viernes, 8 de octubre de 2010

Artículos - Todo María

Artículos - Todo María
LA TAPA

Madre del Purgatorio

Sobre las relaciones de María con el Purgatorio nada se encuentra en la
Sagrada Escritura. Pero la tradición afirma que en su advocación de Nuestra
Señora del Carmen, asiste a las almas que expían sus pecados allí.

En la «Bula Sabatina» de Juan XXII (1316-1334) a los Carmelitas y a aquellos
que hubiesen llevado el escapulario propio de su orden, el Santo Padre
afirma que, en una visión, la Virgen hizo esta promesa: «El sábado después
de su muerte descenderé amablemente y libraré a todos aquellos que encuentre
en el Purgatorio, para llevarlos al monte santo de la vida eterna».
De aquí la costumbre que luego se impuso de representar a Nuestra Señora del
Carmen en actitud de descender por entre las llamas del Purgatorio para
librar a las almas allí detenidas, costumbre condenada por la Sagrada
Congregación de las Indulgencias, porque podía inducir a errores de fe.
En la bula «Ex clementi» de Clemente VII (1523-1534), el Pontífice sustituía
la bajada de Nuestra Señora al Purgatorio «por la ayuda a las almas allí
afligidas, mediante sus continuas intercesiones, los piadosos sufragios y la
especial protección». Así corregía la bula de Juan XXII.

Auxilio de almas
En la liturgia de la fiesta de Nuestra Señora del Carmen se dice solamente
que los que observen las condiciones requeridas, «cuando se encuentren en el
fuego del Purgatorio serán consolados, con maternal afecto, por la Virgen,
y, con su intercesión, como piadosamente se cree, serán cuanto antes
llevados a la patria celestial». En lo sucesivo, el magisterio de la Iglesia
se ha pronunciado siempre en el sentido de la bula «Ex clementi».
Paulo V, en 1613 permite a los padres Carmelitas predicar que el pueblo
cristiano puede piadosamente creer que la Virgen con su continua
intercesión, con sus sufragios y méritos, y con su especial protección,
ayudará, después de su tránsito, especialmente en días sábados (que es el
día a Ella consagrado) a las almas de los hermanos y cofrades muertos en
estado de gracia, y que llevaron en vida el hábito, observaron, según su
estado, la castidad y recitaron el oficio parvo -aquel establecido por la
Iglesia en honra y alabanza a la Virgen- o bien, si no sabían recitarlo,
observaron los ayunos prescritos por la Iglesia, absteniéndose de comer
carne el miércoles y sábado.
Posteriormente, el Papa Pío XII, en la carta «Neminem profecto» del 11 de
febrero de 1950, con ocasión del VII Centenario del escapulario de Nuestra
Señora del Carmen, decía: «El sagrado escapulario es ciertamente señal y
garantía de la protección de la madre de Dios; pero no piensen quienes se lo
ponen que podrán conseguir la vida eterna en la pereza y en la cobardía
espiritual... Reconozcan en el memorial de la misma Virgen un espejo de
humildad y de castidad..., un compendio de modestia y de sencillez..., una
elocuente expresión simbólica de plegaria, con que imploren la ayuda
divina..., una invitación a la consagración al sacratísimo Corazón de la
Virgen Inmaculada. Por su parte, la purísima madre no dejará de interceder
ante Dios, a fin de que sus hijos que en el Purgatorio expían sus culpas
logren cuanto antes la patria celestial, según el llamado privilegio
sabatino transmitido por la tradición».

La tradición cristiana
El primer documento que alude a una especie de relación de protección de
María en favor de los difuntos es la representación de la Virgen Madre sobre
la bóveda de una cámara sepulcral del cementerio de Priscila, del siglo II.
No parece inverosímil pensar que la familia de aquel difunto haya querido
encomendarlo a la Madre de Dios, bajo su maternal protección: una invocación
implícita de la Virgen en favor de los difuntos.
Recién en la Edad Media aparece la Virgen, en varios documentos, como Madre
y consoladora de las almas que se purifican en el Purgatorio, y como
libertadora de las mismas.
El primero en exponer sobre el tema fue san Pedro Damián (988-1072), quien
dice haber oído narrar a un piadoso sacerdote llamado Juan un hecho acaecido
en Roma pocos años antes. En su tiempo era costumbre celebrar en Roma con
gran solemnidad las llamadas «Vigilias»: los cristianos, reunidos en
diversos grupos, con cirios encendidos y cantando himnos sagrados, recorrían
durante toda la noche las principales iglesias y catacumbas.

El caso de Marocia
En una de estas «Vigilias», la de la Asunción, una piadosa mujer llamada
Marocia, que había muerto hacía un año, se apareció a su nuera entre la
gente que estaba orando. Al principio ésta pensó que se trataba de algo que
se le asemejaba; pero después, fijándose más y más en la aparición y
pareciéndole que era exactamente su difunta parienta, esperó a que saliese
de la iglesia. Marocia le dijo: «He sufrido grandes penas en el Purgatorio y
hubiese tenido que sufrir todavía quién sabe cuánto; pero la Virgen bendita
me ha librado hoy, y lo que ha hecho conmigo ha hecho también con otras
muchas almas; y así mañana, día de su Asunción, entrarán en el paraíso más
almas que habitantes hay en Roma. Y ésta es la causa de que tú me veas
ahora; pues visitamos todos los sagrados lugares dedicados a nuestra
gloriosa Señora, para darle gracias vivamente por su misericordia... No
dudes en absoluto ni de mí ni de cuanto te digo: no se trata de una ilusión,
y, como prueba de ello, sábete que tú no vivirás ya mucho: morirás
precisamente el próximo año en esta misma noche»... Dicho esto desapareció.
La predicción se cumplió: la nuera murió en ese día señalado, habiéndose
preparado, al efecto, con una vida santa y penitente.

Los santos dicen
San Bernardo (1090-1153) afirma que «hacia María, como hacia un centro, se
dirigen los ojos de los que habitan en el cielo y en el Purgatorio; los
habitantes del cielo para hallar descanso en Ella y los del Purgatorio para
hallar su liberación».
San Buenaventura aplica a la Virgen las palabras de la Sabiduría: «Yo he
penetrado en la profundidad del abismo» (Ecl. 24, 8). «Este abismo -dice el
santo Doctor- no es otro que el Purgatorio, adonde María desciende para
consolar con su presencia las almas santas que allí se encuentran
detenidas».
Dionisio el Cartujano (1402-1471) afirma que María, en las fiestas de
Navidad y de la Resurrección de Cristo, acostumbra descender al Purgatorio,
acompañada de coros de ángeles, para libertar a muchas almas de aquellas
penas.
Juan Gerson (1363-1429) afirma que «María goza del privilegio de librar del
Purgatorio a sus siervos». Y en un discurso sobre la asunción, dice: «No es
increíble que Cristo haya estado hoy [en la Asunción] acompañado de miles de
ángeles, llevando consigo a los prisioneros del Purgatorio en honor de esta
coronación de la Reina de misericordia y Señora de todas las gracias, a cuyo
imperio están sometidos todos los reinos, como también a su nombre todos
doblan la rodilla, en el cielo, en la tierra y en los infiernos».
San Bernardino de Siena afirma que María «tiene dominio en el reino del
Purgatorio. Por eso dice: "Y caminé sobre las olas del mar" (Ecl. 24, 8).
Las penas del Purgatorio son llamadas olas, porque son transitorias... se
añade del mar, porque son amargas. De estas penas libra la Virgen lo antes
posible a sus devotos».

Del siglo XVI al XX
Según Cristóbal de Vega (1595-1692), de tres maneras puede la Virgen
socorrer a las afligidas almas: obteniendo que Jesús les aplique sus propios
méritos infinitos; aplicándoles los méritos, por Ella adquiridos durante la
vida y que constituyen el tesoro de la Iglesia; suplicando ardientemente a
su divino Hijo para que estimule a los vivos a que hagan sufragios por los
difuntos.
San Alfonso María de Ligorio (1696-1787), en sus Glorias de María, después
de haber citado varios ejemplos (visiones, revelaciones, milagros),
sintetiza cuanto se había escrito antes de él, y concluye afirmando que
puede obtenernos la gracia de evitar el Purgatorio, y que «sí deseamos hacer
sufragios por las almas santas del Purgatorio, procuremos pedírselo a la
Santísima Virgen en todas nuestras oraciones, aplicando por ellas
especialmente el santo rosario que les proporciona gran consuelo».

Fátima
En 1917, al aparecerse María a los tres pastorcitos de Fátima, les enseñó a
repetir, después de cada decena del rosario, la plegaria: «Oh Jesús,
perdónanos nuestros pecados, presérvanos del fuego eterno y libra a las
almas del Purgatorio, especialmente a las más necesitadas de vuestra
misericordia».
El cardenal Lépicier, O. S. M., indica dos razones para probar su asistencia
a las almas del Purgatorio: porque es su madre y porque su liberación del
Purgatorio y su admisión en el cielo (donde conocen y aman a Dios más
perfectamente) es para mayor gloria de Dios.
De cuatro modos ejerce Ella su maternal asistencia: implorando de Cristo la
aplicación de sus méritos infinitos; presentando a Dios sus mismos
sobreabundantes méritos; excitando eficazmente a los justos de la tierra a
practicar obras satisfactorias en su favor; suplicando a Dios que los
sufragios de los que ya están a salvo en el paraíso o condenados en el
infierno sean aplicados de manera especial a las almas del Purgatorio.

La razón teológica
Las particulares relaciones entre María y las almas santas del Purgatorio se
fundan en la singular misión de madre universal, tanto de Dios como de los
hombres, de mediadora universal y de reina universal.

Madre universal
Como madre de Dios, a quien Ella ama con todo su ser, desea y promueve con
todas sus fuerzas su mayor gloria, es decir, que sea cuanto antes y cada vez
más conocido y amado por el mayor número de almas: y esto se obtiene,
precisamente, librando el mayor número posible de almas del Purgatorio,
haciéndolas partícipes de la visión y del amor beatífico, que constituyen el
más alto grado de gloria que el alma puede dar a Dios. Como madre de los
hombres, Ella es también madre, de un modo particular, de las almas que
penan en el Purgatorio, porque ya están confirmadas en la vida sobrenatural
de la gracia divina; las ama, pues, de un modo particular, porque son
también los que más sufren de todos sus hijos; y amándolos de un modo
particular, tiene, de una manera del todo particular, un cuidado maternal de
ellos.

Mediadora universal
Ella, con Cristo, a todos ha merecido el Paraíso: puede, pues, apelar a los
méritos de Cristo, y, además, a sus propios méritos, en favor de aquellas
almas que, entre todas, están sujetas a mayores dolores, porque la menor
pena del Purgatorio -según santo Tomás- supera al máximo dolor de la vida.
Entre los redimidos, los que más presión hacen en el corazón de la mediadora
universal son los que más sufren y los que, al mismo tiempo, más desean
saciar su atormentadora sed en las límpidas aguas de la fuente de la vida,
Dios.

Reina del universo
Como tal, Ella tiene poder no sólo en el cielo y en la tierra, sino también
en el Purgatorio, como han hecho notar varios escritores. Se vale, pues, de
su dominio para hacer sentir su real y maternal presencia de todos los modos
y con todos los medios que le son posibles, es decir: ofreciendo al Eterno
Padre ya los méritos y las satisfacciones de Cristo, ya sus propios méritos
y satisfacciones; moviendo a los santos del cielo y a los justos de la
tierra a interceder por ellos, de forma que toda la Iglesia, tanto la
triunfante como la militante, se sienta íntimamente unida a la purgante,
pidiendo que los sufragios hechos por las almas que no los necesitan (los
bienaventurados y los condenados) aprovechen a aquellos que los necesitan en
alto grado.

Fuente :
Enciclopedia Mariana, de Roschini.







Esta pintura muestra a María intercediendo ante el Padre por las almas del Purgatorio.




POSTER
"Madona delle Grazie"
El 2 de julio los sicilianos van a Lanús a saludar a la venerada "Madonna delle Grazie".

En el sur de Italia -sobre la costa del Mediterráneo, en un pueblo llamado
Gela- hay una iglesia que se remonta al año 1262 y que en un principio fue
atendida por los padres conventuales y luego cedida a la orden de los
capuchinos. Esa parroquia es donde hoy se venera a la "Madre de la Gracia".
La comunidad franciscana -desde sus primeros tiempos- fue privilegiada,
cuando el monasterio primitivo contaba con una capilla dedicada a nuestra
Señora de los Ángeles y tuvo la gloria de albergar a san Antonio (quien
sobrevivió a la tempestad y del naufragio del barco con el cual venía de
África, arribando a Sicilia, más precisamente por las playas de Gela y pidió
asilo en su convento. Luego de permanecer unos días y orar a la "Madonna" en
su original cuadro con el título de la "Madonna della Salute", parte para su
famoso encuentro con san Francisco, quien lo recibe y lo anima a ingresar a
su nueva orden (Antonio era agustino) y le da como oficio el de
"predicador".
Era mucha la devoción de la gente de ese lugar por la "Madre de la Salud",
también llamada "Madre de los Enfermos", quienes acudían a ese cuadro
milagroso a pedir toda clase de gracias; y así, cumpliéndose cuanta gracia
le fuera pedida, fue adquiriendo un gran número de devotos. Fueron
celebradas "settidina" (los siete días previos), misas y procesión. Cada año
aumentaba la devoción y el fervor, acudiendo todo el pueblo que así cumplía
las promesas hechas a la Virgen.
Al ver tanta devoción, un padre capuchino en 1813 hace tallar una imagen en
madera, de una sola pieza, cuya medida alcanza 1,80 metros de altura, que es
puesta a la veneración de los fieles bajo el título de "Madonna delle
Grazie". Actualmente esa bella imagen vistosamente decorada se encuentra en
el centro del altar de la parroquia que lleva su mismo nombre y el antiguo
cuadro fue reservado en una capilla en la nave izquierda del templo.
La fiesta que se celebra el 2 de julio de cada año es una hermosa devoción a
la "Madonna delle Grazie" y es común en muchos conventos franciscanos y
capuchinos de toda Italia.
Uno de los más fervorosos devotos de la Madonna fue san Pío de Pietrelcina,
cuya filial devoción era practicada en la iglesia en la que estuvo tantos
años y donde recibió la gloria terrenal de los estigmas -San Giovanni
Rottondo-y que lleva el nombre de "Santa María delle Grazie".
Otros gestos de los devotos hacia la Madre para dar cumplimiento de sus
promesas son acudir y realizar la procesión a pie descalzo; encender grandes
cirios adornados que llevan durante toda la procesión hasta el regreso al
templo y el ofrecimiento de los niños a la Madonna, realizado por las manos
de los sacerdotes asistentes. Es una vieja tradición la de ofrecer a la
Madre las primicias, las cosas más importantes, que deben ser custodiadas
por la "Madre de la Gracia".

En Lanús
En Lanús Oeste, diócesis de Avellaneda, hay una parroquia dedicada a la
Santa Faz, de la que es titular el presbítero Gustavo Ercolino. Allí se
reunió un grupo de "paisanos" quienes en 1988 lograron traer de Italia una
réplica de la venerada imagen.
Hoy, encolumnados detrás de Franco Ferrante (laico delegado episcopal de la
zona sur de la diócesis para los migrantes), se reúnen como cofradía todos
los días 2 de cada mes -en su propio camarín- y especialmente en julio los
sicilianos provenientes del pueblo de Gela y de toda Caltanissetta, junto a
los devotos argentinos, alaban y celebran la fiesta de la Madonna delle
Grazie, principiando la novena el 24 de junio y finaliza con la santa Misa
hasta cantar las primeras vísperas del sábado 1º de julio cuando todas las
madres ofrecen una flor blanca por cuantos hijos tengan (y las que no han
podido ser madres ofrecerán una flor en honor de su propia madre), flores
que serán incorporadas para adornar la peana o carroza de la Virgen.
Al día siguiente, el domingo 2, será la fiesta externa y más de cuarenta
colectividades italianas hermanas se reúnen provenientes especialmente de la
Boca; de Mar del Plata; de Lanús y Avellaneda y de todo el Gran Buenos
Aires, para participar a las 15 del rezo del Rosario y recepción de las
cofradías y a las 16 salir a las calles en procesión junto a los pastores y
el pueblo de Dios, acompañados por los exploradores, la banda de música
latina y los bomberos voluntarios de Lanús Oeste, para finalizar entonando
los himnos argentino e italiano, que darán paso a la solemne misa en honor a
la Madre de la Gracia, donde se imparte la bendición episcopal con la
indulgencia plenaria.
"Pancho" Roberto Groves


Oración a la Madre de la Gracias

Madre de la Gracia, esperanza nuestra:
Ponemos bajo tu amparo nuestra vid,
Nuestra familia y nuestro pueblo;
Para que los hagas crecer
De acuerdo a la voluntad de Dios.

Madre de la Gracia: vos supiste
Ser obediente al pedido de Dios,
Cuando te eligió para que fueras
La Madre de su divino Hijo.
¡Haz que sepamos ser obedientes!

Madre de la Gracia: nosotros sabemos
Que el Señor nos eligió
Para ser testigos ante los hombres;
Por eso acudimos a ti Madre,
Para que nos guíes y ayudes.

Madre de la Gracia: escucha benigna
La súplica de tus hijos
Que seguros de ser por ti oídos,
Se confían a tu Inmaculado Corazón;
Concede Madre, la gracia que te piden...
(y aquí con insistente fe se hace el pedido)
Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Saludo a la Santísima Virgen

Te saludo, Señora santa,
Reina santísima,
Madre de Dios: María.
Que siempre fuiste Virgen,
Elegida por el Padre celestial

Y del que con su Hijo predilecto
Y con el Espíritu Santo paráclito, consagrada.
Tú, que has sido y eres todo caudal
De gracia y bendición...
Te saludo, su palacio;
Te saludo, su tienda;
Te saludo su casa;

Te saludo, su vestimenta;
Te saludo, su doncella;
Te saludo, su Madre.
Y saludo en ti, todas tus santas virtudes
Que por gracia y luz del Espíritu Santo
te fueron otorgadas
Para el Corazón de tu Hijo. Amén.
(Salve Regina...)



El pueblo de Lanús junto a su pastor, el Obispo Rubén Frassia.

Las colectividades, con sus estandartes, banderas y sus coloridos trajes típicos en la procesión.

El trono de la Virgen (réplica del ubicado en Sicilia) portando la sagrada imagen en andas por las calles del barrio. Luego, todos vuelven a la Santa Faz, por la misa episcopal.
Centro de Difusión de la Buena Prensa Todo María - Ediciones Anteriores

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