lunes, 30 de marzo de 2015

La Misericordia en los Tiempos Finales

La Misericordia en los Tiempos Finales











































martes, 31 de marzo de 2015






.Santoral





San Benjamín, Mártir



31 de Marzo


El rey Yezdigerd, hijo de Sapor II puso fin a la
cruel persecución de los cristianos que había sido llevado al cabo en Persia
durante el reinado de su padre. Sin embargo, el obispo Abdas con un celo mal
entendido incendio el Pireo o templo del fuego, principal objeto del culto de
los persas. 



El rey amenazó con destruir todas las iglesias de los cristianos, a menos que
el obispo reconstruyera el templo, pero éste se rehusó a hacerlo; el rey lo
mandó a matar e inició una persecución general que duró 40 años.



Uno de los primeros mártires fue Benjamín, diácono. Después de que fuera
golpeado, estuvo encarcelado durante un año, pero obtuvo su libertad gracias al
embajador del Constantinopla y prometiendo bajo su responsabilidad que el santo
se abstendría de hablar acerca de su religión.



Sin embargo, Benjamín declaró que él no podía cumplir tal condición y, no
perdió la oportunidad de predicar el Evangelio. Fue de nuevo aprehendido y
llevado ante el rey, quien lo sometió a crueles torturas, siendo luego decapitado.














lunes, 30 de marzo de 2015






+Santoral+






San Leonardo Murialdo 

 


Fundador 30 Marzo 


 Fundador


Leonardo
Murialdo no es un hombre lejano: nace en Turín (Italia) el 26 de
octubre de 1828 y muere en la misma ciudad el 30 de marzo de 1900. Es
una persona dulce y noble, un hermano que se entrega todo a otros
hermanos que no tienen casa y familia, que están solos y sin cariño, que
non conocen a Dios.

A
los 17 años, después de una crisis religiosa, decide consagrarse a Dios
y en 1851 recibe la ordenación sacerdotal. Es el cura de los barrios
pobres, el apóstol de los pequeños limpiachimeneas, de los chicos de la
calle, de los encarcelados, de los jóvenes obreros.

Piensa
en la formación profesional de los jóvenes, en su capacitación para el
mundo adulto y obrero. En 1866 acepta dirigir el colegio "Artesanitos",
una institución para chicos pobres y huérfanos.

Dócil
a la voluntad de Dios y para dar continuidad a su misión educativa, el
19 de marzo de 1873 dio vida a la Congregación de San José (Josefinos de
Murialdo), formada por sacerdotes y laicos.

La
pedagogía de san Leonardo se puede resumir "en el espíritu de dulzura,
de paciencia y de familiaridad, porque éste es el secreto para realizar
el bien entre los niños y los jóvenes". Este estilo educativo encuentra
su fuente en el amor misericordioso de Dios que Murialdo experimentó
desde su juventud. Todo esto se puede resumir en el vivir con los niños y
jóvenes como "amigo, hermano y padre".

Hoy
los Josefinos de Murialdo continúan en la Iglesia su amor hacia los
niños y los jóvenes en los centros juveniles, colegios, casa-hogar,
parroquias, misiones... Están presentes en varios países de América
Latina, de Europa y de Africa.

El
3 de mayo de 1970 Leonardo Murialdo es proclamado santo por el Papa
Pablo VI. Su fiesta se celebra el 30 de Marzo, los salesianos lo
festejan el 18 de Mayo. 



martes, 2 de septiembre de 2014






Maremagnum


LAS NUEVE ORACIONES DE SAN
GREGORIO MAGNO
En reverencia de la Sagrada Pasión y Muerte de Nuestro Señor
Jesucristo





Santo Papa Romano
(El Maremagnum)



   El Papa Inocencio VIII, concedió a los que
rezaren las nueve oraciones siguientes de San Gregorio, las siguientes
indulgencias:
Cada día:
14.185.149 años de indulgencia.
En Viernes el
doble.
En Viernes Santo:
8 indulgencias plenarias.
Y los que no saben leer, o muy enfermos,
pueden rezar 20 Padrenuestros y 20 Avemarías frente a la imagen del santo, y
ganan lo mismo.
Los que dijesen 7 Padrenuestros y 7
Avemarías frente a la imagen del Santo: 50.000 años de indulgencias y el
Viernes Santo, indulgencia plenaria
Hagamos este obsequio a las  benditas almas del Purgatorio
  
Puede parecer que son grandes indulgencias y que no es necesario
rezarlas a menudo, pero se hacen suave brisa fresca en la inmensidad del
Purgatorio y del gran número de almas que allí se encuentran. Muchas almas
padecen y pocos rezan por ellas. Rezar con tesón y con la mayor frecuencia que
se pueda.  
PRIMERA
ORACIÓN
  
Señor mío Jesucristo, te adoro colgado de la Santa Cruz, coronada de
espinas tu Cabeza. Te ruego que Tu Santísima Cruz me libre del ángel malo. Amén
Jesús.
Un
Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.
SEGUNDA ORACIÓN
   Oh
Señor mío Jesucristo, te adoro en la Cruz herido y llagado, bebiendo hiel y
vinagre. Te ruego que la lanza de Tu Santísimo Costado sea remedio para mi
alma. Amén Jesús.
Un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.
TERCERA ORACIÓN
   Oh
Señor mío Jesucristo, por aquella amargura, que por mí, miserable pecador,
sufriste en la Cruz, principalmente en aquella hora, cuando tu Alma santísima
salió de tu bendito cuerpo , te ruego Señor, que tengas misericordia de mi alma
cuando salga de esta vida mortal; la perdones y la encamines a la Vida  Eterna. Amén Jesús.
Un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.
CUARTA ORACIÓN
   Oh
Señor mío Jesucristo, yo te adoro depositado en el Santo Sepulcro, ungido con
mirra y ungüentos  fragantes. Te ruego
Señor, que tu muerte sea remedio para mi alma. Amén Jesús.
Un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.
QUINTA ORACIÓN
  Oh
Señor mío Jesucristo, yo te adoro y considerando aquel tiempo cuando
descendiste a los infiernos y de allí sacaste y pusiste en libertad en los
cielos a los que allí estaban cautivos, te ruego Señor que tengas misericordia
de mi.  Amén Jesús.
Un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.
SEXTA ORACIÓN
  Oh
Señor mío Jesucristo, que estás sentado a la derecha del Padre Eterno, yo te
adoro por tu santa resurrección de entre los muertos y Ascensión a los Cielos.
Te ruego Señor que yo te pueda seguir y mi alma pueda ser presentada delante de
la Santísimas Trinidad. Amén Jesús.
Un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.
SÉPTIMA ORACIÓN
  Oh
Señor mío Jesucristo, Pastor bueno, conserva y guarda a los justos,
 justifica y perdona  a los
pecadores, ten misericordia de todos los fieles y acuérdate de mí, triste y
miserable pecador. Amén Jesús.
Un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.
OCTAVA ORACIÓN
  Oh
Señor mío Jesucristo, yo te adoro y contemplando que el día del Juicio vendrás
a juzgar a los vivos y a los muertos y a los buenos darás gloria y a los malos
condenación eterna. Te ruego Señor, por tu Santa Pasión, nos libres de las
penas del Infierno, nos perdones y nos lleves a la Vida Eterna.  Amén
Jesús.
Un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.
 NOVENA ORACIÓN
  Oh
amantísimo Padre, yo te ofrezco la inocente muerte de Tu Hijo y el amor tan
firme de Su Corazón por toda la culpa y pena que yo miserable pecador merezco,
y todos los pecadores: por aquellos enormes y gravísimos pecados míos  y
por todos mis prójimos y amigos vivos y difuntos. Te ruego tengas misericordia
de nosotros. Amén Jesús
Un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.
OFRECIMIENTO
 
Estas oraciones las ofrezco a los méritos de la Pasión y muerte de
nuestro Redentor Jesucristo, a quien pido y suplico me las reciba en descuento
y satisfacción de mis culpas y pecados confirmándome lo que San Gregorio y
otros Pontífices han concedido a quienes la rezaren delante de su imagen o la
llevasen consigo y es mi voluntad que Dios nuestro Señor aplique lo que le
pareciese ser bastante para sacar del Purgatorio el alma que allí estuviese y
que fuese más de mi obligación gloria suya y de la Santísima Virgen María, a
quien pido y suplico sea mi abogada con su Divina Majestad. Amén Jesús.
ORACIÓN
  Oh
altísima Cruz, oh inocente y preciosa Sangre, oh pena grande y cruel, oh
pobreza de Cristo mi Redentor, oh Llagas muy lastimadas, oh Corazón traspasado,
oh Sangre de Cristo derramada, oh muerte amarga de Dios, oh dignidad grande de
Dios, digna de ser reverenciada. Ayúdame Señor para alcanzar la vida eterna,
ahora y en la hora de mi muerte. Amén Jesús.





lunes, 14 de julio de 2014






VidaSagrada




¡No al Aborto!






EL QUINTO MANDAMIENTO 

Madre de los No Nacidos y Abortados


    «No matarás» (Ex 20, 13)







La vida humana debe ser
respetada y protegida de manera absoluta desde el momento de la concepción.
Desde el primer momento de su existencia, el ser humano debe ver reconocidos
sus derechos de persona, entre los cuales está el derecho inviolable de todo
ser inocente a la vida (cf Congregación para la Doctrina de la Fe, Instr. Donum
vitae, 1, 1).




    «Antes
de haberte formado yo en el seno materno, te conocía, y antes que nacieses te
tenía consagrado» (Jr 1, 5).



    «Y mis huesos no se te ocultaban, cuando era yo hecho en lo
secreto, tejido en las honduras de la tierra» (Sal 139, 15).


 







La Iglesia defiende los derechos de aquellos que no pueden hacerlo





No es cuestión de
aprobar o no aprobar el aborto. La Iglesia no trata de imponer sus ideas, sino
que considera su deber ayudar al hombre y defender los derechos de aquellos que
no pueden hacerlo por sí mismos, en este caso, los niños no nacidos. La Iglesia
valora como el mayor don la vida y busca protegerla y fomentarla, enseñando al
hombre el verdadero valor de la vida. Una visión errada puede llevar a la
distorsión y a la destrucción de los valores humanos inherentes a la persona,
con el riesgo de deshumanizar al mundo.




El hombre es libre. Esa libertad ha sido la gran
conquista de nuestro tiempo. Libertad y progreso son justamente las dos
banderas que enarbolan quienes luchan por una legislación pro -abortista. Nadie
pone en duda que el redescubrimiento del valor, de la dignidad y del papel de
la mujer en la sociedad deban ser defendidos.




Y aquí está el punto. Cuando se habla de «aborto sí» o
«aborto no», se toma en cuenta sólo los derecho de una sola de las partes. Con
mucha facilidad se olvida de la otra persona que la mujer lleva dentro. 








¿Qué entiende la Iglesia por aborto?



La Iglesia Católica entiende por aborto la muerte provocada del feto, realizada
por cualquier método y en cualquier momento del embarazo desde el instante
mismo de la concepción. Así ha sido declarado el 23 de mayo de 1 988 por la
Comisión para la Interpretación Auténtica del Código de Derecho Canónico.








La cuestión del aborto provocado, ¿es sólo un problema científico,
político o social?




Ciertamente, no. Esta cuestión es, desde luego, un problema científico,
político y social grave. Pero también es, y en gran medida, un serio problema
moral para cualquiera, sea o no creyente.



¿Tenemos los católicos obligaciones adicionales acerca de la cuestión del
aborto, respecto de los no católicos o no creyentes?



Todo hombre y toda mujer, si no quieren negar la realidad de las cosas y
defienden la vida y la dignidad humanas, han de procurar por todos los medios
lícitos a su alcance que las leyes no permitan la muerte violenta de seres
inocentes e indefensos. Pero los cristianos, entre los que nos contamos los
católicos, sabemos que la dignidad de la persona humana tiene su más profundo
fundamento en el hecho de ser hijos de Dios y hermanos de Jesucristo, que quiso
ser hombre por amor a todos y cada uno de nosotros.



Por eso los católicos, si vivimos nuestra fe, valoramos en toda su dimensión el
drama terrible del aborto como un atentado contra esta dignidad sagrada. Más
que de obligaciones adicionales, pues, habría que hablar de una más profunda y
plena comprensión del valor de la persona humana, gracias a nuestra fe, como
fundamento para nuestra actitud en favor de la vida, ya que sabemos que el
olvido de Dios lleva con más facilidad al olvido de la dignidad humana.



Como católica, ¿en qué incurre una persona que realiza o consiente
que le realicen un aborto?




Quien consiente y deliberadamente practica un aborto, acepta que se lo
practiquen o presta una colaboración indispensable a su realización, incurre en
una culpa moral y en una pena canónica, es decir, comete un pecado y un delito.



¿En qué consiste la culpa moral?



La culpa moral es un pecado grave contra el valor sagrado de la vida humana. El
quinto Mandamiento ordena no matar. Es un pecado excepcionalmente grave, porque
la víctima es inocente e indefensa y su muerte es causada precisamente por
quienes tienen una especial obligación de velar por su vida.



Además, hay que tener en cuenta que al niño abortado se le priva del Sacramento
del Bautismo.



¿Qué es una pena canónica?



La pena canónica es una sanción que la Iglesia impone a algunas conductas
particularmente relevantes, y que está establecida en el Código de Derecho
Canónico, vigente para todos los católicos.



¿En qué pena canónica incurre quien procura un aborto?



El que procura un aborto, si sabe que la Iglesia lo castiga de este modo
riguroso, queda
excomulgado. El Canon 1398
dice: "Quien procura un aborto, si éste se produce, incurre en excomunión
Latae sententiae"



Por otra parte, el Canon 1041 establece que el que procura un aborto, si éste
se consuma, así como los que hayan cooperado positivamente, incurre en
irregularidad, que es el impedimento perpetuo para recibir órdenes sagradas.



¿Qué quiere decir incurrir en excomunión?



Significa que un católico queda privado de recibir los Sacramentos mientras no
le sea levantada la pena: no se puede confesar válidamente, no puede acercarse
a comulgar, no se puede casar por la Iglesia, etc. El excomulgado queda también
privado de desempeñar cargos en la organización de la Iglesia.



¿Qué quiere decir que una excomunión es Latae sententiae?



Con esta expresión se quiere decir que el que incurre en ella queda excomulgado
automáticamente, sin necesidad de que ninguna autoridad de la Iglesia lo
declare para su caso concreto de manera expresa.



¿Significa algo especial la frase "si éste -el aborto- se produce"?



Sí. Quiere decir que, para que se produzca la pena de excomunión, el aborto
debe consumarse, es decir, el hijo ha de morir como consecuencia del aborto.
Si, por cualquier circunstancia, el aborto no llega a consumarse, no se
producirá la excomunión, aunque se dará el pecado.



En el caso del aborto, ¿quiénes incurren en la pena de excomunión?



Si se dan las condiciones que configuran la pena de excomunión, en este caso
quedan excomulgados, además de la mujer que aborta voluntariamente, todos los
que han prestado colaboración indispensable a que se cometa el aborto: quienes
lo practican, quienes los ayudan de modo que sin esa ayuda no se hubiera
producido el aborto, etc.



¿Qué razón de ser tiene que el aborto está condenado por una pena
canónica tan grave como es la excomunión?




La razón de ser de esta norma es proteger -también de esta manera, no sólo con
la catequesis y la recta formación de la conciencia- la vida del hijo desde el
instante mismo de la concepción, porque la Iglesia se da cuenta de que la
frágil vida de los hijos en el seno materno depende decisivamente de la actitud
de los más cercanos, que son, además, quienes tienen más directa y especial
obligación de protegerla: padres, médico, etc. Luego, cuando el niño nazca,
estará ya además protegido de alguna manera por la sociedad misma.



La Iglesia ha entendido siempre que el aborto provocado es uno de los peores
crímenes desde el punto de vista moral. El Concilio Vaticano II dice a este
respecto: "Dios, Señor de la vida, ha confiado a los hombres la insigne
misión de proteger la vida, que se ha de llevar a cabo de un modo digno del
hombre. Por ello, la vida ya concebida ha de ser salvaguardada con extremados
cuidados; el aborto y el infanticidio son crímenes abominables" (Const.
"Gaudium et Spes").



Pero ya que en los últimos años cada vez hay más Estados que permiten el
aborto, ¿no habría sido un gesto de benevolencia de la Iglesia el haber
mitigado las penas para los católicos que aborten?



La Iglesia pudo haber cambiado, en la última y profunda revisión del Código de
Derecho Canónico culminada en 1983, la pena de excomunión que pesa sobre los
que procuran conscientemente un aborto, pero no lo hizo así precisamente porque
en las últimas décadas se ha producido en todo el mundo una acusada relajación
de la sensibilidad de las gentes (y también de muchos creyentes) hacia este
crimen. Y si bien esta mayor laxitud social, que ejerce una presión cierta
sobre las conciencias, puede disminuir la gravedad del delito en algunos casos,
una atenuación de la pena habría suscitado, inevitablemente, la errónea idea de
que la Iglesia considera hoy el aborto provocado como menos grave que antes,
cuando, evidentemente, no es así.



La Iglesia es Madre y Maestra; como Madre, es lenta para la ira y fácil para el
perdón, pero como Maestra no puede desvirtuar el depósito de la doctrina legado
por Dios, y no puede decir que está bien lo que está mal, ni puede dar pie a
que nadie suponga que actúa de esta manera.



¿Puede suceder que alguna persona consienta o colabore en un aborto y no
incurra en excomunión?



Sí. Dado que en Derecho Canónico no existe delito si no hay pecado grave, hay
circunstancias en las que no se incurre en esta pena, que requiere plena
imputabilidad. Por ejemplo, no quedan excomulgados los que procuran un aborto
si ignoran que se castiga con la excomunión; los que no tengan conciencia de
que abortar voluntariamente es pecado mortal; los que han intervenido en un
aborto forzados con violencia irresistible contra su voluntad o por miedo
grave; los menores de edad...; en general, los que han obrado sin plena
advertencia y pleno consentimiento.



En el caso de que un médico (o un anestesista o una enfermera), por no estar
dispuesto a realizar este tipo de intervenciones, fuese despedido y padecieran
necesidad él y su familia, ¿podría colaborar?



Nunca se puede colaborar de modo positivo en la comisión de un acto que va
contra la ley de Dios, que hay que obedecer antes que a la ley de los hombres.
El católico que se halla en esta situación tiene la obligación grave de
ampararse en el derecho a la objeción de conciencia, aunque esta actitud pueda
acarrearle represalias.



El profesional sanitario cristiano ha de tener presente, además, que si es
conocida su condición de creyente puede provocar un grave escándalo si colabora
a la práctica de abortos.



Si los familiares de ese profesional son también cristianos, tienen la
responsabilidad humana y moral de ayudarle a sobrellevar las dificultades,
apoyarle en sus decisiones y hacer causa común con él en esos momentos de
tribulación. Y esta responsabilidad alcanza también a sus amigos y colegas, si
son cristianos y quieren vivir auténticamente su fe, así como a los miembros de
la comunidad católica en que el profesional sanitario se desenvuelva.



¿Y qué ha de hacer el resto de las personas que trabajan en un hospital donde
se practican habitualmente abortos?



Esas personas han de poner todos los medios lícitos a su alcance para que se
dejen de practicar abortos. En cualquier caso, han de negar su colaboración
directa a esas acciones.



¿No es la doctrina católica sobre el aborto una dura doctrina, que
muy pocos podrán seguir?




Casi con estas mismas palabras replicaron los contemporáneos de Jesús cuando
oyeren su predicación. Y el mismo Jesús nos dijo que hay que seguir el sendero
estrecho para llegar al Reino de los Cielos. Seguir a Cristo en Su Iglesia no
es fácil, pero con la Gracia de Dios se allana el camino y se superan las
dificultades, por grandes que parezcan. También nos dijo Jesús que fuéramos a
Él con confianza, y Él nos aliviaría de nuestras angustias.



La doctrina católica sobre el aborto no proviene de la voluntad de la autoridad
eclesiástica, sino que está fundamentada en lo más profundo de la naturaleza de
las cosas queridas por Dios, que se expresa en la Ley que Él nos ha dado a
conocer, y que la Iglesia tiene la misión de transmitir. Pero la Iglesia cumple
también con su deber siendo el ámbito en que los cristianos pueden fortalecer mejor
su fe y ser ayudados y estimulados a vivir más intensamente su vida cristiana.



¿Cómo puede levantarse una excomunión, tras haber colaborado en un aborto
consumado?



Si un católico se encuentra en esta situación, debe acudir al obispo o al
sacerdote en quien éste delegue. En la práctica, puede dirigirse a cualquier
sacerdote, que le indicará lo que debe hacer.



¿Tienen los católicos, además de la obligación grave de no colaborar en ningún
aborto provocado, otras obligaciones en esta materia?



Todos los católicos estamos llamados a una vida plena, es decir, a la santidad,
y a contribuir activamente a la extensión del Reino de Dios en la tierra
llevando el Evangelio hasta el último rincón del mundo. Si todo miembro
responsable de una sociedad que se proclama civilizada tiene el deber de
defender la vida y la dignidad humanas, por muchas más razones los católicos
hemos de asumir esta tarea.



¿Cómo se puede hacer esto, en el caso del aborto?



El lograr que en una sociedad se respete el derecho a la vida es responsabilidad
de todos en su actividad cotidiana, pues todos, con el ejemplo de su conducta,
sus palabras, sus escritos, sus opiniones, su voto, la educación de sus hijos,
etc., influyen en lo que se piensa, en cómo se vive Y en lo que se legisla.



Ciertamente, un papel importante corresponde a políticos, educadores y
responsables de medios de Comunicación social, por la repercusión que sus
palabras o sus acciones tienen en la colectividad; pero ellos, al tiempo que
influyen sobre la sociedad, son influidos a su vez también por ella.



¿Qué puede hacer para influir en esta materia un cristiano corriente, un
ciudadano normal que ni sale en la televisión, ni habla desde una cátedra o una
tribuna pública?



Lo primero que cada uno puede y debe hacer para afirmar la vida es vivir con la
conciencia de su dignidad. Sólo afirmaremos la vida de otros si nosotros
percibimos la nuestra en toda su grandeza y si nuestra conducta es coherente
con nuestra convicción. El ejemplo de Jesús, tomando en serio a cada una de las
personas que se encontraba, debe servirnos para que todos los que se crucen en
nuestra vida se sientan valorados y tenidos en cuenta como seres únicos. Una
afirmación así de la vida personal en nuestras experiencias cotidianas hará
posible que surja, naturalmente, la estima por todos y cada uno de los seres
humanos, también los concebidos y no nacidos. Pero junto a esta actitud
general, caben muchas maneras concretas de trabajar específicamente en favor de
la vida:



    Rogando al Señor por los legisladores y los dirigentes
sociales en general, para que sepan comprender que los hijos concebidos y no
nacidos son los más inocentes y los más indefensos miembros de, nuestra
sociedad, y que, como ha dicho repetidamente el Papa Juan Pablo li, nunca se
puede legitimar la muerte de un inocente.



    No despreciando el valor moral del dolor y del sacrificio,
cuyo rechazo lleva a justificar cualquier intento de acabar con lo que se cree
que son sus causas, incluidos los ancianos o enfermos inútiles, los deficientes
que son una carga o los nuevos hijos que pueden complicar la vida o disminuir
el bienestar de la familia.



    Acogiendo y ayudando, también económicamente, a quienes, por
razón de su maternidad, se encuentran en situaciones difíciles.



    Recibiendo con alegría, por duro que pueda ser, al nuevo
hijo enfermo o deficiente que llegue a la familia, como una bendición de Dios.
Es ejemplar el testimonio de numerosísimos padres cristianos en este sentido.



    Reaccionando positivamente ante escritos públicos o programas
audiovisuales que defiendan la vida humana, y críticamente ante los que la
ataquen.



    Orientando el voto hacia las alternativas que merezcan más
confianza por sus actitudes ante la vida en general, y ante la cuestión del
aborto provocado en particular.



    Informando a quienes nos rodean, con caridad, pero con
firmeza y claridad, de la realidad del hijo no nacido y de la importancia de
defender su derecho a vivir.



    Los médicos, en especial los ginecólogos, y otros
profesionales sanitarios, empleando los medios técnicos que permiten que una
madre vea en una ecografía, con sus propios ojos, al hijo en sus entrañas,
moviéndose, nadando, chupándose el dedo. Se ha dicho que si el vientre de las
madres fuera transparente, muchos verían la cuestión del aborto provocado de
otra manera.



Son sólo algunos ejemplos que puedan dar idea del enorme campo que un cristiano
tiene ante sí en relación con este gravísimo problema.



¿Es razonable pensar que un día la vida y la dignidad humanas se respetarán
desde la concepción hasta la muerte?



No es posible contestar rotundamente a esta cuestión, pero hacia este objetivo
deben encaminarse los esfuerzos de todos los que aspiran a un mundo justo. Las
agresiones a la vida humana, especialmente de los inocentes, han tenido siempre
en la historia consecuencias dramáticas. Los cristianos sabemos que cuando las
personas y las colectividades han reconocido a Jesucristo, este reconocimiento
ha supuesto una afirmación de la vida sin parangón con cualquier otra cultura.
Por eso debemos empeñarnos en la extensión de la presencia de Cristo en la
sociedad, porque de este modo los hombres reconocerán su propia grandeza y
podrán vivir con una nueva conciencia propia dignidad. Con el auxilio de Jesús
y de su madre, que lo concibió en su seno, y con el ejemplo nuestra propia
vida, será posible trabajar mejor en defensa de este ideal.












Cifras del Aborto en el Mundo. Según la Organización Mundial de la
Salud








•           
De los 210 millones de embarazos anuales, 80 millones son no planeados, es
decir 2 de cada 5 embarazos. (OMS)
•            De los
embarazos no planeados, 46 millones (58%) terminan interrumpiéndose, 19
millones de estos en países donde la intervención voluntaria del embarazo es
ilegal.
•           
En América Latina se practican 3700.000 abortos inseguros. El riesgo de muerte
a causa del aborto inseguro en los países en desarrollo es de 370 por cada
100.000 casos. (OMS)
•           
El número de mujeres que mueren a causa del aborto anualmente es 68.000, lo que
equivale al 13% de la mor­talidad materna. En América Latina, el aborto
inseguro es responsable del 17 % de las muertes maternas. (OMS)
•           
Dos tercios de los abortos practicados al año corresponden a mujeres de 15 a 30
años. En América Latina más del 50% de los abortos se practican a mujeres de 20
a 29 años y casi el 70% a mujeres menores de 30 años. (OMS)
•           
El riesgo de morir durante el parto de las jóvenes de edades entre 15 y 19 años
es dos veces mayor que el de las mujeres de 20 a 30 años. Este riesgo es cinco
veces mayor en las menores de 15 años. En el mundo, la principal causa de
muerte de adolescentes de 15 a 19 años son los embarazos tempranos, sus riesgos
y compli­caciones. (FCI) En los países en desarrollo 14% de los abortos se han
practicado a menores de 20 años.

Oración por las Víctimas del Aborto

Santa María, Madre de Dios y de
la Iglesia, Nuestra Señora de Guadalupe, tu fuiste elegida por el Padre
para el Hijo a travéz del Espíritu Santo.




Tu eres la Mujer vestida con el
sol a punto de dar a luz a Cristo mientras Satanás, el Dragón Rojo,
espera para devorar vorazmente a tu Hijo.




Lo mismo hizo Herodes buscando
destruir a tu Hijo, Nuestro Señor y Salvador Jesucristo, masacrando
muchos niños inocentes en su intento.



Lo mismo hace hoy el aborto, matando millones de niños inocentes y
explotando a sus madres en su ataque contra la vida y contra la Iglesia,
el Cuerpo de Cristo.




Madre de los Inocentes,
alabamos a Dios en tí por Sus regalos a tí de tu Inmaculada Concepción,
libre de pecado, llena de gracia; tu maternidad de Dios y de la Iglesia,
tu Perpetua Virginidad y tu Ascención al Cielo en cuerpo y espíritu.




O Auxilio de los Cristianos, te
rogamos protejas todas las madres de los aún no nacidos y a los niños
en su vientre. Suplicamos tu ayuda para que se termine este holocausto
del aborto.




Santa Madre, rogamos a tu
Inmaculado Corazón por todas las madres y todos los niños aún no nacidos
para que ellos puedan tener vida aquí en la tierra y por la tan
Preciosa Sangre derramada por tu Hijo que puedan tener vida eterna con
El en los cielos. También oramos a tu Inmaculado Corazón por todos los
que realizan los abortos y los que los apoyan, para que se conviertan y
acepten a tu Hijo, Jesucristo, como su Señor y Salvador. Defiende a
todos tus hijos en la batalla contra Satanás y todos los malos espíritus
en estos tiempos de oscuridad.




Deseamos que los inocentes
niños aún no nacidos y que mueren sin el Bautismo pudieran ser
bautizados y salvados. Te pedimos que obtengas esta gracia para ellos y
el arrepentimiento, reconciliación y el perdón de Dios para sus padres y
sus asesinos.




Que sea revelado una vez mas en
el mundo el poder del Amor. Que él ponga fin al mal. Que transforme
conciencias. Que tu Inmaculado Corazón revele para todos la luz de la
esperanza. Que Cristo Rey reine sobre todos nosotros, nuestras familias,
ciudades, estados, países y la humanidad completa.




O clemente, O llena de amor, O dulce Virgen María, escucha nuestras plegarias y acepta este clamor desde nuestros corazones!



Nuestra Señora de Guadalupe, Protectora de los aún no nacidos, Ruega por nosotros!



 















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