miércoles, 20 de mayo de 2015

RECUERDOS DE LA HISTORIA: ALEJANDRO MALASPINA

RECUERDOS DE LA HISTORIA: ALEJANDRO MALASPINA



















































domingo, 13 de abril de 2014






ALEJANDRO MALASPINA


ALEJANDRO MALASPINA.
LOS COMIENZOS DE UNA
PASIÓN


Alejandro Malaspina,
"El Viajero del Mundo", marino nacido en Mulazzo  en 1754, 
un pequeño pueblo de la
Toscana, hijo de una familia noble venida a menos, tercer
hijo de Cario Morello, marqués de Mulazzo, y de Caterina Melilupi, sobrina de
Fogliani, ministro de Carlos III en el reino de Napóles y virrey de Sicilia por
aquel entonces y de donde partió a la edad de siete años a Palermo, a la
residencia de su tío Giovanni Fogliani Sforza, 
para partir de nuevo tres años después a Roma a estudiar en el prestigioso
colegio para nobles Pío Clementino donde permaneció más de un lustro (realmente
casi dos) interesándose, sobre todo, por la ciencia y la geografía, de hecho,
su tésis, se decanta por el lado científico, que fue su verdadera pasión
(Theses ex Physica Generali). De aquí, regresó de nuevo a Palermo, desde cuyo
puerto aprendió a ver el mar, con otros ojos. Su ilusión era sentir el olor del
mar, ver sus colores, tocar las latitudes, acariciar los vientos, inspirarse en
las hazañas del pasado, descubrir nuevos puertos, nuevas tierras, nuevas
aventuras llenas de sueños, naufragios, barcos imponentes, nuevas ciencias en
nombre de la humanidad, pasiones que llenaban su corazón intrépido y aventurero
en busca del conocimiento.....en aquel siglo que prometía empezar con fuerza,
un grandioso barco de la
Armada Real, prometía todo eso y mucho más, así pues, cuando
en 1773 terminó sus estudios, Malaspina decidió seguir la carrera militar en la Real Armada de Su
Majestad Católica Carlos III de España, donde los nobles nacidos en el ducado
de Parma o en los reinos de Sicilia y Nápoles servían en virtud de una
fidelidad caballeresca o feudal.


EL HALCÓN MALTÉS


Su primera escuela
náutica fue el Mediterráneo, concretamente el mediterráneo occidental, cuyo
bautismo duró un par de meses durante el otoño de 1773,  embarcado en un navío de la Orden de San Juan de
Jerusalén, concretamente a bordo del navío maltés "San
Zacarías",  para completar las
enseñanzas de matemática y astronomía y comprender que el mar no es un criterio
exacto para definir fronteras ni en lo geográfico, ni en lo humano, comprendió
que el mar es a la vez foro y templo, libertad y tiranía, ciencia y religión,
comercio y rapiña, archivo y documento, en resumidas cuentas,  vida y tumba.
Gracias a su
investidura como Caballero de la
Orden de Malta ingresó en la Armada española como
Guardia Marina en 1774, debido en gran parte a las estrechas relaciones que
unían a la Marina
maltesa y española. Llegó por fin a la España que recorre el camino de la Ilustración con paso
firme pero con escollos peligrosos, donde los deseos de unos ilustrados con
formación y motivación consciente, chocaban 
contra viejas instituciones como la Mesta, la Inquisición y los señoríos. Una España abocada a
enfrentarse con sus contradicciones internas que el proceso revolucionario
francés pondría de manifiesto poco tiempo después.

Aquí es interesante
hacer una reseña del significado de los vínculos de unión entre la Orden de Malta y la Corona de España, ya que
conviene saber que fueron muchos los Grandes Maestres de procedencia española
durante el siglo XVIII, y que desde que Carlos V concediera la Isla de Malta a la Orden de San Juan, ésos
Grandes Maestres eran investidos por el mismo rey de España, y en el momento de
su investidura, el Gran Maestre le entregaba a su vez al rey como gesto del
símbolo de su soberanía un halcón, el conocido como HALCÓN MALTÉS, aunque no se
lo daba al monarca en persona, si no que lo hacía al Virrey de Sicilia, por lo
que no es descabezado el decir que un monarca que protege a una Orden Militar a
la que concede una Isla, delegando en su máxima autoridad parte de su gran e
inmenso poder, siendo correspondido con la entrega periódica de un tributo
simbólico, como es el caso de un halcón a través del virrey de Sicilia
representando el reconocimiento y disposición de vasallage manifestando la
voluntad de servicio debida, como decimos, no es descabezado ni fuera de orden
y lugar pensar en Malaspina en estos términos, el halcón maltés entregado como
tributo a la corona de España, como símbolo perfecto de agradecimiento
tributario. Para concretar, digamos que su llegada a España coincide con el
Maestrazgo del navarro Francisco Jiménez de Tejada (1773-1775), nacido en
Funes, Navarra,  y que marcaría el
comienzo de la decadencia de la
Orden, siendo también Malaspina uno de los últimos halcones
entregados al gobierno de Su Católica Majestad, de hecho Jiménez de Tejada fue
el último Gran Maestre español de la
Orden de San Juan de Jerusalén y antepenúltimo en ejercer una
soberanía independiente.

LLEGADA A ESPAÑA EN
UN CÁDIZ ILUSTRADO



 En Cádiz, una ciudad abierta al Atlántico, al
comercio y a las ideas, le llegaron al futuro aventurero la oportunidad de
relacionarse con inquietos hombres de ciencia y completar su afán por el saber.
Allí se vivía una época de esplendor y progreso que unía la monarquía española
con América y las islas Filipinas.  Fue
en Cádiz donde conocería también a jóvenes marinos de espíritu ilustrado, como
Dionisio Alcalá Galiano, con quien más tarde compartirá travesías y horizontes.
Allí, en Cádiz, se encontraba la
Academia de Guardias Marinas donde un ministro de Felipe V
había querido proporcionar a la
Armada oficiales capaces de estar a la altura de los tiempos,
solo que, poco después y más concretamente al final del reinado de Carlos III y
sobre todo, en el de Carlos IV, los tiempos no estaban a la altura de esos
oficiales, como después veremos. En Cádiz se perdía la vista ante los
impresionantes barcos de guerra y los navíos que arribaban triunfales a su
puerto cargados con exóticas y valiosas mercancías procedentes de América, Cuba
y Filipinas, llegaban también noticias de ataques ingleses y el eco de grandes
desastres navales. Inglaterra, la vieja potencia que anhelaba abrirse paso al
mercado de las Indias, poseía ahora la armada más poderosa de todos los mares,
dando al marino la importancia que en ese tiempo en España no se le supo dar,
considerando al marino como un oficio de segunda, en un negocio de primera.
Opiniones encontradas que darían su razón con el paso de los años venideros,
donde en las batallas navales y aventuras de descomunal envergadura e
importancia, marinos como Malaspina encontraron su fin en el fondo marino, o
flotando en el olvido de la memoria. Alejandro Malaspina, Gravina, Churruca,
Alcalá Galiano..... Cádiz traería eso.... y algo más. Poco después de su
llegada a Cádiz, es destinado al departamento de Cartagena. Imagen de Cádiz en
la época.
ACCIONES DE GUERRA


Alejandro Malaspina navegó por todos los mares; atravesó el Atlántico,
surcó el Índico, llegó al mar de la
China, y participó en arriesgadas acciones militares,entre
éllas  lo encontramos embarcado en la
fragata Santa Teresa defendiendo la ciudad de Melilla, sitiada por la hueste
marroquí en 1775,  o las  desencadenadas con motivo de la guerra contra
Inglaterra por la emancipación de sus trece colonias norteamericanas que se
llevaron a cabo en el entorno de Gibraltar, permitiendo el bautizo de guerra
naval a mar abierto de Malaspina en los cabos de Santa María contra la flota
del Almirante Rodney, en 1779,  en la que
después de caer en manos enemigas logró librarse y tomar el mando del navío
apresado, conduciéndolo con habilidad al puerto de Cádiz, siendo ascendido a
Teniente un año después,  o el combate de
Espartel, al mando del Teniente General don Luis de Córdoba contra los ingleses
del Almirante Howe, y también fracasos como el mal organizado asalto a
Gibraltar de 1782 y la lucha contra el propio almirante Howe, donde Malaspina
se distinguió salvando a muchos soldados que corrían el riesgo de ahogarse
siendo arrastrados por las olas que barrían las barcazas destruidas por los
cañones ingleses, hombres mutilados y agonizantes que caían al mar sin remedio
alguno, conocido como el desastre de las baterías flotantes, tristemente el
recuerdo de este día, fue la falta de entendimiento entre los mandos, que pagó
cara la historia de los hombres que lucharon allí, como lo harían después en
otros sitios mal dirigidos a una muerte segura por la incertidumbre de la
irresponsabilidad. Pero estas acciones de guerra fueron la verdadera escuela de
Alejandro Malaspina, navegar mucho y tener la inmensa fortuna de asistir al
mayor número de combates y naufragios posible, y vivir para contarlo. No eran
pocas las voces que desde las más elevadas instancias de la Marina española, tanto a
nivel de enseñanza como de preparación militar, clamaban por una reforma
estructural en un oficial piloto ilustrado científicamente, ya que así lo
aconsejaban los serios reveses que las escuadras españolas sufrieron en la mar,
haciendo posible el tener en cuenta la importancia de la preparación científica
puesto que la que había hasta el momento era insuficiente, cosa importante ya
que sin ciencia, nada es posible.

INDICIOS DE UNA DESGRACIA


Merece la pena, y es apropiado, hacer aquí un pequeño inciso en la
historia de este ilustre marino, para aclarar determinados aspectos de lo que a
la postre, sería el germen que daría fin a su carrera, su proyecto, y que
empezó dejarle morir.
Entre 1783 y su llegada a Cádiz en 1788, Malaspina fue investigado por
el Santo Oficio, debido a una delación de Agustín Alcaraz, maestro de víveres
de la Real Armada.
Concretamente el expediente se abrió en octubre de 1783 por el Tribunal del
Santo Oficio de Cartagena, y  las
acusaciones consistían en que estando embarcado el año anterior en la fragata
Santa Clara "hablaba y leía en francés" y que se mostraba poco
respetuoso durante la ceremonia del rezo del Rosario que se celebraba a bordo,
pues "se paseaba con el sombrero puesto" y "ostentosamente, se
retiraba a su cabina" antes de que finalizara, así como que "discutía
acaloradamente con el capellán de la nave acerca de la transmigración de las
almas".  La encuesta inquisitorial,  parecía cerrada definitivamente en 1788,
después de innumerables testimonios a su favor, teniendo en cuanta también que
Alejandro ni fue llamado a declarar entonces, ni sufrió condena alguna hasta
que la causa fue reabierta en 1794 -1795 donde se rescató dicho expediente con
motivo de otras acusaciones más graves, aunque de naturaleza diferente, y ya no
se cerró hasta su encarcelamiento en 1796. Darío Manfredi, el mayor experto en
el expedicionario científico hasta la fecha, 
afirma que Godoy, advertido del peligro que representaba la popularidad
de Malaspina, se había procurado los instrumentos necesarios para
desembarazarse de un peligroso rival político. Conocemos estas actuaciones
gracias al profesor Eric Beerman quien halló en el Archivo Histórico Nacional
de Madrid la denuncia del Fiscal del Santo Oficio contra Alejandro Malaspina,
pero la caída en desgracia del insigne marino, vendrá después, sólo cabe decir
que el mar es un coleccionista apasionado de las batallas, aventuras y epopeyas
de los hombres que las han iniciado y morían en ellas o eran simplemente
olvidados en la historia o relegados a un segundo plano creyendo en un
principio que iban a resolver destinos entre fronteras y religiones y no
conflictos entre reyes y estados, o envidias y desazones entre los validos y
mandatarios que tristemente no fueron dignos de la importancia de una nación, o
el olvido menospreciado y recurrido meramente por el interés  sin importar para nada el sacrificio de una
profesión. Pero de esto, como se ha comentado antes, hablaremos después, ya que
ahora sólo sirve como referencia.

LA
PREPARACIÓN DE
UN
PROYECTO



  En 1782, siendo ya capitán de
fragata, mandó la Asunción
con la que viajó a Filipinas, regresando a España en 1784. Desde julio del 84 a septiembre del 86 estuvo
inmerso en dos proyectos de preparación científica para completar sus estudios
superiores, el Curso de Estudios Mayores y el Atlas Marítimo, completando una
eficaz preparación en Astronomía Náutica, entre otras muchas materias,  pasando a formar parte de una élite de
marinos españoles que fueron sin duda la flor y nata  de la Armada, lista que incluía los nombres de
Espinosa, Belmonti, Canelas, Alcalá Galiano, Vernaci, todos ellos pasaron a
formar parte, poco después, de la Expedición Malaspina.
  A continuación realizó un viaje
de circunnavegación alrededor del globo, que duró dos años, a bordo de la
fragata Astuca que le convirtió en el decimotercer marino que conseguía dar la
vuelta al mundo. 



En el transcurso del viaje proyectó el que más tarde habría de efectuar
con las corbetas "Descubierta" y "Atrevida", expedición de
objetivos científicos que le dieron renombre universal.
Las potencias europeas del siglo XVIII no luchaban en el Pacífico por la
gloria nacional y el desarrollo científico. El trasfondo de las expediciones
científicas era claramente político, así quedó demostrado  con las llevadas a cabo por James Cook, Jean
François Galaup, conde de La
Pérouse, Louis Antoline de Bouganville....la frontera a batir
era esa gran extensión desconocida de agua entre Asia y América con sus archipiélagos
y la promesa de un continente todavía por descubrir, convirtiendo aquel océano
en un inmenso laboratorio y una vasta escuela para Europa cuyos objetivos no
eran ni mucho menos inocentes, digamos que el proyecto nació como una
combinación de intereses. No es despreciable el factor de emulación a los
franceses y, sobre todo, de los ingleses, los grandes rivales en todo el orbe y
especialmente en el Mar del Sur, el antiguo “lago español”. Es preciso recordar
que los viajes de Cook pesaron mucho, pues habían lanzado a Gran Bretaña a unas
cotas de prestigio inusitadas en una época en que la ciencia y los
descubrimientos geográficos servían  al
doble propósito de engrandecer, real y simbólicamente, la fortaleza de una
nación. Sin embargo, también hay que subrayar que España aún poseía el mayor
dominio colonial del planeta; es decir, la Monarquía tenía sobrados motivos para fletar una
expedición destinada a investigar e inventariar los recursos naturales y
sociales de sus posesiones.
PREPARATIVOS PREVIOS,  PROPÓSITOS
Y CAMBIOS



La expedición Malaspina, sin duda la expedición con más riqueza de
medios de todas las financiadas por la corona española del siglo XVIII, de
índole distinta a las del siglo pasado, en las que la mayoría de los grandes y
costosos viajes estaban subvencionados por compañías comerciales, no fue ajena
a la situación comentada al final del apartado anterior. El viaje, además de
contribuir a la gloria de la monarquía con investigaciones científicas y
geográficas, tuvo claro trasfondo político, como el propio Malaspina lo
reconocía de forma tajante en el plan que presentó al Ministro de Marina y
secretario de Indias Antonio Valdés, nombrando a Cook y La Pérose como seguimiento
digamos de la parte científica así como el trasfondo político mediante el
estudio del estado del comercio recíproco.
Alejandro Malaspina contó con el entusiasta apoyo de Valdés y
Floridablanca,y con el beneplácito de muchos científicos notables y acreditados
jefes de la Armada
que avalaron su proyecto.
Malaspina consigue el permiso para acceder al Archivo de Indias y así
explorar la memoria del continente americano con la incierta esperanza de
volver de allí repleto de palabras y ciencia como otros lo están de oro y
engañosa soberbia, más enfrascados en el embriagador trabajo de acaparar
riquezas que en comprender la ciencia y solucionar los problemas de un  vasto imperio todavía por descubrir. Consulta
los relatos de Jean François Galaup, conde de La Pérouse, del matemático
Jhon Wallis, de otro explorador como el Conde de Bouganville, James Cook,  o los investigadores Spallanzani, Rangone,
Pearson y a otras tantas personalidades ilustradas de la época a quienes pidió
consejo y ayuda.
Sus pretensiones eran el estudio de las coordenadas geográficas,
observaciones de carácter astronómico, trazar cartas hidrográficas, analizar la
dieta de las personas embarcadas para luchar contra el escorbuto, la denominada
"peste de las naves" e incrementar el conocimiento de las ciencias
naturales mediante la identificación de especies desconocidas de fauna y flora,
que se incorporarían al conocimiento de los tiempos. Asimismo, también se
comprometía a comunicar a la
Corte el estado económico y social de las posesiones
españolas en América, estudiando el estado de la legislación y su índice de
aplicación, y, en virtud de todo ello, proponer las reformas que se considerase
oportunas.
Cabe decir que la expedición no tenía una misión fija, aunque tuviese
unos objetivos generales definidos claramente, y que era necesario supeditar
estos objetivos a unas circunstancias y prioridades políticas que justificaban
una inversión de tal magnitud por parte de la Corona española, que eran la cada vez más
amenazante presencia inglesa en el Pacífico y la penetración rusa por la Costa Noroeste, a
las que hay que añadir la hipotética existencia de un paso navegable que une
por el norte el Pacífico y el Atlántico, cuestión esta última muy importante
para los intereses de España, nos referimos desde luego a la noticia que
acababa de estallar en Europa, concretamente en la Academia de Ciencias de
París que había hecho pública la existencia del paso de Ferrer Maldonado a
través del geógrafo francés Buanche, 
basándose en la legitimidad del viaje realizado por el español Ferrer
Maldonado en 1588 desde Nueva Inglaterra al Pacífico desembocando hacia el
paralelo 60 de latitud Norte, las órdenes, claras y precisas, que si bien no
eran de su agrado ya que había abandonado la idea de viajar hacia esa latitud
por no retrasar más a la expedición, tuvo que acatar con celo: tomar posesión
de la zona de forma inmediata, en nombre de la Corona de España. En el
diario de viaje el propio Malaspina no deja lugar a dudas de la importancia de
este hallazgo, de confirmarse el mismo. La orden de cambiar los planes de la
expedición la recibió una vez puesta en marcha la expedición en 1791, como
veremos más adelante.
 De hecho, la expedición Malaspina
se constituyó con el nombre de "Viaje científico y político alrededor del
mundo" y aunque Alejandro Malaspina fue el "alma máter" de la expedición,
es preciso recordar que contó con la inconmensurable ayuda del otro grande
promotor de la expedición, José Joaquín de Bustamante y Guerra, y no podríamos
pecar de pretenciosos si la expedición se le conociera con el nombre de
"Malaspina-Bustamante". En la imagen, José Bustamante y Guerra.



EXPEDICIÓN MALASPINA


Como se ha dicho anteriormente, 
el proyecto recibió la aprobación de Carlos III, dos meses exactos antes
de su muerte. La expedición, que contaba con las fragatas Atrevida y
Descubierta, zarpó de Cádiz el 30 de julio de 1789, llevando a bordo a la flor
y nata de los astrónomos e hidrógrafos de la Marina española, como Juan Gutiérrez de la Concha, acompañados también
por grandes naturalistas y dibujantes, como el profesor de pintura José del
Pozo, los pintores José Guío y Fernando Brambila, especialista en perspectiva,
el dibujante y cronista Tomás de Suria, el botánico Luis Née, los naturalistas
Antonio Pineda y Tadeo Haenke (la calidad de la tripulación no se reducía a su
dotación científica: asimismo participó en la expedición Alcalá Galiano, que
moriría heroicamente en Trafalgar), Bustamante y Guerra como segundo
Comandante, Dionisio Alcalá Galiano, José Espinosa y Tello, Cayetano Valdés,
Ciriaco Cevallos, Bauzá y Cañas y un largo etcétera que pecamos de injustos por
no nombrar, y nombramos a los ya dichos, como referencia ni más ni menos
importante, para no hacer sobradamente extenso el documento, solamente decir
que se seleccionan 204 marinos que acompañaran a 2 médicos, 2 capellanes, un
cartógrafo, cuatro pilotos, seis dibujantes y tres naturalistas, y que aparte
de algunas deserciones, sólo hubo 20 muertos en los cinco años que duró la
expedición.   Los navíos fueron diseñados
y construidos especialmente para el viaje y fueron bautizados por Malaspina en
honor de los navíos de James Cook Resolution y Discovery (Atrevida y
Descubierta), dos nuevas corbetas de 350 toneladas, con un armamento de 22
cañones y capaces para una dotación de 100 hombres cada una de ellas,
construidas en La Carraca
(Cádiz). En la imagen, corbetas Atrevida y Descubierta.

Con José de Bustamante al mando de la "Atrevida" y Alejandro
Malaspina en la "Descubierta" las corbetas se hicieron a la mar, como
hemos comentado,  desde Cádiz, el 30 de
julio de 1789, pasando por la
Islas Canarias y el archipiélago de Cabo Verde, y cruzando el
Océano visitaron el puerto de Montevideo, levantando después la carta del Río
de la Plata. Recorrieron
las costas de la Patagonia,
recalando el el puerto Deseado, para más tarde alcanzar las Malvinas. Tras
avistar la Tierra
del Fuego, y doblar el Cabo de Hornos, nos detenemos en él para visualizar el
grado de dificultad que tuvieron que abordar los valientes marinos. Marca el
límite norte del Paso Drake, el mar que separa Sudamérica de la Antártida. A la
vez,  el meridiano que marca la división
geodésica entre los océanos Pacífico y Atlántico parte desde el cabo de Hornos
hacia el océano Glacial Antártico. 
Durante muchos años, el cabo de Hornos fue uno de los hitos principales
de las rutas de navegación de embarcaciones a vela, las que comerciaban
alrededor del mundo aun cuando las aguas en torno al Cabo son particularmente
peligrosas, debido a sus fuertes vientos y oleaje y la presencia de icebergs.
Frecuentes tempestades, icebergs inadvertidos y corrientes capaces de levantar
las olas más temibles y gigantescas son las condiciones perfectas para que
doblar el Cabo de Hornos sea considerada una proeza de magnitud extraordinaria,
incluso hasta hoy en día. Las olas pueden llegar a ser tremendas. Cuando los
vientos soplan en sentido contrario al de la corriente marina que da la vuelta
al polo se puede asistir a un espectáculo dantesco. Los huecos entre ola y ola
son verdaderos agujeros a los cuales se suman y contraponen olas gigantes que
alcanzan hasta los 30
metros, y son descritas por los marinos como verdaderos
muros de agua que aparecen repentinamente para machacar el barco. En la imagen, el Cabo de Hornos, "donde termina el mundo".


Con estas palabras, definiría el propio Alejandro Malaspina la navegación
por el cono austral:
" Por estos desangelados parajes no convienen los rumores de
ultratumba. La costa del Fuego se muestra alta y nevada, ocultando valles y
llanuras coloreadas por una vegetación multicolor elevada sobre una capa de
nieve que anuncia el ocaso estival. Alcanzarán los 52 grados de latitud, y en
esa región soplan vientos temibles apodados «los cincuenta furiosos»; luego,
llegados al paso Drake, rugen «los sesenta aulladores», con olas cortas y
empinadas arrastrando incontrolados icebergs que amenazan destruir las frágiles
embarcaciones solo con pensarlo. Son contornos inciertos, donde la nada lo
envuelve todo resquebrajando el ánimo del navegante, que sospecha el peligro de
una naturaleza indómita. Acechan el frío, el hambre, la soledad, el naufragio.
Y cuando la mirada busca el polo, un campo de hielo inunda el pensamiento, la
desconfianza aumenta y cualquier esperanza se diluye imaginando un mar sólido
insuflado de vida por el viento. Aventurarse por el océano austral es
temerario, pero no hay marcha atrás. Ni es la primera vez ni será la última.
Así se planificó y se ejecutará tal cual. No se construyeron estos barcos para
sucumbir a los elementos, al menos en esta ocasión".

 Este dibujo de Fernando Brambila
refleja la navegación de la corbeta Atrevida el día 28 de febrero de 1794 por
este mar plagado de bloques de hielo.
A comienzos de 1790 alcanzaron las aguas del Pacífico y, ascendiendo
hacia el Norte, llegaron a las Chiloe, Valparaíso, Conquimbo, la isla de Juan
Fernández, que es en realidad un archipiélago 
mítico de piratas y tesoros, cuenta como principal relato la leyenda de
Robinson Crusoe, personaje que lo hizo mundialmente conocido y que cuenta la verdadera
historia del marinero escocés Alexander Selkirk, el que abandonado por el
capitán de su barco, permaneció aislado por 4 años y cuatro meses en la isla.
Declarado uno de los diez lugares más aislados del mundo, y a sólo 674 kms del
continente, este territorio insular chileno siempre ha fascinado a quienes lo
han conocido. Hoy en día este archipiélago es mucho más que leyendas, es un
territorio privilegiado por la naturaleza, con una espléndida flora y fauna
endémicas, y de allí llegaron también a el Callao, donde permanecieron desde el
28 de mayo, fecha de su arribo, hasta mediados de septiembre de 1790.

Isla Robinson Crusoe, en el archipiélago de Juan Fernández (Chile)
De acuerdo con los proyectos científicos de la expedición, todas sus
visitas fueron acompañadas de viajes de estudio al interior para recoger
información. A principios de octubre de 1790 alcanzaron Guayaquil donde
permanecieron poco más de un mes y donde recibieron las noticias atrasadas de
una Europa revolucionaria convertida en polvorín y del frustrado atentado
contra el Conde de Floridablanca,  para
partir posteriormente hacia Panamá donde observaron y estudiaron los niveles de
ambos océanos para albergar la posibilidad de construir un canal que comunicara
el Atlántico y el Pacífico, pasión esta de los europeos desde que Núñez de
Balboa descubriera el mar del sur en 1513. En diciembre de 1790, las corbetas
partieron de Panamá y surge un problema de espacio y tiempo que Malaspina
soluciona separando la trayectoria de las dos corbetas (enero 1791); la
"Atrevida" viajaría directamente hacia Acapulco y San Blas, donde se
prepararían las futuras etapas de la expedición, y la "Descubierta"
inspeccionase las costas de Guatemala y Nueva España para encontrarse finalmente
las dos corbetas en Acapulco, donde permanecerán veinte días, tiempo suficiente
para recoger las órdenes remitidas desde Madrid, embarcar a los oficiales
cartógrafos Espinosa y Cevallos y aprovisionarse de leña y agua.

Atrevida y Descubierta en el puerto de Acapulco.
Con las órdenes expresas, el 1 de mayo de 1791 parten hacia su destino,
la campaña del noroeste, y en pocas jornadas rebasan los 27º de latitud, para a
mediados de mes superar los 50º, donde el frío se hace más intenso pensando en
la inquietante presencia de los rusos en Alaska, y con mayor precisión que cook
en su momento, el 27 de junio alcanzan los 59º de latitud Norte y el puerto de
Mulgrave. Casi dos meses después de salir de Acapulco.

En las cercanías de Mulgrave, cerca de la costa, los expedicionarios
descubren una culebreante entrada similar al terreno descrito por Ferrer
Maldonado. Examinada, comprueban que el canal desemboca en una inhóspita bahía
conformada por una enorme masa pétrea cubierta de hielo que nada tiene que ver
con la imaginada puerta hacia el Atántico. La bahía recibe el nombre de Bahía
del Desengaño. La comitiva toma posesión del lugar. La tradicional botella
enterrada en la playa junto a una moneda que identifica a la nación propietaria
para que el afortunado testigo que la encuentre tenga precisas noticias del
reconocimiento.
Durante su estancia en la zona descubrieron dos islas, Haenke y Pineda,
además de estudios etnológicos sobre la población indígena y midiendo la altura
del monte San Elías y las  peculiaridades
de su glaciar, al que dieron el nombre de Malaspina, y que hoy todavía se
conserva. Se adentraron hasta el paralelo 60, encontrando más de lo mismo, es
decir, rocas y hielo rumbo del Polo Norte en las inmediaciones de un Ártico
desesperanzador en la idea de encontrar un canal interoceánico. Desde aquí,
regresaron al Sur camino de la
Bahía del Príncipe Guillermo hacia su destino, el
archipiélago de Nutka, donde atracan el 13 de agosto de 1791 encontrando una
fortificación compuesta por la tripulación de la fragata Concepción y una
compañía de voluntarios de Cataluña, en unas condiciones humanitarias y
sanitarias bastante desfavorables, aunque se conservaban un orden y disciplina muy
adecuados, pese a que se encontraban algo abandonados a su suerte por una
corona que dejaba bastante que desear, sabiendo que era una colonia reciente
disputada agriamente a los ingleses que frecuentaban esas aguas, y asediaban
constantemente a las tropas allí establecidas.
 Cabe decir que, poco tiempo
después, tras la tercera Convención de Nutka en 1794, firmada por el entonces
Duque de Alcudia , Manuel Godoy y Álvarez de Faria y el Barón de Saint Helens
por parte del Reino Unido, permitieron que en 1795  Las fuerzas españolas evacuaron Nutka el 2 de
abril , en presencia de un representante de cada país, se izó la bandera
británica y se declararon devueltos a este país los "Edificios y Distritos
de terreno", sin precisarlos. En las siguientes imágenes, Fuerte de San
Miguel y asentamiento español en Nutka. aunque estos hechos, corresponden a
otra historia, sólo se deja constancia aquí para evaluar el compromiso real de
la corona española, para con sus posesiones en ultramar, cosa que ya dejó
patente Malaspina en su informe al regresar a España, y es de vital importancia
a tener en cuenta, como se verá después. En las imágenes, Fuerte San Miguel en
Nutka y asentamiento español.













Después de quince días de estancia en Nutka, emprendieron viaje hacia
Monterrey y Acapulco, para salir de nuevo el 2 de diciembre de 1791 con destino
al archipiélago de la
Filipinas, siguiendo la ruta del Galeón de Manila (era el
nombre que se les daba a las naves españolas que cruzaban el pacífico entre los
puertos de Manila y Nueva España) llegando a Manila el 25 de marzo de 1792. En
la imagen, las corbetas descubierta y Atrevida en una isla Filipina.







 Tras pasar por las islas Marshall
y las Marianas, isla de Guam,  y visitar
varios puertos, la "Atrevida" llegó hasta Macao y a su regreso
continuaron hasta la
Tierra Austral del Espíritu Santo, Nueva Zelanda y las islas
Vavao en el archipiélago de Los Amigos, hoy conocido como Tonga, donde
arribaron a finales de mayo de 1793.  
Posteriormente, retornaron a las costas del continente americano,
tocando los puertos del Callao en el Perú y Talcahuano en Chile. Doblaron por
segunda vez el Cabo de Hornos, esta vez de Oeste a Esta, reconocieron el
archipiélago de las islas de Diego Ramírez en Chile, a  56º32,2' 
de latitud sur y a uno 100 kilómetros al suroeste del Cabo de Hornos,
y que son consideradas el punto más austral del continente americano, siendo
también la tierra más cercana al territorio antártico del mundo. En la foto,
una de las islas del archipiélago de Diego Ramírez.





También recorrieron las costas orientales de las Malvinas, llegando a
Montevideo donde se reunieron las dos fragatas, ya que se habían separado antes
de cruzar el Cabo de Hornos. De Montevideo, emprendieron el regreso a España
rumbo de la Azores
y arribando al puerto de Cádiz el 21 de septiembre de 1793.
Ruta expedición
Malaspina.
INFORME DE LA EXPEDICIÓN


Se habían empleado cinco años en lo que resultó ser un modelo de
organización y eficacia sin parangón, con un coste estimado en dos millones de
reales.
En numerosos ensayos
se ha expresado la opinión de que pese a los espectaculares logros de la
expedición se perdió gran parte por la nefasta gestión administrativa española,
ignorante con la ciencia, lo que sin duda condujo en el futuro a la dependencia
científica de España respecto a otros países, pero, a pesar de Godoy, el informe
no se destruyó.
Aquel informe
enciclopédico que Malaspina entregó al gobierno español como conclusión a su
viaje científico y político alrededor del mundo fue publicado por primera vez
en 1885 por el marino Pedro de Novo y Colson con el nombre de Viaje
político-científico alrededor del mundo por las corbetas Descubierta y
Atrevida, al mando de los Capitanes de navío don Alejandro Malaspina y don José
Bustamante y Guerra desde 1789
a 1794. En él, se detallan 70 cartas hidrográficas y
náuticas, más de ciento cuarenta mapas, 
trabajos sobre el magnetismo terrestre y la gravedad, habían
inspeccionado las más ricas minas de Méjico y Perú y examinado sus recursos
productivos y  sus métodos de extracción,
habían recogido innumerables pliegues de herbario de unas 14.000 plantas,
estudios fisiológicos de más de 500 especies botánicas y minerales, gran
cantidad de minerales y animales, cerca de un millar de imágenes de tipos
étnicos, paisajes, flora y tradiciones representadas en dibujos, croquis,
bocetos y pinturas. De la gran parte de todo ese material que acumularon en
esos cinco años, no se ha conservado más que lo que hemos expuesto aquí, ya que
desgraciadamente, algunos materiales, como ciertas observaciones astronómicas y
de historia natural, se habían perdido para siempre.  Durante el proceso de Malaspina en 1795 se
habían pretendido eliminar los materiales de la expedición, que, sin embargo,
fueron preservados en la
Dirección de Hidrografía del Ministerio de Marina.

La ambición del
proyecto y la calidad del material estudiado supusieron una obra cumbre en el
desarrollo de la
Ilustración española, 20.000 documentos en aproximadamente un
millón de páginas de información manuscrita, reducidas a siete volúmenes.
A través de sus
diarios y escritos, tuvieron cabida los distintos aspectos de la realidad del
imperio, desde la minería y las virtudes medicinales de las plantas hasta la
cultura, y desde la población de la Patagonia hasta el comercio filipino. De esta
forma culminaba, siguiendo los principios de la Ilustración, la
experiencia descubridora y científica de tres siglos de conocimiento del Nuevo
Mundo y la tradición hispana de relaciones geográficas y cuestionarios de
Indias. Y lo hicieron bajo una fórmula característica del período ya que,
influenciado en el carácter científico y naturalista de la Ilustración, lo que
Malaspina hizo en realidad fue componer una auténtica "física de la Monarquía".
La importancia de
aquella expedición colocaba a Alejandro Malaspina al mismo nivel que las
realizadas por Cook, La
Pérouse y Bougainville. El valor y méritos de los logros
científicos españoles igualaba a de los ingleses y franceses, o incluso los
superaba, aunque hasta tiempos más bien recientes, no se ha sabido dar la
importancia de la inmensidad de aquella expedición, ni la historia, la ha
sabido colocar en su sitio.
Malaspina consideraba
fundamental eliminar los obstáculos al comercio establecidos por el monopolio
aplicado por los españoles que se caracterizaba por la prohibición del comercio
interregional, con medidas de liberalización insuficientes en este campo. Lo
paradójico del caso es la inmensa fortuna gastada por la Corona española para el
gasto de la expedición de la que se extrajeron conclusiones que chocaban
frontalmente y de pleno con los intereses metropolitanos basados en la
dominación política y el férreo control mercantil, que sólo enriquecía a unos
pocos. Los informes emitidos en este tema, habrían podido proporcionar guías de
conducta que hubieran podido ser estudiadas y aplicadas en la mejor manera,
pero fueron desechadas de pleno. Malaspina no podía concebir la idea de
gobernar tan vasto territorio en esas condiciones, sin tal siquiera conocerlo
ni conocer a sus gentes, y así lo expresaba en su Diario de Viaje:
"...Es necesario
conocer bien América para navegar con seguridad y aprovechamiento sobre sus
dilatadísimas costas y para gobernarla con equidad, utilidad y métodos
sencillos y uniformes (...) Es preciso fijarse en la naturaleza de las
posesiones de la Corona
de España, en las condiciones sociales que la unen entre sí, de los motivos de
su formación, estado actual y métodos para conseguir su bienestar... es
necesario conocer la población indígena y la población emigrante, respetar sus
costumbres... Los impuestos deben ser suaves y las leyes menos intrincadas y
quebradizas...".
Malaspina no proponía
un cambio brusco en la política colonial de la Corona de España, proponía
más bien el estudio sistemático de cuatro puntos que él consideraba esenciales
para su buen gobierno, que eran el estado actual del comercio entre las
colonias y España, la situación y adecuación de los puertos dirigida a una
modernidad ilustrada, la capacidad militar de las colonias, ya que las tropas destinadas
en esos territorios, en muchas ocasiones se encontraban desamparadas de forma
esencial, véase como ejemplo Nutka, por no nombrar a otros, y sobre todo,
analizar los sistemas de gobierno más adecuados para cada una de las colonias.
En una de sus cartas escribía:
"...Espero poder
servir al Ministerio si quiere tratar de un sistema general sobre principios
sólidos y duraderos. El comercio, la defensa y la legislación de América jamás
podrán entenderse a fondo mientras no se recorran, como acabo de hacer, sus
principales establecimientos sin preocupaciones de imitaciones, intereses o
reglas fijas...".
No proponía medidas
específicas concretas, pero si dejaba traslucir con determinada insistencia las
necesidades de romper con las medidas que impedían un libre desarrollo de los
pueblos, dejando de considerar a las colonias como un mero depósito de riqueza
para para uso exclusivo de la metrópoli, y administrar la producción de esa
riqueza de una forma más equitativa en vistas a un desarrollo común.
Era pedir demasiado a
una Corona desinteresada en el bien común, y a una clase dirigente  que la rodeaba demasiado interesada en su
bien particular. Lo cierto es que Malaspina, al poco de su regreso, fue
ascendido a Brigadier, pero su informe, jamás trascendería más allá de las
fronteras que separan el ideal y la intención de la soberbia del poder. Nunca
se le permitió que su informe llegara a manos del rey.
PREPARACIÓN DEL
INFORME Y DIVERGENCIAS DE OPINIÓN
Después de su llegada
a Cádiz, Alejandro Malaspina se vio agobiado por la inmensa tarea de elaborar y
ordenar el extenso informe de la expedición, y aprovechando la amistad que
tenía con el padre Gil, (Manuel Gil, no olvidemos que fue el autor del sermón
del funeral de Carlos III, fue sacerdote de los clérigos menores de Sevilla,
cuya provincia andaluza había dirigido, tuvo cierto relieve en Sevilla como
académico de erudición y revisor de la Academia de Medicina y como Prefecto del Colegio
de Abogados) a quien Malaspina había conocido en Cádiz, y se había vuelto a
encontrar con él en el domicilio del Ministro Valdés antes de su expedición,
así como en una reunión que tuvo con el Cónsul de Suecia. Pues bien,  como decíamos, Malaspina solicitó su
colaboración, debido a la amistad que les unía. Godoy no era ajeno a esa
amistad entre Malaspina y Gil,   ya que
por la documentación conservada en el Archivo Histórico Nacional, sabemos que
un amigo de Godoy, Bernabé Portillo, le había escrito recomendándole al padre
Gil con fecha del 10 de abril de 1795. En el mismo documento existe una
anotación de Godoy en la que pide que se le escriba, demandándole sus escritos.
Este deseo del Duque de Alcudia se cumplió porque existe en el Archivo
Histórico Nacional una carta, sin fecha, dirigida al padre Gil en la que un
oficial de la secretaría de Estado le pide sus escritos literarios para ser
examinados por el Duque de Alcudia, Manuel Godoy, en la imagen inferior.


Una vez que Malspina
recibió la aprobación del Gobierno de Godoy para la edición y publicación del
diario de viaje convertido en informe, y haber escrito a Manuel Gil
exponiéndole su ideal sobre el orden de las noticias y sugerencias así como de
la organización general de la obra, Gil aceptó el encargo, pese a que tenía
ciertas dudas, después de haber solicitado el consejo de Manuel Godoy, quien le
informó de que no le agradaban ni las formas ni el contenido global de la
publicación temiendo por el interés general del Estado, debido a su propósito
de denunciar públicamente los errores de la Administración
española en su política colonial.

DECADENCIA,
CONSPIRACIÓN Y CAÍDA EN DESGRACIA



Un Real decreto, de fecha del 26 de julio de 1795, nombró a Gil
colaborador de Malaspina. El padre Gil  
se percató muy pronto de las divergencias políticas que existían entre
él y Malaspina. Que ambos tuvieron graves discrepancias en lo referente al
esquema general de la obra debe ser cierto, ya que por Real Decreto de 28 de
septiembre de 1795, se alteró el plan inicialmente previsto: los argumentos políticos
y económicos de Malaspina quedaban ahora resumidos en forma de memorias
separadas y secretas para uso de los Ministerios. Previamente, y con fecha 20
de septiembre de 1795, Gil escribía a Valdés, ministro de Marina, explicándole
cómo creía él que debía redactarse la obra y planteándole sus discrepancias con
Malaspina, discrepancias que desde luego las había, y después del real decreto
de 28 de septiembre, Malaspina empieza a perder su particular batalla en
presentar sus argumentos directamente al rey, y su ideal de poder participar en
el Gobierno, tal y como parece le habían dejado ver con anterioridad, Parece
ser que gentes de la confianza de Godoy le habían sugerido la posibilidad de
que sustituyera a Valdés en el ministerio de Marina, como muchos años después
confesaría,  y empieza a sentirse
decepcionado, como así se lo muestra en una carta a su amigo Paolo Greppi,
decano del Cuerpo Consular en Cádiz, a quien le hace saber que Godoy, el
Sultán, como llama Malaspina al Ministro de Carlos IV, era a su entender el
culpable de que aquella monarquía a la que había servido durante tantos años,
llevara ahora el lastre de la decadencia, nombrando que la culpabilidad de su
ascenso (Godoy) debido a las oscuras intrigas, lo mismo que a centenares como
él, ensombrecía el horizonte de una Nación digna y la prosperidad de todo un
imperio.
En una carta escrita
a su propio hermano le hace saber el estado de ánimo en que se encuentra y le
hace saber que no sólo las pensiones y el dinero sino también los honores se prodigan
de tal modo y a gente de tal calaña, que la abyección es el mejor modo de
distinguirse, y la adulación, las bajezas y la ignorancia son los únicos
objetos que rodean la
Corte. Comenta que al mismo tiempo que se licencia al pequeño
número de soldados que componen el ejército, se nombran cuarenta tenientes
generales y otros tantos mariscales de campo; no se paga a la marina y mientras
tanto, se devora el erario. Dice que habiendo un Príncipe de la Paz, se está a punto de entrar
en guerra con los ingleses, y que no hay otra cosa que esperar sino la sangre
de los pobres, capaz de producir las más extraordinarias convulsiones...Las
previsiones de Malaspina fueron clarividentes.
Apenas un mes más
tarde de la carta que hemos mencionado anteriormente, Malaspina opta por la que
a la desesperada podía ser su última opción, la conspiración palaciega para
derrocar al valido, pero se dió de frente con todo un consumado maestro de este
arte que tiene toda la información de todo lo que ocurre en el reino, Godoy, quien
es puntualmente informado el día 22 de noviembre de 1795 de las intenciones del
marino para hacer llegar a los monarcas los documentos que denunciaban su
política, y es finalmente detenido 
acusado de complot contra el Estado. Con Malaspina también fueron presos
el Padre Gil, la Marquesa
de Matallana, dama de la reina, y los dos sirvientes de Malaspina, Juan
Belengui y Francisco Merino, a los que pronto se puso en libertad "a
condición de que no residan en Madrid ni en los sitios reales". El 27 de
noviembre, con rapidez inusitada, Godoy consigue de Carlos IV la convocatoria
urgente de una sesión del Consejo de Estado, para juzgar a Malaspina.
No sólo cometió el
error de dejar innumerables rastros de su conspiración sino indicar  también, en una representación enviada a fray
Juan de Moya, Arzobispo de Farsalia y confesor del Rey, las personas que, a su
juicio, deberían formar parte del nuevo gobierno una vez que Godoy fuese
desterrado por Carlos IV a la
Alhambra: el gabinete propuesto por Malaspina estaría
dirigido por el Duque de Alba que ostentaría, además, la secretaría de Gracia y
Justicia; contaría también con Antonio Valdés, como secretario de Marina e
Indias; con el conde de Revillagigedo (destituido del virreinato de Nueva
España donde le sustituyó el cuñado de Godoy) como secretario de la Guerra y Hacienda; y,
finalmente, con Gaspar de Jovellanos, quien ocuparía la presidencia del Consejo
de Castilla.
 Valdés diría en un intento de disculpar a su
amigo Malaspina:
 "Era muy lleno de moderación y muy amante
de los Reyes; él era un buen marino y muy mal político, pero que con la
advertencia quedaría corregido".


Antonio Valdés cesó
en el ministerio de Marina el 11 de noviembre de 1795, dos semanas  antes del procesamiento de Alejandro
Malaspina. En la imagen, Antonio Valdés y Bazán.


Malaspina fue
condenado a diez años de prisión, en el castillo de San Antón, en La Coruña,  de los que cumplió poco más de la mitad. En
estos seis años Malaspina no dejó de proclamar su inocencia y de pedir a sus
amigos que intercedieran por él, pero fue en vano, incluso después de la
destitución de Godoy y su sustitución por Saavedra, aunque luego retornaría a
dirigir los entramados del Estado nuevamente, señal de que en realidad, nunca
los había dejado. En la imagen el castillo de San Antón, en la Coruña.



FINAL


En 1802, fue puesto
en libertad, gracias a la intermediación del propio Napoleón, condenándolo al
destierro a su país, como si España no hubiera sido nunca su país, aquel por el
que tantas veces se jugó la vida, aquel por el que tantos años se embarcó en
busca de una ciencia desechada, un país del que no se olvidaría incluso en su
destierro, Malaspina se propuso rehabilitar su nombre y se ofreció a Carlos IV,
como última prueba de lealtad, para poder así regresar a España, ofrecimiento
que obtuvo la negativa por respuesta. Mientras tanto, las noticias que recibía
de España seguían siendo graves y tristes: su amigo Bustamante, compañero en la
expedición, había sido acusado de conducta innoble; el valeroso almirante
Gravina (con el que coincidiera Malaspina en su juventud en el Colegio
Clementino de Palermo) había sufrido una fuerte derrota en el cabo Finisterre,
presagio del desastre de Trafalgar; también recibió la noticia de la muerte de
Fernando Brambila, pintor de las láminas de la expedición. El 9 de abril de
1810, después de un cáncer de Colon que se le había manifestado ya en su
presidio de San Antón, falleció Alejandro Malaspina.
CONCLUSIONES


No, Malaspina no
estuvo en Trafalgar, para entonces había empezado a dejarse morir, defraudado,
enfermo y solo. Pero por mucho que Carlos IV, y sobre todo su valido Manuel
Godoy lo catalogaran de traidor y revolucionario y tratasen de borrar su
brillante paso por la
Armada Real, Malaspina ya se batió en otras batallas.  Nada ni nadie puede negar que fue uno de los
grandes marinos ilustrados de aquella época, a quien los libros de Historia de
España no han recordado demasiado. Podríamos hablar aquí de las causas de su
procesamiento, pero sería alargarnos demasiado, y lo que nos interesa de verdad
es recordar no sólo su hazaña, si no su entrega y sacrificio de su vida al mar,
la pasión que desde sus tiempos de juventud le hicieron ver el mar, con otros
ojos. Formó parte de esos marinos sabios a los que la historia dió su
oportunidad, pero que el destino no consintió traslucir más allá de la frontera
que separa la dicha de sentirse plenamente reconocido, y quedarse a las puertas
de la satisfacción sin llegar a saborear el triunfo del orgullo. Excelente
marino, como dijo Valdés,  pero mal
político. Pudo haberse visto envuelto en el enfrentamiento político que existía
en la Corte
entre los partidarios de Godoy y los de Aranda, otra teoría sería la que
describe algún historiador analista y es que los protagonistas auténticos de la
conjura, además de Malaspina, fueron el ministro Valdés, el obispo Despuig, la Marquesa de Matallana y
la viuda de O'Reilly. Su finalidad era hacer salir del Gobierno al Príncipe de la Paz, cuya permanencia en él se
presentaba como un auténtico peligro para la tranquilidad del país, capaz de
comprometer, incluso, las vidas de los reyes debido a lo ineficaz de su gestión
política y a lo tormentoso de su vida privada, pero al margen de todo esto, la
realidad es que cinco años de una investigación histórica que costó una gran
fortuna, con todo el material del que antes hemos hablado, se tiró
literalmente, y nunca mejor dicho, por la borda. Sacar otro tipo de juicio,
sería entrar en un debate vacío del que nunca terminaríamos de hablar,
convirtiéndolo en tedioso. Podría hacerse buena la frase de Sánchez Dragó que
da título a su libro "si habla mal de España, es español", y la
verdad, no es fácil concebir la pretensión de hablar bien de la España que dio lugar a esta
injusta realidad, el reinado de Carlos IV y las conjuras de una Corte, que más
merecería la pena olvidar. Lo cierto es que sólo treinta años más tarde de la
expedición de Malaspina y Bustamante, las naciones a las que refiere su
informe, emergían a la independencia. Hoy en día, todavía se están recogiendo
los frutos, científicamente hablando, de ésa expedición, sin olvidar lo que ha
supuesto en cuanto a los avances para la navegación.

http://navegandoenelrecuerdo.blogspot.com.es/


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