Noviembre / diciembre de 2010 - Editado: por Eco di Maria, por Eco di Maria, Via Cremona, 28 - 46100 Mantova (Italia)
A. 26, n. 11 - 12 "Poste Italiane s.p.a. - Spedizione in Abbonamento Postale - D.L. 353/2003 (conv. in L. 27/02/2004 n° 46) art. 1, comma 2, DCB Mantova
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Mensaje del 25 de septiembre de 2010 Mensaje del 25 de octubre de 2010:
“¡Queridos hijos! Hoy estoy con voso- “¡Queridos hijos! Que este tiempo sea
tros y os bendigo a todos con mi bendi- para vosotros tiempo de oración. Mi invi-
ción maternal de paz, y os exhorto a vivir tación quiere ser para vosotros, hijos
aun más vuestra vida de fe, porque aún míos, una invitación para que os decidáis
sois débiles y no sois humildes. Os exhor- a seguir el camino de la conversión, por
to, hijos míos, a hablar menos y a traba- eso orad y pedid la intercesión de todos
jar mas en vuestra conversión personal, los Santos. Que ellos sean para vosotros
para que vuestro testimonio sea fecundo. ejemplo, estimulo y alegría hacia la vida
Y que vuestra vida sea una oración conti- eterna. ¡Gracias por haber respondido a
nua. ¡Gracias por haber respondido a mi mi llamada!
llamada!
El camino
de la conversión
La vida como oración
Maria nos bendice a todos y nos exhor-
ta a intensificar nuestra vida de fe porque
aún somos débiles y no somos humildes.
No se trata de hacer algo mas sino de robus-
tecer la vida de fe, que apenas puede flore-
cer como pasa con las plantas débiles, que se
repliegan sobre si mismas y quedan anémi-
cas, por falta de humildad. “Llevad mi yugo
sobre vosotros y aprended de mi, que soy
manso y humilde de corazón; y hallareis
descanso para vuestras almas” nos dice
Jesus (Mt 11,29). Y Maria también nos dice:
“Abrid vuestros corazones y entregad vues-
tras vidas a Jesus para que El obre en vues-
tros corazones y pueda fortaleceros en la fe”
(Mens. 23.5.85) y “Si estáis lejos de Dios,
no podéis recibir gracias, porque no las
pedís con una fe firme. Cada día oro por
vosotros, y deseo acercaros cada vez mas a
Dios. Pero no podré hacerlo, si vosotros no
lo deseáis. Por tanto, queridos hijos, poned
vuestras vidas en manos de Dios” (25.1.88).
Y sin embargo, aun hoy es necesario que
nos repitan estas exhortaciones, estas mis-
mas invitaciones. Nosotros decimos haber
comprendido, cuando en realidad ¡No
hemos aún aceptado la Palabra Encarnada!
Para mi, para cada uno de vosotros, es
mucho mas sencillo comprender que hacer,
¡Como también es mucho mas fácil hablar
que vivir! Este es el corazón del Mensaje
actual. Os exhorto, hijos míos, a hablar
menos y a trabajar mas en vuestra con-
versión personal para que vuestro testi-
monio sea fecundo.
“Sed fuertes en Dios. Deseo que a través
de vosotros el mundo conozca al Dios de la
alegría. No estéis angustiados ni preocupa-
dos. Dios os ayudará y os mostrará el cami-
no. Yo deseo que vosotros améis con mi
amor a todos: a buenos y a malos. Sólo así el
amor podrá reinar en el mundo (25.5.1988).
En realidad, todo esto está a nuestro
alcance; no por nuestra capacidad humana,
sino por don divino, por la Pasión, Muerte y
Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.
En nosotros esta el aceptarlo o rechazarlo; y
aceptar significa vivir junto a Maria y a
Jesus nuestro abandono a Dios Padre: “He
aquí la sierva del Señor; hágase conmigo
conforme a tu palabra” (Lc 1,38) y “He
aquí que vengo, Oh Dios, para hacer tu
voluntad” (Heb 10,7-9). No significa esto
“El Señor viene, no tardará: revelará los
secretos de las tinieblas, se dará a cono-
cer a todos los pueblos”.
Antífona de ingreso
1a semana de Adviento
refugiarse en la indolencia sino acoger en
nosotros y vivir en nuestra vida el plan de
salvación de Dios; no es una elección que
nos vaya a privar de algo, sino que exalta
nuestra dignidad de hijos de Dios mas allá
de las posibilidades humanas.
Este es el testimonio que da fruto, el tes-
timonio fructuoso al que Maria nos invita.
Si nuestra vida es habitada por Jesus, fecun-
dada por Su Espíritu, es ya por si misma tes-
timonio y no se necesitarán afirmaciones
verbales, ni discursos persuasivos, ni tantas
palabras: hablaremos de Dios con boca de
niños y de bebés (Cfr. Sal 8,3) es decir, sólo
con la sonrisa de los ojos y de los labios, con
el amor, la paz, la alegría que cada niño da al
mundo. ¿Acaso no es este el envite de Jesus
a ser como ellos? Debemos re-nacer de lo
Alto, del Espíritu; no sólo es posible, sino
necesario ¡Para nosotros y para el mundo!
Nada nos lo impide sino nuestra propia
voluntad. Yo, tu, cualquiera puede desvestir-
se del propio pecado porque aún habiendo
cometido el peor de los crímenes, manten-
dría siempre la misma confianza, porque se
que esa multitud de ofensas no es sino una
gota de agua en el brasero ardiente, según
nos enseña Santa Teresita del Niño Jesus.
Que nada nos detenga en nuestro correr
hacia el Padre, nuestra vida no será mas
fácil de la de nuestro prójimo, pero sí soste-
nida por El que la habita por dentro; no esta-
rá exenta de dolor, esfuerzo, adversidad pero
siempre será consolada por Aquel que sus-
tenta la Cruz. Nuestra vida entonces no será
ya mas una vacía sucesión de días y sucesos
repetitivos, sino un único evento en el Even-
to, una incesante oración que se eleva a
cada respiro nuestro, ya estemos en vela o
durmiendo. Paz y alegría en Jesus y Maria.
Nuccio Quattrocchi
Las palabras clave de este mensaje son:
oración, conversión e intercesión de todos
los Santos. Se trata de temas fundamentales
para nosotros católicos, es mas, los primeros
dos son de vital importancia no solo para el
católico, sino para todo cristiano. Oración y
conversión son temas repetitivos en los Men-
sajes de Maria, y nos los expone para que
nuestra fe no se reduzca a una estéril profe-
sión verbal sino para asemejarnos mas a Cris-
to. Acepta, oh Dios, nuestro ofrecimiento en
esta noche de luz, y por este misterioso inter-
cambio de dones, transfórmanos en Cristo, tu
Hijo que ha elevado al hombre junto a ti en la
gloria Así oramos en las ofrendas de la San-
ta Misa de la noche de Navidad, y nuestro
ofrecimiento no puede reducirse a lo única-
mente presentado sobre el altar, sino que
somos nosotros mismos los que nos ofrece-
mos, ofrecemos nuestras vidas, nuestro traba-
jo, nuestros deseos, pensamientos, proyectos,
afectos...Nuestro ofrecimiento debe ser
nuestra entera persona, cuerpo, sangre y
alma, y para que esto sea verdadero, debemos
recorrer un largo camino de conversión. Este
es en realidad un don de la gracia divina, pero
que necesita de nuestra libre decisión, a la
que también hoy Maria nos invita, y de nues-
tra oración. Hoy, además, ante la proximidad
de la fiesta de todos los Santos, Maria nos
sugiere orar y pedir por la intercesión de
todos los Santos. El catecismo de la Iglesia
Católica nos dice (tesis 2683): Los testigos
que nos han precedido en el Reino, especial-
mente aquellos que la Iglesia reconoce como
“Santos”, participan en la tradición viva de la
oración, con el ejemplo de sus vidas, con la
transmisión de sus escritos y con la oración
de hoy. Ellos contemplan a Dios, lo alaban y
se cuidan además de todos los que han deja-
do en la tierra. Entrando en “gozo” de su
Señor, ellos están establecidos sobre “un
mucho”. Su intercesión es el mayor servicio
que desempeñan en el Plan de Dios. Podemos
y debemos pedirles que intercedan por noso-
tros y por el mundo entero. Y Maria a este
respecto nos dice: “Sean ellos (los Santos)
para vosotros, ejemplo, estímulo y gozo
hacia la vida eterna”.
Oremos pues a los Santos, a todos los
Santos para que cuiden de todos nosotros,
para que intercedan por nosotros. Pidámose-
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lo con corazón abierto, presentándoles nues-
tras necesidades, pero no subestimemos su
ayuda pidiendo cosas menores: miremos
hacia lo alto: pidámos para que deseemos
vivir en presencia de Dios Padre en toda cir-
cunstancia de esta vida nuestra, en la alegría
y en el dolor, en la salud y en la enfermedad.
Orar no es delegar, sino entrar en comunión;
por tanto orar a los santos es compartir sus
vidas de santidad, dejarse inundar por el
Amor de Dios que habita en ellos. Nada ni
nadie puede separarnos del amor de Dios,
que es en Cristo Jesus, Nuestro Señor (Rom
8, 38-39). Busquemos este amor, deseémos-
lo con todo nuestro corazón, con todas nues-
tras fuerzas, enamorémonos del Amor, y
aunque no sepamos orar debidamente, el
Espíritu Santo mismo intercederá por noso-
tros con gemidos indescriptibles (cfr. Rom
8, 26-27). Nada ni nadie, ni siquiera nuestro
pecado, podrá alejarnos de Dios si nosotros
deseamos y queremos verdaderamente estar
con El. “Y orando, no uséis varias repeticio-
nes, como los gentiles, que piensan que por
su palabrería serán oídos. No os hagáis
pues semejantes a ellos; porque vuestro
Padre sabe de qué tenéis necesidad, antes
que vosotros le pidáis. Vosotros, pues, ora-
reis así :Padre nuestro que estás en los cie-
los...” (Mt 6, 7-13). Sea esta nuestra ora-
ción, sea esta el respiro de nuestra jornada,
de nuestra jornada cotidiana.
N.Q.
¡Alguien me escucha!
La oración no radica en las bonitas pala-
bras que decimos o en los buenos sentimien-
tos que expresamos ante Dios, sino en nuestra
capacidad de librar nuestras batallas, nuestros
combates, ante su mirada. La única manera de
ganar nuestras batallas es permaneciendo fir-
mes, como las manos “firmes” de Moisés en
el monte. La oración es pues una actitud de
fondo, una manera de reaccionar ante los
eventos de la vida: cada vez que alguien o
algo viene “a combatir” en nuestro corazón,
nosotros enseguida nos dirigimos a Dios. La
oración no es acogida cuando recibimos lo
que hemos pedido, sino cuando en nuestro
interior sabemos y creemos ser escuchados.
Folletos de oración en dos
prisiones de máxima seguridad
Los prisioneros de los sectores de máxima
seguridad de Zambia, África – incluidos los
detenidos en el brazo de la muerte- recibirán
unos folletos sobre el Santo Rosario gracias a
la iniciativa de dos organizaciones caritativas
con base en el Reino Unido. “Aun siendo tra-
tada humanamente, la mayor parte de los
detenidos pasa años en la prisión sólo con los
vestidos que tenía en el momento de la deten-
ción, careciendo de jabón y de sabanas o
mantas con las que protegerse en los meses
fríos del año, y siendo siempre rechazada por
la sociedad. Maria, la Madre de Dios, ama a
todos sus hijos, y en el sufrimiento y en la
desesperación podemos estar junto a Ella en
la oración, mirando, a través de las lagrimas
de esta existencia, hacia la esperanza de la
nueva vida y de la resurrección”. Un prisione-
ro del brazo de la muerte escribió: “Es la pri-
mera vez que recibo un paquete, tras 14 años
en esta cárcel. Que Dios os recompense abun-
dantemente”. Otro prisionero de la sección de
máxima seguridad ha expresado su agradeci-
miento personal definiendo el trabajo de las
organizaciones caritativas como “una lámpa-
ra que no se puede esconder bajo la mesa”.
Quiero ir a Belén
Nos hallamos una vez más frente al Mis-
terio por excelencia: el Dios eterno e infini-
to se hace pequeño, se hace hombre, se hace
niño... Esto es la Navidad. Todo lo demás
es puro contorno, cornisa creada para resal-
tar el cuadro que ilustra aquella noche en
Belen.
Por desgracia la cultura de lo efímero ha
saqueado el tesoro de esta fiesta cargada de
profundo significado espiritual para usarlo
en beneficio propio; como es el caso de las
infinitas luces que deberían indicar que la
Luz llega al mundo, y que en cambio sólo
sirven para atraer mas y mas clientes a los
escaparates donde se muestra todo género
de “bienes de Dios”... ¡Sería bello que los
cristianos levantaran la voz para devolver el
verdadero sentido a esta fiesta que no debe
ser instrumentalizada para satisfacer el espí-
ritu del mundo! Jesus nace para todos y se
ofrece sin distinciones, pero cada hombre
debe estar también dispuesto a tomar el
camino con humilde sencillez para acoger la
Verdad que nace, sin intentar cambiarla a su
gusto...
Para adentrarnos en el corazón del
Misterio que cada año despierta maravilla,
nos hacemos guiar por las palabras del
Papa Benedicto XVI, pronunciadas en la
homilía de la Noche Santa de 2009. Palabras
que narran, palabras que contemplan el-
Dios-con-nosotros. Palabras que muestran
el camino para llegar a los umbrales del
establo junto a los pastores...
“Quiero ir a Belen... El Evangelio no
nos explica sin intención la historia de los
pastores. Ellos nos muestran cómo respon-
der de manera justa a ese mensaje que va
dirigido también a nosotros. ¿Qué nos dicen
pues esos primeros testigos de la encarna-
ción de Dios?
De los pastores se ha dicho que eran
ante todo personas vigilantes y que el
mensaje les llegaba precisamente porque
estaban despiertos. Nosotros debemos des-
pertarnos, para que el mensaje nos llegue.
Debemos pasar a ser personas vigilantes de
verdad. ¿Qué significa esto? La diferencia
entre uno que sueña y uno que está despier-
to consiste ante todo en el hecho de que el
que sueña se halla en un mundo especial.
Con su yo, el está recluido en ese mundo del
sueño que, precisamente, es solo suyo y no
lo comunica con los demás. Despertarse sig-
nifica salir de ese mundo especial del yo y
entrar en la realidad común, en la verdad
que, sola, nos une a todos.
Los conflictos del mundo, la irreconcilia-
bilidad recíproca, derivan del hecho que
estamos recluidos en nuestros propios inte-
reses y en las opiniones personales, en nues-
tro propio y diminuto mundo privado. El
egoísmo, tanto de grupo como el singular,
nos tiene prisioneros de nuestros intereses y
deseos, que contrastan con la verdad y nos
dividen los unos de los otros. ¡Despertad!
Dice el Evangelio. Salid a fuera para entrar
en la gran verdad común, en la comunión
del Dios único.
Despertarse significa pues desarrollar
la sensibilidad por Dios; por las señales
silenciosas con las que quiere guiarnos; por
los múltiples indicios de su presencia. Hay
personas que dicen ser “religiosamente
carentes de oído musical”. La capacidad de
percibir a Dios parece ser una dote que a
algunos se le niega. Y en efecto - .nuestra
manera de pensar y actuar, la mentalidad del
mundo de hoy, nuestras experiencias se ade-
cúan a reducir la sensibilidad por Dios, a
hacernos “carentes de oído musical” por El.
Y sin embargo, la espera en Dios, la capaci-
dad de hallarlo, está presente en cada alma,
de manera abierta o escondida.
Para obtener esta vigilancia, este des-
pertar a lo esencial, debemos orar, por
nosotros mismos y por los demás, por los
que parecen “carentes de ese oído musical”
y por los que, a pesar de todo, sigue vivo el
deseo de que Dios se les manifieste. El gran
teólogo Orígenes ha dicho: si yo tuviera la
gracia de ver lo que ha visto San Pablo,
podría ahora (durante la Liturgia) contem-
plar una gran formación de Angeles (cfr. Lc
23,9). De hecho, en la Sagrada Liturgia, los
Angeles de Dios y los Santos nos rodean. El
Señor mismo está presente en medio de
nosotros. ¡Señor, abre los ojos de nuestros
corazones, para que estemos vigilantes y
seamos videntes y así podamos llevar tu cer-
canía también a los demás!
El Evangelio de
Navidad nos habla
de que los pasto-
res, tras haber escu-
chado el mensaje
del Angel, se dije-
ron unos a otros:
“Vamos
hasta
Belén” ...Y fueron
sin demorarse” (Lc 2, 15s). “Se dieron prisa
en ir” dice literalmente el texto griego. Lo
que se les había anunciado era tan importan-
te que debían de ir inmediatamente. En efec-
to, lo que se les había anunciado iba mucho
mas allá de lo ordinario. Cambiaba el mun-
do. Ha nacido el Salvador....Ciertamente,
les impulsaba también la curiosidad, pero
sobre todo la agitación por esa gran cosa que
les había sido comunicada precisamente a
ellos, pequeños hombres aparentemente irre-
levantes. Se dieron prisa - sin demora.
En nuestra vida cotidiana, las cosas no
están así. La mayor parte de los hombres no
considera prioritarias las cosas de Dios,
éstas no nos apremian de modo inmediato. Y
así nosotros, en una gran mayoría, solemos
posponerlas. Ante todo, lo que es más
urgente, aquí y ahora. En la lista de las prio-
ridades, Dios se halla casi siempre en el últi-
mo lugar. Siempre habrá tiempo para eso -
solemos pensar. El Evangelio nos dice: Dios
tiene la máxima prioridad. Si hay algo en
nuestra vida que merezca toda la prisa, sin
demora, esa es la causa de Dios.
Dios es importante, es la realidad más
importante en absoluto en nuestra vida.
Precisamente esta prioridad es la que nos
enseñan los pastores. Aprendamos de ellos a
no dejarnos aplastar por todas las cosas
urgentes de la vida cotidiana. Aprendamos
de ellos la libertad interior de poner en
segundo lugar otras tareas - por muy impor-
tantes que están sean – para encaminarnos
hacia Dios, para dejarle entrar en nuestra
vida y en nuestro tiempo. El tiempo emple-
ado para Dios, y a partir de El, para el próji-
mo, nunca es tiempo perdido. Es el tiempo
en el que de verdad vivimos, en el que vivi-
mos como personas humanas que somos.
Pero la mayor parte de nosotros, hom-
bres modernos, vive lejos de Jesucristo, de
Aquel que se hizo hombre, del Dios que
vino entre nosotros. Vivimos según filosofí-
as, sumergidos en negocios y ocupaciones
que nos llenan del todo. En realidad, muy
lejos de ese establo. En múltiples maneras,
Dios debe repetidamente empujarnos y
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echarnos una mano, para que podamos salir
del enredo de nuestras ideas, de nuestros
compromisos y encontrar el camino hacia
El. Pero hay salida para cada uno de noso-
tros. Para todos, el Señor pone señales,
adaptadas siempre a cada uno.
Dios se ha encaminado hacia nosotros.
Solos no podríamos nunca llegar a El. El
camino supera nuestras fuerzas. Pero Dios
ha descendido. El viene a nuestro encuentro.
El ha recorrido el tramo más largo del cami-
no. Ahora nos dice: “¡Venid y mirad cuanto
os amo! ¡Venid y ved que yo estoy aquí!”
¡Vayamos allí! ¡Vayamos mas allá de
nosotros mismos! Seamos transeúntes hacia
Dios en múltiples maneras: ¡Pongámonos
interiormente en camino hacia El!
EL MILAGRO DE LA NOVEDAD
Hacia la mitad del Adviento, la sabia
liturgia de la Iglesia nos invita a detenernos
junto a Maria, mujer de la espera, de la aco-
gida y modelo del discípulo que se prepara a
la venida del Señor. La solemnidad de la
Inmaculada es una gran invitación a poner
la gracia de Dios en el centro de nuestra
reflexión. Si Maria puede acoger la vocación
de Madre del Mesías, no es ciertamente por
meritos propios, sino por el proyecto de
amor de Dios.
El ángel la saluda como “llena de gracia”
(Lc 1,28) y no como “llena de meritos”. En
el centro está la gratuidad de Dios para el
que “nada hay imposible” (Lc 1,37). Es una
gratuidad que sorprende. Es un proyecto de
amor que desquicia nuestros cánones y
nuestros parámetros de valoración. Dios eli-
ge a la insignificante Nazaret, y no una enor-
me y rica capital; elige a la pequeña Maria,
y no la hija de un gran gobernante; elige al
carpintero Jose, y no a un importante hom-
bre de negocios. Es una lógica esta, presen-
te en toda la Sagrada Escritura, desde el ini-
cio hasta el final. Las llamadas de Dios tras-
tornan las esperas y no prevén adiestramien-
to. Su palabra estampa a sus elegidos en la
historia con la fuerza de su gracia.
Su poder amoroso y misericordioso obra
también sobre nosotros. También en nosotros
es posible ver el milagro de la novedad. No
estamos condenados a nuestros errores, no
estamos blindados en nuestra pobreza. La
gracia de Dios, si se lo permitimos, nos lleva
por senderos nuevos y prometedores. La
parada junto a Maria, la Inmaculada, nos
recuerda que ante Dios no debemos ser los
mejores, los maravillosos, los primeros de la
clase; nos recuerda que ante El no cuentan las
tarjetas de crédito, ni los títulos de estudio o
los amigos influyentes. Ante Dios sólo cuen-
ta el amor, la humildad, la disponibilidad a
dejarse plasmar una y otra vez por su mano.
Como nos recuerda la Inmaculada, ante
Dios cuenta nuestra docilidad a la Palabra
que nos lleva a soltar nuestra presa, a perder
el control, a dejarnos llevar por el soplo del
Espíritu. El ejemplo de Maria es un podero-
so antibiótico contra el terrible virus de la
vida cristiana sedentaria. “No temas” (Lc
1,30) le dice el ángel a Maria y a cada uno
de nosotros. No temas ofrecer gratis ese per-
dón tan esperado. No temas responder con
amor a la indiferencia. No temas tener que
empezar desde el principio: tu no eres tus
errores. No temas ofrecerte con tu “si” a
quien te ama y te espera. No temas porque el
Señor está contigo y nadie podrá alejarte de
su mano (cfr. Jn 10,29).
Don Roberto Sereni
Nosotros, jardines de Dios
En estos días una persona muy querida,
y no tan joven, ha dejado esta vida terrena
para encontrarse con Dios Padre en una
dimensión completamente nueva. La imagen
que guardo de él en mi corazón es la ternura
de su mirada en los últimos meses: la edad le
había dejado dos lindos ojos vivos. Su vida,
entregada totalmente a los demás, en el
silencio, me ha hecho pensar en esa sencillez
que gusta a Dios y que nos hace destinata-
rios de sus bendiciones. Una vida que llama
a los grandes valores: una Fe sencilla puesta
por entero en Dios, la familia, los afectos, la
rectitud, el valor de la palabra dada, el acep-
tar con serenidad lo que la vida y el destino
nos depara.
En los últimos días de su vida terrena, las
personas que le querían prepararon entorno
a su casa un precioso jardín. Esta imagen
significativa me ha confirmado que Dios
hace lo mismo con nosotros: nos ama gratui-
tamente y nos prepara cada día las cosas mas
bonitas, que nosotros a menudo no vemos,
envueltos en nuestros compromisos y prisas
afanosas. Un cristiano no es mejor que cual-
quier otro hombre, pero vive con la certeza
de que Dios le ama por lo que es: ¡Que Padre
tan bueno tenemos! Nos deja en nuestra
libertad para querernos todavía mas...¡ Que
importante es entrar en el misterio de Dios y
dejarse amar por El! Esto hace nacer en
nosotros el gozo de sentirnos salvados.
Se nos hace difícil, a veces, comprender
el sufrimiento cuando éste llama a la puerta
de nuestra casa. Todos hemos conocido ese
dolor que parece atravesar nuestra alma...
Debemos pedir al Señor que nos conceda
también a nosotros entrar un poco, a través
de la reflexión sobre nuestras experiencias,
en el profundo conocimiento del misterio de
la Pasión y Muerte de Cristo, para que nues-
tra mirada se eleve y pueda gozar de la ale-
gría de su Resurrección.
El Señor nos eleva con su amor y valora
nuestros esfuerzos, nuestros sufrimientos y
heridas, que tienen vida corta. Maria, mujer
humana y tierna, nos ayuda a comprender
esto. Ella nos indica el camino que nos pue-
de revelar el amor de Dios porque Ella es
Madre nuestra y nos ama como a hijos
suyos.
En la oración de contemplación puedo
pedirle al Señor que me ayude a vivir, a
poner en practica la belleza que se abrió en
mi, aunque también le puedo agradecer, ala-
bar... Este es el momento clave que me per-
mite retomar mi vida de una manera renova-
da; la vida misma podrá hacerse oración. No
me sentiré ya mas solo, se que el Señor es el
Viviente, ¡Porque lo he experimentado en la
oración! Siento la mirada de Jesus sobre mi,
una mirada de afecto y de predilección. Solo
El me hace comprender que conoce mi cora-
zón y acoge a todos según sus características
y originalidad, y nosotros, llenos de sus
dones, podemos perfumar esta vida que se
nos regala.
Vivimos un tiempo en el que la Gracia de
Dios se manifiesta, se cumple, y todos esta-
mos llamados a anunciarla. Un Sacerdote
escribía que “La gracia de ponerse al servi-
cio de los demás es como el perfume de una
flor: emana siempre de ella tanto si la hue-
les como si no”. El Espíritu Santo es nuestra
guía y nos ayuda ya aquí, en esta vida, a
habitar los espacios de Dios, viviendo en la
Esperanza, que llega a ser mas que una espe-
ra segura.
Lidio Piardi
Eco 212
Las mayores gracias
que podemos dar a Dios
El domingo 26 de septiembre nos ha
dejado a la edad de 87 años el Padre
Andrea Gasparino, fundador del Movi-
miento contemplativo Charles de Foucault.
Ya en sus años de estudios en el semina-
rio, el padre Gasparino sintió la llamada
interior a servir a los mas pobres. En 1951
fundó la Ciudad de los Jóvenes en la ciudad
de Cúneo, Italia, para ofrecer a los huérfanos
de la guerra una casa, una educación, el
calor de una familia, etc. Muy pronto se
unieron a él los primeros voluntarios y las
primeras hermanas. Nació así la Comunidad
de los Consagrados, compuesta hoy por una
decena de sacerdotes y 120 entre hermanos
y hermanas consagradas, repartidos en 35
fraternidades esparcidas por el mundo.
En la segunda mitad de los 60, el
encuentro con Carlo Carretto le llevó a un
conocimiento mas profundo sobre Charles
de Foucault, que con su espiritualidad, será
para él un modelo a imitar. Con el tiempo, la
Eucaristía y la Adoración fueron el núcleo
de su vida y el alma de su apostolado. Nacie-
ron de este modo las escuelas de oración,
encuentros en los que generaciones de jóve-
nes, y menos jóvenes, aprendieron de él el
amor al silencio, a la oración, a la adoración.
Durante años hemos publicado en este
periódico las relaciones que tuvo el padre
Gasparino precisamente durante la Escuela
de oración y le estamos agradecidos por
habernos indicado un camino sencillo de fe,
capaz de armonizar acción y contemplación.
Recordamos con afecto al padre Gaspa-
rino, recordando una de sus frases mas cele-
bres que tantas veces repetía para ayudarnos
a vivir un encuentro mas profundo y auténti-
co con Dios:
“Creo que la oración no lo es todo, pero que
todo debe partir de la oración”
“Debo llenar toda mi jornada de amor, por-
que los espacios entre las oraciones son muy
breves”.
“Si rehuimos de la cruz, no podremos
amar”.
“La oración y el amor obtienen lo imposi-
ble”.
“¡La alegría es el mayor “gracias” que pode-
mos dar a Dios!”
Chiara Bernardi
Si el Espíritu Santo
halla a Maria en un alma
El Espíritu Santo, que es estéril en
Dios, en el sentido de que no da origen a
otra persona divina, se ha hecho fecundo
a través de Maria, con quien se casó. Con
ella, en ella y de ella, El hizo su obra
maestra, que es un Dios hecho hombre, y
todos los días, hasta el fin del mundo, da
vida a los predestinados y a los miembros
del cuerpo de este Rey adorable. Por tan-
to, cuanto mas encuentra el Espíritu San-
to a Maria, su querida e indisoluble Espo-
sa, en un alma, mas obrante y poderoso se
vuelve para formar a Jesucristo en ese
alma y ese alma en Jesucristo.
San Louis-Marie Grignion de Montfort
Tratado de la Verdadera Devoción a Maria,
no 20
4
En esos momentos
la oración cambia
De Stefania Consoli
Nubes densas y enormes, como si fuesen
de azúcar hilado, se amontonaban en el cie-
lo. El avión que me traía hacia casa estaba
listo para el despegue. “Paciencia” pensé,
“no veré el paisaje que me gusta siempre
observar en el momento del despegue, y
sobretodo bailaremos mientras el avión atra-
viese la perturbación, pero luego, una vez
arriba, se estabilizará”. Así que, bien asegu-
rada por el cinturón, espero que los motores
nos eleven para luego relajarme un poco.
Fue como había previsto. Superamos el
frente de nubes y un azul intenso nos envuel-
ve mientras la luz del sol traspasa mi venta-
nilla calentándome. Todo esta bajo control.
Pero solo por poco tiempo porque sin razón
aparente se enciende la luz que dice mante-
ner los cinturones abrochados. “¿Porque
motivo?”, me pregunto, “es imposible que
comencemos ya a bajar...”
La respuesta no tarda en llegar. Violentas
turbulencias comienzan a zarandear el avión
de un lado a otro, que a diez mil metros de
altura pasa por fuertes corrientes de aire.
Parece como si el avión fuera de juguete,
frágil e inquieto. Vacios de aire, zarandeos,
bruscas elevaciones... He viajado desde
niña en este medio de locomoción tan rápi-
do y práctico pero cada vez que lo pienso,
creo que el hombre no ha nacido para volar.
Si así fuera, Dios nos habría dotado de alas,
como los pájaros. La inseguridad es pues un
sentimiento más que licito en estos casos...
Ahora en cambio, entre sobresaltos de locu-
ra, el espanto se generaliza entre los pasaje-
ros: “Señor mío, te ruego, ¿Cómo es posible
creer en ti y tener miedo? No, no quiero...
deseo reponer en tus manos mi inquietud,
depositarla en ti y dejarla, ¡Porque estoy
segura de que lo puedes todo!”.
Me encontraba ya algo mejor. Confiaba
en Dios. Pero luego me dije: “¿Digo esto
solo para alejar el temor que me crea ten-
sión?”. Entonces, es tan solo una técnica, un
truco para bloquear mis emociones... No,
¡Ésta no es oración!
Ahora es el viento quien viene en mi
ayuda. Ahora, en cambio, zarandea al avión
como si fuera una hoja de otoño, lista a des-
prenderse del árbol y mi oración, cambia su
tonalidad: “Señor mío, mi buen Señor, me
fio de ti”. No sé si es que ha llegado mi hora.
Me entrego a tu Misericordia...”, y sin ape-
nas enterarme, leo dentro de mí una larga
lista objetiva de faltas cometidas durante
toda mi vida, como si de la terminación de
una vieja película se tratara. Estaba claro,
todo lo que le había “confesado” lo había
hecho! Con sinceridad pero con mucha paz
se lo contaba al Señor como si estuviera ya
junto a El. Era justo y honesto que lo hicie-
ra, y además me liberaba el alma. Sentía que
me sintonizaba directamente con “su” per-
dón, un perdón vibrante como una onda en
espera de conectarnos para así eliminar el
peso de los pecados.
Le faltaba en cambio algo a mi oración:
“Dios mío, si en cambio quieres que perma-
nezca en la tierra, entonces enséñame a vivir
como tu deseas, a hacer lo tu quieres que
haga... Haz que pueda reconocer lo que has-
ta ahora no he visto, que aprenda a vivir en
lo esencial, en la escucha continuada de tu
voz que me guía y me corrige... Ahora com-
prendo que la única cosa que
de verdad cuenta es amar
partiendo de tu corazón.
Todo lo demás nos sobra. Yo
todavía no llego a hacerlo...”
Una oración viva, una
súplica ardiente salía de mi
corazón. En esos momentos
se comienza a hacer instinti-
vamente rápidos balances o
valientes propósitos, al per-
der el control de uno mismo.
Pero es precisamente en esos
momentos cuando se comprenden bien que
nada está en nuestra mano, y que en cambio,
todo está en manos de Dios; por esto la ora-
ción se hace verdadera, vibrante y abandona
esas fórmulas para confiarnos directamente
a Dios.
“El Comandante anuncia que estamos
próximos a descender hacia el aeropuerto
de destino, en el que tomaremos tierra en
quince minutos aproximada-
mente...” se oye por los alta-
voces. Como una rutina,
como si nada hubiera pasa-
do. Sin embargo, en mi inte-
rior, viví un verdadero terre-
moto y ahora,... no me sien-
to con el derecho de olvidar
esos momentos. Tal vez esas
corrientes a gran altura me
esperaban precisamente a
mi, para decirme que la vida
es un don que debemos valo-
rar y que en un segundo podemos perder:
“Si permanezco en vida, haz que sea mejor
persona... Me ofrezco a ti sin condicio-
nes...”
Ahora ya no puedo invocar su ayuda
para esta tarea. Es mía la responsabilidad de
vivir cada instante de mi vida en plenitud y
con agradecimiento. Como si fuese mi ulti-
mo dia.
PENSAMIENTOS SENCILLOS
de Pietro Squassabia
La confianza
No puede haber confianza sin amor, porque de éste se alimenta. De las palabras del após-
tol San Pablo: la caridad todo lo cree, todo lo espera (1 Cor 13,7) parece entenderse que sólo
la caridad genera esperanza y confianza. Por esto cuando no se quiere bien a una persona,
perdemos la confianza en ella. Esto vale para todas las personas, y sobre todo para Dios. Y
así, la confianza que tenemos en Dios, es indicativo de nuestro amor a El. Entonces ¡Que
importante es! Sobre esta cuestión, Santa Faustina Kowalska explica que Jesus le dijo que le
entristecía mas nuestra falta de confianza que nuestros propios pecados.
Cuando esperamos en el Señor, no somos nosotros quienes obramos sino que es El quien
actúa en nosotros, sin nuestras limitaciones de capacidad y tiempo. El actúa incluso cuando
estamos cansados e incapacitados, incluso cuando nos falta tiempo, porque nos concede
incluso en el sueño, cuando dormimos... Si nos comportamos así, nuestro fruto será bueno,
porque es obra Suya y no nuestra, y tal vez no se nos diga ya mas: “Vuestras lunas nuevas
y vuestras fiestas solemnes las tiene aborrecidas mi alma; me son gravosas” (Is 1,14).
Grande es la alegría de una madre al ver la confianza que su niño tiene puesta en ella. Pero,
a la vez, goza de la esperanza que tiene puesta en su hijo, por la confianza que tiene puesta
en el, aun siendo pequeño e incapaz, porque le ama. Dios goza cuando nos fiamos de El, y
goza también al fiarse de nosotros, aun siendo débiles e incapaces, porque es Amor. El
maligno no se fía de nadie, porque no sabe amar. Dios proyecta con nosotros, para nuestro
bien, y así también nosotros debemos proyectar con El. El maligno proyecta sin nosotros, y
solo para nuestro mal.
La confianza y la preocupación son entre ellas incompatibles porque la una es emanación
de Dios, es un don Suyo, y la otra es don del maligno. Quien experimenta la primera, halla
seguramente gozo incluso en las pruebas de la vida, porque Dios es gozo; quien elige la segun-
da, halla la tristeza, incluso en la prosperidad, porque el maligno es solo tristeza. Por ello, la
confianza va siempre acompañada de paz, mientras que la preocupación va acompañada de
agitación.La Reina de la Paz nos haga ser personas que de verdad confían en el Señor, que cre-
an en la obra que Ella esta cumpliendo en las almas, para gozo de toda la creación.
Ese Pequeño
Vino a nosotros como recién nacido, entre pañales, junto a un comedero; creció en una
familia que no pertenecía a la nobleza. Ese niño es Jesus, es Dios. ¿Cómo es posible enton-
ces que vivamos en el orgullo, si Dios se hizo Pequeño? El orgullo, que ama ser grande, es
enemigo de Dios y del hombre. Es como humo en el viento, no construye nada, tan solo
derriba, no tiene futuro. Pero exige que lo honoremos, que le hagamos reverencia, que lo
custodiemos con especial cuidado, que le tengamos gran consideración. Quiere que todo sea
sometido a el, porque esta convencido que vale mas que la vida, mas que la creación, mas
que los hermanos, mas que la paz. El vale mas que nada y que nadie: este es el engaño que
el maligno nos ofrece continuamente.
El orgullo es un tirano y se lamenta continuamente porque dice que no se le considera, que
corresponde siempre a nuestra vida y a la de los hermanos, Si, el orgullo es negación de vida
y no tiene nada de bueno. Odia a los humildes y no dona nunca, y siempre pide mas y mas.
La humildad, en cambio, dona continuamente porque esta hecha de amor de Dios, que preci-
samente es donación: dona vida, dona autentica libertad. Nos hace bellos y amigos de los
hombres y de Dios. La humildad crea comunión, el orgullo crea división y ruina:”Antes del
quebrantamiento es la soberbia” (Prov 16,18). La humildad se pone siempre a servicio, el
orgullo se hace servir. Jesus, el Humilde, se puso a servicio: “Mas yo estoy entre vosotros
como el que sirve” (Lc 22,27).
El humilde es obediente con Dios y esta disponible al ofrecimiento de su vida, como
hizo Jesus, que “se humilló a si mismo, haciéndose obediente hasta la muerte” (Fil 2,8). Por
esto la humildad no es conquista nuestra, sino una gracia que pediremos al Cielo. Maria, la
Pequeña, siempre ha rehuido de la soberbia, porque conocía bien sus frutos. Pidamos pues
a Maria un corazón humilde, que se ofrezca, para asemejarnos siempre mas a ese Pequeño
y a Su Madre, que también es Madre nuestra.
5
Reflejos de luz
Engancharse al Cielo
Las noticias llenan periódicos, resuenan
una y otra vez en televisión, entre debates y
discusiones sin fin. Son en general noticias
trágicas, que entran en las casas y en los pen-
samientos de muchos, sin pedir permiso
alguno, con mucha prepotencia y sin ningún
tipo de filtro, creando inquietud. Se comen-
tan “los hechos” tratando de suscitar sensa-
ción y se acaba generando tensión y espanto.
Pero ¡El mundo no es una pantalla de
televisión y la humanidad no es protagonis-
ta del feo espectáculo! El hombre y todo el
universo creado pertenece a Dios, que es
bueno, bello, y justo... ¿Porque no podría
serlo también con sus hijos? Porque nos
obcecamos en vivir sumergidos en un mar
de pesimismo, golpeados por olas de preo-
cupaciones tétricas y alarmantes? Tal vez
debamos recordar que un hombre debilitado
por la inseguridad es siempre mas fácil de
gestionar. Tal vez debamos reconocer que en
el sistema global ¡A alguien le interese
cerrarnos en un puño!
Muchos se quejan de un vacio angustio-
so en su existencia y se hace mas gris, mas
monótona. Un vacio que muerde el corazón
y paraliza la capacidad de amar y de apasio-
narse por los eventos de la vida. Las cosas
mundanas, los lugares comunes, invaden las
conversaciones y los discursos se presentan
necios e insignificantes. Por esto nos aficio-
namos a los sueños, a las cosas que posee-
mos, a las emociones del momento... La
ilusión de que puedan darnos vida, hace que
las amemos. En la realidad coleccionamos
rincones vacios.
Maria ha venido a propósito a Medju-
gorje para decirnos que si queremos pode-
mos cambiar la suerte del entero planeta por-
que no todo es como quieren que creamos,
no todo es como nos lo presentan: “¡Queri-
dos hijos! En este tiempo de gracia en que
Dios me ha permitido estar con vosotros,
nuevamente os invito, hijos míos, a la con-
versión. Trabajad de una manera especial
por la salvación del mundo, mientras estoy
con vosotros”... (Mens. 25.5.2008) “Sed
portadores alegres de paz y amor en este
mundo sin paz...”(Mens. 25.6.2008).
Sin duda alguna el hombre esta pagando
caras las consecuencias de la propia desobe-
diencia, del alejamiento de Dios, causado
por el pecado acumulado desde generacio-
nes. El objetivo es por tanto reconocer los
frutos negativos que repercuten sobre todos
nosotros. Pero mirar las cosas solo con gafas
oscuras significa seguir excluyendo a Dios
de nuestra vida: “Dios es misericordioso y
concede gracias especiales, y por eso,
pedidlas por medio de la oración. Yo estoy
con vosotros y no es dejo solos...” dice la
Madre en Medjugorje (25.5.2008).
Entonces solo queda una cosa por hacer:
¡Engancharse al cielo! Con el corazón, con
la mente, con el alma y el espíritu, para tener
ojos transfigurados por la gracia y mirar
todo “desde lo alto”...Todo se redimensio-
na, entra en un cuadro mucho mas amplio y
adquiere sentido; se sustrae al dominio de la
opinión publica, fluctuante e incoherente, y
queda libre de existir por lo que es.
Estar enganchados al cielo significa
además dejar de mirarse a si mismo, al
pequeño mundo de egoísmos que nos para-
desde la
tierra
de
Maria
liza, y abrirnos a los amplios horizontes de
la gracia que reconduce todo a Cristo: “Hoy
os bendigo de una manera especial y rezo
para que podáis regresar al camino correc-
to, a mi Hijo- vuestro Salvador, vuestro
Redentor – a Aquel que os ha dado la vida
eterna. Reflexionad sobre todo lo humano,
sobre todo lo que no os permite estableceros
en mi Hijo – en la transitoriedad, la imper-
fección y la limitación – y luego pensad en
mi Hijo, en su inmensidad divina. Con vues-
tra entrega y vuestra oración ennobleced
vuestro cuerpo y vuestra alma perfecta.
Estad listos, hijos míos....” (Mens. a Mirja-
na del 2 de abril de 2010).
El mundo esta replegado a si mismo,
se ocupa afanosamente de hallar soluciones
a las necesidades del hoy sin considerar
realmente lo que le espera en el futuro eter-
no: una existencia gobernada por el Espíritu
Santo y que por tanto requiere personas
transformadas por leyes del Espíritu...
¿Qué debemos hacer pues? ¿Cuáles son
los ganchos que nos unen al cielo y nos
levantan? Todo esta escrito en el Evangelio.
Cristo lo ha dictado todo, si bien en un len-
guaje sencillo y esencial, por ser nuestra
comprensión limitada. San Pablo – uno de
nosotros- acogió el encargo de hacer de
interprete y dejarnos unas cartas que dictan
el programa de vida mas adecuado para ele-
varnos en el Espíritu. Vale la pena leerlas...
Si con humildad ponemos en práctica lo
que nos sugiere, nos hallaremos en lo alto,
enganchados al cielo, en comunión con los
ángeles y los arcángeles, con los santos y
con las almas de los justos en camino hacia
Dios Padre. No será difícil permanecer en su
compañía, orar y seguir ocupándonos de
nuestras tareas cotidianas terrenales. Con
toda tranquilidad.
“Por esta causa doblo mis rodillas ante
el Padre de nuestro Señor Jesucristo
de quien toma nombre toda familia
en los cielos y en la tierra,
para que os de,
conforme a las riquezas de su gloria,
el ser fortalecidos con poder
en el hombre interior por su Espíritu;
para que habite Cristo por la fe
en vuestros corazones
a fin de que,
arraigados y cimentados en el amor,
seáis plenamente capaces
de comprender con todos los santos
cual sea la anchura, la longitud,
la profundidad y la altura,
y de conocer el amor de Cristo,
que excede a todo conocimiento,
para que seáis llenos
de toda la plenitud de Dios.
Y a Aquel que es poderoso
para hacer todas las cosas mucho mas
abundantemente de lo que pedimos
o entendemos, según el poder
que actúa en nosotros,
a el sea gloria en la iglesia
en Cristo Jesus
por todas las edades,
por los siglos de los siglos. Amén.
(San Pablo a los Efesios 3,14-21)
de Stefania Consoli
Incontenible
Quien haya tenido ocasión de visitar
Medjugorje en este ultimo año, se habrá
dado cuenta que el pueblo entre las colinas
(significado de su nombre en croata) empie-
za a ser algo estrecho, tal vez hasta ¡incon-
tenible! Sin duda las construcciones, que
surgen como setas, se hacen cada vez mas
imponentes y se adhieren unas a otras, en el
intento de mostrarse mejor. De este modo,
pero, el espacio vital se reduce a primera
vista... Sin duda alguna la necesidad logís-
tica de acoger peregrinos explica este creci-
miento un tanto salvaje de edificios a menu-
do bastante feos, y por tanto es comprensi-
ble; por otra parte un mayor control del
ayuntamiento garantizaría por lo menos la
necesaria armonía de un lugar ¡Nacido solo
para orar!
Pero Medjugorje ha visto crecer sus
numerosos edificios mas que nada por la
continua afluencia de peregrinos. ¡Nunca
fueron tan numerosos como en este año!
Muchos vinieron por primera vez. Había
que organizar la subida al Krizevac en hora-
rios mas insólitos para asegurarse un poco
de paz y recogimiento; ¡Mientras tanto los
grupos debían de hacer cola, antes de dete-
nerse ante las estaciones del Vía Crucis!
De vez en cuando la incapacidad de
alguno de vivir la peregrinación en silencio
resultaba una molestia para los demás; así
como los atascos de los autobuses, que a
menudo colapsaban las calles del pueblo. Y
en otras circunstancias, podías sentirte ago-
biado por la multitud y por tanto menos
sumergido en esa paz necesaria para el
encuentro con Dios...
Pero todo esto, a pesar de algunos aspec-
tos negativos, es motivo también de alegría,
porque significa que la llamada de la Reina
de la Paz no se puede ya “tener bajo con-
trol”: ¡Los hijos corren hacia su Madre!...
“¡Hijos míos! Estoy contenta de veros aquí
reunidos en multitud. Deseo que os reunáis
juntos a menudo para orar a mi Hijo...”
(Mens. del 18.3.91).
No es solo una cuestión de cifras. Lo que
alegra el corazón de Maria es mas que nada
el deseo de bien, de verdad, de plenitud, que
empuja a las multitudes a abarrotar la
“Nazaret de hoy”: la casa donde Ella habita
y se deja encontrar...
Entre los peregrinos procedentes de Canadá,
estaba también la señora Yolande Guerette,
que ha traido la documentación medica de su
sanación física en Medjugorje. La señora
Yolande, tras la sanación, ha dado impulso a
una misión a través de la cual una incalcula-
ble multitud de personas de Canadá y de
Estados Unidos se ha consagrado al Corazón
Inmaculado de Maria.
Fuente: www.medjugorje.hr
Vale la pena pues dar mayor espacio
en el Eco a los testimonios de quien ha
encontrado en Medjugorje la verdad que
buscaba; de quien ha redescubierto la fe y la
esperanza, y se las ha llevado a casa, con
amor. Es una manera de celebrar este trigé-
simo año desde la primera aparición: has-
ta el aniversario haremos eco de las expe-
riencias de los que han acogido la gracia en
Medjugorje, para transformarla en vida.
6
TESTIMONIANDO ...
Un abrazo
que no puedes rechazar
Cuando me preguntaron “¿Qué es para ti
Medjugorje?” no tuve que esforzar mi
memoria para responder o buscar entre tan-
tas sofisticadas palabras que describieran
una tal extraordinaria experiencia... Res-
pondí con la naturalidad y la inmediatez
con la que esta verdad se ha grabado en mi
corazón: para mi Medjugorje es un abrazo
de Dios que no puedes rechazar. Y el
aspecto mas curioso, y si queremos provo-
cativo, de esta definición mía, no es el abra-
zo como tal, sino el hecho de que no puedas
rechazarlo... no en Medjugorje.
Cada uno lo vive (y lo recibe) de mane-
ra original, mas o menos intensa, con alegría
o a veces con dolor y desconcierto... Es un
abrazo que te envuelve inexorablemente,
que se confunde con el aire y con el cielo,
que no sabes comprender pero que lo perci-
bes, sobretodo es un abrazo que respiras, y
¿Cómo vas a rechazar el respirar?
Por esto, cuando me siento al límite del
sinsentido, aplastada por una profunda
apnea espiritual, vuelvo a Medjugorje, allí
donde mi Creador, lo quiera o no lo quiera,
siempre tiene algo que susurrarme al oído...
Katia Calati
¡Una ocasión
para no perdérsela!
Finales de agosto. Salimos en grupo,
compuesto por gente de muchos lugares
...Para algunos se trataba de un regreso a
Medjugorje, para otros, la primera experien-
cia, pero para todos una ocasión para no per-
dérsela, una señal inequívoca para acoger.
Hemos sido ampliamente remunerados.
La peregrinación a Medjugorje ha marcado,
de hecho, para todos nosotros participantes,
un momento indeleble de profunda espiri-
tualidad, que ha llenado cada instante de los
cuatro días de estancia en esta tierra acoge-
dora en la que conviven visiblemente signos
traumáticos (dejados por la guerra) con sig-
nos de sencilla espiritualidad, que el amor
de la “Gospa” sostiene vivos para sus hijos
El sentido mas profundo de esta nuestra
experiencia es precisamente el habernos
sentido “peregrinos”, que nos ha predis-
puesto a abrir nuestro corazón a la Gracia y
a vivir intensamente este itinerario espiri-
tual, que sin duda ha renovado y reforzado
la fe de cada uno. Este sentimiento común
ha tomado forma y conciencia a medida que
se sucedían las oraciones, las meditaciones,
los encuentros, las visitas a lugares sagra-
dos, acompañados siempre por nuestra guía
espiritual, el padre Orazio. Muchas veces
hemos comentado que sin su sabiduría lumi-
nosa no hubiéramos podido acoger la intima
excepcionalidad de este santuario mariano,
ni abrirnos sin reservas para acoger la paz y
el gozo en nuestros corazones.
La paz y el gozo en el corazón: es lo mas
valioso que hemos encontrado y llevado con
nosotros, dando nueva luz a nuestra acci-
dentada vida cotidiana, que ahora se nos
presenta mas llevadera. Nos hemos visto
ampliamente colmados en nuestras mas inti-
mas aspiraciones y creemos haber crecido
en humanidad.
Nos hemos sentido sobretodo “acogi-
dos”. Por los lugares, por las personas, por
el ambiente alegre de espiritualidad compar-
tida, por ese silencio tan valioso frente al
mundanal ruido que aísla, distrae y confun-
de. El silencio de los típicos gestos cotidia-
nos, el silencio de la oración y del recogi-
miento, como ese tan envolvente que nos
recibió subiendo el Podbrdo y el Krizevac,
donde nos reunimos con cientos de personas
que habían respondido como nosotros a la
llamada de la Virgen.
Sentirse en comunión en el nombre de
Maria y de Jesus ha sido una fuerte emo-
ción, que sentimos aun hoy muy intensa.
Inolvidables fueron los lugares de celebra-
ción eucarística y de vida sacramental: la
austera iglesia parroquial, el altar externo,
las pequeñas “celdas” para los coloquios y
confesiones, además de las del entorno para
oraciones: la estatua del Resucitado, el cru-
cifijo de madera, el cementerio con la tum-
ba del Padre Slavko.
Además nuestro grupo tuvo el privilegio
de ser hospedado por la comunidad Kraljice
Mira, en un ambiente muy distinto del que
se puede hallar en cualquier pensión u hotel.
La rica y sugestiva simbología de la arqui-
tectura del lugar evidencia en primer lugar
el abrazo de la Virgen que envuelve a su
Niño y lo protege con su mirada vigilante.
En su interior hallamos también los
lugares predispuestos para hospedar a los
peregrinos, desde habitaciones hasta el
refectorio, y además una pequeña capilla,
una sala de reuniones, lugares que están a
propósito ubicados formando una gran cruz.
“Os tengo a todos entre Mis brazos. Deseo
ser todo para vosotros y que vosotros seáis
todos Míos...”(Mensaje del 23 de febrero de
1984).
En este lugar tan especial, en el que todo
lleva al recogimiento y a la oración, hemos
vivido los momentos mas intensos de nues-
tra “maratón” espiritual, como chistosamen-
te el Padre Orazio la define y , gracias a la
serena espiritualidad del ambiente, no
hemos dudado en acoger – como dice la Vir-
gen en uno de sus mensajes- la oportunidad
ofrecida como regalo de Dios, de “conver-
tirnos” y de “vivir en la paz y en el amor”
(25.10.06).
La oración, la celebración eucarística, la
meditación, el rezo del Santo Rosario han
llenado nuestras jornadas repartiendo paz y
serenidad entre nuestros corazones. A
menudo nos gusta recordar los momentos
compartidos y la charla confidencial entre
nosotros a última hora de la tarde.
Hemos compartido muchos de estos
momentos con los hermanos y hermanas de
la comunidad y todos juntos nos hemos sen-
tido integrados en una mas amplia familia
espiritual. Todo permanece nítido y presen-
te en nuestros corazones, así como fuerte es
el impulso que sentimos de dar testimonio
de todo lo vivido en Medjugorje y enormes
las ganas de regresar una vez mas.
Miriam Blasioli
Mi primer encuentro
con el amor
Me hicieron una pregunta al regresar:
“¿Qué traes a casa de Medjugorje?”
No me es difícil contestar: amigos, y ante
todo, hermanos. No solo por ser hijos de un
único Padre, sino porque Dios nos ha dona-
do a una Madre que en Medjugorje nos ha
reunido para tenernos consigo...
Mi respuesta a la llamada es : “¡Sí!”,
porque dentro de esta respuesta esta toda mi
alegría y el deseo de cambiar algo de mi
vida; ese algo que antes de hallar esa fuerza
del amor de Maria me hacía sentir sola, aun
sin estarlo. En Medjugorje he hallado a
todos ellos: a mis padres y a mi hermanos...
Soy madre de un hijo pero no tengo a un
hombre junto a mi. Mi deseo de enamorar-
me es muy grande pero no es fácil discernir
entre los auténticos sentimientos ;a veces
me enamoro solo de la idea de convivir con
alguien. En el pasado he vivido sensaciones
de opresión al mirar a una pareja que se
amaba, pero nunca quise renunciar a la idea
de estar sin un hombre y con un hijo. Oré en
esos momentos: “Maria. Madre, acoge mi
deseo de tener un esposo que me ame...
Lléname, utilízame y hazme madre en pleni-
tud!”
Llegamos a Medjugorje y hasta la maña-
na del segundo día deseaba estar sola, en
silencio. La habitación se me hacia como un
refugio. Trataba de leer un libro sobre espi-
ritualidad franciscana, pero no lo aguantaba.
Miraba por la ventana y veía el paisaje ver-
de y las montañas....Me vino en mente un
sueño que tuve hace siete años en el que se
me aparecía la Virgen mientras yo la espera-
ba postrada en el suelo, como el que se con-
sagra, y pensé: “Tal vez me he equivocado
con mi vocación, ¿Y ahora qué hago? ¿Aca-
so he interpretado mal los signos que Dios
me envió? Es imposible, porque ahora tengo
un hijo maravilloso ¿¡Madre y por tanto
también esposa!? ¡Pero falta un hombre!
Maria, ¡Ayúdame a comprender!
Pasan los días y al final de mi peregrina-
ción, en el viaje de vuelta, trato de resumir
lo que me sucedió en ese lugar de gracia. He
comprendido que la oración me ayuda con
poder para afrontar el mal, para huir de las
tentaciones y de las debilidades, para salir
victoriosa. Tuve certeza de ello al bajar el
Monte de las apariciones, tras una profunda
experiencia de oración. Este recuerdo antes
de partir suponía solo un lugar común...
La dificultad en subir el Monte de la
cruz y la meditación del Vía Crucis – que
acrecentaba el esfuerzo- no quedaron como
típico tramite, sino que me llevaron a la
Resurrección, a la verdadera, esa del cora-
zón... Una vez en la cima, me asomé para
ver desde lo alto la inmensidad de la crea-
ción, y dentro de mi sentí el Magnificat, y
también una pregunta: “Señor, ¿Qué tiene el
hombre para que te cuides tanto de él?” (Sal
143).
Esa serenidad que buscaba desde hacía
ya tiempo a través de un largo camino, la
Virgen me la concedió ¡Toda de una vez!
Cierto es que las heridas sangrarán siempre,
pero con el amor de Jesus y Maria, será
menor el dolor...
Esto es lo que me traje a casa: el amor y
la alegría de haber visto llegar por fin la
Resurrección. Y estoy segura de una cosa:
antes me enamoraba de una idea... ¡Ahora
me enamoro de la vida!
Manuela B.
7
Mi fe se ha reforzado
He llegado a Medjugorje tras un evento
que ninguna madre quisiera vivir: la pérdida
de un hijo. Un hijo que por voluntad propia
ha decidido atravesar la calle de la vida y
pasar a la otra orilla, con solo 22 años. Un
gran dolor y un gran vacio, colmados pero
por una fe que antes no poseía y que ni ima-
ginaba pudiera dar tanta fuerza y tanta sere-
nidad. He escrito bien: ¡Serenidad!
Esta serenidad, la fe y la alegría de vivir
no me ha sido transmitida por los huma-
nos... Allí, en el lugar donde la Virgen ha
decidido dar Sus mensajes he dejado una
parte de mi misma.
Estoy segura de querer repetir esta expe-
riencia en la casa de la Comunidad Kraljice
Mira que me acogió con tanta humildad,
ofreciéndome una estancia tranquila, dándo-
me la posibilidad de crecer en la fe y en el
amor hacia los demás, y sobretodo enseñán-
dome a saber compartir con los demás, algo
en lo que nunca puse mucha atención. No
estoy ya mas sola en mi dolor...
Anna Rita Vissani
Te esperaba
Antes de partir hacia Medjugorje, pensé:
“¡Quién sabe cómo será esta peregrinación!,
¡Estaremos todo el rato rezando!” Pero lue-
go la atmosfera que poco a poco se creó y el
silencio, suscitaron en mi un estado de áni-
mo que me ha empujado a ir en búsqueda de
la oración... Nunca hubiera pensado de sen-
tir esta necesidad tan fuerte y le pido a Maria
que me la mantenga...
Mientras subía por la colina de las aparicio-
nes, comprendí que no iba a poder subir has-
ta Ella, entonces le pedí que me diera la
fuerza ...y como por encanto ¡Mis pies me
llevaron arriba con celeridad! Cuando llegué
arriba, estaba Ella, que parecía decirme:
“¡Te esperaba!”
Elena
La Virgen es el modelo
de las almas interiores
Parece que la actitud de la Virgen,
durante los ocho meses que pasan desde la
Anunciación a la Navidad, sea un modelo
para las almas interiores, que viven en inti-
ma unión con Dios, seres elegidos por
Dios para vivir desde el interior, en el fon-
do del abismo sin fondo.
¡Con que paz y con que recogimiento
se prestaba y se sigue prestando la Virgen
para todas las cosas! ¡Incluso las cosas
mas mundanas eran divinizadas por Ella,
porque, a través de todo, la Virgen repre-
sentaba la adoradora del don de Dios.
Esto no le impedía exteriorizar, com-
prometerse con el mundo exterior, y siem-
pre, ante cualquier solicitud, se dedicaba a
la caridad; el Evangelio nos dice que
“Maria recorrió diligentemente las monta-
ñas de Judea para llegar a la casa de su pri-
ma Isabel”. La inefable visión que Ella
contemplaba en si misma, no disminuyó
nunca su caridad externa, el afecto por el
prójimo. Porque “la contemplación nos
conduce a la alabanza y al la eternidad del
Señor. Maria poseía la unidad que ya nun-
ca se romperá”.
b. Elisabetta della Trinitá
Se regresa distintos
en cualquier caso
Las apariciones de Medjugorje iniciaron
el 25 de junio de 1981. Un amor solidario y
tenaz unió rápidamente nuestro pueblo del
Piemonte con el pueblecito perdido de Bos-
nia Herzegovina. Solía ir con frecuencia el
panadero, en la época en que los peregrinos
solían alojarse en las casas de las familias
del lugar. Al jubilarse, éste regaló su horno a
la comunidad de Medjugorje, enseñando a
los artesanos locales como utilizarlo.
De Medjugorje me habla hoy con entu-
siasmo un guardia municipal casado desde
hace 27 años... El suyo es un matrimonio
ecuménico: el es católico, y ella es valdesa.
Juntos recorren un itinerario de fe respetan-
do la reciprocas diferencias y confrontándo-
se asiduamente con personas de confesiones
religiosas diferentes.
“He viajado a Medjugorje en 2005 por
primera vez, para acompañar a mi hermana.
Era la respuesta a una llamada. Antes, mi fe
era superficial, minada por dudas y miedos,
era frágil. Maria ha sanado mi vida, transmi-
tiéndome una total confianza en Dios. Aho-
ra, el Señor me acompaña en mi camino
cotidiano. La fe es un don: debe ser pedido
y custodiado, cuidado como a una planta
para que no se seque. La certeza de que Dios
está con nosotros redimensiona cualquier
problema. De Medjugorje vuelve uno cam-
biado en cualquier caso: los maridos, en
ciertos casos ateos y blasfemos, y que gru-
ñendo acompañan reacios a sus esposas, se
vuelven después devotos entusiastas.
“¿Los mensajes de Maria están dirigi-
dos a todos?”
Con toda certeza. La humanidad ha cre-
ado las religiones, las divisiones, el fanatis-
mo, la intolerancia. Pero Dios es amor: quie-
re que todos nos salvemos, sin distinciones,
nos ofrece infinitas ocasiones para salvar-
nos. Las apariciones de Medjugorje se dife-
rencian de las apariciones del pasado porque
son diarias y suceden allí donde se encuen-
tren los videntes. Además los videntes per-
manecen en el mundo: son jóvenes moder-
nos, que han estudiado, que trabajan, viajan,
dialogan, han formado una familia y divul-
gan la Palabra en todo el planeta a través de
los medios modernos. Esto hace de Medju-
gorje un polo mundial: este año, durante el
festival de jóvenes la primera semana de
agosto, había 60.000 jóvenes llegados de
varios países.
¿Cuál es el mensaje que mas te ha
impactado?
La Virgen nos repite que el mundo debe
volver a Dios. Excluyendo al Creador de
nuestros proyectos condenamos a la socie-
dad, a las familias y al mismo planeta a un
triste final. Nos autodestruimos. Las catástro-
fes que golpean al planeta, los actos de vio-
lencia, las injusticias evidentes, las guerras se
multiplican porque nos olvidamos del Señor,
no respetamos a la naturaleza ni a los anima-
les que El nos ha confiado, ni a nuestros
semejantes. Maria nos invita a orar juntos, a
ocuparnos de los demás, a ayunar, a conver-
tirnos, a leer la Biblia, a hacer obras de cari-
dad. En cada casa, en cada núcleo familiar
debemos crear espacio para Dios. Ir a Medju-
gorje es una experiencia que aconsejo a
todos. Cada año cuando vuelvo, siento que he
mejorado, descubro algo nuevo e importante.
Allí , en oración, es como si te hallaras en otra
dimensión: puedes orar hasta tres horas sin
darte cuenta de que el tiempo pasa”. E. M.
El tiempo de la Espera
de Piero Gottardi
“He aquí una voz clara, resuena en la
noche oscura,
desaparecen las
pesadillas, desde
lo Alto resplan-
dece Jesus. El
Cordero
es
enviado
para
nosotros, viene a
perdonar toda
culpa, todas jun-
tas, en lagrimas,
pidamos
per-
dón..”
En
adviento vuelven
los antiguos y
atormentadores
himnos.
El Adviento es el tiempo mas bello del
año litúrgico: tiempo de espera, tiempo de
esperanza. Quien aguarda lo hace porque
espera y en la esperanza hay ya motivo de
alegría. Y ¿A quien debemos esperar sino a
Aquel que debe venir? Las lecturas nos
hablan del final de los tiempos: “Bienaven-
turados aquellos siervos a los cuales su
señor, cuando venga, halle velando; de cier-
to os digo que se ceñirá, y hará que se sien-
ten a la mesa, y vendrá a servirles. Y aunque
venga a la segunda vigilia, y aunque venga a
la tercera vigilia, si los hallare así, bienaven-
turados son aquellos siervos” (Lc 12,35).
¿Cuál será la bienaventurada genera-
ción que le acogerá? La Biblia y el Catecis-
mo no dan esa indicación temporal. El Evan-
gelio sin embargo invita a escrutar los signos
de los tiempos y en realidad los hay y abun-
dantes: “La humanidad ha forjado las armas
de la propia destrucción, quemando en este
cometido, infinitos recursos. Se ha olvidado
además de su alianza con Dios. Desprecia las
leyes naturales y rechaza valores morales
inalienables. Gran parte del mundo llega
incluso a rechazar y negar cualquier dimen-
sión espiritual del hombre. La parte material-
mente mas desarrollada de la humanidad se
ha comprometido además en una loca carre-
ra hacia el progreso tecnológico afín a si mis-
mo. Por otro lado, y al mismo tiempo, los
habitantes de los países pobres, cientos de
millones, deben tragarse las lagrimas amar-
gas de su miseria, en lugar de poder comer y
compartir el pan fraternalmente. Este mundo,
a los ojos de Dios, Padre de todos, vive en
pecado mortal”. (R. Laurentin)
Para sus ojos, mil años son como un
día: lo que no ha sucedido en mil años,
puede suceder en un día. Signos muy cla-
ros de los tiempos son sobretodo las apari-
ciones de la Virgen en todo el mundo: un
enorme mosaico cuyas piedritas (las mas
importantes son las de Medjugorje) forman
un único plan de salvación, que poco a poco
se va aclarando al ir apareciendo mas y mas
luces. El padre Laurentin recogió 2400 apa-
riciones y admite que son sólo una pequeña
parte; las falsas, se dan en muy pocos casos.
“¡Medjugorje es auténtico! Un faro de
luz muy intensa, una lluvia de Gracia
sobreabundante, don y misterio, llamada
urgente a la conversión, mirada a un futuro
no muy lejano. “He venido a llamar al mun-
do a la conversión por ultima vez. Después,
no me apareceré ya mas en la tierra”.
(2.5.82) “Con los eventos que se preparan, y
que están ya cercanos, le será quitado a
8
satanás el poder que aun posee... orad para
que el reino del amor venga al mundo ente-
ro... Para los no creyentes será demasiado
tarde para convertirse... Pediré a mi Hijo
que no castigue al mundo, pero, os lo ruego,
¡Convertíos! No podéis imaginar lo que
sucederá ni lo que el Padre eterno enviará a
la tierra. Por eso, ¡Convertíos! Renunciad a
todo, haced penitencia (24.6.83).
Palabras fuertes, suplicantes, dramáticas.
“¡Cuando llegue la gran Señal, los
enfermos presentes sanarán!”. Ivo Juricic
espera que la pierna amputada le vuelva a
crecer, como le prometió la Virgen a través
de los videntes.
Ivanka, ¡que esta una hora entera con la
Virgen! “Estuvo conmigo durante una hora.
Nunca la vi tan bella. Era tan tierna y
bella...”. Luego le presenta a su madre
terrenal, que la besa y la abraza, y al final,
Ivanka ¡Besa incluso a la Virgen! ¡Y los
ángeles observándolo todo!
Mirjana recibe una hoja hecha de un
material que no existe aquí en la tierra, don-
de están escritos, por ahora de forma invisi-
ble, los secretos que llevarán a la secuencia
final... Muchos, sacerdotes y frailes inclui-
dos, se sobresaltan, quisieran minimizar,
censurar, tratan de meter el vino nuevo en
sus viejos esquemas. Pero Medjugorje es un
pack completo, o lo tomas todo o no com-
prendes nada.
“Orad por la paz, a fin de que cuanto
antes reine un tiempo de paz que mi Cora-
zón aguarda con impaciencia... (25.6.95)
Deseo renovar con vosotros la oración e
invitaros al ayuno, el cual deseo ofrecer a mi
Hijo Jesus por la llegada de un tiempo nue-
vo, un tiempo de primavera” (25.10.00).
¡Que bella es Maria! Viene todos los
días, siempre joven, dulce, pura, real, encan-
tadora, llena de amor. Pero sobretodo, todo-
poderosa (por la Gracia de Dios), como
garantía de sus magnificas promesas.
Es nostalgia, deseo, esperanza, cantico,
dolor, exilio, valle de lagrimas bajo un cielo
demasiado azul, espera infinita... “La espe-
ranza que se demora es tormento del cora-
zón” (Prov 13,12).
Sigamos al ángel,
paso a paso
Sigamos al ángel paso a paso y veamos a
donde va. No a Roma, la triunfante, ni a Ate-
nas, la sabia, ni a Babilonia la soberbia, ni
siquiera a Jerusalén, la santa. Va a un rincón
de Galilea, a un paraje desconocido, a Naza-
ret, de la cual Natanael dirá un día: “¿Podrá
venir algo bueno de Nazaret?”.
Pero en Nazaret hay una cabaña que
encierra el tesoro del cielo y de la tierra y el
amor secreto del Padre eterno por el mundo.
En este pequeño lugar hay una Virgen mas
grande que la tierra y el cielo juntos, Virgen
escogida por Dios para comprender lo
incomprensible. Hay allí una Virgen mas
grande y mas luminosa que Roma, que Ate-
nas, que los hombres y incluso mas que los
ángeles.
Hay una Virgen, cuyo nombre es Maria,
y que según este nombre, es abismo de gra-
cias, océano de grandeza y mundo de mara-
villas. Es a esta Virgen a quien Dios mira, y
Ella también le mira a Dios, y llena de El, se
eleva. Es a esta Virgen a quien Dios envía su
ángel.
Cardenal Pierre de Bérulle (1575-1629)
(de www.mariedenazareth.com)
Los lectores escriben
Frére Michel Malterre, desde Cuzco,
Perú: “Es una gran alegría recibir de nuevo
el boletín que hacía mucho que no recibía.
Que alegría poder meditar cada mes las
palabras de nuestra Madre del Cielo. Yo soy
un misionero de vida contemplativa cerrada,
vivo en clausura en una pequeña comunidad
llamada Nuestra Señora del Silencio, en los
Andes peruanos. Gracias por vuestra fideli-
dad...”
Mary di Bona, desde Smithfield, Aus-
tralia: “Gracias por vuestro esfuerzo en
enviarme el Eco de Maria. Como agradeci-
miento, espero que mi pequeño donativo os
pueda ayudar un poco a seguir adelante...”
Ken Harper, desde Ashfield, Australia:
“Me ha hecho muy feliz recibir vuestro
boletín que de verdad es alimento para el
alma, del que hoy nosotros estamos desespe-
radamente necesitados para mantener fuerte
nuestra fe y esperanza en Dios. Por lo tanto,
¡Gracias! Pediré para que podáis superar las
dificultades económicas actuales, porque
creo que el Eco es un regalo de Maria mis-
ma para todos sus hijos”.
C. Ballegen, desde Bruselas, Bélgica:
Soy fiel lector de Eco desde hace ya muchos
años. El Eco nos da las directrices para pro-
ceder con esperanza y crea una cadena “invi-
sible” de cristianos enlazados entre si. He
leído sobre vuestras dificultades económi-
cas, por ello os envío una pequeña contribu-
ción.”
Lucile Broglein, desde Belfort, Fran-
cia: “Os ruego acoger mi donativo en res-
puesta a vuestras necesidades. Agradezco a
Dios que continúa su obra, a través de
Maria, de guiar a nuestra generación hacia la
nueva vida. Dios bendiga a todo vuestro
equipo de Eco por el valioso trabajo que rea-
liza fielmente, a pesar de las dificultades.
Este periódico es el signo de lo “esencial”
en la sencillez, el único valor que puede
satisfacer a nuestro mundo. Os saludo frater-
namente en la alegría de poder recibir de
nuevo el Eco y de permanecer en unión de
oración con mi comunidad parroquial, con
la gran familia de Medjugorje, con toda la
Iglesia y el Papa Benedicto XVI por la paz
en los corazones”.
Denise Bourzeix, desde St. Augustin,
Francia: “El Eco de Maria es una pequeña
maravilla para nuestra fe. Lo distribuyo des-
de hace años entre mis amigos y os pido
hagáis lo posible por continuar. Actualmen-
te no tenemos grandes medios para llegar de
nuevo a la Fuente...”
M. P. Arokiaraj, desde Tamil Nadu,
India: Soy lector de Eco de Maria, os agra-
dezco muchísimo por la distribución gratui-
ta de Eco de Maria, que nos es tan útil: ¡Me
hace feliz! Distribuyo desde hace tres años
10 copias a mis amigos y vecinos de casa.
Acoged mi amor más sincero y mis oracio-
nes con el fin de que podáis ayudar a las
almas que tienen sed de Dios”.
A. Gouttenoire, desde Eu, Francia:
“Gracias por el envío de Eco que distribuyo
en gran numero para beneficio de muchos.
Gracias también por el trabajo de traducirlo
– todo este trabajo escondido tendrá un día
su debido reconocimiento – ¡La Virgen
Maria es realmente incansable!
G. H. Vandenheede, desde Amboise,
Francia: “Gracias por el Eco de Maria, lle-
no de alimento espiritual en este mundo
infiel y trastornado. Maria es muy poderosa
junto a su Hijo. Pueda Ella escuchar nues-
tras confiadas oraciones...”
M. C. Rembauville, desde St. Marie
Kerque, Francia: “Una señora de nuestro
grupo de oración se ha conmovido ante
vuestra petición y quisiera contribuir con un
donativo. Aprecia mucho vuestro boletín y
os anima a seguir adelante... Gracias una
vez más por la ayuda y el alivio espiritual
que nos ofrecéis. Agradezco a la Virgen
Maria por seguir visitándonos todos los días.
Que Ella os bendiga para que podáis seguir
transmitiendo fielmente sus mensajes”.
Juan Carlos Blandón Montoya, desde
Colombia: “Desde hacìa mucho tiempo
querìa escribirles y nunca se me habìa pre-
sentado la oportunidad y ahora que la tengo
quisiera saludarlos y mandarles un abrazo.
El periodico ECO lo conozco hace varios
años. Lo conseguìa en un almacén de mi ciu-
dad, pero no siempre lo consigo porque vive
en el otro extremo de la ciudad... Os pido
pues me lo enviéis directamente a mi casa.
Se que uno lo puede leer internet, pero yo no
tengo computador en mi casa y me gusta
mas el periodico de papel para poder colec-
cionarlo, inclusive tengo ganas da consguir
nùmeros atrasados para poder formar una
gran biblioteca Maria Reina de la Paz... El
periódico es excelente, me gusta por su alto
contenido espiritual, contemplativo y los lle-
na a uno de Dios. Saludo a los hermanos tra-
ductores al español. ¡Gracias! Pueden contar
con un amigo aquí en Colombia...”
El Eco de María
vive sólo de donativos
que pueden hacerse
por VÍA BANCARIA:
Associazione Eco di Maria
Banco de Valencia
(Grupo BANCAJA)
IBAN: ES59 0093 0999 1100 0010 2657
CUENTA CORRIENTE No:
0093 0999 11 0000102657
Para nuevas suscripciones o para
modificaciones en la dirección escribir a la
Secretaría del Eco
ECO DI MARIA
Via Cremona, 28 - 46100 Mantova - Italia
E-MAIL: eco-segreteria@ecodimaria.net
Eco en Internet: http://www.ecodimaria.net
E-mail redacción: ecoredazione@infinito.it
“Goce el corazón
de los que buscan al Señor.
Buscad al Señor y su poder,
Buscad siempre su rostro”.
¡Feliz Navidad
y Prospero año Nuevo
a todos los lectores¡
Villanova M., 1° de Noviembre de 2010
Resp. Ing. Lanzani - Tip. DIPRO (Roncade TV)
Santuario de Medjugorje · Sitio Oficial para España e Iberoamérica: "- Enviado mediante la barra Google"
jueves, 4 de noviembre de 2010
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