente.  10 Para que ella vea: Báñez (?) enmendó el «vea» en «crea». - Fray  Luis adoptó la enmienda de Báñez (p. 192). Se trata de tener  certeza y evidencia, o no tenerlas. - La Santa es constante en  afirmar que «ve muy bien», «ve más claro» (en este mismo n.), o  «se ve claro» (en el n. 4).  11 Quiere decir: esta oración es unión de toda el alma, pero las  potencias de ella, aunque unidas, no se suspenden, sino que  «entienden y gozan» de lo que Dios «obra» en ellas.  12 Vese claro: Báñez (?) intentó un arreglo de estas palabras, y  luego las borró. Fray Luis optó por trascribir: «conócese» (p.  193). - Identica situación en la línea siguiente: la Santa  reafirma que «se ve claro»; Báñez lo tacha; fray Luis trascribe  «digo que se conoce» (ib.). - Sigue de por medio el escrúpulo  teológico de la certeza de lo sobrenatural debatida en el Concilio  de Trento.   13 Entendimiento y memoria: o bien «imaginación y memoria», como  anticipó en el título del capítulo, y de nuevo en los nn. 5 y 6.  En Moradas 5, 3, 10 confesará que no sabe «entender las  diferencias de potencias e imaginación».   14 Lo dijo en c. 14, n. 2.  15 El sentido es: allí (en la oración de quietud: c. 14, 2)  está... en ocio... de María: en cambio, en esta oración (del c.  17) es tambien Marta, juntando vida activa y contemplativa. -  Alusión al pasaje evangelico de Lc. 10, 38-42. - María y Marta  simbolizan tradicionalmente «contemplación y acción».   16 Distingue, por tanto, tres maneras de unión: la que acaba de  decir (grado ínfimo: n. 4), otra superior, pero que aún no es  «entera unión» (n. 5), y la unión plena («entera unión») de que  habló en el c. 16 (= 3ª agua). Gustará v.m.: alude a García de  Toledo.  17 Interesante gradación de «tres gracias» o triple dotación,  desde la experiencia mística hasta la expresión literaria:  experimentar, entender, expresar. En la moderna psicología  corresponden a los tres momentos: sentir, entender, comunicar.  Parcial coincidencia con un texto de Osuna en el «Tercer  Abecedario», tr. 3, c. 2. Cf. c. 12, nota 24.  18 Memoria... imaginación: cf. supra, nota 13. - Ella... se ve  sola: alusión a la imaginación.   19 Lo venía diciendo en el n. 5. - Hoy ha sido una de esas veces.  20 Es decir: desea vivamente que toda su alma se halle unida (o  reunida) allí donde está la mayor parte del alma misma. En el n. 4  había asegurado «entender bien que está la mejor parte del alma en  otro cabo...»   21 Ni paran en un ser: carecen de estabilidad (cf. c. 5, nota 16).  - A continuación: no para en nada, aludiendo a «memoria e  imaginación». (Cf. c. 14, n. 3: «memoria o imaginación»).  22 Como digo: en el n. 5.  23 Dije en la oración de quietud: c. 14, 3; c. 15, nn. 6.7 y 9,  aunque allí parece referirse al entendimiento, pero tengase en  cuenta el oscilante lexico psicológico de la Santa (cf. Moradas,  4, c. 1, título). - Dejarla con su tema, que sólo Dios se «la»  puede quitar: la tema (femenino).  24 Lía y Raquel: alusión a Genesis 29, 16 ss. Lía y Raquel, como  Marta y María, simbolizan la vida activa y la contemplativa.   25 Casi estando sobrenatural: uso adverbial del adjetivo  «sobrenatural», como hará en otros pasajes (c. 28, nn. 2 y 9; 29,  7; y Moradas 6, 4, 8). - El «casi» lo añadió la Santa en un  segundo momento al margen del ms. (evidente eco de los escrúpulos  de sus teólogos asesores). Fray Luis trascribió: «casi perdido su  ser natural estando sobrenaturalmente» (p. 197). - En la serie de  imágenes: «se queme en el fuego de aquella vela divina», «están  hechas polvo», «perdido su ser natural»... se intenta describir un  estado místico a base de la comparación con la mariposa importuna  de las noches, apenas desarrollada en el n. anterior, y que luego  utilizará en el c. 18, n. 14, y más ampliamente en las Moradas  quintas y sextas.   26 En el n. 5. Ver nota 16.  27 En el c. 16, 3; y 17, 2-3.  28 Lo más que acá se puede dar a entender: Báñez (?) tachó «lo más  que» y escribió en el autógrafo: «como acá se puede...». Fray Luis  fue fiel al autógrafo (p. 198).  29 Vuestra merced: como al principio del capítulo, alude a García  de Toledo. Inicia así el epílogo del cap., como en otros casos  (cf. 16, 8).  30 En los nn. 4 y 5.  31 Como le haya dado S.M. la primera gracia: alude a las tres  gracias mencionadas en el n. 5 (nota 17).  CAPÍTULO 18  En que trata del cuarto grado de oración. * ­ Comienza a declarar  por excelente manera la gran dignidad en que el Señor pone al alma  que está en este estado. ­ Es para animar mucho a los que tratan  oración, para que se esfuercen a llegar a tan alto estado, pues se  puede alcanzar en la tierra, aunque no por merecerlo, sino por la  bondad del Señor. ­ Lease con advertencia, porque se declara por  muy delicado modo y tiene cosas mucho de notar (1).  1. El Señor me enseñe palabras cómo se pueda decir algo de la  cuarta agua (2). Bien es menester su favor, aun más que para la  pasada; porque en ella (3) aún siente el alma no está muerta del  todo, que así lo podemos decir, pues lo está al mundo; mas, como  dije (4), tiene sentido para entender que está en el y sentir su  soledad, y aprovechase de lo exterior para dar a entender lo que  siente, siquiera por señas.  En toda la oración y modos de ella que queda dicho, alguna cosa  trabaja el hortelano; aunque en estas postreras va el trabajo  acompañado de tanta gloria y consuelo del alma, que jamás querría  salir de el, y así no se siente por trabajo, sino por gloria.  Acá (5) no hay sentir, sino gozar sin entender lo que se goza.  Entiendese que se goza un bien, adonde juntos se encierran todos  los bienes, mas no se comprende este bien. Ocúpanse todos los  sentidos en este gozo, de manera que no queda ninguno desocupado  para poder (6) en otra cosa, exterior ni interiormente.   Antes dábaseles licencia para que, como digo, hagan algunas  muestras del gran gozo que sienten; acá el alma goza más sin  comparación, y puedese dar a entender muy menos, porque no queda  poder en el cuerpo, ni el alma le tiene para poder comunicar aquel  gozo. En aquel tiempo todo le sería gran embarazo y tormento y  estorbo de su descanso; y digo que si es unión de todas las  potencias, que, aunque quiera ­estando en ello digo­ no puede, y  si puede, ya no es unión (7).  2. El cómo es esta que llaman unión (8) y lo que es, yo no lo se  dar a entender. En la mística teología se declara, que yo los  vocablos no sabre nombrarlos, ni se entender que es mente, ni que  diferencia tenga del alma o espíritu tampoco; (9) todo me parece  una cosa, bien que el alma alguna vez sale de sí misma, a manera  de un fuego que está ardiendo y hecho llama, y algunas veces crece  este fuego con ímpetu; esta llama sube muy arriba del fuego, mas  no por eso es cosa diferente, sino la misma llama que está en el  fuego.  Esto vuestras mercedes lo entenderán ­que yo no lo se más decir­  con sus letras (10). Lo que yo pretendo declarar es que siente el  alma cuando está en esta divina unión.  3. Lo que es unión ya se está entendido, que es dos cosas divisas  hacerse una. ¡Oh Señor mío, que bueno sois! ¡Bendito seáis para  siempre! ¡Alaben os, Dios mío, todas las cosas, que así nos  amasteis, de manera que con verdad podamos hablar de esta  comunicación que aun en este destierro teneis con las almas!; y  aun con las que son buenas es gran largueza y magnanimidad. En  fin, vuestra, Señor mío, que dais como quien sois. ¡Oh largueza  infinita, cuán magníficas son vuestras obras! (11) Espanta a quien  no tiene ocupado el entendimiento en cosas de la tierra, que no  tenga ninguno para entender verdades. Pues que hagáis a almas que  tanto os han ofendido mercedes tan soberanas, cierto, a mí me  acaba el entendimiento (12), y cuando llego a pensar en esto, no  puedo ir adelante. ¿Dónde ha de ir que no sea tornar atrás? Pues  daros gracias por tan grandes mercedes, no sabe cómo. Con decir  disparates me remedio algunas veces.  4. Acaeceme muchas, cuando acabo de recibir estas mercedes o me  las comienza Dios a hacer (que estando en ellas ya he dicho que no  hay poder hacer nada), decir: «Señor, mirad lo que haceis, no  olvideis tan presto tan grandes males míos; ya que para perdonarme  lo hayáis olvidado, para poner tasa en las mercedes os suplico se  os acuerde. No pongáis, Criador mío, tan precioso licor en vaso  tan quebrado (13), pues habeis ya visto de otras veces que le  torno a derramar. No pongáis tesoro semejante adonde aún no está  ­como ha de estar­ perdida del todo la codicia de consolaciones de  la vida, que lo gastará mal gastado. ¿Cómo dais la fuerza de esta  ciudad y llaves de la fortaleza de ella a tan cobarde alcaide, que  al primer combate de los enemigos los deja entrar dentro? No sea  tanto el amor, oh Rey eterno, que pongáis en aventura joyas tan  preciosas. Parece, Señor mío, se da ocasión para que se tengan en  poco, pues las poneis en poder de cosa tan ruin, tan baja, tan  flaca y miserable, y de tan poco tomo, que ya que trabaje por no  las perder con vuestro favor (y no es menester pequeño, según yo  soy), no puede dar con ellas a ganar a nadie; en fin, mujer, y no  buena, sino ruin. Parece que no sólo se esconden los talentos,  sino que se entierran (14), en ponerlos en tierra tan astrosa. No  soleis Vos hacer, Señor, semejantes grandezas y mercedes a un  alma, sino para que aproveche a muchas. Ya sabeis, Dios mío, que  de toda voluntad y corazón os lo suplico y he suplicado algunas  veces, y tengo por bien de perder el mayor bien que se posee en la  tierra, por que las hagáis Vos a quien con este bien más  aproveche, porque crezca vuestra gloria» (15).  5. Estas y otras cosas me ha acaecido decir muchas veces. Veía  despues mi necedad y poca humildad. Porque bien sabe el Señor lo  que conviene, y que no había fuerzas en mi alma para salvarse, si  Su Majestad con tantas mercedes no se las pusiera.  6. Tambien pretendo decir las gracias y efectos que quedan en el  alma (16), y que es lo que puede de suyo hacer, o si es parte para  llegar a tan gran estado.  7. Acaece venir este levantamiento de espíritu o juntamiento con  el amor celestial: que, a mi entender, es diferente la unión del  levantamiento en esta misma unión (17). A quien no lo hubiere  probado lo postrero (18), parecerle ha que no; y a mi parecer, que  con ser todo uno, obra el Señor de diferente manera; y en el  crecimiento del desasir de las criaturas, más mucho en el vuelo  del espíritu. Yo he visto claro ser particular merced, aunque,  como digo, sea todo uno o lo parezca; mas un fuego pequeño tambien  es fuego como un grande, y ya se ve la diferencia que hay de lo  uno a lo otro: en un fuego pequeño, primero que un hierro pequeño  se hace ascua, pasa mucho espacio; mas si el fuego es grande,  aunque sea mayor el hierro, en muy poquito pierde del todo su ser,  al parecer (19). Así me parece es en estas dos maneras de mercedes  del Señor, y se que quien hubiere llegado a arrobamientos lo  entenderá bien. Si no lo ha probado, parecerle ha desatino, y ya  puede ser; porque querer una como yo hablar en una cosa tal y dar  a entender algo de lo que parece imposible aun haber palabras con  que lo comenzar (20), no es mucho que desatine.  8. Mas creo esto del Señor (que sabe Su Majestad que, despues de  obedecer, es mi intención engolosinar las almas de un bien tan  alto) que me ha en ello de ayudar. No dire cosa que no la haya  experimentado mucho (21). Y es así que cuando comence esta  postrera agua a escribir, que me parecía imposible saber tratar  cosa más que hablar en griego, que así es ello dificultoso. Con  esto, lo deje y fui a comulgar. ¡Bendito sea el Señor que así  favorece a los ignorantes! ¡Oh virtud de obedecer, que todo lo  puedes!: aclaró Dios mi entendimiento, unas veces con palabras y  otras poniendome delante cómo lo había de decir, que, como hizo en  la oración pasada (22), Su Majestad parece quiere decir lo que yo  no puedo ni se.  Esto que digo es entera verdad, y así lo que fuere bueno es suya  la doctrina; lo malo, está claro es del pielago de los males, que  soy yo. Y así, digo que si hubiere personas que hayan llegado a  las cosas de oración que el Señor ha hecho merced a esta miserable  ­que debe haber muchas­ y quisiesen tratar estas cosas conmigo,  pareciendoles descaminadas, que ayudara el Señor a su sierva para  que saliera con su verdad adelante.  9. Ahora, hablando de esta agua que viene del cielo para con su  abundancia henchir y hartar todo este huerto de agua, si nunca  dejara, cuando lo hubiera menester, de darlo el Señor, ya se ve  que descanso tuviera el hortelano. Y a no haber invierno, sino ser  siempre el tiempo templado, nunca faltaran flores y frutas; ya se  ve que deleite tuviera; mas mientras vivimos es imposible: siempre  ha de haber cuidado de cuando faltare la una agua procurar la otra  (23). Esta del cielo viene muchas veces cuando más descuidado está  el hortelano. Verdad es que a los principios casi siempre es  despues de larga oración mental, que de un grado en otro viene el  Señor a tomar esta avecita y ponerla en el nido para que descanse  (24). Como la ha visto volar mucho rato, procurando con el  entendimiento y voluntad y con todas sus fuerzas buscar a Dios y  contentarle, quierela dar el premio aun en esta vida. ¡Y que gran  premio!, que basta un momento para quedar pagados todos los  trabajos que en ella puede haber.  10. Estando así el alma buscando a Dios, siente con un deleite  grandísimo y suave casi desfallecer toda con una manera de desmayo  que le va faltando el huelgo (25) y todas las fuerzas corporales,  de manera que, si no es con mucha pena, no puede aun menear las  manos; los ojos se le cierran sin quererlos cerrar, o si los tiene  abiertos, no ve casi nada; ni, si lee, acierta a decir letra, ni  casi atina a conocerla bien; ve que hay letra, mas, como el  entendimiento no ayuda, no la sabe leer aunque quiera; oye, mas no  entiende lo que oye. Así que de los sentidos no se aprovecha nada,  si no es para no la acabar de dejar a su placer; y así antes la  dañan. Hablar es por demás, que no atina a formar palabra, ni hay  fuerza, ya que atinase, para poderla pronunciar; porque toda la  fuerza exterior se pierde y se aumenta en las del alma para mejor  poder gozar de su gloria. El deleite exterior que se siente es  grande y muy conocido (26).  11. Esta oración no hace daño, por larga que sea. Al menos a mí  nunca me le hizo, ni me acuerdo hacerme el Señor ninguna vez esta  merced, por mala que estuviese, que sintiese mal, antes quedaba  con gran mejoría. Mas ¿que mal puede hacer tan gran bien? Es cosa  tan conocida las operaciones exteriores, que no se puede dudar que  hubo gran ocasión, pues así quitó las fuerzas con tanto deleite  para dejarlas mayores.  12. Verdad es que a los principios pasa en tan breve tiempo ­al  menos a mí así me acaecía­, que en estas señales exteriores ni en  la falta de los sentidos no se da tanto a entender cuando pasa con  brevedad. Mas bien se entiende en la sobra (27) de las mercedes  que ha sido grande la claridad del sol que ha estado allí, pues  así la ha derretido. Y nótese esto, que a mi parecer por largo que  sea el espacio de estar el alma en esta suspensión de todas las  potencias, es bien breve: cuando estuviese media hora, es muy  mucho; yo nunca, a mi parecer, estuve tanto. Verdad es que se  puede mal sentir lo que se está, pues no se siente; mas digo que  de una vez es muy poco espacio sin tornar alguna potencia en sí.  La voluntad es la que mantiene la tela (28), mas las otras dos  potencias presto tornan a importunar. Como la voluntad está queda,  tórnalas a suspender y están otro poco y tornan a vivir.  13. En esto se puede pasar algunas horas de oración y se pasan.  Porque, comenzadas las dos potencias a emborrachar y gustar de  aquel vino divino, con facilidad se tornan a perder de sí para  estar muy más ganadas (29), y acompañan a la voluntad y se gozan  todas tres. Mas este estar perdidas del todo y sin ninguna  imaginación en nada ­que a mi entender tambien se pierde del todo­  digo que es breve espacio; aunque no tan del todo tornan en sí que  no pueden estar algunas horas como desatinadas, tornando de poco  en poco a cogerlas Dios consigo.  14. Ahora vengamos a lo interior de lo que el alma aquí siente.  ¡Dígalo quien lo sabe, que no se puede entender, cuánto más decir!  Estaba yo pensando cuando quise escribir esto, acabando de  comulgar y de estar en esta misma oración que escribo, que hacía  el alma en aquel tiempo. Díjome el Señor estas palabras: Deshácese  toda, hija, para ponerse más en Mí. Ya no es ella la que vive,  sino Yo (30). Como no puede comprender lo que entiende, es no  entender entendiendo.  Quien lo hubiere probado entenderá algo de esto, porque no se  puede decir más claro, por ser tan oscuro lo que allí pasa. Sólo  podre decir que se representa estar junto con Dios, y queda una  certidumbre que en ninguna manera se puede dejar de creer. Aquí  faltan todas las potencias y se suspenden de manera que en ninguna  manera ­como he dicho­ (31) se entiende que obran. Si estaba  pensando en un paso (32), así se pierde de la memoria como si  nunca la hubiera habido de el. Si lee, en lo que leía no hay  acuerdo, ni parar. Si rezar, tampoco (33). Así que a esta  mariposilla importuna de la memoria aquí se le queman las alas:  (34) ya no puede más bullir. La voluntad debe estar bien ocupada  en amar, mas no entiende cómo ama. El entendimiento, si entiende,  no se entiende cómo entiende; al menos no puede comprender nada de  lo que entiende. A mí no me parece que entiende, porque ­como  digo­ no se entiende. ¡Yo no acabo de entender esto!  15. Acaecióme a mí una ignorancia al principio, que no sabía que  estaba Dios en todas las cosas. Y como me parecía estar tan  presente, parecíame imposible. Dejar de creer (35) que estaba allí  no podía, por parecerme casi claro había entendido estar allí su  misma presencia. Los que no tenían letras me decían que estaba  sólo por gracia. Yo no lo podía creer; porque, como digo,  parecíame estar presente, y así andaba con pena. Un gran letrado  de la Orden del glorioso Santo Domingo (36) me quitó de esta duda,  que me dijo estar presente, y cómo se comunicaba con nosotros, que  me consoló harto.  Es de notar y entender que siempre esta agua del cielo, este  grandísimo favor del Señor, deja el alma con grandísimas  ganancias, como ahora dire.  NOTAS CAPÍTULO 18  Del cuarto grado de oración («cuarta agua», n. 1) tratará en los  cc. 18-21. Vuelve a apoyarse en el símil del huerto, el hortelano  y el agua: «la cuarta agua» es lluvia del cielo (11, 7), que  temáticamente corresponde a la oración o estado místico de  «extasis» (nn. 10-14), aunque ese termino sólo comparezca más  adelante (c. 20, 1.28; 21, 12; 28, 9; 29, 14). - Más ampliamente  desarrollará el tema en las Moradas quintas, sextas y septimas, y  en los cc. 5-7 de Conceptos.  1 Uno de los censores -probablemente el P. Báñez- tachó en el  autógrafo las palabras por excelente manera y lease con  advertencia, porque se declara por muy delicado modo y tiene cosas  mucho de notar, tal vez molestado por el autoelogio que contienen.  Fray Luis no llegó a tanto, pero todavía accedió a omitir el  último miembro («porque... notar», p. 198). Sin embargo las  expresiones tachadas constituyen un hermoso ejemplo de la  ingenuidad con que la Autora extendía el título de los capítulos  de sus libros. Compárese con los epígrafes de los cc. 14, 16, 19,  20, 21, 22, 55, etc. y casi todos los de las Moradas.   2 Es menester su favor: recurso a una actitud profundamente  religiosa, al entrar en lo hondo del tema místico. Compárese con  un gesto similar en el lugar paralelo de las Moradas V 1, 1. Tiene  intención mistagógica: no tratar el tema místico de forma  doctrinaria sino vivencial.  3 En ella: en la pasada, o tercera agua.  4 Como dije: en el c. 16, 3 (cf. c. 17, nota 11).  5 Acá: en esta «cuarta agua». Igual paralelismo entre 3ª y 4ª  agua, se establecerá más abajo: «antes» (3ª agua), «acá» (4ª  agua).  6 Para poder ocuparse.  7 No puede (ocuparse), y si puede ocuparse o comunicarlo...   8 Esta que llaman unión: la Santa se remite a la nomenclatura en  uso, leída por ella misma en los libros de Osuna, Laredo, Bernabe  de Palma. Cf. c. 14, 1: «oración que llaman de quietud»; y 20, 1:  «vuelo que llaman de espíritu... y tambien se llama extasis».   9 Sobre la «diferencia entre alma y espíritu», cf. Moradas 7, 1,  título y M. 7, 2, 9-11.   10 En buen orden: «esto vuestras mercedes lo entenderán con sus  letras, que yo no lo se decir mejor». Así fray Luis (p. 200). -  Alude a los «letrados» destinatarios del libro.  11 Reminiscencia de los salmos 91, 6; 103, 24.  12 A mí me acaba el entendimiento: me lo desborda, agota su  capacidad de entender. O acaso aluda a que «lo saca de sí» (lo  acerca al extasis): cf. 16, 6.  13 Vaso tan quebrado: reminiscencia probable de la imagen paulina  de Cor 4, 7.  14 Talentos... se entierran: alusión a la parábola de los talentos  en Mt 25, 81. - Se han sucedido tres imágenes bíblicas: el vaso  quebrado, el rey y el fortín, los talentos. - Tierra tan astrosa:  imagen de su propia alma. «Astrosa» tiene el doble sentido de  «desaseada» y de «infausta» por alusión a los «astros».  Cobarruvias la define como «desastrado... que no tiene ningún  astro que le favoreciese, y vive toda su vida miserable, abatido y  sin que nadie en vida ni en muerte haga caso del».   15 Repetirá esa idea de dar lo mejor de sí misma: c. 21, 2:  dárselo a «los que mandan» o a «los reyes».  16 A «los efectos» que producen estas gracias, dedicará parte del  c. 20: nn. 7 y ss.  17 Pasaje de puntuación difícil. - En cuanto al lexico usado por  la Santa, nótese que «levantamiento de espíritu», «juntamiento con  Dios», «vuelo de espíritu», «arrobamiento», «suspensión» (cf. n.  12), «elevamiento y arrebatamiento» (cf. c. 20 1), son terminos  análogos, que en el «lenguaje de espíritu» de la Santa equivalen a  «extasis» (cf. 20, 1), aunque con leves diferencias, que ella  explica en la Rel. 5, 7-10, y en M. 6, c. 4. - Nótese además, que  la expresión «este levantamiento» equivale a «el levantamiento  siguiente, que dire ahora» (vease el «esto» con que comienza el n.  8 y el c. 17, 5). Con todo, enseguida la Santa se distrae con una  larga digresión, de suerte que hasta el n. 10 no describirá «este  levantamiento» que ahora iba a decir.  18 Había escrito: «a quien no lo hubiere probado todo». Corrigió:  «a quien no lo hubiere probado lo postrero». Fray Luis completó la  corrección, omitiendo el «lo» (p. 203). - En la frase siguiente:  «que con ser», el «que» es redundante: ya fray Luis lo omitió (p.  203).  19 Al parecer: lo añadió la Santa entre líneas para atenuar la  afirmación que precede.  20 Palabras con que comenzar a decirlo: alusión a lo inefable de  la experiencia mística.   21 Es uno de los criterios literarios, al escribir de tema  espiritual. Cf. Camino, pról. 3.   22 En la oración pasada: en la «cuarta agua»; c. 16, 2. En los dos  casos se afirma la relación entre «experiencia eucarística» y  expresión literaria.  23 Cuando faltare un agua, procurar la otra: cuando falte la  oración mística, recurrir a la «oración mental» (primera agua).   24 Vuelve la comparación de «la avecica» (símbolo del alma). La  había introducido en el c. 13, 2.  25 Huelgo: respiro. - Comienza aquí la descripción del extasis  (nn. 10-14).   26 Muy conocido: notorio y perceptible. Como en el n. siguiente:  «cosa tan conocida». En la misma acepción ha usado el adverbio  «conocidamente» (por ej.: 1, 7; 17, 8) con la connotación de  perceptible y experimentado.  27 La sobra de mercedes: abundancia de gracias.  28 Mantener la tela: decíase del principal sostenedor en las  justas y torneos. Con esta metáfora expresa la Santa el papel  prioritario de la voluntad en esta oración. Ella es la que se  mantiene en acción, mientras «las otras potencias» momentáneamente  desfallecen.  29 Perderse y ganarse (= recuperarse) las potencias; o bien estar  perdidas y tornar en sí, es «el lenguaje de espíritu» ya utilizado  en el c. 14, 2 (ver nota 5) y 16, 1, para indicar que las  potencias entran en el extasis o salen de el.   30 Cf. el texto paulino en Gal. 2, 20.  31 Lo ha dicho en los nn. 10-13. Cf. n. 1.  32 Pensando en un paso: en un pasaje evangelico o de la vida de  Jesús.  33 Más bien: si reza, tampoco. (Probable lapsus de pluma).  34 La mariposilla, imagen del alma, o de la imaginación y memoria,  ya fue introducida en el c. 17, 6.  35 Creerlo, había escrito, y borró «lo».   36 Fr. Vicente Barrón anota Gracián en su ejemplar. De el ha  hablado en el c. 7, 16 s. Del mismo episodio hablará en Moradas 5,  1, 10, utilizando la fórmula de la teología tradicional: «estar en  todas las cosas por presencia y potencia y esencia», como en la  Rel. 54.   CAPÍTULO 19  Prosigue en la misma materia. ­ Comienza a declarar los efectos  que hace en el alma este grado de oración. ­ Persuade mucho a que  no tornen atrás, aunque despues de esta merced tornen a caer, ni  dejen la oración. ­ Dice los daños que vendrán de no hacer esto. ­  Es mucho de notar y de gran consolación para los flacos y  pecadores.  1. Queda el alma de esta oración y unión con grandísima ternura,  de manera que se querría deshacer, no de pena, sino de unas  lágrimas gozosas. Hállase bañada de ellas sin sentirlo ni saber  cuándo ni cómo las lloró; mas dale gran deleite ver aplacado aquel  ímpetu del fuego con agua que le hace más crecer (1).  Parece esto algarabía (2), y pasa así. Acaecídome ha algunas veces  en este termino de oración estar tan fuera de mí, que no sabía si  era sueño o si pasaba en verdad la gloria que había sentido; y de  verme llena de agua que sin pena destilaba con tanto ímpetu y  presteza que parece lo echaba de sí aquella nube del cielo, veía  que no había sino sueño. Esto era a los principios, que pasaba con  brevedad.  2. Queda el ánima animosa, que si en aquel punto la hiciesen  pedazos por Dios, le sería gran consuelo. Allí son las promesas y  determinaciones heroicas, la viveza de los deseos, el comenzar (3)  a aborrecer el mundo, el ver muy claro su vanidad, esto muy más  aprovechada y altamente que en las oraciones pasadas, y la  humildad más crecida; porque ve claro que para aquella excesiva  merced y grandiosa no hubo diligencia suya, ni fue parte (4) para  traerla ni para tenerla. Vese claro indignísima, porque en pieza  adonde entra mucho sol no hay telaraña escondida: ve su miseria.  Va tan fuera la vanagloria, que no le parece la podría tener,  porque ya es por vista de ojos lo poco o ninguna cosa que puede  (5), que allí no hubo casi consentimiento, sino que parece, aunque  no quiso, le cerraron la puerta a todos los sentidos para que más  pudiese gozar del Señor. Quedase sola con El, ¿que ha de hacer  sino amarle? Ni ve ni oye, si no fuese a fuerza de brazos: poco  hay que la agradecer. Su vida pasada se le representa despues y la  gran misericordia de Dios, con gran verdad y sin haber menester  andar a caza el entendimiento (6), que allí ve guisado lo que ha  de comer y entender. De sí ve que merece el infierno y que le  castigan con gloria. Deshácese en alabanzas de Dios, y yo me  querría deshacer ahora. ¡Bendito seáis, Señor mío, que así haceis  de pecina (7) tan sucia como yo, agua tan clara que sea para  vuestra mesa! ¡Seáis alabado, oh regalo de los ángeles, que así  quereis levantar un gusano tan vil!  3. Queda algún tiempo este aprovechamiento en el alma: puede ya,  con entender claro que no es suya la fruta, comenzar a repartir de  ella, y no le hace falta a sí (8). Comienza a dar muestras de alma  que guarda tesoros del cielo, y a tener deseo de repartirlos con  otros, y suplicar a Dios no sea ella sola la rica. Comienza a  aprovechar a los prójimos casi sin entenderlo ni hacer nada de sí;  ellos lo entienden, porque ya las flores tienen tan crecido el  olor, que les hace desear llegarse a ellas. Entienden que tiene  virtudes y ven la fruta que es codiciosa. Querríanle ayudar a  comer.  Si esta tierra está muy cavada con trabajos y persecuciones y  murmuraciones y enfermedades ­que pocos deben llegar aquí sin  esto­ y si está mullida con ir muy desasida de propio interes, el  agua se embebe tanto, que casi nunca se seca; mas si es tierra que  aun se está en la tierra y con tantas espinas como yo al principio  estaba, y aun no quitada de las ocasiones ni tan agradecida como  merece tan gran merced, tórnase la tierra a secar.  Y si el hortelano se descuida y el Señor por sola su bondad no  torna a querer llover, dad por perdida la huerta, que así me  acaeció a mí algunas veces; que, cierto, yo me espanto y, si no  hubiera pasado por mí, no lo pudiera creer.   Escríbolo para consuelo de almas flacas, como la mía, que nunca  desesperen ni dejen de confiar en la grandeza de Dios. Aunque  despues de tan encumbradas, como es llegarlas el Señor aquí,  caigan, no desmayen, si no se quieren perder del todo; que  lágrimas todo lo ganan: un agua trae otra (9).  4. Una de las cosas por que me anime ­siendo la que soy­ a  obedecer en escribir esto y dar cuenta de mi ruin vida y de las  mercedes que me ha hecho el Señor, con no servirle sino ofenderle,  ha sido esta. Que cierto, yo quisiera aquí tener gran autoridad  para que se me creyera esto. Al Señor suplico Su Majestad la de.  Digo que no desmaye nadie de los que han comenzado a tener  oración, con decir: «si torno a ser malo, es peor ir adelante con  el ejercicio de ella». Yo lo creo, si se deja la oración y no se  enmienda del mal; mas, si no la deja, crea que la sacará a puerto  de luz. Hízome en esto gran batería (10) el demonio, y pase tanto  en parecerme poca humildad tenerla, siendo tan ruin, que, como ya  he dicho (11), la deje año y medio ­al menos un año, que del medio  no me acuerdo bien­ Y no fuera más, ni fue, que meterme yo misma  sin haber menester demonios que me hiciesen ir al infierno. ¡Oh,  válgame Dios, que ceguedad tan grande! ¡Y que bien acierta el  demonio para su propósito en cargar aquí la mano! Sabe el traidor  que alma que tenga con perseverancia oración la tiene perdida y  que todas las caídas que la hace dar la ayudan, por la bondad de  Dios, a dar despues mayor salto en lo que es su servicio: ¡algo le  va en ello!   5. ¡Oh Jesús mío! ¡Que es ver un alma que ha llegado aquí, caída  en un pecado, cuando Vos por vuestra misericordia la tornáis a dar  la mano y la levantáis! ¡Cómo conoce la multitud de vuestras  grandezas y misericordias y su miseria! Aquí es el deshacerse de  veras y conocer vuestras grandezas; aquí el no osar alzar los  ojos; aquí es el levantarlos para conocer lo que os debe; aquí se  hace devota de la Reina del Cielo para que os aplaque; aquí invoca  los Santos que cayeron despues de haberlos Vos llamado (12), para  que la ayuden; aquí es el parecer que todo le viene ancho lo que  le dais, porque ve no merece la tierra que pisa; el acudir a los  Sacramentos; la fe viva que aquí le queda de ver la virtud que  Dios en ellos puso; el alabaros porque dejasteis tal medicina y  ungüento para nuestras llagas, que no las sobresanan, sino que del  todo las quitan (13). Espántanse de esto. Y ¿quien, Señor de mi  alma, no se ha de espantar de misericordia tan grande y merced tan  crecida a traición tan fea y abominable? Que no se cómo no se me  parte el corazón, cuando esto escribo; porque soy ruin.  6. Con estas lagrimillas que aquí lloro, dadas de Vos ­agua de tan  mal pozo en lo que es de mi parte­ parece que os hago pago de  tantas traiciones, siempre haciendo males y procurando deshacer  las mercedes que Vos me habeis hecho. Ponedlas Vos, Señor mío,  valor; aclarad agua tan turbia, siquiera porque no de a alguno  tentación en echar juicios, como me la ha dado a mí, pensando por  que, Señor, dejáis unas personas muy santas, que siempre os han  servido y trabajado, criadas en religión y siendolo, y no como yo  que no tenía más del nombre (14), y ver claro que no las haceis  las mercedes que a mí. Bien veía yo, Bien mío, que les guardáis  Vos el premio para dársele junto, y que mi flaqueza ha menester  esto. Ya ellos, como fuertes, os sirven sin ello y los tratáis  como a gente esforzada y no interesal (15).  7. Mas con todo, sabeis Vos, mi Señor, que clamaba muchas veces  delante de Vos, disculpando a las personas que me murmuraban,  porque me parecía les sobraba razón. Esto era ya, Señor, despues  que me teníais por vuestra bondad para que tanto no os ofendiese,  y yo estaba ya desviándome de todo lo que me parecía os podía  enojar; que en haciendo yo esto, comenzasteis, Señor, a abrir  vuestros tesoros para vuestra sierva. No parece esperabais otra  cosa sino que hubiese voluntad y aparejo en mí para recibirlos,  según con brevedad comenzasteis a no sólo darlos, sino a querer  entendiesen me los dabais.  8. Esto entendido, comenzó a tenerse buena opinión de la que todas  aún no tenían bien entendido cuán mala era, aunque mucho se  traslucía. Comenzó la murmuración y persecución de golpe y, a mi  parecer, con mucha causa; y así no tomaba con nadie enemistad,  sino suplicábaos a Vos miraseis la razón que tenían. Decían que me  quería hacer santa y que inventaba novedades no habiendo llegado  entonces con gran parte (16) aun a cumplir toda mi Regla, ni a las  muy buenas y santas monjas que en casa (17) había (ni creo  llegare, si Dios por su bondad no lo hace todo de su parte), sino  antes lo era yo para quitar lo bueno y poner costumbres que no lo  eran; al menos hacía lo que podía para ponerlas, y en el mal podía  mucho. Así que sin culpa suya me culpaban. No digo eran sólo  monjas, sino otras personas; descubríanme verdades, porque lo  permitíais Vos.  9. Una vez rezando las Horas, como yo algunas tenía esta  tentación, llegue al verso que dice: Justus es, Domine, y tus  juicios; (18) comence a pensar cuán gran verdad era, que en esto  no tenía el demonio fuerza jamás para tentarme de manera que yo  dudase teneis Vos, mi Señor, todos los bienes, ni en ninguna cosa  de la fe, antes me parecía mientras más sin camino natural iban,  más firme la tenía, y me daba devoción grande: en ser todopoderoso  quedaban conclusas (19) en mí todas las grandezas que hicierais  Vos, y en esto ­como digo­ jamás tenía duda. Pues pensando cómo  con justicia permitíais a muchas que había ­como tengo dicho­ (20)  muy vuestras siervas, y que no tenían los regalos y mercedes que  me hacíais a mí, siendo la que era, respondísteisme, Señor:  Sírveme tú a Mí, y no te metas en eso. Fue la primera palabra que  entendí hablarme Vos, y así me espantó mucho.  Porque despues declarare esta manera de entender (21), con otras  cosas, no lo digo aquí, que es salir del propósito, y creo harto  he salido: casi no se lo que me he dicho. No puede ser menos, mi  hijo (22), sino que ha vuestra merced de sufrir estos intervalos;  porque cuando veo lo que Dios me ha sufrido y me veo en este  estado, no es mucho pierda el tino de lo que digo y he de decir.  Plega al Señor que siempre sean esos mis desatinos y que no  permita ya Su Majestad tenga yo poder para ser contra El un punto,  antes en este que estoy me consuma (23).  10. Basta ya para ver sus grandes misericordias, no una sino  muchas veces que ha perdonado tanta ingratitud. A San Pedro una  vez que lo fue (24), a mí muchas; que con razón me tentaba el  demonio no pretendiese amistad estrecha con quien trataba  enemistad tan pública. ¡Que ceguedad tan grande la mía! ¿Adónde  pensaba, Señor mío, hallar remedio sino en Vos? ¡Que disparate  huir de la luz para andar siempre tropezando! ¡Que humildad tan  soberbia inventaba en mí el demonio: apartarme de estar arrimada a  la columna y báculo que me ha de sustentar para no dar tan gran  caída! (25) Ahora me santiguo y no me parece que he pasado peligro  tan peligroso como esta invención que el demonio me enseñaba por  vía de humildad. Poníame en el pensamiento que cómo cosa tan ruin  y habiendo recibido tantas mercedes, había de llegarme a la  oración; que me bastaba rezar lo que debía, como todas; mas que  aun pues esto (26) no hacía bien, cómo quería hacer más; que era  poco acatamiento y tener en poco las mercedes de Dios.   Bien era pensar y entender esto; mas ponerlo por obra fue el  grandísimo mal. Bendito seáis Vos, Señor, que así me remediasteis.  11. Principio de la tentación que hacía a Judas me parece esta,  sino que no osaba el traidor tan al descubierto; mas el viniera de  poco en poco a dar conmigo adonde dio con el (27). Miren esto, por  amor de Dios, todos los que tratan oración. Sepan que el tiempo  que estuve sin ella era mucho más perdida mi vida; mírese que buen  remedio me daba el demonio y que donosa humildad; un desasosiego  en mí grande. Mas ¿cómo había de sosegar mi alma? Apartábase la  cuitada de su sosiego; tenía presentes las mercedes y favores;  veía los contentos de acá ser asco. Cómo pudo pasar, me espanto.  Era con esperanza que nunca yo pensaba (28) (a lo que ahora me  acuerdo, porque debe haber esto más de veinte y un años), dejaba  de estar determinada de tornar a la oración; mas esperaba a estar  muy limpia de pecados. ¡Oh, que mal encaminada iba en esta  esperanza! Hasta el día del juicio me la libraba (29) el demonio,  para de allí llevarme al infierno.  12. Pues teniendo oración y lección (30) ­que era ver verdades y  el ruin camino que llevaba­ e importunando al Señor con lágrimas  muchas veces, era tan ruin que no me podía valer, apartada de  esto, puesta en pasatiempos con muchas ocasiones y pocas ayudas ­y  osare decir ninguna sino para ayudarme a caer­, ¿que esperaba sino  lo dicho?  Creo tiene mucho delante de Dios un fraile de Santo Domingo (31),  gran letrado, que el me despertó de este sueño; el me hizo, como  creo he dicho, comulgar de quince a quince días; y del mal, no  tanto (32). Comence a tornar en mí, aunque no dejaba de hacer  ofensas al Señor; mas como no había perdido el camino, aunque poco  a poco, cayendo y levantando, iba por el; y el que no deja de  andar e ir adelante, aunque tarde, llega. No me parece es otra  cosa perder el camino sino dejar la oración. ¡Dios nos libre, por  quien El es!  13. Queda de aquí entendido ­y nótese mucho, por amor del Señor­  que aunque un alma llegue a hacerla Dios tan grandes mercedes en  la oración, que no se fíe de sí, pues puede caer, ni se ponga en  ocasiones en ninguna manera. Mírese mucho, que va mucho; (33) que  el engaño que aquí puede hacer el demonio despues, aunque la  merced sea cierto de Dios, es aprovecharse el traidor de la misma  merced en lo que puede, y (34) a personas no crecidas en las  virtudes, ni mortificadas, ni desasidas; porque aquí no quedan  fortalecidas tanto que baste, como adelante dire (35), para  ponerse en las ocasiones y peligros, por grandes deseos y  determinaciones que tengan... Es excelente doctrina esta, y no  mía, sino enseñada de Dios; y así querría que personas ignorantes,  como yo, la supiesen. Porque aunque este un alma en este estado,  no ha de fiar de sí para salir a combatir, porque hará harto en  defenderse. Aquí son menester armas para defenderse de los  demonios, y aún no tienen fuerzas para pelear contra ellos y  traerlos debajo de los pies, como hacen los que están en el estado  que dire despues (36).  14. Este es el engaño con que coge el demonio: que, como se ve un  alma tan llegada a Dios y ve la diferencia que hay del bien del  cielo al de la tierra y el amor que la muestra el Señor, de este  amor nace confianza y seguridad de no caer de lo que goza;  parecele que ve claro el premio, que no es posible ya en cosa que  aun para la vida es tan deleitosa y suave, dejarla por cosa tan  baja y sucia como es el deleite; y con esta confianza quítale el  demonio la poca que ha de tener de sí; y, como digo, pónese en los  peligros y comienza con buen celo a dar de la fruta sin tasa (37),  creyendo que ya no hay que temer de sí. Y esto no va con soberbia,  que bien entiende el alma que no puede de sí nada, sino de mucha  confianza de Dios sin discreción, porque no mira que aún tiene  pelo malo. Puede salir del nido, y sácala Dios; mas aún no están  para volar; porque las virtudes aún no están fuertes, ni tiene  experiencia para conocer los peligros, ni sabe el daño que hace en  confiar de sí.  15. Esto fue lo que a mí me destruyó. Y para esto y para todo hay  gran necesidad de maestros y trato con personas espirituales. Bien  creo que alma que llega Dios a este estado, si muy del todo no  deja a Su Majestad, que no la dejará de favorecer ni la dejará  perder. Mas cuando, como he dicho (38), cayere, mire, mire por  amor del Señor no la engañe en que deje la oración, como hacía a  mí con humildad falsa, como ya lo he dicho y muchas veces lo  querría decir.  Fíe de la bondad de Dios, que es mayor que todos los males que  podemos hacer, y no se acuerda de nuestra ingratitud, cuando  nosotros, conociendonos, queremos tornar a su amistad, ni de las  mercedes que nos ha hecho para castigarnos por ellas; antes ayudan  a perdonarnos más presto, como a gente que ya era de su casa y ha  comido, como dicen, de su pan.  Acuerdense de sus palabras (39) y miren lo que ha hecho conmigo,  que primero me canse de ofenderle, que Su Majestad dejó de  perdonarme. Nunca se cansa de dar ni se pueden agotar sus  misericordias; no nos cansemos nosotros de recibir.   Sea bendito para siempre, amen, y alábenle todas las cosas.  NOTAS CAPÍTULO 19  Doble tema del capítulo: efectos o influjo de este grado de  oración en la vida del orante (según lo prometido en el c. 18,6),  y la consigna de no abandonar la oración: compárese con el título.   1 La imagen de «fuego y agua» hermanados, la desarrollará en  Camino 19, 8-15, donde insiste en el tema paradójico del agua que  enciende más y más el fuego.  2 Algarabía: en el sentido de lenguaje ininteligible (cf. 14, 8  nota; y Camino 20, 5).  3 Al encomenzar, escribe la Santa (como en 4, 2 nota).  Modernizamos la lectura. Texto mal leído por los editores  modernos, que omiten el artículo. Tambien trascriben mal la frase  siguiente («está muy más aprovechada...»). Texto bien leído por  fray Luis (p. 211).  4 Ni fue parte: no participó o no contribuyó a...  5 Que puede: está borrado el «que» en el autógrafo. Leemos como  fray Luis (p. 211).  6 Andar a caza (de razones) el entendimiento.  7 Pecina: cieno.  8 Reaparece la alegoría del huerto (11, 6): repartir la fruta es  comunicar a otros las gracias propias (Cf. 17, 2; y el n. 14 de  este capítulo).  9 Un agua trae (consigue) otra agua. Especie de axioma teresiano.  Aquí quiere decir que el agua de las lágrimas consigue el agua de  gracias superiores para regar el huerto. - En el autógrafo alguien  subrayó la frase anterior: lágrimas todo lo ganan.   10 Batería: guerra.  11 «Un año y más», había dicho en el c. 7, 11.  12 Es el tema de los «santos pecadores», reiterado en la  narración: pról. 1; 9, 7, etc.  13 Probable alusión a la doctrina luterana, según la cual la  gracia sólo «cubre», no «quita» (elimina) las llagas del pecado.  14 Es decir: «personas... criadas en religión y siendo religiosas  de verdad, y no como yo que no tenía más que el nombre de  religiosa».   15 Gente no interesal: que no obra por interes.   16 Con gran parte: ni con mucho.   17 En casa: en la Encarnación de Avila. - A continuación: lo era  yo, es decir, «era yo parte», en la acepción de participar,  contribuir a...  18 Es el salmo 118, 137: «iustus es, Domine, et rectum iudicium  tuum».  19 Conclusas: incluidas.  20 Se remite a lo dicho en el n. 6. - En el autógrafo, la frase  comienza con un signo que prodría leerse «Oh».   21 Lo declarará en los cc. 25-27.   22 Mi hijo: borrado en el autógrafo (por Báñez ?). Ya había  ocurrido lo mismo en el c. 16, 6. Motivo probable: juzgar  demasiado confidencial la expresión. - El aludido es García de  Toledo.   23 Especie de oración auto-imprecatoria. Ya afloró en el c. 5, 11.  24 Es decir: a San Pedro lo perdonó, tras serle ingrato una sola  vez. Sigue aludiendo a lo referido en el c. 7, 11.  25 Imágenes ya utilizadas en el c. 8, 1. - A continuación: yo me  santiguo: me hago cruces de asombro (cf. c. 37, 9).   26 En recto orden: «pues aun esto no hacía bien».   27 Alusiones a la narración de Hechos 1, 18.  28 Pensaba: puede omitirse este verbo (así lo hizo fray Luis, p.  220), pues la frase se reinicia tras el parentesis. -Más de 21  años: escribe esto en 1565 (2ª redacción), y los hechos aludidos  datan de 1543/1544 (cf. 7, 17).  29 Libraba: en su acepción financiera: «dar carta de libranza o de  pago». Ironiza: el demonio se la daría hasta el día del juicio.   30 Lección: lectura.   31 «Fr. Vicente Barrón», anota Gracián en su ejemplar. Ya lo narró  ella en el c. 7, 17 y c. 5, 3.  32 Del mal no tanto. A modo de exclamación: «del mal el menos».  Cf. la misma expresión en Camino 1, 4.  33 Va mucho: importa mucho.   34 Se sobreentiende: y «engaña» el traidor (demonio).   35 Lo tratará en el c. 20, 22-29, y c. 21, 11. - Queda suspenso el  sentido de la frase, por estar borradas e ilegibles varias  palabras en el autógrafo. No trascritas por fray Luis (p. 222).  36 Ib.   37 Dar la fruta sin tasa (no sólo para «gustaduras») (c. 17, 2):  equivale, en la imagen del «huerto», a preocuparse imprudentemente  por las cosas de los otros. - Reaparece enseguida la imagen del  «avecica», «que aún tiene pelo malo» (c. 13, 2; 18, 9).   38 En los nn. 3-5 y 10 de este capítulo; y en el c. 7, 11. Lo de  «humildad falsa», lo ha dicho en el n. 4.   39 Alusión a los pasajes bíblicos en que el Señor promete el  perdón: Ezech. 33, 11; Mt 9, 13; Luc 15. - Ya el pasaje anterior  («comer de su pan») es reminiscencia de las palabras de Jesús en  Jn 13, 18.    CAPÍTULO 20  En que trata la diferencia que hay de unión a arrobamiento. ­  Declara que cosa es arrobamiento, y dice algo del bien que tiene  el alma que el Señor por su bondad llega a el. ­ Dice los efectos  que hace. ­ Es de mucha admiración (1).  1. Querría saber declarar con el favor de Dios la diferencia que  hay de unión a arrobamiento o elevamiento o vuelo que llaman de  espíritu o arrebatamiento, que todo es uno. Digo que estos  diferentes nombres todo es una cosa, y tambien se llama extasis  (2). Es grande la ventaja que hace a la unión. Los efectos muy  mayores hace y otras hartas operaciones, porque la unión parece  principio y medio y fin, y lo es en lo interior; mas así como  estotros fines son en más alto grado, hace los efectos interior y  exteriormente (3). Declárelo el Señor, como ha hecho lo demás,  que, cierto, si Su Majestad no me hubiera dado a entender por que  modos y maneras se puede algo decir, yo no supiera (4).  2. Consideremos ahora que esta agua postrera, que hemos dicho (5),  es tan copiosa que, si no es por no lo consentir la tierra,  podemos creer que se está con nosotros esta nube de la gran  Majestad acá en esta tierra. Mas cuando este gran bien le  agradecemos, acudiendo con obras según nuestras fuerzas, coge el  Señor el alma, digamos ahora, a manera que las nubes cogen los  vapores de la tierra, y levántala toda de ella (helo oído así esto  de que cogen las nubes los vapores, o el sol) (6), y sube la nube  al cielo y llevala consigo, y comienzala a mostrar cosas del reino  que le tiene aparejado. No se si la comparación cuadra, mas en  hecho de verdad ello pasa así.  3. En estos arrobamientos parece no anima el alma en el cuerpo, y  así se siente muy sentido faltar de el el calor natural; vase  enfriando, aunque con grandísima suavidad y deleite. Aquí no hay  ningún remedio de resistir, que en la unión, como estamos en  nuestra tierra, remedio hay: aunque con pena y fuerza, resistir se  puede casi siempre. Acá (7), las más veces, ningún remedio hay,  sino que muchas, sin prevenir el pensamiento ni ayuda ninguna,  viene un ímpetu tan acelerado y fuerte, que veis y sentís  levantarse esta nube o esta águila caudalosa (8) y cogeros con sus  alas.  4. Y digo que se entiende y veisos llevar, y no sabeis dónde.  Porque, aunque es con deleite, la flaqueza de nuestro natural hace  temer a los principios, y es menester ánima determinada y animosa  ­mucho más que para lo que queda dicho­ (9) para arriscarlo todo,  venga lo que viniere, y dejarse en las manos de Dios e ir adonde  nos llevaren, de grado, pues os llevan aunque os pese. Y en tanto  extremo, que muy muchas veces querría yo resistir, y pongo todas  mis fuerzas, en especial algunas que es en público y otras hartas  en secreto, temiendo ser engañada. Algunas podía algo, con gran  quebrantamiento: como quien pelea con un jayán fuerte, quedaba  despues cansada; otras era imposible, sino que me llevaba el alma  y aun casi ordinario la cabeza tras ella, sin poderla tener (10),  y algunas toda el cuerpo, hasta levantarle.   5. Esto ha sido pocas, porque como una vez fuese adonde estábamos  juntas en el coro y yendo a comulgar, estando de rodillas, dábame  grandísima pena, porque me parecía cosa muy extraordinaria y que  había de haber luego mucha nota; (11) y así mande a las monjas  (porque es ahora despues que tengo oficio de Priora), no lo  dijesen. Mas otras veces, como comenzaba a ver que iba a hacer el  Señor lo mismo (y una estando personas principales de señoras, que  era la fiesta de la vocación (12), en un sermón), tendíame en el  suelo y allegábanse a tenerme el cuerpo, y todavía se echaba de  ver. Suplique mucho al Señor que no quisiese ya darme más mercedes  que tuviesen muestras exteriores; porque yo estaba cansada ya de  andar en tanta cuenta (13) y que aquella merced podía Su Majestad  hacermela sin que se entendiese. Parece ha sido por su bondad  servido de oírme, que nunca más hasta ahora lo he tenido; verdad  es que ha poco (14).  6. Es así que me parecía, cuando quería resistir, que desde debajo  de los pies me levantaban fuerzas tan grandes que no se cómo lo  comparar, que era con mucho más ímpetu que estotras cosas de  espíritu, y así quedaba hecha pedazos; porque es una pelea grande  y, en fin, aprovecha poco cuando el Señor quiere, que no hay poder  contra su poder. Otras veces es servido de contentarse con que  veamos nos quiere hacer la merced y que no queda por Su Majestad,  y resistiendose por humildad, deja los mismos efectos que si del  todo se consintiese.   7. A los que esto hace son grandes: lo uno (15), muestrase el gran  poder del Señor y cómo no somos parte, cuando Su Majestad quiere,  de detener tan poco el cuerpo como el alma, ni somos señores de  ello; sino que, mal que nos pese, vemos que hay superior y que  estas mercedes son dadas de El y que nosotros no podemos en nada  nada, e imprímese mucha humildad. Y aun yo confieso que gran temor  me hizo; al principio, grandísimo; porque (16) verse así levantar  un cuerpo de la tierra, que aunque el espíritu le lleva tras sí y  es con suavidad grande si no se resiste, no se pierde el sentido;  al menos yo estaba de manera en mí, que podía entender era  llevada. Muestrase una majestad de quien puede hacer aquello, que  espeluza los cabellos (17), y queda un gran temor de ofender a tan  gran Dios; este, envuelto en grandísimo amor que se cobra de nuevo  a quien vemos le tiene tan grande a un gusano tan podrido, que no  parece se contenta con llevar tan de veras el alma a Sí, sino que  quiere el cuerpo, aun siendo tan mortal y de tierra tan sucia como  por tantas ofensas se ha hecho.  8. Tambien deja un desasimiento extraño, que yo no podre decir  cómo es. Pareceme que puedo decir es diferente en alguna manera,  ­digo, más que estotras cosas de sólo espíritu­; porque ya que  esten cuanto al espíritu con todo desasimiento de las cosas, aquí  parece quiere el Señor el mismo cuerpo lo ponga por obra, y hácese  una extrañeza nueva para con las cosas de la tierra, que es muy  penosa la vida.   9. Despues da una pena, que ni la podemos traer a nosotros ni  venida se puede quitar. Yo quisiera harto dar a entender esta gran  pena y creo no podre, mas dire algo si supiere. Y hase de notar,  que estas cosas (18) son ahora muy a la postre, despues de todas  las visiones y revelaciones que escribire; y el tiempo que solía  tener oración, adonde el Señor me daba tan grandes gustos y  regalos, ahora, ya que eso no cesa algunas veces, las más y lo más  ordinario es esta pena que ahora dire.  Es mayor y menor. De cuando es mayor quiero ahora decir, porque,  aunque adelante dire de estos grandes ímpetus (19) que me daban  cuando me quiso el Señor dar los arrobamientos, no tiene más que  ver, a mi parecer, que una cosa muy corporal a una muy espiritual,  y creo no lo encarezco mucho. Porque aquella pena parece, aunque  la siente el alma, es en compañía del cuerpo; entrambos parece  participan de ella, y no es con el extremo del desamparo que en  esta.  Para la cual ­como he dicho­ (20) no somos parte, sino muchas  veces a deshora viene un deseo que no se cómo se mueve, y de este  deseo, que penetra toda el alma en un punto, se comienza tanto a  fatigar, que sube muy sobre sí y de todo lo criado, y pónela Dios  tan desierta de todas las cosas, que por mucho que ella trabaje,  ninguna que la acompañe le parece hay en la tierra, ni ella la  querría, sino morir en aquella soledad. Que la hablen y ella se  quiera hacer toda la fuerza posible a hablar, aprovecha poco; que  su espíritu, aunque ella más haga, no se quita de aquella soledad.  Y con parecerme que está entonces lejísimo Dios, a veces comunica  sus grandezas por un modo el más extraño que se puede pensar; y  así no (21) se sabe decir, ni creo lo creerá ni entenderá sino  quien hubiere pasado por ello; porque no es la comunicación para  consolar, sino para mostrar la razón que tiene de fatigarse de  estar ausente de bien que en sí tiene todos los bienes.  10. Con esta comunicación crece el deseo y el extremo de soledad  en que se ve, con una pena tan delgada y penetrativa que, aunque  el alma se estaba puesta en aquel desierto, que al pie de la letra  me parece se puede entonces decir (y por ventura lo dijo el real  Profeta estando en la misma soledad, sino que como a santo se la  daría el Señor a sentir en más excesiva manera): Vigilavi, et  factus sum sicut passer solitarius in tecto; (22) y así, se me  representa este verso entonces que me parece lo veo yo en mí, y  consuelame ver que han sentido otras personas tan gran extremo de  soledad, cuánto más tales.  Así parece que está el alma no en sí, sino en el tejado o techo de  sí misma y de todo lo criado; porque aun encima de lo muy superior  del alma me parece que está.   11. Otras veces parece anda el alma como necesitadísima, diciendo  y preguntando a sí misma: ¿Dónde está tu Dios? (23) Es de mirar  que el romance de estos versos yo no sabía bien el que era, y  despues que lo entendía me consolaba de ver que me los había  traído el Señor a la memoria sin procurarlo yo. Otras me acordaba  de lo que dice San Pablo, que está crucificado al mundo (24). No  digo yo que sea esto así, que ya lo veo; mas pareceme que está así  el alma, que ni del cielo le viene consuelo ni está en el, ni de  la tierra le quiere ni está en ella, sino como crucificada entre  el cielo y la tierra, padeciendo sin venirle socorro de ningún  cabo. Porque el que le viene del cielo (que es, como he dicho  (25), una noticia de Dios tan admirable, muy sobre todo lo que  podemos desear), es para más tormento; porque acrecienta el deseo  de manera que, a mi parecer, la gran pena algunas veces quita el  sentido, sino que dura poco sin el.  Parecen unos tránsitos de la muerte, salvo que trae consigo un tan  gran contento este padecer, que no se yo a que lo comparar. Ello  es un recio martirio sabroso, pues todo lo que se le puede  representar al alma de la tierra, aunque sea lo que le suele ser  más sabroso, ninguna cosa admite; luego parece lo lanza de sí.  Bien entiende que no quiere sino a su Dios; (26) mas no ama cosa  particular de El, sino todo junto le quiere y no sabe lo que  quiere. Digo «no sabe», porque no representa nada la imaginación;  ni, a mi parecer, mucho tiempo de lo que está así no obran las  potencias. Como en la unión y arrobamiento el gozo, aquí la pena  las suspende.  12. ¡Oh Jesús! ¡Quien pudiera dar a entender bien a vuestra merced  (27) esto, aun para que me dijera lo que es, porque es en lo que  ahora anda siempre mi alma!  Lo más ordinario, en viendose desocupada, es puesta en estas  ansias de muerte, y teme, cuando ve que comienzan, porque no se ha  de morir; mas llegada a estar en ello, lo que hubiese de vivir  querría en este padecer; (28) aunque es tan excesivo, que el  sujeto le puede mal llevar, y así algunas veces se me quitan todos  los pulsos casi, según dicen las que algunas veces se llegan a mí  de las hermanas que ya más lo entienden, y las canillas (29) muy  abiertas, y las manos tan yertas que yo no las puedo algunas veces  juntar; y así me queda dolor hasta otro día en los pulsos y en el  cuerpo, que parece me han descoyuntado (30).  13. Yo bien pienso alguna vez ha de ser el Señor servido, si va  adelante como ahora, que se acabe con acabar la vida, que, a mi  parecer, bastante es tan gran pena para ello (31), sino que no lo  merezco yo. Toda la ansia es morirme entonces. Ni me acuerdo de  purgatorio, ni de los grandes pecados que he hecho, por donde  merecía el infierno. Todo se me olvida con aquella ansia de ver a  Dios; y aquel desierto y soledad le parece mejor que toda la  compañía del mundo.  Si algo la podría dar consuelo, es tratar con quien hubiese pasado  por este tormento; y ver que, aunque se queje de el, nadie le  parece la ha de creer, [14] tambien la atormenta; (32) que esta  pena es tan crecida que no querría soledad como otras, ni compañía  sino con quien se pueda quejar. Es como uno que tiene la soga a la  garganta y se está ahogando, que procura tomar huelgo. Así me  parece que este deseo de compañía es de nuestra flaqueza; que como  nos pone la pena en peligro de muerte (que esto sí, cierto, hace;  yo me he visto en este peligro algunas veces con grandes  enfermedades y ocasiones, como he dicho, y creo podría decir es  este tan grande como todos), así el deseo que el cuerpo y alma  tienen de no se apartar es el que pide socorro para tomar huelgo  y, con decirlo y quejarse y divertirse (33), buscar remedio para  vivir muy contra voluntad del espíritu o de lo superior del alma,  que no querría salir de esta pena.  15. No se yo si atino a lo que digo o si lo se decir, mas, a todo  mi parecer, pasa así. Mire vuestra merced que descanso puede tener  en esta vida, pues el que había ­que era la oración y soledad,  porque allí me consolaba el Señor­ es ya lo más ordinario este  tormento, y es tan sabroso y ve el alma que es de tanto precio,  que ya le quiere más que todos los regalos que solía tener.  Parecele más seguro, porque es camino de cruz, y en sí tiene un  gusto muy de valor (34), a mi parecer, porque no participa con el  cuerpo sino pena, y el alma es la que padece y goza sola del gozo  y contento que da este padecer.  No se yo cómo puede ser esto, mas así pasa, que, a mi parecer, no  trocaría esta merced que el Señor me hace (que bien de su mano  (35) ­y como he dicho­ nonada adquirida de mí, porque es muy muy  sobrenatural) por todas las que despues dire; no digo juntas, sino  tomada cada una por sí. Y no se deje de tener acuerdo que es  despues de todo lo que va escrito en este libro y en lo que ahora  me tiene el Señor.  Digo que estos ímpetus es despues de las mercedes que aquí van,  que me ha hecho el Señor (36).  16. Estando yo a los principios con temor (como me acaece casi en  cada merced que me hace el Señor, hasta que con ir adelante Su  Majestad asegura), me dijo que no temiese y que tuviese en más  esta merced que todas las que me había hecho; que en esta pena se  purificaba el alma, y se labra o purifica como el oro en el crisol  (37), para poder mejor poner los esmaltes de sus dones, y que se  purgaba allí lo que había de estar en purgatorio.  Bien entendía yo era gran merced, mas quede con mucha más  seguridad, y mi confesor me dice que es bueno. Y aunque yo temí,  por ser yo tan ruin, nunca podía creer que era malo; antes, el muy  sobrado bien me hacía temer, acordándome cuán mal lo tengo  merecido. Bendito sea el Señor que tan bueno es. Amen.  17. Parece que he salido de propósito, porque comence a decir de  arrobamientos y esto que he dicho aun es más que arrobamiento, y  así deja los efectos que he dicho (38).   18. Ahora tornemos a arrobamiento, de lo que en ellos es más  ordinario.  Digo que muchas veces me parecía me dejaba el cuerpo tan ligero,  que toda la pesadumbre de el me quitaba, y algunas era tanto, que  casi no entendía poner los pies en el suelo. Pues cuando está en  el arrobamiento, el cuerpo queda como muerto, sin poder nada de sí  muchas veces, y como le toma se queda: si en pie, si sentado, si  las manos abiertas, si cerradas (39). Porque aunque pocas veces se  pierde el sentido, algunas me ha acaecido a mí perderle del todo,  pocas y poco rato. Mas lo ordinario es que se turba y aunque no  puede hacer nada de sí cuanto a lo exterior, no deja de entender y  oír como cosa de lejos.  No digo que entiende y oye cuando está en lo subido de el (digo  subido, en los tiempos que se pierden las potencias, porque están  muy unidas con Dios), que entonces no ve ni oye ni siente, a mi  parecer; mas, como dije en la oración de unión pasada (40), este  transformamiento del alma del todo en Dios dura poco; mas eso que  dura, ninguna potencia se siente, ni sabe lo que pasa allí.  No debe ser para que se entienda mientras vivimos en la tierra, al  menos no lo quiere Dios, que no debemos ser capaces para ello. Yo  esto he visto por mí.  19. Diráme vuestra merced que cómo dura alguna vez tantas horas el  arrobamiento, y muchas veces. Lo que pasa por mí es que ­como dije  en la oración pasada­ (41) gózase con intervalos. Muchas veces se  engolfa el alma o la engolfa el Señor en sí, por mejor decir, y  teniendola así un poco, quedase con sola la voluntad. Pareceme es  este bullicio de estotras dos potencias como el que tiene una  lengüecilla de estos relojes de sol, que nunca para; mas cuando el  sol de justicia (42) quiere, hácelas detener.  Esto digo que es poco rato. Mas como fue grande el ímpetu, y  levantamiento de espíritu, y aunque estas tornen a bullirse, queda  engolfada la voluntad, hace, como señora del todo, aquella  operación en el cuerpo; (43) porque, ya que las otras dos  potencias bullidoras la quieren estorbar, de los enemigos los  menos: no la estorben tambien los sentidos; y así hace que esten  suspendidos, porque lo quiere así el Señor. Y por la mayor parte  están cerrados los ojos, aunque no queramos cerrarlos; y si  abiertos alguna vez, como ya dije (44), no atina ni advierte lo  que ve.   20. Aquí es mucho menos lo que puede hacer de sí, para que cuando  se tornaren las potencias a juntar no haya tanto que hacer. Por  eso, a quien el Señor diere esto, no se desconsuele cuando se vea  así atado el cuerpo muchas horas, y a veces el entendimiento y  memoria divertidos. Verdad es que lo ordinario es estar embebidas  en alabanzas de Dios o en querer comprender y entender lo que ha  pasado por ellas; y aun para esto no están bien despiertas, sino  como una persona que ha mucho dormido y soñado, y aún no acaba de  despertar.   21. Declárome tanto en esto, porque se que hay ahora, aun en este  lugar (45), personas a quien el Señor hace estas mercedes, y si  los que las gobiernan no han pasado por esto, por ventura les  parecerá que han de estar como muertas en arrobamiento, en  especial si no son letrados, y lastima lo que se padece con los  confesores que no lo entienden, como yo dire despues (46). Quizá  yo no se lo que digo. Vuestra merced lo entenderá, si atino en  algo, pues el Señor le ha ya dado experiencia de ello, aunque como  no es de mucho tiempo, quizá no habrá mirádolo tanto como yo.  Así que, aunque mucho lo procuro, por buenos ratos no hay fuerza  en el cuerpo para poderse menear; todas las llevó el alma consigo.  Muchas veces queda sano ­que estaba bien enfermo y lleno de  grandes dolores­ y con más habilidad, porque es cosa grande lo que  allí se da, y quiere el Señor algunas veces ­como digo­ lo goce el  cuerpo, pues ya obedece a lo que quiere el alma. Despues que torna  en sí, si ha sido grande el arrobamiento, acaece andar un día o  dos y aun tres tan absortas las potencias, o como embobecida (47),  que no parece anda en sí.  22. Aquí es la pena de haber de tornar a vivir. Aquí le nacieron  las alas para bien volar. Ya se le ha caído el pelo malo (48).  Aquí se levanta ya del todo la bandera por Cristo, que no parece  otra cosa sino que este alcaide de esta fortaleza se sube o le  suben a la torre más alta a levantar la bandera por Dios. Mira a  los de abajo como quien está en salvo. Ya no teme los peligros,  antes los desea, como quien por cierta manera se le da allí  seguridad de la victoria. Vese aquí muy claro en lo poco que todo  lo de acá se ha de estimar y lo nonada que es. Quien está de lo  alto, alcanza muchas cosas. Ya no quiere querer, ni tener libre  albedrío no querría (49), y así lo suplica al Señor. Dale las  llaves de su voluntad.  Hele aquí el hortelano hecho alcaide (50). No quiere hacer cosa,  sino la voluntad del Señor, ni serlo el de sí (51) ni de nada ni  de un pero de esta huerta, sino que, si algo bueno hay en ella, lo  reparta Su Majestad; que de aquí adelante no quiere cosa propia,  sino que haga de todo conforme a su gloria y a su voluntad.  23. Y en hecho de verdad pasa así todo esto, si los arrobamientos  son verdaderos, que queda el alma con los efectos y  aprovechamiento que queda dicho. Y si no son estos, dudaría yo  mucho serlos de parte de Dios, antes temería no sean los  rabiamientos que dice San Vicente (52). Esto entiendo yo y he  visto por experiencia: quedar aquí el alma señora de todo y con  libertad en una hora y menos, que ella no se puede conocer. Bien  ve que no es suyo, ni sabe cómo se le dio tanto bien, mas entiende  claro el grandísimo provecho que cada rapto de estos trae (53).  No hay quien lo crea si no ha pasado por ello; y así no creen a la  pobre alma, como la han visto ruin y tan presto la ven pretender  cosas tan animosas; porque luego da en no se contentar con servir  en poco al Señor, sino en lo más que ella puede. Piensan es  tentación y disparate. Si entendiesen no nace de ella sino del  Señor a quien ya ha dado las llaves de su voluntad, no se  espantarían.  24. Tengo para mí que un alma que allega a este estado, que ya  ella no habla ni hace cosa por sí, sino (54) que de todo lo que ha  de hacer tiene cuidado este soberano Rey. ¡Oh, válgame Dios, que  claro se ve aquí la declaración del verso, y cómo se entiende  tenía razón y la tendrán todos de pedir alas de paloma! (55)  Entiendese claro es vuelo el que da el espíritu para levantarse de  todo lo criado, y de sí mismo el primero; mas es vuelo suave, es  vuelo deleitoso, vuelo sin ruido.  25. ¡Que señorío tiene un alma que el Señor llega aquí, que lo  mire todo sin estar enredada en ello! ¡Que corrida está del tiempo  que lo estuvo! ¡Que espantada de su ceguedad! ¡Que lastimada de  los que están en ella, en especial si es gente de oración y a  quien Dios ya regala! Querría dar voces para dar a entender que  engañados están, y aun así lo hace algunas veces, y lluevenle en  la cabeza mil persecuciones. Tienenla por poco humilde y que  quiere enseñar a de quien (56) había de aprender, en especial si  es mujer. Aquí es el condenar ­y con razón­, porque no saben el  ímpetu que la mueve, que a veces no se puede valer, ni puede  sufrir no desengañar a los que quiere bien y desea ver sueltos de  esta cárcel de esta vida (57), que no es menos ni le parece menos  en la que ella ha estado.  26. Fatígase del tiempo en que miró puntos de honra y en el engaño  que traía de creer que era honra lo que el mundo llama honra; ve  que es grandísima mentira y que todos andamos en ella; entiende  que la verdadera honra no es mentirosa, sino verdadera, teniendo  en algo lo que es algo, y lo que no es nada tenerlo en nonada,  pues todo es nada y menos que nada lo que se acaba y no contenta a  Dios.  27. Ríese de sí, del tiempo que tenía en algo los dineros y  codicia de ellos, aunque en esta nunca creo ­y es así verdad­  confese culpa; harta culpa era tenerlos en algo. Si con ellos se  pudiera comprar el bien que ahora veo en mí, tuvieralos en mucho;  mas ve que este bien se gana con dejarlo todo. ¿Que es esto que se  compra con estos dineros que deseamos? ¿Es cosa de precio? ¿Es  cosa durable? ¿O para que los queremos? Negro descanso se procura,  que tan caro cuesta. Muchas veces se procura con ellos el infierno  y se compra fuego perdurable y pena sin fin. ¡Oh, si todos diesen  en tenerlos por tierra sin provecho, que concertado andaría el  mundo, que sin tráfagos! (58) ¡Con que amistad se tratarían todos  si faltase interes de honra y de dineros! Tengo para mí se  remediaría todo.  28. Ve de los deleites tan gran ceguedad, y cómo con ellos compra  trabajo, aun para esta vida, y desasosiego. ¡Que inquietud! ¡Que  poco contento! ¡Que trabajar en vano!  Aquí no sólo las telarañas ve de su alma y las faltas grandes,  sino un polvito que haya, por pequeño que sea, porque el sol está  muy claro; y así, por mucho que trabaje un alma en perfeccionarse,  si de veras la coge este Sol, toda se ve muy turbia. Es como el  agua que está en un vaso, que si no le da el sol está muy claro;  si da en el, vese que está todo lleno de motas. Al pie de la letra  es esta comparación. Antes de estar el alma en este extasis,  parecele que trae cuidado de no ofender a Dios y que conforme a  sus fuerzas hace lo que puede; mas llegada aquí, que le da este  sol de justicia (59) que la hace abrir los ojos, ve tanta motas,  que los querría tornar a cerrar; porque aún no es tan hija de esta  águila caudalosa, que pueda mirar este sol de en hito en hito;  (60) mas, por poco que los tenga abiertos, vese toda turbia.  Acuerdase del verso que dice; ¿Quien será justo delante de Ti?  (61).  29. Cuando mira este divino sol, deslúmbrale la claridad. Como se  mira a sí, el barro la tapa los ojos: ciega está esta palomita.  Así acaece muy muchas veces quedarse así ciega del todo, absorta,  espantada, desvanecida de tantas grandezas como ve.  Aquí se gana la verdadera humildad, para no se le dar nada de  decir bienes de sí, ni que lo digan otros. Reparte el Señor del  huerto la fruta y no ella, y así no se le pega nada a las manos.  Todo el bien que tiene va guiado a Dios. Si algo dice de sí, es  para su gloria. Sabe que no tiene nada el (62) allí y, aunque  quiera, no puede ignorarlo, porque lo ve por vista de ojos, que,  mal que le pese, se los hace cerrar a las cosas del mundo, y que  los tenga abiertos para entender verdades.  NOTAS CAPÍTULO 20  El tema del capítulo puede formularse con la palabra «extasis».  Dentro del estado místico (= unión: cuarta agua), se produce un  fenómeno exaltante: arrobamiento o extasis. La exposición pasa de  lo doctrinal a lo autobiográfico y testifical: es la situación que  está viviendo «ahora» (nn. 9 y 12). Lugares paralelos en sus  escritos: Moradas 6, cc. 4-5; Conceptos c. 6; Rel. 5, 7-11; los  textos cronológicamente más cercanos a Vida son: Rel. 1, 2 s.;  Rel. 3, 10. Por esas fechas escribió uno de los letrados asesores  de la Santa un «Dictamen» sobre ella: «En oyendo hablar a Dios con  devoción y fuerza, se suele arrebatar muchas veces, y con procurar  resistir, no puede, y queda entonces tal a los que la ven, que  pone grandísima devoción» (BMC, t. 2, p. 132).  1 En el autógrafo está borrada esta última cláusula por uno de los  letrados asesores.  2 Nueva insinuación de que la autora recurre a la nomenclatura  usada por los autores espirituales. - Merece ser recordado aquí el  elogio que de esta doctrina teresiana hace SAN JUAN DE LA CRUZ:  «Lugar era este conveniente para tratar de las diferencias de  raptos y extasis y otros arrobamientos y sutiles vuelos de  espíritu que a los espirituales suelen acaecer. Mas, porque mi  intento no es sino declarar brevemente estas canciones...,  quedarse ha para quien mejor lo sepa tratar que yo, y porque  tambien la bienaventurada Teresa de Jesús, nuestra Madre, dejó  escritas de estas cosas de espíritu admirablemente, las cuales  espero en Dios saldrán presto impresas a la luz». (Cántico A 12,  6, pasaje trasladado intacto al Cántico B 13, 7). - De hecho el  propio San Juan de la Cruz había promovido la edición de las obras  de la Santa en el Definitorio de 1 de septiembre de 1586 (cf.  JERONIMO DE SAN JOSE, Historia del Carmen Descalzo, t. I, L. 5, c.  13, p. 878 s.).  3 El sentido es: «así» como estotros fines (arrobamiento, vuelo de  espíritu, etc.) son en más alto grado, así hacen efectos más  aventajados que la simple unión.  4 Recuerdense los testimonios del c. 16, 2 y 18, 14.  5 La «cuarta agua» de que tratan estos cc. 18-21. Cf. c. 18, 1.19;  c. 19, 1.  6 La frase entre parentesis fue añadida por la Santa al margen del  autógrafo. Fray Luis la omitió (p. 225).  7 Acá: en los arrobamientos.   8 Aguila caudalosa: águila caudal.  9 Lo que queda dicho: alude a las gracias místicas de los cc.  anteriores. - Arriscar: arriesgar (cf. 16, 7-8).   10 Tener: equivale a detener o sostener (como en el n. 7).  11 Haber mucha nota: llamar la atención. Quizás con cierta  connotación negativa: «nota» en Cobarruvias, indica «infamia en  alguna persona». - Despues que tengo el oficio de priora: en el  carmelo de San Jose de Avila, es priora desde principios de 1563.  12 Fiesta de la vocación: fiesta de la advocación o titular de la  casa, «San Jose» (vease el mismo vocablo en Fund. pról. n. 5). -  La gracia mística aquí insinuada por la Santa se identifica, muy  probablemente, con una de las dos descritas en el Proceso de Avila  por la M. Petronila Bautista: «Otra vez, estando el padre fray  Domingo Báñez, dominico, grave religioso y catedrático de la  Universidad de Salamanca y confesor de la Santa Madre, haciendo  una plática a las religiosas de este convento al locutorio, la  santa Madre se quedó arrobada; y el dicho Padre se quitó la  capilla, y dejó la plática y puso gran silencio hasta que volvió  en sí, y así lo oyó decir luego que esta declarante entró en este  convento... Tuvo muchos arrobamientos en diversas partes, y uno  fue tan grande, día del bienaventurado San Jose, estando oyendo  misa a la red del coro de este convento, que sintiendo ella que la  parecía que la levantaban, se asió a la red del coro y dijo a una  hermana que la tuviese, procurando no se echase de ver, y más por  estar allí una persona muy espiritual que tenía licencia de Su  Santidad para poder entrar en este convento, y entonces esta  persona estaba junto a la Santa Madre» (BMC. t. 19, p. 582).  13 Andar en tanta cuenta: andar con tantas cautelas y cuidados.   14 Hace poco que han cesado las formas exteriores del extasis.  Escribe a fines de 1565 (2ª redacción de Vida). Volvió a tenerlos  más tarde: cf. Rel. 15 (extasis de Salamanca, 1571), Rel. 35  (comunión de manos de san Juan de la Cruz, 1572) y carta a Lorenzo  de Cepeda: 17.1.1577, poco antes de escribir las Moradas.   15 Lo uno: en primer lugar. (Seguirá la enumeración de «efectos»  en los nn. 8 y 9). - El enunciado inicial: «son grandes los  efectos (del extasis) en aquellos a quienes el Señor hace esta  gracia».   16 Porque: equivale a «por».   17 Espeluza: como despeluza o espeluzna (cf. 38, 19; y 39, 3).  18 Estas dos cosas, había escrito la Santa, aludiendo al  «desasimiento extraño» (n. 8) y a la «pena» (n. 9). Luego borró la  palabra «dos», dando mayor alcance a la afirmación. - De visiones  y revelaciones, escribirá en los cc. 27, 28, 29, 32, 38, 39, 40.  19 De estos ímpetus grandes hablará en el c. 29, 8-14.  20 Lo ha dicho en este mismo número: «pena que no la podamos traer  a nosotros», es decir no la podamos inducir.   21 No se sabe: así en el autógrafo. La deformación de la edición  facsímil (1873) ha provocado en los editores la falsa lectura «me  se sabe». Fray Luis leyó correctamente: «no» (p. 230).  25 Lo ha dicho en el n. 9.  26 Ya lo ha afirmado en el c. 16, 5.   27 Sigue dialogando con el P. García de Toledo. Y luego los nn. 15  y 19. - Nótese la hondura de la confidencia. El diálogo apunta  igualmente a lo hondo de la vida del P. García (ver la alusión del  n. 21).  28 Morir/padecer: tema persistente hasta el final del libro: c.  40, 20. El sujeto le puede mal llevar: el físico, o la persona,  apenas lo puede soportar («sujeto»: como «nuestro natural» del n.  4).   29 Los pulsos... las canillas: los latidos... las articulaziones.  - Comentando este pasaje de la Santa, escribe el «Diccionario de  Autoridades»: «Tambien se llama canillas a los huesos de que se  compone el brazo, desde la espaldilla hasta la mano».  30Descoyuntado: como tras el paroxismo de sus años jóvenes (cf. c.  6, 1).  31 Lo repetirá en Moradas 6, 11, 11.  32 Puntuación dudosa. Fray Luis cierra la frase en «creer» (p.  133).  33 Divertirse: distraerse.  34 Muy de valor: muy valioso.   35 Desde fray Luis los editores han leido: «que viene de su mano»  (p. 234). - Alude a lo dicho en el n. 9 (nota 20).   36 Toda esta frase fue añadida por la Santa al margen de su  autógrafo. Fray Luis la retocó para introducirla en el texto (p.  235). - Recuerdese que está escribiendo en 1565.  37 Frase tópica, de origen bíblico: Prov. 27, 21; Sab. 3, 6.   38 Comenzó a decir de arrobamientos en el n. 1..., hasta tratar de  la levitación corporal en el n. 6: y esto que he dicho -el  «desasimiento extraño» y «la pena infusa»- en los nn. 9-16. - En  el n. siguiente reanudará el tema de la «levitación».   39 Elipsis: «si en pie le toma, en pie se queda, etc. - Fray Luis  leyó equivocadamente: «y como le toma se queda siempre, si  tentado...» (p. 236), seguido por todos los editores.   40 En el c. 18, 12.  41 Ib. - La frase siguiente: «muchas veces se engolfa el alma» -en  suspensión de todas las potencias- un poco de tiempo, y luego  sigue suspendida «sola la voluntad».   42 Sol de justicia: expresión bíblica (Mal 4, 2), incorporada a la  liturgia navideña.   43 La voluntad hace aquella operación en el cuerpo: la suspensión  de las funciones somáticas y la ligereza de la levitación de que  habló en el n. 18.  44 En el c. 18, n. 10.  45 En este lugar: en Avila.   46 Lo tratará en los cc. 23 y 24.  47 Como embobecida: como aturdida. En el resto del libro preferirá  la expresión «como embobada» (cf. 25, 4; 29, 14; 34, 11; 37, 7;  38, 11).  48 Regresa de nuevo a la «avecica», imagen del alma (c. 13, 2; 18,  9).  49 Por los acostumbados escrúpulos teológicos, Báñez tachó en el  autógrafo: «libre albedrío no querría», y lo sustituyó por «otra  voluntad, sino hacer la de nuestro Señor». Fray Luis acogió la  corrección de Báñez (p. 239). - Estaba de por medio la contienda  entre católicos y protestantes sobre el «de libero (o «de servo»)  arbitrio». Y quizás la sombra de los alumbrados.  50 Hortelano / alcaide: la Santa funde las dos imágenes del  «huerto» y de la «fortaleza militar» (c. 18, 4). «Alcaide es el  castellano de un castillo o fuerza con gente y guarnición»  (Cobarruvias).   51 Ni ser el señor de sí...  52 En el Tractatus de vita spirituali escribió San Vicente Ferrer:  «Et scias pro certo quod maior pars raptuum, immo rabierum,  nuntiorum antichristi venit per istum modum» (c. 14).  «...abhorreas earum visionem... tamquam stultas dementias et eorum  raptus sicut rabiamenta» (c. 15. Cito por la edición de la B.A.C.,  1956, pp. 517 y 519). La Santa pudo leer estos pasajes en la  edición castellana publicada por Cisneros (Toledo, 1515). El mismo  juego de palabras («arrobamientos como si tuvieran rabiamientos»)  pudo leerlo en OSUNA, Tercer Abecedario, t. 5, c. 2.  53 Rapto: como extasis (cf. 21, 8). Termino de procedencia bíblica  (2 Cor 12, 2: rapto de San Pablo, que ella recordará más adelante  (38, 1).   54 Que ya ella... sino que: frase borrada en el autógrafo, quizás  por el mismo P. Báñez, cuya corrección anterior (n. 22, nota 49)  hacía que se repitiese esta frase tres veces casi seguidas. Fray  Luis reprodujo fielmente el autógrafo (p. 241).  55 La declaración del verso: el significado del versículo que cita  a continuación, del Salmo 54, 7.  56 Es decir: quiere enseñar «a aquellos» de quienes había de  aprender.  57 Recurre nuevamente la imagen de «vida-cárcel» (cf. 16, 8, nota  28; y en el c. 21, 6). - Aquí con probable reminiscencia del texto  de San Pablo (Rom. 7, 27: cuerpo-cárcel), alegado expresamente en  c. 21, 6.  58 Que sin tráfagos: cuán sin enredos, con cuánta quietud.  «Tráfago... es termino de mercaderes y vale tanto como trato,  comercio» (Cobarruvias). En Vida, cf. 21, 1.  59 Sol de justicia: Dios. Imagen bíblica (Mal 4, 2). Cf. n. 19,  nota 42.  60 Probable alusión a la fábula popular del águila real (imagen  utilizada en el n. 3) que enseña a sus polluelos a mirar fijamente  al sol (Cf. L. DE GRANADA, Introducción al Símbolo de la fe, l. I,  c. 17. - Obras, t. 5, Madrid 1908, p. 158).   61 Verso (versículo) del Salmo 142, 2.  62 El: el hortelano o el alma de la frase anterior.  CAPÍTULO 21  Prosigue y acaba este postrer grado de oración. * ­ Dice lo que  siente el alma que está en el de tornar a vivir en el mundo, y de  la luz que la da el Señor de los engaños de el. ­ Tiene buena  doctrina.  1. Pues acabando en lo que iba (1), digo que no ha menester aquí  consentimiento de esta alma; ya se le tiene dado, y sabe que con  voluntad se entregó en sus manos y que no le puede engañar, porque  es sabedor de todo. No es como acá, que está toda la vida llena de  engaños y dobleces: cuando pensáis teneis una voluntad ganada,  según lo que os muestra, venís a entender que todo es mentira. No  hay ya quien viva en tanto tráfago, en especial si hay algún poco  de interes.  ¡Bienaventurada alma que la trae el Señor a entender verdades! (2)  ¡Oh, que estado este para los reyes! ¡Cómo les valdría mucho más  procurarle, que no gran señorío! ¡Que rectitud habría en el reino!  ¡Que de males se excusarían y habrían excusado! Aquí no se teme  perder vida ni honra por amor de Dios. ¡Que gran bien este para  quien está más obligado a mirar la honra del Señor, que todos los  que son menos, pues han de ser los reyes a quien sigan! Por un  punto de aumento en la fe y de haber dado luz en algo a los  herejes, perdería mil reinos, y con razón. Otro ganar es. Un reino  que no se acaba. Que con sola una gota que gusta un alma de esta  agua de el, parece asco todo lo de acá. Pues cuando fuere estar  engolfada en todo (3) ¿que será?  2. ¡Oh Señor! Si me dierais estado para decir a voces esto (4), no  me creyeran, como hacen a muchos que lo saben decir de otra suerte  que yo; mas al menos satisficierame yo. Pareceme que tuviera en  poco la vida por dar a entender una sola verdad de estas; no se  despues lo que hiciera, que no hay que fiar de mí. Con ser la que  soy, me dan grandes ímpetus por decir esto a los que mandan, que  me deshacen (5). De que no puedo más, tórnome a Vos, Señor mío, a  pediros remedio para todo; y bien sabeis Vos que muy de buena gana  me desposeería yo de las mercedes que me habeis hecho, con quedar  en estado que no os ofendiese, y se las daría a los reyes; porque  se que sería imposible consentir cosas que ahora se consienten, ni  dejar de haber grandísimos bienes (6).   3. ¡Oh Dios mío! Dadles a entender a lo que están obligados, pues  los quisisteis Vos señalar en la tierra de manera, que aun he oído  decir hay señales en el cielo cuando lleváis a alguno (7). Que,  cierto, cuando pienso esto, me hace devoción que queráis Vos, Rey  mío, que hasta en esto entiendan os han de imitar en vida, pues en  alguna manera hay señal en el cielo, como cuando moristeis Vos, en  su muerte.  4. Mucho me atrevo. Rómpalo vuestra merced (8) si mal le parece, y  crea se lo diría mejor en presencia, si pudiese o pensase me han  de creer, porque los encomiendo a Dios mucho, y querría me  aprovechase. Todo lo hace aventurar la vida, que deseo muchas  veces estar sin ella, y era por poco precio aventurar a ganar  mucho. Porque no hay ya quien viva, viendo por vista de ojos el  gran engaño en que andamos y la ceguedad que traemos.   5. Llegada un alma aquí, no es sólo deseos los que tiene por Dios;  Su Majestad la da fuerzas para ponerlos por obra. No se le pone  cosa delante, en que piense le sirve, a que no se abalance; y no  hace nada, porque ­como digo­ (9) ve claro que no es todo nada,  sino contentar a Dios. El trabajo es que no hay que se ofrezca a  las que son de tan poco provecho como yo. Sed Vos, Bien mío,  servido venga algún tiempo en que yo pueda pagar algún cornado  (10) de lo mucho que os debo. Ordenad Vos, Señor, como fuereis  servido, cómo esta vuestra sierva os sirva en algo. Mujeres eran  otras y han hecho cosas heroicas por amor de Vos (11). Yo no soy  para más de parlar, y así no quereis Vos, Dios mío, ponerme en  obras. Todo se va en palabras y deseos cuanto he de servir, y aun  para esto no tengo libertad, porque por ventura faltara en todo.  Fortaleced Vos mi alma y disponedla primero, Bien de todos los  bienes y Jesús mío, y ordenad luego modos cómo haga algo por Vos,  que no hay ya quien sufra recibir tanto y no pagar nada. Cueste lo  que costare, Señor, no queráis que vaya delante de Vos tan vacías  las manos, pues conforme a las obras se ha de dar el premio. Aquí  está mi vida, aquí está mi honra y mi voluntad; todo os lo he  dado, vuestra soy, disponed de mí conforme a la vuestra. Bien veo  yo, mi Señor, lo poco que puedo; mas llegada a Vos, subida en esta  atalaya adonde se ven verdades, no os apartando de mí, todo lo  podre; que si os apartáis, por poco que sea, ire adonde estaba,  que era al infierno.  6. ¡Oh, que es un alma que se ve aquí, haber de tornar a tratar  con todos, a mirar y ver esta farsa de esta vida tan mal  concertada, a gastar el tiempo en cumplir con el cuerpo, durmiendo  y comiendo! Todo la cansa, no sabe cómo huir, vese encadenada y  presa. Entonces siente más verdaderamente el cautiverio que  traemos con los cuerpos, y la miseria de la vida. Conoce la razón  que tenía San Pablo de suplicar a Dios le librase de ella (12). Da  voces con el. Pide a Dios libertad, como otras veces he dicho;  (13) mas aquí es con tan gran ímpetu muchas veces, que parece se  quiere salir el alma del cuerpo a buscar esta libertad, ya que no  la sacan. Anda como vendida en tierra ajena, y lo que más la  fatiga es no hallar muchos que se quejen con ella y pidan esto,  sino lo más ordinario es desear vivir. ¡Oh, si no estuviesemos  asidos a nada ni tuviesemos puesto nuestro contento en cosa de la  tierra, cómo la pena que nos daría vivir siempre sin el templaría  el miedo de la muerte con el deseo de gozar de la vida verdadera!   7. Considero algunas veces cuando una como yo, por haberme el  Señor dado esta luz, con tan tibia caridad y tan incierto el  descanso verdadero por no lo haber merecido mis obras, siento  tanto verme en este destierro muchas veces, ¿que sería el  sentimiento de los santos? ¿Que debía de pasar San Pablo y la  Magdalena y otros semejantes, en quien tan crecido estaba este  fuego de amor de Dios? Debía ser un continuo martirio.  Pareceme que quien me da algún alivio y con quien descanso de  tratar, son las personas que hallo de estos deseos; digo deseos  con obras; digo con obras, porque hay algunas personas que, a su  parecer, están desasidas, y así lo publican y había ello de ser,  pues su estado lo pide y los muchos años que ha que algunas han  comenzado camino de perfección, mas conoce bien esta alma desde  muy lejos los que lo son de palabras, o los que ya estas palabras  han confirmado con obras; porque tiene entendido el poco provecho  que hacen los unos y el mucho los otros, y es cosa que a quien  tiene experiencia lo ve muy claramente.   8. Pues dicho ya estos efectos que hacen los arrobamientos que son  de espíritu de Dios... (14), verdad es que hay más o menos. Digo  menos, porque a los principios, aunque hace estos efectos, no  están experimentados con obras, y no se puede así entender que los  tiene. Y tambien va creciendo la perfección y procurando no haya  memoria de telaraña (15), y esto requiere algún tiempo. Y mientras  más crece el amor y humildad en el alma, mayor olor dan de sí  estas flores de virtudes, para sí y para los otros.  Verdad es que de manera puede obrar el Señor en el alma en un  rapto de estos, que quede poco que trabajar al alma en adquirir  perfección, porque no podrá nadie creer, si no lo experimenta, lo  que el Señor la da aquí, que no hay diligencia nuestra que a esto  llegue, a mi parecer. No digo que con el favor del Señor,  ayudándose muchos años, por los terminos que escriben los que han  escrito de oración, principios y medios, no llegarán a la  perfección y desasimiento mucho con hartos trabajos; (16) mas no  en tan breve tiempo como, sin ninguno nuestro, obra el Señor aquí  y determinadamente saca el alma de la tierra y le da señorío sobre  lo que hay en ella, aunque en esta alma no haya más merecimientos  que había en la mía, que no lo puedo más encarecer, porque era  casi ninguno.  9. El por que lo hace Su Majestad (17), es porque quiere, y como  quiere hácelo, y aunque no haya en ella disposición, la dispone  para recibir el bien que Su Majestad le da (18). Así que no todas  veces los da porque se lo han merecido en granjear bien el huerto  ­aunque es muy cierto a quien esto hace bien y procura desasirse,  no dejar de regalarle­, sino que es su voluntad mostrar su  grandeza algunas veces en la tierra que es más ruin, como tengo  dicho (19), y dispónela para todo bien, de manera que parece no es  ya parte (20) en cierta manera para tornar a vivir en las ofensas  de Dios que solía. Tiene el pensamiento tan habituado a entender  lo que es verdadera verdad, que todo lo demás le parece juego de  niños. Ríese entre sí algunas veces cuando ve a personas graves de  oración y religión hacer mucho caso de unos puntos de honra que  esta alma tiene ya debajo de los pies. Dicen que es discreción y  autoridad de su estado para más aprovechar. Sabe ella muy bien que  aprovecharía más en un día que pospusiese aquella autoridad de  estado por amor de Dios, que con ella en diez años.  10. Así vive vida trabajosa y con siempre cruz (21), mas va en  gran crecimiento. Cuando parece a los que la tratan, están muy en  la cumbre. Desde a poco están muy más mejoradas, porque siempre  las va favoreciendo más Dios. Es alma suya. Es El que la tiene ya  a cargo, y así le luce. Porque parece asistentemente (22) la está  siempre guardando para que no le ofenda, y favoreciendo y  despertando para que le sirva.   En llegando mi alma a que Dios la hiciese esta tan gran merced,  cesaron mis males y me dio el Señor fortaleza para salir de ellos,  y no me hacía más estar en las ocasiones y con gente que me solía  distraer, que si no estuviera, antes me ayudaba lo que me solía  dañar. Todo me era medios para conocer más a Dios y amarle y ver  lo que le debía y pesarme de la que había sido.  11. Bien entendía yo no venía aquello de mí ni lo había ganado con  mi diligencia, que aún no había habido tiempo para ello. Su  Majestad me había dado fortaleza para ello por su sola bondad.  Hasta ahora, desde que me comenzó el Señor a hacer esta merced de  estos arrobamientos, siempre ha ido creciendo esta fortaleza, y  por su bondad me ha tenido de su mano para no tornar atrás. Ni me  parece, como es así, hago nada casi de mi parte, sino que entiendo  claro el Señor es el que obra.  Y por esto me parece que a almas que el Señor hace estas mercedes  que, yendo con humildad y temor, siempre entendiendo el mismo  Señor lo hace y nosotros casi nonada, que se podía poner entre  cualquiera gente; aunque sea más distraída y viciosa, no le hará  al caso, ni moverá en nada; antes, como he dicho (23), le ayudará  y serle ha modo para sacar muy mayor aprovechamiento. Son ya almas  fuertes que escoge el Señor para aprovechar a otras; aunque esta  fortaleza no viene de sí. De poco en poco, en llegando el Señor  aquí un alma, le va comunicando muy grandes secretos.  12. Aquí son las verdaderas revelaciones en este extasis y las  grandes mercedes y visiones, y todo aprovecha para humillar y  fortalecer el alma y que tenga en menos las cosas de esta vida y  conozca más claro las grandezas del premio que el Señor tiene  aparejado a los que le sirven.  Plega a Su Majestad sea alguna parte (24) la grandísima largueza  que con esta miserable pecadora ha tenido, para que se esfuercen y  animen los que esto leyeren a dejarlo todo del todo por Dios. Pues  tan cumplidamente paga Su Majestad, que aun en esta vida se ve  claro el premio y la ganancia que tienen los que le sirven, ¿que  será en la otra?  NOTAS CAPÍTULO 21  Ultimo capítulo del tratadillo dedicado a exponer los grados de  oración (cc. 11-21). Suavemente la exposición doctrinal se vuelve  autobiográfica. En el presente capítulo se funden esas dos líneas,  teórica y narrativa-testifical. Este 4º grado de oración se  identifica con la experiencia mística que «ahora» vive la autora  (cf. n. 11), y cuya narración reanudará en el c. 23.  1 Acabando en lo que iba: reanuda el tema de los efectos y el  estado correspondientes al 4º grado de oración. Comenzó a tratarlo  en el c. 19, n. 1. Volvió sobre el tema fragmentariamente en el c.  20, nn. 7 y 23. - Ahora comienza aludiendo a una afirmación del c.  19, 2: «allí no hubo casi consentimiento...». - El sentido de la  primera frase es: Dios «no ha menester en este estado místico  consentimiento del alma».  2 Con identica afirmación había concluido el c. 20: Ya tiene «los  ojos abiertos para entender las verdades». «Subida a esta atalaya  (desde) donde se ven verdades» (n. 5).  3 Es decir: «estar totalmente engolfada» en el.   4 Decir a voces, o bien «dar voces»: es deseo suyo reiterado y mal  reprimido. Ver c. 16, 2; 20, 25... O la Rel. 1, 5, poco anterior a  Vida.   5 Es decir: me dan tan grandes ímpetus, que me deshacen.   6 «Yendo a la fundación de Toledo en 1569, y pasando por la Corte,  hizo la Santa llegar a Felipe II, por medio de la  PrincesaDñaJuana, algunos avisos que impresionaron vivamente al  Rey, quien mostró deseos de conocer personalmente a la celebre  fundadora. Aún no se tiene noticia segura de si llegaron a verse;  pero el Rey prudente hizo siempre mucha estima de la Santa y la  favoreció no poco para llevar adelante su obra de reformación» (P.  Silverio).  7 Alusión a una creencia popular antiquísima: de la muerte de  Cesar cantó Virgilio que el sol «caput obscura nitidum ferrugine  texit». Y casi en tiempo de la Santa se divulgó el rumor de una  horripilante lluvia de estrellas en la muerte de Felipe el Hermoso  (1506). - Sigue una alusión a Mt. 27, 45.   8 Alude al P. García de Toledo, a quien ya ha incitado a «romper»  o «quemar» las páginas atrevidas (cf. 7, 22; 10, 7; 16, 8; 36, 29;  epíl. n. 2).  9 Como digo: cf. n. 1 y cap. 20, nn. 22 y 26. - La frase no hace  nada equivale a «no le cuesta trabajo», «no precisa esforzarse».  Acentuando el factor pasivo de esta situación, dirá en el n. 11:  ni me parece... hago casi nada de mi parte. - Ve claro que no es  todo nada: hoy decimos sin la negativa: «que todo es nada».   10 Cornado: moneda de vellón que corrió desde el tiempo de Sancho  IV de Castilla hasta los Reyes Católicos, llamada así por llevar  grabada una corona (coronado). Por su ínfimo valor (según  Cobarruvias, «tres cornados valían una blanca»), pasó a significar  «cosa de escaso precio». - La Santa usa tambien «cornadillo» (cf.  carta del 6 de julio de 1568), y más frecuentemente «blanca»  (Fund. 3, 2; 21, 2; 24, 17, etc.).  11 Cf. c. 1, 4.  12 Alude al anhelo de San Pablo en Rom. 7, 24 (cf. 20, nota 57).   13 Ha dicho reiteradamente las dos cosas: «dar voces» (ver nota 4)  y «pedir libertad» (c. 20, nota 57).  14 Frase anacolútica: parece ser que la Santa la truncó de intento  con dos fuertes trazos de pluma, pasando sin más al período  siguiente. Fray Luis la enmendó en parte: «pues dicho he ya...»  (p. 250).  15 Memoria de telaraña: recuerdo de faltas propias (cf. c. 19, 2;  20, 28). - En el autógrafo: hay, en lugar de haya. Trascribimos  como fray Luis (p. 250).  16 O sea: «No digo que... no llegarán, con hartos trabajos, a la  perfección...». - La terna «principios y medios y... perfección»,  alude a las tres etapas de la vida espiritual, tradicionales entre  «los escritores de oración» (cf. c. 11, 3; 12, 2, nota 8).  17 Es decir, por que a veces Dios da gracias místicas a quien está  menos dotado de virtudes y meritos... Compárese con San Juan de la  Cruz, Subida 3, 42, 3: «porque estas mercedes hácelas Dios cuando  y como y donde quiere...». Cf. Rom. 9, 15-16.  18 Tratará de ello en el Camino. El c. 16 se titula: «... cómo es  posible algunas veces subir Dios un alma distraída a perfecta  contemplación...».   19 Cf. c. 19, nn. 6-10; y c. 18, 4; c. 10, 4.  20 No es ya parte... para tornar a vivir: no es capaz, no puede  concurrir a... (cf. 19, 2 nota 4; 20, 7).  21 Es decir: «y siempre sin cruz». - En la frase siguiente:  parece, en acepción de aparecer, ser vista. Y «están», por «está»,  esto es: «cuando se deja ver de los que la tratan, está muy en la  cumbre; desde a poco (en breve) está mucho más mejorada...».  22 Asistentemente: con especial asistencia divina: la explicación  de este termino se da en el n. 11.  23 Antes, muy usado por la Santa en la acepción de antes bien (cf.  n. 10). - Todo el período que precede es de sentido difícil, por  los incisos, los cambios de número y aun de sujeto: «... me parece  que ... almas a quienes (transposición) yendo con humildad y temor  (y) entendiendo siempre (que es) el Señor mismo (quien) lo hace y  nosotros (ellas, las almas) casi nonada, que (redundante) se  podía(n) poner entre cualquiera gente: aunque sea (la gente) más  distraída y viciosa, no le(s) hará al caso... antes las ayudará...  - El como he dicho, alude a lo afirmado al fin del n. 10.  24 Sea alguna parte: contribuya algo (ver nota 20).  CAPÍTULO 22  En que trata cuán seguro camino es para los contemplativos no  levantar el espíritu a cosas altas si el Señor no le levanta, y  cómo ha de ser el medio para la más subida contemplación la  Humanidad de Cristo. ­ Dice de un engaño en que ella estuvo un  tiempo. ­ Es muy provechoso este capítulo. *  1. Una cosa quiero decir, a mi parecer importante; si a vuestra  merced (1) le pareciere bien, servirá de aviso, que podría ser  haberle menester; porque en algunos libros (2) que están escritos  de oración tratan que, aunque el alma no puede por sí llegar a  este estado, porque es todo obra sobrenatural que el Señor obra en  ella, que podrá ayudarse levantando el espíritu de todo lo criado  y subiendole con humildad, despues de muchos años que haya ido por  la vida purgativa, y aprovechando por la iluminativa (3).  No se yo bien por que dicen «iluminativa»; entiendo que de los que  van aprovechando.  Y avisan mucho que aparten de sí toda imaginación corpórea y que  se lleguen a contemplar en la Divinidad; porque dicen que, aunque  sea la Humanidad de Cristo, a los que llegan ya tan adelante, que  embaraza o impide a la más perfecta contemplación.  Traen lo que dijo el Señor a los Apóstoles (4) cuando la venida  del Espíritu Santo ­digo cuando subió a los cielos­ para este  propósito. Pareceme a mí que si tuvieran la fe, como la tuvieron  despues que vino el Espíritu Santo, de que era Dios y hombre, no  les impidiera, pues no se dijo esto a la Madre de Dios, aunque le  amaba más que todos (5).  Porque les parece que como esta obra toda es espíritu (6), que  cualquier cosa corpórea la puede estorbar o impedir; y que  considerarse en cuadrada manera (7), y que está Dios de todas  partes y verse engolfado en El, es lo que han de procurar.   Esto bien me parece a mí, algunas veces; mas apartarse del todo de  Cristo y que entre en cuenta este divino Cuerpo con nuestras  miserias ni con todo lo criado, no lo puedo sufrir. Plega a Su  Majestad que me sepa dar a entender.  2. Yo no lo contradigo, porque son letrados y espirituales (8), y  saben lo que dicen, y por muchos caminos y vías lleva Dios las  almas. Cómo ha llevado la mía quiero yo ahora decir ­en lo demás  no me entremeto­ y en el peligro en que me vi por querer  conformarme con lo que leía. Bien creo que quien llegare a tener  unión y no pasare adelante ­digo a arrobamientos y visiones y  otras mercedes que hace Dios a las almas­, que tendrá lo dicho por  lo mejor, como yo lo hacía; y si me hubiera estado en ello, creo  nunca hubiera llegado a lo que ahora, porque a mi parecer es  engaño. Ya puede ser yo sea la engañada; mas dire lo que me  acaeció.  3. Como yo no tenía maestro y leía en estos libros, por donde poco  a poco yo pensaba entender algo (y despues entendí que, si el  Señor no me mostrara, yo pudiera poco con los libros deprender  (9), porque no era nada lo que entendía hasta que Su Majestad por  experiencia me lo daba a entender, ni sabía lo que hacía), en  comenzando a tener algo de oración sobrenatural, digo de quietud,  procuraba desviar toda cosa corpórea, aunque ir levantando el alma  yo no osaba, que, como era siempre tan ruin, veía que era  atrevimiento. Mas parecíame sentir la presencia de Dios, como es  así, y procuraba estarme recogida con El; y es oración sabrosa, si  Dios allí ayuda, y el deleite mucho. Y como se ve aquella ganancia  y aquel gusto, ya no había quien me hiciese tornar a la Humanidad  (10), sino que, en hecho de verdad, me parecía me era impedimento.  ¡Oh Señor de mi alma y Bien mío, Jesucristo crucificado! No me  acuerdo vez de esta opinión que tuve, que no me da pena, y me  parece que hice una gran traición, aunque con ignorancia.  4. Había sido yo tan devota toda mi vida de Cristo. Porque esto  era ya a la postre (digo a la postre de antes que el Señor me  hiciese estas mercedes de arrobamientos y visiones) (11), y en  tanto extremo duró muy poco estar en esta opinión. Y así siempre  tornaba a mi costumbre de holgarme con este Señor, en especial  cuando comulgaba. Quisiera yo siempre traer delante de los ojos su  retrato e imagen, ya que no podía traerle tan esculpido en mi alma  como yo quisiera. ¿Es posible, Señor mío, que cupo en mi  pensamiento ni una hora que Vos me habíais de impedir para mayor  bien? ¿De dónde me vinieron a mí todos los bienes sino de Vos?  No quiero pensar que en esto tuve culpa, porque me lastimo mucho,  que cierto era ignorancia; y así quisisteis Vos, por vuestra  bondad, remediarla con darme quien me sacase de este yerro, y  despues con que os viese yo tantas veces, como adelante dire (12),  para que más claro entendiese cuán grande era (13), y que lo  dijese a muchas personas que lo he dicho, y para que lo pusiese  ahora aquí.  5. Tengo para mí que la causa de no aprovechar más muchas almas y  llegar a muy gran libertad de espíritu, cuando llegan a tener  oración de unión, es por esto.   Pareceme que hay dos razones en que puedo fundar mi razón, y quizá  no digo nada, mas lo que dijere helo visto por experiencia, que se  hallaba muy mal mi alma hasta que el Señor la dio luz; porque  todos sus gozos eran a sorbos, y salida de allí, no se hallaba con  la compañía que despues para los trabajos y tentaciones.  La una es (14), que va un poco de poca humildad tan solapada y  escondida, que no se siente. Y ¿quien será el soberbio y  miserable, como yo, que cuando hubiere trabajado toda su vida con  cuantas penitencias y oraciones y persecuciones se pudieren  imaginar, no se halle por muy rico y muy bien pagado, cuando le  consienta el Señor estar al pie de la Cruz con San Juan? (15) No  se en que seso cabe no se contentar con esto, sino en el mío que  de todas maneras fue perdido en lo que había de ganar.  6. Pues si todas veces la condición o enfermedad, por ser penoso  pensar en la Pasión, no se sufre, ¿quien nos quita estar con El  despues de resucitado, pues tan cerca le tenemos en el Sacramento,  adonde ya está glorificado, y no le miraremos tan fatigado y hecho  pedazos, corriendo sangre, cansado por los caminos, perseguido de  los que hacía tanto bien, no creído de los Apóstoles? (16) Porque,  cierto, no todas veces hay quien sufra pensar en tantos trabajos  como pasó. Hele aquí sin pena, lleno de gloria, esforzando a los  unos, animando a los otros, antes que subiese a los cielos,  compañero nuestro en el Santísimo Sacramento, que no parece fue en  su mano apartarse un momento de nosotros. ¡Y que haya sido en la  mía apartarme yo de Vos, Señor mío, por más serviros! Que ya  cuando os ofendía, no os conocía; ¡mas que, conociendoos, pensase  ganar más por este camino! ¡Oh, que mal camino llevaba, Señor! Ya  me parece iba sin camino, si Vos no me tornarais a el, que en  veros cabe mí, he visto todos los bienes. No me ha venido trabajo  que, mirándoos a Vos cuál estuvisteis delante de los jueces, no se  me haga bueno de sufrir. Con tan buen amigo presente, con tan buen  capitán que se puso en lo primero en el padecer, todo se puede  sufrir: es ayuda y da esfuerzo; nunca falta; es amigo verdadero. Y  veo yo claro, y he visto despues, que para contentar a Dios y que  nos haga grandes mercedes, quiere sea por manos de esta Humanidad  sacratísima, en quien dijo Su Majestad se deleita (17). Muy muy  muchas veces lo he visto por experiencia. Hámelo dicho el Señor.  He visto claro que por esta puerta hemos de entrar (18), si  queremos nos muestre la soberana Majestad grandes secretos.  7. Así que vuestra merced, señor (19), no quiera otro camino,  aunque este en la cumbre de contemplación; por aquí va seguro.  Este Señor nuestro es por quien nos vienen todos los bienes (20).  El le enseñará. Mirando su vida, es el mejor dechado. ¿Que más  queremos de un tan buen amigo al lado, que no nos dejará en los  trabajos y tribulaciones, como hacen los del mundo? Bienaventurado  quien de verdad le amare y siempre le trajere cabe sí. Miremos al  glorioso San Pablo, que no parece se le caía de la boca siempre  Jesús, como quien le tenía bien en el corazón. Yo he mirado con  cuidado, despues que esto he entendido, de algunos santos, grandes  contemplativos, y no iban por otro camino. San Francisco da  muestra de ello en las llagas; San Antonio de Padua, el Niño; San  Bernardo se deleitaba en la Humanidad; Santa Catalina de Sena...  otros muchos que vuestra merced (21) sabrá mejor que yo.  8. Esto de apartarse de lo corpóreo, bueno debe ser, cierto, pues  gente tan espiritual lo dice; mas, a mi parecer, ha de ser estando  el alma muy aprovechada, porque hasta esto, está claro, se ha de  buscar al Criador por las criaturas (22). Todo es como la merced  el Señor hace a cada alma; en eso no me entremeto. Lo que querría  dar a entender es que no ha de entrar en esta cuenta la  sacratísima Humanidad de Cristo. Y entiendase bien este punto, que  querría saberme declarar.  9. Cuando Dios quiere suspender todas las potencias, como en los  modos de oración que quedan dichos hemos visto (23), claro está  que, aunque no queramos, se quita esta presencia. Entonces vaya  enhorabuena; dichosa tal perdida que es para gozar más de lo que  nos parece se pierde; porque entonces se emplea el alma toda en  amar a quien el entendimiento ha trabajado conocer (24), y ama lo  que no comprendió, y goza de lo que no pudiera tan bien gozar si  no fuera perdiendose a sí, para, como digo, más ganarse.  Mas que nosotros de maña y con cuidado nos acostumbremos a no  procurar con todas nuestras fuerzas traer delante siempre ­y  pluguiese al Señor fuese siempre­ esta sacratísima Humanidad, esto  digo que no me parece bien y que es andar el alma en el aire, como  dicen; porque parece no trae arrimo, por mucho que le parece anda  llena de Dios. Es gran cosa, mientras vivimos y somos humanos,  traerle humano (25), que este es el otro inconveniente que digo  hay. El primero, ya comence a decir (26) es un poco de falta de  humildad de quererse levantar el alma hasta que el Señor la  levante, y no contentarse con meditar cosa tan preciosa, y querer  ser María antes que haya trabajado con Marta. Cuando el Señor  quiere que lo sea, aunque sea desde el primer día, no hay que  temer; mas comidámonos nosotros, como ya creo otra vez he dicho.  Esta motita de poca humildad, aunque no parece es nada, para  querer aprovechar en la contemplación hace mucho daño.  10. Tornando al segundo punto (27), nosotros no somos ángeles,  sino tenemos cuerpo. Querernos hacer ángeles estando en la tierra  ­y tan en la tierra como yo estaba­ es desatino, sino que ha  menester tener arrimo el pensamiento para lo ordinario. Ya que  algunas veces el alma salga de sí o ande muchas tan llena de Dios  que no haya menester cosa criada para recogerla, esto no es tan  ordinario, que en negocios y persecuciones y trabajos, cuando no  se puede tener tanta quietud, y en tiempo de sequedades, es muy  buen amigo Cristo, porque le miramos Hombre y vemosle con  flaquezas y trabajos, y es compañía y, habiendo costumbre, es muy  fácil hallarle cabe sí, aunque veces vendrán que lo uno ni lo otro  se pueda.  Para esto es bien lo que ya he dicho: (28) no nos mostrar a  procurar consolaciones de espíritu; venga lo que viniere, abrazado  con la cruz, es gran cosa. Desierto quedó este Señor de toda  consolación; solo le dejaron en los trabajos; no le dejemos  nosotros, que, para más sufrir, El nos dará mejor la mano que  nuestra diligencia, y se ausentará cuando viere que conviene y que  quiere el Señor sacar el alma de sí, como he dicho (29).  11. Mucho contenta a Dios ver un alma que con humildad pone por  tercero (30) a su Hijo y le ama tanto, que aun queriendo Su  Majestad subirle a muy gran contemplación ­como tengo dicho­ (31),  se conoce por indigno, diciendo con San Pedro: Apartaos de mí, que  soy hombre pecador (32).  Esto he probado. De este arte ha llevado Dios mi alma. Otros irán  ­como he dicho­ (33) por otro atajo. Lo que yo he entendido es que  todo este cimiento de la oración va fundado en humildad y que  mientras más se abaja un alma en la oración, más la sube Dios  (34). No me acuerdo haberme hecho merced muy señalada, de las que  adelante dire, que no sea estando deshecha de verme tan ruin. Y  aun procuraba Su Majestad darme a entender cosas para ayudarme a  conocerme, que yo no las supiera imaginar.  Tengo para mí que cuando el alma hace de su parte algo para  ayudarse en esta oración de unión, que aunque luego luego parece  la aprovecha, que como cosa no fundada se tornará muy presto a  caer; y he miedo que nunca llegará a la verdadera pobreza de  espíritu, que es no buscar consuelo ni gusto en la oración ­que  los de la tierra ya están dejados­, sino consolación en los  trabajos por amor de El que siempre vivió en ellos, y estar en  ellos y en las sequedades quieta. Aunque algo se sienta, no para  dar inquietud y la pena que a algunas personas, que, si no están  siempre trabajando con el entendimiento y con tener devoción,  piensan que va todo perdido, como si por su trabajo se mereciese  tanto bien.  No digo que no se procure y esten con cuidado delante de Dios; mas  que si no pudieren tener aun un buen pensamiento, como otra vez he  dicho (35), que no se maten; siervos sin provecho somos, ¿que  pensamos poder?  12. Más quiere el Señor que conozcamos esto y andemos hechos  asnillos para traer la noria del agua que queda dicha (36), que,  aunque cerrados los ojos y no entendiendo lo que hacen, sacarán  más que el hortelano con toda su diligencia. Con libertad se ha de  andar en este camino, puestos en las manos de Dios. Si Su Majestad  nos quisiere subir a ser de los de su cámara y secreto, ir de  buena gana; si no, servir en oficios bajos y no sentarnos en el  mejor lugar (37), como he dicho alguna vez. Dios tiene cuidado más  que nosotros y sabe para lo que es cada uno. ¿De que sirve  gobernarse a sí quien tiene dada ya toda su voluntad a Dios?  A mi parecer, muy menos se sufre (38) aquí que en el primer grado  de la oración, y mucho más daña. Son bienes sobrenatural (39). Si  uno tiene mala voz, por mucho que se esfuerce a cantar no se le  hace buena; si Dios quiere dársela, no ha el menester antes dar  voces. Pues supliquemos siempre nos haga mercedes, rendida el  alma, aunque confiada de la grandeza de Dios. Pues para que este a  los pies de Cristo la dan licencia, que procure no quitarse de  allí (40), este como quiera; imite a la Magdalena, que de que este  fuerte, Dios la llevará al desierto.  13. Así que vuestra merced, hasta que halle quien tenga más  experiencia que yo y lo sepa mejor, estese en esto (41). Si son  personas que comienzan a gustar de Dios, no las crea, que les  parece les aprovecha y gustan más ayudándose (42). ¡Oh, cuando  Dios quiere, cómo viene al descubierto sin estas ayuditas!; que,  aunque más hagamos, arrebata el espíritu, como un gigante tomaría  una paja, y no basta resistencia. ¡Que manera para creer que,  cuando El quiere, espera a que vuele el sapo por sí mismo! (43) Y  aun más dificultoso y pesado me parece levantarse nuestro  espíritu, si Dios no le levanta; porque está cargado de tierra y  de mil impedimentos, y aprovechale poco querer volar; que, aunque  es más su natural que del sapo, está ya tan metido en el cieno,  que lo perdió por su culpa.  14. Pues quiero concluir con esto: que siempre que se piense de  Cristo, nos acordemos del amor con que nos hizo tantas mercedes y  cuán grande nos le mostró Dios en darnos tal prenda del que nos  tiene; que amor saca amor. Y aunque sea muy a los principios y  nosotros muy ruines, procuremos ir mirando esto siempre y  despertándonos para amar; porque si una vez nos hace el Señor  merced que se nos imprima en el corazón este amor, sernos ha todo  fácil y obraremos muy en breve y muy sin trabajo. Denosle Su  Majestad ­pues sabe lo mucho que nos conviene­ por el que El nos  tuvo y por su glorioso Hijo, a quien tan a su costa nos le mostró,  amen (44).  15. Una cosa querría preguntar a vuestra merced: cómo en  comenzando el Señor a hacer mercedes a un alma, tan subidas, como  es ponerla en perfecta contemplación, que de razón había de quedar  perfecta del todo luego (de razón, sí por cierto, porque quien tan  gran merced recibe no había más de querer consuelos de la tierra),  pues ¿por que en arrobamiento y en cuando está ya el alma más  habituada a recibir mercedes, parece que trae consigo los efectos  tan más subidos, y mientras más, más desasida, pues en un punto  que el Señor llega la puede dejar santificada, como despues,  andando el tiempo, la deja el mismo Señor con perfección en las  virtudes? (45).  Esto quiero yo saber, que no lo se. Mas bien se es diferente lo  que Dios deja de fortaleza cuando al principio no dura más que  cerrar y abrir los ojos y casi no se siente sino en los efectos  que deja, o cuando va más a la larga esta merced. Y muchas veces  pareceme a mí si es el no se disponer del todo luego el alma,  hasta que el Señor poco a poco la cría y la hace determinar y da  fuerzas de varón, para que de del todo con todo en el suelo. Como  lo hizo con la Magdalena con brevedad (46), hácelo en otras  personas, conforme a lo que ellas hacen en dejar a Su Majestad  hacer. No acabamos de creer que aun en esta vida da Dios ciento  por uno (47).  16. Tambien pensaba yo esta comparación: que puesto que sea todo  uno lo que se da a los que más adelante van que en el principio,  es como un manjar que comen de el muchas personas, y las que comen  poquito, quedales sólo buen sabor por un rato; las que más, ayuda  a sustentar; las que comen mucho, da vida y fuerza; y tantas veces  se puede comer y tan cumplido de este manjar de vida, que ya no  coman cosa que les sepa bien sino el; porque ve el provecho que le  hace, y tiene ya tan hecho el gusto a esta suavidad, que querría  más no vivir que haber de comer otras cosas que no sean sino para  quitar el buen sabor que el buen manjar dejó.   Tambien una compañía santa no hace su conversación tanto provecho  de un día como de muchos; y tantos pueden ser los que estemos con  ella, que seamos como ella, si nos favorece Dios. Y en fin, todo  está en lo que Su Majestad quiere y a quien quiere darlo; mas  mucho va en determinarse, a quien ya comienza a recibir esta  merced, en desasirse de todo y tenerla en lo que es razón.  17. Tambien me parece que anda Su Majestad a probar quien le  quiere, si no uno, si no otro, descubriendo quien es con deleite  tan soberano, por avivar la fe ­si está muerta­ de lo que nos ha  de dar, diciendo: «Mirad, que esto es una gota del mar grandísimo  de bienes», por no dejar nada por hacer con los que ama, y como ve  que le reciben, así da y se da (48). Quiere a quien le quiere. Y  ¡que bien querido! Y ¡que buen amigo!   ¡Oh Señor de mi alma, y quien tuviera palabras para dar a entender  que dais a los que se fían de Vos, y que pierden los que llegan a  este estado, y se quedan consigo mismos! No quereis Vos esto,  Señor, pues más que esto haceis Vos, que os venís a una posada tan  ruin como la mía. ¡Bendito seáis por siempre jamás!  18.­Torno a suplicar a vuestra merced (49) que estas cosas que he  escrito de oración, si las tratare con personas espirituales, lo  sean. Porque si no saben más de un camino o se han quedado en el  medio, no podrán así atinar. Y hay algunas que desde luego las  lleva Dios por muy subido camino, y pareceles que así podrán los  otros aprovechar allí y quietar el entendimiento y no se  aprovechar de medios de cosas corpóreas, y quedarse han secos como  un palo. Y algunos que hayan tenido un poco de quietud, luego  piensan que como tienen lo uno pueden hacer lo otro; y en lugar de  aprovechar, desaprovecharán, como he dicho (50). Así que en todo  es menester experiencia y discreción. El Señor nos la de por su  bondad.  NOTAS CAPÍTULO 22  Capítulo intermedio entre el tratadillo doctrinal de los grados de  oración y el regreso a la narración autobiográfica. En el se  entrelazan dos temas: no forzar las gracias místicas; no  prescindir de la Humanidad de Cristo dentro de la vida mística. El  1º ya ha sido tratado en el c. 12 (ver el título). El 2º lo  tratará más a fondo en las Moradas VI, c. 7. - Polemiza con libros  y maestros espirituales. Y empalma con el magisterio oral de la  misma Santa (ver los nn. 4 y 8), en diálogo con el lector  principal del escrito, P. García de Toledo (nn. 1. 7. 13. 15).  1 Dialoga con el P. García de Toledo. Con reclamos intermitentes  de su atención: nn. 7 y 13, y final del capítulo.   2 Entre los libros aludidos por la Santa están el «Tercer  Abecedario» de F. de Osuna, la «Subida del Monte Sión» de B. de  Laredo, y más directamente la «Via Spiritus» de Bernabe de Palma.  Quizás tambien el «Enquiridión o manual del caballero cristiano»  de Erasmo, uno de cuyos capítulos se titula: «Que todas las cosas  visibles se deben tener en poco, y que estas son las que el  Apóstol llama carne, y cómo conviene levantarnos siempre a las  invisibles» (c. 32). - Abundante documentación sobre el tema puede  verse en: TOMAS ALVAREZ, Jesucristo en la experiencia de Santa  Teresa, en «Monte Carmelo» 88, 1980, pp. 78-86. - Cf. además el n.  3 de este capítulo.   3 Vida (o via) purgativa... iluminativa: alusión aproximativa a la  teoría tradicional de las «tres vías o etapas de la vida  espiritual». Cf. c. 20 nota 16.  4 Jn 16, 7: «os conviene que yo me vaya, porque si no me voy, no  os vendrá el Paráclito».   5 Todo el pasaje «Pareceme a mí... más que todos», fue añadido por  la autora al margen del autógrafo. Fray Luis lo introdujo en el  texto con ciertos retoques (p. 255).  6 Cita textual del libro de Bernabe de Palma: «esta obra es toda  de espíritu», «esta obra es toda espiritual» (Via spiritus III, c.  4).   7 Considerarse en cuadrada manera: tambien es cita de la «Via  Spiritus», cuyo c 4º del tratado 3º, se titula: «Cómo nos habemos  de haber en el pensar, conforme a este tercero estado y cómo  debemos cuadrar el entendimiento». En Laredo pudo tambien leer la  Santa el modo de «cuadrarse la inteligencia sobre un abismo de  gracias» (Subida, P. 3, c. 13). Más datos en el artículo citado en  nota 2, p. 85.  8 Opositores de la tesis teresiana eran no sólo los libros sino  algunos de sus «letrados» asesores.  9 Cf. lo dicho en el c. 12, 6 y 14, 7.  10 Tornar a fundar mi oración en la Humanidad de Cristo.  11 Toda la aclaración contenida en el parentesis: «digo a la  postre... y visiones», fue añadida por la Santa al margen del  autógrafo. - Fray Luis la incluyó en el texto (p. 257). - Data  aproximativa de ese hecho: iniciado ya su estado de «unión  mística» (c. 18: cuarta agua), y antes de que comenzase su  experiencia extática (c. 19-21). - A continuación había escrito  «duró muy poco estar en este error»; luego borró «error» y  escribió «opinión», por respeto a sus opositores.  12 En el c. 28 y siguientes.  13 Es decir, «cuán gran yerro era».  14 La una: es decir, la primera de las dos razones que alega. La  segunda aparecerá en los nn. 9-10.  15 Jn 19, 26.  16 Pasaje de puntuación difícil. Adoptamos la de fray Luis (p.  259). El sentido es: pues si nuestra condición no sufre que  pensemos siempre en la Pasión, por ser penoso, ¿quien nos quita  estar con El despues de resucitado, pues tan cerca le tenemos en  el Sacramento..., adonde ya está glorificado, y (donde) no le  miraremos tan... hecho pedazos...; es decir, donde no nos veremos  precisados a contemplarle en forma tan penosa...  17 Alusión al texto de Mt 3, 17.  18 Alusión a Jn 10, 9.   19 Se dirige a García de Toledo. Antes le ha llamado «hijo» (16, )  y «padre» (ib.). Ahora le da el título de «señor», que le  corresponde por ser hijo de los Condes de Oropesa. Ese título le  da tambien en su Epistolario (carta del 6.7.1567 a Don Alvaro de  Mendoza).   20 Reminiscencia bíblica: Heb 2, 10 y 2 Pe 1, 4.  21 Igual referencia bíblica al texto de Sab 13, 5. - El sentido de  la frase siguiente es: «todo es según la merced que el Señor hace  a cada alma». Repite de intento la idea del n. 2.  22 Gracián anotó en su ejemplar: «habla aquí con el P. García de  Toledo».   23 Lo ha dicho en la 4ª agua (cc. 19-21). Es lo que sucede en el  extasis.  24 Ha trabajado en conocer.   25 Traer arrimo o apoyo humano. - A continuación: «comenzó a  decir» la primera de estas dos razones en el n. 5.  26 María / Marta (Lc 10, 42), símbolo de las dos vidas,  contemplativa y activa. Aquí: querer ascender a la contemplación  mística, sin haber trabajado en oración y virtudes.  27 El apuntado en el n. 9.  28 En el c. 11, 13; y en c. 12, 3.  29 Dicho en el n. 9: «sacar el alma de sí», en extasis.  30 Pone por tercero: por mediador o intercesor.  31 Alude al mismo n. 9.  32 Lc 5, 8.  33 En los nn. 2 y 8.  34 Alusión del dicho evangelico: Lc 14, 11.   35 En el c. 11, 10. - Sigue la alusión a Lc 17, 10.  36 En el c. 14. Regresa a la imagen del «riego del huerto». La  frase tiene sentido figurado, y se basa en la tarea del asnillo  que da vueltas a la noria con los ojos vendados y sin saber lo que  hace. La tarea del asnillo son los actos de humildad; los  esfuerzos del hortelano es el discurrir del entendimiento. «Más  quiere Dios» lo primero que lo segundo.  37 Dos alusiones bíblicas: «la cámara secreta» alude al Cantar de  los Cantares 1, 3; la elección de lugar, repite la consigna de  Jesús en Lc 14, 10.  38 Muy menos se sufre: mucho menos se permite o tolera.   39 Sobrenatural: así escribe la Santa, como en otros pasajes. Fray  Luis trascribió: «bienes sobrenaturales» (p. 266). Cf. c. 12 nota  11.   40 Lc 10, 39. La frase siguiente alude a la leyenda de Santa María  Magdalena, que la Autora leyó en el Flos Sanctorum.   41 Estese en esto: atengase a esto, o mantengase en la  contemplación de la Humanidad de Cristo.  42 Ayudándose: aquí tiene sentido tecnico: intentando «levantar el  espíritu» a cosas sobrenaturales (a la experiencia mística).  Ironiza enseguida, al decir que Dios no necesita de nuestras  «ayuditas» para darnos su gracia.  43 Ironiza de nuevo con la imagen del «sapo que intenta volar».  Imagen tomada de los libros que ella está combatiendo. En la «Via  Spiritus» (III, c. 4) se lee: «más lejos son de nos las cosas  divinas para propiamente entenderlas, que el volar del águila de  la torpeza del sapo».  44 El sentido de la frase: «Denosle (ese amor) Su Majestad... por  su glorioso Hijo a (= en) quien tan a su costa nos mostró ese  amor». Quizás la preposición «a» sea redundante. O bien, la frase  sea elíptica: denos ese amor «a nosotros» a quienes etc...». Fray  Luis enmendó todo el período (p. 267).  45 El sentido de la pregunta que la Santa hace a García de Toledo  queda oscuro por culpa de los incisos que truncan el período. Su  problema es: por que esas grandes gracias místicas no dejan al  alma «santificada», como llegará a estar «despues, andando el  tiempo». El mismo problema había aflorado ya en el c. 11, 1.  46 La Santa tiene la convicción de que la Magdalena pasó  rápidamente de la vida de pecadora al amor perfecto. Lo mismo - piensa ella- que ocurrió a San Pablo. Cf. Camino 40, 3.  47 Lc 18, 29-30, y Mc 10, 29-30.  48 Es decir: «conforme ve le reciben, así da y se da».  49 De nuevo dialoga con García de Toledo. El consejo que le da  implica una cierta desconfianza de los maestros espirituales que  tercian en la polemica del capítulo.  50 En el n. 5.  CAPÍTULO 23  En que torna a tratar del discurso de su vida, y cómo comenzó a  tratar de más perfección, y por que medios. ­ Es provechoso para  las personas que tratan de gobernar almas que tienen oración saber  cómo se han de haber en los principios, y el provecho que le hizo  saberla llevar. *  1. Quiero ahora tornar adonde deje de mi vida (1), ­que me he  detenido, creo, más de lo que me había de detener­, porque se  entienda mejor lo que está por venir. Es otro libro nuevo de aquí  adelante, digo otra vida nueva. La de hasta aquí era mía; la que  he vivido desde que comence a declarar estas cosas de oración, es  que vivía Dios en mí (2), a lo que me parecía; porque entiendo yo  era imposible salir en tan poco tiempo de tan malas costumbres y  obras. Sea el Señor alabado que me libró de mí.  2. Pues comenzando a quitar ocasiones y a darme más a la oración,  comenzó el Señor a hacerme las mercedes, como quien deseaba, a lo  que pareció, que yo las quisiese recibir. Comenzó Su Majestad a  darme muy ordinario oración de quietud, y muchas veces de unión,  que duraba mucho rato (3).  Yo, como en estos tiempos habían acaecido grandes ilusiones en  mujeres y engaños que las había hecho el demonio (4), comence a  temer, como era tan grande el deleite y suavidad que sentía, y  muchas veces sin poderlo excusar, puesto que veía en mí por otra  parte una grandísima seguridad que era Dios, en especial cuando  estaba en la oración, y veía que quedaba de allí muy mejorada y  con más fortaleza. Mas en distrayendome un poco, tornaba a temer y  a pensar si quería el demonio, haciendome entender que era bueno,  suspender el entendimiento para quitarme la oración mental y que  no pudiese pensar en la Pasión ni aprovecharme del entendimiento,  que me parecía a mí mayor perdida, como no lo entendía.  3. Mas como Su Majestad quería ya darme luz para que no le  ofendiese ya y conociese lo mucho que le debía, creció de suerte  este miedo, que me hizo buscar con diligencia personas  espirituales con quien tratar, que ya tenía noticia de algunos,  porque habían venido aquí los de la Compañía de Jesús (5), a quien  yo ­sin conocer a ninguno­ era muy aficionada, de sólo saber el  modo que llevaban de vida y oración; mas no me hallaba digna de  hablarlos ni fuerte para obedecerlos, que esto me hacía más temer,  porque tratar con ellos y ser la que era hacíaseme cosa recia.  4. En esto anduve algún tiempo, hasta que ya, con mucha batería  (6) que pase en mí y temores, me determine a tratar con una  persona espiritual para preguntarle que era la oración que yo  tenía, y que me diese luz, si iba errada, y hacer todo lo que  pudiese por no ofender a Dios. Porque la falta ­como he dicho­ (7)  que veía en mí de fortaleza me hacía estar tan tímida.   ¡Que engaño tan grande, válgame Dios, que para querer ser buena me  apartaba del bien! En esto debe poner mucho el demonio en el  principio de la virtud, porque yo no podía acabarlo conmigo. Sabe  el que está todo el medio (8) de un alma en tratar con amigos de  Dios, y así no había termino para que yo a esto me determinase.  Aguardaba a enmendarme primero, como cuando deje la oración (9), y  por ventura nunca lo hiciera, porque estaba ya tan caída en  cosillas de mala costumbre que no acababa de entender eran malas,  que era menester ayuda de otros y darme la mano para levantarme.  Bendito sea el Señor que, en fin, la suya fue la primera.   5. Como yo vi iba tan adelante mi temor, porque crecía la oración,  parecióme que en esto había algún gran bien o grandísimo mal.  Porque bien entendía ya era cosa sobrenatural lo que tenía, porque  algunas veces no lo podía resistir. Tenerlo cuando yo quería, era  excusado. Pense en mí que no tenía remedio si no procuraba tener  limpia conciencia y apartarme de toda ocasión, aunque fuese de  pecados veniales, porque, siendo espíritu de Dios, clara estaba la  ganancia; si era demonio, procurando yo tener contento al Señor y  no ofenderle, poco daño me podía hacer, antes el quedaría con  perdida. Determinada en esto y suplicando siempre a Dios me  ayudase, procurando lo dicho algunos días, vi que no tenía fuerza  mi alma para salir con tanta perfección a solas, por algunas  aficiones que tenía a cosas que, aunque de suyo no eran muy malas,  bastaban para estragarlo todo.  6. Dijeronme de un clerigo letrado que había en este lugar (10),  que comenzaba el Señor a dar a entender a la gente su bondad y  buena vida. Yo procure por medio de un caballero santo que hay en  este lugar (11). Es casado, mas de vida tan ejemplar y virtuosa, y  de tanta oración y caridad, que en todo el resplandece su bondad y  perfección. Y con mucha razón, porque grande bien ha venido a  muchas almas por su medio, por tener tantos talentos, que, aun con  no le ayudar su estado, no puede dejar con ellos de obrar. Mucho  entendimiento y muy apacible para todos. Su conversación no  pesada, tan suave y agraciada, junto con ser recta y santa, que da  contento grande a los que trata. Todo lo ordena para gran bien de  las almas que conversa, y no parece trae otro estudio sino hacer  por todos los que el ve se sufre (12) y contentar a todos.  7. Pues este bendito y santo hombre, con su industria (13), me  parece fue principio para que mi alma se salvase. Su humildad a mí  espántame, que con haber, a lo que creo, poco menos de cuarenta  años que tiene oración ­no se si son dos o tres menos­, y lleva  toda la vida de perfección (14), que, a lo que parece, sufre su  estado. Porque tiene una mujer tan gran sierva de Dios y de tanta  caridad, que por ella no se pierde; en fin, como mujer de quien  Dios sabía había de ser tan gran siervo suyo, la escogió. Estaban  deudos suyos casados con parientes míos (15). Y tambien con otro  harto siervo de Dios, que estaba casado con una prima mía, tenía  mucha comunicación.  8. Por esta vía procure viniese a hablarme este clerigo que digo  (16) tan siervo de Dios, que era muy su amigo, con quien pense  confesarme y tener por maestro. Pues trayendole para que me  hablase, y yo con grandísima confusión de verme presente de hombre  tan santo, dile parte (17) de mi alma y oración, que confesarme no  quiso: dijo que era muy ocupado, y era así. Comenzó con  determinación santa a llevarme como a fuerte, que de razón había  de estar según la oración vio que tenía, para que en ninguna  manera ofendiese a Dios.  Yo, como vi su determinación tan de presto en cosillas que, como  digo (18), yo no tenía fortaleza para salir luego con tanta  perfección, afligíme; y como vi que tomaba las cosas de mi alma  como cosa que en una vez había de acabar con ella, yo veía que  había menester mucho más cuidado.  9. En fin, entendí no eran por los medios que el me daba por donde  yo me había de remediar, porque eran para alma más perfecta; y yo,  aunque en las mercedes de Dios estaba adelante, estaba muy en los  principios en las virtudes y mortificación. Y cierto, si no  hubiera de tratar más de con el, yo creo nunca medrara mi alma;  porque de la aflicción que me daba de ver cómo yo no hacía ­ni me  parece podía­ lo que el me decía, bastaba para perder la esperanza  y dejarlo todo.  Algunas veces me maravillo, que siendo persona que tiene gracia  particular en comenzar a llegar almas a Dios, cómo no fue servido  entendiese la mía ni se quisiese encargar de ella, y veo fue todo  para mayor bien mío, porque yo conociese y tratase gente tan santa  como la de la Compañía de Jesús.  10. De esta vez quede concertada con este caballero santo, para  que alguna vez me viniese a ver. Aquí se vio su gran humildad,  querer tratar con persona tan ruin como yo. Comenzóme a visitar y  a animarme y decirme que no pensase que en un día me había de  apartar de todo, que poco a poco lo haría Dios; que en cosas bien  livianas había el estado algunos años, que no las había podido  acabar consigo. ¡Oh humildad, que grandes bienes haces adonde  estás y a los que se llegan a quien la tiene! Decíame este santo  (que a mi parecer con razón le puedo poner este nombre) flaquezas,  que a el le parecían que lo eran, con su humildad, para mi  remedio; y mirado conforme a su estado, no era falta ni  imperfección, y conforme al mío, era grandísima tenerlas.  Yo no digo esto sin propósito, porque parece me alargo en  menudencias, e importan tanto para comenzar a aprovechar un alma y  sacarla a volar (que aún no tiene plumas, como dicen), que no lo  creerá nadie, sino quien ha pasado por ello. Y porque espero yo en  Dios vuestra merced ha de aprovechar muchas (19), lo digo aquí,  que fue toda mi salud saberme curar y tener humildad y caridad  para estar conmigo, y sufrimiento de ver que no en todo me  enmendaba. Iba con discreción, poco a poco dando maneras para  vencer el demonio. Yo le comence a tener tan grande amor, que no  había para mí mayor descanso que el día que le veía, aunque eran  pocos. Cuando tardaba, luego me fatigaba mucho, pareciendome que  por ser tan ruin no me veía.  11. Como el fue entendiendo mis imperfecciones tan grandes, y aun  serían pecados (aunque despues que le trate, más enmendada  estaba), y como le dije las mercedes que Dios me hacía, para que  me diese luz, díjome que no venía lo uno con lo otro (20), que  aquellos regalos eran ya de personas que estaban muy aprovechadas  y mortificadas, que no podía dejar de temer mucho, porque le  parecía mal espíritu (21) en algunas cosas, aunque no se  determinaba, mas que pensase bien todo lo que entendía de mi  oración y se lo dijese. Y era el trabajo que yo no sabía poco ni  mucho decir lo que era mi oración; porque esta merced de saber  entender que es, y saberlo decir, ha poco que me lo dio Dios (22).  12. Como me dijo esto, con el miedo que yo traía, fue grande mi  aflicción y lágrimas. Porque, cierto, yo deseaba contentar a Dios  y no me podía persuadir a que fuese demonio; mas temía por mis  grandes pecados me cegase Dios para no lo entender.  Mirando libros para ver si sabría decir la oración que tenía,  halle en uno que se llama Subida del Monte (23), en lo que toca a  unión del alma con Dios, todas las señales que yo tenía en aquel  no pensar nada, que esto era lo que yo más decía: que no podía  pensar nada cuando tenía aquella oración; y señale con unas rayas  las partes que eran, y dile el libro para que el y el otro clerigo  que he dicho, santo y siervo de Dios, lo mirasen y me dijesen lo  que había de hacer; y que, si les pareciese, dejaría la oración  del todo, que para que me había yo de meter en esos peligros; pues  a cabo de veinte años casi que había que la tenía (24), no había  salido con ganancia, sino con engaños del demonio, que mejor era  no la tener; aunque tambien esto se me hacía recio, porque ya yo  había probado cuál estaba mi alma sin oración.   Así que todo lo veía trabajoso, como el que está metido en un río,  que a cualquier parte que vaya de el teme más peligro, y el se  está casi ahogando.   Es un trabajo muy grande este, y de estos he pasado muchos, como  dire adelante; (25) que aunque parece no importa, por ventura hará  provecho entender cómo se ha de probar el espíritu.  13. Y es grande, cierto, el trabajo que se pasa, y es menester  tiento, en especial con mujeres, porque es mucha nuestra flaqueza  y podría venir a mucho mal diciendoles muy claro es demonio; sino  mirarlo muy bien, y apartarlas de los peligros que puede haber, y  avisarlas en secreto pongan mucho (26) y le tengan ellos, que  conviene.  Y en esto hablo como quien le cuesta harto trabajo no le tener  algunas personas con quien he tratado mi oración, sino preguntando  unos y otros, por bien me han hecho harto daño, que se han  divulgado cosas que estuvieran bien secretas ­pues no son para  todos­ y parecía las publicaba yo. Creo sin culpa suya lo ha  permitido el Señor para que yo padeciese. No digo que decían lo  que trataba con ellos en confesión; mas, como eran personas a  quien yo daba cuenta por mis temores para que me diesen luz,  parecíame a mí habían de callar. Con todo, nunca osaba callar cosa  a personas semejantes.   Pues digo que se avise con mucha discreción, animándolas y  aguardando tiempo, que el Señor las ayudará como ha hecho a mí;  que si no, grandísimo daño me hiciera, según era temerosa y  medrosa. Con el gran mal de corazón que tenía, espántome cómo no  me hizo mucho mal (27).  14. Pues como di el libro, y hecha relación de mi vida (28) y  pecados lo mejor que pude por junto (que no confesión, por ser  seglar, mas bien di a entender cuán ruin era), los dos siervos de  Dios miraron con gran caridad y amor lo que me convenía.  Venida la respuesta que yo con harto temor esperaba, y habiendo  encomendado a muchas personas que me encomendasen a Dios y yo con  harta oración aquellos días, con harta fatiga vino a mí y díjome  que, a todo su parecer de entrambos, era demonio; que lo que me  convenía era tratar con un padre de la Compañía de Jesús, que como  yo le llamase diciendo tenía necesidad vendría, y que le diese  cuenta de toda mi vida por una confesión general, y de mi  condición, y todo con mucha claridad; que por la virtud del  sacramento de la confesión le daría Dios más luz; que eran muy  experimentados en cosas de espíritu; que no saliese de lo que me  dijese en todo, porque estaba en mucho peligro si no había quien  me gobernase.  15. A mí me dio tanto temor y pena, que no sabía que me hacer.  Todo era llorar. Y estando en un oratorio muy afligida, no  sabiendo que había de ser de mí, leí en un libro ­que parece el  Señor me lo puso en las manos­ que decía San Pablo: Que era Dios  muy fiel, que nunca a los que le amaban consentía ser del demonio  engañados (29). Esto me consoló mucho.  Comence a tratar de mi confesión general y poner por escrito todos  los males y bienes, un discurso de mi vida lo más claramente que  yo entendí y supe, sin dejar nada por decir (30).  Acuerdome que como vi, despues que lo escribí, tantos males y casi  ningún bien, que me dio una aflicción y fatiga grandísima. Tambien  me daba pena que me viesen en casa tratar con gente tan santa como  los de la Compañía de Jesús, porque temía mi ruindad y parecíame  quedaba obligada más a no lo ser y quitarme de mis pasatiempos, y  si esto no hacía, que era peor; y así, procure con la sacristana y  portera no lo dijesen a nadie. Aprovechóme poco, que acertó a  estar a la puerta, cuando me llamaron, quien lo dijo por todo el  convento. Mas ¡que de embarazos pone el demonio y que de temores a  quien se quiere llegar a Dios!  16. Tratando con aquel siervo de Dios (31) ­que lo era harto y  bien avisado­ toda mi alma, como quien bien sabía este lenguaje  (32), me declaró lo que era y me animó mucho. Dijo ser espíritu de  Dios muy conocidamente, sino que era menester tornar de nuevo a la  oración: porque no iba bien fundada, ni había comenzado a entender  mortificación (y era así, que aun el nombre no me parece  entendía), y que en ninguna manera dejase la oración, sino que me  esforzase mucho, pues Dios me hacía tan particulares mercedes; que  que sabía si por mis medios quería el Señor hacer bien a muchas  personas, y otras cosas (que parece profetizó lo que despues el  Señor ha hecho conmigo); que tendría mucha culpa si no respondía a  las mercedes que Dios me hacía.  En todo me parecía hablaba en el el Espíritu Santo para curar mi  alma, según se imprimía en ella.   17. Hízome gran confusión. Llevóme por medios que parecía del todo  me tornaba otra. ¡Que gran cosa es entender un alma! Díjome  tuviese cada día oración en un paso de la Pasión, y que me  aprovechase de el, y que no pensase sino en la Humanidad (33), y  que aquellos recogimientos y gustos resistiese cuanto pudiese, de  manera que no los diese lugar hasta que el me dijese otra cosa.  18. Dejóme consolada y esforzada, y el Señor que me ayudó y a el  para que entendiese mi condición y cómo me había de gobernar.  Quede determinada de no salir de lo que me mandase en ninguna  cosa, y así lo hice hasta hoy. Alabado sea el Señor, que me ha  dado gracia para obedecer a mis confesores, aunque  imperfectamente; y casi siempre han sido de estos benditos hombres  de la Compañía de Jesús; aunque imperfectamente, como digo, los he  seguido.   Conocida mejoría comenzó a tener mi alma, como ahora dire.  NOTAS CAPÍTULO 23  Reanuda el relato autobiográfico. Lo había interrumpido en el c.  10. Los capítulos 11-21 intercalan un tratado doctrinal sobre la  oración y sus grados. Lo introdujo para «declarar algo de cuatro  grados de oración en que el Señor... ha puesto algunas veces mi  alma» (11, 8). Ahora asegura que servirán para que «se entienda  mejor lo que está por venir» (23, 1), es decir, para hacer  comprensible el relato autobiográfico que se desplaza del plano  exterior al plano de los hechos y experiencias místicas: «libro  nuevo de aquí adelante, digo otra vida nueva» (23, 1). - Para  ello, regresa a «los principios», no de su vida, sino de su  «experiencia mística»: en torno a 1554/1555, cuando ella contaba  40 años.  1 Interrumpió el relato en el c. 10, albores de su vida mística.  2 Paralelismo con el dicho y la experiencia de San Pablo: Gal 2,  20 («no vivo yo, vive en mí Cristo»), ya recordada en el c. 6, 9.  3 Oración de quietud y... de unión: las dos modalidades místicas  expuestas en la 2ª y 4ª agua: cc. 14-15 y 18-21.  4 Los casos de visionarias embusteras habían sido una plaga de la  espiritualidad española de los decenios anteriores a estas  efemerides vividas por la Santa. Habían pululado entre  «alumbrados» y «espirituales», motivando intervenciones ruidosas  de la Inquisición. Aún era reciente y sonado el caso de sor  Magdalena de la Cruz, abadesa de las Clarisas de Córdoba, cuyos  embustes llegaron a embaucar la propia corte imperial, y cuyo  proceso inquisitorial (1544-1546) «puso espanto a toda España», en  frase del P. RIBERA (Vida de Santa Teresa, I, c. 11). «Tiempos  recios», los definiría ella (33, 5).  5 Los jesuitas habían fundado en Avila el Colegio de San Gil en  1544. De este año datan los hechos que ahora cuenta la Santa.   6 Batería: turbación, guerra interior. - La persona espiritual  aludida a continuación es difícil de identificar. Quizás coincida  con «el caballero santo» del n. 6.  7 En el n. 3.  8 Medio: remedio.  9 Referido en el c. 7, 1 y deplorado en el c. 19, 10 ss.  10 «El maestro Daza», anota Gracián en su ejemplar. - Este lugar:  Avila. - El clerigo letrado, Gaspar Daza ( 1592), sacerdote  secular de Avila que en adelante intervendrá activamente en las  cosas de la Santa y la ayudará en la fudación de San Jose (32, 18;  y 36, 18).  11 «Francisco de Salcedo», anota Gracián en su ejemplar.  Inmortalizado por la Santa con el título de «caballero santo».  Asistió 20 años a las clases de teología en Santo Tomás de Avila,  y vivió como un autentico «espiritual» de su siglo. Al enviudar  (1570), se ordenó sacerdote. Muerto en 1580, fue sepultado en el  primer carmelo teresiano, en la capilla de San Pablo, fundada por  el mismo.   12 Se sufre: se puede.  13 Industria: diligencia, habilidad.   14 La frase queda más clara suprimiento la «y». Fray Luis retocó  todo el pasaje (p. 275). - A continuación: sufre su estado: es  compatible con su estado de casado.   15 Salcedo estaba casado conDñaMencía del Aguila (prima  deDñaCatalina del Aguila que fue mujer de Pedro S. de Cepeda, el  tío aquel que inició a la Santa en la lectura de libros  espirituales: c. 3, 4 y c. 4, 7). -El otro harto siervo de Dios  era D. Alonso Alvarez Dávila, «hombre -según el P. Ribera- muy  noble en linaje, y más en virtudes, por cuya causa le llamaban  Alonso Alvarez el santo» (Vida de S. Teresa L. 2, c. 5). Una de  sus hijas se hará carmelita en San Jose de Avila con el nombre de  María de San Jerónimo, (cf. Ribera, ib. ).  16 Gaspar Daza.  17 Dile parte: lo informe.   18 Cf. n. 5.  19 Vuestra merced: García de Toledo. Ha de aprovechar a muchas  almas. - A continuación: saberme el curar.  20 Es decir: que no eran compatibles los pecados y las mercedes  místicas.  21 Mal espíritu: eufemismo por «demonio», como la Santa entenderá  enseguida (nn. 12 y 13).  22 Cf. c. 17 nota 17.  23 Subida del Monte Sión, por la vía contemplativa. Contiene el  conocimiento nuestro y el seguimiento de Cristo y el reverenciar a  Dios en la contemplación quieta, copilado en un convento de  frailes menores... Impreso por primera vez en Sevilla en 1535, fue  su autor BERNARDINO DE LAREDO, lego franciscano y medico que había  sido de D. Juan II de Portugal.   24 Veinte años: desde 1536/1537 aproximadamente (cf. 4, 7). En  1554/55 eran algo menos de 20 años. Cf. otras alusiones a este  período en el c. 17, 2; 19, 11; y 8, 3 notas 4 y 6.  25 Cf. c. 28, nn. 5-6 y los últimos cc. de Vida.   26 En orden: «avisarlas pongan mucho cuidado en tener secreto...».   27 Ya ha hablado de su «mal de corazón» en el c. 4, 5; 7, 11; y lo  dirá especialmente en el c. 25, 14.   28 O sea, el libro de B. de Laredo (cf. n. 12), anotado, y además  una relación autobiográfica, probablemente la primera escrita por  la Santa. No ha llegado hasta nosotros.  29 Es el pasaje de 1 Cor 10, 13. El libro en que, probablemente,  lo leyó ella, fue el «Tercer Abecedario» de Osuna (Tr. 5, c. 4).  Cf. ROMAN LLAMAS: Una cita teresiana en Vida 23, 15». En Monte  Carmelo 92 (1984), pp. 461-468. - El mismo episodio se repetirá  años más tarde (1575) y lo referirá ella en la Rel 58.  30 Nueva Relación autobiográfica, tambien perdida.  31 «El P. Zetina», anota el P. Gracián en su ejemplar. El jesuita  Diego de Cetina (1531-1572), ordenado sacerdote en 1544, es aún  estudiante de teología. Nacido en Huete (Cuenca), contaba sólo  23/24 años cuando se hace cargo de los problemas de la Santa.  32 Bien sabía este lenguaje: entendía de cosas de espíritu. Cf.  11, 6; 12, 5; 14, 8 y de nuevo en 27, 7.  33 La Humanidad de Cristo.   CAPÍTULO 24  Prosigue en lo comenzado, y dice cómo fue aprovechándose su alma  despues que comenzó a obedecer, y lo poco que le aprovechaba el  resistir las mercedes de Dios, y cómo Su Majestad se las iba dando  más cumplidas.  1. Quedó mi alma de esta confesión tan blanda, que me parecía no  hubiera cosa a que no me dispusiera; y así comence a hacer mudanza  en muchas cosas, aunque el confesor (1) no me apretaba, antes  parecía hacía poco caso de todo. Y esto me movía más, porque lo  llevaba por modo de amar a Dios y como que dejaba libertad y no  apremio (2), si yo no me le pusiese por amor.  Estuve así casi dos meses, haciendo todo mi poder en resistir los  regalos y mercedes de Dios. Cuanto a lo exterior, veíase la  mudanza, porque ya el Señor me comenzaba a dar ánimo para pasar  por algunas cosas que decían personas que me conocían,  pareciendoles extremos, y aun en la misma casa (3). Y de lo que  antes hacía, razón tenían, que era extremo; mas de lo que era  obligada al hábito y profesión que hacía, quedaba corta.  2. Gane de este resistir gustos y regalos de Dios, enseñarme Su  Majestad. Porque antes me parecía que para darme regalos en la  oración era menester mucho arrinconamiento, y casi no me osaba  bullir. Despues vi lo poco que hacía al caso; porque cuando más  procuraba divertirme (4), más me cubría el Señor de aquella  suavidad y gloria, que me parecía toda me rodeaba y que por  ninguna parte podía huir, y así era. Yo traía tanto cuidado, que  me daba pena. El Señor le traía mayor a hacerme mercedes y a  señalarse mucho más que solía en estos dos meses, para que yo  mejor entendiese no era más en mi mano (5).  Comence a tomar de nuevo amor a la sacratísima Humanidad.  Comenzóse a asentar la oración como edificio que ya llevaba  cimiento, y a aficionarme a más penitencia, de que yo estaba  descuidada por ser tan grandes mis enfermedades. Díjome aquel  varón santo que me confesó, que algunas cosas no me podrían dañar;  que por ventura me daba Dios tanto mal, porque yo no hacía  penitencia, me la quería dar Su Majestad. Mandábame hacer algunas  mortificaciones no muy sabrosas para mí. Todo lo hacía, porque  parecíame que me lo mandaba el Señor, y dábale gracia para que me  lo mandase de manera que yo le obedeciese. Iba ya sintiendo mi  alma cualquiera ofensa que hiciese a Dios, por pequeña que fuese,  de manera que si alguna cosa superflua traía, no podía recogerme  hasta que me la quitaba. Hacía mucha oración porque el Señor me  tuviese de su mano; pues trataba con sus siervos, permitiese no  tornase atrás, que me parecía fuera gran delito y que habían ellos  de perder credito por mí.  3. En este tiempo vino a este lugar el padre Francisco, que era  duque de Gandía (6) y había algunos años que, dejándolo todo,  había entrado en la Compañía de Jesús. Procuró mi confesor, y el  caballero que he dicho tambien vino a mí, para que le hablase y  diese cuenta de la oración que tenía, porque sabía iba adelante en  ser muy favorecido y regalado de Dios, que como quien había mucho  dejado por El, aun en esta vida le pagaba.   Pues despues que me hubo oído, díjome que era espíritu de Dios y  que le parecía que no era bien ya resistirle más, que hasta  entonces estaba bien hecho, sino que siempre comenzase la oración  en un paso de la Pasión, y que si despues el Señor me llevase el  espíritu, que no lo resistiese, sino que dejase llevarle a Su  Majestad, no lo procurando yo. Como quien iba bien adelante, dio  la medicina y consejo, que hace mucho en esto la experiencia. Dijo  que era yerro resistir ya más.  Yo quede muy consolada, y el caballero (7) tambien holgábase mucho  que dijese era de Dios, y siempre me ayudaba y daba avisos en lo  que podía, que era mucho.  4. En este tiempo mudaron a mi confesor de este lugar a otro (8),  lo que yo sentí muy mucho, porque pense me había de tornar a ser  ruin y no me parecía posible hallar otro como el. Quedó mi alma  como en un desierto, muy desconsolada y temerosa. No sabía que  hacer de mí. Procuróme llevar una parienta mía a su casa (9), y yo  procure ir luego a procurar otro confesor en la Compañía. Fue el  Señor servido que comence a tomar amistad con una señora viuda  (10), de mucha calidad y oración, que trataba con ellos mucho.  Hízome confesar a su confesor (11), y estuve en su casa muchos  días. Vivía cerca. Yo me holgaba por tratar mucho con ellos, que,  de sólo entender la santidad de su trato, era grande el provecho  que mi alma sentía.  5. Este Padre me comenzó a poner en más perfección. Decíame que  para del todo contentar a Dios no había de dejar nada por hacer;  tambien con harta maña y blandura, porque no estaba aún mi alma  nada fuerte, sino muy tierna, en especial en dejar algunas  amistades que tenía. Aunque no ofendía a Dios con ellas, era mucha  afición, y parecíame a mí era ingratitud dejarlas, y así le decía  que, pues no ofendía a Dios, que por que había de ser  desagradecida. El me dijo que lo encomendase a Dios unos días y  rezase el himno de Veni, Creator (12), porque me diese luz de cuál  era lo mejor. Habiendo estado un día mucho en oración y suplicando  al Señor me ayudase a contentarle en todo, comence el himno, y  estándole diciendo, vínome un arrebatamiento tan súbito que casi  me sacó de mí, cosa que yo no pude dudar, porque fue muy conocido.  Fue la primera vez que el Señor me hizo esta merced de  arrobamientos (13). Entendí estas palabras: Ya no quiero que  tengas conversación con hombres, sino con ángeles. A mí me hizo  mucho espanto, porque el movimiento del ánima fue grande, y muy en  el espíritu se me dijeron estas palabras, y así me hizo temor,  aunque por otra parte gran consuelo, que en quitándoseme el temor  que ­a mi parecer­ causó la novedad, me quedó.   6. Ello se ha cumplido bien, que nunca más yo he podido asentar en  amistad ni tener consolación ni amor particular sino a personas  que entiendo le tienen a Dios y le procuran servir, ni ha sido en  mi mano (14), ni me hace el caso ser deudos ni amigos. Si no  entiendo esto o es persona que trata de oración, esme cruz penosa  tratar con nadie. Esto es así, a todo mi parecer, sin ninguna  falta.  7. Desde aquel día yo quede tan animosa para dejarlo todo por Dios  como quien había querido en aquel momento ­que no me parece fue  más­ dejar otra a su sierva. Así que no fue menester mandármelo  más; que como me veía el confesor tan asida en esto, no había  osado determinadamente decir que lo hiciese. Debía aguardar a que  el Señor obrase, como lo hizo. Ni yo pense salir con ello, porque  ya yo misma lo había procurado, y era tanta la pena que me daba,  que como cosa que me parecía no era inconveniente, lo dejaba; ya  aquí me dio el Señor libertad y fuerza para ponerlo por obra. Así  se lo dije al confesor y lo deje todo conforme a como me lo mandó.  Hizo harto provecho a quien yo trataba ver en mí esta  determinación.   8. Sea Dios bendito por siempre, que en un punto me dio la  libertad que yo, con todas cuantas diligencias había hecho muchos  años había (15), no pude alcanzar conmigo, haciendo hartas veces  tan gran fuerza, que me costaba harto de mi salud. Como fue hecho  de quien es poderoso y Señor verdadero de todo, ninguna pena me  dio.  NOTAS CAPÍTULO 24  1 El confesor: Diego de Cetina.   2 Premio, escribe la Santa, como en otros pasajes (3, 12).   3 La misma casa: el monasterio de la Encarnación.   4 Divertirme: distraerme.  5 O sea: no estaba en mi mano, no dependía de mí.   6 Es san Francisco de Borja. Primer personaje coetáneo que aparece  en el relato con nombre propio. Más adelante saldrá tambien del  anonimato Pedro de Alcántara (27, 16). - El Padre Francisco había  sido nombrado por San Ignacio Comisario para las Provincias de  España (7.1.1554). Invitado por el cabildo de Avila en Mayo de  1554, predicó en la Catedral uno de los días de la octava del  Corpus (junio de 1554). Por esas fechas se encontraría con la  Santa por vez primera. - En la Rel. 5ª asegura ella que «al P.  Francisco... trató dos veces». La segunda vez sería,  probablemente, en 1557. En el proceso de beatificación de la Santa  depuso la Duquesa de Gandía, Doña Juana de Velasco: «En especial  se acuerda... haber oído que alababa el espíritu, vida y santidad  de la dicha madre Teresa de Jesús el padre Francisco de Borja, que  fue general de la Compañía de Jesús» (BMC, t. 20, p. 262). - Mi  confesor y el caballero santo: eran Diego de Cetina y Francisco de  Salcedo.   7 El caballero: el mismo F. de Salcedo.  8 El P. Diego de Cetina hubo de regresar a Salamanca para  proseguir sus estudios.  9 Una parienta mía: no es fácil de identificar.   10 Una señora viuda: «Dª Guiomar de Ulloa, mujer que fue de  Francisco de Avila», anota Gracián en su ejemplar. Ella y la Santa  se habían conocido en la Encarnación, donde era monja Doña Aldonza  de Guzmán, hermana de Doña Guiomar. Llegó a tener gran amistad con  la Madre Teresa, «más estrecha amistad que pudiera tener con  hermana», escribiría la propia Santa a su hermano Lorenzo el  23.12.1561. De ella seguirá hablando la Santa en el resto del  relato. En 1578 entró en el carmelo de San Jose, pero hubo de  abandonar la vida carmelita por falta de salud.  11 «El P. Prádanos», anota Gracián en su ejemplar. El jesuita Juan  de Prádanos, nacido en Calahorra (1528), se había ordenado  sacerdote poco antes (1554), y pronto sería rector del Colegio de  San Gil (1555. Murió en Valladolid el 4.11.1597).  12 Es el himno litúrgico de la fiesta de Pentecostes, pero de  recitación ordinaria fuera de esa fecha litúrgica. En 1556,  Pentecostes se celebró el 24 de mayo; en 1557, el 6 de junio.  13 Este primer arrobamiento ocurrió probablemente en 1556, o  quizás en 1557. - Compárese con otras «primeras gracias místicas»:  cf. c. 19, 9: «primera palabra»; c. 7, 6: «primera visión». - La  resistencia de la Santa a los arrobamientos duró dos años (c. 25,  15; c. 27, 1-2) o «casi dos años» (c. 25, 1).  14 Ni ha sido en mi mano: no me ha sido posible. Deudos:  familiares.   15 Hacía muchos años.   CAPÍTULO 25  En que trata el modo y manera cómo se entienden estas hablas que  hace Dios al alma sin oírse, y de algunos engaños que puede haber  en ello, y en que se conocerá cuándo lo es. ­ Es de mucho provecho  para quien se viere en este grado de oración, porque se declara  muy bien, y de harta doctrina. *  1. Pareceme será bien declarar cómo es este hablar que hace Dios  al alma y lo que ella siente, para que vuestra merced lo entienda  (1). Porque desde esta vez que he dicho que el Señor me hizo esta  merced (2), es muy ordinario hasta ahora, como se verá en lo que  está por decir.  Son unas palabras muy formadas (3), mas con los oídos corporales  no se oyen, sino entiendense muy más claro que si se oyesen; y  dejarlo de entender, aunque mucho se resista, es por demás. Porque  cuando acá no queremos oír, podemos tapar los oídos o advertir a  otra cosa, de manera que, aunque se oiga, no se entienda. En esta  plática que hace Dios al alma no hay remedio ninguno, sino que,  aunque me pese, me hacen escuchar y estar el entendimiento tan  entero para entender lo que Dios quiere entendamos, que no basta  querer ni no querer. Porque el que todo lo puede, quiere que  entendamos se ha de hacer lo que quiere y se muestra señor  verdadero de nosotros. Esto tengo muy experimentado, porque me  duró casi dos años el resistir (4), con el gran miedo que traía, y  ahora lo pruebo algunas veces, mas poco me aprovecha.  2. Yo querría declarar los engaños que puede haber aquí (aunque a  quien tiene mucha experiencia pareceme será poco o ninguno, mas ha  de ser mucha la experiencia) y la diferencia que hay cuando es  espíritu bueno o cuando es malo, o cómo puede tambien ser  aprensión del mismo entendimiento (5) ­que podría acaecer­ o  hablar el mismo espíritu a sí mismo. Esto no se yo si puede ser,  mas aún hoy me ha parecido que sí.   Cuando es de Dios, tengo muy probado en muchas cosas que se me  decían dos o tres años antes, y todas se han cumplido, y hasta  ahora ninguna ha salido mentira, y otras cosas adonde se ve claro  ser espíritu de Dios, como despues se dirá.  3. Pareceme a mí que podría una persona, estando encomendando una  cosa a Dios con gran afecto y aprensión, parecerle entiende alguna  cosa si se hará o no, y es muy posible; aunque a quien ha  entendido de estotra suerte (6), verá claro lo que es, porque es  mucha la diferencia, y si es cosa que el entendimiento fabrica,  por delegado que vaya, entiende que ordena el algo y que habla;  que no es otra cosa sino ordenar uno la plática, o escuchar lo que  otro le dice; y verá el entendimiento que entonces no escucha,  pues que obra; y las palabras que el fabrica son como cosa sorda,  fantaseada, y no con la claridad que estotras. Y aquí está en  nuestra mano divertirnos, como callar cuando hablamos; en estotro  no hay terminos.  Y otra señal más que todas: (7) que no hace operación. Porque  estotra que habla el Señor es palabras y obras; y aunque las  palabras no sean de devoción, sino de reprensión, a la primera  disponen un alma, y la habilita y enternece y da luz y regala y  quieta; y si estaba con sequedad o alboroto y desasosiego de alma,  como con la mano se le quita, y aun mejor, que parece quiere el  Señor se entienda que es poderoso y que sus palabras son obras.  4. Pareceme que hay la diferencia que si nosotros hablásemos u  oyesemos, ni más ni menos. Porque lo que hablo, como he dicho (8),  voy ordenando con el entendimiento lo que digo. Mas si me hablan,  no hago más de oír sin ningún trabajo.  Lo uno va como una cosa que no nos podemos bien determinar si es,  como uno que está medio dormido; estotro es voz tan clara que no  se pierde una sílaba de lo que se dice. Y acaece ser a tiempos que  está el entendimiento y alma tan alborotada y distraída, que no  acertaría a concertar una buena razón, y (9) halla guisadas  grandes sentencias que le dicen, que ella, aun estando muy  recogida, no pudiera alcanzar, y a la primera palabra, como digo,  la mudan toda. En especial si está en arrobamiento, que las  potencias están suspendidas, ¿cómo se entenderán cosas que no  habían venido a la memoria aun antes? ¿Cómo vendrán entonces, que  no obra casi, y la imaginación está como embobada?  5. Entiendase que cuando se ven visiones o se entienden estas  palabras, a mi parecer, nunca es en tiempo que está unida el alma  en el mismo arrobamiento; que en este tiempo ­como ya dejo  declarado, creo en la segunda agua­ (10) del todo se pierden todas  las potencias y a mi parecer allí ni se puede ver ni entender ni  oír: está en otro poder toda, y en este tiempo, que es muy breve,  no me parece la deja el Señor para nada libertad. Pasado este  breve tiempo, que se queda aún en el arrobamiento el alma, es esto  que digo; (11) porque quedan las potencias de manera que, aunque  no están perdidas, casi nada obran; están como absortas y no  hábiles para concertar razones. Hay tantas para entender la  diferencia, que si una vez se engañase, no serán muchas.  6. Y digo que si es alma ejercitada y está sobre aviso, lo verá  muy claro; porque dejadas otras cosas por donde se ve lo que he  dicho (12), ningún efecto hace, ni el alma lo admite (porque  estotro, mal que nos pese) (13), y no se da credito, antes se  entiende que es devanear del entendimiento, casi como no se haría  caso de una persona que sabeis tiene frenesí.  Estotro es como si lo oyesemos a una persona muy santa o letrada y  de gran autoridad, que sabemos no nos ha de mentir. Y aun es baja  comparación, porque traen algunas veces una majestad consigo estas  palabras, que, sin acordarnos quien las dicen (14), si son de  reprensión hacen temblar, y si son de amor, hacen deshacerse en  amar. Y son cosas, como he dicho (15), que estaban bien lejos de  la memoria, y dícense tan de presto sentencias tan grandes, que  era menester mucho tiempo para haberlas de ordenar, y en ninguna  manera me parece se puede entonces ignorar no ser cosa fabricada  de nosotros.  Así que en esto no hay que me detener, que por maravilla me parece  puede haber engaño en persona ejercitada, si ella misma de  advertencia no se quiere engañar.  7. Acaecídome ha muchas veces, si tengo alguna duda, no creer lo  que me dicen, y pensar si se me antojó (esto despues de pasado,  que entonces es imposible), y verlo cumplido desde a mucho tiempo;  (16) porque hace el Señor que quede en la memoria, que no se puede  olvidar. Y lo que es del entendimiento (17) es como primer  movimiento del pensamiento, que pasa y se olvida. Estotro es como  obra que, aunque se olvide algo y pase tiempo, no tan del todo que  se pierda la memoria de que, en fin, se dijo, salvo si no ha mucho  tiempo o son palabras de favor o doctrina; mas de profecía no hay  olvidarse, a mi parecer, al menos a mí, aunque tengo poca memoria.  8. Y torno a decir que me parece (18) si un alma no fuese tan  desalmada que lo quiera fingir (que sería harto mal) y decir que  lo entiende no siendo así; mas dejar de ver claro que ella lo  ordena y lo parla entre sí, pareceme no lleva camino, si ha  entendido el espíritu de Dios, que si no, toda su vida podrá  estarse en ese engaño y parecerle que entiende, aunque yo no se  cómo. O esta alma lo quiere entender, o no: si se está deshaciendo  de lo que entiende y en ninguna manera querría entender nada por  mil temores y otras muchas causas que hay para tener deseo de  estar quieta en su oración sin estas cosas, ¿cómo da tanto espacio  al entendimiento que ordene razones? Tiempo es menester para esto.  Acá (19) sin perder ninguno, quedamos enseñadas y se entienden  cosas que parece era menester un mes para ordenarlas, y el mismo  entendimiento y alma quedan espantadas de algunas cosas que se  entienden.  9. Esto es así, y quien tuviere experiencia verá que es al pie de  la letra todo lo que he dicho. Alabo a Dios porque lo he sabido  así decir. Y acabo con que me parece, siendo del entendimiento  (20), cuando lo quisiesemos lo podríamos entender, y cada vez que  tenemos oración nos podría parecer entendemos. Mas en estotro no  es así, sino que estare muchos días que aunque quiera entender  algo es imposible, y cuando otras veces no quiero, como he dicho  (21), lo tengo de entender.  Pareceme que quien quisiese engañar a los otros, diciendo que  entiende de Dios lo que es de sí, que poco le cuesta decir que lo  oye con los oídos corporales; y es así cierto con verdad, que  jamás pense había otra manera de oír ni entender hasta que lo vi  por mí; y así, como he dicho, me cuesta harto trabajo (22).  10. Cuando es demonio (23), no sólo no deja buenos efectos, mas  dejalos malos. Esto me ha acaecido no más de dos o tres veces, y  he sido luego avisada del Señor cómo era demonio. Dejado la gran  sequedad que queda, es una inquietud en el alma a manera de otras  muchas veces que ha permitido el Señor que tenga grandes  tentaciones y trabajos de alma de diferentes maneras; y aunque me  atormenta hartas veces, como adelante dire (24), es una inquietud  que no se sabe entender de dónde viene, sino que parece resiste el  alma y se alborota y aflige sin saber de que, porque lo que el  dice no es malo sino bueno. Pienso si siente un espíritu a otro.  El gusto y deleite que el da, a mi parecer, es diferente en gran  manera. Podrá el engañar con estos gustos a quien no tuviere o  hubiere tenido otros de Dios.  11. De veras digo gustos (25), una recreación suave, fuerte,  impresa, deleitosa, quieta; que unas devocioncitas del alma, de  lágrimas y otros sentimientos pequeños, que al primer airecito de  persecución se pierden estas florecitas, no las llamo devociones,  aunque son buenos principios y santos sentimientos, mas no para  determinar estos efectos de buen espíritu o malo. Y así es bien  andar siempre con gran aviso, porque cuando a personas que no  están más adelante en la oración que hasta esto, fácilmente  podrían ser engañadas si tuviesen visiones o revelaciones (26).   Yo nunca tuve cosa de estas postreras hasta haberme Dios dado, por  sólo su bondad, oración de unión, si no fue la primera vez que  dije, que ha muchos años (27), que vi a Cristo, que pluguiera a Su  Majestad entendiera yo era verdadera visión como despues lo he  entendido, que no me fuera poco bien. Ninguna blandura queda en el  alma, sino como espantada y con gran disgusto (28).  12. Tengo por muy cierto que el demonio no engañará ­ni lo  permitirá Dios­ a alma que de ninguna cosa se fía de sí y está  fortalecida en la fe, que entienda ella de sí que por un punto de  ella morirá mil muertes. Y con este amor a la fe, que infunde  luego Dios, que es una fe viva, fuerte, siempre procura ir  conforme a lo que tiene la Iglesia, preguntando a unos y a otros,  como quien tiene ya hecho asiento fuerte en estas verdades, que no  la moverían cuantas revelaciones pueda imaginar ­aunque viese  abiertos los cielos­ un punto de lo que tiene la Iglesia (29)  Si alguna vez se viese vacilar en su pensamiento contra esto, o  detenerse en decir: «pues si Dios me dice esto, tambien puede ser  verdad, como lo que decía a los santos» (no digo que lo crea, sino  que el demonio la comience a tentar por primer movimiento; que  detenerse en ello ya se ve que es malísimo, mas aun primeros  movimientos muchas veces en este caso creo no vendrán si el alma  está en esto tan fuerte como la hace el Señor a quien da estas  cosas, que le parece desmenuzaría los demonios sobre una verdad de  lo que tiene la Iglesia, muy pequeña), [13] digo que si no viere  en sí esta fortaleza grande y que ayude a ella la devoción o  visión, que no la tenga por segura (30).  Porque, aunque no se sienta luego el daño, poco a poco podría  hacerse grande. Que, a lo que yo veo y se de experiencia, de tal  manera queda el credito de que es Dios, que vaya conforme a la  Sagrada Escritura, y como un tantico torciese de esto, mucha más  firmeza sin comparación me parece tendría en que es demonio que  ahora tengo de que es Dios, por grande que la tenga. Porque  entonces no es menester andar a buscar señales ni que espíritu es,  pues está tan clara esta señal para creer que es demonio, que si  entonces todo el mundo me asegurase que es Dios, no lo creería.  El caso es que, cuando es demonio parece que se esconden todos los  bienes y huyen del alma, según queda desabrida y alborotada y sin  ningún efecto bueno. Porque aunque parece pone deseos, no son  fuertes. La humildad que deja es falsa, alborotada y sin suavidad.  Pareceme que a (31) quien tiene experiencia del buen espíritu, lo  entenderá.  14. Con todo, puede hacer muchos embustes el demonio, y así no hay  cosa en esto tan cierta que no lo sea más temer e ir siempre con  aviso, y tener maestro que sea letrado y no le callar nada, y con  esto ningún daño puede venir; aunque a mí hartos me han venido por  estos temores demasiados que tienen algunas personas.  En especial me acaeció una vez que se habían juntado muchos a  quien yo daba gran credito ­y era razón se le diese­ que, aunque  yo ya no trataba sino con uno, y cuando el me lo mandaba hablaba a  otros, unos con otros trataban mucho de mi remedio, que me tenían  mucho amor y temían no fuese engañada. Yo tambien traía grandísimo  temor cuando no estaba en la oración, que estando en ella y  haciendome el Señor alguna merced, luego me aseguraba. Creo eran  cinco o seis, todos muy siervos de Dios (32). Y díjome mi confesor  que todos se determinaban en que era demonio, que no comulgase tan  a menudo y que procurase distraerme de suerte que no tuviese  soledad.  Yo era temerosa en extremo, como he dicho (33). Ayudábame el mal  de corazón, que aun en una pieza sola no osaba estar de día muchas  veces. Yo, como vi que tantos lo afirmaban y yo no lo podía creer,  diome grandísimo escrúpulo, pareciendo poca humildad; porque todos  eran (34) más de buena vida sin comparación que yo, y letrados,  que por que no los había de creer. Forzábame lo que podía para  creerlo, y pensaba que mi ruin vida (35) y que conforme a esto  debían de decir verdad.  15. Fuime de la iglesia con esta aflicción y entreme en un  oratorio, habiendome quitado muchos días de comulgar, quitada la  soledad, que era todo mi consuelo, sin tener persona con quien  tratar, porque todos eran contra mí: unos me parecía burlaban de  mí cuando de ello trataba, como que se me antojaba; otros avisaban  al confesor que se guardase de mí; otros decían que era claro  demonio; sólo el confesor (36), que, aunque conformaba con ellos  por probarme ­según despues supe­, siempre me consolaba y me decía  que, aunque fuese demonio, no ofendiendo yo a Dios, no me podía  hacer nada, que ello se me quitaría, que lo rogase mucho a Dios. Y  el y todas las personas que confesaba lo hacían harto, y otras  muchas, y yo toda mi oración, y cuantos entendía eran siervos de  Dios, porque Su Majestad me llevase por otro camino. Y esto me  duró no se si dos años, que era continuo pedirlo al Señor.   16. A mí ningún consuelo me bastaba, cuando pensaba que era  posible que tantas veces me había de hablar el demonio. Porque de  que no tomaba horas de soledad para oración, en conversación me  hacía el Señor recoger y, sin poderlo yo excusar, me decía lo que  era servido y, aunque me pesaba, lo había de oír.  17. Pues estándome sola, sin tener una persona con quien  descansar, ni podía rezar ni leer, sino como persona espantada de  tanta tribulación y temor de si me había de engañar el demonio,  toda alborotada y fatigada, sin saber que hacer de mí. En esta  aflicción me vi algunas y muchas veces, aunque no me parece  ninguna en tanto extremo. Estuve así cuatro o cinco horas, que  consuelo del cielo ni de la tierra no había para mí, sino que me  dejó el Señor padecer, temiendo mil peligros. ¡Oh Señor mío, cómo  sois Vos el amigo verdadero; y como poderoso, cuando quereis  podeis, y (37) nunca dejáis de querer si os quieren! ¡Alaben os  todas las cosas, Señor del mundo! ¡Oh, quien diese voces por el,  para decir cuán fiel sois a vuestros amigos! Todas las cosas  faltan; Vos Señor de todas ellas, nunca faltáis. Poco es lo que  dejáis padecer a quien os ama. ¡Oh Señor mío!, ¡que delicada y  pulida y sabrosamente los sabeis tratar! ¡Quien nunca se hubiera  detenido en amar a nadie sino a Vos! Parece, Señor, que probáis  con rigor a quien os ama, para que en el extremo del trabajo se  entienda el mayor extremo de vuestro amor. ¡Oh Dios mío, quien  tuviera entendimiento y letras y nuevas palabras para encarecer  vuestras obras como lo entiende mi alma! Fáltame todo, Señor mío;  mas si Vos no me desamparáis, no os faltare yo a Vos. Levántense  contra mí todos los letrados; persíganme todas las cosas criadas,  atormentenme los demonios, no me falteis Vos, Señor, que ya tengo  experiencia de la ganancia con que sacáis a quien sólo en Vos  confía.  18. Pues estando en esta gran fatiga (aún entonces no había  comenzado a tener ninguna visión), solas estas palabras bastaban  para quitármela y quietarme del todo: No hayas miedo, hija, que Yo  soy y no te desamparare; no temas (38). Pareceme a mí, según  estaba, que era menester muchas horas para persuadirme a que me  sosegase y que no bastara nadie.  Heme aquí con solas estas palabras sosegada, con fortaleza, con  ánimo, con seguridad, con una quietud y luz que en un punto vi mi  alma hecha otra, y me parece que con todo el mundo disputara que  era Dios. ¡Oh, que buen Dios! ¡Oh, que buen Señor y que poderoso!  No sólo da el consejo, sino el remedio. Sus palabras son obras  (39). ¡Oh, válgame Dios, y cómo fortalece la fe y se aumenta el  amor!  19. Es así, cierto, que muchas veces me acordaba de cuando el  Señor mandó a los vientos que estuviesen quedos, en la mar, cuando  se levantó la tempestad (40) y así decía yo: ¿Quien es este que  así le obedecen todas mis potencias, y da luz en tan gran  oscuridad en un momento, y hace blando un corazón que parecía  piedra, da agua de lágrimas suaves adonde parecía había de haber  mucho tiempo sequedad? ¿Quien pone estos deseos? ¿Quien da este  ánimo? Que me acaeció pensar: ¿de que temo? ¿Que es esto? Yo deseo  servir a este Señor. No pretendo otra cosa sino contentarle. No  quiero contento ni descanso ni otro bien sino hacer su voluntad  (que de esto bien cierta estaba, a mi parecer, que lo podía  afirmar). Pues si este Señor es poderoso, como veo que lo es y se  que lo es, y que son sus esclavos los demonios (y de esto no hay  que dudar, pues es fe) (41), siendo yo sierva de este Señor y Rey,  ¿que mal me pueden ellos hacer a mí? ¿Por que no he yo de tener  fortaleza para combatirme con todo el infierno?   Tomaba una cruz en la mano y parecía verdaderamente darme Dios  ánimo, que yo me vi otra en un breve tiempo, que no temiera  tomarme con ellos a brazos (42), que me parecía fácilmente con  aquella cruz los venciera a todos. Y así dije: «ahora venid todos,  que siendo sierva del Señor yo quiero ver que me podeis hacer».  20. Es sin duda que me parecía me habían miedo, porque yo quede  sosegada y tan sin temor de todos ellos, que se me quitaron todos  los miedos que solía tener, hasta hoy. Porque, aunque algunas  veces los veía, como dire despues (43), no los he habido más casi  miedo, antes me parecía ellos me le habían a mí.  Quedóme un señorío contra ellos bien dado del Señor de todos, que  no se me da más de ellos que de moscas. Parecenme tan cobardes  que, en viendo que los tienen en poco, no les queda fuerza. No  saben estos enemigos de hecho acometer, sino a quien ven que se  les rinde, o cuando lo permite Dios para más bien de sus siervos  que los tienten y atormenten.   Pluguiese a Su Majestad temiesemos a quien hemos de temer y  entendiesemos nos puede venir mayor daño de un pecado venial que  de todo el infierno junto, pues es ello así.   21. ¡Que espantados nos traen estos demonios, porque nos queremos  nosotros espantar con otros asimientos de honras y haciendas y  deleites! (44), que entonces, juntos ellos con nosotros mismos que  nos somos contrarios amando y queriendo lo que hemos de aborrecer,  mucho daño nos harán. Porque con nuestras mismas armas les hacemos  que peleen contra nosotros, poniendo en sus manos con las que nos  hemos de defender. Esta es la gran lástima. Mas si todo lo  aborrecemos por Dios, y nos abrazamos con la cruz, y tratamos  servirle de verdad, huye el de estas verdades como de pestilencia.  Es amigo de mentiras, y la misma mentira; no hará pacto con quien  anda en verdad (45).   Cuando el ve oscurecido el entendimiento, ayuda lindamente a que  se quiebren los ojos; porque si a uno ve ya ciego en poner su  descanso en cosas vanas, y tan vanas que parecen las de este mundo  cosa de juego de niños, ya el ve que este es niño, pues trata como  tal, y atrevese a luchar con el una y muchas veces (46).  22. Plega al Señor que no sea yo de estos, sino que me favorezca  Su Majestad para entender por descanso lo que es descanso, y por  honra lo que es honra, y por deleite lo que es deleite, y no todo  al reves, y ¡una higa (47) para todos los demonios!, que ellos me  temerán a mí. No entiendo estos miedos: «¡demonio! ¡demonio!»,  adonde podemos decir: «¡Dios ¡Dios!», y hacerle temblar (48). Sí,  que ya sabemos que no se puede menear si el Señor no lo permite.  ¿Que es esto? Es sin duda que tengo ya más miedo a los que tan  grande le tienen al demonio que a el mismo; porque el no me puede  hacer nada, y estotros, en especial si son confesores, inquietan  mucho, y he pasado algunos años de tan gran trabajo, que ahora me  espanto cómo lo he podido sufrir. ¡Bendito sea el Señor que tan de  veras me ha ayudado!.  NOTAS CAPÍTULO 25  De nuevo introduce en el relato autobiográfico un parentesis  doctrinal. Lo motiva la «palabra interior» referida en el c. 24,  5, que resolvió su problema afectivo. Desde ella se propone  explicar «las hablas místicas»: en que consisten y cómo  discernirlas. La exposición se ilustra con hechos personales (nn.  7, 14-15), y culmina en el relato de una nueva «palabra interior»,  decisiva: «no hayas miedo, hija, yo soy» (n. 18). - Desarrollará  el tema en el lugar paralelo de las Moradas VI, c. 3.  1 El capítulo reanuda el diálogo con el P. García de Toledo. Al  final del capítulo, el diálogo se extenderá a todo el grupo de  letrados asesores.  2 Se refiere a la palabra escuchada en ese «primer arrobamiento»,  referido en el c. anterior, n. 5.  3 Palabras muy formadas: en acepción mística. Son experiencias  místicas con contenido ideológico y expresión verbal, por  oposición a las noticias puras, comunicadas en las visiones  intelectuales, sin verbalización. Vease la nota 18 al capítulo 27,  n. 6, y las anotaciones al c. 3 de las Moradas VI. - San Juan de  la Cruz emplea una terminología parecida («palabras sucesivas,  formales y sustanciales» pero en un cuadro doctrinal diverso del  teresiano (Subida II, c. 28, 2; y cc. 30-31).  4 Duró casi dos años el resistir a las hablas interiores, a pesar  de la respuesta de san Francisco de Borja (24, 3). De nuevo  testificará esa dolorosa resistencia en el n. 15 y en el c. 27, 1.  5 Aprensión del mismo entendimiento (en el autógrafo: apreensión,  repetido en el n. 3). Termino que proviene del lexico escolástico  de sus letrados asesores. «Aprehensio» era el acto germinal de la  mente que concibe una idea. En el texto teresiano indica la  formulación de una palabra interior por la propia mente  (autoescucha, autosugestión), en contraposición a las otras dos  formas de palabra interior: la sugerida por el demonio, o la  infundida por Dios. Para la autora el problema del capítulo es  cómo discernirlas.  6 Entendido de estotra suerte: en forma de habla mística, como ha  dicho en el n. 1. - A partir del n. 2 establece la Santa un  paralelo entre las hablas místicas y las ficticias (fantaseadas  por el sujeto o sugeridas por el demonio). El termino «estotro»  designará constantemente las hablas místicas, por contraposición a  las otras dos.   7 Otra señal más distinta (= más señal) que todas es que no hace  operación. Es decir, que las hablas fantaseadas no producen  efectos interiores. Al contrario las del Señor, «son palabras y  obras»: alusión bíblica a Fil. 4, 13, insinuada dos veces en este  número; y ya antes en el c. 13, 3.  8 En los nn. 2-3.  9 «Y»: en cambio...  10 No en la segunda sino en la cuarta agua: c. 18, 1 y s.; y c.  20, 3 y ss.  11 Lo ha dicho al final del n. 4. - Las dos cosas que aquí afirma  son: que durante el arrobamiento propiamente dicho (con suspensión  de las potencias), no se dan las hablas místicas; que despues de  el, al cesar dicha suspensión, «aún queda en una especie de  arrobamiento el alma...». Entonces «es esto que digo»: entonces  tienen lugar las hablas místicas (como ha dicho del «primer  arrobamiento»: c. 24, 5). - Para inteligencia de todo este pasaje,  tengase en cuenta la doctrina teresiana del extasis: cc. 18 y 20;  especialmente, los nn. 12-13 del c. 18.  12 Por donde se ve lo que he dicho: la diferencia entre hablas  místicas y pseudomísticas, de que viene hablando desde el n. 2.  13 Es decir: «porque estotro (las hablas místicas) lo admitimos  mal que nos pese». Vease el mismo pensamiento formulado en el n.  1.  14 Quien las dicen: fray Luis corrige el probable lapsus: «quien  las dice» (p. 295).  15 Dicho en el n. 4.  16 O sea, «de allí a mucho tiempo».  17 Y en cambio, lo que es fabricado del entendimiento... - La  Santa usa con frecuencia la conjunción «y» en sentido adversativo:  en cambio, sin embargo (cf. nota 9).  18 Frase incompleta: me parece imposible engañarse. El «torno a  decir» enlaza con el final del n. 6. - Alma tan desalmada:  «Desalmado, el que tiene mala conciencia y no cura de vivir como  hombre de razón» (Cobarruvias).   19 Acá: en las genuinas hablas místicas. - Sin perder ningún  tiempo.   20 Es decir: «acabo diciendo que me parece que, siendo fantaseado  por el entendimiento, cuando lo quisieremos lo podríamos  entender».  21 Lo ha dicho en los nn. 1 y 6.  22 Se refiere a los episodios narrados en el c. 23.  23 Cuando es demonio: cuando las hablas provienen del demonio.   24 Hablará de ello especialmente en el c. 31. Cf. además los cc.  32, 1; 36, 7-11; 38, 23-24; 39, 4.  25 De veras digo gustos: digo gustos, que sean realmente tales, en  la acepción mística del termino.   26 Frase inconclusa. Fray Luis la reelaboró a su modo (p. 299).  Podría completarse así: porque cuando es a personas que no están  más adelante en la oración que hasta esto (= a personas que en la  oración no han llegado más que a devocioncitas y lágrimas...),  fácilmente podrían ser engañados (= engañadas).  27 Alude a la visión del rostro de Cristo en el locutorio de la  Encarnación: c. 7, 6-7.   28 Se sobreentiende «cuando es cosa del demonio».  29 Vea los cielos abiertos: frase bíblica de los Hechos (7, 55).  Lo que tiene la Iglesia: fórmula usada por la Santa (dos veces en  este mismo número) para designar lo que la Iglesia cree o enseña  en materia de fe (cf. los prólogos a Moradas, n. 3 y Fundaciones,  n. 6; la Protestación de Camino; y Vida, c. 30, 12).   30 Periodo diversamente puntuado por los editores de la Santa.  Seguimos la puntuación de fray Luis (p. 300). La frase «digo que  si no tiene...» reanuda el pensamiento que dejó suspenso antes del  largo parentesis: «Si alguna vez se viese vacilar...».  31 Es redundante esa «a».   32 Los cinco o seis: podemos indicar únicamente nombres probables:  como Gaspar Daza, Gonzalo de Aranda, Baltasar Alvarez (o su  predecesor, P. Prádanos), y quizás Alonso Alvarez Dávila. - Mi  confesor: probablemente el P. Baltasar Alvarez, joven jesuita de  San Gil, ordenado sacerdote en 1558, a los 25 años de edad. Tanto  F. de Ribera (Vida de la Santa, I, c. 11), como L. de la Puente  (Vida del P. Baltasar, c. 11), afirman que este último fue quien  la sometió a esa prueba.  33 Lo ha recordado en el c. 23, 13.   34 En el autógrafo siguen unas palabras borradas e ilegibles. No  aparecen en la ed. de fray Luis (p. 302).  35 Fray Luis corrigió: «pensaba en mi ruin vida» (p. 302).  36 Probablemente el P. Baltasar Alvarez. - El dolor de esas  jornadas, especialmente la privación de la comunión, será  recordado por la Santa en Fund. 6, 20.  37 Probable reminiscencia bíblica: Lc 5, 12.  38 Son un condensado de las palabras del Resucitado; Lc 24, 36, y  de su promesa en Jn 14, 18.  39 Fil. 4, 13 (cf. n. 3).  40 Mc 4, 39.  41 Es fe: es verdad de fe.  42 Tomarme con ellos a brazos: luchar cuerpo a cuerpo: Cf. Camino  16, 3.  43 En los cc. 31, 32, 38 y 39. (cf. nota 24 de este c.).  44 Honras, haciendas, deleites: categorías frecuentes en la Santa:  cf. c. 20, 26-28.  45 Las dos afirmaciones tienen ascendencia evangelica: Satanás es  «el mendaz» y «el padre de la mentira» (Jn 8, 44). Andar en verdad  (cf. Jn 8, 44) será la famosa definición de la humildad según la  Santa (Moradas 6, 10, 7; y Vida 26, 1).  46 Sobre el mismo tema vease Camino 23, 4-5.  47 Cobarruvias en su Tesoro de la lengua define así la higa: «Es  una manera de menosprecio que hacemos cerrando el puño y mostrando  el dedo pulgar por el índice y el medio: es disfrazada pulla». Más  adelante reaparecerá el termino en contexto más doloroso (c. 29, 5  y 6; cf. Moradas 6, 9, 13 y Fund. 8, 3).  48 Alude irónicamente al grupo de letrados miedosos (n. 14) que la  amedrantaron. Más adelante, uno de sus teólogos asesores  reconocía: «Hale dado Dios un tan fuerte y valeroso ánimo, que  espanta. Solía ser temerosa; agora atropella a todos los demonios.  Es muy fuera de melindres y niñerías de mujeres; muy sin  escrúpulos. Es rectísima» (Dictamen del P. Pedro Ibáñez, escrito  poco antes que estas páginas de Vida: BMC, t. 2, p. 132, n. 28).   CAPÍTULO 26  Prosigue en la misma materia. ­ Va declarando y diciendo cosas que  le han acaecido, que la hacían perder el temor y afirmar que era  buen espíritu el que la hablaba.  1. Tengo por una de las grandes mercedes que me ha hecho el Señor  este ánimo que me dio contra los demonios. Porque andar un alma  acobardada y temerosa de nada sino de ofender a Dios, es  grandísimo inconveniente. Pues tenemos Rey todopoderoso y tan gran  Señor que todo lo puede y a todos sujeta, no hay que temer,  andando ­como he dicho­ (1) en verdad delante de Su Majestad y con  limpia conciencia. Para esto, como he dicho (2), querría yo todos  los temores: para no ofender en un punto a quien en el mismo punto  nos puede deshacer; que contento Su Majestad, no hay quien sea  contra nosotros que no lleve las manos en la cabeza (3).  Podráse decir que así es, mas que ¿quien será esta alma tan recta  que del todo le contente?, y que por eso teme. ­No la mía, por  cierto, que es muy miserable y sin provecho y llena de mil  miserias. Mas no ejecuta Dios como las gentes, que entiende  nuestras flaquezas (4). Mas por grandes conjeturas siente el alma  en sí si le ama de verdad, porque las que llegan a este estado (5)  no anda el amor disimulado como a los principios, sino con tan  grandes ímpetus y deseo de ver a Dios, como despues dire o queda  ya dicho: (6) todo cansa, todo fatiga, todo atormenta. Si no es  con Dios o por Dios, no hay descanso que no canse, porque se ve  ausente de su verdadero descanso, y así es cosa muy clara que,  como digo, no pasa en disimulación.  2. Acaecióme otras veces verme con grandes tribulaciones y  murmuraciones sobre cierto negocio que despues dire (7), de casi  todo el lugar adonde estoy y de mi Orden, y afligida con muchas  ocasiones que había para inquietarme, y decirme el Señor: ¿De que  temes? ¿No sabes que soy todopoderoso? Yo cumplire lo que te he  prometido (8) (y así se cumplió bien despues), y quedar luego con  una fortaleza, que de nuevo me parece me pusiera en emprender  otras cosas, aunque me costasen más trabajos, para servirle, y me  pusiera de nuevo a padecer.   Es esto tantas veces, que no lo podría yo contar. Muchas las que  me hacía reprensiones y hace, cuando hago imperfecciones, que  bastan a deshacer un alma; al menos traen consigo el enmendarse,  porque Su Majestad ­como he dicho­ (9) da el consejo y el remedio.  Otras, traerme a la memoria mis pecados pasados, en especial  cuando el Señor me quiere hacer alguna señalada merced, que parece  ya se ve el alma en el verdadero juicio; porque le representan la  verdad con conocimiento claro, que no sabe adónde se meter. Otras  avisarme de algunos peligros míos y de otras personas, cosas por  venir, tres o cuatro años antes muchas, y todas se han cumplido.  Algunas podrá ser señalar.   Así que hay tantas cosas para entender que es Dios, que no se  puede ignorar, a mi parecer.  3. Lo más seguro es (yo así lo hago, y sin esto no tendría  sosiego, ni es bien que mujeres le tengamos, pues no tenemos  letras) (10) y aquí no puede haber daño sino muchos provechos,  como muchas veces me ha dicho el Señor, que no deje de comunicar  toda mi alma y las mercedes que el Señor me hace, con el confesor,  y que sea letrado, y que le obedezca. Esto muchas veces.  Tenía yo un confesor (11) que me mortificaba mucho y algunas veces  me afligía (12) y daba gran trabajo, porque me inquietaba mucho, y  era el que más me aprovechó, a lo que me parece. Y aunque le tenía  mucho amor, tenía algunas tentaciones por dejarle, y parecíame me  estorbaban aquellas penas que me daba de la oración. Cada vez que  estaba determinada a esto, entendía luego que no lo hiciese, y una  reprensión que me deshacía más que cuanto el confesor hacía.  Algunas veces me fatigaba: cuestión por un cabo y reprensión por  otro, y todo lo había menester, según tenía poco doblada la  voluntad.  Díjome una vez que no era obedecer si no estaba determinada a  padecer; que pusiese los ojos en lo que El había padecido, y todo  se me haría fácil (13).  4. Aconsejóme una vez un confesor que a los principios me había  confesado, que ya que estaba probado ser buen espíritu, que  callase y no diese ya parte a nadie, porque mejor era ya estas  cosas callarlas. A mí no me pareció mal, porque yo sentía tanto  cada vez que las decía al confesor, y era tanta mi afrenta, que  mucho más que confesar pecados graves lo sentía algunas veces; en  especial si eran las mercedes grandes, parecíame no me habían de  creer y que burlaban de mí. Sentía yo tanto esto, que me parecía  era desacato a las maravillas de Dios, que por esto quisiera  callar. Entendí entonces que había sido muy mal aconsejada de  aquel confesor, que en ninguna manera callase cosa al que me  confesaba, porque en esto había gran seguridad, y haciendo lo  contrario podría ser engañarme alguna vez.   5. Siempre que el Señor me mandaba una cosa en la oración, si el  confesor me decía otra, me tornaba el mismo Señor a decir que le  obedeciese; despues Su Majestad le volvía para que me lo tornase a  mandar (14).  Cuando se quitaron muchos libros de romance, que no se leyesen  (15), yo sentí mucho, porque algunos me daba recreación leerlos y  yo no podía ya, por dejarlos en latín; me dijo el Señor. No tengas  pena, que Yo te dare libro vivo. Yo no podía entender por que se  me había dicho esto, porque aún no tenía visiones (16). Despues,  desde a bien pocos días, lo entendí muy bien, porque he tenido  tanto en que pensar y recogerme en lo que veía presente, y ha  tenido tanto amor el Señor conmigo para enseñarme de muchas  maneras, que muy poca o casi ninguna necesidad he tenido de  libros; Su Majestad ha sido el libro verdadero adonde he visto las  verdades ¡Bendito sea tal libro, que deja imprimido lo que se ha  de leer y hacer, de manera que no se puede olvidar! ¿Quien ve al  Señor cubierto de llagas y afligido con persecuciones que no las  abrace y las ame y las desee? ¿Quien ve algo de la gloria que da a  los que le sirven que no conozca es todo nonada cuanto se puede  hacer y padecer, pues tal premio esperamos? ¿Quien ve los  tormentos que pasan los condenados, que no se le hagan deleites  los tormentos de acá en su comparación, y conozcan lo mucho que  deben al Señor en haberlos librado tantas veces de aquel lugar?   6. Porque con el favor de Dios se dirá más de algunas cosas,  quiero ir adelante en el proceso de mi vida (17). Plega al Señor  haya sabido declararme en esto que he dicho. Bien creo que quien  tuviere experiencia lo entenderá y verá que he atinado a decir  algo; quien no, no me espanto le parezca desatino todo. Basta  decirlo yo para quedar disculpado, ni yo culpare a quien lo  dijere.  El Señor me deje atinar en cumplir su voluntad. Amen.   NOTAS CAPÍTULO 26  1 Lo ha dicho en el c. 25, 21.  2 Remite al n. 20 del mismo c. 25.  3 Lleve las manos en la cabeza: ir derrotado, salir escarmentado.   4 Dios... entiende nuestras flaquezas: faceta típica de la imagen  de Dios en la Santa: cf. 37, 5; y 4, 10.  5 En las que llegan, corrigió fray Luis (p. 309).   6 Despues dire: c. 29, 8-14 y 30, 19. - O queda dicho: c. 20, 9-14  y 22; c. 21, 6, etc.  7 Despues dire: alude al pequeño drama de la fundación de San Jose  (cc. 32-36). - Este lugar: Avila. - Y mi Orden: la Orden del  Carmen. Nótese la constancia del anonimato: a lo largo del relato  nunca se dice que las cosas suceden «en Avila», o que la  protagonista es monja «carmelita» en «la Encarnación de Avila».  Recuerdese el criterio adoptado en el c. 10.  8 De nuevo, las palabras interiores son un condensado de pasajes  bíblicos: Jn 6, 20, etc.   9 Lo ha dicho en el c. 25, 3 y 18.  10 No tenemos letras: no tenemos estudios, no somos «letradas».   11 Un confesor: el P. Baltasar Alvarez (cf. 28, n. 14).   12 Había escrito: me afligía mucho; luego borró esta última  palabra, por hallarse repetida cuatro veces en pocas líneas. Fray  Luis tambien la omitió (p. 311).  13 Palabra interior, que pasará a ser una de sus consignas  cristológicas: cf. Moradas I, 2, 11; 7, 4, 8: Camino 2, 1.  Reaparecerá en Vida 35, 14; 39, 12; y en las Relaciones: 8. 11.  15. 36.  14 Es una de sus normas de discernimiento interior: cf. Rel. 4,  11: «Jamás hizo cosa (habla de sí misma) por lo que entendía en la  oración, antes si le decían sus confesores al contrario, lo hacía  luego».  15 Alude al «Indice de libros prohibidos», publicado por el  inquisidor Fernando de Valdes en Valladolid el 17 de agosto de  1559. - En el se prohibían no sólo libros hereticos de allende los  Pirineos, sino obras de los «espirituales españoles», como san  Juan de Avila, san Francisco de Borja, Bernabe de Palma, Bartolome  de Carranza, Luis de Granada, etc. Este último, en carta al  arzobispo Carranza escribía a propósito del Indice: «Con todo esto  habrá un pedazo de trabajo, por estar el Arzobispo (= el  inquisidor Valdes) tan contrario a cosas que el llama de  contemplación para mujeres de carpinteros» (Obras de fr. L. de  Granada, t. 14, p. 441). - En el Camino de Perfección, la Santa  ironizará repetidas veces contra ese «Indice»: cf. Camino E. 35,  4; 36, 4.   16 Aún no tenía visiones: el episodio del «Indice» es, pues, un  buen hito cronológico: anuncia el comienzo de las «visiones» (cc.  27-28...), dentro del periodo de «unión mística» y de  «arrobamientos» que preceden a esa fecha (agosto de 1559).  17 Concluye aquí el parentesis doctrinal (c. 25...) dedicado a  fijar criterios para discernir las «palabras interiores», si bien  en este último capítulo la exposición se ha entrelazado con nuevos  datos autobiográficos.  CAPÍTULO 27  En que trata otro modo con que enseña el Señor al alma y sin  hablarla la da a entender su voluntad por una manera admirable. ­  Trata tambien de declarar una visión y gran merced que la hizo el  Señor no imaginaria. ­ Es mucho de notar este capítulo. *  1. Pues tornando al discurso de mi vida (1), yo estaba con esta  aflicción de penas y con grandes oraciones como he dicho (2) que  se hacían porque el Señor me llevase por otro camino que fuese más  seguro, pues este me decían era tan sospechoso. Verdad es que,  aunque yo lo suplicaba a Dios, por mucho que quería desear otro  camino, como veía tan mejorada mi alma, si no era alguna vez  cuando estaba muy fatigada de las cosas que me decían y miedos que  me ponían, no era en mi mano desearlo, aunque siempre lo pedía. Yo  me veía otra en todo. No podía (3), sino poníame en las manos de  Dios, que El sabía lo que me convenía, que cumpliese en mí lo que  era su voluntad en todo.  Veía que por este camino le llevaba para el cielo, y que antes iba  al infierno. Que había de desear esto ni creer que era demonio, no  me podía forzar a mí, aunque hacía cuanto podía por creerlo y  desearlo, mas no era en mi mano.  Ofrecía lo que hacía, si era alguna buena obra, por eso. Tomaba  santos devotos porque me librasen del demonio. Andaba novenas (4).  Encomendábame a San Hilarión (5), a San Miguel Angel, con quien  por esto tome nuevamente devoción; y otros muchos santos  importunaba mostrase el Señor la verdad, digo que lo acabasen con  Su Majestad.   2. A cabo de dos años que andaba con toda esta oración mía y de  otras personas para lo dicho (6), o que el Señor me llevase por  otro camino, o declarase la verdad, porque eran muy continuo las  hablas que he dicho me hacía el Señor (7), me acaeció esto:  estando un día del glorioso San Pedro (8) en oración, vi cabe mí o  sentí, por mejor decir, que con los ojos del cuerpo ni del alma no  vi nada, mas parecíame estaba junto cabe mi Cristo y veía ser El  el que me hablaba, a mi parecer. Yo, como estaba ignorantísima de  que podía haber semejante visión, diome gran temor al principio, y  no hacía sino llorar, aunque, en diciendome una palabra sola de  asegurarme, quedaba como solía, quieta y con regalo y sin ningún  temor. Parecíame andar siempre a mi lado Jesucristo, y como no era  visión imaginaria (9), no veía en que forma; mas estar siempre al  lado derecho, sentíalo muy claro, y que era testigo de todo lo que  yo hacía, y que ninguna vez que me recogiese un poco o no  estuviese muy divertida (10) podía ignorar que estaba cabe mí.  3. Luego fui a mi confesor (11), harto fatigada, a decírselo.  Preguntóme que en que forma le veía. Yo le dije que no le veía.  Díjome que cómo sabía yo que era Cristo. Yo le dije que no sabía  cómo, mas que no podía dejar de entender estaba cabe mí y lo veía  claro y sentía, y que el recogimiento del alma era muy mayor, en  oración de quietud y muy continua, y los efectos que eran muy  otros que solía tener (12), y que era cosa muy clara.  No hacía sino poner comparaciones para darme a entender; y,  cierto, para esta manera de visión, a mi parecer, no la hay que  mucho cuadre. Así como es de las más subidas (según despues me  dijo un santo hombre y de gran espíritu, llamado Fray Pedro de  Alcántara, de quien despues hare mención (13), y me han dicho  otros letrados grandes, y que es adonde menos se puede entremeter  el demonio de todas), así no hay terminos para decirla acá las que  poco sabemos, que los letrados mejor lo darán a entender. Porque  si digo que con los ojos del cuerpo ni del alma (14) no lo veo,  porque no es imaginaria visión, ¿cómo entiendo y me afirmo con más  claridad que está cabe mí que si lo viese? (15) Porque parecer que  es como una persona que está a oscuras, que no ve a otra que está  cabe ella, o si es ciega, no va bien. Alguna semejanza tiene, mas  no mucha, porque siente con los sentidos, o la oye hablar o  menear, o la toca. Acá no hay nada de esto, ni se ve oscuridad,  sino que se representa por una noticia al alma más clara que el  sol. No digo que se ve sol ni claridad, sino una luz que, sin ver  luz, alumbra el entendimiento, para que goce el alma de tan gran  bien. Trae consigo grandes bienes.  4. No es como una presencia de Dios que se siente muchas veces, en  especial los que tienen oración de unión y quietud (16), que  parece en queriendo comenzar a tener oración hallamos con quien  hablar, y parece entendemos nos oye por los efectos y sentimientos  espirituales que sentimos de gran amor y fe, y otras  determinaciones, con ternura. Esta gran merced es de Dios, y  tengalo en mucho a quien lo ha dado, porque es muy subida oración,  mas no es visión, que entiendese que está allí Dios por los  efectos que, como digo, hace al alma, que por aquel modo quiere Su  Majestad darse a sentir (17). Acá vese claro que está aquí  Jesucristo, hijo de la Virgen. En estotra oración representanse  unas influencias de la Divinidad; aquí, junto con estas, se ve nos  acompaña y quiere hacer mercedes tambien la Humanidad Sacratísima.  5. Pues preguntóme el confesor: ¿quien dijo que era Jesucristo?  ­.El me lo dice muchas veces, respondí yo; mas antes que me lo  dijese se imprimió en mi entendimiento que era El, y antes de esto  me lo decía y no le veía. Si una persona que yo nunca hubiese  visto sino oído nuevas de ella, me viniese a hablar estando ciega  o en gran oscuridad, y me dijese quien era, lo creería, mas no tan  determinadamente lo podría afirmar ser aquella persona como si la  hubiera visto. Acá sí, que sin verse, se imprime con una noticia  tan clara que no parece se puede dudar; que quiere el Señor este  tan esculpido en el entendimiento, que no se puede dudar más que  lo que se ve, ni tanto. Porque en esto algunas veces nos queda  sospecha, si se nos antojó; acá, aunque de presto de esta  sospecha, queda por una parte gran certidumbre que no tiene fuerza  la duda.  6. Así es tambien en otra manera que Dios enseña el alma y la  habla de la manera que queda dicha (18). Es un lenguaje tan del  cielo, que acá se puede mal dar a entender aunque más queramos  decir, si el Señor por experiencia no lo enseña. Pone el Señor lo  que quiere que el alma entienda, en lo muy interior del alma, y  allí lo representa sin imagen ni forma de palabras, sino a manera  de esta visión que queda dicha (19). Y nótese mucho esta manera de  hacer Dios que entienda el alma lo que El quiere y grandes  verdades y misterios; porque muchas veces lo que entiendo cuando  el Señor me declara alguna visión que quiere Su Majestad  representarme es así, y pareceme que es adonde el demonio se puede  entremeter menos, por estas razones. Si ellas no son buenas, yo me  debo engañar.  7. Es una cosa tan de espíritu esta manera de visión y de lenguaje  (20), que ningún bullicio hay en las potencias ni en los sentidos,  a mi parecer, por donde el demonio pueda sacar nada. Esto es  alguna vez y con brevedad, que otras bien me parece a mí que no  están suspendidas las potencias ni quitados los sentidos, sino muy  en sí; que no es siempre esto en contemplación, antes muy pocas  veces; mas estas que son, digo que no obramos nosotros nada ni  hacemos nada. Todo parece obra el Señor.  Es como cuando ya está puesto el manjar en el estómago, sin  comerle, ni saber nosotros cómo se puso allí, mas entiende bien  que está, aunque aquí no se entiende el manjar que es, ni quien le  puso. Acá sí; (21) mas cómo se puso no lo se, que ni se vio, ni se  entiende, ni jamás se había movido a desearlo, ni había venido a  mi noticia podía ser (22).  8. En la habla que hemos dicho antes (23), hace Dios al  entendimiento que advierta, aunque le pese, a entender lo que se  dice, que allá parece tiene el alma otros oídos con que oye, y que  la hace escuchar y que no se divierta; (24) como a uno que oyese  bien y no le consistiesen tapar los oídos y le hablasen junto a  voces, aunque no quisiese, lo oiría; y, en fin, algo hace, pues  está atento a entender lo que le hablan. Acá, ninguna cosa; que  aun esto poco que es sólo escuchar, que hacía en lo pasado, se le  quita. Todo lo halla guisado y comido; no hay más que hacer de  gozar, como uno que sin deprender ni haber trabajado nada para  saber leer ni tampoco hubiese estudiado nada, hallase toda la  ciencia sabida ya en sí, sin saber cómo ni dónde, pues aun nunca  había trabajado aun para desprender el abece.   9. Esta comparación postrera me parece declara algo de este don  celestial, porque se ve el alma en un punto sabia, y tan declarado  el misterio de la Santísima Trinidad y de otras cosas muy subidas,  que no hay teólogo con quien no se atreviese a disputar la verdad  de estas grandezas (25). Quedase tan espantada, que basta una  merced de estas para trocar toda un alma y hacerla no amar cosa,  sino a quien ve que, sin trabajo ninguno suyo, la hace capaz de  tan grandes bienes y le comunica secretos y trata con ella con  tanta amistad y amor que no se sufre escribir (26). Porque hace  algunas mercedes que consigo traen la sospecha, por ser de tanta  admiración y hechas a quien tan poco las ha merecido, que si no  hay muy viva fe no se podrán creer. Y así yo pienso decir pocas de  las que el Señor me ha hecho a mí ­si no me mandaren otra cosa­,  si no son algunas visiones que pueden para alguna cosa aprovechar,  o para que, a quien el Señor las diere, no se espante pareciendole  imposible, como hacía yo, o para declararle el modo y camino por  donde el Señor me ha llevado, que es lo que me mandan escribir  (27).  10. Pues tornando a esta manera de entender, lo que me parece es  que quiere el Señor de todas maneras tenga esta alma alguna  noticia de lo que pasa en el cielo, y pareceme a mí que así como  allá sin hablar se entiende (lo que yo nunca supe cierto es así,  hasta que el Señor por su bondad quiso que lo viese y me lo mostró  en un arrobamiento), así es acá, que se entienden Dios y el alma  con sólo querer Su Majestad que lo entienda, sin otro artificio  para darse a entender el amor que se tienen estos dos amigos. Como  acá si dos personas se quieren mucho y tienen buen entendimiento,  aun sin señas parece que se entienden con sólo mirarse. Esto debe  ser aquí, que sin ver nosotros cómo, de en hito en hito se miran  estos dos amantes, como lo dice el Esposo a la Esposa en los  Cantares; (28) a lo que creo, lo he oído que es aquí.  11. ¡Oh benignidad admirable de Dios, que así os (29) dejáis mirar  de unos ojos que tan mal han mirado como los de mi alma! ¡Queden  ya, Señor, de esta vista acostumbrados en no mirar cosas bajas, ni  que les contente (30) ninguna fuera de Vos! ¡Oh ingratitud de los  mortales! ¿Hasta cuándo ha de llegar? Que se yo por experiencia  que es verdad esto que digo, y que es lo menos de lo que Vos  haceis con un alma que traeis a tales terminos, lo que se puede  decir. ¡Oh almas que habeis comenzado a tener oración y las que  teneis verdadera fe!, ¿que bienes podeis buscar aun en esta vida  ­dejemos lo que se gana para sin fin­, que sea como el menor de  estos?   12. Mirad que es así cierto, que se da Dios a Sí (31) a los que  todo lo dejan por El. No es aceptador de personas; (32) a todos  ama. No tiene nadie excusa por ruin que sea, pues así lo hace  conmigo trayendome a tal estado. Mirad que no es cifra (33) lo que  digo, de lo que se puede decir; sólo va dicho lo que es menester  para darse a entender esta manera de visión y merced que hace Dios  al alma; mas no puedo decir lo que se siente cuando el Señor la da  a entender secretos y grandezas suyas, el deleite tan sobre  cuantos acá se pueden entender, que bien con razón hace aborrecer  los deleites de la vida, que son basura todos juntos. Es asco  traerlos a ninguna comparación aquí, aunque sea para gozarlos sin  fin, y de estos que da el Señor sola una gota de agua del gran río  caudaloso que nos está aparejado (34).   13. ¡Vergüenza es y yo cierto la he de mí y, si pudiera haber  afrenta en el cielo, con razón estuviera yo allá más afrentada que  nadie! ¿Por que hemos de querer tantos bienes y deleites y gloria  para sin fin, todos a costa del buen Jesús? ¿No lloraremos  siquiera con las hijas de Jerusalen, ya que no le ayudemos a  llevar la cruz con el Cirineo? (35) ¿Que con placeres y  pasatiempos hemos de gozar lo que El nos ganó a costa de tanta  sangre? ­Es imposible. ¿Y con honras vanas pensamos remedar un  desprecio como El sufrió para que nosotros reinemos para  siempre?­No lleva camino, errado, errado va el camino. Nunca  llegaremos allá.  De voces vuestra merced (36) en decir estas verdades, pues Dios me  quitó a mi esta libertad. A mí me las querría dar siempre, y  óigome tan tarde (37) y entendí a Dios, como se verá por lo  escrito, que me es gran confusión hablar en esto, y así quiero  callar. Sólo dire lo que algunas veces considero. Plega al Señor  me traiga a terminos que yo pueda gozar de este bien.  14. ¡Que gloria accidental será (38) y que contento de los  bienaventurados que ya gozan de esto, cuando vieren que, aunque  tarde, no les quedó cosa por hacer por Dios de las que le fue  posible, ni dejaron cosa por darle de todas las maneras que  pudieron, conforme a sus fuerzas y estado, y el que más, más! ¡Que  rico se hallará el que todas las riquezas dejó por Cristo! (39)  ¡Que honrado el que no quiso honra por El, sino que gustaba (40)  de verse muy abatido! ¡Que sabio el que se holgó de que le  tuviesen por loco, pues lo llamaron a la misma Sabiduría! ¡Que  pocos hay ahora, por nuestros pecados! Ya, ya parece se acabaron  los que las gentes tenían por locos, de verlos hacer obras  heroicas de verdaderos amadores de Cristo. ¡Oh mundo, mundo, cómo  vas ganando honra en haber pocos que te conozcan!  15. Mas ¡si pensamos se sirve ya más Dios de que nos tengan por  sabios y por discretos! ­Eso, eso debe ser, según se usa  discreción. Luego nos parece es poca edificación no andar con  mucha compostura y autoridad cada uno en su estado. Hasta el  fraile y clerigo y monja nos parecerá que traer cosa vieja y  remendada es novedad y dar escándalo a los flacos; y aun estar muy  recogidos y tener oración, según está el mundo y tan olvidadas las  cosas de perfección de grandes ímpetus que tenían los santos, que  pienso hace más daño a las desventuras que pasan en estos tiempos,  que no haría escándalo a nadie dar a entender los religiosos por  obras, como lo dicen por palabras, en lo poco que se ha de tener  el mundo; que de estos escándalos el Señor saca de ellos grandes  provechos. Y si unos se escandalizan, otros se remuerden. Siquiera  que hubiese un dibujo de lo que pasó por Cristo y sus Apóstoles,  pues ahora más que nunca es menester.  16. ¡Y que bueno nos le llevó Dios ahora (41) en el bendito Fray  Pedro de Alcántara! No está ya el mundo para sufrir tanta  perfección. Dicen que están las saludes más flacas y que no son  los tiempos pasados. Este santo hombre de este tiempo era; estaba  grueso el espíritu como en los otros tiempos, y así tenía el mundo  debajo de los pies. Que, aunque no anden desnudos, ni hagan tan  áspera penitencia como el, muchas cosas hay ­como otras veces he  dicho­ (42) para repisar el mundo, y el Señor las enseña cuando ve  ánimo. ¡Y cuán grande le dio Su Majestad a este santo que digo,  para hacer cuarenta y siete años tan áspera penitencia, como todos  saben! Quiero decir algo de ella, que se es toda verdad.  17. Díjome a mí y a otra persona (43), de quien se guardaba poco  (y a mí el amor que me tenía era la causa, porque quiso el Señor  le tuviese para volver por mí y animarme en tiempo de tanta  necesidad, como he dicho y dire) (44), pareceme fueron cuarenta  años los que me dijo había dormido sola hora y media entre noche y  día, y que este era el mayor trabajo de penitencia que había  tenido en los principios, de vencer el sueño, y para esto estaba  siempre o de rodillas o en pie. Lo que dormía era sentado, y la  cabeza arrimada a un maderillo que tenía hincado en la pared.  Echado, aunque quisiera, no podía, porque su celda ­como se sabe­  no era más larga de cuatro pies y medio.  En todos estos años jamás se puso la capilla, por grandes soles y  aguas que hiciese, ni cosa en los pies ni vestida; sino un hábito  de sayal, sin ninguna otra cosa sobre las carnes, y este tan  angosto como se podía sufrir, y un mantillo de lo mismo encima.  Decíame que en los grandes fríos se le quitaba, y dejaba la puerta  y ventanilla abierta de la celda, para que con ponerse despues el  manto y cerrar la puerta, contentaba al cuerpo, para que sosegase  con más abrigo. Comer a tercer día era muy ordinario; (45) y  díjome que de que me espantaba, que muy posible era a quien se  acostumbraba a ello. Un su compañero me dijo que le acaecía estar  ocho días sin comer. Debía ser estando en oración, porque tenía  grandes arrobamientos e ímpetus de amor de Dios, de que una vez yo  fui testigo (46).  18. Su pobreza era extrema y mortificación en la mocedad, que me  dijo que le había acaecido estar tres años en una casa de su Orden  y no conocer fraile, si no era por el habla; porque no alzaba los  ojos jamás, y así a las partes que de necesidad había de ir no  sabía, sino íbase tras los frailes. Esto le acaecía por los  caminos. A mujeres jamás miraba; esto muchos años. Decíame que ya  no se le daba más ver que no ver. Mas era muy viejo cuando le vine  a conocer (47), y tan extrema su flaqueza, que no parecía sino  hecho de raíces de árboles.  Con toda esta santidad era muy afable, aunque de pocas palabras,  si no era con preguntarle. En estas era muy sabroso, porque tenía  muy lindo entendimiento. Otras cosas muchas quisiera decir, sino  que he miedo dirá vuestra merced que para que me meto en esto, y  con el lo he escrito. Y así lo dejo con que fue su fin como la  vida, predicando y amonestando a sus frailes. Como vio ya se  acababa, dijo el salmo de Laetatus sum in his quae dicta sunt mihi  (48), e, hincado de rodillas, murió.  19. Despues ha sido el Señor servido yo tenga más en el que en la  vida (49), aconsejándome en muchas cosas. Hele visto muchas veces  con grandísima gloria. Díjome la primera que me apareció, que  bienaventurada penitencia que tanto premio había merecido y otras  muchas cosas. Un año antes que muriese, me apareció estando  ausente (50), y supe se había de morir, y se lo avise. Estando  algunas leguas de aquí cuando expiró, me apareció y dijo cómo se  iba a descansar (51). Yo no lo creí, y díjelo a algunas personas,  y desde a ocho días vino la nueva cómo era muerto, o comenzado a  vivir para siempre, por mejor decir.  20. Hela aquí acabada esta aspereza de vida con tan gran gloria.  Pareceme que mucho más me consuela que cuando acá estaba. Díjome  una vez el Señor que no le pedirían cosa en su nombre que no la  oyese (52). Muchas que le he encomendado pida al Señor, las he  visto cumplidas. Sea bendito por siempre, amen.  21. Mas ¡que hablar he hecho, para despertar a vuestra merced (53)  a no estimar en nada cosa de esta vida, como si no lo supiese, o  no estuviera ya determinado a dejarlo todo y puestolo por obra!  Veo tanta perdición en el mundo, que, aunque no aproveche más  decirlo yo de cansarme de escribirlo (54), me es descanso; que  todo es contra mí lo que digo. El Señor me perdone lo que en este  caso le he ofendido, y vuestra merced, que le canso sin propósito.  Parece que quiero haga penitencia de lo que yo en esto peque.  NOTAS CAPÍTULO 27  Reanuda la narración. Refiere «el hecho decisivo» de su vida: la  experiencia mística de Cristo presente. - El epígrafe del capítulo  comienza anunciando otro tema doctrinal: «otro modo» de  comunicación mística de Dios con el alma. El «modo primero» son  las «hablas o palabras interiores», tratadas en el c. 25, a raíz  de la sorprendente palabra interior referida en el c. 24, 5. - El  «hecho decisivo» lo referirá en el lugar paralelo de las Moradas  6, c. 4, si bien con lexico diverso.   1 Torna al discurso de su vida, interrumpido al final del c. 24,  mantenido con breves alusiones en los cc. 25 y 26. - Para  completar el sentido del periodo, inconcluso, fray Luis añadió  aquí: yo estaba con esta aflicción... (p. 314).  2 Lo ha dicho en el c. 25, 15.  3 No podía desearlo. Cf. c. 29, 5.  4 Andaba novenas: hacía novenas.  5 San Hilarión: monje oriental del siglo IV. Figura en la lista de  «devociones particulares» de la Santa, que le dedicó uno de sus  poemas festivos: «Hoy ha vencido un guerrero / al mundo y sus  valedores...». La leyenda carmelitana, muy viva en tiempo de la  Santa, lo contaba entre los ermitaños del Carmelo. En el breviario  de la Santa (1568) figura su fiesta litúrgica el 22 de octubre (en  el misal carmelitano, el 21 de octubre).   6 Para lo dicho en el c. 25, 15: «que Dios me llevase por otro  camino», y no por el de las gracias místicas.   7 Un día del glorioso San Pedro: probablemente el 29 de junio de  1560. Despues de serle comunicado el contenido del «Indice de  libros prohibidos» de Valdes (26, 5). Más adelante recordará que  esta primera visión ocurrió en la fiesta de San Pedro y San Pablo  (c. 29, 5), que se celebraba el 29 de junio.  9 No era visión imaginaria: es decir, era visión sin imagen alguna  de lo visto. - «Imaginaria», en su acepción tecnica: intermedia  entre «visión corporal» y «visión intelectual». La Santa distingue  estas tres clases de visiones místicas (cf. c. 30, 4):  intelectuales, como la presente, que describirá en el n. 3;  imaginarias, percibidas con «los ojos del alma» (n. 3), es decir,  con los sentidos interiores, como la visión de que hablará en el  c. 28, 1 y ss. (porque «allá -adentro- parece tiene el alma otros  oídos con que oye» y otros sentidos: n. 8); y corporales,  percibidas con los ojos de la cara (sentidos exteriores), de las  que dirá que ella nunca las tuvo (c. 28, 4). - Con todo, en Vida  nunca designará a las primeras con el termino culto de  «intelectuales». Este termino escolástico lo utilizará mucho más  tarde: en las Relaciones (4, 15; 6, 3; 12, 6; 24; 25, 1, etc.) y  en las Moradas (6, 3, 12; 6, 4, 5; 6, 4, 9, etc., y especialmente  en el c. 8 de esas Moradas sextas, desde el epígrafe del  capítulo). A causa de esa carencia lexical, en Vida las designa  con la circunlocución: «las visiones que no se ven» (33, 15),  porque «con los ojos del cuerpo ni del alma no vi nada» (27, 2).  10 Divertida: distraída.   11 Mi confesor: el P. Baltasar Alvarez.  12 Los efectos eran muy otros (diversos) que los que solía tener.  13 Hará mención de el en este mismo capítulo, nn. 16-20, y en el  c. 30, 2-7, etc.  14 Ojos del alma: sentidos interiores. En contraposición a los  «ojos del cuerpo»: cf. 28, 4; 30, 4-5.  15 Reordenando la frase: ¿cómo entiendo y afirmo que está cabe mí,  con más claridad que si lo viese?  16 Oración de unión y quietud: en su acepción tecnica, oración de  «cuarto grado» (unión incipiente), y de «segundo grado» (quietud).  17 Acá: en la visión mística del n. 2. Con el termino generico  «acá» seguirá designándola en adelante.   18 La (le) habla sin hablar: alude a las palabras místicas de que  trató el c. 25, titulado «cómo se entienden estas hablas que hace  Dios sin oírse» (cf. su definición en 25, 1). - Son hablas  místicas de la misma especie que las visiones no imaginarias que  viene exponiendo. Por su parecido con estas, las definirá  enseguida: hablas «sin imagen ni forma de palabras, sino a manera  de esta visión que queda dicha» (alude a la referida en el n. 2 de  este capítulo). - En el presente contexto parece distinguir dos  formas de hablas místicas: hablas con palabras formadas, si bien  «se entienden sin oírse» (c. 25); y hablas no formadas, sin  palabras, como «lo que pasa en el cielo», «que así como allá sin  hablar se entiende... así es acá, que se entienden Dios y el alma  con sólo querer S.M. que lo entienda, sin otro artificio» (27,  10). De estas últimas comienza a tratar a partir del n. 6.  19 Sigue refiriendose a la visión del n. 2.   20 Esta manera de visión y lenguaje son las dos formas de  comunicación divina: por visión, y en palabras interiores.  21 Acá sí: en las hablas místicas.   22 A que esto podía ser: «a» redundante. Fray Luis (p. 321) leyó:  «ni había venido a mi noticia aquesto podía ser».  23 La referida en el c. 25 passim.  24 No se divierta: no se distraiga.   25 Uno de aquellos teólogos escribe de ella por estas mismas  fechas: «Estas cosas causan en ella una claridad de entendimiento  y una luz en las cosas de Dios ardmirable» (Dictamen del dominico  Pedro Ibáñez: BMC, II, p. 132). - Acerca de su penetración del  misterio de la Trinidad, veanse las Relaciones 16, 24, 47. - De  esa seguridad personal frente a los teólogos, había escrito poco  antes en la Relación 1, n. 6: «cuando estoy en oración y los días  que ando quieta y el pensamiento en Dios, aunque se junten cuantos  letrados y santos hay en el mundo y me diesen todos los tormentos  imaginables y yo quisiese creerlo, no me podrían hacer creer que  esto es demonio, porque no puedo». - El mismo P. Ibáñez se hace  eco de esa seguridad: «Si todos los de la Compañía y siervos de  Dios que hay en la tierra le dicen que es demonio o dijesen, teme  y tiembla antes de las visiones, pero estando en oración y  recogimiento, aunque la hagan mil pedazos, no se persuadiría sino  que es Dios el que trata y habla» (Dictamen, BMC, II, p. 132).  26 Que no se sufre escribir: no se pueden escribir, o no son para  escritos.  27 Pasaje que apunta los motivos de fondo por los que la Santa  cuenta sus gracias místicas, las «que se sufre escribir».   28 Ct. 4, 9 y 6, 4: «Con una sola mirada, hermana y novia mía, me  has robado el corazón». En los Conceptos, ella citará Ct. 6, 2:  «que mire yo a mi Amado y mi Amado a mí; y que mire El por mis  cosas, y yo por las suyas» (Conc. 4, 8).  29 Que así os: palabras añadidas al margen del autógrafo y  aceptadas por fray Luis (p. 323) para suplir una línea ilegible,  tachada en el texto quizás por la autora.  30 Por lapsus material, la Santa escribe: ni que les que contente.  Ya corregido por fray Luis (p. 323).  31 Fray Luis editó: «que se da Dios así» (p. 324).  32 Palabra bíblica: Mt 22, 16; Rom 2, 11. Citada de nuevo en C.  16, 12.  33 Cifra: en la acepción de «muestra», «suma y compendio»: «mirad  que lo que digo no es ni cifra (muestra, indicio) de lo que se  puede decir». Cf. el título del c. 32, o Moradas 7, 1, 1.  34 Frase lacónica y vigorosa. Su sentido es: Es asco establecer  comparación entre los goces místicos y los terrenos, aunque los  terrenos fuesen para sin fin, y los místicos fuesen una sola gota  del gran río caudaloso que nos está aparejado en el cielo». - Fray  Luis puntuó mal este pasaje (p. 234), y tras el, casi todos los  editores.  35 Doble alusión evangelica: a Lc 23, 27 y a Mt 27, 32.  36 De voces vuestra merced: «Habla con el Padre fray García de  Toledo», anota Gracián en su ejemplar.  37 La Santa escribió: «y oyome». Fray Luys (p. 235) dio pie a una  lectura errónea, que el mismo enmendó en la segunda edición (p.  233). El sentido es: «De voces v.m... A mí me las querría dar yo  siempre, y (= y sin embargo) he tardado tanto en oirme...»   38 Gloria accidental: gloria sobreañadida a la visión beatífica.  39 Alusión al pasaje evangelico de Mt 19, 29.  40 Por lapsus de pluma, escribió gustaban. Todo el pasaje está  cuajado de reminiscencias bíblicas: Mt 19, 21-29; 27, 28; 2 Cor  11, 16...  41 San Pedro de Alcántara había muerto el 18.10.1562 en Arenas de  San Pedro (Avila).  42 Cf. n. 14 y c. 16, nn. 1.4.8, y c. 21 passim. - Repisar el  mundo: pisar una y otra vez, en sentido metafórico,  «menospreciarlo». Cf. Camino 1, 5.  43 «Esta persona de quien habla aquí la Santa, era la venerable  María Díaz (Maridíaz), de mucha fama en Avila por sus grandes  virtudes. Tuvo por maestro de espíritu a San Pedro de Alcántara.  En su correspondencia habla la Santa de esta piadosa mujer con  mucho encarecimiento. Atribúyese a San Pedro de Alcántara el dicho  de que Avila encerraba dentro de sus muros tres santas a la vez:  la Madre Teresa, María Díaz de Vivar y Catalina Dávila, de noble  familia esta última» (P. Silverio). - Una anecdota curiosa de  Maridíaz puede verse en la carta de la Santa a Leonor de la  Misericordia, de mayo 1582.  44 Lo ha dicho en el n. 3, y lo dirá en el c. 30.  45 Ordinario: frecuente.  46 Episodio sucedido en la Encarnación de Avila, en 1561. La Santa  hubo de servirle la comida en el locutorio del monasterio, y allí  pudo sorprenderlo en extasis. Lo refiere Francisco Marchese en la  biografía del Santo (Lión 1670), L. 7º, c. 5).  47 No tan viejo: La Santa lo conoció en el verano de 1558, cuando  aún no llegaba a los 60 años de edad. Había nacido en Alcántara en  1499, y murió en Arenas de San Pedro (Avila) en 1562.  48 Salmo 121, 1. La Santa escribió a su modo: «letatum sun yn is  que dita sun miqui».  49 Ya tenga más ayuda... que en vida.  50 Debió suceder en el otoño de 1561. La Santa se hallaba en  dificultad con motivo del Breve para la fundación de San Jose de  Avila. (Cf. la biografía del Santo por F. Marchese, L. III, c. 11;  y en la autobiografía de la Santa, el c. 36, n. 20). - El episodio  mereció ser citado en la Bula de canonización de S. Pedro de  Alcántara.   51 «Acuerdome que me dijo la primera vez que le vi (= en esta  primera aparición), entre otras cosas, diciendome lo mucho que  gozaba, que dichosa penitencia había sido la que había hecho, que  tanto premio había alcanzado» (c. 36, n. 20).   52 Es un remedo del texto evangelico de Jesús en Jn 14, 13.  53 Epílogo del capítulo, en diálogo con García de Toledo, como en  cc. anteriores.   54 En otro orden: «aunque decirlo yo no aproveche más que cansarme  en escribirlo».  CAPÍTULO 28  En que trata las grandes mercedes que la hizo el Señor y cómo le  apareció la primera vez. ­ Declara que es visión imaginaria. ­  Dice los grandes efectos y señales que deja cuando es de Dios. ­  Es muy provechoso capítulo y mucho de notar. *  1 Tornando a nuestro propósito (1), pase algunos días, pocos, con  esta visión muy continua, y hacíame tanto provecho, que no salía  de oración, y aun cuanto hacía, procuraba fuese de suerte que no  descontentase al que claramente veía estaba por testigo. Y aunque  a veces temía, con lo mucho que me decían, durábame poco el temor,  porque el Señor me aseguraba.  Estando un día en oración, quiso el Señor mostrarme solas las  manos con tan grandísima hermosura que no lo podría yo encarecer.  Hízome gran temor, porque cualquier novedad me le hace grande en  los principios de cualquiera merced sobrenatural que el Señor me  haga. Desde a pocos días, vi tambien aquel divino rostro, que del  todo me parece me dejó absorta. No podía yo entender por que el  Señor se mostraba así poco a poco, pues despues me había de hacer  merced de que yo le viese del todo, hasta despues que he entendido  que me iba Su Majestad llevando conforme a mi flaqueza natural.  ¡Sea bendito por siempre!, porque tanta gloria junta, tan bajo y  ruin sujeto no la pudiera sufrir. Y como quien esto sabía, iba el  piadoso Señor disponiendo.  2. Parecerá a vuestra merced (2) que no era menester mucho  esfuerzo para ver unas manos y rostro tan hermoso. ­Sonlo tanto  los cuerpos glorificados, que la gloria que traen consigo ver cosa  tan sobrenatural (3) hermosa desatina; y así me hacía tanto temor,  que toda me turbaba y alborotaba, aunque despues quedaba con  certidumbre y seguridad y con tales efectos, que presto se perdía  el temor.  3. Un día de San Pablo (4), estando en misa, se me representó toda  esta Humanidad sacratísima como se pinta resucitado, con tanta  hermosura y majestad como particularmente escribí a vuestra merced  (5) cuando mucho me lo mandó, y hacíaseme harto de mal, porque no  se puede decir que no sea deshacerse; mas lo mejor que supe, ya lo  dije, y así no hay para que tornarlo a decir aquí. Sólo digo que,  cuando otra cosa no hubiese para deleitar la vista en el cielo  sino la gran hermosura de los cuerpos glorificados, es grandísima  gloria, en especial ver la Humanidad de Jesucristo, Señor nuestro,  aun acá que se muestra Su Majestad conforme a lo que puede sufrir  nuestra miseria; ¿que será adonde del todo se goza tal bien?  4. Esta visión, aunque es imaginaria, nunca la vi con los ojos  corporales, ni ninguna, sino con los ojos del alma.  Dicen los que lo saben mejor que yo, que es más perfecta la pasada  que esta, y esta más mucho que las que se ven con los ojos  corporales. Esta dicen que es la más baja (6) y adonde más  ilusiones puede hacer el demonio, aunque entonces no podía yo  entender tal, sino que deseaba, ya que se me hacía esta merced,  que fuese viendola con los ojos corporales, para que no me dijese  el confesor se me antojaba. Y tambien despues de pasada me acaecía  ­esto era luego luego­ pensar yo tambien esto: que se me había  antojado. Y fatigábame de haberlo dicho al confesor, pensando si  le había engañado. Este era otro llanto, e iba a el y decíaselo.  Preguntábame que si me parecía a mí así o si había querido  engañar. Yo le decía la verdad, porque, a mi parecer, no mentía,  ni tal había pretendido, ni por cosa del mundo dijera una cosa por  otra. Esto bien lo sabía el, y así procuraba sosegarme, y yo  sentía tanto en irle con estas cosas, que no se cómo el demonio me  ponía lo había de fingir para atormentarme a mí misma.  Mas el Señor se dio tanta prisa a hacerme esta merced y declarar  esta verdad, que bien presto se me quitó la duda de si era antojo,  y despues veo muy claro mi bobería; porque, si estuviera muchos  años imaginando cómo figurar cosa tan hermosa, no pudiera ni  supiera, porque excede a todo lo que acá se puede imaginar, aun  sola la blancura y resplandor.  5. No es resplandor que deslumbre, sino una blancura suave y el  resplandor infuso, que da deleite grandísimo a la vista y no la  cansa, ni la claridad que se ve para ver esta hermosura tan  divina. Es una luz tan diferente de las de acá, que parece una  cosa tan deslustrada la claridad del sol que vemos, en comparación  de aquella claridad y luz que se representa a la vista, que no se  querrían abrir los ojos despues. Es como ver un agua clara, que  corre sobre cristal y reverbera en ello el sol, a una muy turbia  (7) y con gran nublado y corre por encima de la tierra. No porque  se representa sol, ni la luz es como la del sol; parece, en fin,  luz natural y estotra cosa artificial. Es luz que no tiene noche,  sino que, como siempre es luz, no la turba nada. En fin, es de  suerte que, por gran entendimiento que una persona tuviese, en  todos los días de su vida podría imaginar cómo es. Y pónela Dios  delante tan presto (8), que aun no hubiera lugar para abrir los  ojos, si fuera menester abrirlos; mas no hace más estar abiertos  que cerrados, cuando el Señor quiere; que, aunque no queramos, se  ve. No hay divertimiento (9) que baste, ni hay poder resistir, ni  basta diligencia ni cuidado para ello. Esto tengo yo bien  experimentado, como dire (10).  6. Lo que yo ahora querría decir es el modo cómo el Señor se  muestra por estas visiones. No digo que declarare de que manera  puede ser poner esta luz tan fuerte en el sentido interior, y en  el entendimiento imagen tan clara, que parece verdaderamente está  allí, porque esto es de letrados (11). No ha querido el Señor  darme a entender el cómo, y soy tan ignorante y de tan rudo  entendimiento, que, aunque mucho me lo han querido declarar, no he  aun acabado de entender el cómo. Y esto es cierto, que aunque a  vuestra merced (12) le parezca que tengo vivo entendimiento, que  no le tengo; porque en muchas cosas lo he experimentado, que no  comprende más de lo que le dan de comer, como dicen. Algunas veces  se espantaba el que me confesaba de mis ignorancias; y jamás me di  a entender, ni aun lo deseaba, cómo hizo Dios esto o pudo ser  esto, ni lo preguntaba, aunque ­como he dicho­ (13) de muchos años  acá trataba con buenos letrados. Si era una cosa pecado o no, esto  sí; en lo demás no era menester más para mí de pensar hízolo Dios  todo, y veía que no había de que me espantar, sino por que le  alabar; y antes me hacen devoción las cosas dificultosas, y  mientras más, más (14).   7. Dire, pues, lo que he visto por experiencia. El cómo el Señor  lo hace, vuestra merced lo dirá mejor, y declarará todo lo que  fuere oscuro y yo no supiere decir (15).  Bien me parecía en algunas cosas que era imagen lo que veía, mas  por otras muchas no, sino que era el mismo Cristo, conforme a la  claridad con que era servido mostrárseme. Unas veces era tan en  confuso, que me parecía imagen, no como los dibujos de acá, por  muy perfectos que sean, que hartos he visto buenos; (16) es  disparate pensar que tiene semejanza lo uno con lo otro en ninguna  manera, no más ni menos que la tiene una persona viva a su  retrato, que por bien que este sacado no puede ser tan al natural,  que, en fin, se ve es cosa muerta. Mas dejemos esto, que aquí  viene bien y muy al pie de la letra.  8. No digo que es comparación, que nunca son tan cabales, sino  verdad, que hay la diferencia que de lo vivo a lo pintado, no más  ni menos. Porque si es imagen, es imagen viva; no hombre muerto,  sino Cristo vivo; y da a entender que es hombre y Dios; no como  estaba en el sepulcro, sino como salió de el despues de  resucitado; y viene a veces con tan grande majestad, que no hay  quien pueda dudar sino que es el mismo Señor, en especial en  acabando de comulgar, que ya sabemos que está allí, que nos lo  dice la fe. Representase tan señor de aquella posada, que parece  toda deshecha el alma se ve consumir en Cristo. ¡Oh Jesús mío!,  ¡quien pudiese dar a entender la majestad con que os mostráis! Y  cuán Señor de todo el mundo y de los cielos y de otros mil mundos  y sin cuento mundos y cielos (17) que Vos crearais, entiende el  alma, según con la majestad que os representáis, que no es nada  para ser Vos señor de ello.  9. Aquí se ve claro, Jesús mío, el poco poder de todos los  demonios en comparación del vuestro, y cómo quien os tuviere  contento puede repisar el infierno todo. Aquí ve la razón que  tuvieron los demonios de temer cuando bajasteis al limbo (18), y  tuvieran de desear otros mil infiernos más bajos para huir de tan  gran majestad, y veo que quereis dar a entender al alma cuán  grande es, y el poder que tiene esta sacratísima Humanidad junto  con la Divinidad. Aquí se representa bien que será el día del  juicio ver esta majestad de este Rey, y verle con rigor para los  malos (19). Aquí es la verdadera humildad que deja en el alma  (20), de ver su miseria, que no la puede ignorar. Aquí la  confusión y verdadero arrepentimiento de los pecados, que aun con  verle que muestra amor, no sabe adonde se meter, y así se deshace  toda.  Digo que tiene tan grandísima fuerza esta visión, cuando el Señor  quiere mostrar al alma mucha parte de su grandeza y majestad, que  tengo por imposible, si muy sobrenatural (21) no la quisiese el  Señor ayudar con quedar puesta en arrobamiento y extasis (que  pierde el ver la visión de aquella divina presencia con gozar),  sería, como digo, imposible sufrirla ningún sujeto.   ¿Es verdad que se olvida despues? ­Tan imprimida queda aquella  majestad y hermosura, que no hay poderlo olvidar, si no es cuando  quiere el Señor que padezca el alma una sequedad y soledad grande  que dire adelante (22), que aun entonces de Dios parece se olvida.  Queda el alma otra, siempre embebida. Parecele comienza de nuevo  amor vivo de Dios en muy alto grado, a mi parecer; que, aunque la  visión pasada que dije (23) que representa Dios sin imagen es más  subida, que para durar la memoria conforme a nuestra flaqueza,  para traer bien ocupado el pensamiento, es gran cosa el quedar  representado y puesta en la imaginación tan divina presencia. Y  casi vienen juntas estas dos maneras de visión siempre; y aun es  así que lo vienen, porque con los ojos del alma vese la excelencia  y hermosura y gloria de la santísima Humanidad, y por estotra  manera que queda dicha se nos da a entender cómo es Dios y  poderoso y que todo lo puede y todo lo manda y todo lo gobierna y  todo lo hinche su amor.  10. Es muy mucho de estimar esta visión, y sin peligro, a mi  parecer, porque en los efectos se conoce no tiene fuerza aquí el  demonio. Pareceme que tres o cuatro veces me ha querido  representar de esta suerte al mismo Señor en representación falsa:  toma la forma de carne, mas no puede contrahacerla (24) con la  gloria que cuando es de Dios. Hace representaciones para deshacer  la verdadera visión que ha visto el alma; mas así la resiste de sí  y se alborota y se desabre e inquieta, que pierde la devoción y  gusto que antes tenía, y queda sin ninguna oración.   A los principios fue esto ­como he dicho­ (25) tres o cuatro  veces. Es cosa tan diferentísima, que, aun quien hubiere tenido  sola oración de quietud, creo lo entenderá por los efectos que  quedan dichos (26) en las hablas. Es cosa muy conocida y, si no se  quiere dejar engañar un alma, no me parece la engañará, si anda  con humildad y simplicidad. A quien hubiere tenido verdadera  visión de Dios, desde luego casi se siente; porque, aunque  comienza con regalo y gusto, el alma lo lanza de sí; y aun, a mi  parecer, debe ser diferente el gusto; y no muestra apariencia de  amor puro y casto. Muy en breve da a entender quien es. Así que,  adonde hay experiencia, a mi parecer, no podrá el demonio hacer  daño.  11. Pues ser imaginación esto, es imposible de toda imposibilidad.  Ningún camino lleva, porque sola la hermosura y blancura de una  mano es sobre toda nuestra imaginación: pues sin acordarnos de  ello ni haberlo jamás pensado, ver en un punto presentes cosas que  en gran tiempo no pudieran concertarse con la imaginación, porque  va muy más alto ­como ya he dicho­ (27) de lo que acá podemos  comprender...; así que esto es imposible. Y si pudiesemos algo en  esto, aun se ve claro por estotro que ahora dire: porque si fuese  representado con el entendimiento, dejado que no haría las grandes  operaciones que esto hace, ni ninguna (28) (porque sería como uno  que quisiese hacer que dormía y estáse despierto porque no le ha  venido el sueño: el, como si tiene necesidad o flaqueza en la  cabeza, lo desea, adormecese el en sí y hace sus diligencias y a  las veces parece hace algo, mas si no es sueño de veras, no le  sustentará ni dará fuerza a la cabeza, antes a las veces queda más  desvanecida), así sería en parte acá (29), quedar el alma  desvanecida, mas no sustentada y fuerte, antes cansada y  disgustada. Acá no se puede encarecer la riqueza que queda: aun al  cuerpo da salud y queda confortado.  12. Esta razón, con otras, daba yo cuando me decían que era  demonio y que se me antojaba ­que fue muchas veces­ y ponía  comparaciones como yo podía y el Señor me daba a entender. Mas  todo aprovechaba poco. Porque como había personas muy santas en  este lugar (30) (y yo en su comparación una perdición) y no los  llevaba Dios por este camino, luego era el temor en ellos; que mis  pecados parece lo hacían, que de uno en otro se rodeaba de manera  (31), que lo venían a saber, sin decirlo yo sino a mi confesor o a  quien el me mandaba.  13. Yo les dije una vez que si los que me decían esto me dijeran  que a una persona (32) que hubiese acabado de hablar y la  conociese mucho, que no era ella, sino que se me antojaba, que  ellos lo sabían, que sin duda yo lo creyera más que lo que había  visto. Mas si esta persona me dejara algunas joyas y se me  quedaban en las manos por prendas de mucho amor, y que antes no  tenía ninguna y me veía rica siendo pobre, que no podría creerlo,  aunque yo quisiese. Y que estas joyas se las podría mostrar,  porque todos los que me conocían veían claro estar otra mi alma, y  así lo decía mi confesor. Porque era muy grande la diferencia en  todas las cosas, y no disimulada, sino muy con claridad lo podían  todos ver. Porque, como antes era tan ruin, decía yo que no podía  creer que si el demonio hacía esto para engañarme y llevarme al  infierno, tomase medio tan contrario como era quitarme los vicios  y poner virtudes y fortaleza. Porque veía claro con estas cosas  quedar en una vez otra (33).  14. Mi confesor, como digo ­que era un padre bien santo de la  Compañía de Jesús­ (34), respondía esto mismo según yo supe. Era  muy discreto y de gran humildad, y esta humildad tan grande me  acarreó a mí hartos trabajos; porque, con ser de mucha oración y  letrado, no se fiaba de sí, como el Señor no le llevaba por este  camino (35). Pasólos harto grandes conmigo de muchas maneras. Supe  que le decían que se guardase de mí, no le engañase el demonio con  creerme algo de lo que le decía. Traíanle ejemplos de otras  personas. Todo esto me fatigaba a mí. Temía que no había de haber  con quien me confesar, sino que todos habían de huir de mí. No  hacía sino llorar.  15. Fue providencia de Dios querer el durar en oírme, sino que era  tan gran siervo de Dios, que a todo se pusiera por El. Y así me  decía que no ofendiese yo a Dios ni saliese de lo que el me decía;  que no hubiese miedo me faltase. Siempre me animaba y sosegaba.  Mandábame siempre que no le callase ninguna cosa. Yo así lo hacía.  El me decía que haciendo yo esto, que aunque fuese demonio, no me  haría daño, antes sacaría el Señor bien del mal que el quería  hacer a mi alma. Procuraba perfeccionarla en todo lo que el podía.  Yo, como traía tanto miedo, obedecíale en todo, aunque  imperfectamente, que harto pasó conmigo tres años y más (36), que  me confesó, con estos trabajos; porque en grandes persecuciones  que tuve, y cosas hartas que permitía el Señor me juzgasen mal, y  muchas estando sin culpa, con todo venían a el y era culpado por  mí, estando el sin ninguna culpa.  16. Fuera imposible, si no tuviera tanta santidad ­y el Señor que  le animaba­ poder sufrir tanto, porque había de responder a los  que les parecía iba perdida, y no le creían; y por otra parte,  habíame de sosegar a mí y de curar el miedo que yo traía,  poniendomele mayor. Me había por otra parte de asegurar, porque a  cada visión, siendo cosa nueva, permitía Dios me quedasen despues  grandes temores. Todo me procedía de ser tan pecadora yo y haberlo  sido. El me consolaba con mucha piedad y, si el se creyera a sí  mismo, no padeciera yo tanto; que Dios le daba a entender la  verdad en todo, porque el mismo Sacramento (37) le daba luz, a lo  que yo creo.  17. Los siervos de Dios, que no se aseguraban, tratábanme mucho  (38). Yo, como hablaba con descuido algunas cosas que ellos  tomaban por diferente intención (yo quería mucho al uno de ellos,  porque le debía infinito mi alma y era muy santo; yo sentía  infinito de que veía no me entendía, y el deseaba en gran manera  mi aprovechamiento y que el Señor me diese luz), y así lo que yo  decía ­como digo­ sin mirar en ello, parecíales poca humildad. En  viendome alguna falta ­que verían muchas­, luego era todo  condenado. Preguntábanme algunas cosas; yo respondía con llaneza y  descuido. Luego les parecía los quería enseñar, y que me tenía por  sabia. Todo iba a mi confesor, porque, cierto, ellos deseaban mi  provecho. El a reñirme.  18. Duró esto harto tiempo, afligida por muchas partes, y con las  mercedes que me hacía el Señor todo lo pasaba.   Digo esto para que se entienda el gran trabajo que es no haber  quien tenga experiencia en este camino espiritual, que a no me  favorecer tanto el Señor, no se que fuera de mí. Bastantes cosas  había para quitarme el juicio, y algunas veces me veía en terminos  que no sabía que hacer, sino alzar los ojos al Señor. Porque  contradicción de buenos (39) a una mujercilla ruin y flaca como yo  y temerosa, no parece nada así dicho, y con haber yo pasado en la  vida grandísimos trabajos, es este de los mayores.  Plega al Señor que yo haya servido a Su Majestad algo en esto; que  de que le servían los que me condenaban y argüían, bien cierta  estoy, y que era todo para gran bien mío.  NOTAS CAPÍTULO 28  Avanza en el relato de sus experiencias místicas. Primera  aparición del Señor: «cómo le apareció por primera vez». Trata de  explicarlo en clave doctrinal. Usa el termino «aparecer» en  acepción mística. En adelante lo utilizará con frecuencia (31, 2;  33, 12-13; 34, 19; 36, 20...). Anteriormente le ha servido para  referir la «aparición» de fray Pedro de Alcántara, aún en vida  (37, 29).  1 Torna al tema de la visión referida en el c. 27, 2-5: «visión  muy continua».   2 García de Toledo.  3 Sobrenaturalmente hermosa. Uso del termino tecnico  «sobrenatural» como adverbio. De nuevo en el n. 9. Cf. 17, 7 nota  25.  4 Probablemente el 25 de enero de 1561, fiesta de la conversión de  San Pablo.  5 Vuestra merced: García de Toledo. Alude la Santa a una  «Relación» hecha anteriormente para dicho Padre. No ha llegado  hasta nosotros. El «mucho me lo mandó» indica una vez más el vivo  interes de este teólogo por los escritos de la Santa (cf. epílogo,  n. 2).  6 Trata de evaluar tres «maneras de visión». Es más perfecta la  pasada (visión espiritual: c. 27, 2); más perfecta que esta  (visión imaginaria de que viene hablando); y esta mucho más que  las corporales (de las que acaba de decir que nunca las vio). Esta  (la corporal) dicen que es la más baja (de menor calidad). -  Nótese que en toda esta evaluación la Santa se remite a «lo que  dicen los entendidos».   7 Es decir: en comparación de una muy turbia...  8 Tan de presto, tan súbitamente.   9 Divertimiento: distracción.   10 Lo dirá en el c. 29, 7.  11 Es decir, la explicación teológica (o psicológica) la deja para  los hombres de ciencia.  12 García de Toledo.  13 Lo ha dicho en los cc. 10, 9 y 13, 18.  14 Y mientras más, más: cuanto más dificultosas son, más devoción  me producen.   15 Nótese en todo el pasaje la neta contraposición de los dos  tipos de saber: ella «dirá lo que ha visto por experiencia»; a los  tecnicos de la teología les tocará explicarlo.  16 Hartos (dibujos) he visto buenos: quedan numerosos testimonios  del gusto de la Santa por la buena pintura. Y de su afición a las  imágenes, especialmente de Cristo (Camino 34, 11). Ella misma  bordaba primorosamente.  17 Mil mundos y sin cuento mundos: mundos sin fin. - En la frase  final: no es nada: el «no» es redundante.   18 Reminiscencia de los textos litúrgicos que presentan el  descenso del Resucitado «a los infiernos» (al limbo).   19 Alusión a los textos evangelicos: Mt 24, 30; 25, 31...  20 Humildad que deja la visión.   21 Muy sobrenaturalmente (cf. nota 3).  22 Lo dirá en el c. 30, nn. 12, 15, 18...  23 Alude a la visión «intelectual» referida en el c. 27, 2. Dice  que aunque esta es «más subida» (cf. n. 4), sin embargo las  «visiones imaginarias», por quedar más impresas en la memoria,  pueden ser más útiles.  24 Contrahacerla: imitarla o simularla.  25 Lo ha dicho en este mismo número.   26 En el c. 27, n. 7 y siguientes.  27 Lo ha dicho en el n. 4 de este capítulo.   28 Dejará la frase inconclusa, por introducir la comparación y el  largo parentesis. El sentido es: «si fuese fantaseado por el  propio entendimiento, aparte que no haría los grandes efectos que  hace la visión verdadera, la visión falsa dejaría al alma  desvanecida...»   29 Acá: en la visión falsa. Pero sigue inmediatamente otro «acá»,  que designa la visión verdadera. - Al final del número:  conhortado, escribe la Santa (cf. 30, 9; 31, 4).  30 En este lugar: Avila.  31 Es decir, que los secretos de la Santa pasaban o se corrían de  manera que se hacían públicos...  32 Más claro: «si... me dijeran de una persona a quien etc...».  33 Es decir: «quedar de una vez cambiada o trasformada».   34 «El P. Baltasar Alvarez», anotó el P. Gracián en su ejemplar. -  El P. Baltasar -«de los mayores amigos que tengo», escribía la  Santa ya al fin de su vida (carta a Isabel de Osorio, 8 de abril  de 1580)-, fue jesuita, nacido en Cervera (La Rioja) en 1553.  Rector de los Colegios de Medina, Salamanca y Villagarcía de  Campos, Provincial varias veces y Visitador. Contaba de 25 a 26  años cuando asumió la dirección del alma de Santa Teresa (1558 ó  1559), de modo que la fina observación que hace enseguida la  Santa: «no se fiaba de sí», es la más cabal alabanza que pueda  hacerse de la prudencia de este joven jesuita recien ordenado  sacerdote (1588).  35 El Señor no le llevaba por este camino de gracias místicas.  «Hizo en ella (en la Santa) rigurosas pruebas... y muy grandes  exámenes y, entre otros, la hizo confesarse generalmente con el  rostro descubierto en el colegio de San Gil de esta ciudad».  (Dicho de Ana de los Angeles: BMC 19, 554). - Y el biógrafo del P.  Baltasar añade: «Quitóla la comunión 20 días, para ver cómo lo  llevaba» (L. DE LA PUENTE: Vida del P. Baltasar, c. 11).  36 Pero fue su confesor por espacio de seis años, según confesión  de la propia Santa: «Baltasar Alvarez, que es ahora (1576) rector  de Salamanca, la confesó seis años» (Rel. 4, 1). Los tres años  largos a que aquí alude la Santa, fueron los primeros,  especialmente penosos: 1558-1561.   37 El biógrafo de Baltasar Alvarez glosa así este pasaje: «En lo  que dice en las últimas palabras 'que el sacramento le daba luz',  apunta las revelaciones que (el P. Baltasar) tenía en la misa  acerca de las personas que tenía a su cargo» (op. cit. c. 11). Con  todo, cf. c. 23, 14 de Vida.   38 Los siervos de Dios: los «cinco o seis» a que aludió en el c.  25. 14. - El más reacio, recordado enseguida, es el «caballero  santo», Francisco de Salcedo.   39 Contradicción de buenos a una mujercilla... parece cosa de  nada, dicho así en suma (cf. c. 36, 22, y 30, 6).  CAPÍTULO 29  Prosigue en lo comenzado y dice algunas mercedes grandes que la  hizo el Señor y las cosas que Su Majestad la decía para asegurarla  y para que respondiese a los que la contradecían. *  l. Mucho he salido del propósito, porque trataba de decir las  causas que hay para ver que no es imaginación; (1) porque ¿cómo  podríamos representar con estudio la Humanidad de Cristo y  ordenando con la imaginación su gran hermosura? Y no era menester  poco tiempo, si en algo se había de parecer a ella. Bien la puede  representar delante de su imaginación y estarla mirando algún  espacio, y las figuras que tiene y la blancura, y poco a poco irla  más perfeccionando y encomendando a la memoria aquella imagen.  Esto ¿quien se lo quita, pues con el entendimiento la pudo  fabricar?   En lo que tratamos (2), ningún remedio hay de esto, sino que la  hemos de mirar cuando el Señor lo quiere representar y como quiere  y lo que quiere. Y no hay quitar ni poner, ni modo para ello  aunque más hagamos, ni para verlo cuando queremos, ni para dejarlo  de ver; en queriendo mirar alguna cosa particular, luego se pierde  Cristo (3).  2. Dos años y medio me duró que muy ordinario me hacía Dios esta  merced. Habrá más de tres que tan continuo me la quitó de este  modo, con otra cosa más subida ­como quizá dire despues­; (4) y  con ver que me estaba hablando y yo mirando aquella gran hermosura  y la suavidad con que habla aquellas palabras por aquella  hermosísima y divina boca, y otras veces con rigor, y desear yo en  extremo entender el color de sus ojos o del tamaño que era, para  que lo supiese decir, jamás lo he merecido ver, ni me basta  procurarlo, antes se me pierde la visión del todo. Bien que  algunas veces veo mirarme con piedad; mas tiene tanta fuerza esta  vista, que el alma no la puede sufrir, y queda en tan subido  arrobamiento que, para más gozarlo todo, pierde esta hermosa  vista. Así que aquí no hay que querer y no querer (5). Claro se ve  quiere el Señor que no haya sino humildad y confusión, y tomar lo  que nos dieren y alabar a quien lo da.  3. Esto es en todas las visiones, sin quedar ninguna, que ninguna  cosa se puede, ni para ver menos ni más, hace ni deshace nuestra  diligencia. Quiere el Señor que veamos muy claro no es esta obra  nuestra, sino de Su Majestad; porque muy menos podemos tener  soberbia, antes nos hace estar muy humildes y temerosos, viendo  que, como el Señor nos quita el poder para ver lo que queremos,  nos puede quitar estas mercedes y la gracia, y quedar perdidos del  todo; y que siempre andemos con miedo, mientras en este destierro  vivimos.  4. Casi siempre se me representaba el Señor así resucitado, y en  la Hostia lo mismo, si no eran algunas veces para esforzarme, si  estaba en tribulación, que me mostraba las llagas; algunas veces  en la cruz y en el Huerto; y con la corona de espinas, pocas; y  llevando la cruz tambien algunas veces, para ­como digo­  necesidades mías y de otras personas, mas siempre la carne  glorificada.  Hartas afrentas y trabajos he pasado en decirlo, y hartos temores  y hartas persecuciones. Tan cierto les parecía que tenía demonio,  que me querían conjurar (6) algunas personas. De esto poco se me  daba a mí: más sentía cuando veía yo que temían los confesores de  confesarme, o cuando sabía les decían algo. Con todo, jamás me  podía pesar de haber visto estas visiones celestiales, y por todos  los bienes y deleites del mundo sola una vez no lo trocara.  Siempre lo tenía por gran merced del Señor, y me parece un  grandísimo tesoro, y el mismo Señor me aseguraba muchas veces. Yo  me veía crecer en amarle muy mucho; íbame a quejar a El de todos  estos trabajos; siempre salía consolada de la oración y con nuevas  fuerzas. A ellos (7) no los osaba yo contradecir, porque veía era  todo peor, que les parecía poca humildad. Con mi confesor trataba;  el siempre me consolaba mucho, cuando me veía fatigada.  5. Como las visiones fueron creciendo, uno de ellos que antes me  ayudaba (8) (que era con quien me confesaba algunas veces que no  podía el ministro) (9), comenzó a decir que claro era demonio.  Mándanme que, ya que no había remedio de resistir, que siempre me  santiguase cuando alguna visión viese, y diese higas, porque  tuviese por cierto era demonio, y con esto no vendría; y que no  hubiese miedo, que Dios me guardaría y me lo quitaría. A mí me era  esto gran pena; porque, como yo no podía creer sino que era Dios,  era cosa terrible para mí. Y tampoco podía ­como he dicho­ (10)  desear se me quitase; mas, en fin, hacía cuanto me mandaban.  Suplicaba mucho a Dios que me librase de ser engañada. Esto  siempre lo hacía y con hartas lágrimas, y a San Pedro y a San  Pablo, que me dijo el Señor, como fue la primera vez que me  apareció en su día (11), que ellos me guardarían no fuese  engañada; y así muchas veces los veía al lado izquierdo muy  claramente, aunque no con visión imaginaria. Eran estos gloriosos  Santos muy mis señores.  6 Dábame este dar higas grandísima pena cuando veía esta visión  del Señor; porque cuando yo le veía presente, si me hicieran  pedazos no pudiera yo creer que era demonio, y así era un genero  de penitencia grande para mí. Y, por no andar tanto santiguándome,  tomaba una cruz en la mano (12). Esto hacía casi siempre; las  higas no tan continuo, porque sentía mucho. Acordábame de las  injurias que le habían hecho los judíos (13), y suplicábale me  perdonase, pues yo lo hacía por obedecer al que tenía en su lugar,  y que no me culpase, pues eran los ministros que El tenía puestos  en su Iglesia. Decíame que no se me diese nada, que bien hacía en  obedecer, mas que el haría que se entendiese la verdad. Cuando me  quitaban la oración, me pareció se había enojado. Díjome que les  dijese que ya aquello era tiranía. Dábame causas (14) para que  entendiese que no era demonio. Alguna dire despues (15).  7. Una vez, teniendo yo la cruz en la mano, que la traía en un  rosario, me la tomó con la suya (16), y cuando me la tornó a dar,  era de cuatro piedras grandes muy más preciosas que diamantes, sin  comparación, porque no la hay casi a lo que se ve sobrenatural.  Diamante parece cosa contrahecha e imperfecta, de las piedras  preciosas que se ven allá. Tenía las cinco llagas de muy linda  hechura. Díjome que así la vería de aquí adelante, y así me  acaecía, que no veía la madera de que era, sino estas piedras. Mas  no lo veía nadie sino yo.  En comenzando a mandarme hiciese estas pruebas y resistiese, era  muy mayor el crecimiento de las mercedes. En queriendome divertir,  nunca salía de oración. Aun durmiendo me parecía estaba en ella.  Porque aquí era crecer el amor y las lástimas que yo decía al  Señor y el no lo poder sufrir; ni era en mi mano (17), aunque yo  quería y más lo procuraba, de dejar de pensar en El. Con todo,  obedecía cuando podía, mas podía poco o nonada en esto, y el Señor  nunca me lo quitó; mas, aunque me decía lo hiciese, asegurábame  por otro cabo, y enseñábame lo que les había de decir, y así lo  hace ahora, y dábame tan bastantes razones, que a mí me hacía toda  seguridad.  8. Desde a poco tiempo comenzó Su Majestad, como me lo tenía  prometido (18), a señalar más que era El, creciendo en mí un amor  tan grande de Dios, que no sabía quien me le ponía, porque era muy  sobrenatural, ni yo le procuraba. Veíame morir con deseo de ver a  Dios, y no sabía adónde había de buscar esta vida, si no era con  la muerte. Dábanme unos ímpetus grandes de este amor, que, aunque  no eran tan insufrideros como los que ya otra vez he dicho (19) ni  de tanto valor, yo no sabía que me hacer; porque nada me  satisfacía, ni cabía en mí, sino que verdaderamente me parecía se  me arrancaba el alma. ¡Oh artificio soberano del Señor! ¡Que  industria tan delicada hacíais con vuestra esclava miserable!  Escondíaisos de mí y apretábaisme (20) con vuestro amor, con una  muerte tan sabrosa que nunca el alma querría salir de ella.  9. Quien no hubiere pasado estos ímpetus tan grandes, es imposible  poderlo entender, que no es desasosiego del pecho, ni unas  devociones que suelen dar muchas veces, que parece ahogan el  espíritu, que no caben en sí. Esta es oración más baja, y hanse de  evitar estos aceleramientos con procurar con suavidad recogerlos  dentro en sí y acallar el alma; que es esto como unos niños que  tienen un acelerado llorar, que parece van a ahogarse, y con  darlos a beber, cesa aquel demasiado sentimiento. Así acá la razón  ataje a encoger la rienda, porque podría ser ayudar el mismo  natural; vuelva la consideración con temer no es todo perfecto,  sino que puede ser mucha parte sensual (21), y acalle este niño  con un regalo de amor que la haga mover a amar por vía suave y no  a puñadas, como dicen. Que recojan este amor dentro, y no como  olla que cuece demasiado, porque se pone la leña sin discreción y  se vierte toda; sino que moderen la causa que tomaron para ese  fuego y procuren matar la llama con lágrimas suaves y no penosas,  que lo son las de estos sentimientos y hacen mucho daño. Yo las  tuve algunas veces a los principios, y dejábanme perdida la cabeza  y cansado el espíritu de suerte que otro día y más no estaba para  tornar a la oración. Así que es menester gran discreción a los  principios para que vaya todo con suavidad y se muestre el  espíritu a obrar interiormente. Lo exterior se procure mucho  evitar.  10. Estotros ímpetus son diferentísimos. No ponemos nosotros la  leña, sino que parece que, hecho ya el fuego, de presto nos echan  dentro para que nos quememos. No procura el alma que duela esta  llaga de la ausencia del Señor, sino hincan una saeta en lo más  vivo de las entrañas y corazón, a las veces, que no sabe el alma  que ha ni que quiere. Bien entiende que quiere a Dios, y que la  saeta parece traía hierba (22) para aborrecerse a sí por amor de  este Señor, y perdería de buena gana la vida por El.  No se puede encarecer ni decir el modo con que llaga Dios el alma,  y la grandísima pena que da, que la hace no saber de sí; mas es  esta pena tan sabrosa, que no hay deleite en la vida que más  contento de. Siempre querría el alma ­como he dicho­ (23) estar  muriendo de este mal.  11. Esta pena y gloria junta me traía desatinada, que no podía yo  entender cómo podía ser aquello. ¡Oh, que es ver un alma herida!  Que digo que se entiende de manera que se puede decir herida por  tan excelente causa; y ve claro que no movió ella por dónde le  viniese este amor, sino que del muy grande que el Señor la tiene,  parece cayó de presto aquella centella en ella que la hace toda  arder. ¡Oh, cuántas veces me acuerdo, cuando así estoy, de aquel  verso de David: Quemadmodum desiderat cervus ad fontes aquarum  (24) que me parece lo veo al pie de la letra en mí!  12. Cuando no da esto muy recio, parece se aplaca algo, al menos  busca el alma algún remedio ­porque no sabe que hacer­ con algunas  penitencias, y no se sienten más ni hace más pena derramar sangre  que si estuviese el cuerpo muerto. Busca modos y maneras para  hacer algo que sienta por amor de Dios; mas es tan grande el  primer dolor (25), que no se yo que tormento corporal le quitase.  Como no está allí el remedio, son muy bajas estas medicinas para  tan subido mal; alguna cosa se aplaca y pasa algo con esto,  pidiendo a Dios la de remedio para su mal, y ninguno ve sino la  muerte, que con esta piensa gozar del todo a su Bien. Otras veces  da tan recio, que eso ni nada no se puede hacer, que corta todo el  cuerpo. Ni pies ni brazos no puede menear; antes si está en pie se  sienta, como una cosa trasportada que no puede ni aun resolgar;  sólo da unos gemidos no grandes, porque no puede más; sonlo en el  sentimiento.  13. Quiso el Señor que viese aquí algunas veces esta visión: veía  un ángel cabe mí hacia el lado izquierdo, en forma corporal (26),  lo que no suelo ver sino por maravilla; aunque muchas veces se me  representan ángeles, es sin verlos, sino como la visión pasada que  dije primero (27). En esta visión quiso el Señor le viese así: no  era grande, sino pequeño, hermoso mucho, el rostro tan encendido  que parecía de los ángeles muy subidos que parecen todos se  abrasan. Deben ser los que llaman querubines (28), que los nombres  no me los dicen; mas bien veo que en el cielo hay tanta diferencia  de unos ángeles a otros y de otros a otros, que no lo sabría  decir. Veíale en las manos un dardo de oro largo, y al fin del  hierro me parecía tener un poco de fuego. Este me parecía meter  por el corazón algunas veces y que me llegaba a las entrañas. Al  sacarle, me parecía las llevaba consigo, y me dejaba toda abrasada  en amor grande de Dios. Era tan grande el dolor, que me hacía dar  aquellos quejidos (29), y tan excesiva la suavidad que me pone  este grandísimo dolor, que no hay desear que se quite, ni se  contenta el alma con menos que Dios. No es dolor corporal sino  espiritual, aunque no deja de participar el cuerpo algo, y aun  harto. Es un requiebro tan suave que pasa entre el alma y Dios,  que suplico yo a su bondad lo de a gustar a quien pensare que  miento (30).  14. Los días que duraba esto andaba como embobada. No quisiera ver  ni hablar, sino abrazarme con mi pena, que para mí era mayor  gloria que cuantas hay en todo lo criado.  Esto tenía algunas veces (31), cuando quiso el Señor me viniesen  estos arrobamientos tan grandes, que aun estando entre gentes no  los podía resistir, sino que con harta pena mía se comenzaron a  publicar. Despues que los tengo, no siento esta pena tanto, sino  la que dije en otra parte antes ­no me acuerdo en que capítulo­  (32), que es muy diferente en hartas cosas y de mayor precio;  antes en comenzando esta pena de que ahora hablo, parece arrebata  el Señor el alma y la pone en extasis, y así no hay lugar de tener  pena ni de padecer, porque viene luego el gozar.  Sea bendito por siempre, que tantas mercedes hace a quien tan mal  responde a tan grandes beneficios.   NOTAS CAPÍTULO 29  Sigue desarrollando la doble línea temática de los capítulos  anteriores: gracias místicas en crescendo; y preocupación  doctrinal por ofrecer criterios de discernimiento. - Entre las  «mercedes grandes» que anuncia el epígrafe, destacan dos: los  «ímpetus» de deseo; y las «heridas de amor». - El hecho de los  «grandes ímpetus» lo testificará por esos años (1560...) en las  Relaciones 1, 3-4; 3, 5-7; y más tarde en la el. 15 (año 1571) y  Rel. 6, 13-17 (año 1576). - Lo desarrollará por extenso en las  Moradas VI, cc. 2 y 11.  1 Para ver que no es imaginación la visión intelectual o las  hablas místicas de que trató en el capítulo 27, nn. 2 y 7. Allí  comenzó a exponer «razones» por las que «el demonio no se puede  entrometer... en esta manera de visión y lenguaje». Ahora reanuda  el tema para tratar de solas las visiones, especialmente de las  imaginarias.  2 En lo que tratamos: en las visiones místicas.   3 Luego se pierde Cristo de vista: cesa la visión.   4 Dire despues: se refiere a los «ímpetus» de que hablará en los  nn. 8-14 de este capítulo. - De estos «ímpetus tan grandes»  volverá a tratar en las Moradas VI, c. 11. - El sentido de la  frase que precede es: «esta merced hace más de tres años que cesó  de ser tan frecuente, sustituida por otra gracia mística más  subida». - Podemos fijar aproximadamente la cronología de la vida  anterior de la Santa: las visiones no son anteriores al año 1560  (cf. c. 26, 5); las visiones «imaginarias» comenzaron más tarde,  probablemente en la segunda mitad de 1560 (cf. c. 28, nn. 1 y 3),  y persistieron con frecuencia especial durante «dos años y medio»  (c. 29, 2), o sea, hasta entrado el año 1562; siguen  inmediatamente otras gracias místicas que duran «más de tres años»  (ib.), segunda mitad de 1565: es precisamente el momento en que la  Santa escribe estas líneas de Vida.   5 Así que aquí no hay que querer y no querer: no influye en la  visión el desearla o no.  6 Me querían conjurar: someter a los conjuros o exorcismos  rituales.  7 A ellos: a los confesores y asesores de espíritu, ya aludidos en  los capítulos 23 y 25, aunque siempre en anonimato.  8 Uno de ellos: «Gonzalo de Aranda«, anota Gracián en su ejemplar  de Vida. Gonzalo de Aranda es un sacerdote de Avila, confesor en  la Encarnación, que más tarde ayudará a la Santa en la fundación  de San Jose y en el pleito entre esta fundación y la ciudad. Ahora  forma parte de los «cinco o seis» recelosos de la vida mística de  la autora. - Con todo, no es segura la afirmación de Gracián.   9 El ministro: el P. Baltasar Alvarez.  10 Lo ha dicho en el c. 27, 1; y en el n. 4 del presente capítulo.   11 En su día: es decir, en su fiesta. Alude a la gracia referida  en el c. 27, 2 (en la fiesta de San Pedro); o más probablemente a  la primera «aparición», c. 28, 3 (en la fiesta de San Pablo).  Nótese el típico lexico teresiano «aparecer».   12Santiguándose... tomaba una cruz en la mano: el consejo de los  letrados para combatir el demonio era: «hacer higas», gesto de  desprecio; «santiguarse», gesto de defensa para ahuyentar al  enemigo; y «oponerle la cruz», gesto de conjuro. «Las higas no tan  continuo»: no tantas veces, por la repugnancia que le causaban. -  El recuerdo dolorido de este último gesto reaparece en las  Fundaciones c. 8, 3 (hacia 1573) y en las Moras VI, 9, 12-13 (año  1577). - Para esas fechas, ya había llegado a la Santa el parecer  del «Maestro» san Juan de Avila, horrorizado al leer estas páginas  en el autógrafo de Vida: esas visiones «si vienen sin ser  deseadas, aun se han de huir (evitar) lo posible, aunque no por  medio de dar higas...; cierto a mí me hizo horror las que en este  caso se dieron, y me dio mucha pena» (carta del 12 de septiembre  de 1568: BMC, II, 209).  13 Se refiere a los gestos de mofa con que la turba provoca al  Crucificado: Mt 27, 40-42.  14 Dábame causas: igual que «dábame razones» (n. 7), para  discernir o demostrar «que no era demonio» (cf. c. 33, 16).  15 Hablará de ellas en el n. 8 y en los cc. 30, 8 y sigs. y 34,  16.  16 Me la tomó el Señor en su mano. Sobre la historia de esta cruz  puede verse F. de Ribera, «Vida de la Santa», P. I, c. 11;  Jerónimo de San Jose, «Historia del Carmen Descalzo», L. II, c.  20.   17 Ni era en mi mano: no estaba en mi poder.  18 En el n. 6.  19 Lo ha dicho en el c. 20, 8 y ss. - Poco antes: insufrideros:  insufribles (tambien utiliza esta segunda forma en Moradas VI, 1,  8.  20 La Santa escribe: escondíadesos... apretábadesme: formas  arcaizantes, poco frecuentes en sus escritos.  21 Sensual equivale a sensible, o no espiritual (cf.  «sensualidad»: c. 3, 2 nota 3).   22 La saeta... traía hierba: saeta con hierba o enherbolada era la  untada con el zumo de hierbas ponzoñosas, para envenenar o herir  (Cobarruvias). Usado aquí en sentido metafórico. En uno de sus  poemas, cantará la Santa: «Tiróme con una flecha / enherbolada de  amor, / y mi alma quedó hecha / una con su Criador».  23 En los nn. 8 y 10.   24 Salmo 42, 1. La Santa escribe el latín a oído: «quemadmodun  desiderad cervus a fontes aguarun».  25 El primer dolor: el causado por la pena mística, no el de las  mortificaciones que se hacen para aplacarla.  26 En forma corporal: no quiere decir que fuese visión corporal,  pues ya ha asegurado que ella nunca las tuvo (c. 28, 4), sino que  lo ha visto «con forma y figura» como en las visiones imaginarias  (cf. c. 28; y 31, 9). - Lo que no veo sino «por maravilla»: muy  rara vez (cf. 14, 5; 25, 6; 30, 16).  27 Alude a la visión intelectual del c. 27, 2.  28 Los que llaman querubines: nótese la circunlocución  aproximativa del nombre. Báñez anotó al margen del autógrafo: «más  parece de los que llaman serafines». Fray Luis acogió en el texto  la nomenclatura de Báñez (p. 255).  29 Aquellos quejidos: alude probablemente a los «gemindos no  grandes» del n. 12.   30 Es esta la famosa gracia de la transververación del corazón o  merced del dardo, inmortalizada por Bernini en el grupo marmóreo  de Santa María della Vittoria (Roma). - La Santa vuelve a referir  este fenomeno místico en las Moradas 6, 2, 4, y en la Relación 5,  nn. 15-17.  31 Clara afirmación de que la Santa recibió esa gracia más de una  vez.  32 No me acuerdo en que capítulo: en el c. 20, 9 y ss.    CAPÍTULO 30  Torna a contar el discurso de su vida y cómo remedió el Señor  mucho de sus trabajos con traer al lugar adonde estaba el santo  Fray Pedro de Alcántara, de la orden del glorioso San Francisco. ­  Trata de grandes tentaciones y trabajos interiores que pasaba  algunas veces.  1. Pues viendo yo lo poco o nonada que podía hacer para no tener  estos ímpetus tan grandes, tambien temía de tenerlos; porque pena  y contento no podía yo entender cómo podía estar junto; (1) que ya  pena corporal y contento espiritual, ya lo sabía que era bien  posible; mas tan excesiva pena espiritual y con tan grandísimo  gusto, esto me desatinaba.  Aún no cesaba en procurar resistir, mas podía tan poco, que  algunas veces me cansaba. Amparábame con la cruz y queríame  defender del que con ella nos amparó a todos (2). Veía que no me  entendía nadie, que esto muy claro lo entendía yo; mas no lo osaba  decir sino a mi confesor (3), porque esto fuera decir bien de  verdad que no tenía humildad.  2. Fue el Señor servido remediar gran parte de mi trabajo ­y por  entonces todo­ con traer a este lugar (4) al bendito Fray Pedro de  Alcántara, de quien ya hice mención y dije algo de su penitencia  (5), que, entre otras cosas, me certificaron había traído veinte  años cilicio de hoja de lata continuo. Es autor de unos libros  pequeños de oración que ahora se tratan mucho, de romance, porque  como quien bien la había ejercitado, escribió harto  provechosamente para los que la tienen (6). Guardó la primera  Regla del bienaventurado San Francisco con todo rigor y lo demás  que allá (7) queda algo dicho.  3. Pues como la viuda sierva de Dios, que he dicho (8), y amiga  mía, supo que estaba aquí tan gran varón, y sabía mi necesidad,  porque era testigo de mis aflicciones y me consolaba harto, porque  era tanta su fe que no podía sino creer que era espíritu de Dios  el que todos los más decían era del demonio, y como es persona de  harto buen entendimiento y de mucho secreto y a quien el Señor  hacía harta merced en la oración, quiso Su Majestad darla luz en  lo que los letrados ignoraban. Dábanme licencia mis confesores que  descansase con ella algunas cosas, porque por hartas causas cabía  en ella (9). Cabíale parte algunas veces de las mercedes que el  Señor me hacía, con avisos harto provechosos para su alma.  Pues como lo supo, para que mejor le pudiese tratar, sin decirme  nada recaudó licencia de mi Provincial (10) para que ocho días  estuviese en su casa, y en ella y en algunas iglesias le hable  muchas veces esta primera vez que estuvo aquí, que despues en  diversos tiempos le comunique mucho (11). Como le di cuenta en  suma de mi vida y manera de proceder de oración, con la mayor  claridad que yo supe, que esto he tenido siempre, tratar con toda  claridad y verdad con los que comunico mi alma, hasta los primeros  movimientos querría yo les fuesen públicos, y las cosas más  dudosas y de sospecha yo les argüía con razones contra mí, así que  sin doblez ni encubierta (12) le trate mi alma.  4. Casi a los principio vi que me entendía por experiencia, que  era todo lo que yo había menester; porque entonces no me sabía  entender como ahora, para saberlo decir, que despues me lo ha dado  Dios que sepa entender y decir las mercedes que Su Majestad me  hace (13), y era menester que hubiese pasado por ello quien del  todo me entendiese y declarase lo que era. El me dio grandísima  luz, porque al menos en las visiones que no eran imaginarias no  podía yo entender que podía ser aquello, y parecíame que en las  que veía con los ojos del alma tampoco entendía cómo podía ser;  que ­como he dicho­ (14) sólo las que se ven con los ojos  corporales era de las que me parecía a mí había de hacer caso, y  estas no tenía.   5. Este santo hombre me dio luz en todo y me lo declaró, y dijo  que no tuviese pena, sino que alabase a Dios y estuviese tan  cierta que era espíritu suyo, que, si no era la fe, cosa más  verdadera no podía haber, ni que tanto pudiese creer. Y el se  consolaba mucho conmigo y hacíame todo favor y merced, y siempre  despues tuvo mucha cuenta conmigo y daba parte (15) de sus cosas y  negocios. Y como me veía con los deseos que el ya poseía por obra  ­que estos dábamelos el Señor muy determinados­ y me veía con  tanto ánimo, holgábase de tratar conmigo; que a quien el Señor  llega a este estado no hay placer ni consuelo que se iguale a  topar con quien le parece le ha dado el Señor principios de esto;  que entonces no debía yo tener mucho más, a lo que me parece, y  plega al Señor lo tenga ahora.  6. Húbome grandísima lástima. Díjome que uno de los mayores  trabajos de la tierra era el que había padecido, que es  contradicción de buenos, y que todavía me quedaba harto, porque  siempre tenía necesidad y no había en esta ciudad quien me  entendiese; mas que el hablaría al que me confesaba (16) y a uno  de los que me daban más pena, que era este caballero casado que ya  he dicho (17). Porque, como quien me tenía mayor voluntad, me  hacía toda la guerra. Y es alma temerosa y santa, y como me había  visto tan poco había tan ruin, no acababa de asegurarse.   Y así lo hizo el santo varón, que los habló a entrambos y les dio  causas y razones para que se asegurasen y no me inquietasen más.  El confesor poco había menester; el caballero tanto, que aun no  del todo bastó, mas fue parte para que no tanto me amedrentase.  7. Quedamos concertados que le escribiese lo que me sucediese más  de ahí adelante, y de encomendarnos mucho a Dios; que era tanta su  humildad, que tenía en algo las oraciones de esta miserable, que  era harta mi confusión. Dejóme con grandísimo consuelo y contento,  y con que tuviese la oración con seguridad, y que no dudase de que  era Dios; y de lo que tuviese alguna duda y, por más seguridad, de  todo diese parte al confesor, y con esto viviese segura.  Mas tampoco podía tener esa seguridad del todo, porque me llevaba  el Señor por camino de temer, como creer que era demonio cuando me  decían que lo era. Así que temor ni seguridad nadie podía que yo  la tuviese de manera que les pudiese dar más credito del que el  Señor ponía en mi alma. Así que, aunque me consoló y sosegó, no le  di tanto credito para quedar del todo sin temor, en especial  cuando el Señor me dejaba en los trabajos de alma que ahora dire.  Con todo, quede ­como digo­ muy consolada.  No me hartaba de dar gracias a Dios y al glorioso padre mío San  Jose, que me pareció le había el traído, porque era Comisario  General de la Custodia de San Jose (18), a quien yo mucho me  encomendaba y a nuestra Señora.  8. Acaecíame algunas veces ­y aun ahora me acaece, aunque no  tantas­ estar con tan grandísimos trabajos de alma junto con  tormentos y dolores de cuerpo, de males tan recios, que no me  podía valer (19).  Otras veces tenía males corporales más graves, y como no tenía los  del alma, los pasaba con mucha alegría; mas cuando era todo junto,  era tan gran trabajo que me apretaba muy mucho. Todas las mercedes  que me había hecho el Señor se me olvidaban. Sólo quedaba una  memoria como cosa que se ha soñado, para dar pena. Porque se  entorpece el entendimiento de suerte, que me hacía andar en mil  dudas y sospecha, pareciendome que yo no lo había sabido entender  y que quizá se me antojaba y que bastaba que anduviese yo engañada  sin que engañase a los buenos. Parecíame yo tan mala, que cuantos  males y herejías se habían levantado me parecía eran por mis  pecados.  9. Esta es una humildad falsa que el demonio inventaba para  desasosegarme y probar si puede traer el alma a desesperación.  Tengo ya tanta experiencia que es cosa de demonio, que, como ya ve  que le entiendo, no me atormenta en esto tantas veces como solía.  Vese claro en la inquietud y desasosiego con que comienza, y el  alboroto que da en el alma todo lo que dura, y la oscuridad y  aflicción que en ella pone, la sequedad y mala disposición para  oración ni para ningún bien. Parece que ahoga el alma y ata el  cuerpo para que de nada aproveche. Porque la humildad verdadera,  aunque se conoce el alma por ruin, y da pena ver lo que somos, y  pensamos grandes encarecimientos de nuestra maldad, tan grandes  como los dichos (20), y se sienten con verdad, no viene con  alboroto ni desasosiega el alma ni la oscurece ni da sequedad;  antes la regala, y es todo al reves: con quietud, con suavidad,  con luz. Pena que, por otra parte conforta de ver cuán gran merced  la hace Dios en que tenga aquella pena y cuán bien empleada es.  Duelele lo que ofendió a Dios. Por otra parte, la ensancha su  misericordia. Tiene luz para confundirse a sí y alaba a Su  Majestad porque tanto la sufrió.  En estotra humildad que pone el demonio, no hay luz para ningún  bien, todo parece lo pone Dios a fuego y a sangre (21).  Representale la justicia, y aunque tiene fe que hay misericordia,  porque no puede tanto el demonio que la haga perder, es de manera  que no me consuela, antes cuando mira tanta misericordia, le ayuda  a mayor tormento, porque me parece estaba obligada a más.   10. Es una invención del demonio de las más penosas y sutiles y  disimuladas que yo he entendido de el, y así querría avisar a  vuestra merced (22) para que, si por aquí le tentare, tenga alguna  luz y lo conozca, si le dejare el entendimiento para conocerlo.  Que no piense que va en letras y saber, que, aunque a mí todo me  falta, despues de salida de ello bien entiendo es desatino. Lo que  he entendido es que quiere y permite el Señor y le da licencia,  como se la dio para que tentase a Job (23), aunque a mí ­como a  ruin­ no es con aquel rigor.  11. Hame acaecido y me acuerdo ser un día antes de la víspera de  Corpus Christi, fiesta de quien yo soy devota (24), aunque no  tanto como es razón. Esta vez duróme sólo hasta el día (25), que  otras dúrame ocho y quince días, y aun tres semanas, y no se si  más, en especial las Semanas Santas, que solía ser mi regalo de  oración. Me acaece que coge de presto el entendimiento por cosas  tan livianas a las veces, que otras me riera yo de ellas; y hácele  estar trabucado en todo lo que el quiere y el alma aherrojada  allí, sin ser señora de sí ni poder pensar otra cosa más de los  disparates que el la representa, que casi ni tienen tomo (26) ni  atan ni desatan; sólo ata para ahogar de manera el alma, que no  cabe en sí. Y es así que me ha acaecido parecerme que andan los  demonios como jugando a la pelota con el alma, y ella que no es  parte (27) para librarse de su poder.  No se puede decir lo que en este caso se padece. Ella anda a  buscar reparo, y permite Dios no le halle. Sólo queda siempre la  razón del libre albedrío, no clara (28). Digo yo que debe ser casi  tapados los ojos, como una persona que muchas veces ha ido por una  parte, que, aunque sea noche y a oscuras, ya por el tino pasado  sabe adónde puede tropezar, porque lo ha visto de día, y guárdase  de aquel peligro. Así es para no ofender a Dios, que parece se va  por la costumbre. Dejemos aparte el tenerla el Señor (29), que es  lo que hace al caso.  12. La fe está entonces tan amortiguada y dormida como todas las  demás virtudes, aunque no perdida, que bien cree lo que tiene la  Iglesia, mas pronunciado por la boca, y que parece por otro cabo  la aprietan y entorpecen para que, casi como cosa que oyó de  lejos, le parece conoce a Dios.   El amor tiene tan tibio que, si oye hablar en El, escucha como una  cosa que cree ser el que es porque lo tiene la Iglesia; mas no hay  memoria de lo que ha experimentado en sí.  Irse a rezar, no es sino más congoja, o estar en soledad; porque  el tormento que en sí se siente, sin saber de que, es  incomportable (30).  A mi parecer, es un poco del traslado del infierno (31). Esto es  así, según el Señor en una visión me dio a entender; porque el  alma se quema en sí, sin saber quien ni por dónde le ponen fuego,  ni cómo huir de el, ni con que le matar.   Pues quererse remediar con leer, es como si no se supiese. Una vez  me acaeció ir a leer una vida de un santo para ver si me embebería  y para consolarme de lo que el padeció, y leer cuatro o cinco  veces otros tantos renglones y, con ser romance, menos entendía de  ellos a la postre que al principio, y así lo deje. Esto me acaeció  muchas veces, sino que esta se me acuerda más en particular.  13. Tener, pues, conversación con nadie, es peor. Porque un  espíritu tan disgustado de ira pone el demonio, que parece a todos  me querría comer, sin poder hacer más, y algo parece se hace en  irme a la mano (32), o hace el Señor en tener de su mano a quien  así está, para que no diga ni haga contra sus prójimos cosa que  los perjudique y en que ofenda a Dios.  Pues ir al confesor, esto es cierto que muchas veces me acaecía lo  que dire, que, con ser tan santos como lo son los que en este  tiempo he tratado y trato, me decían palabras y me reñían con una  aspereza, que despues que se las decía yo ellos mismos se  espantaban y me decían que no era más en su mano. Porque, aunque  ponían muy por sí de no lo hacer otras veces (que se les hacía  despues lástima y aún escrúpulo), cuando tuviese semejantes  trabajos de cuerpo y de alma, y se determinaban a consolarme con  piedad, no podían. No decían ellos malas palabras ­digo en que  ofendiesen a Dios­, mas las más disgustadas que se sufrían para  confesor (33). Debían pretender mortificarme, y aunque otras veces  me holgaba y estaba para sufrirlo, entonces todo me era tormento.   Pues dame tambien parecer que los engaño, e iba a ellos y  avisábalos muy a las veras que se guardasen de mí, que podría ser  los engañase. Bien veía yo que de advertencia no lo haría, ni les  diría mentira, mas todo me era temor. Uno me dijo una vez (34),  como entendió la tentación, que no tuviese pena, que aunque yo  quisiese engañarle, seso tenía el para no dejarse engañar. Esto me  dio mucho consuelo.  14. Algunas veces ­y casi ordinario, al menos lo más continuo­ en  acabando de comulgar descansaba; y aun algunas, en llegando al  Sacramento, luego a la hora (35) quedaba tan buena, alma y cuerpo,  que yo me espanto. No parece sino que en un punto se deshacen  todas las tinieblas del alma y, salido el sol, conocía las  tonterías en que había estado.  Otras, con sola una palabra que me decía el Señor, con sólo decir:  No estes fatigada; no hayas miedo ­como ya dejo otra vez dicho­  (36), quedaba del todo sana, o con ver alguna visión, como si no  hubiera tenido nada. Regalábame con Dios; quejábame a El cómo  consentía tantos tormentos que padeciese; mas ello era bien  pagado, que casi siempre eran despues en gran abundancia las  mercedes.  No me parece sino que sale el alma del crisol como el oro (37),  más afinada y clarificada, para ver en sí al Señor. Y así se hacen  despues pequeños estos trabajos con parecer incomportables, y se  desean tornar a padecer, si el Señor se ha de servir más de ello.  Y aunque haya mas tribulaciones y persecuciones, como se pasen sin  ofender al Señor, sino holgándose de padecerlo por El, todo es  para mayor ganancia, aunque como se han de llevar no los llevo yo,  sino harto imperfectamente.  15.Otras veces me venían de otra suerte, y vienen, que de todo  punto me parece se me quita la posibilidad de pensar cosa buena ni  desearla hacer, sino un alma y cuerpo del todo inútil y pesado;  mas no tengo con esto estotras tentaciones y desasosiegos, sino un  disgusto, sin entender de que, ni nada contenta al alma. Procuraba  hacer buenas obras exteriores para ocuparme medio por fuerza, y  conozco bien lo poco que es un alma cuando se esconde la gracia.  No me daba mucha pena, porque este ver mi bajeza me daba alguna  satisfacción.  16. Otras veces me hallo que tampoco cosa formada puedo pensar de  Dios ni de bien que vaya con asiento, ni tener oración, aunque  este en soledad; mas siento que le conozco. El entendimiento e  imaginación (38) entiendo yo es aquí lo que me daña, que la  voluntad buena me parece a mí que está y dispuesta para todo bien.  Mas este entendimiento está tan perdido, que no parece sino un  loco furioso que nadie le puede atar, ni soy señora de hacerle  estar quedo un credo (39). Algunas veces me río y conozco mi  miseria, y estoyle mirando y dejole a ver que hace; y ­gloria a  Dios­ nunca por maravilla va a cosa mala, sino indiferentes: si  algo hay que hacer aquí y allí y acullá. Conozco más entonces la  grandísima merced que me hace el Señor cuando tiene atado este  loco en perfecta contemplación. Miro que sería si me viesen este  desvarío las personas que me tienen por buena. He lástima grande  al alma de verla en tan mala compañía. Deseo verla con libertad, y  así digo al Señor: «¿cuándo, Dios mío, acabare ya de ver mi alma  junta en vuestra alabanza, que os gocen todas las potencias? ¡No  permitáis, Señor, sea ya más despedazada, que no parece sino que  cada pedazo anda por su cabo!».  Esto paso muchas veces. Algunas bien entiendo le hace harto al  caso la poca salud corporal. Acuerdome mucho del daño que nos hizo  el primer pecado (40), que de aquí me parece nos vino ser  incapaces de gozar tanto bien en un ser (41), y deben ser los  míos, que, si yo no hubiera tenido tantos, estuviera más entera en  el bien.  17. Pase tambien otro gran trabajo: que como todos los libros que  leía que tratan de oración me parecía los entendía todos y que ya  me había dado aquello el Señor, que no los había menester, y así  no los leía, sino vidas de Santos, que, como yo me hallo tan corta  en lo que ellos servían a Dios, esto parece me aprovecha y anima.  Parecíame muy poca humildad pensar yo había llegado a tener  aquella oración; y como no podía acabar conmigo otra cosa, dábame  mucha pena, hasta que letrados y el bendito Fray Pedro de  Alcántara me dijeron que no se me diese nada. Bien veo yo que en  el servir a Dios no he comenzado ­aunque en hacerme Su Majestad  mercedes es como a muchos buenos­ y que estoy hecha una  imperfección, si no es en los deseos y en amar (42), que en esto  bien veo me ha favorecido el Señor para que le pueda en algo  servir. Bien me parece a mí que le amo, mas las obras me  desconsuelan y las muchas imperfecciones que veo en mí.  18. Otras veces me da una bobería de alma ­digo yo que es­, que ni  bien ni mal me parece que hago, sino andar al hilo de la gente,  como dicen: ni con pena ni con gloria, ni la da vida ni muerte, ni  placer ni pesar. No parece se siente nada. Pareceme a mí que anda  el alma como un asnillo que pace, que se sustenta porque lo dan de  comer y come casi sin sentirlo; porque el alma en este estado no  debe estar sin comer algunas grandes mercedes de Dios, pues en  vida tan miserable no le pesa de vivir y lo pasa con igualdad, mas  no se sienten movimientos ni efectos para que se entienda el alma.  19. Pareceme ahora a mí como un navegar con un aire muy sosegado,  que se anda mucho sin entender cómo; porque en estotras maneras  son tan grandes los efectos, que casi luego ve el alma su mejora.  Porque luego bullen (43) los deseos y nunca acaba de satisfacerse  un alma. Esto tienen los grandes ímpetus de amor que he dicho  (44), a quien Dios los da. Es como unas fontecicas que yo he visto  manar, que nunca cesa de hacer movimiento la arena hacia arriba.  Al natural me parece este ejemplo o comparación de las almas que  aquí llegan: siempre está bullendo el amor y pensando que hará. No  cabe en sí, como en la tierra parece no cabe aquel agua, sino que  la echa de sí. Así está el alma muy ordinario, que no sosiega ni  cabe en sí con el amor que tiene; ya la tiene a ella empapada en  sí. Querría bebiesen los otros, pues a ella no la hace falta, para  que la ayudasen a alabar a Dios. ¡Oh, que de veces me acuerdo del  agua viva que dijo el Señor a la Samaritana!, y así soy muy  aficionada a aquel Evangelio; (45) y es así, cierto, que sin  entender como ahora este bien, desde muy niña lo era, y suplicaba  muchas veces al Señor me diese aquel agua, y la tenía dibujada  adonde estaba siempre, con este letrero, cuando el Señor llegó al  pozo. Domine, da mihi aquam (46).  20. Parece tambien como un fuego que es grande y, para que no se  aplaque, es menester haya siempre que quemar. Así son las almas  que digo. Aunque fuese muy a su costa, querrían traer leña para  que no cesase este fuego. Yo soy tal que aun con pajas que pudiese  echar en el me contentaría, y así me acaece algunas y muchas  veces; unas me río y otras me fatigo mucho. El movimiento interior  me incita a que sirva en algo ­de que no soy para más­ en poner  ramitos y flores a imágenes, en barrer, en poner un oratorio, en  unas cositas tan bajas que me hacía confusión. Si hacía o hago  algo de penitencia, todo poco y de manera que, a no tomar el Señor  la voluntad, veía yo era sin ningún tomo (47), y yo misma burlaba  de mí.   Pues no tienen poco trabajo a ánimas que da Dios por su bondad  este fuego de amor suyo en abundancia, faltar fuerzas corporales  para hacer algo por El. Es una pena bien grande. Porque, como le  faltan fuerzas para echar alguna leña en este fuego y ella muere  porque no se mate (48), pareceme que ella entre sí se consume y  hace ceniza y se deshace en lágrimas y se quema; y es harto  tormento, aunque es sabroso.  21. Alabe muy mucho al Señor el alma que ha llegado aquí y le da  fuerzas corporales para hacer penitencia, o le dio letras y  talentos y libertad para predicar y confesar y llegar almas a Dios  (49). Que no sabe ni entiende el bien que tiene, si no ha pasado  por gustar que es no poder hacer nada en servicio del Señor, y  recibir siempre mucho. Sea bendito por todo y denle gloria los  ángeles, amen.  22. No se si hago bien de escribir tantas menudencias. Como  vuestra merced (50) me tornó a enviar a mandar que no se me diese  nada de alargarme ni dejase nada, voy tratando con claridad y  verdad lo que se me acuerda. Y no puede ser menos de dejarse  mucho, porque sería gastar mucho más tiempo, y tengo tan poco como  he dicho (51), y por ventura no sacar ningún provecho.  NOTAS CAPÍTULO 30  Los capítulos 30-31 forman una especie de díptico; doble serie de  episodios de la vida interior de la autora: el c. 30, «tentaciones  y trabajos interiores»; el 31, «tentaciones exteriores y  representaciones» demoníacas. Abunda en «menudencias»,  probablemente instada por el destinatario del escrito, P. García  de Toledo: c. 30, 22.  1 Alude a lo dicho en el c. 29, 11: «esta pena y gloria junta me  traía desatinada... no podía yo entender cómo podía ser aquello».   2 Nótese el juego de palabras: «yo me amparaba con la cruz, y con  ella me quería defender de quien con ella nos amparó a todos».  3 Mi confesor: P. Baltasar Alvarez.   4 Este lugar: Avila, pero evita nombrarlo, como en el título del  capítulo.  5 Habló de ambas cosas en el c. 27, 16 y s.  6 Se refiere el Tratado de oración y meditación (Lisboa 1556- 1557), y varios otros tratadillos publicados tambien en Lisboa  (1560): Breve introducción para los que comienzan a servir a Dios,  Tres cosas que debe hacer el que desea salvarse, Oración  devotísima, Petición especial de amor de Dios. En sus  Constituciones (n. 8), la Santa recomendará a sus monjas «los  libros... del padre fray Pedro de Alcántara».  7 Por lapsus de pluma, en el autógrafo escribió: «ella».  8 «Doña Guiomar de Ulloa», anota Gracián en su ejemplar de Vida.  Su elogio lo ha hecho la Santa en el c. 24, 4.  9 Descansase con ella algunas cosas: confiándole sus problemas.  10 Mi provincial: el P. Angel de Salazar, que era Provincial de  las carmelitas de la Encarnación.   11 Los encuentros de ambos fueron en casa de Doña Guiomar y «en  algunas iglesias»: capilla de Mosen Rubí, parroquia de Santo Tome  y en la Catedral. - Tuvieron lugar a mediados de agosto de 1560. -  De nuevo se entrevistaron en Toledo (abril 1562) y en Avila  (junio/julio de ese mismo año): cf. 36, 1-2.  12 Sin doblez ni encubierta: sin dolo ni tapujos. La Santa había  escrito: «sin doblez y encubierta», que luego corrigió. Bien leído  ya por fray Luis (p. 359).  13 Nuevamente recuerda la Santa que su capacitación expresiva  frente a lo inefable de la experiencia mística es reciente.  Posterior a 1560, fecha del primer encuentro con fray Pedro de  Alcántara. Cf. c. 12, 6 nota 24.  14 En el c. 28, 4.  15 Daba parte: comunicar, informar de. - Poco antes: tuvo mucha  cuenta conmigo: tener atención o atenciones (cf. 2, 3).  16 P. Baltasar Alvarez. - De ello hablan los tres biógrafos:  Ribera en su vida de la Santa (I, c. 11), F. Marchese, en la vida  de san Pedro de Alcántara (II, c. 12), y La Puente, en su vida del  P. Baltasar (c. 11).   17 Era el «caballero santo», Francisco de Salcedo, de quien habló  en el c. 23, 6-11.   18 La Custodia de San Jose: semi-provincia franciscana que llevaba  el título de San Jose.  19 Una segunda mano retocó el autógrafo: «valerme («me», añadido  fuera de la caja de escritura). Fray Luis editó como nosotros:  «valer» (p. 362).   20 Dichos al final del n. 8.   21 Equivale a nuestra expresión: «a sangre y fuego».   22 Vuestra merced: es el P. García de Toledo.  23 Cf. el libro bíblico de Job, 2, 6.  24 Fiesta de quien: equivale a «fiesta de la que».   25 Duróme hasta el día: frase oscura. Probablemente, que le duró  desde la antevíspera del Corpus hasta el día de la fiesta.  26 Ni tienen tomo: sin importancia (cf. 5, 1; 18, 4). - A  continuación, en el autógrafo: «desata» escribió la Santa, creemos  que por lapsus (así lo pensó fray Luis, p. 365). La frase hecha  «ni atan ni desatan»: repite la idea de «disparatar», no decir  cosa concertada.  27 No es parte: no es capaz (cf. el final del n. 6), no tiene  parte...  28 La razón del libre albedrío: razón y libertad. Le queda apenas  la luz mental suficiente para el libre uso de la voluntad...  29 Tenerla: en el sentido de mantener, sostener. La tiene de su  mano el Señor.  30 Incomportable (y de nuevo en el n. 14): insoportable (cf. 5,  7.10 nota 14).  31 Traslado del infierno: «traslado» en acepción de «copia o  trasunto» (Cobarruvias, p. 140 b 63).  32 Irme a la mano: refrenarme, retenerme.  33 Para confesor: en un confesor, o «para ser dichas por un  confesor».  34 «El P. Baltasar Alvarez», anota Gracián en su ejemplar.  35 Luego a la hora: inmediatamente.   36 Otras dos veces lo ha mencionado: c. 25, 18; y c. 26, 2.  37 Imagen bíblica, muy repetida en la liturgia: «como el oro en el  crisol, así los prueba el Señor» (Sab. 3, 6; Ecli 2, 5; Prov 27,  21).   38 No siempre distingue la Santa entre entendimiento, pensamiento  e imaginación. Vease el epígrafe del cap. 1 de las Moradas IV.  39 Estar quedo (quieto) un credo: «un credo» es una fracción breve  de tiempo (cf. c. 15, 7, nota 25).   40 El primer pecado: de Adán, pecado original. La Santa nunca  utilizará este termino tecnico de los teólogos.  41 En un ser: expresión polivalente en la Santa (cf. c. 5, 8 nota  16: «continuamente» y «totalmente»). Aquí quiere decir que, a  causa del pecado original, no podemos gozar establemente de las  gracias místicas, sin las turbulencias de la imaginación. Más  explícito en el c. 40, 18.  42 Sobre esa constante de deseos, cf. c. 15, 14; y los testimonios  de ese mismo periodo en R. 1, 8; 3, 9.  43 Bullan, en el autógrafo.   44 En el c. 28, 8-14; y c. 26, 1.  45 Este evangelio: capítulo 4 de San Juan.  46 Jn 4, 15. Ella escribió el latín: «domine da miqui aguan».  47 Sin ningún tomo: sin valor alguno.  48 Porque no se mate: porque no se apague el fuego.  49 Llegar almas a Dios: allegarle almas...  50 Vuestra merced: P. García de Toledo. Como otras veces, el  epílogo del capítulo reanuda el diálogo con el.  51 Lo ha dicho en el c. 10, n. 7; y c. 14, n. 8.  CAPÍTULO 31  Trata de algunas tentaciones exteriores y representaciones que la  hacía el demonio, y tormentos que la daba. ­ Trata tambien algunas  cosas harto buenas para aviso de personas que van camino de  perfección. *  1. Quiero decir, ya que he dicho algunas tentaciones y turbaciones  interiores y secretas que el demonio me causaba (1), otras que  hacía casi públicas en que no se podía ignorar que era el.  2. Estaba una vez en un oratorio, y aparecióme hacia el lado  izquierdo, de abominable figura; en especial mire la boca, porque  me habló, que la tenía espantable. Parecía le salía una gran llama  del cuerpo, que estaba toda clara, sin sombra. Díjome  espantablemente que bien me había librado de sus manos, mas que el  me tornaría a ellas. Yo tuve gran temor y santigüeme como pude, y  desapareció y tornó luego. Por dos veces me acaeció esto. Yo no  sabía que me hacer. Tenía allí agua bendita y echelo (2) hacia  aquella parte, y nunca más tornó.  3. Otra vez me estuvo cinco horas atormentando, con tan terribles  dolores y desasosiego interior y exterior, que no me parece se  podía ya sufrir. Las que estaban conmigo estaban espantadas y no  sabían que se hacer ni yo cómo valerme. Tengo por costumbre,  cuando los dolores y mal corporal es muy intolerable, hacer actos  como puedo entre mí, suplicando al Señor, si se sirve de aquello,  que me de Su Majestad paciencia y me este yo así hasta el fin del  mundo.   Pues como esta vez vi el padecer con tanto rigor, remediábame con  estos actos para poderlo llevar, y determinaciones. Quiso el Señor  entendiese cómo era el demonio, porque vi cabe mí un negrillo muy  abominable, regañando como desesperado de que adonde pretendía  ganar perdía. Yo, como le vi, reíme, y no hube miedo, porque había  allí algunas conmigo que no se podían valer ni sabían que remedio  poner a tanto tormento, que eran grandes los golpes que me hacía  dar sin poderme resistir, con cuerpo y cabeza y brazos. Y lo peor  era el desasosiego interior, que de ninguna suerte podía tener  sosiego. No osaba pedir agua bendita por no las poner miedo y  porque no entendiesen lo que era.  4. De muchas veces tengo experiencia que no hay cosa con que huyan  más para no tornar. De la cruz tambien huyen, mas vuelven. Debe  ser grande la virtud del agua bendita. Para mí es particular y muy  conocida consolación que siente mi alma cuando lo tomo. Es cierto  que lo muy ordinario es sentir una recreación que no sabría yo  darla a entender, como un deleite interior que toda el alma me  conforta. Esto no es antojo, ni cosa que me ha acaecido sola una  vez, sino muy muchas, y mirado con gran advertencia. Digamos como  si uno estuviese con mucha calor y sed y bebiese un jarro de agua  fría, que parece todo el sintió el refrigerio. Considero yo que  gran cosa es todo lo que está ordenado por la Iglesia, y regálame  mucho ver que tengan tanta fuerza aquellas palabras, que así la  pongan en el agua, para que sea tan grande la diferencia que hace  a lo que no es bendito (3).  5. Pues como no cesaba el tormento, dije: si no se riesen, pediría  agua bendita. Trajeronmelo y echáronmelo a mí, y no aprovechaba;  echelo hacia donde estaba, y en un punto se fue (4) y se me quitó  todo el mal como si con la mano me lo quitaran, salvo que quede  cansada como si me hubieran dado muchos palos. Hízome gran  provecho ver que, aun no siendo un alma y cuerpo suyo, cuando el  Señor le da licencia hace tanto mal, ¿que hará cuando el lo posea  por suyo? Diome de nuevo gana de librarme de tan ruin compañía.  6. Otra vez poco ha, me acaeció lo mismo, aunque no duró tanto, y  yo estaba sola. Pedí agua bendita, y las que entraron despues que  ya se habían ido (5) (que eran dos monjas bien de creer, que por  ninguna suerte dijeran mentira), olieron un olor muy malo, como de  piedra azufre. Yo no lo olí. Duró de manera que se pudo advertir a  ello.  Otra vez estaba en el coro y diome un gran ímpetu de recogimiento.  Fuime de allí porque no lo entendiesen, aunque cerca oyeron todas  dar golpes grandes adonde yo estaba, y yo cabe mí oí hablar como  que concertaban algo, aunque no entendí que; habla gruesa; mas  estaba tan en oración, que no entendí cosa ni hube ningún miedo.  Casi cada vez era cuando el Señor me hacía merced de que por mi  persuasión se aprovechase algún alma.  Y es cierto que me acaeció lo que ahora dire, y de esto hay muchos  testigos, en especial quien ahora me confiesa (6), que lo vio por  escrito en una carta; sin decirle yo quien era la persona cuya era  la carta, bien sabía el quien era.  7. Vino una persona a mí que había dos años y medio que estaba en  un pecado mortal, de los más abominables que yo he oído, y en todo  este tiempo ni le confesaba ni se enmendaba, y decía misa. Y  aunque confesaba otros, este decía que cómo le había de confesar,  cosa tan fea. Y tenía gran deseo de salir de el y no se podía  valer a sí. A mí hízome gran lástima; y ver que se ofendía Dios  (7) de tal manera, me dio mucha pena. Prometíle de suplicar mucho  a Dios le remediase y hacer que otras personas lo hiciesen, que  eran mejores que yo, y escribía a cierta persona que el me dijo  podía dar las cartas (8). Y es así que a la primera se confesó;  que quiso Dios (por las muchas personas muy santas que lo habían  suplicado a Dios, que se lo había yo encomendado) hacer con esta  alma esta misericordia, y yo, aunque miserable, hacía lo que podía  con harto cuidado.   Escribióme que estaba ya con tanta mejoría, que había (9) días que  no caía en el; mas que era tan grande el tormento que le daba la  tentación, que parecía estaba en el infierno, según lo que  padecía; que le encomendase a Dios. Yo lo torne a encomendar a mis  Hermanas, por cuyas oraciones debía el Señor hacerme esta merced,  que lo tomaron muy a pechos. Era persona que no podía nadie atinar  en quien era. Yo suplique a Su Majestad se aplacasen aquellos  tormentos y tentaciones, y se viniesen aquellos demonios a  atormentarme a mí, con que yo no ofendiese (10) en nada al Señor.  Es así que pase un mes de grandísimos tormentos. Entonces eran  estas dos cosas que he dicho (11).  8. Fue el Señor servido que le dejaron a el. Así me lo  escribieron, porque yo le dije lo que pasaba en este mes. Tomó  fuerza su alma y quedó del todo libre, que no se hartaba de dar  gracias al Señor y a mí, como si yo hubiera hecho algo, sino que  ya el credito que tenía de que el Señor me hacía mercedes le  aprovechaba. Decía que cuando se veía muy apretado, leía mis  cartas y se le quitaba la tentación, y estaba muy espantado de lo  que yo había padecido y cómo se había librado el. Y aun yo me  espante y lo sufriera otros muchos años por ver aquel alma libre.  Sea alabado por todo, que mucho puede la oración de los que sirven  al Señor, como yo creo lo hacen en esta casa (12) estas hermanas;  sino que, como yo lo procuraba, debían los demonios indignarse más  conmigo, y el Señor por mis pecados lo permitía.   9. En este tiempo tambien una noche pense me ahogaban; y como  echaron mucha agua bendita, vi ir mucha multitud de ellos, como  quien se va desempeñando. Son tantas veces las que estos malditos  me atormentan y tan poco el miedo que yo ya los he, con ver que no  se pueden menear si el Señor no les da licencia, que cansaría a  vuestra merced y me cansaría si las dijese.  10. Lo dicho aproveche de que (13) el verdadero siervo de Dios se  le de poco de estos espantajos que estos ponen para hacer temer.  Sepan que, a cada vez que se nos da poco de ellos, quedan con  menos fuerza y el alma muy más señora. Siempre queda algún gran  provecho, que por no alargar no lo digo.   Sólo dire esto que me acaeció una noche de las ánimas: (14)  estando en un oratorio, habiendo rezado un nocturno (15) y  diciendo unas oraciones muy devotas ­que están al fin de el­ muy  devotas (16) que tenemos en nuestro rezado, se me puso sobre el  libro para que no acabase la oración. Yo me santigüe, y fuese.  Tornando a comenzar, tornóse. Creo fueron tres veces las que la  comence y, hasta que eche agua bendita, no pude acabar. Vi que  salieron algunas almas del purgatorio en el instante, que debía  faltarlas poco, y pense si pretendía estorbar esto.  Pocas veces le he visto tomando forma y muchas sin ninguna forma,  como la visión que sin forma se ve claro está allí, como he dicho  (17).  11. Quiero tambien decir esto, porque me espantó mucho: estando un  día de la Trinidad en cierto monasterio en el coro y en  arrobamiento, vi una gran contienda de demonios contra ángeles. Yo  no podía entender que querría decir aquella visión. Antes de  quince días se entendió bien en cierta contienda que acaeció entre  gente de oración y muchos que no lo eran, y vino harto daño a la  casa que era; fue contienda que duró mucho y de harto desasosiego.  Otras veces veía mucha multitud de ellos en rededor de mí, y  parecíame estar una gran claridad que me cercaba toda, y esta no  les consentía llegar a mí (18). Entendí que me guardaba Dios, para  que no llegasen a mí de manera que me hiciesen ofenderle. En lo  que he visto en mí algunas veces, entendí que era verdadera  visión.  El caso es que ya tengo tan entendido su poco poder, si yo no soy  contra Dios, que casi ningún temor los tengo. Porque no son nada  sus fuerzas, si no ven almas rendidas a ellos y cobardes, que aquí  muestran ellos su poder (19).  Algunas veces, en las tentaciones que ya dije (20), me parecía que  todas las vanidades y flaquezas de tiempos pasados tornaban a  despertar en mí, que tenía bien que encomendarme a Dios. Luego era  el tormento de parecerme que, pues me venían aquellos  pensamientos, que debía de ser todo demonio, hasta que me sosegaba  el confesor. Porque aun primer movimiento de mal pensamiento me  parecía a mí no había de tener quien tantas mercedes recibía del  Señor.  12. Otras veces me atormentaba mucho y aún ahora me atormenta ver  que se hace mucho caso de mí, en especial personas principales, y  de que decían mucho bien. En esto he pasado y paso mucho. Miro  luego a la vida de Cristo y de los santos, y pareceme que voy al  reves, que ellos no iban sino por desprecio e injurias. Háceme  andar temerosa y como que no oso alzar la cabeza ni querría  parecer (21), lo que no hago cuando tengo persecuciones. Anda el  ánima tan señora, aunque el cuerpo lo siente, y por otra parte  ando afligida, que yo no se cómo esto puede ser; mas pasa así, que  entonces parece está el alma en su reino y que lo trae todo debajo  de los pies.  Dábame algunas veces (22) y duróme hartos días, y parecía era  virtud y humildad por una parte, y ahora veo claro que era  tentación. Un fraile dominico, gran letrado, me lo declaró bien.  Cuando pensaba que estas mercedes que el Señor me hace se habían  de venir a saber en público, era tan excesivo el tormento, que me  inquietaba mucho el ánima. Vino a terminos que, considerándolo, de  mejor gana me parece me determinaba a que me enterraran viva que  por esto. Y así, cuando me comenzaron estos grandes recogimientos  o arrobamientos a no poder resistirlos aun en público, quedaba yo  despues tan corrida, que no quisiera parecer adonde nadie me  viera.  13. Estando una vez muy fatigada de esto, me dijo el Señor, que  que temía; que en esto no podía, sino haber dos cosas: o que  murmurasen de mí, o alabarle a El; (23) dando a entender que los  que lo creían, le alabarían, y los que no, era condenarme sin  culpa, y que entrambas cosas eran ganancia para mí; que no me  fatigase. Mucho me sosegó esto, y me consuela cuando se me  acuerda.  Vino a terminos la tentación, que me quería ir de este lugar (24)  y dotar en otro monasterio muy más encerrado que en el que yo al  presente estaba, que había oído decir muchos extremos de el. Era  tambien de mi Orden (25), y muy lejos, que eso es lo que a mí me  consolara, estar adonde no me conocieran; y nunca mi confesor me  dejó.  14. Mucho me quitaban la libertad (26) del espíritu estos temores,  que despues vine yo a entender no era buena humildad, pues tanto  inquietaba, y me enseñó el Señor esta verdad: que yo tan  determinada y cierta estuviera que no era ninguna cosa buena mía,  sino de Dios, que así como no me pesaba de oír loar a otras  personas, antes me holgaba y consolaba mucho de ver que allí se  mostraba Dios, que tampoco me pesaría mostrase en mí sus obras.   15. Tambien di en otro extremo, que fue suplicar a Dios ­y hacía  oración particular­ que cuando a alguna persona le pareciese algo  bien en mí, que Su Majestad le declarase mis pecados, para que  viese cuán sin merito mío me hacía mercedes, que esto deseo yo  siempre mucho. Mi confesor me dijo que no lo hiciese. Mas hasta  ahora poco ha, si veía yo que una persona pensaba de mí bien  mucho, por rodeos o como podía le daba a entender mis pecados, y  con esto parece descansaba. Tambien me han puesto mucho escrúpulo  en esto.  16. Procedía esto no de humildad, a mi parecer, sino de una  tentación venían muchas. Parecíame que a todos los traía engañados  y, aunque es verdad que andan engañados en pensar que hay algún  bien en mí, no era mi deseo engañarlos, ni jamás tal pretendí,  sino que el Señor por algún fin lo permite; y así, aun con los  confesores, si no viera era necesario, no tratara ninguna cosa,  que se me hiciera gran escrúpulo.  Todos estos temorcillos y penas y sombra de humildad entiendo yo  ahora era harta imperfección, y de no estar mortificada; porque un  alma dejada en las manos de Dios no se le da más que digan bien  que mal, si ella entiende bien bien entendido ­como el Señor  quiere hacerle merced que lo entienda­ que no tiene nada de sí.  Fíese de quien se lo da, que sabrá por que lo descubre, y  aparejese a la persecución, que está cierta en los tiempos de  ahora, cuando de alguna persona quiere el Señor se entienda que la  hace semejantes mercedes; porque hay mil ojos para un alma de  estas, adonde para mil almas de otra hechura no hay ninguno (27).  17. A la verdad, no hay poca razón de temer, y este debía ser mi  temor, y no humildad, sino pusilanimidad. Porque bien se puede  aparejar un alma que así permite Dios que ande en los ojos del  mundo, a ser mártir del mundo, porque si ella no se quiere morir a  el, el mismo mundo los matará (28). No veo, cierto, otra cosa en  el que bien me parezca, sino no consentir faltas en los buenos que  a poder de murmuraciones no las perfeccione. Digo que es menester  más ánimo para, si uno no está perfecto, llevar camino de  perfección, que para ser de presto mártires. Porque la perfección  no se alcanza en breve, si no es a quien el Señor quiere por  particular privilegio hacerle esta merced. El mundo, en viendole  comenzar, le quiere perfecto y de mil lenguas le entiende una  falta que por ventura en el es virtud, y quien le condena usa de  aquello mismo por vicio y así lo juzga en el otro. No ha de haber  comer ni dormir ni, como dicen, resolgar; y mientras en más le  tienen, más deben olvidar que aún se están en el cuerpo, por  perfecta que tengan el alma. Viven aún en la tierra sujetos a sus  miserias, aunque más la tengan debajo de los pies. Y así, como  digo, es menester gran ánimo, porque la pobre alma aún no ha  comenzado a andar, y quierenla que vuele. Aún no tiene vencidas  las pasiones, y quieren que en grandes ocasiones esten tan enteras  (29) como ellos leen estaban los santos despues de confirmados en  gracia (30).  Es para alabar al Señor lo que en esto pasa, y aun para lastimar  mucho el corazón; porque muy muchas almas tornan atrás, que no  saben las pobrecitas valerse. Y así creo hiciera la mía, si el  Señor tan misericordiosamente no lo hiciera todo de su parte; y  hasta que por su bondad lo puso todo, ya verá vuestra merced que  no ha habido en mí sino caer y levantar.  18. Querría saberlo decir, porque creo se engañan aquí muchas  almas que quieren volar antes que Dios les de alas. Ya creo he  dicho otra vez esta comparación (31), mas viene bien aquí. Tratare  esto, porque veo a algunas almas muy afligidas por esta causa:  como comienzan con grandes deseos y hervor y determinación de ir  adelante en la virtud, y algunas cuanto a lo exterior todo lo  dejan por El, como ven en otras personas, que son más crecidas  (32), cosas muy grandes de virtudes que les da el Señor, que no  nos la podemos nosotros tomar, ven en todos los libros que están  escritos de oración y contemplación poner cosas que hemos de hacer  para subir a esta dignidad, que ellos no las pueden luego acabar  consigo, desconsuelanse. Como es: un no se nos dar nada que digan  mal de nosotros, antes tener mayor contento que cuando dicen bien;  una poca estima de honra; un desasimiento de sus deudos, que, si  no tienen oración, no los querría tratar, antes le cansan; otras  cosas de esta manera muchas, que, a mi parecer, las ha de dar  Dios, porque me parece son ya bienes sobrenaturales o contra  nuestra natural inclinación.  No se fatiguen; esperen en el Señor, que lo que ahora tienen en  deseos Su Majestad hará que lleguen a tenerlo por obra, con  oración y haciendo de su parte lo que es en sí; porque es muy  necesario para este nuestro flaco natural tener gran confianza y  no desmayar, ni pensar que, si nos esforzamos, dejaremos de salir  con victoria (33).  19. Y porque tengo mucha experiencia de esto, dire algo para aviso  de vuestra merced (34). No piense, aunque le parezca que sí, que  está ya ganada la virtud, si no la experimenta con su contrario  (35). Y siempre hemos de estar sospechosos y no descuidarnos  mientras vivimos; porque mucho se nos pega luego, si ­como digo­  no está ya dada del todo la gracia para conocer lo que es todo, y  en esta vida nunca hay todo sin muchos peligros (36).  Parecíame a mí, pocos años ha, que no sólo no estaba asida a mis  deudos, sino que me cansaban. Y era cierto así, que su  conversación no podía llevar. Ofrecióse cierto negocio de harta  importancia, y hube de estar con una hermana mía (37) a quien yo  quería muy mucho antes y, puesto que en la conversación, aunque  ella es mejor que yo, no me hacía con ella (38) (porque como tiene  diferente estado, que es casada, no puede ser la conversación  siempre en lo que yo la querría, y lo más que podía me estaba  sola), vi que me daban pena sus penas más harto que de prójimo, y  algún cuidado. En fin, entendí de mí que no estaba tan libre como  yo pensaba, y que aún había menester huir la ocasión, para que  esta virtud que el Señor me había comenzado a dar fuese en  crecimiento, y así con su favor lo he procurado hacer siempre  despues acá (39).  20. En mucho se ha de tener una virtud cuando el Señor la comienza  a dar, y en ninguna manera ponernos en peligro de perderla. Así es  en cosas de honra y en otras muchas; que crea vuestra merced que  no todos los que pensamos estamos desasidos del todo, lo están  (40), y es menester nunca descuidar en esto; y cualquiera persona  que sienta en sí algún punto de honra, si quiere aprovechar,  creame y de tras este atamiento, que es una cadena que no hay lima  que la quiebre, si no es Dios con oración y hacer mucho de nuestra  parte. Pareceme que es una ligadura para este camino, que yo me  espanto el daño que hace.  Veo a algunas personas santas en sus obras, que las hacen tan  grandes que espantan las gentes. ¡Válgame Dios! ¿Por que está aún  en la tierra esta alma? ¿Cómo no está en la cumbre de la  perfección? ¿Que es esto? ¿Quien detiene a quien tanto hace por  Dios? (41) ­¡Oh, que tiene un punto de honra...! Y lo peor que  tiene es que no quiere entender que le tiene, y es porque algunas  veces le hace entender el demonio que es obligado a tenerle.   21. Pues creanme, crean por amor del Señor a esta hormiguilla que  el Señor quiere que hable, que si no quitan esta oruga, que ya que  a todo el árbol no dañe (porque algunas otras virtudes quedarán,  mas todas carcomidas), no es árbol hermoso, sino que el no medra,  ni aun deja medrar a los que andan cabe el. Porque la fruta que da  de buen ejemplo no es nada sana; poco durará.   Muchas veces lo digo: (42) que por poco que sea el punto de honra,  es como en el canto de órgano, que un punto o compás que se yerre,  disuena toda la música. Y es cosa que en todas partes hace harto  daño al alma, mas en este camino de oración es pestilencia (43).  22. Andas procurando juntarte con Dios por unión, y queremos  seguir sus consejos de Cristo, cargado de injurias y testimonios,  ¿y queremos muy entera nuestra honra y credito? ­No es posible  llegar allá, que no van por un camino. Llega el Señor al alma,  esforzándonos nosotros y procurando perder de nuestro derecho en  muchas cosas.  Dirán algunos: «no tengo en que ni se me ofrece». ­Yo creo que a  quien tuviere esta determinación, que no querrá el Señor pierda  tanto bien. Su Majestad ordenará tantas cosas en que gane esta  virtud que no quiera tantas. Manos a la obra.  23. Quiero decir las naderías y poquedades que yo hacía cuando  comence, o alguna de ellas: las pajitas que tengo dichas (44)  pongo en el fuego, que no soy yo para más. Todo lo recibe el  Señor. Sea bendito por siempre.  Entre mis faltas tenía esta: que sabía poco del rezado (45) y de  lo que había de hacer en el coro y cómo lo regir, de puro  descuidada y metida en otras vanidades, y veía a otras novicias  que me podían enseñar. Acaecíame no les preguntar, porque no  entendiesen yo sabía poco. Luego se pone delante el buen ejemplo.  Esto es muy ordinario. Ya que Dios me abrió un poco los ojos, aun  sabiendolo, tantito (46) que estaba en duda, lo preguntaba a las  niñas (47). Ni perdí honra ni credito; antes quiso el Señor, a mi  parecer, darme despues más memoria.   Sabía mal cantar. Sentía tanto si no tenía estudiando lo que me  encomendaban (y no por el hacer falta delante del Señor, que esto  fuera virtud, sino por las muchas que me oían), que de puro  honrosa (48) me turbaba tanto, que decía muy menos de lo que  sabía. Tome despues por mí, cuando no lo sabía muy bien, decir que  no lo sabía. Sentía harto a los principios, y despues gustaba de  ello. Y es así que como comence a no se me dar nada de que se  entendiese no lo sabía, que lo decía muy mejor, y que la negra  honra (49) me quitaba supiese hacer esto que yo tenía por honra,  que cada uno la pone en lo que quiere.  24. Con estas naderías, que no son nada ­ y harto nada soy yo,  pues esto me daba pena­ de poco en poco se van haciendo con actos  (50). Y cosas poquitas como estas, que en ser hechas por Dios les  da Su Majestad tomo (51), ayuda Su Majestad para cosas mayores. Y  así en cosas de humildad me acaecía que, de ver que todas  aprovechaban sino yo (52) ­porque nunca fui para nada­ de que se  iban del coro, coger todos los mantos; parecíame servía a aquellos  ángeles que allí alababan a Dios. Hasta que, no se cómo, vinieron  a entenderlo, que no me corrí yo poco; porque no llegaba mi virtud  a querer que entendiesen estas cosas, y no debía ser por humilde,  sino porque no se riesen de mí, como eran tan nonada.  25. ¡Oh Señor mío!, ¡que vergüenza es ver tantas maldades, y  contar unas arenitas, que aun no las levantaba de la tierra por  vuestro servicio, sino que todo iba envuelto en mil miserias! No  manaba aún el agua, debajo de estas arenas, de vuestra gracia,  para que las hiciese levantar (53).  ¡Oh Criador mío, quien tuviera alguna cosa que contar, entre  tantos males, que fuera de tomo, pues cuento las grandes mercedes  que he recibido de Vos! Es así, Señor mío, que no se cómo puede  sufrirlo mi corazón, ni cómo podrá quien esto leyere dejarme de  aborrecer, viendo tan mal servidas tan grandísimas mercedes, y que  no he vergüenza de contar estos servicios, en fin, como míos. ­Sí  tengo (54), Señor mío; mas el no tener otra cosa que contar de mi  parte me hace decir tan bajos principios, para que tenga esperanza  quien los hiciere grandes, que, pues estos parece ha tomado el  Señor en cuenta, los tomará mejor (55). Plega a Su Majestad me de  gracia para que no este siempre en principios. Amen.   NOTAS CAPÍTULO 31  El cuadro de «tentaciones y trabajos interiores» del capítulo  anterior se completa ahora con dos pinceladas más: «las  tentaciones exteriores» de origen diabólico (un sartal de  episodios), y las tentaciones de falsa humildad, motivadas por la  excesiva estima ajena de sus gracias místicas.   1 Son las referidas en el capítulo anterior: 30, 9 ss.   2 Echelo: el agua (masculino, como en los nn. 4 y 5: trajeronmelo,  echáronmelo).   3 Es decir: la diferencia que hay entre el agua bendita y la no  bendita. - Una de las compañeras de la Santa, Ana de Jesús, cuenta  en el proceso de beatificación: «Nunca quería que caminásemos sin  ella (sin agua bendita). Y por la pena que le daba si alguna vez  se nos olvidaba, llevábamos calabacillas de ella colgadas a la  cinta, y siempre quería la pusieramos una en la suya, diciendonos:  'no saben ellas el refrigerio que se siente teniendo agua bendita;  que es un gran bien gozar tan fácilmente de la sangre de Cristo'.  Y cuantas veces comenzábamos por el camino a rezar el Oficio  Divino, nos lo hacía tomar» (BMC, 18, p. 465).  4 Se fue el demonio.  5 Se habían ido los demonios.   6 Quien ahora me confiesa: probablemente, el P. Domingo Báñez  (escribe en 1565).  7 Otra lectura posible: «se ofendía a Dios». Frecuentemente la  Santa elide la doble «a». Seguimos la lectura de fray Luis (p.  379).  8 Es decir, la Santa la escribía por medio de un tercero. - A  continuación: a la primera carta se confesó.   r9 Había: en el autógrafo «vía» (= bía). En el habla popular, aún  hoy se usa «ber» por «haber». Fray Luis trascribió: «avía» (p.  379).   10 Con que yo no ofendiese: con tal de que, a condición de... (cf.  n. 9).  11 Los dos episodios referidos en el n. 6.  12 Esta casa: San Jose de Avila.  13 Aproveche de que: para que...   14 Noche de las ánimas: del 1 al 2 de noviembre.   15 Un nocturno: una de las partes del oficio de maitines, que  solía rezarse de noche.  16 Muy devotas: un corrector tachó estas dos palabras. La Santa  repite, por distracción, toda la frase. Fray Luis omitió lo  tachado (p. 381). - Nuestro rezado: alude al breviario propio de  la Orden del Carmen, por el que ella rezaba el Oficio Divino.  17 De nuevo alude a la visión referida en el c. 27, 2.   18 Por distracción (como en el n. 10 nota 16), la Santa repitió  las dos frases que preceden, con una ligera variante: «parecíame  estaba... a mí». Seguimos la lectura de fray Luis (p. 382).  19 Al margen del autógrafo escribió el P. Báñez: «San Gregorio en  los Morales dice de el demonio que es hormiga y león: viene a este  propósito bien». La afirmación de San Gregorio se halla en el  libro V, c. 20 de los Morales (P.L., 75, 700-701), en el  comentario al c. 4, v. 11 del libro de Job: «murió el tigre por no  tener presa», comentado por el Santo Doctor según la versión de  los Setenta, en que se lee: «murió la hormigaleón, por no tener  presa». La hormigaleón es el diablo. - Recuerdese que la Santa  había leído Los Morales en su juventud (cf. c. 5, 8).  20 Lo ha dicho en los nn. 1 y ss., y en el c. 30, 9 y ss.  21 Parecer: hacer acto de presencia (como al final de este  número).  22 El sujeto de la frase está implícito en el último miembro:  «Dábame algunas veces... esta tentación: cuando pensaba que...  23 Recordará esa consigna en Moradas sextas, 4, 16.   24 Avila, monasterio de la Encarnación.   25 De mi Orden: de carmelitas. Nótese que sigue manteniendo el  anonimato. - El monasterio aludido por la Santa era probablemente  el de la Encarnación de Valencia, que gozaba fama de «muy  encerrado». Había sido fundado en 1502 por el maestro Mercader.  26 Por descuido de pluma escribió: quitaba, que falsearía el  sentido de la frase. Ya fray Luis editó en plural (p. 385).  27 Nueva alusión dolorida al ambiente de sospecha que por aquellas  fechas («los tiempos de ahora») cundía contra místicos y  espirituales.   28 Los matará: cambio de sujeto, por «las» o «la» (alma/s). Fray  Luis: «las matará» (p. 387).  29 Tan enteras: las almas.  30 Confirmados en gracia: expresión teológica, que indica la  situación especialísima de algunos cristianos privilegiados, para  preservarlos de ulteriores pecados.   31 Comparación utilizada argumentalmente en el c. 22, 13; pero muy  presente a lo largo del libro en la imagen de la «avecita que  tiene pelo malo» (13, 2; y 20, 22), o en la mariposica de la  memoria a la que se le queman las alas (18, 14), o la «avecita»  del alma puesta por el Señor en el nido (18, 9), el ave fenix (39,  23), o la paloma y el palomar (14, 3; 20, 24; 38, 10.12...).  32 Más crecidas en perfección.   33 El sentido es: «y pensar que si nos esforzamos no dejaremos de  salir con la victoria».   34 De nuevo abre el diálogo con el P. García de Toledo.  35 Si no lo experimenta con su contrario: no lo pone a prueba en  ocasiones contrarias. Es reminiscencia de la moral escolástica y  del viejo axioma «contraria contrariis curantur».   36 El sentido de la última frase: «nada» (importante) hay jamás  sin muchos peligros». En ese juego de palabras, «nunca / todo»  equivale a «jamás / nada».   37 Una hermana mía: era Doña Juana de Ahumada, su hermana menor,  casada con Juan de Ovalle. Los dos hubieron de venir a Avila para  ayudar a la Santa en la fundación del Carmelo de San Jose (1562):  cf. 33, 11; 36, 3.  38 No me hacía con ella: no congeniaba, no me hallaba con...  39 Siempre despues acá: desde entonces hasta ahora.  40 Lo están: lo estamos. Cambio brusco de sujeto.   41 ¿Quien detiene a quien tanto hace por Dios?. - Lo añadió la  Santa en el margen superior del folio. - Lo que ella entiende por  «punto de honra» puede verse en Camino cc. 12 y 36, 3...   42 Muchas veces lo digo: probable alusión a sus conversaciones con  los destinatarios del libro.  43 Es pestilencia: es un mal mortífero. En sentido figurado.  Especie de anatema en la pluma de la Santa: cf. 25, 21; y Camino  4, 7-8-  44 Usó esa figura en el c. 30, 20.  45 Sabía poco del rezado: de las rúbricas y ceremonias del rezo  coral del Oficio litúrgico.   46 Tantito: poco, poquito. El sentido es: «por porquito que  estuviese en duda...»   47 Las niñas: las monjas jóvenes.  48 De puro honrosa: pundonorosa, víctima del punto de honra. Cf.  c. 3, 7.  49 La negra honra: malhadada o maldita honra. Cf. c. 20, 27.  50 Se van haciendo con actos: se van habituando a hacer actos de  virtudes. Está implícita la alusión a la teoría escolástica de  hábitos y actos. Otros editores transcriben: «se va haciendo  conatos», vocablo este inusitado en los escritos de la Santa.  51 Les da S.M. tomo: les da valor.   52 Todas aprovechaban sino yo: menos yo. - De que se iban del  coro: una vez que se iban...   53 Hiperbaton difícil. En orden: «no manaba aún el agua de vuestra  gracia debajo de estas arenas...». La imagen de la fuente y las  arenitas ya apareció en el c. 30, 19.  54 Sí tengo: se sobreentiende «vergüenza». "Sí me avergüenzo,  Señor mío».   55 Es decir: «pues estos bajos principios ha tomado el Señor en  cuenta, mejor (= más en cuenta) se los tomará a quien los hiciere  grandes».   CAPÍTULO 32. *  En que trata cómo quiso el Señor ponerla en espíritu en un lugar  del infierno que tenía por sus pecados merecido. ­ Cuenta una  cifra de lo que allí se lo representó para lo que fue (1). ­  Comienza a tratar la manera y modo cómo se fundó el monasterio,  adonde ahora está, de San Jose.  1. Despues de mucho tiempo que el Señor me había hecho ya muchas  de las mercedes que he dicho (2) y otras muy grandes, estando un  día en oración me halle en un punto toda, sin saber cómo, que me  parecía estar metida en el infierno. Entendí que quería el Señor  que viese el lugar que los demonios allá me tenían aparejado, y yo  merecido por mis pecados. Ello fue en brevísimo espacio, mas  aunque yo viviese muchos años, me parece imposible olvidárseme.   Parecíame la entrada a manera de un callejón muy largo y estrecho,  a manera de horno muy bajo y oscuro y angosto. El suelo me pareció  de un agua como lodo muy sucio y de pestilencial olor, y muchas  sabandijas malas en el. Al cabo estaba una concavidad metida en  una pared, a manera de una alacena, adonde me vi meter en mucho  estrecho (3).  Todo esto era deleitoso a la vista en comparación de lo que allí  sentí. Esto que he dicho va mal encarecido.   2. Estotro (4) me parece que aun principio de encarecerse como es  no le puede haber, ni se puede entender; mas sentí un fuego en el  alma, que yo no puedo entender cómo poder decir de la manera que  es. Los dolores corporales tan incomportables (5), que, con  haberlos pasado en esta vida gravísimos y, según dicen los  medicos, los mayores que se pueden acá pasar (porque fue  encogerseme todos los nervios cuando me tullí, sin otros muchos de  muchas maneras que he tenido, y aun algunos, como he dicho (6),  causados del demonio), no es todo nada en comparación de lo que  allí sentí, y ver que habían de ser sin fin y sin jamás cesar.   Esto no es, pues, nada en comparación del agonizar del alma: un  apretamiento, un ahogamiento, una aflicción tan sentible (7) y con  tan desesperado y afligido descontento, que yo no se cómo lo  encarecer. Porque decir que es un estarse siempre arrancando el  alma, es poco, porque aun parece que otro os acaba la vida; mas  aquí el alma misma es la que se despedaza.   El caso es que yo no se cómo encarezca aquel fuego interior y  aquel desesperamiento, sobre tan gravísimos tormentos y dolores.  No veía yo quien me los daba, mas sentíame quemar y desmenuzar, a  lo que me parece. Y digo que aquel fuego y desesperación interior  es lo peor.   3. Estando en tan pestilencial lugar, tan sin poder esperar  consuelo, no hay sentarse ni echarse (8), ni hay lugar, aunque me  pusieron en este como agujero hecho en la pared. Porque estas  paredes, que son espantosas a la vista, aprietan ellas mismas, y  todo ahoga. No hay luz, sino todo tinieblas oscurísimas. Yo no  entiendo cómo puede ser esto, que con no haber luz, lo que a la  vista ha de dar pena todo se ve.  No quiso el Señor entonces viese más de todo el infierno. Despues  he visto otra visión de cosas espantosas, de algunos vicios el  castigo. Cuanto a la vista, muy más espantosos me parecieron, mas  como no sentía la pena, no me hicieron tanto temor; que en esta  visión quiso el Señor que verdaderamente yo sintiese aquellos  tormentos y aflicción en el espíritu, como si el cuerpo lo  estuviera padeciendo.  Yo no se cómo ello fue, mas bien entendí ser gran merced y que  quiso el Señor yo viese por vista de ojos de dónde me había  librado su misericordia. Porque no es nada oírlo decir, ni haber  yo otras veces pensado en diferentes tormentos (aunque pocas, que  por temor no se llevaba bien mi alma), ni que los demonios  atenazan, ni otros diferentes tormentos que he leído, no es nada  con esta pena (9), porque es otra cosa. En fin como de dibujo a la  verdad, y el quemarse acá es muy poco en comparación de este fuego  de allá.  4. Yo quede tan espantada, y aún lo estoy ahora escribiendolo, con  que ha casi seis años (10), y es así que me parece el calor  natural me falta de temor aquí adonde estoy. Y así no me acuerdo  vez que tengo trabajo ni dolores, que no me parece nonada todo lo  que acá se puede pasar, y así me parece en parte que nos quejamos  sin propósito. Y así torno a decir que fue una de las mayores  mercedes que el Señor me ha hecho, porque me ha aprovechado muy  mucho, así para perder el miedo a las tribulaciones y  contradicciones de esta vida, como para esforzarme a padecerlas y  dar gracias al Señor que me libró, a lo que ahora me parece, de  males tan perpetuos y terribles.   5. Despues acá, como digo, todo me parece fácil en comparación de  un momento que se haya de sufrir lo que yo en el allí padecí.  Espántame cómo habiendo leído muchas veces libros adonde se da  algo a entender las penas del infierno, cómo no las temía ni tenía  en lo que son. ¿Adónde estaba? ¿Cómo me podía dar cosa descanso de  lo que me acarreaba ir a tan mal lugar? ¡Seáis bendito, Dios mío,  por siempre! Y ¡cómo se ha parecido (11) que me queríais Vos mucho  más a mí que yo me quiero! ¡Que de veces, Señor, me librasteis de  cárcel tan tenebrosa, y cómo me tornaba yo a meter en ella contra  vuestra voluntad!   6. De aquí tambien gane la grandísima pena que me da las muchas  almas que se condenan (de estos luteranos en especial (12), porque  eran ya por el bautismo miembros de la Iglesia), y los ímpetus  grandes de aprovechar almas, que me parece, cierto, a mí que, por  librar una sola de tan gravísimos tormentos, pasaría yo muchas  muertes muy de buena gana. Miro que, si vemos acá una persona que  bien queremos, en especial con un gran trabajo o dolor, parece que  nuestro mismo natural nos convida a compasión y, si es grande, nos  aprieta a nosotros. Pues ver a un alma para sin fin en el sumo  trabajo de los trabajos, ¿quien lo ha de poder sufrir? No hay  corazón que lo lleve sin gran pena (13). Pues acá con saber que,  en fin, se acabará con la vida y que ya tiene termino, aun nos  mueve a tanta compasión, estotro que no le tiene no se cómo  podemos sosegar viendo tantas almas como lleva cada día el demonio  consigo.  7. Esto tambien me hace desear que, en cosa que tanto importa, no  nos contentemos con menos de hacer todo lo que pudieremos de  nuestra parte. No dejemos nada, y plega al Señor sea servido de  darnos gracia para ello.   Cuando yo considero que, aunque era tan malísima, traía algún  cuidado de servir a Dios y no hacía algunas cosas que veo que,  como quien no hace nada, se las tragan en el mundo y, en fin,  pasaba grandes enfermedades y con mucha paciencia, que me la daba  el Señor; no era inclinada a murmurar, ni a decir mal de nadie, ni  me parece podía querer mal a nadie, ni era codiciosa, ni envidia  jamás me acuerdo tener de manera que fuese ofensa grave del Señor,  y otras algunas cosas, que, aunque era tan ruin, traía temor de  Dios lo más continuo; y (14) veo adonde me tenían ya los demonios  aposentada, y es verdad que, según mis culpas, aun me parece  merecía más castigo. Mas, con todo, digo que era terrible  tormento, y que es peligrosa cosa contentarnos, ni traer sosiego  ni contento el alma que anda cayendo a cada paso en pecado mortal;  sino que por amor de Dios nos quitemos de las ocasiones, que el  Señor nos ayudará como ha hecho a mí. Plega a Su Majestad que no  me deje de su mano para que yo torne a caer, que ya tengo visto  adónde he de ir a parar. No lo permita el Señor, por quien Su  Majestad es, amen.  8. Andando yo, despues de haber visto esto y otras grandes cosas y  secretos que el Señor, por quien es, me quiso mostrar de la gloria  que se dará a los buenos y pena a los malos, deseando modo y  manera en que pudiese hacer penitencia de tanto mal y merecer algo  para ganar tanto bien, deseaba huir de gentes y acabar ya de en  todo en todo (15) apartarme del mundo. No sosegaba mi espíritu,  mas no desasosiego inquieto, sino sabroso. Bien se veía que era de  Dios, y que le había dado Su Majestad al alma calor para digerir  otros manjares más gruesos de los que comía.  9. Pensaba que podría hacer por Dios. Y pense que lo primero era  seguir el llamamiento que Su majestad me había hecho a religión,  guardando mi Regla con la mayor perfección que pudiese (16). Y  aunque en la casa adonde estaba había muchas siervas de Dios y era  harto servido en ella, a causa de tener gran necesidad salían las  monjas muchas veces a partes adonde con toda honestidad y religión  podíamos estar; y tambien no estaba fundada en su primer rigor la  Regla, sino guardábase conforme a lo que en toda la Orden, que es  con bula de relajación (17). Y tambien otros inconvenientes, que  me parecía a mí tenía mucho regalo, por ser la casa (18) grande y  deleitosa. Mas este inconveniente de salir, aunque yo era la que  mucho lo usaba, era grande para mí ya, porque algunas personas, a  quien los prelados no podían decir de no, gustaban estuviese yo en  su compañía, e, importunados, mandábanmelo (19). Y así, según se  iba ordenando, pudiera poco estar en el monasterio, porque el  demonio en parte debía ayudar para que no estuviese en casa, que  todavía, como comunicaba con algunas (20) lo que los que me  trataban me enseñaban, hacíase gran provecho.  10. Ofrecióse una vez, estando con una persona, decirme a mí y a  otras (21) que si no seríamos para ser monjas de la manera de las  descalzas, que aun posible era poder hacer un monasterio. Yo, como  andaba en estos deseos, comencelo a tratar con aquella señora mi  compañera viuda (22) que ya he dicho, que tenía el mismo deseo.  Ella comenzó a dar trazas para darle renta, que ahora veo yo que  no llevaban mucho camino y el deseo que de ello teníamos nos hacía  parecer que sí.  Mas yo, por otra parte, como tenía tan grandísimo contento en la  casa que estaba (23), porque era muy a mi gusto y la celda en que  estaba hecha muy a mi propósito, todavía me detenía. Con todo  concertamos de encomendarlo mucho a Dios.  11. Habiendo un día comulgado, mandóme mucho Su Majestad lo  procurase con todas mis fuerzas, haciendome grandes promesas de  que no se dejaría de hacer el monasterio, y que se serviría mucho  en el, y que se llamase San Jose, y que a la una puerta nos  guardaría el y nuestra Señora la otra, y que Cristo andaría con  nosotras, y que sería una estrella que diese de sí gran  resplandor, y que, aunque las religiones (24) estaban relajadas,  que no pensase se servía poco en ellas; que que sería del mundo si  no fuese por los religiosos; que dijese a mi confesor (25) esto  que me mandaba, y que le rogaba El que no fuese contra ello ni me  lo estorbase.  12. Era esta visión con tan grandes efectos, y de tal manera esta  habla que me hacía el Señor, que yo no podía dudar que era El. Yo  sentí grandísima pena, porque en parte se me representaron los  grandes desasosiegos y trabajos que me había de costar, y como  estaba contentísima en aquella casa; que, aunque antes lo trataba,  no era con tanta determinación ni certidumbre que sería. Aquí (26)  parecía se me ponía apremio y, como veía comenzaba cosa de gran  desasosiego, estaba en duda de lo que haría. Mas fueron muchas  veces las que el Señor me tornó a hablar en ello, poniendome  delante tantas causas y razones que yo veía ser claras y que era  su voluntad, que ya no ose hacer otra cosa sino decirlo a mi  confesor, y dile por escrito todo lo que pasaba (27).  13. El no osó determinadamente decirme que lo dejase, mas veía que  no llevaba camino conforme a razón natural, por haber poquísima y  casi ninguna posibilidad en mi compañera, que era la que lo había  de hacer. Díjome que lo tratase con mi prelado (28), y que lo que  el hiciese, eso hiciese yo.  Yo no trataba estas visiones con el prelado, sino aquella señora  trató con el que quería hacer este monasterio. Y el provincial  vino muy bien en ello, que es amigo de toda religión, y diole todo  el favor que fue menester, y díjole que el admitiría la casa (29).  Trataron de la renta que había de tener. Y nunca queríamos fuesen  más de trece (30) por muchas causas.  Antes que lo comenzásemos a tratar, escribimos al santo Fray Pedro  de Alcántara todo lo que pasaba, y aconsejónos que no lo dejásemos  de hacer, y dionos su parecer en todo.   14. No se hubo comenzado a saber por el lugar, cuando (31) no se  podrá escribir en breve la gran persecución que vino sobre  nosotras, los dichos, las risas, el decir que era disparate. A mí,  que bien me estaba en mi monasterio. A la mi compañera tanta  persecución, que la traían fatigada. Yo no sabía que me hacer. En  parte me parecía que tenían razón.  Estando así muy fatigada encomendándome a Dios, comenzó Su  majestad a consolarme y a animarme. Díjome que aquí vería lo que  habían pasado los santos que habían fundado las Religiones; que  mucha más persecución tenía por pasar de las que yo podía pensar;  (32) que no se nos diese nada. Decíame algunas cosas que dijese a  mi compañera; y lo que más me espantaba yo es que luego quedábamos  consoladas de lo pasado y con ánimo para resistir a todos. Y es  así que de gente de oración y todo, en fin, el lugar no había casi  persona que entonces no fuese contra nosotras y le pareciese  grandísimo disparate.  15. Fueron tantos los dichos y el alboroto de mi mismo monasterio,  que al Provincial le pareció recio ponerse contra todos, y así  mudó el parecer y no la quiso admitir (33). Dijo que la renta no  era segura y que era poca, y que era mucha la contradicción. Y en  todo parece tenía razón. Y, en fin, lo dejó y no lo quiso admitir.  Nosotras, que ya parecía teníamos recibidos los primeros golpes,  dionos muy gran pena; en especial me la dio a mí de ver al  Provincial contrario, que, con quererlo el, tenía yo disculpa con  todos. A la mi compañera ya no la querían absolver si no lo  dejaba, porque decían era obligada a quitar el escándalo (34).  16. Ella fue a un gran letrado (35) muy gran siervo de Dios, de la  Orden de Santo Domingo, a decírselo y darle cuenta de todo. Esto  fue aun antes que el Provincial lo tuviese dejado, porque en todo  el lugar no teníamos quien nos quisiese dar parecer. Y así decían  que sólo era por nuestras cabezas. Dio esta señora relación de  todo y cuenta de la renta que tenía de su mayorazgo a este santo  varón, con harto deseo nos ayudase, porque era el mayor letrado  que entonces había en el lugar, y pocos más en su Orden (36). Yo  le dije todo lo que pensábamos hacer y algunas causas. No le dije  cosa de revelación ninguna, sino las razones naturales que me  movían, porque no quería yo nos diese parecer sino conforme a  ellas.  El nos dijo que le diesemos de termino ocho días para responder, y  que si estábamos determinadas a hacer lo que el dijese. Yo le dije  que sí; mas aunque yo esto decía y me parece lo hiciera (porque no  veía camino por entonces de llevarlo adelante) (37), nunca jamás  se me quitaba una seguridad de que se había de hacer. Mi compañera  tenía más fe; nunca ella, por cosa que la dijesen, se determinaba  a dejarlo.  17. Yo, aunque como digo me parecía imposible dejarse de hacer, de  tal manera creo ser verdadera la revelación, como no vaya contra  lo que está en la Sagrada Escritura o contra las leyes de la  Iglesia que somos obligadas a hacer. Porque, aunque a mí  verdaderamente me parecía era de Dios, si aquel letrado me dijera  que no lo podíamos hacer sin ofenderle y que íbamos contra  conciencia, pareceme luego me apartara de ello o buscara otro  medio. Mas a mí no me daba el señor sino este.  Decíame despues este siervo de Dios que lo había tomado a cargo  con toda determinación de poner mucho en que nos apartásemos de  hacerlo, porque ya había venido a su noticia el clamor del pueblo,  y tambien le parecía desatino, como a todos, y en sabiendo  habíamos ido a el, le envió a avisar un caballero que mirase lo  que hacía, que no nos ayudase. Y que, en comenzando a mirar en lo  que nos había de responder y a pensar en el negocio y el intento  que llevábamos y manera de concierto y religión, se le asentó ser  muy en servicio de Dios, y que no había de dejar de hacerse.  Y así nos respondió nos diesemos prisa a concluirlo, y dijo la  manera y traza que se había de tener; y aunque la hacienda era  poca, que algo se había de fiar de Dios; que quien lo contradijese  fuese a el, que el respondería. Y así siempre nos ayudó, como  despues dire (38).  18. Con esto fuimos muy consoladas y con que algunas personas  santas, que nos solían ser contrarias, estaban ya más aplacadas, y  algunas nos ayudaban.  Entre ellas era el caballero santo (39), de quien ya he hecho  mención,que, como lo es y le parecía llevaba camino de tanta  perfección, por ser todo nuestro fundamento en oración, aunque los  medios le parecían muy dificultosos y sin camino, rendía su  parecer a que podía ser cosa de Dios, que el mismo señor le debía  mover.   Y así hizo al maestro, que es el clerigo siervo de Dios que dije  que había hablado primero (40), que es espejo de todo el lugar,  como persona que le tiene Dios en el para remedio y  aprovechamiento de muchas almas, y ya venía en ayudarme en el  negocio.  Y estando en estos terminos y siempre con ayuda de muchas  oraciones y teniendo comprada ya la casa en buena parte, aunque  pequeña...; mas de esto a mí no se me daba nada, que me había  dicho el Señor (41) que entrase como pudiese, que despues yo vería  lo que Su majestad hacía. ¡Y cuán bien que lo he visto! Y así,  aunque veía ser poca la renta, tenía creído el Señor lo había por  otros medios de ordenar y favorecernos.  NOTAS CAPÍTULO 32  Comienza una nueva sección del libro: los capítulos 32-36 cuentan  la fundación del Carmelo de San Jose, estrechamente vinculada a  las gracias místicas recibidas por la autora. Desea ella que si  los teólogos asesores deciden destruir el libro, conserven al  menos esos capítulos y los entreguen a las monjas de su primer  Carmelo (c. 36, 29). - El c. 32 cuenta su visión del infierno (nn.  1-9) y los primeros trámites de fundación (10-18).  1 Cuenta una cifra (un resumen o muestra: cf. c. 27, 12 nota  33)... - Para lo que fue: en comparación de lo que fue la terrible  visión.  2 Se remite a las gracias místicas referidas en los cc. 23-31.  3 En mucho estrecho: en gran aprieto.  4 Estotro: es lo que va a referirse en contraposición al «esto» de  la última frase: «lo referido».   5 Incomportables: insoportables (cf. c. 5, 7 nota 14, pasaje al  que alude enseguida).  6 Los referidos en los cc. 30-31. - A continuación: no es todo  nada: todo es nada.  7 Tan sentible: tan de sentir (cf. Moradas 6, 1, 9 y 6, 11, 7).  8 No hay sentarse... no hay posibilidad de sentarse...   9 No es nada comparado con esta pena.  10 Con que ha casi seis años: haciendo ya casi seis años que  acaeció. - La Santa escribe a finales de 1565: la visión del  infierno data por tanto de la primera mitad de 1560.  11 Cómo se ha parecido: cómo se ha evidenciado... (cf. c. 35, 13;  36, 3; o bien, Fund. c. 2, 7).  12 Estos luteranos: bajo el apelativo de «luteranos» alude  globalmente a los protestantes (cf. Camino 1, 2; Fund. 3, 10;  Moradas 7, 5, 4.  13 Cf. un texto paralelo en las Moradas septimas, 1, 4.  14 Y (sin embargo) veo: «y» adversativa, como en otros casos.  15 Hoy diríamos: «de todo en todo»: totalmente.   16 Mi Regla: es la Regla de la Orden del Carmen, dada por el  patriarca de Jerusalen, San Alberto, a los ermitaños del Carmelo  hacia el año 1210. -Con la mayor perfección que (yo) pudiese:  alude probablemente al «voto de perfección» que ella hizo por esas  fechas (cf. BMC, t. 2, p. 128), aludido igualmente en pasajes  paralelos a este: Camino 1, 2; Rel. 1, 9; y Vida 36, 5.12.27.  17 Con bula de relajación: se refiere a la bula «Romani  Pontificis» de Eugenio IV (15.2.1432).  18 La casa: el monasterio de la Encarnación de Avila (cf. nn. 12- 13; y c. 33, 2). - Este inconveniente de salir: ya ha dicho que en  la Encarnación «no se prometía clausura» (c. 4, 5; 7, 3: cf. nota  13 del c. 4).  19 Mandábanmelo: lo referirá más adelante: c. 34 título.  20 Comunicaba con algunas: por esas fechas escribía el P. Pedro  Ibáñez en su «Dictamen»: «Es tan grande el aprovechamiento de su  alma con estas cosas y la buena edificación que da con su ejemplo,  que más de cuarenta monjas tratan en su casa (de la Encarnación)  de grande recogimiento» (BMC, t, 2, p. 131).  21 Estando con una persona, decirme a mí y a otras... - Se trata  por tanto de un grupito de interlocutoras, entre las que destaca  una principal. Conocemos el nombre de casi todas ellas. La  «persona», autora del dicho, fue María de Ocampo, hija de primos  de la Santa, que muy pronto se hizo carmelita en San Jose, con el  nombre de María Bautista. Casi todas las restantes componentes del  grupo eran parientes de la Madre Teresa, carmelitas las unas, y  seglares amigas las otras: todas ellas pasaban deliciosas veladas  espirituales en la celda de la Santa en la Encarnación. Tales  fueron: Beatriz de Cepeda, Leonor de Cepeda, María de Cepeda,  Isabel de S. Pablo, Ines de Tapia, Ana de Tapia, Juana Suárez (ya  conocida del lector), etc. María de San Jose, una de las grandes  escritoras discípulas de la Santa, refiere el episodio: «Estando  un día la Santa con ella (María de Ocampo) y otras religiosas de  la Encarnación comenzaron a discutir de vidas de Santos del Yermo,  y en este tiempo dijeron algunas de ellas que ya que no podían ir  al Yermo, que si hubiera un monasterio pequeño y de pocas monjas,  que allí se juntaran todas a hacer penitencia; y la dicha Madre  Teresa de Jesús les dijo que tratasen de reformarse y guardar la  Regla primitiva, que ella pediría a Dios les alumbrase lo que más  convenía, y que entonces dijo María Bautista a la dicha Madre:  Madre, haga un monasterio como decimos, que yo ayudare a V. R. con  mi legítima. Y estando en esta conversación, llegó la señora Doña  Guiomar de Ulloa, a la cual contó la dicha Madre Teresa de Jesús  el discurso que habían ella y aquellas muchachas sus parientes; y  la dicha Doña Guiomar de Ulloa dijo: Madre, yo tambien ayudare con  lo que pudiere a esta obra tan santa» (en Memorias Historiales,  letra R, n. 141). - Las Descalzas, cuya manera de vida propuso por  modelo María de Ocampo, son las llamadas Descalzas Reales de  Madrid, de origen aviles; fundadas en Avila por la princesa Doña  Juana, hermana de Felipe II, con un grupo de Franciscanas del  monasterio de esta ciudad y siguiendo la iniciativa de San Pedro  de Alcántara. La fundación pasó sucesivamente a Valladolid y  Madrid.   22 Mi compañera viuda: Doña Guiomar de Ulloa (cf. c. 30, 3; 24,  4), a quien en adelante designará con ese nombre (nn. 13, 15, 16).  23 Estaba en el monasterio de la Encarnación.   24 Las religiones: las órdenes religiosas.  24 Mi confesor: el P. Baltasar Alvarez.  26 Aquí: en esta palabra del Señor. - A continuación, la Santa  escribe «premio» por «apremio». Cf. 24, 1.  27 Su confesor, el P. Baltasar Alvarez. Se ha perdido ese  «escrito» de la Santa.  28 Mi prelado: el provincial carmelita, de que hablará enseguida:  «el P. fray Angel de Salazar», anotó Gracián en su ejemplar de  Vida. Había sucedido en el provincialato de Castilla al P.  Gregorio Fernández. Cuando esto escribe la Santa, ya ha estado en  el Capítulo General de la Orden (Roma 1564).   29 Admitiría la casa: (la fundación) bajo su jurisdicción.  30 No fuesen más de trece: las futuras religiosas del monasterio.  «Solas doce mujeres y la priora, que no han de ser más», escribirá  en el c. 36, n. 19. Y en el Camino: «En esta casa no son más de  trece ni lo han de ser» (c. 4, n. 7). Cf. Fundaciones c. 1, n, 1;  Modo de visitar, nn. 27-28 y cartas 16, 81, 210, 350, 386  (numeración de la B.M.C.). A pesar de ello, el 23 de diciembre de  1561 había escrito a su hermano Lorenzo de Cepeda: «ha de haber  sólo quince, sin poder crecer el número, con grandísimo  encerramiento». - Posteriormente la Santa cambió de parecer, y  elevó considerablemente el número de monjas de cada Carmelo.   31 No se hubo comenzado a saber..., cuando...: apenas se comenzó a  saber, cuando...  32 Reordenado: «que tenía por pasar mucha más persecución que las  que yo podía pensar.  33 No quiso admitir «la fundación» bajo su jurisdicción.   34 Cf. la deposición de Teresita de Cepeda en el Proceso de  beatificación de la Santa (Avila, 1610): BMC, t. 2, p. 333).  35 «El P. fray Pedro Ybáñez», anota el P. Gracián en su ejemplar.  - De el volverá a hablar la Santa, especialmente en los cc. 33, 5- 6; y 38, 12.13.32.   36 Pocos más (letrados) en su Orden.  37 La frase entre parentesis se halla tachada en el autógrafo.  Sólo recientemente hemos podido recuperar su lectura íntegra. Fue  omitida por fray Luis (p. 407).  38 Cf. c. 35, 4-6; c. 36, 23.  39 Francisco de Salcedo: cf. c. 23, 6-8.  40 Gaspar Daza: cf. c. 23, 6...  41 Se lo repetirá el Señor en el c. 33, 12.  CAPÍTULO 33  Procede en la misma materia de la fundación del glorioso San Jose.  ­ Dice cómo le mandaron que no entendiese (1) en ella y el tiempo  que lo dejó y algunos trabajos que tuvo, y cómo la consolaba en  ellos el Señor.  1. Pues estando los negocios en este estado y tan al punto de  acabarse que otro día se habían de hacer las escrituras, fue  cuando el Padre Provincial (2) nuestro mudó parecer. Creo fue  movido por ordenación divina, según despues ha parecido; porque  como las oraciones eran tantas, iba el Señor perfeccionando la  obra y ordenando que se hiciese de otra suerte. Como el no lo  quiso admitir (3), luego mi confesor me mandó no entendiese más en  ello, con que sabe el Señor los grandes trabajos y aflicciones que  hasta traerlo a aquel estado me había costado. Como se dejó y  quedó así, confirmóse más ser todo disparate de mujeres y a crecer  la murmuración sobre mí, con habermelo mandado hasta entonces mi  Provincial.  2. Estaba muy malquista en todo mi monasterio (4), porque quería  hacer monasterio más encerrado. Decían que las afrentaba, que allí  podía tambien servir a Dios, pues había otras mejores que yo; que  no tenía amor a la casa, que mejor era procurar renta para ella  que para otra parte. Unas decían que me echasen en la cárcel; (5)  otras, bien pocas, tornaban algo de mí. Yo bien veía que en muchas  cosas tenían razón, y algunas veces dábales descuento; (6) aunque,  como no había de decir lo principal, que era mandármelo el Señor,  no sabía que hacer, y así callaba otras. Hacíame Dios muy gran  merced que todo esto no me daba inquietud, sino con tanta  facilidad y contento lo deje como si no me hubiera costado nada. Y  esto no lo podía nadie creer, ni aun las mismas personas de  oración que me trataban, sino que pensaban estaba muy penada y  corrida, y aun mi mismo confesor no lo acababa de creer. Yo, como  me parecía había hecho todo lo que había podido, parecíame no era  más obligada para lo que me había mandado el Señor, y quedábame en  la casa (7), que yo estaba muy contenta y a mi placer. Aunque  jamás podía dejar de creer que había de hacerse, yo no veía ya  medio, ni sabía cómo ni cuándo, mas teníalo muy cierto.  3. Lo que mucho me fatigó fue una vez que mi confesor (8), como si  yo hubiera hecho cosa contra su voluntad (tambien debía el Señor  querer que de aquella parte que más me había de doler no me dejase  de venir trabajo), y así en esta multitud de persecuciones que a  mí me parecía había de venirme de el consuelo, me escribió que ya  vería que era todo sueño en lo que había sucedido, que me  enmendase de allí adelante en no querer salir con nada ni hablar  más en ello, pues veía el escándalo que había sucedido, y otras  cosas, todas para dar pena. Esto me la dio mayor que todo junto,  pareciendome si había sido yo ocasión y tenido culpa en que se  ofendiese, y que, si estas visiones eran ilusión, que toda la  oración que tenía era engaño, y que yo andaba muy engañada y  perdida.  Apretóme esto en tanto extremo, que estaba toda turbada y con  grandísima aflicción. Mas el Señor, que nunca me faltó, que en  todos estos trabajos que he contado hartas veces me consolaba y  esforzaba ­que no hay para que lo decir aquí­, me dijo entonces  que no me fatigase, que yo había mucho servido a Dios y no  ofendídole en aquel negocio; que hiciese lo que me mandaba el  confesor en callar por entonces, hasta que fuese tiempo de tornar  a ello. Quede tan consolada y contenta, que me parecía todo nada  la persecución que había sobre mí.   4. Aquí me enseñó el Señor el grandísimo bien que es pasar  trabajos y persecuciones por El (9), porque fue tanto el  acrecentamiento que vi en mi alma de amor de Dios y otras muchas  cosas, que yo me espantaba; y esto me hace no poder dejar de  desear trabajos. Y las otras personas pensaban que estaba muy  corrida, y sí estuviera si el Señor no me favoreciera en tanto  extremo con merced tan grande.  Entonces me comenzaron más grandes los ímpetus de amor de Dios que  tengo dicho (10) y mayores arrobamientos, aunque yo callaba y no  decía a nadie estas ganancias. El santo varón dominico (11) no  dejaba de tener por tan cierto como yo que se había de hacer; y  como yo no quería entender en ello por no ir contra la obediencia  de mi confesor, negociábalo el con mi compañera y escribían a Roma  y daban trazas (12).  5. Tambien comenzó aquí el demonio, de una persona en otra,  procurar (13) se entendiese que había yo visto alguna revelación  en este negocio, e iban a mí con mucho miedo a decirme que andaban  los tiempos recios (14) y que podría ser me levantasen algo y  fuesen a los inquisidores. A mí me cayó esto en gracia y me hizo  reír, porque en este caso jamás yo temí, que sabía bien de mí que  en cosa de la fe contra la menor ceremonia de la Iglesia que  alguien viese yo iba, por ella o por cualquier verdad de la  Sagrada Escritura me pondría yo a morir mil muertes. Y dije que de  eso no temiesen; que harto mal sería para mi alma, si en ella  hubiese cosa que fuese de suerte que yo temiese la Inquisición;  que si pensase había para que, yo me la iría a buscar; y que si  era levantado (15), que el Señor me libraría y quedaría con  ganancia.  Y tratelo con este Padre mío dominico que ­como digo­ (16) era tan  letrado que podía bien asegurar con lo que el me dijese, y díjele  entonces todas las visiones y modo de oración y las grandes  mercedes que me hacía el Señor, con la mayor claridad que pude, y  supliquele lo mirase muy bien, y me dijese si había algo contra la  Sagrada Escritura y lo que de todo sentía. El me aseguró mucho  (17) y, a mi parecer, le hizo provecho; porque aunque el era muy  bueno, de ahí adelante se dio mucho más a la oración y se apartó  en un monasterio de su Orden, adonde hay mucha soledad (18), para  mejor poder ejercitarse en esto adonde estuvo más de dos años, y  sacóle de allí la obediencia ­que sintió harto­ porque le hubieron  menester, como era persona tal.  6. Yo en parte sentí mucho cuando se fue ­aunque no se lo  estorbe­, por la gran falta que me hacía. Mas entendí su ganancia;  porque estando con harta pena de su ida, me dijo el Señor que me  consolase y no la tuviese, que bien guiado iba. Vino tan  aprovechada su alma de allí y tan adelante en aprovechamiento de  espíritu, que me dijo, cuando vino, que por ninguna cosa quisiera  haber dejado de ir allí. Y yo tambien podía decir lo mismo; porque  lo que antes me aseguraba y consolaba con solas sus letras, ya lo  hacía tambien con la experiencia de espíritu, que tenía harta de  cosas sobrenaturales (19). Y trájole Dios a tiempo que vio Su  Majestad había de ser menester para ayudar a su obra de este  monasterio que quería Su Majestad se hiciese.  7. Pues estuve en este silencio y no entendiendo ni hablando en  este negocio cinco o seis meses, y nunca el Señor me lo mandó  (20). Yo no entendía que era la causa, mas no se me podía quitar  del pensamiento que se había de hacer.  Al fin de este tiempo, habiendose ido de aquí el rector que estaba  en la Compañía de Jesús (21), trajo Su Majestad aquí otro muy  espiritual y de gran ánimo y entendimiento y buenas letras, a  tiempo que yo estaba con harta necesidad; porque, como el que me  confesaba tenía superior y ellos tienen esta virtud en extremo de  no se bullir sino conforme a la voluntad de su mayor (22), aunque  el entendía bien mi espíritu y tenía deseo de que fuese muy  adelante, no se osaba en algunas cosas determinar, por hartas  causas que para ello tenía. Y ya mi espíritu iba con ímpetus tan  grandes, que sentía mucho tenerle atado y, con todo, no salía de  lo que me mandaba.  8. Estando un día con gran aflicción de parecerme el confesor no  me creía, díjome el Señor que no me fatigase, que presto se  acabaría aquella pena. Yo me alegre mucho pensando que era que me  había de morir presto, y traía mucho contento cuando se me  acordaba. Despues vi claro era la venida de este rector que digo;  porque aquella pena nunca más se ofreció en que la tener, a causa  de que el rector que vino no iba a la mano al ministro que era mi  confesor, antes le decía que me consolase y que no había de que  temer y que no me llevase por camino tan apretado, que dejase  obrar el espíritu del Señor, que a veces parecía con estos grandes  ímpetus de espíritu no le quedaba al alma cómo resolgar.   9. Fueme a ver este rector (23), y mandóme el confesor tratase con  el con toda libertad y claridad. Yo solía sentir grandísima  contradicción (24) en decirlo. Y es así que, en entrando en el  confesonario, sentí en mi espíritu un no se que, que antes ni  despues no me acuerdo haberlo (25) con nadie sentido, ni yo sabre  decir cómo fue, ni por comparaciones podría. Porque fue un gozo  espiritual y un entender mi alma que aquella alma la había de  entender y que conformaba con ella, aunque ­como digo­ no entiendo  cómo; porque si le hubiera hablado o me hubieran dado grandes  nuevas de el, no era mucho darme gozo en entender que había de  entenderme; mas ninguna palabra el a mí ni yo a el nos habíamos  hablado, ni era persona de quien yo tenía antes ninguna noticia.  Despues he visto bien que no se engañó mi espíritu, porque de  todas maneras ha hecho gran provecho a mí y a mi alma tratarle.  Porque su trato es mucho para personas que ya parece el Señor  tiene ya muy adelante, porque el las hace correr y no ir paso a  paso; y su modo es para desasirlas de todo y mortificarlas, que en  esto le dio el Señor grandísimo talento tambien como en otras  muchas cosas.  10. Como le comence a tratar, luego entendí su estilo y vi ser un  alma pura, santa y con don particular del Señor para conocer  espíritus. Consoleme mucho. Desde a poco que le trataba (26),  comenzó el Señor a tornarme a apretar que tornase a tratar el  negocio del monasterio y que dijese a mi confesor (27) y a este  rector muchas razones y cosas para que no me lo estorbasen; y  algunas los hacía temer, porque este padre rector nunca dudó en  que era espíritu de Dios, porque con mucho estudio y cuidado  miraba todos los efectos. En fin de muchas cosas, no se osaron  atrever a estorbármelo (28).  11. Tornó mi confesor a darme licencia que pusiese en ello todo lo  que pudiese. Yo bien veía al trabajo que me ponía, por ser muy  sola y tener poquísima posibilidad. Concertamos se tratase con  todo secreto, y así procure que una hermana mía (29) que vivía  fuera de aquí comprase la casa y la labrase como que era para sí,  con dineros que el Señor dio por algunas vías para comprarla, que  sería largo de contar cómo el Señor lo fue proveyendo; porque yo  traía gran cuenta de no hacer cosa contra obediencia; mas sabía  que, si lo decía a mis prelados, era todo perdido, como la vez  pasada (30), y aun ya fuera peor.  En tener los dineros, en procurarlo, en concertarlo y hacerlo  labrar, pase tantos trabajos y algunos bien a solas, aunque mi  compañera (31) hacía lo que podía, mas podía poco, y tan poco que  era casi nonada, más de hacerse en su nombre y con su favor, y  todo el más trabajo era mío, de tantas maneras, que ahora me  espanto cómo lo pude sufrir. Algunas veces afligida decía: «Señor  mío, ¿cómo me mandáis cosas que parecen imposibles? que, aunque  fuera mujer, ¡si tuviera libertad...!; mas atada por tantas  partes, sin dineros ni de dónde los tener, ni para Breve (32), ni  para nada, ¿que puedo yo hacer, Señor?».  12. Una vez estando en una necesidad que no sabía que me hacer ni  con que pagar unos oficiales, me apareció San Jose, mi verdadero  padre y señor, y me dio a entender que no me faltarían, que los  concertase. Y así lo hice sin ninguna blanca (33), y el Señor, por  maneras que se espantaban los que lo oían, me proveyó (34).   Hacíaseme la casa muy chica, porque lo era tanto, que no parece  llevaba camino ser monasterio, y quería comprar otra (ni había con  que, ni había manera para comprarse, ni sabía que me hacer) que  estaba junto a ella, tambien harto pequeña, para hacer la iglesia;  y acabando un día de comulgar, díjome el Señor: Ya te he dicho que  entres como pudieres (35). Y a manera de exclamación tambien me  dijo: ¡Oh codicia del genero humano, que aun tierra piensas que te  ha de faltar! ¡Cuántas veces dormí yo al sereno por no tener  adonde me meter! (36).  Yo quede muy espantada y vi que tenía razón. Y voy a la casita y  tracela y halle, aunque bien pequeño, monasterio cabal, y no cure  (37) de comprar más sitio, sino procure se labrase en ella de  manera que se pueda vivir, todo tosco y sin labrar (38), no más de  como no fuese dañoso a la salud, y así se ha de hacer siempre.  13. El día de Santa Clara (39), yendo a comulgar, se me apareció  con mucha hermosura. Díjome que me esforzase y fuese adelante en  lo comenzado, que ella me ayudaría. Yo la tome gran devoción, y ha  salido tan verdad, que un monasterio de monjas de su Orden que  está cerca de este (40), nos ayuda a sustentar; y lo que ha sido  más, que poco a poco trajo este deseo mío a tanta perfección, que  en la pobreza que la bienaventurada Santa tenía en su casa, se  tiene en esta, y vivimos de limosna; que no me ha costado poco  trabajo que sea con toda firmeza y autoridad del Padre Santo que  no se pueda hacer otra cosa, ni jamás haya renta (41). Y más hace  el Señor, y debe por ventura ser por ruegos de esta bendita Santa,  que sin demanda ninguna nos provee Su Majestad muy cumplidamente  lo necesario. Sea bendito por todo, amen.  14. Estando en estos mismos días, el de nuestra Señora de la  Asunción, en un monasterio de la Orden del glorioso Santo Domingo  (42), estaba considerando los muchos pecados que en tiempos  pasados había en aquella casa confesado y cosas de mi ruin vida.  Vínome un arrobamiento tan grande, que casi me sacó de mí.  Senteme, y aun pareceme que no pude ver alzar ni oír misa, que  despues quede con escrúpulo de esto. Parecióme, estando así, que  me veía vestir una ropa de mucha blancura y claridad, y al  principio no veía quien me la vestía. Despues vi a nuestra Señora  hacia el lado derecho y a mi padre San Jose al izquierdo, que me  vestían aquella ropa. Dióseme a entender que estaba ya limpia de  mis pecados. Acabada de vestir, y yo con grandísimo deleite y  gloria, luego me pareció asirme de las manos nuestra Señora:  díjome que la daba mucho contento en servir al glorioso San Jose,  que creyese que lo que pretendía del monasterio se haría y en el  se serviría mucho el Señor y ellos dos; que no temiese habría  quiebra en esto jamás, aunque la obediencia que daba no fuese a mi  gusto (43), porque ellos nos guardarían, y que ya su Hijo nos  había prometido andar con nosotras; (44) que para señal que sería  esto verdad me daba aquella joya.  Parecíame haberme echado al cuello un collar de oro muy hermoso,  asida una cruz a el de mucho valor. Este oro y piedras es tan  diferente de lo de acá, que no tiene comparación; porque es su  hermosura muy diferente de lo que podemos acá imaginar, que no  alcanza el entendimiento a entender de que era la ropa ni cómo  imaginar el blanco que el Señor quiere que se represente, que  parece todo lo de acá como un dibujo de tizne, a manera de decir.  15. Era grandísima la hermosura que vi en nuestra Señora, aunque  por figuras no determine ninguna particular, sino toda junta la  hechura del rostro, vestida de blanco con grandísimo resplandor,  no que deslumbra, sino suave. Al glorioso San Jose no vi tan  claro, aunque bien vi que estaba allí, como las visiones que he  dicho que no se ven (45). Parecíame nuestra Señora muy niña (46).  Estando así conmigo un poco, y yo con grandísima gloria y  contento, más a mi parecer que nunca le había tenido y nunca  quisiera quitarme de el, parecióme que los veía subir al cielo con  mucha multitud de ángeles. Yo quede con mucha soledad, aunque tan  consolada y elevada y recogida en oración y enternecida, que  estuve algún espacio que menearme ni hablar no podía, sino casi  fuera de mí. Quede con un ímpetu grande de deshacerme por Dios y  con tales efectos, y todo pasó de suerte que nunca pude dudar,  aunque mucho lo procurase, no ser cosa de Dios (47). Dejóme  consoladísima y con mucha paz.  16. En lo que dijo la Reina de los Angeles de la obediencia (48),  es que a mí se me hacía de mal no darla a la Orden, y habíame  dicho el Señor que no convenía dársela a ellos. Diome las causas  para que en ninguna manera convenía lo hiciese, sino que enviase a  Roma por cierta vía, que tambien me dijo, que El haría viniese  recado por allí. Y así fue, que se envió por donde el Señor me  dijo ­que nunca acabábamos de negociarlo­ y vino muy bien. Y para  las cosas que despues han sucedido, convino mucho se diese la  obediencia al Obispo (49). Mas entonces no le conocía yo, ni aun  sabía que prelado sería, y quiso el Señor fuese tan bueno y  favoreciese tanto esta casa, como ha sido menester para la gran  contradicción que ha habido en ella ­como despues dire­ (50) y  para ponerla en el estado que está. Bendito sea El que así lo ha  hecho todo, amen.  NOTAS CAPÍTULO 33  1 Entender en: es «ocuparse de». Giro que se repetirá en este  capítulo.   2 Provincial nuestro: el P. Angel de Salazar, provincial de los  carmelitas de Castilla.  3 Admitir: en sentido jurídico: aceptar bajo su jurisdicción,  «admitir en la Orden». Cf. 32, 13.15.  4 Mi monasterio: de la Encarnación.   5 Cárcel conventual: celdilla separada, que todavía hoy existe en  el monasterio de la Encarnación. - Tornaban por mí.  6 Dábales descuento: dar cuenta o explicaciones en abono de la  propia conducta.  7 La casa: el monasterio de la Encarnación.  8 Mi confesor: el P. Baltasar Alvarez. El sentido de la frase  principal es: me fatigó que una vez mi confesor... me escribió que  ya vería que era todo sueño...»   9 Es un eco de la bienaventuranza evangelica: Mt 5, 10.  10 Los ímpetus de que habló en el c. 29, 9 y ss.  11 P. Pedro Ibáñez (cf. c. 32, 16).  12 Daban trazas: tramitaban, buscaban medios (cf. 32, 10).   13 Comenzó... «a» procurar. Como otras veces, la Santa simplifica  la grafía (=haplografía).   14 Andaban los tiempos recios: En verdad lo eran. Apenas un par de  años antes (1559) se había iniciado el proceso contra el Arzobispo  de Toledo, Bartolome Carranza, y ese mismo año se celebró en  Valladolid el auto de Antonio Cazalla, y se publicó en esta ciudad  el famoso Indice de Valdes.   15 Si era levantado: si era calumnia.   16 Ponderó ya sus «letras» en el c. 32, 16.  17 Me aseguró mucho: me dio seguridad. Fue entonces cuando  escribió su precioso Dictamen en 33 puntos a favor de la M. Teresa  (cf. BMC, t. 2, pp. 130-132).  18 Se retiró al convento de Trianos (León), donde moriría el 2 de  febrero de 1565 (cf. c. 38, 13).  19 De sus gracias místicas («sobrenaturales») hablará la santa en  el mismo c. 38, 12.13.32.  20 Es decir, no volvió a mandarme «negociarlo».   21 El rector cesante era el P. Dionisio Vázquez. El que le  sucedió, «muy espiritual», Gaspar de Salazar. - «El Rector que  salió de Avila fue el P. Dionisio Vázquez, confesor de S.  Francisco de Borja y famoso en la Compañía por sus intrigas con  Felipe II, la Inquisición y la Santa Sede para sustraer las casas  de España de la jurisdicción del General de Roma. Le sustituyó en  el oficio del P. Gaspar de Salazar en abril de 1561. Por ciertas  desaveniencias que surgieron entre el Colegio de San Gil y el  Obispo de Avila, D. Alvaro de Mendoza, el Visitador, P. Nadal,  juzgó oportuno, cuando pasó por Avila a principios de 1562, quitar  de Rector al P. Salazar. - Cuando Santa Teresa regresó de su viaje  a Toledo, ya no le halló en el oficio. El poco tiempo que el P.  Salazar estuvo en Avila bastó para que la Santa le cobrase cariño.  De el hace honorífica mención en varias de sus cartas. Despues de  haber desempeñado el cargo de Rector en el Colegio de Madrid y  otros de la Compañía, murió santamente en Alcalá el 25 de  septiembre de 1593» (P. Silverio). - El nuevo Rector llegó a Avila  el 9 de abril de 1561. Sobre la actitud del predecesor, P.  Dionisio Vázquez, frente a la Santa, vease RIBERA, Vida de Santa  Teresa, L. I, c. 14.  22 Su mayor: el superior de San Gil.  23 El rector: Gaspar de Salazar. - El confesor: «el P. Baltasar  Alvarez», anota Gracián en su ejemplar.   24 Contradicción: contrariedad interior.  25 Haberlo: por lapsus de pluma al pasar la página escribió  «halo». Fray Luis leyó «haberlo» (p. 416).  26 Desde a poco: poco despues...   27 Mi confesor: P. Baltasar; y a este rector: Gaspar de Salazar.   28 RIBERA en su Vida de la Santa nos proporciona un dato que  ilustra este pasaje: «Vino el Ministro (el P. Baltasar) a entender  la voluntad de Dios de esta manera: Dijo un día N. Señor a la M.  Teresa de Jesús: «Di a tu confesor que tenga mañana su meditación  sobre este verso: ¡quam magnificata sunt opera tua, Domine!; nimis  profundae factae sunt cogitationes tuae», que son palabras del  salmo 91 y quieren decir: «¡Cuán engrandecidas son, Señor,  vuestras obras, muy hondos son vuestros pensamientos». Escribióle  luego un billete que contenía lo que el Señor la había dicho. El  lo hizo así, y... tan claramente vio por aquello lo que Dios  quería, meditando en aquel verso, y que por medio de una mujer  había de mostrar sus maravillas, que luego la dijo que no había de  dudar más, sino que volviese a tratar de veras de la fundación del  monasterio. Esto se yo de un Padre de la Compañía, digno de toda  fe, a quien aquella misma tarde el P. Baltasar mostró el billete  que la Madre le había enviado» (Vida de Santa Teresa, L. I, c.  14).  29 Una hermana mía: Juana de Ahumada, que residía en Alba de  Tormes con su esposo Juan de Ovalle.  30 Alude al momento en que el P. Angel de Salazar «mudó de parecer  y no quiso admitir la fundación»: cf. c. 32, 15.   31 Mi compañera: doña Guiomar de Ulloa (Cf. c. 32 nota 22).  32 Breve pontificio que había solicitado de Roma.   33 Sin ninguna blanca: como nuestro «sin un centimo»... «Blanca»  era una antigua moneda de vellón, que en tiempo de la Santa era  considerada como el prototipo de la moneda sin valor alguno (cf.  Fund. 3, 2).  34 La ayuda providencial le llegó de Quito, enviada por su hermano  Lorenzo de Cepeda en manos de Antonio Morán y otros indianos (cf.  la carta de la Santa a Lorenzo: 23.12.1561, que fija la fecha de  este suceso). - Lorenzo era hermano menor de la Santa. Había  embarcado para America en 1540. Despues de la batalla de Iñaquito  se estableció en Quito, donde casó con Juana Fuentes y Espinosa, y  ocupó en la ciudad puestos de alta responsabilidad: tesorero,  regidor del cabildo, y alcalde. Regresará de America, viudo y con  tres hijos, en 1575. Murió en La Serna (Avila) el 26.6.1580.  35 Lo ha referido ella en el c. 32, 18.  36 Alusión al pasaje evangelico: «Las zorras tienen madrigueras y  los pájaros nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar  la cabeza» (Lc 9, 58).   37 No cure: sinónimo de «procure» (en la frase siguiente).  38 Sin hablar: sin pulir o refinar (cf. Const. 32), si bien en el  n. anterior el mismo termino tiene acepción más amplia.  39 El día de Santa Clara: 12 de agosto de 1561.   40 Era el convento de clarisas, cercano al de San Jose. Se lo  llamaba comúnmente de «Las Gordillas», por alusión a la primera  residencia que ocupó.  41 Efectivamente le había costado nada menos que tres documentos  pontificios consecutivos: 1º un Breve de 7/2/1562 dirigido a Doña  Aldonza de Guzmán y Doña Guiomar de Ulloa, que no contenía  concesiones en materia de pobreza absoluta. 2º un rescrito de la  Sagrada Penitenciaria de 5/12/1562, facultando al monasterio para  vivir sin rentas; y el 3º una Bula de 17/7/1565 dando carácter  definitivo al documento anterior.  42 Fue el 15 de octubre de 1561, en la capilla del santo Cristo de  Santo Tomás de Avila.  43 Cf. más adelante el n. 16. «Dar la obediencia», equivalía a  estar bajo la jurisdicción religiosa de...  44 Alude a lo referido en el c. 32, 11: «que Cristo andaría con  nosotras»  45 Las visiones que he dicho que no se ven: Cf. c. 27, n. 2  (visiones intelectuales).  46 Muy niña: muy joven (como en el c. 31, 23).  47 Nunca pude dudar... no ser cosa de Dios: el «no» es redundante.  48 Al rehusar el Provincial, Angel de Salazar, aceptar la  fundación bajo su obediencia, la Santa puso la casa bajo la  jurisdicción del Obispo de Avila. Más adelante, en momentos muy  críticos, ella misma pasó la casa a la obediencia de la Orden  (Fund. c. 31).  49 Obispo de Avila: «Don Alvaro de Mendoza», anota Gracián en su  ejemplar. Cf. c. 36, 2. D. Alvaro será en lo sucesivo amigo  incondicional de la Madre Teresa.  50 En el c. 36, 15 y ss.   CAPÍTULO 34  Trata cómo en este tiempo convino que se ausentase de este lugar.  ­ Dice la causa y cómo la mandó ir su prelado para consuelo de una  señora muy principal que estaba muy afligida. ­ Comienza a tratar  lo que allá le sucedió y la gran merced que el Señor la hizo de  ser medio para que Su Majestad despertase a una persona muy  principal para servirle muy de veras, y que ella tuviese favor y  amparo despues en el. ­ Es mucho de notar.   1. Pues por mucho cuidado que yo traía para que no se entendiese,  no podía hacerse tan secreto toda esta obra, que no se entendiese  mucho en algunas personas. Unas lo creían y otras no. Yo temía  harto que, venido el Provincial, si algo le dijesen de ello, me  había de mandar no entender en ello (1), y luego era todo cesado.  Proveyólo el Señor de esta manera: que se ofreció en un lugar  grande (2), más de veinte leguas de este, que estaba una señora  muy afligida a causa de habersele muerto su marido. Estábalo en  tanto extremo, que se temía su salud (3). Tuvo noticia de esta  pecadorcilla, que lo ordenó el Señor así, que la dijesen bien de  mí para otros bienes que de aquí sucedieron. Conocía esta señora  mucho al Provincial (4), y como era persona principal y supo que  yo estaba en monasterio que salían (5), pónele el Señor tan gran  deseo de verme, pareciendole que se consolaría conmigo, que no  debía ser en su mano, sino luego procuró, por todas las vías que  pudo, llevarme allá, enviando al Provincial (6), que estaba bien  lejos. El me envió un mandamiento, con precepto de obediencia, que  luego fuese con otra compañera. Yo lo supe la noche de Navidad  (7).  2. Hízome algún alboroto y mucha pena ver que, por pensar que  había en mí algún bien, me quería llevar, que, como yo me veía tan  ruin no podía sufrir esto. Encomendándome mucho a Dios, estuve  todos los maitines, o gran parte de ellos, en gran arrobamiento.  Díjome el Señor que no dejase de ir y que no escuchase pareceres,  porque pocos me aconsejarían sin temeridad; que, aunque tuviese  trabajos, se serviría mucho Dios, y que para este negocio del  monasterio convenía ausentarme hasta ser venido el Breve; (8)  porque el demonio tenía armada una gran trama, venido el  Provincial; que no temiese de nada, que El me ayudaría allá.  Yo quede muy esforzada y consolada. Díjelo al rector (9). Díjome  que en ninguna manera dejase de ir, porque otros me decían que no  se sufría, que era invención del demonio para que allá me viniese  algún mal: que tornase a enviar al Provincial.  3. Yo obedecí al rector, y con lo que en la oración había  entendido iba sin miedo aunque no sin grandísima confusión de ver  el título con que me llevaban y cómo se engañaban tanto. Esto me  hacía importunar más al Señor para que no me dejase. Consolábame  mucho que había casa de la Compañía de Jesús en aquel lugar adonde  iba (10) y, con estar sujeta a lo que me mandasen, como lo estaba  acá, me parecía estaría con alguna seguridad.  Fue el Señor servido que aquella señora se consoló tanto, que  conocida mejoría comenzó luego a tener y cada día más se hallaba  consolada. Túvose a mucho, porque ­como he dicho­ (11) la pena la  tenía en gran aprieto; y debíalo de hacer el Señor por las muchas  oraciones que hacían por mí las personas buenas que yo conocía  porque me sucediese bien. Era muy temerosa de Dios y tan buena,  que su mucha cristiandad suplió lo que a mí me faltaba. Tomó  grande amor conmigo. Yo se le tenía harto de ver su bondad, mas  casi todo me era cruz; porque los regalos me daban gran tormento y  el hacer tanto caso de mí me traía con gran temor. Andaba mi alma  tan encogida, que no me osaba descuidar, ni se descuidaba el  Señor. Porque estando allí me hizo grandísimas mercedes, y estas  me daban tanta libertad y tanto me hacían menospreciar todo lo que  veía ­y mientras más eran, más­, que no dejaba de tratar con  aquellas tan señoras, que muy a mi honra pudiera yo servirlas, con  la libertad que si yo fuera su igual.  4. Saque una ganancia muy grande, y decíaselo. Vi que era mujer y  tan sujeta a pasiones y flaquezas como yo, y en lo poco que se ha  de tener el señorío, y cómo, mientras es mayor, tienen más  cuidados y trabajos, y un cuidado de tener la compostura conforme  a su estado, que no las deja vivir; comer sin tiempo ni concierto,  porque ha de andar todo conforme al estado (12) y no a las  complexiones. Han de comer muchas veces los manjares más conformes  a su estado que no a su gusto.  Es así que de todo aborrecí el desear ser señora. ­ ¡Dios me libre  de mala compostura!­, aunque esta, con ser de las principales del  reino, creo hay pocas más humildes, y de mucha llaneza. Yo la  había lástima, y se la he, de ver cómo va muchas veces no conforme  a su inclinación por cumplir con su estado. Pues con los criados  es poco lo poco que hay que fiar, aunque ella los tenía buenos. No  se ha de hablar más con uno que con otro, sino al que se favorece  ha de ser el malquisto.  Ello es una sujeción, que una de las mentiras que dice el mundo es  llamar señores a las personas semejantes, que no me parece son  sino esclavos de mil cosas.  5. Fue el Señor servido (13) que el tiempo que estuve en aquella  casa se mejoraban en servir a Su Majestad las personas de ella,  aunque no estuve libre de trabajos y algunas envidias que tenían  algunas personas del mucho amor que aquella señora me tenía.  Debían por ventura pensar que pretendía algún interes. Debía  permitir el Señor me diesen algunos trabajos cosas semejantes y  otras de otras suertes, porque no me embebiese en el regalo que  había por otra parte, y fue servido sacarme de todo con mejoría de  mi alma.  6. Estando allí acertó a venir un religioso, persona muy principal  y con quien yo, muchos años había, había tratado algunas veces  (14). Y estando en misa en un monasterio de su Orden que estaba  cerca de donde yo estaba, diome deseo de saber en que disposición  estaba aquella alma, que deseaba yo fuese muy siervo de Dios, y  levanteme para irle a hablar. Como yo estaba recogida ya en  oración, parecióme despues era perder tiempo, que quien me metía a  mí en aquello, y torneme a sentar. Pareceme que fueron tres veces  (15) las que esto me acaeció y, en fin, pudo más el ángel bueno  que el malo, y fuile a llamar y vino a hablarme a un confesonario.  Comencele a preguntar y el a mí ­porque había muchos años que no  nos habíamos visto­ (16) de nuestras vidas. Yo le comence a decir  que había sido la mía de muchos trabajos de alma. Puso muy mucho  en que le dijese que eran los trabajos. Yo le dije que no eran  para saber ni para que yo los dijese. El dijo que, pues lo sabía  el padre dominico que he dicho ­que era muy su amigo­ (17), que  luego se los diría y que no se me diese nada.  7. El caso es que ni fue en su mano dejarme de importunar ni en la  mía, me parece, dejárselo de decir. Porque con toda la pesadumbre  y vergüenza que solía tener cuando trataba estas cosas, con el y  con el rector que he dicho (18) no tuve ninguna pena, antes me  console mucho. Díjeselo debajo de confesión (19).  Parecióme más avisado que nunca, aunque siempre le tenía por de  gran entendimiento. Mire los grandes talentos y partes que tenía  para aprovechar mucho, si del todo se diese a Dios. Porque esto  tengo yo de unos años acá, que no veo persona que mucho me  contente, que luego querría verla del todo dar a Dios, con unas  ansias que algunas veces no me puedo valer. Y aunque deseo que  todos le sirvan, estas personas que me contentan es con muy gran  ímpetu, y así importuno mucho al Señor por ellas. Con el religioso  que digo, me acaeció así.  8. Rogóme le encomendase mucho a Dios, y no había menester  decírmelo, que ya yo estaba de suerte que no pudiera hacer otra  cosa. Y voyme adonde solía a solas tener oración, y comienzo a  tratar con el Señor, estando muy recogida, con un estilo abobado  que muchas veces, sin saber lo que digo, trato; que el amor es el  que habla, y está el alma tan enajenada, que no miro la diferencia  que haya de ella a Dios. Porque el amor que conoce que la tiene Su  Majestad, la olvida de sí y le parece está en El y, como una cosa  propia sin división (20), habla desatinos. Acuerdome que le dije  esto, despues de pedirle con hartas lágrimas aquella alma pusiese  en su servicio muy de veras, que aunque yo le tenía por bueno, no  me contentaba, que le quería muy bueno, y así le dije: «Señor, no  me habeis de negar esta merced; mirad que es bueno este sujeto  para nuestro amigo».  9. ¡Oh bondad y humanidad grande de Dios, cómo no mira las  palabras, sino los deseos y voluntad con que se dicen! ¡Cómo sufre  que una como yo hable a Su Majestad tan atrevidamente! Sea bendito  por siempre jamás.  10. Acuerdome que me dio en aquellas horas de oración aquella  noche un afligimiento grande de pensar si estaba en enemistad de  Dios. Y como no podía yo saber si estaba en gracia o no (no para  que yo lo desease saber, mas deseábame morir por no me ver en vida  adonde no estaba segura si estaba muerta, porque no podía haber  muerte más recia para mí que pensar si tenía ofendido a Dios) y  apretábame esta pena; suplicábale no lo permitiese, toda regalada  (21) y derretida en lágrimas. Entonces entendí que bien me podía  consolar y estar cierta que estaba en gracia; (22) porque  semejante amor de Dios y hacer Su Majestad aquellas mercedes y  sentimientos que daba al alma, que no se compadecía (23) hacerse a  alma que estuviese en pecado mortal.  Quede confiada que había de hacer el Señor lo que le suplicaba de  esta persona. Díjome que le dijese unas palabras. Esto sentí yo  mucho, porque no sabía cómo las decir, que esto de dar recado a  tercera persona;­ como he dicho,­ (24) es lo que más siento  siempre, en especial a quien no sabía cómo lo tomaría, o si  burlaría de mí. Púsome en mucha congoja. En fin, fui tan  persuadida, que, a mi parecer, prometí a Dios no dejárselas de  decir y, por la gran vergüenza que había, las escribí y se las di.  11. Bien pareció ser cosa de Dios en la operación que le hicieron  (25). Determinóse muy de veras de darse a oración, aunque no lo  hizo desde luego. El Señor, como le quería para Sí, por mi medio  le enviaba a decir unas verdades, que, sin entenderlo yo, iban tan  a su propósito que el se espantaba, y el Señor que debía  disponerle para creer que era Su Majestad. Yo, aunque miserable,  era mucho lo que suplicaba al Señor muy del todo lo tornase a Sí y  le hiciese aborrecer los contentos y cosas de la vida. Y así ­¡sea  alabado por siempre!­ lo hizo tan de hecho, que cada vez que me  habla me tiene como embobada; y si yo no lo hubiera visto, lo  tuviera por dudoso en tan breve tiempo hacerle tan crecidas  mercedes y tenerle tan ocupado en Sí, que no parece vive ya para  cosa de la tierra.  Su Majestad le tenga de su mano, que si así va adelante (lo que  espero en el Señor sí hará, por ir muy fundado en conocerse), será  uno de los muy señalados siervos suyos y para gran provecho de  muchas almas; porque en cosas de espíritu en poco tiempo tiene  mucha experiencia, que estos son dones que da Dios cuando quiere y  como quiere (26), y ni va en el tiempo ni en los servicios. No  digo que no hace esto mucho, mas que muchas veces no da el Señor  en veinte años la contemplación que a otros da en uno. Su Majestad  sabe la causa.  Y es el engaño, que nos parece por los años hemos de entender lo  que en ninguna manera se puede alcanzar sin experiencia. Y así  yerran muchos ­como he dicho­ (27) en querer conocer espíritus sin  tenerle (28). No digo que quien no tuviere espíritu, si es  letrado, no gobierne a quien le tiene; mas entiendese en lo  exterior e interior que va conforme a vía natural por obra del  entendimiento, y en lo sobrenatural que mire (29) vaya conforme a  la Sagrada Escritura. En lo demás no se mate, ni piense entender  lo que no entiende, ni ahogue los espíritus (30), que ya, cuanto  en aquello, otro mayor Señor los gobierna, que no están sin  superior.  12. No se espante ni le parezcan cosas imposibles ­todo es posible  al Señor­, sino procure esforzar la fe y humillarse de que hace el  Señor en esta ciencia a una vejecita más sabia, por ventura, que a  el aunque sea muy letrado; y con esta humildad aprovechará más a  las almas y a sí que por hacerse contemplativo sin serlo. Porque  torno a decir que si no tiene experiencia, si no tiene muy mucha  humildad en entender que no lo entiende y que no por eso es  imposible, que ganará poco y dará a ganar menos a quien trata. No  haya miedo, si tiene humildad, permita el Señor que se engañe el  uno ni el otro.  13. Pues a este Padre que digo (31), como en muchas cosas se la ha  dado el Señor, ha procurado estudiar todo lo que por estudio ha  podido en este caso ­que es buen letrado­ y lo que no entiende por  experiencia infórmase de quien la tiene, y con esto ayúdale el  Señor con darle mucha fe, y así ha aprovechado mucho a sí y a  algunas ánimas, y la mía es una de ellas; que como el Señor sabía  en los trabajos que me había de ver, parece proveyó Su Majestad  que, pues había de llevar consigo a algunos que me gobernaban  (32), quedasen otros que me han ayudado a hartos trabajos y hecho  gran bien. Hale mudado el Señor casi del todo, de manera que casi  el no se conoce ­a manera de decir­ y dado fuerzas corporales para  penitencia (que antes no tenía, sino enfermo), y animoso para todo  lo que es bueno y otras cosas, que se parece bien ser muy  particular llamamiento del Señor. Sea bendito por siempre.  14. Creo todo el bien le viene de las mercedes que el Señor le ha  hecho en la oración, porque no son postizos (33). Porque ya en  algunas cosas ha querido el Señor sea ya experimentado, porque  sale de ellas como quien tiene ya conocida la verdad del merito  que se gana en sufrir persecuciones. Espero en la grandeza del  Señor ha de venir mucho bien a algunos de su Orden por el, y a  ella misma (34). Ya se comienza esto a entender. He visto grandes  visiones, y díchome el Señor algunas cosas de el y del rector de  la Compañía de Jesús que tengo dicho (35), de grande admiración, y  de otros dos religiosos de la Orden de Santo Domingo, en especial  de uno (36), que tambien ha dado ya a entender el Señor por obra  en su aprovechamiento algunas cosas que antes yo había entendido  de el. Mas de quien ahora hablo han sido muchas.   15. Una cosa quiero decir ahora aquí. Estaba yo una vez con el en  un locutorio, y era tanto el amor que mi alma y espíritu entendía  que ardía en el suyo, que me tenía a mí casi absorta; porque  consideraba las grandezas de Dios en cuán poco tiempo había subido  un alma a tan gran estado. Hacíame gran confusión, porque le veía  con tanta humildad escuchar lo que yo le decía en algunas cosas de  oración, como yo tenía poca (37) de tratar así con persona  semejante. Debíamelo sufrir el Señor, por el gran deseo que yo  tenía de verle muy adelante. Hacíame tanto provecho estar con el,  que parece dejaba a mi ánima puesto nuevo fuego para desear servir  al Señor de principio.  ¡Oh Jesús mío, que hace un alma abrasada en vuestro amor! ¡Cómo la  habíamos de estimar en mucho y suplicar al Señor la dejase en esta  vida! Quien tiene el mismo amor, tras estas almas se había de  andar si pudiese.  16. Gran cosa es un enfermo hallar otro herido de aquel mal. Mucho  se consuela de ver que no es solo. Mucho se ayudan a padecer y aun  a merecer. Excelentes espaldas se hacen ya gente determinada a  arriscar (38) mil vidas por Dios y desean que se les ofrezca en  que perderlas. Son como soldados que, por ganar el despojo y  hacerse con el ricos, desean que haya guerra (39). Tienen  entendido no lo pueden ser sino por aquí. Es este su oficio, el  trabajar. ¡Oh, gran cosa es adonde el Señor da esta luz de  entender lo mucho que se gana en padecer por El! No se entiende  esto bien hasta que se deja todo, porque quien en ello se está,  señal es que lo tiene en algo; pues si lo tiene en algo, forzado  le ha de pesar de dejarlo, y ya va imperfecto todo y perdido. Bien  viene aquí, que es perdido quien tras perdido anda (40). ¿Y que  más perdición, y que más ceguedad, que más desventura que tener en  mucho lo que no es nada?  17. Pues, tornando a lo que decía (41), estando yo en grandísimo  gozo mirando aquel alma, que me parece quería el Señor viese claro  los tesoros que había puesto en ella, y viendo la merced que me  había hecho en que fuese por medio mío ­hallándome indigna de  ella­, en mucho más tenía yo las mercedes que el Señor le había  hecho y más a mi cuenta las tomaba que si fuera a mí y alababa  mucho al Señor de ver que Su Majestad iba cumpliendo mis deseos y  había oído mi oración, que era despertase el Señor personas  semejantes.  Estando ya mi alma que no podía sufrir en sí tanto gozo, salió de  sí y perdióse para más ganar (42). Perdió las consideraciones, y  de oír aquella lengua divina en quien parece hablaba el Espíritu  Santo, diome un gran arrobamiento que me hizo casi perder el  sentido, aunque duró poco tiempo. Vi a Cristo con grandísima  majestad y gloria, mostrando gran contento de lo que allí pasaba;  y así me lo dijo, y quiso viese claro que a semejantes pláticas  siempre se hallaba presente y lo mucho que se sirve en que así se  deleiten en hablar en El.  Otra vez estando lejos de este lugar (43), le vi con mucha gloria  levantar, a los ángeles; (44) entendí iba su alma muy adelante,  por esta visión. Y así fue, que le habían levantado un gran  testimonio bien contra su honra, persona a quien el había hecho  mucho bien y remediado la suya y el alma, y habíalo pasado con  mucho contento y hecho otras obras muy en servicio de Dios y  pasado otras persecuciones.   18. No me parece conviene ahora declarar más cosas. Si despues le  pareciere a vuestra merced (45), pues las sabe, se podrán poner  para gloria del Señor. De todas las que he dicho de profecías de  esta casa, y otras que dire de ella y de otras cosas, todas se han  cumplido. Algunas, tres años antes que se supiesen ­otras más y  otras menos­ me las decía el Señor. Y siempre las decía al  confesor y a esta mi amiga viuda con quien tenía licencia de  hablar, como he dicho; (46) y ella he sabido que las decía a otras  personas, y estas saben que ni miento, ni Dios me de tal lugar,  que en ninguna cosa, cuánto más siendo tan graves, tratase yo sino  toda verdad.  19. Habiendose muerto un cuñado mío súbitamente (47), y estando yo  con mucha pena por no se haber viado a confesarse (48), se me dijo  en la oración que había así de morir mi hermana, que fuese allá y  procurase se dispusiese para ello. Díjelo a mi confesor y, como no  me dejaba ir, entendílo otras veces. Ya como esto vio, díjome que  fuese allá, que no se perdía nada.  Ella estaba en una aldea (49), y, como fui, sin decirla nada la  fui dando la luz que pude en todas las cosas, e hice se confesase  muy a menudo y en todo trajese cuenta con su alma. Ella era muy  buena e hízolo así. Desde a cuatro o cinco años que tenía esta  costumbre (50) y muy buena cuenta con su conciencia, se murió sin  verla nadie ni poderse confesar. Fue el bien que, como lo  acostumbraba, no había poco más de ocho días que estaba confesada.  A mí me dio gran alegría cuando supe su muerte. Estuvo muy poco en  el purgatorio. Serían aún no me parece ocho días cuando, acabando  de comulgar, me apareció el Señor y quiso la viese cómo la llevaba  a la gloria. En todos estos años, desde que se me dijo hasta que  murió, no se me olvidaba lo que se me había dado a entender, ni a  mi compañera (51), que, así como murió, vino a mí muy espantada de  ver cómo se había cumplido.  Sea Dios alabado por siempre, que tanto cuidado trae de las almas  para que no se pierdan.  NOTAS CAPÍTULO 34  1 No entender en ello: no ocuparse de ello (como en el c. 33,  título).  2 Lugar grande: Toledo. Nótese el anonimato. Como en el caso de la  nota 3.   3 Una señora: «Doña Luisa de la Cerda, mujer que fue de Arias  Pardo», apostilló Gracián en su ejemplar. - Se temía su salud: por  su salud. - Doña Luisa era viuda reciente de Arias Pardo de  Saavedra, mariscal de Castilla, señor de las villas de Malagón,  Paracuellos, etc., y sobrino del Cardenal Arzobispo de Toledo  Pardo de Tavera. Su esposo había muerto el 13 de enero de 1561.  Doña Luisa era hija del Duque de Medinaceli, Juan de la Cerda, y  residía en Toledo. Se hará gran amiga de la Santa. Por su  mediación, el libro de la Vida llegará a manos de san Juan de  Avila (Cf. cartas del 18 y del 27 de mayo de 1568 a Doña Luisa).  4 Provincial de los carmelitas de Castilla: Angel de Salazar.   5 Monasterio que salían: en que las monjas no prometían clausura  (cf. c. 4, 5).  6 Enviando carta al provincial. Como al final del n. 2.  7 Era el 24 de diciembre de 1561.  8 Hasta que llegase el Breve pontificio, que sería expedido en  Roma el 7.2.1562.  9 Rector de San Gil, P. Gaspar de Salazar.  10 En Toledo. Fundación reciente de los jesuitas, gracias a la  intervención de san Francisco de Borja ante el Arzobispo B.  Carranca (1558). Superior de la casa era el P. Pedro Domenech, y  Ministro el P. Gil González Dávila. Con ambos entrabló enseguida  la Santa íntimas relaciones espirituales. El P. Domenech fue su  confesor.   11 En el n. 1.  12 Conforme al estado: conforme a su rango nobiliario o categoría  social.  13 Por error material, en el autógrafo se repite la frase «fue...  servido». Ocurrirá de nuevo en el n. siguiente.  14 «El P. fray García de Toledo», advierte Gracián en su ejemplar.  Los primitivos biógrafos de la Santa, Ribera y Yepes, dan por  aludido al P. Vicente Barrón, de quien habló la Santa en el c. 7,  17. - García de Toledo era «persona principal», nieto de los  Condes de Oropesa, sobrino del futuro Virrey del Perú, F. de  Toledo. Ya en 1535 había estado en Mejico, militando a las órdenes  del virrey Antonio de Mendoza. En marzo de 1569 pasará de nuevo el  Atlántico, acompañando al virrey F. de Toledo como asesor  religioso. Ya no regresará a España hasta 1581 (cf. la carta de la  Santa a María de San Jose, del 8.22.1581).  15 Por lapsus material, en el autógrafo repite «tres tres veces».  16 El P. García de Toledo había sido prior de Santo Tomás de Avila  en 1555.  17 El P. Pedro Ibáñez. Lo ha dicho en el c. 33, 5.  18 P. Gaspar de Salazar, rector de San Gil: c. 33, nn. 9-10.  19 Debajo de confesión: bajo secreto de confesión.   20 Como una cosa propia sin división: como de cosa propia y como  si no hubiese división (distancia) entre Dios y ella...  21 Toda regalada: feliz, inundada de gozo.  22 En la edición príncipe, fray Luis trascribió «consolar y  confiar», en lugar de «consolar y estar cierta» (p. 431). Como  otras correcciones del autógrafo, tambien esta enmienda está  motivada por el acostumbrado escrúpulo teológico-tridentino sobre  la certeza del estado de gracia (cf. Denz. 802 y 805). En  realidad, la afirmación de la Santa está en pleno acuerdo con la  ortodoxia tridentina.  23 No se compadecía: no era compatible.  24 En el c. 32, 12; cf. c. 33, 2.  25 La operación que le hicieron: efecto que le produjeron las  palabras de la Santa. - El hecho fue referido con más detalles por  el autor del «Informe sobre el espíritu de la Madre Teresa»,  atribuido al propio Pedro Ibáñez: «A una persona que no se acaba  de determinar en tratar con gran delizadeza con Dios, pensando yo  que había comenzado ya, porque así lo habíamos concertado el y yo,  y como en cosa hecha no quería yo volver por donde esta persona  estaba, hablóme esta santa y díjome que su Maestro (que es Cristo)  decía que volviese yo por donde estaba y que le llevase un recaudo  bien breve, pero era todo de Dios y de su parte, y aún hasta  entonces se quería excusar Doña Teresa con Dios... Vengo y  propóngole mi recaudo: comienza a llorar, que le penetró las  entrañas, y es un hombrazo que puede gobernar el mundo, y que no  es nada mujeril y afeminado para llorar, sino muy hombrazo» (BMC,  t. II, pp. 149-150).  26 Afirmación de la absoluta gratuidad de los dones místicos: cf.  c. 21, 9 nota 17.   27 Cf. c. 13, 14.  28 Esta afirmación y las que siguen son un eco de cuando escribió  a la Santa fray Pedro de Alcántara en carta del 14.4.1562 (BMC, t.  II, p. 125-126).  29 Mira, había escrito. Y lo corrigió. Fray Luis trascribe «mire»  (p. 433).  30 Repite la frase de San Pablo en 1Tes 5, 19.  31 García de Toledo.  32 Cuando esto escribe, ya han muerto san Pedro de Alcántara  (18.10.1562) y el P. Pedro Ibáñez (12.2.1565). - La frase  siguiente: me han ayudado a sobrellevar hartos trabajos.  33 Postizas, trascribe fray Luis (p. 434), concordando con  «mercedes». La Santa une «postizos» con «bienes». Así se entiende  mejor lo que sigue.   34 La Orden de Santo Domingo.   35 El P. Gaspar de Salazar, de quien ha hablado en el c. 33, 9-10.   36 «Los Padres Pedro Ibáñez y Domingo Báñez, especialmente el  primero» (P. Silverio).  37 Yo tenía poca humildad.   38 Determinada arriscar, escribe la Santa: «Arriscar»: arriesgar.  39 La misma imagen belica está presente en Camino 38, 1.  40 Refrán algo más culto que el conocido «dime con quien  andas...».  41 En el n. 15.  42 Expresión gráfica, que designa el ingreso en arrobamiento. Los  dos verbos «perderse / ganar(se)», en acepción mística: perderse a  sí mismo, para ganarse en Dios. En el poema «Vivo sin vivir en  mí», escribe: «Mira que el amor es fuerte; / vida no me seas  molesta, / mira que sólo me resta / para ganarte, perderte».   43 Estando lejos de Avila.  44 «El P. fray García de Toledo», anota Gracián en su ejemplar. -  Reordenando la frase: «vi a los ángeles levantarle».  45 Si le pareciere a v.m., pues las sabe... Reanuda el diálogo con  el P. García de Toledo. La Santa viene hablando de las  interioridades del propio P. García, quien se identifica con ese  «vuestra merced», y «las sabe». Pero como el no es el único  destinatario del libro, la autora tiende un velo de discreción  sobre el relato.  46 Doña Guiomar de Ulloa. Lo ha dicho en el c. 30, 3.  47 Cuñado mío: «Martín de Guzmán», anota Gracián. Estaba casado  con María de Cepeda, hermana mayor de la Santa. Cf. c. 3, 3.   48 En el autógrafo se lee: «por no se haber uyado» (= viado) a  confesarse. Báñez lo corrigió: «por no haber tenido lugar a  confesarse». Fray Luis imprimió: «por no haber vuiado (= uviado) a  confesar» (p. 438).  49 En una aldea: Castellanos de la Cañada, adonde había ido la  Santa con ocasión de sus enfermedades (c. 3, 3; y 4, 6). - La  frase siguiente: sin decirla nada de la revelación que yo había  tenido...  50 Desde a cuatro o cinco años, equivale a «cuatro o cinco años  despues...».   51 Mi compañera: Doña Guiomar (cf. n. 18).  CAPÍTULO 35  Prosigue en la misma materia de la fundación de esta casa de  nuestro glorioso Padre San Jose. ­ Dice por los terminos que  ordenó el Señor viniese a guardarse en ella la santa pobreza, y la  causa por que se vino de con aquella señora que estaba (1), y  otras algunas cosas que le sucedieron.  1. Pues estando con esta señora que he dicho (2), adonde estuve  más de medio año, ordenó el Señor que tuviese noticia de mí una  beata de nuestra Orden, de más de setenta leguas de aquí de este  lugar (3), y acertó a venir por acá y rodeó algunas por hablarme.  Habíala el Señor movido el mismo año y mes que a mí para hacer  otro monasterio de esta Orden; y como le puso este deseo, vendió  todo lo que tenía y fuese a Roma a traer despacho para ello, a pie  y descalza.  2. Es mujer de mucha penitencia y oración, y hacíala el Señor  muchas mercedes, y aparecídola nuestra Señora y mandádola lo  hiciese. Hacíame tantas ventajas en servir al Señor, que yo había  vergüenza de estar delante de ella. Mostróme los despachos que  traía de Roma y, en quince días que estuvo conmigo, dimos orden en  cómo habíamos de hacer estos monasterios (4). Y hasta que yo la  hable, no había venido a mi noticia que nuestra Regla ­antes que  se relajase­ mandaba no se tuviese propio (5), ni yo estaba en  fundarle sin renta, que iba mi intento a que no tuviesemos cuidado  de lo que habíamos menester, y no miraba a los muchos cuidados que  trae consigo tener propio.  Esta bendita mujer, como la enseñaba el Señor, tenía bien  entendido, con no saber leer, lo que yo con tanto haber andado a  leer las Constituciones, ignoraba. Y como me lo dijo, perecióme  bien, aunque temí que no me lo habían de consentir, sino decir que  hacía desatinos y que no hiciese cosa que padeciesen otras por mí,  que, a ser yo sola, poco ni mucho me detuviera, antes me era gran  regalo pensar de guardar los consejos de Cristo Señor nuestro,  porque grandes deseos de pobreza ya me los había dado Su Majestad  (6).  Así que para mí no dudaba ser lo mejor; porque días había que  deseaba fuera posible a mi estado andar pidiendo por amor de Dios  y no tener casa ni otra cosa. Mas temía que, si a las demás no  daba el Señor estos deseos, vivirían descontentas, y tambien no  fuese causa de alguna distracción, porque veía algunos monasterios  pobres no muy recogidos, y no miraba que el no serlo era causa de  ser pobres, y no la pobreza de la distracción; (7) porque esta no  hace más ricas, ni falta Dios jamás a quien le sirve. En fin tenía  flaca la fe, lo que no hacía a esta sierva de Dios.  3. Como yo en todo tomaba tantos pareceres, casi a nadie hallaba  de este parecer: ni confesor (8), ni los letrados que trataba.  Traíanme tantas razones, que no sabía que hacer, porque, como ya  yo sabía era Regla y veía ser más perfección, no podía persuadirme  a tener renta. Y ya que algunas veces me tenían convencida, en  tornando a la oración y mirando a Cristo en la cruz tan pobre y  desnudo, no podía poner a paciencia ser rica. Suplicábale con  lágrimas lo ordenase de manera que yo me viese pobre como El.  4. Hallaba tantos inconvenientes para tener renta y veía ser tanta  causa de inquietud y aun distracción, que no hacía sino disputar  con los letrados. Escribílo al religioso dominico que nos ayudaba  (9). Envióme escritos dos pliegos de contradicción y teología para  que no lo hiciese, y así me lo decía, que lo había estudiado  mucho. Yo le respondí que para no seguir mi llamamiento y el voto  que tenía hecho de pobreza y los consejos de Cristo con toda  perfección, que no quería aprovecharme de teología, ni con sus  letras en este caso me hiciese merced.  Si hallaba alguna persona que me ayudase, alegrábame mucho.  Aquella señora con quien estaba (10), para esto me ayudaba mucho.  Algunos luego al principio decíanme que les parecía bien; despues,  como más lo miraban, hallaban tantos inconvenientes, que tornaban  a poner mucho en que no lo hiciese. Decíales yo que, si ellos tan  presto mudaban parecer, que yo al primero me quería llegar.  5. En este tiempo, por ruegos míos, porque esta señora no había  visto al santo Fray Pedro de Alcántara, fue el Señor servido  viniese a su casa, y como el que era bien amador de la pobreza y  tantos años la había tenido, sabía bien la riqueza que en ella  estaba , y así me ayudó mucho y mandó que en ninguna manera dejase  de llevarlo muy adelante. Ya con este parecer y favor, como quien  mejor le podía dar por tenerlo sabido por larga experiencia, yo  determine no andar buscando otros (11).  6. Estando un día mucho encomendándolo a Dios, me dijo el Señor  que en ninguna manera dejase de hacerle pobre (12), que esta era  la voluntad de su Padre y suya, que El me ayudaría. Fue con tan  grandes efectos, en un gran arrobamiento, que en ninguna manera  pude tener duda de que era Dios.  Otra vez me dijo que en la renta estaba la confusión, y otras  cosas en loor de la pobreza, y asegurándome que a quien le servía  no le faltaba lo necesario para vivir; y esta falta, como digo,  nunca yo la temí por mí.   Tambien volvió el Señor el corazón del Presentado (13), digo del  religioso dominico, de quien he dicho me escribió no lo hiciese  sin renta. Ya yo estaba muy contenta con haber entendido esto y  tener tales pareceres; no me parecía sino que poseía toda la  riqueza del mundo, en determinándome a vivir de por amor de Dios.  7. En este tiempo, mi Provincial (14) me alzó el mandamiento y  obediencia que me había puesto para estar allí, y dejó en mi  voluntad que si me quisiese ir que pudiese, y si estar, tambien,  por cierto tiempo; y en este había de haber elección en mi  monasterio (15), y avisáronme que muchas querían darme aquel  cuidado de prelada, que para mí sólo pensarlo era tan gran  tormento que a cualquier martirio me determinaba a pasar por Dios  con facilidad, a este en ningún arte me podía persuadir. Porque  dejado el trabajo grande, por ser muy muchas (16) y otras causas  de que yo nunca fui amiga, ni de ningún oficio, antes siempre los  había rehusado, parecíame gran peligro para la conciencia, y así  alabe a Dios de no me hallar allá. Escribí a mis amigas para que  no me diesen voto.  8. Estando muy contenta de no me hallar en aquel ruido, díjome el  Señor que en ninguna manera deje de ir, que pues deseo cruz, que  buena se me apareja, que no la deseche, que vaya con ánimo, que El  me ayudará, y que me fuese luego. Yo me fatigue mucho y no hacía  sino llorar, porque pense que era la cruz ser prelada y, como  digo, no podía persuadirme a que estaba bien a mi alma en ninguna  manera, ni yo hallaba terminos para ello.  Contelo a mi confesor (17). Mandóme que luego procurase ir, que  claro estaba era más perfección y que, porque hacía gran calor,  que bastaba hallarme allá a la elección, y que me estuviese unos  días, porque no me hiciese mal el camino; (18) mas el Señor, que  tenía ordenado otra cosa, húbose de hacer; porque era tan grande  el desasosiego que traía en mí y el no poder tener oración y  parecerme faltaba de lo que el Señor me había mandado, y que, como  estaba allí a mi placer y con regalo, no quería irme a ofrecer al  trabajo; que todo era palabras con Dios; que, por que pudiendo  estar adonde era más perfección, había de dejarlo; que si me  muriese, muriese..., y con esto un apretamiento de alma, un  quitarme el Señor todo el gusto en la oración..., en fin, yo  estaba tal, que ya me era tormento tan grande, que suplique a  aquella señora tuviese por bien dejarme venir, porque ya mi  confesor ­como me vio así­ me dijo que me fuese, que tambien le  movía Dios como a mí.  9. Ella sentía tanto que la dejase, que era otro tormento; que le  había costado mucho acabarlo con el Provincial por muchas maneras  de importunaciones. Tuve por grandísima cosa querer venir en ello  (19), según lo que sentía; sino, como era muy temerosa de Dios y  como le dije que se le podía hacer gran servicio y otras hartas  cosas, y dila esperanza que era posible tornarla a ver, y así, con  harta pena, lo tuvo por bien.  10. Ya yo no la tenía de venirme, porque entendiendo yo era más  perfección una cosa y servicio de Dios, con el contento que me da  contentarle, pase la pena de dejar a aquella señora que tanto la  veía sentir, y a otras personas a quien debía mucho, en especial a  mi confesor, que era de la Compañía de Jesús, y hallábame muy bien  con el (20). Mas mientras más veía que perdía de consuelo por el  Señor, más contento me daba perderle. No podía entender cómo era  esto, porque veía claro estos dos contrarios: holgarme y  consolarme y alegrarme de lo que me pesaba en el alma. Porque yo  estaba consolada y sosegada y tenía lugar para tener muchas horas  de oración; veía que venía a meterme en un fuego, que ya el Señor  me lo había dicho (21) que venía a pasar gran cruz, aunque nunca  yo pense lo fuera tanto como despues vi. Y con todo, venía yo  alegre, y estaba deshecha de que no me ponía luego en la batalla,  pues el Señor quería la tuviese; y así enviaba Su Majestad el  esfuerzo y le ponía en mi flaqueza.  11. No podía, como digo, entender cómo podía ser esto. Pense esta  comparación: si poseyendo yo una joya o cosa que me da gran  contento, ofreceseme (22) saber que la quiere una persona que yo  quiero más que a mí y deseo más contentarla que mi mismo descanso,  dame gran contento quedarme sin el que me daba lo que poseía, por  contentar a aquella persona; y como este contento de contentarla  excede a mi mismo contento, quítase la pena de la falta que me  hace la joya o lo que amo, y de perder el contento que daba. De  manera que, aunque quería tenerla de ver que dejaba personas que  tanto sentían apartarse de mí, con ser yo de mi condición tan  agradecida que bastara en otro tiempo a fatigarme mucho, y ahora,  aunque quisiera tener pena, no podía.  12. Importó tanto el no me tardar un día más para lo que tocaba al  negocio de esta bendita casa (23), que yo no se cómo pudiera  concluirse si entonces me detuviera. ¡Oh grandeza de Dios!, muchas  veces me espanta cuando lo considero y veo cuán particularmente  quería Su Majestad ayudarme para que se efectuase este rinconcito  de Dios, que yo creo lo es, y morada en que Su Majestad se  deleita, como una vez estando en oración me dijo, que era esta  casa paraíso de su deleite. Y así parece ha Su Majestad escogido  las almas que ha traído a el, en cuya compañía yo vivo con harta  harta confusión; porque yo no supiera desearlas tales para este  propósito de tanta estrechura y pobreza y oración; (24) y llevanlo  con una alegría y contento, que cada una se halla indigna de haber  merecido venir a tal lugar; en especial algunas, que las llamó el  Señor de mucha vanidad y gala del mundo, adonde pudieran estar  contentas conforme a sus leyes, y hales dado el Señor tan doblados  los contentos aquí, que claramente conocen haberles el Señor dado  ciento por uno que dejaron (25), y no se hartan de dar gracias a  Su Majestad. A otras ha mudado de bien en mejor. A las de poca  edad da fortaleza y conocimiento para que no puedan desear otra  cosa, y que entiendan que es vivir en mayor descanso, aun para lo  de acá, estar apartadas de todas las cosas de la vida. A las que  son de más edad y con poca salud, da fuerzas y se las ha dado para  poder llevar la aspereza y penitencia que todas.  13. ¡Oh Señor mío, cómo se os parece que sois poderoso! (26) No es  menester buscar razones para lo que Vos quereis, porque sobre toda  razón natural haceis las cosas tan posibles que dais a entender  bien que no es menester más de amaros de veras y dejarlo de veras  todo por Vos, para que Vos, Señor mío, lo hagáis todo fácil. Bien  viene aquí decir que fingís trabajo en vuestra ley; (27) porque yo  no le veo, Señor, ni se cómo es estrecho el camino que lleva a  Vos. Camino real veo que es, que no senda. Camino que, quien de  verdad se pone en el, va más seguro. Muy lejos están los puertos y  rocas para caer, porque lo están de las ocasiones. Senda llamo yo,  y ruin senda y angosto camino, el que de una parte está un valle  muy hondo adonde caer y de la otra un despeñadero: no se han  descuidado, cuando se despeñan y se hacen pedazos.  14. El que os ama de verdad, Bien mío, seguro va por ancho camino  y real. Lejos está el despeñadero. No ha tropezado tantico (28),  cuando le dais Vos, Señor, la mano. No basta una caída ni muchas,  si os tiene amor y no a las cosas del mundo, para perderse. Va por  el valle de la humildad. No puedo entender que es lo que temen de  ponerse en el camino de la perfección.  El Señor, por quien es, nos de a entender cuán mala es la  seguridad en tan manifiestos peligros como hay en andar con el  hilo de la gente (29), y cómo está la verdadera seguridad en  procurar ir muy adelante en el camino de Dios. Los ojos en El, y  no hayan miedo se ponga este Sol de Justicia (30), ni nos deje  caminar de noche para que nos perdamos, si primero no le dejamos a  El.  15. No temen andar entre leones, que cada uno parece que quiere  llevar un pedazo, que son las honras y deleites y contentos  semejantes que llama el mundo; (31) y acá parece hace el demonio  temer de musarañas. Mil veces me espanto y diez mil querría  hartarme de llorar y dar voces a todos para decir la gran ceguedad  y maldad mía, porque si aprovechase algo para que ellos abriesen  los ojos, ábraselos el que puede (32), por su bondad, y no permita  se me tornen a cegar a mí, amen.   NOTAS CAPÍTULO 35  1 Es decir, «se vino de aquella señora con quien estaba». Estuvo  en casa de Doña Luisa de la Cerda desde primeros de enero hasta  fines de junio o principios de julio de 1562. Cf. c. 34, 1-2.  2 En el c. 34.  3 Una beata de nuestra Orden: nótese el anonimato. «Beata» se  decía de quienes sin ser monjas, llevaban el hábito de la Orden y  vivían ciertas consignas de la Regla. Esta «beata» se llamaba  María de Jesús, nacida en Granada en 1522. Al enviudar, muy joven  todavía, entró carmelita en el monasterio de su ciudad natal. Pero  sintiendose llamada a fundar un Carmelo reformado, antes de  profesar salió del convento y a pie descalzo fue a Roma, donde  consiguió el deseado Breve que le concedía facultades para fundar  un convento en Granada. De hecho, no logró realizarlo. En cambio,  pudo realizarlo al año siguiente (1563) en Alcalá de Henares con  el título de «La Imagen», encauzando la vida reformada hacia un  rigorismo extremoso, que fue mitigado por la propia Santa Teresa,  al pasar por el monasterio de La Imagen camino de Malagón (1568).  4 Los despachos que traía de Roma: Traía un Breve, emitido -como  el otorgado a la Santa- por la Sagrada Penitenciaría. Se conserva  actualmente, aunque mutilado, en el Carmelo de La Imagen. - Dimos  orden cómo... hacer: de hecho, el Carmelo de La Imagen pasaría más  adelante a regirse por las Constituciones de la Santa.  5 Nuestra Regla: la Regla de la Orden del Carmen, en su redacción  original, había sido dada por San Alberto, patriarca de Jerusalen  a los ermitaños latinos del Carmelo hacia 1210. - Antes que se  relajase: más que a la mitigación de la Regla por Inocencio IV  (1247), alude a las bulas de relajación del Papa Eugenio IV (1432)  y sus sucesores. - Mandaba que no se tuviese propio: «propio»  equivale a no tener bienes en propiedad, que era una forma de  pobreza absoluta. En el lexico de la Santa: «sin renta». La Regla,  en su tenor primitivo, prescribía: «Ninguno de los hermanos tenga  cosa propia, sino que todo sea común, y de las cosas que el Señor  os diere, el prior las distribuya a cada uno...». - La  prescripción de pobreza absoluta quedaba zanjada para los  carmelitas por la bula de Gregorio IX «Ex officii» del 6.4.1229.  6 Por esas mismas fechas (entre 1560 y 1562) había testificado de  sí misma: «Deseo de pobreza...: pareceme que aunque tuviese muchos  tesoros no tendría renta particular ni dineros para mí sola...»  (R. 1, 9). «En lo de pobreza... aun lo necesario no querría  tener... Pareceme tengo mucha más piedad de los pobres...; si  mirase a mi voluntad, les daría lo que traigo vestido» (R. 2, 3- 4).  7 Son conceptos que le ha inculcado fray Pedro de Alcántara en su  carta del 14 de abril de 1562.  8 Mi confesor: Baltasar Alvarez.   9 El P. Pedro Ibáñez, que vivía en la soledad de Trianos (cf. c.  32, 16-17).  10 Doña Luisa de la Cerda.  11 Aparte los consejos orales, san Pedro de Alcántara le escribió  la famosa «carta de la pobreza» (14.4.1562), en pro de la radical  pobreza evangelica, y en contraste con las teorías de los letrados  (BMC, t. II, pp. 125-126).  12 Hacerle pobre: fundar el monasterio en pobreza.  13 Presentado: título academico del P. Pedro Ibáñez: cf. n. 4.   14 Provincial: Angel de Salazar.   15 Mi monasterio: la Encarnación de Avila.  16 Por ser muy muchas monjas en la Encarnación: eran «más de 150  el número», escribirá en Fund. c. 2, 1. En realidad, más de 180  monjas profesas.  17 Mi confesor: P. Pedro Domenech, jesuita.  18 Sobra algún «que». La serie de «ques» y «porques» refleja el  estado emocional provocado por el recuerdo de aquellos días.  19 Venir en ello: avenirse a ello.  20 «El Padre Domeneque», escribe Gracián en su ejemplar. Cf. el n.  8 nota 17.  21 Cf. el n. 8.  22 En el autógrafo: escribió «ofreceme», corregido entre líneas  «ofreceseme». Fray Luis: «se me ofreciese saber...» (p. 447).  23 Esta bendita casa: el carmelo de San Jose, en el que está  escribiendo. «Rinconcito de Dios», «morada» en que El se deleita,  dirá luego.  24 «Estrechura, pobreza y oración», condensado del ideal que ella  propone a la nueva casa. «Grandísimo encerramiento..., fundadas en  oración y en mortificación», escribía por esas fechas (23.12.1561)  a su hermano Lorenzo en Quito.  25 Recuerdo evangelico de Mt 19, 29.  26 Cómo se os parece...: cuán claro es que... (cf. c. 32, 5 nota  11).  27 Alude sucesivamente a tres pasajes bíblicos: Mc 10, 28 («lo  hemos dejado todo por seguirte»); Salmo 93, 20 («... finges  trabajo en la ley»); y Mt 7, 14 («cuán angosta es la puerta y  estrecho el camino que conduce a la vida»).  28 Tantico: un poquito; es decir, apenas ha tropezado... Como  «tantito» (cf. 31, 23 nota 46; o 15, 7: «tantico»: 25, 13).  29 Andar con el hilo de la gente: seguir rutinariamente el modo  común de obrar. Cf. 30, 18.  30 Sol de justicia: imagen bíblica (Mal. 4, 2) para designar a  Dios. (Cf. c. 20, 19).  31 «Honras y deleites y contentos...»: cf. c. 20, 26-28.   32 Recuerdo latente de los pasajes evangelicos: «si quieres,  puedes curarme» (Lc 5, 12), o «abre los ojos del ciego de  nacimiento» (Jn 11, 37).  CAPÍTULO 36  Prosigue en la materia comenzada y dice cómo se acabó de concluir  y se fundó este monasterio del glorioso San Jose y las grandes  contradicciones y persecuciones que despues de tomar hábito las  religiosas hubo, y los grandes trabajos y tentaciones que ella  pasó, y cómo de todo la sacó el Señor con victoria y en gloria y  alabanza suya.  1. Partida ya de aquella ciudad (1), venía muy contenta por el  camino, determinándome a pasar todo lo que el Señor fuese servido  muy con toda voluntad.  La noche misma que llegue a esta tierra, llega nuestro despacho  para el monasterio y Breve de Roma (2), que yo me espante, y se  espantaron los que sabían la prisa que me había dado el Señor a la  venida, cuando supieron la gran necesidad que había de ello y a la  coyuntura que el Señor me traía; porque halle aquí al Obispo (3) y  al santo fray Pedro de Alcántara y a otro caballero muy siervo de  Dios (4), en cuya casa este santo hombre posaba, que era persona  adonde los siervos de Dios hallaban espaldas y cabida (5).  2. Entrambos a dos acabaron con el Obispo admitiese el monasterio,  que no fue poco, por ser pobre, sino que era tan amigo de personas  que veía así determinadas a servir al Señor, que luego se aficionó  a favorecerle; y el aprobarlo este santo viejo (6) y poner mucho  con unos y con otros en que nos ayudasen, fue el que lo hizo todo.  Si no viniera a esta coyuntura ­como ya he dicho­, no puedo  entender cómo pudiera hacerse. Porque estuvo poco aquí este santo  hombre, que no creo fueron ocho días, y esos muy enfermo, y desde  a muy poco le llevó el Señor consigo (7). Parece que le había  guardado Su Majestad hasta acabar este negocio, que había muchos  días ­no se si más de dos años­ que andaba muy malo.  3. Todo se hizo debajo de gran secreto, porque a no ser así no se  pudiera hacer nada, según el pueblo estaba mal con ello, como se  pareció despues (8). Ordenó el Señor que estuviese malo un cuñado  mío, y su mujer no aquí (9), y en tanta necesidad, que me dieron  licencia para estar con el. Y con esta ocasión no se entendió  nada, aunque en algunas personas (10) no dejaba de sospecharse  algo, mas aún no lo creían. Fue cosa para espantar, que no estuvo  más malo de lo que fue menester para el negocio y, en siendo  menester tuviese salud para que yo me desocupase y el dejase  desembarazada la casa, se la dio luego el Señor, que el estaba  maravillado.  4. Pase harto trabajo en procurar con unos y con otros que se  admitiese (11), y con el enfermo, y con oficiales para que se  acabase la casa a mucha prisa, para que tuviese forma de  monasterio, que faltaba mucho de acabarse. Y la mi compañera (12)  no estaba aquí, que nos pareció era mejor estar ausente para más  disimular, y yo veía que iba el todo en la brevedad por muchas  causas; y la una era porque cada hora temía me habían de mandar  ir. Fueron tantas las cosas de trabajos que tuve, que me hizo  pensar si era esta la cruz; aunque todavía me parecía era poco  para la gran cruz que yo había entendido del Señor había de pasar  (13).  5. Pues todo concertado, fue el Señor servido que, día de San  Bartolome (14), tomaron hábito (15) algunas y se puso el Santísimo  Sacramento, y con toda autoridad y fuerza quedó hecho nuestro  monasterio del gloriosísimo padre nuestro San Jose, año de mil y  quinientos y sesenta y dos. Estuve yo a darles el hábito, y otras  dos monjas de nuestra casa misma (16), que acertaron a estar  fuera. Como en esta que se hizo el monasterio era la que estaba mi  cuñado (que, como he dicho (17), la había el comprado por  disimular mejor el negocio), con licencia estaba yo en ella, y no  hacía cosa que no fuese con parecer de letrados, para no ir un  punto contra obediencia. Y como veían ser muy provechoso para toda  la Orden por muchas causas, que aunque iba con secreto y  guardándome no lo supiesen mis prelados, me decían lo podía hacer.  Porque por muy poca imperfección que me dijeran era, mil  monasterios me parece dejara, cuánto más uno. Esto es cierto.  Porque aunque lo deseaba por apartarme más de todo y llevar mi  profesión y llamamiento con más perfección y encerramiento, de tal  manera lo deseaba, que cuando entendiera era más servicio del  Señor dejarlo todo, lo hiciera ­como lo hice la otra vez­ (18) con  todo sosiego y paz.  6. Pues fue para mí como estar en una gloria ver poner el  Santísimo Sacramento y que se remediaron cuatro huerfanas pobres  (porque no se tomaban con dote) (19) y grandes siervas de Dios,  que esto se pretendió al principio, que entrasen personas que con  su ejemplo fuesen fundamento para en que se pudiese el intento que  llevábamos, de mucha perfección y oración, efectuar, y hecha una  obra que tenía entendido era para servicio del Señor y honra del  hábito de su gloriosa Madre, que estas eran mis ansias.  Y tambien me dio gran consuelo de haber hecho lo que tanto el  Señor me había mandado, y otra iglesia más en este lugar, de mi  padre glorioso San Jose, que no la había. No porque a mí me  pareciese había hecho en ello nada, que nunca me lo parecía, ni  parece. Siempre entiendo lo hacía el Señor, y lo que era de mi  parte iba con tantas imperfecciones, que antes veo había que me  culpar que no que me agradecer. Mas erame gran regalo ver que  hubiese Su Majestad tomádome por instrumento ­siendo tan ruin­  para tan gran obra.  Así que estuve con tan gran contento, que estaba como fuera de mí,  con grande oración.  7. Acabado todo, sería como desde a tres o cuatro horas (20), me  revolvió el demonio una batalla espiritual, como ahora dire.  Púsome delante si había sido mal hecho lo que había hecho, si iba  contra obediencia en haberlo procurado sin que me lo mandase el  Provincial (que bien me parecía a mí le había de ser algún  disgusto, a causa de sujetarle al Ordinario (21), por no se lo  haber primero dicho; aunque como el no le había querido admitir, y  yo no la mudaba (22), tambien me parecía no se le daría nada por  otra parte), y que si habían de tener contento las que aquí  estaban en tanta estrechura, si les había de faltar de comer, si  había sido disparate, que quien me metía en esto, pues yo tenía  monasterio.  Todo lo que el Señor me había mandado y los muchos pareceres y  oraciones que había más de dos años que no casi cesaban, todo tan  quitado de mi memoria como si nunca hubiera sido. Sólo de mi  parecer me acordaba, y todas las virtudes y la fe estaban en mí  entonces suspendidas, sin tener yo fuerza para que ninguna obrase  ni me defendiese de tantos golpes.  8. Tambien me ponía el demonio (23) que cómo me quería encerrar en  casa tan estrecha, y con tantas enfermedades, que cómo había de  poder sufrir tanta penitencia, y dejaba casa tan grande y  deleitosa y adonde tan contenta siempre había estado, y tantas  amigas; que quizás las de acá no serían a mi gusto, que me había  obligado a mucho, que quizá estaría desesperada, y que por ventura  había pretendido esto el demonio, quitarme la paz y quietud, y que  así no podría tener oración, estando desasosegada, y perdería el  alma.  Cosas de esta hechura juntas me ponía delante, que no era en mi  mano pensar en otra cosa, y con esto una aflicción y oscuridad y  tinieblas en el alma, que yo no lo se encarecer. De que me vi así,  fuime a ver el Santísimo Sacramento, aunque encomendarme a El no  podía. Pareceme estaba con una congoja como quien está en agonía  de muerte. Tratarlo con nadie no había de osar, porque aun  confesor no tenía señalado (14).  9. ¡Oh, válgame Dios, que vida esta tan miserable! No hay contento  seguro ni cosa sin mudanza. Había tan poquito que no me parece  trocara mi contento con ninguno de la tierra, y la misma causa de  el me atormentaba ahora de tal suerte que no sabía que hacer de  mí. ¡Oh, si mirásemos con advertencia las cosas de nuestra vida!  Cada uno vería por experiencia en lo poco que se ha de tener  contento ni descontento de ella.  Es cierto que me parece fue uno de los recios ratos que he pasado  en mi vida. Parece que adivinaba el espíritu lo mucho que estaba  por pasar, aunque no llegó a ser tanto como esto si durara. Mas no  dejó el Señor padecer mucho a su pobre sierva; porque nunca en las  tribulaciones me dejó de socorrer, y así fue en esta, que me dio  un poco de luz para ver que era demonio y para que pudiese  entender la verdad y que todo era quererme espantar con mentiras.  Y así comence a acordarme de mis grandes determinaciones de servir  al Señor y deseos de padecer por El; y pense que si había de  cumplirlos, que no había de andar a procurar descanso, y que si  tuviese trabajos, que ese era el merecer, y si descontento, como  lo tomase por servir a Dios, me serviría de purgatorio; que de que  temía, que pues deseaba trabajos, que buenos eran estos; que en la  mayor contradicción estaba la ganancia; que por que (25) me había  de faltar ánimo para servir a quien tanto debía.  Con estas y otras consideraciones, haciendome gran fuerza, prometí  delante del Santísimo Sacramento de hacer todo lo que pudiese para  tener licencia de venirme a esta casa (26), y en pudiendolo hacer  con buena conciencia, prometer clausura.  10. En haciendo esto, en un instante huyó el demonio y me dejó  sosegada y contenta, y lo quede y lo he estado siempre, y todo lo  que en esta casa se guarda de encerramiento y penitencia y lo  demás, se me hace en extremo suave y poco. El contento es tan  grandísimo que pienso yo algunas veces que pudiera escoger en la  tierra que fuera más sabroso. No se si es esto parte para tener  mucha más salud que nunca, o querer el Señor ­por ser menester y  razón que haga lo que todas­ darme este consuelo que pueda  hacerlo, aunque con trabajo. Mas del poder se espantan todas las  personas que saben mis enfermedades. ¡Bendito sea El, que todo lo  da y en cuyo poder se puede! (27).  11. Quede bien cansada de tal contienda y riendome del demonio,  que vi claro ser el. Creo lo permitió el Señor, porque yo nunca  supe que cosa era descontento de ser monja ni un momento, en  veinte y ocho años y más que ha que lo soy (28), para que  entendiese la merced grande que en esto me había hecho, y del  tormento que me había librado; y tambien para que si alguna viese  lo estaba, no me espantase y me apiadase de ella y la supiese  consolar.  Pues pasado esto, queriendo despues de comer descansar un poco  (porque en toda la noche no había casi sosegado, ni en otras  algunas dejado de tener trabajo y cuidado, y todos los días bien  cansada), como se había sabido en mi monasterio (29) y en la  ciudad lo que estaba hecho, había en el mucho alboroto por las  causas que ya he dicho (30), que parecía llevaban algún color.  Luego la prelada (31) me envió a mandar que a la hora (32) me  fuese allá. Yo en viendo su mandamiento, dejo mis monjas harto  penadas, y voyme luego.  Bien vi que se me habían de ofrecer hartos trabajos; mas como ya  quedaba hecho, muy poco se me daba. Hice oración suplicando al  Señor me favoreciese, y a mi padre San Jose que me trajese a su  casa, y ofrecíle lo que había de pasar y, muy contenta se  ofreciese algo en que yo padeciese por el y le pudiese servir, me  fui, con tener creído luego me habían de echar en la cárcel (33).  Mas a mi parecer me diera mucho contento, por no hablar a nadie y  descansar un poco en soledad, de lo que yo estaba bien necesitada,  porque me traía molida tanto andar con gente.  12. Como llegue y di mi descuento (34) a la prelada, aplacóse  algo, y todas enviaron al Provincial (35), y quedóse la causa para  delante de el. Y venido, fui a juicio con harto gran contento de  ver que padecía algo por el Señor (36), porque contra Su Majestad  ni la Orden no hallaba haber ofendido nada en este caso; antes  procuraba aumentarla con todas mis fuerzas, y muriera de buena  gana por ello, que todo mi deseo era que se cumpliese con toda  perfección. Acordeme del juicio de Cristo y vi cuán nonada era  aquel. Hice mi culpa (37) como muy culpada, y así lo parecía a  quien no sabía todas las causas.  Despues de haberme hecho una gran reprensión, aunque no con tanto  rigor como merecía el delito y lo que muchos decían al Provincial,  yo no quisiera disculparme, porque iba determinada a ello, antes  pedí me perdonase y castigase y no estuviese desabrido conmigo.  13. En algunas cosas bien veía yo me condenaban sin culpa, porque  me decían lo había hecho porque me tuviesen en algo y por ser  nombrada y otras semejantes. Mas en otras claro entendía que  decían verdad, en que era yo más ruin que otras, y que pues no  había guardado la mucha religión que se llevaba en aquella casa,  cómo pensaba guardarla en otra con más rigor, que escandalizaba el  pueblo y levantaba cosas nuevas. Todo no me hacía ningún alboroto  ni pena, aunque yo mostraba tenerla porque no pareciese tenía en  poco lo que me decían. En fin, me mandó delante de las monjas  diese descuento, y húbelo de hacer.  14. Como yo tenía quietud en mí y me ayudaba el Señor, di mi  descuento de manera que no halló el Provincial, ni las que allí  estaban, por que me condenar. Y despues a solas le hable más  claro, y quedó muy satisfecho, y prometióme ­si fuese adelante­  (38) en sosegándose la ciudad, de darme licencia que me fuese a  el, porque el alboroto de toda la ciudad era tan grande como ahora  dire.  15. Desde a dos o tres días, juntáronse algunos de los regidores y  corregidor y del cabildo (39), y todos juntos dijeron que en  ninguna manera se había de consentir, que venía conocido daño a la  república (40), y que habían de quitar el Santísimo Sacramento, y  que en ninguna manera sufrirían pasase adelante. Hicieron juntar  todas las Ordenes para que digan su parecer (41), de cada una dos  letrados. Unos callaban, otros condenaban; en fin, concluyeron que  luego se deshiciese. Sólo un Presentado de la Orden de Santo  Domingo (42), aunque era contrario ­no del monasterio, sino de que  fuese pobre­, dijo que no era cosa que así se había de deshacer,  que se mirase bien, que tiempo había para ello, que este era caso  del Obispo, o cosas de este arte, que hizo mucho provecho. Porque  según la furia, fue dicha no lo poner luego por obra. Era, en fin,  que había de ser; que era el Señor servido de ello, y podían todos  poco contra su voluntad. Daban sus razones y llevaban buen celo, y  así, sin ofender ellos a Dios, hacíanme padecer y a todas las  personas que lo favorecían, que eran algunas, y pasaron mucha  persecución.  16. Era tanto el alboroto del pueblo, que no se hablaba en otra  cosa, y todos condenarme e ir al Provincial y a mi monasterio. Yo  ninguna pena tenía de cuanto decían de mí más que si no lo  dijeran, sino temor si se había de deshacer. Esto me daba gran  pena, y ver que perdían credito las personas que me ayudaban y el  mucho trabajo que pasaban, que de lo que decían de mí antes me  parece me holgaba; y si tuviera alguna fe, ninguna alteración  tuviera, sino que faltar algo en una virtud basta a adormecerlas  todas; y así estuve muy penada dos días que hubo estas juntas que  digo en el pueblo (43), y estando bien fatigada me dijo el Señor:  ¿No sabes que soy poderoso?; ¿de que temes?, y me aseguró que no  se desharía. Con esto quede muy consolada.  Enviaron al Consejo Real con su información (44). Vino provisión  para que se diese relación de cómo se había hecho.  17. Hela aquí comenzado un gran pleito; porque de la ciudad fueron  a la Corte, y hubieron de ir de parte del monasterio, y ni había  dineros ni yo sabía que hacer. Proveyólo el Señor, que nunca mi  Padre Provincial me mandó dejase de entender en ello; porque es  tan amigo de toda virtud, que aunque no ayudaba, no quería ser  contra ello. No me dio licencia, hasta ver en lo que paraba, para  venir acá. Estas siervas de Dios (45) estaban solas y hacían más  con sus oraciones que con cuanto yo andaba negociando, aunque fue  menester harta diligencia.  Algunas veces parecía que todo faltaba, en especial un día antes  que viniese el Provincial, que me mandó la priora (46) no tratase  en nada, y era dejarse todo. Yo me fui a Dios y díjele: «Señor,  esta casa no es mía; por Vos se ha hecho; ahora que no hay nadie  que negocie, hágalo Vuestra Majestad». Quedaba tan descansada y  tan sin pena, como si tuviera a todo el mundo que negociara por  mí, y luego tenía por seguro el negocio.  18. Un muy siervo de Dios, sacerdote (47), que siempre me había  ayudado, amigo de toda perfección, fue a la Corte a entender en el  negocio, y trabajaba mucho; y el caballero santo ­de quien he  hecho mención­ (48) hacía en este caso muy mucho, y de todas  maneras lo favorecía. Pasó hartos trabajos y persecución, y  siempre en todo le tenía por padre y aun ahora le tengo.  Y en los que nos ayudaban ponía el Señor tanto hervor, que cada  uno lo tomaba por cosa tan propia suya, como si en ello les fuera  la vida y la honra, y no les iba más de ser cosa en que a ellos  les parecía se servía el Señor. Pareció claro ayudar Su Majestad  al Maestro que he dicho, clerigo (49), que tambien era de los que  mucho me ayudaban, a quien el Obispo puso de su parte en una junta  grande (50) que se hizo, y el estaba solo contra todos y en fin,  los aplacó con decirles ciertos medios, que fue harto para que se  entretuviesen, mas ninguno bastaba para que luego no tornasen a  poner la vida, como dicen, en deshacerle. Este siervo de Dios que  digo, fue quien dio los hábitos y puso el Santísimo Sacramento, y  se vio en harta persecución. Duró esta batería casi medio año  (51), que decir los grandes trabajos que se pasaron por menudo,  sería largo.   19. Espantábame yo de lo que ponía el demonio contra unas  mujercitas y cómo les parecía a todos era gran daño para el lugar  solas doce mujeres y la priora, que no han de ser más ­digo a los  que lo contradecían­, y de vida tan estrecha; que ya que fuera  daño o yerro, era para sí mismas; mas daño al lugar, no parece  llevaba camino; y ellos hallaban tantos, que con buena conciencia  lo contradecían. Ya vinieron a decir que, como tuviese renta,  pasarían por ello y que fuese adelante. Yo estaba ya tan cansada  de ver el trabajo de todos los que me ayudaban, más que del mío,  que me parecía no sería malo hasta que se sosegasen tener renta, y  dejarla despues. Y otras veces, como ruin e imperfecta, me parecía  que por ventura lo quería el Señor, pues sin ella no podíamos  salir con ello, y venía ya en este concierto (52).  20. Estando la noche antes que se había de tratar en oración, y ya  se había comenzado el concierto, díjome el Señor que no hiciese  tal, que si comenzásemos a tener renta, que no nos dejarían  despues que lo dejásemos, y otras algunas cosas. La misma noche me  apareció el santo fray Pedro de Alcántara, que era ya muerto (53),  y antes que muriese me escribió ­como supo la gran contradicción y  persecución que teníamos­ que se holgaba fuese la fundación con  contradicción tan grande, que era señal se había el Señor servir  muy mucho en este monasterio, pues el demonio tanto ponía en que  no se hiciese, y que en ninguna manera viniese en tener renta; y  aun dos o tres veces me persuadió en la carta, y que, como esto  hiciese, ello vendría a hacerse todo como yo quería. Ya yo le  había visto otras dos veces despues que murió, y la gran gloria  que tenía, y así no me hizo temor, antes me holgue mucho; porque  siempre aparecía como cuerpo glorificado, lleno de mucha gloria, y  dábamela muy grandísima verle. Acuerdome que me dijo la primera  vez que le vi, entre otras cosas, diciendome lo mucho que gozaba,  que dichosa penitencia había sido la que había hecho, que tanto  premio había alcanzado.   21. Porque ya creo tengo dicho algo de esto (54), no digo aquí más  de cómo esta vez me mostró rigor y sólo me dijo que en ninguna  manera tomase renta y que por que no quería tomar su consejo, y  desapareció luego.   Yo quede espantada, y luego otro día dije al caballero (55) ­que  era a quien en todo acudía como el que más en ello hacía­ lo que  pasaba, y que no se concertase en ninguna manera tener renta, sino  que fuese adelante el pleito. El estaba en esto mucho más fuerte  que yo, y holgóse mucho; despues me dijo cuán de mala gana hablaba  en el concierto.  22. Despues se tornó a levantar otra persona (56), y sierva de  Dios harto, y con buen celo; ya que estaba en buenos terminos,  decía se pusiese en manos de letrados. Aquí tuve hartos  desasosiegos, porque algunos de los que me ayudaban venían en  esto, y fue esta maraña que hizo el demonio, de la más mala  digestión de todas. En todo me ayudó el Señor, que así dicho en  suma no se puede bien dar a entender lo que se pasó en dos años  (57) que se estuvo comenzada esta casa, hasta que se acabó. Este  medio postrero y lo primero fue lo más trabajoso.  23. Pues aplacada ya algo la ciudad, diose tan buena maña el Padre  Presentado Dominico que nos ayudaba (58), aunque no estaba  presente, mas habíale traído el Señor a un tiempo que nos hizo  harto bien y pareció haberle Su Majestad para solo este fin  traído, que me dijo el despues que no había tenido para que venir,  sino que acaso lo había sabido. Estuvo lo que fue menester.  Tornado a ir, procuró por algunas vías que nos diese licencia  nuestro Padre Provincial para venir yo a esta casa con otras  algunas conmigo (59), (que parecía casi imposible darla tan en  breve), para hacer el oficio (60) y enseñar a las que estaban. Fue  grandísimo consuelo para mí el día que vinimos.  24. Estando haciendo oración en la iglesia antes que entrase en el  monasterio, estando casi en arrobamiento, vi a Cristo que con  grande amor me pareció me recibía y ponía una corona y  agradeciendome lo que había hecho por su Madre.  Otra vez, estando todas en el coro en oración despues de  Completas, vi a nuestra Señora con grandísima gloria, con manto  blanco, y debajo de el parecía ampararnos a todas; entendí cuán  alto grado de gloria daría el Señor a las de esta casa.  25. Comenzado a hacer el oficio (61), era mucha la devoción que el  pueblo comenzó a tener con esta casa. Tomáronse más monjas, y  comenzó el Señor a mover a los que más nos habían perseguido para  que mucho nos favoreciesen e hiciesen limosna; y así aprobaban lo  que tanto habían reprobado, y poco a poco se dejaran del pleito y  decían que ya entendían ser obra de Dios, pues con tanta  contracción Su Majestad había querido fuese adelante. Y no hay al  presente nadie que le parezca fuera acertado dejarse de hacer, y  así tienen tanta cuenta con proveernos de limosna, que sin haber  demanda (62) ni pedir a nadie, los despierta el Señor para que nos  la envíen, y pasamos sin que nos falte lo necesario, y espero en  el Señor será así siempre; que, como son pocas, si hacen lo que  deben como Su Majestad ahora les da gracia para hacerlo, segura  estoy que no les faltará ni habrán menester ser cansosas (63), ni  importunar a nadie, que el Señor se tendrá cuidado como hasta  aquí. [26] Que es para mí grandísimo consuelo de verme aquí metida  con almas tan desasidas. Su trato es entender cómo irán adelante  en el servicio de Dios. La soledad es su consuelo, y pensar de ver  a nadie que no sea para ayudarlas a encender más el amor de su  Esposo, les es trabajo, aunque sean muy deudos; (64) y así no  viene nadie a esta casa, sino quien trata de esto, porque ni las  contenta ni los contenta. No es su lenguaje otro sino hablar de  Dios, y así no entienden ni las entiende sino quien habla el mismo  (65).  Guardamos la Regla de nuestra Señora del Carmen, y cumplida esta  sin relajación, sino como la ordenó fray Hugo, Cardenal de Santa  Sabina, que fue dada a 1248 años, en el año quinto del Pontificado  del Papa Inocencio IV (66).  27. Me parece serán bien empleados todos los trabajos que se han  pasado. Ahora, aunque tiene algún rigor, porque no se come jamás  carne sin necesidad y ayuno de ocho meses y otras cosas, como se  ve en la misma primera Regla, en muchas aun se les hace poco a las  hermanas y guardan otras cosas que para cumplir esta con más  perfección nos han parecido necesarias (67). Y espero en el Señor  ha de ir muy delante lo comenzado, como Su Majestad me lo ha dicho  (68).   28. La otra casa que la beata que dije procuraba hacer, tambien la  favoreció el Señor, y está hecha en Alcalá (69), y no le faltó  harta contradicción ni dejó de pasar trabajos grandes. Se que se  guarda en ella toda religión, conforme a esta primera Regla  nuestra (70). Plega al Señor sea todo para gloria y alabanza suya  y de la gloriosa Virgen María, cuyo hábito traemos, amen.   29. Creo se enfadará vuestra merced (71) de la larga relación que  he dado de este monasterio, y va muy corta para los muchos  trabajos y maravillas que el Señor en esto ha obrado, que hay de  ello muchos testigos que lo podrán jurar, y así pido yo a vuestra  merced por amor de Dios, que si le pareciere romper lo demás que  aquí va escrito (72), lo que toca a este monasterio vuestra merced  lo guarde y, muerta yo, lo de a las hermanas que aquí estuvieren,  que animará mucho para servir a Dios las que vinieren, y a  procurar no caiga lo comenzado, sino que vaya siempre adelante,  cuando vean lo mucho que puso Su Majestad en hacerla por medio de  cosa tan ruin y baja como yo.  Y pues el Señor tan particularmente se ha querido mostrar en  favorecer para que se hiciese, pareceme a mí que hará mucho mal y  será muy castigada de Dios la que comenzare a relajar la  perfección que aquí el Señor ha comenzado y favorecido para que se  lleve con tanta suavidad, que se ve muy bien es tolerable y se  puede llevar con descanso, y el gran aparejo que hay para vivir  siempre en el las que a solas quisieren gozar de su esposo Cristo;  que esto es siempre lo que han de pretender, y solas con El solo,  y no ser más de trece; porque esto tengo por muchos pareceres  sabido que conviene, y visto por experiencia, que para llevar el  espíritu que se lleva y vivir de limosna y sin demanda, que no se  sufre más (73). Y siempre crean más a quien con trabajos muchos y  oración de muchas personas procuró lo que sería mejor; y en el  gran contento y alegría y poco trabajo que en estos años que ha  estamos en esta casa vemos tener todas, y con mucha más salud que  solían, se verá ser esto lo que conviene. Y quien le pareciere  áspero (74), eche la culpa a su falta de espíritu y no a lo que  aquí se guarda, pues personas delicadas y no sanas, porque le  tienen, con tanta suavidad lo pueden llevar, y váyanse a otro  monasterio, adonde se salvarán conforme a su espíritu.  NOTAS CAPÍTULO 36  1 Salió de Toledo a fines de junio o primeros de julio de 1562.  2 El Breve pontificio había sido expedido por la Sagrada  Penitenciaría y llevaba fecha de 7.2.1562. Tanto el texto del  Breve como la relativa súplica pueden verse en La Reforma  Teresiana: documentario histórico de sus primeros días (Roma  1962), pp. 139-146.  3 Era Obispo de Avila, desde diciembre de 1560, Don Alvaro de  Mendoza. Se hará pronto gran amigo y colaborador de la Santa. En  1577 fue trasladado a la diócesis de Palencia. Murió en Valladolid  el 19.4.1586. Fue enterrado en la iglesia de San Jose (Avila).  4 «Francisco de Salcedo» anota Gracián en su libro,  equivocadamente. Se trataba de Juan Blázquez (Velázquez) Dávila,  señor de Loriana y padre del conde de Uceda, que solía acoger en  su casa de Avila a fray Pedro de Alcántara.   5 Hallar espaldas y cabida: hallar protección y acogida.  6 Santo viejo: fray Pedro de Alcántara (cf. c. 27, 18). Contaba  unos 62 años.   7 Desde a muy poco: muy poco despues. Falleció en Arenas de San  Pedro el 18 de octubre de 1562.  8 Como se pareció: como se evidenció.  9 Su cuñado: Juan de Ovalle, casado con la hermana menor de la  Santa, Juana de Ahumada, residentes en Alba. Se había trasladado a  Avila para trabajar en la adquisición de las casas para la  fundación. Viajó a Toledo para acompañar a la M. Teresa en su  viaje de regreso. En Avila cayó enfermo, y hubo de ser asistido  por la Santa.   10 En algunas personas: por parte de algunas personas.  11 Que se admitiese: que aceptase la fundación.  12 Mi compañera: Doña Guiomar de Ulloa, a cuyo nombre venía  expedido el Breve de fundación.  13 Cf. c. 35, 8.  14 Día (fiesta) de San Bartolome: 24 de agosto de 1562.  15 Tomaron hábito religioso Antonia de Henao con el nombre de  Antonia del Espíritu Santo, María de la Paz (en religión María de  la Cruz), Ursula de los Santos y María de Avila (en religión,  María de San Jose), hermana de Julián de Avila. Como delegado del  Obispo, les impuso el hábito Gaspar Daza.  16 De nuestra casa de la Encarnación: eran Doña Ines y Doña Juana  de Tapia, que al hacerse descalzas se llamaron Ines de Jesús y Ana  de la Encarnación.  17 En el n. 3 y en el c. 33, 1-2. 11.  18 Lo ha referido en el c. 33, 1-2.  19 Es decir: no se imponía la obligación de aportar dote, para ser  recibidas en el nuevo monasterio. Ello no obstó para que Antonia  del Espíritu Santo ofreciese 17.000 maravedís, y Ursula de los  Santos, 300 ducados.  20 Desde a tres o cuatro horas: 3 ó 4 horas despues.  21 Ordinario: el Obispo de Avila.   22 Yo no mudaba de obediencia: seguía súbdita del Provincial.  23 Me ponía (= sugería) el demonio...  24 En Toledo era su confesor el jesuita P. Domenech. En Avila aún  no ha regularizado esa su situación.  25 Por lapsus material, omitió ese «que» en el autógrafo. Seguimos  la lectura de fray Luis (p. 458).   26 Esta casa: carmelo de San Jose donde se halla cuando esto  escribe.  27 Alusión a Fil 4, 13 (cf. c. 13, 3).  28 En 28 años y más que hace soy monja. Había tomado el hábito a  fines de 1536. Por tanto, escribe estas páginas hacia finales de  1565.  29 Mi monasterio: la Encarnación.   30 Lo ha dicho en el c. 32, 14-15; y c. 33, 2.  31 La prelada de la Encarnación. «Dª Isabel de Avila», anota  Gracián en su libro, pero se equivoca: era priora María Cimbrón,  recien elegida en la temida asamblea de que habló la Santa a su  partida de Toledo (12 de agosto de 1562: cf. c. 35, 7-8). Doña  Isabel Dávila era la priora cesante. Doña María Cimbrón había sido  priora por los años de la enfermedad de Teresa (1539-1542).  32 A la hora. inmediatamente.   33 Cárcel: celda de castigo en el monasterio. De hecho la Santa no  tuvo ese castigo.  34 Di mi descuento: dar explicaciones justificativas. Cf. nn. 13 y  14; c. 33, 3.  35 Enviaron aviso o recado al Provincial, Angel de Salazar.  36 Reminiscencia bíblica: Hech 5, 41.  37 Hice mi culpa: hice confesión pública de culpada: se refiere a  la práctica de rito, prescrita para el capítulo de culpas.  38 Si fuese adelante: si continuase en pie la fundación.  39 Regidores eran los asesores o asistentes del Concejo ciudadano;  Corregidor, el funcionario regio con autoridad judicial y  administrativa de la ciudad. Cabildo catedralicio, compuesto por  el deán y los canónigos. - La serie de sesiones del Concejo se  celebró los días 25, 26, 29 y 30 de agosto. Había precedido el día  22 una delación de Lázaro Dávila «cantero veedor de las fuentes».  Y seguirán las sesiones del Concejo en los meses de septiembre,  octubre y noviembre, e incluso en el año siguiente 1563. Las actas  respectivas pueden verse publicadas en La Reforma Teresiana:  documentario de sus primeros días (Roma 1962), pp.152 y ss.  40 República: en su acepción de «cosa pública» o comunidad  ciudadana.  41 Hicieron juntar...: alude a la convocatoria general del día 29  de agosto, para reunirse todos al día siguiente. El acta oficial  da una idea de la solemnidad del acto: «Sobre lo del monasterio. -  Este día, en el dicho concejo, los dichos señores Justicia,  Regidores, dijeron que para tratar y conferir sobre lo tocante al  monasterio que nuevamente se ha intentado hacer, acordaban y  mandaban que para mañana domingo, a las tres despues de medio día,  los señores Juan de Henao y Perálvarez Serrano, de parte de esta  ciudad, pidan por merced a los señores Deán y Cabildo tengan por  bien nombren personas que vengan a lo susodicho para tratar de  ello a la dicha hora, y asimismo lo pidan y digan a los señores  don Francisco de Valderrábano y Pedro del Peso, el Viejo, y, si el  señor don Francisco tuviese ocupación, se diga al señor Diego de  Bracamonte, y asimismo se pida y haga saber a los señores Prior de  Santo Tomás y Guardián de San Francisco y Prior de Nuestra Señora  del Carmen y a los Abades del monasterio de Santispíritus, y  Nuestra Señora de la Antigua, y a los Rectores del Nombre de  Jesús, y a los letrados de la ciudad, y a Cristóbal Juárez y  Alonso de Robledo, para que haya de todos los estados de la dicha  ciudad para tratar de lo susodicho y para que cada uno diga su  parecer en ello, sirviendo a Dios Nuestro Señor y a Su Majestad  del Rey nuestro Señor, y procurando el bien de la república de  esta ciudad» (La Reforma Teresiana... p. 154-155).  42 En el autógrafo de Vida, el propio Domingo Báñez anotó al  margen: «Esto fue el año de 1562, en fin de agosto; yo me halle  presente y di ese parecer. Fray Domingo Bañes (rubrica y sigue:) y  cuando esto escribo es año de 1575, 2 de mayo, y tiene esta Madre  fundados 9 monasterios de gran religión». Tambien Gracián anotó al  margen de su libro: «El Mº fray Domingo Báñez».  43 Dos días que hubo estas juntas: según las actas del Concejo,  fueron los días 25 y 26. Ya en la junta del día 26 se proyecta  recurrir al Consejo Real contra las monjas.  44 Enviaron al Consejo Real: el 12 de septiembre se decide apelar  al Consejo Real, y se nombra a Alonso de Robledo «para ir a Madrid  a entender en el negocio de las monjas de San Jose», y se le  asigna «por cada un día de los que en ello ocupare un ducado». -  Vino provisión: el 22 de septiembre regresó de Madrid Alonso de  Robledo con dos provisiones del Consejo Real, que fueron  notificadas al corregidor Garci Suárez para que las haga ejecutar.  45 Estas siervas de Dios: las monjas de San Jose.  46 La priora de la Encarnación, María Cimbrón. Provincial: Angel  de Salazar.  47 «Gonzalo de Aranda», anotó Gracián en su libro. Aranda es  sacerdote diocesano. Confesor en la Encarnación (lo seguirá siendo  en 1567). Gran amigo de la Madre Teresa, abogará su causa ante el  Consejo Real en la Corte. Es hermano de Rodrigo de Aranda, que en  1577 será el encargado de llevar a Madrid la causa de las monjas  de la Encarnación, vejadas por el Provincial Juan G. de la  Magdalena.  48 «Francisco de Salcedo», anota Gracián en su ejemplar de Vida.  Ya mencionado en los cc. 23, 6-7; 28, 17; 30, 6; 32, 18.  49 «Gaspar Daza», anota de nuevo Gracián. De el habló la Santa en  el c. 23, 6 y ss. Ya intervino en la «junta grande» del 30 de  agosto. Según las actas, están presentes «los licenciados Daza,  Cimbrón y Ortega, letrados de la dicha ciudad».  50 Junta grande del Concejo de la ciudad: alude probablemente a la  sesión solemne del 30 de agosto. Cf. nota 41.  51 Casi medio año de fuerte oposición: al menos hasta  enero/febrero de 1563. En las actas del Concejo, todavía el 12 de  enero se urge al licenciado Pacheco y al señor Juan de Henao, para  que insistan ante la Corte de Madrid.  52 Este concierto: dar rentas provisionales al monasterio de San  Jose. El 6 de noviembre, ante el Concejo de la ciudad, Juan de  Henao y Diego de Villena «dicen que quieren concierto y que  dotarán al monasterio a vista del Señor Obispo». Pero ese mismo  día es rechazado por los señores del Concejo. (Cf. La Reforma  Teresiana... p. 160-161). - A continuación: Si «se» comenzásemos,  escribió la Santa por lapsus material.  53 Murió el 19 de octubre de ese año de 1562. - Se conserva una  carta del Santo a la M. Fundadora, con fecha de 14.4.1562 (BMC, t.  2, p. 125). La aludida en este pasaje fue escrita por el Santo ya  muy enfermo en septiembre/octubre de 1562, y no la conocemos. La  conoció, en cambio, F. de Ribera: «Tambien vi una carta que  escribió el mismo a la Madre Teresa de Jesús el septiembre  adelante: no tiene cuatro dedos de papel en ancho, sino sólo lo  que era menester para lo que había de escribir. El sobrescrito  dice: 'A la muy magnífica y religiosísima señora Doña Teresa de  Ahumada, en Avila, que nuestro Señor haga santa» (Vida, L. 1, c.  17, p. 118).  54 En el c. 27, 19.  55 Al caballero santo: Francisco de Salcedo. - En el autógrafo,  por lapsus, A quien todo...  56 Otra persona: desconocida.   57 En «tres» años, había escrito. Luego enmendó. Fray Luis: «en  dos años» (p. 468).  58 «Fray Pedro Ibáñez», anota Gracián en su libro. Residía en  Trianos (León). Estuvo presente en la «junta grande» del 30 de  agosto, juntamente con «fray Pedro Serrano, prior del monasterio y  casa insigne de Señor santo Tomás de Aquino el Real, de Avila». El  P. Pedro figura como «fraile de dicha casa y Orden». (La Reforma  Teresiana... p. 155-156).  59 Algunas otras monjas de la Encarnación conmigo: fueron, entre  otras, Ana de San Juan (Dávila), Ana de los Angeles (Gómez), María  Isabel (Ordóñez) e Isabel de San Pablo (de la Peña).  60 Para hacer el oficio: el oficio de priora, o más probablemente  el rezo del oficio divino (cf. n. 25 y c. 38, 25).  61 Comenzando a hacer el oficio: a recitarlo en el coro, o a  celebrar los oficios litúrgicos (si bien la Santa suele escribir:  «decir o rezar el Oficio Divino») (Const. 21; Fund 17, 8; 24,  16.19...).  62 Sin haber demanda: sin petición pública al modo de los  mendicantes.  63 Cansosas: gravosas.  64 Deudos: parientes.  65 Cf. el pasaje paralelo de Fund. 1, 1.6.  66 La Santa puntualiza intecionadamente estos datos, tomados casi  a la letra de la Constitución Apostólica «Quae honorem Conditoris»  (1.10.1247), que contiene el texto de la Regla carmelitana  adaptada por el Cardenal Hugo de San Caro ( 1263) y por fray  Guillermo, obispo titular de Antarados. A la Santa se le escapó un  error de data: 1248, en lugar de 1247. - Conviene recordar que la  Regla carmelitana, compuesta a principios del siglo XIII por San  Alberto, Patriarca de Jerusalen ( 1214) y aprobada por Honorio III  (30.1.1226), fue sucesivamente modificada y confirmada por  Inocencio IV (1247), y mitigada por Eugenio IV (15.2.1432). Cuando  la Santa escribe que en su monasterio de San Jose se guarda la  «Regla de nuestra Señora del Carmen... sin relajación», alude al  abandono de las cláusulas de mitigación de Eugenio IV, vigentes en  la Encarnación. Ella y las monjas de San Jose han optado por la  Regla aprobada por Inocencio IV. Era el punto de partida, jurídico  y espiritual, de su Reforma. De ahí su interes por dejar  constancia del hecho al concluir el relato de la fundación de San  Jose.  67 Otras cosas, además de las prescritas en la Regla: alusión al  primer esbozo de Constituciones de sus Carmelos.  68 La beata que dije: María de Jesús. Fundó el monasterio de La  Imagen en Alcalá de Henares al año siguiente (1563): cf. c. 35, 1  y ss.   69 Esta primera Regla nuestra: la aludida en el n. 25 (cf. nota  66). Pero María de Jesús optó por una versión especial de la misma  Regla, adaptando su texto al Carmelo femenino.  70 Alude probablemente a las promesas del Señor del c. 32, 11.  71 vVuestra merced: el P. García de Toledo.  72 Ya otras veces ha insinuado la hipótesis de que su escrito  termine en el fuego (c. 10, 8), o en el cesto de los papeles (cc.  7, 22; 10, 7; 16, 8; 21, 4).  73 No se sufre (= no se soporta, no es posible) sean más de trece.   74 Aspero: Fray Luis leyó «espero» (p. 473), seguido por otros  editores inducidos a error por la edición facsimilar de Vida  (1873). El mismo fray Luis enmendó el error en la fe de erratas de  la edición príncipe y en la siguiente edición de Vida (1589: p.  335).  CAPÍTULO 37*.  Trata de los efectos que le quedaban cuando el Señor le había  hecho alguna merced. ­ Junta con esto harto buena doctrina. ­ Dice  cómo se ha de procurar y tener en mucho ganar algún grado más de  gloria, y que por ningún trabajo dejemos bienes que son perpetuos.  1. De mal se me hace (1) decir más de las mercedes que me ha hecho  el Señor de las dichas (2), y aun son demasiadas para que se crea  haberlas hecho a persona tan ruin; mas por obedecer al Señor, que  me lo ha mandado, y a vuestras mercedes (3), dire algunas cosas  para gloria suya. Plega a Su Majestad sea para aprovechar algún  alma ver que a una cosa tan miserable ha querido el Señor así  favorecer ­¿que hará a quien le hubiere de verdad servido?­ y se  animen todos a contentar a Su Majestad, pues aun en esta vida da  tales prendas.  2. Lo primero, hase de entender que en estas mercedes que hace  Dios al alma hay más y menos gloria. Porque en algunas visiones  excede tanto la gloria y gusto y consuelo al que da en otras, que  yo me espanto de tanta diferencia de gozar, aun en esta vida.  Porque acaece ser tanta la diferencia que hay de un gusto y regalo  que da Dios en una visión o en un arrobamiento, que parece no es  posible poder haber más acá que desear (4) y así el alma no lo  desea ni pediría más contento. Aunque despues que el Señor me ha  dado a entender la diferencia que hay en el cielo de lo que gozan  unos a lo que gozan otros cuán grande es, bien veo que tambien acá  no hay tasa en el dar cuando el Señor es servido, y así no querría  yo la hubiese en servir yo a Su Majestad y emplear toda mi vida y  fuerzas y salud en esto, y no querría por mi culpa perder un  tantito de más gozar. Y digo así (5) que si me dijesen cuál quiero  más, estar con todos los trabajos del mundo hasta el fin de el y  despues subir un poquito más en gloria, o sin ninguno irme a un  poco de gloria más baja, que de muy buena gana tomaría todos los  trabajos por un tantito de gozar más de entender las grandezas de  Dios; pues veo que quien más le entiende más le ama y le alaba.  3. No digo que no me contentaría y tendría por muy venturosa de  estar en el cielo, aunque fuese en el más bajo lugar, pues quien  tal le tenía en el infierno, harta misericordia me haría en esto  el Señor, y plega a Su Majestad vaya yo allá, y no mire a mis  grandes pecados. Lo que digo es que, aunque fuese a muy gran costa  mía, si pudiese y el Señor me diese gracia para trabajar mucho, no  querría por mi culpa perder nada. ¡Miserable de mí, que con tantas  culpas lo tenía perdido todo!   4. Hase de notar tambien que en cada merced que el Señor me hacía  de visión o revelación quedaba mi alma con alguna gran ganancia, y  con algunas visiones quedaba con muy muchas.  De ver a Cristo me quedó imprimida su grandísima hermosura, y la  tengo hoy día, porque para esto bastaba sola una vez, ¡cuánto más  tantas como el Señor me hace esta merced! Quede con un provecho  grandísimo y fue este: tenía una grandísima falta de donde me  vinieron grandes daños, y era esta: que como comenzaba a entender  que una persona me tenía voluntad y si me caía en gracia, me  aficionaba tanto, que me ataba en gran manera la memoria a pensar  en el, aunque no era con intención de ofender a Dios, mas  holgábame de verle y de pensar en el y en las cosas buenas que le  veía. Era cosa tan dañosa, que me traía el alma harto perdida.  Despues que vi la gran hermosura del Señor, no veía a nadie que en  su comparación me pareciese bien ni me ocupase; que, con poner un  poco los ojos de la consideración en la imagen que tengo en mi  alma, he quedado con tanta libertad en esto, que despues acá todo  lo que veo me parece hace asco en comparación de las excelencias y  gracias que en este Señor veía. Ni hay saber ni manera de regalo  que yo estime en nada, en comparación del que es oír sola una  palabra dicha de aquella divina boca, cuánto más tantas. Y tengo  yo por imposible, si el Señor por mis pecados no permite se me  quite esta memoria, podermela nadie ocupar de suerte que, con un  poquito de tornarme a acordar de este Señor, no quede libre.  5. Acaecióme con algún confesor (que siempre quiero mucho a los  que gobiernan mi alma) como los tomo en lugar de Dios tan de  verdad, pareceme que es siempre adonde mi voluntad más se emplea  y, como yo andaba con seguridad, mostrábales gracia (6). Ellos,  como temerosos y siervos de Dios, temíanse no me asiese en alguna  manera y me atase a quererlos, aunque santamente, y mostrábanme  desgracia. Esto era despues que yo estaba tan sujeta a  obedecerlos, que antes no los cobraba ese amor. Yo me reía entre  mí de ver cuán engañados estaban, aunque no todas veces trataba  tan claro lo poco que me ataba a nadie como lo tenía en mí (7).  Mas asegurábalos y, tratándome más, conocían lo que debía al  Señor; que estas sospechas que traían de mí, siempre era a los  principios.   Comenzóme mucho mayor amor y confianza de este Señor en viendole,  como con quien tenía conversación tan continua. Veía que, aunque  era Dios, que era hombre, que no se espanta de las flaquezas de  los hombres, que entiende nuestra miserable compostura (8), sujeta  a muchas caídas por el primer pecado que El había venido a  reparar. Puedo tratar como con amigo, aunque es señor. Porque  entiendo no es como los que acá tenemos por señores, que todo el  señorío ponen en autoridades postizas: ha de haber horas de hablar  y señaladas personas que los hablen; si es algún pobrecito que  tiene algún negocio, ¡más rodeos y favores y trabajos le ha de  costar tratarlo! ¡Oh que si es con el Rey! (9), aquí no hay tocar  gente pobre y no caballerosa, sino preguntar quien son los más  privados; (10) y a buen seguro que no sean personas que tengan el  mundo debajo de los pies, porque estos hablan verdades, que no  temen ni deben; (11) no son para palacio, que allí no se deben  usar, sino callar lo que mal les parece, que aun pensarlo no deben  osar por no ser desfavorecidos.  6. ¡Oh Rey de gloria y Señor de todos los reyes! ¡Cómo no es  vuestro reino armado de palillos, pues no tiene fin! ¡Cómo no son  menester terceros (12) para Vos! Con mirar vuestra persona, se ve  luego que es sólo el que mereceis que os llamen Señor, según la  majestad mostráis. No es menester gente de acompañamiento ni de  guarda para que conozcan que sois Rey. Porque acá un rey solo mal  se conocerá por sí. Aunque el más quiera ser conocido por rey, no  le creerán, que no tiene más que los otros; es menester que se vea  por que lo creer, y así es razón tenga estas autoridades postizas,  porque si no las tuviese no le tendrían en nada. Porque no sale de  sí el parecer poderoso. De otros le ha de venir la autoridad.  ¡Oh Señor mío, oh Rey mío! ¡Quien supiera ahora representar la  majestad que teneis! Es imposible dejar de ver que sois gran  Emperador en Vos mismo, que espanta mirar esta majestad; mas más  espanta, Señor mío, mirar con ella vuestra humildad y el amor que  mostráis a una como yo. En todo se puede tratar y hablar con Vos  como quisieramos, perdido el primer espanto y temor de ver vuestra  majestad, con quedar mayor para no ofenderos; mas no por miedo del  castigo, Señor mío, porque este no se tiene en nada en comparación  de no perderos a Vos.  7. Hela aquí los provechos de esta visión, sin otros grandes que  deja en el alma. Si es de Dios, entiendese por los efectos, cuando  el alma tiene luz; porque, como muchas veces he dicho (13), quiere  el Señor que este en tinieblas y que no vea esta luz, y así no es  mucho tema la que se ve tan ruin como yo. No ha más que ahora que  me ha acaecido estar ocho días que no parece había en mí ni podía  tener conocimiento de lo que debo a Dios, ni acuerdo de las  mercedes, sino tan embobada el alma y puesta no se en que, ni  cómo, no en malos pensamientos, mas para los buenos estaba tan  inhábil, que me reía de mí y gustaba de ver la bajeza de un alma  cuando no anda Dios siempre obrando en ella. Bien ve que no está  sin El en este estado, que no es como los grandes trabajos que he  dicho tengo algunas veces; (14) mas aunque pone leña y hace eso  poco que puede de su parte, no hay arder el fuego de amor de Dios  (15). Harta misericordia suya es que se ve el humo, para entender  que no está del todo muerto. Torna el Señor a encender (16), que  entonces un alma, aunque se quiebre la cabeza en soplar y en  concertar los leños, parece que todo lo ahoga más. Creo es lo  mejor rendirse del todo a que no puede nada por sí sola, y  entender en otras cosas ­como he dicho­ (17) meritorias; porque  por ventura la quita el Señor la oración para que entienda en  ellas y conozca por experiencia lo poco que puede por sí.  8. Es cierto que yo me he regalado hoy con el Señor y atrevido a  quejarme de Su Majestad, y le he dicho: «¿cómo Dios mío, que no  basta que me teneis en esta miserable vida, y que por amor de Vos  paso por ello, y quiero vivir adonde todo es embarazos para no  gozaros, sino que he de comer y dormir y negociar y tratar con  todos, y todo lo paso por amor de Vos, pues bien sabeis, Señor  mío, que me es tormento grandísimo, y que tan poquitos ratos como  me quedan para gozar de Vos os me escondáis? ¿Cómo se compadece  esto (18) en vuestra misericordia? ¿Cómo lo puede sufrir el amor  que me teneis? Creo yo, Señor, que si fuera posible poderme  esconder yo de Vos, como Vos de mí, que pienso y creo del amor que  me teneis que no lo sufrierais; mas estáisos Vos conmigo, y veisme  siempre. ¡No se sufre esto, Señor mío! Suplícoos mireis que se  hace agravio a quien tanto os ama».  9. Esto y otras cosas me ha acaecido decir, entendiendo primero  cómo era piadoso (19) el lugar que tenía en el infierno para lo  que merecía. Mas algunas veces desatina tanto el amor, que no me  siento, sino que en todo mi seso doy estas quejas, y todo me lo  sufre el Señor. ¡Alabado sea tan buen Rey! ¡Llegáramos a los de la  tierra con estos atrevimientos!... Aun ya al rey no me maravillo  que no se ose hablar, que es razón se tema, y a los señores que  representan ser cabezas; mas está ya el mundo de manera, que  habían de ser más largas las vidas para deprender los puntos y  novedades y maneras que hay de crianza, si han de gastar algo de  ella en servir a Dios. Yo me santiguo (20) de ver lo que pasa. El  caso es que ya yo no sabía cómo vivir cuando aquí me metí; porque  no se toma de burla cuando hay descuido en tratar con las gentes  mucho más que merecen, sino que tan de veras lo toman por afrenta,  que es menester hacer satisfacciones de vuestra intención, si hay  ­como digo­ descuido; y aun plega a Dios lo crean.  10. Torno a decir que, cierto, yo no sabía cómo vivir, porque se  ve una pobre de alma fatigada: ve que la mandan que ocupe siempre  el pensamiento en Dios y que es necesario traerle en El para  librarse de muchos peligros; por otro cabo ve que no cumple perder  punto en puntos de mundo (21), so pena de no dejar de dar ocasión  a que se tienten los que tienen su honra puesta en estos puntos.  Traíame fatigada, y nunca acababa de hacer satisfacciones (22),  porque no podía ­aunque lo estudiaba­ dejar de hacer muchas faltas  en esto, que, como digo, no se tiene en el mundo por pequeña.  ¿Y es verdad que en las Religiones, que de razón habíamos en estos  casos estar disculpados, hay disculpa? ­No, que dicen que los  monasterios ha de ser corte de crianza y de saberla. Yo cierto que  no puedo entender esto. He pensado si dijo algún santo que había  de ser corte para enseñar a los que quisiesen ser cortesanos del  cielo, y lo han entendido al reves. Porque traer este cuidado  quien es razón le traiga continuo en contentar a Dios y aborrecer  el mundo, que le pueda traer tan grande en contentar a los que  viven en el en estas cosas que tantas veces se mudan, no se cómo.  Aun si se pudiera deprender de una vez, pasara; mas aun para  títulos de cartas es ya menester haya cátedra (23), adonde se lea  cómo se ha de hacer ­a manera de decir­, porque ya se deja papel  de una parte, ya de otra, y a quien no se solía poner magnífico,  se ha de poner ilustre (24).  11. Yo no se en que ha de parar, porque aún no he yo cincuenta  años (25), y en lo que he vivido he visto tantas mudanzas, que no  se vivir; pues los que ahora nacen y vivieren muchos, ¿que han de  hacer? Por cierto, yo he lástima a gente espiritual que está  obligada a estar en el mundo por algunos santos fines, que es  terrible la cruz que en esto llevan. Si se pudiesen concertar  todos y hacerse ignorantes y querer que los tengan por tales en  estas ciencias, de mucho trabajo se quitarían.  12. Mas ¡en que boberías me he metido! Por tratar en las grandezas  de Dios, he venido a hablar de las bajezas del mundo. Pues el  Señor me ha hecho merced en haberle dejado, quiero ya salir de el.  Allá se avengan los que sustentan con tanto trabajo estas  naderías. Plega a Dios que en la otra vida, que es sin mudanzas,  no las paguemos. Amen.  NOTAS CAPÍTULO 37  * Comienza la última sección del libro, redactada bajo la presión  de los teólogos asesores y por impulso interior («por obedecer al  Señor que me lo ha mandado», n. 1). Tras el relato de la fundación  de San Jose (cc. 32-36), vuelve al argumento de su vida interior:  pocos episodios externos y predominio de gracias místicas. Todas  ellas del período más reciente: años 1563-1565.   1 De mal se me hace: lo siento, me contraría...  2 En otro orden: acerca de las mercedes que me ha hecho el Señor,  decir más que las ya dichas...  3 Vuestras mercedes: Alusión al P. García de Toledo y,  probablemente, al P. Domingo Báñez.  4 En otro orden: poder haber acá más (cosas) que desear...   5 Orden de las dos frases: ... perder de gozar un tantito más. Y  así digo...  6 Mostrábales gracia... (y enseguida) mostrábanme desgracia...:  mostrar agrado o desagrado, simpatía o antipatía.   7 Tan claro... como lo tenía en mí: como era claro para mí.  8 Compostura: hechura, condición natural.  9 Fray Luis (p. 478) y otros editores leen: «o que si es el rey,  aquí no hay tocar...». - Aquí equivale a: «en este caso».  10 Los más privados: los validos.  11 No temen ni deben: frase proverbial que equivale a: «obras sin  miramiento ni respetos humanos».  12 Terceros (sustantivo): mediador (cf. C. 3, 9. - En Const. 15.  18. 38 equivale a «acompañante»).   13 En el c. 30, 8-18.  14 Ib.  15 Así el autógrafo. Los editores modernos, inducidos a error por  la edición fotolitográfica del mismo, omiten las palabras «de  Dios», en contra de fray Luis que editó correctamente (p. 481).  Cf. esa misma imagen en el c. 39, 23.  16 Acender, escribe la Santa.   17 Lo ha aconsejado ya en el c. 11, 15-16.  18 Equivale a: «cómo se compagina esto con...»   19 Piadoso: benigno, no cruel.   20 Yo me santiguo: me asombro, me hago cruces (cf. c. 19, 10.  21 No cumple: no es conveniente (cf. c. 16, 6). - Perder punto en  puntos de mundo: irónico juego de palabras: perder detalle en  puntillos de honra o en etiqueta mundana.  22 Hacer satisfacciones: pedir excusas...  23 Cátedra (ella escribe «cátreda») en que se lea: en que se den  lecciones.  24 Dura crítica de aquella sociedad. Volverá a criticarla en c. 2,  4; 27, 5. Felipe II hubo de publicar una pragmática reguladora de  esos tratamientos (8 de octubre de 1586).  25 No he (tengo) yo cincuenta años: escribe esto a fines de 1565,  y había nacido el 28.3.1515: 50 años.     CAPÍTULO 38  En que trata de algunas grandes mercedes que el Señor la hizo, así  en mostrarle algunos secretos del cielo, como otras grandes  visiones y revelaciones que Su Majestad tuvo por bien viese. ­  Dice los efectos con que la dejaban y el gran aprovechamiento que  quedaba en su alma.  1. Estando una noche tan mala que quería excusarme de tener  oración, tome un rosario por ocuparme vocalmente, procurando no  recoger el entendimiento, aunque en lo exterior estaba recogida en  un oratorio.  Cuando el Señor quiere, poco aprovechan estas diligencias. Estuve  así bien poco, y vínome un arrebatamiento de espíritu con tanto  ímpetu que no hubo poder resistir. Parecíame estar metida en el  cielo, y las primeras personas que allá vi fue a mi padre y madre,  y tan grandes cosas ­en tan breve espacio como se podía decir una  avemaría­ que yo quede bien fuera de mí, pareciendome muy  demasiada merced.  Esto de en tan breve tiempo, ya puede ser fuese más, sino que se  hace muy poco (1). Temí no fuese alguna ilusión, puesto que no me  lo parecía. No sabía que hacer, porque había gran vergüenza de ir  al confesor (2) con esto; y no por humilde, a mi parecer, sino que  me parecía había de burlar de mí y decir: que ¡que San Pablo para  ver cosas del cielo, o San Jerónimo! (3) Y por haber tenido estos  santos gloriosos cosas de estas me hacía más temor a mí, y no  hacía sino llorar mucho, porque no me parecía llevaba ningún  camino. En fin, aunque más sentí, fui al confesor, porque callar  cosa jamás osaba, aunque más sintiese en decirla, por el gran  miedo que tenía de ser engañada. El, como me vio tan fatigada, que  me consoló mucho y dijo hartas cosas buenas para quitarme de pena.  2. Andando más el tiempo, me ha acaecido y acaece esto algunas  veces.  Ibame el Señor mostrando más grandes secretos. Porque querer ver  el alma más de lo que se representa, no hay ningún remedio, ni es  posible, y así no veía más de lo que cada vez quería el Señor  mostrarme. Era tanto, que lo menos bastaba para quedar espantada y  muy aprovechada el alma para estimar y tener en poco todas las  cosas de la vida.   Quisiera yo poder dar a entender algo de lo menos que entendía, y  pensando cómo puede ser, hallo que es imposible; porque en sólo la  diferencia que hay de esta luz que vemos a la que allá se  representa, siendo todo luz, no hay comparación, porque la  claridad del sol parece cosa muy desgustada (4). En fin, no  alcanza la imaginación, por muy sutil que sea, a pintar ni trazar  cómo será esta luz, ni ninguna cosa de las que el Señor me daba a  entender con un deleite tan soberano que no se puede decir. Porque  todos los sentidos gozan en tan alto grado y suavidad, que ello no  se puede encarecer, y así es mejor no decir más.  3. Había una vez estado así más de una hora mostrándome el Señor  cosas admirables, que no me parece se quitaba de cabe mí. Díjome:  Mira, hija, que pierden los que son contra Mí; no dejes de  decírselo.   ¡Ay, Señor mío, y que poco aprovecha mi dicho a los que sus hechos  los tienen ciegos, si Vuestra Majestad no les da luz! A algunas  personas, que Vos la habeis dado, aprovechádose han de saber  vuestras grandezas; mas venlas, Señor mío, mostradas a cosa tan  ruin y miserable (5), que tengo yo en mucho que haya habido nadie  que me crea. Bendito sea vuestro nombre y misericordia, que ­al  menos a mí­ conocida mejoría he visto en mi alma.   Despues quisiera ella estarse siempre allí y no tornar a vivir,  porque fue grande el desprecio que me quedó de todo lo de acá:  parecíame basura y veo yo cuán bajamente nos ocupamos los que nos  detenemos en ello.  4. Cuando estaba con aquella señora que he dicho (6), me acaeció  una vez, estando yo mala del corazón (porque, como he dicho (7),  le he tenido recio, aunque ya no lo es), como era de mucha  caridad, hízome sacar joyas de oro y piedras, que las tenía de  gran valor, en especial una de diamantes que apreciaban en mucho.  Ella pensó que me alegraran. Yo estaba riendome entre mí y  habiendo lástima de ver lo que estiman los hombres, acordándome de  lo que nos tiene guardado el Señor, y pensaba cuán imposible me  sería, aunque yo conmigo misma lo quisiese procurar, tener en algo  a aquellas cosas, si el Señor no me quitaba la memoria de otras.  Esto es un gran señorío para el alma, tan grande que no se si lo  entenderá sino quien lo posee; porque es el propio y natural  desasimiento, porque es sin trabajo nuestro; todo lo hace Dios,  que muestra Su Majestad estas verdades de manera, que quedan tan  imprimidas que se ve claro no lo pudieramos por nosotros de  aquella manera en tan breve tiempo adquirir.  5. Quedóme tambien poco miedo a la muerte, a quien yo siempre  temía mucho. Ahora pareceme facilísima cosa para quien sirve a  Dios, porque en un momento se ve el alma libre de esta cárcel (8)  y puesta en descanso. Que este llevar Dios el espíritu y mostrarle  cosas tan excelentes en estos arrebatamientos, pareceme a mí  conforma mucho a cuando sale un alma del cuerpo, que en un  instante se ve en todo este bien; dejemos los dolores de cuando se  arranca, que hay poco caso que hacer de ellos; y a los que de  veras amaren a Dios y hubieren dado de mano a las cosas de esta  vida, más suavemente deben de morir.  6. Tambien me parece me aprovechó mucho para conocer nuestra  verdadera tierra (9) y ver que somos acá peregrinos, y es gran  cosa ver lo que hay allá y saber adónde hemos de vivir. Porque si  uno ha de ir a vivir de asiento a una tierra, esle gran ayuda,  para pasar el trabajo del camino, haber visto que es tierra adonde  ha de estar muy a su descanso, y tambien para considerar las cosas  celestiales y procurar que nuestra conversación sea allá; (10)  hácese con facilidad. Esto es mucha ganancia, porque sólo mirar el  cielo recoge el alma; porque, como ha querido el Señor mostrar  algo de lo que hay allá, estáse pensando, y acaeceme algunas veces  ser los que me acompañan y con los que me consuelo los que se que  allá viven, y parecerme aquellos verdaderamente los vivos, y los  que acá viven, tan muertos, que todo el mundo me parece no me hace  compañía, en especial cuando tengo aquellos ímpetus.  7. Todo me parece sueño lo que veo, y que es burla, con los ojos  del cuerpo (11). Lo que he ya visto con los del alma, es lo que  ella desea, y como se ve lejos, este es el morir. En fin, es  grandísima la merced que el Señor hace a quien da semejantes  visiones, porque la ayuda mucho, y tambien a llevar una pesada  cruz, porque todo no la satisface (12), todo le da en rostro. Y si  el Señor no permitiese a veces se olvidase, aunque se torna a  acordar, no se cómo se podría vivir. ¡Bendito sea y alabado por  siempre jamás!  Plega a Su Majestad, por la sangre que su Hijo derramó por mí, que  ya que ha querido entienda algo de tan grandes bienes y que  comience en alguna manera a gozar de ellos, no me acaezca lo que a  Lucifer, que por su culpa lo perdió todo. No lo permita por quien  El es, que no tengo poco temor algunas veces; aunque por otra  parte, y lo muy ordinario, la misericordia de Dios me pone  seguridad, que, pues me ha sacado de tantos pecados, no querrá  dejarme de su mano para que me pierda.  Esto suplico yo a vuestra merced (13) siempre le suplique.  8. Pues no son tan grandes las mercedes dichas, a mi parecer, como  esta que ahora dire, por muchas causas y grandes bienes que de  ella me quedaron y gran fortaleza en el alma; aunque, mirada cada  cosa por sí, es tan grande, que no hay que comparar.  9. Estaba un día, víspera del Espíritu Santo, despues de misa  (14). Fuime a una parte bien apartada, adonde yo rezaba muchas  veces, y comence a leer en un Cartujano esta fiesta (15). Y  leyendo las señales que han de tener los que comienzan y  aprovechan y los perfectos, para entender está con ellos el  Espíritu Santo, leídos estos tres estados, parecióme, por la  bondad de Dios, que no dejaba de estar conmigo, a lo que yo podía  entender. Estándole alabando y acordándome de otra vez que lo  había leído, que estaba bien falta de todo aquello, que lo veía yo  muy bien, así como ahora entendía lo contrario de mí, y así conocí  era merced grande la que el Señor me había hecho. Y así comence a  considerar el lugar que tenía en el infierno merecido por mis  pecados, y daba muchos loores a Dios, porque no me parecía conocía  mi alma según la veía trocada. Estando en esta consideración,  diome un ímpetu grande, sin entender yo la ocasión. Parecía que el  alma se me quería salir del cuerpo, porque no cabía en ella (16)  ni se hallaba capaz de esperar tanto bien. Era ímpetu tan  excesivo, que no me podía valer y, a mi parecer, diferente de  otras veces, ni entendía que había el alma, ni que quería, que tan  alterada estaba. Arrimeme, que aun sentada no podía estar, porque  la fuerza natural me faltaba toda.  10. Estando en esto, veo sobre mi cabeza una paloma, bien  diferente de las de acá, porque no tenía estas plumas, sino las  alas de unas conchicas que echaban de sí gran resplandor. Era  grande más que paloma. Pareceme que oía el ruido que hacía con las  alas. Estaría aleando espacio de un avemaría. Ya el alma estaba de  tal suerte, que, perdiendose a sí de sí, la perdió de vista (17).  Sosegóse el espíritu con tan buen huesped, que, según mi parecer,  la merced tan maravillosa le debía de desasosegar y espantar; y  como comenzó a gozarla, quitósele el miedo y comenzó la quietud  con el gozo, quedando en arrobamiento.  11. Fue grandísima la gloria de este arrobamiento. Quede lo más de  la Pascua (18) tan embobada y tonta, que no sabía que me hacer, ni  cómo cabía en mí tan gran favor y merced. No oía ni veía, a manera  de decir, con gran gozo interior. Desde aquel día entendí quedar  con grandísimo aprovechamiento en más subido amor de Dios y las  virtudes muy más fortalecidas. Sea bendito y alabado por siempre,  amen.  12. Otra vez vi la misma paloma sobre la cabeza de un padre de la  Orden de Santo Domingo (19), salvo que me pareció los rayos y  resplandor de las mismas alas que se extendían mucho más. Dióseme  a entender había de traer almas a Dios.  13. Otra vez vi estar a nuestra Señora poniendo una capa muy  blanca al Presentado de esta misma Orden (20), de quien he tratado  algunas veces. Díjome que por el servicio que la había hecho en  ayudar a que se hiciese esta casa le daba aquel manto en señal que  guardaría su alma en limpieza de ahí adelante y que no caería en  pecado mortal (21). Yo tengo cierto que así fue; porque desde a  pocos años murió (22), y su muerte y lo que vivió fue con tanta  penitencia la vida, y la muerte con tanta santidad, que, a cuanto  se puede entender, no hay que poner duda. Díjome un fraile que  había estado a su muerte, que antes que expirase le dijo cómo  estaba con el Santo Tomás. Murió con gran gozo y deseo de salir de  este destierro. Despues me ha aparecido algunas veces con muy gran  gloria y díchome algunas cosas. Tenía tanta oración que, cuando  murió, que con la gran flaqueza la quisiera excusar, no podía,  porque tenía muchos arrobamientos. Escribióme poco antes que  muriese, que que medio tendría; porque, como acababa de decir  misa, se quedaba con arrobamiento mucho rato (23), sin poderlo  excusar. Diole Dios al fin el premio de lo mucho que había servido  toda su vida.  14. Del rector de la Compañía de Jesús ­que algunas veces he hecho  de el mención­ (24) he visto algunas cosas de grandes mercedes que  el Señor le hacía, que, por no alargar, no las pongo aquí.  Acaecióle una vez un gran trabajo, en que fue muy perseguido, y se  vio muy afligido. Estando yo un día oyendo misa, vi a Cristo en la  cruz cuando alzaba la Hostia; díjome algunas palabras que le  dijese de consuelo, y otras previniendole de lo que estaba por  venir y poniendole delante lo que había padecido por el, y que se  aparejase para sufrir. Diole esto mucho consuelo y ánimo, y todo  ha pasado despues como el Señor me lo dijo.  15. De los de la Orden de este Padre, que es la Compañía de Jesús,  toda la Orden junta he visto grandes cosas: vilos en el cielo con  banderas blancas en las manos algunas veces, y, como digo, otras  cosas he visto de ellos de mucha admiración; y así tengo esta  Orden en gran veneración, porque los he tratado mucho y veo  conforma su vida con lo que el Señor me ha dado de ellos a  entender.  16. Estando una noche en oración, comenzó el Señor a decirme  algunas palabras trayendome a la memoria por ellas cuán mala había  sido mi vida, que me hacían harta confusión y pena; porque, aunque  no van con rigor, hacen un sentimiento y pena que deshacen, y  sientese más aprovechamiento de conocernos con una palabra de  estas que en muchos días que nosotros consideremos nuestra  miseria, porque trae consigo esculpida una verdad que no la  podemos negar. Representóme las voluntades con tanta vanidad que  había tenido, y díjome que tuviese en mucho querer que se pusiese  en El voluntad que tan mal se había gastado como la mía, y  admitirla El.  Otras veces me dijo que me acordase cuando parece tenía por honra  el ir contra la suya. Otras, que me acordase lo que le debía; que,  cuando yo le daba mayor golpe, estaba El haciendome mercedes. Si  tenía algunas faltas, que no son pocas, de manera me las da Su  Majestad a entender, que toda parece me deshago, y como tengo  muchas, es muchas veces. Acaecíame reprenderme el confesor, y  quererme consolar en la oración y hallar allí la reprensión  verdadera.  17. Pues tornando a lo que decía (25), como comenzó el Señor a  traerme a la memoria mi ruin vida, a vuelta de mis lágrimas (como  yo entonces no había hecho nada, a mi parecer), pense si me quería  hacer alguna merced. Porque es muy ordinario, cuando alguna  particular merced recibo del Señor, haberme primero deshecho a mí  misma, para que vea más claro cuán fuera de merecerlas yo son;  pienso lo debe el Señor de hacer.  Desde a un poco, fue tan arrebatado mi espíritu, que casi me  pareció estaba del todo fuera del cuerpo; al menos no se entiende  que se vive en el. Vi a la Humanidad sacratísima con más excesiva  gloria que jamás la había visto. Representóseme por una noticia  admirable y clara estar metido en los pechos del Padre (26). Esto  no sabre yo decir cómo es, porque sin ver me pareció me vi  presente (27) de aquella Divinidad. Quede tan espantada y de tal  manera, que me parece pasaron algunos días que no podía tornar en  mí; y siempre me parecía traía presente aquella majestad del Hijo  de Dios, aunque no era como la primera. Esto bien lo entendía yo,  sino que queda tan esculpido en la imaginación, que no lo puede  quitar de sí ­por en breve que haya pasado­ (28) por algún tiempo,  y es harto consuelo y aun aprovechamiento.   18. Esta misma visión he visto otras tres veces. Es, a mi parecer,  la más subida visión que el Señor me ha hecho merced que vea, y  trae consigo grandísimos provechos. Parece que purifica el alma en  gran manera, y quita la fuerza casi del todo a esta nuestra  sensualidad (29). Es una llama grande, que parece abrasa y  aniquila todos los deseos de la vida; porque ya que yo, gloria a  Dios, no los tenía en cosas vanas, declaróseme aquí bien cómo era  todo vanidad, y cuán vanos, y cuán vanos (30) son los señoríos de  acá. Y es un enseñamiento grande para levantar los deseos en la  pura verdad. Queda imprimido un acatamiento que no sabre yo decir  cómo, mas es muy diferente de lo que acá podemos adquirir. Hace un  espanto al alma grande de ver cómo osó, ni puede nadie osar,  ofender una majestad tan grandísima.  19. Algunas veces habre dicho estos efectos de visiones y otras  cosas, mas ya he dicho (31) que hay más y menos aprovechamiento;  de esta queda grandísimo.  Cuando yo me llegaba a comulgar y me acordaba de aquella majestad  grandísima que había visto, y miraba que era el que estaba en el  Santísimo Sacramento (y muchas veces quiere el Señor que le vea en  la Hostia), los cabellos se me espeluzaban (32), y toda parecía me  aniquilaba. ¡Oh Señor mío! Mas si no encubrierais vuestra  grandeza, ¿quien osara llegar tantas veces a juntar cosa tan sucia  y miserable con tan gran majestad? ¡Bendito seáis, Señor! Alaben  os los ángeles y todas las criaturas, que así medís las cosas con  nuestra flaqueza, para que, gozando de tan soberanas mercedes, no  nos espante vuestro gran poder de manera que aun no las osemos  gozar, como gente flaca y miserable.   20. Podríanos acaecer lo que a un labrador, y esto se cierto que  pasó así; hallóse un tesoro, y como era más que cabía en su ánimo,  que era bajo, en viendose con el le dio una tristeza, que poco a  poco se vino a morir de puro afligido y cuidadoso de no saber que  hacer de el. Si no le hallara junto, sino que poco a poco se le  fueran dando y sustentando con ello, viviera más contento que  siendo pobre, y no le costara la vida.   21. ¡Oh riqueza de los pobres, y que admirablemente sabeis  sustentar las almas y, sin que vean tan grandes riquezas, poco a  poco se las vais mostrando!  Cuando yo veo una majestad tan grande disimulada en cosa tan poca  como es la Hostia, es así que despues acá a mí me admira sabiduría  tan grande, y no se cómo me da el Señor ánimo ni esfuerzo para  llegarme a El; si El, que me ha hecho tan grandes mercedes y hace,  no me le diese, ni sería posible poderlo disimular, ni dejar de  decir a voces tan grandes maravillas. ¿Pues que sentirá una  miserable como yo, cargada de abominaciones y que con tan poco  temor de Dios ha gastado su vida, de verse llegar a este Señor de  tan gran majestad cuando quiere que mi alma le vea? ¿Cómo ha de  juntar boca, que tantas palabras ha hablado contra el mismo Señor,  a aquel cuerpo gloriosísimo, lleno de limpieza y de piedad? Que  duele mucho más y aflige al alma, por no le haber servido, el amor  que muestra aquel rostro de tanta hermosura con una ternura y  afabilidad, que temor pone la majestad que ve en El.  Mas ¿que podría yo sentir dos veces que vi esto que dire? (33).  22. Cierto, Señor mío y gloria mía, que estoy por decir que, en  alguna manera, en estas grandes aflicciones que siente mi alma he  hecho algo en vuestro servicio. ¡Ay... que no se que me digo...,  que casi sin hablar yo, escribo ya esto!; porque me hallo turbada  y algo fuera de mí, como he tornado a traer a mi memoria estas  cosas. Bien dijera, si viniera de mí este sentimiento, que había  hecho algo por Vos, Señor mío. Mas, pues no puede haber buen  pensamiento si Vos no le dais, no hay que me agradecer. Yo soy la  deudora, Señor, y Vos el ofendido.  23. Llegando una vez a comulgar, vi dos demonios con los ojos del  alma (34), más claro que con los del cuerpo, con muy abominable  figura. Pareceme que los cuernos rodeaban la garganta del pobre  sacerdote, y vi a mi Señor con la majestad que tengo dicha puesto  en aquellas manos, en la Forma que me iba a dar, que se veía claro  ser ofendedoras suyas; y entendí estar aquel alma en pecado  mortal.  ¿Que sería, Señor mío, ver vuestra hermosura entre figuras tan  abominables? Estaban ellos como amedrentados y espantados delante  de Vos, que de buena gana parece que huyeran si Vos los dejarais  ir. Diome tan gran turbación, que no se cómo pude comulgar, y  quede con gran temor, pareciendome que, si fuera visión de Dios,  que no permitiera Su Majestad viera yo el mal que estaba en aquel  alma. Díjome el mismo Señor que rogase por el, y que lo había  permitido para que entendiese yo la fuerza que tienen las palabras  de la consagración, y cómo no deja Dios de estar allí por malo que  sea el sacerdote que las dice, y para que viese su gran bondad,  cómo se pone en aquellas manos de su enemigo, y todo para bien mío  y de todos.  Entendí bien cuán más obligados están los sacerdotes a ser buenos  que otros, y cuán recia cosa es tomar este Santísimo Sacramento  indignamente (35), y cuán señor es el demonio del alma que está en  pecado mortal. Harto gran provecho me hizo y harto conocimiento me  puso de lo que debía a Dios. Sea bendito por siempre jamás.  24. Otra vez me acaeció así otra cosa que me espantó muy mucho.  Estaba en una parte adonde se murió cierta persona que había  vivido harto mal, según supe, y muchos años; mas había dos que  tenía enfermedad y en algunas cosas parece estaba con enmienda.  Murió sin confesión, mas, con todo esto, no me parecía a mí que se  había de condenar. Estando amortajando el cuerpo, vi muchos  demonios tomar aquel cuerpo, y parecía que jugaban con el, y  hacían tambien justicias en el, que a mí me puso gran pavor, que  con garfios grandes le traían de uno en otro. Como le vi llevar a  enterrar con la honra y ceremonias que a todos, yo estaba pensando  la bondad de Dios cómo no quería fuese infamada aquel alma, sino  que fuese encubierto ser su enemiga.  25. Estaba yo medio boba de lo que había visto. En todo el Oficio  no vi más demonio. Despues, cuando echaron el cuerpo en la  sepultura, era tanta la multitud que estaban dentro para tomarle,  que yo estaba fuera de mí de verlo, y no era menester poco ánimo  para disimularlo. Consideraba que harían de aquel alma cuando así  se enseñoreaban del triste cuerpo. Pluguiera al Señor que esto que  yo vi ­¡cosa tan espantosa!­ vieran todos los que están en mal  estado, que me parece fuera gran cosa para hacerlos vivir bien.  Todo esto me hace más conocer lo que debo a Dios y de lo que me ha  librado. Anduve harto temerosa hasta que lo trate con mi confesor,  pensando si era ilusión del demonio para infamar aquel alma,  aunque no estaba tenida por de mucha cristiandad. Verdad es que,  aunque no fuese ilusión, siempre me hace temor que se me acuerda  (36).  26. Ya que he comenzado a decir de visiones de difuntos, quiero  decir algunas cosas que el Señor ha sido servido en este caso que  vea de algunas almas. Dire pocas, por abreviar y por no ser  necesario, digo, para ningún aprovechamiento.   Dijeronme era muerto un nuestro Provincial (37) que había sido, (y  cuando murió, lo era de otra Provincia), a quien yo había tratado  y debido algunas buenas obras. Era persona de muchas virtudes.  Como lo supe que era muerto, diome mucha turbación, porque temí su  salvación, que había sido veinte años prelado, cosa que yo temo  mucho, cierto, por parecerme cosa de mucho peligro tener cargo de  almas, y con mucha fatiga me fui a un oratorio. Dile todo el bien  que había hecho en mi vida (38), que sería bien poco, y así lo  dije al Señor que supliesen los meritos suyos lo que había  menester aquel alma para salir de purgatorio.   27. Estando pidiendo esto al Señor lo mejor que yo podía,  parecióme salía del profundo de la tierra a mi lado derecho, y  vile subir al cielo con grandísima alegría. El era ya bien viejo,  mas vile de edad de treinta años, y aun menos me pareció, y con  resplandor en el rostro. Pasó muy en breve esta visión; mas en  tanto extremo quede consolada, que nunca me pudo dar más pena su  muerte, aunque veía fatigadas personas hartas por el, que era muy  bienquisto. Era tanto el consuelo que tenía mi alma, que ninguna  cosa se me daba, ni podía dudar en que era buena visión, digo que  no era ilusión.  Había no más de quince días que era muerto. Con todo, no descuide  de procurar le encomendasen a Dios y hacerlo yo, salvo que no  podía con aquella voluntad que si no hubiera visto esto; porque,  cuando así el Señor me lo muestra y despues las quiero encomendar  a Su Majestad, pareceme, sin poder más, que es como dar limosna al  rico. Despues supe ­porque murió bien lejos de aquí­ la muerte que  el Señor le dio, que fue de tan gran edificación, que a todos dejó  espantados del conocimiento y lágrimas y humildad con que murió.   28. Habíase muerto una monja en casa (39), había poco más de día y  medio, harto sierva de Dios. Estando diciendo una lección de  difuntos una monja, que se decía por ella en el coro, yo estaba en  pie para ayudarla a decir el verso; a la mitad de la lección la  vi, que me pareció salía el alma de la parte que la pasada y que  se iba al cielo. Esta no fue visión imaginaria como la pasada,  sino como otras que he dicho; mas no se duda más que las que se  ven (40).  29. Otra monja se murió en mi misma casa: de hasta dieciocho o  veinte años, siempre había sido enferma y muy sierva de Dios,  amiga del coro y harto virtuosa. Yo, cierto, pense no entrara en  purgatorio, porque eran muchas las enfermedades que había pasado,  sino que le sobraran meritos. Estando en las Horas (41) antes que  la enterrasen, habría cuatro horas que era muerta, entendí salir  del mismo lugar e irse al cielo.  30. Estando en un colegio de la Compañía de Jesús (42), con los  grandes trabajos que he dicho tenía algunas veces y tengo de alma  y de cuerpo, estaba de suerte que aun un buen pensamiento, a mi  parecer, no podía admitir. Habíase muerto aquella noche un hermano  (43) de aquella casa de la Compañía, y estando como podía  encomendándole a Dios y oyendo misa de otro padre de la Compañía  por el, diome un gran recogimiento y vile subir al cielo con mucha  gloria y al Señor con el. Por particular favor entendí era ir Su  Majestad con el.  31. Otro fraile de nuestra Orden, harto buen buen fraile (44),  estaba muy malo y, estando yo en misa, me dio un recogimiento y vi  cómo era muerto y subir al cielo sin entrar en purgatorio. Murió a  aquella hora que yo lo vi, según supe despues. Yo me espante de  que no había entrado en purgatorio. Entendí que por haber sido  fraile que había guardado bien su profesión, le habían aprovechado  las Bulas de la Orden para no entrar en purgatorio (45). No  entiendo por que entendí esto. Pareceme debe ser porque no está el  ser fraile en el hábito ­digo en traerle­ para gozar del estado de  más perfección que es ser fraile.  32. No quiero decir más de estas cosas; porque, como he dicho  (46), no hay para que, aunque son hartas las que el Señor me ha  hecho merced que vea. Mas no he entendido, de todas las que he  visto, dejar ningún alma de entrar en purgatorio, si no es la de  este Padre y el santo fray Pedro de Alcántara y el padre dominico  que queda dicho (47). De algunos ha sido el Señor servido vea los  grados que tienen de gloria, representándoseme en los lugares que  se ponen. Es grande la diferencia que hay de unos a otros (48).   NOTAS CAPÍTULO 38  1 Es decir, me parece o se me hace muy breve tiempo.  2 Por lapsus material, en el autógrafo repite la palabra  «confesor». Era probablemente el P. Baltasar.  3 Alusión al rapto de san Pablo (2 Cor 12, 2-4) y a la visión de  san Jerónimo (Carta a Eustoquio: ML, 22, 416). La Santa la había  leído en su juventud (c. 3, 7; y c. 11, 10).  4 Desgustada: deslustrada.  5 Se refiere a sí misma. Cf. c. 18, 4.  6 Ha hablado de Doña Luisa de la Cerda en el c. 34, 1 y ss.   7 De su mal de corazón ha hablado en los cc. 4, 5; 5, 7; 6, 1-2.5;  7, 11, etc.  8 Esta cárcel del cuerpo: es imagen de origen paulino, y tópico en  la literatura espiritual de su tiempo: cf. c. 20, 25 («esta cárcel  de esta vida») y el poema «Vivo sin vivir» («esta cárcel y estos  hierros en que el alma está metida»).   9 Tierra en acepción de «patria».  10 Eco del texto bíblico de Flp 3, 20 (ya presente en el c. 24,  5).  11 En orden: «todo lo que veo con los ojos del cuerpo me parece  sueño... y burla» (cf. fray Luis p. 490). - Ya se había expresado  así en el c. 16, 6. Y más adelante, en c. 40, 22.  12 Todo no la satisface: nada la satisface.  13 Dialoga de nuevo con García de Toledo.  14 Era la víspera de Pentecostes. Esa parte bien apartada a que se  retiró la Santa era una de las ermitas del monasterio de San Jose.  Muchos años más tarde, otra vez en víspera de Pentecostes, esta  gracia mística provocará otra no menos esplendida, pero más  apostólica y memorable. Comienza así la Merced 67: «Estando en San  Jose de Avila, víspera de Pascua del Espíritu Santo, en la ermita  de Nazaret, considerando en una grandísima merced que nuestro  Señor me había hecho en tal día como este, 20 años había, poco más  o menos...». La Santa misma dató esta segunda merced en 1579. La  primera no pudo suceder en 1559 («veinte años...»), sino muy  probablemente el 29 de mayo de 1563.  15 Leer en un Cartujano»: Llamábanse «Cartujanos» los volúmenes de  la Vida de Cristo escritos en latín por el «cartujo» LUDOLFO DE  SAJONIA y, por orden del cardenal Cisneros, traducidos por  Ambrosio de Montesinos (editados en Alcalá 1502, 1503, etc.). La  meditación de Pentecostes trata de los «incipientes»,  «proficientes» y «perfectos», que son los «tres estados» de la  vida espiritual, a que aludirá enseguida la Santa.   16 Quizás es un lapsus, por «no cabía en el» (en el cuerpo). «No  cabía en mí», escribe enseguida (n. 11).  17 Perdiendose a sí de sí: terminología mística para indicar el  ingreso en el extasis.  18 Lo más de la Pascua: la mayor parte del día de Pentecostes (o  incluso de la semana de Pentecostes).   19 «Fray Pedro Ibáñez», anota el P. Gracián en su libro.  20 De nuevo anota Gracián: «Fray Pedro Ibáñez».   21 En el libro, es uno de los pocos casos alusivos a la llamada  «confirmación en gracia». - Compárese el simbolismo de la visión  con la referida en el c. 33, 14.  22 Desde a pocos años: pocos años despues. - Al margen del  autógrafo apostilla el P. Ibáñez: «Este Padre murió en Trianos».  Fecha de su muerte: 2.2.1565.  23 Mucho rato: palabras añadidas al margen por la Santa.  24 El P. Gracián anota en su ejemplar: «Baltasar Alvarez». Con el  coincide María de San Jose (Salazar). No es segura esa atribución.  Por esas fechas (1562-1565), el P. Baltasar no había sido  «rector», sino «ministro» (cf. 29, 5; 33, 8). Al ser retirado de  Avila el Rector, P. Gaspar de Salazar, el P. Baltasar hizo sus  veces, pero sin título de rector. Por ello es dudoso a cuál de los  dos se refiere el presente pasaje de la Santa. Vease la Vida del  P. Baltasar por La Puente, c. 23).  25 Tornando a lo que decía: al episodio del n. 16. - A  continuación: A vuelta de mis lágrimas: con ocasión de mis  lágrimas. Cf. el mismo giro en el c. 39, 1.  26 Estar metido: Cristo, de cuya Humanidad viene hablando.   27Porque sin ver... me vi presente: es decir, con visión  intelectual, como la referida en el c. 27, 2.  28 En otro orden: «queda tan esculpido..., que, por en breve que  haya pasado, no lo puede quitar de sí en algún tiempo».  29 Sensualidad: la parte sensitiva o sensible del compuesto humano  (cf. c. 3, 2 nota).  30 Repetición enfática, como en otros casos: c. 10, 7 nota.  31 De los efectos de las visiones habló en el c. 28, nn. 10-13, y  c. 32, n. 12. De la diferencia de grados entre unas y otras en el  c. 37, 2.  32 Espeluzan: cf. c. 20, 7.   33 Lo referirá en el n. 23.  34 Los ojos del alma: con la vista interior. Como otras veces,  alude a la visión mística no intelectual.   35 Es un eco del texto paulino de la 1 Cor 11, 27.  36 Fray Luis ordenó la frase: «siempre que se me acuerda me hace  temor» (p. 503).  37 Un nuestro Provincial: Gregorio Fernández. Murió en 1561,  siendo Provincial de los Carmelitas de Andalucía. Había sido  Provincial de Castilla en 1550-1556. Tambien había sido prior del  Carmen de Avila.  38 Dile todo el bien... de mi vida: se lo ofrecí al Señor por  el...  39 En casa: en la Encarnación. Cuando esto escribe, ninguna monja  había fallecido en San Jose.  40 Es decir, no fue visión imaginaria sino intelectual... - Más  que las que se ven: más que las imaginarias.  41 En las Horas: en el rezo del Oficio litúrgico.  42 Colegio de la Compañía: San Gil de Avila. Alude a los años de  grandes sufrimientos ya narrados en los cc. 23-25, con  «grandísimos trabajos de alma, junto con tormentos y dolores de  cuerpo» (c. 30, 6).  43 Era el Hermano Alonso de Henao, venido del colegio de Alcalá y  fallecido el 11.4.1557.  44 «Fray Matía», advierte Gracián en su libro. Se trata de fray  Diego Matía, carmelita de Avila, que en algún tiempo fue confesor  de la Encarnación.   45 Alude a los privilegios de la llamada Bula Sabatina.  46 En el c. 37, 1... Lo repetirá en el c. 39, 20 y c. 40, 17.  47 El P. Pedro Ibáñez: c. 38, 13.  48 Cf. el texto de San Pablo en 1 Cor 15, 41.  CAPÍTULO 39  Prosigue en la misma materia de decir las grandes mercedes que le  ha hecho el Señor. ­ Trata de cómo le prometió de hacer por las  personas que ella le pidiese. ­ Dice algunas cosas señaladas en  que le ha hecho Su Majestad este favor.  1. Estando yo una vez importunando al Señor mucho porque diese  vista a una persona que yo tenía obligación (1), que la había del  todo casi perdido, yo teníale gran lástima y temía por mis pecados  no me había el Señor de oír. Aparecióme como otras veces (2) y  comenzóme a mostrar la llaga de la mano izquierda, y con la otra  sacaba un clavo grande que en ella tenía metido. Parecíame que a  vuelta del clavo (3) sacaba la carne. Veíase bien el gran dolor,  que me lastimaba mucho, y díjome que quien aquello había pasado  por mí, que no dudase sino que mejor haría lo que le pidiese; que  El me prometía que ninguna cosa le pidiese que no la hiciese (4),  que ya sabía El que yo no pediría sino conforme a su gloria, y que  así haría esto que ahora pedía; que aun cuando no le servía,  mirase yo que no le había pedido cosa que no la hiciese mejor que  yo lo sabía pedir, que cuán mejor lo haría ahora que sabía le  amaba, que no dudase de esto.  No creo pasaron ocho días, que el Señor no tornó la vista (5) a  aquella persona. Esto supo mi confesor luego. Ya puede ser no  fuese por mi oración; mas yo como había visto esta visión, quedóme  una certidumbre que, por merced hecha a mí, di a Su Majestad las  gracias.  2. Otra vez estaba una persona muy enfermo de una enfermedad muy  penosa, que por ser no se de que hechura, no la señalo aquí (6).  Era cosa incomportable lo que había dos meses que pasaba y estaba  en un tormento que se despedazaba. Fuele a ver mi confesor, que  era el Rector que he dicho (7), y húbole gran lástima, y díjome  que en todo caso le fuese a ver, que era persona que yo lo podía  hacer, por ser mi deudo. Yo fui y movióme a tener de el tanta  piedad, que comence muy importunamente a pedir su salud al Señor.  En esto vi claro, a todo mi parecer, la merced que me hizo; porque  luego otro día estaba del todo bueno de aquel dolor.  3. Estaba una vez con grandísima pena, porque sabía que una  persona, a quien yo tenía mucha obligación, quería hacer una cosa  harto contra Dios y su honra, y estaba ya muy determinado a ello.  Era tanta mi fatiga, que no sabía que hacer. Remedio para que lo  dejase, ya parecía que no le había. Suplique a Dios muy de corazón  que le pusiese; mas hasta verlo, no podía aliviarse mi pena.  Fuime, estando así, a una ermita bien apartada (8), que las hay en  este monasterio, y estando en una, adonde está Cristo a la  Columna, suplicándole me hiciese esta merced, oí que me hablaba  una voz muy suave, como metida en un silbo. Yo me espeluce toda,  que me hizo temor, y quisiera entender lo que me decía, mas no  pude, que pasó muy en breve. Pasado mi temor, que fue presto,  quede con un sosiego y gozo y deleite interior, que yo me espante  que sólo oír una voz (que esto oílo con los oídos corporales y sin  entender palabra) hiciese tanta operación (9) en el alma. En esto  vi que se había de hacer lo que pedía, y así fue que se me quitó  del todo la pena en cosa que aún no era, como si lo viera hecho,  como fue despues. Díjelo a mis confesores, que tenía entonces dos,  harto letrados y siervos de Dios (10).  4. Sabía que una persona que se había determinado a servir muy de  veras a Dios y tenido algunos días oración y en ella le hacía Su  Majestad muchas mercedes, y que por ciertas ocasiones que había  tenido la había dejado, y aún no se apartaba de ellas, y eran bien  peligrosas. A mi me dio grandísima pena por ser persona a quien  quería mucho y debía. Creo fue más de un mes que no hacía sino  suplicar a Dios tornase esta alma a Sí.  Estando un día en oración, vi un demonio cabe mí que hizo unos  papeles que tenía en la mano pedazos con mucho enojo. A mí me dio  gran consuelo, que me pareció se había hecho lo que pedía; y así  fue, que despues lo supe que había hecho una confesión con gran  contrición, y tornóse tan de veras a Dios, que espero en Su  Majestad ha de ir siempre muy adelante. Sea bendito por todo,  amen.  5. En esto de sacar nuestro Señor almas de pecados graves por  suplicárselo yo, y otras traídolas a más perfección, es muchas  veces. Y de sacar almas de purgatorio y otras cosas señaladas, son  tantas las mercedes que en esto el Señor me ha hecho, que sería  cansarme y cansar a quien lo leyese si las hubiese de decir, y  mucho más en salud de almas que de cuerpos. Esto ha sido cosa muy  conocida y que de ello hay hartos testigos. Luego luego dábame  mucho escrúpulo, porque yo no podía dejar de creer que el Señor lo  hacía por mi oración. Dejemos ser lo principal, por sola su  bondad. Mas son ya tantas las cosas y tan vistas de otras  personas, que no me da pena creerlo, y alabo a Su Majestad y  háceme confusión, porque veo soy más deudora, y háceme ­a mi  parecer­ crecer el deseo de servirle, y avívase el amor. Y lo que  más me espanta es que las que el Señor ve no convienen, no puedo,  aunque quiero, suplicárselo, sino con tan poca fuerza y espíritu y  cuidado, que, aunque más yo quiero forzarme, es imposible, como  otras cosas que Su Majestad ha de hacer, que veo yo que puedo  pedirlo muchas veces y con gran importunidad. Aunque yo no traiga  este cuidado, parece que se me representa delante.  6. Es grande la diferencia de estas dos maneras de pedir, que no  se cómo lo declarar; porque aunque lo uno pido (que no dejo de  esforzarme a suplicarlo al Señor, aunque no sienta en mí aquel  hervor que en otras, aunque mucho me toquen), es como quien tiene  trabada la lengua, que aunque quiera hablar no puede, y si habla,  es de suerte que ve que no le entienden; o como quien habla claro  y despierto a quien ve que de buena gana le está oyendo (11). Lo  uno se pide, digamos ahora, como oración vocal, y lo otro en  contemplación tan subida, que se representa el Señor de manera que  se entiende que nos entiende y que se huelga Su Majestad de que se  lo pidamos y de hacernos merced.  Sea bendito por siempre, que tanto da y tan poco le doy yo. Porque  ¿que hace, Señor mío, quien no se deshace toda por Vos? ¡Y que de  ello, que de ello, que de ello ­y otras mil veces lo puedo decir­,  me falta para esto! Por eso no había de querer vivir (aunque hay  otras causas), porque no vivo conforme a lo que os debo. ¡Con que  de imperfecciones me veo! ¡Con que flojedad en serviros! Es cierto  que algunas veces me parece querría estar sin sentido, por no  entender tanto mal de mí. El, que puede, lo remedie.  7. Estando en casa de aquella señora que he dicho (12), adonde  había menester estar con cuidado y considerar siempre la vanidad  que consigo traen todas las cosas de la vida, porque estaba muy  estimada y era muy loada y ofrecíanse hartas cosas a que me  pudiera bien apegar, si mirara a mí; mas miraba el que tiene  verdadera vista a no me dejar de su mano (13).   8. Ahora que digo de «verdadera vista», me acuerdo de los grandes  trabajos que se pasan en tratar (personas a quien Dios ha llegado  a conocer lo que es verdad) en estas cosas de la tierra, adonde  tanto se encubre, como una vez el Señor me dijo. Que muchas cosas  de las que aquí escribo, no son de mi cabeza, sino que me las  decía este mi Maestro celestial. Y porque en las cosas que yo  señaladamente digo «esto entendí», o «me dijo el Señor», se me  hace escrúpulo grande poner o quitar una sola sílaba que sea; así,  cuando puntualmente no se me acuerda bien todo, va dicho como de  mío; porque algunas cosas tambien lo serán; no llamo mío lo que es  bueno, que ya se no hay cosa en mí, sino lo que tan sin merecerlo  me ha dado el Señor; sino llamo «dicho de mí», no ser dado a  entender en revelación.  9. Mas ¡ay Dios mío, y cómo aun en las espirituales queremos  muchas veces entender las cosas por nuestro parecer, y muy  torcidas de la verdad tambien, como en las del mundo, y nos parece  que hemos de tasar nuestro aprovechamiento por los años que  tenemos algún ejercicio de oración, y aun parece queremos poner  tasa a quien sin ninguna da sus dones cuando quiere, y puede dar  en medio año más a uno que a otro en muchos! Y es cosa esta que la  tengo tan vista por muchas personas, que yo me espanto cómo nos  podemos detener en esto.  10. Bien creo no estará en este engaño quien tuviere talento de  conocer espíritus y le hubiere el Señor dado humildad verdadera;  que este juzga por los efectos y determinaciones y amor, y dale el  Señor luz para que lo conozca. Y en esto mira el adelantamiento y  aprovechamiento de las almas, que no en los años; que en medio  (14) puede uno haber alcanzado más que otro en veinte. Porque,  como digo, dalo el Señor a quien quiere y aun a quien mejor se  dispone. Porque veo yo venir ahora a esta casa unas doncellas que  son de poca edad (15), y en tocándolas Dios y dándoles un poco de  luz y amor ­digo en un poco de tiempo que les hizo algún regalo­,  no le aguardaron, ni se les puso cosa delante, sin acordarse del  comer, pues se encierran para siempre en casa sin renta, como  quien no estima la vida por el que sabe que las ama. Dejanlo todo,  ni quieren voluntad, ni se les pone delante que pueden tener  descontento en tanto encerramiento y estrechura: todas juntas se  ofrecen en sacrificio por Dios.   11. ¡Cuán de buena gana les doy yo aquí la ventaja y había de  andar avergonzada delante de Dios! Porque lo que Su Majestad no  acabó conmigo en tanta multitud de años como ha que comence a  tener oración y me comenzó a hacer mercedes, acaba con ellas en  tres meses ­y aun con alguna en tres días­, con hacerlas muchas  menos que a mí, aunque bien las paga Su Majestad. A buen seguro  que no están descontentas por lo que por El han hecho (16).  12. Para esto querría yo se nos acordase de los muchos años a los  que los tenemos de profesión y las personas que los tienen de  oración, y no para fatigar a los que en poco tiempo van más  adelante, con hacerlos tornar atrás para que anden a nuestro paso;  y a los que vuelan como águilas con las mercedes que les hace  Dios, quererlos hacer andar como pollo trabado; (17) sino que  pongamos los ojos en Su Majestad y, si los vieremos con humildad,  darles la rienda; que el Señor que los hace tantas mercedes no los  dejará despeñar. Fíanse ellos mismos de Dios, que esto les  aprovecha la verdad que conocen de la fe, ¿y no los fiaremos  nosotros, sino que queremos medirlos por nuestra medida conforme a  nuestros bajos ánimos? No así, sino que, si no alcanzamos sus  grandes efectos y determinaciones, porque sin experiencia se  pueden mal entender, humillemonos y no los condenemos; que, con  parecer que miramos su provecho, nos le quitamos a nosotros y  perdemos esta ocasión que el Señor pone para humillarnos y para  que entendamos lo que nos falta, y cuán más desasidas y llegadas a  Dios deben estar estas almas que las nuestras, pues tanto Su  Majestad se llega a ellas.  13. No entiendo otra cosa ni la querría entender, sino que oración  de poco tiempo que hace efectos muy grandes, que luego se  entienden (que es imposible que los haya, para dejarlo todo sólo  por contentar a Dios, sin gran fuerza de amor), yo la querría más  que la de muchos años, que nunca acabó de determinarse más al  postrero que al primero a hacer cosa que sea nada por Dios, salvo  si unas cositas menudas como sal, que no tienen peso ni tomo ­que  parece un pájaro se las llevara en el pico­, no tenemos por gran  efecto y mortificación; que de algunas cosas hacemos caso, que  hacemos por el Señor, que es lástima las entendamos, aunque se  hiciesen muchas.  Yo soy esta, y olvidare las mercedes a cada paso. No digo yo que  no las tendrá Su Majestad en mucho, según es bueno; mas querría yo  no hacer caso de ellas, ni ver que las hago, pues no son nada. Mas  perdonadme, Señor mío, y no me culpeis, que con algo me tengo de  consolar, pues no os sirvo en nada, que si en cosas grandes os  sirviera, no hiciera caso de las nonadas. ¡Bienaventuradas las  personas que os sirven con obras grandes! Si con haberlas yo  envidia y desearlo se me toma en cuenta, no quedaría muy atrás en  contentaros; mas no valgo nada, Señor mío. Ponedme Vos el valor,  pues tanto me amáis.  14. Acaecióme un día de estos que con traer un Breve de Roma para  no poder tener renta este monasterio (18), se acabó del todo, que  pareceme ha costado algún trabajo. Estando consolada de verlo así  concluido y pensando los que había tenido y alabando al Señor que  en algo se había querido servir de mí, comence a pensar las cosas  que había pasado. Y es así que en cada una de las que parecía eran  algo, que yo había hecho, hallaba tantas faltas e imperfecciones,  y a veces poco ánimo, y muchas poca fe; porque hasta ahora, que  todo lo veo cumplido cuanto el Señor me dijo de esta casa (19) se  había de hacer, nunca determinadamente lo acababa de creer, ni  tampoco lo podía dudar. No se cómo era esto. Es que muchas veces,  por una parte me parecía imposible, por otra no lo podía dudar,  digo creer que no se había de hacer. En fin, halle lo bueno  haberlo el Señor hecho todo de su parte, y lo malo yo; y así deje  de pensar en ello, y no querría se me acordase por no tropezar con  tantas faltas mías. Bendito sea El, que de todas saca bien, cuando  es servido, amen.  15. Pues digo que es peligroso ir tasando los años que se han  tenido de oración, que aunque haya humildad, parece puede quedar  un no se que de parecer se merece algo por lo servido. No digo yo  que no lo merecen y les será bien pagado; mas cualquier espiritual  que le parezca que por muchos años que haya tenido oración merece  estos regalos de espíritu, tengo yo por cierto que no subirá a la  cumbre de el. ¿No es harto que haya merecido le tenga Dios de su  mano para no le hacer las ofensas que antes que tuviese oración le  hacía, sino que le ponga pleito por sus dineros, como dicen? (20)  No me parece profunda humildad. Ya puede ser lo sea; mas yo por  atrevimiento lo tengo; pues yo, con tener poca humildad, no me  parece jamás he osado. Ya puede ser que, como nunca he servido, no  he pedido; por ventura si lo hubiera hecho, quisiera más que todos  me lo pagara el Señor.  16. No digo yo que no va creciendo un alma y que no se lo dará  Dios, si la oración ha sido humilde; mas que se olviden estos  años, que es todo asco cuanto podemos hacer, en comparación de una  gota de sangre de las que el Señor por nosotros derramó. Y si con  servir más quedamos más deudores, ¿que es esto que pedimos, pues  si pagamos un maravedí de la deuda, nos tornan a dar mil ducados?  Que, por amor de Dios, dejemos estos juicios, que son suyos. Estas  comparaciones siempre son malas, aun en cosas de acá; pues ¿que  será en lo que sólo Dios sabe? Y lo mostró bien Su Majestad cuando  pagó tanto a los postreros como a los primeros (21).  17. Es en tantas veces las que he escrito estas tres hojas y en  tantos días ­ porque he tenido y tengo, como he dicho (22), poco  lugar­, que se me había olvidado lo que comence a decir (23), que  era esta visión:  Vime estando en oración en un gran campo a solas. En rededor de mí  mucha gente de diferentes maneras que me tenían rodeada. Todas me  parece tenían armas en las manos para ofenderme: unas, lanzas;  otras, espadas; otras, dagas y otras, estoques muy largos. En fin,  yo no podía salir por ninguna parte sin que me pusiese a peligro  de muerte, y sola, sin persona que hallase de mi parte. Estando mi  espíritu en esta aflicción, que no sabía que me hacer, alce los  ojos al cielo, y vi a Cristo, no en el cielo, sino bien alto de mí  en el aire, que tendía la mano hacia mí, y desde allí me favorecía  de manera que yo no temía toda la otra gente, ni ellos, aunque  querían, me podían hacer daño.  18. Parece sin fruto esta visión, y hame hecho grandísimo  provecho, porque se me dio a entender lo que significaba. Y poco  despues me vi casi en aquella batería y conocí ser aquella visión  un retrato del mundo, que cuanto hay en el parece tiene armas para  ofender a la triste alma. Dejemos los que no sirven mucho al  Señor, y honras y haciendas y deleites y otras cosas semejantes,  que está claro que, cuando no se cata (24), se ve enredada, al  menos procuran todas estas cosas enredar; mas amigos, parientes y,  lo que más me espanta, personas muy buenas, de todo me vi despues  tan apretada, pensando ellos que hacían bien, que yo no sabía cómo  me defender ni que hacer.  19. ¡Oh, válgame Dios! si dijese de las maneras y diferencias de  trabajos que en este tiempo tuve, aun despues de lo que atrás  queda dicho (25), ¡cómo sería harto aviso para del todo  aborrecerlo todo!  Fue la mayor persecución ­me parece­ de las que he pasado. Digo  que me vi a veces de todas partes tan apretada, que sólo hallaba  remedio en alzar los ojos al cielo y llamar a Dios. Acordábame  bien de lo que había visto en esta visión. E hízome harto gran  provecho para no confiar mucho de nadie, porque no le hay que sea  estable sino Dios. Siempre en estos trabajos grandes me enviaba el  Señor, como me lo mostró, una persona de su parte que me diese la  mano, como me lo había mostrado en esta visión, sin ir asida a  nada más de a contentar al Señor; que ha sido para sustentar esa  poquita de virtud que yo tenía en desearos servir. ¡Seáis bendito  por siempre!  20. Estando una vez muy inquieta y alborotada, sin poder  recogerme, y en batalla y contienda, yendoseme el pensamiento a  cosas que no eran perfectas ­aún no me parece estaba con el  desasimiento que suelo­, como me vi así tan ruin, tenía miedo si  las mercedes que el Señor me había hecho eran ilusiones. Estaba,  en fin, con una oscuridad grande de alma. Estando con esta pena,  comenzóme a hablar el Señor y díjome que no me fatigase, que en  verme así entendería la miseria que era, si El se apartaba de mí,  y que no había seguridad mientras vivíamos en esta carne. Dióseme  a entender cuán bien empleada es esta guerra y contienda por tal  premio, y parecióme tenía lástima el Señor de los que vivimos en  el mundo. Mas que no pensase yo me tenía olvidada, que jamás me  dejaría, mas que era menester hiciese yo lo que es en mí. Esto me  dijo el Señor con una piedad y regalo, y con otras palabras en que  me hizo harta merced, que no hay para que decirlas (26).  21. Estas me dice Su Majestad muchas veces, mostrándome gran amor:  Ya eres mía y Yo soy tuyo.  Las que yo siempre tengo costumbre de decir, y a mi parecer las  digo con verdad, son: ¿Que se me da, Señor, a mí de mí, sino de  Vos? Son para mí estas palabras y regalos tan grandísima  confusión, cuando me acuerdo la que soy, que como he dicho creo  otras veces (27) y ahora lo digo algunas a mi confesor, más ánimo  me parece es menester para recibir estas mercedes, que para pasar  grandísimos trabajos. Cuando pasa, estoy casi olvidada de mis  obras, sino un representárseme que soy ruin, sin discurso de  entendimiento, que tambien me parece a veces sobrenatural.  22. Vienenme algunas veces unas ansias de comulgar tan grandes,  que no se si se podría encarecer. Acaecióme una mañana que llovía  tanto, que no parece hacía para salir de casa. Estando yo fuera de  ella, yo estaba ya tan fuera de mí con aquel deseo, que aunque me  pusieran lanzas a los pechos, me parece entrara por ellas, cuánto  más agua. Como llegue a la iglesia, diome un arrobamiento grande:  parecióme vi abrir los cielos, no una entrada como otras veces he  visto. Representóseme el trono que dije a vuestra merced he visto  otras veces (28), y otro encima de el, adonde por una noticia que  no se decir, aunque no lo vi, entendí estar la Divinidad.  Parecíame sostenerle unos animales; a mí me parece he oído una  figura de estos animales; pense si eran los evangelistas (29). Mas  cómo estaba el trono, ni que estaba en el, no lo vi, sino muy gran  multitud de ángeles. Parecieronme sin comparación con muy mayor  hermosura que los que en el cielo he visto. He pensado si son  serafines o querubines, porque son muy diferentes en la gloria,  que parecía tener inflamamiento: es grande la diferencia, como he  dicho (30). Y la gloria que entonces en mí sentí no se puede  escribir ni aun decir, ni la podrá pensar quien no hubiere pasado  por esto.  Entendí estar allí todo junto lo que se puede desear, y no vi  nada. Dijeronme, y no se quien, que lo que allí podía hacer era  entender que no podía entender nada, y mirar lo nonada que era  todo en comparación de aquello. Es así que se afrentaba despues mi  alma de ver que pueda parar en ninguna cosa criada, cuánto más  aficionarse a ella, porque todo me parecía un hormiguero.   23. Comulgue y estuve en la misa, que no se cómo pude estar.  Parecióme había sido muy breve espacio. Espanteme cuando dio el  reloj y vi que eran dos horas las que había estado en aquel  arrobamiento y gloria. Espantábame despues, cómo en llegando a  este fuego, que parece viene de arriba, de verdadero amor de Dios  (porque aunque más lo quiera y procure y me deshaga por ello, si  no es cuando Su Majestad quiere, como he dicho otras veces (31),  no soy parte para tener una centella de el), parece que consume el  hombre viejo de faltas y tibieza y miseria; y a manera de como  hace el ave fenix ­según he leído­ (32) y de la misma ceniza,  despues que se quema, sale otra, así queda hecha otra el alma  despues con diferentes deseos y fortaleza grande. No parece es la  que antes, sino que comienza con nueva puridad el camino del  Señor.  Suplicando yo a Su Majestad fuese así, y que de nuevo comenzase a  servirle, me dijo: Buena comparación has hecho; mira no se te  olvide para procurar mejorarte siempre.   24. Estando una vez con la misma duda que poco ha dije (33), si  eran estas visiones de Dios, me apareció el Señor y me dijo con  rigor: ¡Oh hijos de los hombres! ¿Hasta cuándo sereis duros de  corazón? Que una cosa examinase bien en mí: si del todo estaba  dada por suya, o no; que si lo estaba y lo era, que creyese no me  dejaría perder.  Yo me fatigue mucho de aquella exclamación. Con gran ternura y  regalo me tornó a decir que no me fatigase, que ya sabía que por  mí no faltaría de ponerme a todo lo que fuese su servicio; que se  haría todo lo que yo quería (y así se hizo lo que entonces le  suplicaba); que mirase el amor que se iba aumentando en mí cada  día para amarle, que en esto vería no ser demonio; que no pensase  que consentía Dios tuviese tanta parte el demonio en las almas de  sus siervos y que te pudiese dar la claridad de entendimiento y  quietud que tienes. Diome a entender que habiendome dicho tantas  personas, y tales, que era Dios, que haría mal en no creerlo.  25. Estando una vez rezando el salmo de Quicumque vult (34), se me  dio a entender la manera cómo era un solo Dios y tres Personas tan  claro, que yo me espante y console mucho. Hízome grandísimo  provecho para conocer más la grandeza de Dios y sus maravillas, y  para cuando pienso o se trata de la Santísima Trinidad, parece  entiendo cómo puede ser, y esme mucho contento (35).  26. Un día de la Asunción de la Reina de los Angeles y Señora  nuestra, me quiso el Señor hacer esta merced, que en un  arrobamiento se me representó su subida al cielo, y la alegría y  solemnidad con que fue recibida y el lugar adonde está. Decir cómo  fue esto, yo no sabría. Fue grandísima la gloria que mi espíritu  tuvo de ver tanta gloria. Quede con grandes efectos, y aprovechóme  para desear más pasar grandes trabajos, y quedóme gran deseo de  servir a esta Señora, pues tanto mereció.   27. Estando en un Colegio de la Compañía de Jesús (36), y estando  comulgando los hermanos de aquella casa, vi un palio muy rico  sobre sus cabezas. Esto vi dos veces. Cuando otras personas  comulgaban, no lo veía.  NOTAS CAPÍTULO 39  1 Una persona (a la) que yo tenía obligación. Como en el n. 3:  «Obligación»: la correspondencia que uno debe tener al beneficio  de otro» (Cobarruvias).  2 Es decir, en forma perceptible, visión no-intelectual. Cf.  pasajes similares en c. 20, 4; 37, 4; Fund. c. 1, 8.   3 A vuelta del clavo: al sacarlo (cf. c. 38, 17 nota).  4 Eco de la promesa de Jesús en el evangelio: Mt 21, 22.  5 No... pasaron ocho días, que... no: No pasaron ocho días sin  que. Cf. c. 40, 20.  6 «Era su primo hermano: llamábase Pedro Mejía», anota Gracián en  su libro. Sufría de mal de piedra.   7 El P. Gaspar de Salazar. De el ha hablado en el c. 33, 7, ss.  Que (yo) le fuese a ver. Se trata de un episodio anterior a la  fundación de San Jose.  8 La ermita del «Cristo a la Columna» en San Jose de Avila, así  llamada por una hermosa pintura del Señor a la Columna, hecha por  orden y bajo la dirección de la propia Santa. Declara a este  propósito Isabel de Santo Domingo: (hizo) «otra ermita de Cristo a  la Columna, con las lágrimas de San Pedro enfrente de ella (es  decir, otro cuadro de San Pedro llorando), la cual pintura de  Cristo a la Columna hizo pintar la Santa Madre en la dicha ermita  despues de haber tenido sobre ella muchas horas de oración e  industriando a un muy buen pintor que lo pintaba en el modo cómo  lo había de pintar, y de que manera había de disponer las  ataduras, las llagas, el rostro, los cabellos, especialmente un  rasgón en el brazo izquierdo junto al codo. Y sabe esta  declarante, por haberlo así oído a algunas religiosas que se  hallaron presentes, que acabado de pintar esta imagen, y llegando  la Santa Madre a verla, se quedó arrobada delante del pintor sin  poderlo impedir. Esta pintura salió tan buena y tan devota, que se  echa bien de ver que tiene así participado el buen espíritu con  que se hizo pintar, y así a todos los que la ven se le pone  grandísimo. Y estando esta declarante tratando con la dicha Santa  Madre de cuán devota estaba la dicha pintura, le dijo: Yo le digo,  hija, que se pintó con hartas oraciones, y que el Señor me puso  gran deseo de que se acertase a pintar esta figura. Bendito El  sea, que así quiso ponerse por nosotros; yo me consuelo de que  tengan este regalo en esta casa» (BMC, t, 19, p. 496).  9 Hiciese operación: produjese tal efecto.  10 Probablemente son los dominicos García de Toledo y Domingo  Báñez.  11 El sentido de la frase es: «dos maneras de pedir: ... lo uno...  es como quien tiene trabada la lengua...; (lo otro) como quien  habla claro y despierto a quien... de buena gana está oyendo».  12 Doña Luisa de la Cerda: c. 34, 1 y ss.  13 Queda suspenso el sentido de la cláusula por una brusca  digresión provocada por la última expresión «verdadera vista».  Reanuda el relato en el n. 17.  14 En medio año.  15 Probablemente se refiere a Isabel de San Pablo, hija de  Francisco de Cepeda, que profesó el 21 de octubre de 1564 a los 17  años; o bien, a María Bautista (cf. 32, 10), María de San Jerónimo  e Isabel de Santo Domingo, todas ellas jóvenes recien profesas.   16 Un elogio similar puede verse en Fund c. 1.  17 Reitera las consignas del c. 13, 3.5.  18 Se trata de la Bula expedida por Pío IV, facultando  definitivamente al monasterio de San Jose para vivir en pobreza  absoluta: 17 de julio de 1565, que llegaría a Avila meses despues.  19 Esta casa: carmelo de San Jose de Avila.  20 Le ponga pleito por sus dineros: dicho popular que expresa la  actitud de quien cobra caro el favor recibido. En el presente  contexto, la postura de quien cree que «se merece favores místicos  en paga de las propias virtudes, que en definitiva tambien son  dones de Dios».   21 Parábola de los jornaleros: Mt 20, 12.  22 Lo ha dicho en el c. 10, 2.  23 Lo que comenzó a decir en el n. 8. Visión cuyo contenido  profetico se refiere a las contiendas ocasionadas por la fundación  de San Jose.   24 Cuando no se cata: cuando menos se percata o da cuenta.   25 En el relato de la fundación de San Jose: cc. 32-36.  26 Ingenua reticencia. Cf. insinuaciones similares en el c. 40,  2.17; y c. 38, 32.  27 Cf. c. 7, 19; y c. 31, 12.  28 Alusión a relatos orales hechos al P. García de Toledo. El  episodio data, probablemente, de cuando la Santa permaneció en  Toledo (enero-julio de 1562).  29 Cf. Apoc. 4, 6-8; y Ez. 1, 4 ss.  30 En el c. 29, 13.  31 En el c. 37, 7; y c. 21, 9.  32 Lo leyó probablemente en Osuna, Tercer Abecedario, tr. 16, c.  5. Pero ese mito del ave fenix estaba tan divulgado entonces, que  pudo leerlo en cualquier otro escrito.   33 En el c. 39, 20. - A continuación, el Señor usa las palabras  del salmo 4, v. 3.  34 No es un salmo, sino el símbolo de la fe, llamado «atanasiano»,  que entonces se recitaba a veces en la Hora litúrgica de Prima.  35 Cf. c. 27, 9.  36 Colegio de San Gil de Avila.  CAPÍTULO 40  Prosigue en la misma materia de decir las grandes mercedes que el  Señor la ha hecho (1). ­ De algunas se puede tomar harto buena  doctrina, que este ha sido, según ha dicho, su principal intento,  despues de obedecer: poner las que son para provecho de las almas.  ­ Con este capítulo se acaba el discurso de su vida que escribió.  ­ Sea para gloria del Señor, amen.  1. Estando una vez en oración, era tanto el deleite que en mí  sentía, que, como indigna de tal bien, comence a pensar en cómo  merecía mejor estar en el lugar que yo había visto estar para mí  en el infierno, que, como he dicho, nunca olvido de la manera que  allí me vi (2).  Comenzóse con esta consideración a inflamar más mi alma, y vínome  un arrebatamiento de espíritu de suerte que yo no lo se decir.  Parecióme estar metido y lleno de aquella majestad que he  entendido otras veces. En esta majestad se me dio a entender una  verdad, que es cumplimiento de todas las verdades. No se yo decir  cómo, porque no vi nada (3).  Dijeronme, sin ver quien, mas bien entendí ser la misma Verdad: No  es poco esto que hago por ti, que una de las cosas es en que mucho  me debes. Porque todo el daño que viene al mundo es no conocer las  verdades de la Escritura con clara verdad. No faltará una tilde de  ella.  A mí me pareció que siempre yo había creído esto, y que todos los  fieles lo creían. Díjome: ¡Ay, hija, que pocos me aman de verdad!  que si me amasen, no les encubriría Yo mis secretos. ¿Sabes que es  amarme con verdad? Entender que todo es mentira lo que no es  agradable a mí. Con claridad verás esto que ahora no entiendes, en  lo que aprovecha a tu alma.  2. Y así lo he visto, sea el Señor alabado, que despues acá tanta  vanidad y mentira me parece lo que yo no veo va guiado al servicio  de Dios, que no lo sabría yo decir como lo entiendo, y la lástima  que me hacen los que veo con la oscuridad que están en esta  verdad, y con esto otras ganancias que aquí dire y muchas no sabre  decir. Díjome aquí el Señor una particular palabra de grandísimo  favor (4). Yo no se cómo esto fue, porque no vi nada; mas quede de  una suerte que tampoco se decir, con grandísima fortaleza, y muy  de veras para cumplir con todas mis fuerzas la más pequeña parte  de la Escritura divina. Pareceme que ninguna cosa se me pondría  delante que no pasase por esto (5).  3. Quedóme una verdad de esta divina Verdad que se me representó,  sin saber cómo ni que, esculpida, que me hace tener un nuevo  acatamiento a Dios, porque da noticia de su majestad y poder, de  una manera que no se puede decir. Se entender que es una gran  cosa.  Quedóme muy gran gana de no hablar sino cosas muy verdaderas, que  vayan adelante de lo que acá (6) se trata en el mundo, y así  comence a tener pena de vivir en el. Dejóme con gran ternura y  regalo y humildad. Pareceme que, sin entender cómo, me dio el  Señor aquí mucho. No me quedó ninguna sospecha de que era ilusión.  No vi nada, mas entendí el gran bien que hay en no hacer caso de  cosas que no sea para llegarnos más a Dios, y así entendí que cosa  es andar un alma en verdad delante de la misma Verdad (7). Esto  que entendí, es darme el Señor a entender que es la misma Verdad.  4. Todo lo que he dicho entendí hablándome algunas veces, y otras  sin hablarme (8), con más claridad algunas cosas que las que por  palabra se me decían. Entendí grandísimas verdades sobre esta  Verdad, más que si muchos letrados me lo hubieran enseñado.  Pareceme que en ninguna manera me pudiera imprimir así, ni tan  claramente se me diera a entender la vanidad de este mundo.  Esta verdad que digo se me dio a entender, es en sí misma verdad,  y es sin principio ni fin, y todas las demás verdades dependen de  esta verdad, como todos los demás amores de este amor, y todas las  demás grandezas de esta grandeza, aunque esto va dicho oscuro para  la claridad (9) con que a mí el Señor quiso se me diese a  entender. ¡Y cómo se parece (10) el poder de esta Majestad, pues  en tan breve tiempo deja tan gran ganancia y tales cosas  imprimidas en el alma!  ¡Oh Grandeza y Majestad mía! ¿Que haceis, Señor mío todopoderoso?  ¡Mirad a quien haceis tan soberanas mercedes! ¿No os acordáis que  ha sido esta alma un abismo de mentiras y pielago de vanidades  (11) y todo por mi culpa, que con haberme Vos dado natural de  aborrecer el mentir, yo misma me hice tratar en muchas cosas  mentira? ¿Cómo se sufre, Dios mío, cómo se compadece tan gran  favor y merced, a quien tan mal os lo ha merecido?  5. Estando una vez en las Horas (12) con todas, de presto se  recogió mi alma, y parecióme ser como un espejo claro toda, sin  haber espaldas ni lados ni alto ni bajo que no estuviese toda  clara, y en el centro de ella se me representó Cristo nuestro  Señor, como le suelo ver (13). Parecíame en todas las partes de mi  alma le veía claro como en un espejo, y tambien este espejo ­yo no  se decir cómo­ se esculpía todo en el mismo Señor por una  comunicación que yo no sabre decir, muy amorosa (14).  Se que me fue esta visión de gran provecho, cada vez que se me  acuerda, en especial cuando acabo de comulgar. Dióseme a entender  que estar un alma en pecado mortal es cubrirse este espejo de gran  niebla y quedar muy negro, y así no se puede representar ni ver  este Señor, aunque este siempre presente dándonos el ser. Y que  los herejes es como si el espejo fuese quebrado, que es muy peor  que oscurecido (15). Es muy diferente el cómo se ve, a decirse,  porque se puede mal dar a entender. Mas hame hecho mucho provecho  y gran lástima de las veces que con mis culpas oscurecí mi alma  para no ver este Señor.  6. Pareceme provechosa esta visión para personas de recogimiento  (16), para enseñarse a considerar al Señor en lo muy interior de  su alma, que es consideración que más se apega, y muy más  fructuosa que fuera de sí ­como otras veces he dicho­ (17) y en  algunos libros de oración está escrito, adónde se ha de buscar a  Dios. En especial lo dice el glorioso San Agustín, que ni en las  plazas, ni en los contentos ni por ninguna parte que le buscaba,  le hallaba como dentro de sí (18). Y esto es muy claro ser mejor.  Y no es menester ir al cielo, ni más lejos que a nosotros mismos,  porque es cansar el espíritu y distraer el alma y no con tanto  fruto.  7. Una cosa quiero avisar aquí, porque si alguno la tuviere; (19)  que acaece en gran arrobamiento que, pasado aquel rato que el alma  está en unión (que del todo tiene absortas las potencias, y esto  dura poco, como he dicho) (20), quedarse el alma recogida y aun en  lo exterior no poder tornar en sí, mas quedan las dos potencias,  memoria y entendimiento, casi con frenesí, muy desatinadas. Esto  digo que acaece alguna vez, en especial a los principios. Pienso  si procede de que no puede sufrir nuestra flaqueza natural tanta  fuerza de espíritu, y enflaquece la imaginación. Tendría por bueno  que se forzasen a dejar por entonces la oración y la cobrasen en  otro tiempo aquel que pierden, que no sea junto, porque podrá  venir a mucho mal. Y de esto hay experiencia y de cuán acertado es  mirar lo que puede nuestra salud.  8. En todo es menester experiencia y maestro, porque, llegada el  alma a estos terminos, muchas cosas se ofrecerán que es menester  con quien tratarlo. Y si buscado no le hallare, el Señor no le  faltará, pues no me ha faltado a mí, siendo la que soy. Porque  creo hay pocos que hayan llegado a la experiencia de tantas cosas;  y si no la hay, es por demás dar remedio sin inquietar y afligir.  Mas esto tambien tomará el Señor en cuenta, y por esto es mejor  tratarlo (como ya he dicho otras veces (21) y aun todo lo que  ahora digo, sino que no se me acuerda bien y veo importa mucho),  en especial si son mujeres, con su confesor, y que sea tal; (22) y  hay muchas más que hombres a quien el Señor hace estas mercedes, y  esto oí al santo Fray Pedro de Alcántara (y tambien lo he visto  yo), que decía aprovechaban mucho más en este camino que hombres,  y daba de ello excelentes razones, que no hay para que las decir  aquí, todas en favor de las mujeres.  9. Estando una vez en oración, se me representó muy en breve (sin  ver cosa formada, mas fue una representación con toda claridad),  cómo se ven en Dios todas las cosas y cómo las tiene todas en Sí.  Saber escribir esto, yo no lo se, mas quedó muy imprimido en mi  alma, y es una de las grandes mercedes que el Señor me ha hecho y  de las que más me han hecho confundir y avergonzar, acordándome de  los pecados que he hecho.  Creo, si el Señor fuera servido viera esto en otro tiempo y si lo  viesen los que le ofenden, que no tendrían corazón ni atrevimiento  para hacerlo. Parecióme, ya digo sin poder afirmarme en que vi  nada, mas algo se debe ver, pues yo podre poner esta comparación  (23), sino que es por modo tan sutil y delicado, que el  entendimiento no lo debe alcanzar, o yo no me se entender en estas  visiones, que no parecen imaginarias, y en algunas algo de esto  debe haber; sino que, como son en arrobamiento, las potencias no  lo saben despues formar como allí el Señor se lo representa y  quiere que lo gocen.  10. Digamos ser la Divinidad como un muy claro diamante, muy mayor  que todo el mundo, o espejo, a manera de lo que dije del alma en  estotra visión, salvo que es por tan más subida manera, que yo no  lo sabre encarecer; y que todo lo que hacemos se ve en ese  diamante, siendo de manera que el encierra todo en sí, porque no  hay nada que salga fuera de esta grandeza. Cosa espantosa me fue  en tan breve espacio ver tantas cosas juntas aquí en este claro  diamante, y lastimosísima, cada vez que se me acuerda, ver que  cosas tan feas se representaban en aquella limpieza de claridad,  como eran mis pecados. Y es así que, cuando se me acuerda, yo no  se cómo lo puedo llevar, y así quede entonces tan avergonzada, que  no sabía, me parece, adónde me meter.  ¡Oh, quien pudiese dar a entender esto a los que muy deshonestos y  feos pecados hacen, para que se acuerden que no son ocultos, y que  con razón los siente Dios, pues tan presentes a la Majestad pasan,  y tan desacatadamente nos habemos delante de El!  Vi cuán bien se merece el infierno por una sola culpa mortal,  porque no se puede entender cuán gravísima cosa es hacerla delante  de tan gran Majestad, y que tan fuera de quien El es son cosas  semejantes. Y así se ve más su misericordia, pues entendiendo  nosotros todo esto, nos sufre.   11. Hame hecho considerar si una cosa como esta así deja espantada  el alma, ¿que será el día del juicio cuando esta Majestad  claramente se nos mostrará (24), y veremos las ofensas que hemos  hecho? ¡Oh, válgame Dios, que ceguera es esta que yo he traído!  Muchas veces me he espantado en esto que he escrito. Y no se  espante vuestra merced (25) sino cómo vivo viendo estas cosas y  mirándome a mí. ¡Sea bendito por siempre quien tanto me ha  sufrido!  12. Estando una vez en oración con mucho recogimiento y suavidad y  quietud, parecíame estar rodeada de ángeles y muy cerca de Dios.  Comence a suplicar a Su Majestad por la Iglesia. Dióseme a  entender el gran provecho que había de hacer una Orden en los  tiempos postreros, y con la fortaleza que los de ella han de  sustentar la fe (26).  13. Estando una vez rezando cerca del Santísimo Sacramento,  aparecióme un santo cuya Orden ha estado algo caída. Tenía en las  manos un libro grande. Abrióle y díjome que leyese una letras que  eran grandes y muy legibles y decían así: En los tiempos  advenideros florecerá esta Orden; habrá muchos mártires (27).  14. Otra vez, estando en Maitines en el coro, se me representaron  y pusieron delante seis o siete ­me parece serían­ de esta Orden,  con espadas en las manos. Pienso que se da en esto a entender han  de defender la fe. Porque otra vez, estando en oración, se  arrebató mi espíritu: parecióme estar en un gran campo, adonde se  combatían muchos, y estos de esta Orden peleaban con gran hervor.  Tenían los rostros hermosos y muy encendidos, y echaban muchos en  el suelo vencidos, otros mataban. Parecíame esta batalla contra  los herejes.   15. A este glorioso Santo (28) he visto algunas veces, y me ha  dicho algunas cosas y agradecídome la oración que hago por su  Orden y prometido de encomendarme al Señor. No señalo las Ordenes  (si el Señor es servido se sepa, las declarará), porque no se  agravien otras. Mas cada Orden había de procurar, o cada uno de  ellas por sí, que por sus medios hiciese el Señor tan dichosa su  Orden que, en tan gran necesidad como ahora tiene la Iglesia, le  sirviesen. ¡Dichosas vidas que en esto se acabaren!  16. Rogóme una persona una vez que suplicase a Dios le diese a  entender si sería servicio suyo tomar un obispado. Díjome el  Señor, acabando de comulgar: Cuando entendiere con toda verdad y  claridad que el verdadero señorío es no poseer nada, entonces le  podrá tomar; dando a entender que ha de estar muy fuera de  desearlo ni quererlo quien hubiere de tener prelacías, o al menos  de procurarlas (29).  17. Estas mercedes y otras muchas ha hecho el Señor y hace muy  continuo (30) a esta pecadora, que me parece no hay para que las  decir; pues por lo dicho se puede entender mi alma, y el espíritu  que me ha dado el Señor. Sea bendito por siempre, que tanto  cuidado ha tenido de mí.  18. Díjome una vez, consolándome, que no me fatigase (esto con  mucho amor), que en esta vida no podíamos estar siempre en un ser;  (31) que unas veces tendría hervor y otras estaría sin el; unas  con desasosiegos y otras con quietud y tentaciones, mas que  esperase en El y no temiese.   19. Estaba un día pensando si era asimiento darme contento estar  con las personas que trato mi alma y tenerlos amor, y a los que yo  veo muy siervos de Dios, que me consolaba con ellos. Me dijo que  si un enfermo que estaba en peligro de muerte le parece le da  salud un medico, que no era virtud dejárselo de agradecer y no le  amar; que que hubiera hecho si no fuera por estas personas; que la  conversación de los buenos no dañaba, mas que siempre fuesen mis  palabras pesadas (32) y santas, y que no los dejase de tratar, que  antes sería provecho que daño. Consolóme mucho esto, porque  algunas veces, pareciendome asimiento, quería del todo no  tratarlos.  Siempre en todas las cosas me aconsejaba este Señor, hasta decirme  cómo me había de haber con los flacos y con algunas personas.  Jamás se descuida de mí.  20. Algunas veces estoy fatigada de verme para tan poco en su  servicio y de ver que por fuerza he de ocupar el tiempo en cuerpo  tan flaco y ruin como el mío más de lo que yo querría. Estaba una  vez en oración y vino la hora de ir a dormir, y yo estaba con  hartos dolores y había de tener el vómito ordinario (33). Como me  vi tan atada de mí y el espíritu por otra parte queriendo tiempo  para sí, vime tan fatigada, que comence a llorar mucho y a  afligirme.  Esto no es sola una vez, sino ­como digo­ muchas, que me parece me  daba un enojo contra mí misma, que en forma (34) por entonces me  aborrezco. Mas lo continuo es entender de mí que no me tengo  aborrecida, ni falto a lo que veo me es necesario. Y plega al  Señor que no tome muchas más de lo que es menester, que sí debo  hacer.  Esta que digo (35), estando en esta pena, me apareció el Señor y  regaló mucho, y me dijo que hiciese yo estas cosas por amor de El  y lo pasase, que era menester ahora mi vida. Y así me parece que  nunca me vi en pena despues que estoy determinada a servir con  todas mis fuerzas a este Señor y consolador mío, que, aunque me  dejaba un poco padecer, no me consolaba (36) de manera que no hago  nada en desear trabajos.   Y así ahora no me parece hay para que vivir sino para esto, y lo  que más de voluntad pido a Dios. Dígole algunas veces con toda  ella: «Señor, o morir o padecer; no os pido otra cosa para mí».  Dame consuelo oír el reloj, porque me parece me allego un poquito  más para ver a Dios de que veo ser pasada aquella hora de la vida.  21. Otras veces estoy de manera, que ni siento vivir ni me parece  he gana de morir, sino con una tibieza y oscuridad en todo, como  he dicho (37) que tengo muchas veces, de grandes trabajos, y con  haber querido el Señor se sepan en público estas mercedes que Su  Majestad me hace, como me lo dijo algunos años ha, que lo habían  de ser (38), que me fatigue yo harto, y hasta ahora no he pasado  poco, como vuestra merced sabe, porque cada uno lo toma como le  parece; consuelo me ha sido no ser por mi culpa. Porque en no lo  decir sino a mis confesores o a personas que sabía de ellos lo  sabían, he tenido gran aviso y extremo; y no por humildad, sino  porque, como he dicho (39), aun a los mismos confesores me daba  pena decirlo.   Ahora ya, gloria a Dios, aunque mucho me murmuran, y con buen  celo, y otros temen tratar conmigo y aun confesarme, y otros me  dicen hartas cosas, como entiendo que por este medio ha querido el  Señor remediar muchas almas (porque lo he visto claro, y me  acuerdo de lo mucho que por una sola pasara el Señor), muy poco se  me da de todo.  No se si es parte para esto haberme Su Majestad metido en este  rinconcito tan encerrado (40), y adonde ya, como cosa muerta,  pense no hubiera más memoria de mí. Mas no ha sido tanto como yo  quisiera, que forzado he de hablar algunas personas. Mas, como no  estoy adonde me vean, parece ya fue el Señor servido echarme a un  puerto, que espero en Su Majestad será seguro, [22] por estar ya  fuera de mundo y entre poca y santa compañía. Miro como desde lo  alto, y dáseme ya bien poco de que digan, ni se sepa. En más  tendría se aprovechase un tantito un alma, que todo lo que de mí  se puede decir. Que despues que estoy aquí, ha sido el Señor  servido que todos mis deseos paren en esto; y hame dado una manera  de sueño en la vida, que casi siempre me parece estoy soñando lo  que veo; (41) ni contento ni pena, que sea mucha, no la veo en mí.  Si alguna me dan algunas cosas, pasa con tanta brevedad, que yo me  maravillo, y deja el sentimiento como una cosa que soñó.   Y esto es entera verdad, que aunque despues yo quiera holgarme de  aquel contento o pesarme de aquella pena, no es en mi mano, sino  como lo sería a una persona discreta tener pena o gloria de un  sueño que soñó. Porque ya mi alma la despertó el Señor de aquello  que, por no estar yo mortificada ni muerta a las cosas del mundo,  me había hecho sentimiento, y no quiere Su Majestad que se torne a  cegar.   () () ()  23. De esta manera vivo ahora, señor y padre mío (42). Suplique  vuestra merced a Dios, o me lleve consigo, o me de cómo le sirva  (43). Plega a Su Majestad esto que aquí va escrito haga a vuestra  merced algún provecho, que, por el poco lugar (44), ha sido con  trabajo; mas dichoso sería el trabajo, si he acertado a decir algo  que sola una vez se alabe por ello el Señor, que con esto me daría  por pagada, aunque vuestra merced luego lo queme.   24. No querría fuese sin que lo viesen las tres personas que  vuestra merced sabe, pues son y han sido confesores míos (45).  Porque, si va mal, es bien pierdan la buena opinión que tienen de  mí; si va bien, son buenos y letrados, se que verán de dónde viene  y alabarán a quien lo ha dicho por mí.  Su Majestad tenga siempre a vuestra merced de su mano y le haga  tan gran santo, que con su espíritu y luz alumbre esta miserable,  poco humilde y muy atrevida, que se ha osado determinar a escribir  cosas tan subidas. Plega al Señor no haya en ello errado, teniendo  intención y deseo de acertar y obedecer, y que por mí se alabase  en algo el Señor, que es lo que ha muchos años que le suplico. Y  como me faltan para esto las obras, heme atrevido a concertar esta  mi desbaratada vida, aunque no gastando en ello más cuidado ni  tiempo de lo que ha sido menester para escribirla, sino poniendo  lo que ha pasado por mí con toda la llaneza y verdad que yo he  podido.  Plega al Señor, pues es poderoso y si quiere puede, quiera que en  todo acierte yo a hacer su voluntad, y no permita se pierda esta  alma que con tantos artificios y maneras y tantas veces ha sacado  Su Majestad del infierno y traído a Sí. Amen.   NOTAS CAPÍTULO 40  1 El Señor la hecho, escribió la Santa, con elisión de «ha».  2 Alude a la visión referida en el c. 32, 1-6. Ya allí habló del  continuo recuerdo de aquella experiencia mística (nn. 1 y 6). - La  gracia mística que ahora va a referir es el contrapunto de  aquella.  3 Alusión a la palabra de Jesús en Mt 5, 18.  4 Cf. c. 39, 20 nota.  5 Todo este pasaje (nn. 1-4) es un típico ejemplo de inefabilidad  mística: balbuceo y forcejeo por expresar su experiencia de la  verdad y de la palabra bíblica. - Cf. Moradas 6, 10, 5-6 en que  vuelve sobre esta misma experiencia.   6 Que vayan adelante de lo que acá: más allá de nuestra inmersión  en lo terreno.  7 Experiencia mística que inspira la doctrina teresiana de la  «humildad»: cf. M. 6, 10, 7; Rel. 28.  8 Hablándome... y sin hablarme: son las dos formas de comunicación  mística, con o sin palabras formadas: de ella habló en el c. 27  (ver el título).  9 Oscuro para...: oscuro en comparación de...  10 Cómo se parece: cómo se evidencia...  11 Pielago de vanidades: oceano, mar sin fondo de... En sentido  figurado. Imagen ya utilizada en el c. 18, 8.  12 Estando... en las Horas: rezando en el coro una de las Horas  litúrgicas.  13 Es decir, en «visión imaginaria» (como en el c. 28, 1.3).  Expresiones similares en: cc. 29, 4; 37, 4; 39, 1. Y Fund c. 1, 8.  14 Experiencia muy inspiradora doctrinalmente: de ella depende el  libro de las Moradas (1, c. 1) y el c. 29 de Camino. Compárese con  las Rel. 24, 16 y 18.  15 Cf. M. 1, 2.  16 La recomendará en los cc. 28 y 29 del Camino.   17 Más fructuosas que considerarle fuera de sí: lo ha dicho en el  c. 9, 4-6. - Los libros de oración aludidos son probablemente el  Tercer Abecedario de Osuna (18, 1), y la Subida del Monte Sión,  (III, cc. 22 y 41) de Laredo.   18 Se refiere a los Soliloquios pseudo-agustinianos, c. 31. O bien  a otros pasajes de las Confesiones (L. 10, c. 27). Otras alusiones  a S. Agustín en M. 4, 3, 3; 6, 7, 9; Camino c. 28, 2;  Exclamaciones 5, 2.   19 Más bien: «por si alguno la tuviere».  20 Dura poco el extasis que mantenga suspensas las potencias: lo  ha dicho en los cc. 18, 12; 19, 14; 20, 18. Pasado «aquel rato que  el alma está en unión» suspendidas las potencias, sigue un estado  semiextático más o menos prolongado (cf. c. 20, 19).  21 O sea: «ha dicho otras veces» lo que acaba de afirmar, y acaso  todo lo que viene diciendo, «que no se le acuerda bien», y lo  repite ahora porque «me importa mucho».   22 Que sea tal: un confesor que lo sea verdaderamente, que sea de  calidad.  23 Esta comparación: la que sigue en el n. 10.  24 Reminiscencia de las palabras de Jesús en Mt 25, 31.  25 Alude al P. García de Toledo.  26 «La de Santo Domingo», anota Gracián al margen de su libro. -  Ribera, en cambio, la refiere a la Compañía de Jesús (Vida de  Santa Teresa, L. 4, c. 5). - Otros, a la Orden del carmen. Cf.  TOMAS ALVAREZ Pleito sobre visiones en Teresianum (= Ephem. Carm.)  8.1957, 3-43.  27 Aparecióme un santo...: «Santo Domingo», anota de nuevo  Gracián. Coincide Ribera (ib.). - Otros lo identifican con San  Alberto de Sicilia, carmelita, y con la Orden del Carmen. Cf. el  art. citado en la nota anterior.   28 «Santo Domingo», anota de nuevo Gracián.  29 «Era el inquisidor Soto, Obispo de Salamanca», advierte Gracián  en su libro. - Francisco de Soto Salazar, inquisidor que fue de  Córdoba, Sevilla y Toledo, no será Obispo de Salamanca hasta  febrero de 1575. Antes fue preconizado obispo de Segorbe (1571). A  su paso por Avila (hacia 1562), aconsejó a la Santa redactar por  extenso su vida («una larga relación de todo») para enviarla a San  Juan de Avila (Rel 4, 6).  30 Muy continuo: muy de continuo.   31 Estar en un ser: permanecer en un mismo estado de ánimo. Sobre  esa inevitable inestabilidad, cf. 30, 16.  32 Palabras pesadas: ponderadas.   33 El vómito ordinario: se refiere al vómito que ella tenía que  procurarse cada día antes de dormir (cf. c. 7, 11; y Re 26, 2).  34 En forma: formalmente, en serio, de hecho.  35 Esta vez que digo.  36 No me consolaba: por «no me consolase», pero con sentido  afirmativo: «me consolaba» (Cf. c. 39, 1 nota).  37 Alude a las purificaciones y estados místicos referidos en el  c. 30, 8 y ss.  38 Cf. c. 31, 13.  39 En el c. 26, 4; y c. 38, 1.  40 No se si es parte: si es causa, o se debe a... - Este  rinconcito: el monasterio de San Jose.  41 Sueño en la vida... estoy soñando lo que veo: impresión ya  testificada en el c. 38, 7; y 16, 6.  42 Comparece de nuevo el P. García de Toledo, «señor» por su  nobleza y linaje, y «padre mío» por entrañamiento en las cosas de  la autora.  43 Es otra versión del lema «o morir o padecer» (n. 20: cf.  Pensamientos y apuntes, 3, 3).  44 Poco lugar: poco tiempo (cf. c. 10, 7).  45 Una de esas «tres personas» era ciertamente el P. Báñez; las  otras dos eran, probablemente, el P. Baltasar Alvarez y Gaspar de  Salazar, o acaso Gaspar Daza. El libro debería llegar tambien a  manos de San Juan de Avila, en Andalucía.  EPÍLOGO  Jhs  1. El Espíritu Santo sea siempre con vuestra merced, amen (1).  No sería malo encarecer a vuestra merced este servicio, por  obligarle a tener mucho cuidado de encomendarme a nuestro Señor,  que según lo que he pasado en verme escrita y traer a la memoria  tantas miserias mías, bien podría; aunque con verdad puedo decir  que he sentido más en escribir las mercedes que el Señor me ha  hecho, que las ofensas que yo a Su Majestad.  2. Yo he hecho lo que vuestra merced me mandó en alargarme (2), a  condición que vuestra merced haga lo que me prometió en romper lo  que mal le pareciere. No había acabado de leerlo despues de  escrito, cuando vuestra merced envía por el. Puede ser vayan  algunas cosas mal declaradas y otras puestas dos veces; porque ha  sido tan poco el tiempo que he tenido, que no podía tornar a ver  lo que escribía. Suplico a vuestra merced lo enmiende y mande  trasladar, si se ha de llevar al Padre Maestro Avila, porque  podría ser conocer alguien la letra (3). Yo deseo harto se de  orden en cómo lo vea, pues con ese intento lo comence a escribir  (4). Porque, como a el le parezca voy por buen camino, quedare muy  consolada, que ya no me queda más para hacer lo que es en mí. En  todo haga vuestra merced como le pareciere y ve está obligado a  quien así le fía su alma.  3. La de vuestra merced encomendare yo toda mi vida a nuestro  Señor. Por eso, dese prisa a servir a Su Majestad para hacerme a  mí merced, pues verá vuestra merced, por lo que aquí va, cuán bien  se emplea en darse todo ­como vuestra merced lo ha comenzado­ a  quien tan sin tasa se nos da.  4. Sea bendito por siempre, que yo espero en su misericordia nos  veremos adonde más claramente vuestra merced y yo veamos las  grandes que ha hecho con nosotros, y para siempre jamás le  alabemos, amen.  Acabóse este libro en junio, año de 1562 (5).  NOTAS EPÍLOGO  1 Este epílogo, en forma de «carta de envío», está dirigido  probablemente al P. García de Toledo, principal interlocutor de  todo el escrito, el mismo que le ha «mandado alargarse» en el  relato (c. 30, 22) y que ahora tiene prisa en poseerlo apenas  terminado.  2 «Vuestra merced (García de Toledo) me tornó a enviar a mandar  que no se me diese nada en alargarme»: concluía así el c. 30, n.  22. Otros pasajes similares: c. 10, 8; c. 37, 1. - Al mismo P.  García le había propuesto varias veces la hipótesis de «romper» o  «quemar» el escrito: cf. c. 36, 29 nota 72.  3 Persiste la doble preocupación de mantener el anonimato de la  autora, y el relativo secreto del contenido. - De hecho, al  Maestro Juan de Avila no le enviará un «traslado» del libro, sino  el autógrafo mismo.  4 Se refiere a la segunda redacción, única que ha llegado hasta  nosotros. - La idea de escribir para el Maestro Avila «una larga  relación de todo» (Re, 4, 6) fue del Inquisidor Francisco Soto  Salazar, quien la sugirió hacia 1562/1563, cuando ya había escrito  la primera redacción de la obra, y al menos un par de años antes  de redactarla por segunda vez.  5 Esta datación («Acabóse... 1562») fue añadida tardíamente por la  Santa al texto que precede. - A continuación escribe el P. Báñez:  «Esta fecha se entiende de la primera vez que le escribió la M.  Teresa de Jesús sin distinción de capítulos. Despues hizo este  traslado y añadió muchas cosas que acontecieron despues de esta  fecha, como es la fundación del monasterio de San Jose de Avila,  como en la hoja 169 parece. L. Fray Domingo Bañes». - Fray Luis  unió la nota de Báñez con el texto de la Santa, introduciendo en  una y otro pequeños retoques (p. 544) y omitiendo el nombre de  Báñez. - En el autógrafo siguen todavía seis páginas del mismo P.  Báñez, con la aprobación del libro y del espíritu de la autora.  Las escribe para el Consejo de la Inquisición, a raíz de las  delaciones de la Princesa de Eboli y otros. Y las firma en  Valladolid a 7 de julio de 1575. (Pueden verse en la BMC, t. 2,  211-213). - En 1590, al hacer su declaración en los procesos de  beatificación de la Santa ante el tribunal de Salamanca, Báñez  protestó porque el texto de esa censura no fue incluido en la  edición de las Obras de la Santa hecha por fray Luis de León en la  misma Salamanca, 1588.  FIN DEL LIBRO DE LA VIDA   -------------------------------------------------------     Provided courtesy of:          Eternal Word Television Network         PO Box 3610         Manassas, VA 22110         Voice: 703-791-2576         Fax: 703-791-4250         Web: http://www.ewtn.com         Email address: sysop@ewtn.com  -------------------------------------------------------   

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