viernes, 3 de abril de 2015

Semana Santa y Pascua de Resurreción

Semana Santa y Pascua de Resurreción





Semana Santa y Pascua de Resurreción

Domingo, marzo 29, Domingo de Ramos

CONMEMORACIÓN DE LA ENTRADA DEL SEÑOR EN JE RUSALÉN
En este día la Iglesia recuerda la entrada de Cristo,
el Señor, en Jerusalén para consumar su misterio pascual. Por esa
razón, en todas las misas se hace memoria de esta entrada del Señor: por
la procesión o entrada solemne antes de la Misa principal, o por la
entrada simple antes de las restantes misas.


EL DOMINGO DE RAMOS
La liturgia de este día expresa por medio de dos
ceremonias, una de alegría y otra de tristeza, los dos aspectos del
misterio de la Cruz.


Se trata primero de la bendición y procesión de las
Palmas en que todo respira un santo júbilo, el cual nos permite, aún
después de veinte siglos, revivir la escena grandiosa de la entrada
triunfal de Jesús en Jerusalén.


Luego viene la Misa, cuyos cantos y lecturas se relacionan exclusivamente con el doloroso recuerdo de la Pasión del Salvador.


BENDICIÓN DE LOS RAMOS Y PROCESIÓN.
En Jerusalén, y en el siglo IV, se leía en este
domingo, y en el lugar mismo en que se realizó, el relato evangélico que
nos pinta a Cristo aclamado por las turbas como rey de Israel, y
tomando posesión de la capital de su reino. Y, en efecto, Jerusalén era
imagen del reino de la Jerusalén celestial.


Luego, el obispo cabalgando sobre un jumento, iba
desde la cima del Monte de los Olivos hasta la Iglesia de la
Resurrección, rodeado de la muchedumbre que llevaba en la mano ramos y
cantaba himnos y antífonas.


Semejante ceremonia iba precedida de la lectura del
paso del Éxodo, relativo a la salida de Egipto. El pueblo de Dios,
acampado a la sombra de las palmeras, junto a las doce fuentes en que
Moisés les prometió el maná, era figura del pueblo cristiano que corta
ramas de palmeras y manifiesta que su Rey, Jesús, viene a liberar las
almas del pecado y a conducirlas a las fuentes bautismales para
alimentarlas después con el Maná eucarístico.


La iglesia romana, al adoptar uso tan bello hacia el
siglo IX, añadió los ritos de la bendición de los Ramos. En esa
bendición, la Iglesia implora sobre « los que moran en las habitaciones
en que se guardan, la salud del alma y cuerpo ».


Este cortejo de cristianos que, con palmas en la mano
y entonando triunfantes hosannas, aclama todos los años en el mundo
entero y a través de todas las generaciones la realeza de Cristo.


"Viendo por la fe ese hecho y su significación
roguemos al Señor que, lo que aquél pueblo hizo exteriormente, nosotros
lo cumplamos también espiritualmente, ganando la victoria sobre el
demonio".


Conservemos religiosamente en nuestras casas uno de
los ramos bendecidos. Este sacramental nos alcanzará gracias, por virtud
de la oración de la Iglesia, y afinazará nuestra fe en Jesús vencedor
del pecado y de la muerte.


Marzo 30 - Abril 5

Lunes Santo, marzo 30
" Pelea, Señor, contra los que me atacan, guerrea
contra los que me hacen guerra; empuña el escudo y la adarga, levántate y
ven en mi auxilio, Señor Dios, mi fuerte salvador." (Antifona de
Entrada, Sal 34, 1-2, Sal 139, 8)


Oración
Dios todopoderoso, mira la fragilidad de nuestra
naturaleza, y, con la fuerza de la pasión de tu Hijo, levanta nuestra
débil esperanza. Por Nuestro Señor Jesucristo.


Martes Santo, marzo 31
"No me entregues a la saña de mi adversario, porque,
se levantan contra mí testigos falsos, que respiran violencia."
(Antifona de Entrada, Sal 26, 12)


Oración
Dios todopoderoso y eterno, concédenos participar tan
vivamente en las celebraciones de la pasión del Señor, que alcancemos
tu perdón. Por Nuestro Señor Jesucristo.



Miércoles Santo, abril 1º
"Al nombre de Jesús toda rodilla se doble -en el
cielo, en la tierra, en el abismo- , porque el Señor se rebajó hasta
someterse incluso a la muerte y una muerte de cruz; por eso Jesucristo
es Señor, para gloria de Dios Padre." (Antifona de Entrada, Flp 2, 10.
8. 11)


Oración
Oh Dios, que, para librarnos del poder del enemigo;
quisiste que tu Hijo muriera en la cruz; concédenos alcanzar la gracia
de la resurrección. Por Nuestro Señor Jesucristo.



Jueves Santo, abril 2
La liturgia del Jueves Santo está toda embebida en el
recuerdo de la Redención. La función antiguamente de tres misas: La
primera, en que se reconciliaban a los públicos penitentes, la segunda,
en la cual se consagraban los Santos Óleos, y la tercera, para
conmemorar muy especialmente la institución de la Sagrada Eucaristía en
la Última Cena.


La Iglesia, celebra en la Eucaristía durante el curso
del año los todos los misterios de la vida de Jesús, se apega hoy al
recuerdo de la institución misma de este Sacramento inefable y del
Sacerdocio Católico.


Esta misa realiza de un modo muy especial la orden
dada por Jesús a sus sacerdotes de renovar la Última Cena en que Jesús,
en los momentos mismos en que tramaban su muerte, instituyó el misterio
de perpetuar entre nosotros su presencia. Por eso la Iglesia,
suspendiendo un instante su duelo, celebra el Santo Sacrificio en este
día con santo júbilo, reviste a sus ministros con ornamentos blancos y
festivos, y canta el Gloria como a vuelo de campanas, las cuales
enmudecerán hasta la Vigilia Pascual.


En la Epístola nos dice el Apóstol que la Misa es el
"Memorial de la muerte de Jesús". Era necesario el sacrificio del altar
para que pudiésemos comulgar la Víctima del Calvario y aplicarnos sus
méritos. Y así la Eucaristía, que toma todo su valor del sacrificio de
la cruz, comunica a su vez una universalidad de tiempo y de lugares. El
mismo Salvador se encarga de hacer las abluciones prescritas por los
judíos en el curso del festín (Ev), mostrándose con ello cuál es la
pureza y la caridad que Dios exige a los que quieren comulgar, para no
exponerse como Judas a ser reos del Cuerpo y Sangre del Señor (Ep).


Participemos todos hoy de este Ágape, de este festín de la Caridad. Ésa es la intención de nuestra Santa Madre Iglesia.


No dejemos de ir a recibir en este Jueves Santo la
Sagrada Víctima que se inmola en el altar, y así cumpliremos santamente
con nuestro deber; precisamente en este día se nos recuerdan los todos
los detalles de la institución del Sacerdocio y del Sacrificio
Eucarístico.



Viernes Santo, abril 3
El Viernes Santo es un día de duelo, el mayor de
todos. Cristo muere. El dominio de la muerte, consecuencia del pecado,
sobre todas nuestras vidas humanas alcanza incluso al jefe de la
humanidad, el Hijo de Dios hecho hombre.


Pero, como todos los cristianos saben, esta muerte
que Jesús ha compartido con nosotros y que fue tan atroz para él,
respondía a los designios de Dios sobre la salvación del mundo y
aceptada por el Hijo para nuestra redención. Desde entonces la cruz de
Cristo es la gloria de los cristianos. "Para nosotros toda nuestra
gloria está en la cruz de nuestro Señor Jesucristo" y, hoy, lo repite la
Iglesia y presenta la misma cruz para nuestra adoración: "He aquí el
madero de la cruz, del cual pendió la salvación del mundo". Por ello, el
Viernes Santo es al mismo tiempo que un día de luto, el día que ha
devuelto la esperanza a los hombres; él nos lleva a la alegría de la
resurrección.


La acción litúrgica con que la Iglesia celebra, por
la tarde, la redención del mundo, debería ser amada de todos los
cristianos. En este día, el recuerdo solemne de la Pasión, las grandes
oraciones en que la Iglesia ora confiada por la salvación de todos los
hombres, la adoración de la cruz y el canto de los improperios son algo
más que ritos emocionantes; es la oración y el hacinamiento de gracias
de los rescatados que, en comunidad, adquieren conciencia ante Dios de
todo lo que el misterio de la cruz representa para ellos.



Sábado de Gloria, abril 4
Durante el día del sábado, como una viuda, la Iglesia llora la muerte de su Esposo.


La Iglesia permanece junto al sepulcro del Señor.,
meditando su pasión y muerte y aquél "descenso a los infiernos" – al
lugar de los muertos – que confesamos en el Credo y que prolonga la
humillación de la cruz, manifestando el realismo de la muerte de Jesús,
cuya alma conoció en verdad la separación del cuerpo y se unió a las
restantes almas de los justos. Pero el descenso al reino de muerte es
también el primer movimiento de la victoria de Cristo sobre la misma.


Hoy no se celebra sacrificio de la Misa ni se recibe
comunión – a no ser el caso de viático -, aunque se reza la liturgia de
las Horas. El altar permanece por todo ello desnudo hasta que, después
de la solemne Vigilia o expectación nocturna de la Resurrección, se
inauguren los gozos de la Pascua, cuya exuberancia inundará los
cincuenta días pasados.




Domingo, abril 5, DOMINGO DE RESURRECCIÓN
Cristo verdaderamente resucitó de la muerte, ganando para nosotros nueva vida. (Secuencia del Domingo de Resurrección)



Reflexión
En el Domingo de Resurrección, la Iglesia contempla a
Cristo resucitado. Así revive la experiencia primordial en que descansa
la base de su existencia. Ella experimenta la misma maravilla que María
Magdalena y las otras mujeres que fueron a la tumba de Cristo en la
mañana de Pascua y la encontraron vacía. Esa tumba llegó a ser la matriz
de la vida. Quienquiera que había condenado a Jesús, creyó que El había
enterrado su causa bajo una lápida helada. Los mismos discípulos
experimentaron el sentimiento del fracaso irreparable. Entendemos su
sorpresa, entonces, e incluso su desconfianza ante las noticias de la
tumba vacía. Pero el Resucitado no demoró en dejarse ver El mismo y
ellos se rindieron a la realidad. ¡Ellos vieron y creyeron! Dos mil años
más tarde, nosotros sentimos todavía la emoción indecible que los
venció cuando ellos oyeron el saludo del Maestro: "la Paz esté con
ustedes..."

La Resurrección de Cristo es la fuerza, el secreto de la Cristiandad. No
es una pregunta de la mitología ni de mero simbolismo, si no un
acontecimiento concreto. Es confirmado por pruebas seguras y
convincentes. La aceptación de esta verdad, aunque es fruto de la gracia
de Espíritu Santo, descansa al mismo tiempo en una base histórica
sólida. En el umbral del tercer milenio, el nuevo esfuerzo por la
evangelización puede empezar sólo de una experiencia renovada de este
Misterio, aceptado en la fe y presenciado en la vida. ... Papa Juan
Pablo II



Actos
La Misa deberá ser celebrada en el Día de Pascua con
gran solemnidad. Es apropiado que el rito penitencial en este día se
acompañe con rocío de agua bendita en la Vigilia, durante la cual se
debe cantar la antífona del Vidi Aquam, o alguna otra canción de
carácter bautismal. Las fuentes en la entrada de la iglesia deben
llenarse también con la misma agua. La tradición de celebrar Vísperas
bautismales en el Día de Pascua cantando salmos durante la procesión a
la fuente se debe mantener donde está todavía vigente, o ser
reestablecida debidamente. El Cirio Pascual tiene su lugar apropiado
cerca del púlpito o en el altar y debe ser encendida por lo menos en
todas las celebraciones litúrgicas más solemnes de la temporada hasta el
domingo de Pentecostés, lo mismo en Misa que en la oración Matutina y
Nocturna. Después del tiempo de Pascua el Cirio se debe guardar con
respeto en el baptisterio, así que en la celebración del Bautismo la
vela del bautizado pueda ser encendida de él. En la celebración de
funerales, el Cirio Pascual debe estar cerca del ataúd para indicar que
la muerte de un cristiano es su propia Pascua. El Cirio Pascual no debe
encenderse ni colocarse en el santuario fuera de la temporada de Pascua.



Oración
Dios nuestro Padre, creador de todo, hoy es el día de
la alegría de Pascua. Esta es la mañana en que el Señor apareció a los
hombres que habían comenzado a perder su esperanza y abrieron sus ojos a
lo que las escrituras predijeron: que primero El debió morir, y
entonces El resucitaría y subiría en la presencia gloriosa del Padre.
Que el Señor resucitado inspire a nuestras mentes y abra nuestros ojos
para que lo podamos reconocer en la fracción del pan, y seguirlo en su
Resurrección. Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amen.



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