“Dios, si me concedes esto, te ofrezco… “
“Dios, te rezo tantos Rosarios si me das esto”
“Dios, si me va mal en tal asunto, no te rezo más”
“Estoy enojada con Dios porque me pasó una desgracia”
“Si reenvías tal o cual email Dios te bendecirá”
Respecto a estas personas responde Jesús:
Lucas 19
45 Entrando en el Templo, comenzó a echar fuera a los que vendían,
46 diciéndoles: «Está escrito: Mi Casa será Casa de oración. ¡Pero vosotros la habéis hecho una cueva de bandidos!»
Jesús no sólo no se ofende por pedir por nuestras necesidades personales sino que nos lo recomienda:
¿Acaso la mitad del Padrenuestro no son peticiones para provecho propio?
Manual Práctico de Oración
Daniel de Cáceres González, Claretiano
Mejor que aprenderlo, acostúmbrate
Proverbio japonés.
PRÓLOGO
Navegando por Internet
Para documentarme en la realización de este libro, no sólo consulté con bibliografía variada, sino que “navegué” por internet para buscar más material, ya que quería hacer un libro lo más serio, esquemático y didáctico dentro de mis limitadas posibilidades.
Y encontré en una página, en la que he encontrado alguna cosa más para el libro, una serie de consejos para la oración dados por un tal Steve Sampson.
Concretamente, hubo uno que me hizo reconsiderarme un poco mi forma tan “profesional” de trabajar en esto. Fue una buena llamada de atención que intento aplicarme, aunque debo confesar, con poco éxito por ahora, pero no decaigo en el intento.
No me resisto a transcribirla literalmente, pues es un consejo excelente para todos y no sólo a la hora de orar:
No se tome a sí mismo muy en serio
Dios está en control de nuestras vidas. Él está en el departamento de administración.
Cuando yo era joven como cristiano nunca me reía. Alejaba a las personas. Había poco gozo. Trataba de ser espiritual. Pero, al tratar, solamente lograba ser religioso.
Hay algo en tratar demasiado fuertemente que constriñe el fluir del Espíritu Santo. Mientras más fuerte usted trata de ser, menos lugar hay para que Dios se manifieste. Ríase de usted mismo. Usted escuchará a Dios más claramente.
Por lo tanto, no se tome a sí mismo tan seriamente, pero sí tome a Dios en serio. Búsquelo fervientemente. Ámelo fervientemente. Entonces... relájese. Él es responsable de guardar su alma.
1. INTRODUCCIÓN
¿Para qué sirve este manual de oración?
Este manual sólo sirve para ayudarte a orar.
Nuestra vida de oración, al igual que cualquier vida sobre este planeta es sumamente débil. La naturaleza nos ofrece ayudas para sobrevivir, bien sean comida, bebida, aire, etc... Si no fuera por esas ayudas no viviríamos. Pues con la vida de oración ocurre lo mismo. Llegará un momento en que el tierno arbolito, que es nuestra oración, se convierta en un robusto roble y podremos resistir las dificultades, e incluso aprovecharnos de ellas. Pero todos sabemos por experiencia cuán fácilmente se deteriora nuestra vida de oración cuando olvidamos protegerla con el recogimiento, el silencio, la lectura espiritual y con otras tantas ayudas que, al cabo e un tiempo parecen resultar molestas a quienes están impacientes por lograr resultados y tratan de obtener frutos de un árbol que no han cultivado laboriosamente.
Antes de meternos de cabeza en sesudas fórmulas de cómo se ha de hacer una cosa, o de cómo se ha de hacer la otra, no te vayas a confundir con los métodos.
Esto es importante que lo tengas en cuenta: Este libro no explica nada más que técnicas, métodos para vivir más fácilmente la fabulosa experiencia del encuentro con Dios en la oración. La vivencia de la oración desborda absolutamente todo lo que aquí está escrito y hace que todas estas técnicas se queden en consejillos prácticos y nada más.
Quédate antes que nada con esto, porque luego vienen un sinfín de páginas de consejos que pueden hacerte olvidar que encontrarte con Dios es más que un puñado de palabras.
Los métodos, son un medio y no un fin. Si le damos demasiada importancia a los métodos, la oración queda reducida a un ejercicio mental o psicológico. Métodos son y nada más. Para hablar con Jesús no hace falta demasiado. ¿Acaso necesitas tu algo para hablar con tu mejor amigo, con tu padre o con tu madre?.
Simplemente trátalo. Háblale.
Ni se te ocurra pensar que la oración es como una ciencia que se puede hacer bien, o mal y ser mayor o menor conocedor de ella. En absoluto. Sólo hay gente que se ha esforzado mucho y ha adquirido la habilidad de superar obstáculos.
Nadie puede considerarse maestro en oración. La oración es un misterio inexpugnable al que sólo podemos aproximarnos, y además cada uno por su propio camino. ¿Cuál es el tuyo?
Este manual sólo pretende que pruebes distintas formas, que escuches distintos consejos que durante siglos han ayudado a gente que estaba como tú en tu oración y que te quedes con lo que más te convenza.
Pero no dejes nunca de esforzarte en hacer cada vez mejor la oración y en practicar todas las formas que no hayas probado sin prejuicios. En esto, como en todo lo espiritual, el que se estanca, perece.
Y todos sabemos la fuertísima tendencia que tenemos a quedarnos como estamos y a pensar que ya hemos avanzado suficiente.
Además, es muy importante que el método de oración que elijas, sea supervisado por tu guía espiritual, así tendrás una visión más objetiva sobre tu oración, así como una ayuda fundamental para atravesar con éxito las dificultades que se te planteen.
Poner en práctica cada vez que se ora todos los consejos del manual, es casi imposible y nos puede desconcentrar mucho, pero sí podemos concentrarnos en algún punto cada día, hasta que se haga costumbre y no nos perturbe practicarlo.
¿Qué sucede cuando oro?
Existe en nuestra educación occidental materialista, una profunda depreciación de lo sobrenatural o paracientífico.
Aunque es cuestión de fe (y si no la tienes se arregla pidiéndola al de arriba), nunca olvides que Orar no es hablar ni ir al psicólogo a contarle un rollo. No es algo tan racional. Ni siquiera es lo mismo que meditar o relajarse, es algo mucho más... Divino.
Cuando oramos ocurren dos cosas:
a) Lo que observo que ocurre:
Es decir, siento paz, el Señor me concede alivio, quizá resuelvo algún problema, adquiero fuerzas para seguir adelante con el proyecto de Dios en mi, se me concede lo que le pido, etc...
Todo ello lo percibo, lo siento. Son cosas que en mayor o menor medida todos hemos experimentado y siempre los consideramos como frutos de la oración.
b) Lo que no observo que ocurre:
¿En serio crees que ponerte conscientemente delante de Dios y tratar con El en la más profunda intimidad no trae consecuencias imperceptibles para ti, pero no para los ojos de Dios?. ¿Y el Espíritu Santo? ¿Descansando y viendo la tele?. Pues no te creas tan listo, que los milagros muchas veces no los vemos y sin embargo ahí están, y Dios, cada vez que oras, obra en ti.
Otra cosa es que lo percibas.
Tipos de actividades en la oración.
Orar puede suponer que estés haciendo cosas muy distintas, y sin embargo, en todas ellas estás orando. Algunos místicos consiguen que todas las actividades del día sean oración.
Básicamente vamos a dividir en tres las actividades en la oración. Las palabras que hemos utilizado para definir las actividades, son sólo para etiquetar una actividad. La contemplación en sentido riguroso no es exactamente lo que a continuación viene como tal.
Todas las cosas que hacemos cuando oramos se pueden encuadrar en una o varias de las actividades que vamos a enunciar:
DIÁLOGO:
Es la que todos conocemos en mayor o menor medida. Simplemente háblale, pídele, conversa con él. Cuando le cuentas tus problemas, le manifiestas tu situación, utilizas en tu cabeza frases de tu lenguaje para establecer un contacto con Dios estás realizando un Diálogo con Dios. Preferentemente escúchale.
Resumiendo, cuando hablas.
Esto se da en las peticiones, acciones de gracias, diálogo, salmos, etc…
San Ignacio llama “coloquio” a esta conversación y dice: "el coloquio se hace propiamente hablando así como un amigo habla a otro, o un siervo a su señor, cuando pidiendo alguna gracia, cuando culpándose por algún mal hecho, cuando comunicando sus cosas y queriendo consejo de ellas..." En el coloquio debemos conversar y pedir según la materia de nuestra oración, esto es según yo me sienta tentado o consolado, según yo desee poseer una virtud u otra, o disponerme de una manera u otra, o experimentar dolor o alegría sobre la materia que estoy contemplando. Y finalmente debo pedir aquello que más ardientemente deseo con relación a materias concretas. (Ejercicios Espirituales [54], [199])
MEDITACIÓN:
Es la reflexión, el pensamiento sobre infinidad de materias y en infinidad de formas. Estás meditando cuando intentas darle una solución a tus problemas con la Biblia, cuando te concentras para ver que sentimientos tienes con algo.
Resumiendo, cuando piensas.
No sólo es un ejercicio intelectual, cuando oramos escribiendo nuestros pensamientos, cuando cogemos una cita y la aplicamos a nuestra vida actual, cuando oramos sobre un tema o cita concreta, también estamos realizando esta actividad.
CONTEMPLACIÓN:
Este es el más complicado para nosotros. Estamos acostumbrados a hacer las cosas con un fin, con una meta, con un modo y sobre todo por algo.
Cómo definir la contemplación a personas que no quieren perder en tiempo en algo que no le aporte (o que no crean que aporte) nada.
Pues la contemplación no tiene fin, pero tampoco tiene medio. Se trata de no dialogar, no meditar, no pensar, no hablar, no hacer nada ni dejar que nada pase por nuestra mente.
Se trata de ESTAR. Pero vacío, sin pensamientos, sin sentimientos, sin preocupaciones. Es como si fuésemos a casa de un amigo a estar con el y nos llevásemos la tarea.
¡Que no!, que sólo voy a estar con Dios un rato, y dejo fuera mis pensamientos, da igual que sean buenos o malos. Solo el y yo, sin finalidad ninguna, sólo estar por estar y disfrutando de la compañía mutua.
Esta es quizás para nuestra mente y nuestra educación la más difícil de comprender, porque es necesario creer definitivamente en el poder de la oración.
Dentro de estas actividades, pueden encuadrarse la oración en el nombre de Jesús y quizás también un poco el rosario y otras oraciones de repetición de alabanzas o peticiones sin actividad meditativa o de diálogo. Claro que en el caso del rosario se puede compaginar con meditaciones, peticiones, etc. Es por eso por lo que se indica al principio que no son categorías o actividades estanco, sino que muchas oraciones tienen un poco de cada una, o de dos, o solamente de una de las actividades.
2. PREPARACIÓN PARA LA ORACIÓN.
La preparación de la oración es muy importante. Casi te diría que según prepares el lugar, tu mente, tu cuerpo y tu espíritu para el encuentro con Dios, será la oración que vayas a tener.
Tu mente es débil, y tanto conscientemente como subconscientemente, experimentar una preparación para un cambio de actividad, de ambiente, de pensamientos, hace que con la frecuencia, nos cueste cada vez menos orar, e incluso disfrutemos más.
Orar es algo grande, y como tal requiere una preparación, requiere que le demos una importancia y el crear un ambiente diferente, separarnos de la rutina y ritualizar un poco el momento de oración, lejos de ser inutilidades sin sentido, son ayudas muy valiosas a la hora de ser constantes y profundos en la oración.
Útiles de oración
Es muy útil tener una serie de instrumentos que nos favorezcan la oración. No vamos a considerar útiles ni a la Biblia, que no es un útil, sino que es la palabra de Dios directa, ni tampoco vamos a considerar un útil al rosario, que ya veremos detalladamente más adelante.
Cuando hablamos de útiles aquí, nos referimos a velas, incienso, altares, etc...
Vamos a ver unos cuantos que nos sirvan como ejemplo, y que no son una lista cerrada, ya que cada uno puede tener sus propios útiles, pero los siguientes son los más famosos y tradicionales.
VELAS: Símbolo de la resurrección de Jesús, así como de la presencia del espíritu santo, son bastante buenas para crear ese clima de recogimiento e interiorización que buscamos. Orar a la luz de una vela, ya de por sí, nos saca de la rutina y nos mete en un ambiente fantástico. Transformamos cualquier estancia con el hecho de cambiar de luz, y nuestra habitación, con las velas, puede transformarse en nuestra capillita personal adónde acudo al encuentro de Dios.
INCIENSO: Este es uno de los útiles que han ido siempre unidos a cualquier práctica espiritual, en cualquier lugar del mundo y con cualquier religión (por algo será). Usado desde tiempo inmemorial en la tradición católica, es otra de las grandes ayudas que podemos encontrarnos a la hora de orar. Mi experiencia con el incienso es fantástica. Al principio, me ayudaba a orar por la novedad, ya que la ilusión que tenía de probarlo en mi oración me ayudó a ser constante. Busqué el olor que me gustara más y me ahogara menos, ya que soy muy sensible a los olores fuertes. Tras un tiempo usándolo, llegó un momento en el que percibir el olor de aquel incienso me metía directamente en actitud de profundización, y me costaba mucho menos entrar en el silencio.
IMAGEN: Otra de las cosas de mayor tradición, y por lo tanto, de mayor utilidad en las experiencias de las distintas tradiciones espirituales, es orar frente a una imagen. Lo ideal es que esté especialmente ungida para nosotros, es decir que nos diga mucho y que nos haga meternos y meditar profundamente.
Podemos usar todo tipo de imágenes tanto de Jesús crucificado, como de María, como de Jesús resucitado, como de algún santo al que le tengamos una especial devoción. He conocido gente que usaba fotografías que le sugerían bastante, tales como una foto de una paloma para pensar en el espíritu santo, o fotos de su confirmación o incluso fotos de familiares fallecidos. Las fotografías no son nada frecuentes, pero si nos ayudan a orar, bienvenidas sean.
ALTAR: Tener un altar también es un buen cambio. Yo en concreto lo he hecho con una estantería en la pared a baja altura, y sólo la uso para orar. Allí depositamos la Biblia, la imagen, las velas, el rosario, nuestro diario de oración, etc... Es nuestro lugar privado para orar, y si no causa problemas en casa y sabemos que nos lo van a respetar, es una ayuda a la hora de ponerse a orar. Además, siempre te va a recordar que hagas oración cuando lo veas.
LUGAR: Aunque la vida diaria nos lo suele impedir y no nos queda más remedio que orar en nuestras casas, pues a fin de cuentas es el lugar por dónde seguro que pasamos a lo largo del día, no deja de ser recomendable utilizar lugares de encuentro con la naturaleza y creación de Dios o bien lugares santos, es decir, lugares reservados para la oración (capilla, iglesia, etc...). Esos lugares, transmiten una magia especial, que hace que la oración sea mucho mejor.
Existen personas que detectan con bastante precisión la situación espiritual de la comunidad que habita una casa con sólo entrar y percibirla en el ambiente del lugar. A menudo, una capilla en unos ejercicios espirituales nos ayuda más que nuestra habitación. En la India, al concluir unos ejercicios espirituales ejercitados por jesuitas, se acercó al superior un Santón hindú y les preguntó ¿qué es lo que hacían todos los días entre las nueve y las diez de la noche? Desde mi casa percibía cómo aumentaban las buenas vibraciones. El jesuita no podía salir de su asombro, pues eran las horas destinadas a tener una hora santa con el santísimo todos los días, y aquel santón no podía saberlo de ninguna forma.
Respecto a los útiles de oración, hemos de darles un trato especial. No es nada recomendable usar como útiles las velas que tenemos para cuando hay apagones, o una imagen que tenemos en un llavero, por ejemplo.
Nunca olvidemos que esos útiles están presentes y son testigos de nuestros encuentros con Dios, así que hay que tratarlos como si de algo sagrado se tratara. Piensa en la delicadeza que tiene el sacerdote con los utensilios en la Eucaristía.
Lo ideal es que estén dedicados única y exclusivamente a nuestra oración, y que durante el resto del día, se aparten y no se utilicen para otras cosas. Un ejemplo: El incienso que utilicemos para la oración, si lo utilizamos para ambientar el cuarto cuando nos apetezca, perderá gran parte de su utilidad, pues lo mismo nos recordará un momento profundo de oración, que una canción que oímos cuando estábamos estudiando o jugando al ordenador. Si te gusta mucho, puedes tener varios tipos, y dedicar uno sólo a la oración.
Además, volvemos a lo mismo de antes. Si los tratamos con respeto y delicadeza, y cuando los manejemos, le damos un poco de veneración (al fin de cuenta nos ayudan a estar más cerca de Dios), el cuerpo también se habituará a percibir que cuando usemos esos objetos, será un momento especial y trascendente, y haciendo eso, conseguiremos más fácilmente los fines para los que se utilizan.
En la meditación zen, antes de meditar, se honra a la pared, y se trata con muchísimo cariño y delicadeza el cojín (za-fu) en el que nos sentamos a meditar, ya que nos están ayudando a meditar y por ello han de ser respetados. Y no hace falta hablar de la veneración que tienen las imágenes y figuras en la tradición cristiana, precisamente por que nos ayudan a concentrar en un objetivo nuestro diálogo y oración. Tanto que incluso algunos mantienen su fe viva gracias a estas vírgenes, santos, etc...
El tiempo en la oración.
A medida que pasa el tiempo, comprobamos que no existe la “oración instantanea”. Que todos los intentos que tuvimos de tener una oración presurosa, y rápida no dieron un fruto comparable al de la oración reposada. A fin de cuentas, tampoco existe la “relación instantanea” y si queremos establecer una relación profunda y duradera con alguien, debemos estar dispuestos a darle a esa relación todo el tiempo que haga falta. A medida que maduramos en la fe, nos damos cuenta que también nos hemos engañado a nosotros mismos cuando hemos intentado tranquilizarnos queriendo creer que todo cuanto hacíamos era oración. Debería ser oración, pero desgraciadamente lo que debía ser y lo que de hecho es la realidad en la vida de muchas personas santas, no es una realidad para nosotros.
El slogan de TODO ES ORACION no nos ha servido para llegar a esa profundidad de comunión íntima con Dios que es necesaria para hacer que realmente cada una de nuestras acciones sea una oración.
El tiempo, y como veremos a continuación, la tensión nerviosa, son los grandes impedimentos modernos para la oración.
Además, es muy importante, precisamente por esto, que tengamos de un horario fijo de oración. Cada día, hemos de destinar un tiempo concreto, sabido de antemano a la oración. No es nada bueno pensar que a lo largo del día ya se dará el momento, porque lo que suele ocurrir es que al final no hemos hecho nada.
A la hora de programar y de organizar nuestro horario (bien sea al día, a la semana o al mes), no nos podemos olvidar de colocar el hueco de la oración, así como otros huecos, por si surgen imprevistos y no la podemos hacer según nuestras previsiones.
Para olvidarnos de las preocupaciones también conviene no mirar el reloj durante la oración. Si tenemos un tiempo limitado, ponemos la alarma 5 minutos antes del final, para que nos de tiempo a despedirnos de Dios, y nos olvidamos del tiempo durante la oración.
El cuerpo y la mente en la oración
Un autor dijo que se encontró a un hombre, cómodamente tirado en un sillón fumando un cigarrillo y le dijo: pareces abstraído en tus pensamientos.
Y el otro le replicó Estoy orando.
¿Orando? Replicó aquel. Y dime, si el Señor resucitado se encontrara aquí en todo su esplendor y en toda su gloria ¿estarías sentado de ese modo?.
No, supongo que no respondió el otro.
Entonces en este momento no tienes conciencia de que está presente aquí contigo, por lo tanto, no estás orando. Sentenció el autor.
El cuerpo y el espíritu forman una unidad orante. Jesús en la oración del huerto pone rostro en tierra. San Ignacio de Loyola, en sus Ejercicios Espirituales recomienda en las contemplaciones varias posturas: de pie, e rodillas, postrado, sentado, tumbado, así como recordar varias sensaciones: tacto, gusto, olfato, vista, oído, etc...
Esta introducción es para que caigamos en la cuenta de que el cuerpo también ora. Casi siempre se nos ha enseñado que orar es algo mental, y muy pocas veces hemos visto a nadie orar con el cuerpo, pero es fundamental.
Algunas oraciones tienen una postura o un movimiento especial, pero a continuación veremos la postura y los cuidados del cuerpo que se han de observar de manera general a la hora de hacer una oración.
Para empezar, vestiremos con ropa cómoda y holgada. La ropa ajustada e incómoda, es motivo continuo de molestia y por tanto de distracción. Conviene que la luz de la habitación no sea motivo de distracción por tenue o por fuerte. Además, evitaremos orar después de las comidas y metidos en la cama al acostarnos, ya que en esos momentos, el cuerpo nos va a impedir orar con normalidad.
Conviene también, por el mismo motivo, rodearnos de silencio para no distraernos. Si no lo podemos conseguir, conviene poner música muy tranquila, que no nos provoque distracción ni nos haga pensar en ella, para tapar los ruidos que podamos oir. Podemos, por ejemplo, orar con un walkman y música monótona y tranquila, que no nos haga perder la concentración. En el momento en el que te veas pensando un par de veces en la música, mejor hacer la oración sin ella.
Nos sentaremos en una postura cómoda, pero que nos exija permanecer despiertos. Pude ser arrodillado, sentado o de pie. Una postura muy cómoda nos va a provocar somnolencia, y ya no podremos estar despejados durante la oración.
La postura del loto.
La postura ideal para la meditación en múltiples tradiciones espirituales, conforme una tradición de milenios es la postura del loto. Lo que viene a continuación es la postura en sentido estricto, tal y como recomienda la práctica de meditación zazen. Si algo no lo puedes hacer, aproxímate lo que puedas y despreocúpate.
Se extiende una manta o alfombra y se coloca encima de ella un cojín o Zafu.
Sentarse en medio del cojín y cruzar las piernas colocando el pie derecho sobre el muslo izquierdo y luego el pie izquierdo sobre el muslo derecho (esto es muy complicado para alguien que no tenga práctica, así que con cruzar las piernas basta).
Mantén el tronco bien derecho de modo que la nariz y el ombligo se encuentren en la misma vertical, la espalda y la nuca rectas, la barbilla recogida, el vientre distendido y en actitud de empujar la tierra con las rodillas y el cielo con la cabeza. Esto es importante, ya que si no te mantienes erguido, tendrás somnolencia.
Balancea el cuerpo un poco, de movimientos mayores a menores, hasta que encuentres la vertical perfecta, sin tensión muscular en ninguna parte del cuerpo.
Junta tus manos delante de la pelvis. Los hombros y los brazos relajados caen naturalmente hacia abajo. La mano derecha se apoya en el muslo derecho con la palma hacia arriba y el meñique en contacto con el abdomen. El dorso de la mano izquierda se apoya dentro de la palma derecha.
Los hombros relajados procurando que no sobresalgan los omóplatos.
Mantener los ojos entreabiertos de manera natural, y dirige la mirada hacia delante y al suelo en un ángulo de 45 grados, como si quisieras posarla a un metro y miedo de distancia, pero sin fijar la atención en ningún detalle. “Viendo sin ver”.
Cierra con naturalidad los labios y dientes, deja la lengua en contacto con el paladar, relaja los músculos de las mandíbulas y respira por la nariz.
Relajación.
Una vez obtenida la postura, procederemos a relajarnos.
Hay que recordar que todo lo que indicamos son consejos para poder hacer la oración mejor, pero que si no se cumplen no pasa nada. La práctica te hará ver que cuando la oración en una postura adecuada y cuando se procede a una relajación anterior, es mucho más fructífera y satisfactoria.
Para relajarnos hay muchísimos métodos y lo que aquí se recoge a continuación es sólo una guía.
Es importante ser conscientes de nosotros en todos los sentidos para poder ser consientes durante la oración de la presencia en ella de Dios, que a fin de cuentas es de lo que se trata.
Primero nos colocamos en una postura adecuada y no nos moveremos durante toda la relajación. Cerramos los ojos.
Respiramos profundamente tres veces y comenzamos a concentrarnos en sentir primero y relajar a continuación la superficie de nuestro cuerpo por el sentido del tacto y por partes. Es decir, nos concentramos en, poco a poco, empezando por la cabeza y acabando por los pies, percibir las sensaciones que nos transmite nuestra piel. Sentir su contacto con la ropa, con el aire. Nuestros poros transpirando.
La idea es no abandonar la concentración de las zonas por las que hemos pasado, sino ir acumulando durante toda la relajación todas las sensaciones del cuerpo para que poco a poco acabemos siendo conscientes de nuestro cuerpo y sus sensaciones al completo.
A continuación además de lo que sentimos y hemos relajado por la piel, comenzamos a sentir y relajar los músculos de debajo de la piel en el mismo orden: primero el cuero cabelludo, luego la cara, luego el cuello, luego los hombros…etc. Así hasta llegar a los pies.
Repetimos la operación de los músculos con los huesos, aunque no sea posible, imaginar que también los relajamos, que pesan mucho y no nos dejan movernos.
Una vez dado este paso, comenzamos a ser conscientes de nuestra respiración. Imaginamos que inhalamos pureza y exhalamos nervios, tensión, problemas, todo lo que nos esté incomodando para relajarnos.
Luego intentamos concentrarnos en el latido de nuestro corazón y escuchamos durante un rato la respiración y los latidos.
Todo ello sin dejar de sentir relajado todo lo anterior.
A continuación abrimos muy despacio los ojos y nos concentramos en nuestra situación en la habitación, en la ciudad, en el mundo. Somos un ser vivo más, como cualquier otro en un lugar del mundo, y nos vamos haciendo conscientes de ello. Si estamos con más personas, nos damos cuenta de sus cuerpos, de que ellos están sintiendo y percibiendo las mismas sensaciones que estoy percibiendo yo en este momento.
Una vez lleguemos a este punto, siendo conscientes de que estamos aquí, y sentirnos, ya estamos preparados para percibir y sentir la presencia de Dios junto a nosotros en esta oración.
Presencia de Dios.
Una vez relajado, y antes de comenzar la oración, conviene ser concientes también de lo que nos proponemos a hacer.
Ya hemos conseguido ser conscientes de nuestro cuerpo, de nuestros sentimientos, es decir, hemos visto una “radiografía” de nosotros mismos. Pero ahora es el momento de ver una radiografía de la situación. Es el momento de concentrarnos en observar principalmente una cosa que es la presencia de Dios con nosotros en este momento.
Concéntrate y siente a Dios. Imagínatelo si lo necesitas. No te olvides que orar es un encuentro con Dios, y que por tanto, para poder hablarle, hay que saber que está aquí. Es tan sencillo como si quedáramos con un amigo en una cafetería y lo viésemos entrar. Pues la oración es como nuestra cita con Dios, y ahora es el momento de hacerlo entrar por la puerta y de sentarlo a nuestro lado.
Esta parte, que no requiere demasiada explicación, es la más importante de la oración. Si no somos conscientes de que Dios está aquí con nosotros, la oración será un conjunto vacío de actos de nuestra mente.
Actitudes a la hora de orar.
Hay una serie de actitudes a la hora de orar que vician la oración y ya de por sí nos hacen entrar en la oración por la puerta equivocada. Aquí hablaremos de unas cuantas, probablemente las más frecuentes, pero cada uno debe analizar su vida de oración para observar a ver si tiene actitudes a la hora de orar que le perjudican.
La primera actitud que no debemos tener la vamos a formular en positivo: A la hora de orar, hay que esperarlo TODO de El.
Jesús a la hora de curar o sanar milagrosamente, insistía muchísimo en la necesidad de tener fe en su poder de curar y de hacer milagros contra la lógica. Esto dice mucho de aquellas personas que oran como terapia psicológica, como ejercicio de relajación y se olvidan del componente místico, del Espíritu que obra en nosotros siempre que nos colocamos conscientemente ante la presencia de Dios.
Con Jesús las cosas funcionaban con una ley casi infalible: si crees, todo es posible, si no crees, nada puedo hacer por ti.
Esto es tan cierto, que incluso si no tenemos fe, no podemos hacer otra cosa para tenerla que pedírsela a Dios con insistencia (lo que requeriría tener fe). Aparentemente un contrasentido, pero las cosas de Dios son así, no funcionan con la lógica de nuestro mundo.
En nuestros días, Jesús sigue haciendo milagros en respuesta a la fe. Hoy en día, discípulos como tu y como yo, siguen curando enfermedades milagrosamente a lo largo del mundo, se siguen curando toxicómanos desahuciados por la medicina y psiquiatría, se sacan adelante proyectos sin recursos. Cuando Jesús envía a sus apóstoles a predicar, les da el poder de curar y de hacer milagros. En cierto sentido, todo predicador del Evangelio ha de ser también una especie de hacedor de milagros.
Vivimos en una época en la que probablemente se necesiten más que nunca los milagros, y si no se dan, es porque no esperamos que ocurran. Nuestra fe está bajo mínimos.
Una buena terapia es la de poner a prueba con valentía el Evangelio antes de predicarlo. Si en nuestras vidas nunca o casi nunca experimentamos las milagrosas intervenciones de Dios, es porque, o bien no vivimos de un modo suficientemente arriesgado, o bien nuestra fe se ha debilitado y apenas podemos esperar que se produzcan milagros. Hemos avanzado tanto en la ciencia y en el conocimiento de las causas segundas de todos nuestros males, que Dios ya no tiene cabida en nuestra vida, y nos olvidamos que invocar a Dios es tan necesario ahora para un ejecutivo en Londres, como para un Israelita en el desierto. Antes no había ciencia y cuando había una necesidad se acudía a Dios. Ahora lo necesitamos tanto como antes ¿o no?.
Todo lo anterior, que gira en torno a nuestra fe, es al 100% aplicable a nuestra vida de oración.
La segunda actitud con la que no podemos enfrentarnos a la oración es establecer una meta. En la oración no hay meta ni objetivo que alcanzar. La sola compañía consciente de Dios ya es de por si una meta para cualquier situación de nuestra vida.
Hay que partir de que pudiendo acudir a la oración para conseguir cualquier cosa (paz, tranquilidad, sabiduría, consejo, etc…) aunque lo más probable es que nos sea concedida, no es conveniente acudir a la oración para ello. Nos estamos refiriendo a cuando nos tomamos la oración como una máquina o una pastilla que al tomarla se nos calman los dolores. Cuando no oramos para la búsqueda sincera de Dios y su luz en nuestra vida, sino por una incomodidad que nos sobrecoge y que queremos que nos la quite de en medio. Llevamos una vida en la que nuestras preocupaciones son el no cumplir los planes que nos hemos propuesto, planes que muchas veces no son el plan de Dios, y queremos conseguirlos pidiéndole ayuda.
Para eso no es la oración. La oración sirve cuando TODA tu vida y tus fines van en la dirección del plan de Dios en tu vida, y muchas veces, las incomodidades, las dudas, los dolores y pesares, son más que una enfermedad, una medicina espiritual y un trampolín excelente para impulsar nuestra espiritualidad a cotas más elevadas que nos sería imposible alcanzar dentro de nuestro mundo de comodidades y certezas. A veces, Dios quiere que averigüemos algo o crezcamos con algo y no que pataleemos hasta que nos lo quite de delante.
Hay que tener fe en que Dios hace las cosas para bien de los que le aman antes de enfrentarnos a la oración, y a partir de ahí, pedir con la esperanza de que se nos concederá. También parece un contrasentido, pero ya hemos dicho que nuestra lógica no es la de Dios y que “porque Dios es superior al hombre ¿Por qué le hechas en cara que no responda a todas tus razones?” (Job 33, 12-13).
Otra actitud en la que a veces caemos, sobre todo aquellos a los que nos cuesta ponernos a orar, es la de pensar o hacer la oración como quien le hace un favor a Jesús, como si estuviésemos sacrificando cosas importantes por orar. Esto es un error, ya que con el tiempo, vamos olvidando que la oración a quien beneficia directamente es a nosotros, y que es una actividad tan necesaria como comer o respirar. No hace falta extenderse mucho en este punto, pero si es importante recordar que quien necesita de la oración somos nosotros, y si alguien está sacrificando su tiempo, su dedicación, sus cosas por la oración, ese es Jesús, y no nosotros. En la oración Jesús actúa en nosotros, y sólo nos limitamos a ponernos a su disposición.
Es importante recordar antes de orar en lo bueno y positivo que es para mí la oración, y no centrarnos en las cosas que nos estamos perdiendo por hacer oración. Hay que tener la mente en lo que hacemos, y no en lo que dejamos de hacer.
Hay una actitud en la que todos caemos más o menos frecuentemente. No oramos para convencer a Dios de nada.
Esta es una de las lecciones más difíciles de aprender en la oración. Ya sea consciente o inconscientemente, la voluntad humana es fuerte y determinada. La dificultad radica en que deseamos que el Señor confirme lo que deseamos, más que conocer lo que Él desea.
Por supuesto, esto se vuelve un problema la mayoría de las veces cuando oramos por algo que realmente deseamos hacer. Las emociones son muy grandes, y francamente, muchas veces las emociones simplemente pasan por encima a la voluntad del Espíritu. Las emociones son parte del alma. El poder del alma puede ser tan convincente que nos engañamos a nosotros mismos al pensar que tenemos la mente del Espíritu. Pero Dios nos mostrará la diferencia.
Cuando deseamos algo fervientemente, es difícil orar objetivamente y con mente abierta. De hecho, cuando en realidad hablamos, es fácil convencernos a nosotros mismos de que estamos escuchando al Señor diciendo "sí" a nuestra pregunta.
Otra actitud más es la de la sencillez en la oración: No te compliques la vida. Cuanto más complicada sea tu oración más lejos estás de Dios. Se que decir esto en un manual en el que hay tantos métodos y consejos, puede parecer una incongruencia, pero no te olvides que puedes olvidarte del manual cuando pases del terreno de la mente al terreno del corazón. No se trata de pensar mucho, sino de amar mucho.
¡Ojo!, que no estoy diciendo Sentir mucho, sino Amar mucho. Puede que no lo sepas, pero no se ama más cuando se sienten las cosas a flor de piel. El amor está por encima de sentirnos bien, mal, o de no sentir nada de nada. Hay muchos que creen que todo el asunto este de la oración consiste en pensar, y que si no pueden pensar (como nos han enseñado desde que nacimos) están perdiendo el tiempo. Si queremos entrar en contacto con Dios, debemos usar el corazón. ¿no sabes?. Pues precisamente para eso está este manual. Si después de practicar con él, no notas mejorías en tu relación AMOROSA con Dios, algo está fallando.
La última actitud concreta de la que vamos a hablar ya la hemos apuntado antes. ¿Ves la oración como una necesidad?¿crees que podrías vivir tu vida sin ella?. Esto es importante.
Es muy beneficioso conseguir que nuestro cuerpo se habitúe a la oración, de tal forma que cuando no oremos, la eche en falta y note que queda algo por hacer. A fin de cuentas, el hombre está llamado por su naturaleza a la oración, y acostumbrarnos a necesitar la oración, no deja de ser una colocar continuamente cuerpo y alma en el lugar en el que debe estar.
Al principio puede ser algo costoso, pero, cada vez, orar lo mismo nos costará menos sacrificio. Al final, si Dios quiere, no sólo sabremos de manera intelectual, sino que viviremos la oración como una necesidad en nuestras vidas, y la búsqueda de momentos de encuentro con Dios, será tan natural como la búsqueda de un bocadillo cuando tengamos hambre.
Siempre estamos junto a Dios, es más somos templos de Dios. Vivimos en Cristo, de ahí que podamos decir que la vida es oración, que en todo momento estamos orando pero este encuentro necesita para su profundización, su desarrollo momentos íntimos de soledad frente al Padre; sin estos momentos especiales de escucha serena de la Palabra, la oración continúa se pierde en la actividad, cae en la superficialidad. Así la vida orante no crece, se estanca, va hacia atrás,...
El proceso es inverso desde el encuentro íntimo donde la vida esté presente llegamos a hacer que la vida sea una oración.
Si supiéramos escuchar a Dios...
Si supiéramos contemplar la vida...
toda la vida se nos convertiría en oración
porque toda la vida se desarrolla bajo la mirada
de Dios y no deberíamos vivir ni un sólo suceso
sin ofrecérselo.
Desde el encuentro intimo llegamos a la oración continúa.
La mortificación.
Caminando por el mismo hilo argumental, vemos que para cuidar la vida de oración, sobre todo al principio de las diferentes dificultades que se nos presenten, es muy importante realizar sacrificios, y forzar nuestro cuerpo y mente sin dejarnos llevar por las comodidades que se nos antojan.
El mortificarnos, es decir, el forzarnos para no caer en la comodidad y en las apetencias que nos van a surgir en medio de la vida es clave para avanzar con madurez en cualquier terreno espiritual, y la oración no es diferente. ¿A quien no le ha apetecido en medio de la oración echarse y continuar en la cama tumbado, o ir a comer algo ya que nos damos cuenta de que tenemos hambre?. Caer en esas tentaciones supone romper con la concentración, tener que empezar a meternos de nuevo, y colocarnos en una postura aún peor para afrontar la oración (lo más probable es que nos entre sueño y nos cueste más concentrarnos).
La imaginación al poder.
Antes de entrar a hablar de la imaginación hay que ser consciente de lo siguiente. Dios es infinito e inconcebible, y como tal, no puede ser encerrado en una serie de pensamientos, conceptos, etc… La idea que tenemos de Dios, es mucho más limitada que su realidad. Para que se entienda, cuando tu piensas que Dios es padre, estás hilvanando tus ideas a lo que conoces para aproximarte limitadamente (pues tu naturaleza humana es limitada) a la realidad de Dios, y en esa realidad, Dios no es padre, es mucho más que padre, pero a ti esa imagen te sirve para hacerte una idea del carácter bondadoso de Dios. Tu mente, funciona con neuronas, impulsos eléctricos, y además tú sólo conoces lo que de antemano has vivido y aprendido. Y obviamente, eso es limitado.
La manera más natural que tiene el hombre para aproximarse a Dios, es la imaginación. Es la herramienta más formidable que tenemos, y que a fin de cuentas, Dios nos ha dado para que podamos, dentro de nuestro mundo limitado de conceptos, aproximarnos a la idea infinita de Dios.
Por eso, no dudes en utilizarla a la hora de orar. Ten claro que cuando imaginas no es realidad, pero que en realidad tienes poco más que la imaginación para poder orar.
Una de las cosas que más me ayuda a realizar diálogos con Jesús es imaginármelo sentado al lado mío, como converso con cualquier amigo. Como dice Anthony de Mello, al hacer esto estás poniendo la imaginación al servicio de tu fe. Jesús no está aquí de la forma que tú te lo imaginas, pero ciertamente está aquí y tu imaginación te ayuda a hacerte consciente de ello. Ahora háblale a Jesús... Si no hay nadie alrededor, háblale con voz suave... Escucha cómo te responde Jesús, o lo que tú te imaginas que te dice... Esta es la diferencia entre pensar y orar. Cuando pensamos, generalmente hablamos con nosotros mismos. Cuando oramos, hablamos con Dios.
Imagina a Jesús que te habla cuando quieras hablar. Que te abraza cuando necesites consuelo. Que te sana y perdona cuando te arrepientas. Imagínate en medio de los pasajes bíblicos. Imagina sensaciones al orar: vista, olfato, gusto, tacto.
Ora imaginando, pero no te salgas de la oración, se plenamente consciente en todo momento de tu actitud orante.
Que Dios nos habla, nos consuela, nos sana, nos perdona, son verdades teológicas indudables, lo que hacemos con nuestra imaginación y sentimientos, es darle forma para poder percibirlo en la oración.
Incluso me atrevería a invitarte a ser creativo además de imaginativo. Busca formas nuevas, nuevas palabras, nuevos gestos. Que el encuentro con tu Dios sea todo menos rutinario. Disfrutad juntos de nuevas formas de diálogo y de nuevos caminos por recorrer.
El diario de Oración.
Existe una historia muy conocida de un señor que acompañaba al final de sus días a Jesús por la playa. Miraba hacia atrás y veía las huellas de su vida y las de Jesús, formando dos filas de huellas, pero observó que en algunos lugares de su caminar, concretamente los más difíciles, las dos filas de huellas eran sólo una. Interrogó a Jesús el por qué de haberlo dejado sólo en los momentos más difíciles, y Jesús le respondió: “yo no te deje sólo. En los lugares dónde sólo hay un par de huellas, son las mías, llevándote en brazos”.
Pues bien, hacer un diario de oración es llevar este cuento a nuestra vida.
Un diario de oración consiste en tener una libretita o algo especial dónde apuntamos nuestras oraciones.
No se trata de calificar la oración que hemos realizado, sino de escribir nuestras conversaciones con Dios, nuestras peticiones, nuestras preocupaciones, en fin, lo que hayamos tenido presente durante la oración.
Lo normal, es dejar los cinco últimos minutos de oración para escribir la fecha, y volcar y concretar la oración que hemos tenido.
La utilidad de escribir esto es mucha, ya que por un lado, ayuda a concentrarte aún cuando tu mente esté especialmente imaginativa y juguetona. Por otro lado, tendremos un testimonio escrito de cómo ha pasado Dios por nuestra vida, ya que tiempo después (por ejemplo cada fin de año), puedes ver cómo fue un tramo de tu vida, y cómo muchas de las peticiones que le hiciste al Señor, acabaron concediéndose.
Además, aprendes muchísimo de ti. Ves tus miedos, ves cómo maduras con el tiempo, y ves como el tiempo te va haciendo ver las cosas desde otras ópticas.
También es bueno porque si cuando escribiste en el pasado, tu corazón ardía en el Evangelio, esa llama puede reavivarse o por lo menos encenderse al volver a recordar aquellos momentos.
De todas formas, por el carácter especial e íntimo del diario, al igual que cualquier otro diario lo conveniente es que lo guardes en un sitio en el que no lo puedan leer o que le pongas por fuera alguna señal (Diario de oración, o algo así) para sentirte libre de escribir tus encuentros íntimos con Dios.
3. MÉTODOS DE ORACIÓN.
Ahora, vamos a ver una serie de métodos concretos para hacer oración. Todo lo que hemos visto hasta ahora, era la preparación de la oración y algunas cosas a tener en cuenta, pero exteriores a la oración en sí, y ahora, vamos a ver unas guías para efectuar la oración.
Como todo lo anterior, hay que recordar que, pese a que no son necesarias para tener una oración “correcta”, es cierto que a lo largo de la historia de la oración y del encuentro con Dios, son fórmulas que han ayudado y siguen ayudando a que dentro de nuestra debilidad orante, los cristianos efectuemos oraciones plenas de gozo y satisfacción.
Funciona de maravilla la actitud de búsqueda de oración, o lo que es lo mismo, la actitud de buscar nuevas formas y experimentemos nuevos métodos, hace que encontremos mejores métodos, o corrijamos y nos reafirmemos en los nuestros de toda la vida.
Por eso es importante que no se lean los siguientes métodos para ver si nos gustan o no y si nos pueden aportar algo. Para que nos causen efecto, hay que practicarlos, y además durante un tiempo suficiente como para que hayan caído los prejuicios y la novedad, y así descubrir la sustancia de cada método. Conviene entonces, que durante un tiempo oremos siguiendo escrupulosamente (nunca sabemos que fin tienen muchas reglas hasta que no las hemos practicado) un método, y después volvamos si queremos a nuestro método de toda la vida, enriquecidos de este paso por esta experiencia.
Método Benedictino o Lectio Divina.
Se dice método Benedictino porque fue popularizado por el propio San Benito, aunque ya venía usándose en la Iglesia desde hace siglos.
Hablar de San Benito es remontarnos a los finales del siglo V y principios del VI. Se dice que nació hacia el año 480 en Nursia, Italia. De joven fue estudiante en Roma, donde pudo comparar la “sabiduría del mundo”, con la verdad de Dios. Llevado por su fe sincera y sabiendo que su vida debía tener un sentido más profundo, dejó Roma para comenzar una vida de soledad en Subíaco. Pronto su fama de santidad le convierte en maestro de numerosos discípulos, con los cuales funda gran cantidad de monasterios. En las órdenes monásticas la oración siguiendo el método de la Lectio Divina formaba parte de su estilo de vida y ocupaba una considerable porción del horario de oración y de trabajo de los monjes.
Hasta el siglo XIII, este método alimentó la fe de generaciones enteras, y Francisco de Asís lo practicó todavía con constancia. Pero luego, en la baja Edad Media, se asistió a una deformación. Son los siglos de eclipse de esta oración los que abrieron el camino a la «devotio moderna» y a la «meditación ignaciana», oraciones más introspectivas y psicológicas. Sólo en los monasterios y entre los Servitas de María se conservó en su integridad, para reaparecer propuesta por el Concilio Vaticano II en la Constitución Dei Verbum, nº 25:
Es necesario que todos conserven un contacto continuo con la Sagrada Escritura a través de la "lectio divina"..., a través de una meditación atenta y que recuerden que la lectura debe ir acompañada de la oración. Es ciertamente el Espíritu Santo el que ha querido que esta forma de escucha y de oración sobre la Biblia no se pierda a través de los siglos.
La Lectio Divina es un ejercicio ordenado y metódico de escucha personal de la palabra de Dios.
A través de este método descubrimos la voluntad de Dios para nuestra vida actual, dicha por el mismo Dios a través de su palabra. Fíjate que he indicado que es para nuestra vida actual, es decir, que no nos dejemos engañar pensando que Dios nos habla de manera genérica, para toda nuestra vida, porque no es así. Dios nos habla aquí y ahora, para este momento concreto de nuestra vida, y nos pide que escuchemos atentamente su palabra para discernir cual es la actitud a tomar respecto a las cosas que nos rodean en esta etapa concreta de nuestra vida. No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que viene de la boca de Dios.
Vamos a ver ahora las distintas etapas del método:
Primero (preparación): Debemos dejar preocupaciones, silenciarnos, relajarnos, etc…
Sobre cómo hacerlo, es bastante explícita la primera parte de este manual sobre preparación para la oración.
Una vez nos hallemos relajados y centrados en la oración procederemos a hacernos conscientes de la presencia de Dios con nosotros en la oración, y romperemos el hielo pidiéndole fuerza y luz, para que la palabra resuene en nuestra vida cotidiana.
Segundo (lectio en sentido estricto): Hacemos la lectura propiamente dicha de la parte de la Bíblia sobre la que vamos a practicar la lectio divina.
Este es quizá el paso más importante de este método y hoy en día nos encontramos con una dificultad espantosa para poder realizar esta fase en toda su plenitud. ¿Te has parado a pensar todas las palabras que lees y que escuchas a lo largo del día? Hace mucho tiempo, un monje, no hablaba casi nada. Tampoco tenía Internet, ni revistas, ni periódicos y mucho menos anuncios de productos. Eso sin contar con la cantidad de tiempo que dedicaba a una actividad tan silenciosa como podía ser por ejemplo el trabajo del campo. En estos tiempos, nos desborda la información, las palabras vacías de significados profundos, las charlas rutinarias y superficiales.
La dificultad con la que nos encontramos es la de hacer que nos despierte la atención e influya mucho más, la Palabra de Dios, que la de esos millones de palabras impactantes con las que nos bombardean a diario.
El método requiere que se lea en voz alta si es posible. Hacemos primero una lectura para hacernos una idea del pasaje, y luego repetiremos la lectura intentando captar todos los detalles, por insignificantes que nos parezcan, y comprender los matices de cada rincón.
Esta lectura, ha de hacerse con una actitud reflexiva, como acariciando y digiriendo cada palabra. Para la reflexión te pueden servir los siguientes puntos:
¿Cuál es el significado de toda la lectura?
¿Cuál es el significado de cada párrafo de la lectura?
¿Qué significan cada personaje, cada objeto, cada palabra?
¿Qué mensaje tenía para la época en que se dijo?
¿Qué mensaje tiene aquí y ahora para mí?
¿Qué cosas de la lectura me han llamado más la atención?
¿Qué actitudes, palabras, gestos tienen los personajes y que pueden significar?
¿Qué mensaje me puede haber mandado el señor al haber puesto hoy esta lectura en mi camino?
etc.
Una vez que hemos encontrado algo en la lectura para meditar, bien porque lo necesitamos, bien porque nos ha llamado la atención, pasamos a la siguiente etapa.
Tercero (Meditatio): No se trata de la actividad de la que hablamos al principio del manual. La meditación como actividad era pensar y elaborar un pensamiento discursivo sobre nuestra vida y realidad. Aquí, se trata de otra cosa bien diferente. La meditatio no consiste en pensar mucho, sino amar mucho, en la forma en la que las escrituras nos cuentan que la Virgen María guardaba todas estas cosas en su corazón.
En la etapa anterior nos quedamos con una frase que nos invitaba a orar. La meditatio ha de hacerse con los labios, no con la mente. No se trata, repito, de generar ideas ni imágenes.
Repite el texto muy despacio, una y otra vez. Deja que el texto fluya en tu interior. Recita las palabras internamente y saboréalas sin detenerte a reflexionar profundamente sobre ellas. Cuando el salmista dice que no deja de meditar en la ley de Dios y que ésta es para sus labios más dulce que la miel, no se refiere únicamente a la reflexión sobre la ley, sino también a la repetición incesante de las palabras de la ley.
Si te distraes no importa, pero vuelve a la concentración, en cuanto te des cuenta de la distracción, leyendo de nuevo el texto.
Observa los sentimientos que despierta en tu interior repetir continuamente la frase elegida. No lo fuerces, no tengas prisa. Cuando dejes de intentar sentir algo y sólo te limites a esperar pacientemente Dios hablará. No te preocupes por las ideas que te vayan surgiendo, después hay tiempo para volver a pensarlas, así que apárcalas por lo menos en esta etapa.
A medida que sigas repitiendo las frases llegará un momento en que quieras detenerte y explayarte silenciosamente en ellas, o decir algo al Señor.
En ese momento, pasaremos a la siguiente etapa.
Cuarto (Oratio): Esto coincide plenamente con la actividad que señalamos antes como diálogo. Habla. Habla con Dios todo aquello que te haya despertado la lectura. Cuéntale tus preocupaciones, tus problemas. Pero por encima de hablar, escucha.
No se trata de ver nuestros fallos, de hacer examen de conciencia, ni de contarle nuestra agenda. Intenta vivir la sensación de ser amado por alguien más grande que tu y que no conoces. Date cuenta de tus limitaciones, y de que a pesar de todas ellas, eres especial, único, su hijo amado. No se trata de hacer planes, ni de hacer nada. Siéntete amado y escucha. Puede que no te sientas mejor persona que antes, y que no tengas más fe que antes, pero hay cosas que serán transformadas aunque no te des cuenta.
Intima con alguien que sabes que te ama. Déjate de perfecciones y de fallos, de buenos y de malos, y limítate a sentirte amado y a escuchar lo que te quiere decir con tanto amor. Puede que no sea agradable, y que te suponga darte cuenta de cosas dolorosas en las que no habías caído, pero con todo el amor que recibes nada va a evitar que te sientas sanado si profundizas en la oración.
Quinto (Contemplatio): No os pido ahora que penséis en El, ni que saquéis muchos conceptos, ni que hagáis grandes y delicadas consideraciones con vuestro entendimiento, no os pido más que le miréis (Santa Teresa de Jesús).
Delante de Dios, en un instante, pierde la noción del tiempo. Percibe la unidad entre pasado, presente y futuro (Reconciliación). Vislumbra el proyecto de Dios (Vocación). Toca el misterio de Dios (asombro). Descubre el amor-misericordia de Dios (confianza) que inunda de alegría. Cae de rodillas (adoración).
Esta etapa coincide plenamente con la actividad que definimos al principio del manual como contemplación.
Hasta aquí es el método Benedictino en su estilo más puro, pero hay otras etapas que son muy edificantes y que indicamos a continuación para que se realicen tras la contemplatio o bien cuando se pueda.
Sexto (discernimiento): Si te digo que la vida es complicada no te va a sonar a nuevo. Pero no es cierto, no es complicada. Es complicadísima. ¿Has intentado llevar todos los días, en cada momento, el plan de Dios en tu vida? ¿Todas las cosas que haces a lo largo del día, son con intenciones constructivas, o por el contrario hay muchas ocasiones en las que actúas movido por miedos, envidias, rencores, prejuicios…?.
Como vemos, tomar decisiones en este mundo conforme a Dios no es tan sencillo, y a medida que crecemos y nos vemos con más responsabilidades, menos aún.
A veces sentimos que sería todo más sencillo si Dios nos diese manual de instrucciones, o nos dijera que tenemos que hacer en cada momento mandándonos un mensajito. Pero no puede ser así.
Dios te ha creado a ti irrepetible, único y libre. Eres original y Dios respeta tu libertad hasta el punto de que no te va a limitar en ningún momento nada de lo que hagas.
¿Cómo saber entonces qué nos pide Dios que hagamos en cada ocasión? La respuesta se construye desde el discernimiento personal.
La pregunta que nos debemos hacer en la oración es la siguiente. ¿Qué debo de hacer en mi vida para responder a todo eso que voy sintiendo en la oración?. Luego hay que preguntarse ¿lo que hago actualmente me lleva a amar más y mejor en mi vida cotidiana?.
Aquí queda reflejado lo prescrito en Romanos 12, 2 No os acomodéis al orden del mundo, antes bien transformaros mediante la renovación de vuestra mente, de forma que podáis distinguir cual es la voluntad de Dios, lo bueno, lo agradable, lo perfecto.
Séptimo (Compartir): Vamos a explicar esto lo mejor posible: Estás de acuerdo en que seguir a Dios te ha de llevar a amar más y mejor, y esa es la premisa principal.
Observa que tú sólo tienes dos ojos, y una cabeza. Obviamente son los dos ojos y la cabeza más importantes en el mundo para ti, pero son sólo eso, dos ojos y una cabeza.
Aquí es dónde entran tus hermanos. En el discernimiento no buscas estar más cómodo, ni más estupendo, sino amar más y mejor, y en eso tus hermanos te acompañan. Tendrán sus limitaciones, pero no te excuses en esto para no hacerles caso.
Escucha al hermano que admires su modo de vida en Dios y que tenga más experiencia en El. Sus consejos y sus reprimendas son oro.
La comunidad es fundamental. En ella, el espíritu hace que por boca de otros nos lleguen mensajes directos de Dios. Ellos conocen mi forma de vida, mis diversiones, mis gastos, mis defectos, mis virtudes. Ellos pueden descubrir mejor que yo cuando puedo estar engañándome a mí mismo y acomodándome al mundo.
Además, me van a indicar dónde puedo desplegar mejor mis posibilidades de amar.
Esto requiere tres cosas:
Compartir en la comunidad. Con el tiempo que tenemos de contacto con la comunidad, es posible que sea difícil que me conozcan y sepan cómo me va, así que hay que facilitar ese conocimiento participando en todo y transmitiendo nuestro estado espiritual en todo momento.
Escuchar a la comunidad. No vayas de listo. Precisamente la gente a la que tu no consideras demasiado tiene millones de cosas que enseñarte. No eres perfecto, lo siento pero la cosa es así, no eres perfecto y los demás son tan imperfectos como tú. Escúchales siempre. Dios se vale de cosas sin valor para mandar sus mensajes más importantes. Mantén siempre actitud de escucha con tus hermanos, porque el que así como te portes con ellos, así te portas con Jesús.
Aconseja y corrige a tus hermanos, pero con el cariño, delicadeza, comprensión, positivismo y entrega que te gustaría tuvieran contigo.
No corrijas, enseña. Nunca vayas a hablar a alguien como si fuera mala persona, ve como si estuviera equivocado consigo mismo. No le digas todo lo malo que hace de golpe, dile sólo aquello que puede mejorar por el momento, y siempre de manera positiva, nunca tremendista.
Y lo más importante. No corrijas a nadie si no vas a ser capaz de desvivirte con él para que mejore. No se trata de dar información de lo que hace mal. Se trata de ayudarle a que lo haga bien.
Octavo (decidir):
Una lectura de la Palabra sin compromiso no es nada. La palabra de Dios gozada en su plenitud nos lleva a conectar continuamente con la realidad de cada día para vivirla, pero sobre todo, para testimoniarla y anunciarla. ¿No es acaso fuente de felicidad ese contacto íntimo con Dios? Pues hay que ofrecer a los demás el tesoro descubierto, hay que evangelizar.
Dios nos llama a hacer. Y además, a hacer pequeñas cosas, no se trata de dar grandes caminatas. Se trata de dar pasos pequeños, pero firmes y decididos hacia el Señor y su proyecto.
Respecto a este método Benedictino de oración, podemos decir que existen variantes conforme cada santo haya variado algún punto concreto para su orden. Así tenemos el método Ignaciano de San Ignacio de Loyola, el método Carmelitano, la Oración de recogimiento Interior de San Juan Bautista de la Salle, etc…
En todos estos métodos, vamos a encontrar puntos en común con el método Benedictino, y por ello, podemos decir que esos puntos son la esencia de este tipo de oraciones:
Relajación antes de comenzar a orar, y preparación de la oración.
Consciencia de estar con él
Utilizar textos espirituales (Bíblia, Salmos, etc…).
Diálogo.
Llevar a la vida de todos los días lo dialogado.
Disfrutar de su presencia y contemplarlo.
Por último, indicar que existen libros en el mercado que vienen preparados para guiar la lectio divina de cada día, con comentarios y reflexiones de cada evangelio.
Oración del nombre de Jesús.
Esta oración es muy poco conocida y resulta extraña la primera vez que se toma contacto con ella. Pero no por extraña tiene menos valor. Existen innumerables personas que gracias a esta oración han experimentado grandes transformaciones en sus vidas practicando esta oración, es más, hay personas que esta es la única forma de oración que practican.
Esta forma de orar, viene relatada de manera detallada en un libro anónimo escrito por un peregrino ruso que se titula en la traducción española precisamente así “el peregrino ruso”.
En el libro nos encontramos algo parecido a la historia de Job. Un hombre sufre toda serie de calamidades en su vida (la muerte de su mujer e hijo, robos, etc…) Decide entonces peregrinar a lugares sagrados sin más equipaje que un poco de pan y una Biblia. En la lectura de esta se queda con la cantidad de veces que esta nos exhorta a rezar incesantemente, día y noche, y busca a alguien que le enseñe a orar de este modo. Recibe multitud de respuestas intelectuales, hasta que da con un monje que le lleva a su monasterio, le pone un rosario en las manos y recita quinientas veces esta oración “Señor Jesús, Hijo de Dios, ten compasión de mí que soy un pecador). Al día siguiente le ordenó recitarla mil veces, y durante días fue aumentando mil veces más cada día hasta que llegó a las veinte mil. Cuando ha adquirido la costumbre, el monje muere y el peregrino se marcha con un ejemplar de un libro (la filokalia) que contiene como teólogos griegos recomiendan hacer esta oración.
Leyendo cada día un poco del libro va aprendiendo más, a hacerla con la respiración, meterla en su corazón, y el peregrino se encuentra repitiéndola constantemente, ya esté despierto o dormido, comiendo, charlando o paseando.
Anthony de Mello en su libro “contacto con Dios” nos relata como utilizando esta forma de oración, a lo largo del día todas las veces que se acordaba (esperando el autobús, caminando hacia algún lugar, etc…) experimentó cambio que si bien no era nada sensacional, si es cierto que empezó a sentir una tranquilidad, una reconciliación consigo mismo, una profundidad. Además, reconoce que luego cuando estaba inactivo, comenzaba a rezar de nuevo, a veces de un modo mecánico, y otras con pleno sentido de lo que hacía.
También nos dice que este tipo de oración no es exclusivo de oriente, y que las iglesias occidentales también lo utilizan con la fórmula “Jesús ten compasión”. Nos recuerda grandes orantes que han utilizado este método como Francisco de Asís con su “Señor mío y de todas las cosas”, San Bruno (fundador de los cartujos) con su “oh, bondad de Dios”, San Francisco Javier con su “Jesús, hijo de David, ten compasión de mi”. San Ignacio de Loyola recoge en sus Ejercicios Espirituales este tipo de oración al hablar de recitar una plegaria siguiendo el ritmo de la respiración.
Ghandi recoge que esta oración además servía como curación para enfermedades físicas. La llama la medicina del pobre, y autorizó a que si se moría de enfermedad, se le escribiese en la tumba “hipócrita”.
En la Biblia, las referencias teológicas al nombre de Jesús son múltiples: Nombre sobre todo nombre, pedid al padre en mi nombre, no hay bajo el cielo otro nombre, el nombre de Yahvé en falso, etc…
Es posible que en este tipo de oración haya una pequeña presencia de autosugestión. Pero aunque es un tema bastante interesante y del que podríamos hablar durante más tiempo, concluiré con que a fin de cuentas lo que hacemos es orar tanto con el consciente como con el subconsciente.
Aunque ya está casi todo explicado acerca de esta forma de orar, vamos a puntualizar y matizar su contenido:
1º) Se trata de repetir incesantemente una frase. En el libro utiliza la mencionada por que Señor Jesucristo, hijo de Dios resume el evangelio, y Ten compasión de mí que soy un pecador, nos pone delante de nuestra historia de impotencia y de nuestros pecados. Pero no es necesario escoger esta frase, podemos utilizar una plegaria o antífona con la que nos sintamos más identificados. Pero es importante que conste de dos partes.
2º) Hay que repetirla incesantemente siempre que nos acordemos para que se convierta en hábito.
3º) No importa que cuando lo hagamos, no estemos pensando en lo que decimos. Sigue haciendo efecto en nuestro subconsciente. Tu no eres consciente de los colores ni de los trucos que utilizan los fabricantes para que compres sus productos, sin embargo, caes por la música, la iluminación, la etiqueta, etc… El marketing sabe mucho de esto y de cómo explotar para sus intereses nuestro subconsciente. Es la hora de que lo dediquemos a Dios.
4º) No es necesario recitarla en voz alta, pero si es recomendable cuando se puede, porque así también tu boca se va acostumbrando al nombre de Jesús.. Hay gente en oriente que hasta la grita.
5º) La frase que cojas ha de ser rítmica (has de repetirla con cierto ritmo), resonante (ha de hacer temblar tu cuerpo al sonar por tu voz) y uniforme (no cambies de frase hasta que estés seguro que con la que tienes no te funciona).
6º) Puedes dotar de diferente significado a la palabra que utilices en tu fórmula. Así el término compasión tiene muchas facetas: Amor, clemencia, perdón, paz, gozo, fuerza, alegría, esperanza, etc…
7º) Busca un ritmo para recitar la frase. Cuando camines, amóldala a tus pasos. Cuando estés quieto, amóldala a tu respiración (por ejemplo: Señor Jesucristo hijo de Dios al aspirar y Ten compasión de mí que soy un pecador al expirar). Si trabajas en un sitio con un ruido mecánico y repetitivo, sigue ese ritmo. Busca todo lo que te rodea en tu vida que pueda suponer un ritmo y utilízalo para meter la oración en tu corazón.
En prácticas psico-fisiológicas avanzadas de esta oración es especialmente aconsejable estar guiado por algún maestro experimentado. Pero hasta ahora, lo que hemos visto es perfectamente practicable y recomendable de practicar por cualquiera.
El rosario.
El Beato Alano de la Rupe, cuenta en su libro de Dignitate psalterii cómo fue la entrega del rosario a Santo Domingo por la virgen María.
Viendo Santo Domingo que los crímenes de los hombres obstaculizaban la conversión de los albigenses, entró en un bosque próximo a Tolosa y permaneció allí tres días y tres noches dedicado a la penitencia, a la oración continua, sin cesar de gemir llorar y mortificar su cuerpo con disciplinas para calmar la cólera divina, hasta que cayó medio muerto. La Santísima Virgen se le apareció en compañía de tres princesas celestiales y le dijo: "¿Sabes, querido Domingo de que arma se ha valido la Santísima Trinidad para reformar el mundo?"
¡Oh Señora, tu lo sabes mejor que yo, respondió el; porque después de Jesucristo, Tu Hijo, Tu fuiste el principal instrumento de nuestra salvación!
Pues sabe añadió Ella, que la principal pieza de batalla ha sido el salterio angélico (El Rosario), que es el fundamento del Nuevo Testamento. Por ello, si quieres ganar para Dios esos corazones endurecidos predica mi salterio.
Levantose el santo muy consolado. Inflamado de celo por la salvación de aquellas gentes, entro en la catedral. Al momento repicaron las campanas para reunir a los habitantes, gracias a la intervención de los ángeles. Al comenzar el su predicación, se desencadeno una terrible tormenta, tembló la tierra, se oscureció el sol, truenos y relámpagos repetidos hicieron temblar y palidecer a los oyentes. El terror de estos aumento cuando vieron que una imagen de la Santísima Virgen expuesta en un lugar prominente, levantaba por tres veces los brazos al cielo para pedir a Dios venganza contra ellos si no se convertían y recurrían a la protección de la Santa Madre de Dios.
Quería el cielo con estos prodigios promover esta nueva devoción del Santo Rosario y hacer que se la conociera más.
Gracias a la oración de Santo Domingo, se calmo finalmente la tormenta. Prosiguió el su predicación, explicando con tanto fervor y entusiasmo la excelencia del Santo Rosario, que casi todos los habitantes de Tolosa lo aceptaron, renunciaron a sus errores. En poco tiempo se experimento un gran cambio de vida y de costumbres en la ciudad
El rosario, viene de la palabra rosa. Es cómo ofrecerle un ramo de rosas a la Virgen María. De hecho, durante esta oración dirigida a la Virgen, vamos a meditar cómo afectaron diversos episodios del evangelio a su corazón, y a continuación, alabarla y pedirle que nos transmita algo de esa fuente infinita de amor y sometimiento a la voluntad de Dios.
Tradicionalmente, cada parte del rosario tiene una función o una intencionalidad, pero perfectamente se puede rezar el rosario con tus propias intenciones, peticiones, alabanzas, como por ejemplo ayuda con tu familia, con tus amigos, con tus estudios, etc.
Para este método de oración, usaremos un útil de oración que es el rosario. Hay muchos tipos de rosarios, pero lo más habitual es verlo como un collar con cinco tramos de diez cuentas cada uno, con un saliente con tres cuentas que acaba en cruz. Cada tramo de diez cuentas representa un misterio, y también podemos encontrar rosarios más pequeños que sólo tienen las diez cuentas. De este último tipo los hay en forma de anillo, pulsera, etc… Estos son para rezar sólo un misterio, ya que a veces no tenemos tiempo de rezar el rosario completo.
¿Cómo se reza concretamente el rosario?
El rosario, tiene su parte de meditación y su parte de contemplación. La primera consiste en que a lo largo del rosario, vamos a meditar los misterios, y la segunda consiste en la repetición vocal de El credo, el padrenuestro, el avemaría, el gloria y el salve.
El rosario comienza con la señal de la cruz y un credo.
Guiándonos por la extensión que acaba en cruz del rosario, rezamos un padrenuestro, tres avemarías y un gloria (por las cuentas que hay en esa zona del rosario). Esto en algunos lugares se hace al principio del rosario, y en otros al final.
La intención tradicional de estas oraciones es, en el primer avemaría, el aumento de la fe, en el segundo un aumento de la esperanza, y en el tercero, un aumento de la caridad.
Luego, pasamos a rezar las estaciones. Una estación consta de cinco misterios que son los que corresponden con todas las cuentas del rosario que recordemos que están divididas en cinco partes. Se puede rezar una estación que supondría darle una pasada a todas las cuentas del rosario, o tres, lo que supondría darle tres pasadas a todas las cuentas del rosario.
Hay tres estaciones: Los misterios gozosos, los dolorosos y los gloriosos que representan pasajes bíblicos de la vida de Jesús y de María:
Los misterios Gozosos: son cinco eventos de la vida temprana de Jesús y se llaman así porque trajeron gozo al corazón de María. Ellos son, La Encarnación de Cristo también conocido como La Anunciación del Ángel, La Visitación de María a su prima Isabel, El Nacimiento de Cristo también conocido como La Natividad, La Presentación del Niño Jesús en el Templo, y El Niño Jesús perdido y hallado en el Templo entre los Doctores de la Ley.
Los misterios Dolorosos: son cinco eventos relacionados con la pasión de Cristo y se llaman así porque trajeron dolor al corazón de María. El primer misterio es La Oración de Jesús y Sufrimiento en el huerto de Getsemani. El Segundo Misterio Dolorosos es La Flagelación de Jesús Atado a un Pilar. El Tercer Misterio Doloroso es La Coronación de Jesús con una Corona hecha de Espinas. El Cuarto Misterio Dolorosos es La Cruz acuestas. Y el Quinto Misterio Doloroso es La Crucifixión de Jesús.
Los misterios Gloriosos: Son aquellos en los que observamos acontecimientos en los que se muestra la victoria de Jesús sobre el Mal. El Primer Misterio Glorioso es La Resurrección de Cristo después de su Crucifixión. El Segundo Misterio Glorioso es Su Ascensión al Cielo. El Tercer Misterio Glorioso es La Venida del Espíritu Santo sobre los Apóstoles en el día de Pentecostés, también conocido como El Nacimiento de la Iglesia Católica. El Cuarto Misterio Glorioso es La Asunción de María Santísima al Cielo. Y en El Quinto Misterio Glorioso, Jesús corona a su Madre como Reina del cielo y la tierra
Cada Misterio se ora siguiendo el siguiente patrón:
Anuncia Primero la Estación (e. j. "Los Misterios Dolorosos") y entonces anuncia el primer Misterio de la Estación (e. j. "El Primer Misterio Dolorosos, La Agonía en el Jardín").
A la hora de ponernos a rezar cada misterio, ser reza así:
-Un padrenuestro antes de comenzar.
-Diez avemarías (uno por cada cuenta del rosario que hay en el misterio).
-Un gloria.
Al acabar de rezar el rosario se rezan las siguientes oraciones:
-La salve
-La oración final.
-Un padrenuestro, un avemaría y un gloria, por las intenciones del santo padre.
La Oración Compartida.
En la oración compartida, abandonamos el individualismo y existe una pluralidad de personas orantes. No es mejor ni peor que orar a solas, sino que es complementario. Los frutos de una oración compartida no son los mismos que los de una oración a solas, ni al revés.
De todas formas, es fundamental este tipo de oraciones para reforzar el carácter comunitario de cualquier agrupación. Mi experiencia me dice que cualquier comunidad cristiana puede tener mil follones, y mil problemas, pero como la oración comunitaria sea poco frecuente, tiende a debilitarse y a marchitar como comunidad.
Es más, ¿Cuántas veces al comienzo de una entrevista personal, o reunión de cualquier tipo nos tomamos la molestia de orar sinceramente con los presentes?. En serio, orar con los que me rodean es fundamental.
No existen normas sobre la oración compartida, aunque existen una serie de dificultades y ayudas con las que podemos hacerla mucho más provechosa:
No acudas a la oración de grupo para orar en privado. Requiere otra disposición que las que hemos visto anteriormente. Es cierto que conviene prepararse para la oración más o menos de la misma forma, pero hay que compartir.
Has de estar completamente abierto a lo que tus hermanos te digan y a lo que el Espíritu quiera inspirarte. Vas a orar por ellos y que ellos oren por ti. No debes quedarte callado, al margen, con tu oración apartada. Tu silencio es molesto para los demás. Habla, participa, comparte tu oración.
No es una reunión. No se debate, se comparte. Tampoco se discute lo que dice otro. A la salida de la oración pregunta las dudas.
Mucho cuidado con las oraciones compartidas en las que se utiliza la oración para recordar (y no pocas veces aprovechando que no me van a responder mal) alguna forma de ver las cosas que no es compartida por los demás.
No es el momento de echar en cara nada. Oramos por nuestras miserias, pero en la oración compartida, o son mias, o son nuestras, no son las de terceros. Cuidado con pedir para que se le abran los ojos a Juanito, o para que Pepito vea la luz. Eso no es orar, eso es tirar la piedra y esconderte tras la oración. Analiza antes de decir nada la intención con la que vas a compartir.
Decir tus pensamientos añadiéndoles la palabra Señor o Dios mío, no les da legitimidad alguna. “Señor, tu sabes que la falta de constancia de algunas personas (por supuesto no la mía) dañan a la comunidad…” Esto es un ejemplo de lo que supone confundir una oración comunitaria con una corrección fraterna.
Habla por ti. No hables por el grupo. Di “yo”, no “nosotros”. Comparte lo tuyo, lo personal, que es lo que quieren conocer y por lo que quieren orar tus hermanos. No te hagas portavoz de los demás. Te sorprendería ver lo poco que los conoces.
Escucha a los demás. A veces pasamos de una angustiosa plegaria pidiendo desesperadamente ayuda, a una fervorosa acción de gracias sin haber dado tiempo a que todos acompañemos en el dolor a la primera persona.
Conviene que las peticiones y las acciones de gracias se hagan por separado. También conviene que entre participación y participación haya un pequeño momento de silencio para que la gente pueda repensar las palabras que se han pronunciado.
Si no nos escuchamos, sencillamente no estamos compartiendo la oración.
Escucha al Señor que habla en tu corazón. A veces estamos tan metidos en la oración que paradójicamente dejamos a un lado a Dios.
Estamos tan ocupados con lo que le tengo que decir, y lo que le tenemos todos que decir, que no escuchamos lo que nos está diciendo en ese momento. Pero resulta que el Señor no deja de hablarnos. Si escuchamos nuestro interior, veremos como el Espíritu nos inspira palabras, gestos, plegarias. Dios nos hace intuir si estamos conectados con El.
Seamos profetas, hablemos a alguien en nombre del Señor según el Espíritu nos inspira. (Ojo, decir las cosas en nombre del Señor supone no decirlas en nombre propio, y por ello, hay que depurar mucho lo que queremos decir antes de decirlo sin llegar a callar al Espíritu).
Se breve. Las oraciones largas, es decir, orar para la galería aburre. Di lo que sientas, cuenta tu problema, haz tu alabanza y punto. No te alargues porque entonces no se escuchará la mitad de lo que digas.
No intentes impresionar, o pienses demasiado lo que vas a decir. La oración buena, es la que se hace con los ojos fijos en el Señor, que es a quien oramos, sin preocuparnos mucho de la estructura o de la brillantez de lo que decimos. No es a la comunidad, sino a El a quien dirigimos nuestras palabras y no conviene perder esta perspectiva.
La oración compartida da poco fruto si no va acompañada de una frecuencia en la oración personal. Es mucho más fructífera cuando todos los que participan han orado ese día, o lo llevan haciendo esa semana.
Si las oraciones de un grupo parecen, desde hace una temporada, poco ungidas, una de las cosas en las que se ha de incidir y trabajar es en la oración personal. No debemos olvidar que un grupo son una serie de personas con nombres y apellidos, y que el grupo irá al nivel cristiano que tengan todos y cada uno de sus miembros. Recordemos que la oración compartida no suple a la oración individual.
Conviene que la oración compartida esté organizada de antemano. En lo que se refiere a la organización, recordar que la gente debe de participar al máximo, con lo que conlleva en previsión de tiempo de compartir, y que además, hemos de fijar, para la oración, un tiempo que ha de saber todo el mundo, y no sobrepasarlo, porque molestaríamos a quien tuviera que irse.
Liturgia de las horas u oficio Divino.
Es una de las formas de oración más generalizadas de la Iglesia. Tiene su origen en el origen del cristianismo que tomó del judaísmo la costumbre de recitar oraciones, de manera sistemática, a determinadas horas del día.
Las oraciones diarias que incluyen la liturgia de las horas, son las siguientes desde el Concilio Vaticano II y la Constitución Sacrosantum Concilium:
a) Las Laudes, como oración matutina, y las Vísperas, como oración Vespertina que, según la venerable tradición de toda la Iglesia, son el doble quicio sobre el que gira el Oficio cotidiano, se deben considerar y celebrar como las Horas principales.
b) Las Completas al final del día.
c) La Hora llamada de Maitines, aunque conserva el carácter de alabanza nocturna, puede rezarse a cualquier hora del día.
e) Las Horas menores, Tercia, Secta y Nona. Se puede decir una de las tres, las que más se acomode al momento del día.
El propósito de reflejar este tipo de oración en este manual, responde a dar a conocerla. No es posible practicarla si no se tiene delante la oración que se ha de recitar en cada momento y, como es obvio, todas estas oraciones no pueden ser reflejadas aquí ya que para cada tiempo del año son una serie de salmos y lecturas diferentes. En las librerías se venden libros que contienen esta liturgia completa con los que si que es posible orar.
La cantidad de rezos que se presenta arriba, no quiere decir que para practicar este tipo de oración se hayan de hacer todos. Muchos cristianos limitan esta práctica a los laudes y vísperas o completas, es decir, orar al levantarse y al acostarse, lo cual es conforme al sentido que tiene esta práctica como veremos a continuación.
A continuación, para ver el sentido de este tipo de oración vemos la explicación que da la Ordenación para la Liturgia de las horas:
“la Iglesia no cesa un momento en su oración, no sólo con la celebración eucarística, sino también con otras formas de oración, principalmente con la Liturgia de las Horas que, conforme a la antigua tradición cristiana, tiene como característica propia la de servir para santificar el curso entero del día y de la noche. Consiguientemente, siendo fin propio de la Liturgia de las Horas la santificación del día y de todo el esfuerzo humano, se ha llevado a cabo su reforma procurando que en lo posible las Horas respondan de verdad al momento del día, y teniendo en cuenta al mismo tiempo las condiciones de la vida actual; porque ayuda mucho, tanto para santificar realmente el día, como para recitar con fruto espiritual las Horas, que en su recitación se observe el tiempo más aproximado al verdadero tiempo natural de cada Hora canónica.” (Ordenación General, 11).
Este tipo de oración se puede ver en los Hechos de los apóstoles, dónde aparecen los discípulos congregados a media mañana. El príncipe de los apóstoles, «hacia el mediodía, subió a la azotea a orar»; «Pedro y Juan subían al templo, a la oración de media tarde»; «A eso de media noche, Pablo y Silas oraban cantando himnos a Dios».
Iconos.
A título informativo, vamos a tratar de un tipo de oración que es la oración mediante iconos. Sobre este tema, hay escritos libros y libros, y aquí simplemente vamos a informar de que existe este tipo de oración y dar una idea de en que consiste.
Un icono es básicamente una imagen, un dibujo o pintura, a través de la cual, el pintor trata de trasmitir una serie de enseñanzas normalmente basadas en un misterio de fe, o en un pasaje bíblico.
La actitud contemplativa que requiere este tipo de oración es la de observar y reflexionar sobre todos y cada uno de los detalles del cuadro. Los iconos son pinturas muy complejas, en los que los colores, los gestos, las formas, los números, las posturas, y todos los detalles, tienen un sentido y quieren expresar algo de relevancia espiritual.
Fíjate en las expresiones, en la posición y encuadre de las figuras, en todos y cada uno de los detalles. Sobre cada icono se pueden escribir libros para explicar los detalles.
Al principio, te será bastante complicado, por eso conviene que acudas a algún sacerdote, o a algún libro especializado para que te haga caer en todos los detalles que se pueden sacar del cuadro.
Otras oraciones poco conocidas.
Existen formas de orar que nos son completamente desconocidas, y ahora, nos vamos a detener en observar algunos tipos, a modo de ejemplo, que probablemente no hayamos practicado nunca.
El primer tipo se denomina Kinhin, y tiene como origen las pausas de cinco a diez minutos que se intercalan entre dos sesiones de meditación Zen.
Es básicamente un medio para desentumecer los músculos tras un tiempo de meditación. También se puede usar para aquellas personas que en un principio les cuesta concentrarse debido a su hiperactividad.
La forma varía según las distintas tradiciones, pero básicamente consiste en orar mientras se camina muy lentamente haciendo siempre el mismo recorrido.
En la tradición cristiana, una vertiente parecida a lo que se trata de ilustrar serían las oraciones realizadas por monjes paseando lentamente por el patio del monasterio.
Para practicar esta oración en puridad, deberemos colocarnos de pie, y encerrar el pulgar izquierdo dentro del puño, y apoyarlo sobre la parte inferior del esternón. El dorso de la mano arriba, y el meñique por delante. A continuación la mano derecha, con la palma hacia abajo, envuelve el puño izquierdo, uniéndose fuertemente una contra otra en cada espiración. Los codos permanecen separados del cuerpo manteniendo los antebrazos horizontales, a la altura de las manos y paralelos al suelo, los hombros relajados echados hacia atrás para conservar la verticalidad del tronco.
Una vez colocadas las manos, nos situamos de pie, derechos con la espalda recta, la barbilla retraida, la nuca relajada y fijando la mirada a unos dos metros por delante de nosotros.
Espiramos por la nariz, avanzando la pierna izquierda bien estirada unos quince centímetros, apoyando firmemente el dedo gordo en el suelo, y poco a poco el resto del pie. Al término de la espiración se hace una pequeña pausa relajando todo el cuerpo e inspirando. Luego, se repetirá lo mismo con el pie contrario, y así se va avanzando.
Esto que hemos visto, es la técnica para caminar. Mientras se camina, lo ideal es realizar una oración vocal como puede ser la oración del nombre de Jesús, o El Rosario de manera rítmica conforme nuestros pasos. Pero nada impide que meditemos algún pasaje bíblico, o que simplemente conversemos con Dios de la mejor forma que sepamos. Usa tu imaginación.
Vamos ahora a tratar un tipo de oración de carácter contemplativo, que está basado en la realización de proyecciones psicológicas.
Se trata de proyectar, apoyándonos en nuestra imaginación, distintos deseos, distintas peticiones o acciones de gracias. Eso quiere decir que nos concentramos en imaginar y sentir aquello que nos imaginamos, es decir, si nos imaginamos que Jesús nos cubre con los brazos, cerramos los ojos e intentamos verlo, y sentir el calor y la fuerza de sus brazos. Intentamos que gracias a nuestra imaginación vivamos como real lo que queremos proyectar.
Para realizar este tipo de oraciones, podemos servirnos de materiales que hagan mucho más poética y amena la oración. Es difícil de explicar, porque requiere de gran imaginación, así que pondré un ejemplo, que como tal es limitado.
Una vez, acompañado de un par de buenos amigos, decidimos realizar este tipo de oración, tomando como inspiración una oración tradicional budista, y consistió en lo siguiente.
Debíamos buscar un momento en el que Jesús hubiera mostrado ira o cólera con el pecado. Yo personalmente cogí la expulsión de los mercaderes del templo.
Nos situamos en círculo alrededor de una hoguera, y realizamos para comenzar una ofrenda simbólica: Incienso como símbolo de las ganas que teníamos de sentir su presencia en nuestras vidas, Un poco de alimento como símbolo de que todo lo que tenemos proviene de El, etc…
A continuación, se encendía la hoguera, y aunque no se hizo en aquel momento, se me ocurre la posibilidad de que se puede leer algo relativo a la luz, o a las zarzas ardiendo del antiguo testamento, etc… Recuerdo que este tipo de oración es totalmente libre y creativa.
A Continuación, tomábamos un montón de pétalos secos de flores, y pasábamos con los ojos cerrados, una gran cantidad del tiempo proyectando (imaginando) que en el momento de respirar, estábamos inspirando todo el mal del mundo. Yo personalmente me imaginaba como aire negro entrando en mí y manchándome. Teníamos todo el rato un manojo de pétalos en la mano, y después de las inspiraciones, debíamos proyectar cómo el mal del mundo pasaba a los pétalos.
Concluíamos proyectando en el fuego la imagen de Jesús colérico tragando, rompiendo, quemando o purificando todo el mal del mundo representado en los pétalos que arrojábamos al fuego con fuerza.
Concluimos con un padrenuestro y con una oración de gracias.
Este es un ejemplo, ya he dicho que se pueden hacer muchas cosas de este tipo siempre y cuando se trate de proyectar. Podemos proyectar cómo Jesús nos ama imaginándonos desnudos y con frío, y viendo cómo el nos arropa con abrigo. Podemos sentir la dureza y la vida que comporta el seguimiento mojándonos con agua fría.
Como podemos observar, esta oración nos lleva hasta los límites de nuestra imaginación.
Esta oración tiene un peligro principal y al mismo tiempo comporta una gran ventaja. No se pude realizar si no se es ilustrado en cuestiones de fe, ya que podemos proyectar cosas que sean más fruto de nuestra imaginación que del mensaje que nos ha dejado Jesús. Un ejemplo muy exagerado sería que tuviésemos la idea de un Dios vengativo y proyectáramos su imagen haciendo daño a nuestros enemigos, lo que (estaríamos de acuerdo todos) no es precisamente una oración conforme al mensaje de Jesús.
Para evitar esto, no dudes en consultar al sacerdote más cercano sobre el mensaje o sentido de la proyección que quieras realizar.
La gran ventaja que tiene esta oración es que es realmente consoladora. Al tratar de sentir durante toda la oración una serie de cosas, es muy gratificante para todos aquellos que llevan tiempo sufriendo el silencio de Dios en su oración.
4. VISICITUDES EN LA ORACIÓN
A continuación vamos a ver una serie de situaciones que vivimos muy a menudo en nuestros momentos de oración. También veremos una serie de preguntas que siempre rondan cada vez que se tratan temas de oración.
Por supuesto no es nada exhaustivo, y me imagino que quedarán miles de preguntas en el aire, así como muchos sentimientos que no se pueden guiar en un libro.
Para ello está el acompañante espiritual.
Aunque no nos guste la idea (reconozcamos que nos gusta sentirnos autosuficientes), existen personas que son mucho más veteranas y doctas en el tema de la oración que nosotros.
Normalmente en nuestra vida cristiana, nos vamos a encontrar continuamente con dificultades, sentimientos y experiencias variadas, y entre ellas, están las dificultades en la oración.
¿Tienes problemas en tu oración? Pues bien, que sepas que no eres un marciano. Los mejores orantes, precisamente son buenos en la oración por la cantidad de veces que han tenido que enfrentarse a las dificultades. Casi se podría decir que aprender a orar es aprender a sobrepasar las dificultades que, seguro, aparecerán en la oración.
¿Dios me habla o me lo imagino? ¿Para que orar?
Esta es una pregunta que probablemente nos hayamos hecho más de una vez al tratar el tema de la oración.
Antes de explicarla, conviene pensar un poco una serie de cosillas.
Para empezar Dios es infinito. Estás de acuerdo ¿no?. Pues como Dios es infinito, de la misma forma es inimaginable por tus limitadas neuronas, porque tu eres limitado. ¿Hasta ahora todo bien?.
Para que tu cabecita pueda meter un pedacito de ese gran misterio inabarcable por tu mente que es Dios, la religión (Cualquier religión) recurre a figuras que para ti son comprensibles. En concreto el cristianismo utiliza figuras como Amor, Padre, Discípulo, Humildad, Pecado, etc. Figuras que en determinados casos vienen Reveladas por Dios para echarnos una mano en este lío que somos nosotros y que es la vida.
A través éstas, puedes manejarte dentro de algo tan infinito como es Dios con tu pequeño cerebro de ser humano limitado.
Con la oración ocurre más o menos lo mismo. ¿Crees que hablar con Dios es recibir una llamada de teléfono?. Es imposible hablar con Dios de la misma manera que te comunicas con los demás.
Dios está en ti. Es una frase que hemos oído un montón de veces. Pues precisamente por ello, Dios te habla desde ti. No es muy complicado. Un ser infinito se comunica a través de tus cosas limitadas.
Dios te habla a través de tus sentimientos, de tu inteligencia, y sobretodo, a través de tu conciencia.
Parece que es muy complicado, pero es sencillísimo. Por ejemplo, cuando tu lees un pasaje bíblico (lees la palabra de Dios), eso te causa una serie de inquietudes, de sentimientos, de pensamientos. Dios está actuando en ti. Los sentimientos de consuelo que experimentas cuando oras en grupo, son regalos de Dios. Esas ganas de cambiar algo o de aliviar un sufrimiento, es una llamada de Dios a actuar.
También te habla a través de lo que ves y percibes. Cuando tratas con los demás y observas sus cosas, cuando te dicen una frase que te engancha, cuando el corazón te da un vuelco por alguna injusticia, cuando estás triste por haber peleado con alguien, es tu conciencia, es Dios el que te habla.
Bueno, ya hemos terminado la primera parte de la explicación. Dios está en ti, y te habla a través de ti, y de tus percepciones (de los demás y del mundo). Pero si Dios me habla continuamente, ¿Para qué necesito ponerme a orar un rato cada día?
Se complica un poco si volvemos al principio diciendo que eres muy limitadito. ¿Por qué se complica? Por que al ser tan limitadito, tienes una serie de debilidades que pueden hacer que tus pensamientos, y tus sentimientos te estén diciendo cosas que Dios no te quiere decir.
Si Dios está en tus sentimientos, en tus pensamientos, concretamente en tu conciencia, podríamos pensar que si te peleas con tus padres, y tienes ganas de estamparles un jarrón contra la cabeza, a fin de cuantas, esas ganas son un sentimiento, luego son Dios, luego ¡Adelante con el jarrón!.
Precisamente, aquí entra la oración y el discernimiento. Tienes que distinguir lo que viene de Dios, y lo que viene de tus instintos, de tus egoísmos, de tus miedos, en definitiva, de tus limitaciones. Y eso no se hace en cinco minutos en el autobús.
Para discernir, o pensar sobre ti, sobre lo que está pasando, sobre la llamada que te está haciendo Dios para que actúes en tu Día a Día, para conocer tus miedos, tus prejuicios, complejos, egoísmos que cada día te hacen ser más infeliz si les haces caso, en fin, para todo eso, es necesaria la oración.
Pero no una oración cualquiera, sino una oración seria, dedicándole a Dios lo mejor de tu tiempo y de tu esfuerzo.
Mediante la oración, nos colocamos ante ese ser infinito. Eso ya es suficiente. Nos colocamos ante El y le damos gracias, le pedimos, le contamos cómo estamos, mantenemos una relación con El, que nos ama hasta el infinito.
Además, el ponernos ante El a revisar nuestras actitudes, nuestras inquietudes y tendencias, hace que El se encargue de iluminarnos y aclararnos cuales cosas vienen de El y cuales no.
No caben en ningún libro las razones por las que orar o por las que no ¿cabrían en alguno las razones para hablar y querer a tu novio, o madre, o amigo?.
Silencio de Dios en nuestra oración.
Si utilizamos la terminología de Ignacio de Loyola, inspirada en el libro del éxodo, nuestra vida de oración tiene épocas de consuelo y épocas de desierto.
Hay momentos en los que nuestra oración es especialmente gratificante. Nos sentimos bien, Dios parece que no deja de inspirarnos cosas, al concluir las oraciones casi siempre sacamos algo en claro o nos da la impresión de haber sacado mucho provecho de ella, y multitud de sensaciones por el estilo. Estamos pasando momentos de consuelo.
En cambio, hay otros momentos en los que la oración es espesa. Nos cuesta ponernos, las lecturas nos parecen palabras bonitas pero vacías para nuestras vidas o problemas, parece que Dios no nos quiere decir nada. Orar se convierte en el gran acto de fe, ya que hacemos, y parece que no recibimos ni sentimos nada. Nos encontramos en pleno Desierto de Dios.
Me remito a lo que vimos al principio del libro referente a lo que sucedía cuando te ponías a orar. Está lo que sientes o percibes y lo que no. Las etapas de desierto o consuelo, corresponden con lo primero, es decir, con si percibes o no frutos en la oración. Pero lo segundo, que es aquello que no percibes que sucede cuando oras, ocurre siempre, tanto en los momentos de desierto como en los de consuelo.
Es tan cierto que produce frutos (aunque no los percibas) que San Ignacio de Loyola en sus ejercicios espirituales, recomienda en momentos de Desierto intensificar las oraciones aún más que cuando se estaba en momentos consoladores. El fruto no percibido de tantas oraciones, con tanta fe y constancia, no puede ser otro que un seguro, aunque de fecha incierta, encuentro con el consuelo y el contacto con Dios.
Esto hay que encajarlo plenamente con la resurrección. Jesús no resucita según lo meten en el sepulcro.
Al igual que los discípulos sufrieron la desesperanza del absurdo del mundo, del caos en sus vidas, del sinsentido y la injusticia de la muerte de Jesús durante tres días, todos sufrimos el silencio de Dios en determinadas épocas de nuestra vida, lo cual también ocurre en la oración. Hay momentos en los que parece que Dios no está.
Antes lo sentíamos de manera palpitante, y ahora… simplemente no está, no siento nada.
Es precisamente en esos momentos en los que creer en la resurrección se hace vida. Voy a transcribir una de tantas oraciones que mi amigo Miguel Ángel me manda asiduamente por internet para ver si me logro explicar mejor:
Creer en la resurrección
Cuando veas que la tempestad está desgarrando el bosque, los terremotos sacuden la tierra y el fuego está quemando tu casa, has de decirte a ti mismo:
"Creo que el bosque volverá a levantarse, la tierra volverá a su inmovilidad y yo reconstruiré mi casa"
Cuando veas a tu hijo irse de casa en busca de aventura, y te sientas derrotado en tu sueño de padre, has de decirte a ti mismo:
"Mi hijo no escapará a Dios y volverá porque Dios lo ama"
Cuando el mundo se presente a tus ojos como el fracaso de Dios, y sientas la nausea del desorden, de la violencia, del terror, de la guerra que impera en todas partes y la tierra te parezca un caos, has de decirte a ti mismo:
"Jesús ha muerto y resucitado y resucitaremos con Su poder".
Cuando tu padre o tu madre, tu hijo o tu hija, tu esposa o tu esposo, tu amigo mas querido se encuentren delante de tu lecho de muerte, y tú los mires a los ojos en la angustia final del desapego, has de decirte a ti mismo y a ellos:
"Cristo ha resucitado. No es solo una mera idea. Cristo venció a la muerte. Nos mantendremos unidos en la oración cada día. Nos volveremos a ver en el Reino de Dios, ánimo"
Esto significa creer en la Resurrección.
Pues bien, en la oración creer en la resurrección significa no dejar de orar por mucho que estemos en una etapa de desierto.
Creer firmemente con nuestros actos que tarde o temprano Dios aparecerá en la oración y que el momento tan desolador que estoy pasando tiene un sentido para el plan de Dios. Ya lo dice el evangelio:
“Dios hace las cosas para el bien de los que le aman”, y “Yo estoy con vosotros hasta el fin del mundo”.
Importancia de la iglesia en nuestra vida de oración.
En esto de la oración, como en todo, conviene no hacerse el héroe. Sabemos que somos débiles, y que todo lo que depende de nuestra fuerza de voluntad, no va siempre sobre ruedas. Hay que buscar apoyos.
Por eso es importante contar con una comunidad o grupo que te apoye y te exija en tu tiempo de oración.
Es importante que te apoye, dándote oraciones, temas de reflexión, formación en general, y sobre todo, oraciones en grupo, ejercicios espirituales. Compartir la fe, es una experiencia maravillosa, que no debes limitarte.
Pero por otro lado, exigirte. La exigencia es un punto clave para superarnos, y a veces no llegamos o nos pasamos de autoexigentes. La comunidad nos da el punto en el que siempre hay que avanzar, pero nunca por encima de nuestras posibilidades reales.
En la lectio divina, ya vimos el punto de compartir como una práctica básica del cristiano.
Es por ello por lo que una comunidad de creyentes, es un gran apoyo para nuestra oración y se debe perseverar en la búsqueda y construcción fraterna de la comunidad, y de la experiencia de iglesia en general.
No me concentro a la hora de orar.
Puede ocurrir que cuando nos sentemos a orar, tengamos una serie de pensamientos y sentimientos que no nos dejan concentrarnos en la oración.
Uno de los errores más frecuentes que se cometen con esta serie de inquietudes en la oración, es enfadarse. No te irrites por sentir lo que sientes o por tener en la cabeza lo que tienes.
La oración requiere que tomes conciencia de ti mismo, de tu estado, y si resulta que estás inquieto, pues acéptate. Trata a tus pensamientos, como si fueran tu hijo pequeño que te da la lata, pero que lo amas y lo aceptas con todo lo que te pueda incordiar.
Sitúate por encima de tus pensamientos, y cuando los veas venir, o te des cuenta de que están incordiando y te has ido de la oración, con calma, hazte consciente de que están allí, intenta amarlos y aceptarlos. E intenta hacer oración acompañado de ellos.
La figura de la nube en una montaña es muy ejemplificativa. Es como si subieras a un monte a orar y hubiera nubes a media altura. No debes quedarte a la altura de las nubes para intentar que se vayan. Simplemente no puedes, y tampoco vas a conseguir orar. Lo que tienes que hacer es subir a la cima, ver las nubes desde encima. Están ahí, pero no les haces caso y oras. Cuando descubras que intentas ahuyentarlas, estate quieto. No gastes energía en echarlas, la vas a necesitar en ignorarlas y volver mil veces de nuevo a la concentración y a la oración.
Lucas 11
8 os aseguro, que si no se levanta a dárselos por ser su amigo, al menos se levantará por su importunidad, y le dará cuanto necesite.»
9 Yo os digo: «Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá.
10 Porque todo el que pide, recibe; el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.
11 ¿Qué padre hay entre vosotros que, si su hijo le pide un pez, en lugar de un pez le da una culebra;
12 o, si pide un huevo, le da un escorpión?
13 Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan!»
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