viernes, 6 de mayo de 2011

la eucaristia

LA EUCARISTIA


CAPITULO 1

GENERALIDADES

¿Qué es la Eucaristía?

La Eucaristía, es un sacramento que contiene verdadera, real y subs­tancialmente al mismo Jesucristo, con su cuerpo, sangre, alma y divinidad, bajo las especies de pan y vino.

Se dice: 1º. Que contiene al mismo Jesucristo, esto es, al que nació de María Santísima y murió en la cruz; y lo contiene entero, con su cuerpo, sangre, alma y divinidad.

2º. Lo contiene: a) verdaderamente, y no sólo por la fe, porque lo creemos así. b) Realmente, esto es en su realidad y no como mero símbolo o figura. c) Substancial­mente esto es sólo con su poder y su gracia, como en los demás sacramentos sino con su misma sustancia. Estos tres términos los emplea el Concilio de Trento para condenar diversos errores protestantes.

3º. Bajo las especies de pan y vino; porque en la Eucaristía no percibimos a Cristo, sino sólo los accidentes que lo ocultan.

Errores

A) Antes del protestantismo la presencia real de Cristo en la Eucaristía fue negada aisladamente por algunos: Berengario, en el siglo XII, quien se retractó; los Albigenses, en el XIII, y Wideff. Según parece, precursor del Protestantismo, en el XIV. Fueron errores aislados y de poca trascendencia.

B) De los protestantes, unos niegan rotundamente la presencia real de Cristo; otros la admiten pero con graves errores.

1° Niegan la real presencia de Cristo: a) Zainglo, quien enseñó que la Eucaristía es una mera figura de Cristo; b) Calvino, para quien Cristo está en la Eucaristía por su poder, pero no substancialmente; c) muchos otros protestantes que enseñan que la Eucaristía es un simple símbolo de la pasión de Cristo, o que éste sólo existe en ella por la fe, esto es, porque lo creemos así.

2° Explican erróneamente la presencia real de Cristo en la Eucaristía: a) Lutero, quien admite que en la Eucaristía existen al mismo tiempo la sustancia del pan y la del vino junto con el cuerpo de Cristo, error que hoy admiten muchos protestantes. b) Osiandro, que admitió la impanación, o sea la unión personal o hipostática entre el pan y el Cuerpo de Cristo. c) Algunas sectas protestantes que admiten la existen­cia de Cristo en la Eucaristía sólo cuando se recibe en la Comunión, enseñando que no perdura en las Hostias consagradas que se guardan después de la Misa.

Nombres y figuras de la Eucaristía. División del tratado

1° Eucaristía significa buena gracia, gracia excelente; llamase así: a) porque contiene a Jesucristo, fuente de toda gracia; b) porque por ella damos a Cristo debidas gracias por sus beneficios.

La Eucaristía tiene muchos otros nombres. Se le llama: a) Santísimo, o Santísimo Sacramento, a causa de su dignidad; b) Pan de vida, Pan de los ángeles, sagrado Pan, por la materia de dicho sacramento; e) Comunión, que significa comunicación o participación, porque nos comunica o participa el cuerpo de Cristo; d) Sagrada Mesa,

Sagrado Banquete, Sacramento del Altar, Sagrada Cena, por el lugar en que se recibe o en que se instituyó.

2° Sus principales figuras son: a) el cordero pascual, cuya sangre libro de la muerte a los israelitas; b) el sacrificio de Melquisedec, quien ofreció a Dios pan y vino. c) el maná, que mantuvo a los israelitas a través del desierto.

3° Podemos considerar a Cristo en la Eucaristía de tres maneras: en cuanto en ella se contiene, se ofrece y se recibe; a) En cuanto en ella se contiene Cristo. tenemos la presencia real; b) En cuanto en ella se ofrece Cristo, hallamos el sacrificio de la Misa; c) En cuanto en ella se recibe Cristo, encontramos el sacramento de la Comunión. Dividiremos pues, en estas tres partes, nuestro estudio.

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CAPITULO II - LA PRESENCIA REAL

En la. Eucaristía está presente Nuestro Señor Jesucristo, con su cuerpo, sangre, alma y divinidad, oculto bajo las especies de pan y vino.

Lo sabemos así, a) por las palabras con que prometió su institución: b) por las palabras con que la instituyó; c) por la enseñanza de San Pablo sobre el uso de ella; d) por la doctrina de la Tradición y de la Iglesia.

a) En San Juan encontramos el discurso en que Jesús prometió de modo claro y preciso la institución de la Eucaristía; b) San Mateo, San Marcos y San Lucas nos describen su misma institución; y c) San Pablo reprende a los cristianos que hacen mal uso de ella. Consta de un modo tan claro en la Escritura la institución de la Eucaristía, que ni el mismo Lutero se atrevió a negarla.

1° La promesa de la Eucaristía

Cristo prometió la institución de la Eucaristía con estas palabras. El día siguiente de la multiplicación de los panes dijo a los judíos: "El pan que os daré es mi misma carne para la vida del mundo". Aquellos admirados se preguntaban: "¿Cómo puede darnos a comer su misma carne?". Jesucristo insistió diciendo: "En verdad os digo que si no comiereis la carne del Hijo del hombre, y no bebiereis su sangre, no tendréis vida en vosotros, Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida".

Todo el capítulo VI de San Juan, desde el versículo 22 hasta el 72 es un largo discurso de Cristo, en que promete la institución de la Eucaristía. Los judíos que no comprendían cómo podían darles a comer su cuerpo, se escandalizaron y decían: "Dura es esta doctrina y ¿quién puede escucharla?" Y muchos de sus discípulos dejaron de seguirlo. Entonces Jesús preguntó a los doce: "Y vosotros también quereis retiraros?", y San Pedro le dio esta admirable respuesta: "Señor, ¿a quién iremos? ¡Sólo tú tienes palabras de vida eterna!” Se ve, pues, que Jesucristo, más bien que rectificar sus palabras, permitió que muchos discípulos se le retiraran.

2° Institución de la Eucaristía

Cristo instituyó la Eucaristía de la siguiente manera: En la última Cena, tomó pan en sus manos, lo bendijo, lo partió y lo dio a sus discípulos diciendo: "Tomad y comed; este es mi cuerpo". Tomó en seguida el cáliz con vino, lo bendijo y lo distribuyó diciéndoles: "Bebed todos de él; esta. es mi sangre. Haced esto en memoria mía". Así nos lo narran San Mateo, San Lucas y San Marcos. (Mt. 26, 26. Luc. 21, 19, Mc. 14, 22).

Sobre estas palabras debemos advertir: a) Que las hemos de tomar en su sentido natural. No dijo el Señor: "Esta es la figura, o la imagen, o la virtud de mi cuerpo"; sino "este es mi cuerpo", enseñando con evidencia su presencia real en la Eucaristía; b) Si Cristo hubiera usado equívocos o palabras figuradas, hubiera engañado a la Iglesia y a todos los fieles de todos los siglos; lo que no podemos admitir.

Estas palabras tomadas en su sentido natural son tan claras como las que más en el Evangelio. Por el contrario, si se toman en sentido figurado, son tan difíciles de explicar, que se han dado sobre ellas más de doscientas explicaciones por los protestantes, encontrando cada quien deficiente la interpretación de los demás. Así Lutero quiere que se interprete: Aquí está mi cuerpo, (Junto con el pan); Zuinglio: Esta es la imagen de mi cuerpo; Calvino: Esta es la virtud de mi cuerpo, etc., etc.,

Tales interpretaciones son todas forzadas, y desfiguran el sentido claro y natural de las palabras.

3° Uso de la Eucaristía

Si San Juan nos describe la promesa de la Eucaristía, y los otros evangelistas su institución, San Pablo se refiere al uso que ya en su tiempo hacían los cristianos de la comunión. "Por ventura, pregunta a los Corintios, el cáliz de bendición no es la participación de la sangre del Señor? ¿Y el pan que partimos no es la participación del cuerpo de Cristo?" (1 Cor. 10, 16).

En otro lugar reprocha con encendidas palabras a los que se atreven a comulgar indignamente: "Examínese cada uno antes de llegarse a comer este pan y a beber este cáliz, porque el que lo come y bebe indignamente se come y se bebe su propia condenación, por no respetar el cuerpo del Señor". "El que come este pan o bebe de este cáliz indignamente peca contra el cuerpo y la sangre del Señor" (id. II, 26, 28). Es imposible expresarse con mayor claridad.

La Tradición y enseñanza de la Iglesia

La doctrina de todos los padres de la Iglesia es clara y unánime sobre esta ma­teria, Respecto a la enseñanza de la Iglesia, bástenos decir que la Eucaristía ha sido en todo tiempo el centro del culto católico, y citar estas palabras del Concilio de Trento: "Si alguno niega que en la Eucaristía se contiene verdadera, real y sustancialmente el cuerpo y la sangre de Cristo, juntamente con su alma y divinidad: y por consiguiente todo Jesucristo, o afirma que sólo está en él como un signo o figura, o por su poder, sea anatema"

Además la presencia real se prueba por la fe de los cristianos de veinte siglos, y por numerosos milagros.

Conclusiones contra la doctrina protestante

No hay dogma más claramente comprobado en la Escritura, ni creen­cia más arraigada en la Iglesia, ni práctica más incorporada a la vida cristiana, desde los primeros siglos, que la Eucaristía.

De donde deducimos tres consecuencias importantes:

El libre examen lleva hasta las más infundadas negaciones.

El Protestantismo, cuando se trata de defender sus errores, no vacila en afirmar lo contrario de lo que enseña la Escritura; y de lo que la Iglesia universal creyó y profesó constantemente durante 14 siglos.

No cabe comparación entre las doctrinas protestantes, múltiples, forzadas, contradictorias; y la doctrina católica, una e invariable desde Cristo Y los Apóstoles.

Art. 2° MODO DE VERIFICARSE LA PRESENCIA REAL

En la Eucaristía encontramos muchos misterios. Ella ha sido llamada por excelencia "el misterio de fe"; y el Concilio de Trento nos alerta que "ha de ser creído con piedad, no escudriñado con curiosidad”

Nuevamente hemos de repetir aquí que no creemos una verdad porque la comprendamos, sino porque Dios nos la ha revelado en forma que no da lugar a duda prudente.

Los teólogos se ocupan de los misterios que encierra la Eucaristía, no para dar de ellos una explicación adecuada, pero sí para probar que no hay para este dogma contradicción ninguna con la razón humana. Desgraciadamente no podremos muchas veces seguirlos en su argumentación, porque ésta supone el conocimiento de los más difíciles problemas de la filosofía.

Advirtamos por último que en la Eucaristía no podemos juzgar por lo que nos dicten los sentidos, sino por las enseñanzas de la fe.

Los cinco principales misterios de la Eucaristía son: a) Cómo se con­vierten la hostia y el vino en el cuerpo de Cristo; b) cómo permanecen los accidentes de pan y vino sin su sustancia c) cómo está el cuerpo de Cristo en la Hostia; d) cómo está Cristo entero bajo cada especie; y e) cómo está presente a la vez en el cielo y en todas las hostias Consagradas.

A) LA TRANSUBSTANCIACION

El primer milagro de la Eucaristía es la transubstanciación. Esta consiste en el cambio o conversión de toda la sustancia del pan en el cuerpo de Cristo, y de toda la sustancia del vino en su sangre preciosa, en virtud de las palabras de la consagración.

Como se ve, transubstanciación significa cambio de una sustancia en otra.

La transubstanciación se verifica en el momento mismo en que el sacerdote pronuncia sobre el pan y el vino las palabras: "Este es mi cuerpo, esta es mi sangre". De manera que después de estas palabras no existen ya ni la sustancia del pan ni la del vino; sólo existen sus especies o apariencias exteriores: olor, color, sabor, etc.

Precisando más este misterio, digamos que en la Eucaristía:

No hay: a) aniquilamiento de la sustancia del pan, porque ésta no destruye; b) ni creación del cuerpo de Cristo, porque éste no es produ­cido de la nada; c) ni aducción del cuerpo de Cristo del cielo a la tierra.

Lo que hay es la conversión de toda la sustancia del pan y del vino en el cuerpo y sangre de Cristo, obrada por el poder infinito de Dios.

Hablando con propiedad el Verbo divino bajó del cielo a la tierra para la Encarnación,

pero no baja para la Eucaristía. En ésta hay una conversión de una sustancia en otra, que se realiza en la tierra.

Tenemos en la naturaleza ejemplos de conversión de una sustancia en otra; p. c. el alimento se cambia en nuestra carne y sangre, y la semilla en el árbol. Pero en estos casos no hay milagro, porque la transformación se hace lentamente, y con el concurso de medios naturales.

Cristo no sufre en la Eucaristía ninguna mutación; toda la mutación se realiza en el pan y en el vino; Cristo permanece inmutable.

B) PERMANENCIA DE LOS ACCIDENTES

El segundo milagro de la Eucaristía es que los accidentes o especies de pan y vino, a saber, el olor, color, sabor, peso, figura, etc., permanecen sin estar apoyados en ninguna sustancia.

Precisemos los términos: a) sustancia es el ser que existe en sí mismo; p. e. un libro; b) Accidente es el ser que no puede existir en sí mis­mo sino en otro: p. c. el color, olor, extensión, etc.

Así es siempre una cosa la que es blanca o negra, olorosa, grande o pequeña, etc. y al desaparecer la cosa, desaparecen los accidentes que tenían asiento en ella.

En la Eucaristía los accidentes de pan y vino permanecen sin estar apoyados en ninguna sustancia. En efecto, a) no están apoyados en la sustancia de pan y vino que ya no existen; b) tampoco pueden estarlo en el cuerpo de Cristo. Permanecen, pues, separados de su sustancia por el poder infinito de Dios que los sostiene.

La explicación más admitida entre los teólogos es que Dios sostiene milagrosa­mente el accidente de cantidad; y que en la cantidad se apoyan, sin necesidad de nuevo milagro, los demás accidentes.

Advirtamos que las especies conservan sus cualidades naturales, y siguen siendo sensibles, nutritivas, divisibles, corruptibles, etc. Es decir, sufren las mismas alteraciones que si fueran pan y vino.

C) COMO ESTA EL CUERPO DE CRISTO

El tercer milagro de la Eucaristía es cómo una pequeña hostia contenga todo el cuerpo de Cristo.

Jesucristo no se encuentra presente en la hostia a la manera de los cuerpos, sino a la manera de las sustancias; a) los cuerpos ocupan extensión material; y así, a cada parte del cuerpo corresponde una parte del lugar. P. c. el espacio que ocupa mi pie no es mismo que el que ocupa mi mano; b) La sustancia no ocupa extensión material; de modo que está toda entera en cada parte del lugar. Así, la sustancia del agua se encuentra tanto en una gota como en el océano.

Notas: 1ª El cuerpo de Cristo, enseña Santo Tomás, no está localmente sino en el cielo. En la Eucaristía está como las sustancias.

El Catecismo romano declara: "No decimos que Cristo esté en este Sacramento como grande o pequeño, que es lo que pertenece a la cantidad, sino al modo de la sustancia. Porque la sustancia del pan se convierte, no en la cantidad pequeña o grande de Cristo, sino en su sustancia. Y nadie duda que la sustancia se halla igualmente en un espacio reducido que en uno grande".

Por no tener Cristo en la Eucaristía extensión local, no puede ni ejercer, ni su­frir aquellas operaciones que exigen dicha extensión local, como conocer o ser conocido por medio de los sentidos, moverse, etc.; pero sí puede hacer uso de su inteligencia y voluntad, que no exigen extensión local para sus operaciones.

Al dividirse la hostia está en cada fragmento de ella todo Cristo.

Así como la sustancia del pan está lo mismo en un pan grande que en una miga; y la sustancia del vino lo mismo en un vaso de vino que en una gota de él; así Jesucristo está todo entero en cada partícula consagrada de pan y de vino. Esto lo de­muestra la Escritura, pues Jesucristo consagró de una vez todo el pan y todo el vino, y lo distribuyó a los Apóstoles, diciéndoles: "Tomad y repartidlo entre vosotros". (Mt. 26, 26).

Estas palabras indican con evidencia que todo Nuestro Señor estaba completo en la parte del pan y del vino que le correspondió a cada Apóstol.

D) CRISTO ESTA TODO BAJO CADA ESPECIE

No está únicamente el cuerpo de Cristo bajo la especie de pan, ni únicamente su sangre bajo la especie de vino; sino que tanto bajo la especie de pan, como bajo la de vino, está Jesucristo entero, con su cuerpo, sangre, alma y divinidad. Y éste es el cuarto misterio de la Eucaristía.

El sacerdote consagra separadamente el pan y el vino; y llama cuerpo de Cristo lo que está bajo la especie de pan, y sangre de Cristo lo que está bajo la del vino, para representar mejor la muerte de Cristo. Pero, como Cristo ya no puede morir, es necesario que tanto en la hostia como en el cáliz esté todo entero; sin que su cuerpo, su sangre, su alma y su divinidad puedan ya separarse.

El cuerpo, la sangre, el alma y la divinidad de Cristo están presentes bajo cada especie por diversos motivos; a saber: ya en virtud de las palabras de la consagración, ya por la unión natural que hay entre las partes de un cuerpo vivo, ya por la unión del Verbo divino con la naturaleza humana.

En virtud de las palabras de la consagración está en la hostia el santo cuerpo de Cristo, y en el cáliz su sangre.

Por la unión natural propia del cuerpo vivo, están en la hostia, junto con el cuerpo de Cristo, su sangre y su alma; y está en el cáliz, junto con la sangre de Cristo, su cuerpo y su alma.

Por último, por la unión con el Verbo, está en la hostia y en el cáliz, junto con el cuerpo, la sangre y el alma de Cristo, también su divinidad; pues Cristo no puede dejar de ser Dios.

La unión del cuerpo con la sangre y el alma de Cristo se llama natural, o de natural concomitancia, esto es, de natural juntamiento: porque es natural al cuerpo vivo la unión con la sangre y el alma.

La unión del cuerpo, sangre y alma de Cristo. o sea de su naturaleza humana con el Verbo, se llama unión hipostática o personal, como vimos en el dogma.

Las tres divinas personas se hallan en la Eucaristía; pues como todas tres tienen una misma naturaleza, donde está la una, están las otras.

E) CRISTO MULTIPLICA SU PRESENCIA

Jesucristo no deja de estar en el cielo cuando está en la hostia, sino que está al mismo tiempo en el cielo y en todas las hostias consagradas. Y éste es el quinto misterio de la Eucaristía.

En el ciclo está con la cantidad y dimensiones naturales de su cuerpo y en forma visible; en la Eucaristía a modo de las sustancias y en forma invisible; pero de una manera viva. substancial y real.

a) No es el cuerpo de Cristo el que se multiplica, sino su presencia. No hay muchos Cristos; sino que un solo Cristo se hace presente en varios lugares, como un mismo sol está presente en los diversos puntos del globo.

b) Al partirse la hostia se parten únicamente las especies sacramenta­les; el cuerpo de Cristo permanece entero en cada fragmento.

EXCELENCIA Y CULTO DE LA EUCARlSTÍA

La Eucaristía es excelente sobre toda ponderación: a) porque encierra realmente al mismo Jesucristo; b) porque es el prodigio más portentoso del poder, amor y sabiduría de Dios.

Por estar en ella Cristo realmente presente, merece culto directo de adoración; y por eso ante ella doblamos la rodilla.

La Eucaristía se guarda en las iglesias para ser adorada por los fieles, y llevada a los enfermos cuando fuere necesario.

CAPITULO III

LA EUCARISTIA COMO SACRAMENTO

GENERALIDADES

En la Eucaristía encontramos las tres condiciones de todo sacramento signo sensible, institución de Cristo, producción de la gracia.

El signo sensible de la Eucaristía son las especies de pan y de vino, que denotan el carácter de alimento de la Eucaristía.

Cristo instituyó la Eucaristía en la última Cena, momentos antes de su pasión. Quiso instituirla entonces, por tres motivos: a) porque habiéndonos de abandonar con su presencia terrena, quiso acompañarnos con su presencia sacramental: b) para que tuviéramos un recuerdo perpetuo de su pasión; c) porque el último recuerdo y palabras de un moribundo se reciben con mayor respeto y amor.

3° La gracia propia de la Eucaristía es alimentar y fortalecer nuestras almas, haciéndolas dignas de la vida eterna: "Quien come mi carne y bebe mi sangre, tiene la vida eterna". (Juan, 6, 55).

Entre la Eucaristía y los demás sacramentos hay estas diferencias: a) Los demás sacramentos sólo nos dan la gracia; la Eucaristía, al mismo autor de la gracia; b) los demás son transitorios, terminan en el acto que los produce; la Eucaristía es permanente; c) la Eucaristía es a la vez sa­cramento y el sacrificio de la nueva Ley.

ELEMENTOS DE LA EUCARISTIA

La materia es pan de trigo y vino de vid. Cristo escogió esta materia para damos a comprender: a) que la Eucaristía es el alimento de nuestras almas; y b) que así como el pan se hace con la unión de muchos granos de trigo y el vino con la unión de muchas uvas; así nosotros debemos vivir íntimamente unidos con El y unos con otros.

Las hostias se hacen de pan sin levadura, en recuerdo de la Cena del Señor, en que se empleó pan sin levadura, como era uso tradicional entre los judíos.

No se puede utilizar la llamada harina del Norte para las hostias, por venir mezclada con harina de maíz, papas, etc. Hay también gran cantidad de vinos artificiales, que no son de uva pura, y que no pueden usarse para la Misa. Hoy día se imitan los vinos con tanta facilidad, que no queda otro recurso que atenerse a la honorabilidad de la casa fabricante y de la persona que los importa. Conviene, pues, comprarlos en las Curias episcopales. Como se trata de la validez de un sacramento debe procederse con estricta cautela.

La forma son las palabras de la consagración: "Este es mi cuerpo, esta es mi sangre".

Aunque haya dos materias y dos formas, no hay sin embargo, sino un solo sacramento, porque, como la comida y bebida hacen una sola refección, así el cuerpo y el alma de Cristo, un solo sacramento.

El ministro es el sacerdote, heredero por la ordenación de los Apóstoles a quienes Cristo dijo: "Haced esto en mi memoria". (Luc. 22, 19).

El sujeto es todo bautizado, aunque la Iglesia prohíbe darla a los niños, dementes, sordomudos no instruidos y pecadores públicos.

LA COMUNIÓN

A) SU NATURALEZA

Comunión es la recepción de Jesucristo, presente en la Eucaristía, para ser nuestro mantenimiento espiritual.

Comunión significa unión común, comunicación; y denota la unión íntima que se establece entre Cristo y nuestra alma.

En la comunión, el cuerpo de Cristo:

No es dividido, consumido o digerido por el que lo recibe; sino que son las especies las que se dividen, consumen y digieren.

Permanece en nosotros: a) con su gracia mientras no se peca mortalmente; b) corporalmente, mientras duran las especies.

Desapareciendo las especies, desaparece el signo .sensible y en consecuencia el sacramento.

La fórmula para la comunión es: "Que el cuerpo de Cristo custodie tu alma hasta la vida eterna: Amén".

B) OBLIGACION DE COMULGAR

La comunión nos obliga por precepto divino y eclesiástico:

Cristo nos lo impuso claramente: "Si no comiereis mi carne, y no bebiereis mi sangre, no tendréis vida en vosotros”. (Juan, 6, 54),

La Iglesia nos obliga a comulgar por lo menos una vez en el año, por Pascua de Resurrección, y en peligro de muerte.

La primera comunión. El santo Viático

1° Obliga la primera comunión cuando el niño llega a la edad de la razón, o sea, hacia los siete años.

Hay obligación de hacerla antes, si el niño con seguridad llega al uso de la razón antes de alcanzar la edad.

Este deber recae sobre el niño y los que deben cuidar de él: sus padres, o quienes hacen sus veces, confesor, maestros y párroco.

Para ella basta el conocimiento de las verdades fundamentales de la Religión; después el niño seguirá aprendiendo el catecismo.

Llámase Viático la comunión que reciben los enfermos en peligro de muerte. Se llama Viático, palabra que significa avío, preparativo de viaje, porque es el mejor apresto al viaje de la eternidad.

La fórmula del santo Viático es: "Recibe, hermano carísimo el viático del cuer­po de Nuestro Señor Jesucristo, para que te defienda del enemigo maligno y te conduzca a la vida eterna".

Nota: a) El viático puede recibirse varias veces en la misma enfermedad. b) Para la comunión por viático es necesario preparar una mesa decentemente cubierta, un vasito con agua, y dos ceras encendidas. Después de la comunión el sacerdote purifica los dedos en el vaso, y le da a tomar el agua al enfermo. c) En la comunión por viático no obliga el ayuno eucarístico.

Disposiciones para comulgar

Es necesario que nos dispongamos convenientemente a comulgar, ya porque no puede haber acción más grande que recibir el cuerpo de Cristo, ya porque de la disposición depende el fruto que recibamos.

Las disposiciones necesarias son: por parte del alma, el estado de gracia y la pureza de intención; y por parte del cuerpo, el ayuno y la debida decencia.

C) DISPOSICIONES POR PARTE DEL ALMA

Se requiere el estado de gracia, por ser la comunión sacramento de vivos, y por el gran respeto que nos merece el cuerpo de Cristo.

Quien ,comulga en pecado mortal, comete gravísimo sacrilegio. "Quien come este pan o bebe el cáliz del Señor indignamente, reo será del cuerpo y de la sangre del Señor, y se come y se bebe su propia condenación “ (S

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