11 de diciembre: San Damaso I


San Dámaso era español de nacimiento; nació en el año 304. Habiéndose
establecido en Roma su padre, llamado Antonio, llevó consigo su familia,
que consistía en dos hijos pequeños; Dámaso el uno, la otra Irene,... Ver más
Foto: 11 de diciembre: San Damaso I

San Dámaso era español de nacimiento; nació en el año 304. Habiéndose establecido en Roma su padre, llamado Antonio, llevó consigo su familia, que consistía en dos hijos pequeños; Dámaso el uno, la otra Irene, más pequeña. Habiendo su padre enviudado, se hizo clérigo, se ordenó de lector, fue hecho diácono, y finalmente presbítero de la Iglesia romana, agregado a una de las parroquias de la ciudad, que tenía el título de San Lorenzo.

Gustaba Dámaso del estudio. Fue admitido en el clero, servía en la misma Iglesia de su padre. Era diácono de la Iglesia Romana, cuando el Papa Liberio fue arrojado de su silla por el emperador Constancio por la defensa de la fe y de la inocencia de San Atanasio el año 355. Por poderosos que fueran los arrianos, y por más arriesgado que fuese el declararse por el Papa, el día mismo que le cogieron para llevarle al lugar de su destierro Dámaso se obligó con juramento solemne ante el pueblo, con todo lo restante del clero, a no recibir jamás otro Papa mientras viviese Liberio. Tuvo valor también para acompañarle en su destierro, y permanceió algún tiempo con él en Berea de Tracia, donde le sirvió de mucho consuelo. Habiendo vuelto a Roma, tuvo mucho que sufrir de los arrianos, que tenían un partido muy pujante; y a pesar de sus amenazas y de sus solicitaciones, permaneció siempre fielmente unido a la comunión de Liberio. Habiendo vuelto este Papa del lugar de su destierro, se sirvió de los consejos y de la habilidad de nuestro santo en todos los negocios espinosos de la Iglesia.

Habiendo muerto el Papa Liberio el año 366, no se encontró sujeto más digno que Dámaso para ocupar la Santa Sede. Fue elegido por la mayor y más sana parte del clero romano a los 62 años de su edad, y sin embargo de su resistencia, fue consagrado solemnemente en la Basílica de Lucina. Algunos del pueblo y del clero, cuyas costumbres estaban tan corrompidas como su espíritu, no se acomodaron a esta elección. Uno de los principales diáconos de la Iglesia romana, llamado Ursicino, lleno de una ambición desmedida, no pudiendo sufrir que se le hubiese preferido a Dámaso, agavilló una tropa de sediciosos y de gentes despreciables en una Iglesia de Roma, y habiendo sobornado a Pablo, obispo de Tivoli, hombre grosero e ignorante, le obligó a que le ordenara obispo de Roma.

Por más irregular e indigna que fuese esta acción, no dejó el antipapa de formarse un poderoso partido, el que en poco tiempo vino a parar en una sedición y tumulto, en que hubo 137 personas muertas, sin que el Papa tuviese en ello la menor parte, ofreciéndose de todo corazón a renunciar al pontificado, si era necesario para aplacar estas turbaciones. Pero Juvenco, prefecto de Roma, envió desterrado a Ursicino y a los diáconos Amancio y Lupo, sus principales favorecedores; con lo que San Dámaso quedó tranquilo en su silla. Más no duró mucho la calma. Los del partido del antipapa no cesaban de importunar a el emperador Valentiniano, para que mandara que se levantase el destierro a aquel cismático. El emperador, demasiado fácil, consintió en ello; pero no bien había llegado a Roma Ursicino, cuando comenzó a alborotar más que antes; lo que obligó al emperador a desterrarle dos meses después a las Galias con todos sus adherentes; y con su destierro quedaron en paz la Iglesia y el Estado.

Aunque la serveridad de la disciplina eclesiástica que el Papa hacía guardar en la Iglesia hubiese dado ocasión al cisma, el Papa no aflojó en nada de su justa rigidez, especialmente tocante a la prohibición que se había intimado a todos los eclesiásticos y religiosos de meterse en las casas de las viudas y en las de las dondellas huérfanas, y de recibir algún don de las mujeres que dirigían. El emperador había autorizado esta prohibición con un edicto, y el Papa tenía un gran cuidado de hacerle observar sin dispensa.

En el año 370, juntó Dámaso en Roma un Concilio de muchos obispos, para ver cómo se había de socorrer a los que habían caído en el arrianismo tanto en oriente como en occidente. Ursacio de Singuidon, y Valente de Mursa, dos obispos de llírico, herejes declarados, fueron condenados en el Concilio. El Papa dio noticia de esta determinación a San Atanasio, que era el azote de los arrianos y el blanco de su odio y de sus inquietudes. El Santo Patriarca juntó un Concilio de 90 obispos en Alejandría, y en nombre de todos dio gracias al Papa por su celo y solicitud pastoral; añadiéndole que esperaban trataría a Aujencio, obispo arriano, e intruso en la silla de Milán, como había tratado a Valente y a Ursacio. No se engañó en su esperanza, porque habiendo juntado San Dámaso en Roma un segundo Concilio de 93 obispos de diferentes países el año 373, Aujencio y todos sus adherentes fueron condenados y excomulgados: se confirmó en él la de Nicea, y todo lo que se había hecho en perjuicio de ella en la asamblea de Rimini se declaró por nulo.

Habiendo muerto el gran Atanasio el año 373, Pedro su sucesor, echado de su silla por los arrianos, vino a refugiarse a Roma, donde permaneció casi cinco años cerca del Papa. Habiendo muerto, en este tiempo el emperador Valentiniano I, los del partido del antipapa Ursicino renovaron sus turbaciones en Roma. Los luciferianos, otros cismáticos desterrados de Roma por un rescripto del difunto emperador, no dejaban de inquietar y de ejercitar el celo de nuestro Santo. Los Donatistas tenían su partido en Roma.

En ese tiempo fue cuando San Optato, obispo de Milevi, publicó su grande obra contra todos estos cismáticos; en la cual, queriendo demostrar la unidad de la Iglesia por la sucesión continuada de los obispos de Roma, la que es el centro de esta unidad, hace un catálogo de los Papas, empezando por San Pedro y terminándole en San Dámaso: "El cual es hoy nuestro hermano, dice, con quien todo el mundo mantiene comunión, así como nosotros por el comercio de las epístolas o cartas formadas".

El año 377 tuvo el Papa Dámaso un concilio en Roma, en que condenó al heresiarca Apolinario y a su discípulo Timoteo, que portaba como obispo de Alejandría, deponiéndole a entrambos. Hasta entonces se había gloriado de tener comunión con el Papa San Dámaso este heresiarca, pero el Papa declaró públicamente que los había separado a todos de su comunión, y por consiguiente de la comunión con la Santa Sede.

San Jerónimo se alegró tanto de esta resolución que le escribió al Papa en estos términos: "Como yo hago profesión, Santísimo Padre, de no seguir a otro capitán que a Jesucristo, estoy inviolablemente unido a la comunión de Vuestra Santidad, que es decir, de la Cátedra de San Pedro. Sé que la Iglesia ha sido edificada sobre esta piedra; cualquiera que come el cordero fuera de esta casa, es profano; el que no está dentro del arca de Noé, perecerá en el diluvio. No pudiendo consultaros a toda hora, me arrimo a vuestros hermanos como una pequeña barca a los grandes herejes. No conozco a Vital; desecho a Melecio; no quiero saber quién es Paulino; cualquiera que no congrega con Vos, esparce y disipa; quiero decir, al que no está por Jesucristo le pongo en el partido del anticristo. Os conjuro que me autoricéis con vuestras cartas si debo o no decir una o tres Hipostases; por sustancia o naturaleza. Os suplico igualmente que señaléis con quiénes debo comunicar en Antioquía".

El antipapa Ursicino ganó a un judío llamado Isaac, quien tuvo el atrevimiento de calumniar al Papa ante el emperador; pero habiéndose decubierto la calumnia, el judío fue severamente castigado, y desterrado a un paraje en España. Queriendo el emperador Teodosio que reinara en todo el Imperio la conformidad de la fe que enseñaba el Papa Dámaso. El Papa tuvo un Concilio en Aquileya el año 381, en que condenó a Paladio y a Secundiano, obispos de llírico.

El Papa se aplicó con el mismo celo a reformar las costumbres. Habiendo ido a Roma el heresiarca Prisciliano con sus principales discípulos para justificarse ante él, lejos de oír sus disculpas, no quiso ni verlos. Con el mismo vigor se opuso en el Senado al restablecimiento del altar de la Victoria, encargándose él mismo de la representación de los senadores cristianos contra los senadores paganos, la que envió a San Asambrosio, y tuvo todo el efecto que se había deseado.

San Jerónimo le había consultado al Papa sobre varias cuestiones de la Escritura, y le había ya empeñado a corregir la versión latina antigua del Nuevo Testamento, para hacerla conforme al griego, con cuyo motivo hizo una nueva versión latina de todo el Antiguo sobre el hebreo; y esta es la versión que la Iglesia latina adoptó después para el uso público, y que se llama Vulgata.

Dámaso arregló la salmodia, e hizo que en occidente se cantaran los Salmos del rey David según la corrección de los setenta, que San Jerónimo había hecho por su orden. Edificó dos iglesias en Roma, adornó el sitio donde habían reposado largo tiempo los cuerpos de los bienaventurados apóstoles San Pedro y San Pablo, cuyo sitio se llama Platonia. Hizo construir un magnífico baptisterio, y expuso muchos cuerpos de Santos a la veneración pública.

Después de haber vivido 80 años, y gobernado la Iglesia 18 años, murió con la muerte de los Santos el día 11 de diciembre del año 384. Su muerte fue seguida de un gran número de milagros que hicieron ver bastantemente cuán preciosa había sido delante de Dios. Fue enterrado en una de las iglesias que había hecho edificar en las catacumbas en el camino de Ardea. San Jerónimo hace de él un magnífico elogio, le llama amante de la castidad, doctor vírgen de la Iglesia vírgen, hombre excelente y hábil en las Santa Escrituras; y Teodoreto nos lo representa como un Pontífice de una eminente santidad, y uno de los más grandes y más santos Papas de la Iglesia.
3 de diciembre: San Francisco Javier


El Papa Pío X nombró a San Francisco Javier como Patrono de todos los
misioneros porque fue si duda uno de los misioneros más grandes que han
existido. Ha sido llamado: "El gigante de la historia de las... Ver más
Foto: 3 de diciembre: San Francisco Javier

El Papa Pío X nombró a San Francisco Javier como Patrono de todos los misioneros porque fue si duda uno de los misioneros más grandes que han existido. Ha sido llamado: "El gigante de la historia de las misiones". La oración del día de su fiesta dice así: "Señor, tú has querido que varias naciones llegaran al conocimiento de la verdadera religión por medio de la predicación de San Francisco Javier...". Esto es un gran elogio.
Empezó a ser misionero a los 35 años y murió de sólo 46. En once años recorrió la India (país inmenso), el Japón y varios países más. Su deseo de ir a Japón era tan grande que exclamaba: "si no consigo barco, iré nadando". Fue un verdadero héroe misional.

Francisco nació cerca de Pamplona (España) en el castillo de Javier, en el año 1506. Su verdadero completo era Francisco de Jasso Azpilcueta Atondo y Aznares de Javier. Era de familia que había sido rica, pero que a causa de las guerras había venido a menos. Desde muy joven tenía grandes deseos de sobresalir y de triunfar en la vida, y era despierto y de excelentes cualidades para los estudios. Dios lo hará sobresalir pero en santidad.

Fue enviado a estudiar a la Universidad de París, y allá se encontró con San Ignacio de Loyola, el cual se le hizo muy amigo y empezó a repetirle la famosa frase de Jesucristo: "¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si se pierde a sí mismo?" Este pensamiento lo fue liberando de sus ambiciones mundanas y de sus deseos de orgullo y vanidad, y lo fue encaminando hacia la vida espiritual. Aquí se cumplió a la letra la frase del Libro del Eclesiástico: "Encontrar un buen amigo es como encontrarse un gran tesoro". La amistad con San Ignacio transformó por completo a Javier.

Francisco fue uno de los siete primeros religiosos con los cuales San Ignacio fundó la Compañía de Jesús o Comunidad de Padres Jesuitas. Ordenado Sacerdote colaboró con San Ignacio y sus compañeros en enseñar catecismo y predicar en Roma y otras ciudades.

El Sumo Pontífice pidió a San Ignacio que enviara algunos jesuitas a misionar en la India. Fueron destinados otros dos, pero la enfermedad les impidió marchar, y entonces el santo le pidió a Javier que se quisiera embarcar para tan remotas tierras. Él obedeció inmediatamente y emprendió el larguísimo viaje por el mar. En el barco aprovechó esas interminables semanas, para catequizar lo más posible a los marineros y viajeros. Con San Javier empezaron las misiones de los jesuitas.

Son impresionantes las distancias que Francisco Javier recorrió en la India, Indostán, Japón y otras naciones. A pie, solamente con el libro de oraciones, como único equipaje, enseñando, atendiendo enfermos, obrando curaciones admirables, bautizando gentes por centenares y millares, aprendiendo idiomas extraños, parecía no sentir cansancio. Por las noches, después de pasar todo el día evangelizando y atendiendo a cuanta persona le pedía su ayuda, llegaba junto al altar y de rodillas encomendaba a Dios la salvación de esas almas que le había encomendado. Si el sueño lo rendía, se acostaba un rato en el suelo junto al sagrario, y después de dormir unas horas, seguía su oración. De vez en cuando exclamaba: "Basta Señor: si me mandas tantos consuelos me vas a hacer morir de amor". Con razón su palabra tenía efectos fulminantes para convertir. Era que llegaba precedida de muchas oraciones y acompañada de costosos sacrificios. Algunas noches no era capaz de levantar su mano derecha. Tan cansada estaba de tanto bautizar a los que se habían convertido con sus predicaciones.

La gente lo consideraba un verdadero santo y le llevaban sus enfermos para que los bendijera. Cuando se conseguían curaciones milagrosas, él consideraba que esto se debía a otras causas y no a su santidad, o a su poder de intercesión,

Desde 1510 Goa era una ciudad portuguesa en la India. Y allá puso su centro de evangelización nuestro santo (en esa ciudad se conservan ahora sus restos). A los portugueses se les había olvidado que eran cristianos y lo único que les interesaba era enriquecerse y divertirse. Así que tuvo el misionero que dedicarse con todas sus fuerzas y su gran ascendiente a volver fervorosos otra vez a aquellos comerciantes sin conciencia y sin escrúpulos (él decía en una de sus cartas: "estoy aterrado de la variedad tan monstruosa de acciones que tienen estos hombres para poder robar").

Empezó a ganarse la buena voluntad de las gentes con su gran amabilidad (a uno de sus compañeros le escribía: "hágase amar y así logrará influir en ellos. Si emplea la amabilidad y el buen trato verá que consigue efectos admirables"). Estableció clases de catecismo para niños y adultos. Popularizó la costumbre de confesarse y comulgar. Enseñaba la religión por medio de hermosos cantos que los fieles repetían con verdadero gusto.

Por 13 veces consecutivas hizo larguísimos viajes por la nación enseñando la religión cristiana a esos paganos que nunca habían oído hablar de ella. Los de las clases altas (los brahamanes) no le hicieron caso, pero los de las clases populares se convertían por montones. En cada región dejaba catequistas para que siguieran instruyendo a la gente, y de vez en cuando les enviaba a algún jesuita para enfervorizarlos. Esas gentes nunca habían oído hablar de Jesucristo ni de sus maravillosas enseñanzas.

Francisco se esmeraba por asemejarse lo más posible a la vida pobre de las gentes que le escuchaban. Comía como ellos, simplemente arroz. En vez de bebidas finas sólo tomaba agua. Dormía en una pobre choza, en el suelo. Se ganaba la simpatía de los niños y a ellos les enseñaba las bellas historias de la S. Biblia, recomendándoles que cada uno las contara en su propia casa, y así el mensaje de nuestra religión llegaba a muchos sitios.

Visitó muchas islas y en cada una de ellas enseñó la religión cristiana. Sus viajes eran penosos y sumamente duros, pero escribía: "En medio de todas estas penalidades e incomodidades, siento una alegría tan grande y un gozo tan intenso que los consuelos recibidos no me dejan sentir el efecto de las duras condiciones materiales y de la guerra que me hacen los enemigos de la religión". Podría repetir la frase de San Pablo: "Sobreabundo en gozo en medio de mis tribulaciones".

Dispuso irse a misionar al Japón pero resultó que allá lo despreciaban porque vestía muy pobremente (y en cambio en la India lo veneraban por vestir como los pobres del pueblo). Entonces se dio cuenta de que en Japón era necesario vestir con cierta elegancia. Se vistió de embajador (y en realidad el rey de Portugal le había conferido el título de embajador) y así con toda la pompa y elegancia, acompañado de un buen grupo de servidores muy elegantes y con hermosos regalos se presentó ante el primer mandatario. Al verlo así, lo recibieron muy bien y le dieron permiso para evangelizar. Logró convertir bastantes japoneses, y se quedó maravillado de la buena voluntad de esas gentes.

Su gran anhelo era poder misionar y convertir a la gran nación china. Pero allá estaba prohibida la entrada a los blancos de Europa. Al fin consiguió que el capitán de un barco lo llevara a la isla desierta de San Cian, a 100 kilómetros de Hong – Kong, pero allí lo dejaron abandonado, y se enfermó y consumido por la fiebre, en un rancho tan maltrecho, que el viento entraba por todas partes, murió el tres de diciembre de 1552, pronunciando el nombre de Jesús. Tenía sólo 46 años. A su entierro no asistieron sino un catequista que lo asistía, un portugués y dos negros.

Cuando más tarde quisieron llevar sus restos a Goa, encontraron su cuerpo incorrupto (y así se conserva). Francisco Javier fue declarado santo por el Sumo Pontífice en 1622 (junto con Santa Teresa de Avila, San Ignacio de Loyola, San Felipe Neri y San Isidro Labrador).
2 de diciembre: Santa Barbara


Según la tradición cristiana, habría nacido en Nicomedia, cerca del mar
de Mármara, hija de un rey sátrapa de nombre Dióscoro, quien la encerró
en una torre. El motivo del encierro pudo haber sido para evitar ... Ver más
Foto: 2 de diciembre: Santa Barbara

Según la tradición cristiana, habría nacido en Nicomedia, cerca del mar de Mármara, hija de un rey sátrapa de nombre Dióscoro, quien la encerró en una torre. El motivo del encierro pudo haber sido para evitar que los hombres admiraran su belleza y la sedujeran, o para evitar el proselitismo cristiano. Durante una ausencia de su padre, Bárbara se convirtió al cristianismo, y mandó construir tres ventanas en su torre, simbolizando la Santísima Trinidad. Su padre se enteró del significado del simbolismo de estas ventanas y se enfadó, queriendo matarla. Por eso, Bárbara huyó y se refugió en una peña milagrosamente abierta para ella. Atrapada pese al milagro, se enfrenta a su destino.
Su martirio fue el mismo que el de San Vicente Mártir: habría sido atada a un potro, flagelada, desgarrada con rastrillos de hierro, colocada en un lecho de trozos de cerámica cortantes y quemada con hierros al fuego. Finalmente, el mismo rey Dióscoro la envió al juez, quien dictó la pena capital por decapitación. Su mismo padre fue quien la decapitó en la cima de una montaña, tras lo cual un rayo lo alcanzó, dándole muerte también.

Las reliquias fueron trasladadas a Venecia en tiempos del dogo Pedro II Orseolo (991 – 1009), por María Argyropoula, una princesa bizantina posiblemente hermana de Romano III, que se había casado con el hijo del dogo, Juan. Las reliquias de la santa quedaron en la iglesia griega y en 1108 una princesa griega de nombre Bárbara se casó con el príncipe de Kiev, Sviatopolk Iziaslavovich. Ella trajo consigo las reliquias que fueron colocados en el monasterio Michailovsky-Zlatoverj en Kiev. En la época de los desastres napoleónicos, las sagradas reliquias fueron llevadas al templo de San Martín de la isla de Murano, donde se custodian aun hoy. Una parte de las reliquias de la mártir Santa Bárbara que se hallaban en la iglesia de San Marcos, en Venecia, fueron depositadas en el santuario de santa Bárbara, perteneciente a la diaconía apostólica y ubicado en el municipio del Ática del mismo nombre, por el arzobispo de Atenas, y toda Grecia, Christódoulos.
1 de diciembre: San Eloy de Rouen

San Eloy fue el más famoso orfebre de Francia en el siglo VII (orfebre es el que labra objetos de plata u oro).

Dios le concedió desde muy pequeño unas grandes cualidades para trabajar con mucho arte el o... Ver más
Foto: 1 de diciembre: San Eloy de Rouen

San Eloy fue el más famoso orfebre de Francia en el siglo VII (orfebre es el que labra objetos de plata u oro).

Dios le concedió desde muy pequeño unas grandes cualidades para trabajar con mucho arte el oro y la plata. Nació en el año 588 en Limoges (Francia). Su padre, que era también un artista en trabajar metales, se dio cuenta de que el niño tenía capacidades excepcionales para el arte y lo puso a aprederlo bajo la dirección de Abon, que era el encargado de fabricar las monedas en Limoges.

Cuando ya aprendió bien el arte de la orfebrería se fue a París y se hizo amigo del tesorero del rey. Clotario II le encomendó a Eloy que le fabricara un trono adornado con oro y piedras preciosas. Pero con el material recibido el joven artista hizo dos hermosos tronos. El rey quedó admirado de la honradez, de la inteligencia, la habilidad y las otras cualidades de Eloy y lo nombró jefe de la casa de moneda (todavía se conservan monedas de ese tiempo que llevan su nombre).

Nuestro santo fabricó también los preciosos relicarios en los cuales se guardaron las reliquias de San Martín, San Dionisio, San Quintín, Santa Genoveva y San Germán. La habilidad del artista y su amistad con el monarca hicieron de él un personaje muy conocido en su siglo.

Eloy se propuso no dejarse llevar por las costumbres materialistas y mundanas de la corte. Y así, aunque vestía muy bien, como alto empleado, sin embargo era muy mortificado en el mirar, comer y hablar. Y era tan generoso con los necesitados que cuando alguien preguntaba: "¿Dónde vive Eloy?", le respondían: "siga por esta calle, y donde vea una casa rodeada por una muchedumbre de pobres, ahí vive Eloy".

Un día Clotario le pidió a nuestro santo que como todos los demás empleados jurara fidelidad al rey. Él se negaba porque había leído que Cristo recomendaba: "No juren por nada". Y además tenía miedo de que de pronto al monarca se le antojara mandarle cosas que fueran contra su conciencia. Al principio el rey se disgustó, pero luego se dio cuenta de que un hombre que tenía una conciencia tan delicada no necesitaba hacer juramentos para portarse bien.

Eloy se propuso ayudar a cuanto esclavo pudiera. Y con el dinero que conseguía pagaba para que les concedieran libertad. Varios de ellos permanecieron ayudándole a él durante toda su vida porque los trataba como un bondadoso padre.

Al santo le llamaba mucho la atención alejarse del gentío a dedicarse a rezar y meditar. Y entonces el nuevo rey Dagoberto le regaló un terreno en Limousin, donde fundó un monasterio de hombres. Luego el rey le regaló un terreno en París y allá fundó un monasterio para mujeres. Y a sus religiosos les enseñaba el arte de la orfebrería y varios de ellos llegaron a ser muy buenos artistas. Al cercar el terreno que el rey le había regalado en París, se apropió de unos metros más de los concedidos, y al darse cuenta fue donde el monarca a pedirle perdón por ello. El rey exclamó: "Otros me roban kilómetros de terreno y no se les da nada. En cambio este bueno hombre viene a pedirme perdón por unos pocos metros que se le fueron de más". Con esto adquirió tan grande aprecio por él que lo nombró embajador para tratar de obtener la paz ante un gobierno vecino que le quería hacer la guerra.

Por sus grandes virtudes fue elegido obispo de Rouen, y se dedicó con todas sus energías a obtener que las gentes de su región se convirtieran al cristianismo, porque en su mayoría eran paganas. Predicaba constantemente donde quiera que podía. Al principio aquellos bárbaros se burlaban de él, pero su bondad y su santidad los fueron ganando y se fueron convirtiendo. Cada año el día de Pascua bautizaba centenares de ellos. Se conservan 15 sermones suyos, y en ellos ataca fuertemente a la superstición, a la creencia en maleficios, sales, lectura de naipes o de las manos, y recomienda fuertemente dedicar bastante tiempo a la oración, asistir a la Santa Misa y comulgar; hacer cada día la señal de la cruz, rezar frecuentemente el Credo y el Padrenuestro y tener mucha devoción a los santos. Insistía muchísimo en la santificación de las fiestas, en asistir a misa cada domingo y en descansar siempre en el día del Señor. Prohibía trabajar más de dos horas los domingos.

Cuando ya llevaba 19 años gobernando a su diócesis, supo por revelación que se le acercaba la hora de su muerte y comunicó la noticia a su clero. Poco después le llegó una gran fiebre. Convocó a todo el personal que trabajaba en su casa de obispo y se despidió de ellos dándoles las gracias y prometiéndoles orar por cada uno. Todos lloraban fuertemente y esto lo conmovió a él también. Y el 1º. de diciembre del año 660 murió con la tranquilidad de quien ha dedicado su vida a hacer el bien y a amar a Dios.
Hermanos,
les pido una gran disculpa por no haber publicado en mas de un mes. La
escuela y el trabajo realmente me estan afectando. Pero con la ayuda de
Dios y de los santos seguire con esta pagina. Dios los bendiga a todos.
27 de noviembre: Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa


En la calle del Bac, número 140, en pleno centro de París, está la casa
madre de la Compañía de las Religiosas Hijas de la Caridad, que
fundaran san Vicente de Paúl y santa Luisa de M... Ver más
Foto: 27 de noviembre: Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa

En la calle del Bac, número 140, en pleno centro de París, está la casa madre de la Compañía de las Religiosas Hijas de la Caridad, que fundaran san Vicente de Paúl y santa Luisa de Marillach.

En esta casa habitaba en 1830 una novicia llamada sor Catalina Labouré, a quien la Santísima Virgen confió un mensaje salvador para todos los que con confianza y fervor lo aceptaran y practicaran.

Leamos el mensaje escrito por la misma santa Catalina Labouré.

"La noche del 18 de julio de 1830, a eso de las 23'30, me oí llamar: "¡Sor Labouré, sor Labouré!" Desperté y miré el lado de donde venía la voz, y veo un niño vestido de blanco, de unos 4 a 5 años, que me dice: "VENGA A LA CAPILLA." Me levanté y guiada por el niño me fui a la capilla: la puerta se abrió apenas el niño la tocó con la mano. Sentada en un sillón, junto al altar, estaba la Virgen. Yo dudaba que fuese la Virgen. Pero el niño me dijo: "¡ESA ES LA SANTA VIRGEN!" Entonces la miré y di un salto hacia ella, arrodillándome a sus pies y poniendo las manos sobre sus rodillas. Me dijo:

"HIJA MíA, EL BUEN DIOS QUIERE ENCOMENDARTE UNA MISIÓN. TENDRÁS MUCHAS PENAS QUE SUPERARÁS, PENSANDO QUE LO HACES POR LA GLORIA DEL BUEN DIOS.

VENID A LOS PIES DE ESTE ALTAR: AQUÍ SE DISTRIBUIRÁN LAS GRACIAS A TODOS CUANTOS LAS PIDAN CON CONFIANZA Y FERVOR."

La Virgen mostró su deseo de que se fundara la Asociación de las Hijas de María, para celebrar el mes de mayo a ella dedicado, con gran solemnidad. Me dijo: "YO GUSTO MUCHO DE ESAS FIESTAS Y CONCEDO MUCHAS GRACIAS."

Dijo esto y desapareció por el lado de la tribuna.

Me alcé de las gradas del altar y observé al niño donde lo había dejado. Me dijo: "SE HA IDO."

Volví al lecho a las 2 de la mañana, oí dar la hora, pero ya no me dormí. "

Leamos la aparición y el mensaje que en ella se nos comunica, escrito por la misma santa Catalina Labouré.

El día 27 de noviembre de 1830, a las 5'30 de la tarde, en medio de un profundo silencio, de nuevo la Virgen se le aparece a sor Catalina Labouré, al pie del mismo altar, de pie sobre la esfera del mundo a sus plantas con un globo en las manos, y le dijo:

""ESTE GLOBO QUE VES REPRESENTA EL MUNDO ENTERO Y CADA ALMA EN PARTICULAR."

La figura de la Santísima Virgen estaba llena de tanta belleza, que yo no podría describirla.

Advertí que sus dedos se llenaban de anillos y piedras preciosas, y los rayos de luz que de ellos salían se difundían por todas partes.

Se me dijo:

"ESTOS RAYOS DE LUZ SON EL SÍMBOLO DE LAS GRACIAS QUE LA SANTÍSIMA VIRGEN CONCEDE A TODOS LOS QUE SE LAS PIDEN."

Se formó un cuadro un poco ovalado alrededor de la Santísima Virgen con una inscripción con letras de oro que decía:

iOH MARÍA SIN PECADO CONCEBIDA, ROGAD POR NOSOTROS QUE RECURRIMOS A VOS!

"HAZ ACUÑAR UNA MEDALLA IGUAL A ESTE MODELO. TODAS LAS PERSONAS QUE LA LLEVEN CON CONFIANZA, COLGADA AL CUELLO, RECIBIRÁN GRANDES GRACIAS.""

En el reverso de la medalla debía colocarse la letra M y encima una cruz, añadiendo en la parte inferior dos corazones: uno coronado de espinas y otro traspasado por una espada. Símbolo de los corazones de Jesús y de María.

Una vez acuñada la medalla, y propagada profusamente, los acontecimientos dieron pruebas del origen divino de su mensaje.

A vista de los hechos extraordinarios, el Arzobispo de París Mons. de QUELEN mandó hacer una investigación oficial sobre el origen y los hechos de la Medalla de la Calle del Bac. He aquí la conclusión:

"La rapidez extraordinaria con la cual esta medalla se ha propagado, el número prodigioso de medallas que han sido acuñadas y distribuidas, los hechos maravillosos y las Gracias singulares que los fieles han obtenido con su confianza parecen verdaderamente los signos por los cuales el Cielo ha querido confirmar la realidad de las apariciones, veracidad del relato de la vidente y la difusión de la
medalla".

Y en Roma, en 1846, como consecuencia de la ruidosa conversión del Judío Alfonso de Ratisbona, el Papa Gregorio XVI confirmaba con toda su autoridad las conclusiones del Arzobispo de París.

Llevar la santa medalla es proclamar nuestra fe en la súplica de la Santísima Virgen María, como medianera universal ante la presencia de Dios.

La Medalla, Milagrosa es conocida en el mundo entero . Pero con frecuencia se ignora que las apariciones de la Capilla de la Calle del Bac prepararon los grandes acontecimientos de Lourdes.
"La Señora de la Gruta se me ha aparecido tal como está representada en la Medalla Milagrosa", declaró Santa Bernadita. que llevaba al cuello la Medalla de la Calle del Bac.

La invocación de la Medalla. . "OH MARÍA SIN PECADO CONCEBIDA, ROGAD POR NOSOTROS QUE RECURRIMOS A VOS", difundida por todas partes por la Medalla Milagrosa, suscitó el gran movimiento de fe que "movió al Papa Pío IX en 1854, a definir el dogma de la Inmaculada Concepción. Cuatro años después,. la aparición de Massabielle confirmaba de manera inesperada la definición de Roma.

En 1954, con ocasión del centenario de esta definición, la Santa Sede hizo acuñar una medalla conmemorativa. En el reverso de la misma, la imagen de la Medalla Milagrosa y la de la gruta de Lourdes, asociadas estrechamente, ponían de relieve el lazo íntimo que une las dos apariciones de la Virgen con la definición de¡ dogma de la Inmaculada Concepción..

Lo, mismo que Lourdes es una fuente inagotable de Gracias, la Medalla Milagrosa es siempre el instrumento de la incansable bondad de la Santísima Virgen con todos los pecadores y desdichados de la tierra.

Los Cristianos que sepan meditar su significado encontrarán en ella el simbolismo de toda la doctrina de la Iglesia sobre el lugar providencia¡ que María ocupa en la Redención, y en particular su mediación universal.
24 de octubre: San Antonio Maria Claret


Nacio en Sallent, España, el 23 de diciembre de 1807. Quinto hijo de
Juan Claret y de Josefa Clarà, fue bautizado como Antonio, y solamente
más tarde, en su ordenación episcopal, incluirá el nombre d... Ver más
Foto: 24 de octubre: San Antonio Maria Claret

Nacio en Sallent, España, el 23 de diciembre de 1807. Quinto hijo de Juan Claret y de Josefa Clarà, fue bautizado como Antonio, y solamente más tarde, en su ordenación episcopal, incluirá el nombre de María en el suyo por devoción a la madre de Jesucristo. San Antonio María Claret iba con frecuencia con su hermana Rosa a llevarle flores a una capilla. Trabajó en los telares de su padre desde los doce años. Ya con diecisiete, su padre lo envía a la escuela Comercial de La Lonja en Barcelona para apoyar su carrera como industrial textil. A pesar de su prometedor futuro, después de cuatro años regresa a Sallent, su pueblo natal, e ingresa en el seminario de Vich con 22 años. Su primera intención es hacerse cartujo, pero no la llevará a cabo. Se ordenó finalmente sacerdote en 1835 en Solsona. En 1839 viaja a Roma con la intención de ingresar en la Propaganda Fide (Propagación de la Fe) y prepararse para convertirse en misionero, pero un año después regresa a España por motivos de salud.

De nuevo en Cataluña, se le confía la parroquia de Viladrau. Viajará mucho por las tierras catalanas entre 1843 y 1847 hasta que es enviado por el obispado a Canarias. En 1848 fundó la Librería Religiosa, a través de la cual intenta luchar a favor de la fidelidad a la religión católica dentro del país. En 1849 regresa a Vich, donde funda la Congregación de los Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María junto con los sacerdotes Esteve Sala, Josep Xifré, Manuel Vilaró, Domènec Fábregas y Jaume Clotet y casi inmediatamente recibe la notificación de su nombramiento como arzobispo de Santiago de Cuba, el 20 de mayo de 1850, a donde se traslada un año después. Fue consagrado el 6 de octubre de 1850 por Llucià Casadevall Duran, obispo de Vich, actuando como co-consagrantes Josep Domènec Costa i Borràs, obispo de Barcelona, y Florencio Costa y Montón, obispo de Gerona.

En Cuba, con la madre María Antonia París, fundó el Inmaculado Corazón de María en 1855. En 1856 sufre un atentado durante una visita a Holguín y un año más tarde vuelve a España al ser nombrado confesor de la reina Isabel II. La reina lo elige también como protector de la iglesia y del hospital de Montserrat de Madrid, y en 1859 Presidente de El Escorial. Además ostentará el título, un tanto honorífico, de arzobispo de Trajanópolis in partibus infidelium (en país de infieles).

Con motivo de la revolución de 1868 tiene que exiliarse a París junto con la reina, donde funda las Conferencias de la Sagrada Familia.

En 1869 participa en la preparación del Concilio Vaticano I, en el que interviene defendiendo la infalibilidad pontificia. Posteriormente se traslada a la comunidad que sus misioneros tienen en Prades (Francia), pero tendrá que refugiarse en la abadía de Fontfroide al ser perseguido por motivo de sus vínculos políticos con la corte de Isabel II. Allí fallece a los 63 años, el 24 de octubre de 1870. Sus restos mortales se trasladaron a Vich en 1897. Es beatificado por Pío XI el 25 de febrero de 1934 y canonizado por Pío XII el 7 de mayo de 1950.

Dentro de la hagiografía del santo, se suelen destacar como un hecho importante su obsesión infantil por la eternidad. Se cita así frecuentemente que solía repetir en su cabeza las palabras: "Siempre…siempre…jamás…jamás!". Otro momento que se destaca es cuando en una misa escuchó las palabras del Evangelio: "¿De qué le aprovecha al hombre ganar todo el mundo, si finalmente pierde su alma?" (Autobiografía, 68), que le hace consultar al padre Pablo Amigó de la Congregación del Oratorio de San Felipe Neri. "Hijo mío"- le contesta el religioso- "tu deseo es bueno. Es el Señor el que te lo inspira….". La conversación le satisface y se impone la obligación de estudiar latín sin abandonar en un primer momento sus ocupaciones habituales. También entra dentro de esta categoría su salvamento supuestamente milagroso cuando se cayó al mar desde una peña y, ya que no sabía nadar, se encomendó a la Virgen María. Su recuperación tras el atentado de Holguín, el día antes de la fiesta de la Purificación de la Virgen se atribuye también a la intercesión mariana.

La biografía del padre Claret está profundamente influenciada por la historia de la época. Así, su marcha a Roma en 1839 coincide con el fin de la Primera Guerra Carlista, en la que Cataluña y su clero apoyan al pretendiente Carlos María Isidro de Borbón en nombre de Cristo Rey, con la promesa de la vuelta al foralismo. De igual manera, es destinado posteriormente a Canarias durante el final de la guerra de los matiners, que prendió en Cataluña después de la crisis agraria e industrial de 1846 solapándose en el tiempo con el fracaso del arreglo matrimonial entre Isabel II y el pretendiente Carlos Luis de Borbón y Braganza, hijo del anterior, y que a veces se denomina Segunda Guerra Carlista. Antonio Claret era un personaje conocido en Cataluña y de gran influencia en los feligreses, que acudían a escuchar sus sermones realizados en su propia lengua, el catalán, incluso desde algún balcón de la plaza pública de los pueblos que visitaba, al ser las iglesias demasiado pequeñas. Para que fuera autorizada la predicación en lengua vernácula se dirigió personalmente a la reina Isabel II diciéndole: "Nosotros predicamos en español y ellos se condenan en catalán". Su apasionada defensa de la fe despertó sin embargo oposición por parte de aquellos campesinos que veían en el clero un valedor de las antiguas estructuras sociales.

Una vez en Cuba, se ganó la enemistad de muchos ya que predicó la igualdad de los negros y los blancos, frente a la postura de otros clérigos que toleraban la esclavitud en ese país. No obstante, en lo demás Antonio siguió siendo un prelado conservador que creía que Cuba podía ser libre bajo la Corona Española, aunque intercedió a favor de los insurrectos independentistas de Joaquín de Agüero, con lo que se valió opositores y simpatizantes en todos los sectores políticos de la isla. El atentado de Holguín se produce, pues, en este contexto.

En España, el padre Claret contribuyó en gran medida a revivir el espíritu evangélico en un país en el que no bastaba el Estado para el mantenimiento de la unidad católica frente a la difusión de las ideas liberales y reformadoras que empezaron a asomar en la década de 1830 y parecen triunfar efímeramente en la revolución de 1868. Sin embargo, la influencia del catolicismo pervivirá mediante la presión y el poder social de la Iglesia y sobre todo mediante la educación católica. Las giras misioneras de Claret se iniciaron en los tiempos convulsos de la oposición de los gobernantes liberales a una Iglesia comprometida con el Carlismo y que ha sido objeto de la desamortización de Mendizábal, de asesinatos de sus monjes –como en julio de 1835-, la intimidación de sacerdotes por parte de las autoridades locales y de sacrilegios en los templos por parte de sectores anticlericales procedentes de la clase obrera. Estas giras tuvieron un éxito enorme: se decía que se habían vendido más de cuatro millones de ejemplares de su Catecismo de la doctrina cristiana (1848) (Mariano Aguilar).

Desde que es nombrado confesor de la reina Isabel II en 1857 incita a la aristocracia a emprender obras piadosas y de caridad recordándoles el peligro de una revolución social que traería la difusión del ateísmo (Carr, 280). Además se convirtió en blanco favorito de radicales y liberales por considerarle cabeza del catolicismo político. Se decía que la reina le tenía ya por santo capaz de obrar milagros y que bajo su influencia se convirtió en una beata (Carr, p. 280). Como afirma Mariano Aguilar, aconsejó en varias ocasiones a la reina que eliminase de su gobierno los principios liberales que él consideraba incompatibles con la enseñanza y los intereses de la Iglesia. Su influencia se sumó a la de la monja mística sor Patrocinio, también perteneciente al clero cortesano. Ambos fueron objetos de caricatura en el libro de los hermanos Valeriano y Gustavo Adolfo Bécquer “Los Borbones en Pelota”.

En 1858 fundó la Academia de San Miguel, con la finalidad de agrupar las fuerzas vivas de las artes plásticas, el periodismo y las organizaciones católicas, reuniendo artistas, literatos y propagandistas católicos de toda España.

El padre Claret se destacó por su actividad catequética también en el mundo del escrito, tanto en castellano como en catalán. Escribió unas 96 obras propias (15 libros y 81 opúsculos) además de realizar algunas traducciones. Sus libros incluyen el Catecisme de la Doctrina Cristiana (Dic. 1848 Barcelona, Llibreria Religiosa), Catecismo de la Doctrina Cristiana (Dic. 1848 Barcelona, Librería Religiosa), Cami Dret y Segur per Arribar al Cel (1843 Vich, Trullás), Camino recto y seguro para llegar al cielo (1846 Barcelona, Pla), que alcanzó 185 ediciones, en el que defiende firmemente el papel de la mujer como ama de casa, Reflexiones sobre la Agricultura ( Publicado en el diario "El Redactor", Santiago de Cuba,1854), Sermones de Misión (Varios tomos Barcelona 1857), Colección de pláticas dominicales (Varios tomos Barcelona, 1858), Pláticas doctrinales (1868), su Autobiografía (Escrita por Claret entre 1861-1862, en la cual habla de su vida desde su nacimiento hasta cinco años previos a su muerte en 1870. Publicada por los Misioneros Claretianos en 1915 por pirmera vez, y se han hecho varias ediciones entre 1951-2008), L´egoísmo Vinto (Roma, 1869. Traducida posteriormente al castellano en 1981 o Avisos a un sacerdote (1884).
7 de octubre: Nuestra Señora del Rosario


'Cuenta la leyenda que la Virgen se apareció en 1208 a Santo Domingo de
Guzmán en una capilla del monasterio de Prouilhe (Francia) con un
rosario en las manos, le enseñó a rezarlo y le dijo que lo ... Ver más
Foto: 7 de octubre: Nuestra Señora del Rosario 

'Cuenta la leyenda que la Virgen se apareció en 1208 a Santo Domingo de Guzmán en una capilla del monasterio de Prouilhe (Francia) con un rosario en las manos, le enseñó a rezarlo y le dijo que lo predicara entre los hombres; además, le ofreció diferentes promesas referentes al rosario. El santo se lo enseñó a los soldados liderados por su amigo Simón IV de Montfort antes de la Batalla de Muret, cuya victoria se atribuyó a la Virgen. Por ello, Montfort erigió la primera capilla dedicada a la imagen.

En el siglo XV su devoción había decaído, por lo que nuevamente la imagen se apareció al beato Alano de la Rupe, le pidió que la reviviera, que recogiera en un libro todos los milagros llevados a cabo por el rosario y le recordó las promesas que siglos atrás dio a Santo Domingo.

El rezo del Santo Rosario es una de las devociones más firmemente arraigada en el pueblo cristiano. Popularizó y extendió esta devoción el papa san Pío V en el día aniversario de la victoria obtenida por los cristianos en la batalla de Lepanto (1571), victoria atribuída a la Madre de Dios, invocada por la oración del Rosario. Más hoy la Iglesia no nos invita tanto a rememorar un suceso lejano cuanto a descubrir la importancia de María dentro del misterio de la salvación y a saludarla como Madre de Dios, repitiendo sin cesar: Ave María. La celebración de este día es una invitación a meditar los misterios de Cristo, en compañía de la Virgen María, que estuvo asociada de un modo especialísimo a la encarnación, la pasión y la gloria de la resurrección del Hijo de Dios.