domingo, 19 de diciembre de 2010

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APARTADO PARA EL EVANGELIO DE LA VIDA (semana 8)

Semana 8--- Las obras pecaminosas

Lunes --- Leer con oración: Gn 3:6; Ro 3:9-18, 21-26; 5:12; 6:23

“Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo” (Ro 5:1)

LA MUERTE ENTRÓ EN EL HOMBRE POR MEDIO DE ADÁN

En el transcurso de este tomo del Alimento Diario, vimos que Dios le advirtió a Adán que no comiera del árbol de la ciencia del bien y del mal, porque silo hacía, ciertamente moriría. Sin embargo, por causa de sus debilidades, terminó comiendo del fruto prohibido.

Aunque Adán y Eva no murieron inmediatamente después de comer del fruto, la muerte entró en ellos como una semilla, que se fue desarrollando poco a poco hasta que un día, ambos perecieron. Además, al transgredir la orden de Dios, ellos pecaron, y el pecado pasó a morar en su carne.

Finalmente, Adán y Eva transmitieron el pecado a toda la humanidad. Romanos 5:12 afirma: “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron”. El pecado entró en el mundo por Adán y de esta manera fue transmitido a todos los seres humanos.

El pecado y la muerte andan siempre juntos, pues la paga del pecado es la muerte (6:23). Esto muestra cuán dañino es el fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal. Aunque este árbol parecía “bueno para comer, y era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría” (Gn 3:6), necesitamos percibir, finalmente, que este árbol nos lleva a la muerte.

El pecado que mora en la carne del hombre lo impulsa a pecar. Romanos 3:9-18 trata acerca de este asunto: “¿Qué, pues? ¿Somos nosotros mejores que ellos? En ninguna manera; pues ya hemos acusado a judíos y a gentiles, que todos están bajo pecado” (v. 9). No existe excepción: todos tenemos la naturaleza pecaminosa.

El pecado hace a las personas injustas y las aleja de Dios: “Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios” (vs. 10-11).

El versículo 12 continúa: “Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno”. Cuando usamos el conocimiento del bien, es posible que hagamos algo bueno, pero el fruto del que Adán y Eva comieron también tenía el conocimiento del mal, por eso es muy fácil que el hombre empiece por el bien y luego se desvíe hacia el mal.

A partir del versículo 13 vemos que el pecado se desarrolla y comienza a expresarse: “Sepulcro abierto es su garganta; con su lengua engañan. Veneno de áspides hay debajo de sus labios”. Estas son las obras malignas, que producen muerte y llevan al sepulcro.

El pecado que mora en el hombre también lo lleva a cometer atrocidades: “Su boca está llena de maldición y de amargura. Sus pies se apresuran para derramar sangre; quebranto y desventura hay en sus caminos; y no conocieron camino de paz” (vs. 14-17), y los hace que no tengan temor de Dios: “No hay temor de Dios delante de sus ojos” (v. 18). Por eso todos los hombres están bajo el juicio divino.

Pero, ¡gracias a Dios! Porque nos abrió el camino de la justificación por medio de la fe en Su Hijo Jesucristo: “Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios” (v. 21a).

¡Aleluya! Ya no somos pecadores, ahora somos justos: “la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia, por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús” (vs. 22-26).

Punto Clave: Justificados por la fe.

Su punto clave es:

Pregunta: ¿Cómo llegamos a ser justos?



APARTADO ESPECIALMENTE PARA EL EVANGELIO DE LA VIDA

Semana 8 --- Las obras pecaminosas

Martes --- Leer con oración: Hch 13:39; Ef 2:1-2, 5, 7; He 9:22

“Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Ro 6:23)

JUSTIFICADOS Y RECONCILIADOS CON DIOS OBTENEMOS VIDA

Ayer vimos que, por causa de la transgresión de Adán, el pecado pasó a todos los hombres. No obstante, Dios vino a rescatarnos y nos trajo las buenas nuevas, el evangelio de la gracia, por medio del cual somos reconciliados con Dios, llevados de vuelta al huerto de Edén y habilitados para comer nuevamente del árbol de la vida.

Efesios 2:1-2 dice: “Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia”. Todos nosotros, sin excepción alguna, andábamos en las tinieblas y estábamos muertos en delitos y pecados. Cuando el hombre comió del fruto del árbol de la ciencia, su alma se abrió a la maldad, y por esa razón cometíamos todo tipo de pecados, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos. Este versículo también nos muestra que, cuando andábamos según el alma independiente y desobediente, estábamos actuando de acuerdo con el espíritu maligno.

Dios, por Su gracia, tuvo misericordia de nosotros y por causa de Su gran amor, nos dio vida por medio de Su Hijo. Por eso el versículo 5 relata: “aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos)”. Él cargó todos nuestros pecados y nos dio vida; juntamente con el Señor, nos resucitó y nos hizo sentar en los lugares celestiales en Cristo Jesús. Mediante la fe en Jesucristo, Dios nos rescató “para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús” (v. 7). No fuimos salvos por nuestras obras, para que no nos gloriemos, sino por la gracia divina.

Finalmente, Él nos hace Su obra maestra (v. 10). Dios desea mostrarles a todos cómo rescató al hombre que estaba en el camino de la perdición; como una rama seca que sería lanzada al fuego, lo salvó y lo transformará hasta obtener Su obra maestra, la iglesia.

¡Qué gran misericordia y gracia! ¡Cuán grande es el amor de Dios! ¡Aleluya! Porque éramos pecadores destinados a la muerte (Ro 6:23), pero la gracia de Dios llegó hasta nosotros. Él envió a Su Hijo para morir en nuestro lugar. Por la fe creímos en todo lo que el Hijo de Dios hizo. Por eso fuimos justificados mediante la fe (Hch 13:39; Ro 5:1), nos reconciliamos con Dios (v. 10) y obtuvimos la vida divina.

Punto Clave: Justificados y reconciliados.

Su punto clave es:

Pregunta: ¿Qué desea hacer Dios con nosotros después de salvarnos?



APARTADO ESPECIALMENTE PARA EL EVANGELIO DE LA VIDA

Semana 8 --- Las obras pecaminosas

Miércoles --- Leer con oración: Ro 5:12, 15-18

“Pues si por la transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia” (Ro 5:17)

REINAR EN VIDA

En Romanos 5:12 está escrito: “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron”. El pecado entró en el mundo por medio de Adán, y por el pecado, la muerte pasó a todos los hombres.

Pero, ¡alabado sea el Señor! porque el versículo 15b dice: “porque si por la transgresión de aquel uno murieron los muchos, abundaron mucho más para los muchos la gracia y el don de Dios por la gracia de un hombre, Jesucristo”.

¡Aleluya! El Señor nos salvó por Su gracia. Los versículos 16-18 dicen: “Y con el don no sucede como en el caso de aquel uno que pecó; porque ciertamente el juicio vino a causa de un solo pecado para condenación, pero el don vino a causa de muchas transgresiones para justificación. Pues si por la transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia. Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida”.

Por la transgresión de un solo hombre, Adán, el pecado y la muerte vinieron sobre todos nosotros. Sin embargo, Jesucristo fue a la cruz para redimirnos y eliminó el pecado y la muerte de todo aquel que cree en Él. ¡Gracias al Señor! Por eso ahora los que reciben el don de la justicia pueden reinar en vida por medio de Jesucristo.

Nosotros, que antes éramos pecadores e injustos, recibimos la gracia de Dios y llegamos a ser justos. Asimismo, al recibir el Espíritu de Dios en nuestro interior, obtuvimos el espíritu de filiación, que no sólo nos hace hijos de Dios, sino que también nos habilita para ser herederos de Dios y coherederos con Cristo (Ro 8: 15-17).

Si sufrimos con Él, un día seremos hijos maduros y podremos recibir la herencia que Dios tiene para nosotros: reinar con Su Hijo en el mundo venidero.

¡Aleluya! ¡Cuán grande gracia! ¡Qué gran misericordia! De personas que antes estaban esclavizadas por el pecado, llegaremos a ser introducidos a la gloria. No obstante, todo esto sólo es posible por el gran amor de Dios.

Punto Clave: Reinar en vida por medio de Jesucristo.

Su punto clave es:

Pregunta: ¿En qué consiste nuestra herencia?



APARTADO ESPECIALMENTE PARA EL EVANGELIO DE LA VIDA

Semana 8 --- Las obras pecaminosas

Jueves --- Leer con oración: Ro 7:18-24; 8:1-4

“Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte” (Ro 8:2)

LA LEY DEL ESPÍRITU DE VIDA

En Romanos 7, el apóstol Pablo habla del problema del pecado que mora en la carne del hombre. El testimonio de Pablo nos muestra cuán terrible es el pecado: aunque dentro del hombre haya algo bueno que se inclina hacia Dios, en sus miembros opera un poder que lo lleva a pecar.

El apóstol afirma: “Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí. Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí. Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros” (vs. 18-23).

Tal conflicto interior lo llevó, en el versículo 24 a exclamar: “¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?”. Nosotros entendemos perfectamente la desesperación de Pablo, porque también tenemos la naturaleza pecaminosa en nuestra carne. Por eso, aunque queramos hacer el bien y agradar a Dios, algo en nuestro interior nos vence y nos lleva a hacer el mal.

Sin embargo, el apóstol mismo, en el siguiente versículo nos muestra la salida: “Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro”. Jesús fue a la cruz por nosotros. Él murió y como Cristo, resucitó y ahora es nuestro Señor. ¡Aleluya!

En el capítulo 8, Pablo continúa: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús. Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte” (vs. 1-2 - VR). Jesús no solucionó únicamente el problema de los pecados, sino que también nos dio la ley del Espíritu de vida, que nos libra del pecado y de la muerte.

En la carne somos débiles y no podemos vencer (7:18). Si dependiera de nosotros, no tendríamos la capacidad de librarnos del pecado. Pero aleluya, porque Dios mandó a Su Hijo mismo en semejanza de carne de pecado para condenar al pecado en la carne (8:3b). Si vivimos según la ley del Espíritu de vida, Satanás ya no tendrá más dominio sobre nosotros y aunque nos quiera llevar al pecado, a fin de que experimentemos la muerte, la ley del Espíritu de vida nos salvará.

Finalmente, el versículo 4 registra: “para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu”. ¡Alabado sea el Señor!

Punto Clave: Vivir según la ley del Espíritu de vida.

Su punto clave es:

Pregunta: ¿Por qué el Hijo vino en semejanza de carne de pecado?



APARTADO ESPECIALMENTE PARA EL EVANGELIO DE LA VIDA

Semana 8 --- Las obras pecaminosas

Viernes --- Leer con oración: Sal 56:13; 116:8; Ro 7:23; 8:5-6, 9-11; 1 Co 15:45

“Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu (...) Porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis” (Ro 8:5, 13)

VIVIR CONFORME AL ESPÍRITU

En Romanos 8:5-6, el apóstol Pablo nos enseña a cómo andar en el Espíritu: “Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu. Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz”.

La frase: “ocuparse de la carne”, en este versículo también puede ser traducida como “la mente puesta en la carne”. Si ponemos nuestra mente en la carne, el resultado será muerte, pero, si la ponemos en el Espíritu, el resultado será vida y paz. ¡Aleluya! Esto nos muestra que existe un camino para salvar a nuestra alma. Si ponemos nuestra mente en el Espíritu, nuestra alma será librada de las garras y de la influencia de Satanás y del pecado (Sal 56:13; 116:8).

En Romanos 8:9-10 leemos: “Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él. Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu vive a causa de la justicia”.

Nuestro Señor Jesús se hizo el Espíritu vivificante (1 Co 15:45). Y como tal, comienza trabajando en nuestro espíritu, el primero en recibir Su vida al creer. Luego, cuando ponemos la mente en el espíritu, nuestra alma obtiene vida (Ro 8:6). Finalmente, hasta nuestro cuerpo es beneficiado y recibe vida: “Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros” (v. 11). Esta es la gran salvación de Dios para nosotros.

Sin embargo, Satanás nos lleva a cometer pecados utiizando el pecado que entró en la humanidad por medio de Adán y, aunque luchemos por nosotros mismos para resistirlo, somos derrotados y nos sentimos sin esperanza; Pablo dijo al respecto lo siguiente: “¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?” (Ro 7:24). Si vivimos conforme a la carne, estamos caminando a la muerte.

¡Pero gracias a Dios fuimos salvos! ¡Aleluya! Las tres partes del hombre tripartito –espíritu, alma y cuerpo– pueden ser llenas del Espíritu vivificante. Si vivimos por el Espíritu, no sólo seremos libres del pecado, sino que también todo nuestro ser recibirá vida. ¡Alabado sea el Señor!

Punto Clave: Poner la mente en el Espíritu.

Su punto clave es:

Pregunta: ¿Cuáles son los beneficios de poner la mente en el Espíritu?



APARTADO ESPECIALMENTE PARA EL EVANGELIO DE LA VIDA

Semana 8 --- Las obras pecaminosas

Sábado --- Leer con oración: Ro 8:12-17

“Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados” (Ro 8:17)

HIJOS Y HEREDEROS DE DIOS

En Romanos 8:12-13 leemos: “Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne; porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis”.

Si vivimos conforme a la carne, moriremos. Pero agradecemos al Señor porque el Espíritu de vida ya llegó a nosotros. No necesitamos vivir más bajo la esclavitud de la carne. Por el Espíritu podemos hacer morir las obras de la carne y recibiremos vida.

El versículo 14 dice: “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios”. ¡Aleluya! Los que son guiados por el Espíritu de Dios son aquellos que ponen la mente en el Espíritu, para la salvación del alma. Esta es la salvación completa, pues ocurre no sólo en el espíritu, sino también en el alma. Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios y tienen la vida en su alma.

Agradecemos mucho al Señor cuando leemos los versículos 15 y 16: “Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios”. ¡Aleluya!

El versículo 17 continúa: “Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo”. Para poder heredar los bienes del padre, es necesario que el hijo alcance la mayoría de edad. Por eso en este versículo está implícita la idea del crecimiento de vida. Ciertamente ya somos hijos de Dios, pero aún necesitamos madurar en Su vida a fin de que Le expresemos y lleguemos a ser aptos para heredar Sus riquezas en el reino milenario..

Punto Clave: Crecer para recibir la herencia.

Su punto clave es:

Pregunta: ¿Cómo llegamos a ser aptos para heredar las riquezas de nuestro Padre?



APARTADO ESPECIALMENTE PARA EL EVANGELIO DE LA VIDA

Semana 8 --- Las obras pecaminosas

Domingo --- Leer con oración: Gn 25:21-26, 29-34; Ro 8:17

“Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios” (Col 3:2-3)

ESAÚ Y JACOB

Ayer vimos que ya somos hijos y herederos de Dios, pero todavía necesitamos crecer y madurar en vida para heredar el mundo venidero (Ro 8:17). Al respecto, veremos el ejemplo de Jacob y Esaú.

Esaú y Jacob, desde el vientre materno, luchaban para ver quién saldría primero, pues el primogénito es el que heredaría todos los bienes de su padre. Al final, Esaú salió primero, pero con Jacob agarrado de su calcañar (Gn 25:21-26). Pues él no estaba conforme y deseaba obtener el derecho de la primogenitura a cualquier precio.

Cierta vez, cuando ya eran adultos, Esaú volvía del campo con mucha hambre y se encontró con su hermano, Jacob, quien había preparado un guisado (vs. 29-34) éste le suplicó: “Te ruego que me des a comer de ese guiso rojo, pues estoy muy cansado”. Pero Jacob replicó: “Véndeme en este día tu primogenitura”. Entonces dijo Esaú: “He aquí yo me voy a morir; ¿para qué, pues, me servirá la primogenitura?” (v. 32). Así, Esaú despreció su derecho de primogenitura y se lo vendió a su hermano a cambio de un plato de comida.

Nosotros, que creímos en el Señor Jesús y recibimos Su vida, ya somos Hijos de Dios. Sin embargo, necesitamos luchar por nuestro derecho de primogenitura, a fin de que, un día, heredemos las riquezas de nuestro Padre celestial y reinemos en el mundo venidero. Por eso, demos valor a todo lo que el Señor hizo por nosotros, poniendo en todo momento, nuestra mente en el Espíritu y no en la carne.

“Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios” (Col 3:2-3). ¡Aleluya!

Punto Clave: Luchar por nuestro derecho de primogenitura.

Su punto clave es:

Pregunta: ¿Quién reinará sobre el mundo venidero?

Dong Yu Lang

Derechos reservados a: editora “Arvore da Vida”

¡Jesús es el Señor! - Jesus is Lord - Jesus ist der Herr - Yeshua adonai - Gesù è il Signore - Jésus est Seigneur - Ιησους ειναι ο Λορδος - Иисус – Господь - يسوع هو الرب - 耶稣是主 - 主イエスは - Jesus é o Senhor - Jesus är lorden Jesus är Herre

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Nuestro proposito no es comunicar conocimiento, ni métodos bíblicos a los santos, sino ayudar a los que ya siguen al Señor y caminan en esta senda con el objeto de avanzar.
Watchman Nee

El verdadero ministerio se concibe en el vientre del sufrimiento, nace con fatiga y con dolor, y se mece en una cruz.
Ciertamente hay un camino solitario para los que buscan andar con Dios. Pero cuando andemos con el Señor, vamos a encontrar compañia en otros que tambien conocieron el rechazo y el sufrimiento cuando anduvieron con Dios, y aprendieron sus caminos

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