lunes, 15 de agosto de 2011

COMENTARIO A LAS LECTURAS DEL DOMINGO SEGUNDO DEL TIEMPO ORDINARIO - C - Acontecer pastoral de una parroquia

domingo, 17 de enero de 2010

Comentario al evangelio del domingo segundo del Tiempo Ordinario – C, publicado en Diario de Avisos el domingo 17 de Enero de 2010 bajo el epígrafe DOMINGO CRISTIANO.

Saber estar allí

Daniel Padilla

Hay una sabiduría de la vida, una importante sabiduría. que con­siste en eso: en estar allí. En estar en el sitio exacto en el que tenemos que estar. En encontrarnos haciendo lo que teníamos que hacer. El evangelio de hace unos domingos nos transmitía la respuesta que dio Jesús a la extrañada María: "¿No saben que debo estar en la casa de mi padre?". Es como si dijera: estaba allí, donde tenía que estar. En otra página evangélica, mucho más adelante, el evangelista Juan nos dirá de María: "Junto a la cruz de Jesús estaba su madre". La lectura es la misma: "Estaba donde tenía que estar". Repito: se trata de una gran sabiduría ésa de saber estar ahí. Hasta en los quehaceres más humil­des solemos alabar a quien así actúa. Juz­gando la trayectoria de algún futbolista famoso, más de una vez he oído emitir el siguiente juicio: "No es que fuera un gole­ador técnico; es que siempre estaba allí". Pues bien. El evangelio de hoy, por dos veces, nos ofrece esta frase: "Había una boda en Caná y la madre de Jesús estaba allí". Y, a renglón seguido: "Jesús y sus discípulos "estaban también allí". Cuando terminamos de leer el pasaje completo, todos estamos de acuerdo en que ese estar allí de María y de Jesús disipó la peligrosa niebla que se cernía sobre aquel matrimonio, acaso su pri­mera crisis. He aquí, por tanto, la glosa que me nace a vuelapluma: "Dichosos los que en la tarea que le ha correspon­dido en la vida, se esfuerzan por estar allí". Y, a la inversa, "desdichados los que, en esas mismas tareas, se han hecho especialistas de la evasión y de la técnica de tomar las de Villadiego". Y mucho me temo que ése sea uno de los males fre­cuentes de esta sociedad, en la que muchas veces se busca más la cantidad que la calidad, la apariencia que la reali­dad, el triunfo como sea y por encima de lo que sea. Seamos sinceros. La veloci­dad conque nos movemos, el mimetismo que nos ha invadido de vivir como todos viven, el seguir las pautas de la sociedad de consumo, hacen que no dediquemos el tiempo y la atención a estar allí. Ciñén­donos al tema del evangelio de hoy –el matrimonio- , ¿no les parece que quizá la principal causa de sus crisis sea precisa­mente ésa: no querer estar ahí? Porque, vean la paradoja. El día de la boda cada uno de los cónyuges, seguramente con emoción, dijo: estaré ahí: en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfer­medad, etcétera. ¿Qué ha pasado luego para que así se desertara y, a la hora de la verdad, ninguno de los dos estuviera allí? Por eso, vuelvo a insistir, será menester que todos nos convenzamos de que ese saber estar ahí es sabiduría de la buena. Y que ese estar ahí conlleva dos premisas importantes. Una. El ejercicio de la cons­tancia. La repetición de actos, ya que son los actos los que crean los hábitos. El lan­zarse a repetir aquello que queremos conseguir, ya que el movimiento se demuestra andando y a sufrir se aprende sufriendo. En una palabra, esta sabiduría es producto de la paciencia, como lo dijo el mismo Jesús: "Con vuestra paciencia poseerán vuestro espíritu". Dos. (Al menos para uso de los creyentes). No sólo cada uno de nosotros ha de estar ahí, sino que será bueno que invitemos a Jesús y a María para que también estén ahí, en nuestro quehacer. ¿Quién no necesita convertir en vino sus pobres tinajas de agua?


Publicado por Desconocido @ 9:42 | Espiritualidad
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